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LA ÉTICA DEL CHOCOLATE BERNFELD

Aplicaciones de psicoanálisis en educación social

La educación y la terapia guardan cierta relación recíproca. La educación procura que disposiciones y
tendencias del niño no se conviertan en algo perjudicial para el mismo individuo o la sociedad. La terapia
entra en acción cuando estas disposiciones ya han desembocado en síntomas.

Bernfeld elabora los conceptos de DIRIGENTE y EDUCADOR, el primero con la capacidad de incidir en la
masa de niños y adolescentes, y el segundo la posibilidad de influir de manera particular en cada sujeto.

La educación no opera sobre una tabula rasa, muy al contrario ha de vérselas con un sujeto. Ese sujeto que
los clásicos de la pedagogía (Kant, Herbart) denominaron <<sujeto de la educación>>, que hace referencia,
en términos generales, a: el espacio que lo social abre a través de sus instituciones para que los sujetos
accedan a los patrimonios culturales; la condición de quién lo ocupa, es decir, un sujeto con posibilidad
tanto de decir sí como de decir no a esa propuesta de trabajar para adquirir los saberes de la cultura, de
habitar y ser habitado por la educación.
La educación es un EJERCICIO DE RESPONSABILIDAD DEL SUJETO, un ejercicio ético. El sujeto debe hacerse
cargo de su acto, de haber dicho sí o no… pero no se sabe a qué cosa un sujeto dirá sí o dirá no, este saber
escapa al educador, no puede establecerse como premisa general algo que sirva para todos, se requiere de
un TRABAJO DE APROXIMACIÓN A CADA SUJETO. La educación es del orden del enigma, su devenir es
enigmático. Y en esto hay una aproximación al discurso del psicoanálisis. La educación no pretende cambiar
la estructura subjetiva de los niños.

Freud: la educación no ha cumplido hasta ahora sino muy imperfectamente su misión, y ha causado a los
niños graves daños. Si encuentra el camino optimo podrá abrigar la esperanza de extinguir uno de los
factores de la etiología de la enfermedad: el influjo de los traumas infantiles accidentales.

La educación se plantea así como una serie de trabajos cuya articulación cobra sentido si finalmente es
posible enlazar, de alguna manera, eso que hace particular a un sujeto, con el orden general de la cultura.
Hacer converger lo general con lo particular.
No se trata de reprimir los modos de satisfacción del sujeto, sino de posibilitar su articulación con
modalidades culturales de realización. “Los niños tienen derecho a comer chocolate, pero no por ello pueden
robarlo”
La misión primera de la educación es que el niño debe aprender a dominar sus instintos. La educación tiene
forzosamente que inhibir, prohibir y sojuzgar, y así lo ha hecho ampliamente en todos los tiempos. Pero el
análisis nos ha demostrado que precisamente este sojuzgamiento de los instintos trae consigo el peligro de
la enfermedad neurótica. En consecuencia la educación tiene que buscar su camino entre el dejar hacer y la
prohibición.
Se tratará pues, de decidir cuánto se puede prohibir, en que épocas y con qué medios. Y luego habrá de
tenerse en cuenta que los objetos de la influencia educadora entraña diversas disposiciones, de manera que
un mismo método no puede ser igualmente bueno para todos.

Bernfeld cuenta un caso donde niños de una institución robaron chocolates, y los educadores de allí se
manifestaron muy en contra del acto. Y dice al respecto: si en lugar de condenar el acto los educadores
hubieran explicado a los niños que ellos poseían ese derecho, de comer chocolate, pero robar no es la mejor
manera de obtenerlo, dada las complicaciones sociales. Así entonces estos se hubieran colocado en el
mismo nivel social y moral de los niños, posibilitando una DIMENSIÓN VERDADERAMENTE EDUCATIVA.
Los educadores deberían haber descendido del pedestal de la autoridad moral y solidarizarse, en cuanto al
fin de su acto, porque había una legitimidad en sus fines y motivos. El educador ha de cambiar su posición.
En particular en situaciones difíciles, cuando encontrándose confundido o decepcionado apela al amor o al
autoritarismo como formas de intentar paliar su propio malestar; se debe ser consciente de que el amor o la
pura sanción conducen a un callejón sin salida.
Frente a estos impasses Bernfeld postula: AUTORIDAD TÉCNICA, aquella que admite tanto la posibilidad
como el límite de la educación, una autoridad que muestre las formas socialmente admitidas en referencia a
las cuales los sujetos de la educación puedan maniobrar sus modalidades de satisfacción. Esta propuesta
pedagógica es una especia de ética del acto educativo, porque orienta acerca de las formas culturales
posibles para la satisfacción particular.
El educador será una autoridad, en el sentido de Bernfeld, si sabe admitir, esto es, legitimar los objetivos del
sujeto. El educador debe atender y escuchar a sujeto para saber algo en torno a este, y así poder realizar
una enseñanza pertinente.

Kant decía en el 1800, que en la educación entran en juego dos órdenes absolutamente irreconciliables: el
orden de lo subjetivo, y el orden de lo social.
Kant señaló que el BIEN, en mayúsculas, no existe. Se separa de las éticas materiales, como la de Aristóteles
que cifran el bien en algo asequible, o definible, por igual para todos. Kant sostuvo que el bien no se puede
definir, pues no tiene un contenido universal.

Si el educador no registra los cambios que se producen en el mundo, corre el riesgo de fosilizarse y no poder
cumplir con sus funciones de autoridad técnica, limitando su función de enseñante a una mera gestión del
currículo, el cual deberá adaptar, readaptar y volver a adaptar sin solución de continuidad según las
consignas pedagógicas al uso.

Bernfeld es uno de los precursores del psicoanálisis interesado en el campo de las infancias más
desprotegidas, y nos muestra a lo largo de sus textos las posibilidades que ofrece el vínculo con el adulto en
la praxis educativa. Un ejercicio de RESPONSABILIDAD.

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