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Fray Bartolomé de Las Casas

HISTORIA DE LAS INDIAS

Capítulo CXCVIII

La gobernación que estos reyes y todos los señores inferiores por toda esta Isla
puesta tenían, era naturalísima, porque en ninguna cosa de la paterna que los padres
usan con sus hijos, teniendo fin principalmente al bien dellos como libres, difería;
tratábanlos como si todos los súbditos fueran sus propios hijos, y ellos como á propios
padres, por amor y no por temor, los reverenciaban y obedecían; y en tanto grado
amaban los indios á sus reyes por la dulce gobernación y obras de padre que dellos
recibían, que cuando los señores andaban escondidos por los montes, huyendo de los
españoles, mandaban á sus indios, que si alguna vez los españoles alguno dellos
tomasen, que por ningún tormento que les diesen los descubriesen, y así lo hacían; y que
cuando los llevasen atados, hallando algún despeñadero, se derrocasen de allí abajo, y
llevasen, si pudiesen, el español ó españoles que los llevaban atados, consigo; poníanlo
así por obra sin faltar un punto, y esto es certísimo. Y era tanta la humanidad que los
señores usaban con sus vasallos y súbditos indios, que sin punta ni resabio de
presunción alguna, no sólo junto con ellos y á la mesa, pero del mismo plato ó vaso en
que los señores comían, que comiesen y tomasen por su mano el manjar los admitían, y
esto vide yo muchas veces, y así hablo como testigo de vista. No debe parecer poquedad
esta tan humilde conversación ó comunicacion destos reyes y señores con sus súbditos,
pues los antiguos reyes tan humilde y moderado estado tenían, que según Herodoto,
libro VIII de su Historia, sus propias mujeres les guisaban la olla y lo que habían de
comer: y en aquellos tiempos se puede presumir que los súbditos podían comer con los
reyes, y pluguiera á Dios que todos los reyes vivieran hoy, y de vivir en tal simplicidad
fueran contentos, porque harto mejor que hoy le va al linaje humano le fuera. Y siendo,
como eran, estas gentes tan sin número en esta Isla, y que un rey y señor tenía en su
reino y señorío in finitos, no pasaba más trabajo en los gobernar que un padre de familas
tiene con su casa sola, mujer é hijos; y cierto, no en muchas partes del mundo se hallará
esta maravilla. No se sabía qué cosa fuese hurto, ni adulterio, ni fuerza que hombre
hiciese á mujer alguna, ni otra vileza, ni que dijese á otro injuria de palabra y menos de
obra, y cuando alguna vez por gran maravilla recibía enojo alguno de otro, la venganza
que dél tomaba era decille, si era zarco de los ojos, buticaco, que quiere decir, anda,
para zarco de los ojos; y si tenía los ojos negros, xeyticaco, y si le faltaba algún diente,
mahite, anda, que te falta un diente, y así otras injurias desta manera. Y es verdad, como
arriba en un capítulo dije, que había veinte años que yo estaba en esta Isla, y nunca ví
reñir en ella, ni en otra parte, indio con indio, sino una vez en la ciudad de Santo
Domingo, que vide reñir dos, y estábanse dando el uno al otro con los hombros ó con
los codos, estando quedas las manos, que no mataran una mosca si donde se daban con
los hombros la tuvieran; entónces yo, admirado de ver cosa tan nueva, llamé á ciertos
españoles que allí estaban, haciendo testigos.
Y es cierto lo que arriba en cierto capítulo dije, y quiérolo repetir, que algunas veces oí
decir á algunos españoles destas gentes (aunque para dejallos de fatigar en los trabajos,
tenían, según creo, poca piedad dellos): ¡oh qué gente tan bienaventurada era ésta, si
cognoscieran á Dios y tuvieran nuestra fe! No mirando más de aquello que veían,
porque debieran pasar con la consideración adelante, y cognoscer que para que les

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diéramos la fe y no para servirnos dellos nos los había descubierto la Providencia
divina. Pues así como ser la mujer, y los hijos, y la familia de una casa pacífica, modesta
y bien morigerada, careciente de vicios y de hacer mal á nadie, testifica y manifiesta la
bondad, prudencia, solicitud y buen regimiento, y cuidado cerca della del padre de
familias, de la misma manera, y áun mucho más, ser tan gran número de gentes tan
modestas, tan benignas, tan concertadas, tan pacíficas, tan obedientes, tan limpias y
exentas de vicios, y tan honestas, sin alguna duda, testimonio claro daban de la bondad,
prudencia, solicitud y cuidado de la justicia, y justa gobernación de sus reyes y señores
que tenían, y los regían y gobernaban. Y si alguno dijere que no debía causarlo sino las
buenas inclinaciones y condición natural de aquestas gentes, que de su naturaleza eran
mansas, humildes, pacíficas, y de todos los inconvenientes de la virtud naturalmente
apartadas, y no por la solicitud de los reyes que los gobernaban, digo que al menos
ninguno negará que destas buenas inclinaciones, y condición, y disposición,
mansedumbre, humildad, modestia y benignidad naturales, á los mismos señores y reyes
no les cupiese parte; y así, todos, señores y súbditos, eran dotados de bondad natural, y,
por consiguiente, todos eran felices, bienaventurados.

...

No se les usurpe, pues, á los reyes y señores desta Isla lo que la Santa Escritura en
general dice y atribuye á todos los del mundo, y pues hallamos estos pueblos tan
numerosos de gentes y tan bien morigerados, entendamos que la solicitud, cuidado y
prudencia, y buena órden y justo regimiento de los que los gobernaban, el cual era como
de verdaderos padres, que tenían por fin hacellos buenos y multiplicallos, y en aquella
multitud y bondad conservallos, era mucha y grande y la mayor parte; y en esto hicieron
estas gentes á los españoles antiquísimos excesiva ventaja, conviene á saber, que
tuvieron reyes que los rigiesen y bien gobernasen, de los cuales carecieron nuestros
españoles por muchos siglos de los pasados, hasta que para se defender de las guerras
tiránicas de los romanos, siguieron y no eligieron á Viriato, como á hombre muy cauto y
experto en huir y saberse guardar de los peligros, y con esto muy esforzado, al cual por
pura necesidad sufrieron que los capitanease, no por virtud, porque no querían tener á
quien obedecer ni quien á sus barbáricas obras, robos y maleficios pusiese regla ni tasa.
Este Viriato hizo guerras fortísimas contra los romanos, defendiendo á España por
tiempo de diez años, en los cuales hizo señalados estragos.

...

De manera que los ingenios y condicion de los españoles eran más propios de fieras
bestias que de hombres. Y abajo dice que las mujeres tenían oficio de labrar y cavar los
campos y las heredades, y cuidado de las cosas de casa, y los maridos con las armas en
las manos andaban á robar, porque no tengamos presunción que venimos de los cielos
de virtudes muy adornados.

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El Inca Garcilaso de la Vega

COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

Capítulo XV
El origen de los Incas, reyes del Perú

Viviendo o muriendo aquellas gentes de la manera que hemos visto permitió


Dios nuestro Señor, que dellos mismos saliese un lucero del alba, que en aquellas
escurísimas tinieblas les diese alguna noticia de la ley natural, y de la urbanidad y
respetos que los hombres debían tenerse unos a otros, y que los descendientes de aquél,
procediendo de bien en mejor cultivasen aquellas fieras y las convirtiesen en hombres,
haciéndoles capaces de razón y de cualquiera buena doctrina; para que cuando ese
mismo Dios, sol de justicia tuviese por bien de enviar la luz de sus divinos rayos a
aquellos idólatras, los hallase no tan salvajes, sino mas dóciles para recebir la fe
católica, y la enseñanza y doctrina de nuestra santa madre iglesia romana, como después
acá la han recebido, segun se verá lo uno y lo otro, en el discurso desta historia. Que por
experiencia muy clara se ha notado, cuanto más prontos y ágiles estaban para recibir el
evangelio los indios que los reyes Incas sujetaron, gobernaron y enseñaron, que no las
demás naciones comarcanas, donde aun no había llegado la enseñanza de los Incas:
muchas de las cuales se están hoy tan bárbaras y brutas como antes se estaban, con
haber setenta y un años que los españoles entraron en el Perú. Y pues estamos a la
puerta deste gran labirinto, será bien pasemos adelante a dar noticia de lo que en él
había.
Después de haber dado muchas trazas, y tomado muchos caminos para entrar a dar
cuenta del origen y principio de los Incas, reyes naturales que fueron del Perú, me
pareció que la mejor traza y el camino mas fácil y llano, era contar lo que en mis
niñeces oí muchas veces a mi madre y a sus hermanos y tíos, y a otros sus mayores,
acerca deste origen y principio: por que todo lo que por otras vías se dice dél, viene a
reducirse en lo mismo que nosotros diremos, y será mejor que se sepa por las propias
palabras que los Incas lo cuentan, que no por las de otros autores estraños. Es así que
residiendo mi madre en el Cozco, su patria, venían a visitarla casi cada semana los
pocos parientes y parientas, que de las crueldades y tiranías de Atahuallpa (como en su
vida contaremos) escaparon; en las cuales visitas, siempre sus mas ordinarias pláticas,
eran tratar del origen de sus reyes, de la majestad dellos, de la grandeza de su imperio,
de sus conquistas y hazañas, del gobierno que en paz y en guerra tenían, de las leyes que
tan en provecho y en favor de sus vasallos ordenaban. En suma, no dejaban cosa de las
prósperas que entre ellos hubiese acaecido que no la trujesen a cuenta.
De las grandezas y prosperidades pasadas venían a las cosas presentes: lloraban sus
reyes muertos, enagenado su imperio, y acabada su república, & c. Estas y otras
semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien
perdido, siempre acababan su conversación en lágrimas y llanto, diciendo: trocósenos el
reinar en vasallage, & c. En estas pláticas yo como muchacho entraba y salía muchas
veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oír, como huelgan los tales de oír
fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años,
acaeció que estando mis parientes un día en ésta su conversación hablando de sus reyes
y antiguallas, al más anciano dellos, que era el que daba cuenta dellas, le dije: Inca, tío,
pues no hay escritura entre vosotros, que es la que guarda la memoria de las cosas

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pasadas, ¿qué noticias tenéis del origen y principios de nuestros reyes? porque allá los
españoles, y las otras naciones sus comarcanas, como tienen historias divinas y
humanas, saben por ellas cuando empezaron a reinar sus reyes y los agenos, y el
trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuantos mil años há que Dios crió el cielo y
la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros que carecéis
dellos, ¿qué memorias tenéis de vuestras antiguallas? ¿quién fué el primero de vuestros
Incas? ¿cómo se llamó? ¿qué origen tuvo su linaje? ¿con qué gente y armas conquistó
este grande imperio? ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas?
El Inca, como que holgándose de haber oído las preguntas, por el gusto que recibía de
dar cuenta dellas, se volvió a mi (que ya otras muchas veces le habia oido, mas ninguna
con la atención que entonces) y me dijo: sobrino, yo te las diré de muy buena gana, a ti
te con viene oírlas y guardarlas en el corazón (es frase dellos por decir en la memoria).
Sabrás que en los siglos antiguos toda esta región de tierra que ves, eran unos grandes
montes de breñales, y las gentes en aquellos tiempos vivían como fieras y animales
brutos, sin religión ni policía, sin pueblo ni casa, sin cultivar ni sembrar la tierra, sin
vestir ni cubrir sus carnes, porque no sabían labrar algodón ni lana para hacer de vestir.
Vivían de dos en dos, y de tres en tres, como acertaban a juntarse en las cuevas y
resquicios de peñas y cavernas de la tierra: comían como bestias yerbas de campo y
raíces de árboles, y la fruta inculta que ellos daban de suyo y carne humana. Cubrían sus
carnes con hojas y cortezas de árboles, y pieles de animales; otros andaban en cueros.
En suma vivían como venados y salvaginas, y aun en las mujeres se habían como los
brutos, porque no supieron tenerlas propias y conocidas.
Adviértase, porque no enfade, el repetir tantas veces estas palabras nuestro padre el sol,
que era lenguage de los Incas, y manera de veneración y acatamiento decirlas siempre
que nombraban al sol, porque se preciaban descendir dél, y al que no era Inca, no le era
lícito tomarlas en la boca, que fuera blasfemia, y lo apedrearan. Dijo el Inca: nuestro
padre el sol, viendo los hombres tales, como te he dicho, se apiadó y hubo lástima
dellos, y envió del cielo a la tierra un hijo y una hija de los suyos para que los
doctrinasen en el conocimiento de nuestro padre el sol, para que lo adorasen y tuviesen
por su dios, y para que les diesen preceptos y leyes en que viviesen como hombres en
razón y urbanidad; para que habitasen en casas y pueblos poblados, supiesen labrar las
tierras, cultivar las plantas y mieses, criar los ganados y gozar dellos y de los frutos de
la tierra, como hombres racionales, y no como bestias. Con esta órden y mandato puso
nuestro padre el sol estos dos hijos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de
aquí, y les dijo, que fuesen por do quisiesen, y do quiera que parasen a comer ó á
dormir, procurasen hincar en el suelo una varilla de oro, de media vara de largo y dos
dedos de grueso, que les dió para señal y muestra que donde aquella barra se les
hundiese, con sólo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el sol nuestro padre
que parasen e hiciesen su asiento y corte. A lo último les dijo: cuando hayais reducido
esas gentes a nuestro servicio, los mantendreis en razón y justicia, con piedad,
clemencia y mansedumbre haciendo en todo oficio de padre piadoso para con sus hijos
tiernos y amados, a imitación y semejanza mía, que a todo el mundo hago bien, que les
doy mi luz y claridad para que vean y hagan sus haciendas, y les caliento cuando han
frío, y crio sus pastos y sementeras; hago frutificar sus árboles y multiplico sus ganados;
lluevo y sereno a sus tiempos, y tengo cuidado de dar una vuelta cada día al mundo por
ver las necesidades que en la tierra se ofrecen, para las poveer y socorrer, como
sustentador y bienhechor de las gentes: quiero que vosotros imitéis este ejemplo como
hijos míos, enviados a la tierra sólo para la doctrina y beneficio de esos hombres, que
viven como bestias. Y desde luego os constituyo y nombro por reyes y señores de todas
las gentes que así doctrináredes con vuestras buenas razones, obras y gobierno.

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Habiendo declarado su voluntad nuestro padre el sol a sus dos hijos, los despidió de sí.
Ellos salieron de Titicaca, y caminaron al Septentrión, y por todo el camino, doquiera
que paraban, tentaban hincar la barra de oro y nunca se les hundió. Así entraron en una
venta o dormitorio pequeño, que está siete ó ocho leguas al Mediodía desta ciudad, que
hoy llaman Pacarec Tampu, que quiere decir venta, o dormida, que amanece. Púsole este
nombre el Inca, porque salió de aquella dormida al tiempo que amanecía. Es uno de los
pueblos que este príncipe mandó poblar después, y sus moradores se jactan hoy
grandemente del nombre, porque lo impuso nuestro inca: de allí llegaron él y su mujer,
nuestra reina, a este valle del Cozco, que entonces todo él estaba hecho montaña brava.

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