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Taller 1.

Filosofía
¿Qué es lo que se evapora cuando se pierde la conciencia?

Todos hemos experimentado, un día u otro, ese desmayo que nos hace
perder la conciencia. Un velo cae ante los ojos, la presión arterial se
desmorona, se siente el corazón latir por todas las partes del cuerpo, en las
sienes, los esfínteres (los músculos que constriñen los intestinos), el vientre
se contrae y uno cae en un estado que se emparenta con el sueño -o con la
muerte. (Para los griegos, Morfeo personifica el sueño, es el hermano de
Tánatos, que simboliza la muerte. Ambos son hijos de Hipno, el sueño, y de
Nicte, la noche.) Perder la conciencia es entrar en el mundo de la muerte,
del sueño, y también de la hipnosis.
La fenomenología, una escuela filosófica especializada en la fina y
minuciosa descripción de los fenómenos —de la que Husserl (1859-1938),
Sartre (1905-1980) y Merleau-Ponty (1908-1961) son sus más importantes
representantes—, hace del desmayo la respuesta de la conciencia a una
situación invivible, difícil de ver, de soportar, de mirar: una herida abierta de la que sale sangre, un cadáver, una lección
de anatomía en una sala de disección, un accidente, y otras situaciones en las que no se quiere ver lo que pasa. Bajo el
shock, ante la conmoción, la conciencia ordena el desmayo, interrumpe el circuito nervioso por el que pasa la información
para constituir una percepción y crear una imagen. Al no desaparecer fundamental, definitivamente, esta situación se
borra local, puntualmente —antes de su resurgimiento con el retorno de la conciencia.

El patatús
Del mismo modo, frente a una situación psíquicamente insostenible (una violenta decepción, un engaño descubierto de
golpe, el anuncio de un fallecimiento repentino o de una enfermedad grave, etc.), el cuerpo puede actuar de la misma
manera y según los mismos principios: sustraer a la conciencia (que elabora lo real) la evidencia de un dolor demasiado
difícil de soportar. Para no tener que hacer frente, para evitar la colisión frontal con una información que genera
sufrimiento, la conciencia aniquila, anula (remite a la nada) la escena, extingue la comunicación psíquica y permite al
cuerpo recobrar el sentido, el equilibrio, en una suerte de autohípnosis, de adormecimiento programado para recuperar
las fuerzas, la vitalidad y los medios de sobreponerse.

Si la conciencia desaparece, no podemos ver el mundo, este deja de ser


percibido, por lo tanto, de ser posible. Lo que es real, está producido por la
conciencia, dicen los filósofos idealistas: no existe realidad, gente que vieney va,
flores en un jarrón, paisajes, movimientos de personas, no hay
rostros ni identidades, figuras ni palabras, sin la conciencia que hace advenir
todo ello al ser. El fin de la conciencia es el fin del mundo, que es mi
representación. Ahora bien, mi representación es posible únicamente por la
conciencia que formula lo real. Solo veo lo que ella me muestra, sin ella no soy
nada. El desmayo, la pérdida de conciencia, es la experimentación por parte de
unindividuo de la desaparición momentánea del mundo —de uno mismo en el
mundo y del mundo realizado por cada uno.
El trabajo de la conciencia supone una dialéctica (un movimiento) del ser y de la nada: allí donde ella dirige su luz, un
objeto surge al ser. En cambio, todo lo que no es ese objeto, se encuentra sumido en la nada: cuando miro una cara, no
veo más que la cara, mi conciencia me la presenta en la mente para construir su imagen. Y todo lo que no entra en la
elaboración de esta realidad retrocede, desaparece en un no-ser. El entorno es nadificado (remitido a la nada) y el ser,
realizado. La conciencia es siempre conciencia de algo, no puede permanecer sin objeto —salvo en el desmayo, el
sueño o la muerte.
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John Locke (Wrington, Somerset, 29 de agosto de 1632-Essex, 28 de octubre de 1704) fue un


filósofo y médico inglés considerado como uno de los más influyentes pensadores del Siglo de las
Luces y conocido como el «Padre del Liberalismo Clásico». Considerado como uno de los
primeros empiristas británicos, siguió las ideas de Francis Bacon y también tuvo una participación
fundamental en la teoría del contrato social. Su trabajo afectó en gran medida el desarrollo de la
epistemología y la filosofía política. Sus escritos influyeron en Voltaire y Rousseau, muchos
pensadores de la Ilustración escocesa, así como los revolucionarios estadounidenses. Sus
contribuciones al republicanismo clásico y la teoría liberal se reflejan en la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos.

Siendo ésas las premisas para encontrar en qué consiste la identidad personal, debemos ahora
considerar qué significa persona. Pienso que ésta es un ser pensante e inteligente, provista de razón y de reflexión, y
que puede considerarse asimismo como una misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares; lo que tan sólo hace
porque tiene conciencia, porque es algo inseparable del pensamiento, y que para mí le es esencial, pues es imposible
que uno perciba sin percibir que lo hace. Cuando vemos, oímos, olemos, gustamos, sentimos, meditamos o deseamos
algo, sabemos que actuamos así. Así sucede siempre con nuestras sensaciones o percepciones actuales, y es
precisamente por eso por lo que cada uno es para sí mismo lo que él llama él mismo, sin que se considere en este caso
si él mismo se continúa a sí mismo en diversas sustancias o en la misma. Pues como el estar provisto de conciencia
siempre va acompañado de pensamiento, y eso es lo que hace que cada uno sea lo que él llama sí mismo, y de ese
modo se distingue a sí mismo de todas las demás cosas pensantes, en eso consiste únicamente la identidad personal,
es decir, la identidad del ser racional; hasta el punto que ese tener conciencia puede alargarse hacia atrás, hacia
cualquier parte de la acción o del pensamiento ya pasados, y alcanzar la identidad de esa persona: ya hasta el punto de
que esa persona será tanto la misma ahora como entonces, y la misma acción pasada fue realizada por él mismo que
reflexiona ahora sobre ella que sobre el que la realizó.
12. En el tener conciencia radica la identidad personal
Pero se pregunta, además, si se trata de la misma e idéntica sustancia. Esto muy pocos tendrían razones suficientes
para dudarlo, y esas percepciones, con la conciencia que las acompaña, permanecieran siempre en la mente, de manera
que la misma cosa pensante estuviera siempre presente de manera consciente, y según parecería fuera evidente la cosa
en sí misma. Pero lo que parece provocar la dificultad es esto: que ese tener conciencia se ve constantemente
interrumpido a causa del olvido, ya que en ningún momento de nuestra vida tenemos ante nuestra vista todo el curso de
nuestras acciones pasadas, sino que incluso los que tienen mejor memoria pierden de vista una parte al contemplar la
otra; pues nosotros algunas veces, y eso durante la mayor parte de nuestra vida, no reflexionamos sobre nuestros
pasados mismos, pues estamos ocupados en nuestros pensamientos actuales, y también, en definitiva, porque cuando
dormimos profundamente estamos desprovistos de cualquier pensamiento, o por lo menos de cualquiera que vaya
acompañado de esa conciencia que tienen nuestros pensamientosen estado de virginidad. Todos estos casos, digo,
como nuestro tener conciencia se ve interrumpido y como nos perdemos a nosotros mismos de vista en el pasado, se
originan dudas sobre si somos o no la misma cosa pensante, es decir, si somos o no la misma sustancia. Lo cual, sea
muy razonable o irrazonable, no afecta para nada al problema de la identidad personal, puesto que se trata de saber qué
es lo que hace a una misma persona, y no si es la misma idéntica sustancia la que piensa siempre en la misma persona,
lo que para este caso tiene muy poca importancia. Se pueden estar unidas diversas sustancias en una sola persona por
una misma conciencia de la que participen, lo mismo que distintos cuerpos pueden estar unidos mediante la vida en un
animal cuya identidad se mantiene, dentro de un cambio de sustancias, en virtud de la unidad de una vida continuada.
Porque como el tener una misma conciencia es lo que hace que un hombre sea él mismo para él mismo, de eso
solamente depende la identidad personal, con independencia de que se circunscriba a sólo una sustancia individual o
que pueda continuarse en una sucesión de distintas sustancias. Porque desde el momento en que cualquier ser
inteligente puede repetir la idea de cualquier acción pasada con la misma conciencia que de ella tuvo en un principio y
con la misma conciencia que tiene de cualquier acción presente, desde ese mismo momento, ese ser es él mismo y
personal. Porque por la conciencia que tiene de sus pensamientos y acciones presentes es por lo que es ahora él mismo
para él mismo, y así será él mismo para él mismo hasta que la misma conciencia alcance respecto a las acciones
pasadas o futuras; y no sería dos personas, a causa de la distancia en el tiempo y de cualquier alteración en la sustancia
más de lo que un hombre sería dos hombres por el hecho de llevar distintos vestidos hoy de los que utilizó ayer, después
de un largo o breve sueño, puesto que un mismo tener conciencia une en la misma persona esas dos acciones
separadas, sean cuales fueren las acciones que contribuyeron a producirlas.

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