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Desde hace algunos años, en el campo de la teoría política, las ciencias sociales y
económicas, y también en el ámbito del management, de la gestión y dirección de
empresas y organizaciones, los términos gobernanza (governance) y/o “buen
gobierno” (good governance) vienen utilizándose como sinónimos de manera
creciente.
1
Novell R. Transparencia y buen gobierno. La rendición de cuentas (accountability) en una
sociedad avanzada. Icaria editorial. 2ª ed. Barcelona, 2006.
1
El “buen gobierno” de las organizaciones tiene que ver con la ética empresarial y
organizacional (Business Ethics). Incorporar códigos de buenas prácticas (best
practices), en las empresas y organizaciones sólo puede hacerse si se integran
valores éticos en el gobierno de las empresas. Es evidente que los agentes morales
son, en primera instancia, las personas. Son ellas quienes, salvo casos excepcionales,
satisfacen las condiciones que debe reunir un ser para que se le considere sujeto de
moralidad. Sin embargo, también resulta difícil negar que las organizaciones y, entre
ellas, las empresas, gozan de una complejidad estructural suficiente como para ser
también tratadas como agentes morales, a los que tiene sentido pedir cuentas de sus
acciones y de las consecuencias de éstas2. En este sentido, las Best Practices son
códigos de conducta integrados por valores éticos latentes en los mecanismos de
gobierno de las empresas al mismo nivel que el resto de los parámetros
empresariales: rentabilidad, beneficio, calidad, negocio, etc., y, se entienden como una
fuente de rentabilidad a largo plazo. Información, transparencia, participación,
mecanismos de auditoria, contabilidad y rendición de cuentas, son elementos
esenciales de la denominada responsabilidad social corporativa (RSC), que debe
orientarse no sólo a los accionistas, sino a todos los usuarios, ciudadanos, y
stakeholders o “partes interesadas”, que se ven afectados por las acciones de las
empresas.
Una organización con valores éticos integrados en su cultura puede aportar una
dirección común a las personas que forman parte de la misma y orientarlas en su
función diaria. Así, los valores que definen a una organización son su seña de
identidad y definen el carácter de la organización y de sus directivos. Las
organizaciones llegan a ser de esta manera, el reflejo del carácter de aquellos que las
hacen funcionar y responden al estilo de vida de quienes las crean.
A todo esto se alude con la referencia cada vez más frecuente y generalizada en el
lenguaje político y administrativo a la gobernanza, al gobierno interactivo, al gobierno
emprendedor, al gobierno socio o facilitador... A ello responde también en gran medida
la actuación de los directivos políticos y gerenciales de las diferentes administraciones
públicas. La metáfora de las "redes" tiende a expresar esta realidad: la práctica
cotidiana de los políticos y gerentes públicos pasa por crear y gerenciar estas redes de
actores diversos, autónomos e interdependientes, sin cuya colaboración resulta
imposible enfrentar los desafíos más urgentes de nuestro tiempo.
2
Cortina A. La ética de las organizaciones sanitarias. Revista Gerencia y Políticas de Salud. Nº
3. Diciembre, 2002.
3
Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo
económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la
sociedad civil y el mercado de la economía. http://buscon.rae.es/draeI/ consultado el 20 de julio
de 2009.
4
http://es.wikipedia.org/wiki/Gobernanza consultado el 25 de julio de 2009.
2
La noción de gobernanza es a la vez polisémica y polémica. Se confunde muy a
menudo con el término “gobernabilidad”. Aunque los dos conceptos no son sinónimos,
hay debate sobre los criterios que permiten distinguirlos. Ambos traducen la noción
anglosajona de governance, aunque sólo gobernabilidad traduce governability, que se
usa de manera más restringida.
Los términos gobernanza y gobernabilidad son muy utilizados en los ámbitos del
management privado, de las organizaciones internacionales, de las ciencias sociales y
de las instituciones políticas tanto nacionales como regionales (por ejemplo, la Unión
Europea)5.
Quienes tienen tareas de dirección son los primeros responsables en gobernar bien
sus organizaciones. Pero un aspecto importante de su responsabilidad es que este
sentido de buen gobierno impregne todos los niveles y todas las actividades de la
organización. Sólo así las organizaciones contribuirán a la mejora global de las
sociedades en las que operan.
5
La Gobernanza Europea. Un Libro Blanco. Bruselas, 25.7.2001. COM (2001) 428 final.
Disponible en: http://eur-lex.europa.eu/LexUriServ/site/es/com/2001/com2001_0428es01.pdf
3
sobre las responsabilidades sociales y morales de las empresas que, en contra de lo
que los más conspicuos y ortodoxos ultraliberales defendieron en su día, van más allá
de la mera responsabilidad hacia los propietarios o accionistas en términos de
obtención del mayor beneficio económico posible. En segundo lugar, el desarrollo de
la teoría de los stakeholders, es decir del análisis de los intereses, derechos y valores
de todos los afectados, directa o indirectamente por las decisiones de la empresa. En
tercer lugar, una reflexión sobre la necesidad de entender las empresas como
organizaciones sociales con identidad moral, con fines y valores propios, que pueden y
deben ser analizados críticamente, perseguidos y potenciados mediante fórmulas
organizativas y estructurales desarrolladas de forma participativa por sus integrantes.
Finalmente, la seguridad de que, cada vez con más frecuencia, sólo las empresas y
organizaciones con una ética consistente y coherente podrán alcanzar altas cotas de
excelencia, y sobrevivirán a las cada vez más altas exigencias morales de los usuarios
y consumidores.
El concepto de buenas prácticas está relacionado con la buena gestión y con el buen
gobierno.
6
Seymour Lipset. “Some social requisites of democracy: Economic development and political
legitimacy”. 'American Political Review', Vol. LIII, 1959.
4
rendición de cuentas o la participación. La eficacia y la eficiencia son valores propios
del utilitarismo económico y de la gestión, aunque, situados en un contexto político,
quedan totalmente impregnados de la influencia de la dimensión política. Con todo, las
organizaciones públicas se ven abocadas a adoptar estrategias de actuación mediante
la incorporación de innovaciones en la acción pública. Ciertamente, estas
innovaciones, su forma y contenido, dependen de la coordinación del aparato
administrativo con otros actores privados y con los ciudadanos. En gran medida la
gobernanza consiste sobre todo en la confluencia y difícil equilibrio entre la eficiencia y
la participación democrática.
El principio básico que subyace en cualquier organización es que ésta debe funcionar
bien, lo cual es responsabilidad de los que dirigen la organización sea cual sea la
tipología o fórmula jurídica que adopte. Asumiendo el principio de “querer” hacer
funcionar la organización, las diferencias surgen en el “modo” de cómo se deberá
hacer funcionar ésta teniendo en cuenta la pluralidad de los objetivos y actividades, así
como los diversos recursos que pueden ser utilizados.
Entre los objetivos del buen gobierno se destacan:
5
Ser responsable en el cumplimiento de la legalidad vigente. La responsabilidad de
cumplir con las normas legales es uno de los principios básicos del buen gobierno de
la organización. Si no se cumplen las normas la transparencia de la entidad será
negativa, en el sentido que mostraría el “no cumplimiento” de aquello que está
consensuado por la sociedad.
Surgida en la década de los ’90 en los EEUU, el auge de la ética de las organizaciones
sanitarias tuvo mucho que ver con el hecho de que la Joint Commission on
Accreditation of Healthcare Organizations (JCAHO) la introdujera entre sus criterios de
acreditación.
7
Simon P. La ética de las organizaciones sanitarias: el segundo estadio de desarrollo de la
bioética. Rev Calidad Asistencial 2002;17(4):247-59
6
encuentro profesional-paciente. La ética de la organización sanitaria se centra en lo
corporativo y estructural, en los procedimientos, protocolos y procesos.
Esta definición conlleva que las actividades de ética organizacional articulen todos los
aspectos del funcionamiento de la organización, de tal manera que se pueda
desarrollar y mantener un clima ético adecuado. Este clima ético define la organización
tanto interna como externamente y penetra toda la organización en su conjunto. Y se
construye sobre las declaraciones de la organización en torno a su misión y sus
valores, su código de ética, sus protocolos que regulan cuestiones éticas específicas
y, sobre todo a través de su propio efecto en las actitudes y prácticas de la
organización.
La perspectiva de la ética de las organizaciones supone que éstas tienen siempre una
identidad moral, defienden determinados valores, tienen responsabilidades sociales, y
8
Potter RL. From clinical ethics to organizational ethics: the second stage of the evolution of
bioethics. Bioethics Forum 1996;12:3-12.
7
en ellas se generan climas éticos que interactúan con las personas que integran
dichas organizaciones.
Apoyando este hilo argumental, y en esta misma línea, E.M. Spencer propone la
siguiente definición:
9
Spencer EM et al. Organization ethics in health care. New York: Oxford University Press,
2000.
10
Simon P. 2002. (op. cit.).
11
Armando Ortiz P. Ética y empresas productoras de servicios de salud. Rev. Méd. Clín.
Condes;17(1):31-34, enero 2006. Disponible en:
http://www.clinicalascondes.cl/Area_Academica/Revista_Medica_Enero_2006/articulo_005.htm
8
formular reflexivamente las responsabilidades compartidas en una institución, y de
expresar públicamente los criterios, los valores y las finalidades que la identifiquen»12.
Las creencias y los valores preceden a las actitudes y éstas a las conductas. La
congruencia entre los valores de la institución y los del trabajador es lo que genera
compromiso, sentido de pertenencia y auténtica cohesión y cultura de empresa. Es
fundamental que los profesionales, trabajadores y empleados se encuentren
comprometidos con la visión de la organización. Los valores se transmiten a través del
ejercicio y del liderazgo directivo. En última instancia, lo que hacemos define lo que
somos.
La institución que se toma el riesgo de poner por escrito sus compromisos manifiesta
una determinación y voluntad ética mayor que la que no lo hace y, por otro lado, no
escribirlo transmite la idea de que la ética es algo relacionado con la conciencia
individual y un asunto en el que no se puede llegar a un acuerdo colectivo.
5. EL ‘MARCO DE MADRID’.
Tal vez una de las más interesantes sea el denominado “Marco de Madrid” (Madrid
Framework) que constituye una propuesta de valores en las actuaciones públicas
sanitarias en el contexto europeo14. Se trata de un marco amplio desarrollado a partir
de 2003 por un notable grupo de expertos europeos, que integra una serie de
dimensiones que constituyen valores básicos junto a otras más procedimentales,
describiendo 12 dimensiones de la política de salud y la gobernanza sanitarias.
12
Lozano JM. Ética i empresa. Proa. Barcelona, 1997.
13
Peguero R.E, Lozano AJ. ¿Por qué un código de ética en una empresa de servicios
sanitarios? Cuadernos de Gestión. Fundación Jordi Gol i Gurina, Barcelona.
14
VVAA.: “El Marco de Madrid: una propuesta de valores en las actuaciones públicas sobre la
salud”. MSD y Fundación Abril Martorell. Madrid, 2005.
9
Gran parte de su interés procede del hecho de que no se trata de una simple “guía”
para la acción, ni un cuestionario o check list para auditar las políticas. Su propósito
es, más bien, facilitar la reflexión y el debate constructivo sobre políticas y prácticas
actuales, de forma que se puedan extraer lecciones para el futuro, constituyendo una
referencia de valores evolutiva.
Las dimensiones del Marco de Madrid se han configurado para conseguir la máxima
coherencia dentro de cada una de ellas, mediante la consideración de una serie de
cualidades, valores, principios e intereses que parecen ser comunes. Al mismo tiempo,
se han diseñado de modo que se garantice la máxima diferenciación de las ideas
respectivas, aun reconociendo que es inevitable un cierto solapamiento. El orden de
presentación viene dictado por la coherencia, no por la prioridad; no todas las
dimensiones tienen la misma complejidad ni el mismo rango, y sus contenidos son
más indicativos que definitivos. Todas ellas tendrán que cotejarse permanentemente
con la realidad.
El Marco de Madrid no pretende ser un “patrón oro”, sino más bien una referencia de
valores evolutiva. Su finalidad es crear una herramienta flexible, robusta y práctica que
pueda ser cada vez más aplicable internacionalmente.
Se describen a continuación las doce dimensiones y las preguntas a las que debería
responder cualquier formulación de políticas de salud.
10
Esta dimensión, la protección y mejora de la salud, es la razón de ser de la política y la
gobernanza sanitarias. Está inspirada además por conceptos como la consideración
de la salud como un indicador de la riqueza y la libertad de una sociedad15. El objetivo
último es mejorar las capacidades de los ciudadanos en relación con la salud. En la
búsqueda de la salud, las políticas pueden dirigirse a abordar la promoción de la salud
en general, o bien determinadas deficiencias sanitarias, como el tratamiento de
enfermedades específicas, la reducción de los factores de riesgo o la calidad de los
servicios sanitarios y el acceso a los mismos. En estos últimos casos puede ser muy
conveniente la fijación de resultados cuantificables y mensurables. Ahora bien, estas
medidas específicas pueden enmarcarse e integrarse en objetivos de rango superior,
más amplios y a más largo plazo, como, por ejemplo, “mejorar el bienestar de las
personas de edad avanzada” o “aumentar el capital social.” En este caso, aunque no
siempre pueda evaluarse de inmediato la repercusión directa de las medidas, deben
hacerse explícitos los criterios aplicados para juzgar las mejoras.
¿Son adecuados los objetivos para los problemas de salud que van a abordarse?
¿Está clara la manera de evaluar el cumplimiento de los objetivos considerados,
aunque se trate de simples aspiraciones?
¿En qué medida se orientan las políticas a eliminar las desigualdades en los
determinantes de la salud, en los factores de riesgo de contraer enfermedades y en el
acceso a una asistencia sanitaria de calidad? ¿En qué medida se refleja el afán de
equidad en las estructuras de gobernanza?
Para que los ciudadanos puedan confiar en los sistemas sanitarios públicos, las
prioridades de salud pública han de reflejar los valores sociales sobre equidad y
acceso. En el nuevo siglo, la política sanitaria desempeñará un papel cada vez más
importante en la agenda política y social. La creciente demanda de la sociedad
15
Sen A. La salud en el desarrollo humano. Discurso inaugural ante la 52a Asamblea Mundial
de la Salud. OMS. Ginebra, 18 de mayo de 1999.
11
presionará a los gobiernos para que reajusten sus prioridades de manera que reflejen
mejor las aspiraciones de los ciudadanos y sus futuras necesidades de salud.
De aquí se deduce que todas las partes interesadas, y especialmente los ciudadanos y
pacientes, deben participar activamente en la toma de decisiones. Ahora bien, este
nivel de participación pública requiere un alto nivel de educación sanitaria. Exige
transparencia y honestidad; la divulgación efectiva de información sobre la salud fiable
y de buena calidad, las opciones de asistencia sanitaria y sus resultados; y educación
sobre el modo de acceder, interpretar y utilizar esa información procedente de distintas
fuentes, tanto públicas como privadas.
¿En qué medida las prioridades de salud pública reflejan los valores sociales? ¿Existe
una “titularidad” común de las políticas? ¿Participan activamente los ciudadanos en la
definición de prioridades? ¿Existe suficiente acceso a información de elevada calidad
sobre el diagnóstico, los tratamientos disponibles, los proveedores y los resultados?
¿Existen mecanismos para garantizar que las opiniones de los ciudadanos son
escuchadas y que las distintas partes interesadas tienen voz? ¿Ha existido suficiente
transparencia en la información y en la toma de decisiones?
La fijación con éxito de objetivos de salud exige que las administraciones públicas
ejerzan una administración responsable de la salud, que reconozcan que la salud es
un recurso nacional vital y que destinen recursos financieros, humanos e intelectuales
suficientes para asegurar que los objetivos establecidos pueden cumplirse y
alcanzarse de forma efectiva.
¿Se ha negociado con éxito el apoyo de todos los sectores implicados? ¿Se han
presupuestado recursos suficientes para una aplicación efectiva? ¿Refleja el nivel de
financiación los puntos de vista de la sociedad?
6. Evidencia (Evidence)
Una buena gobernanza exige disponer de datos fiables que puedan compararse a lo
largo del tiempo y entre distintos países. Este tipo de información permite vigilar las
tendencias sanitarias y sociales que se manifiestan durante largos períodos de tiempo.
Sin embargo, en las tendencias sanitarias influyen innumerables factores, sólo algunos
de los cuales pueden preverse a partir de datos históricos con un cierto grado de
confianza. Los objetivos de salud son inevitablemente objetivos cambiantes.
La previsión exigirá, por tanto, algo más que disponer de datos fiables sobre las
tendencias del pasado; exigirá posiblemente un juicio intuitivo en el campo de la salud
pública análogo al “ojo clínico” de los médicos.
¿Existen sistemas adecuados para recopilar datos de salud fiables? ¿Qué enseñanzas
útiles hemos aprendido de los datos comparativos? ¿Se han aprendido cosas útiles de
otros países? ¿Existen ejemplos de un juicio intuitivo en el campo de la salud pública
que ofrezca la posibilidad de aprender otras enseñanzas?
7. Eficiencia (Efficiency)
12
¿Cómo se evalúa la eficiencia en la fijación de objetivos de salud? ¿Se ha hecho algún
intento de relacionar la ganancia de salud con el coste económico y social, y con el
coste de oportunidad? ¿Qué incentivos perversos pueden haberse creado? ¿Se están
desviando las energías dedicadas a la gestión de las prioridades de salud más
importantes?
¿Han participado todos los agentes que pueden hacer alguna aportación sustancial al
proceso de fijación y cumplimiento de objetivos de salud? Las diferentes
organizaciones implicadas tendrán su propia historia, su cultura, sus fronteras y su
sentido de titularidad. ¿Se ha tratado a todas ellas con sensibilidad? ¿Se han
conseguido sinergias nuevas en la manera de afrontar problemas antiguos?
Puesto que la mayor parte de las políticas sanitarias son iniciativas de larga duración,
han de adoptarse medidas para garantizar que las motivaciones políticas y
organizativas se mantienen a lo largo del tiempo, incluidas probablemente las de
gobiernos sucesivos.
En casi todas las iniciativas de larga duración puede producirse en algún momento un
debilitamiento del compromiso y la energía. ¿Puede esto preverse y contrarrestarse?
¿Cómo se garantiza la sostenibilidad de las ganancias de salud conseguidas más allá
del período considerado, y quién se ocupará de eso? ¿Cómo se sostendrá cualquier
mejora en las relaciones entre distintas organizaciones a largo plazo?
En nuestro mundo globalizado, ningún país, región ni localidad están aislados. Existen
interdependencias biológicas y políticas entre ellos, y a todos los niveles. La salud y
los servicios sanitarios son sensibles a cuestiones de ámbito mundial como la
movilidad de los trabajadores, la calidad del aire, los acuerdos internacionales y otros
factores que transcienden las fronteras nacionales. Las políticas de salud de ámbito
local y nacional pueden tener efectos no intencionados más allá de sus propias
13
fronteras. El número de acuerdos internacionales está en aumento. Cada vez son más
los acuerdos internacionales que reconocen los vínculos entre salud y otras políticas.
¿En qué medida se han considerado esas interdependencias y qué evidencia existe
de su influencia para modificar la política y la gobernanza sanitarias?
A nivel de los centros e instituciones sanitarias, el buen gobierno tiene que ver con la
calidad personal y relacional y, por consiguiente, con los criterios éticos que
determinan las decisiones, de acuerdo con la misión social de la institución. Sobre las
premisas de que las prácticas de buen gobierno exigen no sólo el cumplimiento de las
normas legales –conformance-, sino un compromiso de responsabilidad social en los
procesos y mecanismos de ejecución basado en los principios de integridad moral,
equidad, plena dedicación responsable y ejemplaridad –performance-, en febrero de
2005, por encargo de la Organización Médica Colegial (OMC), se elaboró un decálogo
de principios para el buen gobierno de los centros sanitarios:17, 18, 19
16
Rodríguez Sendín JJ, Repullo JR.: “La sanidad pública ante la crisis del profesionalismo y el
buen gobierno”. EL PAÍS, viernes 8 de septiembre de 2006.
17
OMC.: Propuesta de decálogo para el buen gobierno de los centros sanitarios y la
profesionalización de la gestión. Disponible en:
http://www.cgcom.org/notas_prensa/pdf/05_03_16_buen_gobierno.pdf
18
El término “Centro Sanitario”, en el sentido usado en el texto, se refiere a unidades de
gestión de establecimientos públicos de atención sanitaria, que pueden ser hospitales,
gerencias de atención primaria o de atención especializada, gerencias de área, o cualquier otra
estructura o unidad directiva institucional o territorial para centros que provean servicios
sanitarios. El término directivo se refiere al director gerente o dirección ejecutiva de primer
nivel, pero se hace extensivo también a los directivos de segundo nivel o funcionales que
conforman el equipo de dirección (vicegerentes, directores asistenciales, directores médicos,
directores de enfermería, directores de gestión y servicios generales, etc.).
14
1- Órganos Colegiados para el Buen Gobierno
El buen gobierno exige tanto la explicitación de los objetivos y metas del centro, como
la definición de los recursos puestos a su disposición los financiadores para lograrlos:
la relación contractual entre los sistemas públicos de salud, la formalización de
compromisos e indicadores, la evaluación periódica y explícita de resultados, y la
existencia de incentivos y penalizaciones en función del desempeño, son elementos
centrales para garantizar una gestión participada y responsable.
15
referencia poblacional de indicadores, y transparencia interna y externa, para hacer
posible la rendición de cuentas a la sociedad, y la cultura de evaluación y de la mejora
continuada.
Los directivos deben tener un contrato por tiempo determinado, en el que se debe
establecer un mecanismo formalizado y transparente para la eventualidad de un cese
antes de finalizar el mismo. Estos ceses serán siempre motivados y decididos, o en su
caso informados, por el órgano colegiado de gobierno del centro sanitario. Los
16
dictámenes del órgano de gobierno, serán accesibles a cualquier institución social
representativa.
Estos procedimientos buscan aumentar la estabilidad de los directivos para que sean
factibles proyectos de gestión y cambio institucional más dilatados y menos
vulnerables a alternancias políticas, siempre bajo la supervisión del órgano colegiado
de gobierno. Cuando se establece que el cese de directivos tiene que guardar relación
con factores objetivables del desempeño, estamos: aportando estabilidad institucional,
creando incentivos para un comportamiento eficiente, favoreciendo la selección
progresiva de los mejores, consolidando mecanismos de aprendizaje y desarrollo
directivo, y haciendo identificable la responsabilidad social corporativa de la
organización.
Estas actividades desplegadas de forma colaborativa por todos los agentes, dotan de
legitimidad institucional y social a todo el proceso de desarrollo directivo, y tienen un
efecto a medio plazo de favorecer ganancias de competencias profesionales, y
mejoras de eficiencia en el propio sistema al aumentar la capacidad de comparar y
emular los desarrollos y resultados excelentes.
Conviene aquí realizar un breve apunte sobre las relaciones entre ética y calidad. Se
ha dicho a este respecto que cualquier reflexión teórica o actuación práctica sobre la
“calidad” lleva implícita siempre una dimensión ética20. El propio término “calidad” no
es un mero término descriptivo, sino un término valorativo. En realidad la “calidad”,
más que medirse y cuantificarse objetiva y científicamente, se estima mediante un
juicio de valor que alumbra u oscurece aquello a lo que está referido, lo hace
apreciable o despreciable, lo significa como más o menos bueno. De hecho, cuándo
hablamos de “medir la calidad” nos referimos únicamente a la medición y
cuantificación de algunos indicadores o parámetros, a partir de los cuales inducimos,
inferimos o, mejor, estimamos la calidad, que tiene grados: mínimo, óptimo, excelente.
De alguna manera, hablar de calidad es situarnos ya, de entrada, en el mundo de la
ética.
Ética y calidad están indisolublemente unidas, y por tanto ésta última no puede buscar
su fundamento exclusivamente en un discurso científico de corte positivista, sino que
20
Simón Lorda P, Hernando-Robles P, Martínez Rodríguez S et al. Estándares éticos para una
organización sanitaria excelente. Rev Calidad Asistencial 2003;18(6):379-404.
17
habrá de contar además con referentes propios de las ciencias sociales y, claro está,
la ética. Sólo así será posible acercarnos a una comprensión de la “calidad” en
términos más radicalmente humanos, una comprensión que profundice en el bien
interno que da verdadero sentido a las organizaciones sanitarias: promover efectiva,
eficientemente y con sensibilidad y respeto, la salud, la vivencia de enfermedad y la
calidad de vida –y de muerte– de cada uno de los hombres y mujeres con rostro
concreto, y de las poblaciones que constituyen sus usuarios o clientes.
Por otro lado, hay que considerar que todos los criterios y estándares de acreditación
o evaluación hacen primariamente referencia a la organización como sistema, y sólo a
partir de ahí, de forma subsidiaria, responsabilizan a los individuos particulares. Es
decir, todo criterio y estándar de acreditación constituye una exigencia estructural,
organizacional. Por tanto, el núcleo ético que en teoría entraña todo criterio y estándar
sería, en un sentido amplio y global, de ética organizacional. Esto quiere decir que, de
alguna manera, todo modelo de acreditación trata de configurarse como un modelo de
ética organizacional.
La palabra “excelencia” tiene fuertes connotaciones éticas, pues como dice el DRAE,
es la “superior calidad o bondad que hace digna de singular aprecio y estimación una
persona o cosa”. Dentro de la historia de la ética, este término se ha desarrollado
siempre de la mano de las éticas de la virtud, cuyo prototipo es la ética aristotélica.
No obstante, el punto débil es aclarar quién determina los valores que guían a la
organización y en función de qué fines se escogen. Si el fin único y último es sólo la
cuenta de resultados económicos, el éxito económico y empresarial en el mercado,
entonces todos los valores afirmados, y los procesos y culturas “excelentes” que
sustenten, estarán ordenados a ese fin.
En realidad toda una corriente de la ética empresarial ha seguido esta línea de trabajo,
empeñada en reforzar moralmente la actividad lucrativa, y en convertirla en excelente.
Es importante tenerlo en cuenta porque desde este tipo de planteamientos del mundo
de la gestión (management) y de la ética, se ha producido un trasvase conceptual al
mundo de la calidad empresarial: calidad, excelencia, ética y éxito económico se han
hecho intercambiables.
21
Peters TJ, Waterman RH. En busca de la excelencia. Ed. Folio. Barcelona, 1992.
18
Pero también existe otra línea de trabajo de la ética empresarial, que trata de
recuperar para la economía su sentido aristotélico primigenio, tamizado lógicamente
por los logros de la Modernidad respecto a la Ética y a la propia ciencia económica22.
Esta versión de la ética empresarial, trata de desarrollar, en todo caso, un capitalismo
social, solidario, distributivo y de bienes, que en su concepto de excelencia integre la
inevitable eficiencia económica con la responsabilidad social y el respeto a los
derechos humanos.
Así pues, una organización sanitaria de calidad excelente será aquella que sea capaz
de deliberar prudente y responsablemente sobre estos fines y elegir, en cada
momento, el que debe priorizarse, pero teniendo en cuenta que existe a priori una
jerarquía prima facie de los mismos.
Sin entrar en consideraciones más amplias sobre los modelos de gestión de la calidad,
se ha apuntado que las instituciones sanitarias del futuro habrán de ser empresas
22
Cortina A (ed.).: “Ética de la empresa”. Trotta. Madrid, 1994
19
excelentes, organizaciones donde la calidad sea un elemento clave para su buen
gobierno. En ese trayecto hacia la denominada calidad total, por el océano de un
mundo cada vez más complejo, pluralista y globalizado, la exigencia de contar con un
barco dotado de un armazón ético sólido, inteligente y flexible a la vez, parece
imprescindible. La ética de las instituciones, como conjunto de procesos que
transmiten valores a lo largo de todas las fibras de su estructura, aporta ese tipo de
armazón capaz de contribuir a la mejora continua de la calidad. Muchos de sus
elementos se encuentran ya en los diversos sistemas de acreditación o certificación de
la calidad con los que cuenta el mundo de la salud23.
Una dirección ética de las organizaciones debe regirse por unos valores, entre los que
destaca la integridad. La apuesta por construir una dirección ética basada en la
integridad supone también una apuesta por construir confianza y credibilidad, como un
primer paso para lograr un liderazgo ético fundamentado en valores.
Ética es, también, etimológicamente24 hablando, modo o forma de vida, carácter. Los
directivos deben guiarse por un "carácter" que han de llevar al resto de la empresa. El
contenido de ese "carácter" -modo de hacer- son los valores. Y estos valores no son
abstracciones ni simples palabras en una hoja de papel. Necesariamente están
personificados en los directivos, gerentes, profesionales y trabajadores de cualquier
organización.
Los valores, como la cultura en general, deben vivirse. En muchas empresas esos
principios son recogidos en declaraciones (statements), valores corporativos, códigos
de conducta que rigen la manera de hacer -el “modo de vida”- de una empresa. La
ética tiene que ver con la persona, con lo que, realmente pensamos, con nuestros
principios. En este sentido la dirección de una empresa es ética cuando se rige por
unos principios que se llevan a la práctica empresarial.
En los últimos años, la literatura del management, ha producido numerosos estudios
sobre la dirección por valores.25,26,27
23
Simon Lorda P (ed.): “Ética de las Organizaciones Sanitarias. Nuevos modelos de calidad”.
Editorial Triacastela. Madrid, 2005.
24
Aranguren JL.: “Ética”. Alianza Universidad, textos, nº 19. Madrid, 1979.
25
García S, Dolan Shimon L.: “La Dirección por valores”. McGraw-Hill e IESE. Madrid, 1997.
26
Blanchard K y O'Connor M.: “Dirección por valores”. Gestión 2000. Barcelona, 1997.
27
Argandoña A.: Directivos con valores. Empresas con valores”. Working Paper, nº 01/1,
División Investigación, IESE. Barcelona, 2001.
28
Castaño C.: “Nueva visión de la ética empresarial. Informes y códigos éticos”. Rev Anales de
mecánica y electricidad. Enero-Febrero 2003.
20
- Valores: Principios rectores, derivados de las creencias, que determinan la
conducta. Son aprendidos o deducidos a través de la reflexión y por medio de la
experiencia.
Algún autor29 sostiene que "los valores éticos son aquellas realidades cuya posesión
perfecciona al ser humano en lo más profundo de su ser: perfecciona su capacidad de
autogobierno, es decir, nada más ni nada menos que el uso de su libertad". Por otra
parte, las virtudes responden a razones antropológicas en consonancia con la raíz
fundamental de la persona. Una posición intermedia entre valores y virtudes serían las
“virtudes menores”, obviamente menores respecto a las virtudes fundamentales pero
equivalentes a valores éticos. Dentro de estas virtudes menores, la integridad es la
virtud menor fundamental. Según Warren Bennis30 es la primera cualidad a considerar
en un líder. La integridad es la virtud que hace que un directivo empiece a ser un líder
y la define del siguiente modo: "Por integridad me refiero al conjunto de estándares de
honestidad moral e intelectual en que se basa la conducta de una persona. Sin
integridad nos traicionamos a nosotros mismos, traicionamos a los demás y reducimos
el valor de todo lo que iniciamos". Otros, consideran la integridad como la
característica primordial para un liderazgo eficaz. La dirección ética ha de estar
centrada en la integridad, los directivos deben ser personas que actúen desde la
integridad y con integridad. Y si lo son, generarán confianza, lealtad, credibilidad
entre sus subordinados. La integridad implica tres elementos muy importantes para
una dirección que tiene en cuenta el entramado de comportamientos y acciones que
se dan en una empresa: la confianza, la credibilidad y la ejemplaridad. Los directivos
deben ser conscientes de que con su manera de hacer transmite un ejemplo a los
integrantes de su organización. Su actuación como directivo será observada,
consciente o inconscientemente, por sus subordinados y que de esa actuación - con
su ejemplo - generará confianza o no, generará credibilidad o no. El directivo centrado
en la integridad construye confianza y, por tanto, credibilidad. No debe perder nunca
de vista que tanto la confianza como la credibilidad son difíciles de conseguir, pero
muy rápidas de perder: se ganan lentamente y se pierden muy rápidamente.
Entre las virtudes que cabe encontrar en toda empresa ética y ejemplar se citan la
prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.
29
Pérez López JA.: “Liderazgo y ética en la dirección de empresas. La nueva empresa del
s.XXI”. Deusto. Bilbao, 1998.
30
Bennis W.: “Dirigir personas es como adiestrar gatos. Sobre el liderazgo”. Editorial Centro de
Estudios Ramón Areces. Madrid, 2000.
21
Al lado, justo al lado de la templanza, está la fortaleza. Es virtud de ánimo -animus,
espíritu, principio vital- donde el líder se mantiene vivo cuando los demás desfallecen.
Atañe al carácter, y el líder ético tiene el carácter forjado tras la repetición de actos -
auténticos hábitos- en la búsqueda del mayor bien posible para la mayoría de las
personas de la organización. De ánimo bien dispuesto, centrado en principios, arrastra
con su ejemplo a quienes le rodean. De poco servirían las virtudes anteriores sin la
justicia. Las personas de la organización han de percibir, claramente, que el líder es
justo en su manera de hacer. Si la justicia está presente en la dirección, gana
credibilidad ante sus subordinados. Cuando la arbitrariedad, la prepotencia o la simple
falta de criterios están presentes en la conducta del directivo, se pierde toda
posibilidad de llevar a término un liderazgo ético.
9. LIDERAZGO AFECTIVO.
1. Las instituciones sanitarias son organizaciones complejas formadas por personas que
tienen conocimientos y sentimientos, por lo que se deben favorecer estrategias de gestión
del conocimiento y de las emociones de las personas, que les permitan cumplir sus
objetivos y responder a las expectativas de los usuarios.
3. Las organizaciones afectivas se mueven entre el orden y el caos, por lo que precisan
líderes emocionalmente estables y seguros de sí mismos.
5. La gestión afectiva precisa de líderes humildes, comprometidos y con buen sentido del
humor.
7. Liderazgo, confianza y honestidad son valores que determinan la identidad y los resultados
obtenidos por un grupo efectivo.
9. Liderar una organización supone confrontar con personas difíciles y conflictivas, incluidos
los trabajadores poco competentes, los francotiradores y los envidiosos.
31
Jovell AJ.: “Liderazgo afectivo. All you need is love”. Alienta Editorial. Barcelona, 2007.
32
Jovell AJ.: “Decálogo de la gestión afectiva”. Diario Médico, 23 de mayo de 2005.
22
10. La ausencia de información y de comunicación generan rumores y éstos erosionan la
confianza.
Hace unos meses, el Dr. J.M. Freire Campo, Jefe del Departamento de Salud
Internacional de la Escuela Nacional de Madrid, explicaba una serie de propuestas en
torno a los cambios deseables en el contexto del SNS para mejorar el buen gobierno
futuro de la sanidad33:
El SNS español forma parte del grupo de sistemas integrados públicos tipo Servicio
Nacional de Salud, cuyos países más ejemplares son los Países Nórdicos y el Reino
Unido.
Entre las características más relevantes del gobierno y gestión de estos sistemas,
cabe destacar los siguientes:
33
Comisión para el Estudio del funcionamiento de los diferentes sistemas de gestión de
servicios sanitarios públicos de la Asamblea de Madrid. Comparecencia de D. José-Manuel
Freire Campo, miércoles, 14 de enero de 2009.
23
10.2 El sistema sanitario español: aspectos generales, de su gobierno y
gestión.
A pesar de este contexto, en los últimos treinta años el SNS ha generado una
floreciente cultura de gestión, sin comparación posible en ningún otro sector público
nacional. Lamentablemente el éxito de estos esfuerzos se ha visto muy lastrado por la
ausencia de la autoridad y estabilidad que dan las características de los modelos
existentes en la sanidad de otros países.
Por lo demás, junto a diferencias negativas para el SNS español, existen coincidencias
en múltiples aspectos positivos. Entre ellas: (1) una sanidad basada en la Atención
Primaria como puerta de entrada al hospital; (2) la planificación territorial en Áreas de
Salud, cada una con su hospital de referencia; (3) el empleo a tiempo completo y
retribución por sueldo (no por acto médico) de los médicos de hospital; (4) peso
creciente de los temas de la calidad y efectividad de la practica médica –gestión
clínica-, etc.
No están en discusión los principios y valores a los que responde el SNS; el punto
clave de los acuerdos deseables son reglas generales compartidas de buen gobierno y
gestión de la sanidad publica.
24
El propio proceso de llegar a acuerdos tiene en sí mismo un alto valor de pedagogía
democrática y de estímulo de ciudadanía activa e informada, de revitalización del valor
de la política.
Avanzar en esta dirección implica abrir para la sanidad una línea de innovación en la
forma de hacer política que nos conecte con la cultura democrática de los países más
avanzados.
No debiera ser difícil ponerse de acuerdo sobre los valores de ética pública y de
servicio público en sanidad, aunque quizá sea más difícil hacerlo sobre sus
implicaciones prácticas.
El sector público debe responde a los principios y valores de cultura democrática, que
incluyen: participación ciudadana y búsqueda del consenso, primacía del interés
público, transparencia y rendición de cuentas, eficiencia, equidad, igualdad de trato y
oportunidades, respeto a la ley y a las reglas, regulación de los conflictos de interés,
etc.
Estos valores no son nada retóricos: tienen implicaciones muy directas en el gobierno
y organización de lo público en las sociedades democráticas avanzadas.
25
adversarial y de confrontación que impregna toda la vida política y que tanta
repercusión negativa tiene en la calidad y buen hacer de la sanidad pública en nuestro
medio.
No cabe minusvalorar el impacto positivo que ello tendría en para los profesionales
sanitarios: estos valores de ética pública conectan muy directamente y potenciarían los
valores y la ética profesional, sin la cual no es concebible la buena medicina, cuya
calidad depende críticamente de la internalización de valores, cívicos, profesionales y
de servicio público. Tampoco sería menor su repercusión positiva en la ciudadanía, en
los pacientes a los que tanto angustia ver la sanidad de la dependen convertida en
campo de batalla política.
De los valores explicitados arriba, así como de las mejores experiencias de otros
países y sectores en buen gobierno de las organizaciones y de lo público, cabe
proponer las siguientes nueve líneas para un posible –deseable- acuerdo:
26
6. La sanidad es un servicio prestado por profesionales y la participación e implicación
de éstos es esencial para su buen funcionamiento, por ello, se debiera acordar la
puesta en marcha de estructuras efectivas de participación de los médicos y otros
profesionales en la elaboración de políticas sanitarias y toma de decisiones.
9. La salud es la razón de ser del SNS. Ello amplía el campo de acción de la sanidad
pública más allá de los servicios sanitarios, a la protección y promoción de la salud y a
la prevención: toda una agenda de política pública que va más allá del sector salud –
es tarea de todo el gobierno-, y requiere el compromiso colectivo por fortalecer y
revitalizar la Salud Publica en todas sus dimensiones y estructuras.
El reto al que deben responder los poderes públicos en sanidad es lograr que este
servicio público funcione con eficiencia y calidad. Para ello tiene que poder contar con
los instrumentos adecuados, entre los cuales el más importante de ellos sería la
existencia de unos órganos colegiados de gobierno.
Existen alternativas probadas para construir una sanidad pública mejor en equidad,
calidad y eficiencia, manteniendo su carácter público y su viabilidad económica.
Están basadas en los modelos de gestión pública democrática y eficiente, que
funcionan con éxito en países europeos más ejemplares que también tienen
producción pública de servicios sanitarios (Países Nórdicos, Reino Unido y Francia –
hospitales públicos).
Además, no se trata de inventar nada nuevo, sino de rescatar y actualizar las antiguas
Juntas de Gobierno que existieron hasta el R.D. 521/1987 en todos los hospitales de la
Seguridad Social (y que fueron suprimidas en su día).
27
hospitales públicos (y privados) del mundo desarrollado, y cualquier organización de
un cierto tamaño.
La autonomía que necesitan los centros sanitarios, exige control y ese control sólo es
posible desde órganos tipo Consejos de Administración: a mayor grado de autonomía
y libertad de gestión, corresponde más control, más garantías y más supervisión
eficaz, y ello no es posible a distancia, requiere órganos colegiados de gobierno “a pie
de obra”, con dedicación, como ocurre en los países “que lo hacen bien”.
Como disciplina, la bioética invirtió las primeras décadas de su historia en analizar las
posibilidades de respuesta de sus principios –no maleficencia, beneficencia,
autonomía y justicia- y en hacer frente a los conflictos derivados de la colisión entre
ellos, prolongando con ello una tradición principialista de raigambre liberal. Sin
embargo, en el año 1996 el prestigioso Hastings Center, publicó un excelente Informe
sobre “Los fines de la medicina”, en el que se produce un tránsito desde los principios
que deben orientar la toma de decisiones a reflexionar sobre las metas que persigue la
actividad sanitaria, que le den pleno sentido y legitimidad social34.
34
The Hastings Center Report: Los fines de la medicina. Cuadernos de la Fundació Víctor
Grífols i Lucas. Nº 11, 2004.
28
La tercera meta es la asistencia y curación de los enfermos y el cuidado de los
incurables. La ya clásica distinción entre curar y cuidar aparece aquí de nuevo,
recordando que una sociedad muestra su altura moral también cuidando a aquellos de
sus miembros para los que no encuentra curación. El cuidado de aquéllos para los que
no se vislumbra curación es un deber supremo de responsabilidad con el ser
vulnerable.
Recordar estas cuatro metas supone revolucionar las actuales formas de vida: supone
apostar por la prevención responsable, más que por la curación, optar por la calidad
de vida, en lugar de la cantidad, reconocer la naturalidad de la enfermedad y la
naturalidad de la muerte, apostar por la prevención, más que por la curación, y
esforzarse por procurar la paz al final de la vida.
Pero para alcanzar estas metas una sociedad necesita no sólo transformar
parcialmente sus formas de vida, sino contar con organizaciones sanitarias dispuestas
a incluirlas en la misión y, sobre todo, en la práctica del personal sanitario y de los
gerentes y directivos.
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