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“Daño ecológico y ambiental en Hidroituango: análisis de cara a la responsabilidad estatal por

daños causados al medio ambiente”.

Nombre del candidato1

Nombre del candidato2

Cuando hablamos de responsabilidad estatal, hablamos de ciertos daños antijurídicos que


afectan bienes jurídicamente protegidos, y que ponen en riesgo a una persona o a un grupo de
personas, generalmente por el manejo indebido de situaciones y por la falla en el sistema a la hora
de la toma de decisiones, que causen un riesgo a las personas y comunidades. Lo que sucedió en
Hidroituango fue noticia internacional y causó revuelo en las más altas esferas jurídicas del país.
De un lado, unas voces pregonaban que lo que había sucedido allí era responsabilidad plena del
Estado al incumplir el principio de prevención, mientras que de otro lado se hablaba de situaciones
que el Estado no puede controlar y que no pueden ser imputadas a este mediante la responsabilidad
estatal. No obstante, ambas posiciones requerían la razón y pedían consecuencias distintas para lo
sucedido en este caso. En el presente artículo, el objetivo principal gira en torno a la determinación,
en primer lugar, de 1) cuáles son las obligaciones adquiridas por el Estado cuando se presenta daño
ambiental, y 2) si se puede hablar de responsabilidad estatal cuando se causan daños al medio
ambiente y a los ecosistemas, que afectan directamente a personas y comunidades. Para el cum-
plimiento de estos objetivos, se analizará las posiciones tomadas por el Consejo de Estado en re-
lación a la responsabilidad patrimonial del Estado, y segundo, la posición de la Corte Interameri-
cana de Derechos humanos, quien se ha pronunciado en varios casos sobre el asunto.

De acuerdo a lo expresado anteriormente, para hablar de las obligaciones del Estado hay que
hablar de las obligaciones que adquiere un Estado con la adopción de una Constitución -cuando
este es constitucional- y todas las consecuencias que de ello desprende. Por ello, es que sólo desde

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. Nombre. Universidad de donde es egresada. Candidata a master en Derecho público de la Universidad
Libre de Colombia. 2019
2
Nombre. Universidad de donde es egresado. Candidata a master en Derecho público de la Universidad
Libre de Colombia. 2019
la expedición de la Constitución de 1991 en Colombia se pudo hablar de lo que se conoce como
los derechos económicos, sociales y culturales, (generalmente, presentados bajo sus siglas DESC)
Esto no quiere decir, por supuesto, que en la Constitución de 1886 no se evidenciaran, o aunque
sea se mencionaran estos derechos; sólo que, de acuerdo a la concepción exégeta de la norma como
un silogismo aplicable, las normas de orden fundamental con estructura de principios, eran simples
enunciados que no tenían ningún tipo de aplicación práctica. De acuerdo a lo anterior, es con la
entrada en vigencia de la Carta de 1991 que puede hablarse de los enunciados constitucionales
como derechos plenos y de absoluta aplicabilidad. Sin embargo, la entrada de esta constitución
también trajo consigo un tema que empezó a hacer carácter en el oído de la población mundial, y
que con el paso del tiempo, fue recobrando una relevancia enorme: El medio ambiente y el derecho
al medio ambiente.

En la vigente Constitución Política de Colombia, el primer señalamiento en relación al tema


se encuentra en el artículo 79, que señala expresamente lo siguiente:

Artículo 79. Derecho a gozar de un medio ambiente sano: “Todas las personas tie-
nen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la participación de la co-
munidad en las decisiones que puedan afectarlo. Es deber del Estado proteger la diversi-
dad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial importancia ecológica y
fomentar la educación para el logro de estos fines”.

Lo primero por señalar en vista de lo anterior, es que ese artículo situado en el numeral 79
de la Constitución política, es el artículo apéndice de todos los derechos al medio ambiente en
Colombia y sus relacionados, y al lado de ello, abre la puerta a la posibilidad obligatoria de que,
mediante leyes de orden estutario, se garantice la obligación de su protección e integridad. (Cano,
2008). También, y en continuación del ordenamiento constitucional, el artículo 80 de la Constitu-
ción Política, hace referencia específica a las obligaciones del Estado colombiano en relación al
medio ambiente, a su protección, a su cuidado, e insinúa, de forma alegórica, la relación que exis-
tirá entre los derechos del medio ambiente y los derechos fundamentales propiamente del hombre:
Artículo 80. El Estado planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos na-
turales, para garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o sustitu-
ción. Además, deberá prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer
las sanciones legales y exigir la reparación de los daños causados. Así mismo, cooperará
con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas fronterizas.

No obstante, no sólo la norma constitucional expedida en 1991 fue la precursora de la res-


ponsabilidad ambiental del Estado en los casos en los que se presenten daños ecológicos y am-
bientales, de acuerdo a ello, la ley 23 de 1973 establecía en varios de sus pararrayos y artículos,
que el Estado tenía una responsabilidad de orden preventivo, sancionatorio y reparador, en los
casos en lo que se presente lo ya mencionado. Desde luego, lo anterior significa que, al lado del
marco constitucional, en Colombia existe un marco normativo en que tiene relación específica con
la obligación del Estado en la protección del medio ambiente y los derechos fundamentales, como
el mismo propiamente, y los demás que tienen relación directa y que se ven afectados en conse-
cuencia. Otro aspecto, importante para el tema en referencia, son los medios que el constituyente
primario otorgó a la ciudadanía colombiana, para el cumplimiento de sus derechos fundamentales
y de tercera generación, como los derechos del medio ambiente (Cano, 2008). Entre esos meca-
nismos, podemos encontrar la acción de tutela, la acción de grupo y la acción popular.
También con la Constitución vigente, en Colombia comenzó a hablarse del bloque de constitucio-
nalidad y sus consecuencias dentro del establecimiento de las obligaciones del Estado en cuanto a
protección y reparación. Quiere decir esto, que el medio ambiente no es sólo un asunto del Estado
ni de la sociedad colombiana propiamente, sino que se ha tratado de un avance normativo interna-
cional, que ha pretendido, desde la segunda guerra mundial, unificar las fuerzas en virtud de la
protección del medio ambiente. Es así, que también es importante identificar el marco externo de
los derechos medioambientales en Colombia, y la igual obligación, en virtud del bloque de cons-
titucional, que tiene el Estado de su protección y desarrollo. En total, y dentro de los acuerdos,
convenios y protocolos, Colombia tiene y posee diez unidades normativas que forman parte del
bloque de constitucionalidad (Parques Nacionales Naturales de Colombia, 2019), y que garantizan,
en primer lugar, una obligación constitucional del Estado a cumplir sus mandatos, y una relevancia
del asunto en términos especiales internacionales.
Como ya se habla de unas obligaciones estatales, también deberá hablarse en consecuencia
de las decisiones jurisprudenciales que giran en torno a los temas de responsabilidad del Estado.
Desde luego, y al tratarse de un derecho contenido en la Constitución política de 1991 y en más de
diez tratados, acuerdos y convenios de orden internacional, pertenecientes al bloque de constitu-
cionalidad, existen en Colombia múltiples decisiones de la Corte Constitucional, que buscan ga-
rantizar este cumplimiento y esta obligación. En virtud de la Constitución de 1991, y de la protec-
ción de los derechos fundamentales mediante el mecanismo de la acción de tutela, y de los dere-
chos de aplicabilidad inmediata e inalienables de la persona, el constituyente primario determinó
que el órgano máximo de cierre de la jurisdicción constitucional, tenía la competencia, y todo juez
constitucional, de ordenar que se cumplan determinados requisitos o que se protegen de forma
íntegra e inmediata. Con todo el anterior avance, no es una sorpresa que en materia de derechos
ambientales, el Estado haya recibido la orden expresa de la Corte Constitucional, de proteger un
derecho medioambiental que afectara gravemente los derechos fundamentales propios de los rela-
cionados.

Se analizará en consecuencia, una sentencia emitidas por la Corte Constitucional en las que
se comprenderá mejor el fenómeno de las obligaciones del Estado en el tema ambiental, para en
un segundo lugar, estudiar la responsabilidad estatal.

Sentencia C-245 de 2004

En la presente sentencia de Constitucionalidad, la Corte Constitucional realiza un análisis


acerca de cuál es la influencia de las obligaciones establecidas en la constitución y en el bloque en
materia del medio ambiente y de los derechos fundamentales, llegando a señalar, en consecuencia,
que el legislador está en la obligación de desarrollar todos los mecanismos de control y apéndices
necesarios para la protección del medio ambiente. Y señaló, además que:
“Si bien en la Constitución el medio ambiente ocupa un lugar importante, es al legislador
a quien le corresponde, dentro de los límites que imponen los mandatos superiores, la configura-
ción de cada una de las herramientas e instrumentos de gestión ambiental, así como el señala-
miento de las autoridades competentes que deban encargarse del cumplimiento de los fines per-
seguidos por el Estado en materia ambiental” (Sentencia C-245 de 2004).

Por lo anterior, y de acuerdo a una determinación constitucional, encontramos que el Legis-


lador tiene la obligación y la determinación de crear órganos de control específicos, que tengan
como principal objetivo desarrollar todas las determinaciones y obligaciones generales contenidas
en las anteriores unidades normativas. La obligación pues, es una obligación general, pero no es
una obligación que queda muerta y que no tiene ninguna consecuencia práctica, en el sentido en
que l principal actividad del Estado en el desarrollo del medio ambiente, es la creación de organis-
mos tangibles y coercitivos que garanticen su protección.

Responsabilidad estatal e Hidroituango: determinación desde la CIDH y el Consejo de


Estado.

De acuerdo a los establecido en el presente artículo de investigación y a lo requerido para su


desarrollo, es importante señalar que existen, según la Corte Interamericana de Derechos Huma-
nos, ciertos parámetros de procedibilidad material para determinar la responsabilidad del Estado
en lo que se refiere a materia de derechos humanos. El proyecto Hidroeléctrico Ituango, en con-
creto, fue un proyecto hidroeléctrico que se desarrollo en el departamento de Antioquia y que tenía
como principal objetivo suministrar energía al departamento y al país, mediante la conocida y
utilizada energía hidráulica. No obstante, durante su desarrollo se presentaron ciertas inconsisten-
cias y fallas estructurales, que causaron graves daños al medio ambiente y afectaron de una forma
perentoria a los habitantes de la población de Ituango. Ya que, teniendo en cuenta las operaciones
realizadas, se realizaron aperturas anticipadas de compuertas para disminuir la presión y el nivel
del agua acumulada, lo que causó un daño ambiental a lo largo del río Cauca con alta mortandad
de peces y afectando las condiciones naturales del cauce (El nuevo siglo, 2019).
Determinar cuáles fueron las afectaciones puede ser un trabajo complicado y difícil, sin em-
bargo, a grandes rasgos se observan las consecuencias del desastre y su principal afectación. No
es, pues, punto de discusión en este artículo la responsabilidad material del Estado, sino la respon-
sabilidad jurídica de garantizar el medio ambiente y el desarrollo sostenible. Para ello, es preciso
determinar cuáles son las obligaciones que tiene el Estado según la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos -CIDH- en adelante, cuáles son las obligaciones de protección de derechos ambien-
tales, y cómo la mitigación de estos puede afectar gravemente los derechos fundamentales esta-
blecidos en la Convención americana de derechos humanos. Luego de ello, lo que se intentará es
determinar cuáles fueron los daños causados al medio ambiente y a la población, y si esos daños
pueden configurar una responsabilidad del Estado, mediante los requisitos establecidos por el Con-
sejo de Estado en Colombia.

Mediante una opinión consultiva, la CIDH realizó un estudio del contenido del derecho al
medio ambiente y determinó, de forma tajante y taxativa, que hay una relación innegable e irrom-
pible entre la protección y los derechos del medio ambiente y entre los derechos humanos que
pueden ser caracterizados de primera generación. En este estudio, la Corte Interamericana de De-
rechos humanos también determinó que desde luego, los Estados tienen la obligación de proteger
el medio ambiente, y que esa protección resalta sobre las obligaciones generales que puede esta-
blecer ese organismo (CIDH, CP-04, 2017):

a) “Prevenir los daños ambientales significativos, dentro o fuera de su territorio, lo


cual implica que deban regular, supervisar y fiscalizar las actividades bajo su jurisdic-
ción, realizar estudios de impacto ambiental, establecer planes de contingencia y mitigar
los daños ocurridos;

b) Actuar conforme al principio de precaución frente a posibles daños graves o irre-


versibles al medio ambiente, que afecten los derechos a la vida y a la integridad personal,
aún en ausencia de certeza científica;

c) Cooperar con otros Estados de buena fe para la protección contra daños ambienta-
les significativos;
d) Garantizar el acceso a la información sobre posibles afectaciones al medio am-
biente;

e) Garantizar el derecho a la participación pública de las personas, en la toma de


decisiones y políticas que pueden afectar el medio ambiente, y

f) Garantizar el acceso a la justicia, en relación con las obligaciones estatales para la


protección del medio ambiente.”

Desde luego, y como consecuencia de lo establecido en las obligaciones en esta opinión


consultiva realizada por el Estado colombiano, la Corte Interamericana de derechos humanos es-
tablece que si hay falencia en alguna de estas obligaciones, desde luego, habrá falencia en la pro-
tección de los derechos humanos y el artículo 26 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, por lo que podría establecerse ciertamente la responsabilidad estatal. Desde luego, esto
ha sido una mera opinión consultiva que ha solicitado la República de Colombia y que la Corte ha
otorgado en este sentido; no obstante, y al hacer un análisis minucioso sobre la Opinión consultiva
histórica del organismo, resalta la pregunta específica que realiza el Estado Colombiano:

“¿Las medidas y los comportamientos, que por acción y/o por omisión, de uno de
los Estados parte, cuyos efectos sean susceptibles de causar un daño grave al medio am-
biente marino -el cual constituye a la vez el marco de vida y una fuente indispensable para
el sustento de la vida de los habitantes de la costa y/o islas de otro Estado parte-, son
compatibles con las obligaciones formuladas en los artículos 4.1 y 5.1, leídos en relación
con el artículo 1.1 del Pacto de San José? ¿Así como de cualquier otra disposición per-
manente?”. (CIDH, CP-04, 2017).

Cuando la República de Colombia realiza este planteamiento, lo que inicialmente hace es


una consulta acerca de sus obligaciones como Estado parte en lo que respecta a la protección de
los derechos del medio ambiente como derechos humanos, y cuál sería su eventual responsabilidad
en los casos en los que se presentan daños graves, ya sea por acción o por omisión. Pues bien, la
CIDH a la presente consulta determina taxativamente que las obligaciones son pues, también obli-
gaciones de los Estados parte, y desde luego, estableció los principales fundamentos de la ínter-
conexidad de los Derechos humanos y el derecho al medio ambiente: “(i) múltiples sistemas de
protección de derechos humanos reconocen el derecho al medio ambiente sano como un derecho
en sí mismo, a la vez que no hay duda que (ii) otros múltiples derechos humanos son vulnerables
a la degradación del medio ambiente, todo lo cual conlleva una serie de obligaciones ambientales
de los Estados a efectos del cumplimiento de sus obligaciones de respeto y garantía de estos dere-
chos.”3

De las principales obligaciones señaladas anteriormente, se desarrollarán a continuación


dos: a) “Prevenir los daños ambientales significativos, dentro o fuera de su territorio, lo cual im-
plica que deban regular, supervisar y fiscalizar las actividades bajo su jurisdicción, realizar
estudios de impacto ambiental, establecer planes de contingencia y mitigar los daños ocurridos; b)
Actuar conforme al principio de precaución frente a posibles daños graves o irreversibles al medio
ambiente, que afecten los derechos a la vida y a la integridad personal, aún en ausencia de certeza
científica.

El Proyecto eléctrico Hidroituango fue un proyecto novedoso que se comenzó a ejecutar en


el año 2010 y que tenía como principal objetivo producir energía en el año 2018. Sin embargo,
debido al deslizamiento y la posterior caída de una de sus estructuras, se desató lo que sería uno
de los problemas medioambientales más graves. No obstante, y pese a las múltiples advertencias
realizadas por Luis Hilario López, presidente de Ademinas, sobre la falla geológica y la imposibi-
lidad de realizar la represa en ese sitio sobre esa zona del cauce, los ingenieros del proyecto y del
Estado se concentraron en las obras civiles y olvidaron las graves amenazas de deslizamiento pre-
viamente existentes (El país, 2018).

El 12 de mayo de 2018, y pese a los esfuerzos de ingenieros por controlar el cauce de agua,
que estaba a punto de sobrepasar la represa, se presentó un llenado no programado del embalse

3
Ibídem
causando el desplazamiento sobre la represa y un inundamiento peligroso, que obligó a los habi-
tantes de los corregimientos de Oro bajo (Sabanalarga) y Barbacoas en Peque, a salir del territorio
y a buscar refugio. No obstante, y con el paso del tiempo, uno de los túneles del proyecto se inundó
y la corriente del río bajó de manera súbita, causando la muerte de miles miles de peces, y afec-
tando a cientos y cientos de habitantes del municipio de Puerto Valdivia, Antioquia. Cuatro días
después, el día 16 de mayo de 2018, se ordenó la evacuación de este municipio y de otros cinco,
debido a que el túnel no soportó el caudal de agua y comenzó un aumento desmesurado en el cauce
del río, poniendo en riesgo la vida de todos los habitantes.

Luego de estos sucesos, y siete meses después, la emergencia no fue superada, los habitantes
de los municipios no tenían certeza de sus paradero y no tenían recursos de trabajo que les permi-
tieran subsistir. El cauce bajo y alto de río, mató a millones de peces y arrasó con miles de árboles
que hacían parte de la flora del territorio. La pesca, una fuente primaria de economía, dejo de ser
una fuente de recursos y se convirtió en un basto recuerdo de antes del proyecto. La reducción en
el cauce el río tras el cierre de las compuertas fue estruendosa, aparecían animales muertos y la
fauna que vivía de ella se vio afectada de manera significativa, incluyendo a los habitantes de los
8 municipios aledaños (Dinero, 2019).

No obstante, y frente a todo lo anterior, es pertinente realizar de nuevo el cuestionamiento y


determinar cuál fue el papel del Estado colombiano en este proyecto. Por ello, cabe señalar que
según lo dispuesto anteriormente por la Corte Constitucional, es el Estado en responsable de crear
organismos que mitiguen los efectos ambientales, que regulen los proyectos y que fiscalicen todas
sus etapas. ¿Era responsabilidad del Estado colombiano prever todas las fallas geológicas del te-
rritorio? Desde luego, desde la Agencia Nacional de Infraestructura hasta el Ministerio de ha-
cienda, tenían las obligación de asegurarse que el proyecto Hidroeléctrico no afectara el medio
ambiente y pusiera en riesgo a las comunidades aledañas.

La obligación de realizar estudios científicos, de realizar planes de contingencia y de actuar


frente al principio de precaución, no fue una obligación que el Estado Colombiano tuvo en cuenta.
Desde luego, no existía un estudio científico estatal -ni el de ADEMINAS fue escuchado- que
determinara que existía una falla geológica y que la concentración de agua causaría complicaciones
de ese tipo; Tampoco, y en consecuencia, no existía un plan de contingencia con respecto a ese
fenómeno específico, toda vez que las decisiones que se tomaron para mitigarlo, fueron decisiones
tomadas sobre la marcha, y que desencadenaron efectos secundarios peores. (El Colombiano,
2019).

Pero en continuación con el artículo, ¿podemos hablar también de responsabilidad estatal


según lo establecido por esta corporación? Se conoce ya, que desde el bloque de constitucionalidad
sí hablamos de una responsabilidad estatal, ¿pero existe responsabilidad patrimonial para el Con-
sejo de Estado? Según el Consejo de Estado, el Estado tiene responsabilidad estatal con funda-
mento en el artículo 16 de la Ley 23 de 1973 y en los artículos 8, 58, 79, 80, 81, 90 y 334 de
la Constitución Política. Indicando en este sentido, que tiene el objetivo -con el establecimiento de
estos requisitos- de determinar la responsabilidad patrimonial del Estado por acción, omisión o
inactividad en alguna acción u operación. Para ello, determina que existen distintos requisitos o
determinaciones (Consejo de Estado, fallo 19001233300020120052602, 2017):

1. La contaminación en sí misma no es asimilable al daño ambiental y ecológico, ya que se


comprende que en la sociedad moderna a toda actividad le es inherente e intrínseca la produc-
ción de uno o varios fenómenos de contaminación al ser objeto de autorización administrativa
y técnica en el ordenamiento jurídico.
Según esto, podemos señalar que en hidroituango (o la obra de hidroituango) no era en sí mismo
un daño causado por el Estado que fuera reparable patrimonialmente. Si la obra causaba conta-
minación o daños previsibles, esto no configuraba la responsabilidad estatal, pero si se encon-
traba que de esa contaminación se causaban daños ambientales y ecológicos que lesionaran los
bienes jurídicos protegidos, claramente sí se habla de responsabilidad patrimonial. Y en este
caso lo hacemos.

2. La contaminación desencadena un daño ambiental cuando produce un deterioro, detri-


mento, afectación o aminoración en la esfera personal o patrimonial de un sujeto o sujetos
determinables. En realidad, cuando hablamos de daño ambiental y ecológico, con fines de re-
paración patrimonial, hablamos exclusivamente de unos sujetos que sufren deterioro en sus de-
rechos a causa de estos daños. Por ello, este no es un requisito autónomo del Consejo de Estado,
sino que según lo que hemos visto, la Corte Constitucional lo determina como el daño que cause
afectación a comunidades o personas, y en el mismo sentido lo hace la CIDH.

3. Se produce dicho daño ambiental cuando los derechos, bienes e intereses resultan cerce-
nados o negados absolutamente, limitados indebidamente, o cuando se condiciona su ejercicio.
Este punto, desde luego, es altamente asimilable al anterior, y lo que hace es confirmar el hecho
natural de que en realidad el daño ambiental y ecológico está direccionado (para efectos patri-
moniales) por los daños a bienes jurídicos de los hombres.

4. Cuando se trata de la realización de obras públicas o la construcción de infraestructuras,


el daño ambiental puede concretarse en la afectación del uso normal de los bienes patrimonia-
les o en la vulneración de un bien ambiental, de los recursos naturales, del ecosistema, de la
biodiversidad o de la naturaleza. Aquí claramente se encuentran dos factores primordiales que
se presentaron en el caso en tratamiento. En primer lugar, se afectaron bienes patrimoniales de
las comunidades aledañas, y se afectó de forma directa la economía de estas comunidades, cau-
sando uno de los mayores éxodos internos a causa de un proyecto estatal en el país. La mortan-
dad de peces, causó hambre en las comunidades y deterioro en los tejidos sociales también.
Esto, a la luz jurisprudencias y teórico, puede determinarse como bien patrimonial y al mismo
tiempo ambiental.

Como se pudo observar, en consecuencia, según las obligaciones ambientales ya determina-

das del Estado y su conexidad con los derechos humanos y los derechos fundamentales de las

personas, desde la constitución política, pasando por la ley 23 de 1973 y los convenios y acuerdos

de orden internacional ratificados y aceptados por Colombia, sí podemos hablar de una responsa-

bilidad no sólo patrimonial, sino social del Estado en el caso de Hidroituango. Lo que se presentó

allí no sólo configura un daño grave a los ecosistemas y al medio ambiente, sino que en conexidad

con el derecho a la vida, a la salud y al trabajo digno (derechos fundamentales) hablamos también
de un daño grave a derechos humanos y a derechos fundamentales. Quiere decir lo anterior, que
según la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y la CIDH, sí se puede de hablar de respon-

sabilidad del Estado en las esferas patrimoniales, morales y sociales. Los requisitos o determina-

ciones generales de estas corporaciones, fueron expresados con claridad, y analizados uno a uno,

concluyendo en este sentido que es responsable patrimonialmente el Estado, y que en el caso de

hidroituango, le es imputable la responsabilidad por omisión y falta del principio de prevención.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Corte Constitucional Colombiana, Sala plena. (16 de marzo de 2004) Sentencia C-245.
[M.P. Clara Inés Vargas Hernández]

Consejo de Estado de Colombia, sección tercera. (22 de noviembre de 2017). Sentencia


19001233300020120052602 [C.P. Jaime Orlando Santofimio Gamboa]

Díaz Cano, Marleny. (2008). Marco jurídico del derecho ambiental en Colombia. Agroterra:
The leading agrimarketplace.

Parque Nacionales Naturales (2009). Convenios internacionales ratificados por Colombia.


Ministerio de ambiente: Bogotá D.C.

El nuevo Siglo. (febrero 2019). Hidroituango: en la mira por daño ambiental. Redacción na-
cional: Bogotá D.C.
El País. (mayo 2018). Falla geológica pondría en jaque el proyecto Hidroituango: Colprensa.
Bogotá D.C.

Corte Interamericana de Derechos humanos (15 de noviembre de 2017) Opinión consul-


tiva: Medio ambiente y derechos humanos. Solicitada por la República de Colombia.

Revista Dinero. (enero 2019). Los desafíos ambientales en Hidroituango. Tendencias: Bo-
gotá D.C.

Diario el Colombiano. (Febrero 2019) Hidroituango, bajo la lupa por impacto ambiental.
Juan Diego Ortiz Jimenez. Medellín: Colombia.

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