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Tema: VERÁ TODA CARNE LA SALVACIÓN DE DIOS (Lc 3:6)

Lic. Felipe Toalá A.

Introducción: ¿De qué salvación habla Lucas? ¿Salvación de


qué? Salvación del juicio. Lucas habla de tres instrumentos
de juicio: el hacha, el fuego del Espíritu Santo, el
aventador.

Los judíos

Mateo 3:7 pone de manifiesto que los escribas y fariseos


querían salvarse de “la ira venidera”. Ellos creían en un
juicio para el final de los tiempos. Lo mismo creían las
multitudes (Lc. 3:7). A todos estos calificó Juan de
“generación de víboras”; es decir, una generación engañadora
y mentirosa, maligna y venenosa.

El error de ellos era su confianza. La confianza que tenían


los judíos era que serían salvos por ser descendientes de
Abraham (Mt 3:9; Lc. 3:8). Lucas les explica que Abraham no
alcanzó a salvar a sus descendientes. Él por su fe y su
arrepentimiento únicamente alcanzó la salvación para sí
mismo. La salvación es personal y cada uno tiene que hacer lo
propio. Con las palabras “no penséis…” también aclaró que la
persona no es salva por pertenecer a una familia de fe como
pensaban los judíos, descendientes de Abraham. Además les
aclara que una persona no es salva por tomar el bautismo, a
menos que sea resultado de un verdadero arrepentimiento.

Ellos pues, estaban engañados pero existían algunos aspectos


positivos en ese grupo. Por lo menos los judíos creían que
venía un día para el juicio, que había que prepararse para
ser salvos de ese juicio y venían a escuchar el mensaje de
Juan y a tomar su bautismo. Ellos no estaban equivocados en
ninguna de estas cosas. En lo que estaban equivocados era en
su forma de pensar en la que serían salvos y es de esto que
tienen que cambiar de opinión. En cambio la generación de
nuestros tiempos ni se toma en serio que viene un día de
juicio, no se preparan para ser salva de ese juicio ni
tampoco se acerca en busca de su salvación y el perdón de sus
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pecados. La generación de nuestro tiempo se encuentra en un


estado mental peor que la del tiempo de Juan.

Juan

Juan aclaró a su pueblo varios elementos importantes para ser


salvos del juicio final:

Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles;


por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y
echado en el fuego. Yo a la verdad os bautizo en agua para
arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo
no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su
mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y
quemará la paja en fuego que nunca se apagará. (Mt 3:9-12).

Primero Juan refuerza la creencia de los judíos con


predicarles que el día del juicio ya está preparado y que ha
llegado. El habla de un hacha puesta al pie de los árboles
(Mt 3:9), el bautismo en fuego (Mt 3:10) y el aventador en la
mano del segador (3:11-12). Y relaciona este juicio con la
persona de Jesucristo: él es quien trae un hacha en la mano,
el bautiza con fuego y quien tiene el aventador en su mano.

El juicio termina con “fuego”. El árbol que no da buen fruto


será cortado y echado al fuego, el que no se arrepienta será
bautizado en fuego y la paja será quemada en el fuego. El
fuego “nunca se apaga”, es un fuego eterno. Solo será salvo
aquel que da buen fruto, el que se arrepienta verdaderamente
y el trigo verdadero (distinguiendo este de la cizaña y de la
basura).

Juan les explica que él es la voz que clama en el desierto y


que ha venido a preparar el camino del Señor:

“como está escrito en el libro de las palabras del profeta


Isaías, que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad
el camino del Señor; Enderezad sus sendas. Todo valle se
rellenará, Y se bajará todo monte y collado; Los caminos
torcidos serán enderezados, Y los caminos ásperos allanados;
Y verá toda carne la salvación de Dios. (Lc. 3:4-6).
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Juan habla de “camino”, “sendas”, “valle” y “monte y


collado”. Los caminos y las sendas están torcidas, y la
tierra está llena de hoyos y montículos. Estando así el Señor
no puede caminar por ellos. La llegada del rey exige que el
camino esté recto y la tierra por donde caminará pareja. Todo
esto habla de la conducta y de la vida del pueblo. El pueblo
debe corregir su vida porque el rey ya viene.

Juan apareció para eso a fin de que Jesucristo encontrara un


pueblo con una vida transformada. Y, si el pueblo corregía su
vida torcida y llena de hoyos vería la salvación del Señor.

Mucha gente piensa que la salvación consiste en entregarle al


Señor su vida y que puede seguir viviendo con una vida
torcida. O piensa también que será salva solo por ser
descendiente de algún cristiano o por pertenecer a una
iglesia.

Las multitudes

Al escuchar acerca del juicio que no está distante sino ya


listo para llevarse a cabo y que no están bautizándose
correctamente las multitudes reaccionan.

Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué


haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos
túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer,
haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser
bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les
dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También
le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué
haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni
calumniéis; y contentaos con vuestro salario. (Lc. 3:10-
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La pregunta de la gente fue “Entonces, ¿qué haremos?” (Lc


3:9). Esta pregunta revela que la gente se dio cuenta que
estaba equivocada; luego, que quería ser salva. La respuesta
de Juan tiene que ver con cosas concretas y prácticas. El
arrepentimiento produce dolor en el corazón, un cambio en la
mente y una transformación en la vida. Juan les dijo: “El que
tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué
comer, haga lo mismo” (Lc 3:11). ¿Qué significan esas
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palabras? ¿Está Juan enseñando la salvación por medio de las


obras? No. Juan está enseñando que el verdadero
arrepentimiento se muestra con los frutos. En 3:8 él hablo de
“frutos dignos de arrepentimiento”. Lo que Juan pidió a la
gente fue que fueran generosos y no mezquinos, amorosos y no
egoístas, y que aprendieran a compartir con los demás. Les
pidió que compartieran los que tenían con los que no tenían.
Juan no pidió que compartieran los que no tenían y tampoco
pidió que le dieran a los que tenían la ropa y la comida.
Juan era muy pobre. Su comida era langostas y miel silvestre
y se vestía de cuero de camello. Esa era la comida de los más
pobres de ese tiempo. Su alimentación y vestuario era una
protesta contra la glotonería y extravagancia de los ricos de
su tiempo. En este texto les pidió renunciar a lo que era
suyo para compartirlo con los demás. Así demostrarían ellos
su arrepentimiento y no precisamente con el bautismo, y sólo
siendo generosos tendría el valor su bautismo. Jesucristo
quien también era muy pobre (Mt 8:19-20; 19:16-22).

Pero no todos tienen que arrepentirse de lo mismo. “Vinieron


también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron:
Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que
os está ordenado” (Lc 3:12-13). Los publicanos eran
cobradores de impuestos con sueldo libre. Regularmente eran
muy ricos porque exigían más de lo que debían exigir y
explotaban al pueblo. Juan les ordenó “No exijáis más de lo
que os está ordenado”. Ellos podían seguir como cobradores de
impuestos y obtener su salario, pero debían ser justos,
debían pedir sólo lo que había sido ordenado. Muchos
publicanos se convirtieron con la predicación de Juan y de
Jesucristo durante eso ministerios.

Las multitudes son judías y descendientes de Abraham, los


publicanos son algunos judíos y otros gentiles, pero los
soldados eran en su mayoría gentiles y pertenecían al pueblo
romano. A Juan venía toda clase de gente para ser bautizada y
que quiere entrar al reino de Dios. Los soldados hicieron la
misma pregunta a Juan que las multitudes “¿qué haremos? Y
Juan “les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y
contentaos con vuestro salario”. Los tres pecados comunes de
los soldados eran la extorsión, la calumnia y la ambición.
El trabajo de soldado se presta para esto. Juan no les pidió
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que abandonaran su profesión. Ellos podían seguir siendo


soldados pero siempre y cuando fueran justos y personas de
contentamiento.

Conclusión: El día del juicio es una verdad indiscutible y


viene. Si queremos ser salvos de ese juicio no vale ni el
bautismo ni ser hijo de alguna persona que sea fiel a Dios. Y
tampoco sirve hacer una confesión de entrega a la fe
cristiana y seguir con la vida de pecado. El bautismo que
salva es aquel que viene de verdadero arrepentimiento. Y si
alguien quiere saber si es una persona que se ha arrepentido
debe examinar si se han dado cambios en su vida. Tú no tienes
que arrepentirte de pecados que no has cometido ni de pecados
que otros han cometido. Debes arrepentirte de tus propios
pecados y para eso necesitas examinar todas las áreas de tu
vida que todavía no están enderezadas.

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