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BOLIVIA PRODUCTIVA: AGRICULTURA Y SILVICULTURA COMO SUSTENTO

DE VIDA

Desde la década de 1950 hasta principios del siglo XXI, los gobernantes
bolivianos alentaron el desarrollo industrial privado y buscaron activamente la
inversión de capital extranjero. En 2006, el producto interior bruto (PIB) totalizó
11.162 millones de dólares, con un índice per cápita de 1.193,30 dólares
estadounidenses (según cifras del Banco Mundial).

La agricultura tiene hoy menor peso en la economía boliviana que hace unas
décadas: emplea al 5% de la fuerza laboral del país y representa el 14% anual del
PIB. Los bolivianos utilizan de forma mayoritaria los métodos de cultivo
tradicionales. Los terrenos de cultivo de algunas regiones, especialmente en Los
Yungas, son extraordinariamente fértiles. En el año 2000 destacó la producción de
caña de azúcar, soja, papas, maíz en grano, plátano, arroz y hoja de coca.

La falta de transporte adecuado y la accidentada topografía han impedido la


explotación a gran escala de los ricos bosques bolivianos. La industria de la pesca
es poco destacada, ya que Bolivia no tiene salida al mar, aunque utiliza el puerto
chileno de Arica como centro de transporte y almacenamiento de mercancías.

En toda ocasión en que se establece un balance de los recursos naturales


renovables del mundo, la mayor interrogación se alza por lo que hace al Valle del
Amazonas. Siglos de exploración en sus inmensas selvas de maderas duras han
revelado los méritos de unas cuantas docenas de especies, entre miles de ellas;
pero el bosque amazónico como medio ambiente biológico capaz de producir
madera y ejercer influencia sobre el suelo y el clima, está todavía por descubrirse.

La participación de Bolivia en estos bosques y en otros mucho más pobres a lo


largo del Río Paraguay, representa una extensión de 128 millones de acres
(51.801.600 Ha.) o sean 32 acres (12,95 Ha.) por habitante. Estas cifras la sitúan
entre los países más ricos del mundo, en materia de recursos forestales.
Es indudable que la silvicultura debiera desempeñar un papel vital en una
economía próspera y bien equilibrada, pero no puede dejar de reconocerse lo
difícil del problema de incorporar este recurso a una economía basada
exclusivamente en la minería y en la explotación agrícola de las tierras altas.

El presente artículo trata de abordar este problema, procurando evitar los


pronósticos y fantasías de que adolecen con frecuencia las discusiones sobre las
selvas tropicales poco conocidas. El estudio se basa en datos provenientes de tres
fuentes: material publicado, entrevistas celebradas, y observaciones sobre el
propio terreno. Los hechos han sido incorporados en una descripción de los
diversos tipos de bosque y de la industria que ha surgido para explotarlos.
Además, se examinan los esfuerzos del gobierno por reglamentar dicha
explotación y la importancia de salvaguardar tanto el aspecto productivo como el
aspecto protector de los terrenos forestales.

El artículo tiene el proposito de justificar una política forestal de conservación y


renovación, la cual, si se adopta, puede proteger a Bolivia contra las calamidades
que inevitablemente habrán de seguir a la destrucción y abandono de sus
recursos forestales.

Recursos forestales

Los terrenos cubiertos por vegetación forestal en Bolivia abarcan unos 128
millones de acres (51.801.600 Ha ), o sea aproximadamente el 40 por ciento de la
superficie de la República. Se calcula que el volumen de madera de aserrar que
se produce asciende 256.000 millones de pies tablares (604.160.000 m. 3) y que el
número de especies, pasa de 2.000. En general, los diversos tipos de bosques
son en extremo complejos y difieren en lo que respecta a composición, tamaños y
calidad. Se componen de especies de maderas duras en variedades siempre
verdes o de hojas caedizas; ya que con la poco importante excepción
del Podocarpussp. no existen coníferas. Los bosques más ricos son los de las
vertientes orientales de los Andes y los que existen a lo largo de los ríos de la
cuenca del Amazonas. Estos bosques, por lo general, se encuentran en estado
virgen. Al este de Bolivia, en la casi imperceptible división de vertientes entre los
ríos Amazonas y Paraguay, hay una zona igualmente amplia de bosques bajos y
secos, que los incendios han modificado profundamente. Los mismos factores
geográficos que han influido cada una de las fases de la vida boliviana, han
determinado igualmente tanto el carácter del crecimiento del árbol como su grado
actual de utilidad. Hay barreras físicas que ano separan los centros de población
de los mejores terrenos forestales y esta circunstancia da a las maderas un valor
que está más en relación con los medios de transporte que con sus cualidades
inherentes para uso industrial.

Un ejemplo sorprendente de lo anterior lo ofrecen los bosques que rodean el


monte Sajama, próximo a la frontera chilena. Se componen exclusivamente de un
árbol pequeño, nudoso, y de lento crecimiento, miembro de la familia del rosal,
llamado keñua (Polylepsis tarapacana). La madera de este árbol rinde leña y
carbón vegetal de excelente calidad, pero carece de toda otra aplicación, salvo
suministrar postes cortos para cercas y chozas. Indudablemente, hubo un tiempo
en que el keñua estaba más extendido; pero durante siglos los indios aymara,
ávidos de combustible a causa del riguroso clima, han venido talando estos
árboles al extremo que actualmente sólo existen en una porción remota y casi
inhabitable de la puna azotada por los vientos. Es así como una especie de muy
pobres cualidades naturales ha alcanzado un gran valor y casi ha desaparecido
por ser relativamente accesible.

Las condiciones de vida de las personas que viven en áreas rurales de


producción so n bástate deficientes esto se refleja en las estadísticas
internacionales que indican que de los 1400 millones de personas que se
encuentran en pobreza absoluta 1000 millones se encuentran precisamente en
estas regiones, dato bastante contradictorio en relación a las distintas políticas
nacionales e internacionales que se plantean cada año para promover la
producción agrícola.
Esto no es un tema de poca significancia por que en muchas regiones del mundo
la agricultura representa al menos un 15 por ciento del producto interno bruto,
pero las malas condiciones de trabajo y el poco interés por desarrollar procesos
productivos para potenciar estos trabajos no permiten que este porcentaje
incremente siendo uno de los más interesantes por la viabilidad que ofrece al ser
un proceso sostenible que a la larga podría convertirse en el motor económico de
cualquier región.

Un caso particular en el que podemos pensar es el cultivo de yuca, en el cual no


se invierten los suficientes recursos para que se den los mejores resultados en su
producción porque se entiende que este es un cultivo duro, más aun por este
motivo no se va a considerar mucho a los trabajadores que emplean su tiempo
para poder conseguir una cosecha aceptable y es que a pesar que sabemos de
donde viene la yuca, que ese un cultivo local que se extiende por toda
Sudamérica y es de los más resistentes esto no implica que no tomemos medidas
para mejorar la calidad de su producción ni mejorar las condiciones de operación
de aquellos que se dedican a plantarla cuidarla y cosecharla.

Como vemos el planteamiento técnico agrícola es bastante precario tanto en un


sentido práctico como en uno político, no se consigue obtener resultados reales
por que las ideas al rededor del propio negocio son erradas, creer que o porque
una planta sea muy resistente no se la deba potenciar es simplemente tirar a la
moneda, para eso no se requeriría ningún tipo de capacitación lo ideal es plantear
procesos de mejoramiento de los cultivos priorizando si aquellos más vulnerables,
pero sin ignorar los que no son porque quizá sean ellos los que nos puedan
permitir salir de situaciones difíciles en las cuales es probable que no podamos
satisfacer al s necesidades de los más débiles, dada la experiencia obtenida en la
gestión inclusive se podría decidir cuándo priorizar cuál de los tipos.
ANEXOS

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