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LA NUEVA ASAMBLEA NACIONAL:

LEGITIMIDAD Y DESAFIOS DEL PROCESO DE LA


RECONSTITUCION DEMOCRATICA ECUATORIANA

Hernán Reyes Aguinaga

Dos noticias han marcado la imagen de la Asamblea Nacional estos


últimos días: la pretendida inscripción como candidato a asambleísta
de “Don Burro” por parte de un grupo de jóvenes guayaquileños y su
amplia repercusión en los medios de comunicación y en las redes
sociales; por otro lado el debate que se dio alrededor del proyecto de
Ley de Equidad y Redistribución del Gasto Social que en relación
con el financiamiento de la política social usando las utilidades del
sector bancario implicó duros enfrentamientos verbales entre
asambleistas y que llevó a que la mayoría de medios privados hagan
una cobertura sensacionalista de los debates parlamentarios
reviviendo aquellas imagen del recinto legislativo como un “ring” y
que analoga a la actual Asamblea Nacional con las violentas prácticas
que se escenificaban frecuentemente en el antiguo Congreso.

Ambas acciones reflejan la recurrente tendencia mediática a construir


una visión negativa no sólo de la legislatura, sino en general, del
campo de la política. En el primer caso se trata de una “performance”
que aunque surgido de un grupo de ciudadanos, pretende ya sea
poner entredicho la tendencia a la farandulización de ciertas
candidaturas legislativas (obsérvese que no se presentó la figuro del
conocido cuadrúpedo para caricaturizar a los candidatos
presidenciales) y que es cubierta con gran despliegue por los medios;
en el segundo caso, los medios masivos volvieron a recoger con
detalle una serie de términos insultantes emitidos por ciertos
asambleistas para referirse a otros, lo que revela una constante en
las coberturas periodísticas a las polémicas legislativas, que casi va

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en desmedro de la imagen de la función en sí misma, y de la tarea de
los propios legisladores, ante la opinión pública.

Por supuesto que la actuación política de los legisladores siempre


debe estar, - y de hecho lo está-, sujeta a escrutinio público a la vez
que es constantemente sujeta a evaluación por la opinión pública.
Pero también resulta evidente que, dentro de la institucionalidad
política, son las legislaturas y los parlamentos quienes más sufren los
embates de desprestigio por parte de los medios masivos de
comunicación. Resaltar mayoritariamente los aspectos anecdóticos o
“escandalosos” del trabajo legislativo, descalificar a los legisladores
aplicando parámetros no siempre justos como aquello de cuantificar
cuántas veces intervinieron, remarcar en el perfil de un asambleísta
episodios donde

se ha visto a anterior no pretende sino revelar una de las aristas de lo


q ue se juega aniovel d ela “opinión pública” respecto d ela
legitimidad democrática de las instituciones políticas, en general y de
la función legislativa, en general.

La distancia entre la teoría política y el derecho constitucional


y los procesos reales de disputa de legitimidad

Desde la teoría política y el derecho constitucional, se ha sostenido –


con razón- que El Congreso, como foro por excelencia donde se
sustancia la representación política, es visualizado como uno de los
espacios fundamentales que contribuye, en mayor o menor medida, a
la calidad de la democracia.

2
En el caso de nuestro país, la llamada “crisis de representación” que
fue paulatinamente afectando a toda la estructura institucional
política, a partir d ela aplicación del modelo neoliberal y su
concepción anti-política del Estado de Derecho, se desató con fuerza
entre 1997 y 2005 , provocando la caida de tres presidentes .

Tras ese turbulento periodo, la estructura política nacional vivió una


profunda transformación con la vigencia de la Constitución 2008, al
definirse el nuevo paradigma del Buen Vivir, como eje fundamental
de la vida pública. Es así como el desafío de la Asamblea Nacional,
fue mejora en los planos político, técnico-administrativo y ético e
incluso se propuso convertirse en una entidad nacional participativa,
eficiente y transparente.

Luego de 4 años de esta experiencia, es muy saludable reflexionar


sobre los resultados alcanzados en este primer período, tanto en
términos cuantitativos, como en términos de desempeño político, de
fortalecimiento institucional y de legitimidad democrática

Para entender este proceso voy a permitirme hacer dos propuestas:

a) entender los procesos democraticos ecuatorianos desde


elcontexto latinoamericano , sus viscicitude sy problemas y
b) b) ubicar el rol de la función legislativa en relación con el
sistema político en su integralidad

En primer lugar, y en relación a las conflictivas y deficitarias


democracias latinoamericanas, hablar d elegitimiadd democrática
implica hablar –junto con la legalidad- de uno d elso dos cimientos
estructurantes de ésta. Por ello, hay q tres cosas que deben ser
integrada sopara analizar los fenómenos democráticos: sus
dimensiones social , política y la histórica, tratando de no hacer

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en los reduccionismos ni de las determinaciones economicistas no en
la comprensión politicista.

En este sentido hablar de democracia siempre es intelectualmente


riesgoso decía Tomás Moulian… puesto que no sólo que hay
multiples y hasta contradictorias definiciones sobre la
democracia que van desde las que la entienden como “valor
universal” que incluye tanbto las revoluciones violentas como las
democracias pacíficas (Weffort) pasando por la que la conceptualiza
por una variado régimen político que existe en sociedades divididas
en clases sociales y normalmente sirve para la dominación de una de
bloque de éstas clases, hasta aquellas que la entienden en terminos
imas institucionalistas o sistemicos y que ponen su acento en los
aspectos formales delas democracias de corte liberal-representativas:
división tripartita epoderes, eleccines para la alternabilidad del
poder, imperio del la ley en el Estado de Derecho (Garantista de
derechos, en la actual Constitución) , libertades y derechos
fundamentales que están contendido enlas constituciones etc.

Pero alo anterior hay que agregar un reflexión más puntual sobre las
democracias latinoamericanas donde historicamente se puede
evidenciar que los dos principios organizadores de las sociedades
contempopraneas, la libertad y la igualdad, no han tenido efectiva
vigencia dado las matrices exckyuyentes que han preservado las
elites y los grupos de poder.

Hablar d elegitimida democrática impica tamben hablar de dinámicas


de generación y consolidación de ésta. Según Guglielmo Ferrero[4],
la prelegitimidad es un estado preparatorio de la legitimidad, y
para pasar de un estado a otro hace falta, antes que nada, tiempo.
Pero el factor tiempo por si sólo no es suficiente. Como lo advierte el
propio Ferrero cuando señala que la legitimidad únicamente

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puede alcanzar plena madurez si existe una creencia activa en
su principio.

De esta manera, la legitimidad política entendida como el


derecho de gobernar engloba las nociones de tiempo y creencia..
Ese consentimiento, que se desarrolla en el curso de la historia,
interviene en la creación de la legitimidad. A la vez, es el factor
tiempo el que se encarga de completar y verificar la legitimidad de un
orden político y de sus instituciones, es la forma de probar, a través
de la práctica, la consistencia del deber de obediencia a la
Constitución.

El paso del tiempo y las acciones del sistema político aseguran que
los gobernantes y gobernados acepten por igual (en tanto seres
convencidos) el principio de la soberanía popular. Linz, , habla de la
construcción de instituciones duraderas, y Constant, dice que las
instituciones políticas son contratos y como es sabido, todo contrato
requiere el consentimiento de las partes y cualquier institución, por
más legítima que sea, necesita tiempo para afirmarse y poder
demostrar en los hechos un funcionamiento estable.
Tanto el consentimiento como la ley son condiciones necesarias de la
legitimidad política. Es por eso que la legitimidad no se reduce a
legalidad, ni a puro consentimiento. La ley y el consentimiento
intervienen, por tanto, en el proceso de construcción de la
legitimidad.

Los comportamientos autoriarios y los déficit de cultura política por


parte de la sociedad, las elecciones fraudulentas y las proscripciones
políticas a lo largo del siglo XX revelan la poca convicción de
ciudadanos y dirigentes sobre el derecho de gobernar de las
instituciones democráticas. Es aquí donde se pone en evidencia que
esas reglas formales no se legitiman per se, automáticamente,

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sino sobre la base de un acuerdo que otorga validez a esos
procedimientos e instituciones. A causa del débil reconocimiento a
la ley y a sus instituciones, se conformó en el tiempo una cultura
democrática inconsistente que, sin duda, se ha modificado a partir de
1983, como se verá más abajo.

¿Cuándo un gobierno es legítimo? Según Ferrero, cuando el poder


es conferido y ejercido de acuerdo con las reglas de sucesión
aceptadas por todos sin discusión, tanto por el gobierno que las
debe respetar como por aquellos que las deben obedecer. La
generación de derecho legítimo -que organiza la dominación política y
legitima el poder de coacción- debe estar acompañada de la
convicción de los ciudadanos de su validez. En esta dirección
recuerda Derrida que el derecho es siempre una fuerza autorizada,
una fuerza que se justifica o que está justificada al aplicarse
Una concepción de poder absoluto, sin límites, desregulado, y otra
concepción de poder limitado a la norma suprema. La democracia
sólo puede ser concebida como un gobierno limitado, en donde
el poder político es moderado por la ley. Pero en situaciones de crisis
o de trasnfromaciones profundas, puede suceder que la esfera de la
decisión política se agranda en el interior del Estado de
derecho en detrimento de las atribuciones del poder
legislativo y de los controles institucionales, sin caer
necesariamente en una concepción de poder absoluto. Así, la
autoridad del Estado -en reconocimiento de una realidad- es
convocada a mantener o a restablecer el orden ante situaciones de
descontrol. Es allí donde entran en conflicto dos elementos
constitutivos de la autoridad estatal: la norma jurídica y la
decisión política, la norma que regula y encuadra al poder y la
capacidad fáctica de la autoridad política de imponer sus decisiones.

El debate permanente en torno al decisionismo político se explica por

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el contexto de una época, como la actual, que puede ser
caracterizado por las transformaciones estructurales de la sociedad y
la economía, la crisis de la política y la reducción del poder del
parlamento al simple papel de contra-poder, desvirtuándose con ello
la clásica teoría democrática moderna. Consecuentemente, el órgano
ejecutivo se ha transformado en Poder Decisivo. En América Latina
este poder “decisivo” se acentúa por la fuerza de dos tradiciones: la
presencia de fuertes sistemas presidencialistas y la generación de
líderes plebiscitarios y de los nuevos y fuertes “neopopulismos d
eizquierda (como llama Follaria algunso d leso gobuiernos de
tendencia progresista en la región) ,

La democracia puede ser también interpretada a partir de la


capacidad de los ciudadanos para controlar el poder. La
democracia, en fin, puede ser definida desde la capacidad crítica de
los ciudadanos (en tanto es un régimen fundado sobre la opinión)
para juzgar la actuación de sus representantes y, de esta manera,
poder fiscalizar el proceso de toma de decisiones y el resultado que el
mismo genera. En cuanto a las instituciones, me interesa subrayar la
importancia de los partidos políticos en el funcionamiento de la
democracia. Ellos son una institución inseparable del fundamento
mismo de la democracia[57]. La calidad de la democracia depende
también de la calidad de los partidos. La democracia se perfecciona.
La apuesta a su perfeccionamiento requiere la solidez de una línea de
control de los ciudadanos sobre los poderes públicos y una mejor
actuación de los partidos, muchas veces anquilosados en sus viejas
formas de organización y en ciertas concepciones de la política que
no se adaptan a los cambios de época. 10].1

1
Hugo Quiroga** La experiencia democrática: entre pasado, presente y futuro*, revista
KAIROS No. 6 fecha??

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Más alla del presidencialismo y del parlamentarismo: el
hiperpresidencialismo y las dificultades por consolidar una
democracia estable.

En todas las definiciones de presidencialismo es la elección, directa e


independiente del órgano Legislativo, del Presidente. Mientras que, en
oposición, la característica principal del parlamentarismo es el vínculo
que existe en la elección de los dos poderes, ya que el nombramiento
del Ejecutivo es un acto propio del Legislativo.

En América Latina existe una conocida historia política caracterizada


por una serie d edificultades o déficits democráticos

Así, por ejemplo, variando de un lugar a otro, el


hiperpresidencialismo (presidencialismo reforzado o
«presidencialismo imperial»), el gobierno por decreto presidencial, el
deterioro y creciente desprestigio de la actividad legislativa, la
proliferación de asambleas constituyentes, la fragmentación
partidaria, los gobiernos de minoría, los sistemas electorales de
representación proporcional sin límite y la consiguiente dificultad para
formar coaliciones estables y mayoritarias de gobierno (en el caso
ecuatoriano adoptó la forma d ela “pugna d epoderes”), la falta de
correspondencia entre las mayorías representadas en el Ejecutivo y el
Legislativo, la proliferación de elecciones y la no concurrencia o
simultaneidad entre elecciones presidenciales y parlamentarias, la
ausencia de mecanismos efectivos de pesos y contrapesos y de
control y rendición de cuentas horizontales y verticales, la ausencia
de una administración pública profesional apoyada en cuadros
técnicos competentes, y de mecanismos adecuados que velen por la
equidad y la transparencia en términos del financiamiento de la
política y las elecciones, todo lo anterior en el contexto de una cultura
política y unas estructuras políticas muchas veces caracterizadas por

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la realidad extendida del clientelismo, el patrimonialismo y la
corrupción, son algunos de los elementos que dificultan la
consolidación de la democracia en la región, bajo condiciones
aceptables de gobernabilidad.

En el centro de esas insuficiencias o debilidades está la


fragilidad de las instituciones de la democracia representativa,
como los partidos, los parlamentos y los tribunales de justicia,
entre otros. Algunos estudios procuran abordar este malestar
recurriendo a la hipótesis de una «crisis de representación», la que se
expresaría en el deteriorado prestigio de las instituciones de la
democracia representativa, como los partidos y los parlamentos,
entre otros, y que se explicaría, ya sea por la debilidad o precariedad
de las instituciones, o bien por las deficiencias en el nivel de los
Estados (o por ambos) (Mainwaring et al. 2006). Sea como fuere, ni
la nueva legitimidad democrática que caracteriza esta ola de
democratización en América Latina, ni la institucionalización de
elecciones libres, transparentes y competitivas (consolidación
democrática), ni los procesos de reforma económica o el mayor
dinamismo económico han sido capaces, por sí mismos, de establecer
condiciones aceptables de gobernabilidad.

Puede decirse que, con haber transitado con bastante éxito desde la
dictadura hacia la democracia electoral (Tercera Ola democrática que
se vive en la región desde 1982) , aún estamos lejos de haber
consolidado una auténtica democracia representativa

Siguiendo a Przeworski (1991:39), tambuién se puede definir a la


democracia como un «sistema de instituciones» que aspira a obtener
la adhesión espontánea de las principales fuerzas políticas
(principalmente los partidos), basada en la competencia político-
electoral y en la incertidumbre sobre los resultados. Es esto lo

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característico de la democracia como régimen político de gobierno. La
democracia de instituciones, entendida esta última como un sistema
político autosustentable capaz de producir resultados concretos para
sus ciudadanos, la más conducente y la más funcional al objetivo de
la gobernabilidad democrática.

Algunos autores ven como el mayor y mejor antídoto contra la


democracia personalista a la consolidación de instituciones políticas
democráticas; esto es, en reglas del juego o de procedimiento
capaces de aplanar la cancha para que todos los jugadores puedan
participar en condiciones de igualdad. La democracia debe entenderse
como un sistema de instituciones capaz de garantizar que la
discrecionalidad en el ejercicio de los derechos y atribuciones de los
gobernantes estará acotada. Hay una tensión evidente y una suerte
de trade-off entre la fortaleza de las instituciones y la aparición de
liderazgos personalistas, tan propios de la tradición caciquista y
caudillista de América Latina2

Bloqueos e interrupcioness presidenciales

Retomando la crítica de Linz, las causas del bloqueo, las crisis


políticas y los conflictos son endógenos de las instituciones políticas.
En esta visión, el presidencialismo y los aspectos centrales de los
regímenes presidencialistas son variables independientes que
explican los conflictos y sus resultados: quiebra democrática o
interrupciones presidenciales (Cheibub, 2007: 7-14). Valenzuela
(2004) mantiene esta visión y sostiene que las numerosas
interrupciones presidenciales en la región son otra confirmación de
los riesgos del presidencialismo y de que el presidencialismo se
encuentra en crisis. Las instituciones presidenciales combinadas con
2
Ignacio Walker, “Democracia d einstituciones”, Corporacion d eestudio para Latoneomerica
CIOEPLAN, Doc. 217, 2009, IEPLAN,
http://cieplan.lemongroup.cl/media/publicaciones/archivos/217/Capitulo_1.pdf

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la configuración de gobiernos minoritarios son vistas como variables
independientes que pueden explicar las interrupciones
presidenciales.3

La caída de la confianza en la política y sus instituciones


/actores

Finalmente esta última cuestión sugiere cuestiones extremamente


importantes sobre las bases de la legitimación y las perspectivas del
régimen democrático. ¿Qué tipo de relación existe entre esta caída de
la confianza en la política y la legitimidad democrática? ¿En qué
medida el descrédito de la política y sus instituciones, como los
partidos, el Parlamento y la clase política, hace inviable la
consolidación del régimen democrático?

Un aspecto poco estudiado en relación con este tema se refiere al


papel de los medios masivos de comunicación. A pesar de su
creciente importancia en las sociedades contemporáneas, la relación
entre los medios, la credibilidad de la política y la legitimidad de la
democracia continúa siendo un terreno poco explorado

La tesis que aquí se defiendees que no se puede hablar de la


constitución de bases legítimas y estables para la democracia
en un escenario de crisis de confianza en la política y sus
instituciones; y que ese escenaruio lo vivió Ecuador desde los
90s hasta el 2005 y fue en alguna medida acusado por dos
cosas: el discurso neoliberal contra el Estado y la cultura
mediática sobre la que se construyó y difundió ese discurso
anti-político y tecnocrático.
3
Leiv MARSTEINTREDET , las consecuencias sobre el régimen de las interrupciones
presidenciales en América Latina”, América Latina Hoy, 49, Ediciones Universidad de
Salamanca 2008, pp. 31-50

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La (in)constitucionalidad del proceso legislativo,

En el Ecuador, se ha violado frecuentemente los procedimientos


constitucionales de elaboración de las leyes o de toma de otras
decisiones, como es el caso juicio político. Esto, a su vez, ha
propiciado recurrentes pugnas entre el Ejecutivo y el Congreso,
constante reacomodo de mayorías parlamentarias y nuevos ciclos de
inestabilidad política que ha terminado minando aún más el carácter
jurídico de la Constitución.

Igualmente grave resulta que el Congreso expida leyes


materialmente contrarias a la Constitución. Es decir leyes que violan
derechos o principios constitucionales, puesto que l La Constitución
impone a los legisladores un marco jurídico-axiológico dentro del cual
pueden y deben realizar su tarea legislativa. Cuando los legisladores
expiden leyes fuera de este marco las leyes dejan de ser mecanismos
de realización de derechos fundamentales
y se convierten en formas institucionalizadas de violación -a veces
masiva- de derechos.4

En Ecuador, en 1997 y 2005, el Congreso declaró incapaz al


presidente Abdalá Bucaram y el abandono del cargo por parte de
Gutiérrez, respectivamente. Pérez Liñán (2003) sostiene que el
primer caso fue el equivalente a un juicio político, pero yo planteo
que ambos casos fueron el equivalente de un voto de censura
parlamentario. Las razones son que en Ecuador (como posiblemente
en Chile, Perú y Costa Rica) sólo una mayoría absoluta es requerida
para remover al presidente por incapacidad o abandono del cargo y
estas dos pueden ser invocadas para sancionar a los presidentes por

4
Agustín GRIJALBA “Constitución, institucíonalidad y derecho en Ecuador” revista Ecuador Debate no.
71, /31-44, agosto de 2007

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un comportamiento que no necesariamente se considere contrario a
la ley.
Por lo tanto, el procedimiento para remover a un presidente supone
los mismos requerimientos que un voto de censura en un sistema
parlamentario. La razón para declarar la incapacidad o el abandono
presidencial puede variar entre un caso y otro y puede tratarse de
meras excusas para remover a un presidente impopular que ha
perdido la confianza de la mayoría en el Congreso. Esto es
comparable al voto de censura en sistemas parlamentarios y difiere
del procedimiento de juicio político, donde debe haberse cometido un
crimen para proceder a juzgar al presidente.

En 1997 la votación en el Congreso fue de 44 contra 34 para expulsar


a Bucaram y en 2005 el margen fue de 60 contra 2 para declarar que
Gutiérrez había abandonado el cargo.En los casos de interrupciones
presidenciales mediante el voto de incapacidad
o abandono del cargo, las causas que subyacen a las interrupciones
presidenciales pueden ser el bloqueo u otros factores institucionales
relacionados al régimen presidencialista.

Las interrupciones presidenciales en Ecuador, así como en otros


casos, involucran un conflicto interinstitucional, como lo plantea la
literatura institucional.

Por otra parte, el presidencialismo como un sistema que maneja los


conflictos políticos demostró en los casos de Ecuador que puede
desempeñarse como un parlamentarismo y ser mucho menos rígido
de lo que Linz esperaba: los periodos fijos se flexibilizan al hacer que
la supervivencia del gobierno sea más dependiente del Congreso y,
dado que en el conflicto el Congreso prevalece sobre el Ejecutivo, la
legitimidad democrática dual puede –al menos temporalmente–

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solucionarse. Es más, vemos que en casos como los de Perú, con la
renuncia de Fujimori en 2000, y el golpe de Ecuador en el mismo
año, el Congreso utilizó procedimientos similares para votar
formalmente por la salida del cargo del presidente «después» de la
expulsión del mismo.

En los dos casos en Ecuador en los cuales fueron utilizados


equivalentes al voto de censura para remover a los presidentes son
signos del uso de prácticas parlamentarias en la América Latina
presidencial16.

Aquí se demuestra que los problemas de rigidez y legitimidad


democrática dual que, de acuerdo a Linz, hacen peligrar la
supervivencia democrática, no son insuperables en regímenes
presidencialistas. Es más, dados los niveles de conflicto en estos
casos, la recién descubierta e inesperada flexibilidad de los regímenes
presidencialistas ayudó a resolver estas crisis temporalmente y les
dio un resultado democrático.5

En el Ecuador, esto no puede obviar las relaciones entre el Legislativo


y el Ejecutivo, donde los deadlocks son tan frecuentes que son
comunes.35 A entender de estos autores, «la permanente pugna
de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo [...] ha
desprestigiado a la política y a los partidos (Burbano de Lara y
Rowland, 2003: 180)».36 Se podría decir, sin embargo, que a más de
la pugna habría habido otros factores previos que enrumbaban ya a
la política formal hacia la deslegitimación. Por ejemplo, Conaghan
(2003: 220) nos habla del multipartidismo, de la volatilidad electoral
y su falta de agendas programáticas, y Mejía (2003: 292 – 300)
advierte el caudillismo en los partidos y el factor del regionalismo.Aún

5
MARSTEINTREDET, Op. Cit.

14
así, la llamada pugna de poderes es un elemento innegable de
cotidianidad en la política ecuatoriana.

Burbano de Lara y Rowland (1998) analizan las consecuencias de la


pugna de poderes. Para ellos, las consecuencias se pueden ver tanto
en la deficiente eficacia institucional y en la pobre legitimidad social
que terminan teniendo ambos poderes del Estado. Aunque estos
autores reconocen que «suele criticársele al concepto de
gobernabilidad por el excesivo énfasis que pone en los arreglos
institucionales como una vía para mejorar los rendimientos de la
democracia», no dejan de reparar en que «si bien la dinámica política
de una sociedad es mucho más compleja y excede los límites de sus
instituciones políticas, tampoco se puede subestimar la importancia
de estas últimas para una consolidación de la democracia (Burbano
de Lara y Rowland, 2003: 164)». Así es como defienden el énfasis
que dan a las relaciones de gobierno y los arreglos institucionales:
son medios para el fin de la consolidación.6

Para concluir, me permito decir que efectivamente hay un notable


cambio a nivel d ela percepción ciudadna en la Asamblea Nacional,
aqunue se mantienen aun rasgos de continuidad en las practivas
politicas parlamnetarias y la actuación pobre en ela gunos casos de
las fuerzas políticas al interior d el legislatura. Los sondos de opinión
uestran loprimero y lo segundo tiene su canal d expresión más

6
Adrián R. LOPEZ Teorías de la Consolidación Democrática: Limitaciones con las Democracias
Realmente Existentes, el Caso Ecuatoriano, Tesis de Maestyria en E. Latyinaowmsricabnos, 2008

15
frecuente e impactante en los medios masivos..que en alguinso casos
actuan de forma totalme te anti-politiva, tal como lo hicieron cuando
contribuyeron decisivamente (lo que falta mucho por estudiar) a la
crsiis d erepresentacion y delegitimidad del sistema politico en su
conjunto que fue d lza mano con la aplicación del modelo neoliberal

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