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La insuficiencia
es un escudo peligroso.
Por una parte,
te incita a seguir adelante;
por la otra,
te mantiene pegado a la infelicidad;
seguirás buscando
lo que nunca tendrás.
Y,
me voy degradando
ante cada misterio
que va tejiendo
mis caminos.
¿Cómo saber
hacia dónde avanzar,
si yo misma no conozco
mi siguiente paso?
Fuera de mi control
No deberé
yacer entre el paisaje
de un mundo gris,
que se ha olvidado de mí.
oraciones.
Son solo letras.
¡Dios mío!
Y al final del día,
cuando apagás la luz del comedor,
y cerrás la persiana,
las palabras no son las que sienten.
Son tus párpados
-tan cansados, tan autómatas-
Ese modo tan mío de sistematizar y clasificar mis sentimientos.
Soy el repuesto
de una vida rentada
que se han olvidado de pagar.
antes de alquilarme,
revísenme,
suelo ser imperfecta
y me faltan un par de piezas.
Si no podés pagarme,
sólo dame un poco de amor.
Permuto la cáscara de mi cuerpo
por un poco de paz mental.
No me intercambio por sexo;
aún así soy una prostituta.
Sé que la palabra no suena bonita,
no tenés una idea
de lo sucias que están mis manos.
Ojalá fuera de tierra,
ojalá de lujuria,
ojalá de armas y líneas blancas,
y el círculo dorado cual aureola boreal
sobre mi cabeza,
marcando el compás
de una sinfonía terrorífica.
Pero no esto.
Y mucho menos aquello.
Nado
hacia la nada;
me escapo
hacia algo;
encuentro un todo
relleno de tu figura asimétrica:
las piernas van primero,
luego el abdomen,
el pecho,
los brazos,
la cabeza…,
y por último, tu mente.
El amor
es uno de los actos más crueles.
Nos volvemos
terriblemente vulnerables.
Pero, ¡Qué no daríamos
por sentirnos un poco vivos!
En un mundo que se esfuerza
por monotizarnos.
Caos
Yo soy locura;
la locura son todas estas palabras
que aquí expreso.
Los delirios, las noches en vela,
las tardes durmiendo, los libros inacabados,
la melancolía de saberme encerrada,
aquella depresión que exige vivir.
¿Quién se atreverá
a declararse sano?
¿Quién en su sano juicio
no reconoce la locura cotidiana?
Hablar es locura,
escribir es locura,
pensarse es locura.
En fin, que existir,
ahora mismo,
es una locura.
Esto de saberse vivo… -cuales sean las condiciones
en que hemos llegado-,
es locura.
Como una idiota
Te encontré.
Me encontraste.
Me atravesaste,
como el viento lo hace al abrir una ventana.
Me invadiste,
como si mi privacidad fuese de dominio público,
y no lago que me pertenece.
Pero yo te di el derecho
de diseccionar mi mente
y espíritu.
Volví a nacer en esos ojos
y luego morí cuando me dejaste.
Quedé vacía,
con el invierno a mis pies.
Perdí el brillo
como el árbol lo hace al perder las hojas.
Ahora ya no sé
en qué estado me encuentro.
Supongo que viva.
O algo así.
No me toques
porque pincho.
No me quieras
porque lastimo.
Soy como el tallo de una rosa
pero sin belleza,
sin pétalos.
He recubierto mi exterior
de espinas,
para que no se acerquen.
Sin embargo aún busco
un rastro de amor verdadero.
Así que encontrame,
por favor.
Me ha faltado realidad.
Cuando hablamos de ella
soy una indigente.
Horrible el pensamiento
de que tu persona valdrá más
cuando te hayas ido.
Ya no sé las cosas
que solía saber.
Sus códigos han cambiado
y ya no puedo leerlos.
Combo completo
Cuando me enamoré de J
compré el pack completo.
Curación, bienestar,
novio, trabajo,
amigos…
Y, cuando un solo engranaje
se soltó de la cadena,
toda mi vida
se vino abajo.
Aprendí a disculparte
por no saber amarme.
Ahora me estoy dejando ir.
No soy esto
La reja…
recuerdo esa reja
-pero no te lo voy a contar a vos-.
Recuerdo la bocina del tren
y la locura de mis ojos cerrados.
Y a los albañiles chiflando
como si aplaudieran un espectáculo.
Recuerdo que madre me buscaba
pero yo no estaba en ninguna parte.
Recuerdo el vómito
antecedido por el mareo,
y la enfermedad de saberme
sola.
Recuerdo que él tenía fuerza.
Yo la hubiese tenido,
de no haber estado inconsciente.
Recuerdo el bullicio
a sólo unos metros.
Éramos tan invisibles
y la vida misma nos pasaba
por delante, nos arroyaba.
El silencio cómplice
me estampó contra el alambrado.
Quise hablar,
balbucear.
Pero yo ya no estaba allí.
Entonces me di cuenta,
no podía hacer nada.
Era el precio a pagar
por elegir esta soledad.
Lo merecía.
Me preguntó qué se sentía.
Le dije, probalo.
Y nos desmayamos.
Después cuando se aburrió
se fue.
Yo volví a hacerlo
y me disolví con el empapelado
de fondo.
Cuando luego me encontraron
ya estaba sucia, manchada…
y nada volvió a ser lo mismo.
Me lo merecía.
Así
Mucho gusto,
mi nombre es Lucía;
continúo sangrando
aunque ahora no lo veas.
¿Quiénes?
No estoy segura
de qué es lo que quiero.
Quizás me amen
porque no me conocen,
o quizás lo hagan
porque me conocen
más que yo misma.
En tal caso,
yo no puedo amarlos.
Ya no sé cómo se hace.
Todo esto del amor
resuena como un eco lejano,
difuso e incierto.
Existió en un momento
donde estuve segura de amar,
segura de entregarme…
lo hubiese dado todo.
Y no me importó
que del otro lado sólo me devolvieran
un silencio manso y dañino.
¡Yo fui capaz de amar!
No estaba terriblemente rota;
esa parte mía aún no estaba
invadida por la oscuridad.
Pero cuando dejé de amar
perdí por partida doble.
Volvía a perderme,
y a abandonarme a la vacuidad,
a la apatía.
Ya no sé nada.
Aún
Yo soy un sueño
y el mundo es un impacto.
En mi mente
todo es posible.