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Leopoldo J. Bartolomé. Colonos, Plantadores y Agroindustrias. La Explotación Agrícola Familiar en el...

Desarrollo Económico Vol. XV Nº 58 1975.

COLONOS, PLANTADORES Y
AGROINDUSTRIAS.∗LA EXPLOTACIÓN
AGRÍCOLA FAMILIAR EN EL SUDESTE DE
MISIONES

LEOPOLDO J. BARTOLOMÉ∗∗

I. INTRODUCCIÓN

Este trabajo se propone delinear las características con que se


presenta la explotación agrícola familiar (EAF) en el sudeste de la
provincia de Misiones. Se otorga especial consideración al papel que
esta forma de organización de la producción ha desempeñado en la
conformación del perfil socioeconómico de la provincia, y a su
viabilidad vis-a-vis otras formas productivas de índole más
marcadamente capitalista. A este respecto, nos interesa enfatizar la
manera en que variables étnico-culturales han afectado y afectan los
procesos de toma de decisiones estratégicas por parte de los
productores, y sus consecuencias para los procesos de acumulación o
formación de capital.
El análisis aquí propuesto parte de dos notas centrales que definen
el marco histórico-estructural dentro del que se ubica una parte
sustancial del agro misionero. La primera de dichas notas surge del
hecho de que la EAF aparece en Misiones como resultado de la
colonización agrícola con inmigrantes europeos, inmigración que se
caracterizó no sólo por su volumen sino también por un alto grado de
heterogeneidad étnica y cultural. La segunda nota definitoria está
dada por la hegemonía de los cultivos industriales perennes, cuyos
ciclos productivos largos condicionan las decisiones de producción y
elevan colateralmente el costo de oportunidad de las alternativas. A
este segundo aspecto se agrega la prolongada crisis que afecta al
principal cultivo, la yerba mate. Es dentro de este contexto que debe

Una primera versión de este trabajo fue presentada durante el seminario sobre
“La Explotación Agrícola Familiar en la Argentina”, realizado en las instalaciones de
la Universidad Nacional de Tucumán (Horco Molle), del 25 al 27 de septiembre de
1974.
∗∗
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Misiones.

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considerarse el funcionamiento de la EAF en Misiones, y el que torna


necesario recurrir a factores de índole cultural para una adecuada
comprensión de las variaciones intrarregionales en la “eficiencia” de
la EAF, y de la “performance” diferencial de distintos grupos de
productores.
Misiones puede ser considerada, junto con Entre Ríos, Santa Fe,
Chaco y parte de Córdoba, como una área clave desde el punto de
vista de la distribución nacional del tipo de explotación agraria que
aquí hemos denominado EAF. El término “colono” denota en Misiones
no solamente un tipo social agrario predominante, sino también una
serie de referentes culturales que hacen al ethos regional y que
contribuyen a destacarlo dentro del país1. El colono misionero es
típicamente un productor agrícola de origen inmigratorio europeo
relativamente reciente. En un porcentaje alto son propietarios de la
tierra que trabajan, y a cuya propiedad accedieron recibiéndola de
padres o a lo sumo abuelos a los que les fue otorgada bajo planes de
colonización oficiales o privados. A diferencia de lo sucedido en las
zonas de colonización agrícola más antigua, la gran mayoría de estos
colonos se originaron en el norte y este de Europa. Si bien el predo-
minio numérico corresponde a alemanes, polacos y ucranios, existen
importantes núcleos de origen escandinavo, suizo, francés, etcétera2,
que dan lugar a un verdadero mosaico étnico.
Con salvedad de la actividad forestal, que presenta ciertas
características especiales y cuyo creciente auge promete
fundamentales modificaciones en el panorama agrario de la provincia,
las explotaciones misioneras pueden ser clasificadas en tres grandes
categorías:
1) La EAF y sus distintas variantes, sobre cuya definición y
características nos extenderemos más adelante:
2) La plantación de orientación esencialmente comercial y
especulativa, generalmente en manos de propietarios ausentistas y

1
Cf MARISA MICOLIS: “Informe sobre las migraciones europeas en Misiones”, en
Estudio sobre el nivel de vida de la población rural de Misiones, Dirección General
de Estadística y Censos, Posadas, 1971 (págs. 811-878); también LEOPOLDO J.
BARTOLOMÉ: The Colons of Apóstoles: Adaptive Strategy and Ethnicity in a
Polish-Ukrainian Settlement in Northeast Argentina, tesis doctoral University of
Wisconsin, 1974.
2
M. MICOLIS, ob. cit.; ROBERT C. EIDT: Pioneer Settlement in Northeast
Argentina, The University of Wisconsin Press, Madison, 1971.

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poseedores de una cartera de inversión diversificada, tanto en


términos financieros como ocupacionales.
3) Empresas familiares y anónimas que integran verticalmente la
producción con el procesamiento industrial de los productos, y
frecuentemente con su comercialización.
Los tipos sociales correspondientes a estas formas alternativas son
el colono misionero clásico, y los que pueden denominarse el
plantador y la agroindustria. El plantador puede ser asimilado a los
que Wilhelmy3, refiriéndose precisamente al caso misionero, llama
colons évolués, y los define por su comportamiento especulativo,
buscando “obtener del suelo grandes y rápidos beneficios, no
vacilando en desprenderse de sus tierras cuando su explotación deja
de ser rentable.” La agroindustria, por su parte, representa la forma
de explotación más altamente capitalista, basada en la integración
vertical y en la búsqueda de la tasa máxima de ganancias. Si bien
algunas de éstas son empresas familiares, otras son verdaderas
corporaciones, aunque a veces asuman un charter cooperativo para
aprovechar las ventajas otorgadas a éstas. Desde este punto de vista
representan los actores que se aproximan en mayor medida a la
definición del capitalista strictu sensu, es decir, entes o individuos
que no solamente poseen los medios de producción y/o capital
dinero, “sino que también son capaces de organizar eficientemente la
producción en el torbellino competitivo de la producción capitalista”4.
Ambos tipos y estrategias aparecen estrechamente asociados con la
expansión y posterior hegemonía de los cultivos industriales, proceso
del que fue motor principal la yerba mate.
Si bien gran parte de las caracterizaciones y afirmaciones
contenidas en este trabajo admiten su generalización, con los debidos
caveats, para toda la provincia, la discusión está centrada sobre el
área de Apóstoles, en el sudeste de Misiones. Por ser ésta la zona de
colonización efectiva más antigua y al mismo tiempo una de las más
afectadas por la crisis yerbatera, se hace posible observar con perfiles
más nítidos las características diferenciales y las contradicciones
existentes entre los tipos agrarios arriba mencionados. Esta
concentración posibilita asimismo la introducción operativa de

3
HERBERT WILHELMY: “L’Agriculture dans le pays du Rio de la Plata: Structure
sociale et formes d’explotation”, en Cahiers des Ameriques Latines, No I, 1968 (pág.
173).
4
OSCAR BRAUN: “La renta absoluta y el uso ineficiente de la tierra en la
Argentina”, en Desarrollo Económico, vol. 14 No 54 Bs. As., 1974 (pág. 401).

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variables étnicas tal como éstas funcionan en el terreno, y comparar


las estrategias agrícolas de colonos de origen polaco y ucranio
pertenecientes a una misma colonia. Si bien el análisis detallado de
dichas estrategias y del problema de su “racionalidad” excede los
limites de este trabajo5, el material aquí presentado apunta a
subrayar la imposibilidad de discutir formas organizativas y
estrategias agrarias sin tener en cuenta la definición cultural de las
mismas. Tal enfoque se hace necesario en la medida en que la
cultura condiciona la percepción de la estructura de oportunidades y
la evaluación de los costos de oportunidad involucrados en la toma de
decisiones de producción6.

Procesos de acumulación y tipos sociales agrarios

A pesar de no existir un consenso definido sobre qué se quiere


significar al hablar de explotación agrícola familiar o doméstica, el
concepto más afín es el de family farm empleado por los autores
anglosajones. Por tal se entiende fundamentalmente la empresa
agrícola orientada comercialmente y en la que el grupo doméstico del
productor constituye la principal fuente de mano de obra7. Esta
última característica es la que la aproxima a la producción campesina
clásica, definida según Galeski por “la fusión o (más exactamente) la
identificación de la empresa (por ejemplo el establecimiento
productor de mercancías) con la economía doméstica del grupo
familiar”.8 La orientación esencialmente mercantil de la EAF permite
trazar con cierta precisión una primera distinción entre ésta y la
forma campesina más arcaica, tal como esta última es definida por
Eric Wolf9. Empero, el problema se torna mucho más difícil cuando

5
Para un examen más detenido de dichos problemas ver L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.
6
Cf. JOHN W. BENNETT: Northern Plainsmen: Adaptive Strategy and Agrarian Life,
Aldine, Chicago 1971 (pág. 15); también DAVID BARKIN y J. W. BENNETT: Kibbutz
and Colony: Collective Economies and the Outside World, en Comparative Studies
in Society and History, vol. 14, No 4, 1972 (pág. 458, n. 3).
7
Cf. DAVID G. SYMES: “Farm Household and Farm Performance: A Study of Twen-
tieth Century Changes in Ballyferriter, Southwest Ireland”, en Ethnology, vol. 11, No
1, 1972 (pág. 25).
8
BOGUSLAW GALESKY: Basic Concepts of Rural Sociology (trad. del original
polaco), Manchester University Press, Manchester, 1972 (pág. 10-11).
9
ERIC R. WOLF: Peasants. Prentice-Hall Inc., Englewood Cliffs. 1986. Este autor
caracteriza a la explotación campesina típica por la utilización de una tecnología
relativamente primitiva y por ser operada por un productor propietario (o con

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nos aproximamos a lo que Erasmus llama “límites superiores del


campesinado”10. Entre los tipos polares, esto es, el farmer que se
comporta como un empresario agrícola en el manejo de su
explotación, adquiriendo los factores de producción en el mercado y
buscando su combinación óptima con el objetivo central de obtener
ganancias, y el “campesino” (peasant), quien según la apropiada
expresión de Wolf “administra un grupo doméstico y no una
empresa”,11 se dan toda una serie de casos intermedios que
complican las definiciones y las taxonomías.
Para el caso de la Argentina, es nuestra opinión que, con muy
contadas excepciones,12 la gran mayoría de las explotaciones
familiares no pueden ser calificadas como campesinas en el sentido
wolfiano de este término, y que convendría evitar en lo posible la
utilización del mismo en la forma laxa con que se lo hace
comúnmente. Asimismo, es posible afirmar que el tipo ideal del
farmer capitalista es una rara avis en el agro argentino. Si bien no
abundan los estudios empíricos realizados dentro de esta óptica13 los
datos disponibles tienden a confirmar que la gran mayoría de los
chacareros y colonos argentinos no pueden ser encuadrados por esta
dicotomía, una comprobación que reviste particular importancia para
comprender su inserción y viabilidad dentro del sistema agro-
económico nacional.
¿En dónde ubicar entonces a los productores, sean propietarios o
arrendatarios, que producen fundamentalmente para el mercado,
pero que sin embargo participan de esa confusión entre economía
doméstica y economía de empresa (razón de muchas de las
peculiaridades de su comportamiento económico)? Calificar al núcleo

derechos semejantes) poseedor de una cultura distintiva, y cuyo excedente


económico es expropiado por una clase supraordinada.
10
CHARLES J. ERASMUS: “Upper Limits of Peasantry and Agrarian Reform: Bolivia,
Venezuela, and Mexico Compared”, en Ethnology, vol. 6. No 4, 1957.
11
E. R. WOLF, ob. cit., pág. 2.
12
Dichas excepciones estarían dadas por los campesinos comuneros de La Rioja y
por algunos bolsones de campesinado aborigen, principalmente en el noroeste del
país.
[Cf. FRANCISCO J. DELICH: “Estructura agraria y tipos de organización y acción
campesina”, en Argentina conflictiva, comp. de J. F. Marsal, Paidós, Bs. As. 1972].
13
Cf. por ejemplo, EDUARDO P. ARCHETTI y KRISTIANNE STOLEN: Ni campesinos
ni capitalistas: Los colonos del norte de Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral.
Santa Fe 1974 (mimeografiado); también HEBE VESSURI: Colonización y

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central de los chacareros y colonos argentinos como “poscampesinos”


no es suficiente, ya que es importante discriminar de qué tipo de
poscampesinos se trata. Una de las maneras de desbrozar el camino
a este respecto es partir del supuesto de que las diferencias
culturales y de cosmovisión que separan a los campesinos
propiamente dicho de los poscampesinos, se anotan sobre un eje
fundamental representado por la organización de la vida económica.14
Una economía campesina es por antonomasia aquella en que el
insumo de mano de obra se origina primordialmente en la familia o
grupo doméstico del productor, y en la que, a pesar de la posible
presencia de transacciones mercantiles, no existe excedente
económico a la finalización del ciclo de producción o éste es muy
reducido. Se trata básicamente de un régimen de producción
mercantil simple, en el que el productor se “reproduce” a sí mismo y
a su familia en ausencia de mecanismos que posibiliten la
acumulación, es decir, la formación de capital. A este respecto,
Bennett apunta que si el concepto de campesino posee algún refe-
rente concreto, éste se encuentra entre aquellos productores
agrícolas que por muy largos períodos históricos han tenido que hacer
frente a condiciones de “extrema escasez de capital, [e] inhibición de
sus oportunidades debido a las prácticas explotativas del estado y de
los terratenientes, dentro de economías nacionales pobremente
desarrolladas”15. Aun cuando estas economías campesinas puedan
encontrarse monetarizadas en mayor o menor grado, por lo general
el dinero interviene en ellas tan sólo como un eslabón en una cadena
de intercambios en que una clase de mercancía es cambiada por
otras clases vía dinero (por ejemplo, M - D - M), con el propósito de
satisfacer deseos y necesidades culturales definidas.
Colonos y farmers, en cambio, tienden a operar dentro de sistemas
orientados hacia la búsqueda de una tasa de ganancia por sobre el
capital invertido, objetivo que determina o condiciona el manejo de la
empresa agrícola16. En el límite superior del continuum sobre el que
se sitúan estos tipos encontramos al rational farmer, del que hablan,

diversificación agrícola en Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán. 1973


(mimeografiado).
14
Cf. TEODOR SHANIN: “Peasantry: Delineation of a Sociological Concept and a
Field of Study’’, en European Journal of Sociology, vol. 12, 1971.
15
J. W. BENNETT, ob. cit., pág. 317.
16
Una distinción ya señalada por KARL KAUTSBY en La cuestión agraria [París, Rue-
do Ibérico 1970 original alemán 1899].

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entre otros, Vidich y Bensman17. Éste calcula cuidadosamente los


costos de los factores de producción -incluidos los de capital y mano
de obra-, los relaciona sistemáticamente con los precios prospectivos,
y distribuye los insumos de la explotación de manera tal de
maximizar los rendimientos. El colono o chacarero argentino, a su
vez, comparte con el campesinado la marcada preferencia por la
utilización de fuerza de trabajo familiar o doméstica, y su no
consideración dentro de los costos de producción. Empero, factores
tales como a) la necesidad de recurrir en mayor o menor medida al
empleo adicional de mano de obra asalariada, b) la naturaleza y
destino de su producción, y c) el acceso, aunque sea limitado, al
crédito y otros mecanismos capaces de incrementar su capital
operativo, subrayan la naturaleza poscampesina de su forma de
producción.
En las economías colonas existe por lo menos el potencial para la
generación de un excedente posible de ser reinvertido con fines
productivos18. En otras palabras, el ciclo productivo se aproxima al
modelo de reproducción ampliada. A pesar de ello, la explotación
colona típica no se orienta hacia la obtención de una tasa de ganancia
por sobre el excedente regular y la renta económica como sería el
caso en una empresa enteramente capitalista19. Esto no significa de
ninguna manera que el colono sea incapaz de conducta especulativa,
sino que los criterios que utiliza para evaluar el funcionamiento de su
explotación y su rentabilidad difieren a menudo de los utilizados en el
análisis económico ortodoxo. Es justamente sobre estas diferencias
entre la motivación económica del campesino vis-a-vis la del
empresario agrícola que Chayanov20 fundamenta su teoría de la
unidad de explotación campesina como un modo de producción

17
ARTHUR T, VIDICH y JOSEPH BENSMAN: Small Town in Mass Society, Princeton
University Press, Princeton, 1968 (pág. 55).
18
Que este potencial es efectivo y no puramente teórico lo demuestran las carreras
de muchos colonos enriquecidos, así como la aceleración del proceso capitalista
desde el grupo colono que ocurre cuando coyunturas favorables posibilitan el
pasaje del “umbral” de acumulación. Cf. EDUARDO P. ARCHETTI: Viabilidad
estructural y participación gremial en explotaciones familiares: Explotaciones
agrícolas y tamberas de Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1974
(mimeografiado).
19
Cf. K. KAUTSKY. ob. cit.; también MICHAEL CHISHOLM: Rural Settlement and
Land Use, Hutchinson Unieversity Library, Londres, 1962 (pág. 25 ss.).
20
ALEXANDER V. CHAYANOV: La organización de la unidad económica campesina,
Nueva Visión, Bs. As., 1974 (orig. ruso 1925).

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específico. La persistencia de esta orientación general en gran parte


de los colonos y chacareros argentinos justifica la expresión utilizada
por Archetti y Stölen con referencia a los colonos del norte
santafecino: “ni campesinos ni capitalistas”21.
El carácter intermedio de estos productores es enfatizado por Hebe
Vessuri, quien propone reservar para ellos el término “colonos”, y los
subsume como tipo transicional dentro de un proceso de cambios
estructurales regido por las leyes que gobiernan el funcionamiento
del sistema económico capitalista global22. Tal esquema dinámico
implica un doble proceso de diferenciación interna -aunque originado
en fuerzas externas al sistema local-, que lleva por una parte a la
formación de una capa de empresarios agrícolas capitalistas y por
otra a una de ex colonos proletarizados. Sin embargo, y aun
aceptando la validez de este modelo como individuo de una tendencia
general, es indudable que los parámetros globales admiten la
existencia de situaciones “especiales” (no por ello infrecuentes) que
inciden directamente sobre la viabilidad o no de la EAF como forma
productiva. He allí que resulte peligroso partir de un modelo lineal
para el análisis de los casos empíricos, a riesgo de simplemente
reificar un modelo que requiere demasiados condicionantes para ser
aplicado al nivel de desagregación con que se opera en los estudios
localizados.
Un modelo más explícitamente taxonómico es sugerido por
Archetti, al proponer como criterios clasificatorios: a) el origen
fundamental de la mano de obra empleada en la explotación, y b) la
posibilidad de acumulación de capital23. Empero, la utilización
exclusiva de dichos criterios no permite diferenciar prima facie la
economía campesina clásica de los límites inferiores de las economías
colonas, ya que ambas descansan primordialmente sobre la utiliza-
ción intensiva de la mano de obra familiar. En otras palabras, ¿por
qué el campesino clásico no acumula mientras que aún el colono
“atrasado” se ubica en una línea de potencial acumulación? Una
solución a este interrogante, satisfactoria al menos a nivel de modelo,
consiste en introducir un tercer criterio: el de ecotipo productivo
formulado por Wolf24. Este autor define ecotipo como el sistema de
transferencia de energía entre el hombre y su medio ambiente;
21
E. P. ARCHETTI y K. STÖLEN, ob. cit.
22
Cf. H. VESSURI, ob. cit., pág. 127 y passim.
23
E. P. ARCHETTI: “Presentación”, en A. V. CHAYANOV, ob: cit., pags. 7-71.
24
E. R. WOLF y, ob. cit., pág. 19 y ss.

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sistema que a su vez se compone de: a) un conjunto de


transferencias de alimentos, y b) un conjunto de técnicas y
procedimientos para captar energía de fuentes inorgánicas y
aplicarlas al proceso productivo. Wolf distingue dos tipos principales
de ecotipos campesinos: el paleotécnico, caracterizado
fundamentalmente por una dependencia casi exclusiva en la energía
de origen humano y animal, y el neotécnico, que resulta de la
revolución industrial y de la aplicación del maquinismo al proceso
productivo agrario y una serie de técnicas concomitantes. Desde esta
perspectiva, entonces, la inscripción de las economías colonas dentro
de un ecotipo neotécnico es lo que establece el umbral de separación
entre éstas y las campesinas propiamente dichas.
La combinación de los criterios mencionados (ver cuadro 1) nos
permite distinguir cuatro tipos sociales entre los productores, en
correspondencia con las características de funcionamiento de las
explotaciones:
1) Productores que utilizan exclusivamente fuerza de trabajo
familiar y que no acumulan capital. El ecotipo productivo es
paleotécnico y se corresponde con la explotación campesina clásica.
2) Productores que si bien utilizan casi exclusivamente mano de
obra familiar, están en condiciones de acumular capital en cierta
medida en razón de una mayor eficiencia productiva. Tanto este tipo
de productores (colono 1) como los dos siguientes se inscriben dentro
de ecotipos neotécnicos.
3) Productores que emplean en forma combinada mano de obra
familiar y asalariada, con variada potencialidad de acumulación de
capital. Este tipo es el que más se aproxima al modelo del farmer,
aunque el tipo precedente también cae dentro de los límites inferiores
de dicha categoría descriptiva.
4) El empresario agrícola que utiliza exclusivamente mano de obra
asalariada sin participar directamente en el proceso productivo,
acumulando capital a través de la maximización de la tasa de
ganancia.
La gran mayoría de las EAF misioneras se ajustan a los tipos
agrarios que hemos denominado colono I y II, mientras que
plantadores y la agroindustria representan al tipo empresario agrícola
capitalista. Empero, su mera ubicación tipológica no nos dice gran
cosa sobre la viabilidad de la EAF dentro del peculiar contexto agrario
provincial. Para ello es necesario examinar con mayor detenimiento
tres aspectos centrales a dicho problema: a) las características del

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proceso a través del cual se conformó la estructura agraria provincial


y las notas más destacadas de su configuración contemporánea, b)
las características de la EAF como forma organizativa y su inserción
dentro del sistema económico provincial, y c) la variación introducida
por variables culturales tanto en la forma como en la “eficiencia” de la
EAF para la acumulación de capital.

II. COLONIZACIÓN AGRÍCOLA Y CICLOS PRODUCTIVOS

El fenómeno colonizador con el que está asociada la EAF se inició


en la última década del siglo diecinueve, en consonancia con la
expansión de la frontera agrícola argentina motorizada por los
cultivos industriales, y que contribuyó en forma decisiva a poblar los
entonces territorios nacionales25. Al tiempo de producirse el impacto

25
Cf. ROBERTO CORTÉS CONDE: “Algunos rasgos de la expansión territorial en
Argentina en la segunda mitad del siglo xx”, en Desarrollo Económico, Vol. 8, No
29, Bs. As., 1968; también, del mismo autor: “Patrones de asentamiento y
explotación agropecuaria en los nuevos territorios argentinos: 1890-1910”, en

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inmigratorio Misiones constituía un área marginal del país, cuya


escasa población se hallaba laxamente ligada al núcleo poblacional y
cultural argentino. La mayoría de sus habitantes era de origen
paraguayo y brasileño, a los que se sumaban algunos grupos de
agricultores y ganaderos correntinos. La llegada de considerables
contingentes de colonizadores procedentes de casi todas las regiones
de Europa -polacos, ucranios, alemanes, suizos, franceses, ingleses,
suecos, noruegos, italianos, españoles, etcétera-26 alteró
radicalmente la situación descripta.
Como resultado de dicho proceso surgió una configuración étnica
sumamente heterogénea, la que evolucionó en ausencia de una
población de “argentinos antiguos” lo suficientemente numerosa y
organizada como para proveer una matriz cultural para la asimilación
de los recién llegados. De hecho, la presencia nacional estaba
confinada a la capital del territorio, Posadas, y a algunas otras pocas
localidades incluidas en la débil red administrativa y educacional. A
pesar de estas condiciones propicias para la formación de enclaves
étnicos cerrados, diversos factores incidieron para que la situación no
se definiese en dirección de una fragmentación sociocultural. Entre
dichos factores jugó un papel de particular importancia el hecho de
que la misma heterogeneidad de los colonos los obligase a recurrir al
castellano como lengua franca para la comunicación, tanto de los
inmigrantes entre sí como de éstos con la población local. Es
indudable que esta temprana aculturación lingüística favoreció la
emergencia de una cultura “colona” genérica, cuya argentinización
fue posteriormente acelerada por la educación común, el servicio
militar obligatorio, los matrimonios interétnicos y la influencia de los
medios de comunicación de masas27.
El éxito obtenido en la colonización de esta parte relativamente
marginal del territorio argentino fue debido, entre otros factores, a 1)
una política de tierras que posibilitaba el acceso a la propiedad con
poco capital inicial, 2) baja o nula imposición, y 3) el así llamado “oro
verde”, la yerba mate. Este cultivo cumplió en Misiones un rol
semejante al del algodón en el Chaco y al de los cereales en Santa Fe
y el sur de Córdoba: el de cultivo poblador. A pesar de que con

Tierras Nuevas: Expansión territorial u ocupación del suelo en América (Siglos


XVI-XIX), comp. por A. jara, El Colegio de México, México 1969.
26
A partir de 1950 se han incorporado colonias agrícolas japonesas.
27
Cf. CARL C. TAYLOR: Rural Life in Argentina, Louisiana State University Press,
Baton Rouge, 1948 (pág. 287) ; tb. M. Micolis ob. cit.

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posterioridad fueron incorporados otros cultivos de importancia -tales


como el tung, el té y, más recientemente, la soja- la producción
yerbatera sigue constituyendo el eje central de la economía
provincial, produciéndose el 80% de la yerba mate consumida en el
país. El valor conjunto de la yerba mate y de los otros cultivos
industriales representó en 1973 cerca del 97% del valor de la
producción agrícola total28. Este predominio casi absoluto de los
cultivos industriales se da dentro de un contexto productivo en el que
la EAF ocupa un lugar sobresaliente. Del total de 29.602
explotaciones registradas por el Censo Nacional Agropecuario de
1969, el promedio de extensión de las unidades era de 25 hectáreas.
Si bien existen en la actualidad más de un millón y medio de
hectáreas en manos de tan sólo 300 propietarios29, el índice de
concentración de la propiedad era en 1969 de 59,7%, valor que se
compara favorablemente con el promedio nacional de 67,3%30.
El patrón de asentamiento varía de acuerdo con la ubicación y
origen de las colonias agrícolas. En el sur y a lo largo de las serranías
centrales el proceso colonizador se realizó sobre tierras fiscales y bajo
patrocinio oficial, aunque en varios casos la acción oficial convalidó a
posteriori el establecimiento espontáneo de colonos en tierras
públicas. El típico patrón hispanoamericano en damero predomina en
los asentamientos de esta zona. A lo largo del valle fluvial del Alto
Paraná y, en general, en el norte de la provincia, la colonización
agrícola fue organizada por compañías privadas. En parte debido a las
características ecológicas del área y en parte debido al origen
nacional y herencia cultural de los colonos, los asentamientos lineales
tipo Waldhufendorf31 son comunes en la zona, dando origen a pueblos
y ciudades lineales como Eldorado. La distribución étnica de los
colonos reconoce un patrón general según el cual los de ascendencia
germana predominan en el Alto Paraná, mientras que los eslavos
-principalmente polacos y ucranios- lo hacen en el sur, región que fue
28
BANCO GANADERO ARGENTINO: La producción rural argentina en 1973, Bs. As.,
1974 (cuadros 19 y 20). En 1967 la yerba mate aportaba más del 42% del PBI
provincial, seguida por el tung con un 15,3% y por el té con un 15,1%. Cf. BRUNO
C. RADDAVERO: “La estructura económica de Misiones’’, en Aportes (revista
mensual), Vol. 2, No 5, Posadas, 1969 (pág. 17).
29
El Territorio (diario de Posadas), edición del B-IX-1974 (pág. 7).
30
Datos comparativos de las provincias argentinas, Fundación Bariloche, S. C. de
Bariloche, 1970 (Vol. 1, pág. 132). La fuente citada da un valor Gini de 0,65 para
Misiones y de 0,78 como promedio nacional para esa fecha.
31
Cf. R. EIDT, ob. cit.

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cabecera de playa para la inmigración de ese origen. Las sierras


centrales se caracterizan en cambio por la heterogeneidad de su
población colona y por constituir el foco de concentración de
escandinavos y suizos32.
La presente estructura agraria misionera es el resultado de una
serie de ciclos económicos por lo general asociados con una actividad
o cultivo específicos. Partiendo de actividades casi exclusivamente
extractivas, fue la introducción de los cultivos industriales lo que
dinamizó la economía de Misiones. B. C. Raddavero33 identifica a este
propósito los siguientes ciclos:
La explotación extractiva e intensiva de bosques y yerbales
naturales, especialmente durante el período de administración de
Misiones por Corrientes.
(I) El así llamado ciclo de la yerba mate, que incluye el cultivo e
industrialización de este producto y que, iniciándose alrededor de
1908, movilizó la economía misionera hasta fines de la década del
cuarenta.
(II) El ciclo del tung, iniciado poco antes de la Segunda
Guerra Mundial, y que a partir de la distorsión del mercado mundial
ocasionada por ésta y por el posterior aislamiento de China -su
principal productor-, se tradujo en una gran expansión de las
actividades industriales derivadas (aceite de tung, etcétera).
(III) El “boom” tealero, comenzado en 1955.
(IV) Finalmente, y desde la década del sesenta, la forestación
con coníferas se ha convertido en la actividad en más rápida
expansión.
La naturaleza perenne de los cultivos industriales sobre los que se
estructuran estos ciclos tiene por consecuencia la adición antes que el
reemplazo de cultivos. Ello reviste particular importancia ya que,
como señala Sutti Ortiz, el punto o momento en que se toma una
decisión de producción con respecto a cultivos perennes
sobredetermina las estrategias productivas futuras34. Una vez
plantado el yerbal, no sólo el hábito sino con frecuencia el alto costo
de oportunidad de las alternativas obliga al mantenimiento de una
estrategia central relegando a un sector periférico los “experimentos”

32
Cf. Grupo Consultor “Urbis”: Planeamiento de la Provincia de Misiones, Posadas,
1961 (Vol. II, pág. 32 ss.); tb. M. Micolis, ob. cit.
33
B. C. RADDAVERO. ob. cit.
34
SUTTI R. de ORTIZ: Uncertainties in Peasant Farming: A Colombian Case, The
Athlone Press, Londres, 1973 (pág. 18).

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y la diversificación. Empero, cuando, como sucede en Misiones, esas


alternativas están representadas por lo general por otros cultivos
perennes, el efecto neto es que cada decisión de producción restringe
la gama de alternativas por ciclos muy largos. De esta manera, y con
excepción de los productores con mayor disposición y/o condiciones
para asumir riesgos, el colono medio limitóse a incorporar la nueva
actividad dentro de una “batería” de producción en la que la yerba
mate ocupaba y ocupa un lugar de privilegio.
Este complejo campo de decisiones se inscribe a su vez dentro de
un sistema caracterizado por la sucesión de períodos de “boom” con
otros de estancamiento y declinación; ciclos que han seguido todos
los principales cultivos de la provincia. Así, luego de un período inicial
de alta rentabilidad para el nuevo cultivo -con los consiguientes
beneficios para sus iniciadores-, ha seguido uno de estancamiento y
declinación que en algunos casos reviste carácter de crisis. Los “años
dorados” de la yerba mate, por ejemplo, finalizaron debido a su
sobreproducción en relación a un mercado rígido y en constante
contracción, derivando en el actual sistema de cupos de cosecha y
prohibición de nuevas plantaciones. El tung y el té están a su vez
sometidos a las fluctuaciones del mercado internacional, con un
reducido mercado nacional para el primero de estos productos y uno
saturado para el segundo.
Estas características de la estructura de oportunidades del agro
misionero posibilita rápidos y sustanciales beneficios para el colono
especulador o el plantador con orientación de entrepreneur, pero
genera en última instancia muchos más “perdedores” que
“ganadores”. De hecho, la mayoría de los colonos busca
sistemáticamente el “minimax”, es decir, el punto de equilibrio entre
posibles beneficios y riesgos. Un ejemplo de esta orientación general
es la persistencia de la yerba mate como cultivo “ancla” para el
pequeño y mediano productor, ya que la naturaleza regulada de su
producción brinda cierta seguridad, elevando al mismo tiempo el
costo de oportunidad de las alternativas de producción.
Por supuesto, no son muchos los colonos que están en condiciones
de jugar al entrepreneur, aun cuando quisiesen hacerlo. Elementos
tales como la disponibilidad de factores de producción, condiciones
ecológicas, acceso y costo del crédito, etcétera, imponen límites de
hierro a su proceso de toma de decisiones. Empero, una vez
controladas esas variables resta aún un amplio campo de
determinación en el que las variables culturales desempeñan un papel

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importante. Pocas actividades se hallan tan profundamente


arraigadas en la tradición, en los conocimientos empíricos y en las
orientaciones de valor de quienes La practican como la agricultura,
señala el economista mexicano Edmundo Flores35. De allí la
importancia de la herencia cultural específica de cada grupo de
colonos en la promoción o inhibición del conjunto de conductas y
orientaciones requeridas para ser un agricultor “exitoso” en Misiones.
Así, los colonos originados en las regiones más típicamente
campesinas de Europa son los que han encontrado y encuentran
mayores dificultades para adaptarse a las condiciones del agro
misionero. En otro trabajo nos hemos ocupado de cómo ello ha
contribuido a la caracterización de polacos y ucranios como colonos
“atrasados” y de comportamiento económico “irracional”36.

III. LA EAF EN EL SUDESTE DE MISIONES: EL CASO DE


COLONIA APÓSTOLES

“(en Apóstoles)... se instauraron las primeras colonizaciones. Era


gente de otros tiempos, con otras costumbres y otras expectativas y,
así como fue cambiando el material humano, cambió también la
tierra... Entonces, si en los primeros tiempos hubo quienes podían
vivir con cierta holgura explotando 25 hectáreas, ahora ven con
alarma que eso ya no puede ser.” (ROMAN JAWORSKY, intendente de
Apóstoles.)37

El área

La cita reproducida arriba es indicativa de la situación por que


atraviesan los colonos de esta zona y del grado de conciencia que
éstos poseen acerca de los problemas que enfrentan. El
Departamento Apóstoles38, ubicado en el sudeste de Misiones, cae
totalmente dentro del área natural conocida como Campo Misionero y

35
EDMUNDO FLORES: Tratado de economía agrícola, FCE, México, 1961 (pág. 28).
36
L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.
37
El Territorio (Posadas), edición del 8-IX-1974, (pág. 7).
38
El departamento ocupa un área de 1.094 Km.2 En 1970 la población era de
18.375 habitantes, un 36% de los cuales eran clasificados como urbanos.
(Estadística Básica Dirección General de Estadística y Censos, Posadas, 1974, pág.
12).

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caracterizada por la presencia de terrenos ondulados con predominio


de praderas y relictos boscosos en elevaciones y en los valles de los
arroyos. Su cabecera administrativa es la ciudad de Apóstoles, la que
contaba en 1970 con 6.528 habitantes. Las demás localidades del
departamento -San José, Azara, Tres Capones, etcétera- no alcanzan
el umbral de los 2.000 habitantes.
Esta región fue la primera en recibir un influjo masivo de
inmigrantes agrícolas europeos. Estos fueron fundamentalmente
polacos y ucranios procedentes de Galitzia, por ese entonces una
posesión del Imperio Austro-Húngaro39. El primer asentamiento de
estos colonos tuvo lugar en la Colonia Agrícola Apóstoles, la que a
partir de 1897 recibió numerosos contingentes de inmigrantes
galitzianos40. Esta colonización se llevó a cabo aplicando en su
totalidad las previsiones contenidas en la ley de inmigración y
colonización de 1.876 (ley Avellaneda) y en la ley de 1882 que
regulaba la venta de tierras fiscales a particulares. En el caso de
Misiones, dichos instrumentos legales fueros implementados con gran
flexibilidad, con el propósito de facilitar la venida y establecimiento de
colonos europeos y contener así la influencia cultural y demográfica
de los países vecinos. Los colonos recibieron lotes que iban desde las
25 hectáreas hasta un máximo legal de 100 hectáreas, de acuerdo
con el tamaño del grupo familiar41. Las primeras familias en
establecerse recibieron sus tierras en forma gratuita. Posteriormente,
también fueron entregados lotes en forma gratuita a los colonos que
se habían destacado en la tarea de promover la venida de más
inmigrantes.
La actividad agrícola de la zona se halla estructurada
esencialmente en torno de los cultivos industriales perennes -yerba
mate, tung y té-, con un complemento de cultivos anuales entre los
que se destacan el maíz, el arroz, la mandioca y, en los últimos años,
la soja. En jurisdicción de Colonia San José se encuentran grandes
39
De allí que figuren como “austríacos” en los censos de la época. Cf. L. J. BAR-
TOLOMÉ ob. cit.
40
Si bien la Colonia San José, situada al norte de Apóstoles, había sido fundada en
1877 (RAIMUNDO FERNÁNDEZ RAMOS: Misiones a través del primer cincuentenario
de su federalización, 1881 - Diciembre 20. 1931 s.e., Posadas. 1934, pág. 54), su
poblamiento efectivo tuvo lugar con posterioridad al proceso inmigratorio iniciado
en 1897. Colonia Azara, al sur de Apóstoles, fue creada en 1900 para absorber el
excedente de inmigrantes que ya habían colmado Colonia Apóstoles. Cf. L. J.
BARTOLOMÉ, ob. cit.
41
Cf. JUAN QUEIREL: Misiones, n.d Bs As., 1897 (pág. 366).

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plantaciones de cítricos pertenecientes a la empresa Pindapoy S.A.


Ésta es asimismo una de las principales zonas ganaderas de la pro-
vincia; actividad llevada a cabo en estancias -pequeñas para los
standards nacionales- y, como explotación secundaria, en casi todas
las chacras medianas y grandes, las que por lo general mantienen un
plantel de 10 a 15 cabezas42. Núcleos de economía marginal se dan
en lugares como Colonia Fachinal, Colonia Sierras de San José,
etcétera, en donde el tabaco funciona como único cultivo comercial y
en donde las transacciones suelen asumir forma de trueque. Similar
situación de marginalidad ocupan los pescadores ribereños del
Uruguay, en el extremo sur del departamento.

Las explotaciones específicamente colonas son relativamente


pequeñas, con chacras entre las 10 y las 15 hectáreas, que
constituyen la categoría modal. Sin embargo, existen latifundios que
“encapsulan”, por así decir, a las colonias agrícolas. Ello se trasluce
en los datos del Censo Nacional Agropecuario de 1969 (ver cuadro 2),
ya que en la categoría “más de 625” hectáreas figuran tan sólo ocho
explotaciones que, en conjunto, totalizan 15.711 hectáreas. El cuadro
3 resume una serie de datos que contribuyen a caracterizar la

42
El Censo Nacional Agropecuario de 1969 arrojó las siguientes existencias para el
departamento: 24.316 vacunos, 979 ovinos y 3.154 porcinos. (Datos inéditos, en
Dirección General de Estadística y Censos, Posadas).

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estructura agrícola de la zona para la fecha del censo citado. Debe


advertirse que de las 91.131,75 hectáreas que allí figuran, sólo
15.907,67 (aproximadamente el 17,5 por ciento) se encontraban bajo
cultivo efectivo. De estas últimas, un total de 12.419,44 hectáreas
(78,1%) estaban dedicadas a cultivos industriales perennes,
principalmente yerba mate, y el remanente de 3.488,25 hectáreas a
cultivos anuales43. Este cuadro permite asimismo apreciar el peso de
la yerba mate dentro de la agricultura de la zona.

El grado de mecanización de las faenas agrícolas es bajo, aun


teniendo en cuenta los tipos de cultivos y la disponibilidad de mano
de obra. En 1971 el total de tractores de todo tipo existentes en el
departamento era de 506, lo que hace una razón de
aproximadamente 180 hectáreas por tractor si se toma como base el
total del área en explotación, y de 31 hectáreas por tractor si se toma

43
Cf. ERNESTO KUNZKE, comp.: Misiones y sus pueblos, Lumicop, Posadas, 1972
(pág. 104).

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como base el área bajo cultivo44. Esta última figura puede resultar
engañosa si no se toma en cuenta el hecho de que, como era de
esperar, los implementos mecánicos se concentran en las
explotaciones de mayor tamaño (ver cuadro 4). Por último, cabe
apuntar que la crisis yerbatera, la erosión de los suelos debido a su
mal manejo, y la subdivisión de las explotaciones hasta límites que
tornan muy difícil una reconversión rentable a cultivos más exten-
sivos, han ocasionado un drenaje poblacional muy importante,
especialmente de gente joven. Apóstoles, que durante el período
1895-1914 fue el departamento con mayor atracción de inmigrantes,
a partir de 1947 ha pasado a ocupar el primer puesto en la provincia
como área expulsora45.

La EAF en Colonia Apóstoles

Esta colonia agrícola, que fuera cabecera de playa para la


inmigración galitziana en la provincia, es típica desde el punto de
vista de las características y problemas que afectan a la zona de
colonización más antigua. Todos sus colonos son propietarios, y el
arrendamiento de tierras es extremadamente raro. Estudios
realizados en 1971 mostraron que el 85% de los productores había
recibido sus tierras mediante herencia; en un 75% las habían legado
de padres o parientes a quienes fueron adjudicadas bajo leyes de
colonización. Estas figuras son indicativas de la estabilidad que ha
caracterizado hasta tiempos muy recientes la tenencia de la tierra en
la colonia, así como de un relativamente bajo grado de incorporación
de la propiedad fundiaria al mercado comercial. Nuestros datos de
campo señalan que, con excepción de 276 hectáreas pertenecientes
al estado y de 428 hectáreas propiedad de corporaciones, el resto de
las tierras de la colonia (23.620 hectáreas, el 97,1%) es propiedad de
colonos a de particulares que explotan unidades que se ajustan al
concepto de chacra.
Datos inéditos correspondientes al Censo Nacional Agropecuario de
1969 muestran que la categoría modal de extensión está constituida
por las chacras, que se sitúan entre las 10 y las 15 hectáreas. El
cuadro 5 combina datos de dicho censo con los obtenidos del examen
44
Cf. Consultores Técnicos S. A.: Estudio sobre el nivel de vida de la población rural
de Misiones Dirección General de Estadística y Censos, Posadas 1971 (4 Vols.).
45
Cf. ALFREDO E. LATTES y ZULMA L. RECCHINI DE LATTES: Migraciones en la
Argentina. Editorial del Instituto T. Di Tella, Bs. As. 1969, (pág. 199 ss.).

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de los registros catastrales. Estos datos no son estrictamente


comparables debido a los siguientes factores: a) los datos de origen
catastral que presentamos corresponden a unidades reales de
explotación-propiedad, b) no incluyen explotaciones situadas en
Colonia Liebig ni las pertenecientes a corporaciones, y c) se dan
cuatro años de diferencia con los del censo de 1969. Empero, su
presentación conjunta obedece al deseo de ilustrar las características
generales o tendenciales de la distribución desde ambos puntos de
vista. Las unidades reales de explotación sumaban en 1973 un total
de 734 chacras. Si se tiene en cuenta que no fueron considerados los
datos de Colonia Liebig (actualmente incorporada al municipio de
Apóstoles), aparece aún más subrayada la diferencia entre la cifra
mencionada y la de 670 explotaciones que el censo de 1969 computa
para todo el municipio, sugiriendo una aceleración en el proceso de
participación de las propiedades.

Los registros catastrales arrojan un promedio de 36,6 hectáreas


por propietario, siendo la extensión promedio de las chacras de un
poco más de 32 hectáreas, y cayendo el modo en el grupo de las de
entre 10 y 25 hectáreas de extensión. Muchas chacras eran poseídas
par más de un propietario. Un caso recurrente es la asociación de
varios herederos con derechos iguales o proporcionales sobre la

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explotación en cuestión. De esta manera se dan casos en que más de


diez personas aparecen como propietarias legales de lotes de 10 o
menos hectáreas de extensión. Treinta y ocho lotes agrícolas
reconocían así un total de ochenta propietarios.
Una chacra tipo de 25 hectáreas posee por lo general entre 5 y 10
hectáreas de yerba mate, que es con mucho el cultivo que requiere
mayor insumo de mano de obra. El resto de la tierra útil se dedica a
cultivos industriales como el tung y el té, y a cultivos anuales como el
maíz, el arroz y la mandioca, en extensiones que pocas veces
sobrepasan las dos hectáreas. Muchos colonos mantienen asimismo
un número variable de vacunos por lo común no más de 10 cabezas.
Cabe apuntar que la cría de ganado fue desde los comienzos una
forma de inversión preferida par los colonos galitzianos, funcionando
como un mecanismo de ahorro y crédito46. El alto costo de la mano
de obra asalariada, así como una tendencia culturalmente reforzada a
minimizar su utilización, han tenido como consecuencia,
especialmente en estos últimos años, la limitación de las prácticas
conservacionistas y del cuidado de los cultivos al mínimo
indispensable. El resultado ha sido la erosión, el agotamiento de los
suelos, con los consiguientes efectos sobre los rendimientos y la
declinación en la calidad de los productos.
Ideológica y en gran medida empíricamente, la explotación colona
descansa en el uso intensivo de la mano de obra familiar. De allí la
importancia que adquiere el tamaño y composición del grupo
doméstico para el funcionamiento de la misma. Las figuras del Censo
Nacional de Población de 1970, combinadas con las del Censo
Nacional Agropecuario de 1969, arrojan un promedio de 6,1 personas
por explotación, Empero, las cifras censales incluyen dentro de la
población rural a los habitantes de villorrios y barrios de extramuros,
no reflejando por lo tanto la composición real del grupo doméstico
colono. A pesar de las décadas transcurridas, la proporción de 5,1
personas par explotación que da Forni47 se aproxima en mayor
medida a la realidad, y la observación sobre el terreno permite
suponer un promedio real aún inferior para la actualidad48.

46
Cf. FEDERICO VOGT: La colonización polaca en Misiones: 1897-1922, s. e., Bs.
As., 1922 también L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.
47
FLOREAL H. FORNI: Encuesta socio-rural en la provincia de Misiones, INTA,
Publicación Miscelánea No 33, Bs. As., 1965 (pág. 9).
48
Es de señalar que el Censo Nacional Agropecuario de 1969 da un promedio de
3,7 personas par explotación para todo el departamento de Apóstoles.

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Toda la información disponible concurre a señalar una significativa


y continua disminución en el tamaño del grupo doméstico colono,
factor que reviste gran importancia desde el punto de vista del
funcionamiento y eficiencia de la EAF. Si bien ésta no es
necesariamente ni mucho menos una forma ineficiente de producción
agrícola49 (al menos no per se), su performance se halla
estrechamente ligada con el tamaño y composición del grupo
doméstico, tal como lo demuestran los trabajos ya clásicos de
Chayanov50, y más recientemente, los de Symes51. El tamaño
promedio de los grupos domésticos de Colonia Apóstoles se aproxima
notablemente a los valores encontrados por Symes en el sudoeste de
Irlanda, y que según este autor marcan el umbral de transición entre
la EAF clásica y formas organizativas más ajustadas a la producción
capitalista. Esta conclusión se ve reforzada por la comprobación de
que los colonos son “viejos” como grupo. Los resultados de una
encuesta llevada a cabo en 1971 muestran que más del 62% de éstos
sobrepasan los cincuenta años, mientras que aquellos cuyas edades
caían dentro del productivo período que va de los 30 a los 39 años
constituían tan solo un 14% del total52. La existencia de chacras
abandonadas y la evidente subexplotación de otras no hacen más que
confirmar esos datos.
El grupo doméstico numeroso y la extensa red familística que
caracterizaban a la organización social del campesinado galitziano53,
se vieron erosionados y debilitados en el transcurso del proceso de
adaptación de los inmigrantes a un medio ambiente natural y social
muy diferente al de su lugar de origen54. Empero, es a partir de la
crisis yerbatera que la descomposición del grupo familiar adquiere
momento. La familia colona se aproxima en la actualidad a lo que
suele denominarse stem family; un tipo familiar en el que, “mientras
muchos de los miembros jóvenes de la familia emigran en busca de
empleo en los centros industriales o en otras actividades, el

49
Cf. DOREEN WARRINER: Economics of Peasant Farming, Frank Cass & Co., Lon-
dres, 1964, pág. 2 (Ira. edición 1939).
50
A. V. CHAYANOV. ob. cit.
51
D. G. SYMES, ob. cit.
52
Consultores Técnicos S. A., ob. cit., Vol. I, pág. 270.
53
Cf. WILLIAM I. THOMAS y FLORIAN ZNANIECKI: The Polish Peasant in Europe
and America 2 vols, Dover, N. York, 1958, pág. 87 passim (Ira. edición 1918-20).
54
Cf. L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.

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remanente o ‘tronco’ (stem) permanece en la propiedad familiar...”55


Así, la encuesta ya mencionada y que fue llevada a cabo en 1971
muestra que más del 55% de los colonos tenía uno o más miembros
de su familia emigrados recientemente. Las historias de vida
recogidas durante el trabajo de campo en la colonia indican que este
proceso de emigración abarca ambos sexos. El destino más frecuente
de los hombres jóvenes es el cinturón industrial del Gran Buenos
Aires, y se trata par lo general de una emigración sin retorno. Las
mujeres jóvenes también emigran a Buenos Aires para emplearse
como obreras o domésticas, pero es frecuente que si al cabo de un
tiempo no se han casado, retornen a la chacra paterna para cuidar a
sus padres y buscar a un marido local.
Una de las razones que dan los jóvenes para justificar el abandono
del hogar paterno o su intención de hacerlo en el futuro, es el
resentimiento contra lo que consideran comportamiento tiránico de
sus padres. Esto no es extraño, dadas las características que revisten
las relaciones de autoridad dentro de la familia colona típica. Tales
relaciones se basan sobre el principio de la absoluta autoridad
paterna y su derecho a controlar todos los aspectos de las vidas de
los hijos. Los varones se ven obligados desde edad muy temprana a
trabajar en el campo a la par de sus padres y eventuales hermanos
mayores, realizando tareas que con frecuencia exceden su capacidad.
Un buen hijo es aquel que trabaja muy duro la chacra y que obedece
todas las órdenes paternas56. El resultado de estas actitudes es una
notable fractura intergeneracional57, que realza el atractivo de la
emigración como alternativa positiva, especialmente para los jóvenes
más expuestos a las influencias urbanas y con pocas posibilidades
inmediatas de acceder a la propiedad de la tierra por herencia.
El hecho de que la ideología de la EAF enfatice el trabajo familiar
como el único insumo de mano de obra “legítimo”, hace que se
recurra a la mano de obra asalariada en forma reluctante y tan sólo
como “un mal necesario”. A pesar del tiempo transcurrido, los

55
R. T. SMITH: “Family, I: Comparative Structure”, en International Encyclop æ of
the Social Sciences, vol. 5, 1963 (pág. 310).
56
Muchos de los colonos ven con malos ojos la escolaridad obligatoria, que los
fuerza a mandar a los chicos a la escuela en detrimento de su posible contribución
en las tareas agrícolas. Son pocos los colonos que piensan que la educación es algo
necesario para un agricultor eficiente.
57
Fenómeno que también se da en mayor o menor medida en otras zonas
“colonas” del país (Cf. E. P. ARCHETI y K. STÕLEN, ob. cit.).

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resultados de la encuesta realizada por Forni en 1952 son muy


ilustrativos al respecto58. En ella se encontró que entre las personas
que habían residido en las explotaciones durante la semana que
precedió a la encuesta, el 71,3% eran colonos propietarios y sus
familiares, el 21,5 trabajadores transitorios, y solamente el 7,2%
asalariados permanentes. Estas figuras se tornan aún más elocuentes
si se toma en cuenta que la demanda de mano de obra asalariada es
marcadamente estacional, lo que supone una gran fluctuación en el
número de trabajadores transitorios. Por otra parte, son las
explotaciones de corporaciones o de plantadores las que absorben el
mayor porcentaje de asalariados, tanto transitorios como
permanentes. El colono que por alguna razón no reside en la
explotación, se limita a emplear a un cuidador o encargado. El
empleo de personal asalariado en forma más o menos estable se
relaciona asimismo con el estadio de desarrollo de la familia rural. Las
familias que se encuentran en los primeros tramos de lo que Fortes
denomina “fase de expansión”59, y que carecen de parientes
dispuestos o en condiciones de prestar ayuda en las tareas agrícolas,
se ven con frecuencia obligadas -siempre que su situación económica
se los permita- a emplear por lo menos un peón. Idéntica situación se
les presenta a otras familias que, a pesar de estar más avanzadas en
su ciclo de desarrollo, incluyen sólo hijas solteras y ningún varón.
A pesar de la orientación de los colonos hacia el uso intensivo y de
ser posible exclusivo del trabajo doméstico, la naturaleza de la
explotación yerbatera obliga al uso de mano de obra asalariada. La
cosecha o zafra yerbatera moviliza a gran número de trabajadores
migrantes a lo largo de un circuito que abarca toda la provincia.
Aunque en algunos casos se realiza una poda formativa de los
yerbales en junio, la zafra comienza en agosto y se extiende hasta las
primeras semanas de setiembre. Los trabajadores migrantes llegan a
veces con un mes de anticipación para trabajar en las tareas
preparatorias. El procedimiento más común entre los productores
pequeños y medianos es contratar directamente con un secadero el
envío de una o más “cuadrillas” (de 12 a 13 personas) de cosecheros

58
F. H. FORNI. ob. cit., pág. 16.
59
MEYER FORTES: “Introduction”, en The Developmental Cycle in Domestic Groups,
comp. por J. Godoy, Cambridge University Press, Cambridge, 1971, pág. 4 (Ira. ed.
1958). La fase de expansión se extiende desde que tiene lugar el matrimonio hasta
que se completa la familia de procreación, límite que depende de la duración del
período fértil de la mujer.

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(“tareferos”), de acuerdo con su cuota de cosecha. Los salarios co-


rrespondientes son abonados por el secadero y sumados al costo de
secado que se carga al colono. Una de las quejas más frecuentes
entre los productores es precisamente el alto costo de la mano de
obra asalariada y su imposibilidad de hacer frente a esos gastos60.

Cultura y agricultura. Procesos de acumulación y orientaciones


generales de los colonos

La hipótesis de que la naturaleza de la cultura establece los


parámetros y límites para los tipos de cambios que pueden ser
realizados en ella, ha sido puesta a prueba y validada en numerosos
estudios61. Las orientaciones generales de los colonos galitzianos de
Apóstoles, ancladas en una tradición campesina poco o nada influida
por las relaciones capitalistas de producción, incidieron notablemente
sobre su comportamiento dentro de la estructura de oportunidades de
la economía agraria misionera, y por ende sobre sus posibilidades de
acumulación o formación de capital.
Es posible distinguir tres puntos o momentos claves a este
respecto: 1) la primera etapa del “boom” yerbatero, que va desde
1910/15 hasta aproximadamente 1929/31, y que culmina con la
primera crisis de sobreproducción62; 2) el período de favorable
relación precios /costos que, ya dentro del sistema de producción
regulada, se da entre 1935 y 1944; y 3) la autorización de nuevas
plantaciones en 1953. El primer período fue el de la gran expansión
de la yerba mate, cuando este cultivo adquirió el apelativo de “oro
verde”. El segundo período o momento conjugó precios
compensatorios con costos de producción relativamente bajos. Para
1944 el costo de producir un kilogramo de yerba mate se había
elevado en tan sólo 0,150 pesos con relación al costo de 1935. Entre
1945 y 1954, en cambio, el incremento fue ya de 1,891 pesos;
aumento en el que incidieron la legislación laboral introducida por el
gobierno peronista y el incipiente proceso inflacionario que afectaba a

60
En 1972 el salario medio de un cosechero o peón agrícola era de 21,78 pesos ley
(E. KUNZKE, comp.; Misiones y sus pueblos, II, Lumicop, Posadas. 1974, pág.
254). Para la zafra de 1973 se pagó $1,19 (corte y quiebra) por cada 10 kg
cosechados en yerbales normales (El Territorio, 13-X-1973. pág. 5).
61
Cf. HORACE MINER: Culture and Agriculture: An Anthropological Study of a Corn
Belt County, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1949 (pág. 3).
62
Cf. F. H. FORNI, ob. cit., pág. 113 ss.

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la economía nacional. Ambos factores se hicieron rampantes durante


el período 1955-1963, durante el cual el costo de producción por
kilogramo se elevó a 16,939 pesos63. A partir de entonces los costos
de producción no han cesado de incrementarse ni la inflación de
devorar los posibles beneficios. Por último, el tercer momento crítico,
el de la autorización de nuevas plantaciones, obedeció a la avanzada
edad de los yerbales existentes.
Los colonos apostoleños se sumaron masivamente, aunque algo
tardíamente, al “boom” yerbatero, abandonando casi por completo la
estrategia granjera que caracterizó su inserción en Misiones y que
estaba en concordancia con sus tradiciones productivas64. Es así que
la yerba mate llega a constituirse casi en un monocultivo, y que
Apóstoles clama para sí el título de “Capital de la Yerba Mate”.
Empero, sólo un puñado de colonos aprovechó al máximo las
posibilidades de acumulación de este período. Una de las razones de
este “fracaso” colectivo radica en que la mayoría de los colonos
reguló la extensión de sus plantaciones yerbateras en consideración a
la maximización de la utilización de mano de obra familiar65. Similar
situación se planteó durante el segundo de los períodos indicados,
tanto en lo que hace a la yerba mate como a los cultivos alternativos
que aparecían como rentables. Cuando en 1953 fueron autorizadas
nuevas plantaciones, la descapitalización de los colonos era ya
considerable. La mayoría de las nuevas plantaciones efectuadas lo
fueron por plantadores y corporaciones, antes que por los pequeños y
medianos colonos.
Si bien existen varios determinantes estructurales que concurren a
explicar este “fracaso” de la mayoría en acumular cuando la
estructura de oportunidades era favorable, interesa subrayar aquí el
rol desempeñado por factores que se derivan de la herencia cultural
de los colonos apostoleños y de las características de la EAF como
forma de producción. Entre esos factores pueden ser mencionados los
siguientes:

63
Reseña estadística: yerba mate, Dirección General de Estadística y Censos, Posa-
das, 1966, mimeografiado (pág. 3).
64
Cf. L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.
65
Los técnicos agrícolas concuerdan en que los “ganadores” fueron los que apro-
vecharon este período para plantar el máximo posible de yerba mate
(Comunicación personal del Ing. Guanes, del INTA).

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1) La persistencia y tenacidad de la concepción campesina de la


tarea agrícola como una responsabilidad primordial del grupo
doméstico.
2) La persistencia asimismo de ciertos tradicionales mecanismos
campesinos dirigidos a regular la producción en términos de una
economía doméstica antes que estrictamente mercantil.
3) El temor y rechazo al endeudamiento, percibido como un riesgo
para la tenencia de la tierra, con la consiguiente subutilización del
crédito productivo.
4) La influencia de la estructura familiar autoritaria y de la alta
receptividad a la presión de la opinión pública comunitaria, en la
inhibición de la capacidad de tomar decisiones independientes o
innovativas.
La orientación general hacia el empleo de mano de obra asalariada
fue y es de particular importancia a este respecto. La yerba mate es
un cultivo que requiere un alto insumo de mano de obra y, como es
regla en cultivos de este tipo, es tanto más rentable cuanto más
barato es el factor trabajo. La mano de obra doméstica es sin duda la
más barata desde el punto de vista del productor que no considera su
trabajo y el de sus familiares como un costo de producción. Empero,
a diferencia del trabajo asalariado, el trabajo doméstico no genera
plusvalía. De esta manera, aunque a los ojos del colono el empleo de
trabajo asalariado aparezca como incrementando “innecesariamente”
sus costos de producción, lo que sucede es que un factor
anteriormente “invisible” se torna visible en el salario. Pero la
diferencia entre el trabajo doméstico y el asalariado no termina allí.
Lo que el colono, al actuar de esta manera, no advierte es que el
aumento de producción resultante del empleo de mano de obra
asalariada -en especial durante el período en que ésta fue barata-
más que compensa por el desembolso visible en forma de salarios.
Por otra parte, el colono que recurre en forma intensiva al empleo de
mano de obra asalariada no sólo se beneficia con un incremento en
su producto bruto, sino también con la plusvalía generada por los
trabajadores. La persistencia de la concepción campesina del trabajo
agrícola como algo esencialmente familiar condujo a que la mayoría
de los colonos apostoleños minimizasen en lo posible la recurrencia al
trabajo asalariado, reduciendo así su capacidad de formación de
capital durante los períodos más favorables para ello.
Otra de las características de la producción campesina clásica que
persistió entre los colonos fue la regulación de la producción por

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mecanismos no capitalistas. Una vez que la producción alcanza


ciertos niveles determinados por standard culturales de consumo a
inversión, la expansión de la empresa agrícola es contenida y los
esfuerzos dirigidos en otras direcciones.66 En el caso de los
productores apostoleños, estos cesaron de invertir capital y trabajo
en sus chacras una vez que el output fue considerado satisfactorio
desde el punto de vista de sus aspiraciones y necesidades
domésticas, incrementándose por consiguiente la “penosidad” de los
esfuerzos necesarios para obtener cada unidad marginal de beneficios
por sobre ese umbral. Las inversiones productivas fueron muy
reducidas, y la mayor parte de los ingresos obtenidos durante la
“bonanza” yerbatera derivados hacia mejoras en el nivel de vida,
compra de vehículos, aportes a la iglesia, adquisición de algunos
“lujos”, etcétera. En otras palabras, en vez de comportarse como
buenos capitalistas “austeros”, siguieron la tradición campesina de
invertir en sus “fondos ceremoniales” y elevar sus “fondos de
reemplazo”67.
El uso del crédito disponible fue similarmente limitado por
prejuicios culturales. Aún hoy día el porcentaje de colonos que ha
recurrido alguna vez al crédito bancario es inferior al 25%, a pesar de
tratarse de propietarios y de no existir por lo tanto las trabas que se
presentan con otras formas de tenencia. Más aún, casi el 60% de las
solicitudes de crédito estaban destinadas al mantenimiento de la
explotación en sus actuales niveles de producción, y no a su ex-
pansión o a la compra de maquinaria agrícola68. Esta actitud se
encuentra enraizada en la tradicional desconfianza campesina hacia el
gobierno, sus agencias y similares instituciones impersonales, así
como en el marcado rechazo a toda transacción crediticia en que la
chacra deba entrar como garantía69. En consecuencia, son muchos los
colonos que prefieren tratar en lo que consideran términos más
“personales” con los usureros, o solicitar un adelanto a los molinos, a
pesar del alto interés que se les puede aplicar. Comprar un coche a

66
Cf A.V. CHAYANOV ob. Cit.
67
Cf. E. R. WOLF, ob. cit.; también Ch. ERASMUS, ob. cit.
68
Consultores Técnicos S. A. ob. Cit., Vol III, pág. 629 ss.
69
En palabras de un colono apostoleño: “Si pido un préstamo al banco y no puedo
devolverlo en fecha, el banco me va a quitar mi chacra. Los bancos no tienen
corazón. No escuchan explicaciones ni se impresionan con las súplicas. Vienen con
los papeles y la policía y lo echan a uno de su casa “

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crédito, por otra parte, es percibido como algo totalmente diferente,


ya que es el coche mismo que funciona como garantía y no la tierra.
Finalmente, cabe apuntar que a pesar del alto valor puesto en la
simple posesión de la tierra, la crisis yerbatera ha comenzado a
alterar la estabilidad que caracterizaba a la tenencia. Este fenómeno
se da especialmente a partir de 1966, año en que fue prohibida la
cosecha. Entre esa fecha y 1973 las transacciones estrictamente
comerciales -es decir, aquellas que no implicaban herencia o formas
disimuladas de ese tipo de transmisión de la propiedad- constituyeron
más del 33% del total de las operaciones. Pero así y todo, la
naturaleza no del todo económica de la propiedad fundiaria se sigue
evidenciando en la resistencia a vender, y en el hecho de que no
pocos colonos prefieran dejar sus chacras abandonadas y emigrar en
busca de trabajo en otros lugares, antes que desprenderse
definitivamente de ellas.

El origen étnico y su reflejo en las estrategias colectivas

A pesar de la similitud esencial del bagaje cultural de los colonos,


es posible distinguir diferencias significativas en las estrategias
colectivas de acuerdo con el origen étnico específico; diferencias que
se ponen de manifiesto en las características que asumen los
respectivos “nichos” adaptativos. Una de esas diferencias se
evidencia en la manera en que los colonos se insertan en la dis-
tribución de explotaciones por tamaño. El cuadro 6 presenta la
composición porcentual interna de los grupos de tamaño a partir de la
adscripción étnica de los propietarios de las explotaciones, mientras
que el gráfico 1 ilustra las correspondientes curvas de distribución. Se
advierte que la curva de los colonos de origen polaco tiene una forma
cóncava o “en montura”, mientras que la curva de los ucranios se
aproxima a una distribución gaussiana o normal. En otras palabras,
mientras que los colonos polacos tienden a predominar entre los mi-
nifundistas y entre los colonos grandes, los de origen ucranio se
concentran en las categorías intermedias, es decir, la de los
productores medianos en términos locales.

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No es de ninguna manera casual que esas distribuciones se


correspondan con las ideologías comunitarias de ambos grupos. Estas
se diferencian por el énfasis “igualitario” de los ucranios vis-á-vis la
marcada tendencia a establecer distinciones inter e intraclase social

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entre los polacos. Los determinantes más inmediatos para la forma


que asumen esas curvas se encuentran en aspectos que hacen a la
organización social de polacos y ucranios en tanto grupos étnicos.
Aun dentro de un común marco jurídico, la mayor cohesión
comunitaria y tradicionalismo de los ucranios les ha permitido
establecer cierto control y desacelerar el proceso de partición de las
chacras por sucesión. Una de las maneras de lograr esto consiste en
la cesión de derechos a favor de uno de los herederos, a cambio de
una compensación nominal o real a recibir por el resto. Los criterios
utilizados para decidir quién habrá de hacerse cargo de la explotación
dependen de las circunstancias específicas, pero lo importante es que
el procedimiento señalado requiere un grado de solidaridad familiar y
de receptividad a las normas comunitarias de los que carece la
atomística organización y orientación de los polacos como grupo
étnico dentro de Apóstoles. Finalmente, el predominio de colonos
medios entre los ucranios contribuye a su vez al mantenimiento de la
ideología igualitaria, e inhibe el desarrollo de contrastes sociales muy
marcados dentro del grupo, o al menos que las fracturas que de
hecho existen se trasluzcan en la percepción que la colectividad tiene
de sí misma.
Por último, otro factor determinante en el fenómeno comentado
responde a los patrones diferenciales de carreras agrícola y
extraagrícola que caracterizan a polacos y ucranios. Mientras que los
primeros tienden a invertir en el sector financiero y comercial, los
segundos predominan en la agroindustria70. Las chacras ubicadas en
el grupo de tamaño de 75 a 100 hectáreas son por lo general lo
suficientemente rentables como para producir un excedente
capitalizable por sobre sus requerimientos de funcionamiento. El
colono polaco que se encuentra en esas condiciones tiende a invertir
en secaderos y en molinos yerbateros, lo que lo lleva a adquirir más
tierras con el fin de asegurarse una cuota de producción adecuada.
Igual resultado tiene su preferencia por la explotación ganadera. Así,
los grandes colonos polacos son por lo general y al mismo tiempo
industriales o ganaderos. Los ucranios, por su parte, tienden a
invertir en actividades comerciales. El resultado es que ninguna
chacra ucrania excede las 150 hectáreas, y que aun dentro del grupo
de extensión precedente no representan sino un 38 por ciento.

70
Cf. L. J. BARTOLOMÉ, ob. cit.

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Plantadores y agroindustria

Mientras que la crisis yerbatera se traduce en forma inmediata en


el funcionamiento de la EAF, no sucede lo mismo con sus
competidores, los plantadores y la agroindustria. Los últimos años se
han visto marcados por un continuo crecimiento en el sector de
procesamiento de productos agrícolas, especialmente de la yerba
mate. Este crecimiento de la agroindustria es ilustrado por el hecho
de que, de cuatro molinos yerbateros existentes en 1960 dentro de la
jurisdicción municipal71, éstos pasan a ser ocho en 197072 y a
totalizar diez en 1974. La explicación de esta aparente contradicción
radica en tres factores interrelacionados que influyen decididamente
sobre las estrategias de inversión. En primer lugar, el margen de
ganancias en la operación de los molinos es muy alto, y aunque los
precios para la materia prima han sido regulados por largo tiempo, el
precio al consumidor no ha sufrido mayores restricciones sino hasta
fecha muy reciente. En segundo lugar, los molinos se aseguran la
disponibilidad de materia prima gracias precisamente a la regulación
de la producción y, fundamentalmente, a la gran acumulación de
excedentes de zafras anteriores en los depósitos del Mercado
Consignatario. Finalmente, los molinos están integrados
verticalmente y poseen por lo general sus secaderos y plantaciones
propias. Esta expansión de la agroindustria puede entonces ser
considerada como una respuesta de los capitales agrícolas y
comerciales ante la crisis que afecta la producción, en ausencia de
alternativas de inversión viables o más rentables.
El plantador, a su vez, adquiere tierras y cupos yerbateros como
una alternativa más dentro de una cartera de inversión diversificada
que disminuye los riesgos y le permite soportar sin mayores
inconvenientes las demoras en la liquidación de la prenda y del precio
final de la yerba mate que produce. Varios de estos plantadores,
algunos surgidos del mismo grupo colono, han iniciado un proceso de
reconcentración de la tierra, comprando lotes a los colonos menos
afortunados con el propósito de crear unidades de explotación que
tornen rentable la ganadería y el cultivo de la soja.

71
Misiones, Revista de Turismo. Dirección General de Turismo, Posadas, 1961 (pág.
226).
72
Estudio económico-social de Apóstoles (mimeografiado), Dirección de Hidráulica,
Agua Potable y Saneamiento Rural. Posadas, 1972 (pág. 5).

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IV. - UN COMENTARIO FINAL

Uno de los objetivos principales de este trabajo ha sido el de


caracterizar a la EAF tal como ésta se presenta en el sudeste de
Misiones, a ilustrar la influencia de variables culturales sobre los
procesos de acumulación. Ambos aspectos están vinculados a la
viabilidad de este tipo de explotación, y su análisis reviste gran
importancia, dado que la implantación de la EAF ha sido hasta el
presente un objetivo implícito y explícito en la mayoría de los
programas de colonización agrícola auspiciados en el país. El estudio
de casos empíricos constituye así un paso insoslayable para
responder al interrogante de en qué condiciones es viable la EAF y en
cuáles no lo es.
Los colonos apostoleños ocupan una posición un tanto ambigua en
términos del esbozo tipológico expuesto al comienzo. Si bien el
funcionamiento defacto de la economía de sus explotaciones los
aproxima al tipo que hemos denominado colono II, su ideología de
trabajo y muchas de sus orientaciones generales se corresponden con
las del tipo colono I y aun con las del campesino típico. En esta
contradicción fundamental se fundamentan los estereotipos negativos
que definen a estos colonos como “atrasados”, “ineficientes” y
“cabezas duras”. Cabe apuntar que las dificultades de la EAF en una
economía capitalista surgen no sólo de la posible herencia cultural
específica de los productores -que es por supuesto un factor variable
y situacional-, sino de la confluencia entre economía doméstica y
economía de empresa, y de la participación directa del colono en el
proceso productivo.73
Es posible suponer que el tipo de EAF representado por los colonos
apostoleños hubiese podido funcionar con menos problemas en un
contexto agrícola más estable y asociado con cultivos de naturaleza
menos especulativa que la de los cultivos industriales que
predominan en Misiones. Prueba de ello es el éxito inicial de los
colonos en su economía granjera previa a la adopción masiva del
cultivo de la yerba mate. Por otro lado, experiencias realizadas en
otras partes del país y propendientes a instaurar la EAF en zonas de

73
Un tema que demanda profundo análisis es la relación entre las características de
la EAF en Misiones, la heterogeneidad étnica de los productores y las movilizaciones
agrarias en la provincia. La historia del desarrollo del Movimiento Agrario Misionero
(MAM) y los posteriores desprendimientos de Agricultores Misioneros Asociados
(AMA) y de la Liga Agraria Misionera (LAM) ofrece un fértil campo para tal análisis.

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cultivos industriales prueban con su fracaso la falta de viabilidad de


este tipo de explotación en tales contextos.74 Empero, y si bien es
cierto que la EAF sufre una crisis generalizada en toda la provincia; la
tradición cultural y las condiciones prevalecientes en los lugares de
origen de los colonos al momento de su emigración inciden significa-
tivamente sobre la capacidad de adaptación a las características de la
economía agraria misionera. La relativa prosperidad de los colonos de
origen germano75 y escandinavo es ilustrativa a este respecto, ya que
muchos de ellos se encuentran en la fase transicional entre el tipo
colono II y el de empresario agrícola.
En el caso de Apóstoles las alternativas posibles para el
mantenimiento de la EAF como forma viable no son muchas. Una
posible forma de estabilización, la de convertir a los colonos en
part-time chacareros y obreros tal como sucede en algunos países del
este de Europa,76 no se ajusta a las características de la zona. Existen
pocas posibilidades de que Apóstoles pueda desarrollar una industria
no vinculada directamente al agro, y las agroindustriales existentes
poseen una baja capacidad de absorción de mano de obra
permanente. En cambio, una alternativa que vale la pena considerar
es la formación de cooperativas de producción, que permitan por un
lado la reconcentración de la tierra en unidades de explotación
viables y por el otro el pooling de recursos de capital. Este pro-
cedimiento tornaría rentable cultivos tales como la soja, que
demanda grandes extensiones y considerable inversión de capital. De
no encontrarse una solución de éste a otro tipo, el futuro parece
pertenecer a la agroindustria y a los neoganaderos.

74
Cf. H. VESSURI: La explotación agrícola familiar en el contexto de un sistema de
plantación: Un caso de la Provincia de Tucumán; y CARLOS A. LEÓN: Desarrollo
socioeconómico de un área de colonización en “La Florida”, (Departamento Cruz
Alta, Tucumán) estructurado en base a unidades agrícolas familiares, trabajos
presentados al seminario sobre “La Explotación Agrícola Familiar en la Argentina”,
S. M. de Tucumán, 25 al 27 de septiembre de 1974.
75
Cf. MARISA MICOLIS: Une communauté Allemande en Argentine: Eldorado,
International Center for Research on Bilingualism, Publicación B-41, Quebec, 1973.
76
Cf. JUNE B. KNOWLES: “Some Notes on Part-Time Farming in Poland”, en Laud
Tenure Center Newsletter (University of Wisconsin), No 42, Madison, 1973.

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