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Epicuro, filósofo de la felicidad1

Arturo Santos Raga


Filosofía UV

En un mundo con una profunda crisis política, social y espiritual, la ética de la modesta
búsqueda del placer que propone Epicuro –con su búsqueda de la serenidad, su goce sabio
de la vida, su renuncia al deseo vano, su disfrute de los placeres modestos y el énfasis en la
amistad -, sería muy deseable para el hombre de hoy.

“El placer es el comienzo y el fin de una vida dichosa”, afirma el filósofo de Samos en su
Carta a Meneceo. La afirmación es clara, el verdadero bien es el placer; y, además, es
quien rige nuestra vida moral, es decir, elige lo que conviene y lo que desagrada a nuestra
naturaleza.

Pero ¿qué es lo que entiende Epicuro por placer cuando hace de él el fin primordial de una
vida feliz? Epicuro se refiere a los placeres puros, aquellos que no acarrean dolor y
desagrado (aponía); a los que duran a lo largo de toda la vida; a los que dejan al hombre,
por último, dueños absolutos de sí (autarquía), libres, imperturbables (ataraxia). Con lo
cual no está hablando del gozo de los vicios, sino de otros más sutiles y espirituales, y,
primordialmente, del valor de la amistad cercana. Rechaza las pasiones violentas, porque
turban la serenidad del ser humano.

Estas son las palabras del filósofo griego: “cuándo decimos que el placer es el bien
principal, no nos referimos para nada a los placeres de los disipados, que consisten en
embriagueces, como creen algunos que ignoran nuestras enseñanzas o las interpretan mal.
Aludimos a la ausencia de dolor del cuerpo, a la ausencia de perturbación del alma. Pues ni
las liberaciones y los festejos ininterrumpidos ni tampoco el gozar de muchachos y mujeres,
ni el comer pescado o todo lo demás que puede brindar una mesa opulenta, es el origen de
la vida gozosa. Sólo lo es aquel sobrio razonar que escudriña a fondo las causas de todo
acto de elección y rechazo, y que expulsa las opiniones falsas, por medio de las cuales se
adueña del alma una gran perturbación”.

Así las cosas, puede argüirse que Epicuro concibe la felicidad como una ausencia de
problemas (ataraxia), más que una cantidad de alegría o la suma de placeres parciales. La
clave de una ética del deseo y del placer está en la salud del cuerpo y la tranquilidad del
alma. El núcleo de evitar una existencia desgraciada lo conforma el poner freno a la
vivencia desordenada de las pasiones y de un discurrir desenfrenado de los deseos, el


1
Artículo publicado el día 4 de Diciembre del año 2019 en el Diario de Xalapa.
egoísmo, la ambición, el gozo desmedido; porque el hedonismo epicúreo pretende que se
lleve una vida serena y sosegada, en suma, una vida feliz.

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