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Maritza Montero
1. ¿Qué es participación?
Sin embargo no es así. Pues una cosa dice el Diccionario, otra los textos
especializados y las personas, con insistente frecuencia tendemos a construir
nuestros propios significados según las circunstancias en que nos desenvolvemos.
De hecho, basta analizar los ejemplos con que iniciamos este artículo. En ello hay
por lo menos tres connotaciones para el verbo participar, que describiremos
sencillamente como:
A su vez, una consulta a la Enciclopedia del idioma (Alonso, 1958) nos dice que
participación es (como ya podemos imaginar):
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pasa a ser parcialmente nuestro. Nos pertenece en parte y se genera
respecto de él, una relación con el sujeto participante.
Yendo más allá, podríamos decir que esa relación no es de mero contacto, o que se
agota en la sola posesión. Es también una relación de mutua transformación: el
participante construye y modifica al objeto o hecho en el cual participa, y por el
hecho de hacerlo, es también transformado. O como lo expresa Carmona (1988), la
participación es un derecho a través del cual se puede lograr la autorrealización; es
una condición para la libertad, pues permite decidir y es un cambio de relación,
refiriéndose al equilibrio de fuerzas sociales y al poder.
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participativa, ya que as actividades destinadas a lograr las metas comunes son
desarrolladas a partir de esa organización (Montero, 1993);
ser parte, tener parte, tomar parte (Hernández, 1994), es decir tres
condiciones que resumen la involucración, el compromiso y sentido de identidad a
ella relacionado, la co – gestión o colaboración y el beneficio tanto individual cuanto
colectivo; y
2. Participación y democracia
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subversión semejante a la que se opera en nuestras células durante el proceso de
maduración; que todo lo transforma, pero cuyos cambios sólo percibimos cuando ya
están constituidos frente a nuestros ojos.
Así, bajo la mención de participación pueden introducirse desde las más variadas
formas de manipulación, de consulta, de divulgación de información, hasta la
delegación de poder en grupos y el completo control comunitario. En muchos casos,
la participación se reduce a la actuación predeterminada por una organización
externa a la comunidad, que además elige a las personas que la ejecutarán según
los términos y límites establecidos con antelación. En tales condiciones, la
participación es meramente nominal y su carácter democrático se reduce al mínimo.
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La noción de compromiso ha variado en la literatura, pero no en la práctica. Esa
disparidad entre conceptualización y acción debe achacarse a los prismas
ideológicos a través de los cuales se la ha analizado. Así, se ha hablado de la
dedicación absoluta a la causa de un grupo social, motivada desde fuera por
razones políticas, muchas veces carentes de todo matiz; hasta su definición como
obligación consciente y explícitamente contraída por las personas, de libre acuerdo,
mediante la cual se identifican y responsabilizan por el logro de algo, que en el caso
del trabajo comunitario es la transformación social planteada por una comunidad o
grupo, en función de sus necesidades.
El compromiso pues, ha sido visto en el pasado sólo desde fuera a la comunidad. Ha
sido visto como algo fundamental para constituirse en agente externo facilitador/a
del cambio social, por lo cual se le consideraba como una actitud o disposición
benevolente de dichos agentes externos/as. De esta manera, sólo se hacía
referencia a él en función de ciertos grupos sociales y de ciertas transformaciones
sociales y esto ha sido fuente de confusiones y de dificultad para definir la identidad
y el rol de los agentes externos, ya que muchas veces bastaba asumir la defensa de
los intereses del proletariado o de los “pobres” (sin mayor precisión ni análisis de esa
categoría), para autoconsiderarse comprometida/o con “la causa de los
necesitados”, obviando aspectos metodológicos, teóricos y participativos, ya que una
vez declarada tal decisión, ella pasaba a cubrir cualquier acción y a influir cualquier
objetivo, entre los cuales aquellos que beneficiaban a grupos externos tales como
los partidos políticos, asociaciones religiosas, organizaciones económicas o
culturales, que nada tenían que ver con la comunidad sujeto y sujetada a sus
acciones.
Tales concepciones del compromiso han llevado a confundir psicología social
comunitaria, investigación comunitaria y trabajo comunitario en general, con
activismo e inmediatismo (Perdono, 1988), carente de reflexión y de fines claros; con
formas populistas de autoritarismo que asumen la excusa de la ayuda a los pobres
para satisfacer intereses ajenos al grupo o comunidad sobre el cual se actúa o a
efectuar lo que se puede llamar asistencialismo o trabajo en la comunidad, pero no
comunitario, no participativo.
GRÁFICO 1
EJES EN LOS CUALES SE HA UBICADO
ELCOMPROMISO
Definiciones individualistas
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Definiciones comunitarias
Respuesta Necesario en Presente respecto
Colectiva agentes externos de múltiples
e internos grupos
Eje 1 Eje 2 Eje 3
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En el diagrama podemos ver cómo se va desde un grupo relativamente
pequeño de dirigentes: la “punta de lanza” de la organización, participación y
compromiso, que incluye a los representantes de la comunidad, a los líderes,
quienes no sólo trabajan más, se exponen más, sino que además motivan y
energizan para la participación a otros miembros del grupo o comunidad. Luego
tenemos diversos grados de involucración participativa y comprometida, hasta llegar
a los simpatizantes y observadores curiosos, no obstaculizadores ni negativos.
Esto significa que si bien es necesario que en el primer círculo haya un grupo
de personas sólido y bien constituido, no debe pretenderse ni es deseable que sean
siempre las mismas, pues como lo demuestra Hernández (1994), el liderazgo
comunitario exige tales niveles de participación y compromiso, que puede ser muy
fatigante y exigente, por lo cual pocas personas desean asumirlo, amén de
desgastar a quienes pertenecen en él mucho tiempo y generar otros efectos
negativos (Montero y Giuliani, 1995).
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GRÁFICO 2
NIVELES Y DINÁMICA DE PARTICIPACIÓN Y COMPROMISO
EN EL TRABAJO COMUNITARIO
1 2 3 4 5 6 7
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4. El discreto des-encanto de la participación
Pero esa “punta de lanza”, esos líderes visibles, muy poco pueden lograr si no
movilizan otras formas de participación y si no se comunican con el resto de la
comunidad, haciéndola partícipe de la información que poseen, de las decisiones
que las capas más participativas han tomado, de las acciones que se llevarán a
cabo con su ayuda (cualquiera que ellas pueda ser) y de la reflexión que todo esto
debe provocar. La separación entre grupos avanzados participativamente y la
retaguardia menos participativa o pasiva de la comunidad, llevará a la formación de
pequeños grupos de poder que pueden apartarse de los intereses de la comunidad
y, de hecho, separarse totalmente de ella. Por lo tanto, para que la participación sea
realmente popular, o para que alcance al mayor número de miembros de la
comunidad o grupo, es necesario un intenso trabajo de comunicación y motivación
por parte de las vanguardias del movimiento transformador de la comunidad (niveles
1 al 3 en el diagrama 2), con el resto de los miembros (niveles 4 al 7 y más allá). Y
por eso es que ningún nivel es despreciable. Todas las formas de participación son
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válidas y necesarias, pues aun las más tangenciales llevan dentro de sí el germen
del cambio a través de la acción social.
Y esto debe ser así, por cuanto también la influencia de la mayoría es continua e
igualmente contagiante, además de poseer medios de coacción y represión
sumamente convincentes. Sólo la participación, en todas sus múltiples
manifestaciones puede entonces generar la fuerza necesaria para enfrentarle. Y
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cuando disminuye la presión de una de las partes, la otra avanza a su costa. “El que
se resbala pierde”, dice un dicho y nunca más ilustrativo que en este caso.
¿Es posible la una sin la otra? Pareciera que para que se dice la participación
fuese necesaria la existencia de una consciencia de comunidad, de un sentido de
comunidad, de la identidad conducente a necesidades y objetivos compartidos por
un grupo social. Y a la vez, para que esa comunidad exista es preciso que entre sus
integrantes se haya dado o se dé un proceso de acciones compartidas, un vivir
compartido. Quizás la pregunta que suscita estas reflexiones no sea más que otra
de esos problemas rebuscados, para los cuales la respuesta está en la dinámica de
la vida. La comunidad se crea en la participación creada por la misma comunidad.
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