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Fundación Tierra de Esperanza
Exeter 540 D, Concepción - Chile.
Revisores:
Karina Zuchel Pérez. Directora Técnica Nacional
DIRIGIDO A:
Profesionales y técnicos, profesionales de Fundación Tierra de Esperanza.
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Presentación
El presente documento tiene el propósito de entregar información ordenada en torno a las
principales situaciones que ponen en riesgo la vida de adolescentes en general y más
específicamente aquellos que participan en proyectos de Fundación Tierra de Esperanza.
Nuestra Misión nos convoca a estar atentos a distintas circunstancias que afectan a niños, niñas y
adolescentes y sin duda deben tener un especial foco de atención aquellas que ponen en riesgo su
vida
Datos de población general y otros que hemos recogido internamente, sitúan a la adolescencia como
período del desarrollo donde se agudizan ciertas condiciones, algunas de ellas tienen un desenlace
fatal, por tanto invitamos a todos quienes trabajamos en FTdE a revisar con especial atención la
información entregada en este documento y recoger aquello que aplica a la población con la cual
trabajamos
Objetivo
Entregar información relacionada con el riesgo vital en adolescentes, para que quienes trabajan en
Fundación Tierra de Esperanza estén alertas y generen acciones de prevención y manejo de los
riesgos que observamos en los distintos contextos, a fin de minimizar aquellos que puedan alterar el
curso de la vida de quienes nos movilizan diariamente y fortalecer todo factor protector que
promueva su bienestar.
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Índice
INTRODUCCIÓN 6
REFERENCIAS 27
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Introducción.
La adolescencia, como etapa del desarrollo del ser humano abarca por lo general el periodo
comprendido entre el término de la pubertad y el comienzo de la adultez. En esta fase, el sujeto
alcanza la madurez biológica y sexual en el plano fisiológico, y efectúa una serie de cambios en el
plano psicológico y social que progresivamente le permiten alcanzar madurez emocional y social
(Papalia et. al., 2009). Este proceso de desarrollo es complejo e incluye modificaciones profundas en
los diferentes planos de funcionamiento del sujeto. El desarrollo en esta etapa implica llevar a cabo
la tarea evolutiva de definición de la identidad, vinculada al proceso de individuación de la familia de
origen, lo cual se asocia al desarrollo de diversas conductas de riesgo, generalmente relacionadas
con la pertenencia a un grupo de pares, y que son funcionales a la etapa del desarrollo en tanto le
permiten al joven vivenciar diversas experiencias enriquecedoras que favorecen la definición del
conjunto de características personales que configurarán su identidad, lo preparan para el mundo
adulto y lo posicionan desde una comprensión más profunda de su medio circundante.
A partir del nivel de ejecución de las tareas evolutivas propias de los periodos anteriores de
la trayectoria de desarrollo del o la adolescente, y de la conjunción de factores de riesgo y
protectores presentes en el sujeto tanto a nivel individual como contextual, esta etapa del desarrollo
se vivirá con mayor o menor complejidad, pudiendo no presentar dificultades de cuidado o bien,
asociada a la presencia de situaciones de mayor vulnerabilidad en confluencia con la presencia de
factores de riesgo. La etapa puede vivenciarse con un alto nivel de conflictos y dificultades, siendo
necesario contar con ayuda profesional para facilitar su abordaje.
Tal como se profundizará más adelante, las cifras de mortalidad adolescente asociadas a
causas externas en Chile son elevadas, y alcanzan a un 41% para el tramo comprendido entre los
10 a 14 años de edad en los años 2014 y 2015, y un 62% y 60% en los mismos periodos para el
tramo 15 a 19 años de edad. Esto, respecto a otras causas de mortalidad durante esta etapa del
desarrollo más que en otras etapas de la vida, lo que da cuenta de que este grupo tiende a verse
involucrado en situaciones de riesgo que pueden derivar en defunción, riesgos que son relevantes
de pesquisar de forma temprana para ejecutar estrategias de abordaje preventivo que logren evitar
situaciones graves en las que la vida de los y las adolescentes esté en peligro (INE, 2014-2015).
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El documento presenta una revisión del concepto de adolescencia y los parámetros de
desarrollo esperables para esta etapa de vida desde una perspectiva evolutiva, revisando también
los principales riesgos a los cuales los y las adolescentes se ven expuestos como parte del
funcionamiento psicológico y social propio de la etapa, y que dadas ciertas circunstancias
específicas de mayor vulnerabilidad y otros elementos de riesgo del contexto, posicionan a los y las
jóvenes en un mayor nivel de riesgo, que puede llegar a comprometer incluso su vida.
Todo este complejo proceso de desarrollo, observado a partir de cambios evidentes a nivel
físico ocurre en paralelo a múltiples avances en las diferentes áreas de funcionamiento del sujeto.
En el área cognitiva, el desarrollo del pensamiento formal tiene importantes implicancias en las
formas de comprensión del mundo, de los otros y del sí mismo del o la adolescente; y por
tanto genera en el o la joven un conjunto de nuevas posibilidades de relacionamiento consigo mismo
y con su entorno. El pensamiento abstracto, como habilidad, le permite cuestionarse la realidad,
proponerse mundos posibles a través del idealismo, que incluso le puede llevar a rebelarse contra
las normas y la autoridad. Todo este potencial, lo conduce a experimentar nuevas sensaciones que
en ocasiones lo harán sentirse incomprendido, observado y juzgado por quienes le rodean. El
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egocentrismo, es un rasgo propio del pensamiento adolescente, que aumenta su percepción de
estar al centro de la atención, generando el fenómeno denominado audiencia imaginaria, frente a la
que deben actuar en base a sus propias autoevaluaciones (positivas o negativas) y preocupaciones;
por lo tanto, sus elecciones a nivel de apariencia y conducta, buscan responder/satisfacer o ser
admirados por esta audiencia. Este egocentrismo también se puede manifestar a través de la
llamada fabula personal, creencia a través de la cual los y las adolescentes se sienten seres
únicos, que viven experiencias que nadie más conoce, y que refuerzan la percepción de
incomprensión. Este mismo sentimiento, también los conduce a adoptar conductas de riesgo,
muchas veces no porque desconozcan las consecuencias, sino porque existe un
convencimiento de ser invulnerable frente a las consecuencias de algunas conductas, por
ejemplo el hecho de tener relaciones sexuales sin protección debido a pensar que él o ella no puede
ser víctima de una infección de transmisión sexual, de un embarazo o de un accidente.
Desde un enfoque cultural, así como la niñez, el desarrollo de los y las adolescentes, y la
adultez emergente son periodos de la vida construidos culturalmente a través de la
socialización, a partir de la cual se traspasan las ideas culturales que son abstractas y que
corresponden al conjunto de normas y criterios morales comunes acerca de lo correcto e incorrecto,
y que definen expectativas para la conducta. Por lo tanto, incluyen papeles de género apropiados
para las personas, ideas acerca del trabajo, apariencia, y otros aspectos que diferencian hombres de
mujeres; papeles relacionados a la edad, al estatus, clase social. Durante la adolescencia, los y
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las jóvenes adquieren más conciencia de las ideas de su cultura y de los papeles que en ella
se definen por que han desarrollado más capacidad cognoscitiva para el pensamiento
abstracto y la introspección. De acuerdo a Arnett (2008) para que éste proceso se produzca, son
básicos tres aspectos: el primero; la autorregulación, entendida como la capacidad de ejercer el
control de sí mismo para contener los impulsos y ajustarse a las normas sociales, que incluye el
desarrollo de una conciencia que actúa como monitor interno para evaluar si se está cumpliendo o
no la norma social, y cuando ese monitoreo indica que no es así, se experimenta culpa. Segundo, la
preparación para los papeles, el que incluye papeles profesionales, laborales, de género, y de
instituciones como el matrimonio y la paternidad. Tercero, fuentes de significado que indican lo que
es importante, lo que debe valorarse y para qué debe vivirse; proporcionan fuentes de esperanza,
orientación a las personas que se plantean preguntas existenciales. Estos tres resultados de la
socialización, son compartidos por todas las culturas para sobrevivir y traspasarse de una
generación a otra, que se realiza de manera explícita o implícita a través de las prácticas y las
conductas que se enseñan a los jóvenes. Las fuentes de socialización abarcan muchos aspectos de
una cultura, incluyen a la familia (no sólo padres, a los hermanos, familia extensa), pares, amigos,
escuela, comunidad, trabajo, medios de comunicación, sistema legal y sistema de ideas culturales.
Las ideas culturales proporcionan la base para la socialización, donde los papeles o roles de
género que deben desempeñar mujeres y hombres durante la vida se ven impactados. Por lo que
cuando se habla de género, se debe tener presente que se trata de una construcción social,
cultural y simbólica de la diferencia sexual (FTDE, 2016). Su uso implica que las características
de los hombres y las mujeres responden a ideas, influencias, y percepciones culturales y sociales. El
rol de género, corresponde al conjunto de expectativas que describen como deberían pensar,
actuar, y sentir los hombres y mujeres (Santrock, 2003). El concepto de género como construcción
histórica y social, debe considerar su amplia variabilidad y versatilidad entre las culturas y a través
del tiempo, además de la multiplicidad de dimensiones que presenta la vivencia social del género,
entre ellas la pertenencia étnica, la religión, la clase social (Pérez-Luco, R., Alarcón, P.,Zambrano,
A., Alarcón, M., Lagos, L.,Wenger, L.,et al, 2014). La socialización diferencial por género comienza
desde la niñez en la mayoría de las culturas, un ejemplo de ello es, cuando los padres visten a los
niños y a las niñas de manera diferente, le dan juguetes distintos y decoran sus cuartos de manera
diferente; durante la niñez media, las reglas de género se vuelven temporalmente más flexibles, pero
durante la adolescencia, con la llegada de la pubertad los y las adolescentes experimentan una
intensificación de las expectativas relacionadas con el género (Arnett, 2008). La hipótesis de la
intensificación del rol de género desarrollada por Hill y Lynch (citado en Santrock, 2003) plantea
que las diferencias psicológicas y conductuales entre los y las adolescentes se exacerban en el
primer periodo de la etapa por la intensificación de las presiones de socialización para conformarse a
los roles masculino y femenino, en el que deben comenzar a funcionar del modo más similar a los
estereotipos adultos.
La teoría del desarrollo cognitivo del género de Kohlberg (citado en Arnett, 2008), plantea
que la identidad de género es entendida por los y las niños alrededor de los 3 años, entienden que
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son un hombre o una mujer, lo que les permite organizar la información del mundo que los rodea,
por ejemplo, los juguetes que los clasifican para niños o para niñas. A partir de este tipo de
ordenamiento van regulando su conducta al insistir en hacer cosas que son para niños y evitar las
que hacen las niñas, y viceversa; este proceso es denominado autosocialización, que se flexibiliza
entre los 6 y los 10 años, y vuelve a rigidizarse en la adolescencia temprana, explicado a través del
desarrollo cognoscitivo que se alcanza en la etapa, que incluye el desarrollo de la reflexión y de la
idealización, lo que conlleva a preguntarse qué significa ser hombre o mujer y a realizar juicios
acerca de si se está a la altura de las expectativas culturales sobre lo que es propio o no para cada
género. En complemento, la teoría de los esquemas de género afirma que la atención y el
comportamiento de un individuo están guiados por una motivación interna a identificarse con los
modelos socioculturales basados en los roles de género, enfatizando en la construcción activa de
éste, pero aceptando que la sociedad determina qué esquemas son importantes (Santrock, 2003).
Los esquemas de género influyen en la forma de interpretar la conducta de los demás y en lo que se
espera de ellos.
Arnett (2008) plantea que la globalización tiene un efecto importante en los temas de
identidad, en especial para los y las adolescentes y los y las adultos emergentes. Sostiene que
muchos jóvenes de todo el mundo adoptan una identidad bicultural, una parte arraigada en su
cultura local, mientras que la otra proviene de la conciencia de su relación con la cultura global. La
globalización modifica muchas culturas con la introducción de medios de comunicación mundial,
economías de libre mercado, instituciones democráticas, mayor duración de la escolaridad formal, y
la postergación del matrimonio y la paternidad. Tales cambios alteran prácticas y creencias
culturales tradicionales y pueden conducir no a una identidad bicultural, sino hibrida, que integra la
cultura local con elementos de la cultural global. Agrega además que para algunos jóvenes, es
más difícil adaptarse a los rápidos cambios en su cultura, donde las imágenes, valores y
oportunidades que perciben como parte de la cultura global debilitan las creencias en los
valores de las prácticas culturales locales; al mismo tiempo que los estilos de la cultura global
parecen fuera de su alcance, lo que genera sentimientos de exclusión y marginación de su propia
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cultura, como de la cultura global. Esta de identidad, se manifiesta en problemas como
depresión, suicidio, y consumo de drogas.
De acuerdo a Corral et.al (2009) plantean que a pesar de las evidentes consecuencias
negativas de las conductas de riesgo, existirían ventajas evolutivas al asumir durante la
adolescencia conductas de riesgo, lo que fundamentan a partir de la conceptualización usada por
Erikson, de la adolescencia como una etapa de moratoria psicosocial, donde la experimentación
de ideas y conductas, dentro de algunos límites, sería un pre-requisito para el logro de identidad y de
autonomía personal. Proponen la idea de riesgos como una oportunidad para el desarrollo y
crecimiento personal, donde algunas conductas temerarias pueden funcionar como indicadores de
una transición a un estado más maduro. Estas ideas las respaldan a partir de estudios
longitudinales, donde encuentran que conductas de riesgo como el consumo moderado de
ciertas drogas durante la adolescencia, están relacionadas con un mejor ajuste psicológico en la
adultez temprana. Oliva, Parra, y Sánchez-Queija (2008) a través de un estudio descriptivo
longitudinal realizado para identificar diferencias en las trayectorias de consumo de sustancias a lo
largo de la adolescencia y analizar las consecuencias que ese consumo tenía durante el desarrollo
temprano de la etapa, y durante el periodo medio de ella para el ajuste emocional y comportamental
al final de la adolescencia, en una muestra total de 101 adolescentes escolarizados (63 hombres, y
38 mujeres) en España. El estudio considero una primera fase transversal, sobre una muestra inicial
de 513 adolescentes entre 13 y 19 años de edad, seleccionados en 9 centros educativos de la
Provincia de Sevilla. En la segunda fase de investigación, se realizó seguimiento longitudinal a los
jóvenes de la muestra inicial que tenían 13 años y que fueron evaluados en 2 nuevas ocasiones, a
los 15 y a los 18 años. Los resultados encontraron 3 grupos de adolescentes en base a las
trayectorias seguidas por el consumo de sustancias; el primero, consumo bajo; el segundo, consumo
ascendente; y el tercero, de experimentación precoz. La comparación de los 3 grupos, identifico un
mejor ajuste psicológico en la adolescencia tardía para el grupo de varones y mujeres del
grupo de experimentadores. Mientras que los problemas de conducta fueron más frecuente
para el grupo de consumidores ascendentes. Además, con los análisis de regresión encontraron
que el consumo moderado de sustancias en la adolescencia temprana estaba relacionado con
una autoestima más alta y con menos problemas emocionales al final de la adolescencia, pero
no con más problemas externos. El estudio identifico diferencias de género referidas a la mayor
importancia que tiene el consumo precoz en los varones para el incremento de la autoestima, lo que
podría ser explicado por la mayor valoración social que tiene la implicación de los hombres en
conductas de riesgo que son más restringidas para las mujeres. Cuando el consumo de sustancias
se presenta en la adolescencia media o tardía está asociado a problemas de conducta,
probablemente porque es un consumo más intenso y con motivaciones diferentes al de la
experimentación. Es posible que una actitud adolescente conservadora y de evitación de riesgos
esté asociada a una menor incidencia de algunos problemas comportamentales y de salud, sin
embargo, también es bastante probable que esa actitud tan precavida conlleve un desarrollo
deficitario en algunas áreas, como el logro de la identidad personal, la creatividad, la iniciativa
personal, la tolerancia ante el estrés o las estrategias de afrontamiento (Oliva, 2004).
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La identidad consiste en la continuidad del sí mismo a lo largo del tiempo, pero permite
diferenciar al adolescente de la familia, de su contexto. Permite anticipar conductas individuales en
distintos contextos y circunstancias; al mismo tiempo que permite acercar al adolescente a su
familia, sus pares, espacios o grupos sociales, colegas profesionales, laborales, grupo etario,
momento histórico. El final de la adolescencia es un cierre de cambios, y exploraciones pero
lleva a uno de compromiso personal y laboral. Este proceso debe permitir lograr una identidad
coherente que no cambia significativamente de un lugar a otro, establecer una intimidad adecuada
en término de relaciones maduras, sexuales y emocionales; un sentido de integridad que le permita
evaluar lo bueno y malo, con desarrollo de sentimientos socialmente responsables; independencia
psicológica que permite tomar decisiones, asumir funciones, responsabilidades; e independencia
física con capacidad de ganarse el propio sustento sin apoyo familiar (Florenzano, 1997).
El espectro de problemas adolescente puede ser muy amplio, y varían en gravedad como
en función del sexo y del nivel socioeconómico. Santrock (2004) sostiene que algunos problemas
aparecen en algunos niveles evolutivos, pero los más consultados desde la salud mental son los
sentimientos de tristeza, desánimo o depresión, bajo rendimiento académicos. También refiere que
se ha constatado que factores como la pobreza, una educación paterna inadecuada y los
trastornos mentales de los padres predicen los problemas adolescentes. En Chile, desde el
ámbito de la salud, Florenzano (2005) identifica como los principales factores de riesgo en la
adolescencia a la farmacodependencia, la conducta sexual temprana, la delincuencia y conductas
violentas y la deserción escolar. En este mismo sentido, Corral et.al.(2009) refieren que en la
psicología actual no puede sostenerse la imagen de la adolescencia como un periodo de
conflictos y dificultades generalizadas, pues existe suficiente evidencia empírica que apunta a un
aumento durante la adolescencia de la conflictividad familiar, la inestabilidad emocional y los
comportamientos de riesgo. Plantean como paradójico que mientras aumenta la fuerza muscular, la
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resistencia física, la fortaleza del sistema inmunológico y las habilidades para razonar, la morbilidad
y la mortalidad aumenten en un 200% y un 300% con el paso de la infancia a la adolescencia;
cuyo incremento estaría vinculado a problemas relacionados con el control de emociones y la
conducta, tales como accidente de tráfico, suicidios, homicidios, depresión, consumo de sustancias,
y trastornos de la conducta alimentaria.
En Corral et.al (2009) se proponen 5 principios generales de base sistémica o ecológica del
desarrollo para conceptualizar y caracterizar las conductas problemas de los y las adolescentes: (1)
los problemas de los y las adolescentes suelen estar causados por múltiples factores individuales y
contextuales; (2) los mismos factores no afectan de la misma forma a todos los sujetos, por ejemplo
un o una adolescente puede desarrollar síntomas depresivos como resultado de una combinación de
influencias estresantes, otro puede salir más o menos indemne de esa situación. Determinados
factores biológicos presentes en el primer caso y ausentes en el segundo pueden marcar los
diferentes resultados sobre el ajuste emocional del o la adolescente. (3) Las influencias pueden
interactuar e influirse mutuamente; por ejemplo, si en el origen de la conducta agresiva están
involucrados factores biológicos y familiares, es muy probable que en algún momento estos factores
se hayan influido mutuamente. Si un niño de temperamento difícil y con un alto nivel de actividad
puede generar en sus padres mucho estrés, quienes podrán responder con un estilo coercitivo y
autoritario con el uso del castigos físicos, lo que podría influir en el surgimiento de comportamientos
agresivos del niño(a) hacia sus pares. (4) Muchas conductas problemas pueden darse de manera
conjunta, esta co-morbilidad se puede producir porque los factores de riesgos implicados en el
surgimiento de la conducta problema, como el consumo abusivo de sustancias, pueden aportar en el
desarrollo de otros desajustes comportamentales, como las conductas sexuales de riesgo, las
conductas suicidas, las conductas delictivas. Además, un problema puede ser factor de riesgo para
otro como el trastorno depresivo sobre el consumo de sustancias o sobre la tentativa de suicidado.
(5) Las conductas problemáticas suelen presentarse en un continuo, lo que supone que en muchos
casos habrá que decidir a partir de qué grado un determinado comportamiento puede ser
considerado problemático.
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patológicos que condujeron directamente a la muerte, o las circunstancias del accidente o violencia
que produjeron la lesión fatal.
En este marco existe un conjunto de causas posibles de muerte en las personas, dentro de
las cuales se han definido las causas externas de mortalidad, que corresponden a una
clasificación de acontecimientos ambientales y circunstancias como la causa de
traumatismos, envenamientos y otros efectos adversos que pueden causar la muerte.
Se incluyen dentro de esta clasificación los accidentes (de transporte, caídas, ahogamiento y
sumersión accidentales, exposición a humo, fuego y llamas, envenamientos accidentales por, y
exposición a sustancias nocivas), lesiones autoinflingidas intencionalmente, agresiones y
contratiempos durante, reacciones anormales y complicaciones ulteriores relacionadas con la
atención médica.
En la población general, según datos del 2014 y 2015, las causas externas de mortalidad
son responsables del 7,6% de las defunciones generales por grandes grupos de causas. Mientras
que la población adolescente entre los 10 y 14 años, los fallecimientos se deben en un 41% a
causas externas de mortalidad en los mismos periodos, equivalentes a un total de 82, y 85
defunciones para cada año respectivo. En estos porcentajes se identifican además diferencias de
género, ya que en el caso de los hombres un 43% de las defunciones son por causas externas en el
año 2014, porcentaje que aumenta a un 53% para el año 2015, mientras que en las mujeres el
porcentaje llega a un 37% en el primer periodo, y aumenta a un 47% en el segundo. En el caso del
tramo de edad entre los 15 y los 19 años, el porcentaje de defunciones asociadas a causas
externas aumenta al 62% correspondiendo a un total de 359 defunciones en el primer periodo;
manteniéndose las diferencias de género, ya que los varones de este tramo etario que fallecen
por causas externas, alcanzan un 69% en el año 2014, porcentaje que aumenta a un 79% en el
año 2015; mientras que las mujeres, alcanzan un 56% en el primer periodo, y para el segundo, la
cifra disminuye a un 21% de defunciones por estas causas (Instituto Nacional de Estadísticas, 2014-
2015).
Según datos de mortalidad de los años 2014-2015, al desagregar las causas externas en
tres grupos según su carácter de accidentes en general, lesiones autoinfligidas intencionalmente y
agresiones en general, es posible apreciar que, tal como se observa el en gráfico 1, en el tramo de
edad entre los 10 y los 14 años, la mayor prevalencia se asocia a muertes por accidentes, con
un 66% y 69% del total de fallecimientos por causas externas en este tramo etario en cada uno de
los periodos. Las defunciones en esta categoría están mayormente asociadas a accidentes de
vehículo de motor o sin motor, tipo de vehículo no especificado; peatón lesionado en otros
accidentes de transporte, y en los no especificados; ahogamiento y sumersión no especificados; y
exposición a fuego no controlado en edificio o en otra construcción. Otro 26% y 25% en los mismos
periodos de las defunciones para este tramo etario se producen por lesiones autoinfligidas
intencionalmente, donde la causal específica mayormente presente corresponde a lesión
autoinfligida intencionalmente por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación. Finalmente un
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8% y 6% respectivamente para cada año, los fallecimientos por causas externas para este rango
etario son consecuencia de agresiones provocadas mayormente, por disparo de rifles, escopetas,
armas largas, otras armas de fuego, otras no especificadas, agresión con objeto cortante
(INE, 2014-2015).
Gráfico 1. Causas de mortalidad externa diferenciadas por tipo y tramo de edad comparada en 2 periodos.
(Elaboración propia a partir de datos de mortalidad del año 2014, 2015 del INE)
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Las diferencias por sexo al desagregar las causas externas de mortalidad en accidentes,
lesiones autoinfligidas intencionalmente y agresiones, para cada tramo de edad se pueden
observar en el gráfico 2, que además compara cifras para los años 2014 y 2015. En éste es
claramente visible la preponderancia de fallecimientos por causas externas en hombres, en
todos sus tipos, en ambos tramos de edad y en ambos periodos de tiempo. En el caso del tramo de
edad entre los 15 y los 19 años, esta diferencia se hace más marcada, evidenciándose que el
grupo de los hombres está en mayor riesgo de fallecer por causas externas de mortalidad en
cualquiera de sus tipos.
Gráfico 2. Recuento de muertes por causas externas por rango de edad, sexo, tipo de causa
(Elaboración propia a partir de datos de mortalidad del año 2014-2015 del INE)
A partir de la lista oficial de los 210 NNA fallecidos en los últimos 11 años en los centros de
la red Sename, publicada por el Diario El Mercurio el 16 de octubre de 2016, es posible identificar
en el gráfico 3 que el 54,8% de los fallecidos correspondió a NNA en situación de discapacidad, el
23.8% fallecieron por paro cardiorespiratorio y afines, el 30,5% por insuficiencias respiratorias, el
4,3% por muertes súbita, encefálica y otras, 17,1% por Shock séptico y multiorgánico, un 5,2% a
causas indeterminadas y un 19% a causas externas de mortalidad, equivalente a 40 casos. De
este total de fallecimientos por causas externas, un 60% correspondió a hombres y un 40% a
mujeres. Un 67,5% correspondió a accidentes, un 7,5% a agresiones y un 25% a lesiones
autoinflingidas intencionalmente. Cabe destacar que un 62,5% de los fallecimientos asociados a
causas externas se asoció a NNA entre los 10 y los 18 años y solo un 37,5% correspondió a niños
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menores de 9 años, los cuales, en la totalidad de los casos sufrieron muertes asociadas a
accidentes.
Grafico 3.Listado fallecimientos de NNA de la RED SENAME por causa, y los fallecidos por causas
externas. (Elaboración propia a partir de listado publicado por diario el Mercurio, octubre 2016)
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Grafico 4. Fallecimientos de población atendida en FTDE entre 2010 al 2016 por línea y
causales.(Elaboración propia)
En consistencia con lo planteado por Hein (2004), Laporte (2008) distingue la actividad
delictiva propia de procesos adolescentes como delincuencia común, y a la que tiende a
estabilizarse durante la adolescencia para constituir una trayectoria delictiva consolidada en la
adultez como delincuencia persistente. La delincuencia común es descrita por Frechette y Leblanc
(1998) como una conducta pasajera, caracterizada por presentarse en la mayoría de los
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adolescentes de sexo masculino (entre un 90-95% de acuerdo a estudios de autorreporte en los
últimos 12 meses) sin diferencia de clase social. Se identifica como una actividad ocasional durante
un periodo relativamente breve, basado en la irresponsabilidad, correspondiendo a una forma de
desobediencia social, relacionándose con el proceso de integración de la norma social.
En la evidencia nacional, con los aportes encontrados a partir del estudio del Modelo
Multidimensional de Intervención con Adolescentes infractores de Ley MMIDA (Pérez-Luco,R., et al,
2014), el que se construye a partir de una metodología de Investigación- Acción- Participante, se
concluye primero que para la población adolescente infractora Chilena; también es posible
discriminar en base al análisis de los factores de riesgos criminógenos y el momento de desarrollo
en que se encuentra la actividad delictiva de un adolescente. Para ello, a través de la etapa de
diferenciación con el uso de instrumentos de autorreporte, instrumentos actuariales que
corresponden a los que combinan criterios del autorreporte, fuentes formales de información y el
jucio profesional; más instrumentos exclusivos de juicio profesional estructurado, es posible hacer la
distinción del tipo de delicuencia para adolescentes de sexo masculino, proponiendose para ellos 3
categorías: (1) Delincuencia Transitoria, en ella se encuentran considerados adolescentes que
cometen actos delictivos como consecuencia de las necesidades de desarrollo propias de la etapa,
donde la exploración de los límites personales, el proceso de individuación o la necesidad de
validarse con los pares los expone a este tipo de actividad como una respuesta de desobediencia
social y de interacción de las normas sociales. Por estas características, se trata de una conducta
pasajera presente en casi todos los adolescentes varones y de la mayoría de las mujeres, sin
distinción de origen étnico, social, económico y nivel educativo.
(2) Delincuencia Persistente, cometida por un número limitado de adolescentes donde las
dificultades de su desarrollo psicosocial son lo suficientemente graves como para alterar el
cumplimiento de las tareas de la etapa. Entre las principales características se encuentran, el inicio
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precoz en conductas delictivas, antes de los 13 años; conducta delictiva abundante,
heterogénea, de creciente gravedad y larga duración. Dada la presencia de variados factores de
riesgo criminógenos y su interacción con variables familiares y del contexto sociocultural, se
concluye que el mayor peso predictivo de los riesgos criminógenos en la población de
adolescentes Chilenos, a diferencia de lo encontrado por Andrews y Bonta (2006) serían (a)
desengache escolar; (b) baja supervisión parental; (c) alto consumo de drogas y alcohol.
Estos factores pueden estar presentes en cualquier orden, y no excluye los otros 5 riesgos
criminógenos del RNR.
El último estudio Nacional de Drogas en Población General de Chile 2014, identifica una
tendencia de aumento sistemático en el consumo de marihuana en el país a partir del año 2010. La
prevalencia de consumo alguna vez en la vida pasa de un 23% en el 2012 a un 31,5% en el 2014, y
la prevalencia de consumo del último mes, llega a un 6,8% correspondiendo ambas cifras a las más
elevadas de las reportadas durante los diez estudios previos. Al desagregar las cifras por rango
etario, se encuentra que la prevalencia de consumo en adolescentes de 12 a 18 años presenta un
aumento significativo respecto de la medición del año 2012, variando de 6,7% para ese año a 13,5%
en el 2014. El estudio también pesquiso en los consumidores del último año, el tipo de marihuana
consumida en mayor frecuencia durante los últimos 12 meses, detectándose para el grupo de
adolescentes que el consumo preferente es por la marihuana verde en un 54,4%; sin
20
embargo, el consumo de marihuana paraguaya o prensada, alcanza a un 30,9% para este
mismo rango de edad, concentrado en el NSE bajo; y un 4,4% de marihuana de alta potencia o
skunk (Observatorio Chileno de Drogas, 2015).
A partir del informe de evaluación técnica del año 2016 del convenio SENDA-MINSAL-
SENAME-GEMCHI, el total de población atendida en los programas de tratamiento durante el año
2016 fue de 5904 de las modalidades Plan Residencial (PR), Plan Ambulatorio Intensivo en el Medio
Libre y Privativo de Libertad (PAI ML, PAI MP), Hospitalización de Corta Estadía en el Medio Libre
(UHCE ML) y 3 Programas Ambulatorios Intensivos que funcionan al interior de las Secciones
Juveniles (PAI SJ) en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y Araucanía. Del total mencionado,
el 37% ingreso a tratamiento antes del 2016, y el 26% realizó más de un tratamiento durante el
2016. El 86% se atendió través de centros privados en convenio, y el 14% lo hizo a través de
establecimientos públicos.
De acuerdo al tipo de delito, de los y las atendidos en equipos de tratamiento durante el año
2016 el 77% recibió una medida o sanción por delitos contra la propiedad. Un 7,3% ingreso a
tratamiento por sanción accesoria aplicada principalmente en la región de Magallanes, con un
19,01%. De acuerdo a las cifras del informe de evaluación técnica 2016, la sanción accesoria del
artículo 7 de la ley 20.084 presenta un 0,7% menos de aplicación respecto al año 2015.
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El mencionado informe identifica como las principales sustancias de consumo al ingreso de
la población atendida, las siguientes: (1) estimulantes cocaína, en todas sus formas con el 39,7%
(pasta base en 29,1%, cocaína en 10,6%); (2) alcohol en un 10,4%; (3) marihuana en un 33,8%;(4)
sedantes en un 14,4%; (5) estimulantes tipo anfetamínico en un 0,5%; opiáceos en un 0,2%; (6)
inhalables en un 0,7%; y (7) otros en un 0,3%. Refiere una disminución en el consumo
problemático de las tres primeras, como drogas principales respecto al año 2015, pero un aumento
de un 4,4% en el consumo problemático de sedantes, y se enfatiza la preocupación por el
significativo incremento del uso problemático de sedantes en adolescentes de un 8,4% entre los
años 2014 al 2016.
El 56% de los y las atendidos durante el año 2016, recibieron algún tratamiento anterior, y el
47% ellos lo recibieron en los últimos 6 meses. Del total de los y las ingresadas a tratamiento el
34,9% fue derivado por un delegado de un programa colaborador de SENAME; en un 25% la
derivación se produce desde otro centro tratamiento en convenio; un 19,4% por el CIP de SENAME;
un 8,5% desde un CRC de SENAME; un 4,7% desde una dupla evaluadora de Fiscalía, un22%
desde un tribunal.
El total de egresados durante el año 2016 fue de 3.818 atendidos, que representan el 65%
del total de población atendida. De ellos, el 39% egresó al ser derivado a otro equipo de tratamiento;
un 24% fue por abandono de tratamiento, y un 14% por alta administrativa, un 16% por alta
terapéutica y un 7% de derivación a un centro sin convenio. El mayor porcentaje de altas
terapéuticas fue en mujeres (21%) que en hombres (15%). Los hombres fueron egresados
principalmente por ser derivados a otros centros en convenios (39,1%) a diferencia de las mujeres
(33,5%); los hombres realizaron mayor abandono de tratamiento (24,5%) que las mujeres (21,4%),
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los hombres fueron egresados en mayor cantidad por alta administrativa (14,5%) que las mujeres
(11,3%); y las mujeres fueron egresadas y derivadas a un centro sin convenio (12,6%) que los
hombres (6,8%).
Al revisar las cifras de egreso de acuerdo a tramo etario se identifica que los egresos por
alta terapéutica se presentan más en el tramo de 18 a 20 años (27,3%); luego en el tramo 21 años y
más (24,2%), en tercer lugar en el tramo 16 a 17 años (11,2%) y en el tramo 14 a 15 años serían los
menos egresados por esta condición (5,1%). La derivación a otro centro en convenio se concentra
en los tramos 14 a 15 años (55,2%) y 16 a 17 años (44,8%).
En cuanto a los egresos producidos durante el año 2016 sólo por alta terapéutica el informe
indica que el 50% alcanzo logros mínimos, un 31% logros intermedios, y un 19% de logros altos. Las
cifras diferenciadas por sexo muestran que un 17,9% de los hombres alcanzan logros altos, mientras
que las mujeres un 26,8%.Los hombres alcanzan un 31,6% de logros intermedios, y las mujeres un
27,3%; y que los hombres presentan un 50,5% de logros mínimos mientras que las mujeres un
45,9%. Para quienes egresan por abandono, también se les realiza una evaluación de logro
terapéutico, donde el 23% alcanza logros intermedios, el 76% logros mínimos, y 1% logros altos.
En base a lo anterior, los egresos del año 2016 en cuatro dimensiones superan el 50% de
logros de cambios favorables; a saber, salud física, patrón de consumo, salud mental y relaciones
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interpersonales; mientras que las de situación familiar, y situación ocupacional presentan menores
logros (alrededor de 47%). Los y las egresados por alta terapéutica, permanecen en tratamiento un
promedio 17,5 meses, mientras que quienes egresan por abandono o alta administrativa
permanecen un promedio de 6,7 meses, dato que sugiere la importancia de continuar
trabajando la motivación y adherencia en forma permanente hasta el séptimo mes inclusive.
Los tipos de drogas que principalmente consumen los y las atendidos en equipos de
tratamientos, que favorecen el diagnóstico de consumo problemático son: en un 26,5% marihuana
prensada; en un 24,8% pasta base; en un 18,1% sedantes/hipnóticos; luego en un 12% cocaína; un
6,2% alcohol; un 4,3% sedantes; y un 3,4% marihuana cultivada.
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Respecto a la población atendida en Fundación Tierra de Esperanza en los equipos de
protección de derechos, y se comparan con la población atendida en equipos de tratamientos, no se
encuentran cifras tan diferentes de vulneración de derechos. Así se tiene que que, el 97,0% ha
sufrido algún tipo de vulneración evidenciada, donde destaca la negligencia (28,6%), abuso sexual
(27,4%), maltrato físico (14,4%) y observador de VIF (12,2%). Situaciones de vulneración donde el
principal vulnerador de derechos, son predominantemente los padres biológicos, quienes figuran
como principales vulneradores para el 57,7% de los NNA. Respecto a estos casos, en el 42,2% la
principal figura vulneradora es la madre, en el 34,0% el padre y en el 23,6% ambos progenitores.
Con todo, los antecedentes, estadísticas y distintos elementos que hasta aquí se han
relevado, tienen por propósito sostener la elevada responsabilidad que cada equipo, profesional,
miembro de esta Institución tiene con la población atendida, en particular con los y las adolescentes
y jóvenes que presentan mayores niveles de dificultades psicosociales, ya que presentan a
su vez mayor presencia de factores de riesgo, y pueden llegar a desarrollar conductas en las
que ponen en riesgo su vida.
Hasta aquí se cuenta con suficiente descripción actualizada que debiera aportar a observar
elementos que deben tener un tratamiento diferenciado. Esto sólo se puede concretar, si se eleva la
responsabilidad en las evaluaciones, diagnósticos integrales que incorporen acciones concretas en
los planes de intervención. No se debe olvidar, que cada modalidad de proyecto cuenta con flujos de
proceso de atención que deben ser cumplidos, y que los plazos no son antojadizos, sino que más
bien se ajustan a normativas que tienen un sentido en la práctica y en la diligencia temporal de la
adecuada gestión del caso, siempre ajustada a garantías que deben ser resguardadas y a las que
Institucionalmente existe una adherencia declarada desde la misión.
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