Sei sulla pagina 1di 3

Retomando el hilo de la narración —si es que hay alguno— el juez decide

condenar a muerte a los inocentes cavernícolas.

Disuelto el jurado, tanto el juez como los ciudadanos mandaron sendas


notas al Poder Ejecutivo pidiendo que se conmutara la pena por la de seis
meses de prisión. Es decir que Fuller muestra cómo por la degradación
autoinfligida por el jurado, se vacía de contenido al poder de hecho que el
jurado estadounidense tiene, y que se denomina nullification, que
consiste, nada menos, en el poder de no aplicar aquellas leyes que
considera injustas. Ese poder es intrínseco al sentido político-ciudadano
que la institución posee. Ese poder, por ejemplo, actuaba como un
fuertísimo desincentivo para que los fiscales sometieran a juicio casos de
violaciones a la ley seca en los tiempos de la prohibición. Pues si bien las
probabilidades de que la mayoría de los miembros del jurado gustaran de
los placeres de Dionisios o Baco —en esa época sólo integrado por
hombres—, lo cierto es que bastaba un solo choborra en el jurado para
impedir la unanimidad necesaria constitucionalmente para dictar el
veredicto de culpabilidad en el sistema federal y se terminaba en un juicio
nulo.

Luego de este irregular procedimiento, el caso es sometido al la Suprema


Corte de Newgarth. Allí, el Presidente Truepenny convoca a sus
compañeros a adoptar una medida similar: dejar firme la condena y
esperar la clemencia ejecutiva. Es decir que mantiene la aplicación de la
pena de muerte con la esperanza de que sea el Poder Ejecutivo quien
haga su trabajo y otorgue la clemencia.

El ministro Foster, con clara satisfacción, describe de manera más


realista el proceso de interpretación operativa usado por los jueces y,
luego de crear una excepción como las que crean nuestros tribunales
cotidianamente, los declara inocentes.

El ministro siguiente hace algo maravilloso: "la Gran Tatting", y renuncia


a participar en la decisión de este caso. No se excusa, ni pide licencia,
sino que en el medio del desarrollo argumental de su voto decide
renunciar a "participar" en el caso, cuando lo que hace, en verdad, es
renunciar a decidir.

A continuación el ministro Keen, luego de aclarar —con razón— que nada


tiene que ver con el caso la clemencia ejecutiva, y tampoco los aspectos
morales del caso —falso esto—, realiza una interpretación
pretendidamente cargada de tecnicismos legales neutros y concluye
confirmando la sentencia de muerte.

Cuando le toca el turno a Handy, los argumentos llegan a niveles


increíbles. Él cree que estos acusados deben ser absueltos, y que hay
que seguir al 90 % de la opinión pública que está a su favor. A ello agrega
que como se ha enterado por vía chismográfica que el jefe del Poder
Ejecutivo no conmutará la pena de muerte de los acusados, entonces los
absuelve.

Finalmente, se le da la palabra nuevamente al Gran Tatting, quien


confirma su intención, luego de escuchar las últimas opiniones, de no
participar del caso. Así, decidió dejar de "participar" en el caso las dos
veces que efectivamente participó.

Con su decisión, Tatting logró que los votos quedaran empatados: dos a
favor de revocar la condena, dos a favor de confirmarla. Por lo tanto, la
sentencia no pudo ser revocada y los cavernícolas fueron sentenciados a
muerte en tiempo y forma.

Los hechos más importantes, a mi juicio, son destacados en el voto de


Handy. Él dice, en primer término, que en un procedimiento penal, se
debe garantizar que "todas las formas de la ley serán observadas". Acto
seguido describe correctamente lo que hizo el jurado:

"Por cierto la única razón que impidió que tal cosa ocurriera en este caso,
fue la circunstancia fortuita de que el presidente del jurado era abogado.
Sus conocimientos le permitieron idear una fórmula verbal por la que el
jurado pudo eludir sus responsabilidades usuales".
Y ahí está el meollo del problema. El jurado no dictó veredicto de
culpabilidad, por lo tanto, los acusados no pudieron jamás ser declarados
culpables. El veredicto del juez de distrito tiene tanto valor jurídico como
una decisión de la Asamblea de la Bolsa de Comercio de Newgarth.

El hecho de que, a pesar de que la irregularidad fue conciente para todos,


el caso siguió adelante y, los más grandes juristas de Newgarth se
cansaron de incumplir con su deberes legales y de decir sandeces y,
como consecuencia, cuatro acusados que no debieron ser condenados
fueron ejecutados a muerte.

Nada de esto hubiera sucedido en un sistema de juicio por jurados que


respete sus reglas. Es por ello que "El caso de los exploradores de
cavernas" es un libro que nos habla de sistemas de enjuiciamiento.

Potrebbero piacerti anche