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Consumimos por los ojos: El PACKAGING

Ya lo dice Albert Mehrabian, la comunicación es 7% verbal, 38% vocal y 55% visual, siempre comunicamos
aunque no queramos y esto puede trasladarse perfectamente a la vida de los productos. Somos personas
visuales, necesitamos que las cosas nos entren por los ojos antes de decidirnos a comprar y consumir un
producto, lo que nos lleva a la importancia de packaging.

Se puede decir que el packaging tiene 3 funciones básicas: protección, información y persuasión (marketing).
Al abarcar cada una aspectos tan globales, todo acaba contando la hora de crear un nuevo envase: la sencillez,
la logística, la funcionabilidad, la originalidad, la seguridad, el respeto al medio ambiente, el público objetivo.

Gran parte del éxito o fracaso del producto depende del packaging y las empresas lo saben. De poco sirve
invertir grandes ingresos en publicidad si luego el consumidor no se siente atraído por culpa del packaging. Sin
embargo, un eficaz packaging puede acabar convirtiéndose en la principal forma de identificación de una marca
o un producto. ¿Quién no conoce las latas redondas y azules de Nivea.

Un ejemplo curioso de la importancia del packaging es el lanzamiento de envases limitados destinados a los
más fieles consumidores o “retro” que apelen a la infancia de los mismos, y que acaban convirtiéndose en todo
un triunfo, agotándose en pocas semanas. Aquí podemos hacer referencia a Coca-cola, que en determinados
eventos deportivos, musicales o de moda, lanza botellas exclusivas que actualmente muy pocas personas
pueden presumir de tener. Muchos de estos casos se convierten hasta en piezas de coleccionista.
Facultad de Filosofía y Teología
De la Universidad del Salvador
San Miguel 2016.
Seminario de Hannnah Arendt.
Alumno: Sergio Adrián Elifonzo.

SOBRE LA REVOLUCIÓN
Hannah Arendt

La revolución es un tema de interés por lo que es capaz de enfocar, para muchos es un acontecimiento que se
debe evitar a toda costa y para otros representa la esperanza de un futuro mejor.
Es importante pensar la revolución de diversas perspectivas a diferencia de Arendt, en la presente
comunicación, no busco pensar la revolución de la teoría o la filosofía política, sino desde la historia y la
sociología. Sin negar evidentemente los rendimientos que se desprenden de llevar a cabo una reflexión
filosófica sobre la revolución.
La revolución representa algo así como un invento mesiánico. Cambio radical en la estructura social,
especialmente si se hace rápidamente y acompañado por violencia. Los cambios revolucionarios tienen
consecuencias trascendentales y suelen percibirse de repente, ya que se trata de una ruptura del orden
establecido. Las revoluciones nacen como consecuencia de procesos históricos y de construcciones colectivas.

“La guerra y la revolución constituyen aún los dos temas políticos principales de nuestro tiempo. Ambas han
sobrevivido a todas sus justificaciones ideológicas. La propia existencia de la política, la causa de la libertad
contra la tiranía. Las revoluciones constituyen los únicos acontecimientos políticos que nos ponen directa e
inevitablemente en contacto con el problema del origen. Las revoluciones cualquiera que sea el modo en que
las definamos, no son simples cambio”.
Este vínculo existente entre revoluciones y violencias parece situarlas fuera del ámbito de la política, tal como
Arendt lo delimita en relación con la polis griega. Arendt sostiene que “en la medida en que la violencia
desempeña un papel importante en las guerras y revoluciones, ambos fenómenos se producen al margen de la
esfera política en sentido estricto, pese a la enorme importancia que han tenido en la historia”. También afirma
que “las revoluciones constituyen los únicos acontecimientos políticos que nos ponen directa e inevitablemente
en contacto con el problema del origen.

Como el resto de los fenómenos sociales las revoluciones no son acontecimientos que se puedan ocurrir por la
simple voluntad, sino que dependen de condiciones de posibilidad que las hacen factibles.
Arendt recurre a una reconstrucción de las revoluciones del francés y norteamericano en este caso. Esta teoría
política históricamente situada es objeto de crítica desde la historia. La crítica que Jefferson para él está claro
que Arendt no abordo las revoluciones como verdaderamente ocurrieron sino que construyo un tipo de ideal
definiendo su objeto de estudio en consecuencia y excluyendo todo lo que no se ajusta a sus especificaciones.
El objeto de la autora es mostrar cómo dos procesos que partieron de la misma búsqueda de la libertad (el
primero frente al dominio británico y el segundo frente al Antiguo Régimen). A través de esta comparación la
autora expone cómo fueron interpretados, en el interior de dichas revoluciones, concepto político tan
trascendente para las democracias actuales como poder, violencia, autoridad y ley, entre otros.

Revolución y libertad van ligadas, nos dice Arendt, pues un proceso que no persiga la libertad, es decir, que
no garantice la creación de un espacio político en el que los ciudadanos participen de los asuntos públicos, no
puede llamarse revolución. Y aunque es la libertad el ideal de las dos grandes revoluciones, solo llegó a
alcanzarse, y de forma parcial, en la revolución americana. Hace que Arendt vea toda revolución que trate de
solucionar la cuestión social una forma de revolución corrompida, ya que en su opinión es el único fin legítimo
de la revolución es la instauración de la libertad, por esta razón Arendt considera un error el que la revolución
haya tomado como modelo la revolución francesa, dejando de lado a la de los Estados Unidos.

“La conexión existente en cualquier país entre la riqueza y el gobierno y la idea de que las formas de gobierno
tienen que ver con la distribución de la riqueza, la sospecha de que el poder político acaso se limita a seguir al
poder económico y, finalmente, la conclusión de que el interés quizá sea la fuerza motriz de todas las luchas
políticas. Lo que los hombres de la Revolución americana consideraron una de las innovaciones más
importantes del nuevo gobierno republicano, la aplicación y elaboración de la teoría de la división de poderes
de Montesquieu al cuerpo político, desempeñó un papel secundario en el pensamiento de los revolucionarios
europeos de todos los tiempos; incluso antes de que estallase la Revolución francesa, por Turgot en nombre de
la soberanía nacional, cuya majestad al parecer exigía un poder centralizado e indiviso”.

Desde su crítica a la revolución francesa Arendt cuestiona las seguridades sobre las que se ha sostenido la
democracia occidental europea: los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, y el respeto, casi venerable, a la
llamada “voluntad general”, concepto acuñado por Rousseau. La libertad, según Arendt, no puede ir detrás de
la necesidad, no puede ser secundaria, no se puede llegar a ella por la vía de la superación de las necesidades
más básicas, sino que debe ser en sí misma el objeto de la revolución.
La revolución francesa representa el fracaso de la revolución como tal, en tanto que otorgó el poder a una
entidad apolítica e impersonal llamada pueblo (que hablaba a través del líder), y convirtió la violencia en un
instrumento para consolidar dicho poder. La revolución americana por su parte, sin necesidades apremiante
que determinaran su destino, centró sus esfuerzos en la consolidación de un poder plural que se constituyó
desde la llegada de los colonos a América y que, después de la independencia, se expresó a través de la
creación de una constitución nacional. Es la solidaridad, la confianza en los otros, dice la autora, la que les
permite construir un espacio político, propiamente dicho, en el que la violencia no tiene cabida.

“Tampoco fue la Revolución americana ni su preocupación por establecer un nuevo cuerpo político, una nueva
forma de gobierno, sino América, el nuevo continente, el americano, un hombre nuevo, la igualdad envidiable
que, según la expresión de Jefferson, gozan a la vez pobres y ricos lo que revolucionó el espíritu de los
hombres, primero en Europa y después en todo el mundo, y ello con tal intensidad que , desde las etapas
finales de la Revolución francesa hasta las revoluciones contemporáneas, constituyó para los revolucionarios
una tarea más importante alterar la textura social, como había sucedido en América con anterioridad a la
Revolución, que cambiar la estructura política”.
La revolución americana y sus bases no influyeron en las revoluciones modernas. Los americanos introdujeron
la idea de un gobierno republicano con la división de poderes de Montesquieu. La revolución francesa rechazó
estas ideas, la tradición de monarquía absoluta era incompatible con el establecimiento de una república. Es
como si, el Estado nacional, mucho más antiguo que la revolución, hubiese derrotado a la revolución en
Europa antes que ésta hubiese hecho su aparición.
Cuando los hombres de la revolución pensaban que la revolución tenía como objetivo la libertad y que el
nacimiento de ésta suponía el origen de una historia nueva, no pensaban en aquellas libertades que hoy
asociamos al gobierno constitucional, los derechos civiles. Si la revolución hubiese tenido como objetivo sólo
la garantía de derechos civiles, entonces no hubiera apuntado a la libertad sino a la liberación.
El hallazgo de un nuevo absoluto que reemplace el absoluto del poder divino, carece se solución, debido a que
el poder, dado el supuesto de pluralidad humana, nunca puede aspirar a la omnipotencia, ya que las leyes que
dependen del poder humano nunca pueden ser absolutas.

Durante mucho tiempo el panorama teórico sobre la revolución estuvo dominado por la perspectiva de Marx y
otros autores, pensaban la revolución como un acontecimiento histórico y necesario, resultado de las
contradicciones entre las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas, para ellos la revolución
era entonces un fenómeno desencadenado por el conflicto de clases y la economía capitalista, entre la economía
capitalista tenia conflicto encontrado en los burgueses y los proletarios sus actores fundamentales la
perspectiva marxista siguió siendo dominante. El gran cambio se da este conflicto ya no remite a la industria,
sino al sistema de propiedad agraria, no solo los campesinos entran en escena sino también la burocracia.
Arendt construye no una narración histórica, sino una fabula derivada de las fuentes de empleo para
documentarse sobre las revoluciones y que de alguna manera le mete un pretexto argumentativo. Porque nos
cuenta una historia esencialmente federalista de la revolución de los estados unidos, aunque en algún sentido
defiende una cierta concepción anti federalista de la representación democrática y nos presenta una exposición
marxista de la revolución francesa.
Sólo cuando el cambio se produce en el sentido de un nuevo origen, cuando la violencia es utilizada para
construir una forma completamente diferente de gobierno, para da lugar a la formación de un cuerpo político
nuevo, cuando la liberación de la opresión conduce, al menos, a la constitución de la libertad, sólo entonces
podemos hablar de revolución.

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