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El Yo y el Ello – Freud, Sigmund (1923)

Primera Parte (apartados I, II y III)

Francisca Salamé R.

A modo de resumen, e introduciendo el texto, se presentan


algunas consideraciones sobre lo inconciente, que refieren a lo
siguiente :

Si bien en un comienzo de la formación de la teoría


psicoanalítica el Inconciente corresponde a un concepto meramente
descriptivo, la concepción del proceso represivo como una dinámica
sitúa al Icc como equiparación de lo reprimido, y el contenido latente
(conciente temporalmente) se remite entonces al preconciente (Prcc)
que se encuentra situado mas cerca de lo conciente (Cc).
A pesar de esto, no es posible hacer coincidir lo reprimido con lo Icc y
el Yo con el Prcc y Cc. Dentro del Yo también hay un inconciente que
se comporta como lo Icc reprimido, siendo esto demostrado por dos
factores : la resistencia del análisis generada por el Yo, y el
sentimiento de culpa inconciente.

I. Conciencia e Inconciente
Según el texto, la premisa básica del Psicoanálisis es la
diferenciación de lo psíquico en conciente (Cc) e inconciente (Icc).
Desde esta teoría, la conciencia pasa a ser una mera cualidad de lo
psíquico, cuyo elemento fundamental pasaría a ser el contenido Icc.
Se entiende el “ser conciente” como la percepción más
inmediata del aparato psíquico, siendo característico de este estado,
el que el contenido Cc pase con rapidez, quedando almacenado en el
Icc.
Entonces, lo Icc pasa a ser lo “latente - susceptible de
conciencia”. Entendiendo que existen ciertas representaciones
demasiado intensas para la vida anímica, sabemos que estas no
pueden ser Cc por la existencia de ciertas fuerzas que se resisten a
ello, proceso que conocemos como represión. Este proceso refiere al
estado en que las representaciones se encontraban antes de devenir
a la conciencia, y durante el trabajo psicoanalítico es posible sentir la
resistencia, fuerza que mantiene la represión. Entonces, se identifican
dos tipos de Icc : lo latente susceptible de conciencia y lo reprimido
insusceptible de conciencia. A lo latente se le denomina preconciente
(Prcc), puesto que es Icc solo descriptivamente, no en el sentido
dinámico, y lo Icc propiamente tal es reprimido en el sentido dinámico
del aparato psíquico. Así, en el sentido descriptivo hay dos clases de
Icc (Prcc e Icc), pero en el dinámico solo una (Icc como contenido
reprimido).
El Yo surge como una representación de una organización
coherente de los procesos anímicos en una persona, que depende de
la conciencia en cuanto gobierna los accesos a la motilidad, la
descarga de las excitaciones y corresponde a la instancia anímica
que ejerce control sobre todos los procesos parciales del aparato
psíquico. Del Yo parten también las represiones, y en el análisis lo
hecho a un lado por la represión se contrapone al Yo, planteando la
tarea de cancelar las resistencias que el yo exterioriza para
ocuparse de lo reprimido. Por ejemplo en el caso de un enfermo,
éste se encuentra bajo el control de una resistencia, situación que el
no reconoce a pesar de presentar síntomas de displacer. Esto porque
si bien reconoce los síntomas, no es capaz de identificar el contenido
Icc que los genera. La resistencia que el presenta viene de su Yo.
Entonces, se encuentra en el Yo también algo Icc que se comporta
como lo reprimido. Por esto es que se genera un cambio en la
concepción de la neurosis, de un conflicto entre lo Cc y lo Icc, a una
oposición entre el Yo coherente y lo reprimido dividido en él.
Se entiende entonces que todo lo reprimido es Icc, pero no
necesariamente todo lo Icc es reprimido, puesto que también una
parte del Yo puede ser Icc. Ese Icc del Yo no es necesariamente Prcc,
pues si lo fuese requeriría de activación Cc.

II. El Yo y el Ello
Se entiende que todo nuestro saber está ligado a la conciencia,
incluso de lo Icc solo podemos tener noticia haciéndolo Cc. La
conciencia es funcionalmente la superficie del aparato anímico, en
cuanto en el sistema se ubica espacialmente como primero desde el
mundo externo. Son Cc todas las percepciones sensoriales que nos
vienen de afuera y los sentimientos y sensaciones provenientes
desde adentro.
Por otro lado, la diferencia entre una representación Icc y uno
Prcc, radica en que la Icc se consuma en un lugar material que
permanece desconocido, y la Prcc se conecta con representaciones-
palabra. Las representaciones-palabra son restos mnémicos, que una
vez fueron representaciones y pueden devenir de nuevo concientes.
Es importante considerar que solo puede devenir conciente lo que
alguna vez fue una representación conciente y lo que desde adentro
quiera devenir conciente tiene que intentar trasponerse en
percepciones exteriores. Los restos mnémicos se encuentran en
sistemas inmediatamente contiguos al Prcc, puesto que sus
investiduras son fácilmente transmisibles a lo Cc. Es así como, por
ejemplo, basado en lo anterior es que Freud describe a la palabra
como el resto mnémico de la palabra oída.
Entonces, para hacer Prcc un contenido reprimido Icc, se deben
reestablecer mediante el trabajo analítico los eslabones Prcc hacia el
Cc, así la conciencia permanece en su lugar, pero tampoco el Icc se
ha inmiscuido directamente en ella a pesar del traspaso de
contenidos.
De este modo vemos que el vínculo de la percepción externa
con el Yo es completamente evidente. Mayor conflicto genera la
relación con las percepciones internas. Las sensaciones placenteras
no tienen en sí nada que genere un esfuerzo por parte del
funcionamiento de la economía energética del aparato anímico. Por el
contrario, las sensaciones displacenteras son esforzantes de alto
grado, en medida en que esfuerzan a la alteración, a la descarga. La
experiencia clínica muestra que el sentimiento se comporta como una
moción reprimida, en el sentido en que despliega fuerzas
pulsionantes sin que el Yo lo note. Así, los sentimientos y sensaciones
solo devienen Cc si alcanzan el sistema perceptivo. En este caso, falta
lo Prcc, las sensaciones son o bien Icc o Cc.
Una vez explayado lo anterior, Freud define como Yo a la
esencia que parte del sistema perceptivo y que es primero Prcc, y
Ello a lo otro psíquico en que aquello continúa y se comporta como
Icc.
Algunas características del Yo y el Ello son las siguientes :
- El Yo no está separado tajantemente del Ello, sino que confluye
hacia abajo con él, siendo que se sitúa el Yo sobre el Ello, hacia
la superficie, más cerca del contacto con el mundo externo.
- Lo reprimido puede comunicarse con el Yo a través del Ello,
puesto que el Yo es la parte del Ello alterada por el mundo
exterior con mediación del Prcc.
- La función del Yo es hacer valer el principio de realidad por
sobre el principio de placer proveniente del Ello.
- Para el Yo, la percepción cumple el papel que en el Ello cumple
la pulsión.
- El Yo es la razón, el Ello las pasiones.
- La importancia funcional del yo, radica en el control sobre los
accesos a la motilidad de los contenido anímicos.
- En base a las premisas de la teoría psicoanalítica, siendo la
pulsión Icc el motor de la actividad anímica, el Yo opera con
fuerzas “prestadas” desde las percepciones, a diferencia del
Ello que opera desde pulsiones Icc.
- El Yo suele transponer en acción la voluntad del Ello como si
fuese propia.

Finalmente en este apartado, se da cuenta de la existencia de


una escala de valoración social o ética a las pulsiones inferiores que
tienen lugar en el Icc, siendo las que mas altas se sitúen en esta
estratificación, las que más fácilmente accederán a la conciencia, y
las mas bajas aquellas que se mantendrán reprimidas y requerirán de
un trabajo analítico mayor. Ahora bien, existen casos en que en
ciertas personas, las pulsiones que tienen un valor ético-social más
alto, son inconcientes, y la existencia de un sentimiento de culpa
inconciente cuyo papel es decisivo en variadas neurosis y
corresponde a un fuerte obstáculo analítico. Por lo tanto, no sólo lo
mas profundo, sino que también lo mas alto en el Yo puede ser
inconciente, actualizando así la teoría de la escala ético-social de las
pulsiones anímicas.

III. El Yo y el Superyó (Yo Ideal)


Como complejización del concepto de Yo, surge la idea de un
Ideal-Yo o Superyó. Éste refiere a un grado de diferenciación dentro
del mismo Yo, que se hace relevante en el texto puesto que se
plantea un debilitamiento de éste en su vínculo con la conciencia, a
diferencia de lo previamente expuesto en la teoría psicoanalítica.
El terreno explicativo se amplía en este caso, pues se hace
necesario profundizar en primera instancia en la formación del
carácter del Yo. El proceso dinámico de funcionamiento entre el Yo y
el Ello, se funda en la idea que un objeto perdido (en el Ello) vuelve a
surgir en el Yo, es decir, una investidura de objeto es relevada por
una identificación. Este proceso es bastante frecuente en el aparato
anímico, y contribuye a la constitución del carácter del Yo. En el
desarrollo de este carácter, en un comienzo (etapa oral) no se hace
distinguible la diferencia entre una investidura de objeto y una
identificación, pero posteriormente se entiende que las investiduras
de objeto parten del Ello en medida en que corresponden a la
necesidad de satisfacción de aspiraciones eróticas. El Yo entonces, al
recibir estas investiduras, o bien se resigna a ellas o bien las reprime.
Cuando un objeto es resignado, e identificado deviene un cambio en
la estructura Yoica, que al mismo tiempo corresponde al medio por el
cual el Ello resigna sus objetos. Entonces, el carácter del Yo es una
sedimentación de las investiduras resignadas, y contiene la historia
de elección de objeto erótico del sujeto. La transposición que el Yo
ejerce sobre el objeto erótico del Ello, le permite generar una
dominación sobre sus contenidos, reemplazando la libido del objeto
en libido narcisista, situación que puede ser reconocida como el
camino universal de la sublimación.
Bajo este supuesto, Freud plantea la profunda relevancia que
cobra el complejo de Edipo y la bisexualidad constitucional del
individuo. Así, como resultado mas universal de la fase sexual
gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer una
sedimentación en el Yo, que consiste en el establecimiento de dos
identificaciones (un Edipo normal y uno inverso), unificadas de alguna
manera entre sí. Esta alteración recibe su posición especial: se
enfrenta al otro contenido del Yo, el Superyó. El Superyó en el
complejo de Edipo estuvo empeñado en la represión, en el sentido
que se hace representante de lo “correcto” así como la prohibición
paterna de acceso a la madre, configurándose como conciencia moral
y censura moral.

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