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Es cierto que la anorexia y la bulimia se conocen desde hace algún tiempo; estos
trastornos habían sido descritos como cuadros clínicos desde finales del siglo XIX
y aparecen casos documentados desde el siglo XVII, esto ha sido actualmente un
gran problema para la humanidad, ya que los afectados por estos trastornos son
millones pero sobre todo adolescentes. Estos trastornos pueden causar
desnutrición, afecciones cardiacas e incluso la muerte, la anorexia y la bulimia han
abarcado un gran territorio en todo el mundo y su relación con rasgos de la cultura
actual permiten caracterizarlos como patologías propias de la sociedad urbana.
Son muy difíciles de tratar y permanecen ocultas hasta para las amistades y
familiares. Aunque estos trastornos se padecen individualmente y tienen causas
psicológicas, el entorno cultural y familiar marcan su aparición y los orígenes de
estos trastornos alimenticios; por lo tanto son multicausales. Además, su expansión
social los ubica como un problema de salud pública que requiere ser estudiado y
atendido de manera específica con urgencia cada vez mayor. La prevalencia de la
anorexia entre la población general varía de 0.5 a 1.5%, mientras que la bulimia
alcanza 3%. Y como ya se había mencionado la población más vulnerable son las
mujeres adolescentes.
Si bien es cierto que los trastornos alimenticios han sido llamados en “abundancia”
y aparecen mayoritariamente en países desarrollados y en zonas urbanas, no son
exclusivos de ellos y la tendencia parece mostrar su expansión hacia otros países,
regiones y sectores sociales. En este sentido, pueden constituir una vía de
desnutrición cualitativamente diferente a la tradicional, está relacionada con la
pobreza y la pobreza extrema. Algunos datos del incremento de consulta por
trastornos alimenticios y de su distribución por sexo, son indicativos de su expansión
en nuestro país.
Los efectos de los trastornos alimenticios no se limitan a una sola esfera de la vida
de la persona que los padece y no sólo ella se ve afectada, sino que su entorno
familiar resiente también las consecuencias.
Por un lado, las múltiples causas de los trastornos alimenticios implica que la
prevención, para ser útil, tendría que hacerse en más de un ámbito y en niveles muy
profundos: modificar patrones culturales, estructuras familiares anquilosadas y
demás. Por el otro, la ventaja de estos trastornos en edades tempranas puede
conducir a la implantación de algunos programas educativos en el ámbito escolar
que pudieran resultar efectivos; en ellos el objetivo estaría encaminado al
fortalecimiento del carácter de las y los jóvenes para que puedan hacer frente al
impacto de influencias nocivas externas; sin embargo, las mayores dificultades
están en la posibilidad de enfrentar a los conflictos internos, las influencias que,
desde dentro de cada persona, derivan en un trastorno alimenticio. En este sentido,
la difusión de información adecuada y confiable no es suficiente, así como su
tratamiento, debe ubicarse en un nivel de trabajo más afectivo como el hogar.