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HISTORIA DE LA LITERATURA

DEL NOROESTE ARGENTINO

Desde la Colonia hasta fines del siglo XX

ALICIA E. PODERTI

Primera Edicion: CIUNSa, 2000.


© Alicia Poderti. ISBN 987-99460-3-0.

(Este texto forma parte de la Tesis Doctoral,


defendida en la UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO,
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS, setiembre de 1998, DOS TOMOS, calificada con Suma Cum
Laude, 10 sobresaliente y publicación recomendada.
Doctorado en Letras (Categoría “A” CONEAU)

Segunda edición electrónica para web page: 2017.

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ÍNDICE

PRELIMINARES

I. CONTORNOS DE UNA HISTORIA SOCIO-CULTURAL

I.1. Alcances contemporáneos del término literatura


I.2. Regiones literarias y regiones históricas
I.3. El noroeste argentino como región histórica
I.4. Saberes históricos y ficcionales
I.5. Las historias literarias
I.6. Periodización

II. FUNDACIÓN

II.1. La región del Tucumán

II.2. Prácticas escriturales

II.2.1. Práctica político-religiosa


II.2.2. Práctica jurídico-notarial
II.2.3. Práctica literaria canónica

II.3. Textos coloniales y literatura germinal

II.4. Leyendas del Tucumán Colonial

II.4.1. Consideraciones en torno a la literatura oral

II.4.1.a. Oralidad y escritura


II.4.1.b. Historia/Leyenda

II.4.2. Relatos orales y pensamiento andino

II.4.2.a. El Rey Inca: la justicia vuelve…


II.42.b. La sepultada Esteco: los signos eternos
II.4.2.c. San Francisco Solano y su violín
II.4.2.d. San Ramón de la Nueva Orán: ciudad de campanas misteriosas

II.4.3. Memoria y verdad

III. CONSTRUCCIÓN
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III.1. Fractura del pensamiento colonial

III.2. El ethos nacional y el proyecto literario nacional

III.3. La aparición de la novela y el relato de la gesta antirrosista

III.3.1. Procedencias
III.3.2. Configuraciones narrativas: el folletín
III.3.3. Novela y contracultura

III.4. Las mujeres y el imaginario nacional

III.5. Los hombres del '80

III.6. La prensa y el NOA en el siglo XIX

III.7. Fisonomías

III.7.1. Desierto
III.7.2. Inmigración

IV. REGIÓN, GLOBALIZACIÓN

IV.1. La Argentina y el Noroeste (1900-1930)

IV.2. Los intérpretes de la cultura nacional

IV.3. Modernismo, "regionalismo"

IV.4. Ni Florida, ni Boedo

IV.5. "La Carpa" y la renovación del discurso cultural de la región

IV.6. Diseños regionales

IV.7. Trayecto: hacia la globalización

V. FRAGMENTOS DEL PAÍS INTERIOR

V.1. Facetas convergentes

V.2. La escenificación de la Historia

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V.2.1. Güemes en el dédalo de la ficción
V.2.4. Voz y documento
V.2.3. Los rostros de la historia reciente

V.3. Escritura femenina: espacio de rebelión

V.3.1. Mujeres X mujeres


V.3.1. Gramática femenina

V.4. Incisiones

V.4.1. Gauchos malos y domesticados


V.4.2. Fronteras y orillas
V.4.3. Trenes, andenes, tajos y caminos
V.4.4. Los sabores andinos
V.4.5. El viaje y la región de la utopía

VI. BALANCES, COORDENADAS, UMBRALES

VI.1. Compases neoculturales

VI.2. Heterogeneidad y multiculturalismo

VI.3. La escritura como síntoma

VI.4. Virtualidades, fórmulas y lectores: otros lenguajes

VI.5. La narración en la encrucijada de los géneros literarios

VI.6. Mujeres y escritura de provincias

VI.7. Literatura e identidad cultural

BIBLIOGRAFÍA
1. Aproximación bibliográfica a la producción narrativa del noroeste argentino hasta
fines del siglo XX:

1.1. Libros y publicaciones varias


1.2. Antologías y compilaciones

2. Área literaria

2.1. Estudios Críticos

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2.2. Literatura (general)

2.3. Sobre literatura del NOA

2.4. Historias literarias y estudios panorámicos

3. Área de Ciencias Sociales y Humanas

4. Sobre género y literatura femenina del NOA

5. Publicaciones documentales (Colonia)

5.1. Fuentes éditas


5.2. Fuentes inéditas (manuscritos)

6. Diccionarios

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PRELIMINARES

"Y toca a cada país o región sacar de una vez el


problema de este plano de generalidades que
constituyen ya un lugar común de las
perspectivas teóricas, y aplicarse a una
investigación concreta de la experiencia local,
desde los diversos ángulos que sugiere la
tetrasecular y movimentada vicisitud histórica
aparejada al destino americano."
BERNARDO CANAL FEIJÓO

La intención de dar cuenta, desde el campo de los estudios críticos e historiográficos,


de la producción literaria de la región del noroeste argentino, supone iniciar un
complejo proceso de organización del sistema literario de una cultura específica.
Implica, a la vez, interconectar dos variables culturales en continua relación: la historia
y la literatura, desentrañando las diferentes versiones de la historia que aparecen en los
textos y componiendo una "literatura de la historia", en la medida en que la escritura
literaria se presenta como tematización de la historia, como problematización de ella.
La literatura, como manifestara Mijail Bajtín, es una parte inarrancable de la historia de
la cultura y no puede ser comprendida fuera del contexto global de una época dada y en
la ruptura cronológica que implica que "las grandes obras literarias son preparadas
durante siglos" (1982: 107).

La idea de efectuar una historia literaria regional de la literatura del noroeste argentino
no ha trascendido más allá de intentos aislados. La historia de la literatura
latinoamericana será enriquecida en la medida en que se sustancie el aporte que pueda
verificarse desde la microhistoria de las literaturas regionales, en lo que respecta al
esclarecimiento de sus problemáticas centrales. De este modo se integra al proceso de
la historia literaria latinoamericana una literatura argentina que opera desde una de sus
áreas de pertenencia -la región del NOA-.

Siguiendo la línea “narrativa” como directriz (sin abandonar por ello las otras
variedades literarias pues tengamos en cuenta que nuestro planteo básico contempla
una mixtura y la imposibilidad de referirnos a “géneros canónicos”) recorreremos la
literaura del NOA, que es la literatura del país interior y también de la gran Argentina,
desde la Colonia hasta el final del siglo XX.

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Algunos de los temas planteados en el primer capítulo de esta investigación despejarán
ese núcleo de problemas, partiendo de la idea de que la escritura de una historia
literaria supone también el esclarecimiento de cuestiones tales como la
reconceptualización del término "literatura", la revisión de los criterios con los que una
literatura se extiende en el devenir histórico y la imposibilidad de considerar la
producción literaria separada de la sociedad y la cultura que la generan.

La lectura de una literatura denominada regional, en las investigaciones actuales, se


fundamenta en la observación de los registros culturales que participan en cada texto,
registros que están en íntima relación con las referencias geográficas, históricas y
sociales que conforman un discurso diferenciado. De este modo, la literatura argentina
se desarrolla en dos vías: por un lado, los textos literarios que funcionan
referencialmente en la Capital Federal en tanto cosmópolis central y centrífuga del
país, y por el otro, aquellos cuya circulación cultural remite a las diversas regiones en
sus particularidades sociales (Heredia, 1994: 11).

Los textos literarios del segundo grupo quedan automáticamente incluidos en la


categoría de lo regional, que comprende derivaciones tales como el nativismo, el
localismo y el costumbrismo. Todas estas variantes refuerzan la idea de que los
lenguajes literarios se constituyen geoculturalmente1. Pues "si en geografía se puede
trazar un mapa desde un ángulo científico y vivir en cambio cotidianamente en otro
país" (Cfr. Kusch, 1977: 19), el discurso literario está interpenetrado por ese
subjetivante dibujo de la realidad que esquematiza su centro y su periferia a partir de
una mirada que redistribuye los espacios. Esa reubicación es posible a través del
conocimiento empírico del ámbito en el que se mueven los deseos y pensamientos del
hombre.

La literatura, como producción cultural de carácter social, es el conjunto de textos


orales y escritos a través de los que se elabora la visión comunitaria del mundo. Esta
elaboración puede ser colectiva, individual y aún anónima, pero aunque sea un
producto individual transparenta la concepción de la sociedad y de la cultura desde la
que el escritor escribe. La literatura y la historia operan así como realidades
complementarias, por cuanto los usos culturales pasan hacia la producción literaria y
viceversa. Los elementos sociales, antropológicos y lingüísticos entran en combinación
con los elementos puramente estéticos. Al mismo tiempo, los textos literarios no
existen como fenómenos aislados, sino que se ligan a otros textos pasados o
contemporáneos, de una misma cultura o de diferentes culturas, generando una forma
de intertextualidad en la que los diferentes sistemas literarios entran en contacto. Si los
textos leídos en forma aislada no constituyen una literatura, para poder referirnos a una
"literatura del noroeste argentino" se hace indispensable reconocer la relación que
existe entre ellos. Este entramado textual responde a dos direccioNEs: una horizontal
(el momento socio-cultural en el que se producen los textos y las características
1 Para Rodolfo Kusch: "Cultura no es solo el acervo espiritual que el grupo brinda a cada uno y que
es aportado por la tradición, sino que además es el baluarte simbólico en el cual uno se refugia
para defender la significación de su existencia. (...) A nivel metodológico cabe considerar
entonces, desde un punto de vista geocultural, que existen unidades estructurales que apelmazan
lo geográfico y lo cultural constituyendo una totalidad difícil de penetrar, a no ser que la misma
unidad proporcione los medios para hacerlo" (Kusch, 1976: 5-6).

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comunes entre ellos) y una dirección vertical (las transformaciones que el conjunto de
esos textos producen a través del tiempo).

La noción de "sistema" permite explicar el hecho literario como un tejido de textos


generados por una sociedad y una cultura particular. En este sentido, las relaciones
entre sistemas literarios son decisivas en la conformación de una literatura como la del
NOA. Las coordenadas que en ella confluyen son resultado de los procesos socio-
culturales del conglomerado cultural latinoamericano, por lo que se vuelve
imprescindible detectar las vinculaciones y los límites entre literaturas continentales,
nacionales y regionales (Cfr. Pizarro, et. al., 1985).

Las cuestiones abordadas en esta investigación nos han permitido reorientar algunos
principios de la historiografía literaria, con el fin de delimitar la pertenencia cultural de
la producción literaria del noroeste argentino dentro de una perspectiva histórica y
socio-cultural; comprobando si los discursos de los textos literarios acompañan a las
transformaciones de las estructuras socio-culturales o instalan un imaginario social
diferente; reconociendo los principales códigos históricos de cada época para discernir
la "literaturidad" de los textos y su clasificación dentro de los campos estético y socio-
cultural.

Centraremos nuestra lectura en la línea de la narrativa pero nuestro enfoque no puede


ignorar que la noción de género impone aproximaciones fragmentarias del texto
literario. El tema de la revisión y desarticulación de la teoría clásica de los géneros ya
ha sido explorado por críticos y filósofos a través del tiempo, encontrando un punto
clave a principios del siglo XX con Benedetto Croce, y nutriéndose actualmente con las
propuestas generadas por el análisis del discurso, la sociocrítica canadiense y la teoría
bajtiniana. Esta perspectiva de redefinición de los géneros literarios que iremos
delineando en cada uno de los capítulos, intenta superar las clasificaciones
taxonómicas, teniendo en cuenta la organización de los elementos dominantes y las
estrategias discursivas que se ponen en juego en cada texto, la relación con los otros
textos de su serie y las características del entretejido social y discursivo en el que se
generan.

En lo que respecta al ámbito cronológico se focalizará la producción narrativa del siglo


XX, partiendo del panorama gestado en los siglos anteriores. Se entiende el proceso
temporal como un movimiento en el que los códigos históricos y socio-culturales del
período fundacional-colonial del Tucumán constituyen las matrices que permitirán
considerar los momentos de cambio, de interacción, de conservación y de
transformaciones dentro de la producción posterior. La comprobación de estas
textualidades operando en la narrativa contemporánea tiende a despejar la transposición
estética de los modelos del discurso colonial que ha pulsado gran parte de la
producción literaria hispanoamericana. Al mismo tiempo, la intertextualización de la
producción de siglos pasados en la literatura contemporánea del noroeste argentino,
instala un concepto de historicidad que se presenta como la puesta en marcha de la
"memoria cultural", a través de la reinstalación de formas escritas y orales en la
narrativa del siglo XX. Así, los textos literarios y los autores no serán leídos de acuerdo
a un sistema de periodización que los adscriba exclusivamente a la época en la que
fueron escritos -sus condiciones de producción- sino a partir de la recepción que de

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estos textos se ha hecho, reconociendo los principales códigos de cada momento
histórico que se re-producen y re-presentan en las textualidades literarias.

Nuestra propuesta, que no agota las posibilidades del sistema literario del noroeste
argentino -inserto en el proceso de intercambios con los otros sistemas culturales-,
propone una vía de ordenamiento y sistematización de los procesos literarios de esta
zona. La unidad y multiplicidad cultural latinoamericanas constituyen dos itinerarios
complementarios para penetrar en la imagen histórico-literaria de la región del
Noroeste argentino.

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I. CONTORNOS
DE UNA HISTORIA SOCIO-CULTURAL

..."Las literaturas regionales corresponden a un


segundo nivel de articulación con respecto a los
sistemas literarios nacionales, pero en si mismas
tienen también naturaleza orgánica y se
instauran igualmente mediante un tramado de
contradicciones. En las regiones más integradas
sus literaturas no representan más que una
escala menor de la problemática propia de las
literaturas nacionales."
ANTONIO CORNEJO POLAR

I.1. ALCANCES CONTEMPORÁNEOS DEL TÉRMINO "LITERATURA".


Uno de los problemas más focalizados por la indagación teórica actual es el que gira en
torno al esclarecimiento de lo que es y no es literatura. Este replanteo de la noción,
inserto en la encrucijada de los discursos sociales, obliga al constante cotejo entre las
textualidades pertenecientes al sistema erudito y a los otros sistemas participantes en el
proceso de producción.

La dificultad de establecer categorías universales en el eje diferenciador de estos


ámbitos se advierte en un movimiento de reconceptualización que propulsa modelos
alternativos de ruptura con los modelos teóricos europeos, aquéllos que intentan
constituir el campo de lo literario a partir de su lugar de enunciación2, fijando el centro
en un sistema que relega al terreno periférico a los universos textuales de otros sistemas
culturales.

En este ritmo de confrontaciones se incluye el planteo de Alfonso Reyes, quien


entiende que, en algunos casos, no hay literatura en pureza sino literatura aplicada a
asuntos ajenos, literatura como servicio o ancilar. La "literatura en pureza" se
identifica, en este concepto, con el líquido, con la esencia pura o sustantiva que se
manifiesta en el drama, la novela o el poema, y en la cual "la expresión agota en sí
mismo su objeto". Por otra parte, Reyes considera como "literatura aplicada a asuntos

2 Desde la perspectiva de la construcción lingüística de un texto, es preciso distinguir los conceptos


de "enunciado" y "enunciación": en el proceso de la enunciación el sujeto o hablante aparece como
el que está pronunciando un discurso (ocasionalmente a un destinatario), es decir, una serie de
enunciados caracterizados por connotadores emotivos, valorativos, modalizantes, etc. Siguiendo a
Greimás y Courtés, se considerará sujeto de la enunciación al eje sintáctico entre sujeto y
antisujeto. El conjunto de elementos que dependen de la enunciación de un texto tiene sentido en sí
mismo, pese a su carácter fragmentario y disperso (1991).

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ajenos" al depósito de distintas mezclas, representado en formas consideradas ancilares
a la literatura. Existe, para Reyes, la "historia con aderezo retórico", la "ciencia en
forma amena", la "filosofía en bombonera". En todos estos ejemplos "la expresión
literaria sirve de vehículo a un contenido y a un fin no literario" (en Fernández
Retamar, 1975).

Para Jurij Tinianov (1968) las definiciones estáticas y fijas son superadas por una
evolución que revela la incertidumbre acerca de los límites de la literatura, de su
periferia y su zona de frontera y hasta incluso de su propio centro. En este
desdibujamiento, lo central puede volverse marginal, y viceversa, mientras los signos
de cada sistema literario tienden a extrapolarse:

...la existencia de un hecho como "hecho literario" (...) depende de su función.


Lo que es "hecho literario" para una época será un fenómeno lingüístico
perteneciente a la vida social para otra, e inversamente (...). Así, por ejemplo,
una carta a un amigo de Dervajin es un hecho de la vida social; pero, en la
época de Karamzim y de Pushkin, esa misma carta amistosa es un hecho
literario. Las memorias y los diarios tienen un carácter literario en un sistema
literario, y, a su vez, muestran un carácter extraliterario en otro (en Lotman,
1972).

Según Fernández Retamar, la línea central de la literatura, en Latinoamérica, pareciera


ser justamente la amulatada, la híbrida, la "ancilar", mientras la línea marginal se
identifica con la purista, la estricta o canónicamente literaria. El predominio de los
géneros considerados ancilares, como las crónicas, los discursos, artículos, memorias,
diarios, y algunas formas sociográficas, hace empalidecer a los otros géneros,
supuestamente centrales (Fernández Retamar, 1975).

La problemática de textualidades como las indígenas, de las que, en muchos casos,


solamente conservamos restos orales, indica que existen manifestaciones discursivas
que no se pueden mensurar con los mismos criterios que se aplican a un texto de
escritura alfabética. La capacidad de los textos desborda aquí lo tradicionalmente
literario para dejar lugar a una combinatoria de sistemas lógico discursivos (Cfr.
Lienhard, 1992). Estas ideas pisan terreno fértil cuando preguntamos a la literatura
hispanoamericana acerca de su producción literaria. La escritura de la fundación y la
Colonia de América ya se inserta dentro de un sistema literario en el cual el proceso
documentador del encuentro de culturas ingiere formas lingüísticas, poéticas, orales y
escritas, para testificar mejor el asombro ante el mundo y la compleja problemática que
surge de las relaciones entre dominadores y dominados. El discurso de la Colonia es la
manera de decir el "cómo" el europeo ve a América, con sus propios instrumentos de
organización de la cultura:

...la formación de la imagen de América, con las dos líneas, como información
y como transfiguración. Esta formación de la imagen de América, que de cierta
manera es, en el fondo la apropiación de la tierra por el espíritu, se expresa
sobre todo en la prosa: crónicas, informes, relatorio, cartas, correspondencia
de capitanes generales, etc. En segundo lugar yo hablaría de la transferencia
de las formas literarias europeas -el teatro, el poema épico, el poema

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narrativo, la lírica- en donde encontraríamos otras dos líneas: como
prolongación o como continuidad de esas formas y como alteración o ruptura,
como modificación (Cándido, 1985: 31).

La literatura, para Beatriz Sarlo, "es lo que una sociedad acepta como tal". Es
necesario describir el funcionamiento diferenciado de estas textualidades en cada una
de las formaciones sociales. En el período colonial, la literatura -contenida en formas
no canónicas desde el punto de vista tradicional- fue de fundamental importancia, en
tanto hacía circular los valores religiosos, políticos e históricos bajo la forma de valores
estéticos. La literatura fue refuerzo de la colonización, y vehiculizó la ocupación
imaginaria de la realidad (en Cándido, 1985: 31).

En el cúmulo de operaciones literarias generado en cada texto es posible detectar la


presencia de rasgos que pueden sintetizarse en un grupo más o menos constante de
marcas discursivas:

- Los principios de formación discursiva del texto ficcional o artístico radican


en la "actitud hacia el mensaje" contenida en el discurso, aspecto que ha sido
dilucidado por Roman Jakobson (1975). Si el mensaje se considera
primordialmente una ocasión para expresar una condición emocional del
hablante del discurso, o para suscitar una actitud en el receptor, entonces el
discurso habrá de valorarse menos en relación a su claridad o su valor de verdad
con respecto a su referente, y más en cuanto a su fuerza performativa. La
actitud que los sujetos productores asumen ante la escritura determina la
naturaleza de un tipo textual y el grado de mixtura de los cánones artísticos con
los informativos y/o científicos (Cfr. White, 1992: 57).

- En lo que respecta al volumen informacional, los textos artísticos transmiten


mucha más información que los textos científicos, al disponer de más códigos y
más niveles de codificación. La complejidad de la estructura es directamente
proporcional a la diversidad. Los textos literarios poseen la capacidad de
concentrar un enorme caudal de información en la superficie de un texto
pequeño (Lotman, 1982: 21).

- La expresión que vehiculiza la literatura supone el uso de un lenguaje


especial, el cual se superpone sobre la lengua natural como un sistema
secundario (Lotman, 1982). La praxis de lo sobreescrito se ejercita toda vez que
los signos del texto artístico se presentan prescindiendo de su carácter
convencional, para resemantizarse a partir de las reglas generadas en cada
momento de reconocimiento. En el proceso de circulación se opera una
conversión o transcodificación del texto, en la medida en que el receptor intenta
percibirlo de acuerdo a los cánones vigentes en su cultura y en su época. El
texto artístico puede considerarse así como "un texto repetidamente codificado"
(Lotman, 1982: 82).

-El carácter anafórico del texto literario: la anáfora atraviesa y designa espacios
ajenos a la superficie lingüística pronunciada o recopiada. De esta manera, la
lengua (lo que se dice) se vincula a lo que está fuera de la lengua, pero que no

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puede pensarse más que a través de la lengua (lo que no se dice). No es lo
trazado (si se considera como "escrito" el trazado visual de lo descrito), "es el
salto de lo trazado hacia, sobre, a través". El carácter anafórico es
suprasegmental, como el vacío que une a un pronombre demostrativo con el
objeto mostrado, a una proposición incisa en la frase compleja, a la lengua con
lo que se practica a través de ella. A través de la anáfora, la variable hace surgir,
en el texto escrito, los textos ausentes: la política, la economía, los mitos
(Kristeva, 1981: 106).

- En última instancia, la posibilidad de "funcionamiento" de un texto cualquiera


como texto artístico, dependerá no tanto de la instancia de producción, sino más
bien de la recepción (Cfr. Verón, 1987). En la reconstrucción operada por el
lector, éste impone su modelo del mundo y su modo de entender la estructura de
la realidad. El texto codificado por el sujeto de la producción se encuentra
inmerso en un tejido de relaciones extra e intertextuales que crean un código
complejo, a partir del cual es posible descifrar la información encerrada en él.

- La escritura literaria centra sus búsquedas en el otro y en lo otro. Para ir a su


encuentro hace válida cualquier manipulación del instrumento lingüístico:
modifica la lengua, tensa o distiende los vocablos, puebla de blancos la
escritura. Esos espacios, elipsis y cesuras, son diferentes modos de expresar una
imposibilidad de comunicación. En esos lugares podría insertarse -y de hecho
lo hace- la voz del otro. La alteridad entrando y saliendo de la escritura es una
marca literaria, en tanto la lengua absorbe el habla del otro -su imaginario- y lo
describe como desmesura y como transgresión de su propio mundo.

Afirmar el carácter literario de un texto implica considerar no tanto la intencionalidad


de "hacer literatura", sino despejar un cambio epistemológico en el cual se consolida la
historia literaria y se recuperan del pasado aquellos textos que "muestran", desde la
perspectiva de la recepción, ciertas propiedades literarias (Cfr. Poderti, 1994).

Como lo comprobaremos en los capítulos siguientes, esa historiografía textual permite


reconstruir la conformación de un canon legitimatorio de textos literarios, articulando y
ejerciendo un proceso de revalorización colectiva. Se intenta así superar la
canonización estática entre literatura y no literatura, ampliando el corpus de lo literario
hacia lo usualmente calificado como subliteratura (Cfr. Rincón, 1978).

I.2. REGIONES LITERARIAS Y REGIONES HISTÓRICAS

"No son pocos los tentados a desentenderse del


asunto bajo el sobreentendimiento de que lo
nacional es todo lo que se sitúa o procede de La
Capital, y regional todo lo que se sitúa o procede
de las provincias. Reflejo de la mentalidad
"constitucional" (...) Sería, pues, necesario
comenzar de nuevo por las definiciones básicas
(...) lo que obliga a comenzar, como requisito

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indispensable para el entendimiento del concepto
argentino de "literatura regional", por pensar
desde luego en qué es la literatura y sus
relaciones necesarias con la realidad; o sea, en
definitiva, su función y misión en la sociedad que
le atañe al escritor."
BERNARDO CANAL FEIJÓO

La reconceptualización del término literatura está unida al replanteo del concepto de


región, en la medida en que la distribución de los diferentes espacios o sistemas
"regionales", van modelando los rasgos que hacen "literario" a un texto. Las
condiciones de producción y circulación de los discursos sociales reinsertan los textos
en un medio que es, al mismo tiempo, conjunción y pugna de espacios y regiones.

La relación literatura-región se hace palpable en el complejo juego de combinatorias


espacio temporales que determinan la emergencia del hecho estético en una sociedad.
La región del NOA, como zona fronteriza entre las regiones andina y rioplatense,
conserva un vínculo de doble pertenencia cultural. De allí que todas las cuestiones
relacionadas con las particularidades lingüísticas de las comunidades andinas también
producen un modelo regional que deriva en la sobreinscripción del concepto de región
sobre el de literatura.

Esa región se juega en los textos literarios como una fusión de unidades de tiempo, de
acción y de lugar que conforman sistemas. De la intersección de las variables del
tiempo y el espacio histórico surge una serie literaria cuya función constructiva se
reconoce en las características de un conjunto de textos que poseen determinados
elementos dominantes (Cfr. Bajtín, 1989). Esa lucha secreta y explícita de tiempos y
espacialidades despliega una trama que se teje sobre la oposiciones: centro/periferia,
norte/sur, pasado/presente. Las regiones que se confrontan en estas escrituras
construyen un universo discursivo que debería leerse, a nivel metatextual, como una
propuesta de replanteo del andamiaje teórico a partir del cual se ha estado leyendo la
producción del noroeste argentino. La escritura literaria se integra a ese espacio de
convergencia y confrontación de relatos culturales. En este camino de insurrecciones
las miradas de todos los que participan en el acto de la escritura -los que "escriben",
los que "oyen" y los que "hablan" en los textos- construyen una región literaria desde
sus lugares de enunciación y sus horizontes de expectativas.

Existen regiones centrales y regiones periféricas, literaturas dominantes y literaturas


dominadas, sistemas y subsistemas culturales. La escritura literaria afirma su
heterogeneidad en esos juegos disgregatorios y transculturadores. Así, Cornejo Polar
(1980) establece la heterogeneidad de sistemas literarios que coexisten sobre un mismo
eje temporal, sistemas de distinto ritmo histórico y con diferentes posibilidades de
comunicabilidad.

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En lo que respecta a los contactos literarios, la región del NOA realiza un doble
movimiento, el que proviene de la capital -el puerto de Buenos Aires, en relación con el
concierto internacional-, y el que efectúa la cultura regional como respuesta a ese
impacto capitalino. Estos procesos se ven acelerados en el siglo XX con la influencia
de los medios masivos de comunicación y las sucesivas migraciones de los escritores
provincianos. En cuanto al tema de las migraciones, es oportuno consignar que los
escritores norteños emigran a Buenos Aires y también hacia otras provincias. Tal es el
caso del narrador Fausto Burgos. La procedencia noroéstica de este escritor puede
leerse en su producción narrativa, pero como bien ha señalado la Marta Castellino,
Burgos se incorpora a la vida literaria mendocina y específicamente a la generación del
’25, lugar que le permitirá desarrollar una narrativa de inspiración folclórica, en la que
cobran protagonismo tanto la región del NOA como la de Cuyo (Cfr. Castellino, 1989:
33-44).

La región literaria depende de la existencia de una región histórica y cultural, al ser uno
de los sistemas que constituyen la cultura. Toda cultura posee características que la
diferencian de otras y tiene zonas que entran en contacto con otros sistemas socio-
culturales. La expresión artística se ubica en el cruce de ese movimiento de alteridad,
oposición y contacto entre diferentes "regiones culturales". En su construcción
histórica, cada cultura legitima su experiencia del pasado, creando códigos y modelos
inherentes a su propia existencia. La organización de los sistemas literarios desde esta
perspectiva permite concebir a América Latina como una unidad y como una
supraregión cultural, opuesta a la supraregión europea que, a su vez, reconoce la
existencia de microregiones interiores, diferenciadas entre sí por trayectorias, proyectos
y destinos separados. Esta conciencia de la "unidad en la diversidad", generada
fundamentalmente por los contactos étnico-culturales a través del tiempo, permite
distinguir a las unidades que se articulan en su interior, entre las que se puede advertir
un movimiento de oposición y/o inclusión: unidad latinoamericana/ unidades
nacionales; unidad nacional/unidades regionales; unidades regionales supranacionales.
Dentro de la supraregión "Latinoamérica" se han organizado históricamente unidades
menores constituídas por las naciones, resultado de procesos independentistas
complejos. Los factores políticos, generados casi exclusivamente por factores de
carácter histórico, determinan que cada nación establezca pautas homogeneizadoras
propias de su cultura.

Una mayor fragmentación en la diversidad se plantea a través de la existencia de


regiones interiores dentro de cada unidad nacional. Se produce un movimiento
conflictivo entre las pautas homogeneizadoras y las pautas diferenciadoras de cada
región a partir de la existencia de tipos de sociedades cuya movilidad depende de la
mayor o menor incidencia de la influencia de la cultura occidental y de los niveles de
industrialización en la zona. Estas diferencias también se reflejan en los
comportamientos culturales entre las comunidades de centros urbanos, los espacios
periféricos y las zonas rurales interiores. El aislamiento y la fragmentación son factores
de variación cultural que se resisten a los procesos de cohesión y ajuste a las pautas
determinadas por los centros de dominación cultural.

Ese mapa de las conformaciones culturales, la mayoría de las veces, supera el diseño de
los límites político-nacionales, en tanto las regiones supranacionales relacionan a

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varios países contiguos y se sobreimprimen a los mapas geopolíticos. Las formaciones
sociales que presentan características comunes en su proceso de formación socio-
cultural se aglutinan en regiones supranacionales, reconociendo la presencia de fuertes
marcas en la estructura política y económica, en la dinámica migratoria y en su
conformación lingüística.

Una de las regiones supranacionales cuyo estudio reviste interés para nuestro recorrido
historiográfico es la región andina. Según Ángel Rama:

Entendemos por región andina no sólo el actual Perú, que ha funcionado


históricamente como su corazón, el punto neurálgico en que se manifiesta con
mayor vigor su problemática, sino una vasta zona a la que sirven de asiento los
Andes y las plurales culturas indígenas que en ellos residían y sobre los cuales
se desarrolló desde la conquista una sociedad dual, particularmente
refractaria a las transformaciones del mundo moderno. Se extiende desde las
altiplanicies colombianas hasta el norte argentino incluyendo buena parte de
Bolivia, Perú y Ecuador y la zona andina venezolana. Son tierras
ecológicamente emparentables dentro de las cuales se produjo la mayor
expansión del Inkario... (1987: 124-125).

En este proceso de expansión imperial, el Inkario generó una unidad lingüística y una
homogeneidad cultural por encima de las diferentes culturas existentes en la región.
Esa diversidad persistió durante el dominio incaico, aunque a esa pluralidad le sucedió
una unificación aparente, producto de la conquista y colonización española.

Así, dentro de la gran región andina es posible detectar una zona de fuerte incidencia
en la cultura incásica: Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Chile y parte de Argentina. Aún
cuando, en el caso de este último país, las configuraciones socio-geográficas son
diversas, puede verificarse la existencia de una variante andina de la literatura
argentina, inserta en una variante andina sudamericana, tal como ha observado Gloria
Videla de Rivero:

A ambos costados de la extensa cordillera, de Norte a Sur, ha ido surgiendo una


literatura que lleva su impronta, con ciertas constantes que permiten hablar de
una cultura andina, y con múltiples matices, que surgen de los diversos
condicionamientos geográficos, paisajísticos, socio-económicos, históricos y de
los talantes individuales con que cada escritor ha captado y expresado estas
realidades (Videla de Rivero, 1992: 124).

La otra región supranacional de gran incidencia en la conformación cultural del


noroeste argentino es la región rioplatense. Hacia fines del siglo XVIII Buenos Aires se
hallaba asentada en una zona marginal 3, y poseía una sociedad sin divisiones muy
3 La creación del Virreinato del Río de la Plata fue parte de un proyecto destinado a crear nuevas
unidades administrativas en zonas amenazadas por el peligro de la expansión portuguesa. Se
implantó así un programa de reformas constitucionales que fortalecieron el centralismo y al
autoritarismo. Se comienzan a contraponer dos mentalidades diferentes que diferenciaban entre sí a
las diversas regiones que componían el antiguo virreinato. Paraguay conservaba características
muy definidas por la influencia de la población indígena y la prolongación del impacto jesuita; el

16
marcadas, hecho que motivó, durante las guerras de la independencia, la toma de poder
por parte de los grupos ilustrados y la propagación de los estallidos revolucionarios
hacia el Alto Perú.

La configuración del NOA permite problematizar acerca de cuestiones como la


relación dialéctica entre la cultura andina y la rioplatense y aquellos contactos que
involucran a las culturas aborígenes, al sistema culto y a los movimientos
transculturadores que dejan como resultante una cultura andina con fuertes marcas de
la cultura hispánica.

I.3. EL NOROESTE ARGENTINO COMO REGIÓN HISTÓRICA

"Así como en el ámbito continental, la Historia


General de América se fracturó en historias
nacionales a partir de la emancipación con el
surgimiento de las nacionalidades, en el
territorio argentino la entidad región se fue
desdibujando como universo de análisis para dar
lugar al nacimiento de las historias
provinciales."
ARMANDO RAÚL BAZÁN

En los últimos años la escritura de la historia argentina ha comenzado a restituir la


complejidad del pasado nacional, antes circunscripto a la epopeya de Buenos Aires. Las
culturas indígenas del noroeste, la expansión incaica en ese área, la articulación de las
economías regionales coloniales en el espacio mayor andino, así como la aún poco
conocida historia de la reorientación sucesiva de las diversas zonas del interior hacia el
litoral, son los temas prioritarios de la investigación actual. En el campo de los escasos
estudios historiográficos que toman como unidad el microespacio andino del Noroeste
argentino, se inscribe la propuesta de Armando Bazán. Escribir la historia regional a
partir del horizonte de las "regiones históricas" permite, según Bazán, visualizar
correctamente los fenómenos, comportamientos y tendencias que desbordan el marco
de las provincianías y hace evidente la vigencia de una identidad histórica que perfila
con caracteres singulares al noroeste, matriz político social de la Argentina:

...la región histórica, por ser anterior a la nación y a las provincias constituye
el universo de análisis más apropiado para el conocimiento histórico, pues ahí
se dieron los elementos constitutivos que por agregación de jurisdicciones
políticas dieron forma a la nación, y que por parcelamiento también político
dieron origen a las provincias (1993: 42).

Esta teoría regional, que halla su sustento en el marco conceptual de Juan B. Terán y
Bernardo Canal Feijóo, persigue el objetivo de manifestar las líneas fundamentales del

Tucumán delataba su filiación altoperuana; el Litoral se dividía a su vez en subregiones sometidas


a contactos externos con Uruguay y la Banda Oriental (Cfr. Bazán, 1986).

17
proceso histórico del NOA, distinguiendo sus elementos constitutivos y las funciones
que desempeñó en las distintas etapas del tiempo histórico americano y nacional. La
precisión sobre el concepto de "región histórica" no se agota en las connotaciones
particulares sustentadas en la economía, la lengua, la cultura y el marco político-
institucional. Incluye todos estos elementos en su estudio sobre un proceso geohistórico
que reconoce sus raíces en la formación del Tucumán colonial -el "país de Tucma de
los aborígenes- (Cfr. Bazán, 1993). La designación generada durante la revolución de
Mayo incluía, bajo el nombre común de "arribeñas", a las actuales ciudades de Jujuy,
Salta, Tucumán, Santiago del Estero y La Rioja. Luego de la conquista del desierto en
la frontera norte, esta zona habría de denominarse Noroeste -expresión utilizada en
1910 por Ernesto Padilla- para diferenciarla del Nordeste, región que surge luego del
sometimiento de los indios del Chaco.

La "región histórica” se impone metodológicamente como el marco más adecuado para


investigar esa realidad estructural, distinguiendo algunas categorías de análisis
específicas, que según Armando Bazán (1993: 39-49), se traducen en los siguientes
factores:

-El factor geográfico: el continuo geográfico no consiste necesariamente en la


uniformidad de sus caracteres físicos y recursos naturales, sino que se expresa también
en la diversidad de zonas naturales contiguas y a la vez complementarias, cuya
disposición favorece la integración social, influyendo en la instalación humana,
condicionando las formas de aprovechamiento de los recursos naturales y generando
fenómenos de interrelación y, a la vez, de interdependencia de las comunidades
regionales.

- El factor étnico-social: En el noroeste el tipo humano producido por el primer


mestizaje sigue siendo el grupo humano mayoritario. El estrato aborigen -origi-
nalmente mayoritario- y los grupos africanos incorporados masivamente a partir del
siglo XVIII, se integraron a la sociedad criolla, configurando un tipo étnico común
hasta el siglo XIX, cuando el aluvión inmigratorio modifica profundamente la
fisonomía de la sociedad (Cfr. también Bazán, 1980).

- El factor cultural: Al mestizaje de sangre hubo de superponerse, en el noroeste


argentino, la transculturación operada en los distintos factores de contacto: lingüísticos,
usos y costumbres, expresiones artísticas, cosmovisión del pasado, etc. Los pueblos
aborígenes del Tucumán habían alcanzado un desarrollo cultural importante, por cuanto
a diferencia de los grupos cazadores y recolectores del Litoral fluvial, cuyo estadio
cultural era abismalmente inferior al de los colonizadores españoles, en el noroeste
florecieron desde comienzo de la era cristiana distintas culturas sedentarias agro-
alfareras que trabajaban los metales, especialmente el cobre y el oro. Antes de que
ocurriera la conquista española, la nación diaguita estaba recibiendo la influencia del
imperio incaico, penetración que se efectivizó hacia 1480 bajo el reinado de Tupac
Yupanqui. Los invasores construyeron el camino del Inca, que se internaba en el
corazón del territorio diaguita por la quebrada de Humahuaca y proseguía por los valles
occidentales de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja y finalizaba en Mendoza.

- El factor económico: Los géneros de producción y las formas de comercialización,

18
los sistemas de aprovechamiento de los recursos naturales, el grado de incorporación
de tecnología a la producción agropecuaria e industrial, los sistemas de financiamiento
para la producción y comercialización y su adecuación a la dimensión de los mercados,
son variables que determinan el estadio económico de las sociedades. La sociedad del
Noroeste fue, durante la colonia, y hasta promediar el siglo XIX, agropecuaria y
artesanal. La instalación del ferrocarril, la marginación de los pueblos ubicados sobre el
antiguo camino real del Perú, el despegue agro-industrial de Tucumán y la migración
interna fomentada por la producción azucarera son algunos de los fenómenos
económicos a ser tomados en cuenta en la evaluación del impacto social y demográfico
de la región y el desarrollo de polos económicos dentro de la macroregión en la que se
inserta el NOA (Cfr. Bazán, 1993: 47, Mata de López, 1991).

- El factor político: La organización institucional de la nación fragmentó políticamente


el mapa diseñado en el período colonial. Las decisiones políticas generadas con el
surgimiento de las “naciones”, unido a la demanda de un modelo de país agro-
exportador desvincularon al Noroeste del espacio andino (Cfr. Bazán, 1986: 12). Pero
esa realidad no hizo desaparecer la conciencia de unidad regional sustentada en
tradiciones, problemas y necesidades comunes.

El ámbito del Tucumán se articula como parte del espacio político americano
estructurado en la administración colonial española. Se tejen así las instancias iniciales
en el proceso constitutivo de esta región de filiación altoperuana, complementaria del
Potosí en lo económico y vertebrada al sistema político administrativo con sede en
Chuquisaca. Este marco de análisis para la región del Noroeste, como unidad histórico-
cultural donde se despliega la vida de seis provincias que abarcan una cuarta parte del
territorio nacional, supera los enfoques ceñidos aún a los límites de jurisdicciones
políticas que destruyeron la unidad profunda gestada desde la época precolombina.

I.4. SABERES HISTÓRICOS Y FICCIONALES

"Lo real no es representable, y es debido a que


los hombres quieren sin cesar representarlo
mediante palabras que existe una historia de la
literatura."
ROLAND BARTHES

Una lectura que pueda dar cuenta de la heterogeneidad cultural que ofrece una región
específica necesita enlazar aparatos de expresión provenientes de diferentes campos
(artísticos, científicos, etc.) a la vez que apela al trabajo multidisciplinario, recurriendo,
entre otros caminos de indagación y análisis, a la antropología, la sociología, la ciencia
política o la teoría literaria.

Así, desde puntos de entrada diferentes, la historiografía contemporánea se aproxima a


un espacio físico, social y cultural común, reconceptualizando una constelación de
constructos teóricos, como el de "región", con el fin de aprehender el tema de "lo
andino" como identidad de configuración compleja, como problema y como proyecto

19
teórico y político4. En esa encrucijada discursiva la literatura, como una de las
dimensiones de lo simbólico en la vida social, ingresa a la textura del relato
historiográfico:

La relación entre la historiografía y la literatura es, por supuesto, tan tenue y


difícil de definir como la existente entre la historiografía y la ciencia. Sin duda
esto se debe en parte a que la historiografía occidental surge frente a un
trasfondo de un discurso definitivamente literario (o más bien "novelesco") que
se configuró él mismo frente al discurso más arcaico del mito. En sus orígenes,
el discurso histórico se diferencia del discurso literario en virtud de su materia
(acontecimientos "reales" en vez de "imaginarios") más que por su forma. Pero
la forma aquí es ambigua, pues se refiere no sólo al aspecto manifiesto de los
discursos históricos (su aspecto como relatos) sino también a los sistemas de
producción del significado (los modos de entramado) que la historiografía
compartió con la literatura y con el mito (White, 1992: 62).

La literatura se construye como lugar y como práctica, diferenciándose de otros lugares


y otras prácticas, pero, desde la perspectiva histórica, la literatura es tratada como
construcción que forma parte de la realidad exterior, que trabaja con ella y la altera en
un sentido que jamás es arbitrario (Cfr. Sarlo, 1993). Desde esta perspectiva, lo que el
historiador puede leer en la literatura no será solamente el depósito de contenidos e
informaciones, pues no puede hacer abstracción de su régimen estético. Los saberes
con los que se construyen los textos literarios hablan de la sociedad de un modo que no
puede ser directamente traducido en términos de contenido, indican cuáles son los
tópicos de un imaginario colectivo y los ejes de organización de los deseos:

La literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo
social. (...) La literatura puede ofrecer modelos según los cuales una sociedad
piensa sus conflictos, ocluye o muestra sus problemas, juzga sus diferencias
culturales, se coloca frente a su pasado e imagina su futuro. En las estrategias
formales de la literatura, en la afirmación o la ruptura de los géneros, en la
retórica de las imágenes puede descubrirse también cuál es el lugar de lo
figurado, de lo simbólico y de lo imaginario, la construcción de universos
ficcionales no informa sólo sobre lo que esos universos representan sino que
las relaciones formales que articulan la construcción pueden explicar (y ser
explicadas) en un sentido socio-histórico (Sarlo, 1993: 172).

En el núcleo de estos planteamientos se sitúa la problematización acerca del carácter


eminentemente narrativo de la historia, tema desarrollado por Hayden White (1992),
quien afirma que, dado el carácter siempre fragmentario e insuficiente de los datos

4 Dentro de este eje de problematizaciones se constituyen construcciones como la de la utopía


andina. En los momentos en los que emerge una fuerte movilización social, el campesino indígena
recupera el mito de Inkarri, que expresa, bajo el simbolismo de la resurrección del cuerpo del Inca,
la reconstrucción de la sociedad indígena (Cfr. Capítulo I). Estas realidades históricas, que
generalmente pertenecían al imaginario, casi nunca aparecían explícitamente declaradas y su
incorporación a la historia de las mentalidades es un reto metodológico, en tanto se integran al
campo de los estudios historiográficos ideas heterogéneas, actitudes sociales y genéricas,
emociones colectivas, textos artísticos e incluso mitos donde ese imaginario se vuelve realidad
(Cfr. Flores Galindo, 1989).

20
históricos, el historiador no puede eludir la estructura narrativa para dotar a ese cuerpo
textual de sentido. La narración histórica está allí operando, por tanto, como un
artefacto literario, en tanto que las secuencias pueden ser organizadas de uno y otro
modo para permitir la elaboración de diferentes interpretaciones de una misma
narración. La narración histórica intenta construir la verosimilitud de los documentos
(lo que no implica que los documentos sean "falsos") pues no puede limitarse a la
recopilación y transcripción de documentos, sino que requiere reunirlos en una
narración, relato que se inserta en la estructura y especificidad de un imaginario social,
el imaginario construido por la escritura:

La literatura, en ocasiones, trabaja con los residuos de los saberes, y, en otros


momentos, coloca a los saberes en su mismo centro. No existe una relación
estable con ellos, salvo que pueda pensarse que la literatura permanece al
margen de los cambios históricos. La literatura es experta en esos procesos de
emigración y dépaysement en el que los discursos cambian de lugar y de
función. Esos saberes son las sombras de la literatura, pero también la médula
de su historicidad. La literatura, finalmente, lleva inscriptas en sus textos las
relaciones institucionales que, a su turno, hicieron esos textos posibles. Por
eso, también, la literatura puede hablar del pasado a los historiadores...
(Sarlo, 1993: 169).

La apreciación de Beatriz Sarlo indica que los saberes con los que se construyen los
textos literarios hablan de la sociedad de un modo que no puede ser directamente
traducido en términos de contenido e indican cuáles son los tópicos de un imaginario
colectivo, los ejes de organización de los deseos, los valores que la literatura afirma o
contradice, testimoniando de diversas formas acerca de su presencia. En este sentido, la
literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo social al
presentar las modalidades según las cuales una cultura percibe esas relaciones sociales,
las ideas precisas sobre el clima de una época, no tanto por lo que dice de ella sino por
el tono con el que escribe sobre ella. En el plano de las estrategias formales, la
literatura, en tanto construcción de universos ficcionales, no provee información sólo
sobre lo que esos universos representan sino que las relaciones formales que articulan
la construcción pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico (1993:
172).

Francine Masiello, en su planteo acerca de la ficción de la historia, arriesga que los


textos narrativos producidos en los años veinte en Argentina juegan con el poder de la
palabra para anunciar el interés central del escritor: la búsqueda de un control sobre la
historia. Así surgen las estructuras narrativas antagónicas:

En su fase nacionalista, la ficción cede a un diseño de la acción preexistente,


absorbiendo las conductas heroicas dentro de las configuraciones de un mundo
prefabricado (Masiello, 1986:167).

La historia literaria, al ocuparse de textos del pasado, textos escritos de manera


diferente y también leídos de diversos modos se convierte también en una historia de
lecturas (Altamirano y Sarlo, 1983: 130). Recuperar la lectura para la que el texto fue

21
producido y reconstruir las condiciones de producción y de circulación de ese texto
(Verón, 1991) es otra de las tareas de la historiografía literaria.

I.5. LAS HISTORIAS LITERARIAS


"Los materiales de la historia literaria son
históricos por su emergencia, es decir porque
provienen de ese humus temporal que
acostumbramos a llamar historia en el sentido de
un pasado, y, por lo tanto, esa pertenencia
garantizaría la posibilidad de escribir su
historia, son históricos porque es posible pensar
las razones del cambio que los afecta, son
históricos porque puede plantearse una teoría de
la concatenación o de la ruptura, una teoría de
los nexos que mantienen entre sí; son históricos,
finalmente, porque configuran una dimensión
simbólica específica de lo social, sujeta a
cambios que, a su vez, otras disciplinas
consideran históricos."
BEATRIZ SARLO

Toda historia literaria construye un canon de textos, según afirma Peter Bürger (1985),
de acuerdo con valores que fundamentan el orden, las exclusiones, la disposición
general, el encadenamiento de las obras, las ausencias y los juicios. Así, la historia
literaria pareciera no poder liberarse de los valores presentes que organizan su canon, y
se presenta como un discurso donde el gusto deja sus huellas. En este sentido, resulta
fundamental recoger las conclusiones de algunos que han reflexionado acerca de los
alcances de la historia literaria, como Yuri Lotman, para quien:

La equivocación de muchas historias literarias radica en tomar los modelos


autointerpretativos de la cultura, como 'la concepción del Clasicismo en los
escritos de los teóricos del XVII y XVIII' o 'la concepción del Romanticismo en
los escritos de los románticos -modelos que forman un nivel particular en el
sistema de la evolución de la cultura- y estudiarlos en la misma serie que
comprende la actividad creadora de estos o de aquellos escritores, lo que
representa un error desde el punto de vista de la lógica (Lotman, 1970: 90).

Los historiadores de la literatura reconocen que la historia literaria es una construcción


y no una reconstrucción, pero esto no implica que los materiales de esa construcción no
pertenezcan a un estatuto histórico (Sarlo, 1993: 164).

La historiografía literaria latinoamericana se ha gestado en correlación con el

22
surgimiento de las naciones, una vez finalizando el período de las luchas
independentistas. Los sucesivos resquebrajamientos del territorio colonial en repúblicas
independientes se reflejaron en la realización de estudios fragmentarios de sus letras
-una historia para cada producción nacional sin contactos entre sí-. Así como la
historiografía elaboró una historia eminentemente política, de grandes acontecimientos
llevados a cabo por hombres que alcanzaban relevancia de héroes nacionales, la
historia de la literatura hubo de centrarse en la figura de los "emancipadores"
intelectuales. En consonacia con un género muy vigente en la época -la autobiografía-
las primeras historias literarias se parecen a un compendio de biografías. Fue frecuente
la confusión de la “historia política” con la “historia literaria”, sobre todo en
fragmentos claves de la historia, como los de construcción de las naciones, o aquellos
donde se destacó el trabajo de los escritores-políticos 5. Por otra parte, una revisión de
las historias de las literaturas latinoamericanas nacionales permite observar la
ambigüedad de ciertos rótulos dados a diferentes fenómenos literarios; criollismo,
indigenismo, nativismo, mundonovismo, literatura gauchesca, realismo mágico, etc.,
términos que apuntan a una realidad que supera la forma literaria y entran en conflicto
con los esquemas estéticos que subyacen en los diferentes momentos socio-culturales
que generan esa escritura literaria. Lo mismo ocurre con la designación "literatura
nacional", complicada por la incertidumbre en torno al término "nación".

A mediados del siglo XIX, el contacto con la escuela francesa de Saint-Beauve marcó
la tendencia de organizar la producción de los autores en corrientes o escuelas, a las
que luego se sumó la filosofía determinista de Taine, elaborada a partir de la incidencia
de tres factores: medio, raza y momento. Hacia fines de siglo se impone en América la
concepción heredada de la historiografía romántica de Friedich Schlegel acerca de la
obra de arte como fenómeno único, emergente de un espacio y un tiempo histórico
determinados y producto de una conciencia nacional. Este criterio tuvo uno de sus
máximos exponentes en Menéndez y Pelayo, cuya mirada se centra en el pasado en
busca de la unidad perdida.

En Argentina, Ricardo Rojas publicó en 1917 su Historia de la literatura argentina.


Ensayo filosófico sobre la evolución de la cultura en el Plata, en la que concibe a la
literatura nacional como el "fruto de inteligencias individuales", que son el producto de
la conciencia colectiva de un pueblo, el que se define históricamente por cuatro
componentes: la raza, el idioma, el territorio y la tradición. Las historias literarias de
corte nacionalista de ese período se enfrentaban al problema de encontrar un criterio
válido para considerar qué obras debían ingresar a la historia de la literatura. Partiendo
del análisis individual de las obras, y a través de enfoques subjetivos se apuntaba a
encontrar en ellas valores eternos, universales o que, en alguna medida, pudieran
caracterizar la "argentinidad", la "peruanidad" o la "mexicanidad", sin plantearse
claramente el concepto de literatura nacional en relación con el de diversidad cultural.
El ordenamiento de la historia de la literatura propuesto por Rojas, sobrepasa las
comunes clasificaciones positivistas ligadas a la cronología líneal de los textos. Rojas
dividió su estudio de literatura argentina en cuatro secciones: gauchescos, coloniales,
proscriptos y modernos, las que reflejan su deseo de mezclar las tradiciones populares

5 Son muestras de esta tendencia los Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de
Estado de la República Argentina (1960) y los Estudios biográficos y críticos sobre algunos
poetas sudamericanos anteriores al siglo XIX (1965) de Juan María Gutiérrez.

23
y las eruditas, con el objeto de alcanzar la superior lógica que da forma a las letras
argentinas. Como afirma Masiello:

En su descripción de los períodos modernos, Rojas se apoya confortablemente


en la historia, pero solo tras una cuidadosa manipulación de los aspectos
seleccionados de la cultura (...) Su reescritura de la historia para abarcar las
raíces autóctonas de la cultura argentina está destinada a poner la tarea
crítica al servicio de la preservación nacional... (1986: 37).

El pensamiento de Pedro Henríquez Ureña aparece contrapuesto a aquella línea


historiográfica "nacionalista", en su concepción de la literatura como expresión de la
conciencia continental americana, búsqueda quebrada por las propuestas nacionalistas
(1949).

En general, las historias literarias tradicionales han tendido a una ordenación "de tipo
mítico", dedicando algunos apartados a reseñar sus antiguos textos; en estos casos el
estudio se enmarcó en la perspectiva eurocéntrica de los géneros, sin atender a la
posibilidad de que estos géneros podían no existir en esas culturas. Tales
"antecedentes" desaparecían luego, absorbidos por la literatura entendida como
propiamente latinoamericana (Cfr. Pizarro, et. al., 1989). Las problemáticas de la
historia literaria latinoamericana reconoce, en los últimos cincuenta años, la
elaboración de diferentes propuestas:

- el criterio geográfico-político, en relación a la demarcación de literaturas


nacionales intenta acotar el campo de estudio en base a presupuestos extra
literarios, sin tener en cuenta la problemática de los contactos culturales de
orden transnacional y la existencia de regiones culturales que no
necesariamente coinciden con los límites geográficos nacionales, como ocurre
en el caso de las literatura del área de influencia andina, y específicamente, la
del noroeste argentino.

- el criterio de clasificación genérico se circunscribe a la producción literaria


erudita, tomando como base la linealidad cronológica para configurar los
distintos géneros (narrativa, lírica, teatro). El enfoque es válido en tanto, al
centrarse en la problemática de un solo género, no se descuide el proceso
general de la literatura. Pero es casi inevitable que estas historias literarias
propongan una nueva periodización, de acuerdo a las exigencias del género
estudiado.

-El criterio generacional ha sido muy utilizado a partir de la formulación


orteguiana de la década del '30. En 1961 José Juan Arrom desplegó una
propuesta de periodización por generaciones literarias, aclarando que sus
esquemas no se ajustaban al límite de una generación -de 30 años- especificado
por Ortega y Gasset. Aunque la propuesta generacional permite interpretar
algunos momentos de la producción literaria latinoa-mericana, ese modo de
organizar los textos en torno a las características generacionales de sus autores,
las figuras individuales que influyeron en el momento y las fechas de
nacimiento o las fechas de edición, presenta sus dificultades a la hora de

24
determinar las marcas estéticas y la visión del mundo comunes, ya que se
circunscribe al sistema culto.

Desde las propuestas más actuales se recuperan los aportes de cada uno de los criterios
mencionados. Se coincide en señalar que un período no puede ajustarse necesariamente
a delimitaciones calendarias precisas, puesto que involucra procesos socio-culturales
complejos. La amplitud de una propuesta de historia socio-cultural, permite estudiar el
dinamismo interno de los procesos literarios, marcar las líneas de contraste o de
continuidad entre los distintos fenómenos literarios, atendiendo más que a la linealidad
a la superposición de sistemas existentes (Pizarro, 1987). En este sentido, las lecturas
analíticas de la literatura argentina realizadas desde un horizonte de comprensión e
interpretación regional, posibilitan la elaboración de una tipología textual regionalizada
-previa a la concepción de la literatura nacional-, reconociendo los aportes
significativos de cada zona a la configuración cultural del país (Cfr. Heredia, 1994:
148).

I.6. PERIODIZACIÓN
En el territorio de los estudios historiográficos se percibe un movimiento de revisión
crítica sobre la linealidad de las periodizaciones. El aporte más significativo ha sido el
que promovió la escuela francesa de Annales, y las propuestas que exceden el marco de
la historia social para intentar una historia de las sociedades como conjunto (Cfr.
Miliani, 1985: 99, Hobsbawm, 1981). La historia de la literatura debe ser construida
desde una lectura que postule la misma como una continuidad coherente de
acontecimientos:

La suma indefinidamente creciente de 'hechos' tal como la coleccionan las


historias tradicionales de la literatura, no es nada más que un residuo (...) un
pasado recolectado y puesto en orden -una pseudo-historia y no una historia
auténtica. Considerar que una tal sucesión de 'hechos literarios' representa por
ella misma una parte de la historia de la literatura, es confundir el carácter de
acontecimiento de una obra literaria con el de un hecho histórico objetivo...
(Jauss, 1987)

Manifestada la necesidad de escribir una historia literaria no desmembrada de la


historia cultural en su conjunto, el problema actual es diseñar un modelo de
ordenamiento que rebase las cronologías lineales, sin detrimento de la ubicación de
autores y textos en los contextos temporales y espaciales donde se insertan
dinámicamente. Por eso, antes que cerrar los períodos históricos en unidades
cronológicas como sucede con la historia política y social (Conquista, Colonia,
Independencia, República, etc.) nos parece concerniente un modelo abierto cuyos
puntos de señalización estén representados por una conjunción de las variables: textos-
autores-épocas, tomando como referencia los códigos culturales europeos y
latinoamericanos, reformulando los estilos y tendencias intelectuales a partir de las
modificaciones operadas en el sistema literario del NOA6.

6 Uno de esos ordenamientos posibles, propuesto por Miliani para el estudio de la literatura
latinoamericana en general, comprendería, más que períodos, grandes épocas:

25
Nuestra propuesta para la historia de la literatura del noroeste argentino refundiría el
modelo abierto, intersecando los momentos históricos antes demarcados con los
cambios y rupturas generados en los sistemas literarios, todos participantes en el
proceso semiótico que se opera en el interior de los textos. La propuesta del período
largo7 permite una mayor operatividad metodológica, por cuanto encomienda a los
mismos textos la tarea de construir la red de relaciones y el proceso literario del que
forman parte. Al abordar las particularidades de las manifestaciones literarias del NOA
comprobaremos que las características temporales no necesariamente coinciden con las
de otras regiones.

El primer período de la literatura del noroeste, por nosotros delimitado, es el de


Fundación. El término "fundación" encierra, en su plurisemia, dos sentidos. En primer
lugar, un proceso fundacional tiene la forma de un tejido complejo de conjuntos
discursivos múltiples, la forma de una red intertextual que se despliega sobre un
período temporal dado. "La noción de fundación no está en el nivel de los sujetos
concretos de la historia (...) La noción de fundación pertenece al nivel del proceso
productivo, un proceso que atraviesa los sujetos de la historia" (Verón, 1987: 35) 8.
Desde otro punto de vista, el momento fundacional de la historia de la literatura del
NOA coincide con el proceso de construcción de la "imagen de América" que se opera
en la escritura gestada en el período de la fundación de ciudades. El espacio
cronológico se extiende entre la fundación de la primera y la última ciudad de esta

a) Época prehispánica, precolombina o anterior al descubrimiento.


b) Época de europeización de América o de la organización colonial.
c) Época de la Ilustración a la Independencia.
d) Época del surgimiento de las nacionalidades.
e) Época de acceso a la contemporaneidad.

Miliani considera que el segundo escalón constituye un capítulo traumático de la cultura


latinoamericana, que ha sido subdividido para la historia política en tres segmentos:
Descubrimiento, Conquista y Colonia, cuyos límites siguen siendo imprecisos (1985: 105).

7 La distinción del "tiempo largo" ha sido generada por la Escuela Francesa de los Annales y
principalmente, por Fernand Braudel, y ha enriquecido las categorías de análisis de la historia de la
ciencia, que durante el siglo XIX explicaba los acontecimientos como sucesos que se gestan
rápidamente, con sus consiguientes consecuencias en los planos político y administrativo. La
consideración de los fenómenos que transcurren en el "tiempo largo" permite el contraste de los sucesos
segmentados en imágenes casi inmóviles: las formas de instalación humana, los usos y costumbres, las
mentalidades, los sistemas económicos, los modelos culturales, etc. En este sentido: "El noroeste, sede
del país tradicional, es un área muy a propósito para estudiar los acontecimientos del tiempo largo en el
período que va desde la colonización española y su encuentro con las culturas aborígenes hasta el
momento de la organización nacional cuando la Argentina inicia su entrada en la modernidad." (Bazán,
1992: 17-18).

8 Este concepto de "fundación", enmarcado en el enfoque de semiosis social propuesto por Eliseo
Verón, no implica necesariamente caer en un enfoque continuista (investigando los "antecedentes"
o "textos precursores"), sino más bien tomar en cuenta la teoría de la "ruptura": ..."la noción de
fundación designa los momentos de tensión en el interior de la red de la producción discursiva de
las ciencias, los puntos en que el tejido de la circulación histórica de los textos alcanza sus
desajustes máximos. Ni continuidad ni ruptura: el desarrollo de las ciencias, en el nivel de los
discursos que ellas producen, está marcado por fundaciones. Una fundación no es más que un
sistema de diferencias entre dos sistemas de relaciones, estas relaciones que los discursos
mantienen con las condiciones que los sostienen y explican en tanto productos de una práctica
significante, que se desarrolla en la historia" (Verón: 1987: 32-33).

26
zona: Santiago del Estero, en 1553, y San Ramón del la Nueva Orán, en 1794. Durante
este lapso temporal que abarca casi tres siglos los textos escritos relevan los
movimientos transculturadores y la categorización imaginaria de la realidad, presentes
en los diferentes conceptos de frontera que se dibujan en los textos y en la mirada sobre
el "otro" diferenciado por parte de europeos e indígenas.

El segundo período es el de Construcción y también se corresponde con dos vertientes


semánticas: por una parte se opera un cambio en el sistema discursivo con respecto a
la Colonia pero, en esta etapa de constitución del discurso literario, la búsqueda de
originalidad coincide con las ideas emancipatorias que impulsan la expansión de las
fronteras, la acción de los movimientos independentistas y la formación de las distintas
nacionalidades latinoamericanas. En ese momento, y bajo el hálito de la Ilustración, se
perfilan las literaturas nacionales, con su carga de costumbrismo y tradicionalismo. Las
construcciones imaginarias del discurso colonial son desplazadas por conceptos que
organizan las nuevas categorías geopolíticas: "nación", "país", "provincia", etc.

El siglo XX irrumpe con su fluctuante oposición entre regionalismo y vanguardismo.


El tercer período -que hemos denominado Región/Globalización, comprende una
primera etapa de paulatino desprendimiento y confrontación de los moldes estéticos
europeizantes. Este proceso se genera en el momento histórico del Centenario, en el
que se produce la irrupción de los sectores medios en la sociedad y se llevan a cabo los
procesos de urbanización más acelerados. Así, Latinoamérica ingresa en la modernidad
y el cosmopolitismo. Pero en el trayecto hacia el siglo XXI, se dibuja otra etapa,
marcada por las tendencias actuales en las se entretejen las diferencias entre
universalidad y regionalidad, recreando, en los niveles estético y lingüístico, la
respuesta a los movimientos socio-económicos contemporáneos que integran el
fenómeno de la globalización técnica, inserto en la encrucijada de la multiculturalidad.

Otros mapas y conformaciones geoculturales serán los que pulsarán el momento actual
de la globalización técnica, en el que las regionalizaciones se re-ubican en el concierto
mundial. Como ha expresado Gloria Videla de Rivero, mientras avanza la globalización
“la reflexión sobre las identidades regionales es, para muchos ‘demodé’, para otros,
una ilusoria o compulsiva o retrógrada compensación de los habitantes de las
regiones, una lucha casi perdida de antemano ante la uniformidad avasallante que, en
el fondo, encubre poderosísimos neocolonialismos culturales, económicos, políticos.
Estos expanden su poder utilizando la tendencia histórica de la globalización, sin
necesidad de invadir territorios. El fenómeno compensatorio –la defensa de los
regionalismos- está ya diagnosticado de antemano en los libros, pensados en el núcleo
del imperio, que describen el planetarismo como megatendencia” (Videla de Rivero,
1996: 142).

La existencia de períodos amplios en los que se incorporan textualidades heterogéneas


y no necesariamente simultáneas, así como la consideración, dentro de cada etapa, de
los problemas emergentes de la cultura propia de la microregión, son algunos de los
problemas fundamentales que se harán presentes en nuestros planteos de periodización.
Esto permitirá estudiar los cambios, transferencias y contactos entre los diferentes
sistemas literarios en un mismo eje socio-cultural.

27
II. FUNDACIÓN

..."a los grandes juicios y dotos fue concedido el componer


historias dándoles lustre con sus claras y sabias letras, y a
los no tan sabios, aun pensar en ello es desvarío; y como
tal, pasé algún tiempo sin dar cuidado a mi flaco ingenio,
hasta que el todopoderoso Dios, que lo puede todo,
favoreciéndome con su divina gracia, tornó despertar en
mi lo que ya yo tenía olvidado. Y cobrando ánimo, con
mayor confianza determiné de gastar algún tiempo de mi
vida en escribir historia. Y para ello me movieron las
causas siguientes: la primera, ver que en todas partes por
donde yo andaba ninguno se ocupaba en escribir nada de
lo que pasaba. Y que el tiempo consume la memoria de las
cosas de tal manera, que si no es por rastros y vías
exquisitas, en lo venidero no se sabe con verdadera noticia
lo que pasó."
PEDRO CIEZA DE LEÓN, La Crónica del Perú, 1533.

II.1. LA REGIÓN DEL TUCUMÁN


Lo que llamamos "el Tucumán" es una zona cuyos límites y fronteras se desdibujan a
medida que avanzan los tres siglos de colonia. Durante el auge fundacional, el territorio
del Tucumán se extendía desde las fronteras del Paraguay hasta la Cordillera de los
Andes y desde el desierto de Atacama hasta la Cruz Alta y el Río Quinto. La
constitución del Tucumán como gobernación autónoma data de la Real Cédula del 20
de agosto de 1563 (Jaimes Freyre, 1915). El significado del topónimo fue alcanzado
paulatinamente, hasta llegar a designar a siete provincias argentinas de hoy y una parte
del territorio del Chaco. En los primeros documentos producidos en esta zona aparecen
denominaciones tales como "Tucumán, Juríes y Diaguitas", o "Provincia del
Tucumán",

Las dos corrientes conquistadoras y colonizadoras del primer siglo echaron los
cimientos de una veintena de poblaciones de las que habrían de subsistir sólo seis:
Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy y la Rioja. Durante los tres siglos
de coloniaje muchas ciudades desaparecieron, y de esa extinción también da cuenta la
escritura de la época. Nacimiento o disolución, la escritura del período fundacional del
Tucumán revela movimientos históricos muy peculiares que se descubren como huellas

28
textuales de una gran epopeya literaria.

Cuando en 1776 se constituyó el Virreinato del Río de la Plata, la gran "Provincia del
Tucumán" -dependiente hasta entonces de Lima-, pasó a integrar el nuevo virreinato y
fue subdividida en dos grandes regiones: la gobernación de Salta del Tucumán, con la
ciudad de Salta como cabecera y la gobernación de Córdoba del Tucumán, con asiento
en la ciudad de Córdoba. La primera abarcaba la jurisdicción de las actuales provincias
argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, además de una
parte del Chaco Gualamba -zona occidental de las actuales Chaco y Formosa-. La zona
de Tarija, que oficialmente formó parte del Tucumán a partir de 1807, se encontraba
entonces profundamente comunicada con el Chaco. Los documentos de la época
colonial atestiguan la comunión cultural de estas regiones que hoy pertenecen a
naciones diferentes.

Uno de los caminos más importantes en lo que hace a itinerarios geográficos y


culturales fue, sin duda, el camino del Inca. Esta ruta fue recorrida por Almagro, Diego
de Rojas, Núñez del Prado y Villagrán y es cuidadosamente descripta por el licenciado
Matienzo -oidor de la Audiencia de Charcas-, en su Gobierno del Perú, de 1567. Fray
Reginaldo de Lizárraga, en su Descripción Colonial (1603), también hace referencia a
este itinerario que los españoles descubrieron y adoptaron como ruta y como eje de las
comunicaciones entre las diferentes franjas del Alto Perú.

II.2. PRÁCTICAS ESCRITURALES


La escritura colonial del noroeste argentino vehiculiza el diseño de nuevas alternativas
en la formación literaria de esta región socio-cultural, a través de los contactos entre los
diferentes espacios culturales de ese período histórico. En este período, la literatura
-contenida en formas no canónicas desde el punto de vista tradicional- hizo circular los
valores religiosos, políticos e históricos bajo la forma de valores estéticos. Estas
textualidades, cualquiera sea su filiación con las prácticas escriturarias del momento,
constituyen una literatura que "sirvió", en muchos casos, como refuerzo de los
objetivos político-administrativos de la colonización.

El conjunto representativo de textos que ha constituido nuestro corpus de estudio 9, nos


permite trazar un itinerario de la escritura que descubre un inventario bastante
exhaustivo de las formas escriturarias del período fundacional en el Tucumán. La
tipología textual10 que proponemos a continuación apunta a delinear las características

9 Nuestra lectura ha abarcado un corpus escriturario de trescientos cuarenta textos de los siglos XVI,
XVII y XVIII, todos pertenecientes a la zona del Tucumán, en el actual noroeste argentino. La fase
de relevamiento documental se ha limitado al período fundacional (1553-1794) y formó parte del
proyecto de investigación titulado "Textos fundacionales en el NOA. Historia y 'literatura'"
dependiente del CONICET (Cfr. Poderti, 1995a).

10 Entendemos que una tipología de los textos de la Colonia no debe depender de una clasifi cación
taxonómica previa, sino que surge como consecuencia de una descripción de las formas discursivas
que construyen los enunciados. Esta descripción se sitúa en el punto neurálgico en el cual los
"documentos", considerados como fuentes de investigación etno-histórica, se transforman en -
discursos autónomos que suponen un proceso de reconstrucción del sentido a partir de un ajuste
previo entre las gramáticas de producción y las de reconocimiento (Cfr. Verón, 1987). El modelo
tipológico aquí propuesto se desprende de la escritura reconstruida por el corpus y, por lo tanto,
atiende -en la descripción- a tres aspectos fundamentales en lo que se refiere a las condiciones de

29
del género narrativo. Partiendo de la matriz colonial, se reconocen las formas
embrionarias y los temas que luego se presentarán como constantes en los períodos
posteriores.

Martin Lienhard (1992) destaca dos prácticas que legitiman las operaciones escriturales
de los primeros textos gestados en América: la político-religiosa, por un lado; y la
jurídico- notarial, por otra. En la primera, la escritura se ejerce como toma de posesión
territorial con vistas a la evangelización; en la segunda, la escritura “da fe” de las
responsabilidades individuales implicadas en estos actos de toma de posesión. En
nuestro enfoque hemos creído necesario agregar una práctica más, que incluye la
producción literaria canónica. En el primer subgrupo se incluyen operaciones escri-
turales que fueron específicamente producidas con un fin estético -dentro de los
cánones vigentes. El acto de agrupar algunas textualidades bajo la denominación
"literaria canónica" no impide que los documentos pertenecientes a las otras prácticas
(político-religiosa y jurídico-notarial) puedan ser leídos también como textos literarios
autónomos. La clasificación en tres grandes sectores se sustenta en la función primaria
de estas textualidades y su circulación entre los diferentes estamentos de la sociedad
colonial. Como hemos podido comprobar en el estudio casuístico del corpus, muchos
de los textos se generan en el cruce de una o varias prácticas discursivas. Los textos
"saturados" por los códigos provenientes de esa variedad revelan operaciones com-
plejas que acercan esas textualidades a la dinámica propia del discurso literario, en el
que la ambigüedad se instala en varios niveles del texto.

II.2.1. Práctica Político- Religiosa


El desarrollo de la conquista se va reconstruyendo en los textos con el diseño
aventurero y accidentado que implicó el proceso de fundación de pueblos y ciudades.
La ilustración de todos estos actos que los protagonistas consideraban trascendentales,
nos provee hoy de elementos suficientes para una lectura cronológica de la gesta
colonizadora, a través del archivo testimonial del que disponemos. Aunque los episo-
dios son registrados casi siempre desde el ojo que penetra un continente amplio, abierto
y aún sin dominar, se plasman, en los primeros textos escritos en América, las
diferentes actitudes que constituirán distintos tipos textuales con finalidades y objetivos
muy definidos.

Dentro de esta práctica escrituraria se incluye la mayoría de los textos generados a


partir de los interrogatorios y ordenanzas promulgados por el poder peninsular. Los
principales motores que impulsaron la producción escrita de América estaban
contenidos en las requisitorias reales, que demandaban de los funcionarios civiles y
eclesiásticos la redacción de "descripciones", "averiguaciones", "relaciones",
"memorias", "libros", "historias", etc., que abarcaran los sucesos y estado de esas
tierras en los órdenes eclesiástico y temporal (Cfr. Torre Revello, 1941). Estas dos
esferas de la vida postmedieval se integran al imaginario de la escritura de la colonia,
intersectándose en las variables del tiempo y el espacio discursivo.

producción de la escritura colonial: el modo de articulación de cada texto respecto a la oposición


oralidad/escritura, el tipo de comunicación que privilegia cada uno de ellos y los rasgos literarios
que, en menor o mayor medida, ostentan estas textualidades, según se propone más adelante.

30
- En las noticias, relaciones, crónicas y relatos la actitud de los textos se orienta hacia
una retorización de la narración, al ordenamiento cronológico de hechos. Este orden se
caracteriza por la condensación de aquellos en pos de acumular mayor cantidad de
datos. Así se perciben constantes hiatos entre el tiempo del relato y el tiempo de la
historia, resumiéndose en pocas páginas los acontecimientos de muchos años. Los
segmentos del relato se reconocen, en el caso de las crónicas, como formas
embrionarias de la historiografía, a partir de la búsqueda de objetividad centrada en un
personaje o lugar.

Las relaciones, noticias y relatos no escapan al afán historiográfico, pero demuestran


más libertad del narrador y mayor identificación con el "autor", por cuanto recurren
con asiduidad a la descripción, al diálogo y al monólogo interior. El carácter subjetivo
y muchas veces atemporal de estas estructuras narrativas, cristaliza en la intercalación
de otros relatos, leyendas o episodios de carácter ficcional o fantástico.

Las crónicas son, sin duda, los relatos más difundidos y reconocidos por la práctica
literaria canónica actual. Estas narraciones se nutrieron principalmente de los
acontecimientos de la empresa de la conquista. Como su denominación lo indica, las
crónicas -de 'cronos': tiempo- se refieren globalmente a lo sucedido en el tiempo del
coloniaje, al encuentro y contacto con los indígenas de las nuevas tierras y también al
enfrentamiento entre los propios conquistadores.

El tipo de comunicación que auspician las crónicas integra un cuerpo de textualidades


informativas cuyo discurso es inevitablemente distorsionado por los sujetos
productores. Por un lado, la función primordial de las crónicas se muestra
deliberadamente como una vía para justificar la conquista hispana ante sus
compatriotas. Por otro, la información ofrecida por los indígenas aparece, en estos
textos, filtrada por la lente cultural del conquistador. En este sentido, los estudios etno-
históricos evalúan críticamente las crónicas cuando se las emplea para reconstruir la
historia precolombina y colonial de los Andes (Cfr. Silverblatt, 1990).

Hacia el siglo XVII deja de emplearse el vocablo "crónica" y se lo sustituye por las
expresiones "descripción" y "viaje" (Núñez: 1989). Se perfila así una suerte de relato
que atiende no sólo a la circunstancia temporal, sino también, con cierta insistencia, a
la circunstancia espacial, como ocurre en las páginas de Reginaldo de Lizárraga11
(1928, [1603]). Estos escritores se diferencian de los cronistas anteriores al presentar
escenarios, costumbres y situaciones humanas y sociales que acompañan el relato de
sucesos personales. La importancia de la narración de aconteceres y peripecias vividas,
así como la tendencia moralizante es una constante en la producción de los siglos de la
11 Nació en Medellín, España, hacia 1540. Su nombre laico era Baltasar de Obando. En
1590, llegó a Santiago del Estero como Visitador de conventos dominicanos en la Provincia del
Perú. Escribió su difundida Descripción breve del reino del Perú, Río de la Plata y Chile o
Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, también
conocida como Descripción de las Indias. Esta obra consta de dos partes y tiene un total de 294
capítulos . El número LXII, titulado "Del camino de Talina a Tucumán" se refiere al actual noroeste
argentino, y constituye una verdadera guía para viajeros, con relatos ágiles sobre todo lo que
acontecía en su itinerario.

Los historiadores aportan dos fechas y lugares de su muerte: en Asunción, alrededor de 1615 o en
Buenos Aires, hacia 1609 (Cfr. Fidalgo, 1975: 37-38).

31
Colonia, y emparienta este conjunto de textos con la forma de relatar de la novela
picaresca peninsular (Cfr. Mignolo, 1982: 101).

- Los relatos de viajeros y los diarios de viaje, contienen - en la idea del itinerario
físico y de desplazamiento espacial- una estructura narrativa con elementos muy
peculiares: la sucesión cronológica obligada y el desarrollo paso a paso de los hechos
permiten la entrada de otras voces en el discurso. En el afán de "registrar" los datos de
la realidad inmediata, el narrador se somete a las reglas emanadas de esa realidad,
aunque no sean las propias. Por otro lado, el grado de ficcionalización de lo que se va
observando durante un itinerario espacial sufre mayores compromisos subjetivos. Este
es el caso de los diarios o relatos de viaje escritos cuando los recuerdos del explorador
se han decantado y las convenciones narrativas ya han impuesto sus leyes. Hemos
relevado un importante grupo de diarios de viaje, firmados por expedicionarios que se
adentraron a la zona del Chaco con diferentes fines, como los diarios del capitán
Fernández Cornejo (1780, 1790 y 1791) 12, del gobernador del Tucumán Gerónimo
Matorras (1774), de Fray Francisco Morillo (1780), del coronel Francisco Gabino
Arias13 (1780), entre otros (en De Angelis, 1910; Cfr. Poderti, 1995a).

El relato de viaje supone la descripción como método de constatación de la realidad.


La geografía deja de estar subordinada a la historia y por ello la naturaleza se presenta
como autónoma, otorgándose importancia al paisaje y al hombre en él incluído. Si las
crónicas se caracterizaban por una atracción hacia lo acontecido, el relato de viajeros
prefiere una visión más reposada y enriquecida por las facetas del marco geográfico.
Los relatos de viaje de Pedro Pizarro (1944, [1571]) y del francés Acarette du Biscay 14
(1943 [1663]), introducen una constante episódica sobre las costumbres del Nuevo
Mundo, con importantes observaciones acerca de las ciudades visitadas. En el siglo
XVIII, cuando se afianza esta forma, ya se ha superado el momento de prosperidad en

12 Juan Adrián Fernández Cornejo nació en Perú, en 1730. Fue Corregidor de algunos
pueblos reduccionales, Regidor de Pueblos Reduccionales, regidor de la Provincia de Salta y
comisionado para la expatriación de los Jesuitas del Tucumán. También fue promovido a Coronel
de Caballería de Milicias Reales y ocupó un puesto en el Cabildo de Salta. Realizó dos intentos de
navegación del río Bermejo. En el segundo, en 1790, logró llegar desde la confluencia del río Zenta
con el Bermejo hasta el río Paraguay. Sus informes y detalladas descripciones de la zona, muchas
de ellas contenidas en los diarios de viaje de sus expediciones, fueron tomados en cuenta por Don
Ramón García de León y Pizarro en el momento de fundar la ciudad de San Ramón de la Nueva
Orán. Introdujo el cultivo y la industrialización de la caña de azúcar en la zona. Murió en 1797
(Cfr. Poderti, 1995).

13 Los diarios de viaje de Gerónimo Matorras y Gabino Arias fueron escritos por José Antonio Arias
Rengell e Hidalgo, quien se desempeñaba como Auditor de Guerra y tomaba notas de lo acontecido
durante las expediciones al Gran Chaco. Arias Rengell e Hidalgo nació en Rosario de Lerma
(Salta) el 5 de julio de 1744 y fue considerado uno de los primeros cronistas del Río de la Plata
(Cfr. Figueroa, 1980: 35-36).

14 El viajero francés Acarette habría nacido alrededor de 1544 y realizó dos viajes al Río de la Plata.
El primero se inicia a fines de diciembre de 1657 y finaliza en 1659. El segundo viaje de Acarette,
sin licencia real y con el pretexto de perseguir a los lusitanos en las costas brasileñas, se verificó sin
fecha precisa, aún cuando por las referencias textuales, puede asegurarse que tuvo lugar durante el
gobierno de Alonso Mercado y Villacorta (1660 y 1663). Como resultado de sus viajes publicó una
relación que constaba de cuatro partes, en francés, entre los años 1663 y 1672. Otra edición
completa apareció en 1696. Más tarde hubo dos ediciones en inglés y con distintos nombres.

32
la empresa colonizadora. Los relatos de viaje despliegan una escritura de corte
especulativo y científico. Los viajeros se orientan hacia la actitud de estudiar las cosas
sobre el terreno, mediante la observación de la realidad con sentido crítico. La escritura
del relato descriptivo Hacia allá y para acá, del religioso alemán Florián Paucke
(1942, [1748]), se alterna con coloridas ilustraciones y estampas que muestran la vida
de los lugares en los que el viajero fijó su estancia.

Un estudio especial para los estudiosos de la Colonia ha merecido el relato de Alonso


Carrió de la Vandera -"Concolorcorvo"-, autor de El Lazarillo de Ciegos Caminantes
(1908 [1773]). El texto absorbe las formas narrativas de la crónica y el relato de viaje
y ha planteado problemas a la hora de determinar su autorialidad material, difusa ante
el juego de voces enunciativas que se integraron a la narración 15. Fue impreso
clandestinamente en Lima en 1775-76, pero la primera edición lleva el pie de imprenta
de Gijón (España), 1773, pues en su carácter de encargado de inspección y
reorganización de postas, su autor quiso evitarse problemas con un funcionario superior
de Correos (Cfr. Fidalgo, 1975: 44). El relato se centra en los acontecimientos de dos
viajes del autor por el Virreinato del Río de la Plata hasta el Perú. Así, la primera parte
de El Lazarillo... está dedicada al Río de la Plata, Tucumán y Cuyo.

- Las descripciones o "compendios" -formas derivadas de la crónica- respondían a la


dinámica del encargo y fueron escritas mayormente por miembros del clero. Puede
suponerse que ellos estaban más preparados en las diferentes disciplinas del campo
científico como para afrontar estas tareas, mientras que los funcionarios seculares se
hallaban demasiado ocupados en los asuntos administrativos del gobierno de las nuevas
tierras. Este género de relatos -que admiten, la mayoría de las veces, la estructura del
"viaje"- están alcanzados por el hálito de la Ilustración y se vuelcan al examen, la
exactitud, el análisis de lo real y la verdad racional. Este es el caso de la Descripción
Corográfica del Gran Chaco Gualamba, del Padre Lozano16 (1941, [1733]), la
Descripción de la Villa de Potosí..., escrita por Juan del Pino Manrique ([1787], en De
Angelis, 1910) y la Descripción Geográfica y estadística de la Provincia de Santa
Cruz de la Sierra y Descripción y Estado de las Reducciones de indios
chiriguanos, por Francisco de Viedma ([1788], en De Angelis, 1910).

Estas descripciones, relacionadas con el tipo discursivo de la historia, acentúan la


presencia de la mirada sobre la porción de la realidad que se desea describir. La
importancia de la inclusión, dentro de estas macronarraciones, de estudios sobre
historia, geografía, cartografía, geología, filosofía y física, se justifica en el interés,
demostrado mayormente por los jesuitas, por incrementar los conocimientos científicos
desde sus establecimientos educativos.

15 Aunque el texto está firmado por Calixto Bustamante Carlos Inca, alias "Concolorcorvo" (con color
de cuervo), algunos críticos e historiadores -como Bernardo Canal Feijóo y José Torre Revello-
aseguran que su autor fue Alonso Carrió de la Vandera. Sin embargo Manuel Mendiburu (biógrafo
e historiador peruano) afirma que el autor es Calixto Bustamante (Cfr. Canal Feijóo, 1980-86: 152,
Fidalgo, 1975: 44).

16 El jesuita Pedro Lozano nació en Madrid en 1697 y llegó al Río de la Plata cuando tenía veinte
años. Escritor prolífico, para la redacción de sus monumentales obras se valió de documentos y
archivos así como también de crónicas y literatura del momento (Centenera y Ruy Díaz). Murió en
Humahuaca en 1752.

33
Los extensos apartados dedicados a la caracterización de la fauna y la flora de América,
se transforman en un apéndice de las compilaciones alegóricas de las naturalezas
animal y vegetal, realizadas en la Edad Media. Las descripciones del bestiario salvaje,
en los textos de Lozano (1941, [1733]), Dobrizhoffer (1967, [1784]) o Florián Paucke
(1942, [1748]), ofrecen un importante repertorio de rasgos figurativos sobre criaturas
reales e imaginarias de la naturaleza americana.

- La actitud historiográfica pregna, en mayor o menor grado, casi toda la producción


del período fundacional y colonial de América. Muchos de los autores bautizan a sus
textos con el término "historia". Para acercarnos a lo que implicaba la actitud
historiográfica en las textualidades coloniales, tendremos en cuenta que la "historia" se
ajustaba a particulares criterios de verdad. En la historiografía indiana, desde el siglo
XVI en adelante, es clave la importancia de la experiencia personal, del contacto
directo del escritor de historias con los hechos relatados (Verdesio, 1993).

La historia contada desde la experiencia personal, desde la función de relator-testigo,


con la presión de una ordenanza por cumplir, recorta y "censura" el marco referencial
para construir un texto en el cual "lo no escrito" cuestiona el concepto de escritura,
como puede leerse en la Descripción Colonial de Fray Reginaldo de Lizárraga:

... yo llegué a Salta y en todo el camino no vi cosa digna de ser escrita sino es
a tres o cuatro jornadas de Talina unas salinas en despoblado, las más famosas
que creo que hay en el mundo, es un valle que debe tener más de tres leguas de
ancho, y de largo, según me informé, más de quince; la sal más blanca que la
nieve... (Lizárraga, 1928, [1603?]) (*)17.

En este fragmento se plantea la necesidad, por un lado, de transmitir lo registrado a


partir de fórmulas discursivas de legitimación. La marca de subjetividad ("no vi...",
"creo") cede ante la intencionalidad de describir, con mayor grado de acercamiento, la
realidad empírica ("me informé"). Queda en los lectores la incógnita por conocer cómo
podría haberse llenado ese blanco de la escritura.

La relación escritura-historia, con referencia al universo de las culturas indígenas, se


plasma en una inquietud raigal de los historiadores de Indias, quienes

...mostraron, durante la primera centuria, una fuerte preocupación por las


maneras en las cuales los amerindios conservaban memorias del pasado. Esta
preocupación no era por cierto neutra, puesto que conducía a preguntas
formuladas por quienes en el mismo acto de formularla ()cómo pueden los
amerindios tener historia si no tienen escritura?), describían la idea de la
actividad que estaban desempeñando: escribir historia, concebida como una
narración lineal en la cual la cadena de las palabras (posibles de distinguir
como tales debido a la escritura alfabética y difícil de imaginar en sistemas no
alfabéticos de escritura) era una y la misma con la cadena de acontecimientos
(Mignolo, 1982: 207- 8).

17 (*) La negrita, en cada caso, es mía.

34
Entre las formas denominadas "historia", se incluyen las obras de rescate de las
culturas indígenas, como la Historia de los Abipones (1967, [1784]), escrita por
Martin Dobrizhoffer -sacerdote y misionero en Paracuaria-; junto a las importantes
contribuciones que describen los acontecimientos generados en la empresa fundacional
en el Tucumán, como la "Historia del Colegio de Tarija", manuscrito del padre Mingo
(1795), o la Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (1969, [1764]), del
padre Guevara de la Compañía de Jesús.

- Los informes, elaborados a partir de la visita civil o eclesiástica constituyen otro


tipo textual. Para redactar sus informes, los "visitadores" recurren a la voz de testigos, a
quienes interrogan al modo de las probanzas. En la mayoría de los casos no hay una
transcripción directa de las declaraciones de esos testigos, sino que el discurso está
"mediatizado", y su marca lingüística será la presencia de un discurso indirecto en
tercera persona. Desde los primeros contactos con los autóctonos, la Corona Española
incentivó la realización de trabajos de documentación e investigación acerca de las
sociedades y la culturas indígenas, con el fin de poder "organizar" las colonias en todos
sus aspectos. Dentro de este grupo incluimos gran cantidad de informes levantados por
funcionarios peninsulares en torno a la problemática de los indígenas del Tucumán, que
ilustran acerca de la dificultad de hacer cumplir las ordenanzas de gobierno, como el
informe del Padre Diego Altamirano -procurador General de la Compañía de Jesús-
sobre las ciudades de las gobernaciones del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay
([1680], en Torre Revello, 1941), el informe de Nicolás Antonio de Ytuarte, natural de
la provincia de Guipúzcoa en Vizcaya, acerca de la visita de los indios vilelas al Obispo
Ceballos ([1734], en Larrouy, 1927) o el informe del regidor del Tucumán Francisco de
Tejerina (Ms: [1786], en relación a las conductas de los indios "bagantes" de Santiago
del Estero.

La denominación "informe" también aparece ligada a las formas del relato de viajeros,
como ocurre con los informes del funcionario Francisco de Paula Sanz, visitador de la
Renta del Tabaco. El relato, que tiene algunos rasgos similares al de Concolorcorvo,
releva el itinerario de Paula Sanz por el Virreinato del Río de la Plata, siguiendo el
"camino del tabaco" (1977, [1779-80]). El propósito del texto de este funcionario es el
de reunir todos los datos útiles a la celebración de contratos con los cosecheros, decidir
qué sitios son los más adecuados para la erección de factorias, averiguar acerca de los
fraudes que se cometen y tomar noticias individuales de los pueblos, haciendas o
rancherías de cada obispado, observando las preferencias de los consumidores.

- Las formas epistolares de la Colonia ofrecen una amplia gama de combinatorias. La


carta absorbe otras especies, como las del relato, la crónica, la relación, el memorial, el
informe, etc., generando subespecies que responden a necesidades diplomáticas,
administrativas, de política exterior e interior, etc. Así, las cartas multiplican su propia
significación, llegando a autodefinir su sentido y a desbordar los límites del género que
habitualmente se les ha atribuido.

Las cartas fueron el vehículo principal del discurso de la Conquista. En ellas se


observa claramente el pasaje de la oralidad a la escritura. Muchas de las cartas se
liberan por completo de las convenciones de la tradición epistolar europea, para tomar
el aspecto de un discurso literario relativamente autónomo. Uno de los rasgos literarios

35
se detecta en las diferencias producidas entre las versiones de una "misma" carta.
Durante ese período las cartas y otros escritos iban de América a España en dos o tres
ejemplares, por vías o conductos diferentes, por temor a posibles extravíos (Cfr. Jaimes
Freyre, 1915: 70). Las modificaciones operadas por el enunciador en cada versión de
estos textos, denuncian una práctica en la que lo estético -la búsqueda de la palabra
exacta, la depuración de la escritura- alcanza un nivel de codificación propio del texto
literario. La metamorfosis y el cruce de tipos se pone de manifiesto cuando un texto
que en su génesis fue carta, se convierte en una forma que reúne las características de
"libro de viaje", "descripción" o "informe", como ocurre en el caso de una carta dirigi-
da al Rey, en 1566, por el oidor Matienzo, texto que luego de algunas mutaciones signi-
ficativas en cuanto al estilo y los contenidos, constituye su conocido Gobierno del
Perú (1910 [1567]).

- La forma del memorial, aunque tiene inconfundible tradición europea, no representa


en América la sola reelaboración del discurso oral por medio de la escritura. Las
normas del discurso se adecuan al horizonte de expectativas del lector de cultura
europea o europeizada (Lienhard, 1992). El memorial se identifica, en variadas
oportunidades, con formas epistolares. Tal es el caso de la carta-memorial de Isabel de
Salazar ([1611], en Torre Revello 1943), uno de los testimonios escritos y firmados por
mujeres que integran el corpus. Allí se conjuga el relato probatorio de corte jurídico
con la solicitud o reivindicación de derechos planteados desde la visión femenina (Cfr.
Poderti, 1995a).

- Los textos de devoción o enseñanza religiosa, como los misales, breviarios,


abecedarios religiosos, catecismos, novenarios y todo aquel material que sirvió a los
fines de la "edificación" y "evangelización" de la grey católica, actualizan prácticas
muy cercanas a la literatura, tal como lo expresa Miguel Ángel Vergara, acerca de la
"Novena de María Santísima del Milagro" de 1787: Esta novena (...) es un monumento
a la literatura religiosa de la piedad, sana, ortodoxa y emocionante que informaba el
espíritu cristiano e ilustrado de aquella época (Vergara, 1983).

La literatura de devoción o enseñanza que hemos relevado incluye la "Novena de


María Santísima del Milagro y Jesús Crucificado" (1787) de Francisco Javier
Fernández y Pedroza (1992 [1787]); el "Septenario y Novena del Santo Christo que se
venera en la Parroquia del Sumalao" impresa en 1785 en la imprenta de los Niños
Expósitos, una novena sin fecha y manuscrita, probablemente de fines del siglo XVIII
dedicada a la Gloriosa Madre Nuestra Santa Clara y la Novena a la Purísima
Concepción de María Santísima, de 1765.

- En las ordenanzas e instrucciones reales que se remitían a América se exigía el


requisito de llevar un libro con las indicaciones pormenorizadas de todo lo que
acontecía en relación a las nuevas poblaciones y descubrimientos. Algunas de las
pautas a seguir para la redacción de estos libros se encuentran entre las Ordenanzas
promulgadas por el Consejo de Indias a inspiración del licenciado Juan de Ovando, en
setiembre de 1571:

...con particular estudio y cuidado procuren tener hecha siempre descripción y


averiguación cumplida y cierta de todas las cosas del estado de Indias, así de

36
la tierra como de la mar, naturales y morales, perpetuos y temporales,
eclesiásticos y seglares, pasadas y presentes... y tengan un libro de dicha
descripción... y gran cuidado en la correspondencia de los virreyes,
audiencias y ministros para que informen cada año de las novedades que
hubieren y las que sucedieren se vayan poniendo y añadiendo en el dicho libro
(en Torre Revello, 1941).

El libro o cuaderno que las instituciones políticas y religiosas llevaban con


periodicidad, era una recopilación organizada cronológicamente de toda la
documentación que pasaba por las manos de funcionarios eclesiásticos y civiles,
archivo que algunas veces era matizado con el relato de lo que acontecía en la
población o ciudad. Desde este punto de vista, los libros ofrecen una conjunción de
textos provenientes de diferentes prácticas y constituyen textos "mediatizados", en
tanto hubo una voluntad que los organizó, jerarquizando la calidad y la cantidad de
información. Entre los libros y cuadernos de esta práctica hemos incluido el Libro
manuscrito con testimonios sobre el proceso fundacional de la ciudad de San Ramón de
la Nueva Orán (1792-1803) y el "Libro de razón, mes y día en que se cumplen los
plazos de censos...", que documenta el destino de las donaciones y limosnas dado por
los religiosos del Convento de San Diego de Salta entre 1750 y 1797, también
manuscrito. Éste último pertenece al grupo de los libros de fábrica, que eran los
registros que los doctrineros debían guardar respecto a la administración de los curatos.
Allí se apuntaban los ingresos y egresos, comunes y extraordinarios de la forma como
fueron hechos o recibidos, así como también las fechas en que ingresan o salen fondos.
Los libros de fábrica debían ser presentados cada vez que el Arzobispado ordenara una
visita. Según Luis Miguel Glave "son documentos de inapreciable valor" por cuanto
permiten conocer las costumbres eclesiásticas en lo que concierne a las fiestas,
cofradías y el manejo de los recursos con que contaban los doctrineros. En ellos
también se incluyen los bandos y órdenes provenientes de los obispos, deanes y
Cabildos Eclesiásticos con referencia a la administración de los bienes" (Cfr. Glave,
1992: 124).

II.2.2. Práctica Jurídico-Notarial


El carácter normativo de la documentación jurídica no es impedimento para que los
textos que conciernen al derecho y la administración de la justicia sean considerados
como textos con espesor literario. Las técnicas de regulación de la conducta humana
están enunciadas desde la lengua y acarrean su problematización en el orden semán-
tico. La ambigüedad o vaguedad que los mismos juristas detectan en el lenguaje de su
disciplina, característica que involucra otros aspectos lingüísticos -como el del carácter
convencional de las palabras- acerca los textos jurídicos a otras prácticas escriturarias
que también se descubren polisémicas18. Por otra parte, la entrada de formas narrativas,
dialógicas o descriptivas dentro del discurso jurídico de la colonia -como la
introducción de relatos y testimonios en los procesos criminales, las confesiones bajo
18 "Los enunciados normativos del derecho se articulan en un lenguaje que no ostenta la
simbolización de otras disciplinas como la lógica y la matemática por ejemplo, ni tampoco un
elevado número de vocablos y/o expresiones técnicas. Por el contrario, las palabras y/o
expresiones que aparecen en los enunciados normativos y por ende, en los enunciados de la
ciencia del derecho que a ellos se refieren, reconocen una fuente indiscutible, a saber: el lenguaje
natural" (Gómez y Bruera, 1984: 11-12).

37
tortura, etc.- establece para los lectores de nuestro siglo, nuevas pautas de lectura e
interpretación.

Dentro de la práctica jurídico-notarial incluimos textos que, aunque no tuvieron en su


génesis pretensiones literarias, son susceptibles de ser leídos como discursos
aparentemente burocráticos tamizados con las marcas de la oralidad y de los principios
estéticos que regían, en aquel momento, el desarrollo de la producción literaria
canónica. Los documentos que conforman el registro de la burocracia colonial civil y
eclesiástica, se organizan, en nuestra tipología, bajo el signo de una misma práctica.
Los dos grupos de textualidades -las jurídicas y las notariales- nos ofrecen una visión
detallada acerca de la vida cotidiana de los súbditos coloniales de España y revelan la
intimidad de los conflictos generados entre el conglomerado de leyes hispánicas y el
universo de pautas normativas andinas.

- Los textos provenientes de la legislación -como las ordenanzas, las leyes y las
prohibiciones, son incisiones de la realidad social de la época y, por ello, también son
testimonios de la vida cultural, en un contexto en el que los códigos estéticos parecen
confluir. La lectura de nuestro corpus nos provee de normativas muy peculiares, como
una prohibición para "disfrazarse de penitente" y "disciplinarse en las procesiones reli-
giosas", ordenada por el Gobernador Intendente de Salta del Tucumán -Don Andrés
Mestre-, en el año 1786 (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1929, ne 20).

- La repartición de bienes, tierras o encomiendas por medio de títulos o mercedes


otorgaba poder, garantizado por la escritura. El hecho de autentificar y atestiguar en el
papel es una metáfora de las sociedades grafocéntricas que se actualiza en la práctica
notarial. Entre las mercedes registradas en nuestro corpus se encuentra la sesión de
derechos sobre la encomienda de un pueblo entero -el de indios de Qualsingasta, de
Salta- acordada en 1642 a Don Juan de Lugones Ossorio por el Gobernador del
Tucumán, Don Miguel Decesse (en Revista del Archivo de Santiago del Estero,
1927, ne 13), texto en el que se articula una actitud historiográfico-argumentativa que
tiene por finalidad la de verificar la legalidad y vigencia de la merced en cuestión.

- Las probanzas o informaciones, según las normas judiciales vigentes durante la


instauración y organización de la colonia, incluían preguntas y respuestas acerca del
tema que la autoridad deseaba investigar. Estas formas representan con mayor fidelidad
a los textos mediatizados que se sitúan en el cruce entre la oralidad y la escritura. Las
informaciones levantadas entre los indígenas contienen las preguntas de los misioneros
y las respuestas de los indios acerca de sus creencias, ritos y ceremonias. En estos
casos, un "grafista" transcribía las declaraciones orales de los informantes autóctonos.

Dentro del corpus se han considerado también varias informaciones levantadas con el
fin de esclarecer hechos de carácter sobrenatural (apariciones, milagros, etc.) como las
que constan en el grupo de documentos relativos a Nuestra Señora del Valle de
Catamarca, compilados por Larrouy (1915).

Las probanzas o informaciones de méritos y servicios utilizaban también el


procedimiento del interrogatorio para recabar información acerca de la actuación de
funcionarios civiles y eclesiásticos de la Corona Española. Entre estas formas haremos

38
referencia a la Probanza de los méritos del presbítero Diego Juárez, primer sacerdote
criollo del Tucumán, en la que se describe la lengua de los indios naturales de Santiago
del Estero, certificada por el gobernador Juan Ramírez de Velasco, en 1592 (en
Larrouy, 1923); o la Información de Méritos y Servicios del Capitán Juan G. Bazán,
levantada entre 1585 y 1589 (en Levillier, 1920), en la que se introduce un episodio -el
de su trágica muerte en manos de los indígenas del Chaco- que será recreado por la
literatura posterior (Cfr. Carrizo, 1945).

- En la época colonial, los pleitos o querellas se desarrollaban entre una colectividad


indígena y algún encomendero; entre la autoridad real, virreinal o eclesiástica y algún
personaje español ambicioso; y entre ciudadanos o vecinos comunes. En el conjunto
documental hemos incluido pleitos por problemas territoriales, por sucesiones de
bienes y por cuestiones religiosas. Estas textualidades, tamizadas por la jerga jurídica,
introducen también la presencia del discurso oral en segmentos muy importantes de
cada instancia judicial. Los extensos testimonios de los acusados, de los denunciantes,
testigos y defensores proporcionan una fuente de información importante acerca de las
prácticas y creencias religiosas indígenas, de la resistencia a la evangelización y de los
múltiples conflictos provocados en el seno de las comunidades autóctonas. En este
sentido, son significativas las declaraciones levantadas en el marco de los juicios de
carácter inquisitorial, en la campaña contra la idolatría (Cfr. Poderti, 1997. Muchos de
estos testimonios, obtenidos bajo el efecto de torturas, permiten conocer los usos y
costumbres religiosas de las clases marginales. En este grupo incluimos interesantes
procesos judiciales, como el que condena a la india Luisa González, acusada de
hechicería por doña Lucrecia de Figueroa en 1689 (en Catalán, 1936); o el pleito entre
vecinos de estancias por perjuicios ocasionados tras el robo de ganado, en el que uno
de los querellantes acusa a otro de escandaloso amancebamiento con su cuñada,
fechado en 1774 (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1928, ne 17).

- Los expedientes plasman la actitud discursiva de "historiar" los hechos a partir de un


ordenamiento cronológico de la documentación disponible sobre un caso. La
funcionalidad de los expedientes -tal como la de los "libros" de la práctica
político-religiosa- es la de servir como fuente de información y como constancia
probatoria en algún asunto legal. Dentro de los protocolos de escribanos se hallan
muchos papeles que versan sobre hechos extrajudiciales, pero que cobran, en el cuerpo
de un expediente, gran incidencia judicial, cuando la documentación certificada es
utilizada por sus legítimos dueños para reivindicar la vigencia de algún derecho. Un
expediente manuscrito del año 1795 hallado en el convento de San Francisco, contiene
todas las voces de un relato construido en torno a una misiva de un vecino de Jujuy,
reclamando un esclavo legítimamente comprado. Las averiguaciones sobre el paradero
del esclavo y las numerosas peripecias vividas por el mismo adquieren la polifonía y la
trama de una novela. Otros expedientes criminales de interés para los estudios sobre
literaturas alternativas son el proceso contra Diego Pérez y una india llamada Ana, por
vivir en adulterio, fechado en 1703 (en Lizondo Borda, 1949), y la querella presentada
en 1750 por Juana Barraza contra un hombre que la golpeara (en Revista del Archivo
de Santiago del Estero, 1927, ne 14), texto en el que se reivindican los derechos de las
mujeres. En lo concerniente a las relaciones interétnicas y la pugna de distintos
poderes de la sociedad colonial, reviste importancia el expediente referido a la
restitución de tierras a los indios pulares, cachis y payogastas de Salta. Esta

39
documentación, perteneciente al Archivo Histórico de Salta, incluye un plano
realizado por Don Joaquín Marín, a pedido de la Junta Municipal de Temporalidades,
así como también un importante segmento argumentativo en la intervención de doña
Francisca López de Velazco, quien defiende a los naturales ante los "legítimos"
poseedores de la merced acordada por el gobernador Matorras ([1768-1789]).

- Algunos textos de la práctica jurídico-notarial amalgaman el relato con otros tipos


discursivos, como la descripción y la argumentación. Los autos, escrituras, y certifi-
caciones presentan elementos fantásticos y populares en las narraciones sobre milagros
o apariciones, como se desprende de la lectura de la documentación generada por la
tradición histórica del Milagro en Salta, a partir del terremoto de 1692 (Cfr.
Zorreguieta, 1892).

- Pese a su gran carga de legalidad, los títulos pueden reelaborar el pasado mítico
histórico de las personas o colectividades implicadas. La forma de historiar los hechos
con actitud legitimadora constituye el principal argumento y constancia de los derechos
sobre una tierra, encomienda, esclavo, etc. En caso de litigio estos documentos, como
las cartas, se presentaban como pruebas ante las autoridades coloniales. En el corpus
relevado los títulos están destinados al reconocimiento de méritos personales y a
nombramientos efectuados por los funcionarios peninsulares, como el título de
Teniente Gobernador y Capitán dado por Francisco de Aguirre a Diego de Villarroel en
1565, y cuya presentación se efectuara en el Cabildo de la ciudad de San Miguel de
Tucumán, en el día de su fundación (en Levillier, 1931).

- Los inventarios de bienes, testamentos, recibos de dote, contratos, actas


matrimoniales y cartas dotales, entre otras textualidades de la práctica jurídica y
notarial, no podrían, aparentemente, estar revestidas de ninguna característica literaria.
Sin embargo hemos comprobado que la enumeración de los diferentes elementos de
beneficio, cuidadosamente descriptos y organizados según los dictados estéticos de la
época, encierran formas poéticas muy curiosas, cuajadas de metáforas, adjetivación e
imágenes de gran contenido estético. En un contrato de 1610, celebrado entre Alonso
Montero y el indio Juan Chambe (en Lizondo Borda, 1937), el segundo se obliga a
servir al primero en el oficio de sastre, hecho que nos introduce otra perspectiva acerca
de las relaciones interculturales en el Nuevo Mundo. Las diferentes conexiones
multiétnicas generadas en los primeros años de la colonia pueden ser rastreadas en la
lectura de las actas matrimoniales (Ms.: 1621, 1683-90, 1690-91), allí donde el
conflicto fundamental reside en la inmovilidad de una sociedad repetidamente
estratificada.

II. 2.3. Práctica literaria-canónica


El corpus de la producción literaria canónica en la zona del Tucumán colonial no es
muy extenso en relación al de las otras dos prácticas. En lo que concierne a la veta
culta u "oficializada", la circulación de las textualidades literarias reconocía un ámbito
o centro cultural bastante circunscrito. Las ciudades del Tucumán se encontraban a dis-
tancia considerable de los principales centros de estudios superiores, entre ellos la
Universidad de Córdoba. En las universidades o colegios se realizaban, anualmente,
diversos concursos poéticos y los denominados "actos" que eran competencias en las
que se disputaban premios literarios que, si bien no eran cuantiosos, significaban para

40
los participantes verdaderas "batallas letradas" (Serrano Redonet, 1969). En los lugares
carentes de instituciones educativas la Iglesia se convirtió en un importante foco
cultural. En este sentido, es significativo que la mayoría de los nombres de poetas y
escritores de la Colonia correspondan a la persona de religiosos.

La situación marginal del Tucumán también se debió, en gran medida, a la ausencia de


talleres gráficos que posibilitarán la promoción de escritores de la zona. La primera
imprenta del virreinato del Perú fue la de Lima, establecida hacia 1580 por el impresor
italiano Antonio Ricardo. Allí se imprimieron, desde 1584 el opúsculo Pragmática
sobre los diez días del año, seguido del libro Confesionario para los curas de indios,
en lenguas castellana, quechua y aimará. En 1630 funcionaban tres talleres en la
capital del virreinato del Perú. Entre los años 1584 y 1824, se registran 3948 títulos
impresos en Lima.

La imprenta de las Misiones de la provincia jesuítica del Paraguay fue construida con
madera de la selva. En ese ámbito se imprimió, en 1700, el Martirologio Romano de
neuman, en 1704 el Flos Sanctorum de Rivadeneira -ambos traducidos al guaraní por
José Serrano- y, en 1705, De la diferencia entre lo temporal y lo eterno de
Nieremberg. La imprenta de las Misiones subsistió hasta 1747 y en esos treinta años
llegó a imprimir alrededor de veinte obras, la mayoría de ellas de autores peninsulares.

La imprenta del Colegio de Monserrat de Córdoba, que comenzó a funcionar en 1766,


tuvo una existencia efímera a causa de la expulsión de los jesuitas en 1767. Los textos
y caracteres de esta imprenta pasaron, por orden del Virrey Vértiz a formar parte del
taller de la Casa de Niños Expósitos de Buenos Aires en el año 1780. La imprenta más
importante fue, sin duda, esta última, que publicó bandos, proclamas, catecismos,
rosarios, novenas, almanaques, guías, textos de enseñanza y varios libros y periódicos
hasta 1824, fecha en que el gobierno de Buenos Aires cedió al de Salta la primitiva
prensa de Expósitos (Cfr. Buonocore, 1984: 252-53). Dentro de las publicaciones de
este último establecimiento se incluyen algunos textos producidos en la gobernación de
Salta del Tucumán, referentes a asuntos religiosos, como la Oración en honor a María
Zaldúa y Gamboa de 1796 (en Rossi de Fiori at. al., 1992). En Santiago de Chile la
imprenta comenzó a funcionar recién hacia 1780, aún cuando los jesuitas ya habían
llevado un taller completo desde Europa en 1748.

La censura vehiculizada por la Corona Española consiguió menguar la difusión de la


literatura de corte popular. Las lecturas que llegaron a América eran cuidadosamente
requisadas y los buques debían llevar, a los fines del control dispuesto por la Corona,
un registro de los libros que pasaban a las Indias. A través de esas nóminas, reproduci-
das por Torre Revello (1940) se conoce parte de los títulos de obras jurídicas o de
legislación, de libros de devoción y entretenimiento, novelas, libros de caballería y
libros de poesía. Según afirma Carrizo: "son precisamente aquellos de cuyo contenido
hallamos restos en la tradición oral del Tucumán y seguramente también en toda
América" (1945: 29).

El Concilio Limense de 1583 legisló para esta parte de América en lo concerniente a


las lecturas que convenía promover con el fin de mantener la unidad de la Iglesia. El
Sínodo Santiagueño de 1597 vehiculizó, en el Tucumán, la aplicación de las

41
disposiciones de esa suprema autoridad. Entre las ordenanzas del Sínodo Santiagueño
se incluye la prohibición de bailar y cantar "cantos lascivos torpes y deshonestos" que
introducen "el demonio en el mundo"19. Las ordenanzas de este Sínodo permiten
conocer la intensidad de la penetración de la poesía hispánica: después de medio siglo
de haberse levantado el primer asiento de españoles en el Tucumán, ya se conocían y
cantaban variados poemas de la tradición hispánica popular (Carrizo, 1945: 27).

- La práctica literaria de la colonia admite formas como el romance, la copla y


algunas composiciones breves de inconfundible origen hispánico. Junto a esta poesía
de tipo popular, transmitida y reciclada por colonizadores y colonizados, se presentan
las diferentes formas de la llamada "poesía culta", más aferrada a los esquemas
métricos europeos, utilizando los tipos exóticos y los modelos descollantes de los
clásicos (Becco, 1990). La absorción de los modelos métricos y temáticos del renacimi-
ento, el barroco y el neoclasicismo, vehiculizan, en las letras americanas, la presencia
de formas interpretativas épicas, descriptivas, satíricas y religiosas.

En las Cartas Annuas se alude a los "cantares" de los indígenas que poblaron el
Tucumán, pero no se ha conservado un grupo considerablemente extenso de
composiciones autóctonas gestadas en los primeros siglos de evangelización. Nos
llegan, a partir de esas cartas escritas por los misioneros, muchas coplas y cantos que
los frailes utilizaron para la catequesis de los pueblos aborígenes, como la que
transcribe el Padre Barzana y cuya composición se acredita al misionero franciscano
Juan de Viana. La copla, escrita hacia el año 1588, resume la actitud de los misioneros
de Esteco (en Carrizo, 1945: 71):

No como y doy de comer,


No visto y doy de vestir,
Soy libre y he de servir,
)Esto, cómo puede ser?

- Dentro de la producción literaria culta se incluyen los novenarios, catecismos, piezas


de la himnología religiosa, poesía de túmulo y literatura de devoción, textos generados
en la encrucijada de las práctica literaria-canónica y político-religiosa. La impronta
que la fe de España dejó en la escritura colonial fue decisiva. El ideario cristiano
permite la presencia de algunos temas motivadores que pulsan toda la producción
literaria, en sus vetas popular y culta:

Conmemoraciones eclesiásticas: A las festividades ordinarias, como Navidad,


Reyes, Cuaresma y Semana Santa se agregan las celebraciones propias de cada
ciudad o pueblo, como la procesión del Milagro en Salta, la veneración de
Nuestra Señora del Valle de Catamarca, la fiesta del Niño Alcalde en La Rioja,
etc.

19 "Ordenamos y mandamos so pena de excomunión mayor que ninguna persona baile, dance, taña ni
cante bailes ni cantos lascivos, torpes ni deshonestos, que contengan cosas lascivas, y los introdujo
el demonio en el mundo para hacer irremediables daños con torpes palabras y con meneos" (Primer
Sínodo de la Diócesis del Tucumán, Santiago del Estero, 9 de setiembre de 1595, Parte Tercera,
Constitución vigésimacuarta, en Toscano, 1908, I: 567).

42
Evangelios y Doctrina: la concepción cristiana del mundo aparece en temas
tales como la disputa del alma con el cuerpo, la salvación, el desprecio de la
vida y la invocación de la muerte, la necesidad de la enmienda, el Apocalipsis
de San Juan, la parábola del hijo pródigo, etc.

Hagiografía: El interés en la vida de los santos estaba inspirado, según Carrizo


(1945) por la lectura del Flos Sanctorum, publicación que entró en América en
los buques de registro, junto a otros títulos que el index recomendaba (Torre
Revello, 1945). La forma simple de la "hagiografía", estudiada por Jolles
(1977), se manifiesta en la base de otras especies literarias, como la leyenda.

- La poesía de túmulo se identifica con el grupo de composiciones poéticas cuya


finalidad era la de rendir homenaje póstumo a determinadas personalidades. Estos
poemas se daban a conocer en forma de tarjetones cuidadosamente manuscritos
acompañados de ornamentos y dibujos, que se colocaban alrededor del túmulo erigido
como ofrenda fúnebre. El uso social dado a estas formas poéticas en América no fue el
mismo que el de España, ya que las mismas se exponían cerca del féretro para
convertirse en una especie de poesía de "cuerpo presente" y cumplir la función que
actualmente tiene la ofrenda floral. La costumbre, de carácter cortesano, enlaza
centros distantes como México, Lima y Buenos Aires, pasando por Salta y Córdoba.
Este tipo de oraciones se encuadra dentro de las pautas poéticas neoclásicas, elevando a
la persona homenajeada a la categoría de modelo con una marcada finalidad didáctica,
moralizante y ejemplificadora. La poesía de túmulo reconoce sus raíces en el Siglo de
Oro español y responde a la estructura neoclásica de la décima espinela. Otras
variaciones métricas admitidas por la poesía de túmulo son el soneto acróstico, la
redondilla y la décima (Cfr. Rossi de Fiori, et. al., 1992: 17).

En el corpus de estudio hemos incluido la Oración fúnebre que el Cabildo de la Ciudad


de Salta tributó, el día 17 de febrero del año 1796, en sufragio por el alma de María
Ana Joaquina Zaldúa y Gamboa. Esta mujer era esposa del Gobernador Intendente de
Salta, Don Ramón García de León y Pizarro, quien durante su gestión fundara la
ciudad de San Ramón de la Nueva Orán (Cfr. Poderti, 1995c).

- Los textos satíricos describen una visión más terrena, desmontando algunos mecanis-
mos socio-culturales del proceso colonial en América. Ese es el caso de la Sátira a las
cosas que pasan en el Pirú, escrita por Mateo Rosas de Oquendo20 hacia 1598 (en
Lasarte, 1990) y de varias composiciones del mismo autor. A partir de sucesivos
procesos de "carnavalización" 21 se presenta, en estos poemas, una mirada diferente de
20 Mateo Rosas de Oquendo (1559?-1612?) llegó a Indias en 1585. Primeramente estuvo en Lima,
luego participó, junto al gobernador Ramírez de Velazco en la fundación de la ciudad de La Rioja
(1591) y más tarde se desempeñó como encomendero de indios en Santiago del Estero. En sus
composiciones satiriza las hazañas de la conquista y la sociedad virreinal, condenando a criollos y
peninsulares, sin interesarle clase social o religiosa.

21 El concepto de "carnavalización" -desplegado por Bajtín en el contexto de la obra rabelesiana


(1987)- designa la oposición de la cultura popular a los valores instituidos por la cultura oficial. En
las composiciones satíricas, las imágenes grotescas contribuyen a mutar, a quitar solemnidad, a
materializar y corporizar el mundo, destronando a las instituciones religiosas y políticas de la
oficialidad. El discurso carnavalizado ostenta la lógica de las cosas "al revés" y "contradictorias",
de las permutaciones constantes entre lo alto y lo bajo, la muerte y la vida, etc. y todas las

43
la "oficial", se desmitifican las hazañas políticas y religiosas de la conquista. En esta
época, la sátira fue generalmente utilizada bajo la protección del anonimato, como un
medio de actualizar la reacción contra situaciones difíciles de modificar del régimen vi-
rreinal. Su difusión se mantuvo principalmente en el marco de la oralidad, aunque
también era corriente la circulación en panfletos manuscritos (Cfr. Becco, 1990).

La sátira, como poema destinado a censurar los vicios y defectos de diferentes clases
sociales, se origina en América bajo la óptica de poesía burlesca motivada en la crítica
de restauración moral.

- En conexión con los textos satíricos se genera una forma textual que condensa dos
prácticas discursivas: la política y la literaria. Los pasquines vehiculizan los actos de
rebelión anticolonial y permiten la expresión alternativa de los segmentos marginados
de la sociedad. La producción de pasquines es significativa y vasta desde la segunda
mitad del siglo XVIII y está conformada por un conjunto de textos escritos anónimos,
que da cuenta de los procesos revolucionarios y emancipadores en las colonias
americanas. Desde el punto de vista formal, los pasquines son escritos breves, en prosa
o en verso -generalmente octosílabos- que hacen uso de un lenguaje sencillo, claro y
conciso. En el léxico utilizado se marca, con frecuencia, la voluntad de transgredir las
normas del buen uso del lenguaje (expresiones irreverentes, insultos, coprolalia, etc),
como acompañamiento necesario de los contenidos rebeldes y los efectos subversivos
de estos textos. Algunos de estos pasquines eran acompañados de dibujos que
representaban de un modo grotesco a autoridades españolas, sentadas sobre burros y en
camino a la horca (Cfr. Godenzzi, 1995).

El rechazo a la tiranía22 que aparece en la mayor parte de los pasquines significa


rebelarse contra las autoridades coloniales, desconociendo su legitimidad e intentando
su eliminación si persisten las injusticias. Por ello es insistente la exhortación para
dejar de lado la pasividad e indolencia y comenzar a desencadenar acciones
concertadas que transformen la sociedad. Desde este punto de vista, los pasquines no
sólo son anuncios, señales o signos de situaciones revolucionarias, sino que resultan
también actos de condena, amenazas de muerte, declaratorias de acciones violentas o
bien se traducen directamente en actos de agitación, persuación, enfurecimiento, puesta
en aprietos e intimidación (Cfr. Godenzzi, 1995). En nuestro corpus hemos estudiado
los pasquines de las rebeliones indígenas que preludian los movimientos

inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos implantados en los


niveles lingüístico y semántico.

22 Desde el punto de vista semántico, los pasquines revelan una estructura elemental que
organiza el significado de estos textos. La idea de "tiranía" resume la situación colonial denunciada
constantemente, la que se expresaba a través de la imposición de nuevos gravámenes, alcabalas,
quintos, establecimientos de aduanas, estancos, etc. La "tiranía", personificada por el visitador, los
corregidores, los aduaneros y demás autoridades que introducen cargas insoportables para sus
súbditos, se opone a la unidad semántica "buen gobierno", que tiene como promotores a un
soberano de estas tierras (un nuevo Inca), -quien protege los derechos de sus "paisanos"
americanos"-, o bien al Rey de España, a quien se supone defensor de los vasallos y dador de las
leyes justas. De ahí que algunos pasquines se presenten como "fidelistas" y otros como
"separatistas". También hay pasquines que oscilan entre una y otra postura, reflejando el estado de
ánimo de los criollos (Cfr. Poderti, 1997).

44
independentistas, como la de Túpac Amaru, iniciada en 1780, y otros escritos
anónimos, como el que circuló en Salta, hacia 1805, titulado "lamentos de un capao"
(Cfr. Acevedo, 1965: 425-426).

En un rápido recorrido, puede repasarse el accionar de estos "auténticos manifiestos


revolucionarios" -como los llama Lewin (1967)- en las diferentes zonas del arco
andino. Estos textos son en sí mismos actos de insurgencia política, y su decir es
también un hacer, por cuanto implican un programa de reorganización política de la
sociedad, propuesta en la que participan diferentes sectores de la sociedad colonial. Por
su naturaleza, el pasquín es un espacio escriturario que permite la alianza, la expresión
o el rechazo de los distintos grupos y personas participantes: indígenas, criollos,
españoles y hasta el mismo Rey (Godenzzi, 1995).

II. 3. TEXTOS COLONIALES Y LITERATURA GERMINAL


Las textualidades coloniales, provenientes de diferentes prácticas escriturales como la
político-religiosa, la jurídico notarial y la literaria canónica, remiten a un campo
común, en el cual todos los textos pueden ser considerados "literarios". Sin desechar
las lecturas que los relevan como documentos etno-históricos o mitográficos, se presta
atención a la manera en la que estas textualidades vehiculizan la expresión de algunos
grupos sociales en determinadas circunstancias históricas:

...para muchos de los investigadores en ciencias sociales, los textos no son


discursos provistos de una coherencia propia, sino canteras de donde extraer
datos de interés histórico, sociológico o antropológico. Por consiguiente, ellos
no los estudian, salvo excepcionalmente, en tanto que discursos literarios
autónomos o en cuanto a su estética (Lienhard, 1992: 120).

El predominio de textos provenientes de la práctica político-religiosa y específicamente


de la producción epistolar, es una marca significativa de la voluntad de aprehender,
mediante la escritura, el territorio físico y cultural del Tucumán. En este sentido "los
europeos proceden como si quisieran inscribir su poder en todas las superficies posi-
bles del Nuevo Mundo (Lienhard, 1992: 39). El proyecto de ocupación tuvo un alcance
eficaz porque el tránsito de las formas epistolares se desarrollaba dentro de un circuito
cerrado: entre funcionarios civiles o eclesiásticos con las autoridades virreinales o
reales. Las cartas son las formas menos alcanzadas por el discurso alternativo del
indígena, lo que posibilitó la resemantización del universo del otro, a través de la
interpretación de las culturas ajenas desde los cánones europeos.

Las regiones hostiles al plan colonizador -por su naturaleza descomunal y la


belicosidad de las naciones indígenas allí asentadas-, como la vasta zona del Chaco
Gualamba, generan otros tipos de escritura, como la de los diarios de viaje, en los que
se instala el discurso alternativo para reflejar con mayor fidelidad la pugna entre dos
modos diferenciados de ver el mundo (Cfr. Poderti, 1994).

La práctica jurídico-notarial ofrece el mayor porcentaje de formas literarias


alternativas. La instalación de la voz de mujeres, indígenas o "delincuentes" en
extensos segmentos del discurso hegemónico, permite reconstruir el eje de
conflictividades sociales y culturales generado en el Nuevo Mundo, allí donde los

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modelos instituidos son cuestionados desde la alteridad. Los textos tienden a
transformarse en verdaderos campos de batalla, en los que la voz dominante se debate
en un imprevisto juego de contradiscursos.

Los textos de la denominada práctica literaria-canónica se constituyen en marco de


referencia para las otras dos prácticas escriturales. Las textualidades coloniales calcan
las condiciones estéticas instauradas por el corpus literario canónico, trasponiendo los
diferentes códigos discursivos de la literatura en manifestaciones que perseguían fines
coincidentes, aunque desde perspectivas diferenciadas. El uso de la palabra centrado
en el ejercicio de la persuasión, del conocimiento y de la apropiación de la realidad
mediante la imaginación, son las principales marcas literarias del macrocampo textual
de este período.

De esta manera, el desarrollo de la conquista de este espacio virgen del Tucumán se


escribe como testimonio y como protagonismo: cronistas, notarios, aventureros,
fundadores, guerreros, religiosos, mujeres, nativos, expedicionarios, letrados e
iletrados, van "descubriendo" los mecanismos íntimos del período de tres siglos de
Colonia en América. La relación episódica de esta empresa está registrada en todas las
formas de epopeya absorbidas por la escritura gestada en la realidad nueva. En este
registro inminente de sucesos y personajes, se tipifican las características discursivas
que permitirán fusionar la descripción, en el asombro y en la fantasía; las
configuraciones narrativas, en el relato de los hechos guerreros y las peripecias de
viaje; la directriz argumentativa del coloquio y los entretelones generados a partir de la
aspereza de los diálogos interculturales.

El cruce de prácticas escriturales dentro de un mismo texto, la juntura de las instancias


orales y escritas, la transformación de los modelos impuestos de acuerdo a las
necesidades comunicativas del Nuevo Mundo, la lucha discursiva entablada entre los
segmentos marginados de la sociedad colonial y los grupos dominantes, desarticulan
los esquemas fijos y generan formas que se absorben entre sí, dentro de un clima de
heterogeneidad textual.

La reconceptualización del término "literatura" a partir de la lectura de este corpus


textual plantea la emergencia de un nuevo paradigma dentro de los estudios literarios
sobre la Colonia hispanoamericana, marcándose la transición "del modelo de la
historia literaria como el estudio de la transformación de las ideas estéticas en el
tiempo, al modelo del discurso en el ambiente colonial, en tanto estudio de prácticas
culturales sincrónicas, dialógicas, relacionales e interactivas" (Adorno, 1988: 11). A
partir del estudio del discurso se crea un espacio conceptual necesario para que el
"otro" de la Colonia, es decir "todos los sujetos menos el europeo" empiece a existir
plenamente como objeto de la crítica (Adorno, 1988: 19).

Así, los géneros típicamente "híbridos" y las posiciones de los sujetos plurales de la
Colonia, acusan la insuficiencia y la esterilidad de los presupuestos estéticos del
paradigma anterior. En nuevo paradigma deja atrás el planteo binario literatura/no
literatura, permitiendo que los investigadores literarios y culturales pongan atención en
un cuerpo de textos heterodoxos, antes ignorado o desatendido (Cfr. Larsen, 1993:
336). Esencialmente, el cambio se opera al extender la naturaleza de la categoría de la

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literatura hacia una mucho más amplia e híbrida, como es la de la cultura, suponiendo
la existencia de otros modos de producción cultural. Esta ruptura acarrea la
consiguiente fractura del modelo lineal de la historia, un anti-historicismo que tiene
que ver con la condición de "textos" a la que adscriben los "documentos" coloniales.
Cualquiera sea su valor historiográfico, esas formas escriturales pueden ser
consideradas, en sus modos de producción, a través de ciertas estructuras discursivas
que permiten valorar sus cualidades artísticas, sin caer en el modelo estético
unilateralmente formal del vanguardismo, según el cual lo estético es algo opuesto a lo
real y no de sus modos particulares de reflexión (Cfr. Larsen, 1993: 341).

II. 4. LEYENDAS DEL TUCUMÁN COLONIAL


Aquellas formas relatantes conocidas con el nombre de "leyendas" deben ser leídas a la
luz de algunas problemáticas relacionadas con el origen y la raíz común de estas
especies -consideradas ancilares de la literatura y tradicionalmente desplazadas del
espacio del discurso historiográfico. A partir del juego oposicional entre oralidad/
escritura, de la relación entre narrativa y representación histórica, y de las caracterís-
ticas del discurso ficcional frente al discurso histórico con pretensiones científicas,
procuraremos despejar la naturaleza de la forma leyenda en el campo de las
textualidades llamadas "literarias". Una vez aclaradas estas cuestiones preliminares,
nos abocaremos a la lectura de algunos casos específicos, centrándonos en cuatro
cuerpos de leyendas que advierten su génesis histórica en el período de la Colonia y la
fundación de ciudades en el Tucumán, extensa zona en la que se enmarca la actual
microregión del NOA.

II.4.1. Consideraciones en torno a la literatura oral


II.4.1.a. Oralidad y escritura
Según Ong (1993), la frecuente desatención de los estudiosos a las manifestaciones
orales se ha relacionado con una impresión surgida a partir de que, contrapuestas al
discurso gobernado por reglas retóricas escritas, las formas artísticas orales se
presentaban desmañadas e indignas de examen serio. Sin embargo, en la tradición
literaria más inmediata se reconoce que las producciones surgidas de performances
orales gozaron de innegable aprecio, incluso de protección. Desde mediados del siglo
XVI se intensificó la mirada hacia las complejas relaciones entre la escritura y el habla
(Cfr. Dorra, 1995).

El dominio de la palabra escrita sobre las manifestaciones de la oralidad se pone de


manifiesto al no contar, en la lengua española, con ningún concepto similar al de
"literatura" -que básicamente significa 'escritos'- para cubrir un cuerpo dado de material
meramente oral. El oximorónico término "literatura oral" supone hablar de la
"oralidad" desde una posición grafocéntrica -focalizando el campo de la escritura-
perspectiva que condiciona todo el campo observado:

El estudio de la oralidad será siempre insatisfactorio, siempre aproximativo


porque nunca estaremos ante la oralidad en tanto tal -si es que esa expresión
tiene algún sentido-, sino ante el simulacro que construyamos con nuestras
armas conceptuales. )Cómo explorar la 'oralidad' desde la escritura sin
traicionarla ni tergiversarla? se pregunta Lienhard. Acaso esa pregunta no

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tenga respuesta pero no por ello deja de ser necesario hacérsela todo el tiempo
(Dorra, 1995).

En el campo de la oralidad, Ong distingue básicamente dos grupos: el de la oralidad


"primaria", presente en aquellas culturas que carecen del conocimiento de la escritura y
de la impresión; y la oralidad "secundaria" que detenta la actual cultura de la
tecnología, cuya existencia y funcionamiento dependen de la escritura y de la
impresión. Podría decirse que hoy la cultura oral primaria casi no existe en sentido
estricto, sin embargo, en grados variables, muchas culturas y subculturas conservan
gran parte del molde mental de la oralidad primaria, aún cuando han sido alcanzadas
por los efectos de la escritura. Tal ocurre con algunas comunidades aisladas de los
centros urbanizados en las provincias del noroeste argentino.

La diferencia básica entre la tradición oral y la escrita radica en que el carácter de


permanencia de una u otra expresión es diferente. Aunque las palabras están fundadas
en el habla oral, la escritura las encierra tiránicamente para siempre en un campo
visual. Los cambios de pensamiento y expresión producidos por la escritura han
modificado las culturas orales, a tal punto que ya casi no queda cultura oral o
predominantemente oral en el mundo que, de algún modo, no tenga conciencia del
vasto conjunto de poderes que encierra la escritura.

Lo impreso refuerza y transforma los efectos de la escritura. Todos los efectos de lo


impreso entran en colisión con los del sonido. Sobre este tema se han hecho
innumerables estudios a partir del Renacimiento. Nos interesa repasar aquí los efectos
más sutiles de lo impreso sobre la conciencia cultural, antes que sus consecuencias
sociales.

El oído, más que la visión, había dominado de manera significativa el mundo


intelectual de la Antigüedad, incluso hasta mucho después que la escritura estuviera
desarrollada. La cultura del manuscrito en Occidente permaneció siempre
marginalmente oral (Ong, 1993). Parte de esta práctica se manifiesta hasta hoy en
nuestro vocabulario, cuando nos referimos a las "auditorías", haciendo referencia a la
tarea actual del contador, quien se remite solamente a examinar los libros por medio de
la vista.

Mucho después de inventada la imprenta, el proceso auditivo siguió dominando por


algún tiempo el texto impreso visible, aunque finalmente la impresión terminó
superando al oído. La imprenta sitúa las palabras en el espacio de manera más
inexorable que la escritura. El texto impreso obtiene un sentido de la
"palabra-en-el-espacio" distinto del que se comunica en la escritura. La escritura
reconstituye la palabra hablada, originalmente oral, en el espacio visual, pero la
impresión lo incrusta más categóricamente en el espacio (Ong, 1993).

La impresión creó un nuevo sentido de la propiedad privada de las palabras. En una


cultura oral primaria, las personas no reclaman derechos de propiedad sobre un poema.
Con la escritura comienza a desarrollarse el resentimiento contra el plagio. Al sacarse
las palabras del mundo del sonido y relegarlas definitivamente a la superficie visual, la
impresión alentó a los seres humanos a sentir que sus posesiones se guardaban en

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alguna especie de espacio mental inerte. Además, tal como sigue agregando Walter
Ong:

Lo impreso produce una sensación de finitud, de que lo que se encuentra en un


texto está concluido, de que ha alcanzado un estado de consumación. Esta
consideración afecta las creaciones literarias y la obra filosófica o científica
analítica (1993: 130).

II.4.1.b. Historia/Leyenda

"Partiendo de una actividad mental, lo que en


otra actividad mental era positivo, se convierte
en negativo, lo que fue verdad, se convierte en
falsedad. La tiranía de la "Historia" llega a
afirmar que la leyenda no existe y que no es otra
cosa que un muy tímido peldaño preliminar con
respecto a la 'historia' misma".
ANDRÉ JOLLES

La primacía del trazado narrativo ha sido notada por los estudiosos de las formas de la
oralidad como Ong (1993) y Jolles (1972), para quienes la narración aparece regu-
larmente como manifestación de todas las culturas orales primarias sobreviviendo al
conocimiento de la escritura y al procesamiento electrónico de la información. Aún el
discurso "científico" se apoya en la narración para establecer ciertas generalizaciones,
para argumentar con validez y arribar a conclusiones abstractas. El valor de la narrativa
en la representación de la realidad ha sido apuntado por Roland Barthes (1977: 79),
para quien la narrativa es simplemente como la vida misma, internacional,
transhistórica, transcultural. Esta narrativa, lejos de ser un código entre los muchos que
puede utilizar una cultura para dotar de significación la experiencia, es un metacódigo,
un universal humano sobre cuya base pueden transmitirse mensajes transculturales
acerca de la naturaleza de la realidad común (White, 1992: 17).

Las culturas narrativas orales utilizan historias de acción humana para guardar,
organizar y comunicar su saber. En estas culturas, la narración se identifica con una
estructura depositaria capaz de reunir gran cantidad de conocimientos populares en
manifestaciones relativamente sustanciales y perdurables, sujetas a la repetición. De
hecho, una cultura eminentemente oral desconoce la trama lineal climática y larga, al
modo de una epopeya o novela. No obstante, puede organizar la narración más breve
con un clímax implacable. Los hechos, en medio de los cuales la acción debe empezar,
nunca se disponen en un orden cronológico para establecer una "trama".

De estas consideraciones también parte Jolles para tipificar las nueve formas simples
que se integran a los estudios que emparientan la oralidad con las expresiones escritas,
atendiendo al paso desde la "lengua" a la "literatura" (Jolles, 1977: 15). La lengua,
concebida por Jolles como trabajo de producción, creación e interpretación, altera el

49
curso natural de las cosas, las incorpora y acepta en la vida del hombre. Se opera una
interrupción de los procesos naturales, una modificación similar a la que produce el
artesano o el campesino por medio del trabajo. Las formas simples se encuentran en
"estado de agregación" al de la literatura propiamente tal, son formas no captadas por
las disciplinas que describen la estructura de las unidades lingüísticas y su clasificación
en la obra artística definitiva. Estas formas "se encuentran tan adheridas a la lengua,
que parecen resistirse a la conciencia eterna de la lengua: a la escritura." (Jolles,
1977: 237). Jolles clasifica esas formas básicas de acuerdo a sus ademanes lingüísticos,
a la actividad mental que vehiculizan y a su actualización en el tiempo, para delimitar
las siguientes formas literarias: hagiografía, leyenda, mito, enigma, sentencia, kasus,
memorabile, märchen y chiste.

En manuscritos de los siglos XIII al XV se han encontrado narraciones en prosa que


corresponden al género antiguo de la "Saga". Estos relatos tienen un indudable origen
en la tradición oral: en primer lugar, se diferencian estilísticamente de otras obras en
prosa del llamado estilo erudito y no muestran la influencia del latín. En segundo lugar,
el giro "se cuenta" u otro semejante, remite al origen de la forma misma. En tercer
lugar, no se las ha mirado como verdaderas obras literarias mientras no se les asignara
autor o poeta determinado: forman un legado anónimo (Jolles, 1977: 66). Pero es
justamente el carácter colectivo y anónimo de estas formas de transmisión oral el que
favorece su circulación en amplias franjas de la sociedad, en la medida en que refleja
más cabalmente la idiosincracia del pueblo que las recrea. La leyenda, como respuesta
posible a los sucesos cotidianos, asume la función de interpretar los interrogantes más
trascendentales de las comunidades humanas.

La palabra "leyenda", ha indicado, durante mucho tiempo, una actividad semiritual y, a


la vez, un significado de "narración no acreditada históricamente". De esta manera, y
por transferencia de significado, todo lo que pertenece a una determinada actividad
mental y a su correspondiente forma, sólo dentro de esa forma es válido. En el mundo
de la Historia, según Jolles, la leyenda, se convierte en algo inverosímil, dudoso y,
finalmente, contrario a la verdad (1977: 63). Esta significación del término leyenda
como noticia de acontecimientos del pasado que carecen de documentación histórica,
destrona a esta forma simple del universo de lo "verdadero", otorgándole un matiz
despectivo. En muchos casos, según Jolles, la "Historia" actúa como enemiga de la
leyenda; la amenaza, la persigue, la calumnia e interpreta equivocadamente sus
palabras (1977: 65).

Sin embargo, la forma de la leyenda posee una matriz común con la narración histórica.
Así muchas de las leyendas relevadas entre las comunidades del noroeste constituyen
importantes eslabones en el proceso de articulación de las tradiciones populares con la
historia:

La leyenda histórica puede ampliar el contenido de los documentos escritos,


puede aclarar elementos oscuros o mal expresados y hasta puede conservar
hechos históricos olvidados. Sin desconocer el valor de los testigos
presenciales calificados que han documentado por escrito el hecho histórico
con la variabilidad personal conocida, debemos tener en cuenta que las gentes
del pueblo que lo recogieron también fueron testigos presenciales y lo

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transmitieron de viva voz de generación en generación.

La leyenda, y en general la tradición oral, tratadas según las normas del


método histórico con espíritu científico, son fuentes de verdadero valor para la
investigación histórica (Vidal de Battini, 1982: 362).

Las leyendas pueden proveer elementos históricos en la anécdota o en la toponimia,


transformándose así en una fuente valiosa para la investigación histórica. En la leyenda
siempre se alude a tiempo y lugar. Aún cuando la cronología de este tipo de relatos es
débil, la referencia al lugar es segura o bastante aproximada (ibidem, 1982). En este
sentido, el ademán lingüístico de las leyendas consiste en actualizar el pasado histórico
cultural de una comunidad, reinstalando y recomponiendo el ciclo mítico, necesario
para su vida cotidiana. La actividad mental de estas formas simples en América
presenta rasgos de transculturación, al aunar los estadios naturales de la memoria
colectiva con la sistematización del discurso historiográfico del tronco hispánico.

De la lectura de los textos historiográficos producidos durante la Colonia se desprende


que sus fuentes de información principales fueron orales. Así lo atestiguan los relatos
de Ruy Díaz de Guzmán, del Barco Centenera, el Padre Lozano, Fray Reginaldo de
Lizárraga, etc., para quienes el testimonio personal, los recuerdos y los relatos de la
gente de cada zona adquirían una importancia fundamental y legitimaban la validez de
su escritura.

Esa tendencia de recuperar el pasado basándose en fuentes orales inspiró las


recopilaciones de canciones y elementos del folklore argentino al comenzar el siglo
XX. Juan B. Terán reconstruyó la historia de Tucumán sobre la base de los recuerdos
de Felipa López, anciana nacida en 1801, en aquel ensayo titulado Memoria de 1816.
Esto ha generado un debate acerca de la definición y construcción del campo
heurístico, en el que Manuel Lizondo Borda aportó conceptos fundamentales en el
plano teórico, al plantear la relación existente entre el documento y la tradición oral.
Acerca de su concepción acerca de que el documento escrito puede ser tan engañoso
como la tradición oral, aclara:

La tradición o la transmisión oral de hechos de carácter histórico, a través del


tiempo y bien discriminado es igualmente una fuente para el historiador. Y a
veces, cuando está corroborada por otras noticias o señales auténticas, aunque
no sean documentos escritos, tiene tanto valor como cualquiera de éstos
(Lizondo Borda, 1952).

En la actualidad se asiste a un gran interés en la investigación sistemática orientada


hacia el uso de fuentes orales. Esta metodología, que enlaza la inter y la
multidisciplina, considera los aportes de la filología, el folklore, la psicología y la
lingüística en el estudio de la tradición oral:

Se rescata así una doble relación, que está dada por el juego del pasado-
presente en el informante y por el complejo vínculo del historiador-testimonio
en el investigador. (...) Aceptar esta dialéctica y compleja relación es lo que
permite que lo tradicional esté vivo en las reconstrucciones de las leyendas de

51
El Familiar, La Viuda y tantas otras que, si bien adquieren el sentido de la
época en su recuperación, lo hacen conservando el sentido que las originó. Se
mantiene la continuación de la vieja trama en el tejido de otra historia (Leoni
Pinto, 1994: 14).

II.4.2. Relatos orales y pensamiento andino

"Los recuerdos orales se presentan con una


temporalidad propia y diferente de la histórica,
con categorías individuales, mas no personales,
sino ejemplares. Pero si los hombres andinos
-como todos los que participan de las culturas
tradicionales- no podían ofrecernos una visión
histórica del comienzo de la dominación
española y del tiempo posterior, sí podían
reaccionar y reaccionaron dando su imagen a
través del mito y del movimiento mesiánico que
encierra en sí los primeros elementos de una
historicidad"...
FRANKLIN PEASE

Las primeras leyendas de América se gestan en el momento mismo del encuentro entre
diferentes tradiciones culturales. El aura de misterio que envolvía al continente recién
descubierto generó leyendas como las del Paitití, el Dorado y el Amazonas (Cfr.
Levillier, 1976). La leyenda del Paitití crea un espacio imaginario en la geografía
andina. Como afirma Flores Galindo (1986), el descubrimiento y la conquista de
América implicaron un desarrollo significativo de la cartografía: era necesario precisar
las formas y dimensiones de los nuevos territorios. Junto a los cálculos que se
pretendían rigurosos surgió una geografía imaginaria, especie de horizonte onírico de
los conquistadores. A medida que las expediciones ingresaban a territorios más alejados
e inhóspitos, aparecían otros países como el Dabaybe, las Minas de Esmeraldas, la
laguna del Sol, la Gran Noticia, Traspalanda, el Reino del Sol. etc. De todos ellos, el
que más divulgación alcanzó fue El Dorado, país donde la riqueza abundaba y quedaba
a la mano, territorio habitado por los amazonas. El Paitití nació como resultado del
entrecruzamiento entre tres tradiciones culturales: la dualidad andina, los sueños de los
españoles y los mitos tupí-guaraníes. Su localización, durante el siglo XVII, se
identifica con un ambiente selvático. La selva -el ámbito del Paraíso Terrestre-, que
ocupa un lugar preponderante en el imaginario colonial, se convierte en el epicentro de
un movimiento social que fortaleció la verosimilitud del Paitití y alentó a los rebeldes
de Huarochirí, en 1750. Treinta años después Túpac Amaru se proclamará soberano del
Gran Paitítí (Flores Galindo, 1986: 64).

Estos y otros tantos relatos generados en los primeros momentos de la colonización


permiten el encuentro entre la memoria y lo imaginario en lo que Flores Galindo llama
la "utopía andina" (1986). Es en la memoria oral donde el recuerdo adquiere las
dimensiones de mito. En este sentido, los relatos sobre Inkarri se integran a ese cúmulo

52
de manifestaciones de la cultura popular andina. Según esta narración, la conquista
habría cercenado la cabeza del Inca que desde entonces estaría separada de su cuerpo;
cuando ambos se encuentren, terminará ese período de desorden, confusión y oscuridad
que iniciaron los europeos, y los hombres andinos (los runas) recuperarán su historia.

Además de la fascinación que encerraban estas historias enigmáticas, surge otra


narración fantástica en tierras de América del Sur: la de la Ciudad de los Césares,
originada a partir de las penurias y aventuras de cuatro soldados hispánicos que,
alrededor de 1529, partieron del Fuerte de Sancti Spíritu fundado por Gaboto, cruzaron
de Este a Oeste las más remotas regiones de estas tierras, desde el Paraná hasta las
playas peruanas (Cfr. Bidondo, 1980). El Padre Lozano agrega a este relato que, en el
trayecto, los conquistadores se encontraron con numerosos indios con los que se
entendieron por señas y, por ese medio, conocieron la existencia del fabuloso imperio
de los Incas. Alentados por la noticia perdieron el rumbo, pasando por regiones
insólitas, subiendo por las montañas chilenas hasta llegar al estrecho de Magallanes.
Desde allí, siguiendo la costa, alcanzaron el desierto de Atacama, se internaron en el
país de los Charcas, para alcanzar con gran fatiga la ciudad de Cuzco, lugar al que
llegaron en la misma época en que Francisco de Pizarro acababa de prender al Inca
Atahualpa en Cajamarca. De este relato surge que esos compañeros de César -como se
llamaba uno de estos cuatro aventureros- fueron los primeros blancos que hallaron las
tierras del Tucumán, en su recorrido de Chile a Charcas (Lozano, 1941 [1733]).

En 1586, el gobernador de Tucumán, Juan Ramírez de Velazco, planea una expedición


a la provincia de los Césares, la que describe en estos términos:

Tengo gran noticia de una provincia que llaman los Césares, corre norte sur
desde Córdoba hasta el Estrecho de Magallanes, hay veinte grados que son
trescientas y cincuenta leguas y así mesmo la tengo de que hay gran suma de
gente y de que hay grandes riquezas de oro. Es entre Chile y la mar del norte y
a las espaldas de Arauco, siendo V. M. servido de que en poblando a Calchaquí
y conquistándolo de Salta que se hará todo en dos años, haga gente para
entrar en esta tierra (...) Por el nombre que tiene de rica se sacarán del Pirú
trescientos o quatrocientos hombres, con los cuales y los que desta
gobernación sacare, hará esta Jornada, de la cual podría ir por tierra desde
aquí al Estrecho (...) y sin que a V. M. le cueste un peso, me ofrezco a hacer
esta Jornada, siendo servido de darme título de adelantado della y la décima
parte de los que se ganaren y dos hábitos de Santiago, uno para mí y otro para
mi hijo mayor... (en Torre Revello, 1941, I: 132-133).

Sobre la relación entre la suposición legendaria y su basamento historiográfico afirma


Bidondo:

Pero esta suposición no pasa de ser una leyenda más de las que se tejieron en
el Nuevo Mundo, y a la luz de las investigaciones más recientes es considerada
por los historiadores como otra fantasía surgida en la mente de los aventureros
de la primera (1980: 32).

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Aquellos relatos legendarios -merced a su fuerza y poder de convicción-, se
transformaron así en el acicate que llevó a tantos europeos a penetrar en el corazón del
territorio americano en busca de la ciudad que César y sus compañeros soñaron cuajada
de tesoros (Levillier, 1976).

En las líneas que siguen nos centraremos principalmente en un corpus de leyendas del
noroeste argentino que relevan las epopeyas de la conquista y la catequización
operadas durante estos tres siglos de Colonia. El tránsito de estas formas orales de
generación en generación ha ido incorporando a la narración otros elementos que se
asocian con la creación libre de la fantasía popular y, a la vez, con una actitud de
reedición de los temas ancestrales, a partir del rescate de una concepción mitológica
propia de las comunidades indígenas, en la que la metamorfosis, la unión del mundo
animal con el mundo humano y la presencia de una cosmogonía muy enraizada con las
fuerzas naturales, son el principal motor de la vida.

II.4.2.a. El Rey Inca: la justicia vuelve…

Para comprender el alcance y la difusión de los motivos legendarios es necesario


registrar el trazado de un vasto territorio sobre el cual se asentó el imperio de los Incas.
El Tawantinsuyu se extendía sobre las regiones central y norte chilena y sobre la Puna
de Atacama. Tupac Yupanqui, hijo de Pachacutec, gobernó entre los años 1470 y 1488.
Durante ese período y el de su sucesor, Huayna Capac, se efectivizó el dominio del
Tucumán. Según los cronistas, Viracocha, vencedor del país de los collas, había llegado
hasta el pueblo de los Charcas, donde recibió a una delegación que iba a ofrecerle su
anexión voluntaria al imperio. Los detalles de esta ceremonia son recogidos por
Ricardo Rojas, en su relectura de Garcilaso y otros "tantos libros raros o curiosos que
tratan de América":

Los embajadores calchaquíes entregaron, en señal de acatamiento, maíz de sus


campos, lana de sus guanacos, miel de sus montes. Así quedó incorporado a
los dominios del Inca nuestro Tucumán, con el nombre que ellos le dieron. La
jurisdicción peruana, tan hermosamente ganada por el Cuzco sobre el
Tucumán (Rojas, 1912: 68).

Los conquistadores españoles del siglo XVI se sirvieron de las rutas indígenas y
especialmente de las incásicas, reafirmadas por Tupac Yupanqui y Huayna Capac. En
los últimos años, las investigaciones etnohistóricas han aportado elementos
fundamentales para los estudios sobre las etnias del área andina central y sus sistemas
de vinculación (Cfr. Mulvany de Peñaloza, 1986).

El carácter mesiánico de los relatos populares que circulaban durante el período


prehispánico vinculaba claramente a la imagen del Inca con la ciudad del Cuzco, cuya
función como ciudad sagrada estaba ya recuperada en el siglo XVIII. Las
manifestaciones de este carácter mesiánico aparecen en la documentación colonial:
antes de 1750 se informaba sobre una profecía atribuida a Santa Rosa de Lima, en la
cual se anunciaba que en dicho año se volvería el Perú a sus legítimos dueños, los

54
incas23. Al momento de divulgarse la profecía aludida, circularon proclamas que
exhortaban al levantamiento indígena, en las que se indicaba la existencia de planos
que señalaban los lugares de reunión y donde debían ser capturados los españoles.
Hacia 1776 un grupo de personas anunciaban, en los caminos de Arequipa, la pronta
finalización de los tiempos del gobierno español en los Andes, afirmando que los incas
volverían a gobernar. Pronosticaban que el hecho anunciado ocurriría en el inmediato
"año de los tres sietes (1777) y que las órdenes para el alzamiento definitivo
provendrían de la ciudad de Cuzco. Estas informaciones resultan sintomáticas del
ambiente mesiánico que preexistía a la sublevación de Túpac Amaru II, y coincidían en
referir la presencia de santos católicos cuyas profecías avalaban los pronósticos, como
Santa Rosa de Lima24, San Luis Beltrán y San Francisco Solano (Pease, 1992: 320-
322).

En las crónicas coloniales el Inca es identificado como el "hijo del sol" y su carácter
sagrado se asienta en las genealogías de reyes que, a partir de Manco Cápac,
gobernaron el Cuzco y su creciente imperio. La tradición oral andina presenta al Inca
como un ser que sacralizaba a toda persona u objeto que tenía contacto con él. Los
primeros cronistas incluyeron en sus relatos informaciones acerca de la existencia de
depósitos especiales que conservaban las piezas de ropa que el Inca había empleado.
También relataban cómo las mujeres de los incas recogían hasta los cabellos que se les
caían. De este modo, el Inca era presentado como un mediador entre el mundo de las
divinidades y el mundo de los hombres. Algunas versiones recogen la imagen del Inca
negociando conquistas y arbitrando en los conflictos entre distintos grupos étnicos.

El Inca también aparece en las crónicas del siglo XVI como el "donador" del maíz y
patrocinador de la agricultura, explicitándose que durante la vigencia de los incas se
extendió la frontera agrícola del maíz. También era considerado "dueño" de los
minerales: los mitos recogidos en la región sur del Perú actual afirman que, luego de la
invasión española, el Inca se fue al subsuelo, llevándose a sus tres mujeres: una de oro,
otra de plata y otra de cobre. Otro aspecto de la imagen del Inca es que la población
andina le entregaba gente que trabajaba para él, bajo el régimen de la mitta. Las tareas
de centenares de hombres se circunscribían a "hacer paredes" (edificios, caminos,
depósitos, canales, andenes, etc.). En los mitos recogidos por la etnología
contemporánea, el Inca es presentado como un personaje que hacía que las piedras se
23 Según Millones, el nombre de Santa Rosa aparece asociado a profecías de gran resonancia popular.
En 1759, el indígena Antonio Calvo "seducía a sus congéneres con vanas razones diciéndoles
entre otras cosas que Santa Rosa había pronosticado que en el año 50 volvería el Imperio del Perú
a sus legítimos dueños" (Vargas Ugarte 1956: 248). El tema fue tomado con seriedad por las
autoridades que ejecutaron a Calvo y a cinco de los más implicados. La situación se repite en 1776
en Urubamba, en el corregimiento del Cuzco. Una vez más los indígenas o mestizos, ante la
inminencia del año de los tres sietes y como reflejo de las condiciones que provocaron la
sublevación de José Gabriel Condorcanqui, empezaron a prepararse para el cumplimiento de las
profecías de Santa Rosa. Transcurrido el año 1777 la expectativa no se diluyó y los
acontecimientos de Huarochirí en 1783 (Hidalgo, 1983:122) constituyen el testimonio de lo que
parece haber sido un rezago de las acciones de Túpac Amaru II (Cfr. Millones, 1993: 187).

24 Según subraya Franklin Pease, es interesante la mención a Santa Rosa dentro de estos
relatos proféticos, sobre todo si se recuerda que, una centuria antes, el curaca Jerónimo Lorenzo
Limaylla había presentado a las autoridades metropolitanas un pedido para crear una orden
nobiliaria para "descendientes de ingas y moctezumas", precisamente bajo el patrocinio de Santa
Rosa (Pease, 1992: 321).

55
movieran y que las paredes se ordenaran por sí mismas. La tradición andina también
atribuye al Inca la capacidad de entregar la tecnología y el agua, o distribuir el ganado,
la ropa y otros productos agrícolas de importancia, como el maíz y la coca.

En suma, el Inca presidía un gigantesco complejo de redistribución que organizaba la


mano de obra de los numerosos grupos integrados en el Tawantinsuyu, contando para
ello con una administración no tan numerosa como creyeron los cronistas, pero que se
extendía a lo largo del amplio territorio andino y estaba en manos de los curacas, los
señores étnicos de los Andes.

Con respecto a la legitimidad de la genealogía y los derechos dinásticos incaicos, la


tradición oral andina posterior a la invasión europea ha considerado siempre como Inca
a Atahualpa, en contra de las versiones generalizadas de los cronistas, quienes lo
habían presentado como ilegítimo y usurpador, mientras concedían a Huáscar el
derecho al poder25. Convertido en emperador, dueño de un imperio que los españoles
conquistaron, para los cronistas el Inca se transforma en un símbolo del Tawantinsuyu.
El rol de este personaje en la historia occidental de los Andes es el de encabezar la
versión de un pasado glorioso: el origen de toda forma de vida, el héroe mesiánico de
quien depende la regeneración del cosmos, el sinónimo del mundo "ordenado"
quebrado por la invasión española. Según las modernas versiones del mito de Inkarrí,
el Inca se ha llevado el orden al subsuelo, junto con la riqueza y la esperanza (Pease,
1992: 65-72).

Este estudio de los relatos legendarios sobre el Rey Inca en el Tucumán se centra en un
corpus de narraciones orales recogidas recientemente en la localidad de Coranzuli, en
el departamento de Susques, situado al noroeste de la provincia de Jujuy (Cfr. Terrón
de Bellomo, 1995). El motivo de la inversión de papeles es el motor fundamental de
estas narraciones que intentan recomponer el ciclo mítico andino. En este universo
conceptual, la conquista significó un "pachacuti", es decir la inversión del orden. El
cosmos se dividía en dos: el mundo de arriba y el mundo de abajo; el cielo y la tierra.
El orden del cosmos se repetía en otros dos niveles. De hecho, la capital del imperio del
Cuzco -como otras ciudades del Perú- estaba dividida en dos barrios, el de arriba y el
de abajo. La división en mitades caracterizaba la visión dual, en la que las partes
opuestas eran necesarias entre sí26.
25 La versión clásica de los cronistas distinguía dos líneas genealógicas: la de la nobleza "de sangre" y
la "de privilegio", división que reproducía el modelo de las dirigencias europeas de entonces. La
primera se originaba en señoríos ancestrales y parentelas de reyes, y la segunda era el producto de
la generosidad real al pagar los servicios prestados a las diversas causas en las que una Corona se
comprometía. Así, los nobles de sangre son, en las crónicas, los parientes del Inca reinante y sus
sucesores. Este razonamiento permitía a los cronistas establecer la ilegitimidad del gobernante que
hallaron los españoles en los Andes, pues solamente de esta manera podían considerarlo un tirano
en su sentido renacentista, detentador ilegal de un poder usurpado por la fuerza y cuya presencia
hacía legítima la conquista española. De esta manera, la invasión europea podía ser interpretada
como una gesta destinada a restituir la libertad a un pueblo sometido al yugo injusto (Pease, 1992:
72).

26 Estas inversiones se insertaban en la vida cotidiana y tenían un momento privilegiado


para su realización: las fiestas populares. En los carnavales europeos el orden se invertía: los de
abajo se adueñaban de las plazas públicas y se abría paso a la abolición de todas las jerarquías (Cfr.

56
Como se comprueba a través de la pervivencia de este cúmulo de relatos de Inkarrí, la
muerte de Atahualpa no fue fácilmente olvidada. Capturado en noviembre de 1532, fue
condenado al garrote en julio de 1533. La primera mención en los documentos acerca
de la idea del Inca se encuentra referida, curiosamente, no a un indio, sino a un español.
En 1548, Gonzalo Pizarro, en plena rebeldía, entra al Cuzco organizando a sus hombres
para enfrentar a la corona, y se dice que los indios lo aclamaban llamándolo Inca. A
partir de allí, muchos fueron los intentos por recomponer la dinastía real perdida. Las
grandes sublevaciones andinas, como las conspiraciones, conatos o rebeliones fallidas,
de una u otra manera, han pretendido invocar la memoria de los incas, en lugares tan
diferentes como alejados: Quito, Lima y el Tucumán. El levantamiento Calchaquí, en el
que entra en escena el falso Inca Bohorquez, o la rebelión de Túpac Amaru han sido
generadas por esta necesidad de encarnar en un ser cuasi divino la conciencia de
armonía social.

La concepción cíclica de los acontecimientos se genera en momentos de crisis de las


sociedades andinas. Entre 1560 y 1570, ante la propagación de epidemias mortales,
algunos profetas nativos anuncian el próximo retorno de las antiguas divinidades
andinas. Hacia 1590, los indígenas interpretan el alcance de otra violenta epidemia
como una venganza de las huacas, cuyo culto había sido descuidado en favor del Dios
de los blancos. En 1600, durante el terremoto en Arequipa, se regresa a la adoración de
las huacas y se ofrecen sacrificios para liberarse del mal. Más tarde, en 1780 se
produce el gran movimiento insurreccional de Túpac Amaru II, que encarnó la figura
del mesías para los indígenas. En 1811, durante una gran sequía en Lincay, surge un
nuevo culto de crisis (Cfr. Terrón de Bellomo, 1995). Este resurgimiento de la figura
del Inca en tiempos de catástrofe, responde a la necesidad de crear mecanismos de
defensa ante las situaciones adversas. En esos momentos históricos se abandona el
culto al Dios cristiano de los españoles y se vuelve al culto originario de las huacas.
Esta oposición semántica se estructura sobre un eje temporal sobre el cual se ubican los
diferentes elementos y actores en conflicto:

ANTES VS. DESPUÉS


---------------------------------------------------------------------------------------
Incas . Españoles
orden. caos
riqueza pobreza
huacas Dios cristiano

La transgresión impuesta por la llegada de los españoles busca ser contrarrestada por el
accionar de un héroe, el Inca, quien es capaz de devolver a su pueblo las condiciones
de vida que gozaran en el pasado. Las expectativas indígenas centradas en el regreso
del Rey Inca significan el resurgimiento de una nueva era que se proyecta hacia el
futuro. Los relatos legendarios funcionan, en este sentido, como un mecanismo de

Bajtín, 1987). El carnaval, como elemento central de la cultura popular evitaba los riesgos de la
confrontación abierta, pero también mantuvo vivas las utopías prácticas en América (Flores
Galindo, 1986: 26).

57
resistencia étnica y social.

Las leyendas que toman como personaje central la figura del Rey Inca hacen confluir,
en una misma textura, lo individual y lo colectivo, la oralidad y la escritura, articulando
una versión de los hechos del pasado andino que demuestra la capacidad de las culturas
nativas para resignificar su propia historia. Así, la violencia de la desaparición del Rey
Inca deviene, en el nivel discursivo, en un modelo que no hace diferencia entre los
modos de representación históricos y literarios, con el fin de restaurar la justicia
esperada por los indígenas. Esta combinación simbólica se manifiesta, en las
narraciones que reactualizan el ciclo mítico del Rey Inca, en algunas marcas
significativas:

- Reconocimiento de diferentes períodos temporales o eras. Los relatos recorren los


distintos momentos de eclosión del culto nativo y sus protagonistas, en un movimiento
de periodización históriográfica que se combina con una concepción mítica. En esta
superposición bicultural de dos formas de relato -el cíclico y el lineal- queda
demostrada la convivencia de elementos de raigambre prehispánica junto a los modelos
de construcción de la historia europeos. De allí que en muchos relatos una edad nueva
sustituya a otra, desarticulándose momentáneamente el círculo del eterno retorno:

El Rey Inca Manco. Ese es otra generación. Ese lo han muerto los españoles
cuando vinieron. Porque el Rey Inca Manco Capac, ese era rico, ese un
hombre que ha nacido de una pobre, pero no carnal, sino espiritual, por la
gracia de Dios en espíritu. Se ha criado en el vientre de la moza (en Terrón de
Bellomo, 1995: 107).

Antes del descubrimiento de Sudamérica, sería el Rey Inca, tenía nombre el


Rey Inca, yo no sé, de Machu Pichu, otro era Tupac Amarú, puede ser, como
estos se cambiaban siempre los años, venía otro, otro. El otro es Atahualpa.
Ese era los Reyes Inca de acá de antes (ibidem, 115).

- El Rey Inca conoce donde se atesoran las riquezas que pertenecen al pueblo, pero al
ser muerto los minerales se esconden debajo de la tierra. Se instala así una nueva
etapa en el ciclo de la "rebelión de los objetos", motivo que aparece en varios relatos
cosmogónicos de Mesoamérica, como el Popol Vuh (1985 [s. XVI]). Este episodio,
que se reitera en narrraciones de la región andina, transmite la actitud fundamental del
mundo indígena en tiempos de crisis. El cosmos está expuesto al libre juego de
fuerzas como el agua -que puede dar frutos o inundar la tierra-, el viento, el abismo o
el fuego. La cosmogonía andina enfrenta lo positivo con el caos porque el orden y el
caos son opuestos originales que plantean en el plano conceptual la oposición
conciencia/inconciencia. El dios Viracocha mantiene su esencia dual y envía a sus
hijos para ordenar ese "hervidero espantoso" que es el mundo. En este itinerario
cíclico orden-caos, se suceden grandes capítulos de reestructuración ambiental, en los
que las riquezas y los bienes pueden aparecer a flor de la tierra u ocultarse, según el
devenir de los ciclos divinos:

... Y la riqueza estaba a flote de tierra. Donde quiera sacaba oro, plata, lo que

58
quería. Por eso los españoles se han venido, en cuanto han descubierto, se han
venido a sacar el oro. Aquí en la cordillera cuantas minas no hay que ha
dejado todo. Pero el oro lo sacaba como maíz. Claro que el Rey estaba vivo y
la riqueza a flor de tierra. El era el dueño de las riquezas, el Rey manda. El
manda toda la riqueza. Igual tiene que ser, supongamos en España, el Rey
manda. El rey manda todas las riquezas. Por eso hay oro, hay todo. Pero está
la riqueza encima, porque está el Rey. Así como Inglaterra, todas esas partes,
hay muchas naciones que maneja el Rey. Entonces la riqueza está encima. Y si
aquí hubiera estado vivo nuestro Rey Inca, hoy somos... Aquí no se iba a
conocer la pobreza. Todos tenemos oro, todo mineral a flote. Y le hubieran
dejado que viva, por supuesto que hubiera sido. Y bueno, entonces, Francisco
Pizarro ha venido con setenta soldados y le han querido llevar y él no quería ir.
Para bautizarlo lo querían llevar. Y no, no quería ir, porque no quería.
Entonces ofreció el oro, para que en fin, recompensara que lo dejen ahí. Y no
lo han querido dejar, lo han tenido que matar. -Si no vas te matamos. Y bueno,
lo mataron. Y ese instante que lo mató se perdió la riqueza adentro (ibidem,
116).

- Los límites espaciales sobre los que se extiende el reinado del Inca. Éstos se
circunscriben a la región andina, y especialmente a una extensa zona configurada como
el ámbito del Tucumán colonial, cuya ruta principal era el camino real, eje de las
culturas incaica, adoptado por los españoles27:

En el cerro Collamboy era el paradero. Ahí en la cordillera de Chile, en la


frontera de Chile, allí tiene otro paradero. También tiene otra ciudad grande
tamaño. Pero todos los cerros ha dominado él. Ha dado límites, todo eso ha
dejado limitado el Rey Inca. Los mojones hasta ahora están parados, los
mojones que ha dejado. Ha dejado el Rey Inca limitado todo. Como ser Salta,
Jujuy, Tucumán, Catamarca, todos sus valles están limitados por el Rey Inca
Manco y que hizo a la parte de la parte de nosotros, los dueños somos de
Sudamérica, los españoles todo, más que aclarar en el mapa y listo por donde
cuerta [corta], cuerta. Por eso todo ha quedado limitado por el Rey Inca. Lo
dejó en ese libro. El Redotero (sic). Y de ahí lo han copiado, por donde separa
Chile, por donde separa la Argentina, así sucesivamente. Es un libro grande
que alzan ocho hombres. Ese libro grande que lo llevaron los españoles. Y no

27 En este punto es oportuno aclarar que en el siglo XVII era ya visible que muchas de las
antiguas rutas de los incas se habían destruido por desuso y la consiguiente falta de mantenimiento.
La desaparición de la mecánica redistributiva del Tawantinsuyu y la sustitución por un régimen de
mercado que privilegiaba la explotación minera, estableció otras pautas de diseño del espacio
colonial. El país andino veía trasladado su eje fundamental a la costa y a sus nuevas ciudades-
puertos, y así adquirieron mayor importancia las rutas transversales que comunicaban ciertos
puntos neurálgicos enclavados en los Andes (Huancavélica, Cuzco, Potosí) con los puertos a través
de los cuales se exportaba la nueva riqueza minera. Los Andes comenzaron así a mirar hacia el mar.
La administración española impuso la ruta del Pacífico a pesar de que, desde el siglo XVI, Juan de
Matienzo ya había propuesto la ruta atlántica del Río de la Plata como la de mayor importancia y
rentabilidad. Esta fue inaugurada y transitada, desarrollándose ciudades importantes en el camino
que conducía a Buenos Aires (Salta, Tucumán, Córdoba, etc.). Sólo muchos años después esta ruta
fue admitida, y su desarrollo en el siglo XVIII coincidió con la creación del virreinato de Buenos
Aires y la declinación del universo comercial del Pacífico. Antes de que esto ocurriera, la ruta del
altiplano hacia el Sur sirvió para la introducción de mulas que venían desde el Tucumán y
constituyeron un importante ciclo en el comercio colonial (Cfr. Pease, 1992: 251).

59
sé si está en Buenos Aires, o está en el extranjero (ibidem, 125).

- Los motivos de Inkarrí se integran a estas manifestaciones orales andinas: los


conquistadores cercenan la cabeza del Inca, iniciando un período de desorden natural
que persiste hasta la actualidad:

El Rey Inca vivía por acá, cerca de esto. Era una persona, pero no vivía así
como en una ciudad. El tenía parece un palacio en un cerro. Ahí vivía. (...)
Entonces vino el Rey de España para llevarlo aquí donde estaba él. Él, dice, se
enterró en una campana grande. Dice que tenía una salida para arriba de la
campana. Dice que le ha dicho: -Que le lleven mi cabeza, mi cuerpo no.
Entonces se metió en la campana él y sacó la cabeza por arriba de la campana
y era una campana pesadísima, que nadie lo podía alzar. Y la campana que
seguía ajustando el cuello. Y justo el cuerpo quedó abajo de la campana y la
cabeza encima. Y la cabeza lo llevaron. Le cortó la cabeza directamente con
una sola campana se iba ajustando poquito a poco hasta cortarlo totalmente
(ibidem, 117).

Cuando lo mataron desapareció la cabeza, se fue al Cerro Licancaur en Chile.


Es un cerrito que parece una pirámide. En el corazón de ese cerro dice que
está la cabeza del Rey Inca. Hasta ahora (ibidem, 112).

El descuartizamiento de Túpac Amaru y su familia, así como la posterior distribución


de las distintas partes de sus cuerpos en las ciudades donde se habían propagado los
focos insurreccionales tiene, obviamente, una finalidad de escarmiento y castigo
ejemplarizante, pero también es un intento simbólico de anular la posibilidad de
concreción del mito incaico. La cabeza de José Gabriel Túpac Amaru fue enviada a
Tinta, un brazo a Tungasuca, el otro a Carabaya, una pierna a Santa Rosa (Lampa), y la
otra a Chumbivilcas; el cuerpo fue enviado junto al de su mujer al cerro de Picchu
(Cuzco), para ser quemado y sus cenizas arrojadas al río Watanay (Cfr. Poderti, 1997).
Se recomendó también que fuera extinguida toda su descendencia hasta la cuarta
generación. "De este modo acabaron José Gabriel Túpac Amaru y Micaela Bastidas,
cuya soberbia y arrogancia llegó a tanto, que se nominaron reyes del Perú, Chile,
Quito, Tucumán y otras partes, hasta incluir el Gran Paitití, con otras locuras á este
tono" (Cfr. De Ángelis, 1910, VIII: 377-379).

Los relatos legendarios sobre el Rey Inca relevados en comunidades del noroeste
argentino, evidencian la continuidad del pensamiento prehispánico. En el siglo XVIII
la imagen del Inca se identifica con la de un héroe mesiánico, encarnada en Túpac
Amaru II, pero visible en todos los movimientos rebeldes de la centuria. Inkarrí, en este
contexto, es el autor del orden y el fundador tradicional cuya misión es la de reconstruir
el mundo andino, sumido en el caos luego de la invasión europea. "La descripción de
la Conquista 'vista por los indios' conduce a encontrar supervivencias de ella en el
folklore actual. El análisis de éste revela una lógica estructural actualizada por un
tipo específico de praxis con la finalidad de producir una reestructuración
imaginaria." (Wachtel, 1976: 319).

Aunque la superioridad del español convirtió a las etnias autóctonas en pueblos

60
desposeídos de gran parte de sus prácticas culturales, es interesante marcar que el lugar
de enunciación desde el que se recrean estos relatos coloca en un mismo nivel a
invasores e invadidos. El Rey Inca es tan poderoso como el Rey de España, y el
enfrentamiento entre estos personajes se desarrolla a partir de una relación de paridad.
Este plano de significaciones, que pulsa gran parte del pensamiento andino a partir de
la Colonia, es el que permanecerá en la base de las grandes rebeliones del siglo XVIII,
como la encabezada por el Inca Túpac Amaru II, en la que el discurso rebelde supone el
re-conocimiento de los valores que otorgan a los pueblos aborígenes su derecho a la
existencia.

En la subconciencia de los vencidos, la aventura y desventura de Túpac


Amaru, habiendo sido entonces una visión del pasado, lo fue también del
futuro, porque este es el papel del mito en las situaciones de crisis. Dirigido
hacia los días que vendrán, la rebelión del pueblo indígena fue también un
claro retorno al mundo anterior. Esta paradoja histórica y ahistórica, este
eterno retorno, este casamiento escatológico del cristianismo y tradición
original oscura, es también el camino y el refugio de los que padecen y de
aquellos que, aplastados por la historia, vuelven sus ojos a otros tiempos, a
otros días en que incluso las piedras mandaban como dioses menores (Tizón,
1989).

Aún vencidos por las armas y en situación colonial, los pueblos indígenas manifiestan
una intensa fidelidad a su tradición, actitud que esconde una forma de resistencia
pasiva. La tradición es un modo de rechazo silencioso y obstinado, pero renovado en
cada generación. El discurso legendario revela una dialéctica compleja, en la que la
fidelidad indígena a las antiguas costumbres se enfrenta y mixtura con el horizonte de
las prácticas colonizadoras, revelando los juegos de poder y de resistencia:

El Rey Inca era como una persona, igual, igual que Nuestro Señor Jesucristo.
También tenía sus discípulos que lo acompañaban pués. Claro, tenía sus
discípulos, doce discípulos. Igual el Rey Inca tenía sus peones.

Dios es poderoso, pero el Inca también es poderoso. Aunque le han cortado la


cabeza, pero él no ha muerto. (...) Y nuestro Señor Jesucristo también le han
muerto. El para Salvador. Por fe, por la gracia de Dios, por la gracia del
Padre, ha crecido en la Virgen María y ha nacido. Pero espíritu fue, lo han
crucificado, lo han clavado, el vino. A los tres días ha resucitado y ha vuelto a
ascender a los cielos. El Rey Inca ha crecido en el vientre de la humanidad
para dominar los cerros, para dominar todo lo que hay en el mundo entero
(Terrón de Bellomo, 1995: 120, 121).

II.4.2.b. La sepultada Esteco: los signos eternos


La ciudad de Esteco fue fundada en 1609 con el nombre de Nuestra Señora de Talavera
de Madrid de Las Juntas (Cfr. Reyes Gajardo, 1968). El gobernador Alonso de Ribera
había sido facultado para reunir en una sola población las ciudades de Madrid de las
Juntas (fundada por iniciativa de Juan Ramírez de Velazco, en 1593) con Nuestra
Señora de Talavera de Esteco, fundada por Diego Pacheco hacia 1565. No todos

61
estaban de acuerdo con este traslado, ya que el gobernador Barraza y Cárdenas, en una
carta fechada el 7 de marzo de 1605, decía de la ciudad de Esteco:

La ciudad está poblada por unos arenales y salitrales malditos y toda la


comarca montuosa y que los montes llegan a las mismas casas, a cuya causa es
la más calurosa de toda la Provincia; tiene tan mala tierra a causa del mucho
salitre, que dentro de muy pocos años y aún meses, se van comiendo las
paredes y toda la vida es menester ocupar los indios en repararlas y no bastan
para que dejen de caerse; y este año pasado se cayó toda la mayor parte de la
iglesia de San Francisco, falta de pastos y sitios para estancias, tiene hasta
cuarenta vecinos que tienen indios encomendados y habrá como dos mil indios.
Los inconvenientes que solamente yo hallo y dicen y confiesan los mismos que
rehúsan mudarse para no hacerle, son el amor que los viejos (que los hay
pocos tienen a las casas que edifican y viñas y heredades, que plantaron y
parecerles que no han de gozar las que fueran a edificar y plantar a otra parte
y también que habiéndose de pasar a las Juntas y ser todo un pueblo y ciudad
los que están ahora poblados en la villa tienen tomadas las mejores cuadras y
solares alrededor de la plaza y ellos siendo ciudad más antigua y demás
vecindad habían de tener lo peor y las peores tierras por estar repartidas ya
las mejores (Torre Revello, 1943: 39).

Fray Reginaldo de Lizárraga también se refiere a esta nueva fundación de Nuestra


Señora de Talavera de Madrid:

Del valle de Salta dista la ciudad de Esteco (Talavera) así llamada, la tercera
en orden de Tucumán, 50 leguas de buen camino carretero, es abundante de
mantenimiento y de frutos... edificada a la ribera de un río grande, que en
verano sólo se vadea. Los vecinos estaban descontentos del asiento, porque la
madre del río es arenisca y no pueden hacer molinos en él, y dicen que se han
mudado casi 25 leguas más hacia Salta, a un asiento mucho mejor, del mismo
temple y más fresco, llamado Palca Tucumán, donde el río Grande, como de un
arroyo que tienen a la falda de un cerro se pueden sacar acequias y hacer
molinos y para acabar de pacificar unos indios de aquella provincia, belicosos
llamados lules, es asiento mucho más cómodo. Si a este asiento se han mudado,
será pueblo muy regalado, fresco y muy sano, donde para el edificio de las
casas tienen mucha madera y el suelo no salitroso, piedra para hacer cal y
buena tierra para teja (1928 [1603]).

Dos planos se refieren a esta ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Las
Juntas. El gobernador Alonso de Ribera, en 1610, alude a dichos croquis, en los que
figuran 119 vecinos, entre autoridades civiles, militares y eclesiásticas; de los cuales 66
eran encomenderos con 1817 indios (Cfr. Torre Revello, 1943: 50-57).

En 1692, Esteco fue destruida por un terremoto que sacudió a gran parte de las
fundaciones en el Tucumán. La posición estratégica de la ciudad la promovió entre las
principales poblaciones del Tucumán durante el período colonial, tanto en sus aspectos
económicos como culturales28, por cuanto estaba situada en la confluencia de las rutas
28 Desde el punto de vista cultural, un hecho altamente significativo para la época y la historiografía

62
comerciales más importantes de estas regiones del Perú: el camino real o del Inca. Éste
partía desde Lima, capital del virreinato del Perú, y se adentraba en la cordillera
occidental pasando por Potosí. Bajando por Charcas, atravesaba el Alto Perú
continuando por la quebrada de Humahuaca y el valle de Salta hasta Esteco. Antes de
seguir su itinerario hacia el sur, este camino empalmaba con la llamada "ruta del
infierno", que comunicaba con el Paraguay, traspasando el corazón del Gran Chaco
Gualamba, en una travesía plagada de peligros entre las feroces naciones indígenas.

Las órdenes religiosas que tenían a su cargo el ministerio pastoral de la ciudad fueron
las de los mercedarios, quienen en 1581 ya estaban asentados y tenían su convento.
Entre 1585 y 1586, pasan por Nuestra Señora de Talavera de Esteco los primeros
jesuitas que entraron al Tucumán, los misioneros Francisco de Angulo, Alonso Bárzana
y el Hermano Juan de Villegas. Los misioneros franciscanos se instalan posteriormente
y entre ellos se destaca la actuación, como custodio de la orden, de San Francisco
Solano, quien se dedicó a la evangelización en Esteco y otras regiones del Chaco.

Según algunos testimonios producidos por religiosos de la Compañía de Jesús, la


conducta de los habitantes de Esteco era de exagerado lujo y orgullo. El Padre Lozano,
en su Historia de la Conquista del Paraguay, escrita hacia el año 1764, explica:

El terreno de la nueva ciudad era igualmente ameno que fecundo (...) creció
mucho esta población con estas comodidades pero la tiranía del tiempo que se
alimenta de destruir y deposita en las mismas ruinas sus trofeos, tiene un poco
de qué gloriarse en la asolación de esta ciudad con sus continuadas
vicisitudes, porque habiendo llegado a ser la más opulenta de todo el gobierno
de Tucumán, con tal demasía que aún los brutos se calzaban de herraduras de
plata y tal vez de oro, después empezó a combatir con tal tesón la desdicha
que, a los sesenta años de su edad, ya no era sombra de sí misma, reducida a
miseria la opulencia, porque faltando el servicio de los indios a estragos de
algunas epidemias y a rigores de los encomenderos, en castigo de su crueldad
y de su profusión, se fue poco a poco despoblando y, ultimamente, en el
espantoso temblor del año de 1692, se asoló miserablemente, quedando sólo
algunos vestigios de la ruina que dan señal al escarmiento... (en Lamas, 1874).

El padre de Olañate, también religioso jesuita, describe:

Había en esta ciudad una casa con juegos y otros vicios... que todos llamaban
"el infiernillo" y con ser cosa tán pública y perniciosa aún la misma justicia no
la podía remediar; y con la eficacia y celo de un sermón de los nuestros se
quitó del todo, agradeciéndolo toda la ciudad (en Reyes Gajardo, 1968: 34).
argentina tuvo lugar en la ciudad de Esteco: la primera colación de grados doctorales de la
Universidad de Córdoba (la más antigua en territorio argentino). Los actos académicos -realizados
en Esteco hacia el año 1623, durante el gobierno de Alonso de Vera y Aragón-, contaron con la
presencia del obispo Julián de Cortazar: "La ceremonia fue solemne y duró tres días, en los cuales
los doctorados defendieron su saber y al cabo de los cuales recibieron bonete, anillo y libro de la
sabiduría. El momento más pomposo era el segundo día, que se iniciaba con un paseo público de
los doctores y maestros a caballo, vestidos con capirotes y bonetes con borlas, precedidos por
músicos tocando chirimías y atabales y por bedeles con mazos de plata que portaban el estandarte
de la universidad. La ceremonia era concebida ex profeso para impresionar a las clases populares
y moverlas a mirar con respetuosa admiración a los custodios del saber y la ortodoxia".

63
El relato legendario recreado por Carrizo, en su Cancionero Popular de Salta (1933)
enlaza los motivos del vaticinio con la tragedia histórica, concentrando, en una misma
narración, varios motivos que se integran al cuerpo de leyendas sobre la ciudad de
Esteco:

Es fama que un día llegó a Esteco un peregrino, que vino a llamar a las
puertas de estos ricos orgullosos y en todas partes no recibía sino denuestos e
insultos. Rezaba a gritos por las calles y decía profetizando: '(Se pierde
Esteco!, (Se pierde Esteco!, (Salta saltará, San Miguel florecerá y Esteco se
hundirá!'. Pero era tomado por loco y apedreado. Un día salió el peregrino de
la casa de una mujercita pobre que lo hospedaba, a predicar la humildad, la
caridad y la templanza, pero nadie lo escuchó tampoco y viendo que ni chicos
ni grandes, ni mujeres ni ancianos veían el castigo de Dios que se aproximaba,
regresó a la casa de la buena mujer y le dijo que tomara a su hijo de meses y
saliera tras él, sin volver la cara al pueblo pervertido. Así hizo la estaqueña y
cuando hubieron vadeado el río Pasaje, se sintió un sacudimiento de tierra y
un estrépito, la mujer volvió la cabeza movida por la curiosidad y vio a Esteco
envuelta en llamas y convertida en escombros. Era el día trece de septiembre
de 1692, a la diez y media de la mañana. La mujer quedó hecha piedra y la
ciudad pavesas, víctima de su orgullo y vanidad. Han pasado doscientos treinta
y nueve años y pocos escombros quedan ya de lo que fue la ciudad. Cuesta
trabajo, entre los montones de tierra, poder definir, esto fue templo, aquello
cabildo, aquí estuvo un molino y allá un horno de fundición. Arboles añosos
han invadido el recinto de la ciudad maldita. la Sodoma americana está ahí
cerca de la confluencia del río Las Piedras con el Pasaje, algunos han
desenterrado objetos de plata, otros efigies de santos y los más ladrillos, tejas,
clavos y cerraduras. Yo he visto piedras de molino, acequias borradas, y es
creencia general que la estatua de piedra de la mujer con el niño en los brazos,
se hace visible de tiempo en tiempo entre la hojarasca del monte, en la otra
banda del río, al pie del cerro Lumbreras (Carrizo, 1933: 32-33).

Vidal de Battini, por su parte, recogió "la leyenda de la ciudad perdida" con las
siguientes variaciones:

Esteco fue una ciudad de palacios y templos de sin igual hermosura. La


rodeaba un campo fertilísimo, que daba las mejores cosechas de cuanto allí se
sembraba. Sus habitantes vivían en la abundancia. Eran tan ricos que usaban
utensilios de oro y de plata; y también de plata eran las herraduras de sus
caballos. Eran gentes muy orgullosas y vanas que si se les caía una prenda de
vestir, como un pañuelo de seda, el rebozo o el sombrero no se molestaban en
levantarlo.

En días de lluvia, muchos hacían de pan los pasos de las calzadas. Habían
perdido casi completamente su religión. Un día un misionero (en algunas
versiones es San Francisco Solano), recorrió la ciudad pidiendo alimento y
abrigo. Todos le despreciaron por su aspecto humilde y sólo lo socorrió una
mujer muy pobre, que vivía con su hijo pequeño en las orillas del pueblo -en

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algunas variantes es un matrimonio- lo alojó en su rancho y mató la única
gallina que tenía, para darle de comer. Al día siguiente, el árbol donde dormía
la gallina apareció lleno de gallinas hermosas y gordas. El misionero predicó
inútilmente la moral y el bien. Anunció, entonces, que la ciudad se perdería
destruída por un terremoto. Los habitantes de Esteco se burlaron públicamente
de la predicción: unos decían que era muy bonita la palabra terremoto. El
sacerdote volvió al rancho de la mujer caritativa y le ordenó tomar al niño y
seguirlo. Le recomendó particularmente no volverse para mirar atrás, por
ningún motivo. Así lo hizo y marchó detrás del misionero. Cuando estuvieron
fuera del pueblo, tal estruendo y gritería partió de él, que la mujer, dominada
por la curiosidad, volvió la cabeza y en el mismo momento se convirtió en
piedra. Dicen que aquella piedra tiene la forma de una mujer, que lleva un niño
en brazos, que muda de lugar cuando le pegan y que de ella saltan chispas de
sangre cuando los paisanos la tocan con la punta del cuchillo. Según algunas
variantes de la leyenda, las ruinas de Esteco fueron desapareciendo poco a
poco por la acción de los vientos y las aguas; para otras, el cataclismo la
hundió en la tierra sin dejar rastros, y cuando a los pocos días regresaron
algunos de sus moradores ausentes sólo encontraron en su sitio un campo
salitroso, poblado de tuscas. Una variante rara asegura que allí aparecieron
extensas lagunas, en las que suele flotar una gran fuente de oro y una espada,
también de oro (1942: 119-150).

Como se desprende de la lectura del texto, algunas de las versiones de la leyenda de


Esteco identifican a la figura del peregrino o misionero con la de San Francisco Solano.
Aún cuando persiste la confusión sobre la situación de la ciudad destruida por el
terremoto29, la identificación tiene algún sustento historiográfico:

El primer campo de acción apostólica de Solano fue la ciudad de Esteco (...)


El primer convento fue el de la ciudad de Esteco, nombrado Nuestra Señora de
Talavera, donde solucionó las desavenencias entre los misioneros y habitantes,
quedándose cuatro meses al servicio de la ciudad, obrando milagros, haciendo
penitencias y dejando ejemplos admirables de su santidad (Pistoia, 1989: 27).

Sin embargo, San Francisco Solano nada tuvo que ver con la ciudad de Nuestra Señora
de Talavera de Madrid, que fue destruida por el terremoto de 1692, ya que en la época
él ya se encontraba en Lima30 (Cfr. Reyes Gajardo). Esta confusión proviene, entre
otras razones, a que uno de los principales cronistas del período colonial, el Padre

29 Antonio Zinny, entre otros historiadores, confunde la primitiva ciudad de Esteco (que sucedió a la
ex-Cáceres) con nuestra Señora de Talavera de Madrid, situada cerca de Metán, atribuyendo a la
primera el que fuera víctima del terremoto de 1692. La confusión puede provenir de las
inexactitudes deslizada por cronistas e historiadores del tiempo de la colonia, como el Padre
Lozano, quien afirma que "a treinta leguas de Salta, 25 grados, 50 minutos de latitud, 315 de
longitud, estuvo la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, que dijeron comunmente
Esteco. Fúndola en las márgenes de río Salado, año de 1567, Diego de Heredia, que tenía
entonces tiranizada la provincia habiendo usurpado alevosamente su gobierno y la llamó Esteco
por un cacique principal del país; pero preso el tirano, mudó el nombre a la ciudad, el gobernador
Diego Pacheco, llamándola Nuestra Señora de Talavera de Madrid y algunos autores la llamaron
de las Juntas; estaba situada en las juntas del río de las Piedras con el Salado..." (1941: 109).

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Lozano, abona la tradición que enlaza la historia de San Francisco Solano con la de la
ciudad castigada:

A la verdad, según la tradición que corre en toda la tierra de Salta, el


gloriosísimo San Francisco Solano, primer apóstol del Chaco, predijo la ruina
de la ciudad de Esteco, que ya ha cuarenta años se cumplió... (1941: 108).

La Antología Folklórica Argentina, que compila los resultados de la encuesta


realizada por el Consejo de Educación en 1921, recoge así la leyenda:

La gran ciudad era maravillosa. Las cúpulas de sus edificios parecían tocar el
cielo y sus muros, revestidos de oro, le daban un aspecto resplandeciente.
Estaba rodeada por un bello paisaje de cerros azules y de lozana vegetación.
Los dilatados campos de cultivo y las praderas llenas de ganado le
aseguraban una vida de abundancia.

Sus habitantes usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y


derroche; hasta las herraduras de los caballos eran de plata. La soberbia que
los caracterizaba llegaba al extremo de que, si se les caía el sombrero, un
objeto cualquiera y aún dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho
menos para recogerlos.

Sólo vivían para la vanidad, la holganza y el placer. Fueron perdiendo poco a


poco la piedad, la fe, el respeto y la dignidad. Eran, además, mezquinos e
insolentes con los pobres y despiadados con los esclavos.

Un viejo sacerdote les predijo desde el púlpito que, si no volvían de sus


antiguas costumbres y a la vida sencilla y pura, la ciudad sería destruída por
un terremoto. Todo el mundo hizo burla de la predicción y la palabra terremoto
se mezcló a los chistes más atrevidos e insolentes. La vida de la ciudad siguió
siendo cada vez más vana y licenciosa.

Un día un trueno ensordecedor anunció el terremoto. Tembló la tierra. Se


abrieron grandes grietas que tragaron las casas y las gentes, y lenguas de
fuego quemaron cuanto podía sobrevivir. Ni las ruinas quedaron de la opulenta
ciudad de Esteco. Un campo árido y desolado lo reemplaza (1940: 49-50).

En el conjunto de relatos sobre Esteco que la tradición oral y la escritura han recogido
pueden reconocerse las siguientes características:

- Presencia de un sustratum común: Las leyendas sobre desaparición, pérdida o


hundimiento de ciudades o pueblos tienen una marcada analogía con relatos primitivos
(Cfr. Reyes Gajardo, 1968: 95). Una tipología de los motivos o temas de las ciudades
30 La acción de Solano se desarrolló en la ciudad fundada por Diego Pacheco en 1567, es decir en
primera Esteco. Con respecto al traslado de San Francisco Solano a Lima, existen al menos dos
cartas dirigidas por el misionero a su hermana -Inés Gómez Solano, quien vivía en Montilla-,
ambas fechadas en Lima, en el mes de mayo de 1610 y en las que el religioso se despide de su
hermana, presintiendo su muerte (Areal, 1941). Las misivas han sido incluidas en el relevamiento
documental (Poderti, 1995).

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desaparecidas se integraría a un sustratum común existente en relatos de diferentes
culturas del mundo. El núcleo originario de estos relatos proporciona elementos
genéticos de explicaciones de carácter religioso, ritual, mágico y simbólico para una
interpretación del ambiente circundante. En las leyendas, las ordenanzas de carácter
ético y jurídico se entrelazan con elementos rituales y con prácticas religiosas o
mágicas. Entre los antecedentes de leyendas que relatan la destrucción de ciudades por
un castigo divino, deben mencionarse narraciones provenientes de China, Japón,
Africa, Frigia, Pompeya, Atlántida, la destrucción de Sodoma y Gomorra en la Biblia,
algunos relatos peruanos, catalanes, chilenos entre los que merece destacarse el
mencionado por Guamán Poma de Ayala. Según el cronista, cuando Dios visitaba a los
indios antiguos, venía disfrazado de un pobre ermitaño que pedía vestido, comida y
bebida. Parece ser que el lugar más frecuentado por estos ermitaños era centro festivo
del pueblo: la plaza pública: "Y no dándoseles limosna se volvían; por ello dicen, que
sucedían muy grandes malos y castigos del dios pachacamac tieze Caillaviracocha;
que aquellos pueblos eran tragados por la tierra, cubiertos por los cerros o se
tornaban lagunas" (Guamán Poma de Ayala, 1980 [1615?).

- Presencia de motivos o formas relatantes capaces de generar nuevos relatos con


independencia narrativa. Las principales formas relatantes que pueden detectarse en las
leyendas sobre Esteco pueden identificarse con algunos núcleos, que pueden aparecer
dispersos o aglutinados dentro de una misma narración:

-condición licenciosa o pecaminosa de la ciudad.


-intromisión de un peregrino.
-pronóstico fatal sobre la ciudad y sus habitantes.
-caso omiso a la advertencia.
-favor o gracia concedidos a la familia hospitalaria.
-condición de salida rápida sin mirar atrás.
-castigo de la ciudad.
-cumplimiento de las condiciones impuestas (quien mira hacia atrás se
convierte en piedra, por ejemplo).
-hundimiento de la ciudad y todas sus riquezas.
-pervivencia del vaticinio a través de los tiempos (el avance de la mujer de
piedra sobre la ciudad de Salta, por ejemplo).
-señales vitales que llegan desde el fondo de la tierra, o manifestaciones como
la presencia de tesoros enterrados en el lugar.

- Condiciones de producción, circulación y reconocimiento: a la luz de situaciones


objetivas históricas extradiscursivas, se produce una intervención de lo ideológico
(Verón, 1987), evidencia que se presenta como elemento generador de nuevas
producciones de sentido. Abarcando y despejando los tres puntos de vista: el de la
producción, el del reconocimiento y el de la circulación de los textos, se detectarán
claramente los momentos de tensión en el interior de la red de la producción discursiva,
el tejido de la circulación histórica de los textos.

En el proceso de circulación de las formas de la leyenda, el fragmentarismo, como


procedimiento estético, se opera en todas las formas de la tradición oral popular. En el
proceso de circulación de las formas orales los cultores introducen modificaciones en el

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momento de la transmisión. En este circuito de reelaboración popular puede rastrearse
la evolución de las formas relatantes, los fenómenos de sustitución y adaptación
transculturales operados en el seno de estas narraciones.

Al confrontarse los datos del discurso historiográfico del momento de producción, los
elementos legendarios coinciden o no con el relato "oficial" en lo que se refiere a la
decadencia política, social, económica y aún religiosa de la ciudad. Los datos históricos
sobre la ciudad de Esteco no permiten afirmar que sus pobladores hayan sido
extremadamente viciosos, ni tampoco que puedan ser comparados con los habitantes de
Sodoma y Gomorra. Según los testimonios históricos, los pobladores de la ciudad,
hacia 1692, eran escasos y no podrían haberse dedicado a los vicios y al lujo, dado el
estado de pobreza y miseria que reinaban en la ciudad de Esteco. Es posible que tal
situación licenciosa se atribuya a los comienzos de la población, cuando esta revestía
cierta importancia comercial, como ciudad eje en la ruta económica del Tucumán (Cfr.
Reyes Gajardo, 1968). Es probable, entonces, que los predicadores y misioneros,
valiéndose del relato de la ciudad perdida o sepultada, encontraran un argumento útil
para su adoctrinamiento moral, agregando nuevos elementos a la leyenda.

Las versiones más contemporáneas de las leyendas de Esteco están ya atravesadas por
los sucesivos ensambles del relato oral dentro del espacio de la palabra escrita y de las
convenciones literarias. Los motivos legendarios han sido recreados, desde la literatura
contemporánea por Ezequiel Díaz (1968), Fernando Figueroa (1978), o Libertad
Demitrópulos (1978) o Juan Ahuerma Salazar (1974) (Cfr. Capítulo V).

II.4.2.c. San Francisco Solano y su violín


San Francisco Solano nació en Montilla de Andalucía, el 10 de marzo de 1549. Era hijo
de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez Hidalgo, considerados, en la opinión del país,
"de linaje noble y distinguido". A los veinte años de edad tomó el hábito de San
Francisco en el Convento de San Lorenzo del Monte. Desde el momento en el que fue
elevado al sacerdocio comenzó a extenderse su fama de apóstol y de héroe de la
caridad en los pueblos heridos por el cólera (Cfr. Tommasini, 1937). Huyendo de ese
renombre quiso embarcarse hacia África para evangelizar en sus playas con otros
miembros de su orden, pero no pudo satisfacer ese anhelo. Partió entonces hacia
América, optando por la región del Tucumán. Diego de Córdoba Salinas, cronista de la
orden en Lima, biógrafo del santo y confidente del mismo, se refiere así a este hecho:

En este tiempo sucedió que, por mandato del Rey don Felipe Segundo, nuestro
señor, los prelados señalaron religiosos, que pasasen a las Indias, para la
conversión y predicación de los indios. El siervo de Cristo Fray Francisco
Solano con gran voluntad se ofreció a esta empresa, para conseguir por este
medio el fin que desde que tomó el hábito tenía en su alma de morir por Cristo;
y así fue señalado y nombrado entre los demás religiosos que pasaban al Perú,
escogiendo ir a las partes más remotas de aquella región, que son las
provincias del Tucumán, por haber en ella muchos gentiles que vivían como
salvajes, sin conocimiento de Dios, y muy pocos predicadores; y por esto
asentó en compañía de los religiosos que iban a aquellas provincias, y llevaba
a su cargo el padre Comisario Fray Baltazar Navarro... (en Tommasini, 1937,
I: 180-181).

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En 1590, fray Francisco Solano hace su entrada en la región del Tucumán, zona que
recorrió hasta 1594. Su estancia en estas tierras está llena de hechos prodigiosos y
pruebas de santidad, los que fueron conocidos en Esteco, en los pueblos de Magdalena
de Cocosori en la región de Socotonio, la más avanzada del Chaco Gualamba. Allí
debió aprender la lengua tonocoté -una de las más difíciles entre las que hablaban las
tribus de esa región- en solo quince días. Visitó también los conventos de Salta y San
Miguel de Tucumán. En esta última ciudad un testigo ocular, Pedro de Vildosola
Gamboa, narra la resurreción de un indio muerto y el milagro realizado frente al
gobernador Juan Ramírez de Velazco, con un toro embravecido:

...todos juzgaron por lo acaecido que el animal conoció la santidad del padre
Solano. El gobernador, sin aguardar más, acompañado de muchos, fue a verle
y dijo: "¿Así nos amansa, padre, los toros? Doy gracias a mi Dios, respondió el
padre. Que el toro me miró con malos ojos, que los tenía muy encarnizados".
Puesto a conversar, inquirió el gobernador de dónde venía. (...) Los indios,
particularmente, tenían en él muy grande fe, le respetaban y veneraban,
reconociéndole como santo. Y se le incaban de rodillas a besarle el hábito y las
manos, en cualquier parte que le veían, y en los caminos (Pistoia, 1989: 27-
28).

Hay testimonios de la permanencia de Solano en Santiago del Estero, Córdoba y Santa


Fe, aunque quedan dudas sobre su presencia en Buenos Aires y Asunción. Francisco
Solano dejó el Tucumán a fines de 1594, por renuncia al cargo de custodio. Volvió a la
Ciudad de los Reyes, donde se desempeñó como fundador y vicario del Convento de
Nuestra Señora de los Angeles en 1597, luego de haber permanecido en la Recolección
de Lima, en Trujillo y en el Convento de Jesús de la observancia de Lima. Murió el 14
de julio de 1610 en la enfermería de ese último convento. Fue canonizado por
Benedicto XIII, el 27 de diciembre de 1726. Acerca de los relatos que se refieren a la
vida del santo dice Honorato Pistoia:

Del apóstol del Tucumán está llena la región. La leyenda ha coloreado aún
más su figura. La poesía popular ha exaltado la obra del santo. Una
iconografía abundante está diseminada en todo el Tucumán, mientras el
recuerdo histórico asoma con claridad a través de los documentos, que
depurados de lo incierto, dan resalto a la silueta casi invisible del padre
Solano por tierras tucumanas, dejando huellas imborrables de la santidad que
habría vaticinado fray Luis Bolaños al despedirse para la vuelta del Solano al
Perú (1989: 29).

El cuerpo de leyendas de San Francisco Solano, recogido y estudiado por Vidal de


Battini (1982) pertenece al período de la conquista y fundación de ciudades en el
Tucumán. El relato legendario halla su punto de contacto con la forma simple de la
hagiografía. Según Jolles (1972), la hagiografía aparece en forma constante durante
toda la Edad Media. La Legendae Sanctorum o la Legenda Aurea, recopilada a
mediados del siglo XII por el obispo Jacobo Vorágine, marca un especial camino hacia
la hagiografía artística que tuvo influencia en la "novelle" italiana.

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El acto de santificación está ligado a la institución Iglesia, en tanto que la santidad
implica un reconocimiento que se realiza mediante una fórmula tradicional y fija: la
canonización, reglamentada definitivamente por el Papa Urbano VIII durante 1623 y
1637, época de gestación del Acta Sanctorum 31. En el proceso de canonización debe
demostrarse, mediante la declaración de testigos, que el personaje en cuestión -quien
pasa a llamarse servus Dei-, posee virtudes heroicas y ha realizado milagros.
Primeramente la investigación es llevada a cabo por el obispo del lugar donde ha
vivido el servus Dei y luego dictamina la congregatio rituum. Solo en caso de resistir
esta última prueba se lleva adelante la beatificación. Las virtudes teologales y morales
del santo son sometidas a investigación procesal, con un mecanismo idéntico al de un
proceso judicial. En las sesiones donde se discute la beatificación y canonización del
santo se exponen los argumentos, se analizan y deben demostrarse con la misma
exactitud que se exige para el castigo de un delito.

La Vita o la hagiografía en general, quiebra lo histórico en sus elementos constitutivos


y los rellena y estructura en una secuencia condicionada por el concepto de lo imitable.
La hagiografía desconoce lo histórico en el sentido aludido y sólo conoce y reconoce la
virtud y el milagro (Jolles, 1972: 42-43).

El valor histórico de algunas de las leyendas sobre San Francisco Solano reside en que,
a partir de los datos proporcionados por la narración, podemos acceder a un
conocimiento de lo que pudo haber acontecido durante el recorrido del misionero por el
Tucumán32. El texto de una de esas leyendas, la de Misarumi -vocablo híbrido derivado
del español "misa" y del quichua "rumi", piedra, que significa: "piedra de la misa"-,
marca uno de los acontecimientos que signaron el viaje de San Francisco Solano por el
camino del Inca:

La Misarumi es una piedra grande, cuadrada como una mesa, alta, como un
altar. Ahí dicen que dijo la primera misa San Francisco Solano cuando venía
del Perú. Por eso le llamaron Misarumi a la piedra, y después le llamaron
Misarumi a la quebrada ande está la piedra, y hasta la fecha se dan estos
nombres... La piedra queda por el camino viejo que iba al Perú... Ese era
camino de indios, que andaban a pie (Vidal de Battini, 1982: 358).

La leyenda de "San Juan de Oro" contiene el origen del nombre de un pequeño pueblo
del Departamento de Santa Catalina, en el que San Francisco Solano hizo levantar una
capilla:

31 Ésta y otras obras de recopilación de las vidas de santos, como el Flos Sanctorum, ingresaron
irrestrictamente a América, según lo consigna Torre Revello (1945).

32 Algunos historiadores sostienen la hipótesis de un viaje de San Francisco al Paraguay.


Relacionando los antecedentes históricos con los relatos de la oralidad Tommasini explica: "es
creíble que en realidad un día se detuviera él en territorio paraguayo, aunque no podemos fijar
sitio ni fecha, de tal acontecimiento. Con todo, por una tradición oral, que asegurase existir aún
en nuestros días, se presume decir que efectivamente, la capital de aquel país fué honrada con la
visita del taumaturgo franciscano." (1937, I: 211).

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Dicen que cuando pasaba San Francisco Solano por ese lugar, que no había
casas, nada, y que él iba de viaje al Perú. Se paró a descansar. Ahí vio como si
fuera una laguna que se estaba secando y aparecían... cosas... Y recorriendo,
encontró un hermoso San Juan hecho en plata y oro. Y ahí hizo que le hicieran
una capilla. Y con el tiempo se hizo un pueblo, San Juan de Oro (ibidem, 360).

Los topónimos que se desprenden de las dos leyendas aún nominan lugares de la Puna
jujeña. Los dos atestiguan la presencia del misionero en aquellos lugares y el itinerario
es corroborado por el relato historiográfico de la época (Cfr. Vidal de Battini, 1982).

Otra de las leyendas referidas a San Francisco Solano resume la conversión de miles de
indígenas en la recién fundada ciudad de La Rioja. Ésta es la población del Tucumán en
la que el misionero permaneció mayor tiempo. Allí llegó viajando desde Santiago del
Estero, atravesando el territorio del valle de Catamarca, antes de la Pascua de 1593
(Cfr. Pistoia, 1989: 28). El relato, ambientado en esa coyuntura histórica es el
siguiente:

En un jueves Santo los indios rebelados cercan, en gran número, a la indefensa


ciudad de La Rioja habitada por un puñado de españoles, para destruirla. San
Francisco Solano está en el convento. Ante la circunstancia trágica habla a los
españoles con su elocuencia convincente y, organizada la procesión, los induce
a flagelarse para que Dios perdone sus pecados ante la muerte inminente. Los
españoles se flagelan en forma impresionante. Los indígenas se asombran ante
el espectáculo inexplicable y no atacan. San Francisco se enfrenta con los
guerreros, les habla en su lengua con acento paternal y les propone la paz.
Entre otras cosas les pide que acaten en nombramiento de un alcalde que los
respete y los proteja. Da el nombre de varios encomenderos, pero los indígenas
no los aceptan porque los consideran crueles. En un momento de inspiración
corre al convento, saca una imagen de bulto del Niño Dios y presentándolo lo
propone como Alcalde. Los indios gozosos lo aceptan. En número de más de
nueve mil piden el bautismo, se convierten, y se salva la ciudad de La Rioja."
(Vidal de Battini, 1982: 360).

Esta noticia de la conversión aparece en las declaraciones testimoniales levantadas por


el P. Diego de Córdoba ante el Arzobispo de Lima. Las declaraciones de doscientos
testigos en el proceso de canonización consultados en los archivos vaticanos,
transcriptos por Monseñor Caggiano, sostienen la veracidad de este hecho histórico. El
relato histórico, enmarcado dentro de la práctica jurídico-notarial se contrapone aquí al
relato ficcional sin presentar diferencias sustanciales:

En el día de Jueves Santo del año 1593 en la dicha ciudad de La Rioja se


encontraban cuarenta y cinco Caciques infieles con tropa y con jefe; Pedro
Sotelo y este testigo con gran espanto no sabían qué hacer con aquella
multitud de gente, y dicho Capitán ordenó que todos se armaran para lo que
pudiera acontecer y el dicho padre Francisco Solano los arengó a todos y este
testigo no sabe en qué lengua, porque todos tanto españoles como indios y
otros le entendían con grande sentimiento y fervor, y de inmediato los indios,
puestos de rodillas, derramando lágrimas pedían a este Padre el bautismo, y

71
entonces dicho Padre los abrazaba, besándolos en señal de paz, y pidió a este
testigo que hiciera la procesión. Y como los indios vieran a los españoles
azotándose, preguntaron al padre Solano qué señal o invención fuese aquello, y
el padre Solano con grande emoción y fervor les dijo que en una noche
semejante de Jueves Santo, nuestro Señor Dios fue flagelado por nuestros
delitos y pecados y, terminada su predicación, todos los indios con muchas
lágrimas se desnudaron, y muchos con cuerdas y otros con otras cosas se
azotaban, y entonces el padre Solano con gran regocijo y devoción, como guía
celestial, los conducía en quella noche enseñando y predicando, y los retuvo a
todos hasta que fueron bautizados, cuyo número era de nueve mil indios
(Caggiano, 1950- 51: 180-181).

Un episodio muy sostenido en la leyenda -la presentación del Niño Dios para ser
nombrado Alcalde de la ciudad- no es tomado en cuenta en el relato historiográfico. La
leyenda, en este sentido, recupera, para la tradición popular, un ritual religioso que
perdura hasta hoy en la festividad del Niño Alcalde 33 (Cfr. Vidal de Battini, 1982: 362).

El itinerario de San Francisco Solano por las ciudades del Tucumán es tematizado en
los relatos de Mis Montañas de Joaquín V. González (1965) y en la novelas Alias
Cara de Caballo, de Juan Ahuerma Salazar (1986).

II.4.2.d. San Ramón de la Nueva Orán: ciudad de campanas misteriosas


En el siglo XVI, el Chaco se presenta, ante nuestros ojos como un gran sepulcro de
exploradores, indígenas y misioneros. Durante ese período, algunas poblaciones claves
para la defensa del Tucumán ya habían sido fundadas: Santiago del Estero, Esteco, San
Miguel de Tucumán, Salta, Jujuy; puntos que configuraban una vasta zona habitada
desde las costas del Paraná hasta los valles de Tarija. Las tribus fronterizas atacaban
sistemáticamente estas colonias, por lo que el gobierno de Asunción, que presidía estas
provincias, mandó a fundar pueblos en las orillas del Bermejo para contener a los
agresores. La Concepción fue la primera de estas poblaciones, cuya existencia fue
efímera (Cfr. Torre Revello, 1943). Más breve fue la existencia de Santiago de
Guadalcazar. Entre su principio y su fin mediaron, según los cronistas de la época,

33 La supervivencia de elementos de la tradición indígena es detectable hasta hoy en la Fiesta del


Niño Alcalde. Allí se ofrendan objetos que los aborígenes, en el período colonial, dedicaban en
honor al "Santo Moreno" y se observa una curiosa simbiosis entre las prácticas hispánicas y
autóctonas: "Junto a la guardia de San Nicolás, formada por los alfereces, que con su nombre y su
pompa ecuestre evocan su origen español y caballeresco, marchan, escoltando la imagen del Niño
Alcalde (Jesús niño, con vestimenta de alcalde virreinal), loa allis, viva representación del nativo y
del indígena. Es significativo que el grupo de doce se llame "tribu" y que la presida un personaje a
quien denominan "Inca". La indumentaria, hoy muy híbrida, se caracterizaba hasta no hace
mucho por la vincha, una figurada cabellera de cintas y las ojotas indígenas. Avanza el Inca por
las calles de la ciudad de la Rioja, el 1 E de enero, bajo un arco adornado con flores que dos
asistentes sostienen a guisa de palio. Todos entonan un antiquísimo cántico, que transmiten
oralmente de generación en generación y que debió ser quichua en su origen, a juzgar por las
palabras que se logran reconocer, pues la deturpación ha llegado al máximo debido en gran parte
a que los cantores ignoran la lengua en su himno. (...) Los grupos que salen de la Catedral,
escoltando al Niño, y de la iglesia de San Francisco en pos de San Nicolás marchan acompasada y
sincrónicamente para reunirse a las doce del día frente a la Casa de Gobierno, como antaño ante
los balcones del Cabildo: es lo que se llama en Tincunaco, vale decir, el "encuentro"... (Cfr.
Cortazar, 1956: 94-95).

72
apenas siete años, todos ellos marcados por graves acontecimientos.

La ciudad de Santiago de Guadalcazar estuvo situada muy cerca del lugar que hoy
ocupa la ciudad de Orán, aunque su real emplazamiento aún permanece en discusión
(Cfr. Poderti, 1995). Algunos historiadores opinan que la ciudad estuvo situada en el
lugar donde se unen el río Bermejo y el Zenta, en las cercanías del paraje conocido
como "El Cedral". Fue fundada alrededor de 1626, por el Teniente de Gobernador de
Jujuy Martín de Ledesma y Valderrama (Cfr. Tommasini, 1937, I: 241), y según lo
relata el Padre Lozano:

Luego que el gobernador Ledesma dispuso y trazó la fundación de la primera


ciudad de Santiago de Guadalcazar (que así quiso que se llamase por su
particular devoción al sagrado apóstol patrón de España, y respeto al señor
virrey, que actualmente gobernaba) teniendo pacíficos y quietos a los indios
comarcanos, reconvino al Padre provincial con la palabra que le había dado
(Lozano, 1941: 162).

La ciudad estaba signada por un destino trágico. Hubo de afrontar los ataques de las
naciones indígenas -las que, a su vez, se sentían acosadas por el español- y el final del
asentamiento estuvo ligado a un sangriento proceso de guerras y enfrentamientos.
Cuando el Padre Lozano escribió su Descripción Corográfica del Chaco Gualamba
la ciudad de Santiago de Guadalcazar ya había desaparecido. Las razones son
explicitadas por el mismo clérigo, quien declara que los indios "forzaron a desamparar
la ciudad" al Teniente de Gobernador Martín Ledesma de Valderrama. En una carta
requerimiento dirigida por el fundador al Cabildo de Jujuy, en 1627, éste relata que,
habiendo dejado en la ciudad de Santiago de Guadalcazar al sargento Mayor Juan
Vázquez de Tapia, acontecieron trágicos hechos durante su ausencia (Cfr. Tommasini,
1933: 171). Al regresar de Jujuy, Ledesma y Valderrama encontró que Martín de
Argañarás y Murgia lo había desposeído del cargo de Teniente Gobernador. La tirantez
de las relaciones interhumanas aceleró el proceso de desocupación de la ciudad de
Guadalcazar:

La avilantez de los indios sitiadores fué creciendo cada día más contra los
Españoles de Guadalcazar, y tuvieron atrevimiento los Mataguayos, para
quitar la vida al reverendo Padre fray Juan Lozano, religioso de la real y
militar orden de nuestra Señora de la Merced, que vivía entre ellos. Los soco-
rros tardaron, o se imposibilitaron en la provincia del Tucumán; con que los
Españoles se vieron reducidos a tal extremo de miseria, que les fué forzoso
abandonar la ciudad y salirse del Chaco, trayendo en su compañía al padre
Gaspar Osorio (Lozano, 1941: 173).

A pesar de la gravedad de la situación, Santiago de Guadalcazar se sostuvo hasta 1631,


cuando los indios la destruyeron completamente, según consta en la carta que el
gobernador Felipe de Albornoz remite al rey desde San Miguel de Tucumán, en
diciembre de ese año (Cfr. Larrouy, 1923: 74).

La desocupación de la ciudad de Guadalcazar se inscribe en un proceso de incansables


entradas al Chaco con la intención de abrir caminos para el español:

73
La historia de la conquista del Chaco es una serie continua de desaciertos. Sus
primeros invasores lo sometieron al sistema de repartos, entregando los
indígenas a la inhumanidad de los encomenderos. Este ensayo tuvo los más
funestos resultados. Dispersó a los habitantes de la Concepción, los ahuyentó
de Guadalcazar, los diezmó en Esteco. Ningún pueblo formado en el Chaco
sobrevivió a su fundador, sin que estos desastres hiciesen variar de rumbo para
evitarlos (De Angelis, 1910, IV: 369).

Ledesma y Valderrama intentó, sin éxito, el retorno de los pobladores al Valle de Zenta
con el fin de reconstruir Guadalcazar. A pesar de haber abandonado el Tucumán para
tomar el gobierno del Paraguay "nunca olvidó su empresa del Chaco" (Cfr. Lozano,
1941).

Los textos de la época son profusos en relatos acerca de la legendaria ciudad. Guadal-
cazar es descripta por el Padre Lozano como un espacio privilegiado por la naturaleza.
Las aguas del Bermejo guardaban cualidades altamente terapéuticas:

Las aguas del Bermejo o río Grande, son saludabilísimas, que como baja de
las cordilleras, y se va despeñando por guijarros y peñas limpias y lisas, se
quebrantan sus aguas y corren notablemente delgadas y sabrosas; (...) De esto
depone el mencionado don Luis de Vega, quien escribe, que padeciendo en el
Perú de flatos e hijada, piedra y crudezas, lo que le obligaba a observar
rigídisima parsimonia en la comida y bebida, a los cuatro o cinco días que
bebió el agua del Bermejo, expelió muchas arenas y piedras y quedó como si
jamás hubiera sentido tales achaques, en cuarenta y cinco días que moró en
Santiago de Guadalcazar, (...) Y de los soldados españoles que asistieron a la
fundación de Guadalcazar, ninguno murió, ni aun enfermó en seis o siete años
que allí estuvieron (Lozano, 1941: 24).

En una carta del padre Gaspar Osorio, misionero que penetró en el Chaco en 1628 y
llegó hasta Guadalcazar para encontrarse con Valderrama, también se describe a esa
región prolífera:

Muchas cosas promete esta tierra, pero paréceme, que el pescado y miel es
más, que en ninguna de todas las Indias, hay mucha madera, y la población
nueva de Santiago de Guadalcazar está sobre un río cuajado de pescado
(Lozano, 1941: 165).

En el cuerpo de leyendas que se refieren al pasado histórico de San Ramón de la


Nueva Orán se incluye la "leyenda del Orán Viejo", que se conecta con la de las
campanas del Cedral. A partir del relato, la tradición popular intenta explicar el origen
de la palabra "nueva" que se antepone al nombre de la ciudad fundada por Pizarro
hacia 1794. En esta leyenda se hace referencia a una opulenta ciudad, posiblemente la
antigua Guadalcazar, que fue destruida por un castigo divino:

Se cuenta allí, en Orán, entre la gente que tiene memoria, que existía, anterior
a este Orán que hoy conocemos, un Orán antiguo, que es el que se fundó

74
primero, y que estaría ubicado hacia la zona este de la ciudad, muy cerca del
río Zenta, donde había permanentes inundaciones. Allí estaban la Iglesia, la
ciudad antigua, casas de adobe alrededor de la plaza... En un momento Orán
llegó a ser muy importante económicamente, y la ciudad más importante del
Chaco. La gente que venía de Humahuaca para internarse en el Chaco tenía a
Orán como paso obligado. La ciudad se desarrolló culturalmente y había
muchas plantaciones de gente que vivía en los alrededores y a la que le iba
muy bien. Como le iba bien comenzaron a tener soberbia, a perseguir el poder
y a pecar. Entonces toda la ciudad se transformó en una ciudad perdida, en lo
social, en lo ético, y dice que por eso se produjo allí en la ciudad un terremoto
muy fuerte y luego vinieron las inundaciones y las pestes y la ciudad
desapareció. Dicen que lo único que quedaba a la vista era un campanario con
sus campanas. Luego la ciudad se reconstruyó en otro lugar que es el lugar
actual y aquella otra ciudad se fue hundiendo en las aguas y allí se formaron
una serie de lagunas pequeñas en el lugar que se llama "El Cedral". Y
desapareció el campanario y la campana. Se cuenta que ese era el Orán Viejo
y que actualmente en las horas de la noche, especialmente cuando uno anda
solo por ese camino, que está bastante abandonado, que es un monte pero
habita gente por allí y hay fincas. En determinada hora de la noche,
especialmente a medianoche, se escuchan las campanas que suenan en algún
lugar del Cedral. La nueva ciudad olvidó un poco a la vieja ciudad por eso se
llama "Nueva Orán", porque existía un antiguo Orán o un Orán Viejo34

El motivo, muy conectado con el de la tragedia acaecida en Esteco admite también la


entrada de elementos provenientes de la tradición aborigen:

Dicen que la comunidad aborigen antiguamente vivía a orillas del Bermejo. En


ese lado que todavía es el Bermejo de Bolivia y Aguas Blancas de Orán, existía
un cacique muy fuerte, con mucha personalidad y también muy violento, muy
enérgico, que era el jefe de todos los chiriguanos que habitaban esa zona.
Cuando llegaron los españoles, este chiriguano organizó una especie de
ejército, con todos los chiriguanos, para ofrecer resistencia a los españoles
(...). Se cuenta que era muy enérgico y quien no obedecía sus órdenes era
inmediatamente ejecutado, pero muchos que ambicionaban el poder y que
veían mucha crueldad en su jefe fueron pensando en hacer algo para poner
otro cacique. Así es como lo invitan a tomar un vino envenenado y el cacique
muere. Los chiriguanos tienen la costumbre, en su ceremonial, de enterrar a
sus muertos mirando hacia arriba para que el alma suba, porque si los
entierran boca abajo el alma se hunde. A este cacique lo enterraron boca
abajo. Los chiriguanos buscan hasta el día de hoy el lugar donde fue enterrado
el cacique, porque dicen que su espíritu anda por ahí y produce milagros.
Coincidentemente, el lugar donde se inauguró el "monumento al aborigen" 35

34 Informante: Santos Vergara, de San Ramón de la Nueva Orán (20/01/1995).

35 El "monumento al aborigen" está ubicado en la plaza Santa Marta, sobre la Avenida General
Pizarro de Orán.

75
podría ser el lugar donde se enterró a este cacique." 36

La leyenda de "Las Campanas del Cedral" engarza la tradición popular con la historia
de la población precursora a la ciudad de Orán: Santiago de Guadalcazar. El relato,
reconstruido desde la contemporaneidad por Hugo Alberto Luna, es el siguiente:

Suaves, agradables al oido, así son los sonidos de las campanas del Cedral;
me decía un viejo poblador de Orán; es una verdadera lástima y me apena que
esas campanas no puedan traerse a la ciudad.

Permanecí un rato pensativo, es que yo, también las escuché alguna vez, y
luego invité a mi amigo a proseguir su relato.

Muchos son los que las vieron, me dijo, pero es condición para poder verlas
estar solo. Entonces aparecen a la vista, en aquel profundo hueco, allá, en la
cercanía de las lagunas que forman los desagües en el Cedral. Pero también es
cierto que, aunque se marque en forma muy visible aquel lugar, las campanas
no aparecen más, si el que las ve trae acompañante. Como las campanas son
grandes y en apariencia muy pesadas, una persona sola no puede ni siquiera
pensar en sacarlas de allí, de aquel pozo donde se las puede ver colgadas de
un grueso travesaño.
Un detalle, según mi relator: las campanas están atadas con tientos que
parecen haber resistido el paso de varios y diversos años (Luna, 1978).

Al fundarse San Ramón de la Nueva Orán se hizo traer una campana desde las ruinas
de la antigua ciudad. La misma se conserva hoy en el campanario de la catedral de la
Diócesis de la Nueva Orán. Sin embargo el tañir de las campanas en las inmediaciones
de la antigua población continúa obsesionando a los lugareños.

En estas narraciones populares que se refieren a las ciudades fundadas por Martín de
Ledesma y Valderrama en el siglo XVII o Pizarro en el XVIII se superponen las
versiones de los distintos grupos sociales. Para algunos, estos relatos prodrían tender
una pista para que, alguna vez, se compruebe la locación exacta de la misteriosa
Santiago de Guadalcazar. Para otros, la narración funciona como un mecanismo de la
resistencia étnica que late hasta hoy entre los pueblos indígenas...

II.4.3. Memoria y verdad


El horizonte discursivo que se articula en algunas leyendas del Noroeste argentino
remite a una práctica oral difícil de disociar con la de las culturas andinas. Los textos
latentes en la memoria de las comunidades revelan aspectos múltiples: el texto verbal,
musical, gestual... Texto renovado en cada performance, texto evolucionado por sus
sucesivas entradas y salidas del discurso escrito y por las rupturas históricas generadas
en sus espacios de producción y circulación. Desde este punto de vista, este grupo de
leyendas gestado en tiempos de la Colonia ofrece atisbos de lo que pudo ser el
continente de las culturas orales. Al mismo tiempo, su propia existencia atestigua que,
entre dos universos -el de la escritura y el de la oralidad- siempre ha habido zonas de
conflicto y de intercambio.
36 Informante: Santos Vergara (20/01/1995).

76
Hemos prestado atención al recorrido de estas formas orales-populares y a su
cristalización dentro de la escritura -más precisamente, dentro de las formas cultas
escritas, como las leyendas "literarias" (Cfr. Cortazar, 1980) y el discurso
historiográfico de la práctica científica. La finalidad estética de las leyendas se genera
en el proceso de circulación dentro del sistema de la oralidad, en el paso de ese sistema
al de la escritura y en los sucesivos ensambles discursivos que modifican la estructura
originaria. La reelaboración de la "forma simple leyenda" por medio de la escritura
implica una refundición, un traspasamiento de la forma oral por los códigos estéticos
vigentes en una cultura. Estas reflexiones en torno al corpus narrativo legendario de
matriz colonial nos permite afirmar, junto a Raúl Dorra, que la oralidad "es una noción
construida desde la cultura de la escritura -de la cultura alfabética-, construida como
un término opositivo y con fines de autoconocimiento. Por lo tanto, al hablar de
oralidad nos situamos de hecho en el espacio de la escritura y, cualquiera sea el valor
que le acordemos a la primera, al hacerlo no estamos sino reafirmando el valor que le
acordamos a la segunda" (Dorra, 1995).

El espacio otorgado a los relatos orales dentro de la historiografía contemporánea


tiende a devolver a la leyenda el valor de "verdad" que había perdido. Los testimonios
legendarios se integran a la narración histórica y constituyen fuentes de conocimiento
capaces de reconstruir importantes períodos, en igual o mayor medida que los
documentos escritos y tradicionalmente aceptados por la metodología de la
investigación científica (Cfr. Leoni Pinto, 1994). Se rescata así la composición
detectada en los textos producidos durante la Colonia, cuyas principales fuentes de
información fueron orales. Las relaciones oralidad/escritura e historiador/testimonio se
combinan para ofrecer una versión del pasado más completa y verosímil (Cfr. Pease,
1991: 250).

Asimismo, el ingreso del discurso legendario en la textura historiográfica, genera una


relación entre historia y literatura tan tenue y difícil de definir como la existente entre
la historiografía y la ciencia. Sin duda esto se debe, en parte, a que la historiografía
occidental surge del trasfondo de un discurso definitivamente literario que se configuró
frente al discurso más arcaico del mito. En sus orígenes, el discurso histórico se
diferenciaba del literario en virtud de su materia (acontecimientos "reales" en vez de
"imaginarios") más que por su forma. Pero la forma aquí es ambigua, pues se refiere no
sólo al aspecto manifiesto de los discursos históricos (su aspecto como relatos) sino
también a los sistemas de producción del significado (los modos de entramado) que la
historiografía compartió con la literatura y con el mito (Cfr. White, 1992: 62). En este
sentido es interesante recordar la observación de Dorra, acerca de que Herodoto -el
Padre de la Historia- llamaba “historia” (indagación) a la parte miscelánea de su obra,
mientras que a la sección que hoy llamaríamos historiográfica -a la narración de hechos
pasados- le llamaba “logoi” (dichos). De modo que lo que para nosotros es historia
para él era "leyenda", en la medida en que las leyendas son el resultado de un "decir",
no de un "leer" (1994).

La historiografía contemporánea registra en los últimos años el aporte de la historia


oral, constituyendo esta última un elemento documental válido para registrar y

77
comprender el pasado37. El cambio de perspectiva se conecta con un viraje
metodológico y teórico que ya había sido descripto por Michel Foucault: "La historia
ha cambiado su posición respecto del documento: se atribuye como tarea primordial
no el interpretarlo, ni tampoco determinar si es veraz y cuál sea su valor expresivo
sino trabajarlo desde el interior y elaborarlo..." (1979: 9).

La palabra se ha transformado en el vehículo de una identidad que se configura como


texto abierto, como reelaboración de la historia de la comunidad. En el conjunto de
aquellas formas narrativas producidas en el cruce de la oralidad y la escritura, de la
ficción y la historia, es posible reconstruir una manera de percibir el mundo propia del
hombre de la del noroeste argentino, inserto en el proceso de sucesivas
transformaciones económicas, sociales y culturales del área andina.

37 En 1993 se realizó en Buenos Aires el Primer Encuentro de Historia Oral. Asimismo, el tema de la
oralidad y las literaturas alternativas ocupó un importante segmento de las Jornadas Andinas de
Literatura (JALLA, La Paz-Bolivia, 1993; Tucumán-Argentina, 1995; Quito-Ecuador, 1997). Un
ensayo considerado pionero en el tratamiento del tema es el escrito en la década del '60 por
Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero ("Observaciones sobre el proyecto de Historia Oral").
Desde 1992, en la Universidad de Buenos Aires se trabaja en la recuperación de la memoria
docente. El desarrollo de la historia oral en el espacio latinoamericano es impulsado por Dora
Schwarstein, quien estima que en nuestro país la primera experiencia en este campo fue la
recolección de testimonios orales en la década del sesenta, realizada por el Instituto Di Tella. No
obstante, Tulio Halperín Donghi ya ha señalado la influencia de la tradición oral en la obra de
Vicente Fidel López y Ricardo Caillet Bois ha analizado este aspecto en los textos de Mitre (Cfr.
Leoni Pinto, 1994: 15).

78
III. CONSTRUCCIÓN

"Quede para los historiadores de severo estilo y


frase comprobada, y para los cronistas místicos,
la narración de los sucesos políticos y las vidas
de los santos y de los mártires: yo quiero reflejar
en estas páginas los caracteres sociológicos de
mi pueblo, su fisonomía y su alma, arrancando su
secreto a los despojos del tiempo y de la
naturaleza, a las obras mutiladas de los hombres,
y a las huellas medio ocultas de los que
levantaron los primeros cimientos de la ciudad
civilizada."
JOAQUÍN V. GONZÁLEZ

III.1. FRACTURA DEL PENSAMIENTO COLONIAL


Pasada la mitad del siglo XVIII el imperio español se transforma en un despotismo
ilustrado. La reorganización de la burocracia y una nueva racionalidad económica
impulsada por la Ilustración le permitió un fuerte dominio sobre las colonias de
América. La expulsión de los jesuitas en 1767 produce una modificación social, en
tanto la elite criolla manifiesta curiosidad intelectual y desea conocer las ideas
contemporáneas provenientes de Europa. Así, el humanismo jesuita y la liberación de
Estados Unidos promoverán una nueva visión de los problemas sociales y culturales.
Crecen las críticas hacia la educación y la economía, hacia el laberinto de palabras
generado por la expresión barroca, hacia el autoritarismo que no respeta la razón y se
promueve el desdén hacia la superstición religiosa. En América del Sur se producen
sublevaciones locales que muestran el descontento de los grupos dominados. La
revuelta del Cabildo de Asunción proclama que la autoridad del pueblo es superior a la
del rey. Los peones del cacao se levantan en las provincias venezolanas contra la
Compañía Guipuzcoana. En 1780 Túpac Amaru enciende la rebelión que se extenderá
hasta el Virreinato del Río de la Plata y las provincias del Tucumán (Cfr. Poderti,
1997).

En esta región de América, la organización político-administrativa adoptada por


España se adecuaba a la configuración de una realidad pre-existente: la jurisdicción del
"Tucma" aborigen, convertida en el Tucumán de la conquista y la colonización (Cfr.
Bazán, 1993). Durante más de dos siglos, la organización política de esta zona fue
representativa de esa realidad geo-histórica pero, al producirse la revolución de Mayo,
se modifica aquella estructura espacial y las gobernaciones-intendencias son
reemplazadas por un sistema que garantiza la participación de los Cabildos indianos,

79
sustituyéndose el eje regional por un eje municipal. Se fragmentan las gobernaciones
regionales para estructurarse las provincias históricas sobre el marco del antiguo
municipio indiano.

En esta coyuntura, la lucha independentista resignificó los intentos de ruptura y


rechazo de la cultura hispánica. Surge la necesidad de crear nuevos símbolos y un
lenguaje nacional, dotando a cada país de un proyecto cultural propio. Comienzan a
dibujarse las fronteras entre lo propio y lo ajeno, lo autóctono y lo foráneo, contornos
que colaboran en el proceso de construcción de los límites políticos en la narrativa del
siglo XIX. Las guerras de la independencia fomentan la exaltación del héroe militar,
postergándose por momentos la figura del intelectual. Aquellas luchas independentistas
están presididas por un espíritu de unificación. Bolívar crea la Gran Colombia. Sucre
comanda una caballería formada por los gauchos de la pampa, los huasos de Chile, los
llaneros de Venezuela y de Colombia.

Los discursos de identidad que se configuran en la producción periodística, política y


literaria, son coherentes con el cuadro de las filosofías de la latinidad que circulaban
en la época. Así, en la segunda mitad del siglo XIX aparece la denominación de
"América Latina". Los primeros en emplear el apelativo fueron Francisco Bilbao y José
María Torres Caicedo38, en un intento de dar cobertura ideológica al proyecto político
de personalización de las dos formas del "americanismo" de entonces: la de los
hispanoamericanos y la de los EE. UU. En el caso de Francisco Bilbao, el concepto se
acuña en el marco de un pensamiento anticolonialista, antimperialista y de un proyecto
de sociedad socialista. En el pensamiento de Bilbao, la América se compone de tres
partes: la América latina, sajona e indígena. La Unión de los Estados de América del
Sur podrá detener al imperialismo de los Estados Unidos del Norte pero Bilbao
sostiene que la combinación del genio sajón con el genio latino permitirá formar la
síntesis de la civilización americana, destinada a regenerar el Viejo Mundo y a cumplir
sobre la tierra los destinos del hombre soberano. En este punto, el pensamiento de
Bilbao se yergue como preanuncio de La raza cósmica de Vasconcelos (Cfr. Rojas
Mix, 1986, Poderti, 1990).

Paralelo a este espíritu unificador que quedó en el plano de las idealizaciones, se


generan los contactos entre modelos culturales que intervendrán en el proceso de
división regionalizada. Las guerras independentistas generan movilidad social. Los
militares de origen humilde son promovidos a generales y luego se convierten en
latifundistas. En el noroeste argentino los gauchos se integran a una estrategia militar
dirigida por Martín Miguel de Güemes, organizada sobre la base de la guerra de
guerrillas. Esta estructura se sostenía con el esfuerzo de cualquier poblador en
condiciones de tomar las armas -pastores, arrieros, labradores, artesanos-, conformando
un ejército que se componía mayoritariamente de criollos y mestizos pero que también
incorporó a negros esclavos. Así, las guerras de la emancipación producen un nivel de
acercamiento entre los criollos y las clases populares, en tanto la clase dirigente
38 Bilbao comienza a utilizar el gentilicio "latinoamericano" en una conferencia titulada "Iniciativa de
la América", brindada en París, el 24 de junio de 1856. El mismo año, Torres Caicedo escribe en
Las dos Américas: "La raza de América latina/ al frente tiene la sajona raza". Más tarde, desde
1861, Carlos Calvo también empleará profusamente la designación en sus escritos y contribuye en
forma decisiva a que la expresión se divulgue. En 1879, Torres Caicedo funda en París la "Sociedad
de la Unión Latinoamericana" (Cfr. Rojas Mix, 1986: 36-38).

80
comenzará a valorar la valentía, el lenguaje popular y las formas culturales del pueblo.
Como expresa Ricardo Rojas:

La revolución de 1810 rompió el antiguo marco aristocrático de la sociedad


colonial, que creaba una barrera casi infranqueable entre 'la gente decente' de
las ciudades y la plebe nativa de los suburbios o campañas (1948, I: 299).

Se promueve así un ciclo de integración cultural que más tarde será frenado por la
oligarquía. En las últimas décadas del siglo XIX se produce una cierta afirmación de
esta cultura dominada, la que unos llaman mestiza y otros, popular. La subcultura
popular no es directamente la responsable de generar intelectuales como Hidalgo,
Ascasubi, Melgar o José Hernández, pero realiza un valioso aporte lingüístico:

Por debajo de esa literatura culta, seguía su hondo cauce otra, que estaba más
en contacto con la lengua cotidiana: el romance, que no dejó de componerse y
cantarse desde los días de Cortés (sobrevive en algunas regiones con el nombre
de corrido); la copla y la décima de constante improvisacion al filo de las
circunstancias y los acontecimientos; la canción, ciertas formas teatrales que
prolongaban el teatro de los misioneros, con sus danzas y villancicos
(Rosenblat, 1969: 22).

III. 2. EL ETHOS NACIONAL Y EL PROYECTO LITERARIO NACIONAL

"El romanticismo, si se lo considera en su


aspecto militante, no es otra cosa que el
liberalismo en literatura."
VICTOR HUGO

La renovación intelectual planteada por el Romanticismo alcanzó una dimensión social


que penetraba el discurso literario con una propuesta de solidaridad con las demandas
populares, la exaltación de lo nacional y la fe en el progreso de la humanidad como
basamentos de una revolución vital. La influencia romántica francesa que recibe el Río
de la Plata, aportaba el relato fantástico como modo de pensar y representar la realidad
social y política del rosismo, tarea que emprendieron los hombres del '37. Las
actividades intelectuales -literarias, artísticas, científicas- que habían encontrado en el
periodismo un espacio adecuado para el debate, añoraban el clima de libertad de prensa
silenciado por la dictadura rosista. En 1829 se había producido la proscripción de los
ciudadanos de filiación unitaria, proceso que continuaría en 1833 con la expatriación
de liberales y en 1835 con la de federales disidentes. El Salón Literario que abrió sus
puertas en 1837 intentaba llenar un vacío en la expresión cultural del país. Uno de los
principales estandartes de este grupo de intelectuales fue la actitud antihispánica 39,

39 No obstante la influencia del Romanticismo francés en el Río de la Plata, puede leerse la impronta
de los españoles Larra y Espronceda en la producción de escritores como Sarmiento, Gutiérrez y
Mármol. También es posible rastrear marcas de Bécker o Emilio Castelar, así como la circulación

81
traducida en dos pilares fundamentales: la propuesta de lograr la independencia
cultural, como complemento indispensable de la soberanía política que ya había sido
conseguida en los campos de batalla, y la necesidad de plantear la construcción de
bases auténticamente nacionales, derribando la herencia colonialista:

Simultáneamente, proclamaban su hispanofobia los jóvenes del Salón


Literario, y de ello son testimonio las exhortaciones de Juan María Gutiérrez a
"divorciarnos de la ciencia y la literatura españolas" y a "aflojar el vínculo del
idioma" (Zuleta, 1984-85: 62).

Los textos generados por las práctica literaria y política de este momento definen la
circulación de un discurso estructurado en dos campos semánticos contrapuestos: el
Mundo Colonial en colisión con el Mundo Ilustrado. Las visiones del mundo y los
estratos ideológicos que se establecen en los textos producidos durante este período
pueden leerse en este conjunto de marcas contrapuestas:

/Mundo Colonial/ vs. /Mundo Ilustrado/


---------------------------------------------------------------------------------------

España Francia/Estados Unidos


Tradición. Revolución
Esclavitud Libertad
Desigualdad social. Igualdad social
Autoritarismo Democracia
Monarquía. República
Catolicismo Libertad de Culto
Dogmatismo Libre pensamiento
Fe Razón
Retroceso, atraso. Progreso
Inmoralidad Moralidad
Oscuridad Luz
Barbarie Civilización

La idea dinámica y de progreso evolutivo que caracteriza a la concepción de la historia


para el romanticismo, el espíritu de la nacionalidad, la búsqueda de las raíces
folklóricas nacionales y la determinación de aquello que se presenta como lo
genuinamente propio de cada pueblo, signan la producción filosófica, sociológica y
literaria del período. Las leyes de la Ilustración que habían impusado el proceso de
emancipación fueron conduciendo la construcción y la organización del estado

de algunas ideas literarias planteadas en manuales, retóricas y poéticas como las de Hermosilla,
Martínez de la Rosa, Campillo y Gil de Zárate (Zuleta, 1984-85: 62-64). Las relaciones entre los
sistemas literarios de España y Argentina en distintos momentos históricos han sido materia de
varios estudios de Emilia de Zuleta (Cfr. Zuleta, 1983; 1984-85; 1986-87).

82
nacional. En esta etapa comienza a requerirse de la literatura una función ancilar, al
servicio del nuevo estado republicano para difundir los ideales de libertad, civilización
y progreso como los pilares fundamentales del proyecto de nación que se estaba
gestando. Surge así una corriente de escritores comprometidos con la vida política del
país y en cuya producción se generan imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto
de construcción de un imaginario nacional.

El falso mito del progreso que esperaba que América Latina alcanzara la prosperidad y
el nivel cultural europeo si lograba vencer los impulsos de su "barbarie", marca un
cambio sustancial en la escritura literaria. El Romanticismo en Argentina colabora con
el proyecto social de cambio, rechazando en sus textos a los que entorpezcan aquel
plan, presentándolos como seres degradados y grotescos. Esteban Echeverría, en La
Cautiva y El matadero (1837), promueve un idealismo utópico que exalta la ciudad y
la raza blanca, centro de civilización. La identidad de los escritores, según su propia
percepción, está inmersa en esa encrucijada que se prolonga durante el siglo XIX, etapa
profundamente marcada por la ambigüedad entre la cultura importada y el espacio real
en el que debía desplegarse, un ámbito contaminado por el atraso y la barbarie. Surge
así una elite intelectual alienada que se identifica con una aristocracia cosmopolita más
interesada en los problemas de Europa que en los de su propio país.

Al cabo de seis meses de reuniones, el Salón Literario fue clausurado por Rosas que
entendía que quienes allí concurrían se extralimitaban al estudiar problemas públicos.
Como producto de sus tertulias y lecturas nacieron los opúsculos de Juan Bautista
Alberdi40, como su Memoria descriptiva sobre Tucumán (1834). Desaparecido el
Salón, y en el decir de Alberdi, la juventud abandonó la revolución inteligente y se

40 Juan Bautista Alberdi nace el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán. En 1824, ingresa
al Colegio de la Unión del Sud en Buenos Aires pero abandona los estudios al poco tiempo para
dedicarse al comercio. En 1827 reingresa al Colegio de Ciencias Morales, donde tiene como
compañeros a Miguel Cané, Vicente F. López y Andrés Somellera. En 1831 ingresa a la
Universidad para seguir la carrera de Derecho. Como producto de su participación activa en
tertulias de Buenos Aires -como las de Mme. Mendeville-, publica algunos estudios sobre música.
En la librería de Marcos Sastre conoce otras facetas de la vida social y comienza a participar en el
Salón Literario donde leen su discurso inaugural. En 1837 publica el Fragmento preliminar al
estudio del Derecho. También publica artículos de costumbres en el semanario La Moda, de la
que es fundador y primer redactor con el seudónimo de "Figarillo". Su posición política lo obliga a
emigrar a Montevideo durante el gobierno rosista. El sitio que impone Oribe a la ciudad uruguaya
impone su viaje a Europa junto a Juan M. Gutiérrez en 1843. Más tarde, y luego de su experiencia
directa con el progreso europeo, se establece en Valparaíso, donde permanecerá hasta 1855. Allí se
desempeña como abogado y colabora en la redacción de El Mercurio y funda el periódico El
Comercio. Las intenciones constitucionales de Urquiza dan origen a las Bases y puntos de
partida para la organización nacional (1852). Ya instalado Sarmiento en Chile, se producen
enfrentamientos periodísticos con el intelectual sanjuanino, a través de las llamadas Cartas
quillotanas de Alberdi y Las ciento y una de Sarmiento. En 1854, cuando Urquiza es designado
presidente de la República, Alberdi es encargado de negocios ante los gobiernos de Francia,
Inglaterra y España. Entre sus viajes a Estados Unidos y Europa escribe Sistema económico y
rentístico de la Confederación, Elementos de derecho público provincial para la República
Argentina, Estudios de la Constitución de 183, entre otras. El gobierno de Mitre lo remueve de
su cartera diplomática y Alberdi alterna la publicación de folletos y libros de tono más literario.
Asume la diputación por la provincia de Tucumán y regresa a la Argentina después de cuarenta
años de ausencia. Decepcionado y luego de rechazar varios cargos políticos, vuelve a Europa en el
año 1881 y muere en París, el 19 de junio de 1884 (Cfr. García Orza, 1980-86, I: 337-342).

83
entregó a la revolución armada. La guerra abierta con la tiranía continuó desde
Montevideo, a través de las páginas de El Nacional, espacio en el que Alberdi aunaba a
los grupos de exiliados en el Uruguay (Cfr. Weinberg, 1980-86, I: 225-227). Las
reflexiones de "Figarillo" -seudónimo periodístico de Alberdi- aparecen también en las
páginas de El Iniciador, en Montevideo, con anécdotas y reflexiones que ironizan
sobre la función social del escritor.

En los primeros años de destierro, Alberdi escribe la mayoría de su producción


literaria. En este período, comprendido entre 1839 y 1844, escribe y edita varios textos
de carácter satírico, caricaturesco y con tono político-militante que muestran sus
disenciones con el partido revolucionario y la necesidad de plantear la Revolución: La
Revolución de Mayo, crónica dramática en cuatro partes (1839), El gigante
Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra
memorable (1842). Las anécdotas de sus viajes a Europa y la ironía social y política
desplegada por "Figarillo" encuentran su cauce en El Edén, especie de poema escrito
en el mar por J. B. Alberdi, puesto en verso por J. M. Gutiérrez (escrito en 1844 y
publicado en 1851), Tobías o la cárcel a la vela escrito en 1844 y editado en 1851) y
Peregrinación de Luz del Día o Viaje y aventuras de la Verdad en el Nuevo Mundo
(1871) (Cfr. García Orza, 1980-86, I: 337-360). Entre la crónica periodística, el drama,
la sátira, el artículo de costumbres, el sermón político, la escritura que esconde la veta
más literaria de Alberdi ha quedado prácticamente eclipsada por su obra constitucional
y su producción más reflexiva.

En el interior del país, la inquietud romántica que irradiaba el ámbito rioplatense,


también se planteó con fuerza. Hacia 1839, el tucumano Benjamín Villafañe 41, uno de
los miembros de la Asociación de Mayo, llegó a su provincia natal para organizar una
nueva filial, consiguiendo la adhesión de Marco Avellaneda, Brígido Silva y Pío Tedín.
En 1841, el fracaso de la coalición del Norte contra Rosas, en la que Villafañe se
desempeñaba como Comisario de Guerra del Ejército Libertador dirigido por
Lamadrid, dispersó al grupo. Avellaneda, poeta y abogado, fue muerto y los restantes
revolucionarios se asilaron en Bolivia. En el país andino algunos de ellos trabajaron
como periodistas en las columnas de La Gaceta Oficial, El Restaurador, El Fénix
Boliviano o La Época, otros se desempeñaron como pedagogos en universidades y
colegios secundarios del altiplano. En 1890, Villafañe publicó sus Reminiscencias
históricas de un patriota, en que relata los episodios conectados con la historia de
aquellos años oscuros. Este conjunto de memorias personales se destacan los retratos
de Lamadrid, Lavalle, Avellaneda, Acha, Crisóstomo Álvarez, Burgos y especialmente

41 Benjamín Villafañe nació en Tucumán, en 1819. En su juventud ingresó a la Asociación


de Mayo, de la que más tarde organizó filiales en Tucumán y en Salta. Durante la dictadura rosista
vivió exiliado en Bolivia y luego de la victoria de Caseros, volvió al país, donde se desempeñó
como Teniente Gobernador de la ciudad de Orán, Secretario de Gobierno en Salta y Senador
nacional por Jujuy. También fue rector del Colegio Nacional de Jujuy. Entre sus numerosas
publicaciones se incluyen Rápida ojeada sobre la pasada época (1839), Caudillos y principios
(1854), Orán y Bolivia a las márgenes del Bermejo (1856), Reminiscencias históricas de un
patriota (1890), y el que se considera el primer cuento boliviano: "Impresiones de una mañana",
publicado en La Gaceta Oficial. Muchos de sus artículos aparecieron en los periódicos El
Mercurio de Chile, El Observador y La Época de Bolivia, El Nacional Argentino de Paraná, y
algunas de sus ideas estéticas fueron expuestas en las columnas de La Tribuna de Buenos Aires
(1876) y en La Unión de Jujuy (1883)on Falleció en Jujuy, en 1893 (Cfr. Fidalgo, 1975: 63-64,
Poderti, 1995).

84
la narración de la muerte de Lavalle, cuyos restos acompañó a lo largo de toda la
Quebrada de Humahuaca (Cfr. Fidalgo, 1975: 63). Su actividad literaria realizada en la
penumbra del exilio y en los ámbitos andinos, fue rescatada por Ricardo Rojas en su
estudio sobre "Los proscriptos", en el que ubica a Villafañe en la trilogía de escritores
semiolvidados, junto a Félix Frías y Pedro Echagüe (Cfr. Rojas, 1925, II: 621).

Otro escalón importante en el proceso de construcción del ethos nacional está


representado por el catamarqueño Fray Mamerto Esquiú42, actor histórico que se
yergue como un prototipo de su época. El papel del clero en la vida política argentina
puede ser leído en la coyuntura que le tocó vivir al religioso:

Una circunstancia solemne había proyectado a Esquiú como figura nacional


desde su modesta posición de fraile catamarqueño desconocido en el país. A
diferencia de otros hombres destacados del clero argentino de su tiempo, no
poseía las borlas doctorales concedidas por las universidades americanas que
entonces daban prestigio como Córdoba, Chuquisaca y San Felipe.(...) Se
había formado en un claustro provinciano y humilde, en el seno de la Iglesia, y
desde allí se proyectó a la nación sin habérselo propuesto como objetivo de su
vida (Bazán, 1996: 46).

Los sermones patrióticos y religiosos de Esquiú engarzan la tradición bíblica con los
acontecimientos político-sociales del país, despejando, en esa concurrencia de
elementos espirituales y temporales los principios que contribuyen a engrandecer y
dignificar a la nación.

Es la época de las grandes modificaciones políticas de la Argentina. Luego de la


victoria de Caseros, el acuerdo de San Nicolás de los Arroyos del 31 de mayo de 1851
había resuelto convocar a un congreso nacional y entregar el poder ejecutivo en forma
provisoria a Urquiza. El texto constitucional aprobado en el Congreso de Santa Fe en
1853 contenía cláusulas que definían la confesionalidad del Estado Federal, pero
precisaba el principio de la libertad de culto, lo que produjo el desagrado del clero
catamarqueño. En el momento en el que procedía a jurarse el texto de la Constitución,
se solicitó a fray Mamerto Esquiú la responsabilidad de pronunciar un sermón que
canalizara las opiniones disidentes que circulaban en su provincia. En esa pieza de la
oratoria que tuvo repercusión nacional, Esquiú entendía que el principio de soberanía
popular emanado de las doctrinas de la Revolución Francesa no otorgaba al pueblo el
derecho a desconocer a los gobiernos y a destruir toda autoridad. Luego de exponer las
condiciones para la existencia de una auténtica sociedad civil, Esquiú cierra su
reflexión con un concepto raigal dentro del esquema político vigente:

42 Mamerto de la Ascensión Esquiú nació en Piedra Blanca, el 11 de mayo de 1826. A los diez años
entró en el convento para seguir la carrera sacerdotal, que completa a los 16 años. Luego de
concluir sus estudios canónicos se dirigió a San Juan para recibir las órdenes sagradas del obispo
de Cuyo. Fue docente en el Colegio de la Merced de Catamarca y Obispo de Córdoba. Su rol
como miembro del clero en la vida política de Argentina fue fundamental, gracias a su labor como
legislador, constituyente, obispo, profesor, consejero de gobierno y periodista. Murió en La Rioja,
el 10 de enero de 1883 y sus restos fueron inhumados en Córdoba. La biografía de esta
personalidad descollante de la cultura nacional ha sido recientemente rescatada por Armando Raúl
Bazán, en su libro Esquiú, Apóstol y ciudadano, editado por Emecé, en 1996.

85
Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay
verdadera libertad: existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución,
guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina (Bazán;
1986: 40).

Se constituyen así los principios de patriotismo que signan la oratoria de Esquiú y


conforman las leyes discursivas de su argumentación acerca de las virtudes que
deberán ostentar los ciudadanos. Esa interpretación de la historia contemporánea se
había consolidado en sus lecturas de Santo Tomás, Chateaubriand, Bossuet, Balmes y
el bagaje romántico que inspiraba a los intelectuales del momento (Cfr. Bazán, 1986).

III.3. LA APARICIÓN DE LA NOVELA Y EL RELATO DE LA GESTA ANTIRROSISTA

"Verdugo por excelencia y consagrado, en cuerpo


y alma, al tremendo fundador de aquella terrible
hermandad; contaba las horas con el número de
sus crímenes, y el brazo, perpetuamente armado
del puñal, no bajaba sino para herir."
JUANA MANUELA GORRITI, La
hija del Mazorquero.

III.3. 1. Procedencias
Los orígenes de la novela en la tradición occidental suelen emparentarse con la
epopeya, composición épica que evoca acontecimientos históricos o legendarios de
carácter nacional, pertenecientes a un pasado lejano al momento de su aparición, como
la Ilíada y la Odisea de Homero o el Cantar del Mío Cid. Para Mijaíl Bajtín (1989) el
ámbito de la epopeya es el pasado absoluto, un mundo total e irrefutable, acabado. Pero
la novela, por el contrario, narra hechos de su tiempo y sociedad, peripecias en íntimo
contacto con el presente abierto y cambiante. La parodia, recurso utilizado por la
epopeya cómica, satiriza y critica aspectos que desea corregir mediante la convivencia
de dos lenguajes. De este análisis parte Bajtín para identificar en lo cómico-popular
uno de los antecedentes de la novela y su característica esencial de heterogeneidad.
Justamente el fondo cómico -el del antihéroe- es decisivo en la configuración de la
novela de Cervantes a principios del siglo XVII.

El proceso que arranca con el Quijote y se consolida durante el siglo XVIII con la
novela inglesa, alcanza su apogeo con la novela francesa del siglo XIX , de Balzac,
Stendhal, Flaubert y Zola. El ascenso social de la burguesía fue el principal engranaje
que impulsó a la novela hacia el realismo, tanto en el plano de las referencialidades
sociales como en el campo de la indagación psicológica en los personajes. El retrato

86
realista de costumbres, aún cuando no respondía acabadamente a las expectativas del
lector burgués, satisfizo la imaginación del público que se complacía al ver su imagen
especular en los acontecimientos narrados.

La tardía aparición de la novela en Argentina ha tratado de ser explicada por Ricardo


Rojas, para quien la causa fundamental residiría en las Leyes de Indias, cuyas
disposiciones prohibieron la migración a América de "historias fingidas". Esta
aparición tardía no es norma en Hispanoamérica, pues en 1816 aparece en México la
novela picaresca El Periquillo Sarniento de Fernández Lizardi (Cfr. Delgado, en
Zanetti, et. al., 1980-86: 1). Con respecto a la prohibición de las Leyes de Indias, que
integra el argumento de Rojas, ésta rigió para toda América, lo cual no explicaría la
diferencia de más de treinta años entre la novela de Fernández Lizardi y La Quena de
Juana Manuela Gorriti o Amalia de José Mármol. La aparición de la novela parece,
más bien, conjugarse con las características antes enunciadas, que se hilvanan con las
peculiaridades de la historia argentina y marcan el propio desarrollo de la narrativa en
relación a la problemática nacional:

...la novela argentina, iniciada como proceso coherente en las postrimerías del
rosismo, aparece como afirmación de un grupo que, tanto en lo cultural como
en lo social, se considera el depositario del verdadero sentido de la
nacionalidad, frente a un gobernante usurpador de las decisiones generales
(Delgado, 1980-86, I: 1).

Esos orígenes, según exploraremos más adelante, se inscriben en una coyuntura socio-
literaria que se ha llamado el "realismo romántico", cuya motivación primordial se
centra en la figura de Rosas y en la necesidad de lograr una independencia cultural.
Esta actitud crítica del presente inmediato puede rastrearse especialmente en el teatro
satírico producido por los proscriptos, entre ellos, la obra de Alberdi titulada El gigante
Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra
memorable (1842), en la que se sustancia una de las profusas caricaturas del
Restaurador que circularon durante ese período.

III.3.2. Configuraciones narrativas: el folletín


Desde mediados del siglo XIX los diarios rioplatenses comienzan a nutrirse con
folletines de procedencia francesa, española o inglesa y también con las grandes
novelas clásicas de Alejandro Dumas, Eugenio Sue, Fernández y González o Xavier de
Montepin. El impacto de esta narrativa popular por entregas se vio reflejado en los
epistolarios, libros de memorias y testimonios literarios de la época. Asimismo, gran
parte de la producción narrativa romántica rioplatense fue publicada con el estilo
periodístico de distribuir el material por "cortes" o "entregas", característica compartida
por el folletín. Así aparecieron, por ejemplo, El capitán de Patricios, de Juan María
Gutiérrez; Soledad de Mitre; Tobías o la cárcel a la vela de Alberdi; La novia del
Hereje de Vicente F. López o Amalia de José Mármol. Pero la demanda de folletines
por parte del público argentino no se explica solamente por las "influencias" de la
literatura europea sobre la literatura nacional, sino que también responde a otras dos
razones. La primera es que en Argentina existía una tradición de literatura de cordel
-germen del folletín- en la que confluían lo épico narrativo y el periodismo de batalla.

87
Antes de 1820 se habían impreso en hojas sueltas algunos cielitos y cantos
payadorescos que combinaban audazmente la ficción y la información. Éstos eran
distribuidos en almacenes y pulperías de pueblos pequeños. Hacia 1830 se reafirmó la
tendencia del relato popular vinculado a la práctica periodística, a través de la prensa
"gauchipolítica", que circulaba en forma de gacetillas y pliegos sueltos. La otra razón
que explicaría porqué se consumían folletines en Argentina se relaciona con sus
condiciones sociales y económicas similares a las de Europa y, fundamentalmente, con
la aparición de un nuevo tipo de lector, proveniente de las nuevas capas medias y bajas
de origen criollo-inmigratorio, recientemente escolarizado y, hasta ese momento,
excluido del circuito de recepción de estos textos.

Es importante notar que posteriormente, hacia fines del siglo XIX y principios del XX,
las técnicas del folletín decimonónico fueron aprovechadas para canalizar las
necesidades de propaganda del movimiento anarquista, configurando los moldes del
"folletín libertario". Este tipo de narración se estructura como un tipo discursivo que
participó activamente en el proceso de edificación y expansión de los contenidos
militantes en el Río de la Plata. Las técnicas de los narradores libertarios de Argentina
contribuyeron a un recorte literario de núcleos temáticos. Los referentes del folletín de
contenido militante y la razón de ser del movimiento anarquista eran la ciudad, el
suburbio, el conventillo, la inmigración, la fábrica, la miseria obrera, la situación de la
mujer, los abusos de los poderosos, la infancia abandonada, los desencuentros
familiares producidos por los cambios sociales. En el folletín libertario argentino se
produjo -como en los relatos por entregas de Eugenio Sue, uno de los iniciadores del
género- un contacto entre la forma literaria y el ideario social. El folletín libertario era
un relato de ficción que tenía como objetivos primordiales no sólo denunciar "las lacras
sociales", sino también propagar la "Idea" e incitar a una acción capaz de cambiar al
mundo, mediante arengas sobre estrategias de lucha y convocatorias a actos, noticias de
huelgas, manifestaciones, atentados, represiones policiales, atropellos
gubernamentales, accidentes laborales, etc. (Golluscio de Montoya, 1995: 81-102).

El auge de la literatura folletinesca es demostrativo de la nueva coyuntura socio-


cultural en la que el público lector cambia sus pautas de lectura. La presencia de estas
formas narrativas ilustra sobre aspectos de la integración de una literatura escondida y
ocultada al conjunto de las artes populares, cuya configuración se encontraba en
continuo proceso de entrecruzamiento con otras manifestaciones literarias. Así, el
contacto entre prensa-folletín-teatro se hizo corriente en los lugares en los que se
fortaleció el género folletinesco43.

43 Este fenómeno, repasado por Golluscio de Montoya (1995) está documentado en Francia
por Angenot (1975: 19), en España por Litvak (1981: 230) y en Argentina por Prieto (1988: 60). La
coexistencia de distintas formas de presentar un mismo producto literario es una característica del
sistema cultural del momento, tal es el caso de "los folletos publicados después como folletines, o
de los folletines publicados también como folletos; de las obras de teatro seriadas en la prensa
antes de su representación o impresas como folleto después de la misma; también tenían el mismo
objetivo los cancioneros revolucionarios que retomaban cantos payadorescos, los fragmentos de
obras de edición reciente que se leían en alta voz en un acto, o las poesías declamadas durante
una reunión y editadas al día siguiente en un diario". En este circuito de retroalimentación, la
dramatización de un folletín atraía a los lectores menos sensibles a la ficción por entregas y
viceversa, con lo que se ampliaba el círculo de lectores y se multiplicaban los efectos de expansión
de una cultura popular (Golluscio de Montoya, 1995: 97-98).

88
La prensa del NOA se hizo eco del auge del folletín literario. Un ejemplo de esta
tendencia puede encontrarse en el períodico salteño El Cívico, que durante el año 1901
publicó folletines de escritores como Ricardo Palma y la novela por entregas titulada
La Colegiala, de Bernardo Frías44.

El repertorio temático del folletín alcanzó a los sectores vernáculos o inmigratorios, a


la vez que explora la veta de los héroes "no ejemplares", entre los que se incluye
-durante la primera mitad del siglo XIX-, a la figura de Rosas. Los folletines
divulgadores de la mitología antirrosista, como los elaborados por Eduardo Gutiérrez,
se alimentan de la tradición oral unitaria y del conjunto de la literatura generada en
torno al fantasma de la Mazorca y la imagen siniestra del Restaurador (Cfr. Rivera,
1980-86: 217-240).

III.3.3. Novela y contracultura

"Podrá entenderse mejor la importancia de esta


transformación, para el surgimiento de la
comunidad imaginada de la nación si
consideramos la estructura básica de dos formas
de la imaginación que florecieron en el siglo
XVIII: la novela y el periódico. Estas formas
proveyeron los medios técnicos necesarios para
la 'representación' de la clase de comunidad
imaginada que es la nación."
BENEDICT ANDERSON

La aparición de las primeras novelas, enmarcada en aquel clima creado por la narrativa
antirrosista de los periódicos, marca el desarrollo de un programa específico: la
búsqueda de un sentido nacional, expresada en una forma de realismo que se erguía
como intento de desnudar la problemática del país. El Matadero -que fue escrito
durante el gobierno de Rosas-, y Amalia de José Mármol -publicada en las
postrimerías del mismo-, son los textos canónicos que retratan esa etapa que habría de
cerrarse con la batalla de Caseros. En este punto, las historias literarias han discutido
acerca de los orígenes de la novela, considerando, en algunos casos, a Amalia,
publicada en 1851, como la primera novela argentina.

Pero en el ámbito del noroeste, el desarrollo de la narrativa reconoce antecedentes que

44 Nació en Salta el 12 de agosto de 1866. Se doctoró en jurisprudencia en el año 1892, en la


Universidad de Buenos Aires, donde fue alumno de Lucio Vicente López. A su regreso a Salta se
dedicó a la investigación y a la docencia, publicando numerosos trabajos sobre historia y
tradiciones salteñas. Entre esos títulos, en los que se conjugan la audacia metafórica, la narración
extraida del acontecer cotidiano y el relato en sus vertientes historiográfica y literaria, se destacan:
Historia del General Güemes y de la Provincia de Salta desde 1810 hasta 1832 (cinco
volúmenes), El Convento de San Bernardo de Salta, Tradiciones Históricas. Fue Presidente del
Consejo General de Educación, Ministro y Presidente de la Corte de Justicia de Salta, Legislador
Provincial, etc. Falleció en Peñaflor, departamento de Chicoana (Salta) el 17 de diciembre de 1930.

89
también se ligan a la gesta antirrosista. La escritora salteña Juana Manuela Gorriti 45
revivió, en sus relatos, la circunstancias referentes a Rosas y su época, como el trágico
destino de Camila O'Gorman en Panoramas de la vida, el clima de terror que poblaba
Buenos Aires en "El lucero del manantial" o la sombría actuación de los verdugos de la
Mazorca en "La hija del mazorquero" 46 (Cfr. Marcón, Ulla, et. al. 1959: 81). Esa
insistencia por escrutar la historia y explicitar las razones que llevaron a su familia al
destierro se prolonga, en la narrativa de Juana Manuela, hasta el relato de Lo íntimo,
escrito en sus últimos días.

En 1848, Juana Manuela Gorriti publica una novela de corte histórico, titulada La
Quena. Este hecho, sin duda, sitúa a la escritora en el papel que la historia de la
literatura debe reconocerle: el de ser la primera novelista argentina. La Quena,
publicada como novela por entregas, sitúa su trama en el Perú colonial, incorporando
por primera vez al indio como personaje, temática que retomará la novelística
posterior, llamada "indigenista". La novela se relaciona con otros textos de Juana
Manuela, como el relato "Si haces mal no esperes bien" en el que una joven y un
muchacho se enamoran sin saber que eran medio hermanos. La joven era fruto de la
violación de una india por un militar47. Allí se denuncia la opresión hacia los sectores
indios por parte de un sistema feudal corrupto. En la novela La Quena, esa denuncia se
integraba a una reinterpretación indigenista de la historia dentro de los cánones clásicos
del romanticismo (Cfr. Glave, 1996). En ese relato, un niño nace de la unión de la
noble María Atahualpa y un capitán español. Hernán crece con su madre en el pueblo
indio hasta que su padre decide secuestrarlo y lo lleva a Madrid. En este punto es
evidente el paralelismo con la historia del Inca Garcilaso de la Vega, pero mientras éste
se adapta a la cultura peninsular, el personaje de la Gorriti regresa clandestinamente al
Perú para recibir el emblema de último sucesor del Imperio derrotado.

45 Juana Manuela Gorriti nació el 15 de junio de 1818 en Horcones, campamento fortificado situado
en Rosario de la Frontera (Salta), cerca del límite con Tucumán. Pasó su niñez en Miraflores, a
orillas del río Pasaje o Juramento, donde su familia poseía una estancia. La enemistad política de
los Gorriti con el caudillo Facundo Quiroga significó su exilio y la confiscación de todos sus bienes
en 1831. Juana Manuela tenía 15 años cuando, a causa de la militancia unitaria de sus padres, debió
emigrar hacia Bolivia, donde contrajo matrimonio con el militar Manuel Isidoro Belzú, quien llegó
a ser presidente de su país. Al iniciarse su carrera literaria, Juana Manuela abandonó a su esposo y
se instaló con sus hijos en Perú, donde fundó una escuela y convirtió su casa en un salón literario.
Sus cuentos y novelas fueron publicados y difundidos en Chile, Colombia, Venezuela y Argentina
y, luego de la caída de Rosas, también en Madrid y París. En 1874 se estableció en Buenos Aires,
donde se dedicó a recopilar e imprimir su obras y a escribir relatos sobre hechos acaecidos en su
vida, como el texto titulado Lo íntimo, que fue editado luego de su muerte. La historia de la novela
en Argentina se inicia con la publicación de su relato La Quena, en 1848. Otros títulos, como
Sueños y realidades (1875), Don Dionisio Puch (1869), Panoramas de la vida (1876),
Misceláneas (1878), La tierra natal, Perfiles (1892) y Veladas literarias de Lima (1892),
integran su extensa producción. Falleció en Buenos Aires, en 1892.

46 Los dos relatos mencionados están incluidos en Narraciones, 1946.

47 Según Luis Miguel Glave este relato de Juana Manuela Gorriti tiene "un argumento similar al de
Aves sin Nido, que la crítica ha considerado la primera obra indigenista salida de la pluma de otra
mujer, fundadora de la novela peruana, Clorinda Matto de Turner. La novela de Matto apareció en
1889, mientras que el relato de Gorriti fue publicado en 1861." (Glave, 1996).

90
III.4. LAS MUJERES Y EL IMAGINARIO NACIONAL

"La historia enseña que las naciones mueren


cuando la mujer se corrompe, cuando reclama
para sí las libertades sin freno del hombre y
deserta de la misión de sacrificio que la
naturaleza le ha impuesto. Fatalmente sucede, en
tales momentos, que sus entrañas se esterilizan o
dan a la sociedad frutos enfermos, seres
egoístas, para los que la palabra patria carece de
sentido." BENJAMÍN VILLAFAÑE

La escritura de Juana Manuela Gorriti, innovadora del discurso femenino, se va


construyendo sobre su propia biografía, en la que se conjugan las incipientes historias
nacionales de tres países: la Argentina andina, Bolivia y el Perú. En su producción es
posible descubrir la forma en la que se creó un espacio femenino dentro de las
comunidades de cada país, la historia de las representaciones nacionales formativas, el
lugar de la literatura en las sociedades poscoloniales y la intimidad de las guerras
independentistas, en las que a la mujer le cupo un lugar fundamental. Así lo entendía
Juana Manuela Gorriti, cuando se refirió al papel protagónico de una luchadora de la
emancipación altoperuana: Juana Azurduy de Padilla, quien peleó en los movimientos
patriotas contra el dominio español y recibió de Güemes los honores por su título de
"Teniente Coronela de la Independencia". Según relata Juana Manuela: "algunos
caudillos tuvieron envidia de esa gloria femenina".

En el relato "Una ojeada a la patria"48 la narradora intenta reconstruir su tierra y su


pasado -ese espacio abandonado durante el exilio impuesto por la dictadura de Rosas.
La protagonista es una mujer disfrazada de hombre que viaja a pie por un denso
bosque. Aún cuando el tiempo y el lugar no están especificados, puede suponerse que
la acción se desarrolla después de declarada la Independencia y en el noroeste
argentino, tierra natal de la autora. Esa narradora mujer, escondida detrás del ropaje
masculino, no reproduce la imagen de la patria atravesada por la demanda hegemónica
de territorialidad y dominio que caracteriza al discurso del período nacional-
independentista. La tierra de origen que ella describe no es primaria ni está vacía, sino
que está saturada de historia. La protagonista se retrata a sí misma como agente ya en
movimiento e imagina un proyecto nacional bastante diferente, basado en un concepto
distinto de la ciudadanía en el contexto de la construcción nacional. Así, al observar su
tierra, la mujer se niega a interpretar el momento de la independencia simplemente
como un nuevo comienzo, sino que sugiere que esta representación patriarcal impide la
posibilidad de una verdadera descolonización de las relaciones sociales (Cfr. Pratt,
1993: 56-58). Como sobreviviente del antiguo orden, su tarea es recuperar los
fragmentos que quedan de éste después de un levantamiento revolucionario. Su
actividad se define, en términos de género, a partir de los rasgos de supervivencia y
continuidad social que siempre han formado parte del trabajo y el deber cívico de las

48 "Una ojeada a la patria" está incluido en Gubi Amaya o la historia de un salteador, recopilado en
Sueños y realidades (1865, pp. 109-120).

91
mujeres:

En tiempos de guerra y crisis, son los complementos esenciales del trabajo del
soldado-ciudadano. Esta complementariedad entre el papel militar masculino y
el papel femenino de supervivencia no ha sido reconocida, como era de
esperarse, ni por las ideologías del nacionalismo ni por las teorías de la
nación-estado. En la narración de Gorriti, la supervivencia y la continuidad
con el pasado aparecen como imperativos históricos, si bien frágiles, enfermos,
y obligados a aparecer disfrazados (Pratt, 1993: 57).

El proyecto del personaje de la Gorriti se reconoce débil y vulnerable: es mujer, está


sola, enferma, y debe ocultar su identidad para poder ingresar a la patria. Recordemos
que, en aquel período, los modelos sociales demandados a la mujer tienen como
requisito central la formulación de un status de "perfección", un patrón de
comportamientos deseados y esperados por las distintas esferas de la vida social: la
familia, la economía, la política, la religión, etc. La elite ilustrada también había
colaborado en el diseño del discurso normativo, dominando los medios de producción,
reproducción, distribución y consumo de los modelos ideológicos (Cfr. Bourdieu,
1990). Este sistema de códigos se sustentaba en el horizonte de expectativas y
opiniones masculino: las ideas revolucionarias de igualdad entre hombres y mujeres
ceden visiblemente ante la propuesta de Rousseau acerca de la maternidad como único
rol femenino, modelo que recluía a las mujeres dentro de los espacios privados.
Paradógicamente, el eje de comportamientos propuesto por el discurso progresista de la
época, que pregonaba el derecho de la mujer a recibir formación y educación
especializadas, se sustentaba en el deseo de contrarrestar algunas características
negativas de la naturaleza femenina y, a través de una preparación más sistemática,
conseguir que las mujeres afrontaran con mayor responsabilidad sus roles históricos de
hijas, esposas y madres. Así, estos cambios sociales no irán más allá de un retoque
cosmético que no permitirá a la mujer romper con las obligaciones domésticas y poder
dedicarse a funciones profesionales. La contestación a este discurso puede leerse en la
escritura de Juana Manuela:

(Derechos! (...) )Creen ustedes, hijos míos, que la mujer tiene para mandar el
mundo necesidad de que se los declaren? (Bah! Todos saben bien que desde el
fondo de su alcoba, lactando a su hijo y arreglando el banquete para el esposo,
ordena la confección de las leyes y la caída de los imperios (1991: 127-128).

Coherente con este modelo, en las décadas republicanas comienzan a proliferar, tanto
en Buenos Aires como en Lima o México, las revistas para mujeres. La preocupación
por el rol femenino en las comunidades nacionales se traducía en un espacio cotidiano
en el que la mujer era proclamada el "ángel del hogar". Así, en el prólogo de su libro
culinario titulado Cocina ecléctica, Juana Manuela expresa:

El hogar es el santuario doméstico, su ara es el fogón, su sacerdotisa y


guardían natural, la mujer. Ella, sólo ella sabe inventar esas cosas exquisitas
que hacen de la mesa un encanto... fruto de la ciencia más conveniente a la

92
mujer.

Los textos de Juana Manuela Gorriti son representativos de los ideologemas femeninos
del siglo XIX, aspecto que ha sido estudiado por Francine Masiello (1989), para quien,
aún en el caso de las mujeres conservadoras, los artefactos literarios operan con
dispositivos mucho más porosos a la heterogeneidad etno-cultural y genérico sexual
que en los textos escritos por los hombres del liberalismo. Juana Manuela Gorriti -cuya
personalidad ha sido comparada, en sus rasgos transgresores, con la de George Sand-,
constituye junto a otras mujeres escritoras rioplatenses y del arco andino, una
generación de importancia clave para las incipientes literaturas nacionales. En la Salta
de aquel momento, la escritora de origen boliviano Micaela Calvimonte de Fowlis 49,
amiga de Juana Manuela Gorriti, inauguró en su casa un "Salón Literario" semejante al
de aquélla en Lima. Juana Manso (1819-1875), Eduarda Mansilla (1838-1892) o
Josefina Pelliza (1848-1888), son otras pioneras en el campo literario y, en el caso de
Juana Manso, en la historia del feminismo en Argentina50.

III.5. LOS HOMBRES DEL OCHENTA

"Esta generación, en su mayoría fue de


excépticos y de materialistas, cuyo pensamiento
seguía la acción cambiante y apresurada de un
país en formación y de una sociedad que
evolucionaba. El positivismo filosófico, las
corrientes científicas predominantes a fines del
siglo pasado, el enorme desarrollo industrial y
económico europeo, las masas de hombres y de
oro que empezaron a venir a estas playas,
transformó velozmente nuestra tierra, dieron al
núcleo director argentino la visión utilitaria y
sensual de la vida. Tal es el ambiente en que se
49 Micaela Calvimonte nació en Bolivia, en 1828. Se radicó en Salta en 1848, al casarse con el salteño
Juan Fowlis, también aficionado a la literatura. Publicó las novelas: La novia del Inca y Desamor
y Venganza, ambas en el año 1858. En su salón de Salta se reunían en tertulia las más destacadas
figuras de la cultura del noroeste argentino. El resto de su producción, como Ramillete poético
(1864) y Manual de Piedad, se integran a una temática recurrente en la lírica femenina posterior:
la poesía de inspiración religiosa (Cfr. Arias Saravia, 1984: 282, Adet, 1981: 36).

50 Juana Paula Manso, ferviente unitaria que debe exiliarse en Montevideo y en Brasil durante el
gobierno de Rosas, es una adelantada de la prédica feminista. En Brasil editó un periódico dedicado
a las mujeres: Jornal das Senhoras (1852) y escribe dos novelas históricas: Los misterios del
Plata y La Familia del Comendador. Luego del derrocamiento de Rosas, se establece en Buenos
Aires y da a conocer otro periódico: Álbum de señoritas (1854) en cuyo número inaugural
incluye un artículo que titula "Emancipación de la mujer". Allí sostiene: ")Por qué reducirla a la
mujer al estado de la hembra cuya única misión es perpetuar la raza?". Domingo Faustino
Sarmiento, su amigo y defensor, la había nombrado directora de una escuela mixta recién creada.
Su posición como mujer dentro de la sociedad de su momento era definida en estos términos: "La
Iglesia lo que ha hecho es remachar nuestras cadenas por la dirección espiritual que nos coloca
entre dos dueños: el del alma, que lo es nuestro confesor y del cuerpo que lo es el marido." Pronto,
su combatividad le acarrearía el rechazo de la Iglesia Católica y de los sectores ultraconservadores,
al punto tal que, ya fallecida, se le negó la sepultura en el cementerio de la Capital por razones
93
desenvolvió aquella generación".
CARLOS IBARGUREN

Así caracteriza a los hombres de la llamada "generación del '80" el salteño Carlos
Ibarguren51, una de las figuras relevantes de principios de siglo que había conocido los
secretos de "la gran aldea" desde su infancia y que -gracias a sus vinculaciones
familiares- había tratado a la mayoría de los escritores destacados en este período,
circunstancias que reflejó en su libro de memorias La historia que he vivido (1954).

La naturaleza conflictiva del concepto de "generación" ha sido repetidamente advertida


en los trabajos de críticos e historiadores de la cultura, dada la dificultad producida
cuando se intenta englobar bajo este común denominador un conjunto complejo de
textos y condiciones de producción históricas y sociales. Como habíamos observado en
el capítulo inicial, el concepto de "generación" se apoya en el supuesto de que los
hombres nacidos y nucleados en torno a un mismo eje cronológico, es decir sometidos
a circunstancias sociales similares, tienden a comportarse y expresarse según patrones
que reflejan ese horizonte de experiencias en el que han estado inmersos. Pero aún
cuando es poco usual que un grupo humano se vea expuesto a las mismas experiencias
y reaccione de idéntico modo a las condiciones impuestas por la coyuntura histórica 52,
debe admitirse que, en determinados contextos, la utilización del esquema generacional
puede resultar efectivo para entender la naturaleza de algunos fenómenos de orden
cultural. Este es el caso de los hombres que hallaron su ámbito de expresión alrededor
de un eje de condiciones económicas, políticas y culturales que signaron la década de

51 Nació en Salta, el 18 de abril de 1877. Se radicó en Buenos Aires en 1882, donde obtuvo el título
de Abogado en la Universidad de Buenos Aires. Fue catedrático universitario, Subsecretario de
Agricultura de la Nación, Subsecretario de Hacienda, Secretario de la Corte Suprema de Justicia,
Vocal del Consejo Nacional de Educación, Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación e
Interventor Federal en Córdoba. En el ámbito cultural y literario, fue Presidente de la Comisión
Nacional de Cultura, Presidente de la Academia Argentina de Letras, miembro de la Academia
Nacional de la Historia, de la Academia de Filosofía, de la Academia Argentina de Derecho y
Ciencias Sociales, etc. No obstante la múltiple actividad desarrollada y los numerosos artículos y
colaboraciones publicadas en diarios y revistas, su producción literaria es voluminosa, producto de
casi cincuenta años de labor continua: en 1908 publica Evolución de las ideas jurídicas en Roma
y continúa con títulos como: la literatura y la Gran Guerra (1920), Manuelita Rosas (1924),
Juan Manuel de Rosas: su vida, su tiempo y su drama (1930, Primer Premio Nacional de
Literatura), las sociedades literarias, 1800-1824, (1937), San Martín íntimo (1950), culminando
con su último libro La historia que he vivido (1954). Falleció en Buenos Aires, en 1956.

52 "El concepto de generación no implica, pues, primariamente más que estas dos notas: tener la
misma edad y tener algún contacto vital... Alguna vez he representado a la generación como la
caravana dentro de la cual va el hombre prisionero, pero a la vez secretamente voluntario y
satisfecho. Va en ella fiel a los poetas de su edad, a las ideas políticas de su tiempo, al tipo de
mujer triunfante en su mocedad y hasta al modo de andar usado a los veinticinco años. De cuando
en cuando se ve pasar otra caravana con su raro perfil extranjero: es la otra generación." (Ortega
y Gasset, 1965).

94
1880.

Desde la caída de Rosas en 1882, el escenario político inicia su rumbo hacia un período
de estabilidad política que permite, durante la presidencia de Julio Argentino Roca,
promulgar la ley que hizo de Buenos Aires la Capital Federal de la República
Argentina. Se ponen en funcionamiento los mecanismos económicos del liberalismo,
pero el nuevo orden político es contorneado por una especie de despotismo ilustrado,
dominado por una oligarquía que se mantiene en el poder hasta el advenimiento de
Hipólito Yrigoyen, en 1916. En esta encrucijada político-social, la producción escrita
permanece fiel a los modelos culturales europeos, aún cuando ya se puede advertir
-sobre todo en la novela- un mayor grado de compromiso y un sentido crítico hacia ese
consumo cultural. La prosa gestada por los hombres del '80 ostenta aún las notas
románticas del escepticismo, la pasión por los viajes y el influjo de las ideas europeas,
traducidas en páginas sobre modas, libros, música, idiomas o ciencias 53. Se registra así
un fenómeno narrativo que Ricardo Rojas denomina "fragmentarismo" y que se
identifica con un tratamiento parcelado de la materia literaria, compuesta como un
conjunto de comentarios, cartas, crónicas historiográficas, cuadros de costumbres,
reflexiones, notas de crítica literaria, relatos de infancia o memorias, tipos textuales
heterogéneos que, generalmente, se insertan en la forma de la autobiografía. Sin
embargo, siguiendo a Graciela Maturo,

Nos inclinamos, pues, a ver en el mentado "fragmentarismo", no la concreción


de fracasados intentos novelísticos sino la manifestación estilística,
íntimamente adecuada a su forma interior, de una peculiar manera de
captación y elaboración de lo real, con caracteres propios y bien definidos
(Maturo, 1993: 187).

El nombre del riojano Joaquín V. González 54 aparece ligado a los hombres de la

53 Como advierte Graciela Maturo, la llamada "generación del ochenta", a la cual Mujica Láinez
llama "generación hija", hereda "muchos rasgos de la generación romántica y liberal que la
precede en nuestras letras. No obstante esa cierta continuidad, la caracteriza un espíritu más
cosmopolita y refinado, y una diversificación de intereses filosófico-científico-literarios que
acentuando tendencias de algunos representantes de la "generación del '38" evidencia un desvío
del programa de acción inmediata o de la permanente militancia de la lid política, hacia modos
más sosegados de reflexión y contemplación" (Maturo, 1993: 188).

54 Joaquín V. González nació en Nonogasta, La Rioja, el 6 de marzo de 1863. En 1881 se inicia en el


periodismo y la vida literaria con colaboraciones en diarios y revistas de Córdoba. Luego de
dedicarse a la enseñanza en la Escuela Normal de Maestros de Córdoba, obtiene el título de Doctor
en Jurisprudencia y, en 1886, es nombrado diputado nacional por La Rioja. En 1888 es electo
Gobernador de La Rioja. Entre 1901 y 1902 es Ministro del Interior, Ministro de Justicia e
Instrucción Pública, Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. En 1909, la asamblea de profesores
de la Universidad de La Plata lo elige presidente por el período 1906-1912, a cuyo término es
reelegido por el de 1912-1915 y luego por el de 1915-1918. Fallece en Buenos Aires, el 21 de
diciembre de 1923, a los sesenta años de edad.

La producción de Joaquín V. González abordó un amplio espectro de intereses culturales: descolló


en el pensamiento a través de sus ensayos (El juicio del siglo o cien años de historia argentina,
1910), cultivó la narrativa (Mis Montañas, 1893 y Fábulas Nativas, 1924), la crítica literaria y la
crítica de las artes plásticas (Ritmo y línea, 1933, edición póstuma) y realizó traducciones de
Tagore y Omar Khayyám. Las obras completas de Joaquín V. González forman un total de 25
volúmenes, clasificadas por él en jurídicas y políticas, educativas y literarias. Después de su muerte

95
corriente nativista del '80, como Martiniano Leguizamón, Pastor Obligado y sobre
todo, se identifica con Rafael Obligado, cuya carta acompaña todas las impresiones de
Mis Montañas, editado por primera vez en 1893. Pero la trayectoria de Joaquín V.
González también inaugura, junto a Ricardo Rojas -ambos nacionalistas-, una línea
postromántica dentro de la narrativa del interior, a la que se acoplarían, entre 1920 y
1940, escritores como Carlos B. Quiroga, Juan Carlos Dávalos, Fausto Burgos y Daniel
Ovejero55.

Dentro de este período son varios los escritores que encuentran en el espacio de la
infancia y la adolescencia un pretexto válido para observar el espectro cultural pretérito
y entender su propio tiempo: Miguel Cané, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, Carlos
Guido Spano y Joaquín V. González. Pues el hombre del '80, más que un
"fragmentario" es un hombre que "vive meditando su condición de argentino, su
nacionalidad, su ser americano y universal al mismo tiempo" (Ara, 1965: XII). En este
sentido, Joaquín V. González define los preceptos de su escritura en estos términos:

...Mis escritos de este orden no tienen más mérito que el de ser un reflejo
directo, sentido y transmitido por un temperamento unísono, de los caracteres
de la región nativa; y como tal, yo soy no un autor, sino un instrumento natural
de que se ha servido ella para hacer a las gentes su confidencia. Y la he
transmitido con toda la fidelidad visual, auditiva y emocional que ella ha
depositado en mis facultades, desde las generaciones perceptibles de mis
antepasados, hasta el testimonio positivo de mis propios sentimientos durante
la época más receptiva de la vida, que es la infancia (González, 1965: XVI).

Ese afán de acercamiento a los saberes de su región inspira en Joaquín V. González un


movimiento de rescate de las leyendas, mitos y fuentes mágicas que pueblan las
páginas de La tradición nacional (1888), práctica fundamentada en las razones que él
mismo explicita: "Pienso que nuestras tradiciones, narradas en estilo más bien poético
que histórico, mas bien travieso y ameno que severo y analítico, ofrecen a nuestra
literatura tesoros inagotables de belleza..." . Este ideal estético se realiza en Mis
Montañas a través de la actualización de un modo de entender la literatura regional
inserta en un contexto nacional, registrando, en estratos paralelos, la leyenda y la
historia del Noroeste argentino. Esta presencia andina que se dibuja en la literatura del
país es aplaudida por Rafael Obligado quien, en su carta de 1892, declara:

Así, pues, como escritor nacional (...) me pongo de pie y me saco el sombrero
para saludar en Mis Montañas el advenimiento de los Andes a la literatura
patria" (en González, 1965: XXXI).
se publican varios textos póstumos sobre los originales preparados por González, como El
centinela de los Andes (1929), Estudios Constitucionales (1930), La Patria Blanca (1931),
Mitre (1931), entre otras.

55 Daniel Ovejero, nació en Jujuy el 12 de abril de 1894. Se recibió de abogado y doctor en


jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, en 1916. Durante dos períodos, fue diputado
provincial en Salta (1922-24 y 1924-26) y se desempeñó como profesor de Derecho Civil en la
Universidad de Buenos Aires, entre 1932 y 1943. Además de varios libros y artículos sobre temas
jurídicos, publicó: El terruño (1942), Vida jujeña y La Fontana del Santo (1945). A partir del
número 11/12 de la Revista Sustancia, integró el "Comité Federativo" de la misma. Murió en
Tucumán el 6 de setiembre de 1964 (Cfr. Fidalgo, 1975: 89-95).

96
Las imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto de construcción del imaginario
nacional se agolpan en los textos de Joaquín V. González. Relatos como "(Viva la
Patria!" se enmarcan dentro la antinomia inaugurada por el Facundo de Sarmiento:

...y desde entonces su cuerpo no reposó un momento hasta ver a la patria


reconocida por las naciones civilizadas y libre de la barbarie de los caudillos
(González, 1965: 71).

III.6. LA PRENSA Y EL NOA EN EL SIGLO XIX.

"-Pues qué, )vive usted de las letras?

-Ni Dios lo permita: preferiría ser ladrón: sería


menos despreciable. El robo al menos se ha visto
consagrado en Esparta. Pero las letras, en
América, )cuándo? Nosotros no conocemos otra
nobleza que la del trabajo: todo trabajo es noble
entre nosotros, menos el de las letras, pero que
ése no es trabajo: o a lo menos es un trabajo muy
degradante."
JUAN B. ALBERDI ("FIGARILLO", 1838).

El surgimiento de El diario del Ejército Auxiliar del Perú, editado en Tucumán en el


año 1817, marca la fecha de aparición de la prensa en las provincias del NOA. En 1826
aparece en La Rioja una hoja suelta titulada El Boletín; en 1856 se publica en
Catamarca el periódico El Ambato; en Jujuy se inicia El Orden -en 1856-, y en
Santiago del Estero se edita El Nacional, en 1859.

En Salta, la prensa nace en el año 1824, con el traslado de la imprenta de Los Niños
Expósitos por gestiones de Victorino Solá. La imprenta estuvo a cargo del poeta Hilario
Ascasubi y el 30 de setiembre de 1824 apareció el periódico La revista mensual, cuyo
redactor era el actual gobernador de Salta, José Álvarez de Arenales. Durante ese
gobierno también comienza a circular un segundo periódico, llamado El Pregón de
Salta y durante la administración del General Alvarado se publica el tercero: La Diana
de Salta. En el período rosista la actividad periodística queda prácticamente
interrumpida, pues entre 1834 y 1854 se registra la circulación de un solo periódico: El
desengaño de los salteños, que apareció y desapareció en el año 1845. Luego de la
caída de Rosas surgen numerosos diarios que reflejan las reacciones políticas,
económicas y sociales de la provincia, pero recién en 1885 se establece un periódico de
aparición cotidiana en Salta: El diario popular, fundado por Ramón Cañaveras (Cfr.
Solá, 1924).

97
En Tucumán, la presencia de Paul Groussac 56 imprime al ámbito cultural un sello
especial, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La
Razón. En 1882 nace la Sociedad Sarmiento, una institución clave en la cultura de
Tucumán, con un accionar múltiple en el campo cultural (Cfr. Lizondo Borda, 1932,
Leoni Pinto, 1995) y que canalizó gran parte de su labor en la publicación del periódico
El Porvenir (1882-83). Más tarde apareció El Tucumán Literario (1888-1896), una de
las revistas más importantes editadas en el siglo XIX, fundada y dirigida por otro grupo
de jóvenes vinculado a la Sociedad Sarmiento. En sus páginas publicó el escritor Adán
Quiroga57, quien formó parte de dicha Sociedad desde 1894 y vivió temporariamente en
Tucumán (Cfr. García Soriano, 1972: 60-66). Éste vehiculiza la proyección de la
cultura de Catamarca y el NOA en el país, a través de un grupo literario definitorio,
integrado también por los catamarqueños Ezequiel Soria y Julio Sánchez Gardel. En
este sentido, el aporte de Adán Quiroga a la literatura nacional fue de fundamental
importancia, en tanto desafió los cánones de la estética neoclásica, consolidando una
línea de expresión argentina y americana, cuyo principal objetivo es la valoración de
las herencias culturales autóctonas en el espacio andino (Cfr. Calas de Clark, 1991:
170).

El ímpetu editorial demostrado hacia fines de ese siglo se transporta a las primeras
décadas del siguiente, con la concreción de otras publicaciones periodístico-literarias,
56 Paul Groussac (1849-1929), un intelectual de origen francés, fue contratado como técnico en
materia de educación pública por la provincia, fue profesor del Colegio Nacional hasta 1874, luego
inspector y más tarde director de la Escuela Normal, creada en 1875 por iniciativa de Sarmiento. Se
dedicó al periodismo, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La
Razón. Paralelamente, desarrolla una intensa actividad como historiador, colaborando con Juan B.
Terán en la escritura de la Memoria Histórica y descriptiva de la provincia del Tucumán (1882).
Posteriormente se aleja de esta provincia, pero en su producción posterior, como la novela Fruto
vedado recupera el ámbito de Tucumán (Cfr. Billone y Marrochi, 1985).

57 Adán Quiroga nació en San Juan, el 6 de marzo de 1863. Vivió en Catamarca desde los tres años de
edad, donde cursó sus estudios iniciales y el bachillerato. En Córdoba, donde realizó su carrera
universitaria, conoció a Joaquín V. González y a José Figueroa Alcorta. Fundó, junto con el escritor
riojano, el periódico literario La Propaganda. También redactó la hoja política El Interior. En
1884 recibe el título de Doctor en Leyes y al año siguiente en Derecho Canónico. En el desarrollo
de su actividad en las facetas de poeta y arqueólogo, en 1889 fundó el periódico Los Andes, en el
que escribía sobre folklore, historia, lingüística y arqueología de Catamarca. Colaboró con los
diarios locales La Provincia, La Actualidad, Fra Diavolo y, en 1890, publicó el álbum literario 9
de Julio que significará un momento relevante en el quehacer cultural de Catamarca. En 1894 se
trasladó a Tucumán, donde prosiguió desarrollando una intensa actividad cultural. Allí fundó el
periódico El Nacional. Al poco tiempo regresó a Catamarca desde donde colaboró en la Revista de
Derecho, Historia y Letras, en Estudios, en Anales del Museo de La Plata.

Uno de los textos de corte narrativo fundamental para la historia y la literatura del NOA es
Calchaquí (Historia de la Conquista) publicado en 1897. Entre su producción se destacan
estudios que exploran la arqueología y la cultura americanas, como Antigüedades Calchaquíes
(1896), Folklore Calchaquí (1897), El Diablo en el Norte. Supay y Mikilo (1898), La Cruz y el
falo en Calchaquí (1898), El Tincanacu (1900), entre otros. También publicó libros sobre temas
de Derecho, como La Horca en la República Argentina (1889), Sentencias y autos(1897) y
Proyecto de Código de Procedimientos de la Justicia de Paz (1897).
En el orden nacional se desempeñó como Miembro de la Junta de Historia y Numismática
Americana, de la Sociedad Científica Argentina y del Instituto Geográfico Argentino. En 1903
recibió el Premio de la Academia Literaria del Plata por su poema narrativo El Ejército de los
Andes. Un año más tarde es invitado por el presidente Quintana a establecerse en la capital del país
para ocupar el cargo de Subsecretario del Ministerio del Interior, pero la muerte lo sorprende el 10
de noviembre, en Buenos Aires (Calas de Clark, 1991: 53-55).

98
como la Revista del Tucumán, dirigida por Manuel Pérez, que apareció en julio de
1900. En esta revista, que llegó hasta el número sesenta en diciembre de 1902, se
observa un notable predominio del tema histórico, cultivado especialmente por Julio P.
Avila y José Fierro. Las revistas La Evolución, Iris y Tucumán Ilustrado, todas
publicaciones quincenales, también recogen los relatos de la actualidad y la actividad
desarrollada en los campos literario, artístico, científico (Cfr. Billone y Marrochi, 1985,
García Soriano, 1972). En ese momento, llega a Tucumán un hombre que representará
un papel central en la cultura del noroeste: el boliviano Ricardo Jaimes Freyre, quien
había editado junto a Rubén Darío la Revista de América, en 1894. Además de su labor
historiográfica, en 1904 fundó, junto a Juan B. Terán y Julio López Mañán, la Revista
de Letras y Ciencias Sociales, que desempeñó un lugar central en la gestión del
modernimo (Cfr. capítulo IV).

III.7. FISONOMÍAS

"Habían logrado poner el pie en uno de los


últimos barcos todavía inocentes que atravesaron
el mar hacia el sur, hacia unas tierras que
sospechaban calientes y cruzadas por los vientos
(...) Y ya aquí las distancias del país
tenebrosamente provisorio les ganaron los ojos
en una apuesta insensata y sin remedio. El
desierto, la distancia vacía, las noches y los días
entre polvorosos y tórridos"...
HÉCTOR TIZÓN, La Mujer de Strasser.

Hacia fines del siglo XIX, dos fenómenos se integran a la fisonomía socio-cultural del
NOA y del país para constituirse en nexo con el siglo siguiente. La conquista de
grandes espacios fronterizos -que movilizó fuerzas militares y civiles en contra del
poblador indígena- y la oleada inmigratoria -con la consecuente mirada de
extrañamiento sobre el otro-, constituyen dos síntomas del fracaso del ideario
programático sarmientino y alberdiano. La significación histórico-cultural de estos
hechos se enhebra, en los textos literarios, como "registros del odio y del crimen
emergentes del cuerpo del indio y del gaucho", en los trayectos de la literatura
gauchesca, la conquista del desierto y el genocidio indígena (Geirola, 1995: 75).

Las construcciones -y subversiones- del imaginario del momento pueden leerse en los
textos narrativos generados en ese período histórico, como también en la producción de
las décadas posteriores. Así, la inmigración y el desierto son dos representaciones
escenográficas complementarias en el entramado de las fronteras étnicas que signan la
identidad del país. Ellas modifican su estructura cultural y adquieren características
singulares en el espacio del noroeste argentino.

99
III.7.1. Desierto

"Extinguido el indio por la guerra, la


servidumbre y la inadaptabilidad a la vida
civilizada, desaparece para la república el
peligro regresivo de la mezcla de sangre inferior
con la sangre seleccionada y pura de la raza
europea"

JOAQUÍN V. GONZÁLEZ

"Hasta la hora presente se llama 'el desierto del


Chaco', como se llamaba el desierto también a
aquella otra llanura pelada y de horizontes
infinitos que llamaban la pampa, hoy
transformada, casi casi, en nueva provincia. ¿A
quién es debido este milagro? A aquellos que,
como los bravos conquistadores castellanos,
sometieron o ahuyentaron al salvaje y llevaron la
civilización al desierto."
BERNARDO FRÍAS

En el siglo XVIII, el inhóspito Chaco Gualamba se presentaba como una


sobrecogedora zona vacía que se extendía desde Bolivia hasta Santa Fe y el Salado, y
desde una parte de Jujuy y Salta hasta el Paraná (Assadourián, et. al., 1992). Durante la
colonia, la Gobernación del Tucumán basaba su vida económica en las riquezas
agropecuarias y en su posición de tránsito entre el Atlántico y el Altiplano. La frontera
oriental era una línea discontinua que iba desde Tarija hasta Córdoba, itinerario
frecuentemente expuesto a las hostilidades de los indígenas chaqueños. Para salvaguar-
dar este camino surcado de haciendas, surgió la necesidad de lograr una mejor y más
segura comunicación entre el Tucumán y Potosí. A la llegada de los primeros
expedicionarios, la vasta región del Chaco estaba habitada por numerosas naciones
indígenas nómades, cuyas principales fuentes de subsistencia eran la caza, la pesca y la
recolección de frutos. Las lluvias estivales los llevaban hacia el interior del territorio,
donde establecían sus tolderías, construidas con troncos y paja. Estos grupos
aborígenes fueron absorbidos por el tronco étnico de la nación Tupí-guaraní que
puebla, hasta la actualidad, la región tropical y subtropical del centro del continente
americano58.

58 Las etnias más representativas del Chaco centro occidental salteño pueden clasificarse en dos
grandes complejos: el Mataco-Mataguayo y el Chiriguano-Chané (Cfr. Pereyra y Visentini, 1984),
cada uno con sus respectivas parcialidades. En tiempos de la dominación española, estos indígenas
del Chaco eran clasificados por los españoles en dos grupos:
a) los guaycurúes, "indios" indómitos de tierra adentro, protagonistas de malones que
perseguían el objetivo de apoderarse de cabalgaduras y ganado. El padre Morillo, en su diario de
viaje de 1780, explica el significado del término: "que a todos los de estas naciones llamamos los
españoles Guaycurús, no porque haya nación de Guaycurús, sino porque esta voz Guaicurú signi -

100
El siglo XVIII marcó el cambio en la política española con respecto al Chaco: de una
táctica de guerra defensiva se pasó a una ofensiva, con el propósito de asegurar una vía
fronteriza que frenara las movilizaciones chaqueñas hasta los centros poblados del
Tucumán. Las grandes "entradas" al Chaco tuvieron como objetivo primordial la
ocupación de los límites tucumano-chaqueños para asegurar la explotación agropecua-
ria y el abastecimiento del mercado potosino (Cfr. Conti, 1989). Estas entradas masivas
desplegaron la común estrategia de amedrentar y desarticular las conformaciones
tribales. El desplazamiento de los pueblos y los choques entre parcialidades en el
interior del Chaco resultaban favorables a la política del grupo dominante. Así, la
enemistad creciente entre las diferentes naciones indígenas era fomentada por la
composición de ejércitos multiétnicos, constituidos por indígenas de las reducciones,
negros y mulatos.

En el siglo XIX, las campañas para controlar ese enorme predio habitado por el
indígena en Argentina, se inician con la salida de Martín Rodríguez en 1823, continúan
con la expedición de Juan Manuel de Rosas en 1833 y, hacia 1879, se vuelven
contundentes con la participación de Julio Argentino Roca -"el nuevo héroe del
desierto". La decisión política de la Campaña del Desierto había sido instrumentada por
el presidente Avellaneda, mediante la Ley ne 947 del 5 de octubre de 1878, que se
sustentaba en el pensamiento del General Roca acerca de la conveniencia de trazar una
estrategia ofensiva global para desplazar las líneas fronterizas más allá de los márgenes
actuales. Sin embargo, la conquista del Chaco se realizó más adelante, mientras Roca
era Presidente de la Nación. Durante varios años el Teniente Coronel Napoleón Uriburu
desempeñó la jefatura de la guarnición de la frontera norte contra los indios chaqueños.

El 7 de febrero 1880, una expedición al mando del mayor Jorge Luis Fontana, logró
abrir una picada de 520 km. entre Resistencia y Colonia Rivadavia, sobre el Bermejo
Medio. En 1884 el general Benjamín Victorica -Ministro de Guerra y Marina de Roca-,
organizó una campaña al Chaco austral para adelantar la frontera interior hasta el río
Bermejo, estableciendo una línea de fortines hasta Salta y realizando estudios
científicos que permitieran el incremento de actividades agrícolas y comerciales. Esta
campaña, que se definió en términos exitosos, permitió la comunicación entre
Corrientes, Salta y Jujuy y la navegabilidad de importantes trechos del río Bermejo. Sin
embargo, el problema del indio seguía latente y la región del Gran Chaco era un
extenso territorio surcado por indígenas que ofrecían la resistencia de los tiempos de la
Colonia.

La narrativa de Federico Gauffín59 se centra particularmente en esta región cuya


fica inhumanidad o fiereza."
b) los fronterizos, "indios de a pie", que realizaban algunas transacciones comerciales con los
españoles de la frontera Cfr. De Angelis, 1910, IV: 215).

59 Nació en Salta, en 1885. Era hijo de Emilio Gauffín, inmigrante sueco cuya familia paterna era de
origen francés, y de la salteña Hermenegilda Heredia Tamayo. Pasó sus primeros años en la región
del oriente salteño, en plena zona del Chaco, experiencia que se integró a su novela En tierras de
Magú Pelá (Buenos Aires, 1932). Vinculado a los círculos literarios de Salta, se dedicó al
periodismo y exploró la poesía y la prosa. Su segunda novela, titulada Alma Perdida fue
publicada en 1936. Su novela Los dos nidos fue publicada por entregas en la revista El

101
naturaleza agresiva remite a un espacio geocultural en estado de virginidad 60. En este
sentido, Gauffín se propone rescatar la presencia y la dimensión histórica del Chaco en
la literatura nacional, tal como declara en su novela Los dos nidos:

...y ya que en la Literatura Argentina permanece en blanco la página que


corresponde a aquel rincón olvidado y desconocido, es por lo que me atreví a
emprender la tarea de describirlo, a mi modo, sencillamente, creyendo que a
falta de otros méritos cuento con el de conocer el asunto que me ocupa (1975:
8).

Federico Gauffín integró ocasionalmente la expedición de Jesús Lugones, primera


entrada de la "civilización" en las comarcas indígenas del Chaco. Su novela En tierras
de Magú Pelá es el relato de esa incursión, estructurada como una serie de episodios
perfectamente ensamblados en los que retrata a los distintos personajes de la selva
chaqueña, en tierras situadas entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. Los inmigrantes y los
gauchos son caracterizados en su actuación en las milicias de la campaña del desierto.
En la novela de Gauffín se destaca la pintura de los indígenas chiriguanos, matacos,
tobas y chorotes, habitantes de un mundo marginado que defienden bravamente sus
predios ancestrales de la invasión del hombre blanco.

Las estampas de los indios tobas del Chaco también se integran a las narraciones de
Fausto Burgos61, como Naatuchic, el médico (1932), en la que se develan los secretos
milenarios del shamanismo. La bravura doblegada de los indios chaqueños ya había
sido tema de El país de la selva (1907), de Ricardo Rojas, relato en el que se
denuncian los males que la civilización dejó entre los grupos autóctonos:

...Dispersa ya la raza, continúan siendo nómades. Los más hábiles o mansos,


van de estación en campamento y de campamento en estancia, no en son de
guerra o jira de pecoreo como en pasados días, sino tristes, misérrimos,
pedigüeños, errantes... Bajo su murrio aspecto, ese grupo de bohemios de la
selva, no encuadra bien, por cierto, en el preconcepto de grandiosos contornos
Suplemento de Buenos Aires, en 1933 y luego íntegramente en 1975. Antes de su muerte dio a
conocer una edición de versos inspirados en el anecdotario político de entonces, titulado Al que le
caiga el sayo. Falleció en Salta, el 5 de marzo de 1937, víctima de una larga enfermedad (Cfr.
Adet, 1981, 106; Figueroa, 1980: 136-137).

60 En 1961, Néstor Saavedra -narrador salteño nacido en 1915- publicó su novela El general del
Chaco. Esta novela se integra a los textos de otros autores que, como veremos en el resto del
capítulo, han enfocado este espacio ocupado por tribus indómitas y reticentes al influjo civilizatorio
impuesto desde los centros de poder. Sobre esta zona fronteriza que se conecta con el litoral del
país también han escrito Horacio Quiroga, Alfredo Varela (El río oscuro) y Raúl Larra (El Gran
Chaco) (Cfr. Garasa, 1993: 165-66).

61 Nació en Tucumán, en 1888. Se graduó de maestro en Catamarca y luego realizó estudios en la


Facultad de Humanidades de La Plata. Viajó por Jujuy, el antiguo territorio de Los Andes y Salta,
donde observó y anotó las tradiciones y costumbres del noroeste argentino. Hombre de extensa
cultura, también recorrió Europa, Asia, África y prácticamente toda América. Publicó gran cantidad
de artículos y notas peridísticas y más de treinta libros (cuentos, poemas y novelas), entre los que
se destacan textos en los que el ámbito geográfico y humano de la zona andina es presencia central:
La sonrisa de Puca-Puca (1926), Cuentos de la Puna (1927), El Surumpio (1944, Premio
Regional Zona Norte y Andina), El salar (1935), entre otros. Murió en Mendoza, en 1953 (Cfr.
Fidalgo, 1975: 83-86).

102
con que el hombre de las ciudades lo concibiera. Eran la transición equívoca
del indígena hacia un tipo de civilización tan menguado como su antigua
salvajez. Reconcentrados ahora en el corazón del Chaco, las tribus nómades o
simples grupos de ellas, volvían a pisar, en la margen occidental del Salado, la
vieja tierra de sus depredaciones. Pero (cuanto habían cambiado las épocas!
Éstos se acercaron sumisos, tímidos, callados. Y hace dos o tres décadas
apenas, pasaban por allí mismo lanzados al viento de la noche sus alaridos de
combate, incendiando los pastizales con las hogueras épicas que resplandecían
en las chuzas, coceando fragorosamente la tierra con el casco de sus yeguas
desenfrenadas...

El gesto dominador de la barbarie, el ademán gallardo de los botines,


habíanlos trocado por la voz débil del siervo; y por un semivestir de harapos,
la desnudez plena y robusta de las edades primitivas62.

Esa imagen de indios mendicantes, borrachos y tísicos, producto del impacto producido
por la presencia del blanco, se transporta en el tiempo y alimenta la producción de
Manuel J. Castilla, en la que la voz del poeta-narrador habla de una raza vencida y
denuncia las raíces de la injusticia étnica:

El Chaco de sus antiguas correrías era algo de lo que nunca se acordaba. Sólo
cuando le daban vino y coca lo recordaba. La media lengua se le había alisado
de asperezas y casi ni se notaba que era indio. Una vez contó algo triste, sin
inmutarse. Los ojos parecían dolerle cuando pensaba. La historia era sencilla.
habían ido hasta la toldería de la costa del Pilcomayo a buscar al indio Juan,
el comisario y dos agentes. Lo sacaron a empujones y lo arriaron a pie rumbo
a Tonono, lejos, por el camino arenoso. Ellos, los policías, iban a caballo. La
gente de la toldería se quedó quieta, pues ya conocía su mano fuerte.
Inocencio, en cambio, se puso a seguirlos de lejos, sin que lo vieran. Llevarían
andado una legua. El indio Juan, las manos atadas a la espalda y a pie delante
de los caballos, mudo. De golpe, desde el monte, vio que el comisario sujetaba
el caballo, alzaba el winchester y apuntaba. Los ojos le dolían cuando
recordaba eso. Se metió callado en el monte. El indio Juan era arena y bulto y
sangre en el camino (Castilla, 1957).

También Quipildor, el personaje de La raza sufrida de Carlos B. Quiroga63, habría

62 La cita textual corresponde a la re-edición de 1946, página 52.

63 Carlos Buenaventura Quiroga, nació en Catamarca el 14 de junio de 1887. En su ciudad natal cursó
estudios primarios y secundarios y luego se trasladó a La Plata para estudiar abogacía. Una vez
graduado, regresó a su provincia para actuar en la magistratura local, en la que llegó a ocupar la
Presidencia de la Corte de Justicia de Catamarca. Además fue profesor en la Escuela Normal de
Maestros y el Colegio Nacional de Catamarca hasta que decidió radicarse en Buenos Aires. Allí
publicó en la revista Nosotros y en el diario La prensa. Su ingreso al mundo de la literatura se
registra en 1921, con la publicación de Cerro nativo, ciclo prolífico que se clausura en 1967, con
la aparición de América Tierra Prometida. Centrada especialmente en la narrativa novelística, la
producción de Quiroga también se extendió hacia la poesía, la biografía, el ensayo y el periodismo.
Obtuvo, en 1929, el Premio Municipal de Buenos Aires por Imagen Noroéstica y en 1930 fue

103
muerto "en la Cordillera de los Andes, en el Paso de Socompa, a traición, según
algunos, de un tiro de winchester en el oído" (1952: 366). El plano dramático en el que
se instala la historia del despojo y el sometimiento de la raza vencida y la "raza sufrida"
, se traduce en el enfrentamiento de dos vertientes culturales antinómicas. Uno de los
polos de esa oposición se personifica en los indios calchaquíes del valle de Tinogasta,
en la narrativa de Quiroga, y en los aborígenes quebradeños de "La muerte de
Sarapura", de Juan Carlos Dávalos:

Ellos moran a un paso de la ciudad, a un paso del ferrocarril, del tranvía


eléctrico y de la civilización, pero están en realidad a varios siglos de distancia
de ese invasor intruso que diezmó su raza y se posesionó de ese valle de Salta,
sembrado ahora de inmensos alfalfares (Dávalos, 1987: 70).

III.7.2. Inmigración

"-¿Los extranjeros son los turcos, los gallegos o


esos gringos coloraos y bigotudos que venden
salchichas en los pueblos?
-Todos ésos lo son, como también los de otras
naciones que vienen a la Argentina."
FEDERICO GAUFFÍN, En tierras de Magú
Pelá.

El Acuerdo de San Nicolás de los Arroyos, el 31 de mayo de 1851, resolvió convocar a


un congreso en Santa Fe y encomendó a Urquiza el ejercicio provisorio del poder
ejecutivo. En esta etapa de construcción nacional comienza a alentarse el proyecto de la
inmigración europea como factor de progreso económico y de crecimiento
demográfico. Esas ideas fueron centrales en las Bases y puntos de partida para la
organización política de la República Argentina de Juan Bautista Alberdi,
publicadas en 1852. Alentaba esta empresa poblacional y progresista el argumento de
que la inmigración era imprescindible para modificar los hábitos del pueblo argentino,
estrategia que era planteada, en las Bases de Alberdi, en estos términos: ..."la Europa
nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en
las inmigraciones que nos envíe". Ese orden de cambios apuntaba a modificar la
idiosincracia global del país, definida por Alberdi como irremediablemente sometida
por una instancia de degradación, propia del pueblo americano. Esta conclusión,
galardonado con el Premio Nacional de Literatura por Animalitos de Dios (Cfr Bibliografía). La
crítica ha consagrado a La raza sufrida, como texto inaugural del género novelesco en la literatura
de Catamarca. La novela que aparece en 1929, dentro del decenio más fecundo de la narrativa
hispanoamericana, en período de desarrollo de la llamada novela de la tierra, "diseña, dentro del
modelo del costumbrismo narrativo, una realidad diferente, en la que confluyen la manifestación
de la subjetividad del narrador-protagonista y el evidente simbolismo del mito literario que crea"
(Calas de Clark; 1993: 103).

Carlos B. Quiroga falleció en marzo de 1971, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, donde residía.

104
proveniente de las concepciones sobre la historia dentro del positivismo científico-
académico de la escuela spenceriana, se enunciaba drásticamente: "Haced pasar el
roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las
transformaciones del sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un obrero
inglés". Esta premisa filosófico-sociológica alentó, en las décadas siguientes, la
invitación a los hombres de buena voluntad de todo el mundo que deseaban trabajar en
suelo argentino. En la gesta del '80, el plan político diseñado por el roquismo, fue la
fase decisiva en el programa de poblar el gran desierto que parecía dormir -y hervir- no
tan lejos de "la gran aldea".

Pero la llegada de los contingentes inmigratorios se tradujo en una transformación en


la que los modelos socio-culturales del inmigrante se enfrentan a los del nativo (indio,
gaucho). Así, la versión de Europa que había construido la clase dominante dentro del
imaginario ochentista, se fragmenta y, a la vez, autoelabora un cuestionamiento sobre
el poder y sus discursos:

¿Qué es Europa? No es ni Grecia, ni la baja Italia, ni el campesinado español.


En la mentalidad de los dirigentes oligárquicos Europa es una construcción
imaginaria y consecuentemente muy latinoamericana formada por los
elementos seleccionados en la fragua de un deseo, de una falta, y (mal)
articulados en un discurso tachonado de citas arbitrarias que no se dejan leer
como un todo sistemático y coherente. Desde el apasionado Facundo, pasando
por la aparente frialdad de las Bases de Alberdi hasta el clasicismo rodoniano,
se puede leer un proceso de construcciones discursivas que tienden a sostener
la idealidad del modelo a costa de traicionar la "verdad" de las procedencias y
conexiones textuales (Geirola, 1995: 75).

En esa encrucijada de discursos, el papel demandado al inmigrante es el que juega en


las representaciones patrióticas, políticas y programáticas de la clase gobernante. Así,
los rostros del desierto y la inmigración se conjugan en las campañas de poblamiento
de estas extensas regiones. En la novela En tierras de Magú Pelá de Federico Gauffín
se describe esta etapa de la conquista del Chaco salteño, en la que muchos
comerciantes árabes, junto a los ganaderos, avanzan con las tropas e intentan adaptarse
a la vida en estas tierras:

Estos gauchos, en su mayoría santiagueños, recuerdan con sus canciones los


aires melancólicos de los árabes. Usted sabrá que los primitivos pobladores de
la selva chaqueña fueron los soldados de la conquista, que se cruzaron con
mujeres aborígenes. Quizá de ahí les venga, como reminiscencia ancestral, el
instinto del canto y el amor a la vida nómade (Gauffín, 1994: 77).

La zona del noroeste argentino tuvo características peculiares en cuanto al


asentamiento de los no-nativos y en especial de los españoles, italianos y sirio-
libaneses. Hacia 1853, una vez finalizadas las guerras civiles y en la fase culminatoria
del período de organización nacional, esta región continuó conservando sus tradiciones
hispánicas, a pesar del impacto provocado por las corrientes inmigratorias. Entre 1868
y 1929 se produjo el período de inmigración más intenso, con el establecimiento de
grupos sirios, libaneses, rusos, italianos, bolivianos, chilenos, paraguayos, españoles,

105
franceses, ingleses, otomanos, griegos, marroquíes y austro-húngaros (Cfr. Solá: 1889:
107-108). Muchos de ellos eran agricultores, artesanos, comerciantes y esperaban
poder afincarse y prosperar, al tiempo que escapaban de las coyunturas históricas del
viejo continente: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, posteriormente, la guerra
civil española (1936-1939). Para españoles e italianos, llegar a Argentina significó
encontrar un ámbito en el que su futuro se perfilaba promisorio y muy diferente del que
podían tener en sus propias tierras. Para los sirio-libaneses, la opresión, la guerra y los
niveles de esclavitud establecidos durante el dominio turco determinaron la huida hacia
una tierra que les ofreciera una posibilidad de recuperar su identidad perdida.
Recordemos que durante el período de dominación turca, Siria pierde su esplendor
religioso, cultural y económico; entonces los agricultores, comerciantes y productores
son obligados a pagar elevados tributos y viven esta situación como un desarraigo
identitario que encuentra como único horizonte de esperanza la posibilidad de emigrar
y buscar un nuevo lugar de pertenencia. Los primeros inmigrantes árabes llegan a
Argentina en 1868, producto de este éxodo forzoso ante la violencia desencadenada en
el Líbano64.

Algunos de estos procesos inmigratorios son tematizados en la narrativa


contemporánea. Augustus de Liliana Bellone, es una novela que construye su
argumento en torno al fenómeno de la inmigración producida a principios del siglo XX.
En el relato de Bellone65 la familia Campassi abandona su italia natal y en 1907 llega a
Argentina en busca de una nueva patria americana, "...misteriosa tierra que surgía ante
los ojos asombrados que miraban Buenos Aires, bendita tierra de la esperanza que
aguardaba a los barcos que zarpaban con los campesinos que no habían caminado
más allá de las fronteras de sus aldeas... (1994: 47). El noroeste del país adquiere
contornos precisos en esa proyección de ideales de libertad y felicidad que tejen los
Campassi. Instalados en la zona rural de Campo Santo, construyen una identidad
social ambientada en la casona señorial, con peones lujuriosos y un universo refinado:

Alguien nos dijo que en el norte había grandes posibilidades. Entonces fue
cuando nos dimos cuenta de que venirnos a Salta era nuestro destino, el
destino que habían comenzado a soñar y que papá conquistó cuando triunfó en
política, cuando se convirtió en un hombre importante de la provincia, cuando
todos lo conocían y pudo presentarnos en sociedad, ataviadas como reinas y
cuando mandó construir la casa con escalinatas de mármol escondida detrás
64 Para ampliar estos aspectos puede consultarse Las corrientes inmigratorias en el Noroeste
Argentino, de varios autores, editado por CeSICA (Salta, 1996).
65 Liliana Bellone nació en Salta capital en 1954. Se graduó como profesora de Letras en la
Universidad Nacional de Salta en 1977. Publicó los siguientes poemarios: Retorno (1979),
Convergencia (1986), Elegía en Primavera (1988), El Cazador (1991) y La travesía del cuerpo
(1992), Voluntad y otros poemas (1993). Su producción narrativa está contenida en revistas y
periódicos del país y en los libros: El Rey de los Pájaros (1992) y Augustus (edición cubana,
1993; edición argentina, 1994). Fue merecedora de diversas distinciones, entre ellas, el Primer
Premio de la Dirección de Cultura de Salta, de Poesía en 1977, el Primer Premio de Poesía y
Cuento de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta en 1975 y el Premio
Homenaje a Jorge Luis Borges de la Fundación Givré, ALA y Fondo Nacional de las Artes para
escritores latinoamericanos en Buenos Aires, en 1978. Su novela Augustus ha obtenido el PRIMER
PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS, La Habana, Cuba, en 1993. Actualmente colabora con
trabajos de crítica literaria en diarios y revistas argentinos y extranjeros, ejerce la docencia desde
1977, es tutora de los Cursos de la Red Federal del Ministerio de Educación de la Nación y
coordina talleres y cursos organizados por entidades oficiales y privadas.

106
de los rosales de la finca (1994: 47-48).

Pero veintitrés años más tarde de su llegada, Giovanni Campassi ofrecerá su nueva
percepción de la historia de un país, en el que conservadores y radicales pelean el
poder: "Los tiempos felices están terminando en la Argentina que nos abrió los
brazos, en sueños he visto falanges que avanzan taciturnas, avanzan sobre Italia, sobre
España, sobre Europa"...

La confrontación social que constituye el núcleo argumental de la novela Augustus,


testimonia los complejos procesos de transculturación operados en Latinoamérica y
específicamente en el NOA:

Dos mujeres, las hermanas Campassi, como dos fantasmas confundidos en una
sola voz, un sólo destino, son predestinadas, presignadas, para llevar a cabo el
sincretismo, como otrora lo fuera el piadoso Eneas virginiano. Designio, al fin
que se verá trágicamente obstaculizado y retorcido por esta América
voluptuosa e intuitiva, simbolizada en la arrogante y lujuriosa figura de los
hermanos Iriarte (Carante de Ragone, 1995: 23).

El grupo sirio-libanés es representado en la novela de Bellone por las hermanas Jarma


y Allía Jorge, "cálidas y amables como casi todas las mujeres árabes" (1994: 113).
Ellas representan otra parte de la geografía social de Campo Santo, mientras tejen la
contracara cultural de las hermanas Campassi:

Seguramente los maridos de Jarma y Allía traerían entre sus pertenencias


alhajas para las novias, rubíes, perlas, diamantes para sus brazos y cuellos.
Jarma y Allía habían celebrado su doble casamiento, con dobles esposos sirios
y a lo largo de la vida caminaron junto a ellos porque desde la cuna estaba
establecido el encuentro con aquellos hombres que habían viajado a través del
océano para sellar una unión asegurada por el lenguaje de la raza (1994:
135).

Aquellos inmigrantes de rostro ajeno que pueblan las fotografías de la época (Cfr.
Anexos), llegaron de todos los puntos cardinales, alentados principalmente por un
deseo económico, pero también "buscando una luz más clara"66. De esa amalgama de
sueños y razas emergen los personajes prototípicos que la literatura habrá de explorar
incansablemente: gringos, turcos, tanos, gallegos, judíos, "quijotes de las pampas",
hijos de los barcos... Seres que modelarán en el teatro, la poesía y la narración sus
caracteres más originales. Personajes que hundieron sus raíces en un medio que los
llevó -la mayoría de las veces- hacia la frustración y el fracaso del no regreso.

Aquellos inmigrantes inauguraron, en los espacios desérticos y en las ciudades


modernas, una identidad diversificada y cuestionada desde el presente:

Hay en estas remotas provincias quienes tienen una ascendencia simple y clara
66 Héctor Tizón, La mujer de Strasser (1997: 138).

107
y otros que no. La mía es confusa, contradictoria, conjetural y arbitraria
(Tizón, 1997: 137).

IV. REGIÓN, GLOBALIZACIÓN

"Incorporemos a la memoria del aire el alma


vegetal del paisaje nativo, la captura del pensar
del musgo y el laurel."
PABLO ROJAS PAZ

..."el arte tiene una sola región y esa región es el


alma humana"
CARLOS HUGO APARICIO

..."una región es un modo de recortar el universo


entero. En cualquier fragmento de la realidad
podemos intuir la totalidad"
JUAN JOSÉ SAER

IV.1. LA ARGENTINA Y EL NOROESTE (1900-1930)


El desarrollo literario dentro de las tres primeras décadas del siglo XX, se concentra en
dos años claves para la historia de la literatura argentina: 1916, el "Centenario de la
Independencia", y 1920, en el que se inaugura lo que se ha dado en llamar la
"vanguardia literaria", una denominación que representa la reacción estética hacia una
retórica desgastada y, a la vez, la configuración de un espacio de resistencia frente a la
creciente presencia revolucionaria de esa novedad llamada "pueblo"67.

La aparición del radicalismo, operada a fines del siglo XIX, produce una serie de
cambios fundamentales que afectan la estructura social casi fosilizada que se había

67 Gustavo Geirola, en su estudio titulado "Confluencias y divergencias entre la poesía de vanguardia


en Latinoamérica y la poesía surgida de la guerra civil española", reconceptualiza el término
"vanguardias" revisando los gestos de ese "ciego y oscuro salto". En este panorama aborda los
discursos de vanguardia desde una dimensión militar, no solo como una lucha contra lo viejo, lo
esclerotizado, sino como una expresión de resistencia frente a "lo nuevo": "Las vanguardias son,
pues, una formación reactiva (no quiero decir reaccionaria) frente a lo nuevo: el pueblo
revolucionado, el mercado capitalista moderno, el industrialismo y la tecnología, y finalmente el
fascismo. No es de extrañar entonces que al repertorio de procedimientos de construcción textual
que la crítica literaria o la ciencia literaria ha aislado como dando cuenta de lo nuevo, se le pueda
oponer una visión de las vanguardias como aquello que intenta exorcizar la novedad para abrir un
espacio textual capaz de dar cuenta del horror y permitir, mediante este dispositivo de poder, la
emergencia de un ámbito alternativo para dar continuidad al pasado" (Geirola, 1995: 36-37).

108
gestado en los siglos anteriores. Surge "una vigorosa corriente de opinión policlasista
con un programa de regeneración cívica, honradez administrativa, libertad de
sufragio y respeto a las autonomías provinciales" (Bazán, 1992: 292). Sin embargo, los
gobiernos y la clase dirigente mantienen a la opinión pública dividida. En 1916 triunfa
la fórmula radical encabezada por Hipólito Yrigoyen y Pelagio B. Luna, el segundo un
riojano que había participado en la Revolución del Parque, en 1890. Durante este
gobierno se efectuaron veinte intervenciones provinciales, resolviéndose la presencia
de veedores en La Rioja, Catamarca, San Juan, Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago del
Estero (Cfr. Bazán, 1992: 320-331).

Cabe recordar que en Salta fue un escritor el que colaboró con el establecimiento de la
Unión Cívica Radical. Joaquín Castellanos68, revolucionario del '90 y firmante del
documento fundacional de la UCR, era uno de los hombres que más se destacaron en
ese período de construcción nacional. Castellanos, representante de ese grupo de
escritores que simultáneamente se desempeñaron en la escena política del país y del
NOA, publica en 1887 una confesión lírica que titula El Borracho. El texto, impreso
por primera vez en Salta recién en 1951, está diseñado en base a los clásicos
postulados realistas-naturalistas, hasta entonces patrimonio exclusivo de la novela (Cfr.
Arias Saravia, 1984: 283).

En 1916 el diario La Tribuna publica el folletín Boinas Blancas, primera novela de


tono político de González Arrili69, escritor amigo de Castellanos. En ese momento ya
habían comenzado a gestarse las enormes diferencias entre Castellanos e Yrigoyen,
pues la reivindicación que el primero hiciera, en su momento, de Leandro N. Alem no
le fue perdonada por Yrigoyen. A mediados de 1918, una vez intervenida la provincia
de Salta, éste intenta convencer a Castellanos de que desista de su candidatura a

68 Joaquín Castellanos nació en Salta el 21 de abril de 1861. En su adolescencia obtuvo premios


literarios y a los diecisiete años publicó La Leyenda Argentina, cuyo éxito literario lo incorporó al
campo de las letras. En 1880 se estableció en Buenos Aires para comenzar su carrera en la política.
Actuó en el movimiento de 1893, formando parte de la Convención que diera vida institucional a la
Unión Cívica Radical. Fue Diputado en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires durante tres
períodos consecutivos. En 1896 se doctoró en Derecho. A pedido del Gobernador de Buenos Aires,
Dr. Bernardo de Irigoyen, ocupó, en 1898, la cartera de Gobierno. En 1900 fue designado
catedrático de la Universidad Nacional de La Plata. En 1908 regresó a Salta para reorganizar el
Partido Radical. Fue Gobernador de esa provincia entre 1919 y 1921. Fundó la Biblioteca
"Victorino de la Plaza" y creó la Escuela de Manualidades que hoy lleva su nombre. Fue
distinguido e incorporado como Miembro de la Academia Argentina de Letras. Falleció en 1932.

Su vasta producción abarca tanto la vertiente literaria como los escritos relacionados con su
accionar político: Acción y pensamiento al margen de la Historia, Labor parlamentaria, Más
allá de la literatura, Labor dispersa, entre otros (Figueroa, 1980: 63-64). En 1914 aparece el
poema dramático en prosa y verso titulado El Limbo, que Castellanos firma con el seudónimo de
"Dharma". Otros libros en prosa se publican a partir de 1888, como Ojeadas literarias, Güemes
ante la Historia, Marcas a Fuego.

69 Bernardo González Arrili, nació en Buenos Aires en 1892. Fundó y dirigió en Salta el diario Norte.
Fue Miembro de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes y publicó numerosos libros
que exploran los géneros del cuento, novela, teatro, cine, historia y biografías, como Roosevelt,
América para los yanquis (1913), El pobre afán de vivir (1918), Tierra mojada (1923) La
Venus calchaquí, Protasio Lucero (1924), La invasión de los herejes (1926), El futuro de
América (1928), y Deliciosa Jujuy (1926), entre otros. En 1940 obtuvo el Premio de la Comisión
Nacional de Cultura (Cfr. Fidalgo, 1975: 88-89).

109
gobernador. Pero él triunfa en las elecciones en enero de 1919 y debe sortear todos los
obstáculos impuestos por el gobierno nacional hasta que Salta es nuevamente
intervenida a fines de setiembre de 1921 (Cfr. Caro Figueroa, 1995: 12).

En esta etapa, el desarrollo literario del noroeste argentino adhiere, por un lado al
modelo romántico, vehiculizado por la "generación del Centenario", que representó una
verdadera apertura del medio cultural provinciano hacia el mundo, y, por otro, al
ideario estético del modernismo, como reacción contra la persistencia de ciertas formas
de poesía inspiradas en el romanticismo finisecular español (Cfr. Lagmanovich, 1974).
En el noroeste argentino, el fenómeno de la llamada "generación del Centenario" es
decisivo en la vida intelectual desde principios de siglo y hasta poco después de 1920.
En este segmento de las letras norteñas, Carilla y Lagmanovich coinciden en señalar la
importante influencia del boliviano Ricardo Jaimes Freyre, figura central del
modernismo y amigo personal de Rubén Darío (Carilla, 1962: 167, Lagmanovich,
1974: 19).

En lo que respecta al advenimiento de las rupturas estéticas y su desarrollo en


Argentina, en Buenos Aires, la vanguardia se describe a través de la legendaria
competencia entre Boedo y Florida. La mayoría de los críticos e historiadores
coinciden en señalar a estas posiciones opuestas como el gesto inaugural que dio la
bienvenida a la nueva estética en la región del Río de la Plata. Puede afirmarse que
ningún movimiento literario argentino de este siglo ha suscitado tanto interés y
polémica, porque aquella confrontación de estilos no respondió solamente a una
experiencia cosmopolita vinculada con los modelos europeos sino que refleja las
presiones y demandas de la historia nacional argentina. Este problema se conecta con el
rol característico del intelectual argentino, que en el siglo XIX estaba comprometido en
el proyecto ideológico de la construcción de la "Nación".

Como veremos más adelante, la aparición de revistas y periódicos especializados en


temas literarios se incrementa en los primeros treinta años de la vida cultural del país y
del NOA. Entre los programas de acción de las vanguardias, la publicación de revistas
asume un papel central. Otro elemento que legitima la identidad de los movimientos
artísticos es el manifiesto. En este sentido, los manifiestos anteriores al período de la
vanguardia ofrecen una idea de cambio a la vez que muestran sumisión a los principios
del orden oficial. Ricardo Jaimes Freyre, co-autor junto a Rubén Darío del manifiesto
inserto en la Revista de América, muestra un fuerte deseo de poner el arte bajo la
"jerarquía de los maestros", manteniendo a las tendencias innovadoras dentro del
alcance de los textos oficiales70.

No obstante el gran movimiento editorial de la metrópoli, la escritura del noroeste


argentino reproduce la situación de las sociedades provincianas que viven
culturalmente escindidas y menospreciadas del centro bonaerense. Los terratenientes,
los intermediarios y los socios británicos dueños de ferrocarriles y puertos nucleados en
Buenos Aires, concluyen el proceso de estrangulamiento de los grupos dirigentes
provincianos. Estos últimos, desplazados de la zona donde la renta arrojaba enormes
riquezas, se transforman en socios menores del beneficio que anualmente podían

70 Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre, "Nuestros propósitos", en Revista de América, ne 1, 19 de


agosto de 1894: 1.

110
obtener de sus tierras. Los métodos obsoletos de producción y la colocación marginal
del NOA en el aparato del Estado generan una élite en decadencia, que conserva la
"finca" como símbolo de su origen (Sarlo, 1980-86, I: 34).

La decadencia del norte del país se manifiesta en la caída demográfica registrada por el
censo de 1914, en el que las provincias norteñas aparecen como expulsoras de
población. Salta y Jujuy han perdido gran parte de sus contactos comerciales con
Bolivia y tienen dificultades para colocar sus producciones en el mercado nacional. Por
otro lado, el ferrocarril no tuvo en el noroeste el mismo alcance que en la Pampa
Húmeda y Mendoza, marginando a las ciudades principales y complicando la geografía
del noroeste, dependiente de un sistema de comunicaciones basado en la tracción a
sangre, fundamentalmente a través de mulas. Sin embargo, la situación económica de
Tucumán constituía la excepción. Integrada al nuevo sistema de relaciones creado por
el ferrocarril, esta provincia protagoniza la transformación de la fisonomía tucumana
con el auge de la industria azucarera (Cfr. Bazán, 1992: 337- 343) (Cfr. Capítulo V).

El movimiento cultural de estas provincias en situación límite, entra en competencia


con el avance ficticio del progreso, encarnado en la instalación del teléfono o la llegada
del telégrafo. Estos síntomas se reflejan en las palabras de Federico Pais acerca de
Catamarca:

La Catamarca que va desde 1895 hasta alrededor de 1921 era una Catamarca
iluminada por la obra, el espíritu y la sombra ilustre de D. Samuel Lafone y
Quevedo y Adán Quiroga; animada por la figura excepcional del P. Antonio
Larrouy y donde coexistían espíritus selectos como los de Manuel Soria, Félix
Avellaneda, Alejandro Ruzo, Guillermo Correa, Julio Herrera, Federico
Espeche, Lindor Sotomayor, Vicente García Aguilera, Pedro Ignacio Acuña,
Los Molina... Una provincia por donde habían pasado y dejado clara huella
sabios y científicos de valía universal, como Eric Boman, Federico
Schikendantz, Francisco P. Moreno, Juan B. Ambrosetti y muchos otros... (en
Calas de Clark, 1991: 20-21).

Estas condiciones sociales, económicas y culturales signan la literatura del momento,


tal como lo atestigua Juan Carlos Dávalos71 en Airampo (1925):

Salta es hoy más que nunca una ciudad quieta y triste, porque está pobre.

71 Nació en Salta, el 11 de enero de 1887. A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó
el periódico "Sancho Panza". Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras
asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector. Fue Director del
Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza".
Falleció en Salta, en 1959. La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la narrativa, la
poesía y el teatro. Publicó los poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos
agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935),
Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947) y Últimos versos (Salta, 1961). Dio a conocer
textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia
política (Buenos Aires, 1928, junto a Guillermo Bianchi) y La tierra en armas (Buenos Aires,
1935, junto a Ramón Serrano). Su labor más descollante se ha desarrollado en el campo de la
narrativa (Cfr. Bibliografía). Su producción édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo
estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes. En 1997, el Senado de
la Nación editó sus Obras Completas.

111
Pobreza del fisco y pobreza del pueblo; pobreza de los trabajadores y de los
ricos. En esta tierra de hacendados, la depresión de los valores agropecuarios
asume los caracteres de una honda crisis moral.

IV.2. Los intérpretes de la historia nacional

..."descubramos cómo obraron las fuerzas


internas de la nacionalidad y las fuerzas
exteriores de la civilización; inquiramos cómo se
reflejan en una literatura el sentido de la
tradición, la emoción del paisaje, el ideal de la
cultura, el genio del idioma; y solo después de
haber completado ese análisis, pasemos a
averiguar qué trascendencia alcanzó cada obra
representativa más acá de su tiempo o más allá
de su país, porque mejoró la lengua nacional,
porque conmovió la sensibilidad humana, o
porque enriqueció el ideario mediante la
creación de nuevos mitos."

RICARDO ROJAS, Eurindia.

El escritor romántico que fue reconocido desde la legitimidad del poder oficial, pudo
colaborar en forma directa con el gobierno del país. Pero en el período moderno la
posición de privilegio en la vida política nacional se disuelve. Como consecuencia de
esto se genera, en los ámbitos artísticos y en la misma producción estética un discurso
alternativo que promete una solidaridad de élites entre los escritores, a la vez que éstos
proyectan en el texto escrito su deseo por el poder. En este sentido,

...la vanguardia de los años veinte no marca una necesaria ruptura del curso
establecido por los escritores de las tendencias modernistas o del Centenario
sino que, por su agitada expresión y sus en general frenéticos devaneos, sus
participantes llevan a un extremo casi parodial las búsquedas de autoridad de
sus mayores. Ahora el escritor trata de tomar el control sobre la pasada
tradición, como queriendo revertir las leyes de la herencia que puedan inhibir
sus sueños de poder. De este modo, el escritor rehusa a actuar como un agente
de la historia en el estilo de los bardos anteriores y, por el contrario, reclama
una posición central en cuanto sujeto más importante de la historia (Masiello,
1986:13).

Ya en 1910, durante la década de la celebración del Centenario, habían surgido los


intentos por profesionalizar el oficio literario, intentos que se prolongarán durante el
período de la estética modernista. Tres fueron los escritores que defendieron el
proyecto nacionalista del Centenario, promoviendo el oficio de intelectual en su

112
escritura: Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones 72 y Manuel Gálvez. En estos autores la
imaginación histórica hilvana el pasado y el presente y reordena los acontecimientos
para que encajen en las necesidades de un enérgico narrador nacionalista. La historia se
convierte en un objeto que puede ser reagrupado y definido como arte. Esto hace
posible que el escritor aproveche incidentes de menor relevancia en la vida argentina
para estructurarlos como parte de un segundo relato. La manipulación de la historia se
convierte en un problema formal obsesivo cuando el escritor explota el carácter popular
de las figuras nacionales para ponerlo al servicio de la autoridad intelectual (Cfr.
Masiello, 1986: 35).

La actuación de Ricardo Rojas73 se canaliza específicamente en el "proyecto de la


Academia", en su intento de explicar la cultura nacional para que ésta justifique las
tendencias recurrentes que emergen en los tiempos modernos. Propone una historia de
la literatura nacional basada en las figuras selectas que la formaron. Así, la literatura
argentina se convierte en la afirmación histórica de individuos especiales, cuyas vidas
trascienden los límites temporales para unirse a una misión espiritual. En un análisis
final, proporciona una lógica cíclica para la continuidad de ideas, vinculadas dentro de
un contexto nacional y ordenadas por hombres distinguidos (Cfr. Capítulo I).

En el caso de Lugones74, sus indagaciones en el pasado nacional le permiten

72 Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones eran de cepa santiagueña. Sus familias pertenecían a linajes de
ese origen, y aunque Lugones había nacido en Villa María del Río Seco, la filiación social y
cultural de ese pueblo lo adscribe al ámbito del noroeste argentino. Este espacio nada tiene que ver
con la Pampa Gringa que estaba formándose en los territorios de Buenos Aires, Santa Fe y
Córdoba, este y sur de la provincia (Cfr. Bazán, 1992).

73 Ricardo Rojas nació en Tucumán en 1882. Hizo sus estudios primarios y secundarios en
Santiago del Estero, donde su padre fue gobernador y senador nacional. Una vez radicado en
Buenos Aires para estudiar abogacía, pronto se vinculó con el ambiente cultural de la gran ciudad.
Colaboró en las revistas Caras y Caretas e Ideas -ésta última dirigida por Manuel Gálvez- y en el
diario La Nación. En 1903 publicó su primer libro de poesía, titulado La victoria del hombre. Se
desenvolvió con soltura en diferentes géneros y formas literarias: la descripción costumbrista, el
ensayo, la historiografía y la poesía lírica. Fue rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires y
miembro de número de la Academia Nacional de la Historia. Falleció en Buenos Aires, en 1957.

74 Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874, en Villa María del Río Seco (Provincia de
Córdoba). Dos años después, la familia Lugones resuelve su traslado a la Villa de Ojo de Agua, en
Santiago del Estero. Allí Leopoldo inicia su escolaridad. En 1885 llega con su padre a Córdoba,
donde iniciará sus estudios en el Colegio de Monserrat, el 22 de marzo de 1887. En 1890, Lugones,
con dieciséis años de edad, ya realiza su primeras "declamaciones" públicas y da a conocer sus
primeros poemas en reuniones familiares. En junio de 1893 publica en La Libertad su poema "Los
Mundos". Al año siguiente realiza un viaje a Salta con el grupo de la Unión Universitaria de
Córdoba. En esa oportunidad, aprovechará para reunir los elementos que le servirán para
estructurar los capítulos de La Guerra Gaucha, algunos años después. En las páginas del diario
La Patria se adiestra en el periodismo y, en 1893, funda con González Luján el periódico
Pensamiento Libre, que se convierte en el cauce de su acción crítica de la sociedad. Las
preocupaciones idealistas de Leopoldo Lugones tuvieron sus raíces en los años pasados en Santiago
del Estero y Córdoba, ciudad esta última que abandona en 1896 para establecerse en Buenos Aires
(Cfr. Bischoff, 1988).

En la capital del país se convertirá en uno de los más activos propulsores de la actividad intelectual
y artística, signada por la función del artista en la sociedad y los destinos de la nación. Su múltiple
producción, que se inicia con Las montañas de oro (1897) y concluye con los Romances del Río
Seco (1938) abarca los géneros de la poesía, el cuento, el ensayo y el periodismo. El 18 de julio de

113
reconsiderar el presente. Como portavoz nacional y profeta de la cultura argentina,
Lugones da solidez a su sentimiento del yo y consolida su base de apoyo. En este
contexto de autodefensa, el lenguaje es considerado como una herramienta
instrumental en la reelaboración de la historia. El proyecto del Centenario requirió que
Lugones, como escritor reconocido, explicara el pasado de la nación. Como respuesta a
esta requisitoria nacen las Odas Seculares, en 1910; la Historia de Sarmiento, en
1911 y los discursos en defensa del Martín Fierro pronunciados en el Teatro Odeón en
1913. En estos trabajos, Lugones evoca la visión unificada de los pensadores del siglo
XIX, que buscaron la gloria nacional para los hombres de las letras dentro del marco de
las acciones heroicas. Sarmiento, en este sentido, se transforma en el sujeto de estudio
más importante de Lugones para el Centenario, en tanto proporcionó un modelo de
capacidades intelectuales al servicio de la hegemonía nacional (Cfr. Masiello, 1986).

Mientras Rojas y Lugones legitimizaron el formal estudio de las letras como un bien
necesario para la nación, escritores como Manuel Gálvez recurrieron al reclamo de una
compensación que justificara los esfuerzos del escritor. Sus memorias y ensayos
publicados durante más de cuarenta años insisten en esta inagotable preocupación.
Gálvez explota el fervor del Centenario para defender la condición del escritor, uniendo
el interés nacionalista con el deseo del poder. Con el comienzo del siglo y el ascenso de
las clases medias, se inicia la profesionalización de la literatura. Se genera un nuevo
público, aparecen los críticos y ya se ha instalado una temática con autores
preocupados por ella. Estas modificaciones sociales y estéticas se verifican en la
circulación de los libros de Gálvez, al tiempo que crece su significación como escritor
e intérprete o comentarista ácido de su medio social. Así, el Diario de Gabriel
Quiroga, ataca con "coqueta ironía" el materialismo de la ciudad y la audiencia
ignorante que desprecia la tradición más erudita (Cfr. Masiello, 1986: 35-49):

En Buenos Aires hay civilización pero no cultura. Estos términos indican cosas
desemejantes. La cultura poco tiene que ver con los cereales y los frigoríficos y
deriva de necesidades espirituales y no materiales. Al sostenimiento y
propagación de la incultura contribuyen en Buenos Aires, honorablemente,
multitud de elementos. Son los principales: los periódicos, las oficinas, la
política, la Facultad de Derecho (1910: 71).

A partir de 1930 deja de escribir novelas en forma sistemática y se convierte en el


historiador del jefe de las clases medias. Sin embargo, el fracaso del yrigoyenismo en
la Argentina, en gran medida, se entreteje con su entrega al mundo ceremonial de la
oligarquía, como símbolo del fracaso de Gálvez y de la profesionalización de la
literatura que había propuesto (Viñas, 1996: 37).

En la década del veinte comienzan a organizarse las instituciones que defienden los
derechos de los escritores. Surgen así Los Amigos del Arte (1924), el Salón de
Escritores (1925), La Sociedad Argentina de Escritores (1928), -cuyo nacimiento está
asociado a la gestión de Leopoldo Lugones, quien fue su primer presidente-, el PEN
Club de Argentina (1930) y la Academia Argentina de Letras (1932). La participación
de Manuel Gálvez en la fundación del PEN Club y la Academia Argentina de Letras
fueron algunos de sus propuestas en pos de la institucionalización social del escritor,

114
como se lee en su texto titulado Entre la novela y la historia, en el que confiesa
abiertamente:

Propuse la fundación de la Academia, no para fomentar la pedantería, sino


para dignificar al escritor, para que, ante el pueblo, su oficio tuviera la más
alta categoría. Supuse -lo que desgraciadamente no ocurrió- que los
académicos ocuparían un lugar importante en las fiestas oficiales junto a
ministros, parlamentarios y directores de las grandes reparticiones del
Estado...

IV.3. Modernismo, "regionalismo"...

..."me espera una tarea ardua: intentar esbozaros


mi terruño"
JOSÉ HERNÁN FIGUEROA ARÁOZ

La primera literatura regional nació, paradójicamente, en Buenos Aires. Este


nacimiento, como explica Fontenla, fue, en cierto modo, un síntoma de la crisis del
centralismo, de los excesos del cosmopolitismo europeizante del '80 y, más tarde, de
los desbordes planteados desde la estética modernista. Pero también respondió a la
necesidad de crear los arquetipos y los símbolos del ser nacional, "desfigurados" y
diversificados, fundamentalmente, a partir de la eclosión inmigratoria. La urgencia
retórica se manifestó en la producción de Joaquín V. González (La tradición nacional,
1888), Martiniano Leguizamón (Recuerdos de la tierra, 1896) y Ricardo Rojas (El
país de la selva, 1907), quienes evocaron la existencia bucólica de la comarca natal,
exaltando el criollismo y difundiendo los imperativos cívicos del momento (Cfr.
Fontenla, 1987: I). Esta conciencia regional determinará el nacimiento de una
literatura nacional que se debatirá entre lo regional y lo folklórico, entre lo popular y lo
erudito (Cfr. Carilla, 1968). La tarea de promover una cultura propia de la región del
noroeste -emprendida por escritores como Juan Carlos Dávalos- genera un campo
literario que muestra ciertas constantes y que, en las primeras décadas del siglo XX,
comienza a reconocerse bajo la designación de "regionalista".

Pero la propuesta y la concepción de Juan Carlos Dávalos no es un caso aislado dentro


del mapa latinoamericano de esas décadas. Circulaba por ese tiempo en América Latina
una corriente de pensamiento que consideró a la literatura como una de las fuerzas
componentes de la propia cultura nacional o regional.

En esta etapa, las vinculaciones de Dávalos con los escritores de Buenos Aires son
permanentes, a través de su amistad con Ricardo Güiraldes, Manuel Gálvez, José
Ingenieros, Leopoldo Lugones, Alejandro Korn, García Velloso y Horacio Quiroga,
entre otros. La lectura de los modernistas americanos, de los simbolistas franceses y de

115
los escritores españoles del '98, se intertextualiza en la producción literaria del
momento.

En cada provincia, la actividad artística comienza a ser reconocida socialmente. En


1919 se funda la "Junta de Investigaciones Históricas, Arqueológicas y Numismáticas
de Salta", nombre jocoso de una organización que nucleaba a Juan Carlos Dávalos,

116
Nicolás López Isasmendi, Ernesto Aráoz75, Arturo Gambolini, Arturo Peñalva y Abel
Ortiz. De las reuniones participaban escritores de Buenos Aires y de otras provincias
que se encontraban de paso por Salta. Otros autores fueron claves en este momento

117
literario, como Federico Gauffín, Calixto Linares Fowlis, Ciro Torres López 76, David

118
Saravia Castro, José Hernán Figueroa Aráoz y, entre las mujeres, María Torres Frías 77,

119
Benita Campos, Emma Solá de Solá78 y Sara Solá de Castellanos79. La escritura
femenina de los primeros años del siglo está representada por figuras consagradas por

120
la sociedad literaria del momento, como Clara Saravia Linares de Arias 80, y otras
totalmente desconocidas por los estudios críticos posteriores como la salteña María

121
Bertolozzi de Oyuela81.

El afianzamiento de núcleos regionales importantes -Córdoba, Santa Fe, Mendoza,


Tucumán, Salta, Santiago del Estero-, permitirá un movimiento que buscará
contrarrestar el predominio cultural de Buenos Aires sobre el resto del país. La
reivindicación de la tarea creativa dentro de la sociedad está unida a la intención de
marcar la presencia del interior en la cultura argentina. Estos reclamos se textualizan en
la revista Nosotros:

En nuestra cultura falta la voz del interior. La necesitamos. Muchos de


nuestros defectos colectivos son los de Buenos Aires, que ha crecido demasiado
de prisa, un Buenos Aires hirviente de premura y avideces. A los provincianos
corresponde dar una nota de reposo noble, de vida más equilibrada, donde los
afanes del espíritu sean fines en sí mismos y no caminos por los que se llega de
todas partes cuando se sabe dar hábiles y oportunos rodeos (1928, ne 1).

De allí que Juan Carlos Dávalos, en sus palabras insertas en el prólogo del libro Alma
perdida de Federico Gauffín, aplauda la aparición de una escritura cuya mirada
descubre las raíces culturales del norte argentino:

...faltaba en la literatura del país la novela provinciana del norte. La vieja


cultura salteña, no obstante su influencia en la historia política y social de la
República, no ha sido tratada aún por los escritores ni en la novela histórica,
ni en las costumbres, salvo por doña Juana Manuela Gorriti y el Doctor
Bernardo Frías que cultivaron cada cual en su época y parcialmente ambos
géneros (1936: 5).

En aquella línea de rescate de las tradiciones lugareñas también se inscribirá la

122
producción de José Hernán Figueroa Aráoz82, quien como sus coetáneos hace de la
tierra y del hombre su principal preocupación literaria.

En la década del '40 -etapa enmarcada por las migraciones internas y el ascenso del
peronismo al poder-, se acentúa la renovación lingüística como eje de la creación
literaria. A los nuevos tratamientos formales se une la superación del naturalismo y del
realismo tradicional, para dar paso a una observación crítica de la realidad. En los
decenios siguientes, superada la fase de pura exaltación telúrica, la narrativa de
escritores como Ángel Vargas, Héctor Tizón, Carlos Hugo Aparicio, Libertad
Demitrópulos, Clementina Rosa Quenel, comienza a desarrollar una nueva versión del
mundo y otra concepción del oficio literario. En ese ritmo de transformaciones, la

123
aparición del discurso urbano en novelas como El ratón de Antonio nella Castro83 o
Pretérito Perfecto de Hugo Foguet, instalan otros parámetros para mensurar los
conflictos de las sociedades provincianas durante las dictaduras militares (Cfr. capítulo
V).

IV.4.Ni Florida, ni Boedo

"Algún día se escribirá la crónica de nuestro


movimiento intelectual y literario de 1920 en
adelante. Entre otros fenómenos que ahora no
percibimos bien, se verá entonces cómo el
escritor argentino descubre las virtudes del
aprendizaje, cómo funda la nobleza de su oficio a
fuerza de imponerse obligaciones, cómo adquiere
una nueva conciencia de su función social a
medida que canjea el sentido internacionalista
por el universalista."
L
UIS EMILIO SOTO

"La Brasa no se propone redimir a nadie, no


pretende hacer de un leño una antorcha, no
ofrece dulces mentiras para curar a nadie de su
amarga verdad."
BERNARDO CANAL FEIJÓO

En el noroeste argentino, el período que continúa al modernismo reconoce la impronta

124
de dos importantes creadores: el santiagueño Bernardo Canal Feijóo 84, representante de

125
la vanguardia poética de 1920; y el catamarqueño Luis L. Franco 85, quien ejerció una
autoridad intelectual que se proyecta en el tiempo hacia las promociones de escritores
surgidas después de 1940.

Bernardo Canal Feijóo fue el principal animador de la agrupación cultural "La Brasa",
nacida en setiembre de 1925. La tarea de Canal Feijóo y a los lazos que tenía con
Victoria Ocampo fueron los factores que convocaron en Santiago del Estero a lo más
importante de la literatura y el arte nacional de su tiempo, junto a destacados visitantes
extranjeros, como el conde Keyserling, Roger Caillois, Drieu La Rochelle, Waldo
Frank y Rafael Alberti. Además de su amigo Mariano R. Paz y de numerosos apoyos
locales como el de Orestes Di Lullo, Emilio Christensen y los arqueólogos Emilio y
Duncan Wagner, también frecuentaron el cenáculo otros destacados intelectuales de
Santiago del Estero y del resto del país: Pedro Cinquegrani, Ernesto Barbieri, Santiago
Dardo Herrera, Ricardo Rojas, Luis Suárez, Enrique Almonacid, Homero Manzi,
Ramón Gómez, Oscar Juárez, Carlos Abregú Virreira, el musicólogo Manuel Gómez
Carrillo, Blanca Irurzun, Cristóforo Juárez, Hipólito Noriega y Horacio Rava, entre
otros (Cfr. Cartier de Hamann, 1977; Rava, 1978; Zurita, 1997). El tono de esta
empresa cultural se refleja en el discurso fundacional lanzado por Canal Feijóo en
1925:

La Brasa quiere ser lo que hace falta, un centro de pura actividad espiritual.
Como aquí las cosas, las grandes iniciativas mueren, tal vez, de un exceso de
organización, La Brasa ha tratado de descubrir el modo de no acabar de
constituirse. No es una sociedad de beneficencia, no es una empresa comercial
de corretajes artísticos. Es una inquietud, un problema de porvenir planteado
para muchos. (...) Al revés de otras corporaciones, en ella el quórum es
cualitativo, ocurriendo no pocas veces que se hace más de ausencias que de
miembros presentes, como la atmósfera de las bibliotecas. Sus sesiones son
públicas y carecen de objeto predispuesto, de donde toman su alto nivel de
improvisación.

A la labor de "La Brasa" se agrega el impulso de otros intelectuales del NOA,


dedicados a la cátedra y a la investigación en diversos campos de la cultura -como el
historiador Lizondo Borda-. Comienza su actuación un grupo de escritores que, según

126
Luis E. Soto, pertenece a la "generación del '25" 86, y constituye una columna cuyos
miembros no tuvieron pretensiones de vincularse con aquellas dos direcciones,
reconocidas por la polémica del momento como "Florida y Boedo". No se sentían
adversarios de "martinfierristas" o "boedistas" y tampoco tenían órganos oficiales de
difusión. Sus miembros no se expresaron a través de manifiestos pero aprovecharon las
páginas de Sur, Crítica o La Nación y eligieron el periódico La Vida Literaria
-publicado entre 1928 y 1932-, para escribir las colaboraciones que permiten

127
reconstruir el perfil del grupo87. Varios escritores del noroeste argentino discutieron,
junto a los de Buenos Aires, temas relacionados con la identidad nacional, el destino de
América, la cultura como aventura del pensamiento, tópicos engarzados en una visión
ética y espiritual de la vida. En ese grupo que integra la llamada generación del '25 se
incluyen Enrique Espinoza, Bernardo Canal Feijóo, Luis Emilio Soto, Luis Franco,
Fermín Estrella Gutiérrez, León Dujovne, Nicolás Olivari, César Tiempo, Eduardo
Mallea, José Pedroni, Alberto Gerchunoff y Ernesto Palacio, entre otros (Cfr. Corvalán,
et. al, 1984: 32-37).

La mayoría de los artículos de los miembros de este grupo critican el "conformismo"


de los hombres del pensamiento y de las letras, acrecentando su preocupación por lo
nacional y asumiendo el rol de "rabdomantes del espíritu nacional", en el decir de Luis
Emilio Soto (1938: 77). Aún cuando algunos de estos escritores estuvieron, al principio
de su carrera literaria, enrolados en alguno de los dos frentes de la controvertida pugna
entre floridistas y bodeistas, Luis Emilio Soto detecta el cambio de actitudes que se
opera en el corazón de ese contexto generacional, pues se trata de autores coetáneos, a
los que se agregan las voces provenientes del interior (Arias Saravia, et. al., 1992: 70).

Entre los jóvenes intelectuales que proclaman con convencimiento su misión de


americanos, de "hombres nuevos" en "un mundo nuevo" se destaca Luis Franco, quien
en su América inicial (1931), describe a ese hombre que debe nacer de la vida del
espíritu, no de la inercia de la tierra o de la raza. En su producción poética y narrativa
se manifiesta un sentimiento de nostalgia hacia el Paraíso Perdido, el centro del mundo
en el que es posible superar la condición humana y recobrar los rasgos espirituales:

El ámbito o los ámbitos que Luis Franco le asigna al Paraíso no son espacios
abstractos que no están en ningún lugar o que podrían estarlo en cualquiera,
sino que están sobre la tierra y son perfectamente ubicables en el territorio de
América: el campo de su niñez provinciana, la selva subtropical del noroeste
argentino, la pampa (...). Esto nos induce a plantearnos un interrogante final:
el paraíso, el "Centro" del mundo ¿está en América? )Es América el reino de
este mundo?. Este supuesto ¿no ayudaría a América a pensar y pensarse de
manera autónoma, no contribuiría a la elaboración de un proyecto de vida
independiente? (Hauy de Segura, 1988: 39).

Una de las manifestaciones del Paraíso, para Luis Franco, es el espacio de la


naturaleza. La comunicación edénica se ha cortado en el momento en que el hombre ha
perdido contacto ella: "Nuestra capacidad de comunión con la naturaleza )no estaría
en relación con nuestra capacidad de dicha?". Es así como el protagonista del cuento
"Reapertura del bosque" -ambientado en la selva subtropical del noroeste argentino-,
espantado ante los efectos de la civilización técnica sobre la naturaleza se pregunta:
"¿Cómo pueden hoy mismo los seres humanos, ellos, los hijos del edén primordial,
vivir de espaldas a él durante su vida entera?" (1968: 18). Esa versión panteísta de
Franco concibe al mundo como la única realidad verdadera, manifestando una
devoción al "gran Desconocido" encarnado en la naturaleza de la que todos somos
parte integrante.

128
Los animales en estado salvaje pueblan las páginas de la escritura de Franco, en un
intento por recuperar la naturaleza de esta porción de América: el cóndor, la vicuña, el
chajá, el guanaco, la perdiz, etc. En textos como Los hijos de Llastay (1926),
Biografías animales (1953), y El arca de Noé en el Plata (1973) o El zorro y su
vecindario (1976) hasta el más pequeño de los exponentes del reino animal compite
con el hombre, personificando los vicios y virtudes humanas. Así, el zorro es
presentado como "el anticristo de los gallineros" mientras al peludo "lo llaman el
peludo a secas por la convincente razón de tener pelos más ralos que el común de las
gentes, como don Juan Manuel de Rosas llamaba salvajes a caballeros de odio menos
rojo a la civilización que el suyo"(1953: 61). Así, los protagonistas casi excluyentes de
esa cuatrilogía de relatos de Franco son:

...los animales que pueblan el paisaje argentino en las montañas del Noroeste,
en la región de la Puna, en las llanuras inmensas de la pampa y en la selva
umbrosa del Litoral fluvial. La narración infunde a todos esos seres un mágico
comportamiento humano, propio de la visión mítica cuyas formas expresivas
preferentes son la personificación y la animización (Bazán, 1990).

Los textos de Franco, gestados en el cruce del ensayo y la narración, se estructuran en


torno a una sólida argumentación tendiente a persuadir acerca de una evidencia
zoológica que reubica al hombre dentro del mundo animal. En ese relato reflexivo
participan fragmentos de teorías científicas, se contrasta el pensamiento filosófico de la
antigüedad e intervienen otros textos literarios que son evocados por el narrador para
apoyar su base argumentativa, como se lee en las líneas iniciales de Biografías
animales:

Tampoco lo saben todos, ni mucho menos, que en el siglo pasado nació en la


Pampa y se pasó treinta años galopando por ella un gaucho de sangre inglesa
nombrado Guillermo Hudson, que devino en el mayor revelador que la belleza
de los animales en libertad tuvo nunca. (...) )Y quién, hablando de estas cosas,
se atreverá a olvidar que pocos biógrafos de hombres pueden ponerse al lado
de nuestro Horacio Quiroga desde el día en que se puso a mover buena parte
de la selva del Trópico y uno de sus grandes ríos para trazar la biografía de
Anaconda, la víbora sansona del mundo? (Franco, 1953: 30).

IV. 5. "LA CARPA" Y LA RENOVACIÓN DEL DISCURSO CULTURAL DE LA REGIÓN

"Los autores de estos poemas hemos nacido y


residimos en el Norte de la República Argentina
pero no tenemos ningún mensaje regionalista que
transmitir, como no sea nuestro amor por este
retazo de país donde el paisaje alcanza sus más
altas galas y en el cual el hombre identifica su
sed de libertad con la razón misma de vivir."
LA CARPA, 1944.

129
Releído desde la contemporaneidad, el fenómeno de "La Carpa" se presenta como algo
más que una agrupación de poetas, filósofos, ensayistas o amigos de la cultura. Implica
un intento de elucidación teórica acerca del alcance de la literatura regional y su ámbito
de producción. Pero ese criterio regional no estaba dado solamente por el espacio
geográfico del que provenían sus integrantes: Jujuy, Salta, La Rioja, Catamarca,
Tucumán y Santiago del Estero, sino por la unicidad de criterios que plasmaron en su
actitud frente a la literatura y por su toma de conciencia ante las necesidades urgentes
de la poesía. Conformaban este grupo que proponía un discurso alternativo al del poder

130
los escritores Raúl Galán, Julio Ardiles Gray88, María Elvira Juárez, Sara San Martín,
Julio Víctor Posse, Juan H. Figueroa, Alcira del Blanco, Víctor Massuh, Enrique
Kreibohm, Fernando Nadra, María Adela Agudo, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel J.
Castilla, José Fernández Molina, Manuel Costa Carrillo, Alberto Santiago, Omar
Estrella, quienes editaron durante varios años los Boletines y Cuadernos de "La Carpa".
A pesar de las polémicas suscitadas sobre los alcances estéticos de su propuesta, el
grupo generó una corriente innovadora, luego de un escalón intermedio protagonizado,
en Salta, por escritores como Díaz Villalba, Luzzatto o Barbarán Alvarado. En
Tucumán, “La Carpa” propuso un discurso disyuntivo con respecto al de otros
nucleamientos literarios gestados en torno a publicaciones como La Novela del Norte,
Tucumán o Sustancia. En este sentido, resulta importante releer la discusión entablada
entre Tomás Eloy Martínez y Gustavo Bravo Figueroa en 1956 (reproducida por
Dessein en 1993). En aquella oportunidad, el primero -en una actitud que él mismo
calificará, casi cuarenta años más tarde, como deliberadamente provocativa (Cfr. Eloy
Martínez, 1993)-, defiende la certidumbre de los integrantes de la agrupación, acerca
de su rol fundacional en la poesía del NOA. Bravo Figueroa, en cambio, reivindica el
pasado poético en este espacio -protagonizado fundamentalmente por Ricardo Rojas,
Juan Carlos Dávalos y Luis Franco.

Uno de los textos que permite apreciar las condiciones de la vida cultural en el NOA es
el manifiesto del grupo "La Carpa", incluido en la Muestra colectiva de poemas del
año 1944, allí donde se cuestiona la presencia de elementos folklóricos y regionalistas
en la producción literaria:

Se está aquí en un más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el
pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las
secreciones de cierto nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto
de giros regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro
absoluto divorcio con esa floración de "poetas folkloristas" que ensucian las
expresiones del arte y del saber popular utilizándolos de ingredientes
supletorios de su impotencia lírica (1986: 10).

Las afirmaciones insertas en ese manifiesto despliegan el gesto de rebeldía contra el


discurso hegemónico del momento, que tenía a Dávalos como líder indiscutido. Walter
Adet se refiere a este episodio que marca un momento primordial en la historia literaria
del NOA:

Dávalos sigue, no obstante, siendo la gigantesca roca contra la que se estrella


el manifiesto de "La Carpa" y su "tenemos conciencia de que en esta parte del
país la poesía comienza con nosotros", lanzado en reto de negación al rostro
del viejo poeta que recibió la andanada con filosófica pachorra en su sillón.
Pero ¿no negaron también los martinfierristas a Lugones, para terminar al
cabo de los años reconociendo lo injusto de su encono intelectual? (1981: 19).

Sin embargo, "La Carpa" es un núcleo de escritores que postuló y llevó a la práctica
una renovación "desentumecedora" de la literatura, cambio que concuerda con las
modificaciones operadas en el orden político. Los jóvenes del grupo no idealizaban el

131
pasado y percibían el presente lleno de conflictos como una realidad fragmentada y
caótica. El bucolismo es abandonado en pos de la desmitificación de falsos conceptos y
la manifestación acerca del vacío de estructuras culturales anteriores. Se instala así un
concepto de conciencia política que habrá de llevar su mensaje social a la poesía:

Esta desea ser, pues, poesía de la tierra, empeñada en soñar para este mundo
un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada. Cuando la angustia de
lo exterior está cerrando el camino de la poesía ella se arma de espinas, en
legítima defensa. Sin embargo, el nuestro no es arte de combate. Es sí poesía
en lucha, en crisis, ya que el término no nos asusta ni escandaliza (1986: 9).

El interés de "La Carpa" trascendía los planteos del hombre cotidiano, para encontrar
en ese ser los valores más auténticos y elevados, tal como puede leerse en el poema

132
“En este octubre” de Raúl Aráoz Anzoátegui 89 dedicado a los obreros que fueron
baleados por la policía jujeña durante una huelga del sindicato de la madera, publicado
en 1945 (1985: 59-60).

IV.6. DISEÑOS REGIONALES

"Región. (Del lat. regio,-onis.) f. Porción de


territorio determinada por caracteres étnicos o
circunstancias especiales de clima, producción,
topografía, administración, gobierno, etc.

2. Cada una de las grandes divisiones


territoriales de una nación, definida por
características geográficas e histórico-sociales, y
que puede dividirse a su vez en provincias,
departamentos, etc.

3. Espacio que, según la filosofía antigua,


ocupaba cada uno de los cuatro elementos.

4. fig. Todo espacio que se imagina ser de mucha


capacidad."
DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA .

El diseño de las diferentes configuraciones en las que se va insertando la región


histórica late en los textos literarios contemporáneos. Esos contextos geo-culturales
diseñan una región con límites amplios y que remite a una identidad étnica y cultural
configurada ancestralmente como "andino-chaqueña", aquélla en la que se inscribe
históricamente el Noroeste argentino. Esta confluencia, presente en todo el espacio
andino, se intensifica mucho más en el Noroeste, debido, en parte, a sus características
geográficas, las que permitieron una fácil y rápida vinculación entre espacios geo-
culturales tan diversos. Como resalta Viviana Conti, ésta es una de las principales
particularidades que deben ser tenidas en cuenta al abordar la problemática histórica
regional:

El espacio histórico del Noroeste argentino no puede entenderse sino a través


del estrecho contacto entre el mundo andino y el mundo chaqueño. Es aquí,
quizás más que en ninguna otra región de los Andes, donde hay que buscar en
ese juego dialéctico entre dos mundos tan diferentes, la respuesta que nos
permita arribar a la real comprensión del pasado (Conti, 1989).

La región que se dibuja en la prosa de Dávalos se circunscribe principalmente a los


valles calchaquíes en sus respectivos ámbitos -desde los valles cercanos hasta las
alturas y desde el sur salteño hasta el extremo noroeste- y en sus distintos grados de
transculturación. Los personajes de este ámbito, que se encarnan en hombres, animales,
paisajes, vehiculizan la voluntad de rescate de un extenso material léxico y de las raíces

133
precolombinas, configurando el espacio cultural que sentará las bases del llamado
"regionalismo" o "nativismo" literario, que tanto se ha discutido en las generaciones
siguientes. Pero esa exploración de los caudales folk y el sitial que Dávalos ha ocupado
en la historiografía literaria como "escritor de tierra adentro", se asientan en un
esfuerzo de construcción realizado por este creador: "Es indiscutible que Dávalos
organizó esa cultura. Por una parte incorporó y dio jerarquía literaria a todos los
materiales que proporcionaba una región inexplorada por la literatura. Y se acercó a
esos materiales con la mayor amplitud de perspectivas" (Fontenla, 1987: IV). Por ello
es importante recuperar el rol hegemónico de Dávalos en la producción del NOA y los
contactos de su escritura con la de una constelación de autores del interior del país,

134
como Carlos B. Quiroga, Julio Aramburu90, Pablo Rojas Paz, Fausto Burgos o Alberto
Córdoba, coetáneos de Dávalos y semiolvidados hoy por la crítica y las editoriales.

No obstante la preponderancia del ambiente vallístico, Dávalos también enfoca -sobre


todo a partir de Los Gauchos- la región selvática conocida como "La Frontera" (Cfr.
García Pinto, 1981). Así, en la producción davaliana se proyecta una imagen de
contactos interegionales que se extiende hacia un espacio andino-chaquense, como
puede leerse en la refundición de la leyenda del coyuyo y el crespín, escuchada por
Dávalos en Miraflores, cerca de las ruinas de Esteco. Esa versión re-escrita y re-
contada introduce importantes elementos geo-étnicos en la historia que tiene como
protagonistas a los dos animales payadores:

Cantó primero el Coyuyo, acompañándose con la caja, dulces aires aprendidos


en Bolivia, tristes y yaravíes que sugieren por el tono y la letra el cansancio de
los largos viajes a través de la cordillera, el dolor de los hijos de Tupac Amaru,
enlutados para siempre, la aridez de las vastas altiplanicies azotadas por el
viento y la nieve y hostigadas por el sol.

Cantó después a pulso el Crespín la baguala salteña, la canción del pastor que
vuelve, solitario, bajando el cerro, a la hora en que brilla el fuego del ranchito
enano, al pie de la enorme montaña. (...) Cantó vidalas santiagueñas que
lloran el abatimiento de la raza quichua, la nostalgia del Cuzco remoto en la
distancia y en el tiempo, la derrota de los dioses indios por el Cristo, la
tragedia del floreciente imperio desmembrado.

Y cantaron ambos luego, alternativamente, vidalitas riojanas llenas de ternura;


canciones de arrieros sanjuaninos, nerviosas y fuertes como el aliento del
zonda; canciones correntinas que trasuntan, estremecidas de bárbara lujuria,
las fiestas rituales de los guaraníes... (Dávalos, 1987: 66-67).

Los personajes también pueden constituir una configuración regional en la producción

135
narrativa de Pablo Rojas Paz91. En Hombres grises, montañas azules (1930), Hasta
aquí nomás (1936) y Raíces al cielo (1945), que forman la trilogía de su novela
norteña, se explora el destino del hombre "complicado en el propio suelo" (Cfr.
González Carbalho, 1963). La fisonomía de Tucumán y del NOA en las primeras
décadas del siglo puede ser aprehendida a partir de los caracteres presentados por Rojas
Paz: en un extremo del trazo psicológico se ubican los hombres de piel clara, que
siempre están contentos y satisfechos -los venidos de afuera, de la ciudad, "los
extranjeros". En ese grupo también se incluyen los "viejos cascarudos" como se los
llamaba en Tucumán a los conservadores, que reinaban en el feudo del Ingenio
azucarero.

En cambio, los habitantes de la "región maldita" (1930) son aquellos seres tristes y
oscuros, "con su cara de madera" y "mirar casi metálico", que emergen de la
melancolía por fugaces momentos, cuando se emborrachan:

La alegría de las razas oprimidas es siempre una expresión desesperada de


angustia, una desoladora venganza del espíritu de los humildes: la canción rusa,
el baile negro, la borrachera india. Los hebreos se vengaron de los romanos
creando la religión cristiana; los negros se vengaron de los blancos creando una
música en que se funden un ronquido y un sollozo. Emborracharse para estar
lejos de todo, para eludir la vida que se ha tornado inaguantable. (...) Alcohol
para no sufrir, para soñar, para alegrarse; baile para inflamarse en el deseo,
fuerzas que rodean el mundo para amarle y para conmoverlo. Y después, la
alegría del blanco, del mundo rico y limpio, esencia del acre dolor del mundo:
canción rusa, jazz negro, voluptuosidad india. Alcohol, mucho alcohol para las
razas oprimidas (1963: 33-34).

En consonancia con ese ambiente, las mujeres de estos trabajadores son feas,
silenciosas, de "ojos colorados" y con "vestidos rotosos", mujeres que se entregan al
amor con desgano y resignación. Los niños de los zafreros son panzones, flacos,
"comedores de tierra", criados en un espacio de agresividad tal que llevan al
protagonista de Hombres grises montañas azules a preguntarse: )Qué iba a hacer
allá entre los cañaverales, donde hasta los niños son ásperos y violentos? (1963: 29).

La dimensión de la denuncia social que late en esta escritura, "la epopeya del humilde
y la defensa del humillado", es contenida en el tipo humano que encierra en sí la
fisonomía de toda una región:

El tránsito misérrimo del peón azucarero, víctima de una confabulación que lo


despoja y tritura, centra los episodios, invade las páginas -que podrían ser
salpicadas de nombres propios- salen del libro convirtiéndose en las graves
acusaciones que no han obtenido respuesta en ningún tiempo (González
Carbalho, 1963: 14).

136
La región plasmada en la escritura de Manuel J. Castilla 92 -como un intento de
recuperación de la raigambre altoperuana de las provincias norteñas-, excede la
circunscripción administrativa de Salta, extendiéndose más allá de la frontera nacional,
hacia el altiplano boliviano y las minas de Potosí y Oruro. Como ha expresado Horacio
Salas: "...los versos de Castilla trazan una suerte de geografía de una amplia región
del norte argentino, que se interna en Bolivia, se apuna en las alturas, se calcina en el
Chaco.." (1998).

Esa estructuración castillana del espacio se articularía en un sistema poético indigenista


de vanguardia, surgido en el sur de Perú hacia fines de la década del '20, y al que
Castilla habría tenido acceso durante sus viajes a Bolivia, en donde se radicó
posteriormente Gamaliel Churata, fundador del grupo Orkopata. Este sistema no sólo
se difunde con independencia de los centros hegemónicos, Lima y Buenos Aires, sino
que cruza las fronteras nacionales regidas por esos centros (Cfr. Kaliman, 1993, Badini,
1997).

Aquella construcción tiene que ver con una pertenencia cultural que se expresa en el
espectro lingüístico de la producción castillana, que emparienta las características
idiomáticas de la ciudad de Salta con las de otras regiones, como el Chaco salteño, los
Valles Calchaquíes y la región fronteriza con Bolivia, y recibe influencias de culturas
aborígenes como la guaranítica (a través de las comunidades tobas, chiriguanas y
matacas) o el quechua/ aymara. "En lo acentual, la tonada del esdrújulo tiene su
origen -aunque ciertamente discutido- en la desaparecida lengua cacana" (Parfeniuk,
1990: 56).

La presencia de un estado con límites muy demarcados es la configuración que se

137
dibuja en la escritura de Carlos Hugo Aparicio 93, allí donde el imaginario de los
protagonistas remite a un modelo nacional, con centro en Buenos Aires. La oposición
Norte/Sur y el rechazo hacia los habitantes de una frontera cercana pero distante, son
los valores que juegan en el intento pedagógico de lograr una "integración nacional"
deseable. En la novela Trenes del Sur (1988) y en algunos cuentos de Sombra del
Fondo (1982), el futuro promisorio de los protagonistas se traduce en una imagen
cargada de ironía: el viaje hacia el Sur, como crítica del modelo hegemónico que
excluye del país a todo aquello que no esté en su centro.

En ese sentido, la existencia de un código regional y otro nacional en núcleos dispersos


es la expresión cultural que engarza el conflicto entre dos polos de atracción: el sustrato
y las tradiciones que la ligan al tronco andino y las pautas marcadas por la zona
rioplatense metropolitana. Las dos variedades lingüísticas y regionales deslindables en
la escritura de Aparicio se sustancian en la lengua oral del noroeste argentino y el
lunfardo bonaerense. Este último se ha diseminado por el territorio argentino a través
de diferentes vías: una de ellas es la música ciudadana -el tango-, presencia constante
en la producción narrativa y lírica de Aparicio, sobre todo en su novela Trenes del Sur.

La Puna es uno de los ámbitos que adquieren, en la narrativa del NOA, la característica
de metáfora englobadora de la situación socio-cultural de las zonas escindidas del
centro del país. En términos geo-históricos, la región de la Puna puede definirse como
la prolongación del gran altiplano andino que se extiende desde la hoya del lago
Titicaca hasta el extremo noroeste de Argentina. Abarca el sur de Bolivia, el norte de
Chile y las porciones del macizo altiplánico que tradicionalmente fueron llamadas la
Puna de Jujuy y la Puna de Atacama. Está limitada al oeste por la cordillera de los
Andes y en su interior hay cordones montañosos orientados de norte a sur. La región
está constituida por un conjunto de elevadas mesetas con una altura media de 3.200
metros sobre el nivel del mar. El clima es riguroso y las escasas lluvias alimentan una
limitada cuenca hidrográfica. Estas condiciones naturales tan áridas determinaron la
distribución de las instalaciones humanas y las características del trabajo indígena

138
durante la conquista94.

Desde este espacio definido como "el interior del interior" escriben autores como
Tizón, relevando los gestos de una legión de campesinos pobres y silenciosos. La
penumbra de estas aldeas puneñas contrasta con el mundo brillante cosmopolita que se
vive en las principales ciudades del país (Cfr. Fleming, 1996: 300). Esta literatura, con
punto de mira en los microambientes rurales de "las crueles provincias" contiene un
repertorio de reclamo social hacia la situación de un país ignorado y manipulado desde
un centro de poder.

La presencia de la Puna como espacio escenográfico está presente en la escritura de

139
Fausto Burgos (Kanchis Soruco, 1928), Francisco Zamora95 (El llamaviento, 1974;

140
La heredad de los difuntos, 1977), Carlos Barbarán Alvarado96 (Donde el hombre

141
muere riendo, 1974) y en varias novelas de Héctor Tizón 97, como Sota de bastos,
caballo de espadas (1981), El cantar del profeta y el bandido (1982), La casa y el
viento (1984) o El hombre que llegó a un pueblo (1988).

En la Puna de Atacama que presenta Zamora, vive una legión de pueblos diezmados
por los sucesivos procesos de conquista cultural. Seres fantasmales que deambulan por
el desolado desierto, amenazados constantemente por los hombres del Winchester.
Seres que se sienten forasteros en las fiestas del pueblo, invadidas por "ponchos
puneños wash and wear". Como producto de esa metamorfosis, la Puna se presenta
ahora como un pedregoso desierto arisco, en la que ya no quedan cóndores ni ovejas,
región "entregada indefensa a los vientos, desnuda, desamparada" (Zamora, 1977:
140). Por eso, Gabriel Arcángel Caiguara, el protagonista de La Heredad de los
Difuntos (1977), piensa que su tierra no es más que un enorme cementerio:

Todo el caserío estaba muerto. Los que aún quedaban, todas esas gentes
desconocidas que veía a veces; esos pocos extraños que turbaban el antiguo
silencio andando con premura, no tenían raíces en este mundo quieto y
telarañoso. Eran intrusos. Sombras que estaban siempre yéndose. Huyendo de
este antigal polvoriento donde no quedaban otras cosas que añosos techos
alabeados y el eterno silbido fúnebre colándose por los huecos (1977: 157).

La "tierra adentro" de presencias ancestrales de Dávalos, la radiografía de los hombres


de la región del azúcar de Rojas Paz, la región de fronteras móviles de Castilla, la Puna
desolada de Tizón y Zamora, la congregación y disgregación del Norte y del Sur en la
escritura de Aparicio... Todas estas conformaciones político-culturales se integran a la
gran metáfora del país remoto y marginal.

IV.7. TRAYECTO: HACIA LA GLOBALIZACIÓN

"Quizá nos lavemos apresuradamente el cuello


de la camisa para simular nuestra pulcritud de
pobres, unos pobres que quieren ser mercaderes y
no saben serlo. Y así nos paramos en las plazas,
sorbiendo el aíre, tanteando en los bolsillos la
ración de pan, que nos dieron por hacer los
mercaderes y por jugar a la historia de próceres
y progresos ilimitados."
RODOLFO KUSCH

El período de historia política en las tres primeras décadas del siglo XX en el noroeste
argentino está signado, como en el orden nacional, por el encuentro de estructuras
disímiles y contradictorias. El ascenso del radicalismo al poder en 1916 y el comienzo
de una lenta tarea para lograr la adhesión de las provincias que seguían fieles al
"régimen" es la principal marca del proceso de nacionalización del movimiento
irigoyenista. Aún cuando en el interior del país surgieron nuevos grupos políticos que
adscribían al radicalismo, representados por figuras ajenas a las antiguas oligarquías

142
gobernantes, muchos de los miembros de estas nuevas oligarquías adhieren a las ideas
reivindicatorias del radicalismo. Esto complicó la vida interna de la Unión Cívica
Radical, creando contradicciones ideológicas que desembocaron en enfrentamientos y
divisiones profundas (Cfr. Calas de Clark, et. al., 1993: 19). Las consecuencias de la
situación política se reflejan en las manifestaciones literarias del momento, creando un
espacio de tensión entre los modelos estéticos requeridos desde la metrópoli a las
provincias del interior:

Si bien las vías del liberalismo, del romanticismo, del positivismo, del realismo,
del naturalismo y del modernismo, receptadas por Buenos Aires, fueron
impuestas por ésta al interior como ineludibles recetas culturales, puede
decirse, que tanto en Catamarca, como en otras provincias históricas, los
contenidos de estos "ismos", sirvieron muchas veces para elaborar simbiosis
literarias, artísticas o históricas que sustentaron los intereses culturales (Calas
de Clark, 1991: 21).

La clase dominante argentina desarrolla, ante el movimiento popular del radicalismo


irigoyenista, una política cultural que promueve la valoración del campo y la defensa
contra la exigencia de derechos sociales de los grupos inmigrantes. Leopoldo Lugones
participa de este movimiento propulsor de cambio, dictando, entre la oligarquía
argentina del año 1923, algunas conferencias sobre facismo. Crece la adhesión de la
derecha nacionalista de Argentina, demostrada en la solidaridad con la dictadura
pronorteamericana de Leguía y paulatinamente se propaga una cultura de la violencia
que se agrava con la manipulación de la opinión pública y la desinformación.

Ricardo Rojas, que encarna una de las voces del nacionalismo cultural argentino,
postula, desde su procedencia noroéstica, una idea de argentinidad basada en la
convicción de que el espíritu histórico-territorial de las provincias ha de prevalecer al
cosmopolitismo importado de Buenos Aires. La irrupción de ese discurso
contrahegemónico del interior del país habrá de comprobarse cuando la Universidad de
Córdoba inicia, en 1918, el movimiento de Reforma Universitaria, convirtiéndose en el
espacio de oposición a las viejas oligarquías. Pero en esa encrucijada, la fuerza popular
es presentada como "ciega, avasalladora y brutal", cuya función es "invadir, despreciar,
destruir, escarnecer, abatir". Todas estas ideas nutren un imaginario que habrá de
eclosionar en las expresiones estéticas de los martinfierristas, tal como apunta Torres

143
Roggero98. Es posible afirmar que esta reforma universitaria, que buscó legitimación en
la estética modernista, inaugura una "vanguardia vitalista" cuyo compromiso y
accionar la acerca más a la "vida real" y a la preocupación de rectificar a Europa para
"transmutar" lo codificado en "salud y belleza". De este modo, los reformistas del '18
-practicantes de la irreverencia a los modelos-, y en su búsqueda de un mundo nuevo
situado en América optan, no por las vanguardias europeas, sino por el relato
modernista que conciliaba en el Ideal de los opuestos la lucha de un mundo que
consideraban caduco: el de la violencia positivista (Torres Roggero, 1993: 418).

En Latinoamérica, ese hito político se proyecta a través del tiempo en la gran cantidad
de líderes políticos surgidos en las luchas universitarias: Haya de la Torre, Salvador
Allende, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Camilo Torres, Ernesto Cardenal, etc.
Así, sobresaltada por la aparición del anarquismo, la clase dominante no desea
renunciar al poder e intenta reestructurar una ideología que la represente y que, la
mayoría de las veces, se ampara en la fuerza de las elites militares.

Hacia el segundo decenio del siglo XX, los países de América Latina, son protagonistas
de un movimiento que culminará en un nuevo modelo de identidad nacional y
latinoamericana. Este nacionalismo cultural y político se debate con la exagerada
tendencia europeizante, reivindicando los valores autóctonos. Una serie de sucesos son
claves en esta coyuntura: el ascenso de las capas medias hacia el gobierno de varios
países, la Revolución Mexicana, con su aspiración de integrar todos los sectores de la
vida nacional; la Revolución Rusa incitando a la liberación latinoamericana y la
primera guerra mundial con sus matices decadentistas. En el noroeste argentino, los
principios de la Reforma Universitaria de 1918 y la oposición al facismo naciente
generarán, en la Universidad de Tucumán, un movimiento de oposición a la política
peronista que -como ha estudiado Ramón Leoni Pinto- tendrá su primer momento de
eclosión en 1948, a través de la actividad de la Sociedad Sarmiento (Cfr. Leoni Pinto,
1995). El registro estético de estos modelos de carácter contestatario se refleja en la
producción periodística y en las revistas del momento, como el Boletín Sarmiento
(1949-1957) y la revista santiagueña Dimensión, dirigida por Francisco René Santucho
entre 1955 y 1961, en la que se leen las formulaciones teóricas del disenso
revolucionario y su concreción en los movimientos subversivos (Cfr. Leoni Pinto,
1995: 98). En esta revista también se evidencia la vinculación de la cultura regional al

144
tronco andino y se diseña la plataforma del FRIP, base originaria del ERP 99 que
liderarán en los '70 Mario Roberto Santucho -hermano del director de Dimensión- y
Luis Pujals.

Luego de la impronta del modernismo y sus correlatos regionales como afán


estructurador de nuevos sistemas culturales independientes de la metrópoli, emerge una
etapa de ruptura con los afanes pintoresquistas y la mirada sostenida sobre el terruño.
Los años '60 marcan un momento culminante en el sistema literario latinoamericano,
en el que simultáneamente emergen una "nueva novela", un "nuevo teatro", una "nueva
canción" y un "nuevo cine". La amplitud del fenómeno, que abarca casi todas las
prácticas sociales y culturales, se inserta dentro de una tensionalidad discursiva
generada entre un proyecto de inspiración marxista, hegemónico en el campo
intelectual de esos años, que tiende a constituirse en conciencia histórica y un proyecto
de revalorización de las culturas y religiones populares basadas principalmente en el
pensamiento mítico (Cfr. Lillo, 1997: 739-740). Esta tensión compone un discurso en
el que se construyen alteridades cuyos referentes específicos son las minorías
marginales: la orilla de Aparicio y el campesino aislado en el interior del interior (Cfr.
capítulo V).

La segunda mitad de la centuria plantea la reestructuración de las identidades locales,


nacionales y globales, como consecuencia de los grandes cambios políticos y
económicos a nivel mundial. Se produce el pasaje de las identidades modernas hacia

145
las posmodernas100. Las identidades modernas -territoriales y casi siempre
monolingüísticas-, se habían fijado tras la subordinación de las regiones y etnias dentro
de un espacio más o menos arbitrariamente definido. Este espacio, llamado "nación",
se oponía -desde la forma que le daba su organización estatal- a otras naciones. Aún en
zonas multilingüísticas, como en el área andina y en la mesoamericana, las políticas de
homogeneización modernizadora escondieron la multiculturalidad bajo el dominio del
español, así como la diversidad de formas de producción y consumo dentro de los
formatos nacionales. En cambio, las identidades posmodernas son transterritoriales y
multilingüísticas. Operan mediante la producción industrial de cultura, ayudadas por la
comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes. Estas
identidades desdeñan las modalidades orales y escritas que cubrían espacios
personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas.

Los análisis de la post-modernidad generados desde mediados de los años '80 insisten
en señalar la creciente expansión de la globalización como consecuencia "lógica del
capitalismo tardío" (Jameson, 1984). El proceso de globalización forma parte de un
movimiento de un estilo de "civilización" que emergió con un mundo unificado,
inseparable histórica y geográficamente desde los tiempos de la Colonia y que, a pesar
de todo, está fragmentado por profundas divisiones económicas, sociales, étnicas y
culturales. Las naciones desarrolladas concentran su poder creando polarización,
asimetría y una acumulación ilimitada del capital y la tecnología. Este nuevo orden
mundial produce una creciente ingobernabilidad de las periferias cuyas masas están
siempre oprimidas por el peso del fracaso económico. Unido al proceso de
internacionalización del capital, del trabajo y del medio ambiente, se requiere como
requisito indispensable realizar una privatización del estado (Cfr. Varese, 1997).

146
En Argentina, como en los otros países de América Latina, se expande la filosofía
neoliberal que privilegia las leyes del mercado. Las administraciones provinciales y
municipales, sometidas a procesos de ajuste de la administración nacional, no pueden
generar actividades productivas e industriales. Pensadores como Alain Touraine
escriben que el mercado es útil para demoler al "Estado centralizado, clientelista o
totalitario", pero "no constituye un principio de construcción ni de gestión de la vida
social" (García Canclini, 1996: 127). Esa misma inquietud lleva a un historiador de la
región del NOA a plantear irónicamente: "Las leyes del mercado no darán como
producto necesario una nación sino que probablemente nos convertirán en una
república de mercaderes" (Bazán, 1992: 472). La consecuencia de esta aplicación del

1938, Lugones se suicida en una isla de Tigre.

75 Ernesto Aráoz nació en Salta, el 11 de junio de 1891. En 1919 egresó de la Universidad de Buenos
Aires con el título de "Doctor en jurisprudencia". En 1913, durante su época estudiantil, fundó el
"Ateneo Universitario", junto con José María Monner Sans, Gabriel del Mazo, Carlos M. Sojo,
Eustaquio Méndez Delfino, entre otros. Al año siguiente comenzaron a editar la revista "Ideas". De
regreso en Salta fue electo Diputado Provincial hasta 1925. En 1932 fue elegido Diputado Nacional
por Salta y permaneció en el Congreso de la Nación durante dos períodos consecutivos. Fue
Gobernador de la provincia entre 1941 y 1943. Editó los siguientes libros: Páginas de juventud
(1914), Salta en la época de la anarquía argentina (1923), El alma legendaria de Salta (1936),
Palabras en el Parlamento (1938), Al margen del pasado (1944), El diablito del Cabildo
(editado en 1946, 1969 y 1992), Vida y obra del Dr. Patrón Costas (1966). Falleció en Salta el 4
de marzo de 1971, a los ochenta años de edad (Datos obtenidos del archivo del escritor Raúl Aráoz
Anzoátegui. Cfr. también Figueroa, 1980).

76 Nacido probablemente en 1900, publicó las novela Las maravillosas tierras del Acre (1930),
Miñur en Sumalao (1941) Vías de argentinidad (1944) y La cuyanidad, nortinidad. También
dio a conocer, en revistas literarias, una serie de cuentos que tituló "Los opas". Permanecen
inéditas, entre otras, sus novelas El maleficio, El suica Gallerén, La hospitalidad del gavilán,
Don Juan de las Casas Blancas y Los tres picos de amor (Cfr. Adet, 1981: 96). Falleció en
Rosario, en 1944. Según Gregorio Caro Figueroa: "Torres López puede ser considerado como un
precursor del enfoque regional. No se le conoce militancia política, aunque expresa su admiración
por dos hombres que trató: Juan B. Justo y el salteño Joaquín Castellanos. Como Castellanos,
tiene una preocupación que expresará a lo largo de su obra, aunque no alcanzará a sistematizar:
desentrañar la psicología social del hombre del noroeste argentino." (Caro Figueroa, 1992: 19).

77 María Torres Frías (1883-1953) comenzó a publicar en 1898, en el periódico quincenal El búcaro
salteño, en el que un elogioso artículo con la firma de Hell Duggan consigna la edición de su
novela La Caridad y la existencia de dos novelas inéditas: "María, una mujer del siglo" y "La
pastora de la granja". Sus libros de poemas Fosforescencias (1930) y Aurora boreal (1934),
fueron recomendados como textos de lectura para las escuelas dependientes del Consejo de
Educación de la Provincia de Salta. También publicó los siguientes poemarios: Camino de
ensueño (1923), Ritmo sonoro (1941) y Hontanar (1941) (Cfr. Proyecto de Investigación 511,
1997: 32-33).

78 Emma Solá de Solá (1894-1984), nació en Salta y se dedicó casi exclusivamente a la labor poética.
Publicó El agua que canta (1922), La madre del viento (leyendas y paisajes de las montañas,
1928), El sendero y la estrella (1933), Miel de la tierra. Allpamiski (versos en lenguaje regional
fechados en 1945), El alma en la noche (prosa lírica, 1947) y Esa eterna inquietud (poemas,
1964). En 1942 publicó la Antología del Milagro (selección y notas bio-bibliográficas).
Permanecen inéditos en libro sus textos para niños Hacia el norte argentino y Chango y Mancha,
además de un considerable número de crónicas de viajes y notas sobre temas de actualidad
parcialmente dados a conocer en revistas y periódicos (Cfr. Adet, 1991: 76, Proyecto de
Investigación 511, 1997: 41).

79 Poeta e historiadora que firmaba con el seudónimo "Violeta del Valle", publicó en verso Elogio de
la vida provinciana (1923). En 1918 se estrenó en el Teatro Victoria de esta capital su poema
modelo de primer mundo, es el "previsto" incremento de la desocupación, la
marginación y el arrinconamiento social dentro del enorme país que se abre a los
capitales del mundo.

El correlato de estos cambios económico-políticos, operando en la metamorfosis de las


identidades institucionales y la pugna por entrar al convite de segunda categoría
reservado para las naciones pobres, puede leerse también en el registro simbólico y
cultural. El pasaje de lo nacional a lo global provoca modificaciones en los modos de
integración regional, los que transitan distintos circuitos socioculturales. Los medios de
comunicación se tornan más masivos que nunca. La producción literaria escrita se

dramático En los tiempos gloriosos. Permanecen inéditos en libro, entre otros de sus ensayos "La
actuación del Virrey Toledo en la Fundación de Salta" y su novela corta de ambiente virreinal
titulada "La esposa del Oidor" (Cfr. Adet, 1981: 79).

80 Clara Saravia Linares de Arias nació en 1905, en Salta. Inició su carrera literaria en la adolescencia.
A los veinte años publicó una novela: Lirios de otoño (1925) y años más tarde un libro de lectura
titulado Por los prados del alma (1934) que fue aprobado por el Consejo General de Educación de
la Provincia como texto de lectura para las escuelas primarias. En 1926 su poesía "Himno al
Perdón" obtuvo el primer premio en los Juegos Florales realizados en Tucumán, en ocasión de
celebrarse el 110E aniversario de la Independencia. En 1933 publicó el opúsculo Algunos aspectos
de la religión católica y en 1936 se editó su poemario Vía Crucis (reeditado en 1992).
Permanecen inéditas dos obras de teatro, dos novelas tituladas La casa rosa y Catorce palabras y
varios cuentos. Su novela corta Noble impostura (Premio revista El Hogar) fue publicada en
revistas y diarios, así como también los cuentos "la hija de Jefté" y "Las dos aldeas". Ejerció la
docencia secundaria en el Colegio "Santa Rosa de Viterbo", donde dictó cátedras de Castellano,
Literatura y Francés. También fue profesora en el "Colegio de Jesús", el "Bachillerato Humanista
Moderno" y la "Escuela Normal", establecimiento en que permaneció hasta su retiro. En 1977
publicó (Más amor! (poemas). Falleció en Salta, en 1991. Su cuento Un olor a jazmines se editó
póstumamente, en 1994 (Cfr. Proyecto de Investigación 515, 1997: 49).

81 María Bertolozzi nació en Salta, posiblemente en 1888, durante la segunda epidemia de cólera que
azotó la provincia. Entre 1894 y 1900 cursó y completó su educación primaria. Entre 1901 y 1904
hizo sus estudios en la Escuela Normal. Hacia 1904 se habría establecido en Buenos Aires para
preparar su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1912
se graduó como Doctora en esa Facultad. Al poco tiempo de graduarse, aparece como ponente en el
XVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Buenos Aires, durante las fiestas del
Centenario de Mayo. Su trabajo -de clara orientación historiográfica- se titulaba "Diferencia étnica
y social entre provincianos y porteños". Se casó con Calixto Oyuela, el crítico literario y presidente
de la Academia Argentina de Letras. Además de su labor investigativa, María Bertolozzi dio a
conocer un libro con dieciocho relatos suyos, escritos entre 1903 y 1912, algunos de los cuales
habían sido publicados en la revista cultural porteña Renacimiento. El libro, editado por la
impresora Casellas en 1924 se titula La flecha del Inca y, si bien responde a los postulados del
indigenismo romántico que imperaba en el momento, contiene importantes revelaciones sobre la
realidad local (Cfr. Caro Figueroa, 1993: 14-15).

82 José Hernán Figueroa Aráoz nació en Salta en 1900 e incursionó en la vida literaria de Buenos
Aires entre 1918 y 1931. Es autor de El escuadrón de los escopeteros (cuentos, 1925), Cuentos
del norte (1928), Provincia (cuentos, 1938), Tiempo fugado (novela autobiográfica, 1941),
Cuentos y relatos salteños (1959). Sus poemas -que fueran publicados en periódicos y revistas del
país-, permanecen inéditos en libro. También están inéditos sus ensayos de crítica bibliográfica, un
libro de cuentos y una novela. En 1979 la Fundación Michel Torino de Salta editó una antología de
su narrativa (Cfr. Adet, 1981: 86).

83 Antonio nella Castro nació en Salta, en 1921 y se radicó desde los 26 años en Capital Federal. Ha
publicado, en poesía Tiempo de acuarela (1945), La elegía heroica (1950), El potro pintado
(1959) y Baguala solamente (1972). En narrativa publicó La mestiza (1957), El ratón (1970,
Premio Planeta de Argentina) y Crónica del diluvio (1986). En 1973 la Sociedad Argentina de
instala con mayor fuerza como patrimonio de las clases altas y medias que acceden a la
educación sistemática. Y los saberes y experiencias, organizados en relación a los
territorios étnicos, regionales y nacionales son leídos como "residuos" de la cultura
popular tradicional.

Así, las conexiones múltiples entre globalización e industria cultural promueven el


desarrollo de formas heterogéneas de pertenencia, cuyas redes se entrelazan con las del
consumo "un espacio de luchas, un terreno de memorias diferentes y un encuentro de
voces desiguales"101...

Escritores lo distinguió con la Faja de Honor por su libro Baguala solamente (Primer Premio
Municipal de la Ciudad de Buenos Aires). Permanecen inéditas su novela El útero de ladrillos
(novela) y una antología de su obra poética, así como su obra de teatro "Los ojos azules como
papá" (Cfr. Adet, 1981: 162-163). Falleció en Salta, el 22 de julio de 1989.

84 Bernardo Canal Feijóo nació en Santiago del Estero, el 27 de julio de 1897 y falleció en Buenos
Aires en 1982. Es uno de los pensadores más importantes del Noroeste argentino y fue autor de
algunas decenas de volúmenes en los que convergen la visión del historiador, el examen político
institucional, la interrogación sociológica, la descripción monográfica y la percepción literaria
(Cfr. Leoni Pinto, 1998). La figura de Canal Feijóo se perfila primero como poeta, con la
publicación de sus libros: Penúltimo poema del football (1924), Dibujos en el suelo (1927) y La
rueda de la siesta (1930), todos editados en Santiago del Estero. En los años '30 y '40 Canal Feijóo
orientó su producción hacia el teatro (Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, 1937,
Tungasuka, que obtuvo el Premio Nacional de Teatro) y hacia el ensayo (Proposiciones en torno
del problema de una cultura nacional, 1944; De la estructura mediterránea argentina, 1948)
(Cfr. Corvalán, 1988, Rivas, 1987).

Además de su labor propulsora en la agrupación "La Brasa", tuvo una destacada ocupación como
organizador del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA), en
agosto de 1946. Radicado en Buenos Aires, su gravitación intelectual se tradujo en su participación
en la revista Sur, y su promoción en los cargos de Decano de la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional de La Plata, Secretario de Cultura de la Universidad de Buenos Aires y
Presidente de la Academia Argentina de Letras (Cfr. Zurita, 1997).

85 Luis L. Franco Nació en Belén, Catamarca, el 15 de diciembre de 1898. En esa localidad aprendió
sus primeras letras, demostrando desde la infancia un rechazo "fisiológico" hacia las reglas
ortográficas y la pedagogía religiosa. Al terminar la escuela primaria, se trasladó con sus padres a
Catamarca para realizar sus estudios secundarios. El aprendizaje incipiente de idiomas extranjeros
en el Colegio Nacional lo puso en contacto con la producción de Victor Hugo y Gabriel
D'Anunnzio. En el diario local El Día publicó una traducción de Verlaine y otra de Shelley con su
firma. En 1918, con su poesía incipiente, ganó los Juegos Florales en Tucumán. Luego del servicio
militar, realizado en Buenos Aires, en 1919 se establece en la capital para estudiar abogacía en la
Facultad de Derecho, pero abandona la carrera cuando ya había publicado sus primeros versos en la
revista Nosotros. En 1920 se edita su primer libro de poesía, La Flauta de caña. Continúa
vinculándose al ambiente literario a través de Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones, frecuentando
la amistad de los poetas contemporáneos como Alfonsina Storni. En 1923, y establecido en Belén,
publicó El libro del Gay vivir, que fue aplaudido por Lugones y elogiado por Rafael Alberto
Arrieta, Enrique Espinoza y Arturo Capdevilla. En 1926 publica Los Hijos de Llastay,
inaugurando una línea narrativa dentro de la producción del NOA y del país. Un libro de resonante
impacto en 1931 es, sin duda América Inicial. En 1948 publicó el libro Pan y en 1959 obtuvo el
Primer Premio Municipal de Poesía, por su libro Constelación. Antología General. En 1961 se
publicó su libro de relatos Biografías Animales, en el que se concentran las ideas centrales del
pensamiento de Franco. En su extensa obra lírica y en prosa, se comprueba que Luis Franco, se
anticipó, como intelectual, a la obra renovadora que desearon hacer -en la Argentina y en los demás
países hispanoamericanos-, las promociones posteriores (Cfr. Bazán, 1990).

86 Juan Pinto (1958) sostiene que esta columna definida por Soto correspondería a la generación del
'22. De acuerdo al esquema propuesto por Arrom (1963) se trata de la "generación de 1924, válida
para toda la América hispánica y que cuenta con exponentes como neruda, Vallejo, Carpentier,
Asturias, Borges... (Cfr. Corvalán, et. al., 1984: 32).

87 El periódico La Vida Literaria fue fundado y dirigido por Samuel Glusberg ("Enrique Espinoza").
Más tarde, su publicación fue responsabilidad de un directorio integrado por el mismo Espinoza,
Martínez Estrada y Arturo Cancela (Cfr. Lafleur, Provenzano y Alonso, 1962: 135). Según el
equipo de investigación del Instituto "Luis Emilio Soto", de la Universidad Nacional de Salta:
"Llama la atención el carácter ecléctico y universalista del periódico. Allí escriben nacionalistas y
socialistas; tradicionalistas y revisionistas; aparecen panegíricos al peruano Mariátegui y al
mexicano Alfonso Reyes; se discuten las ideas de Keyserling y de Waldo Frank; tienen cabida
Leopoldo Lugones (que para la vanguardia ya era anatema) y Ramón Doll. Lo menos importante
parece haber sido para ellos "la vida literaria"; el énfasis está puesto en la discusión de las ideas
y el esclarecimiento sobre los libros de la época, con un criterio absolutamente imparcial
(Corvalán, et. al., 1984: 33).

88 Nació en Monteros, Tucumán, en 1922. En su ciudad natal se graduó como maestro normal y
ejerció la docencia en escuelas rurales. También se desempeñó como profesor de literatura en la
enseñanza secundaria. Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo, integró, en 1944, el grupo "La
Carpa". Ha publicado las novelas La grieta (1952), Elegía (1952), Los amigos lejanos (1956),
Los médanos ciegos (1958) y Los inocentes (1964), y los libros Cuentos amables, nobles y
memorables (1964), Tiempo deseado (poemas, 1944) Cánticos terrenales (poemas, 1951) y
Égloga, farsa y misterio (teatro, 1961). Ejerce el periodismo en Buenos Aires.

89 Raúl Aráoz Anzoátegui. Nació en 1923 y reside en Limache, Salta. Fue una de las figuras
descollantes de la agrupación norteña "La Carpa", en el que se inicia su trayectoria como poeta,
narrador y ensayista. Es autor de los poemarios Tierras altas (1945), Rodeados vamos de rocío
(1963), Poemas hasta aquí (1967), Pasar la vida (1966, 1974). Su labor como antólogo y
ensayista queda reflejada en Los escritores argentinos y el problema de la incomunicación
(1961), Muestra de poetas salteños (1962), Antología. Panorama poético salteño (1963) y Tres
ensayos de la realidad (1970). Incursionó en el género teatral con una obra aún inédita que tituló
"La selva ciega". En 1946 obtuvo con Tierras Altas el Primer Premio Regional de Poesía. Fundó y
dirigió un taller editorial que publicó importantes textos de autores de la región. Se desempeñó
como miembro del directorio del canal de televisión ATC y fue Director de Cultura de la
Municipalidad de Salta durante varios períodos. En 1995, con motivo de la celebración de sus
bodas de oro con la literatura, se publicaron sus Dos cuentos casi fantásticos. Actualmente es
Asesor de la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños. Gran parte de su
obra poética ha sido compilada en un volumen de la editorial Corregidor. Prepara un libro de
ensayos y otro con su última producción poética para editar en breve.

90 Julio Aramburu nació en Jujuy en 1898. Cursó estudios en la Facultad de Derecho de Buenos Aires
y fue autor de numerosos libros que se reparten entre la creación literaria, el ensayo y la
investigación historiográfica o lingüística. Entre ellos podemos mencionar La tierra natal (1923),
El solar jujeño (1930), Buenos Aires: muestrario urbano (1927), Dramas de Provincia (1929),
Recuerdos de la infancia (1930), La juventud de Avellaneda y otros ensayos (1935), Voces de
supervivencia indígena (1944), Historia Argentina (1948), Las hazañas de Pedro Urdemales
(1949), entre otros (Cfr. Fidalgo, 1975: 95-99).
V. FRAGMENTOS DEL PAÍS INTERIOR

"Yo pertenezco justamente a la cultura alto-


peruana, no a la cultura del resto del país o
pampeana. Mi nacimiento fue en esta zona, mi
formación, si alguna vez la tuve, también ocurrió
91 Pablo Rojas Paz nació en Tucumán en 1896. Se radicó en Buenos Aires en su juventud
para cursar la carrera de Medicina, pero pronto la abandonó para dedicarse al periodismo y a las
letras. En la Capital del país se relacionó con el grupo martinfierrista, en el momento de su
conformación. Fue uno de los directores fundadores de Proa (1924), segunda época. Su primera
producción literaria se identifica con las ideas de aquella agrupación, como los ensayos Paisajes y
meditaciones (1924), La metáfora del mundo (1926) y su primera selección de narraciones
breves, titulada Arlequín (1928). Más tarde publica El patio de la noche (1940) y El arpa
remendada (1944). Sus novelas: Hasta aquí nomás (1936), Hombres grises, montañas azules
(1930) y Raíces al cielo (1945) centran su mirada en el Tucumán nativo. Obtuvo el Premio
Municipal de Buenos Aires por su libro Paisajes y meditaciones. Falleció en Buenos Aires en
1956, dejando publicada una considerable producción de ensayos, cuentos y novelas.

92 Manuel J. Castilla nació en Cerrillos (Salta), en 1918. Realizó estudios en el Colegio Nacional de
su provincia natal y luego se dedicó al periodismo y las letras. Es uno de los escritores fundadores
del grupo "La Carpa". Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales, publicó los
siguientes poemarios: Agua de lluvia (1941), Luna Muerta (1944), La niebla y el árbol (1946),
Copajira (1949,1964, 1974), La tierra de uno (1951, 1964), Norte adentro (1954), El cielo lejos
(1959), Bajo las lentas nubes (1963), Amantes bajo la lluvia (1963), Posesión entre pájaros
(1966), Andenes al ocaso (1967), Tres veranos (1970), El verde vuelve (1970) y Cantos del
gozante (1972), Triste de la lluvia (1977), Cuatro Carnavales (1979). También publicó un texto
en prosa: De solo estar (dos ediciones en 1957) y el libro Coplas de Salta (1972, con prólogo y
recopilación de Castilla). En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (trienio 1954-56,
Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro. También fue galardonado
con el Premio Juan Carlos Dávalos para obras de imaginación en la producción literaria (trienio
1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del Fondo Nacional
de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió el
Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más
importantes distinciones debemos mencionar el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la
Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y
Cultura de la Nación (trienio 1973-75). Falleció en Salta, en 1980 (Cfr. Adet, 1981: 154-155 y
Obras Completas editadas por Corregidor).

93 Carlos Hugo Aparicio nació en La Quiaca -provincia de Jujuy- el 20 de junio de 1935 y reside en
Salta desde 1947. Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales e internacionales,
ha publicado, en poesía: Pedro Orillas, 1965, El Grillo ciudadano, 1968 y Andamios, 1980; en
narrativa los volúmenes de cuento Los Bultos, 1974, Sombra del Fondo, 1982 y Familia Tipo,
1983; varias plaquetas con coplas, cuentos y poemas y, en 1988, su novela Trenes del Sur. En
1986 fue invitado por la Fundación Fullbrigth para participar en un Encuentro Internacional de
Escritores en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde brindó conferencias y se difundieron
algunos de sus textos traducidos al inglés. Ha obtenido premios a nivel provincial, regional y
nacional, como el Primer Premio Regional de Literatura en 1977 por su libro de cuentos Los
Bultos y, en 1992, el segundo Premio Nacional de Literatura por su novela Trenes del Sur. Entre
1988 y 1992 fue director de la Biblioteca Provincial de Salta. En 1997 fue declarado "Ciudadano
Ilustre de La Quiaca" y en el mismo año, el Gobierno de la Provincia de Salta, en virtud de su
trayectoria en el campo de las letras nacionales le otorgó el "Reconocimiento al Mérito Artístico".
Actualmente se desempeña como Asesor de la Comisión Bicameral de Autores Salteños y es
Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
allí; mis maestros, casi todos analfabetos y
sabios, fueron gentes de ese lugar. Siempre me he
preguntado por qué me nacieron en ese rincón de
América, que ahora se ha convertido en una zona
marginal de ese país confuso y contradictorio
que es la Argentina."
HÉCTOR TIZÓN

94 Según los datos del censo de 1778, puede comprobarse que el 92 % de la población de la Puna, en
el último tercio del siglo XVIII, era indígena (Larrouy, 1927, II: 380). Pero ante la hostilidad del
clima de la Puna, los encomenderos preferían establecerse en Salta, Jujuy o en Tarija, y se
trasladaban al Despoblado una o dos veces por año para percibir sus rentas. Con frecuencia éstos
llevaban a los indios para servir como mitayos en las minas de Potosí y en otras actividades
personales, lo que trajo como consecuencia la alarmante disminución de la población indígena.

Con relación a las etnias que habitaban esta extensa región, Eric Boman (1992) y Erland
Nordenskiöld afirman que los restos de civilización encontrados en Atacama son idénticos a los de
la Puna, de manera que tanto los indios omaguacas, como los de Cochinoca, Casabindo y
Rinconada estarían integrados al grupo mayor de los "atacamas". Muchos historiadores, siguiendo
a los cronistas de la colonia, adscriben a gran parte de los aborígenes jujeños a la nación "diaguita";
otros afirman que esas parcialidades pertenecen a la rama de los "omaguacas"; mientras algunos
prefieren no englobar a los habitantes de esta extensa zona en una denominación general, y cuando
se refieren a ellos los llaman por sus nombres propios: omaguacas, ocloyas, cochinocas,
casabindos, jujuies, osas y paypayas. Lo que ha quedado claro para la investigación arqueológica y
etnográfica es la huella de la dominación incaica sobre los grupos étnicos de casabindos y
cochinocas (Cfr. Vergara, 1961: 36-39).

95 Francisco Zamora nació en Tucumán en 1934. Primeramente se radicó en Jujuy y luego


en Salta, desde 1969. Publicó un libro de cuentos titulado El llamaviento (1975) y dos novelas: La
heredad de los difuntos (1977) y Bisiesto viene de golpe (1983). En 1977 obtuvo el "Premio de
Novela Homero Robles" por su novela la heredad de los difuntos. Actualmente desempeña tareas
periodísticas en el diario El Tribuno de Salta.

96 Carlos Barbarán Alvarado nació en 1905. Publicó en periódicos y revistas numerosos cuentos,
ensayos, poemas y comentarios que aún no han sido llevados al libro. En 1974 se editó su novela
Donde el hombre muere riendo. Falleció en 1978 (Cfr. Adet, 1981: 117).

97 Héctor Tizón nació en 1929, en Rosario de la Frontera (Salta) y se radicó en Jujuy desde su
juventud. Es abogado y se desempeñó como diputado provincial en 1954, Subsecretario de
Gobierno y agregado cultural de la embajada argentina en México, donde fundó la publicación de
arte Síntesis entre 1958 y 1961. También se desempeñó como cónsul en Milán y vivió en Madrid
entre 1976 hasta 1982, para establecerse en su lugar de arraigo y de producción, que es la localidad
de Yala, en Jujuy. Publicó cuentos, notas y comentarios bibliográficos en la Revista Tarja. Su
primer libro, A un costado de los rieles es la reunión de dieciséis cuentos que abren un ciclo de
producción que lo convertirán en uno de los escritores más destacados del país (Cfr. Bibliografía).

98 Jorge Torres Roggero, en sus reflexiones sobre la reforma universitaria del '18 a partir de un texto
de Saúl Taborda, advierte -siguiendo a Lobodón Garra: ..."los neosensibles de Florida fueron el
aspecto literario y tardío de la 'revolución cordobesa' de 1918, origen de una 'nueva generación'
con alcance americano. No es casual que en el mismo tomo recopilado por Gabriel del Mazo, de
donde Lobodón Garra espiga citas de Deodoro Roca y Julio V. González, encontremos también
textos de José Luis Lanuza y Homero Gulielmini, escritores casi ajenos a las contiendas literarias
de grupos, que corroboran y amplifican el aserto inicial. (...) el segundo (...) propugna un cambio
absoluto de 'régimen mental' y 'una subversión de la vieja perspectiva del mundo impuesto por
nuestros mayores'" (Torres Roggero, 1993: 479).
V.1. FACETAS CONVERGENTES
Hemos centrado nuestra lectura en la línea trazada por la narrativa pero deteniendo
nuestra mirada en aquellos momentos en los que otras formas textuales van marcando
hitos fundamentales en la literatura y la vida socio-cultural del NOA. Nutre nuestra
perspectiva una consideración de los géneros literarios que excede el marco de las
clasificaciones canónicas, en la medida en que atiende a la organización de elementos
dominantes y estrategias discursivas que se ponen en juego en cada texto. En este
punto también debemos señalar que la mayoría de los escritores que estamos leyendo
han cultivado el ejercicio de los diversos tipos textuales y discursos artísticos 102, y casi
todos ellos se integran a una extensa nómina de creadores reflexivos y multifacéticos.

La prosa ha sido tradicionalmente la forma preferida por los narradores al ajustarse más
a las necesidades del relato, pero el verso también comunica la continuidad y el ritmo
acompasado al texto. Además de la poesía épica hay poemas contemporáneos que
guardan un carácter epopéyico y narrativo. En este sentido, en el primer verso del
Martín Fierro se articula la presencia activa de un narrador que se dispone a contar
una historia.

Desde el punto de vista histórico, y como lo ha notado Parfeniuk, la narración reconoce


raíces comunes con la poesía, con el mito y con la filosofía, compartiendo caracteres
99 Entre 1968 y 1969 se consolida en Argentina la actividad de las primeras organizaciones
guerrilleras: las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) constituían la rama armada del Partido
Comunista Marxista-Leninista. El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era el brazo armado
del Partido Revolucionario de los Trabajadores, de orientación trotskista. Éste incursionó en áreas
rurales y se distinguió por la firmeza en sus posiciones, que continuaron invariables a través de la
etapa constitucional iniciada en 1973. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), que comenzaron a
actuar en 1968, provenían de la izquierda del peronismo y eran tributarias de las ideas de John
William Cooke (Cfr. Luna, 1995, IV: 1908).

100 Como expresa Néstor García Canclini, el término "posmodernidad" es cada vez más incómodo. En
su libro Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (1990), el pensador
argentino afirma que no entiende esa diferenciación analítica entre identidades modernas y
posmodernas como una separación tajante, sino que concibe a la posmodernidad no como una
etapa totalmente distinta ni sustitutiva de la modernidad, sino como un desarrollo de tendencias
modernas que se reelaboran en los conflictos multiculturales de la globalización.

101 Roberto Alejandro, en Hermeneutics, Citizenship, and the Public Sphere (Nueva York, State
University of new York Press, 1993: 6-7). La traducción pertenece a Néstor García Canclini (1996:
32).

102 Luis Emilio Soto, al referirse a la ensambladura de uno de los textos de Bernardo Canal Feijóo,
apunta la ambigüedad genérica que late en esa estructura multifacética: "Sin duda por un afán de
independencia creadora, Canal clasifica a Pasión y muerte de Silverio Leguizamón como "film",
aunque todavía disconforme, temeroso quizás de comprometer los fueros de su fantasía, luego opta
por una denominación libre, sin limitaciones de preceptiva canónica: relato parlante. Por debajo
de esta opción, insignificante al parecer, Canal nos descubre, a pesar suyo, hasta dónde está
trabajando, por la insatisfacción creadora; nos muestra la conciencia que tiene del problema
técnico, por así decirlo, y exhibe, una vez más, un saludable prurito de puntualización que nunca
es inoportuno."(Soto, 1938: 104).
esenciales, como una idéntica inclinación lingüística hacia el lado épico de la verdad y
la inscripción en la memoria de las palabras (Parfeniuk, 1990: 52). Así se replantea la
validez de las esquematizaciones rígidas respecto a los géneros literarios que una gran
parte de la producción latinoamericana contemporánea ha desafiado repetidamente.

Un ejemplo de este fenómeno de borradura entre los géneros convencionales puede


encontrarse en la escritura de Manuel J. Castilla, en la que convergen narración, poesía
y mito. En el libro De sólo estar, la estructura prosaica y su intensidad lírica condensan
la presencia de los mitos del tiempo y del carnaval, pero también convocan una serie
de índices narrativos que deliberadamente introducen a un narrador dentro del poema.
Construcciones tales como "esto que les cuento", acompañadas de peticiones como "yo
quiero que me crean" son algunos de los elementos con los que se construye una
narración con algo contenido social (Cfr. Parfeniuk, 1990). Esta línea de conciencia
social trazada por Castilla es fundante en la literatura del NOA, pues otros escritores
retomarán esa problemática, como Tizón, Moyano, Zamora o Aparicio.

En otro sitio de tensividad entre formas genéricas se encuentra la extensa producción


narrativa de Dávalos, la que admite diversas tendencias que mixturan dos actitudes
enunciativas: por un lado una intención de mostrar su elaboración artística del mundo,
y por otro una veta teorizadora que abstrae la realidad y realiza una documentación
filosófica de sus observaciones y experiencias. La prosa recorre los itinerarios del
relato y el ensayo en un afán de descubrir el mundo por medio de la intuición y la
hipótesis, la imaginación y la reflexión. En esta simbiosis de "poetización narrativa" se
inscriben diferentes formas de reelaborar las fuentes autobiográficas, los hechos
observados, los materiales provenientes de la tradición oral y los datos históricos (Cfr.
Chibán, et. al. 1982: 120).

Así, las tensiones, los cruces y puntos de intersección del lenguaje se alegorizan en
formas de decir elípticas que amenazan las supuestas fronteras de los géneros. Esas
formas de cifrar la realidad eclosionan en la novela. Por ello este tipo textual ostenta
una estructura escurridiza y difícil de definir fuera de sus circuitos de producción:

¿Se puede hablar de una novela "argentina"? Más bien habría que hablar de la
novela "en" la Argentina (...) ¿Los géneros cambian cuando entran en las
literaturas nacionales? ¿Los géneros literarios actúan del mismo modo en
cualquier contexto? ¿O las literaturas nacionales transforman, adaptan,
traducen, en el sentido amplio, el funcionamiento de los géneros? ¿Qué
relación hay entre los géneros y las literaturas nacionales? (Piglia, 1989: 99).

Los contornos sutiles de esa formación llamada "novela" se declaran independientes de


cualquier poder omnímodo y deben renovar su astucia metodológica para lograr
seducir al lector. Este planteo sobre los juegos discursivos se integra a la teoría de la
novela esbozada por Hugo Foguet, quien en los parlamentos de sus personajes -como
Cortázar en Rayuela- libera sus ideas estéticas:

La novela es un mundo autónomo que dicta sus propias leyes. Cada novela
necesaria es un cosmos y como todo cosmos tuvo principio en un caos y es
mejor entrarle rápido y a los manotazos y ponerle orden, pero no el orden
jodido que viene de arriba sino el que impone la imaginación. (...)
La novela como aventura. Pero entendendámonos: no se trata de las
vicisitudes de un héroe sino de las vicisitudes del lenguaje. La novela como
aventura de la palabra. Novela oscura, aburrida, novela no-pasa-nada. (...) La
palabra es lo milagroso. En las mitologías patriarcales Dios crea el mundo con
la palabra (Foguet, 1983: 131-133)

La renovación de los instrumentos expresivos y el ajuste con los códigos imperantes en


cada momento histórico constituyen el eje de rupturas en la novela contemporánea. Así
lo advierte Luis Gregorich, en su estudio sobre los profundos cambios producidos en la
historia y la literatura argentinas, a partir de la primera guerra mundial:

Quizás la novela -ese género híbrido y ambiguo que es, sin embargo, la más
adecuada representación literaria de la secularizada y móvil sociedad
burguesa- sea la que ejemplifique con mayor claridad este momento de
transformación. Tras el fin de la gran contienda, los novelistas -por lo menos
aquellos que hacen época- repudian definitivamente el realismo psicológico y
el naturalismo, y se lanzan a una indagación y a una búsqueda de estructuras
literarias que resulten dignas de un mundo, no solo trastornado política y
socialmente, sino también ajeno ya a la psicología causal, a la física de tres
dimensiones, a la concepción de la temporalidad anterior a Bergson y
Einstein... (1980-86, 3: 145).

Así crece la novela en el NOA, representándose a si misma como aquella forma


escurridiza cuya estructura permanece a la deriva entre las fronteras discursivas y se
transforma en gesto de apropiación del lenguaje por parte de distintas clases sociales.

V.2. LA ESCENIFICACIÓN DE LA HISTORIA

V.2.1. Güemes en el dédalo de la ficción

"Una buena muerte honra toda una vida"


Lema del Escudo de Armas de la familia
Güemes.

"Interrogamos luego al Diablito sobre algunos


pormenores de la muerte de Güemes, y él nos
dijo:
-Yo vi cuando venían por Buena Vista las tropas
del Barbarucho, que lo mataron; por el rumbo
que traían había salido de la quebrada de Las
Nieves de Lesser. Güemes había pasado esa tarde
por la plaza solo, como siempre lo hacía, seguido
de su asistente, en dirección a la casa de su
hermana Macacha"...
El Diablito del Cabildo, ERneSTO ARÁOZ

El auge de la novela histórica en Latinoamérica hace proliferar las figuras de héroes y


antihéroes de la historia continental. Dentro de esa inscripción narrativa que tiene larga
data, los protagonistas toman como referentes a sujetos trascendentales en el acontecer
histórico. En esta construcción, la muerte, el amor y el destino salvaje se integran al
trayecto sospechoso hacia la inmortalidad: Facundo de Sarmiento, Yo el Supremo de
Augusto Roa Bastos, El reino de este mundo de Alejo Carpentier, Juanamanuela
mucha mujer de Marta Mercader, El general en su laberinto de Gabriel García
Márquez, Santa Evita de Tomás Eloy Martínez103...

La figura de Güemes -uno de los mitos del imaginario regional argentino- pulsa la
producción del NOA y especialmente de Salta. La pluma de Juana Manuela Gorriti lo
retrató como el indiscutible líder salteño de la independencia:

...un guerrero alto, esbelto y de admirable apostura. Una magnífica cabellera


negra de largos bucles y una barba rizada y brillante cuadraban su hermoso
rostro de perfil griego y de expresión dulce y benigna (...) A su lado, pendiente
de largos tiros, una espada fina y corva, semejante a un alfanje, brillaba a los
rayos del sol como orgullosa de pertenecer a tan hermoso dueño104.

Pero no todas las descripciones del general han sido tan "benignas": viajeros como
King lo describieron como un déspota; el historiador Mitre le atribuyó el papel de
"anárquico caudillo menor" y el general Paz lo caricaturizó diciendo que era "gangoso
y mal aspectado" (Cfr. Glave, 1996).

No obstante esas imágenes antiheroicas, gran parte de los historiadores locales se han
abocado a la urgente tarea de rescatar su accionar valiente y contribuir a la mitificación

103 Tomás Eloy Martínez nació en Tucumán en 1934. Periodista, poeta, ensayista y narrador, ha escrito
varios guiones cinematográficos y un ensayo sobre Estructuras del cine argentino (1961).
Iniciado tempranamente en su labor literaria, publicó las siguientes novelas: Sagrado (1969), La
pasión según Trelew, Lugar común la muerte (1979), La novela de Perón (1985), La mano del
amo (1991) y Santa Evita (1996). En 1983 obtuvo una beca de Wilson Center y en 1987 una
beca Guggenheim. Actualmente dirige el programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutdgers
University, en new Jersey (EE. UU.,) donde es Profesor Distinguido.

104 Güemes. Recuerdos de la infancia, Salta: Imprenta de Salta, 1958. Cabe recordar que el padre de
la escritora, José Ignacio Gorriti, fue amigo y socio político de Güemes, mientras que su hermana
Juana María estaba casada con el general Manuel de Puch, otro líder regional y hermano, a su vez,
de Carmen Puch, la esposa de Güemes (Cfr. Glave, 1996). José Francisco de Gorriti "Pachi",
hermano menor de José Ignacio, también se desempeñó al lado de Güemes en las divisiones del
ejército independentista (Cfr. Torino, 1992).
de su imagen. La tradición popular en la primera mitad del siglo XX no registra una
presencia fuerte de esta figura histórica -basta consultar los cancioneros de Juan
Alfonso Carrizo para leer esa no-inscripción de la gesta güemesiana en las coplas y
cantares populares. Más tarde, será la producción épico-lírica de César Luzzatto la que
ha transfigurado los aspectos negativos que pretendían disminuir el prestigio del
caudillo norteño105. En ese mismo espíritu las agrupaciones tradicionalistas de gauchos
fundadas en Salta "velan" su memoria y sacralizan los espacios del héroe: su casa, el
lugar de su muerte, su monumento. En ese proceso de contrastación de versiones de
raigambre histórica y legendaria que se amalgaman en la construcción de la imagen del
guerrero, se inscribe la revista Güemes, dirigida por Benita Campos106 entre 1907 y
1921, la que tenía como objetivo primordial la tarea de conservar el espíritu de
exaltación de su figura, dentro del proyecto vigente de construir los fundamentos del
ser nacional y reforzar los arquetipos en la escala regional.

La imagen del héroe gaucho, que también había poblado la andadura épica de Lugones
en La guerra gaucha (1905), y la urdimbre teatral del texto La tierra en armas
(1935) de Juan Carlos Dávalos (Cfr. Martorell de Laconi, 1993: 293-300) se reinstala
en la novela La república cooperativa del Tucumán de Juan Ahuerma Salazar107
(1989). Allí se expresa la tensión legendaria que ha generado múltiples interpretaciones
sobre el confuso episodio de su muerte y, fundamentalmente, de sus conquistas

105 El conocido poemario Güemes y otros cantares de Julio César Luzzatto fue editado en 1964. En
1984 la producción de Luzzatto -salteño nacido en 1915 y radicado en Buenos Aires- fue editada
íntegramente por la Dirección de Cultura de la Provincia. Allí se incluye esa evocación heroica de
los episodios de la vida y muerte de Güemes, como los detalles de su ascendencia, los
acontecimientos militares en los que el guerrero se destaca, sus amores y la emboscada en la que es
herido por la espalda "para llamarlo cobarde".

106 Benita Campos nació en Salta, en 1882 y se recibió de maestra en 1901. Alternó sus tareas
docentes con las del periodismo, escribiendo en periódicos locales sobre temas históricos y
destacando las grandes figuras de la emancipación americana. Fundó la revista Güemes, que reflejó
la vida salteña de comienzos del siglo XX y en la que colaboraron las más destacadas figuras
literarias del momento (Cfr. capítulo IV). También fue socia fundadora y presidenta de la Sociedad
Pro-patria de Señoritas (Cfr. Figueroa,1980: 56-57).

107 Juan Ahuerma Salazar nació en Salta, el 28 de agosto de 1949. Se licenció en Psicología en la
Universidad Nacional de Córdoba en la década del '70. Su primer libro Territorio libre (poesía,
1974), obtuvo el Primer Premio de la Dirección Provincial de Cultura de Salta. En 1984 publica su
novela Alias Cara de Caballo, que fue llevada al teatro por la Facultad de Artes de la Universidad
Nacional de Tucumán (bajo la dirección de J. Gutiérrez y Tribulo) con el título de "Quinientos
tréboles de oro por Cara de Caballo". En 1986 su poemario El ángel que faltaba obtiene el Premio
Fundación Banco del Noroeste. También publicó La República Cooperativa del Tucumán
(1989), la que también fue llevada fragmentariamente al teatro en 1992, en la obra dramático-
musical "América de Nuevo" dirigida por Alicia Poderti y Jorge Renoldi. En 1991 publica El
Espión (teatro) Premio Regional Municipalidad de la ciudad de Salta, y en 1993 un texto narrativo
titulado La metáfora de Munzur al Manzur. Reside en Salta, donde ejerce su profesión de
psicólogo y dirige la revista El pájaro cultural.
amorosas:

La Juana Inguanzo era, esa noche, un sol en la ventana abierta.

Santiagueña bruja de los salitrales de Santiago del Estero, andaba por Jujuy
casada con un joven oficial, entreverada en el tráfago de los ejércitos del
Norte.(...) La Inguanzo tampoco podía dormir y se la pasaba toda la noche
envuelta en un camisón de tul acodada en la ventana. Nadie podía dormir en
San Salvador de Jujuy a causa de que el teniente Martín Güemes se había
dejado embrujar por las malas artes de la santiagueña. Esto no podía ocurrir:
era la esposa legítima de otro oficial patriota que vaya dios a saber si podría
dormir mientras su mujer velaba en la ventana (Ahuerma Salazar, 1989: 37).

Así, la presentación de Güemes en los formatos ficcionales e historiográficos adhiere a


las imágenes del supermacho o del antihéroe. Estas dos características se inscriben en
un mismo circuito semántico, pues es posible que el éxito del guerrero con las mujeres
produjera celos bien fundados en patriotas y no patriotas de ambos sexos. La
circulación de las versiones relacionadas con sus aventuras amorosas, están ligadas -en
el texto historiográfico- a los primeros episodios de Güemes en el marco de la guerra
independentista:

En esa misma época llegó de Buenos Aires el comandante don Martín Miguel
de Güemes, donde había permanecido desde el año 1812, confinado por el
general Belgrano, a raíz de su conducta en asuntos amorosos, que este último
calificó de indigna, con motivo de sus públicas relaciones con una dama jujeña
casada, de apellido Inguanzo o Argañaraz de Inguanzo, esposa del capitán del
ejército, don Sebastián de La Mella (...) Esta señora, Argañaraz de Inguanzo,
descendiente del fundador de Jujuy, don Francisco de Argañaraz y Murguía,
era una prima lejana de Güemes, pues el prócer salteño tenía también por
antecesor al conquistador español por la línea de su familia materna (Torino,
1992: 19).

La dimensión de la conducta de Güemes es evaluada, en la novela de Ahuerma Salazar,


por la voz monologante de Belgrano, quien, en su carácter de abogado y jefe del
Ejército del Norte, está llamado a ejercer medidas que devuelvan la sanidad deseada a
esta región de la "América irredenta":

La Medicina y el Derecho nos dejan huérfanos de antecedentes y son


imprevisibles los visajes que pueden tomar los personajes implicados en la
historia: un oficial salteño (a quien no quiero nombrar) le ronda, impúnemente,
a la esposa de otro camarada (al que tampoco voy a nombrar, pero espero se
dé cuenta).

El motivo que los ha convocado a la hora de la siesta bajo el orcomolle y que


desearía sea guardado en el mayor de los secretos, ha sido el ponerle coto, al
fin, a una situación harto deshonrosa. (...)
Por un instante, )se imaginan ustedes un país de casquivanas y cornutos? Los
he visto asomar en los libros de Petronio y ahondar en los repliegues de la
noche la infausta decadencia de un imperio (Ahuerma Salazar, 1989: 39-40)

En la novela Don Martín (1994) de Fernando Figueroa108, texto que se centra


específicamente en la figura del héroe gaucho, se funden los universos de las mujeres,
las supersticiones y el "rumor"109 social. Los entretelones de la historia conocida
permiten el desarrollo narrativo de una de las hipótesis acerca de la muerte del
gobernador Martín Miguel de Güemes. Esa interpretación, que contradice la historia
oficial sobre el episodio110, sostiene que el jefe gaucho -víctima de una conspiración
108 Fernando Rufino Figueroa Valdez nació en El Galpón, Metán (Salta), el 30 de mayo de 1922.
Cursó estudios de Bachillerato, estudios terciarios de Filosofía y dos años de la carrera de Letras en
la Universidad Nacional de Salta. En una primera etapa de su quehacer literario se dedicó a la
actividad periodística, colaborando con periódicos y revistas de Salta, como La Gaceta Comercial,
El Tribuno, El Intransigente; y del resto del país, como La Capital (Rosario) y El Trabajo (Mar
del Plata). Es autor de una extensa producción narrativa que conjuga la ficción, la investigación
historiográfica y la recopilación. Sus textos han sido presentados en varias ediciones, entre las que
mencionaremos: Tierra gaucha (1963, 1965), El tesoro de Curu Curu (1970, 1977), Salta en la
imagen (1972), La mujer de piedra (1974, 1977), Historia de Salta (1977, 1987), Diccionario
Biográfico de Salteños (1980), Itinerario de la fundación de Salta (1982), Aporte a la
toponimia de Salta (1983), Sucedidos (1985), Reflejos (1988), Salteñismos (1991) y su novela
Don Martín (1994). Fue distinguido con numerosos premios, como el "NOA Cultural" y el Premio
de la Asociación Interamericana de Escritores. También fue galardonado por la Secretaría de
Cultura de la Nación con el Segundo Premio para la Selección Regional Narrativa a la producción
científica, artística y literaria (trienio 1971/1974) y con el Reconocimiento al Mérito Artístico del
Gobierno de Salta (1989). Fue Director de Turismo y Cultura de la Provincia de Salta, Director de
Prensa de la Universidad Católica de Salta y Asesor Cultural del Ministerio de Educación. Se
desempeñó como Miembro del Instituto de Investigaciones Regionales de la Universidad Católica
de Salta, Miembro del Instituto Güemesiano de Salta, del Instituto San Felipe y Santiago de
Estudios Históricos de Salta y Miembro de la Junta de Estudios Históricos de la Rioja. En 1994 fue
declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Salta. Falleció en Salta, el 12 de noviembre de 1996,
dejando una cantidad considerable de material inédito. Su genealogía De Figueroa fue presentada
luego de su muerte.

109 El rumor es definido como "un relato vocal que atraviesa diferentes grupos sociales y contextos
culturales, conviertiéndose en una polifonía de voces o concierto que se va entretejiendo con los
diferentes tonos, volúmenes, gestos y maneras de hablar de todos los sujetos involucrados." (Zires
Roldán, 1996: 25). Los estudios recientes sobre la dimensión social de algunas prácticas de la
oralidad y su relación con la memoria colectiva, realizados desde la perspectiva de la lingüística, la
psicología social o de la sociología señalan: "Desde una perspectiva macro el rumor es anónimo,
no tiene autor. Si acaso tuvo un sólo origen y es el producto de una mente o proyecto manipulador,
no es esto lo que constituye el rumor, sino la dinámica de variación que se genera al ponerse en
circulación. Es una voz sin nombre, ni ninguna credencial que la identifique. En ese sentido no
tiene centro o más bien es policéntrico. (...) ... desde una visión micro y tomando en cuenta las
distintas situaciones comunicativas, se puede constatar que el rumor puede poseer diferentes
personajes relevantes, claramente identificados, que sirven para darle un sustento y credibilidad
en los diferentes contextos en los que circula (Zires Roldán, 1996: 27-28).

110 Según el historiador Atilio Cornejo, los hechos deben ajustarse a una exacta cronología: "Recibió
Güemes un aviso anónimo de la aproximación realista, pero no le da crédito. Güemes había
establecido su cuartel en el campo de Velarde, a una legua al Sur de Salta. El día sábado 7 de
junio de 1821, por la noche, vuelve a su casa (calle del Comercio, casa de Tejada, hoy calle
Caseros número 764), y en compañía de su hermana D a. Magdalena Güemes de Tejada, despacha
algunos asuntos de trámite. (...) Da. Magdalena le informó que, por un pastor tenía anuncios de
que por las cercanías de los Yacones se había divisado 'como un reflejo de armas',
recomendándole vigilancia (...) Su caballo ensillado y una escolta de 50 hombres descansaban en
la calle (...) montando su escolta se dirige personalmente al lugar de los tiros (...) Pero al doblar
realista- recibe una falsa invitación de su amante María Soledad y en las cercanías de
su casa es herido de muerte en la ingle. La noche trágica -ubicada al principio de la
novela- abre el fuego para que se hilvanen las intrigas patrióticas y amorosas en torno
a la figura del general. Así, los integrantes de Patria Nueva, reunidos en despacho de
Zuviría, comentan estos hechos:

No sé si sabrán que una noche en que el gaucho pícaro andaba a la deriva


husmeando polleras, inesperadamente se le antojó hacer una visita a la
amante, la Venus del Alto. Como llamara varias veces con el aldabón y nadie
acudiera a abrirle la puerta de calle, el muy pillo subió con el caballo a la
vereda, trepó a la montura y, tomándose de los barrotes de hierro del balcón
del altillo, y haciendo gala de agilidad, rebasó el obstáculo. Parado frente a la
puerta del alto, la Venus le abrió y... bueno, al cabo de un rato, el asistente le
gritaba desde afuera "(Tropas realistas a la vista, mi comandante!" Casi
enseguida, no más, apareció por la puerta de calle, arreglándose la ropa
todavía y, montando, salió huyendo. (Jah, jah, jah! (Figueroa, 1994: 363).

Como el dédalo que encierra el misterioso "tesoro de los jesuitas", la novela de


Fernando Figueroa se abre a las fantasías, las premoniciones, las leyendas y los
pensamientos enmarañados de Güemes ante la conciencia de su propia muerte. La
cronología de diez días de apretados sucesos se transforma en una espesura de
anécdotas superpuestas que dejan intersticios para que el lector descubra la historia de
la novela, hecha de complejas vinculaciones entre ideas, mitos, sueños, enigmas y
emboscadas. El narrador corre con un ovillo entre las manos y lo abandona en
cualquier parte del laberinto. Así, los monólogos son puertas abiertas para la evocación
de una vivencia, para delatar las estrategias que partidarios y adversarios planean en el
campo de batalla donde ha resonado el disparo mortal.

La dimensión de las redes de espionaje, las complicadas relaciones entre nativos y


españoles, entre el clero y la milicia o la presencia del tesoro en las entrañas de la
Iglesia Matriz de Salta, pueden convertirse en el motor de las fatalidades. En esta

la esquina Balcarce y Belgrano, rumbo al Naciente, buscando quizás la casa de su madre (...) o,
con más propiedad, con intención de arribar a su cuartel del Chamical, una nueva descarga lo
alcanza, logrando herir a Güemes por la espalda, una bala traidora. Porque fue así, traidora, ya
que a Güemes, en buena lid, había que enfrentarlo y herirlo de frente"(Cornejo, 1971: 338-339).

Cornejo, abogado de profesión, busca testigos oculares que prueben esta versión de los hechos:
"Dos testigos de excepción, don Miguel Otero y el coronel don Jorge Enrique Vidt, han narrado la
muerte de Güemes. Sus respectivos relatos, calificados y concordantes, arrojan completa luz con
respecto a la forma en que Güemes recibió la herida que ocasionó su deceso. La versión que ellos
abonan debe ser, a mi juicio, la versión oficial. Sirva ella para falsificar otras exposiciones del
mismo acontecimiento lanzadas a rodar alevosamente por los enemigos de Güemes con el
menguado fin de desprestigiar su heroica figura no desmentida con su conducta en ningún
momento de su vida." (Cornejo, 1971: 339).

Pero además de los testimonios de prueba, el “historiador-juez” Cornejo convoca a otros textos
para legitimar la versión de la "buena muerte" y continuar activando, en el imaginario colectivo, la
hipótesis de los hechos. En este caso los llamados a atestiguar son , Juana Manuela Gorriti y sus
Recuerdos de la infancia, Dávalos con su Tierra en armas y el escudo de la familia Güemes
(Cornejo, 1971: 342-345) A esta confrontación se agregan otros documentos de mayor espesor
historiográfico, como los papeles de archivos o las crónicas y cartas publicadas en periódicos de la
época.
construcción novelística, la figura de Güemes se eclipsa por la actuación de las mujeres
que adquieren protagonismo en la historia: María Soledad, Macacha Güemes, Juana
Inguanzo, Delfina, la Venus del Alto, Juana Manuela, Carmen Puch, Marcela, Mama
Pacha... En ellas se corporiza el eje de los conflictos sociales de ese siglo: las creencias
populares acerca de la muerte, las leyes de sometimiento y las convenciones que
jaqueaban el amor y la lucha independentista. Mujeres amantes y mujeres guerreras, las
que participaron en la contienda provenían de diversos sectores de la sociedad, desde
las señoras de las clases principales hasta las negras esclavas 111. Todas actuaban
fundamentalmente como espías, tanto en las reuniones sociales, a las que acudían para
conocer los secretos y sembrar intrigas; así como también en los umbrales de la ciudad,
donde las servidoras acudían para lavar la ropa e intercambiar mensajes a la orilla del
río (Cfr. Torino, 1993: 17-18).

Ese papel preponderante de las mujeres en la historia enraiza con las profundas
identificaciones recreadas por los pueblos andinos a través de los siglos. Mujeres
admirables que han ingresado al camino de la trascendencia mitológica en sus roles de
madres, amantes y mediadoras con lo ultraterrenal. Mujeres que a veces se enfrentan a
los hombres, y también pueden embelesarlos, pero siguen atadas al destino trágico de
las condenas culturales (Cfr. Glave, 1995).

En esta lectura fugaz de algunos relatos centrados en la figura de Güemes,


comprobamos cómo la narración ficcional se revela como desmesura y transgresión de
las reglas que legitiman el discurso historiográfico. De este modo, en el texto se
instalan varios sujetos: el historiador y el narrador de ficciones. El ojo del historiador
convoca un elenco de datos y documentos mientras escruta los lugares geográficos, el
trazado de las calles de la Salta colonial, las rutas bélicas, el nudo de las intrigas
político-religiosas de una etapa conflictiva y las instancias coyunturales de 1810, 1813,

111 Un motivo de preocupación para los realistas que ocupaban las ciudades de Salta y Jujuy fue el
hecho de descubrir que las mujeres de sus propias familias no eran incondicionales suyas, sino que,
en su mayoría, colaboraban con los cuarteles enemigos: "Pertenecían a la clase principal doña
Juana Moro de López y sus cuñadas; doña Celedonia Pacheco de Melo -sobrina del virrey Melo
de Portugal y hermana de Andrés Pacheco de Melo, diputado al Congreso de Tucumán-, hermosa
mujer que tenía la particularidad de poseer largas orejas; doña Magdalena Güemes de Tejada, la
propia hermana del general; doña María Juana Torino de Gómez Zorrilla -esposa del español y
cabildante don Mateo Gómez Zorrilla-, que había casado con ella en terceras nupcias y que, por
lo tanto, resultaba ser la madrastra de don Juan Marcos Zorrilla, el activo dirigente de la Patria
Nueva; doña Petrona Arias; doña Andrea Zenarruza -después esposa del coronel Francisco Pérez
de Uriondo - y otra dama llamada "Toribia la Linda", en razón de su belleza. Descollaron también
como patriotas famosas doña Martina Silva de Gurruchaga y doña Gertrudis Medeyros de
Cornejo. Todas estas señoras atizaban, al decir del mismo Pezuela, la anarquía y la desconfianza
entre los oficiales españoles y americanos, que formaban los cuadros del ejército real,
envolviéndolo todo: personas, sucesos e invenciones, en una red de una intriga enorme" (Torino,
1993: 17-18). Como dijera Bernardo Frías en su Historia del General Güemes y de la Provincia
de Salta, estas mujeres "estaban al cabo hasta de lo que pensaba en su lecho el general" (Cfr.
Frías, 1971).
1821... El ojo del novelista, parapetado en los espacios del rumor y la memoria
colectiva, puebla esos ámbitos con seres que inauguran en el texto una identidad que
excede la biografía prudente de los diccionarios o las historias tradicionales.

V.2.2. Voz y documento

"Todo esto que contamos viene a ser el reflejo de


una tradición oral y apenas documentada de
hechos amontonados bajo un signo. Pero los
hechos de la vida son aislados, la historia es
siempre incoherente y suele ser más viva y
rotunda que los hechos que relata."
HÉCTOR TIZÓN, Sota de bastos, caballo
de espadas.

La construcción de un texto literario intenta ser gobernada por leyes que son
continuamente cuestionadas desde la legitimidad de los diferentes discursos sociales.
En ese juego, el discurso historiográfico y el discurso literario se entrecruzan y se
cuestionan permanentemente: los "documentos" escritos y los testimonios orales se
contrastan con las voces anónimas documentadas popularmente y el texto literario se
nutre de las formas y estrategias retóricas del discurso historiográfico. Novela histórica
o historia novelada: el narrador no se ve prisionero en el cepo del documento y recorre
sus bordes, pero este sabotaje de las fuentes abre paso a la interpretación intuitiva,
conjugando la alquimia del archivo con las voces populares que también instruyen
sobre el pasado. Así, la hechura nominada "novela histórica" demuestra su audacia al
destronar los límites semánticos de cada término:

...la fórmula 'novela histórica', que parece ser muy clara, puede ser vista, desde
la perspectiva de la imagen que presenta, como un oxímoron. En efecto, el
término 'novela', en una primera aproximación, remite directamente, en la
tradición occidental, a un orden de invención; 'historia', en la misma tradición
parece situarse en el orden de los hechos; la imagen, en consecuencia, se
construye con dos elementos semánticos opuestos. (...) En ese sentido, la
novela histórica, no ya la fórmula, podría definirse muy en general y
aproximativamente como un acuerdo -quizás siempre violado- entre 'verdad',
que estaría del lado de la historia, y 'mentira', que estaría del lado de la ficción
(Jitrik, 1995: 9-11).
La complicidad y divergencia de los discursos de la memoria y la escritura han ido
impregnando distintos momentos de la literatura del NOA. En ese proceso se inserta El
diablito del Cabildo, publicado por primera vez en 1946. Esas tradiciones
-inscriptas en la brecha que abrieran Ricardo Palma a nivel continental o Bernardo
Frías en el plano local- son reunidas por Ernesto Aráoz con el subtítulo de "Reportaje
sobre temas históricos y sociales hechos por el ciudadano Don Espiridio Tintilay al
Diablito en la torre del Cabildo de Salta". Los personajes de este libro fueron definidos
por Juan Alfonso Carrizo en estos términos: "Tintilay es un buceador sagaz, y el
Diablo, un cronista sabio" (en Aráoz, 1992). La crónica lugareña, que se nutre de los
relatos historiográficos y literarios, integra entre sus "fuentes de información o de
inspiración", a Concolorcorvo, Mariano Zorreguieta, Manuel Bilbao, Juana Manuela
Gorriti, Antonio Zinny, Bernardo Frías, Joaquín Carrillo, Julián Toscano, Juan B.
Terán, Carlos Ibarguren, Miguel Solá o Atilio Cornejo.

La gesta de los caudillos -recuperada recientemente por la historiografía argentina-


también se integra a la vertiente narrativa del NOA. La figura mítica de Facundo
Quiroga, terrenalizada por Sarmiento y espiritualizada por Borges en 1925 cuando
escribió su poema "El General Quiroga va en coche al muere" (1994: 61) se instala en
los relatos gestados en aquellos ámbitos que el caudillo riojano había recorrido
incansablemente. En su novela Un lancero de Facundo (1941), el narrador riojano
César Carrizo cuenta la historia del Chico Peralta -un capitán de la escolta de Facundo
Quiroga- quien, desde la cuna había sido testigo de los toques "a degüello" y "a la
carga" de los milicianos y caballerías gauchas que subían desde Buenos Aires. Luego,
cuando la Revolución se extendió sobre el Virreinato, vio a los hombres de la comarca
alistándose en los contingentes de Belgrano y San Martín. Llegado el tiempo de los
caudillos y el impulso de la intuición federalista "que ya venía desde la Colonia", el
destino de Peralta comienza a escribirse ligado al del Tigre de los Llanos.

La imagen de Quiroga que presenta el Chico Peralta pretende desarticular el discurso


inscripto en el imaginario colectivo y, para ello, el narrador marca las contradicciones
operadas en la caracterización realizada por Sarmiento:

Después de llamarlo "el gaucho malo, enemigo de la justicia, del orden civil,
del hombre educado, del sabio, del frac, de la ciudad", )qué nos dice el grande
escritor? He aquí sus palabras: "Sin embargo de todo esto, Facundo no es
malo, no es sanguinario..." "Quiroga tenía las altas dotes que permiten a un
hombre corresponder siempre a su nueva posición por encumbrada que sea"...
(Carrizo, 1941: 24).
La importancia del documento escrito en Un lancero de Facundo está representada
por los "papeles del cartulario de familia" y la carta dirigida a Facundo por el
Gobernador de San Luis, Don Vicente Dupuy, inserta en el cuarto capítulo de la novela.
Esa carta cumple la función de "documento que por sí solo va a destruir la leyenda que
pinta a Quiroga deambulando como gaucho pendenciero y trashumante, y que al fin
purga en la cárcel un delito imaginario" (Carrizo, 1941: 56). Desde esa conciencia
histórica que registra y reivindica, los apuntes del Chico Peralta se concentran en el
momento en el que decide unirse a las filas de Quiroga:

Tiempos bárbaros aquellos. Los fusilamientos y degüellos eran el complemento


de las batallas. Se mataba por venganza, por táctica, por doctrina. Fusilaba
Quiroga, Lavalle, Paz, Lamadrid, Bustos, Ibarra, Estanislao López, Benavídez,
el general Pacheco. Y hacía degollar Rosas, Aldao, Pascual Echagüe,
Mascarilla, el Carancho del Monte, Oribe, Maza y otros (Carrizo, 1941: 109).

La organización narrativa de la novela La flor de hierro (1978) de Libertad


Demitrópulos112 constituye un particular enfoque acerca del novelista como historiador.
Allí, las cartas escritas por los expedicionarios y fundadores (práctica político-
religiosa113), unidas a los testimonios de la práctica jurídico-notarial, dialogan con el

112 Nació en Ledesma, Jujuy y realizó sus primeros estudios en Salta. Hija de padre griego, éste
influyó notablemente en su vocación artística. Publicó el poemario Muerte, animal y perfume
(1951) y colaboró en la Revista Tarja de Jujuy. Colaboró en el diario El Intransigente de Salta y,
por invitación de Juan Ramón Jiménez, publicó poemas en el diario La Nación de Buenos Aires,
en 1950. También se integró al movimiento generado en torno a Manuel J. Castilla y la revista
Ángulo, en la que participaban los escritores Raúl Aráoz Anzoátegui, Raúl Galán, los plásticos
Carybé y Luis Pretti, así como también el músico y compositor Gustavo (Cuchi) Leguizamón.
Cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Luego de su fructífera
incursión por la poesía, se consolida definitivamente su vocación por una narrativa con profundas
tonalidades poéticas. Publicó las siguientes novelas: Los Comensales (1964), La flor de hierro
(1978, Premio Dupytren), Río de las Congojas (1981, Primer Premio Municipalidad de la ciudad
Buenos Aires, Premio Club de los XIII, Premio "Boris Vian"), Sabotaje en el álbum familiar
(1984, "El Almafuerte": Primer Premio Municipalidad de "La Matanza", Premio Fortabat y
Mención Premio Nacional), La seducción de las fogatas (1987, Premio Fortabat) y Un piano en
Bahía desolación (1994). También ha publicado Poesía Tradicional argentina (ensayo, 1978),
Eva Perón (biografía, 1984), el libro de relatos Quien pudiera llegar a Ma-Noa (1989), además
de diversos cuentos, ensayos y notas publicados en revistas y periódicos extranjeros y nacionales.
Su novela Mamá Coca, escrita intermitentemente en Buenos Aires y en su casa de Campo Quijano
(Salta), aún permanece inédita. En 1996 fue reeditada su novela Río de las Congojas por
Ediciones del Dock, que obtuvo en este año el Premio Literario "Boris Vian" al mejor libro del año.
Fue colaboradora del diario Pregón de Jujuy y de conocidos periódicos de Capital Federal. La
traducción al inglés de su novela Río de las Congojas, realizada por una investigadora de Harvard,
será publicada por la editorial White Pine de Estados Unidos. Falleció en Buenos Aires, el 19 de
julio de 1998.

113 Cfr. la tipología textual propuesta en el capítulo titulado "Fundación".


estrato legendario: la leyenda de Esteco, la Ciudad de los Césares, El Dorado y
Trapalandas. Se construye así la crónica novelada en un campo interdiscursivo en el
que la memoria social se reconstruye a partir de los saberes longevos de la leyenda y la
reescritura de los documentos reproduciendo los códigos lingüísticos de los textos
coloniales. Así, el temido y blasfemo Francisco de Aguirre se yergue en voz que
escribe, habla y narra:

...determiné comenzar de nuevo, y con mis hijos y la gente que pude allegar
entré en el Tucumán, que estaba la mayor parte de ella, alzada y rebelados los
indios diaguitas por el mal gobierno que tuvo Juan Pérez de Zorita, que
levantó muchos pueblos habiendo poca gente española: los indios se atrevieron
a alzar y mataron a muchos de ellos. No quedó sino el pueblo de Santiago del
Estero, y los que estaban recogidos en él se querían salir, porque no les entraba
socorro de ninguna parte ni en vestidos, hierro, plomo y pólvora, que es lo que
más es menester (...) )Dónde estaba el señor cura entonces que no le vi? En
Lima, gozando de opulencia... Así pues, ya le dará Ud., alcalde extraordinario,
la respuesta del gobernador Aguirre al chupacirios que le envía...
(Demitrópulos, 1978: 34).

En la abjuración realizada ante el Santo Oficio de la Inquisición en 1569 (Salas y


Guerin, 1970: 96-98) Francisco de Aguirre, Gobernador del Tucumán, confiesa sus
actos heréticos. Muchos de estos actos, que habían significado su excomunión, son
aludidos en la novela de Demitrópulos, en el marco de la información de méritos y
servicios que se está levantando. Así, la sexta pregunta del interrogatorio que estructura
los distintos capítulos de la novela requiere:

Item si conoce que el dicho Francisco de Aguirre, siendo gobernador, dijo


delante de muchas personas que él era vicario general en aquellas provincias,
en lo espiritual y temporal, y que no había otro Papa ni obispo sino él...
(Demitrópulos, 1978: 87).

En esa atmósfera de refundición de tiempos -presentes y pasados- y de discursos


ficcionales e historiográficos, también se generan las novelas de Juan Ahuerma Salazar.
En Alias Cara de Caballo (1985) y La República Cooperativa del Tucumán (1990),
los relatos fundacionales del Tucumán colonial son puestos en escena para revelar las
intrigas latentes en las primeras sociedades del noroeste:

Cuando Hernando de Lerma fundara su ciudad en lejanas latitudes donde el


ocaso del sol se da en llamar Trópico de Capricornio, también vio plumas caer
y era en otoño.
Estaban todos allí, azarosos, mirando la historia pasar con una alegría frágil,
temerosa, cuando él, filósofo y doctor licenciado en Salamanca, con un sólo
tajo de su espada cortó la manea de las jaulas donde traían cuatrocientas aves
de corral, entre gallinas, arcángeles y pavos. Volaron plumas, sin más que
decir y, en esa algarabía flotante de gorjeos y pulgas en la tarde, algunos
pudieron ver el impredecible destino de estas tierras (Ahuerma Salazar, 1989:
21).

En la novela Sota de bastos, caballo de espadas (1981) de Héctor Tizón, los


documentos (fragmentos de textos coloniales del Padre Lozano, bandos militares
revolucionarios) se inmiscuyen en la narración. La re-escritura documental es
presentada a través de la parodia 114 "como una forma de expresar la esterilidad y el
vacío semántico de la letra en el texto histórico de la región del noroeste argentino"
(Heredia, 1994: 91-92). La referencia al descuartizamiento de Túpac Amaru, bajo la
forma de una voz-testimonio que narra la tragedia del último Inca, se inserta en un
juego de diferentes voces que confrontan las pautas de la oralidad popular -el mundo
fonocéntrico-, con el espacio grafocéntrico construido por los "letrados" europeos:

"Buscan un papel )Qué es ese papel?" "El papel que buscan lo han escrito
ellos" contesté. "Ellos también descuartizaron a un hombre entre cuatro mulas,
en una plaza, por culpa de los papeles que escribieron ellos mismos; porque no
era un papel sino su lengua lo que buscaban; entonces le cortaron la lengua;
se la cortaron con un cuchillo de hoja arqueada delante de su mujer y de sus
hijos" (Tizón, 1982, I: 87).

La novela de Tizón reinstala el tema del prestigio que encerraba la escritura para los
europeos, legitimación que también pulsa la producción escrita de la rebelión de Túpac
Amaru115 (Cfr. Poderti, 1997). Allí, la cultura gráfica europea suplanta, en términos de
dominación, la predominantemente oral de los indios, a punto tal que los autóctonos se
convierten en víctimas del 'fetichismo de la escritura' introducido por los europeos116.

114 Según Lotman, la parodia "es un ejemplo curioso y raro de construcción en el que
cualquier estructura innovadora se halla fuera del texto y su relación con el cliché estructural
aparece como extratextual, como la actitud del autor hacia la construcción del texto. (...)
...solamente la existencia en la conciencia del lector de una estructura de este tipo, nueva, le
permite completar el texto destructivo de la parodia con un elemento constructivo extratextual;
ofrece el ángulo de visión del autor sobre el sistema parodiado. Por eso la parodia, que es un
género brillante y, en cierto sentido, experimental, desempeña siempre en la historia de la
literatura un papel auxiliar y no central." (Lotman, 1982: 354).

115 Esta experiencia es corroborada en las palabras de José Reseguín, en una carta al Virrey
Juan José de Vértiz que da cuenta de las relaciones escritura-poder que se instalan en el discurso de
los vencedores: "Incluyo a V.E. algunos papeles que he aprendido (sic) esparcidos por los
sublevados, y me quedo con los que pueden servir para la formación de la causa; y como estos
indios se conmueven con tanta facilidad a vista de cualquier papel, pienso escribir a todos los
gobernadores, segundas y curacas de los pueblos de esta provincia, exhortándoles á que sean
leales vasallos de S. M., y que prendan a cualquiera que se presente con semejantes papeles, y que
me lo traigan asegurado... (en De Ángelis, 1910, VIII: 512-13).

116 Desde las primeras instancias de la conquista se había operado entre los indígenas una innegable
fascinación por la escritura europea, fascinación que agilizaría la reestructuración de los canales
Los discursos de la oralidad, tan vigentes en la narrativa de Jorge Ábalos, Libertad
Demitrópulos, Clementina Quenel, Carlos Aparicio o Héctor Tizón, establecen los
registros de la cultura popular, allí donde la función narrativa puede oscilar entre la
adopción de los códigos del habla coloquial o la función de integrar los testimonios
orales y anónimos que puedan dar cuenta de los acontecimientos narrados.

El narrador se convierte en un mediador entre las distintas manifestaciones de la


memoria (oral, escrita) y el presente, destacándose en el papel de cronista que trabaja
indistintamente con los saberes historiográficos y literarios. Las textualidades
producidas durante el período de la Colonia ingresan a la narrativa contemporánea en
un singular imbricamiento discursivo. Alejo Carpentier ha señalado esta superposición
de niveles discursivos en la novela latinoamericana, de tal modo que el escritor

...sólo podrá hallar su razón de ser en erguirse en una suerte de cronista de


Indias de un continente, trabajando en función de la historia moderna y pasada
en ese continente, mostrando a la vez sus relaciones con la historia del mundo
todo, cuyas contingencias también le atañen, poco o mucho (1981: 30).

La función de la estructura de la crónica es desafiada para erguirse en relato paródico


de la humanidad en la novela Crónica del diluvio (1986) de Antonio nella Castro. Esta
narración, que conjuga las facetas genesíacas y apocalípticas expresadas en la forma de
relato genealógico del Antiguo Testamento, ubica a Noé en el filo de las tradiciones y
de la historia. En esta versión, el cronista re-escribe su genealogía, evalúa la historia y
la actuación de los hombres dentro de ella. Allí, la historia universal se presenta como
una mera sucesión de ciclos siempre idénticos, en los que los hombres representan un
"único libreto" (1986: 94). Esta repetitividad, definida por el narrador como "una
trampa de Dios. El señuelo que utiliza para negociarnos el libre albedrío" (1986: 94),
coloca a la humanidad en el rol del "miserable Sísifo, que repite su trabajo hasta el
infinito". La concepción lineal de la Historia es cuestionada en la figura de Dios,
porque en última instancia él es la historia: "De otro modo también la divinidad sería
perecedera". En esta reescritura profética de los discursos de la memoria y la
historiografía, se ubica la nueva periodización de la Historia propuesta en la novela de
nella Castro. Como advierte Alicia Chibán:

comunicativos en América. A los ojos de los conquistadores, la escritura simbolizaba, actualizaba o


evocaba -en el sentido mágico primitivo- la autoridad de los reyes españoles, poder legitimado a su
vez por otras 'escrituras', que expresaba, en última instancia, la voluntad divina. Esta hipótesis está
acreditada por una observación del Inca e historiador Titu Cusi Yupanqui, para quien los indios
andinos se sorprendieron viendo a los españoles "a solas hablar en paños blancos", es decir, leer en
sus papeles (Lienhard, 1992: 30).

.
Esta concepción cíclica de la temporalidad corresponde al pensamiento griego
y, en general, al de todos los pueblos "proto-históricos" y ha sido rescatada por
filosofías como la de Vico, cuyos conceptos de corso y ricorso son
intertextualizados por la novela (p. 148). Para Noé, quien asumió
vivencialmente esta circularidad ("Vuelvo a Adán, conociendo la serpiente", p.
327), cada edad vive lo que dura el paso de su génesis a su destrucción
catastrófica. (...) Sólo un pueblo, el Incario, resalta en este encadenamiento
abrumador de males, como un oasis, como una 'cultura milagrosa' que cumple
con las virtudes deseables de toda convivencia socio-política, dispuestas
alrededor del ideal de justicia. En el Perú incaico ubica, pues, nuestro
narrador, la Edad de Oro de la humanidad y funda así su utopía de clara
función subversiva pues, en tanto imagen modelo de vida comunitaria,
cuestiona la realidad existente (Chibán, 1987: 103).

Otra es la lucha entre la voz y la crónica que aparece en la novela La pasión, los
trabajos y las horas de Damián de Raúl Dorra117. En un sutil juego de dislocamientos,
la voz central que relata los sucesos es desplazada, hasta el límite de la borradura, por
una crónica escrita y enmendada con recurrencia y obsesión:

Ardua crónica es ésta. Justicia es declararlo. Las generaciones perseveran en


su afán de registrar. Discuten y corrigen y propagan. Ardua es la relación de
estos sucesos. Las dudas son tenaces ¿Hasta dónde los hechos consienten el
registro? ¿Qué límites mutilan empresa semejante? (Dorra, 1979: 11).

En esa pugna de versiones se esboza la teoría de las verdades humanas y se corrompen


los relatos, estableciéndose un contrato de veridicción que oscila entre la confesión, la
crítica y el encubrimiento. Esta estrategia discursiva pretende desarticular los contactos
entre literatura y veracidad para generar legalidades que alcancen tanto a lo escrito
como a lo hablado, interceptando los lenguajes de la historia y el rumor:

Arrancóse la sábana. Quedó la cabellera barriendo los espacios. El cuerpo


que se abría para él. El estuario fue un vértigo de pronto, las aguas se agitaron
y huyeron los ancianos. No; no huyeron. La crónica corrige: bajaron a la

117 Raúl Dorra nació en San Pedro de Jujuy en 1937. En 1957 se radicó en Córdoba, en cuya
Universidad se graduó en Literaturas Modernas. Allí ejerció la docencia y colaboró en la sección
literaria de los periódicos locales. En 1962 obtuvo el primer Premio de Cuento, organizado por
Estudiantina Universitaria. En 1976 se traslada a México. Ha brindado cursos y conferencias en
Argentina, Estados Unidos y Europa. Como crítico y estudioso de la literatura ha producido textos
que lo colocan entre las figuras más destacadas de la reflexión teórica sobre nuestra cultura: Los
extremos del lenguaje en la poesía tradicional española (1981), De la lengua escrita (1982), La
literatura puesta en juego (1986), Hablar de literatura (1989) Profeta sin hora (1994), Entre
la voz y la letra (1997). Ha traducido del francés poemas, artículos especializados y el libro De
l'imperfection de A. J. Greimas. Ha publicado los siguientes libros de relatos: Aquí en este
destierro (1967), Sermón sobre la muerte (1977), La pasión, los trabajos y las horas de
Damián (1979), La Canción de Eleonora (1981), Donde nos amábamos tanto (1994), El
sermón de las siete palabras (1995). Actualmente reside en México, donde se desempeña como
docente e investigador de la Universidad Autónoma de Puebla.
selva, entre las hojas, se lanzaron sobre algo que apenas resistía, hubo una
breve lucha y enseguida volaron por el aire los puñados de pluma (Dorra,
1979: 86).

En ese ritmo de relatos cancelados, de clarividencias y de "contaminaciones entre las


dos miradas" batallan la objetividad con la subjetividad, la ortodoxia con el espíritu
geométrico, los reinados de la sospecha y la lógica con su sistema de verdades
escépticas (1989: 87-88). La novela de Dorra finaliza con el planteo inicial sobre un
texto cronicado en el que, tal vez, algo "transite los caminos de lo cierto". Pero en este
itinerario, nadie puede adueñarse de la verdad indestructible, porque las generaciones
"incesantes y ávidas, casi huérfanas, no han conocido aún la última palabra"... (1979:
143).

Un sugestivo juego entre los planos de la memoria colectiva, la "averiguada verdad" y


la verdad historiográfica está presente en el cuento "El duende" de Gustavo Geirola 118.
Allí, la reinstalación de los motivos de la superstición popular es material del relato en
el cual, a partir de una historia contada por una mujer de Famaillá, se estructura una
narración-declaración, con su explicación puesta en el pasado para que parezca
verdadera. Esta base narrativa abre el juego para esbozar otro relato, superpuesto al
primero (Cfr. Geirola, 1984: 107). El motivo del duende tiene una larga tradición
literaria en el NOA y ha sido representado en numerosos textos. Juan Carlos Dávalos
-con su "Coquena"-, y Sixto Vázquez Zuleta119 (1988) han recuperado este personaje

118 Gustavo Geirola nació en Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1951. Graduado como profesor de
Letras en la Universidad de Buenos Aires, ejerció una intensa actividad gremial durante el tiempo
de la represión militar. Desde 1985 se desempeñó como Profesor en la Universidad Nacional de
Salta y, entre 1988 y 1992, se estableció en Tucumán, donde ejerció la docencia universitaria.
Obtuvo su título de Doctor en Letras en la Universidad de Arizona (Estados Unidos, 1995) y se
radicó luego en Los Ángeles. Además de su tesis doctoral, un relevante estudio sobre el teatro
latinoamericano durante el período 1957-1977, ha producido numerosos textos de reflexión sobre
el quehacer literario (Cfr. Bibliografía). Ha brindado conferencias y Seminarios de Posgrado en
Universidades Latinoamericanas, en Estados Unidos y en Europa. Actualmente se desempeña como
catedrático en el área de Literatura Hispanoamericana en el Whittier College, en Los Ángeles y
trabaja en proyectos de investigación junto a relevantes investigadores, como David Foster. Ha
publicado textos narrativos, teatro y poesía en Argentina y en Estados Unidos. Su obra teatral
titulada El Paraíso de las Hormigas fue estrenada en Tucumán, en 1982. El cuento que hemos
incluido en nuestra lectura pertenece al libro titulado Los exilios que aún permanece inédito, aún
cuando ha sido publicado fragmentariamente en antologías y publicaciones periódicas.

119 Sixto Vázquez Zuleta nació en Jujuy. Es periodista, docente, restaurador de obras de arte y
museólogo. Se desempeñó como Director de Cultura de la Provincia y también ocupó otros cargos
en la actividad pública. Participó como expositor en congresos internacionales sobre cultura
andina. Dirigió las revistas Amencay e Integración. Recibió distintas becas para realizar estudios
en Europa. Fue catedrático de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Actualmente reside en
Humahuaca, donde dirige el Museo Folklórico Regional y enseña quechua. También colabora con
notas en diarios de la Capital Federal. Entre sus publicaciones en libro, realizadas en Jujuy, han de
mencionarse: Historias del carnaval de Humahuaca (1973), Los fríos vientos del Zenta y otros
cuentos de Humahuaca (1976), El rostro de Humahuaca (1979), Indiomanual (1985), Los
diablos benditos (1991) y Perro curandero (1995) (Cfr. Terrón de Bellomo, 1997: 169-170).
que obsesiona a los niños a la hora de la siesta. Pero en el cuento de Geirola los
discursos de la cultura se fragmentan en tanto se propone una lectura que rompe con un
pasado y desafía una tradición de miedo:

Desde aquella jornada, el pueblo está en paz. Ahora, los que se mueren, se
mueren solamente de tedio, porque con la muerte del duende, el cura también
suspendió la ceremonia del santísimo, y la municipalidad no tiene ya motivo
para ningún festival. Sólo el televisor, allá en el bar, hace estragos con el
mismo tema. No hay sentido, me dije, no lo hay. Pero tengo que hacer algo. Yo
sabía que lo único verdadero era la felicidad. Entonces me fui (Geirola, 1984:
114).

Otra red de vasos comunicantes en torno a la absorción de prácticas discursivas orales


por parte del texto literario puede rastrearse en el ciclo de "casos del zorro". El tema
del zorro burlador y astuto es ampliamente difundido en el NOA, injertándose en una
tradición que parte de las fábulas campesinas y los cuentos infantiles de procedencia
europea para dibujar su itinerario andino en la producción de José María Arguedas (El
zorro de arriba y el zorro de abajo, 1971) y en la narrativa o el ensayo del NOA:
Adán Quiroga (Folklore Calchaquí, 1897), Ricardo Rojas (El país de la selva, 1907),
Juan Carlos Dávalos (Los casos del zorro, 1925), Jorge Washington Ábalos
(Animales, leyendas y coplas, 1953) Bernardo Canal Feijóo (Los casos de Juan,
1954) y Luis Franco (El zorro y su vecindario, 1960), entre otros.

Quienes se han ocupado del aspecto sociológico de estos relatos populares marcan
claramente los matices diferenciadores según la zona de la que proviene la historia.
Jorge Estrella identifica las historias que "tratan mal" al pícaro zorro, como ocurre en
los cuentos de Juan Carlos Dávalos, en los que el mismo es caracterizado como un
"imprudente que quiere hacerse el vivo y termina muy mal (...) En definitiva, nuestro
pícaro Juan se va convirtiendo en una especie de Job bíblico, le llueven calamidades"
(Estrella, 1994: 4). Ahondando, junto al historiador Leoni Pinto, acerca de los
interrogantes que despiertan estas diferencias entre el zorro santiagueño o tucumano y
el salteño, Estrella explica la falta de simpatía de Dávalos con respecto al zorro a partir
de la omisión del nombre "Juan" en el título de su libro. A esta falta de complicidad con
el zorro "Juancho" el zorro de Santiago y Tucumán se sumaría la consideración que el
mismo Dávalos hace en el prólogo de la edición, allí donde sostiene que ha recogido
"historietas" que ha oído contar en su niñez a los muchachos del campo y a las criadas
indígenas de su casa, lo que marca el ángulo socio-cultural desde el cual Dávalos
procesa la información recibida. Al respecto Leoni Pinto, en la introducción de su
rastreo literario y antropológico de estos relatos, añade:

Al zorro salteño, versión Dávalos, quiero agregar la del "barbudo Castilla"


como lo recuerda el doctor Gustavo Leguizamón, en la que el animalito era la
víctima y cuyos actos los justificó por su amor filial, en tanto "roba a los que
tienen para dar de comer a sus hijitos". Del ritmo vital de la chacarera,
Castilla lo llevó a campos metafísicos: el zorro es "ese que está pero ya se ha
ido/ rayado el lomo por las cicatrices". Esta distinta valoración, sustentada en
factores tan simbólicos como útiles para registrar los valores que adoptan
distintos grupos de una misma cultura, también se expresó en otras ciudades de
la región... (Leoni Pinto, 1994).

Sometidos a una serie de transformaciones, estos relatos ingresan al circuito letrado y


se acoplan a una lógica "biográfica", definida como "una cierta noción de coherencia
que funciona en la recepción de relatos tales como la novela, la épica, etc., en los
cuales opera un orden secuencias de las acciones y los criterios de identidad aplicados
a un personaje que resultan similares a los que se aplican para procesar una
biografía" (Chein, 1997: 83). En ese paso de la cultura oral-popular a la cultura
letrada-erudita, los relatos son atravesados por los convenciones literarias vigentes y
por los elementos de la comunidad letrada, reinstalando los mecanismos retóricos de la
fábula occidental.

En esos espacios mixtos resuenan y se entrelazan los diferentes discursos de la


sociedad. Se entablan diálogos con las vertientes canónicas que pretenden cuestionar la
identidad entre la realidad y su representación a través del lenguaje, como puede leerse
en los relatos fantásticos de Jorge Accame, Libertad Demitrópulos, Tito Maggi o
Nélida Cañas (Cfr. Terrón de Bellomo, 1997). Se exploran los estratos mágico-
religiosos presentes en la cosmovisión andina (Cfr. Bossi, 1995), como ocurre en los
Cuentos del Valle Vicioso de Juan Bautista Zalazar. Esa fractura por la que se cuelan
las voces ancestrales de la cultura occidental intima con las fuerzas opuestas del bien y
el mal, energías que regulan el devenir humano en las sociedades rurales e
industrializadas120. Se abre el juego hacia las lecturas crónicas del pasado cultural de
las comunidades y, en esas formas de mirar se expresa la incertidumbre acerca de un
sentido cerrado para la historia y el lenguaje literario (Zavala, 1993: 154).

V.2.3. Los rostros de la historia reciente

"Algún día en las historias de la literatura


latinoamericana habrá un capítulo que será el de
la literatura del exilio."
JULIO CORTÁZAR

..."es evidente que lo que verdaderamente


importa a nuestra literatura es la historia, los
hechos del hombre y no las grandes
vitalizaciones de la naturaleza (...) Toda actitud
literaria, consciente o inconscientemente, refleja
120 Estas oposiciones, de profundo contenido sociológico, se expresan en leyendas como la de "El
Familiar". Este relato, que se ha arraigado en las zonas donde se establecen ingenios azucareros,
articula un significado doble, pues contiene, en la figura del familiar, un elemento que se asocia con
los intereses de las dos partes en juego: el sector dominante de los propietarios de ingenios y el
sector dominado de los trabajadores. Cada uno de los grupos encuentra, en este personaje diabólico
que busca víctimas en los peones de las fábricas, una explicación lógica -dentro de su universo
cognoscitivo- al hecho de la muerte, aún cuando detrás de ella pueda haber otros móviles más
profundos que ninguno de los dos sectores desea dar a conocer. Se transgreden a sí los principios
de justicia que rigen los cánones occidentales y el hecho de la muerte se asocia con los mitos no
etiológicos de las comunidades andinas, en los que un personaje externo actúa como mediador
entre las esferas terrenales y no terrenales (Cfr. Poderti, 1995).
un sentimiento y un interés sociales y por tanto
-se podría añadir- una ideología de clase."
AUGUSTO ROA BASTOS

La afirmación de que gran parte de la literatura de hispanoamérica ha sido escrita en el


exilio es fácilmente verificable. Desde la etapa fundacional, pasando por la
Independencia y las dictaduras militares contemporáneas, los relatos de nuestra historia
política y social han sido interpretados desde fuera de las fronteras. Retumban en esta
escritura las marcas de la ajenidad y los visibles sonidos de la memoria.

Luego del período que Ricardo Rojas ha estudiado en su capítulo dedicado a "Los
proscriptos", se suceden en Argentina etapas de violencia y exclusión de intelectuales
cuyas ideas no favorecían al gobierno de turno. Ya en el siglo XX, el golpe encabezado
por el general Uriburu, en 1930, inicia una cadena de interrupciones de las democracias
representativas. En esa prolongada etapa de inestabilidad hay dos golpes decisivos:
1966 a 1973 y 1976 a 1983, unidos ambos en un segmento único, tanto por su
afiliación al tipo de régimen burocrático-autoritario desarrollado en el Cono Sur desde
mediados de los '60, como por su inserción en el proceso de reajuste económico-
político establecido por las potencias centrales (Avellaneda, 1989: 13).

El golpe de 1976-1983 totaliza la violencia de la vida comunitaria e individual,


practicando un monólogo autoritario que fragmenta el cuerpo social y aísla sus partes
para que cualquier astilla del contradiscurso desaparezca. En esa coyuntura, el
derrocamiento del gobierno constitucional por el poder militar respondía, como en el
año '66, a la causa profunda de negar protagonismo político al peronismo (Bazán,
1992: 432). La cultura de la violencia ya estaba instalada en una sociedad con signos
ideológicos contrapuestos: el terrorismo y los asesinatos políticos eran episodios
cotidianos que se extendían en las distintas sociedades del país. El 11 de marzo de
1976, días antes de producirse el golpe militar, fue secuestrado en Salta el Dr. Miguel
Ragone, quien fuera gobernador de la provincia entre 1973 y 1974. Nunca más se supo
de él, tal como relata Eduardo Galeano en su Memoria del fuego: "De Ragone no
dejan más que una mancha de sangre y un zapato" (1988: 277).

La literatura argentina es la que pagó el mayor precio a la dictadura militar y la que


cuenta con enorme número de exiliados (Cymerman, 1993: 230). Entre los escritores
del NOA que tuvieron que emigrar en los años '70 y '80 se encuentran Daniel Moyano,
Tomás Eloy Martínez, Raúl Dorra, Héctor Tizón, Leopoldo Castilla. Otros que no
emigraron vivieron durante la dictadura un verdadero exilio interior –Hugo Foguet,
Liliana Bellone-, practicando los discursos del silencio y esquivando el autoritarismo y
la censura pedagógica. La represión militar abrió las puertas a los lenguajes de la
parodia ideológica, en sus formas de la burla, la crítica y la reflexión travestidas (Cfr.
Ulla, 1989: 191).

Los escritores que surgen en esos años sombríos experimentan la crisis de la industria
editorial amordazada y viven esta experiencia con un sentido de pérdida irreparable.
Una línea de ese registro de silenciamiento sobre las producciones culturales puede
rastrearse en las revistas editadas durante el período 1973-1983, como formas de
resistencia a la dictadura militar. Dentro de este contexto, la revista Crisis de Buenos
Aires representa una doble tendencia: la relectura del peronismo por parte de la
izquierda peronista y el reflejo de la modernización de la crítica. La revista Crisis tuvo
gran impacto en su tarea de engarzar las posturas políticas con un enfoque nítidamente
latinoamericano. La redefinición del peronismo, en términos de una cultura nacional y
popular, tenía como finalidad analizar los mecanismos de dependencia que aún se
ciernen sobre América Latina y el Tercer Mundo. Casi todos los números de la revista
incluyeron un reportaje sobre escritores, artistas e intelectuales latinoamericanos, no
solo reconocidos por la crítica, sino también aquellos cuyos nombres estaban olvidados
o marginalizados por la cultura oficial. Así, la tarea central de la revista era poner en
evidencia la línea divisoria entre cultura de élite y cultura popular, enfatizando la
importancia de la cultura popular en las ciudades y en el campo (King, 1989: 89). El
editor de Crisis, Eduardo Galeano, en este sentido refiere:

Lo que buscaba la revista era devolver la palabra a la gente, y a esa palabra la


íbamos a buscar. La íbamos a buscar en las fábricas, la íbamos a buscar en los
campos, la encontrábamos en los grafittis de las paredes de las ciudades -esa
especie de imprenta de los pobres que es la pared de las ciudades. Y yo creo
que ese fue nuestro pecado, y que por eso fuimos castigados, porque tuvimos la
loca intención de contribuir a la democratización de la cultura (Galeano,
1996: 39).

La revista, que incluyó colaboraciones de los escritores norteños Daniel Moyano y


Héctor Tizón, llegó a tener un tiraje de 25.000 ejemplares. En sus cuatro años de vida
registró el clima de violencia, las amenazas y la desaparición de algunos de sus
colaboradores -como Haroldo Conti- y el exilio forzoso de varios corresponsales, como
Benedetti y Gelman (King, 1989: 89). Recientemente, Eduardo Galeano, se ha referido,
en Salta, a la experiencia del silenciamiento contenida en uno de los primeros decretos
de la dictadura del '76, que regulaba los medios de comunicación y que establecía que
"quedaba prohibida la difusión de opiniones no especializadas y eso tenía nombre: eso
era la revista Crisis" (Galeano, 1996: 37-38).

El correlato de ese sistema de prohibiciones y restricciones se manifiesta, en el espacio


del NOA, a través de la instauración de un régimen de silenciamiento brusco que no
admite ningún punto de resistencia:

Así, la restauración representativa y federal quedaba postergada para el


momento que ese organismo decidiera, instancia sin límite de tiempo.
Provincias intervenidas con gobernadores y ministros militares, funcionarios
civiles sometidos al plácet de los servicios de inteligencia. Política económica,
social y educativa dictadas desde Buenos Aires. Represión del terrorismo
subversivo y depuración ideológica en manos de comandos militares y
utilización del instrumento legal de una ley de prescindibilidad. Ningún
resquicio quedaba para la iniciativa de los pueblos del interior (Bazán, 1992:
432).
Esa es la historia que aparece como elemento estructurante en la recuperación del
tiempo que proponen los textos narrativos de los autores norteños a partir del '70. La
inscripción del registro de violencia que se instala en la escritura del NOA durante el
"proceso de reorganización nacional" se inserta dentro de un historial de larga data en
la literatura argentina y latinoamericana.

América Latina ha sido marcada, desde su origen, por la violencia. Violencia


de la conquista y de una colonización impuestas, violencia forzada de la
Independencia, violencia de las revoluciones, los pronunciamientos o las
patriadas, la violencia de la llamada "guerra sucia", violencia de los
opresores (latifundistas, gamonales, dueños de explotaciones...) hacia los
oprimidos (mineros, caucheros, yerbateros, chacareros...), violencia de las
condiciones de vida en las ciudades, violencia en las relaciones entre ambos
sexos, etc. etc. (Cymerman, 1993: 242).

Se trata de una violencia ancestral que se resemantiza en cada puesta en escena,


revelando los oscuros móviles que la generan. Esa trama pérfida se instala en el cuento
"La redada" de Leopoldo Castilla121 -texto que fue llevado al cine- y que explora, desde
una visión hiperrealista y poética, el episodio del traslado violento de los representantes
de un sector marginado de la sociedad -linyeras, mendigos, tullidos- hacia la frontera
de otra provincia del norte argentino, por orden de un gobernador de facto tucumano.
Un registro similar en esa petición de "orden y decencia" -que adscribe
ideológicamente a un discurso religioso tras el cual se justificaban muchas de las
actividades represivas-, se instala en el cuento "Sacristán", de Juan José Hernández 122.
Un funcionario provinciano mediocre hace detener al esposo de su prima -de la que
121 Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta, en 1947. Hijo de Manuel J. Castilla y de Catalina Raspa,
frecuentó desde niño las tertulias literarias en su casa y en los círculos culturales más notables del
NOA. Ha recibido numerosos premios a su producción lírica y narrativa. En 1976, mientras
cursaba la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Salta, tuvo que viajar hacia el exilio
madrileño que duró casi veinte años. Publicó los siguientes libros de poesía: El espejo de fuego
(Salta, 1968), La lámpara en la lluvia (1971), Generación terrestre (Salta, 1974), Versión de la
materia (Madrid, 1982), Campo de prueba (Buenos Aires, 1985), Teorema natural (Madrid,
1991) y Baniano (Madrid, 1995). Como narrador ha publicado los siguientes libros. Odilón (Salta,
1975) y La luz naranja (Soria, 1984). También es autor de las siguientes compilaciones
antológicas: Nueva poesía argentina (Madrid, 1987) y Poesía argentina actual (Estocolmo,
1988). Escribió el cuento y el guión titulado "La redada" que originó la película homónima,
dirigida por Rolando Pardo. Actualmente reside en Buenos Aires, donde se desempeña como asesor
gubernamental.

122 Poeta y narrador tucumano, nacido en 1931. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su
ciudad y la carrera de Letras en la Universidad de Tucumán hasta el año 1952, en el que edita sus
primeros poemarios: negada permanencia y La siesta y la naranja. En 1958 se trasladó a Buenos
Aires en donde ha fijado residencia. Colabora en diarios y revistas del país. Entre sus textos
narrativos ha de mencionarse: Dos cuentos (1964), El inocente (cuentos, 1965), La ciudad de los
sueños (novela, 1971), La favorita (cuentos, 1971) y La Señorita Estrella y otros cuentos
(1982). En poesía ha publicado, además de negada permanencia (1952), La siesta y la naranja
(1952), los libros Claridad vencida (1957) y Elegía, naturaleza y la garza (1966). Hernández se
expide respecto de su producción en estos términos: "los temas que aparecen de manera reiterada
en mis relatos son, entre otros el desarraigo; el mundo mágico y perverso de la infancia; el poder
de la imaginación y el erotismo en seres que no se resignan a la marginación y a la desdicha; las
relaciones asfixiantes, veladamente incestuosas; el odio y la fascinación que ejerce la capital sobre
el interior del país" (en AA. VV., Cuentos regionales argentinos, 1984: 119).
está enamorado- con el solo fin de poder re-emprender su conquista:

Desaparecido Francisco y su perniciosa influencia, serás la Gringa de mis


mejores sueños, la del baile del Club, una muchacha hermosa y sensata, nacida
para actuar entre gente selecta.

Acabo de ordenar la compra de una orquídea; te la envío como prueba de que


no te guardo rencor. (...) Al salir de mi despacho en la Gobernación, me he
mirado con satisfacción en el espejo que adorna el salón dorado cuyas
ventanas se abren a la plaza. Decididamente, mi nuevo sastre es capaz de vestir
con elegancia hasta a un ordenanza (1990: 186-187).

En ese entrecruzamiento de intereses y de adscripciones ideológicas justificatorias del


aparato represivo, se revelan los complejos juegos de poder entre castas y clases
sociales. "Existen gramáticas de la violencia que son transformaciones dentro de las
posibilidades de cada clase en relación con las otras" (Geirola, 1992: 130), una
sintaxis que es advertida por Geirola en la novela Pretérito Perfecto de Hugo
Foguet123, allí donde Solanita, una representante de la clases oligárquicas de Tucumán
que decidió ponerse al frente de los reclamos de reivindicación obrera y estudiantil en
la década del '70, se ofrece como víctima de un victimario militar que, precisamente, es
también subalterno de su propia clase (Geirola, 1992: 131).

Según Ricardo Piglia, las fuerzas ficticias son las que tejen la verdad en la trama del
poder (1989: 97). Esas ficciones sociales son la materia que la novela reproduce,
interioriza y transforma. Así, dentro del contexto de esa narrativa generada en el exilio,
hay textos que denuncian el terrorismo de estado y la actuación de las fuerzas militares,
como El vuelo del tigre (1981) de Daniel Moyano, que, como ha apuntado Cymerman,
es una metáfora de la tiranía con claras referencias a las dictaduras nazi y argentina.
Aún cuando la novela tiene un desenlace feliz, esta expresión alegórica resume la fe del
narrador en el mundo violentado. El silencio y a "falta de voz" que produjo la censura
militar son referidas por Moyano en la anécdota sobre el entierro del manuscrito de El
vuelo del tigre. Según relata Moyano, los originales de su libro fueron enterrados por
su amigo, el padre Inestal, en un pozo de la huerta de su casa, mientras el escritor se
encontraba en la cárcel. Luego de su exilio en España, Moyano buscó infructuosamente
su novela:

Cuando volví, años después, no encontré ningún indicio que me permitiera


cavar en algún sitio de la huerta con alguna posibilidad de encontrar el
original, si es que no lo enterraron desnudo y gracias a eso consiguió salvarse

123 Hugo R. Foguet nació en Tucumán el 3 de diciembre de 1923. Después de aprobar cursos en el
Colegio Nacional, se incorporó a la Escuela Nacional de Náutica, donde se desempeñó como
Oficial de Máquinas. En misión profesional realizó diversos viajes por el extranjero. Colaboró en
diarios y revistas del país. En 1962 obtuvo el Primer Premio en un concurso provincial de libros
inéditos -organizado por el Departamento de Literatura y Cine del Consejo Provincial de Difusión
Cultural de Tucumán- por Hay una isla para Usted. También recibió los premios "Bienal Ricardo
Jaimes Freyre" para poesía y "Bienal Pablo Rojas Paz", para narrativa, éste último por su novela
Pretérito Perfecto, en el año 1982. También publicó Hay una isla para usted (1962),
Advenimiento de la bomba (1965) y Frente al mar de Timor (1976).
de la putrefacción de los otoños sucesivos.

Unos años después (...) reescribí la novela que quedó enterrada, acaso con el
mismo argumento, pero no con las mismas palabras (Moyano, 1989: 151).

En la misma tonalidad -para emplear un término de la música que era el otro gran amor
de Moyano- su novela Libro de navíos y borrascas (1983) presenta el viaje de un
grupo de exiliados argentinos que se dirigen hacia Europa. La parodia se instala en el
viaje, cuando esos seres que huyen de los militares argentinos, deciden poner en escena
una representación de títeres, cuyo tema es el asesinato de Dorrego. Allí se ficcionaliza
la historia y los distintos planos de esa representación se entrelazan con la propia
experiencia de los que emigran. Así, los próceres de la historia nacional "oficial" son
desmitificados por medio de la ridiculización y la degradación, ocupando la categoría
de antihéroes. En esa esfera también se incluyen los militares argentinos, cuyas hazañas
se sitúan en las antípodas de los "valores" guerreros tradicionalmente reconocidos (Cfr.
Cymerman, 1993: 249-253).
Este procedimiento, legible en el cuerpo de la "novela de la dictadura" y a partir del
cual la narrativa de ficción introduce pasajes de información histórica que se ponen al
servicio de un objetivo literario, funciona como mecanismo de desenmascaramiento de
la historia oficial. La novela Pretérito Perfecto de Hugo Foguet apunta a la
desmitificación del tiempo y la explicación del presente a la luz del pasado. Desde un
marco de caoticidad, el texto describe cierto diseño estructural basado en el
contrapunto de dos temporalidades, que se oponen y alternan en un enunciado
secuenciado para tal fin (Busquets, 1993: 165). Se persigue entonces la
descronologización de la Historia: "lo que podemos imaginar como un antes y un
después existe, está incluido en el ahora (Foguet, 1983: 42).

En ese espacio de disidencias discursivas, los cuentos de La casa del Boulevard


Guzmán (1996) de Antonio Ramón Gutiérrez124, descubren las estrategias de sentido
trazadas por la historia y la psicología como posibilidades para reconstruir una etapa
conflictiva de la vida argentina. Estos itinerarios están íntimamente ligados a una
escritura que recoge las obsesiones de la memoria colectiva, desde los fantasmas de
una época incierta y la coyuntura profética que se gestaba en extensos coloquios,
protagonizados por seres casi anónimos que creían en las definiciones como contornos
sustanciales de la existencia. Así, la reunión de un heterogéneo grupo de personajes
cuyas reflexiones se proponían diagnosticar el encorsetamiento de la sociedad de los
años oscuros, configuran la intriga de los textos de Gutiérrez, gestados en la
encrucijada del ensayo y la narrativa. La casa del Boulevard Guzmán constituye el
espacio simbólico en el que debaten la historia oficial y la historia subterránea, en una

124 Antonio Ramón Gutiérrez nació en 1951 en Córdoba. Se radicó en Salta en el año 1973. Allí se
recibió de psicólogo e inició su itinerario en el campo de la literatura integrando el Grupo de Poesía
"Retorno". Publicó los siguientes poemarios: Las formas de la tarde (1987), Los reversos (1989),
Conflagración (1989), La ciudad de los lugares comunes (1991) y el libro de cuentos La casa
del Boulevard Guzmán (1996). Ha participado en publicaciones conjuntas y antologías y obtuvo
los siguientes premios: Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de Aerolíneas Argentinas
(1993), Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de la Dirección de Cultura de la provincia de
Salta (1992), Primera Mención de Honor en el Concurso de Poesía para Autores Éditos "Clara
Saravia Linares de Arias" de la Municipalidad de la Ciudad de Salta (1991) y Premio "Accésit" en
el Concurso para Poetas Éditos de la Dirección de Cultura de la Provincia de Salta.
Ejerce su profesión de psicólogo y es Profesor Titular de las Cátedras de "Lingüística" y
"Psicolingüística" de la Carrera de Psicología en la Universidad Católica de Salta.
oscilación entre la memoria y el olvido: el acto de donar los libros a la Biblioteca
Provincial o el llamado "fin de las posiciones irreductibles" planteado a partir del
momento en el que se deja de citar a Sartre para comenzar a hacerlo con Alvin Toffler.
Esta procesión de ambivalencias genera un modelo de construcción de los personajes
que está continuamente condicionado por la multiplicidad y el asedio125.

El proceso militar del año '76 tuvo, para el noroeste argentino, especiales
connotaciones históricas y sociales. No solo porque en ese lapso se produce el mayor
número de desapariciones, asesinatos y torturas de la vida del país, sino porque
también el golpe de estado significó el exilio masivo de muchos escritores e
intelectuales y generó una literatura cuya fractura esencial se asienta en un sistema
incierto de filiaciones y de movimientos de desterritorialización que desdibujan los
mapas trazados hasta el momento. En ese entramado, las relaciones entre ficción y
política atraviesan la escritura argentina de un extremo al otro del país, hasta salir de
sus confines. Por eso, desde el exilio, los trasterrados que miran el mapa nacional
pueden llegar a pensar: "Los poderes dictatoriales pueden borrar a la gente del mapa
pero no al mapa, sólo pueden transformarlos en representaciones donde se pierden los
significados aprendidos" (Domínguez, 1993: 213).

La dinámica del viaje como respuesta a los discursos de la represión, la censura y el


autoritarismo genera las distintas formas de exilio político. Exilio hacia afuera y hacia
adentro, representado por la huida violenta o el viaje obligado hacia el interior de un
espacio cerrado, como la propia casa, tema que se desarrolla en el cuento "Casa
tomada" de Cortázar y que se plasma como forma de resistencia ante la arbitrariedad
del sistema militar en El vuelo del tigre (1982) de Daniel Moyano. El trayecto de fuga
dentro de un mismo territorio es el tema de La casa y el viento (1984) de Héctor
Tizón, texto en el que el protagonista se desplaza por las zonas rurales de la Puna
jujeña hacia la frontera con Bolivia, escapando de la violencia militar.

El cuento "La diagonal" de Liliana Bellone (1992) también está signado por el tema del
viaje. Un grupo de amigos -cuarenta o cincuenta personas- se propone cruzar la plaza
en diagonal hacia el café cercano. Pero cada instante significa una persona menos.
Entre valijas, aviones y cartas solo puede llegar al café la desesperada protagonista...

Los textos que hemos leído, situados en el cruce de las literaturas del exilio y las
escrituras exiliadas, son generados en ese segmento de la historia nacional que se liga
a la historia latinoamericana, espacio borroso en el que se conjuga el no-poder con el
no-saber. Porque en la zona de exilios -lugar en el que se pervierte la ecuación
foucaultiana-, el saber no constituye poder (Cfr. Bocchino, 1993: 131). El texto
literario se encarga, en esos segmentos de no-poder, de trabajar las retóricas de la
denuncia encubierta, la sugerencia elusiva, la anáfora kristeviana que atraviesa todos

125 En un artículo publicado en la Revista PROA (Buenos Aires, ne 25, setiembre/octubre de 1996) ya
he comentado que la función de los personajes de Gutiérrez fluctúa según la perspectiva desde la
que se los mira, acompañando un replanteo de la finalidad de la literatura, a la luz del compromiso
histórico y de los contrapuntos sociales. "Mientras una red de cuestiones raigales preocupaba a los
seres de la casa, en los umbrales también se veían pasar recuerdos e historias cercenados,
imágenes de la ciudad cercana. (...) Casa-ciudad, casa exilio, casa-país-invisible, donde se gestan
las complicidades de la palabra con lo no dicho, donde se recapturan y se significan los gestos del
pasado" (Poderti, 1996: 96).
los espacios de lo no-dicho. Así el poema de Yannis Ritzos -epígrafe de la novela Río
de las Congojas (1981) de Libertad Demitrópulos-, se resemantiza durante la etapa
militar: "Conviene que recordemos a nuestros muertos y su fuerza, no sea que alguna
vez nuestros enemigos los desentierren y se los lleven consigo..."

V.3. ESCRITURA FEMENINA: ESPACIO DE REBELIÓN

"Algunas teorías aseguran desde siglos, la


pérfida esencia de lo femenino. Orígenes
niega la posibilidad del ingreso de las
mujeres en el paraíso terrenal porque la
impureza y la natural inclinación al mal de
las hijas de Eva, las llevaría a incitar a los
hombres nuevamente al pecado con el castigo
correspondiente que implicaría otro destierro
del Edén. La historia y la literatura inscriben
los rasgos de esta maldad primigenia: la
discordia, por ejemplo, encarnada en una
diosa, arroja su manzana rebosante de odio
entre los inmortales para promover la guerra
entre los pueblos, guerras cuyas causas
profundas son más eróticas que económicas o
políticas, a contramano de lo que plantean
las sesudas investigaciones de filósofos e
historiadores que ignoran la verdadera trama
de las empresas humanas.
Esos sistemáticos y obsesivos personajes,
generalmente hombres, no aciertan a
descubrir detrás de la urdimbre de los hechos
políticos, sociales, religiosos -o de la simple
ambición- el deseo incestuoso o la lujuria
desesperada."
LILIANA BELLONE

La producción actual de las mujeres que escriben en las provincias estaría marcando un
punto de transición entre el discurso dominante patriarcal y las nuevas tendencias que
podemos leer en el campo escritural a partir de mecanismos que alternan la
negociación con la fuerza. En este sentido, nuestra lectura de la producción narrativa de
algunas mujeres, busca establecer las estrategias que se ponen en juego para activar
mecanismos de legitimación discursivos, desarticulando los códigos del discurso
hegemónico.

Si aceptamos el argumento de Foucault acerca de que lo "verdadero" depende de quien


toma control del discurso, entonces es razonable pensar también que la dominación de
los hombres sobre los discursos ha atrapado a las mujeres, durante mucho tiempo, en
una red de "verdades" masculinas. Carmen Perilli afirma que "el discurso articulado
por los hombres es el que, desde hace milenios califica y determina a la mujer que lo
hace suyo. Se presenta como un discurso natural basado en lo biológico y en lo
psicológico, pero se trata de una trampa construida por la sociedad patriarcal,
marcada por el predominio masculino y el sometimiento de la mujer" (1990: 53).
Trampas discursivas, como las que tiende George Steiner 126, quien pretende justificar la
-para él- escasez de mujeres creadoras, a partir del ingenuo argumento de que el hecho
de experimentar la mujer el fenómeno de la creación en su propio cuerpo, habría
mermado en ella ese impulso creador tan activo en el hombre.

Para Francine Masiello "en el contexto de la cultura, el feminismo opera no sólo


contra el canon literario, sino también contra la ley del falo y la historia heredada"
(1986: 54). La construcción del "sujeto femenino" afirma una nueva subjetividad. A
diferencia del proyecto post-modernista, donde se anuncia decididamente la muerte del
sujeto, los textos de las escritoras latinoamericanas se preocupan marcadamente por la
supervivencia. Las prácticas feministas insisten en el hábito de la negación de un
discurso centralizador, desafían la ideología de lo reprimido con lo cual se ha tratado de
anular toda diferencia entre los discursos127 (Masiello, 1986: 57). Este nuevo sujeto
escritural estaría instalando, en el plano discursivo, la aparición de varios índices
reveladores de una transformación radicalizada con respecto a la visión masculina de la
literatura "oficial". En la narrativa masculina (el término "masculina", enmarcado en
nuestro planteo de dominación discursiva, no restringe la expresión a la producción de
escritores varones solamente), el personaje literario femenino se construye como
núcleo de un círculo de fuerzas centrífugas en el cual los personajes restantes
convergen inevitablemente (Cfr. Guerra Cunningham, 1986: 3-19). Así, merced a una
serie de "alianzas plurales" o "alianzas homosociales" las mujeres personajes
encuentran su voz auténtica en las actividades clandestinas de las protagonistas
anónimas.

126 En un artículo aparecido en "La Nación", Mario Vargas Llosa comenta el libro Real
Presences de George Steiner definiéndolo como "un elocuente indicador de lo enloquecida que
anda la brújula cultural en nuestra época: fue concebido como un libro transgresor y heterodoxo,
para desafiar las ideas establecidas sobre la creación artística, y se ha vuelto un best-seller
unánimemente celebrado en el mundo occidental". Acerca de la postura de Steiner frente a la
creación femenina, Vargas Llosa ironiza: "En las páginas más indóciles del libro, Steiner desliza
una explicación del escaso número de creadoras mujeres, sobre todo en las artes plásticas y en la
música, lo que, curiosamente, no parece haber violentado hasta ahora a las feministas. El hecho
de que la mujer experimente en su propio cuerpo el fenómeno de la creación -dar vida, ser
escenario de la reproducción- habría mermado en ella ese impulso creador tan activo en el
hombre, para quien el acto de la gestación y el alumbramiento es remoto, inaccesible, e incapaz,
por tanto, de moderar o saciar el hambre de absoluto y trascendencia -el vacío del ser del que
nace la voluntad de creación-." (Vargas Llosa, 1991).

127 El sistema de oposiciones binarias planteado por Greimas como modelo de análisis
estructural es leído por la feminista francesa Helene Cixous como una manifestación del
pensamiento binario patriarcal, basado en el "par" fundamental: masculino/femenino (Moi, 1985:
102-126). Cixous introduce, para romper el esquema binario, el concepto de "différance" de
Derrida, para quien la significación no está producida en la estática clausura de la oposición
binaria. El concepto de escritura femenina de Cixous está cercano al análisis de la escritura de
Derrida como "différance". Para esta autora, los textos femeninos son textos que funcionan en la
diferencia, pugnando por indeterminar la lógica falocéntrica dominante, resquebrajando la cerrazón
de la oposición binaria y revelando los placeres de una escritura que tendría que ver con lo
bisexual.
V.3.1. Mujeres X Mujeres

..."Virgen o pecadora, esfinge, mujer fatal,


madre, bruja... todas imágenes que han
oscurecido el espejo en el que la mujer se busca
a sí misma para representarse literariamente,
imágenes que reflejan lo que los hombres
suponen que es una mujer."
LUCÍA GUERRA CUNNINGHAM

A pesar de la instalación, dentro de los imaginarios sociales de Latinoamerica y, sobre


todo, de las provincias del NOA, de un modelo cultural que coloca a la mujer frente al
"dilema metafórico del silencio o la decapitación" las vivencias inherentes a la
condición femenina se incorporan soterradamente a través del tiempo, añadiendo a los
textos una resonancia que se va intensificando a medida que las escritoras, como entes
sociales, van asumiendo una posición ideológica más radical con respecto a la mujer y
el lugar que ella debe ocupar en la sociedad (Cfr. Guerra Cunningham, 1987: 39-41).
Estos posicionamientos femeninos pueden leerse, en sus distintas gradaciones, en la
escritura de mujeres provincianas contemporáneas. Como modelos de este proceso de
ruptura de patrones ideológicos masculinos, operaremos desde la lectura de la
producción de cuatro mujeres que construyen sus lugares de enunciación en diferentes
momentos del siglo: Zulema Usandivaras de Torino, Clementina Rosa Quenel, Libertad
Demitrópulos y Liliana Bellone.

Uno de los peldaños en el proceso de confrontación del modelo patriarcal dominante


puede leerse en la escritura de Zulema Usandivaras de Torino 128. Sus novelas se

128 El relato biográfico de Zulema Usandivaras de Torino, realizado a requerimiento mío en el mes de
noviembre de 1997, es el siguiente: "Nací al promediar la segunda década de este siglo en Salta,
ciudad donde resido y he vivido siempre. (...) Alumna de la Escuela Sarmiento y de la Escuela
Normal de Maestras, apenas recibida, ejercí por algún tiempo la profesión en la Escuela Gral.
Güemes. Dactilógrafa egresada de la Escuela Nacional profesional de Mujeres y diplomada en la
Alianza Francesa, Filial Salta. Iniciada en la música y el piano (disciplina obligatoria en la
educación de las niñas) sin mayor éxito. (...) Fui reprimida por el tiempo en que me tocó vivir.
Limitada por los prejuicios de la época no pude acceder a los estudios universitarios y tuve que
ser, en alguna manera, una autodidacta que abrevaba el saber, sin mucha disciplina, en todos los
libros que encontré en la biblioteca de mi casa y los que fui adquiriendo más tarde, leyéndolos a
veces en forma clandestina, burlando la censura bastante rígida y un tanto ridícula. Así fui
creciendo, asimilando todo lo que hoy nos ofrecen los modernos medios de comunicación, y he
llegado, desde el aprendizaje en la pizarra individual donde se grababan palotes y caracteres con
lápiz de piedra, hasta la computadora. (...) Mi trabajo al principio fue silencioso, secreto, apenas
me atrevía en certámenes poéticos, resguardada por el anonimato del seudónimo. Las menciones y
los premios, algunos importantes como el de la Universidad Católica de Salta, Temis Esperoni de
la Plata, Fundación Givré de Buenos Aires, El Quijote de Plata y varios otros, me animaron a
comenzar. (...) Escribí, aunque tarde, porque ésa era mi vocación. Para escribir antes, hubiera
tenido que soportar la presión social de mi entorno. No hay que olvidar que mi juventud
transcurrió en años todavía con resabios de la moral victoriana y como mujer, más sujeta a esos
rígidos cánones. Sin embargo, pienso que nunca nadie estará libre totalmente de cierta presión, la
que ejerce el otro, el que nos censura o nos aprueba. La cuestión es liberarse, lo que debe hacer
transforman en el testimonio histórico de una época y descubren el instante preciso en
el que se desarticulan las leyes y principios sociales que regían la sociedad colonial. El
lugar de enunciación de esta narradora, perteneciente a una familia tradicional de Salta,
le permite retratar la sociedad de fines del siglo XIX y primera mitad del XX. Las
normativas sociales y las demandas de feminidad de la época son el tema predilecto de
sus narraciones. Así, las cuestiones del honor y las virtudes de la frivolidad, la
maternidad, el amor, la belleza o la ilustración, conforman un código de
comportamientos que, si no son respetados, pueden acarrear la degradación moral de la
mujer ante el grupo social.

La novela Recordando El Paraíso (1992) es un relato que trasciende la pintura de esa


sociedad conservadora para centrarse en el tránsito de una mujer escindida entre las
obligaciones sociales y sus deseos más recónditos. La mujer-narradora escruta las
debilidades de una sociedad-personaje, donde un minúsculo puñado de mujeres, desde
la penumbra de las restricciones de todas las épocas, se mira a sí misma a través de la
mirada ajena:
...las mujeres somos intuitivas - pensaba y se sentía capaz-. Esto de su intuición
y su capacidad no sería, nunca, requerido por Augusto. Tentado estaba él,
muchas veces, de acudir a su mujer en medio de sus dudas y tribulaciones, pero
su orgullo de varón se lo impedía. )Cómo iba él a mostrar su debilidad ante
una mujer? )Qué saben las mujeres de política ni de negocios? Tal vez las de la
generación de doña Carmen Lezama, y esta misma era una excepción. Pero, en
fin, las damas de aquella época post-colonial, tenían aún el temple de las
colonizadoras que, por más de dos siglos se mantuvieron en lucha con la
adversidad y con los indios en un dilatado territorio donde la supervivencia
humana se hacía tan difícil como lo fue para los primeros habitantes de la
tierra (1992: 143- 144).

Aquellas mujeres colonizadoras han cedido su lugar a nuevas generaciones de


reprimidas inconfesadas, que muchas veces se proyectan en las heroínas de la
literatura:

Le temía a su pensamiento. Un viso de romanticismo quedaba bajo la


superficie de dama ponderada, ecuánime, madura. "La loca de la casa", que no
le saltara. En su interior tenía que aprender a dominarla. (Qué funesta la
imaginación cuando no se la controla! Las experiencias no se repiten. Que no
empezara ella con esas ensoñaciones fatales de la adolescencia. Todo eso era
lo que les había pasado a Madame Bovary... a la Dama del perrito de Chejov.
Eternas insatisfechas. )No se había intoxicado ella con sus lecturas? Un no
perdido recuerdo de su ambición de ser escritora aún, la atenaceaba, (qué ridí-
culo! Una mujer de su casa, una señora... (1992: 145).

Este vaivén entre el "querer ser" y el "deber ser" está problematizado en los
pensamientos de los protagonistas de la novela: Matilde, Augusto y una sociedad que
tiene claro que los papeles de un hombre y una mujer no deben perderse en los lagos de
la indefinición. Sin embargo, los esquemas estatizantes de esa sociedad diseñada a
todo escritor, expresándose sin tabúes y sin prejuicios irracionales"...
fines del siglo pasado comienzan a ceder ante la presión de factores históricos,
geográficos y económicos. Matilde y Augusto, divididos entre la ciudad y el campo,
encuentran en este último -el Ampascachi descripto desde una perspectiva
autobiográfica- el espacio edénico donde podrán concretar una vida libre de las miradas
e imposiciones de la Salta tradicional. Pero Matilde jamás volverá a ser la misma, ha
experimentado un cambio raigal y determinante. Esa metamorfosis de la protagonista
-en Recordando El Paraíso- alcanza en su órbita a otros personajes y es una
evolución favorable que define una conquista respecto a la mujer de La Esposa (1989,
1996), para la que el destino es del todo implacable. En La Esposa, su protagonista
-Manuela- es casada por su padre con un hombre mayor y de buena posición. El
matrimonio es aquí presentado como una práctica de carácter protocolar, rígida y
conservadora, que ubica a la mujer dentro de un nuevo -y desventajoso- escenario
social:

Ella, la mujer legítima, no tenía escapatoria. Debía cuidarse del asedio de los
gavilanes. Proteger el honor de la casa. Ser la esposa oficial, la que acompaña
a su importante esposo a la misa del domingo, a las reuniones de beneficencia,
a las bodas y a las reuniones familiares (1996: 97).

Así, Manuela renuncia a su pasado, a su propia identidad y al amor, para "favorecerse"


con la admiración, el respeto y el brillo social que le otorga su actuación de esposa
perfecta: "Como mujer, la lucha es despareja, siempre quedará sometida a la ley que
privilegia al varón. Como esposa, deberá soportar el despotismo y la presión (...)
Resignación, sumisión, habilidad para movilizarse con destreza en el gran escenario
social, revela este último discurso de la protagonista que responde, sin dudas, al
discurso hegemónico de la Ley" (Carante de Ragone, 1996: 15).

Pero el camino hacia el derrocamiento del discurso normativo, los tabúes sexuales, las
rígidas creencias religiosas y los obesos cánones de belleza ya está marcado. En
Recordando el Paraíso, emerge una sociedad transitoria en la que el título
universitario desplazará a la actividad comercial; los espacios de poder se repartirán
entre las esferas políticas y el único periódico citadino.

Los textos de Zulema Usandivaras -sostenidos aún por relámpagos estéticos del
romanticismo-, discuten las virtudes y defectos de la sociedad patriarcal y apelan a la
construcción de un nuevo modelo femenino, inserto en un campo de transformaciones
más amplias. Así, el itinerario hacia esas transformaciones sociales puede traducirse en
un alto precio a pagar por los protagonistas, colocando a hombres y mujeres dentro del
polo de los dominados. En este sentido, quizás la mejor síntesis de la historia planteada
por Usandivaras de Torino podría estar contenida en estas palabras de Carmen Perilli:

No se trata de una actitud consciente, sino de un discurso social que se


incorpora como natural, imposibilitando su cuestionamiento. Atrapados, tanto
hombres como mujeres, los dos son víctimas a las que liberará el cambio, un
cambio que, lentamente se está produciendo (Perilli, 1990: 72).

Un viraje importante con respecto a la apropiación del instrumento lingüístico por parte
de las mujeres puede leerse en la producción de Clementina Rosa Quenel 129. Como ha
observado José Andrés Rivas (1987), la escritura de esta narradora muchas veces fue
definida en estos términos: "Escribía como un hombre", aludiendo a la fuerza expresiva
de sus relatos o a la aspereza con la que pintaba el mundo agreste y rural de Santiago
del Estero. Según Alén Lascano (1967), el mismo Augusto Roa Bastos, refiriéndose a
Clementina Quenel, había expresado "Argentina tiene en el cuento un Horacio Quiroga
mujer". A esa faceta "masculina" de su escritura se integraba la dureza con que la
llevaba a sus personajes a luchar en sus fronteras interiores o a confrontar sentimientos
opuestos que los habitaban o desgarraban. Pero, según José Andrés Rivas, existe otro
rostro de Clementina Quenel130, que puede ser identificado como "profundamente
femenino" y no como una "impostación" de la voz:

El otro perfil de estas páginas nos refleja la imagen de la mujer sobre un


mundo creado por los hombres y para los hombres. Aunque ellas sean las
encargadas de conservar los ciclos de la naturaleza y de la perduración de la
especie, el destino de las mujeres de esta obra puede ser finalmente la soledad
o la frustración (1987: 243).

Así, la mujer es el personaje central de sus relatos y piezas dramáticas: María Silvestre
en El bosque tumbado, de la que se recuerda que "a los nueve años su conducta
continuaba siendo más de pantalones que de pollera" (1981: 52); la "Telesita"
santiagueña, condenada a bailar eternamente mientras su leyenda de culpa y castigo se
multiplica. También aquellas mujeres que se burlan de los hombres ("La María de los
Santos en el camino", "Tonto, tonto" y "Almacén La Amistad"); las madres que esperan

129 Clementina Rosa Quenel nació en Santiago del Estero en la primera década de este siglo. Su madre
era santiagueña y su padre francés -Jorge Quainelle, quien estableció el primer servicio
meteorológico en la Provincia-. Cursó estudios de derecho en Buenos Aires. En esa época ya
entregaba sus primeras colaboraciones literarias a la revistas femeninas: El Hogar, Mundo
Argentino, Estampa, Aquí Está, Chabela y Maribel. Abandonó sus estudios para casarse y regresar
a Santiago del Estero, donde se incorpora al movimiento cultural "La Brasa", fundado por Bernardo
Canal Feijóo. En 1945, la Editorial Cervantes, de Tucumán, publica la primera edición de su libro
de cuentos La luna negra (la segunda aparecería en 1952). Su novela El bosque tumbado ganó el
Primer Premio Literario Regional de la Comisión Nacional de Cultura para el trienio 1948-1950.
Ha publicado los siguientes poemarios: Elegías para tu nombre campesino (1952 y 1961),
Poemas con árboles (1960) e Íntima con el álamo (1960). En narrativa también publicó: Los
Ñaupas (1967) y también realizó una importante contribución al teatro édito con las obras La
Telesita y El Retablo de la Gobernadora. En 1946 obtuvo, en Córdoba, el Primer Premio -cuento
y relato- en el Certamen Nacional Literario "Leopoldo Lugones". En 1960, obtuvo el Primer
Premio de Poesía con su poema "Elegía sobre el túmulo de Braulia Vera" (Jornadas
Interamericanas de Poesía, en Piriápolis). Se desempeñó como Secretaria de la filial de la SADE en
su provincia. Colaboró en numerosas publicaciones y brindó conferencias sobre temas de carácter
regional. Falleció en su tierra de origen el 19 de setiembre de 1981. Los estudios más completos
sobre la producción édita e inédita de Clementina Quenel fueron realizados por dos escritores y
estudiosos santiagueños: Juan Carlos Martínez y José Andrés Rivas.

130 En este sentido, José Andrés Rivas afirma: "Si el trazo de su trabajo -como el de su letra sobre el
papel- era riguroso y definido, no era porque Clementina impostara su voz para enronquecerla
con la tonalidad del hombre, sino porque estaba poblada por aquella memoria y por aquellas
largas agonías de las viejas criollas de su tierra. Esa era la voz literaria de la narradora de La
luna negra que arrastraba antiguos lamentos de una raza que parecía nacida para la derrota.
Una derrota que no provenía de una condena social o de una diferencia de genealogías, sino de la
misma condición del hombre -y sobre todo de la mujer- sobre una tierra desolada (Rivas, 1987:
242).
inútilmente el regreso de sus hijos ausentes, las esposas engañadas o castigadas, las
niñas nacidas para el dolor. "Ninguna diferencia social marcará diferencias de destino,
ya que sufrir y desesperar es el precio que se paga por ser mujer" (Rivas, 1987: 244).
Asimismo, en su obra de teatro El retablo de la gobernadora, Clementina Rosa
Quenel registra una versión femenina del episodio del frustrado matrimonio entre
Ventura Saravia y el gobernador Juan Felipe Ibarra, un hombre al que no ama. En
oposición a la versión "masculina" que habían dado Héctor Domingo Argañaraz,
Horacio G. Rava y Bernardo Canal Feijóo, Clementina Quenel elabora su texto desde
el enfrentamiento femenino hacia el despotismo y la arbitrariedad masculinos.

Estos personajes femeninos tejen su huella de resistencia ante una tradición de leyes
inmutables, como la que puede percibirse en el discurso de don Vila, en La Luna
negra:

L'hombre es hombre. Los caminos se han hecho pa él y los cielos pa


aprenderlos antarca, sin apuros... (1945: 134).

Así se resume una larga historia de sometimiento y dependencia, historia que las
mujeres de Clementina Quenel escenifican y ante la cual se rebelan. Mujeres
censuradas, condenadas al sufrimiento y la humillación. Personajes que se miran y que
son mirados, que se construyen a sí mismos o son construidos por los otros, pero que
provienen de un mismo mapa físico y simbólico: el bosque, el monte, el mundo duro y
escabroso en el que las mujeres articulan sus discursos de resistencia: el perdón más
terrible que la venganza, ejecutado por María Silvestre o la derrota del hombre-poder
lograda por la joven Ventura Saravia. Todos estos gestos construyen un espacio en el
cual el género puede escribirse desde la no-escritura, como ocurre con las mujeres que
miran con ironía e indiferencia los "papeles" que legitiman las uniones matrimoniales.
No-escritura que también se manifiesta en el registro coloquial preferido por Quenel y
en la inscripción de un espacio narrativo donde todos conversan.

El otro espejo del nuevo discurso femenino es el que presenta Libertad Demitrópulos.
Ya Nora Domínguez ha señalado la insistencia de Demitrópulos en contar historias de
mujeres y de viajes:

A cada libro una mujer, a cada novela un viaje. María Muratore, Isabel
Descalzo, Violante, Rosario, Nancy, la monjita que de noche se transforma en
prostituta y consigue, a partir de un pacto de terror y silencio, que los hombres
no confiesen el tipo de contacto nocturno que tienen con ella (1997: 55).

En la novela Río de las Congojas se sobreimprime, sobre el relato fundacional de las


ciudades, la historia de las mujeres-fundadoras de familias (Cfr. Domínguez, 1993:
215). La protagonista, María Muratore, viaja por los territorios siguiendo a los hombres
que fundan ciudades. En ese itinerario, ella misma se disfraza de hombre y participa en
las guerras. Pero el modelo de familia que se plantea en la novela desarticula el poder
simbólico que ejerce sobre nuestra cultura la figura del padre, por cuanto los muertos y
descendientes llevan el nombre de una mujer. Por esta vía, la novela de Demitrópulos
potencia el cuestionamiento de los poderes desde las voces marginales: mujeres,
nativos, mestizos, negros, enfrentados al grupo dominador: gobernadores, españoles,
hombres. Esa re-locación tiene como engranaje fundamental una nueva organización
discursiva que se puede leer en el gesto de María Muratore cuando se revela
abiertamente, al comprobar una vez más que la mujer es considerada solamente un
objeto sexual. El acto de matar con su arcabuz a dos hombres que pretenden llevarla
por la fuerza para saciar la sed del gobernador Juan de Garay, debe ser leído, en el
contexto de la historia de la novela latinoamericana, como una inversión de los roles
asignados a la mujer por la historia y la cultura:

(Bestias! ¿Qué creen que es una mujer? ¿Un armatoste? ¿Una bolsa de
mandioca? )Una mujer se alza sólo para satisfacer el capricho de un
hombre? )No tiene alma, verdad? )Cuántas letras se precisan para decir no?
Tantas como para sí. Pues no. No. No quiero ir. (Hala! Infame turba de
lacayos. Si les queda algún hueso sano, díganle que María Muratore manda
contestar que no (1981: 127).

Lo femenino, que para la visión masculina patriarcal está representado por el vientre
materno, la casa, la Patria, la ciudad o la Naturaleza (rol de reproducción biológica), se
expresa, en algunas novelas latinoamericanas, en una imagen arquetípica de la mujer
basada en sucesivas "mutilaciones" (Guerra Cunningham, 1986: 7), que han sustraído
de ella únicamente su valor como cuerpo reproductor. Como afirma Perilli, las
imágenes femeninas más difundidas en la literatura son las de la Madre y la Prostituta.
La mujer, inserta en esta visión, adquiere un rol pasivo, como fuente de tentación para
el personaje masculino y se le adjudican dimensiones siniestras y demoníacas. Es
sancionada si tiene participación activa y transgrede los límites convencionales de la
Virtud femenina.

La aparición de un nuevo discurso, como el planteado por Demitrópulos, marca la


ruptura del canon masculino que por décadas imperó en la literatura latinoamericana
-"visión deformada del universo femenino" que se plasma en la producción de
escritores como Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez 131. Este cuestionamiento

131 Como afirma Carmen Perilli: "Es fundamental leer este discurso a la luz de los mitos de
la femineidad que una sociedad patriarcal propone. Como los antiguos dioses de un tiempo
perdido- que reaparecen una y otra vez en la vida de los individuos, los viejos mitos que impiden
crecer son exorcizados a través de la cultura." Así, la visión "masculina" (y masculinizada) que
Perilli ha identificado en la producción de escritores como Gabriel García Márquez y Alejo
Carpentier (1990) se reproduce, en los textos de escritores de provincias a partir de esas imágenes
femeninas tan arraigadas en la tradición cultural latinoamericana: "La patrona me apura desde mi
pensamiento. Ella, tan de cutis trigueño, y tan de corazón grande para cobijar a toda la familia"
(Alurralde, 1995: 43). "La hembra es la que cierra y abre la puerta. (...) La mujer siempre tiene la
culpa. Ella es la dueña de la guayaca." (nella Castro, 1988: 151). " -La mujer, -le dije- es mujer
porque recuerda. Han domesticado las fuerzas de la oscuridad, aunque para ello se han tenido que
rebajar a besarle el culo al demoníaco carnero. Manejan la energía sutil tanto como la naturaleza
densa. La luz de la luna es para ellas como la madeja de las hiladeras, se ríen de los cuadros del
Bosco y del Infierno. Pero lo único que no han podido domesticar es el olvido" (Ahuerma Salazar,
1995: 35).

Sobre este tema, Lucía Guerra-Cunningham agrega: "No obstante el importe altamente subversivo
de algunas novelas contemporáneas que modifican el sentido tradicional de lo femenino
esteroeotípico, vale la pena notar que esas transgresiones se codifican a base, precisamente, de los
elementos configuradores de la imagen convencional de la mujer. En el caso de Cien años de
soledad (1967) de Gabriel García Márquez, los motivos de la madre, la virgen y la prostituta
perduran como sustrato básico, y el peligro del incesto recae en la mujer como sinónimo de
sobre la historia y la tradición atraviesa el campo del lenguaje y se orienta, como
expresa María Lugones, hacia una creación femenina que intenta re-articular su
proyección simbólica (Lugones, 1984: 15).

Ese nuevo orden puede leerse en los planteamientos de la narrativa femenina


contemporánea. En este sentido, Augustus de Liliana Bellone es el retrato de las
conciencias amputadas por los tabúes sociales, la opresión y el aislamiento: una versión
terrenalizada del infierno. La reescritura de la Historia desmitifica la tradición
patriarcal, basada en la epopeya heroica de los protagonistas masculinos. Los espacios
se llenan con los nombres de Elena de Troya, Eugenia Grandet, Ana Karenina, Santa
Genoveva, Carmelina Ferri. La inversión genérica de la leyenda de Rómulo y Remo
-actualizada en el relato de la loba y sus mellizas- interpreta el desajuste primordial
que desata los dramas y las luchas de la humanidad.

Así, en la producción de Liliana Bellone la experiencia femenina se debate entre la


sumisión al hombre persecutor -un hombre al que la mujer espera para entregársele- y
el nuevo rol de la mujer que desea elegir y dominar la relación. En el primer caso, el
hombre se identifica con los "hombres a caballo con lanzas y cadenas", o con el
"hombre de la armadura" -personajes con notas medievales que se presentan
recurrentes en la escritura de Bellone:

Ese era el lugar destinado para que Joaquín me amara por primera vez, y así
sucedió. Joaquín fue altivo y feroz como un señor feudal que viola a una pobre
niña de linaje inferior, a una pobre sierva.

Siguieron meses de encuentros terribles, en una misa de amor que se repetía


como una pesadilla. Me convertí en una mendiga detrás de la pasión de ese
hombre silencioso y triste, en una harapienta con la piel amoratada y
envejecida detrás de sus rituales (1992: 11).

En el discurso de la independiente mujer de "Jornadas de Otoño" -mujer que


experimenta, en sucesivas relaciones, que los hombres dejan de satisfacerla cuando se
pierden en los días de la monotonía- hay índices que muestran a la protagonista en
actitud dominante con respecto al sexo masculino (1992: 55-59). El discurso literario
también ironiza sobre el mito de la feminidad en el cuento: "La enemiga" (1992:
45-48), donde la protagonista lucha en su rechazo hacia la seductora Diana.

Los sentimientos de la protagonista oscilan entre el rechazo y una escondida


admiración hacia la independencia y decisión de quien es su enemiga en la faz personal
y, a la vez, representa una amenaza para toda una tradición cultural. El mudo
enfrentamiento entre las dos mujeres puede leerse como la encrucijada de ruptura de
las más secretas convenciones sociales.

La "rebelión" de la literatura femenina implica una redistribución de los espacios


sociales asignados tradicionalmente (la casa, la cocina, etc.). La mujer crea un nuevo

tentación y Naturaleza no regulada por la actividad modificadora del hombre" (1986: 11).
espacio social que rodea su cuerpo y le permite elaborar una identidad fija: un espacio
para sí misma. Desafiando los presupuestos de la visión masculina, "este cuerpo nuevo
se ofrece como una denuncia de la autoridad cívica y política, en tanto que se
desenreda la trampa del lenguaje establecida por la ley y la tradición" (Masiello,
1986: 56). En ese contexto, la pérdida de la virginidad -sinónimo de condena para la
mujer en las provincias- se presenta como reclamo irónico de la protagonista de "El rey
de los pájaros":

Pasaron los años. Ahora sólo puedo evocar. No me casé, por supuesto, porque
en estas sociedades provincianas el casamiento exige como principal atributo
la virginidad y yo no estaba dispuesta a la humillación ni a contar a nadie mi
historia. Callé y me quedé sola (Bellone, 1992: 13).

V.3.2. Gramática femenina

")Qué diferencia hay entre un diplomático y una


dama?, que el diplomático cuando dice 'sí' quiere
decir 'tal vez'; cuando dice 'tal vez', quiere decir
'no'; y cuando dice 'no' deja de ser diplomático. Y
la dama, cuando dice 'no' quiere decir 'tal vez';
cuando dice 'tal vez' quiere decir 'sí', y cuando
dice 'sí' deja de ser una dama. El hombre no ha
de ser ni diplomático ni dama."
CHISTE POPULAR
Hemos visto como en la escritura femenina operan una serie de mecanismos que
buscan legitimar su palabra -que por ser "palabra de mujer" tiene diferente valor desde
el punto de vista de la credibilidad del sistema patriarcal masculino dominante. Estas
fórmulas de legitimación pueden encontrarse amalgamadas dentro de un mismo texto,
reforzándose entre ellas para contribuir a una mayor validación de la escritura
femenina. En muchos casos, para poder participar en la sociedad, las mujeres han
debido transformar sus propios modelos y adecuarlos al sistema expresivo de los
hombres (Guerra Cunningham, 1987: 44). Aún cuando la presencia de aquellas
fórmulas está "permitida" por los códigos estéticos de cada época, su valor reside en la
doble carga de significación que contienen, al ejercitarse en ellas una "redundancia"
que tiende a desarticular el discurso dominante. Este mecanismo tiene que ver con lo
que Ineke Phaf expresa acerca de Sor Juana Inés de la Cruz:

Ella tiene que hacerse más barroca que todos los barrocos de su época, que
aparentemente eran todos los hombres de España. (...) es la bomba que desde
su posición femenina amenaza al barroco (Phaf, 1992: 65).

Estos modos de expresión adquieren dimensiones singulares en la escritura femenina


de provincias: las mujeres aisladas de los centros de poder inventan un lenguaje híbrido
que pueda reconocer esas estructuras del poder y que, a la vez, les ofrezca una
alternativa válida para expresarse ellas mismas. Así, la voz de la mujer se desdobla para
hacerse sentir. Esa pluralidad trazada en la violencia de la sociedad civil, obliga a no
limitar la identidad femenina a un espacio privilegiado único. La pluralidad de los
márgenes y las zonas periféricas son utilizados para redefinir a la mujer como actante
político y social (Cfr. Masiello, 1986: 56-57).

Para las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje
significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua132. Cuando las
mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua
extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista
del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una
"gramática femenina"133, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos
que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de
la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la
cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal
"masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado
hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza,
apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable. Para
las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje
significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua134. Cuando las

132 ..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not
only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status
of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985:
243).

133 Esta es la propuesta del estudio que, en el cruce de la semiótica lingüística, el


psicoanálisis y la teoría feminista, realizan Ángel López García y Ricardo Morant (1995).

134 ..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not
only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status
of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985:
243).
mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua
extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista
del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una
"gramática femenina"135, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos
que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de
la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la
cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal
"masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado
hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza,
apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable.

Virginia Woolf ha sugerido que la escritura de mujeres ya no continúa en la tónica de


expresar la rabia, la amargura y la protesta. Sin embargo, la liberación por medio de la
escritura -esa "purgación de todas las reminiscencias" recomendada por Julia Kristeva
para llegar a la madurez creadora, sigue desarrollando una dirección que insiste en el
descubrimiento de los roles femeninos dentro de las sociedades actuales. En los
umbrales del siglo XXI la escritura de mujeres ha atravesado su-cesivas
transformaciones. La actitud más frecuente sigue siendo la búsqueda de una expresión
original que ya no esté ligada al acto de escribir "en contra", "en defensa de" -quizás
porque la escritura femenina va adquiriendo, paulatinamente, sus derechos de
ciudadanía-. Este discurso, liberado de algunas marcas más reacciona-rias, conduce
hacia una escritura de autorreconocimiento (Ciplijauskaite, 1988).

135 Esta es la propuesta del estudio que, en el cruce de la semiótica lingüística, el


psicoanálisis y la teoría feminista, realizan Ángel López García y Ricardo Morant (1995).
Con la mirada fija en ese itinerario y desde un lugar periférico del globo terráqueo, la
escritura de Liliana Bellone plantea la paulatina adquisición de un nuevo discurso por
parte de las mujeres creadoras. Quizás su cuento breve llamado "La Huida" (Bellone,
1992: 21-22) sea la metáfora que mejor resume y explica las fases por las que ha de
pasar la creación femenina para adquirir su propio discurso:

a) En un primer momento de decisión colectiva las mujeres se liberan del yugo


dominador: "En una de esas noches cubiertas de susurros, una de las mujeres
escapó de los brazos de su marido y, silenciosa, despertó a las otras. Sabía que
la sierra era escarpada y que las fieras merodeaban, pero era necesario
hacerlo. En medio de la oscuridad treparon las laderas y lastimándose con las
lajas cortantes como cuchillos, llegaron a la cima."
b) a la vida independiente le sucede un segundo momento de instauración de un
nuevo orden136, en el que se redistribuyen las responsabilidades y se asumen
roles nuevos: "Allí había una especie de caverna y en ella se escondieron.
Transcurrió la noche y al nuevo día comenzaron a ordenar la recolección de
semillas, la siembra, el alimento de los niños, las horas del fuego y del sueño."

c) Ese código independiente se traduce en la búsqueda y creación de un nuevo


estatuto discursivo: "Pasaron los días y el nuevo orden les permitió
intercambiar algunas palabras, contarse algunas sensaciones y saborear el
gusto de la carne asada."

136 La puesta en funcionamiento de un nuevo sistema lingüístico que ya no sea considerado


"marginal" con relación al utilizado por los hombres, tiene que ver con la re-instalación de una
nueva visión del mundo. Hacia la década de los cuarenta Margaret Mead demostró en su libro Sexo
y temperamento en las sociedades primitivas que "lo masculino" y "lo femenino" no eran
características biológicas innatas en los seres humanos, sino más bien conceptualizaciones que
tenían su origen en la organización económica presente en cada comunidad (1973). Esto puso en
evidencia la variabilidad de las categorías que, en nuestra cultura, se han considerado como
inmutables (Guerra Cunningham, 1987: 44).
Pero un "sin embargo", dentro de la progresión narrativa marca el camino de retroceso
y consecuente pérdida de los logros: los maridos las encuentran y las llevan por la
fuerza a sus hogares. Con el tiempo, las mujeres olvidan su aventura y ya no tienen
tiempo siquiera para conversar. El final del cuento deja ver una luz de insatisfacción,
pero nunca de aceptación de la ancestral condena:

Las tribus se aliaron con otras, después guerrearon contra otros vecinos y al
fin vieron la tierra cubierta de sangre. Entonces, junto a sus maridos, las
mujeres olvidadas de su historia, emigraron a otras regiones y como no
pudieron llevarse los monumentos y piedras funerarios, trataron de inventar
nombres parecidos a los de los muertos. Se hicieron hábiles tejedoras y
alfareras y sus maridos les construyeron a cambio chozas, torres, carretas,
puentes, castillos, ciudades, automóviles, aviones... Y ellas parecieron felices, a
pesar de todo.

V. 4. INCISIONES
V.4.1. Gauchos malos y domesticados

..."el gaucho no hace alarde de su arrojo. Narra


simplemente su caso y os convida para que le
acompañéis en la próxima batida. No sabe lo que
es tener miedo. Sus músculos fuertes como el
guayacán nunca tiemblan ante el 'bicho', señor
de la selva y salteador del ganado; y con la
misma tranquilidad con que sonriendo recoge a
brazadas el lazo, dispara la única bala de su
carabina sobre la temible fiera."
JUAN CARLOS DÁVALOS.
"Un cazador de tigres" (Los Gauchos).

En el siglo XVIII, el viajero Concolorcorvo, en su Lazarillo de Ciegos caminantes


describe a los gauderios, personajes aún más temibles que los indios. Esa imagen
negativa del protagonista de las pampas puebla los relatos de viajeros, en los que se
proclaman constantemente los vicios, las "inclinaciones naturales" y un espíritu de
libertad que se traduce en su estado semisalvaje y demasiado entregado al ocio:

Mala camisa y peor vestido procuran encubrir con uno o dos ponchos, de los
que también hacen cama junto con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de
almohada la silla. Se hacen una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a
cantar desentonadamente varias coplas, que estropean y muchas que sacan de
su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por
toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros
colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras tendidos sobre un
cuero, cantando y tocando... (1908 [1733])
Los gauderios, cuyo nombre evoca -desde su etimología latina-, un espíritu alegre y
pleno de libertades, eran "mancebos de la tierra" y mestizos sin oficio que habitaban las
dilatadas llanuras desde tiempos tempranos del período colonial y que habían sido
repudiados por las fuerzas del orden que los consideraba "vagos", "ociosos" y "mal
entretenidos" (Cfr. Gálvez, 1996: 286). Esa indisciplina y falta de sujeción a los
sistemas de la sociedad utilitaria fue la causal de su enfrentamiento con los propietarios
de estancias y jueces de paz (Cfr. Marchioni, 1997: 227-237). El sistema del
“conchabo” tenía como principal objetivo el control social de esta clase "desocupada",
regulando los intereses de los grupos de poder -los terratenientes- que demandaban
mano de obra permanente y barata. Así, los hombres libres sin propiedad ni profesión
se encontraban sujetos desde el punto de vista laboral a un patrón, quien no remuneraba
este trabajo con dinero, sino con alimentos y objetos de uso. La excepción de este
sistema se produce durante el gobierno del general Martín Miguel de Güemes, entre
1815 y 1821137. Durante esta etapa, la categoría de "gaucho" adquiere otro status social
y los miembros de esta clase son compensados por su tarea heroica. Dentro de la escala
de beneficios acordados por Güemes para los gauchos soldados se encontraba el "fuero
gaucho", que consistía en el privilegio de no pagar los arriendos de aquellas tierras
abandonadas por dueños contrarios a los ideales revolucionarios (Cfr. Pérez de
Arévalo, 1979).

Las imágenes del baqueano, del rastreador y del gaucho, que integran la galería de
caracteres del Facundo de Sarmiento, pertenecen no sólo a la antología nacional, sino
también al repertorio de personajes de América. La idea de la barbarie, que en la
dicotomía sarmientina se identificaba con lo vernáculo, lo telúrico y el indio,
continuará desplegándose en los textos generados tanto en el Río de la Plata como en
otras zonas del país, pero con valencias diferenciadas. El gaucho que aparece en la
literatura rioplatense responde, la mayoría de las veces a las características del Martín
Fierro de José Hernández, quien pretendió convertirlo en un símbolo de una
pretendida integración socio-cultural. "Me he esforzado en presentar un tipo que
personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir,
de pensar y de expresarse que les era peculiar", dice José Hernández de su gaucho,
personaje que, desde su instalación en el imaginario argentino, ha sido largamente
alabado y denostado por la crítica. Fue acusado de misógino y racista por Elena
Oddone, quien llega a proponer que el libro sea excluido como texto de lectura en las
escuelas:

Hernández pone en boca de sus personajes su pensamiento con respecto a las


mujeres. No se menciona ningún nombre femenino, pero las mujeres están
presentes en toda la obra (...) Hernández es fiel al mito mujer-pecado, pasión-
condenación. (...) Sus personajes ... son racistas contra el negro y el indio y el
vocabulario empleado para referirse a la mujer es francamente ofensivo: mula,
loba, bicho, vaca, perra parida, barriga de sapo, pilcha, chancleta. Todos los

137 El sistema de conchabo en el Noroeste tuvo vigencia desde el siglo XVIII hasta 1921. En ese año,
el primer gobernador radical Joaquín Castellanos dicta la "Ley Güemes" -a cien años de la muerte
de éste- en la que suprime el conchabo como forma coercitiva de trabajo. De todas las provincias
argentinas, Salta es la que más tardíamente eliminó el conchabo. Además debe tenerse en cuenta
que la aplicación de la ley fue burlada y su incumplimiento facilitado cuando se produjo la
intervención a la Provincia decretada por Yrigoyen, ya que su interventor –el Dr. Arturo Torino- era
un miembro del sector terrateniente que reaccionó, oponiéndose a ella (Cfr. Pérez de Arévalo, et. al.
1996: 246-249).
analistas de esta obra han silenciado la inmoralidad de Martín Fierro, con
excepción de Ezequiel Martínez Estrada que en su obra Muerte y
transfiguración de Martín Fierro hace mención a la condición inferiorizante
de la mujer en la obra de Hernández (Oddone, 1992:17).

El arquetipo del gaucho canonizado por Hernández en sus dos vertientes éticas, la del
gaucho desprotegido que se ha hecho malo -Martín Fierro- y la del gaucho villano y
malviviente -el viejo Vizcacha (Cfr. Bellone, 1986: 83), conforma un paradigma que no
se acopla con la imagen del gaucho del norte:

El gaucho que describe Hernández a mí no me representa. Siempre he tenido


mis reservas con ese gaucho. Un gaucho matrero y provocador. Además
racista: mata al negro porque es negro; en definitiva, se burla de alguien que
sube al caballo por la derecha. )Y quien ha dicho que hay que subir por la
izquierda? (Tizón, 1997).

Como observa Augusto Cortazar con respecto a la narrativa de Federico Gauffín, no


son los indios los que aparecen en primer plano en la novela En tierras de Magú Pelá,
sino que quien resulta ser el centro de atracción del relato es Pancho Argamonte (Cfr.
Cortazar, 1956: 66-67). Este gaucho chaqueño conoce la vida secreta del bosque e
interpreta los indicios que los animales dejan a su paso; es un gaucho rudo y a la vez
hospitalario que domina las técnicas para dominar el medio, gaucho de la misma
estirpe de aquellos que Juan Carlos Dávalos describe:

Yo reivindico el mote "gaucho" para aquel varón ecuestre, ya legendario en la


memoria de los argentinos de litoral, y para su hermano gemelo del norte que
es todavía, en ciertas regiones, una realidad anacrónica, una supervivencia
casi fantástica, un resabio sorprendente de nobles cualidades espirituales y
físicas (Dávalos, 1928: 14).

Esta evocación deja constancia del contacto y las diferencias entre aquel prototipo de la
selva de Anta descripto por Dávalos, con la figura gauchesca presentada por Ricardo
Güiraldes138 (Cfr. Aráoz Anzoátegui, 1971: 39, Busignani, 1985). Una tipología que
marca las divergencias entre el gaucho de la llanura pampeana y el gaucho del monte y
la montaña también ha sido desarrollada por Justo José Oliva 139, en sus libros David
Blanco o el Gaucho del Norte (1923) y Gauchos Salteños o Gauchos de Güemes
(1987). Estos gauchos norteños son el producto de un sistema de poderes en el que
ellos se yerguen como el símbolo de la rebeldía. En el momento en el que Dávalos
escribe su libro Los Gauchos perduraba en Salta una organización semifeudal de la
vida campesina, signada por el ascendiente patriarcal de los señores de la tierra 140. La
estancia -como expresa Dávalos "es una confederación de distritos autónomos en la
que el patrón es el presidente" (1928: 23). La rebeldía de los gauchos de Dávalos
podría explicarse a partir de su inserción dentro de un esquema perverso. Pero estos
mestizos o criollos del noroeste, jornaleros de las faenas rurales condensan un historial
en el que se descubren las facetas heroicas y un espíritu que se aleja de la imagen de
gaucho desocupado y ocioso. Así, en el prólogo de Los gauchos introduce su homenaje
a aquellos "rudos campeadores vestidos de cuero, cuyos antepasados pelearon contra
los indios durante la conquista, contra los españoles durante la guerra de la
independencia y tomaron después participación en las discordias civiles del
caudillaje"...
138 En 1921 Dávalos y Güiraldes se encontraron en Salta. Este encuentro ha suscitado algunos
estudios en los que se comparan los gauchos engendrados por estos escritores. En 1954 Roberto
García Pinto publica en Círculo un artículo titulado "Cruz Guiez y Segundo Sombra" en el que
destaca la naturaleza del héroe de relatos de Dávalos, el gaucho cazador de tigres (Cfr. epígrafe de
este apartado) que sirvió de baqueano a los dos escritores durante sus viajes por la frontera entre
Salta y Jujuy (Cfr. Busignani, 1985).

139 Justo José Oliva (1874-1947). Publicó varios libros de carácter histórico y otros textos narrativos
cuyo protagonista central es el gaucho. En 1918, Joaquín Castellanos afirmaba que la labor
intelectual de Justo José Oliva es concordante y complementaria de su acción de bravo luchador
en una zona (Rivadavia) cuyas condiciones geográficas, étnicas y políticas imponen la necesidad
de intensificar hasta su grado máximo los esfuerzos individuales y colectivos para el ejercicio de
los más simples derechos cívicos". Por su parte, Ricardo Rojas, en un juicio enviado al autor el 12
de abril de 1937, le expresaba: "Lo felicito por esas páginas sinceras, amenas en su color local y
profundas en su sentimiento de la vida nativa." (Cfr. contratapa de la edición de Gauchos salteños
o gauchos de Güemes, publicada por la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores
Salteños en 1987).

140 En sus reflexiones sobre las características de esas poblaciones campesinas sujetas a señorío, mario
Busignani expresa: "Juan Carlos Dávalos descendía, en ambos ramales de la sangre, del más
rancio patriciado salteño. Por su abuela materna, doña Asunción Isasmendi, entronca con Nicolás
Severo Isasmendi y Echalar, último gobernador realista de Salta (1810), quien era dueño de la
Hacienda de San Pedro Nolasco del Calchaquí, feudo y encomienda proveniente de ilustres
antecesores (...) Dávalos desentraña un mundo de tradiciones, costumbres y seres unidos por un
carácter particular que lo singulariza dentro del concierto nacional. Advierte que el progreso
empieza a disgregar ese mundo y se siente llamado a rescatarlo del olvido, descubre la naturaleza
agreste, los campesinos llenos de sabiduría ancestral, creencias antiguas, mitos polvorientos."
(Busignani, 1985).
La naturaleza malvada del gaucho, contenida en un espectro de comportamientos
irracionales y crueldades desmedidas -abundan en la narrativa de Dávalos los gauchos
asesinos- podría leerse como un discurso disidente hacia la figura del hacendado, como
una ambivalencia afectiva frente al patrón, mezcla de odio y respeto. La violencia
frontal contra el entorno puede provenir de ese deseo interior de suprimir al patrón, de
liberarse de su poder tiránico. Esa concepción también ha inspirado el relato quechua
titulado "El sueño del pongo" de José María Arguedas (1986), en el que un colono de
hacienda, permanentemente humillado por el patrón-terrateniente, se imagina a sí
mismo cubierto de excrementos. La narración culmina con el gran señor a sus pies,
lamiéndolo. Esta inversión de la realidad es el ancestral sueño del campesinado andino,
que espera que algún día se inviertan los roles explotador/explotado y la justicia
retorne. Aquella actitud de espera -que se homologa en todo el espacio andino con el
"solo estar" de Manuel J. Castilla, va modelando un hombre norteño escindido dentro
de su medio geográfico y humano.

Así, aquella oposición civilización/barbarie -planteada en la base de la construcción de


la imagen prototípica del gaucho- se neutraliza a través del tiempo. La gran ciudad
devoradora de hombres es cuestionada desde la literatura del interior del país, como
ocurre en El hombre que olvidó las estrellas de Angel M. Vargas141, donde el gaucho
contemporáneo se encarna en un hombre que nunca ha salido del pueblo. Su alma
"está acostumbrada a llamarle horizonte a una hilera de casas y a gozar del sol en el
pañuelito de un patio". En ese espacio cotidiano de los pueblos viven personajes
sumergidos socialmente, tan pobres como el "desierto riojano", marchando
inexorablemente hacia un destino de barbarie en extinción o de sociedad civilizada:

Este dolorido hombre del siglo XX, ha huido de la selva; pero se ha perdido en
esa otra selva de la civilización nacida de su mano (...) Huyendo del acecho de
la selva, ha caído en el acecho de sí mismo. Por eso, cuando un día sale de la
ciudad, cansado de ver las esquinas donde el viento se olvida que es gaucho
para volver domesticado a la llanura, sale como salían sus antepasados -cada
uno lleva consigo sus abuelos- vibrantes los nervios, agrandadas las pupilas,
anhelante el olfato, erizada la piel, corriéndole por todas las venas del cuerpo,
la voz del instinto (Vargas, 1986: 13).

V.4.2. Fronteras y orillas

"Me tocó siempre vivir en barrios de orilla, en

141
Ángel María Vargas nació en 1913 en La Rioja. Obtuvo numerosos premios y sus cuentos fueron
publicados en el país -fundamentalmente en el diario La Prensa de Buenos Aires- y en diversas
antologías de América. En su cuidad natal se desempeñó como Intendente Municipal, Ministro de
Gobierno, Legislador Provincial y Presidente de la Biblioteca "Mariano Moreno". Fundó y dirigió
el diario La Rioja, las revistas El Cardón y Don Joaquín. También fundó la institución de
Escritores Riojanos Asociados "J. Z. Agüero Vera", el primer Círculo de Periodistas de La Rioja, el
actual Museo Municipal de Bellas Artes "Octavio de la Colina" y organizó el Primer Salón de
Artes "Joaquín V. González" de resonancia continental. Falleció en 1976.
esos ámbitos de tan desamparadas y vigorosas
corrientes de vida que han pasado a ser al
ámbito de mis poemas y narraciones"
CARLOS HUGO APARICIO

El problema de la "frontera" ha sido abordado por las ciencias sociales desde diferentes
posturas. Algunas tienden a considerarla como la deformación de un mito, otras la
definen como una construcción congelada en el tiempo y en el espacio, y las
concepciones más contemporáneas, generadas en campos de estudio transdisciplinares,
coinciden en designar a la frontera como un área de transición, como un sistema de
equilibrio inestable que depende del peso relativo de los sistemas que se interrelacionan
en ella142. En América Latina, la ruptura del equilibrio produce dos efectos: la
desaparición acelerada de la frontera, como consecuencia de la superposición de un
sistema sobre otro hasta que prácticamente lo elimina; o el paso a otra forma de
equilibrio que significa la aparición de un sistema más fuerte -el de los "civilizados"-,
que se enfrenta a otro cada vez más débil -el de los aborígenes (Cfr. Reboratti, 1994:
422).

La frontera, como instancia mediatriz, no se configura exclusivamente como sistema


espacial, sino como una función que intenta producir circunscripciones ideológicas,
generadas en el ámbito de transición de ciertos rasgos o factores. Desde tiempos
coloniales, América es el espacio fronterizo donde batallan la heterogeneidad y la
fragmentación de los ambientes y modelos culturales. Entre la invención y el
descubrimiento, entre lo urbano y lo rural, entre lo central y lo marginal, las fronteras
lingüísticas, étnicas e imaginarias son todas expresiones de la misma imposibilidad de
traducir los códigos culturales de los distintos grupos en el escenario andino.

La aparición de una nueva frontera en América Latina se produce cuando a los distintos
procesos antes aludidos se agrega el impulso industrial y la extensión del fenómeno
urbano. En las zonas intersticiales de las superficies de cemento crece un espacio que
recibe el nombre de "orilla". Esta orilla, más que un dato geográfico, es una
composición cultural, semejante en los territorios del país a la orilla metropolitana.
Orilla, periferia, suburbio, villa miseria, arrabal, son términos equivalentes en el código
general de la composición urbana argentina. Sin embargo, el campo de sentido que se
construye en esta escritura representa un ámbito cultural específico: el de la periferia
urbana de una región del NOA que se incluye históricamente, y por sustrato, en la

142 Esta concepción de frontera como sistema de juntura y no de separación ha sido uno de los temas
centrales del Simposio Internacional "Procesos regionales, etnicidad y estructuras de poder en los
Andes: fin de la Colonia y Siglos XIX y XX", realizado en la Universidad de Salta en 1993. Los
análisis de los procesos de conformación de fronteras desde el período colonial en adelante,
realizados por Daniel Santamaría, Erick Langer, Luis Miguel Glave, Héctor Rodríguez, Catalina
Buliubasich y Edgardo Ovidio Garbulsky han sido comentados por Carlos Reboratti, quien
expresa: "La frontera es, casi por definición, lo que los ecólogos llaman un ecotono, una
combinación de las características de dos sistemas diferentes; en este caso de dos sistemas
sociales diferentes. Podemos decir que la frontera es una especie de ecotono cultural. Como es un
ecotono, no debería ser considerado una línea de división, como normalmente ha sucedido sino
que es al revés: la frontera es una línea de unión, un área de simbiosis. En la frontera
generalmente pasan cosas marginales a lo que sucede en los dos sistemas 'centrales', pero eso no
quiere decir que los separe sino que los une." (Reboratti, 1994: 421).
microregión andina. Ese ámbito largamente postergado de la orilla, conformado por
las villas y barrios periféricos de la ciudad de Salta, es un lugar de sedimentación: allí
se instala la inmigración rural cuya composición es originariamente mestiza, con alto
índice de antecedentes aborígenes. Este espacio contaminado por la cultura urbana se
traduce en un producto híbrido, una zona fronteriza desde el punto de vista cultural. Ni
ciudad, ni campo, alberga un grupo humano casi homogéneo: el de lo criollo que
conserva rasgos provenientes del viejo sustrato aborigen, ya absolutamente mestizado
por los sucesivos ensambles con la cultura europea y la penetración multicultural de los
medios masivos de comunicación.

La escritura de Carlos Hugo Aparicio se presenta como la puesta en funcionamiento del


valor semántico de la orilla. En ese espacio postergado del arrabal, formado por la
población rural que se asienta en el cinturón de la ciudad, es donde mejor se manifiesta
la tensión de una identidad que no pertenece al campo ni a la ciudad. La lucha se
manifiesta en el texto arquitectónico de la imagen misma de la villa o barrio colateral,
en la disposición al azar de viviendas precarias que carecen de las comodidades
urbanas (Cfr. Poderti, 1991).

El suburbio es, a la vez, el espacio discursivizado a través de diferentes procedimientos


de la lengua oral. A diferencia de la lengua rural, que tiende a ser arcaizante y
conservadora, esta lengua popular coloquial se mantiene en continuo movimiento,
permitiendo la entrada de elementos provenientes de otros sistemas (Cfr. Poderti,
1991). Esta amalgama a nivel lingüístico es una manifestación del "encabalgamiento de
culturas" al que alude Lotman (1979). En la base de estas formas de expresión popular
de la orilla descansa la comunión de la clase postergada.

Esta cultura popular de la orilla, textualizada en la producción lírica y narrativa de


Aparicio, conforma un análogo de la plaza pública en el sentido bajtiniano. La
oposición de lo popular a los valores instituidos desde la cultura oficial ha sido
desplegada por Bajtín (1987) en su estudio de la obra de Rabelais en la Edad Media.
Aquella plaza medieval estudiada por el teórico ruso cede sus características al espacio
carnavalesco de la orilla, ámbito discursivo en el cual se imbrican las voces de distintas
grupos étnicos y sociales, a la vez que se anulan las oposiciones tajantes entre lo
inferior y lo superior del cuerpo, la muerte y la vida, la risa y el llanto, lo divino y lo
profano, lo exterior y lo interior. Esta dualidad en la percepción del mundo y de la vida
humana deviene de las culturas andinas prehispánicas, en las que lo sagrado siempre
está unido a la vida humana. En este contexto, la divinidad no representa un solo polo
de la antinomia "bien/mal" sino que conjuga los dos aspectos, como las dos caras de
una misma moneda. Este pensamiento, menos consciente que el occidental y al margen
de la causalidad, no evita la oposición entre lo fasto y lo nefasto, entre el placer y el
dolor. Es un pensamiento que no requiere "solución" sino "salvación". En este
contexto, Rodolfo Kusch diferencia esos dos ámbitos culturales americanos que se
corresponden con la visión medieval "Cultura popular" (no oficial) vs. "Cultura oficial"
desarrollada por Bajtín:

Entonces por un lado hay en Sudamérica una estructura cultural indígena


montada sobre un pensar por entrancias, que personaliza al mundo y destaca
la globalidad de éste, porque enfrenta el desgarramiento original entre lo
favorable y lo desfavorable y requiere obsesivamente la unidad llevada por un
afán de salvación, y que se explícita ya sea en los chiuchis o ya sea en la gran
religión; y por el otro lado se da una estructura cultural ciudadana basada en
un pensar causalista concretado a la intelección, la voluntad, la
despersonalización de la ciencia y el mito de la solución (Kusch, 1977: 209).

Los habitantes de la orilla, marcados por el deseo de llegar a ser como los del centro,
pugnan constantemente por acercarse a él. En el centro de la ciudad entran en juego
todos los valores culturales de oficialidad, mientras en el ámbito de la orilla se
transgreden las normas instauradas por esa sociedad oficial. En el centro se tejen las
individualidades, en la orilla los anonimatos; el centro es sinónimo de cuentas pagas,
mientras que la orilla es el ámbito de la eterna deuda. El centro también se instala en la
primera clase del tren, con sus pasajeros en regla, la orilla es la segunda clase con los
pasajeros contrabandistas, tal como puede leerse en el cuento "Los bultos" (Aparicio,
1982: 9-21).

El suburbio de Aparicio se transforma así en espacio de una cultura popular que enlaza
lo rural con lo urbano y las distintas poblaciones étnicas en un singular movimiento de
transculturación. Asimismo, en el protagonista de la orilla se desdibujan las diferencias
entre el espectador y el actor, entre el escenario y la platea. Las "paredes de arpillera"
cuelan los diálogos familiares, las viviendas precarias permiten conocer la intimidad de
los dramas humanos y cada desgracia o alegría es compartida en forma colectiva: "La
orilla es como un teatro abierto a todos. Todo se conoce, todo se ve..."143

Esta noción de "teatro abierto" identificada con el espacio de la orilla, genera un nuevo
producto fronterizo que tiene su registro narrativo: se pone en escena la "opera de los
pobres", como nominara Ángel Rama a ese juego alterno de personajes en la novela
social inaugurada por Arguedas. Esa "ópera de los pobres" está construida a partir de
los materiales humildes que componen una cultura popular y se yergue como forma de
expresión, como universo dinámico en el que se unen los mitos y la Historia (Rama,
1987: 267).

V.5.3. Trenes, andenes, tajos y caminos

"De un modo u otro la ciudad, la gran ciudad, ha


sido fatalmente asociada con el mal. Lugar de
pompas letales, monstruo seductor, paraíso de
frutos venenosos, la ciudad multiplica los bienes
materiales a costa del sudor y de la sangre de
hombres que producen la riqueza que los hace
desgraciados. La ley de la ciudad es el
crecimiento y la ley del crecimiento es la
desigualdad. Este fenómeno de la relación
desigual ciudad-campo (que tiene variaciones
parciales en la dialéctica capital-provincia o
patrón-trabajador) se presenta en los países
hispanoamericanos con una violencia que la
143 Declaración vertida por Aparicio en la entrevista realizada por A. Poderti en el año 1986.
literatura debía necesariamente recoger."
RAÚL DORRA

El funcionamiento económico y la vida comercial del noroeste experimentan un


cambio brusco a partir de la inauguración del ferrocarril. Los esfuerzos de Sarmiento y
Avellaneda logran llevar las vías hasta Tucumán, a través de un proyecto que
pregonaba ..."el progreso para los pueblos y la unidad para la República" (Bazán,
1992: 241). Esa mística del riel cambió el sistema de comunicaciones y modificó los
ejes de circulación establecidos en la época colonial. A la vez, significó el principio de
un proceso de reinserción económica dentro del país y la pérdida de los vínculos con el
resto de la región andina. El ferrocarril llegó al NOA en 1876 y, si bien en un primer
momento fomentó el cultivo de caña de azúcar en Tucumán, no tuvo la misma
significación económica para las otras provincias, que quedaron escindidas de esa ola
de prosperidad que "aprisionó el sistema económico del N.O", desarticulando la
integración de sus partes constitutivas -las provincias-, y desdibujando los antiguos ejes
de circulación que vinculaban a la región con Chile, Bolivia y Perú, para subordinarla
al sistema portuario del Litoral. La introducción del ferrocarril también generó
desventajas insuperables para los centros productores que continuaban dependiendo de
las tropas de carros y de las arrias de mulas (Bazán, 1992: 260).

Así, los poderosos argumentos civilizadores que veían en el ferrocarril, la inmigración


y el aprovechamiento económico de la pampa húmeda los signos del progreso y un
avance en el proceso de construcción del estado-nación, significan para el país interior
del noroeste, una etapa de subordinación y dependencia :

Pero entonces, ni después, la nueva frontera de hierro vinculó a las provincias


andinas con Tucumán y tampoco con Santiago del Estero siguiendo el trazado
de los caminos tradicionales. Por el contrario, el riel prescindió de la realidad
social y económica preexistente. Marginó pueblos, inclusive a capitales
provinciales, brindándoles tardíamente ramales secundarios que las ataron al
sistema con un cinturón de hierro. Cambió, también la geografía política
creando estaciones en medio del desierto que andando el tiempo se
convirtieron en pueblos destinados a asfixiar a las antiguas comunidades
emplazadas en la carrera de postas (Cfr. Bazán, 1992: 258).

El registro literario de estos procesos de arrinconamiento y marginación operados a


partir de la expansión de los andenes en el espacio de Santiago del Estero han sido
descriptos por Orestes Di Lullo como el fenómeno de la "agonía de los pueblos"
(1946). La nueva frontera de hierro también ha generado una constelación de
personajes literarios ligados a situaciones de viajes y trenes que conjugan esa metáfora
de fracasos144. El viaje en tren pone de relieve las complejas relaciones entre la capital
(la ciudad más amplia y próxima situada en sur -Jujuy, Salta-) y el espacio rural de los
pueblos alejados en la intimidad de la Puna o las montañas, como ocurre en el relato

144 Un ejemplo de esto puede leerse en los cuentos del libro Trocha angosta (1991) de Marta
Grondona, que exploran la psicología de personajes ligados a la historia de los trenes, con vidas
que se debaten entre el desarraigo, el azar y un destino trágico.
"Un viaje en tren" inserto en El traidor venerado (1978) de Héctor Tizón. En esa
configuración geocultural (norte/sur) dentro de una misma región, los trenes son
sinónimo de ingreso a una vida mejor, donde la ilusión del progreso y la seguridad
económica pueden más que el apego al lugar. Pero en la partida hacia aquel futuro
promisorio hay un desgarramiento que jamás será superado, como se manifiesta en la
novela Trenes del Sur de Carlos Hugo Aparicio:

El padre se despierta bruscamente; los ha estado otra vez soñando de la mano


por las vías, los cabellos despeinados contra el cielo bajo las pesadas nubes
plomizas, el aire gris y el fragor de un tren que no alcanza a distinguir... (1988:
171).

En el cuento "Los bultos", del libro Sombra del Fondo de Carlos Hugo Aparicio
(1982), los trenes significan la esperanza de quien transporta el contrabando en ellos.
Pasar la frontera es la consigna de esos seres que indefectiblemente, están ligados a una
nota trágica, a los designios de un deseo insatisfecho que ni la distancia y ni las
atrayentes estaciones pueden contentar. El tren es el espacio donde se visualizan las
contravenciones y soledades cotidianas: ..."aquella piedra solitaria, sentida como la
piel del hombre que trepa al tren donde nadie se imagina y se envuelve en un rincón de
intemperie vieja como su poncho" (Aparicio, 1982: 13).

El andar de los trenes contiene el latido del país interior. En este sentido, los trenes de
la escritura de Aparicio son trenes ritualizados desde una dimensión consciente que se
resiste a la fragmentación y al exilio. Son "trenes del sur": van y vienen del
"Progreso", de un largo sueño... En este contexto, la gran ciudad se yergue como el
espacio despiadado desde la cual se expanden las jerarquías de la injusticia. En ese
sistema de escalas perversas, los pueblos del interior del país viven su arrinconamiento
cada vez más lejos de los rieles y de los caminos que conducen a las ciudades, las que
pueden constituir su fuente de subsistencia en las sociedades modernizadas.

El rostro de ese proceso de metamorfosis en las vías de comunicación -los caminos, los
trenes- se refracta en el mapa literario del NOA. La contaminación de la cultura rural
por la urbana que plantea la red de cintas asfálticas y el riel significa un modo de
acercamiento entre las regiones aisladas, pero también instala la trágica alegoría sobre
el horizonte de cemento que traza los márgenes y divide las culturas. Así, en la
narrativa de Tizón se cuestionan los parámetros de organización espacial instaurada
desde el poder. Mientras por un lado los caminos abren nuevas perspectivas para el
futuro de los pobladores de la extensa geografía de la Puna, por otro estas carreteras
son el continente de proyectos desvinculados de las necesidades vitales del pueblo (Cfr.
Terrón de Bellomo, 1991: 6). Entre el arrinconamiento y la succión producidos por la
influencia de las grandes ciudades transcurre la vida en las microregiones interiores del
país:

Un camino es como un tajo, como una zanja para que las aguas estancadas
que son los pueblos no se pongan hediondas (Tizón, 1988: 89).

V.4.4. Los sabores andinos


"Lin Yutang cuenta que en la vieja China, todo
juicio y opinión dudosa se resolvía siempre
después de un banquete... Dios nos libre de un
juez con hambre."
JOSÉ JUAN BOTELLI145

La tradición literaria de la América hispana registra muchas costumbres de raigambre


medieval, en las que el ritual de comer y beber adquiría dimensiones de compleja
significación en la vida cotidiana de las sociedades. En el imaginario de la Edad Media,
la imagen del banquete está directamente conectada al grotesco y la fiesta popular 146.
Los combates entre alimentos propios del tiempo del carnaval y de la cuaresma ya
estaban presentes en el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita: en el capítulo
titulado "De la pelea que ovo don Carnal con la Quaresma" guerrean el tocino, los
carneros, las liebres, los jamones y los lozanos pavones contra las espinacas, el atún,
las bermejas langostas y las sardinas (1982: 105-110).

En la zona andina se han encontrado documentos escritos que permiten conocer cual
fue el proceso de transculturación que se operó en este área con respecto a las prácticas
alimentarias de los europeos y los habitantes autóctonos. A través de estos testimonios
se conoce que los pobladores de esta vasta región tenían un conocimiento refinado
sobre la correcta combinación de alimentos, el ayuno, la purga y la utilización de
hierbas medicinales. Los relatos orales relevados en algunas localidades del Noroeste
argentino recogen esta tradición culinaria del mundo andino prehispánico:

Las labores las dejó el Rey Inca (...) Por supuesto el ya comía con sal, no como
los antiguos. Le gustaba mucho el trigo, la quinoa, todo como comían los
antiguos, nada más que el comía con sal. La calapurca era una comida
especial para hacer un convido a la tierra, a la Pacha (en Terrón de Bellomo,
1995).

145 José Juan Botelli nació en Salta, en 1923. Su actividad artística es múltiple: músico, escritor,
plástico y poseedor de una imprenta artesanal, en la que compuso sus primeros libros. Ha editado
varios libros en los que se entrelaza su quehacer periodístico con su labor de narrador de la
cotidianeidad provinciana. Entre esos títulos se han de mencionar: El canto del gallo (cuentos,
relatos, misceláneas, 1957), Cuentos y relatos (1967), Soliloquios y ensayos (1974), De la tierra
y el cielo (poemas, 1977), Apuntes en el diario (1981), Los italianos y descendientes en Salta
(1983), La historia del vino en Salta (1986), Coplas Salteñas (1987), Coplas y refranes de Salta
(1987), Juan Carlos Dávalos. Testimonios salteños (1988), Antología (1988), Pajarito Velarde
(1988), El zumbido intelectual (1992), Gallero viejo y otros cuentos (1994), El diario
sobrevivir y otras notas breves (1996). Actualmente reside en Salta, donde es colaborador del
diario El Tribuno.

146 Así, en la obra de Rabelais las imágenes de la ingestión de alimentos no pueden eludir la
tendencia a la abundancia o la deglución excesiva. En los personajes de Gargantúa y Pantagruel
toman consistencia las mayores hazañas alimenticias que jamás puedan haberse leído. Las
imágenes del banquete tienen un rol predominante en la elaboración de un tema central en la Edad
Media: la disputa de los Gordos y los Flacos. Este tema fue tratado en la literatura en formas muy
diversas. Rabelais lo desarrolla a través de la enumeración de los platos magros y abundantes que
los Gastrólatras ofrecen a su Dios, en un episodio de la "guerra de las morcillas" (Cfr. Bajtín,
1987).
Por su parte, a los españoles llegados a América les gustaba alimentarse muy bien
"para tener tantos talentos y tantas ínfulas" (Valda y Cajías, 1992: 70). En las fechas
especiales, como el día de la Circuncisión, Carnestolendas, Cuaresma y demás
festividades religiosas éstos consumían hasta tres viandas y postres. Los sugerentes
nombres de los platos que describían los cronistas de los siglos de la Colonia revelaban
una cuidadosa técnica culinaria en la que participaban una variedad de ingredientes y
especias típicas de América: pavillos nuevos con su salsa, ollas podridas en pastenas de
masa negra, pajarillos gordos con pan rallado sobre papas doradas, empanadas de
pichones de masa dulce, capones asados, pollos rellenos y rebozados con plato de
membrillos, empanadas de liebres, platillos de cañas con huevos encañutados, piernas
de carnero con jigote, platillos de palominos con lechuga, salchichones de lechones
cortados en ruedas, quesadillas de mazapán, platillo de palomas con calabaza rellena,
supicaciones, natas y almendras, etc. (Cfr. Valda y Cajías, 1992: 71-72).

La visión sobre las prácticas alimentarias de los distintos tiempos que nos devuelve la
literatura del NOA, explora aquellas características del acto de comer y beber que se
asocian directamente con los poderes asimiladores del cuerpo, con el placer, la fiesta y
los aspectos sagrados de cada sociedad. En el proceso de absorción del alimento, las
fronteras entre el cuerpo y el mundo son superadas, de modo que la tristeza y la comida
se vuelven prácticamente incompatibles. Las imágenes del beber, del comer, del juego
y del amor revelan los lazos que las unen a las formas de la fiesta popular. En el siglo
XIX, Juana Manuela Gorriti había dedicado su Cocina Ecléctica a revelar los secretos
de los buenos bocados de la zona andina, recolectando recetas propias y brindadas por
sus amigas: sopa teóloga, salsa sublime, sábalo a la mimosa, fritura a la diva, tortilla a
la hija del aire, buñuelos a la Celestina, huevo colosal, comidas que exaltan regiones
placenteras y hasta fantasías eróticas (Güemes, 1995: 107-111).

La reconstrucción de los banquetes que han signado diferentes tiempos de la historia


local está relacionada con la idea de que en torno a una mesa ocurren los capítulos más
importantes de la vida social. Así, los hábitos culinarios durante el tiempo de guerras de
la emancipación son recreados en la novela Don Martín de Fernando Figueroa, a partir
de un episodio ocurrido en la sala de Yatasto:

El único que no participaba del regocijo era don Manuel Belgrano que, pese a
su amable sonrisa, estaba demacrado y descaecido, pues los continuos vómitos
no le daban tranquilidad. Los acompañaba sin probar bocado y únicamente
aceptaba las infusiones que le hacía hervir doña Feliciana y con las cuales
menguaba sus dolores. Las fuentes con empanadas al instante quedaban
vacías. El asado de ternera era saboreado hasta el último bocado. Las presas
de cordero al horno tenían idéntica aceptación. La chanfaina, delicia de los
paisanos, constituía la gran novedad para los porteños. El estofado de
corderito sazonado con nueces y pasas de uva causaba polémicas por el sabor
singular para muchos. La sopa de gallina, de la que probó unos sorbos el
general Belgrano, fue solicitada hasta por quienes la rehusaban en su propia
casa. Los postres, a discreción, ofrecían su tentación a lo largo de la mesa.
Mangos, papayas y dulces variados, estaban al alcance de la mano; pero lo
que más concitó la atención de los forasteros fueron los quesillos con miel. De
la bodega salieron varias botellas de vino añejo, conservado en sótanos. Para
la sobremesa don Vicente había reservado jerez y cognac según las
preferencias. Los salteños y jujeños preferían la coca, su mejor digestivo.
Afuera, no lejos de la sala, descansaba la tropa dedicada a devorar el rancho.
Varias reses habían sido sacrificadas para saciar el apetito contenido de
centenares de soldados esqueléticos, semidesnudos. La chicha y la aloja eran
las únicas bebidas racionadas que circulaban para evitar borracheras y
reyertas (1994: 159).

La comida está íntimamente unida a las tradiciones histórico-culturales, pero también


constituye un eslabón con el pasado vital de la infancia. En este sentido, la novela
Trenes del sur de Carlos Aparicio contribuye a resignificar las costumbres alimenticias
de la ciudad desde la perspectiva sensorial del niño de La Quiaca:

Toca el turno de la sopa; la sirven desde una sopera humeante, y a la primera


cucharada que le da se pega una flor de quemada, agacha más la cabeza para
poder disimular mejor la mueca de dolor y de fastidio; espera un poco y recién
empieza a tomarla, a cucharadas lentas, soplándolas, tratando de ajustarse al
ritmo del resto. No le siente ningún sabor especial a esa sopa de fideo moñito,
las de su mamá son más sustanciosas y ricas y traen la presa de carne con el
caracú en el hueso. (...)

Oh, racimito de uva con yapa de la señora sentada en el suelo del mercado,
naranjas de la siesta que van pelando mientras trepan la loma rumbo al río,
jarro de anche con cáscara de limón puesto en la noche afuera, a congelarse y
que de mañana, tomando sol, lo saborea en medio del patio; duraznos que la
madre descascara con un cuchillo y parte en pétalos gordos y sabrosos; tunas
que el padre trae con una caja de cartón también valiéndose de un cuchillo y
tenedor pela sin tocar la cáscara para que las janas no se metan en la piel...
(1988: 160).

Como lo ha observado Genevieve Despinoy, los platos regionales evocados en la


novela de Aparicio unen los dos lados de la frontera argentino-boliviana, son
costumbres culinarias aceptadas espontáneamente y consideradas propias del mundo
andino, pero a la vez se inscriben en ese juego de polaridades en el que la región
rioplatense y los inmigrantes han impreso su huella cultural:

La novela Trenes del Sur es una verdadera recopilación no de recetas pero sí


de menús sabrosos que forman la alimentación esencial de la población y que
muestra un evidente gusto por la buena mesa; comer es un placer de la vida
que no se ha perdido en esta región solitaria. Los platos son apetitosos,
coloridos, perfumados y muy condimentados. La lista de platos y golosinas
dada por el narrador mezcla los alimentos propios del Noroeste con los
nacionales, puramente criollos, de origen español o italiano (Despinoy, 1993:
21).
Desde una perspectiva de análisis de género, el acto de alimentarse se relaciona con
ciertos condicionamientos sociales impuestos a las mujeres en la cultura
contemporánea occidental. En la novela Augustus de Liliana Bellone, los ecos
dantescos acuden para examinar las culpas y ceñir los pecados capitales, diseñando
formas de castigo especiales para mujeres, como la maldición de comer hasta la gula y
engordar hasta la fealdad y la muerte. La escritura también descorre el velo sensitivo
de los recuerdos ensamblados en un ámbito de prohibiciones, como la evocación de las
comidas en el colegio de monjas:

El pan, el agua, la sopa, de fideos cabellos de ángel, el puré de papas, el arroz,


los porotos, las lentejas, el estofado, las compotas, el dulce de membrillo, el
queso del campo, el pan remojado en leche, la siesta, el sopor del estudio, el
silencio, las dos de la tarde insoportables con el zumbido de una mosca sobre
la Geografía de Asia y África y por la noche irnos a dormir como cerdos, como
decía la hermana Lorenza, sin rezar, castigadas, pensando en las almas del
purgatorio que vendrían a quemarnos la frente (Bellone, 1993: 55-56).

Los alimentos tejen la gran metáfora de la mujer que intenta escapar de una sociedad en
la que su propio cuerpo es posesión de los otros. El cuento "La cena" de Liliana
Bellone parodia la lucha diaria en un mundo donde a la mujer le corresponde ocupar
los sitiales de los objetos:

El coloso enciende su mesa de melones y cabritos. Los engulle. Escondo mi


pequeña figura entre los tenedores y las copas de vidrio. Miro las uñas del
monstruo de perfil recto, miro su sombra y huyo de puntillas de pie a través de
las servilletas. Ha de jugar conmigo. El no me ve. Gruñe. Desea seguir
comiendo. Olfatea los manjares. Dulces, merengues, frambuesas con crema,
almíbares, azúcares, y yo resbalo por ellos. Huyo entre la melaza y la
mantequilla -dorada tostada grasa mantequilla de cerdo de perdiz de conejo de
ninfa de codorniz de liebre y tortugas-. Siento el olor del perejil, del tomillo,
del laurel, del clavo de olor y debo huir de este antro de comida o quedarme
acurrucada para que él no me devore como a una blanda aceituna (Bellone,
1992: 51).

En la esfera de la creación literaria, la enumeración de los distintos alimentos que


participan en la fiesta cotidiana deriva en una reflexión pormenorizada acerca de las
pasiones humanas que intervienen en los actos de comer y beber. Esta vertiente es la
que puede leerse en la novela Como agua para chocolate de Laura Esquivel, el libro
de cuentos y recetas Afrodita de Isabel Allende y en el film alemán-danés La fiesta de
Babette.

Quizás el pensamiento vehiculizado a través de la palabra literaria constituya el campo


más apto para explicar las diferentes asociaciones que los quehaceres de la cocina
despliegan dentro de la cultura universal y del noroeste argentino 147, pero también
147 Explorando una línea conexa, podría analizarse otro tema que se liga con una larga tradición acerca
de la relación de los escritores con la comida: "No nos imaginamos bien cómo pueden en muchos
podrían escribirse muchas páginas sobre la presencia del hambre en la narrativa del
NOA (Cfr. los cuentos: "Las sobras" o "Al día" de Carlos Hugo Aparicio). El malcomer
y la hambruna constituyen los sabores más comunes de las zonas inhóspitas, pero
también de las orillas que avanzan sobre el cemento de las ciudades andinas.

V.4.5. El viaje y la región de la utopía

"En la historia de las migraciones, tan constantes


en nuestros países, es normal que se abandone la
aldea cuando ya es intolerable; normal que se la
empiece a evocar o reconstruir como quien habla
del infierno del que se ha salido; y también es
normal que poco a poco, por imposiciones de la
realidad que se va nombrando, ese infierno
aparente y lejano se transforme en un paraíso."
DANIEL MOYANO

La escritura de viajeros, inaugurada con el itinerario marítimo de Colón hacia las Indias
organiza la superposición de universos culturales que se reiterará en la escritura
generada por América. Los relatos de viajes gestados durante la Conquista, impulsan
una concepción de región provisoria, sostenida por la misma dinámica del traslado y
por un movimiento pendular entre dos "realidades": la propia, transoceánica, y la del
otro, que se presenta como extraña en la confrontación constante de universos
culturales. En este sentido, el título del relato del siglo XVIII, del misionero alemán
Florián Paucke (1942), traducido Hacia allá y para acá (Hacia allá [fuimos] amenos y
alegres, para acá [volvimos] amargados y entristecidos), expresa el desplazamiento
semántico que se lee en este tipo de narraciones 148. Esa coexistencia de dos o más
regiones dentro de un mismo sujeto produce un fenómeno de entrecruzamiento o
intersección y, a la vez, una grieta en la identidad de los viajeros y conquistadores de
América.
A partir de esa vía de documentación, intercambios y utopías, el relato de viaje pulsa la
escritura del NOA a través de distintas formas: diario, nota, carta, informe o crónica en
el contexto fundacional; artículo periodístico, colección de memorias, impresiones de
viaje -en la coyuntura romántica-; apuntes, misceláneas, recuerdos y viajes "al interior"
-como modalidades preferidas por los hombres de la generación del '80-; pasando por
la novela-viaje y la narrativa del exilio que se integran desde la contemporaneidad a la
nutrida tipología de la literatura de viajes.

La experiencia del viaje es, entonces, un eje temático muy explorado en la narrativa de
las provincias norteñas. Pero esta experiencia no debe ser leída solamente como un
mero sentimiento de nostalgia que tiende a equiparar el ámbito vital con el "paraíso
perdido", sino que también puede interpretarse como el estado que, paradojalmente, le
permite al escritor emprender un camino de indagación en las estructuras sociales y
culturales que sostienen los discursos impuestos desde los centros hegemónicos del
país. De este modo, el desplazamiento espacial desde la provincia hacia la Capital
Federal, tema recurrente en la narrativa del noroeste, se liga a la historia personal de
muchos de los escritores de esta región. La imagen del viaje encierra, en ambos
contextos -el de la escritura y el de sus autores- una idea que no solo concierne al
traslado de una región geocultural a otra, sino que se ejerce también como símbolo de
la búsqueda de un saber cultural diferente, universal y, en cierta manera, transgresor de
los paradigmas epistemológicos habituales del texto de la realidad nacional (Cfr.
Heredia, 1994: 77).
Escritores como Jorge W. Ábalos149 han explorado los bordes sinuosos de esa región de
la memoria que clama por ser recuperada. Así lo vive el maestro de Shunko, cuando
evoca a su "pago dichoso", esa comarca del Chaco santiagueño salpicada de quimiles,
algarrobos y chañares, allí donde el bilingüismo -quechua/español- se transporta al
plano cultural y habla de los profundos conflictos generados en ese proceso de
transculturación permanente:

Tengo que cuidar más mi alma; allá se desprende cada vez con más frecuencia
de mí y se anda por aquella región tan grata al recuerdo y al corazón. Anda
vagando en las vueltas del río, está en los árboles que plantamos, camina por
las huellas incansables, busca flores de garabato y está siempre cerca de
ustedes. Un día he de volver a buscarla; iré al río y allí llamaré mi nombre y he
de gritar mi nombre a los árboles. Y he de recuperarla (Ábalos, 1984: 149).
En la novela El trino del diablo (1974) de Daniel Moyano150 el viaje del héroe,
Triclinio, desde La Rioja hasta la Capital Federal, se construye como parodia del texto
de la cultura provinciana. La ciudad de La Rioja aparece en la novela de Moyano como
una ciudad que desde su fundación está fatalmente condenada al olvido. Este destino
puede leerse en el poema satírico escrito por Mateo Rosas de Oquendo, aquel
expedicionario que salió de Santiago del Estero con el gobernador Ramírez de Velazco
y llegó a La Rioja el 20 de mayo de 1521 (Cfr. Capítulo II). El poema de Rosas de
Oquendo sobre la fundación de esta ciudad mediterránea desarticula la epopeya heroica
de la conquista como empresa comercial, en este caso con pretensiones mineras sobre
el Famatina. Oquendo recupera la vertiente mágica de la leyenda y cuestiona, con los
mecanismos de la ironía y el humor, la existencia de la ciudad recién fundada151.

Así, la predestinación de la ciudad que, a pesar de todo sobrevive a tantas penurias,


reinstala, en el texto de Moyano, la peripecia mítica de La Rioja en la epopeya de
Triclinio. El regreso del personaje a la región utópica después de recorrer la periferia de
Buenos Aires, se conforma como otro texto simbólico en el que las parodias se
superponen y se percibe la imposibilidad de llenar los vacíos de significado con las
experiencias vividas en el centro fragmentado del país. Las relaciones de marginalidad
entre el interior y la Capital se ponen de manifiesto en el desenlace de la novela, en el
que la provincia pierde su territorio y su conformación política se diluye. Triclinio vive
entonces el drama del no-regreso, del exilio y el desarraigo dentro del mismo país.

En esa encrucijada, la literatura cuestiona repetidamente el modelo geopolítico


nacional con centro en Buenos Aires, pero también desnuda el sistema de jerarquías
entre ciudades y pueblos del interior. La novela Trenes del Sur, generada como
absorción y relectura de otros textos de Carlos H. Aparicio, oscila entre la narración
anhelante y la poesía sostenida para encontrar sus certezas en la historia desarrollada en
un espacio alejado de un centro de poder. Ese ámbito de La Quiaca contiene las
reminiscencias que, en las distintas dimensiones de la escritura, se yerguen como
testigos de lo que no puede abandonarse. Así, la memoria y el olvido acechan para
siempre en el borde de los andenes. En consonancia con el resto del cuerpo narrativo,
los trenes actúan como nexos entre las diferentes instancias vivenciales que plantea
Aparicio, representan la recuperación del pasado, un Paraíso Perdido que se reinstala
insistentemente en los límites de la niñez añorada:

...no se explica por qué lo atraen tanto, ¿será por irse tan lejos y volver desde
la distancia, cargados de lejanía? (...) Por él fuera, se la pasaría ahí, mirando
salir y llegar los trenes, observándolos perderse en la bruma remota del sur o
advirtiéndolos desde mucho antes que cualquiera cuando aparece débil el
humo en el horizonte, perdido entre lomas terrosas, sobre el gusanito agrisado
que se arrastra apareciendo y desapareciendo (1988: 21).

Muchos años después, son los trenes de La Quiaca -otros y los mismos- los que logran
transportar al protagonista hacia otra capa de la realidad. Allí se produce el
desdoblamiento del sujeto autobiográfico adulto y niño, el lenguaje se desintegra
cuando ese personaje doble siente que uno se queda en la Estación de la infancia y otro
se va con "Carreritas"152:

Debe pasarle lo mismo porque se queda inmóvil, fija la mirada en este sitio y
recién al rato, con los ojos irritados y ardientes, se aproxima con el amigo al
lado y le señala sin equivocarse el lugar, mi lugar, nuestro lugar de esperar los
trenes, hasta se pone en donde estoy, que tengo que correrme un poco, para
explicarseló mejor con voz ronca y quebrada como para aflojarse (1988: 214).

Otros textos problematizan acerca de los discursos culturales de las provincias y la


Capital, como los relatos del libro La favorita y la novela La ciudad de los sueños, de
Juan José Hernández. Allí se confrontan los valores culturales de las burguesías
provincianas con las prácticas de la sociedad capitalina. El fracaso ante la
imposibilidad de lograr reconocimiento y legitimidad social en la metrópoli representan
la figura de la "fatalidad" provinciana, ligada irremediablemente a la imagen de la
"involución" (Cfr. Heredia, 1994: 120). Así, la invasión provinciana que avanza hacia
la Capital del país es interpretada con los mismos rasgos de la barbarie sarmientina, en
un campo de significancias tejido en torno al surgimiento del peronismo en 1946. La
oposición referencial Capital Federal/Provincia aparece, en los textos de Juan José
Hernández como un enfrentamiento de espacios mentales, dentro de una dicotomía que
se amplia hacia los términos de la oposición semántica y discursiva "Provincia-
localismo/Capital-universalidad", situada dentro de la demanda de "nacionalización" de
la cultura planteada desde los significados políticos del peronismo (Heredia, 1994:
123).

El término "utopía" se gesta en 1516, fecha de publicación de un libro de Tomás Moro


que trata sobre una ciudad que está fuera de la historia, resultante de una construcción
intelectual: país de ninguna parte, una suerte de modelo ideal útil para entender, por
contraste, a su sociedad, y, además, un instrumento de crítica social que permitiera
señalar los errores y deficiencias de su tiempo. Es esa tensión incesante entre
consolidación y disolución, entre resolución y conflicto, entre unicidad y multiplicidad,
centralidad y marginalidad lo que dinamiza el proceso de aprehensión y representación
que va articulando la figura utópica de América, un proceso análogo al que se opera en
la confrontación de distintas regiones dentro del país. Así, los significados latentes en
la narrativa del NOA remiten a un cúmulo de experiencias en la que se carean los
distintos valores culturales de las regiones del país. La migración como parte del relato
vital -y escriturario - de los autores del noroeste está referida a esos espacios del mundo
que pueden llenarse desde la palabra y que fundan la contradicción raigal planteada por
el epígrafe de Moyano. La aldea intolerable se incrusta en el espacio de la memoria y,
como expresa Libertad Demitrópulos, puede transformarse en paraíso o perenne región
de la utopía:

...el viaje es siempre una búsqueda. Los que se quedan, ¿eligieron quedarse o
de hecho aceptaron la misión de cuidar aquellas pertenencias del ausente que
constituyen la memoria común?, esto es: los recuerdos, el habla de la gente, los
amigos vivos y muertos, el olor de la tierra, los sucesos, el sabor de las
comidas, las historias familiares y tantas otras cosas, memoria que puede ser
transformada en palabras. Por la escritura y merced al poder de las palabras
se vuelve, desde lejos, a dar vida a aquel espacio (o región) y se lo
recupera...153
VI. BALANCES, COORDENADAS, UMBRALES

..."la civilización no es otra cosa que el conjunto


de ciertas invenciones, comunicaciones y
convenios cuya expresión irremplazable es la
palabra. Falta la palabra y todo aquello ya no
existe. Ni hay cómo comunicarlo ni concretarlo.
casos darse resultantes de hombres que han producido obras notables a veces entre días de
hambre sin cuento; otros en cambio llegaron a producir mejor mientras más comían y engordaban
(...) Balzac pensaba que escribía tanto mejor cuanto mejor comía. neruda llegó a sugerir que se
acabó el tiempo de los poetas flacos, tísicos y llorones; incluso podríamos llegar a pensar en una
época de poetas gordos o bien alimentados: baste recordar imágenes como las de Whitman,
Montale, Ungaretti (...) la cuestión estomacal es tan importante que eternamente o desde que
existe la ciencia política se busca una solución medianera y equilibrada, equidistante, entre los
que mueren prematuramente por la gula y los que se mueren de hambre." (Botelli, 1992: 40-43).

148 Florián Paucke habitó entre los indios mocobíes del gran Chaco durante dieciocho años, tras lo cual
regresó a Europa (Cfr. capítulo II: "Fundación").

149 Nació en La Plata en 1915. Recibió su educación primaria y secundaria en Santiago del Estero.
Egresado de maestro normal ejerció la docencia en las escuelas rurales de Santiago, experiencia
que signó su vida profesional y literaria. Fue becado por el gobierno de Santiago del Estero para
estudiar en Brasil sobre insectos transmisores de enfermedades endémicas, especialmente sobre el
mal de Chagas. Posteriormente regresó a su país y fue designado Jefe de la Sección Entomología
del Instituto de medicina Regional de la Universidad Nacional de Tucumán, que lo designó Doctor
Honoris Causa en mérito a su labor de investigación. Luego de permanecer un tiempo en Santiago
del Estero se radicó en Córdoba para dedicarse a la especialidad de entomología. Editó Cuentos
con y sin víboras (1942), Shunko (1949), Animales, leyendas y coplas (1953), Terciopelo, la
cazadora negra (1971), Don Agamenón y Don Velmiro (1973). Obtuvo el Segundo Premio
Regional de la Comisión Nacional de Cultura por su libro Shunko y el Primer Premio a la
Producción Literaria Regional de la Comisión Nacional de Cultura, trienio 1951-1953) por su libro
Animales, leyendas y coplas.

150 Daniel Moyano nació en 1930 en la provincia de Buenos Aires, pero vivió en Santa Fe, Córdoba y
principalmente en La Rioja. Se desenvolvió en los campos artísticos de la plástica y la música -en
este último como violinista en un cuarteto de cámara de La Rioja-. En 1967 obtuvo el Primer
Premio del concurso de novela convocado por Primera Plana. En esa oportunidad, su novela El
oscuro fue galardonada por un jurado integrado por Gabriel García Márquez, Leopoldo Marechal y
Augusto Roa Bastos. Fue colaborador de la Revista Crisis y en los años del proceso militar que se
inicia en el '76, tuvo que exiliarse en España. Muchos de sus textos narrativos explorarán
insistentemente los laberintos del exilio y elaboran alegorías acerca de la compleja relación entre
Buenos Aires y las provincias. Su producción narrativa se sustancia en cinco libros de cuentos
(Artistas de variedades, 1960; La lombriz, 1964; El fuego interrumpido, 1967; Mi música es
para esta gente, 1970; El estuche del cocodrilo, 1974), antologías de su propio trabajo (El
monstruo y otros cuentos, 1967) y seis novelas (Una luz muy lejana, 1966; El oscuro, 1968; El
trino del diablo, 1974; El vuelo del tigre, 1981; Libro de Navíos y Borrascas, 1983 y Tres
golpes de timbal, 1989) (Cfr. bibliografía). Falleció el 1 de julio de 1992 en Madrid, a los 62 años,
víctima del cáncer.

151 El poema de Oquendo refiere los sueños y desmesuras que se acoplan al acto fundacional de La
Rioja: "Una vez fui en Tucumán/ debajo del estandarte, atronando de trompetas,/ de pífanos y
atabales. Y caminamos tres días/ unos llanos adelante fundamos una ciudad, /si es ciudad cuanto
corrales, y cuando el gobernador/ tuvo nombrados alcaldes, hízome juez oficial/ de las haciendas
reales. Juntámonos en Cabildo/ todos los capitulares y escribimos al virrey/un pliego de
Nuestra tarea de considerar la literatura del noroeste argentino dentro de un contexto
regional ha sido producto de una revisión de lo que se entiende por "región".
Tradicionalmente se consideraba "escritor regional" a aquel que escribía desde un
determinado espacio geográfico. Pero ha quedado comprobada la ineficacia de los
modelos que fijan el concepto de "región" como unidad orgánica y sensible para el
estudio literario a partir de criterios exclusivamente geográficos. Esas propuestas han
definido la región atendiendo a los aspectos geológicos o económicos e ignorando sus
características culturales. El concepto de "región geográfica" así esbozado se vuelve
insostenible por cuanto, como podemos comprobar en la literatura de cualquier época,
el ambiente físico en el cual ésta se genera resulta secundario desde el punto de vista de
la producción de los textos. El espacio en el que se escribe y sobre el cual se escribe
remiten, en última instancia, al ámbito para el que se escribe. Y esa fisonomía que late
en la escritura es resultado de una configuración realizada por la comunidad, desde su
aparato educativo y desde la organización del escenario que cada grupo humano ensaya
en los diferentes momentos históricos. Se van sucediendo así los distintos procesos de
configuración de una identidad dinámica, una personalidad compartida por seres
ligados a un espectro simbólico, a una historia y a un destino comunes, características
que se conjugan en el constructo de "región histórica".

Por razones histórico-culturales, la región que conocemos a partir de la denominación


"noroeste argentino" es una unidad que nuclea una territorialidad de límites móviles, en
tanto mantiene una filiación altoperuana que nos obliga a ampliar su trazado hacia una
macroregión mayor: la andina. Esta unidad nos permite entender la íntima comunión
cultural que existe entre varios países de América Latina -Perú, Chile, Bolivia y
Argentina-, reconstituyendo una identidad histórica que se perfila en el Tucumán
Colonial y su diseño sobreimpreso en los circuitos incaicos. El protagonismo del
Noroeste en la historia del país se traduce en esa inserción en el espacio andino,
producto de un proyecto administrativo que se prolongó algo más de tres centurias (Cfr.
Bazán, 1986).

En nuestro modelo de periodización hemos trazado líneas de continuidad que coinciden


con las recientes propuestas historiográficas sobre la región andina, en las que se
visualiza una prolongación temporal desde la etapa fundacional en adelante. En esta
mensuración, el episodio de las guerras independentistas pierde el carácter central que
tuvo en las historias más tradicionales (Langer, 1997: 12). Sin embargo no podemos
desconocer el rol hegemónico que ha jugado esta etapa histórico-social en la literatura
del NOA, cuyo imaginario -acoplado hasta tiempos recientes a los moldes tradicionales
de hacer historia- reivindica el rol de la emancipación del yugo español como el
principio de una época esencialmente diferente (más gloriosa) respecto de la anterior.

En el siglo XIX, el surgimiento de las distintas naciones y la dinámica económica del


puerto, replantearon la circulación económica y cultural en el espacio americano. El
modelo nacional con centro en Buenos Aires, la conquista del desierto salvaje, la
presencia de un estado con límites políticos muy demarcados y el rechazo hacia los
habitantes de la frontera, son los valores que juegan en el intento pedagógico de lograr
una "integración nacional" deseable. Los proyectos de construcción de las
nacionalidades son reforzados por modelos culturales que van a delinear las
características de una literatura con rasgos propios del lugar que la genera. Comienzan
a ingresar al texto literario los discursos de grupos antes relegados. En esa coyuntura se
sustancia la reflexión de Lastarria en 1842, acerca de los rasgos que debe ostentar una
literatura nacional:

La nacionalidad de una literatura consiste en que tenga una vida propia, en


que sea peculiar del pueblo que la posee, conservando fielmente la estampa de
su carácter, de ese carácter que reproducirá tanto mejor mientras sea más
popular. Es preciso que la literatura no sea exclusivo patrimonio de una clase
privilegiada, que no se encierre en un círculo estrecho, porque entonces
acabará por someterse a un gusto apocado a fuerza de sutilezas (1967: 104-
105).

Hacia las primeras décadas del siglo XX, en la escritura de la llamada "generación del
Centenario" aparecen atisbos de la tarea de proyección de una cultura nacional desde el
noroeste, trazando los campos literarios denominados "regionalistas". La demanda
central en este período es la reivindicación de la tarea creativa dentro de la sociedad,
unida a la intención de marcar la presencia del interior en la cultura argentina y
defendiendo una expresión literaria que adquiera tonos propios del espacio
sociocultural del que proviene. La definición de ese espectro literario como "regional"
se construye sobre una idea medular que, en el siglo anterior, resumió la
caracterización del país fracturado: el núcleo "civilización/barbarie". Así, la
marginalidad y el aislamiento, como elementos residuales de aquella antinomia,
determinarán la problemática de ese espacio geocultural y calificarán los cánones
literarios desde un repertorio de pautas urbanas y rurales (Cfr. Fontenla, 1980-86, III:
481). Las bases de esta tradición literaria que vehiculiza una nueva estética en la que
Buenos Aires no agota los atributos esenciales del país, pueden rastrearse en la
generación del '80, especialmente en la producción de Joaquín V. González. En esta
etapa, la exaltación de este "país nuevo", "territorio por descubrir", aún permanece
anexada a los proyectos cívicos de construcción de la nación-estado.

La idea de nación se traduce como proyecto y realización de un proceso histórico


informado desde universos ideológicos y ficcionales. La constitución de los estados
nacionales latinoamericanos que se efectúa a partir de la primera parte del siglo XIX
respondía a las necesidades de los grupos dominantes -descendientes de los
conquistadores y colonizadores europeos-, en el marco de la constitución y desarrollo
de un mercado mundial. Éste rompía las barreras económicas, favoreciendo el proceso
de interdependencia entre las diversas sociedades humanas y, a la vez, construía nuevas
barreras de dominación, de negación de especificidades. El proceso de constitución de
nuevas comunidades históricas -las naciones- en el seno de la sociedad europea, como
proyecto e idea definidos en el pensamiento de la Revolución Francesa ("Nación una e
indivisible") traía como correlato la subordinación de las etnias que integraban un
territorio. En la lucha por la delimitación de sus fronteras, que estaba relacionada con
la disputa por los mercados y las fuentes de obtención de recursos naturales y humanos,
las etnias quedaron diseminadas y repartidas en varios estados "nacionales",
movimiento que deriva en sucesivos procesos de "relocalización" (Cfr. Garbulsky,
1995: 397- 405).

Los ideólogos que organizaron la nacionalidad argentina con los moldes intransferibles
de la civilización europea y norteamericana, importaron un modelo institucional
exótico, un producto cultural que se ajustara a los cronómetros occidentales y que, a la
vez, defendiera algunas expresiones de lo autóctono: "Una vez escritas en Europa las
tres erres a que alude Santayana (Reforma, Revolución, Romanticismo), nos
encontramos en condiciones de aparejarnos a Europa cuando al menos al filo de las
efemérides (Soto, 1938: 160). Esto nos lleva a reflexionar sobre la centralidad del
componente ficcional en el proceso de construcción de la nación. Como ha
argumentado Benedict Anderson, la nación moderna suele representarse a sí misma
como una "comunidad imaginada", en la que los miembros de la comunidad nacional
se imaginan -se les pide que se imaginen- vinculados por lazos horizontales y
fraternales. Así, los caracteres de la nación "discreta, soberana y autónoma" se integran
al "estilo de imaginar" propio de la nación moderna154.

En ese contexto, la novela y el periódico son las dos formas de imaginación que se
generaron en siglo XVIII y que proveyeron los medios técnicos necesarios para la
"representación" de las comunidades imaginadas nacionales. Otras formas artísticas
también han contribuido a la estructuración de las nacionalidades, como algunos
poemas, canciones y, sobre todo, los himnos nacionales. Estas construcciones muestran
que la nación se concibió desde el principio en la lengua (Cfr. Anderson, 1993: 200-
217). Los himnos y canciones patrias son conjuntos semánticos que pueden mutar en el
tiempo, re-simbolizando la idea de nación que se desea que los ciudadanos imaginen.
Un ejemplo de los trasvasamientos de significado que generan estos productos
nacionalistas puede leerse en el "Himno Nacional Argentino". Hay dos estrofas de esta
canción -que en los primeros tiempos se llamó "Marcha Patriótica" o "Marcha
Nacional" y fue aprobada por la Asamblea General Constituyente de 1813-, en las que
se hace presente el pasado incaico y la articulación con el resto del espacio americano-
andino:

Se conmueven del Inca las tumbas


y en sus huesos revive el ardor,
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor

¿No los véis sobre Méjico y Quito


arrojarse con saña tenaz?
¿y cual lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?

Los autores de la canción original, Blas Parera y Vicente López y Planes, tenían
conciencia de que la Revolución era impulsada desde Buenos Aires, pero no podían
ignorar el esfuerzo precursor de Túpac Amaru con sus masas indígenas rebeldes sobre
el arco andino155. Estos contenidos son obviados cuando se reestructura el Himno
Nacional Argentino y se elabora una versión más breve y fragmentaria que representa
los intereses de una nueva construcción política, ligada a modelos étnicos y espaciales
definidos desde otro locus de enunciación156. La historia nacional se construye a partir
de un pasado glorioso "que supimos conseguir" por un "nosotros inclusivo" desde el
punto de vista gramatical. Pero desde el punto de vista semántico, esta reescritura
excluye a los que colaboraron en la empresa hecha de "tronos y laureles"; el sol y el
espacio andino quedan al margen de la historia.

Dentro de aquel campo discursivo, esa marginalidad reinstala los paradigmas de


clausura cultural que ya se habían manifestado durante la etapa de la conquista. Así, el
descuartizamiento del Inca Túpac Amaru en 1781, inscripto dentro de la dinámica del
escarmiento jurídico postmedieval, se integra a un sistema significante que intenta
desarticular las redes comunicativas prehispánicas del espacio andino, las que
convivían conflictivamente dentro del sistema colonial. La verdad del régimen
atraviesa -en la figura del cuerpo despedazado de Túpac Amaru- la historia del incario,
buscando impedir la posibilidad del retorno reivindicatorio del Inca e interrumpiendo
las líneas de continuidad en las genealogías y en los mapas andinos.

En el siglo XIX se asiste a la aparición de una literatura y de un imaginario nacional


que anunciaba las repúblicas. En ese contexto la producción narrativa presenta a un
"indio" desvinculado de los sujetos históricos indios, recuperando una imagen
idealizada del incario. Los intelectuales americanos reemplazan al indio por formas
míticas derivadas de una postura incaísta. Muchos textos literarios instalan la temática
a través de relatos románticos de princesas incas con hijos mestizos, como la novela La
Quena de Juana Manuela Gorriti. Estos temas íntimos le permiten a la Gorriti abrir
reflexiones acerca de la Patria, la Nación y el destino de América.

De las formas del establishment lingüístico pasamos a otra forma de imaginación que
es la que representan los mapas, cuya genealogía colonial moldeó el modo de imaginar
el territorio, contrastando la geografía de sus dominios y diferenciando la naturaleza de
los seres humanos bajo su gobierno. El mapa occidental -recorte de fronteras y
engendrador de guerras- queda profundamente integrado a la imaginación popular,
constituyendo un poderoso emblema de los nacionalismos. La lengua patriótica y el
mapa informan el pensamiento del Estado-Nación, un pensamiento en forma de red
clasificatoria de pueblos, regiones, religiones, lenguajes. Estos mapas diseñados desde
los imaginarios europeos entran en contraste con la región vivida por el indígena 157.
Aparece así un estilo de describir y de narrar la "identidad" que se manifiesta en los
modelos bifrontes, insertos en una urdimbre limitada y determinada desde el temor
hacia una "otredad" distinta y anómala que amenaza la biografía de la nación:
"civilización/barbarie", "abajeños/arribeños", "provincianos/porteños"...

En las primeras décadas del siglo XX -heredero de cien años de lucha para legitimar
política y culturalmente la nación-estado-, se inaugura una identidad cultural que, en el
caso del NOA, se reconoce como un conjunto de rasgos heterogéneos, un universo
diferenciado que reúne características culturales cuya existencia es independiente de la
identidad nacional -diseñada desde los sectores dominantes, desde la metrópoli-centro
del país. Esa nueva identidad periférica se contrapone al discurso impuesto por el poder
político y económico a partir del aparato educativo que se había constituido en las
últimas décadas del siglo XIX. Los sistemas sociales y literarios del noroeste argentino
se reestructuran para construir una nueva geografía regional, caracterizada por
condiciones espacio-temporales distintas a las de otras regiones e integrada a la
comunidad histórico-cultural del tronco andino.

En los umbrales del siglo XXI, la reestructuración de los sistemas económicos -como
el proyecto en marcha del Mercosur y el proceso de globalización-, tejen nuevas
instancias en las configuraciones políticas y culturales de Argentina y los otros países
de Latinoamérica. El impulso tecno-científico y económico tiende a formar grandes
conglomerados que tienen una funcionalidad específicamente comercial e industrial. El
proceso de "globalización técnica", como lo ha señalado Graciela Maturo, implica la
extensión al resto del mundo del patrón cultural dominante. Esa pauta cultural tiene un
desarrollo unilateral, con una creciente sofisticación de medios tecnológicos y una
impresionante explosión comunicacional (Cfr. Maturo, 1997: 16-17). En la base de este
marco de globalización se plantea el ordenamiento de las economías en el mundo
-según las regulaciones impuestas por las macroeconomías- y la trasnacionalización
capitalista.

Las consecuencias de esta neoglobalización para los indígenas se traducen en una


nueva condición a partir de la cual se vuelve a reconocer "el carácter transnacional,
trans-fronterizo y trans-estatal de numerosas etnias indias como un hecho histórico de
larga duración que se remonta al reparto territorial colonial y a su ulterior
confirmación post-colonial. En varios países de Latino América, un mismo grupo
indígena comparte territorios fronterizos contiguos pertenecientes a estados-naciones
distintos." (Varese, 1997: 23). Durante la creciente expansión del fenómeno de la
globalización, los grupos indígenas se reagrupan, reconstruyendo sus historias y
reconfigurando sus "proyectos étnicos", en un proceso de desterritorialización. Así,
frente al proceso mundial contemporáneo de "globalización desde arriba" los pueblos
indios comienzan a responder con una "globalización desde abajo", en la que la
herencia colonial de comunidades locales fragmentadas y desconectadas de la entidad
étnica integral es rechazada a través de la búsqueda de una estrategia étnica y
multiétnica comprensiva que intentará recuperar su soberanía indígena perdida (Cfr.
Varese, 1997: 32).

La revisión de los procesos de reconfiguración espacial que hemos planteado hasta aquí
permite problematizar acerca de aquellos movimientos transculturadores operados en
las sociedades del arco andino. Por un lado, es evidente que el Noroeste argentino, que
abarca las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero,
Catamarca y La Rioja, continúa sustentado su estructura en el modelo colonial-
precolombino del Tucumán, matriz político-social de la Argentina. Esta línea de
continuidad espacio-temporal se instala en los textos literarios a través de filiaciones
con textos anteriores del sistema literario andino. Como consecuencia de la
prolongación de un modelo sistémico regional que se resiste históricamente a los
embates del influjo centralizador a nivel nacional y global, se presenta la urgencia de
proponer una nueva configuración geopolítica, una contextura que permita comprender
adecuadamente el proceso de formación cultural de la región, a través del análisis de
los sistemas que participan en los textos históricos y literarios.

Luego de estas consideraciones, podemos sintetizar uno de los planteos centrales de


nuestra propuesta, en la que no pueden desglosarse las nociones de cronología y región.
Así, la tarea de circunscribir la categoría analítica de "región" acarrea al mismo tiempo
la tarea de definir períodos y viceversa. De allí la importancia de descartar los criterios
que visualizan las regiones y períodos como entidades estáticas y continuas. El carácter
dinámico y discontinuo de las configuraciones regionales a través del tiempo ha
quedado plasmado en los textos literarios que reproducen la interrelación espacial y los
contactos con otras regiones. En la región del NOA, inserta en ese ámbito de tensión
entre el espacio andino y el rioplatense, las energías culturales se desplazan
visiblemente y sus gramáticas -sus formas de decir y de narrar- se asientan en procesos
de simbolización social e histórica que deben ser tenidos en cuenta a la hora de
establecer una propuesta historiográfica literaria:

Todo depende del tipo de entramado que teje la historia literaria. Lo cierto es
que la magnitud de su importancia no es proporcional a su volumen: el
historiador necesita tener la movilidad de perspectiva necesaria para la
focalización. A veces se trata de un movimiento, a veces de una institución, una
obra, el gesto de un autor, a veces una inflexión del discurso. El historiador
actúa entonces como el fotógrafo o el cineasta: necesita un primer plano, debe
decidir si es una toma general, o si esta vez se le impone un gran angular. Si se
está trabajando ya no con historia intelectual sino más bien con historia de las
mentalidades y de la cultura, si se trata de las "figuraciones textuales" con que
los hombres simbolizan estéticamente su relación con la vida, las perspectivas
no pueden ser sino múltiples y de angulaciones diversas (Pizarro, 1997: 53-
54).

Acompañando esta "sintaxis del entramado" que propone formas de relación


significativas en el discurso de una historia literaria, hemos atendido a las
convergencias y divergencias entre los distintos sistemas literarios. Ellos superan los
límites nacionales-jurisdiccionales y fundan nuevos criterios epistemológicos en la
consideración de las fronteras culturales. Estas construcciones, fluctuantes en el
tiempo, se enfrentan actualmente a nuevos contactos generados por el desafío de la
hiper-sociedad globalizada: las tensiones del imaginario social y los sistemas de
representatividad en esta nueva situación político cultural, los reacomodos jerárquicos
de la cultura con los actuales sistemas de comunicación, el desplazamiento de los
géneros literarios, el advenimiento de una nueva cultura -la de la imagen- suplantando
a la "cultura Gutenberg", los circuitos de información y tradición construidos desde la
oralidad integrados a los discursos culturales finiseculares (Cfr. Pizarro, 1997: 55).
Todas estas cuestiones que hemos planteado en nuestro relato historiográfico sobre la
narrativa del NOA serán nuevamente instaladas en el debate integrador de estas líneas
finales.

VI.2. HETEROGENEIDAD Y MULTICULTURALISMO

"Los dilemas de la pluriculturalidad no se


reducen en este fin de siglo a los conflictos
multiétnicos, ni a la convivencia de regiones
diversas dentro de cada nación. Las formas de
pensamiento y de vida construidas en relación
con territorios locales o nacionales son sólo una
parte del desarrollo cultural. Por primera vez en
la historia la mayoría de los bienes y mensajes
que se reciben en cada nación no se han
producido en su propio territorio, no surgen de
relaciones peculiares de producción, ni llevan en
ellos, por lo tanto, signos que los vinculen
exclusivamente con regiones delimitadas.
Proceden de un sistema transnacional,
desterritorializado, de producción y difusión"
NÉSTOR GARCÍA CANCLINI

Una idea persistente dentro de la historia de los estudios culturales se asienta en la


concepción de que cada cultura es un sistema estático y cerrado en sí mismo, que tiene
una estructura que no debe mutar y que el respeto hacia ella está unido a la idea de
preservación, evitando la relación de intercambio con otras culturas. Este modo de
pensamiento ha pulsado importantes segmentos de la historia, dentro de un movimiento
pendular progresivo que va desde las tendencias regionalizantes hacia posturas
nacionalistas o universalistas. Sin embargo, en el marco de las investigaciones actuales
en las ciencias sociales y humanas, los alcances del término "cultura" han sido
replanteados, atendiendo a los procesos semióticos que se operan en la historia de la
cultura. Dentro de este eje de problematizaciones, una "cultura" puede definirse como
"el conjunto de la información no hereditaria acumulada, conservada y trasmitida por
las diversas colectividades de la sociedad humana" (Lotman, 1972: 43). La concepción
de cultura como información sugiere ciertos métodos investigativos, así como también
permite considerar sus etapas y el conjunto de los hechos histórico-culturales en su
globalidad como un texto abierto. En este sentido, la cultura se presenta como un
objeto en constante movimiento y transformación, que vive de contradicciones y
batallas entre discursos diferentes.
Los procesos históricos y sociales propios de América Latina han contribuido, a lo
largo de los años, a generar teorizaciones acerca de la heterogeneidad cultural y la
fragmentación de distintos grupos y etnias dentro de un mismo territorio nacional.
Alejandro Losada, uno de los primeros en enfocar la literatura latinoamericana como
objeto singularizado de estudio, integró una propuesta -lamentablemente interrumpida
por su muerte- que estaba abocada mayormente a la consideración del sistema literario
ilustrado. Sin embargo ésta intuye y sugiere la presencia de otro sistema literario
vinculado a la "movilización popular" (Losada, 1975).

Posteriormente, Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar, Walter Mignolo y otros


intérpretes de la cultura del Cono Sur, han elaborado hipótesis sobre la complejidad
estructural de la sociedad latinoamericana en las que sostienen que una de las
características más generales de los países subdesarrollados es la estructura dual o
plural de sus sociedades, la heterogeneidad cultural, económica y política que fractura a
cada país en franjas diferenciadas, a tal punto que se podría hablar de dos o más países.
Este problema de la diversidad que plantea Rama con su concepto de transculturación
-tomado del antropólogo cubano Fernando Ortiz-, y Cornejo Polar con una perspectiva
en la que se consideran por lo menos tres grandes sistemas literarios latinoamericanos:
literaturas cultas, literaturas populares y literaturas indígenas (Cornejo Polar, 1997).
Este modelo ha demostrado su operatividad en los proyectos historiográficos encarados
por los investigadores nucleados en torno a Ana Pizarro en el contexto supraregional.

En esta coyuntura, en la que entran en juego las formaciones literarias orales y escritas,
populares y eruditas, se produce un movimiento dialéctico en la lucha entre
heterogeneidad y unidad de la cultura nacional. La clase dominante posee poderosos
elementos para producir cierto grado de homogeneización cultural: dominio sobre los
medios de comunicación, la educación, la religión. Esto le permite administrar la
historia y la tradición. La metrópoli crea formas y asociaciones para fomentar la
dependencia y las sociedades del interior se plantean la necesidad de no seguir
acopladas a la sociedad metropolitana cuya historicidad no logran captar.

La pervivencia de un molde hegemónico traducido en términos de la herencia hispánica


que pulsa la vida de las provincias del NOA, no ha sido obstáculo para que se operen,
paulatinamente, las metamorfosis globales que organizan un sistema literario
heterogéneo. Conviven, por un lado, los discursos de la tradición romántica, el
modernismo, el realismo, el simbolismo, las vanguardias y las nuevas voces sociales
que intentan marcar otros lugares de discusión acerca de los fenómenos culturales del
fin del siglo; y por otro, se configura una postura teórica que resignifica las prácticas de
los distintos grupos dentro de los imaginarios andino, europeo y latinoamericano. La
pugna de los grupos marginales traduce la línea de resistencia que pulsa el sistema
literario andino desde la Colonia hasta nuestros días. Se desenmascaran los lugares de
enunciación y se reubican los espacios de recepción de la escritura, aún cuando siguen
latentes las formas de dominio de los aparatos de administración económicos y
culturales.

VI.3. LA ESCRITURA COMO SÍNTOMA


"Leer un libro, comprar un libro, conseguir un
libro, hojear un libro, prestar un libro, corregir
un libro, anotar un libro, publicar un libro,
venderlo. Cualquiera sabe lo que estas frases
quieren decir y, sin embargo, precisamente ahora
su significado ha comenzado a cambiar. Es
probable que, en el próximo siglo, ninguna de
estas frases sencillas tenga del todo el sentido
que les damos hasta hoy." BEATRIZ SARLO

El desarrollo de la imprenta en Occidente produjo no sólo una revolución técnica, sino


que, como declarara Francis Bacon, cambió "la apariencia y el estado del mundo". La
actividad editorial, como una de las primeras formas de la empresa capitalista, no solo
implicó el abandono de la cultura del manuscrito y de las prácticas orales sino que
también revolucionó la historia de las lengua -fijando las lenguas impresas- y tuvo
profunda repercusión en la vida religiosa del momento -la Reforma debió gran parte de
su éxito a la era del capitalismo impreso (Cfr. Anderson, 1993: 63-73). Esta "batalla en
la conciencia de los hombres", en su doble expresión -lingüística, religiosa- planteó, en
la Europa medieval, no solo el paso hacia una nueva edad, sino también la creación de
un nuevo status discursivo, generando lenguajes de poder de una clase diferente a los
de las antiguas lenguas vernáculas administrativas y cediendo paso a la diagramación
de las lenguas y las fronteras nacionales modernas (Anderson, 1993: 75).

Ese juego de poderes y fronteras se transporta al escenario americano a tal punto que la
irrupción de la escritura en ese espacio es uno de los primeros mecanismos que se
activan en el plan desarticulador de las culturas autóctonas. En el momento del
descubrimiento, los textos redactados por Colón ratifican la toma de posesión territorial
en nombre de los Reyes Católicos. Luego, a través del proceso de transculturación
operado durante la conquista, la escritura autentificará y atestiguará en el papel -rasgo
propio de las sociedades grafocéntricas- el diseño homogeneizador concebido por las
autoridades peninsulares para las nuevas tierras.

La relación escritura-poder cumple un papel primordial en el trauma de la conquista.


La mayoría de las sociedades autóctonas de América habían elaborado, antes de la
llegada de los europeos, algún sistema gráfico o de notación que correspondiera a sus
necesidades concretas. La apariencia y la función social de estos sistemas de "escritura"
precolombinos varían según las tradiciones culturales de la comunidad, su tamaño, su
diferenciación interna y sus hábitos de vida. De las pinturas corpóreas, los petroglifos y
el lenguaje de los tambores propio de los indios caribeños y amazónicos, hasta los
códices mayas, pasando por los pallares, o la decoración simbólica de vasijas y tejidos
del área andina, los sistemas cubren un amplio repertorio de producciones semióticas.
De todos estos conjuntos significantes, resulta importante la consideración del sistema
de notación elaborado en el área andina conocido con el nombre de kipu. Este
artefacto, que se utiliza hasta el día de hoy, está confeccionado a partir de una serie más
o menos larga de hilos de color que se anudan verticalmente en una cinta horizontal158.

Frente al soporte material protagonizado por la escritura, los sistemas de comunicación


andinos predominantemente orales no auspiciaban el intercambio intelectual a escala
supraregional. Hacia 1500, los europeos ya habían acumulado y clasificado gran parte
de la diversidad de las culturas del mundo gracias a la movilidad temporal y espacial de
los documentos escritos, mientras que las sociedades prehispánicas se habían
contentado con una experiencia relativamente local, limitada en el tiempo. El trastorno
que supuso la irrupción de la escritura europea significó la introducción de la
experiencia de un mundo más vasto que el conocido por los autóctonos pero,
fundamentalmente, una práctica del poder administrativa y conservadora, exploradora
y expansionista. La operación de escribir, sea como gesto simbólico -herrar esclavos,
cambiar la toponimia de una zona, atestiguar un derecho- o como metáfora de la
conquista religiosa -escribir en las almas de los indios- apunta siempre a una práctica
de toma de posesión. Se genera así el fenómeno que Lienhard (1992) llama "el
fetichismo de la escritura", en el que los textos escritos de la conquista están
legitimados a su vez por las Sagradas Escrituras y expresan, en última instancia, la
voluntad divina. La violencia de esta escritura se manifiesta en el enfrentamiento entre
la oralidad y la tradición letrada europea, por cuanto en los primeros decenios de
conquista los antiguos sistemas de notación gráfica o plástica cumplieron un papel
importante en la comunicación entre colectividades o linajes autóctonos y las
autoridades coloniales. Con el tiempo, y perdidos sus propios canales de
reivindicación de derechos, los indígenas comienzan a manifestar un nuevo discurso, el
que se inscribe en el discurso del vencedor. A través de estas operaciones
comunicativas, los grupos dominados tratan de oponer, explícita o implícitamente, su
visión a la de los dominadores159.

Estos procesos coloniales se transportan en el tiempo y su análisis desde la


contemporaneidad permite visualizar que, en esta porción de la América andina,
mientras las culturas dominantes latinoamericanas disponen de intelectuales, artistas,
medios de difusión y todo un sistema de signos de superioridad, las culturas dominadas
-como las campesinas o indígenas- son eminentemente orales 160. En este sentido,
nuestro recorrido por la literatura del NOA nos ha permitido comprobar la impronta
que la tradición oral ha dejado en la narrativa del área andina. La memoria colectiva se
integra a la explicación del mundo, superponiendo las visiones de los distintos grupos
étnicos. La contraposición de los aparatos conceptuales del pensamiento de
conquistadores y vencidos late en leyendas, testimonios y relatos orales, revelando la
batalla discursiva entre órdenes diferentes. Así, la pugna y la convivencia no simbiótica
de las variables socio-culturales conforman la base ideológica de la conquista territorial
y espiritual. En este sentido, los relatos legendarios del Rey Inca, entre otros, funcionan
como un mecanismo de resistencia étnica y social, en los que la población colonizada
es capaz de articular sus propias prácticas como "resistencia" y no simplemente como
una "continuación de la tradición". La relación de estas estrategias tendientes a
contraponer el orden social oficial con la cultura tradicional no es, entonces, la
construcción de una tradición unificada o pasado resucitado. Es la estructuración de
una red descentrada de actos y de palabras destinados a contravenir o infrigir aquella
versión de la "tradición" que la sociedad colonial (y la historia colonial) han definido
para ellos161.

Los ritmos prehispánicos se imprimen en los relatos legendarios para testificar acerca
de acontecimientos que ocurrieron en cierto tiempo y lugar (Cfr. Thompson, 1952: 4).
Situadas en el espacio intermedio de la invención y la reflexión, el pensamiento y las
creencias, la planificación y la espontaneidad, el presente y el pasado, las narraciones
orales significan eslabones de continuidad en la historia andina, historia interrumpida
por la invasión europea y las consecuencias de tres siglos de conquista y colonización.

VI.4. VIRTUALIDADES, FÓRMULAS Y LECTORES: OTROS LENGUAJES.

¿Qué máquina es este texto que automáticamente


hace hablar a los lectores sin ninguna autoridad
nuestra que gobierne ya el sentido de lo que, en
parte podría vivirse como nuestra propiedad?
GUSTAVO GEIROLA

Hacia finales del siglo XX, la generación del capitalismo impreso -inventora de las
conciencias nacionales y de los nuevos "mapas históricos" del mundo apoyados en
programas ideológicos colonialistas- entra en crisis. En el nivel político y económico se
desarrolla una plataforma ideológica desde la cual se legaliza el "derecho a injerencia"
de ciertas grandes potencias, ahora llamadas "estructurantes", y que conforman la
teoría y práctica del pretendido imperialismo "bueno" (Laufer, 1996: 45). En el plano
simbólico y cultural, este malestar se traduce en la aparición de nuevas formas de
conciencia e interpretación de la realidad, lecturas del mundo que desnudan el fetiche
tecnológico, el Estado omnímodo, la burbuja financiera y la construcción de realidades
como instrumentos de poder (Cfr. Cámara, 1996: 24-33).

Los efectos del desplazamiento de la "Galaxia Gutenberg" por la cultura de la imagen


profetizados por Marshal McLuhan, continúan siendo deconstruidos desde nuevos
cánones críticos. Los distintos actores históricos, al margen de la redistribución de los
lugares hegemónicos y periféricos, se convierten en traficantes de textos y discursos. A
través del complejo y abierto enmallado de la cultura penetran los discursos
circulantes: política, mass media, religión, economía, y las páginas generadas por el
sexto continente llamado Internet, allí donde el hipertexto del espacio cibernético
concreta la fantasía de tantos escritores a través de los tiempos: el texto al que se puede
entrar desde cualquier punto. Se opera así la revolución en el soporte formal del libro
tradicional, que se representaba con la figura geométrica de una línea en un plano (Cfr.
Sarlo, 1997: 2). El hipertexto, en cambio, es una esfera cuyo centro está en todas partes
y su circunferencia en ninguna, una esfera compacta y porosa, virtualmente atravesada
por miles de palabras y por cientos de caminos que pueden conducir a los lectores
desde los distintos fragmentos posibles de la imagen y la palabra. Como expresa Robert
Coover, la novela que puede construirse en el hipertexto es una "estructura
hiperficticia multidireccional de eslabones atemporales" (1994: 1). Mientras el plano
textual es atravesado por otros textos, el ciberespacio es circundado
indiscriminadamente por miles de anillos virtuales que se diversifican y multiplican
cada cibersegundo. Las cartas de navegación -que permiten desplazarse por el espacio
más abarcante que jamás se haya conocido nunca-, no admiten tantas reglas como las
que plantea el texto convencional. En la pantalla, los ojos del lector-navegante emigran
hacia un lugar específico y también hacia ninguna parte:

Este cambio en la geometría (del plano real, material, a la esfera virtual) es


precisamente lo que está sucediendo ante nuestros ojos hoy. Pero escribo
'nuestros ojos' y no puedo dejar de preguntarme ¿ante los ojos de quién?¿De
quién son los ojos que leen el hipertexto? (Sarlo, 1997: 2).

El destronamiento del libro por el modem y el mundo digitalizado implica una ruptura
con la historia y con la educación occidental, una quebradura en el proceso de lectura y
escritura y, asimismo, la creación de una nueva utopía que se ampara en la ambición
agigantada de inscribir la memoria colectiva sobre una superficie electrónica infinita.
Esa forma interactiva no lineal del arte remite a Jorge Luis Borges, uno de los pioneros
de la hiperficción: "Quizás, hipermediatizados y posmodernizados, vivamos ahora en
un universo que de manera sospechosa se asemeja al Jardín de Senderos que se
Bifurcan" (Coover, 1994: 2).

En una etapa en la que la tecnología permite la creación de nuevos "arte-factos", las


culturas específicas deberían tener la opción de seguir cultivando y reelaborando sus
tradiciones y sistemas simbólicos. Resulta sintomático que en México algunos
lingüistas indígenas utilicen las computadoras para resolver los problemas de sus
lenguas y asegurar así su permanencia. Del mismo modo, varios grupos de la selva
brasileña usan el video y otros soportes tecnológicos para ahondar los procesos de la
conciencia cultural.

El registro estético que se plantea a partir de la revolución del ciberespacial genera, en


el campo teórico, nuevas lecturas de los fenómenos artísticos de nuestro siglo. Esto
puede comprobarse en la mensuración del espacio vanguardista que hace Gustavo
Geirola:

El espacio vanguardista es "cibernético" o "computarizado", una especie de


red de puntos que pueden relacionarse de acuerdo a una lógica no analítica en
beneficio de combinaciones sorprendentes. Es un espacio tabular que, si por un
lado producirá textos que rompen con la percepción alienada de la vida
cotidiana, por el otro abre el camino a una resemiotización de la lectura, en la
medida en que el lector puede recorrer los senderos textuales sin necesidad de
repetir la experiencia lineal de la lectura sucesiva en un orden vertical.
Indudablemente, y a pesar de que merecería una larga investigación, las
lecturas del psicoanálisis, especialmente de Psicopatología de la vida
cotidiana de Freud, serán aquí una base para instalar sospechas
fundamentales sobre las relaciones entre sintaxis y semántica, sintaxis y
registro simbólico, sintaxis y superyó, más todo lo que la graficación de los
textos, incluso el abandono de la puntuación o su utilización delirante, podía
dejar entrever (Geirola, 1995: 49).

Otro espacio de construcción de nuevos lenguajes se instala en la relación entre el


lector y los discursos culturales. Umberto Eco ha advertido sobre las demandas de los
consumidores de productos masivos y la influencia de estas peticiones sobre los textos
literarios:

La diferencia, en todo caso, está entre el texto que quiere producir un lector
nuevo y el que trata de anticiparse a los deseos del lector que puede
encontrarse por la calle. En el segundo caso, tenemos un libro escrito,
construido según un formulario adecuado para producción en serie: el autor
realiza una especie de análisis de mercado, y se ajusta a las expectativas. Con
la distancia puede verse quién trabaja mediante fórmulas, basta analizar las
diferentes novelas que ha escrito, para descubrir que, salvo los cambios de
nombres, lugares y fisonomías, en todas se cuenta la misma historia. La que el
público pedía (Eco, 1987: 55).

Innmersa en complejos juegos y confrontaciones estético-políticas la modalidad que


ensaya contemporáneamente la narrativa de la metrópoli argentina es la de una
nerviosa construcción escrita respaldada por las grandes alianzas editoriales. Mientras
Foucault y Barthes recorren los espacios vacíos producidos por la muerte del autor y la
teoría de la recepción continúa su festejo en torno al nacimiento del lector 162, en esos
textos la imagen-voz del autor queda adherida a la tapa brillante y fulgurosa. Es un
escritor fetiche que acompaña su texto con el escándalo y con los pormenores de su
propia vida personal. Se ha gestado así una novela que camufla la crisis de los
instrumentos expresivos. Novela exploradora de caminos que trazan su conflagración
con aquel lector que todavía tiene la mala costumbre de debatir dialécticamente.
Novela que prefiere negociar con los estrategas del marketing. Se esclerotizan las
fórmulas -novela histórica, thriller policial- hasta el cansancio. Se escribe con la receta
multimediática y con un tema prefijado: las parábolas finiseculares regidas por Eros,
condimentadas con desparpajo verbal, zonas kitsch, mordiente psicoanálisis, violencia
confitada, suspenso, cocaína y algún personaje de la historia -un referente conocido y
bien instalado en el imaginario social al que aún se pueda seguir explotando.

La consigna es escribir libros perturbadores y avasallantes. Escribir sobre el poder,


pero amparado tras el manto del poder. Escribir desideologizando, desde un imaginario
repetidamente colonizado, agotando los referentes políticos. En esta conflagración
discursiva, la censura es reciclada cuando conviene a las estrategias de venta, pero si se
trata de desarticular los discursos antihegemónicos de nuestra historia no se opera por
medio de la censura, sino que, por el contrario, se permite que esos discursos circulen
hasta producir saturación, hasta que se borre cualquier secuela de su contenido
revolucionario (difundir la imagen del Ché Guevara para que su significado social se
reduzca solo a la semántica de una rebeldía decorativa...). Escribir aferrados al visor
que navega entre los lectores-consumidores que leen haciendo zapping. Escribir
sentados frente al televisor, prisioneros del copyright y del "target" impuesto por el
merchandising.

Frente a esa cultura del libro-objeto de consumo (se compra en el supermercado, cerca
de la góndola de las comidas congeladas)- la mayoría de los escritores del país interior
ensayan otra versión del discurso literario. Escriben sobre el palimpsesto de su propia
cultura amenazada. Esquivan el centro, palpando con sus propios dedos las zonas
fronterizas. Escriben desde la "orilla", desde la otra "realidad" -esa que se ve como
irreal desde el centro-. Instalados en el ribete incierto que une y separa, los escritores
del NOA todavía dejan a sus libros solos frente al lector, para ver "qué pasa". Lejos de
la gigantesca arquitectura editorial163, los escritores norteños se enuncian escribiendo.
Encaramados en el paisaje, rebeldes "de solo estar" 164, su tragedia consiste en vivir su
lugar como un camino que conduce a las afueras del mundo, resbalando del mapa que
borronea y autoexpulsa lo diferente, lo marginal.

Adiestrada en las lides de la supervivencia de una civilización, esta producción se


ampara en el relato legendario, en la voz de las razas a medio vencer, en las crónicas y
relaciones de los utopistas andinos que, desde hace siglos, se han enfrentado a
sucesivos procesos de vasallaje cultural. Así la saga de Túpac Amaru y de los reyes
incas, presente en la memoria andina y recuperada por José María Arguedas en 1956,
se reinstala en los relatos legendarios del NOA, para mostrar la convivencia de
distintos sistemas literarios dentro del macrosistema mayor de la literatura
latinoamericana.

En esa encrucijada de sistemas, lenguajes y discursos sociales, la crítica literaria


replantea su rol epistemológico y reestructura sus fronteras en el campo de la cultura.
Los actuales estudios críticos se apartan de su función social primigenia y se han
desplazado hacia una nueva práctica ultraespecializada. En otro circuito, pero
intercambiando tecnologías con la crítica académica, se mueve la crítica periodística.
La práctica teórica se cierra frecuentemente en un vocabulario técnico abstruso que
ahuyenta al lector cotidiano:

...lo habitual es que el crítico académico menosprecie esta actividad dirigida a


los grandes públicos que buscan respuestas a preguntas elementales: ¿qué es
esto?¿es bueno o es malo? (Puceiro de Zuleta, 192: 33).

En el extremo de este compartimento de los estudios culturales, el texto literario


-supuesto objeto de la crítica- se transforma en un post-texto que sirve para mostrar los
pretextos críticos, para demostrar la veracidad de los decires de una teoría que emerge
como discurso privilegiado sobre los otros discursos. Así, los textos y autores
materiales de la escritura experimentan el trauma de la borradura en el texto crítico.
Esos malestares se integran a la preocupación enunciada por Ana Pizarro a raíz de las
reflexiones de Beatriz Sarlo:

el temor es caer en esa especie de vicio tautológico que convierte a la crítica


en una entidad "narcisista" preocupada más de su propia escritura que de su
objeto (Pizarro, 1997: 49).

VI. 5. LA NARRACIÓN EN LA ENCRUCIJADA DE LOS GÉNEROS LITERARIOS

"No creo en las fronteras que, según los


aduaneros de la literatura, separan los géneros"
EDUARDO GALEANO
"Si la historia es -como parece- otro de los
géneros literarios, ¿por qué privarla de la
imaginación, el desatino, la indelicadeza, la
exageración y la derrota que son la materia
prima sin la cual no se concibe la literatura?
TOMÁS ELOY MARTÍNEZ

Las transformaciones radicales operadas en las recientes propuestas críticas sobre el


constructo "literatura" -especialmente a la luz de los estudios coloniales- y su
consecuente desplazamiento hacia el campo de las "producciones culturales", no
implica solamente un cambio de nomenclatura, sino una ruptura con los cánones
estéticos e ideológicos que consideraban "literario" a aquello que se definía como tal
dentro de los paradigmas de lo "bello", lo "escrito" y lo avalado socialmente desde el
ojo del poder hegemónico que controla la circulación de los sentidos sociales.

Estas redefiniciones paradigmáticas acarrean una nueva mensuración de los espesores


de los discursos literarios y de sus distintos modos de productividad semiótica. En
nuestro planteo de reconceptualización del género narrativo, se han considerado las
condiciones de producción textual, es decir los modelos de lectura-escritura que se
ponen en funcionamiento en cada época, y las demandas que los distintos momentos
históricos hacen de los textos literarios. Esas características dominantes configuran un
discurso hegemónico que organiza las formas textuales de acuerdo a un canon
ideológico. Solo es posible determinar la "genericidad" de un texto si éste es colocado
en relación con otros de su serie, allí donde se ponen de manifiesto las convergencias y
divergencias con respecto a los referentes socio-culturales. De este modo, no es posible
una clasificación estricta del género, en tanto cada texto se presenta como un cruce de
distintos rasgos genéricos, como construcción fronteriza e híbrida del entretejido social
y discursivo en el que se gesta.

Este clima de mixtura textual es el que impera en el macro-campo de la escritura de la


Colonia. El cruce de prácticas escriturales en el interior de un mismo texto y la
paulatina transformación de los modelos importados de Europa de acuerdo a las
necesidades comunicativas del Nuevo Mundo, van desarticulando los esquemas fijos y
generan formas que se mexclan entre sí. El proceso de ficcionalización de la realidad
en los términos de un modelo literario no se asocia -en la producción escrituraria del
Tucumán y de la América coloniales-, con un registro meramente estético, sino, en
muchos casos, con las finalidades comerciales que llevaron a una progresiva
instrumentalización de la realidad y su consecuente deformación (Cfr. Pastor, 1988).
América constituyó el posible lugar de realizaciones utópicas que venían pulsando el
imaginario europeo. Y la imprenta había decidido, en 1473, la popularización de los
libros de caballería en España. Estos libros conformaban el equipaje de los
conquistadores y les sirvieron de pauta para leer el paisaje americano. La
transformación del mundo realizada por el conquistador durante los tres siglos de
Colonia va vehiculizando el desarrollo expresivo de los textos, que se concreta como
una literatura incipiente, germinal y ya comprometida en un paulatino proceso de
desprendimiento de los postulados de la literatura europea.
En el siglo XIX también hemos planteado el recorrido de diferentes formas textuales:
sermones, piezas de oratoria, poesía épica, producción política y periodística, folletín,
etc., formas que re-articulan el rol de la narración y redistribuyen su lugar como
práctica y como discurso. La historia contada por entregas en los folletines insertos en
los periódicos surgidos en el siglo XIX es un recurso que se extenderá al espacio de la
industria cultural moderna, encarnándose en el siglo XX en el radioteatro y la
telenovela. Insertas en el espacio mediático, las revistas literarias constituyen el ángulo
predilecto para describir esa convocatoria de ritmos, demandas y tonalidades que
plantea la literatura en su expresión más fugaz. Este modo de producción que persiste a
pesar de los avatares políticos y culturales, ha sido gestado en la encrucijada del
periodismo y la literatura. Su único rasgo de consolidación, más que una clasificación
genérica, pareciera ser la economía lingüística y el soporte tipográfico. El trayecto de
borradura en las fronteras de los géneros literarios signa también la producción del
siglo XX y se agudiza en los umbrales de la nueva centuria. Adheridos a este replanteo
crítico en lo que atañe a la construcción histórica de los géneros, los escritores
prefieren expresarse a través de formas híbridas. Los textos se construyen como
absorción de otros textos y discursos culturales: ensayo-poema-crónica-cuento-relato
historiográfico-argumento político-dramatización...

Así, los rasgos que hemos rastreado en la producción escrituraria de la Colonia y de la


etapa constructiva de las nacionalidades, traducen un estado de indefinición fronteriza
entre diferentes formas de narrar, aprovechando las posibilidades expresivas de otros
tipos textuales. La variedad de formas que absorbe el relato, la pluralidad de modelos,
técnicas y procedimientos narrativos motivan el carácter dinámico y flexible del
género, a la vez que plantean un laberinto de conjeturas si se pretende delinear los
rasgos distintivos globales de lo que llamamos "narrativa". Esa naturaleza problemática
está fuertemente signada por la diversidad, en tanto su vastedad formal la expone a un
universo abierto y en contante metamorfosis. La heterogeneidad del género es una
particularidad compartida por las distintas literaturas hispanoamericanas:

Es larga la tradición, en la narrativa hispanoamericana y argentina, de los


escritos difíciles de clasificar en base al catálogo de los géneros: Las Cartas de
Colón, los Naufragios de Alvar Núñez, ¿son pura crónica o creaciones
imaginativas? ¿El Periquillo Sarniento de Fernández Lizardi, la primera
novela hispanoamericana, es sólo novela a pesar de sus exageradas
digresiones didácticas?, ¿y qué de nuestro Facundo si pretendemos
encasillarlo dentro de los géneros tradicionales? Recordemos además tantos
textos de Cortázar que se resisten a ser clasificados como "cuentos", entre
muchos otros ejemplos... (Chibán, et. al., 1982: 154).

De los planteos realizados hasta aquí se desprende que los géneros literarios no han
permanecido inmutables en el tiempo, sino que están sujetos a leyes internas de
transformación que se insertan, a su vez, en un marco de cambios históricos y sociales.
Esta evolución formal de los géneros puede rastrearse a través de la mirada de los
discursos estéticos, culturales, idiomáticos, políticos, técnicos o económicos que
integran las condiciones de producción de los textos, así como de aquellas que
intervienen en la recepción de los mismos (Cfr. Verón, 1987).
La elección de la crónica como modalidad discursiva por parte de varios narradores
(Tizón, Dorra, Demitrópulos) tiene como finalidad asumir la voz de todos, de la
colectividad y de la individualidad. Se plantea así el regreso a una forma primigenia de
inscripción de los acontecimientos, aunando las fuentes de la tradición oral y de los
saberes populares con las secuencias orgánicas del testimonio escrito, fijado en la
memoria del poder de las sociedades.

VI. 6. MUJERES Y ESCRITURA DE PROVINCIAS

"A las escritoras actuales les toca desarmar y


volver a dar forma desde su palabra propia,
lavar en el papel donde otros han escrito sobre
ellas y ocupar esos espacios que quedan en
blanco en el discurso masculino, borrar ese
discurso prestado, revisar el propio yo, hacer oír
su palabra propia".
LIBERTAD DEMITRÓPULOS

La literatura del noroeste argentino -como toda escritura de provincias- es una escritura
del margen, se escribe desde la orilla de un centro de poder; constituye un subsistema
de la literatura argentina. Inscripta en esta brecha, la escritura femenina también busca
el resquicio para quebrar la oposición centro/periferia, a la vez que intenta desmentir al
andamiaje del discurso cultural de nuestra sociedad, basado en la oposición
masculino/femenino y todas sus resultantes, siempre ejemplos de un mismo esquema
binario. Doble desafío, el de la luchar contra una dominación en la que el sector
dominante está a su vez inserto en el polo de los dominados. Doble deseo y necesidad
de arremeter una vez más contra los valores de la cultura "oficial" instituida desde un
centro político y económico y desde un cúmulo de tradiciones culturales engendradas a
partir de un sistema patriarcal.

Sin embargo, las mujeres creadoras ya han marcado su impronta en los distintos ciclos
de esta gesta -que advierte sus raíces más en la historia cultural latinoamericana que en
una problemática netamente sexual-. En la producción escrituraria del Tucumán
colonial hallamos suficientes testimonios como para sostener la hipótesis de que, a
pesar de las imposiciones vigentes, las mujeres lograron fracturar el discurso masculino
dominante y construyeron textos con voz propia. Las estratagemas que ponen en juego
estas mujeres son los primeros peldaños en la construcción de un nuevo discurso
femenino, como intento de deconstruir el sistema patriarcal de Occidente. En este
sentido, el itinerario de lectura que proponemos estaría marcando los sucesivos
procesos de "descolonización" de la escritura femenina, desarrollo que se traduce en
los sistemas de negociación discursivos articulados en las textualidades de todas las
épocas (Cfr. Poderti, 1994b).

La negociación y la fuerza son dos estrategias que se alternan en la historia de la lucha


por los derechos de la mujeres. Los dos mecanismos funcionan como respuestas a la
violencia cultural que se cierne ancestralmente sobre los espacios femeninos. Así, los
textos escritos por mujeres se configuran como una pugna contra el silencio y los
patrones rígidos impuestos por la sociedad. Un estudio de las diferentes gramáticas de
negociación y resistencia que se manifiestan en este tipo de textualidades nos permitirá
comprobar hasta qué punto lo femenino comienza a construirse -en esta literatura
argentina del margen- como rol y como identidad, como territorio de rebelión ante un
conjunto de prescripciones y prohibiciones que rigen las conductas. El discurso
autoritario es fisurado en su costado más asfixiante y las mujeres avanzan desde el
espacio privado hacia el espacio público, desde el ámbito doméstico hacia el político.

Los estudios culturales de América Latina se encuentran en proceso de revisión de los


aspectos teóricos y metodológicos con respecto a la mujer como sujeto de
conocimiento. Gradualmente, la historiografía contemporánea hace emerger del semi-
anonimato las imágenes y las actuaciones femeninas, en un intento de mostrar la
complejidad del tejido social, a través de la exploración de historias de mujeres
generadas tanto en los espacios públicos como en los privados. La introducción de un
dispositivo genérico-sexual en la lectura historiográfica significa un esfuerzo de
elaboración que abre el campo discursivo hacia la historia de la vida cotidiana, el
imaginario colectivo y el entramado de las mentalidades locales y nacionales.

Aunque es evidente que la mujer siempre estuvo presente en el devenir histórico de los
pueblos, esta situación no se ha reflejado demasiado en la producción historiográfica
contemporánea del NOA. Pero desde los márgenes de la historia, desde el discurso
literario, se propone un modelo de "historia de mujeres" que aporta nuevas
herramientas para la consideración del sujeto de conocimiento "mujer". Una historia de
mujeres que se arma consultando fuentes heterogéneas que revelan las nebulosas
relaciones entre historia y ficción.

Los enfoques sobre género en los recientes estudios culturales introducen nuevos
desafíos para la crítica literaria latinoamericana actual, la que se ve obligada a
resemantizar una pléyade de conceptos o crear nuevos paradigmas que den cuenta de
las operaciones discursivas que se gestan en cada textualidad:

Ni Bajtín, ni Lúkacs u Octavio Paz, ni la crítica latinoamericana masculina


más abierta a la especificidad etnocultural y a la 'hibridación' discursiva de
nuestras sociedades han elaborado paradigmas que den cuenta de los géneros
sexuales. ¿Qué implica insertar un dispositivo genérico-sexual en conceptos
tales como dialogismo, heterogeneidad, heteroglosia, ideolectización, creación
verbal, cánones literarios, semiosis, batalla por la forma o transculturación?
¿De qué modos altera la entrada de la mujer el discurso literario y crítico?
¿Qué caracteriza la producción imaginaria y simbólica de un género sexual
tradicionalmente relegado a la reproducción biológica? ¿Cuán heterogéneos
pueden ser los paradigmas culturales de una especie 'sorda a su otra mitad'?"
(Oyarzún, 1993).

En nuestra propuesta de periodización desde lugares múltiples -la historia, la cultura, la


geopolítica, lo erudito/lo popular, lo nacional/lo regional- también se integra la
articulación del género. En esta línea de lectura, los roles genéricos de personajes y
escritoras funcionan como significantes de sus implícitos roles políticos, revisando los
discursos oficiales sobre ciertas hegemonías que formalmente excluyen a las mujeres
de la mayoría de sus prácticas sociales (Cfr. Luque de Penazzi, 1997: 488-489).

VI.7. LITERATURA E IDENTIDAD CULTURAL

"Sucede, como en la mayoría de las naciones


latinoamericanas de gran extensión, que la aparente
crisis en el campo de la cultura deriva en un aislamiento
producido por la absorción de las grandes ciudades (...)
Tal vez sea la misma desconexión que se padece en otros
países del continente, y que en el terreno literario señala
sus mejores reacciones en el deseo de apertura de lo
regional hacia una salida que, acusando sus propias
características, vaya haciendo posible una integración
real. Se ha dejado de lado, por suerte, y en buena parte,
ese afán de parecernos a los demás, olvidándonos que la
única manera de ser universales estará en mostrarnos
tal cual somos." RAÚL ARÁOZ ANZOÁTEGUI

La literatura del NOA se configura como transgresión de sus fronteras políticas: las
regiones se presentan fluctuantes, comunicadas entre sí por hilos que tienen una razón
histórica. Una línea que se revela en esta literatura es la de la novela histórica y la
historia novelada, trazada sobre ese contorno regional que se apropia de la epopeya
fundacional del Tucumán o los grandes protagonistas de la Independencia. Allí se
confunden los relatos ficcionales que revelan la desmesura y la transgresión de aquellas
reglas que legitimaban el discurso historiográfico.

Joaquín V. González y Ricardo Rojas inauguran una tradición nacionalista y, a la vez,


provinciana. Esa línea sería recuperada por la producción narrativa generada entre 1920
y 1940, representada por los nombres de Carlos B. Quiroga, Juan Carlos Dávalos,
Fausto Burgos, Alberto Córdoba, Daniel Ovejero, Federico Gauffín, Pablo Rojas Paz,
José Hernán Figueroa Aráoz o Tomás Yáñez, entre otros. Esta etapa del "regionalismo"
responde a un movimiento que había comenzado a desarrollarse en Latinoamérica y
que se identificaba con la "literatura de la tierra".

En esa coyuntura de búsqueda de raíces y trazo insistente de los contornos regionales


se destacan los nombres de algunos escritores e investigadores que, durante las
primeras décadas del siglo XX abrirán el camino para el estudio de la historia del
noroeste argentino, dejando como saldo importantes compilaciones documentales y
estudios historiográficos sobre el período temprano de estas sociedades andinas:
Larrouy, Lizondo Borda, Levillier, Jaimes Freyre, Juan B. Terán. Otros estudiosos se
abocarán al rescate del folklore y la tradición oral, como Sixto Terán, Juan Alfonso
Carrizo, Augusto Raúl Cortazar, Juan Ambrosetti, Adán Quiroga, o integrarán esos
aportes a la trama de una historia literaria como hizo Ricardo Rojas. En ese momento
se intensifica la orientación filológica y se construyen diccionarios, fundamentales para
entender la evolución linguïstica en las comunidades del NOA. Estas investigaciones
permiten captar las transformaciones generadas en la matriz de la lengua a partir de los
aportes indígenas y de los procesos de transculturación operados durante el período
hispánico y, más tarde, durante la oleada inmigratoria165.

Si en las primeras décadas de este siglo se recorre una etapa de apego a la tierra y a sus
tradiciones, esta expresión testimonial es confrontada desde la producción del grupo
"La Carpa" de la década del '40, en una propuesta de superación del "nativismo"
lingüístico y el "falso folklorismo". Avanzando en el tiempo, mientras las voces
hegemónicas de Dávalos y Castilla siguen resonando, comienza a cristalizar, a
mediados de 1960, una nueva manifestación: un territorio literario en el que se
entrecruzan un sinnúmero de textos culturales, lingüísticos, históricos y sociales.
Muchas de las periodizaciones de la producción cultural latinoamericana coinciden en
caracterizar a los años '60 como "ese momento culminante en que emergen o se
consolidan una serie de formas culturales que ponen en cuestionamiento la hegemonía
discursiva y la compartimentación del sistema discursivo global latinoamericano"
(Lillo, 1997: 737). A partir de la escritura de narradores como Carlos Hugo Aparicio,
Héctor Tizón, Juan José Hernández, Juan Ahuerma Salazar, Raúl Dorra, Antonio nella
Castro, Francisco Zamora, Elvira Orphée, Libertad Demitrópulos y Hugo Foguet, entre
otros, el sistema literario cambia de signo. La alteración no será buscada
exclusivamente en los temas, sino en los procedimientos internos de esta nueva
narrativa. Aquellas normas implícitas dentro del canon estético anterior, los estatutos
que restringían el itinerario de la palabra y las reglamentaciones acerca de la
estructuración profunda del discurso, constituyen una suerte de "protocolo literario" al
que los autores de este período desoyen, instaurando un nuevo registro dentro de las
letras nacionales.

El discurso literario se construye sobre las huellas históricas que signaron los orígenes
y los cambios traumáticos -la Colonia, la Independencia, el Centenario, las dictaduras
militares, el proceso de globalización tecnológica-. En el segmento del proceso militar
1976-1983, la versión narrativa de los trasterrados y exiliados interiores vuelve
incierto cualquier tratado de geografía. La memoria neutraliza las diferencias
espaciales, temporales, estéticas y racionales, instaurando nuevas regiones fronterizas.
Esa es la región de la memoria, traslación dolorosa que se traduce en el ácido
diagnóstico de la sociedad de los años '70 –Juan Ahuerma Salazar, Daniel Moyano,
Juan José Hernández, Hugo Foguet, Liliana Bellone... En los textos producidos por
estos escritores la historia oficial es cuestionada, desnudándose las contradicciones
profundas que se generaban en los diferentes estratos de las ciudades del interior. Las
lógicas de los discursos del poder una vez más intentan ser subvertidas desde los
márgenes.

En ese itinerario de descentramientos discursivos y de la aparición de nuevos


regímenes políticos y ficcionales del lenguaje, Ricardo Piglia, propone que, en sus
orígenes históricos, la "ficción" aparecería como una práctica femenina y, a la vez,
antipolítica:

El espacio femenino y el espacio político (todo está, por supuesto, en Amalia


de Mármol). O si ustedes quieren, la Novela y el Estado. Dos espacios
irreconciliables y simétricos. En un lugar se dice lo que en el otro lugar se
calla. La literatura y la política, dos formas antagónicas de hablar de lo que es
posible (Piglia, 1989: 101).
Y nosotros re-escribimos: "todo eso ya está en la escritura de Juana Manuela Gorriti".
La figura de la primera novelista argentina -que personifica a la Novela y permite
describir el proceso de construcción de tres imaginarios nacionales-, también articuló
una práctica discursiva política que daba cuenta de la situación de rechazo hacia la
dominación masculina166.

Si bien la existencia de una producción narrativa de mujeres desde la etapa


fundacional-colonial es innegable, también lo es el silencio que la historia de la
literatura ha hecho sobre ellas. Gorriti, Usandivaras de Torino, Demitrópulos, Quenel,
Bellone y sus personajes desarticulan el sistema patriarcal y las leyes del poder. Pero
comprender el lugar de la narrativa de mujeres en las últimas décadas implica trazar un
mapa que tenga en cuenta el carácter regional y la construcción de una identidad
marcada por una conflictividad genérico-cultural, y también estética e ideológica (Cfr.
Perilli, 1997: 479). Así se desmontan los modelos planteados por aquellas escritoras
provincianas que se insertaban armoniosamente en su contexto "con respecto a un
mundo de valores establecidos: religiosos, patrióticos, familiares, cuyos supuestos e
implicancias no se cuestionan, sino al contrario, se asumen fervientemente, resignada
o heroicamente, según los casos y circunstancias."167

En un importante fragmento de la literatura gestada en los '90, el panorama político y


social se complejiza, las estéticas se multiplican, el cruce de discursos batalla en
espacios de heterogeneidad e mixtura cultural. La resistencia se autoengendra,
traduciéndose en el rechazo de la aldea mediterránea a la ideología de la globalización.
En este contexto, crece la distancia planteada entre "universalismo" y "globalización
técnica". Mientras en la última, el patrón cultural tiene un desarrollo unilateral, en el
que hay franjas enormes de la cultura humana que están ausentes (Cfr. Maturo, 1997:
17), el "universalismo" sería ese estadio cultural deseable en el que aporten todas o al
menos la mayoría de las culturas -aún las marginales-. Ante la proliferación de
mensajes multiculturales que no son producidos dentro de nuestros propios territorios
la apetencia de universalidad que plantean muchos escritores del NOA pareciera
resumirse en esa actitud que expresa Raúl Aráoz Anzoátegui: "la única manera de ser
universales estará en mostrarnos tal cual somos" (1971: 26).

Frente al desequilibrio y el control, engendrados por las diferencias abismales en las


estructuras económicas y productivas que pretenden equipararse en el proceso de
globalización, la sociedad se plantea como prioridad el cambio tecnológico, y las tres
"E" de evaluación, excelencia y eficacia. En esa encrucijada, la literatura intenta
resignificar su rol estético, y se autointerpela como simulacro y como mosaico textual,
perspectiva abierta en una red de polifonía y conflictividad. Se generan modelos de
escritura discontinuos que se corresponden con una percepción diferente del texto
literario, una construcción de bordes ameboidales, que deja filtrar otras texturas.

Desde su ancestral posicionamiento andino, los escritores contemporáneos saltan sin


redes y continúan desafiando las transformaciones del consumismo multicultural.
Mientras un grupo confronta los límites de lo popular, otro subvierte los valores
culturales de género, otro explora los textos fundantes de la leyenda y la producción
escrituraria del Tucumán colonial, otro recorre los discursos de los grupos marginales
-indios, mujeres, orilleros, explotados... Pero todos dilatan la fractura del "ancho país
interior argentino, distinto y en algún sentido opuesto a otro país, argentino también;
el país que mira hacia el mar (Lanzilloto, 1985-88).

El NOA se inscribe en un mapa que no se traza desde las fronteras políticas sino desde
los contornos irregulares una cultura que se ha vuelto multifacética: es hispánica,
indígena, latinoamericana, europea, nacional, transnacional. Así puede entenderse la
persistente impronta de la producción textual de escritores como Vallejo, neruda o
Arguedas sobre los creadores del NOA. Así puede leerse el encabalgamiento de
diferentes tendencias que pulsan el devenir de la historia literaria, rompecabezas en el
que conviven y batallan distintas tradiciones y corrientes literarias. Así se mixtura ese
horizonte de prácticas con las nuevas políticas de consumo cultural planteadas en el
marco de la globalización, en las que se impone como premisa central la subordinación
de los países latinoamericanos y su creciente dependencia cultural.
BIBLIOGRAFÍA

1. APROXIMACIÓN BIBLIOGRÁFICA A LA PRODUCCIÓN NARRATIVA DEL NOA HASTA FINES


DEL SIGLO XX:

1.1. Libros y publicaciones sueltas


ABALOS, Jorge W.
1976 Terciopelo, la cazadora negra, Buenos Aires: Losada.
disparates: [...] que peleamos tres días/ con veinte mil capitanes, salimos muchos heridos/ sin
haber quién nos curase; que en pago de este servicio/ nos acudiese y honrase enviándonos
exenciones/ franquezas y libertades. Mas pues viene la cuaresma/ y tengo que confesarme, yo
restituyo la honra/ a los pobres naturales, que ni ellos se defendieron/ ni dieron tales señales, antes
nos dieron la tierra/ con muy buenas voluntades y partieron con nosotros/ de sus haciendas y
ajuares. (Y no me dé Dios salud/ si se sacó onza de sangre! (en Las mil y una historias de
América de Lucía Gálvez, 1996: 147).

152 El personaje de la novela de Aparicio se corresponde con el poeta salteño Miguel Ángel Carreras,
amigo personal del escritor y autor de una importante producción lírica, entre la que se incluye:
Redes de sombras (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, 1990) y Hierros paralelos
(1989), poemario que se centra en el problema del viaje.

153 Entrevista a Libertad Demitrópulos realizada por A. Poderti para revista Claves (Poderti, 1996b:
15).

154 La aproximación conceptual de Benedict Anderson al constructo "nación" es definida por él en


estos términos: "Es imaginada porque aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán
jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ello pero en la
mente de cada uno vive la imagen de su comunión (...) La nación se imagina limitada porque
incluso la mayor de ellas, que alberga tal vez a millones de seres humanos vivos, tiene fronteras
finitas, aunque elásticas, más allá de las cuales se encuentran otras naciones. Ninguna nación se
imagina con las dimensiones de la humanidad (...) Se imagina soberana porque el concepto nació
en una época en que la Ilustración y la Revolución estaban destruyendo la legitimidad del reino
dinástico jerárquico, divinamente ordenado (...) Por último, se imagina como comunidad porque,
independientemente de la desigualdad y la explotación que en efecto pueden prevalecer en cada
caso, la nación se concibe siempre como un compañerismo profundo horizontal. En última
instancia, es esa fraternidad la que ha permitido, durante los últimos dos siglos, que tantos
millones de personas maten, y sobre todo, estén dispuestas a morir por imaginaciones tan
limitadas" (Anderson, 1993: 23-25).

155 Como ha notado Eduardo Astesano, este fragmento de la letra del Himno Nacional es una alusión
evidente al levantamiento indígena producido treinta años antes. Por razones de métrica literaria los
autores de la Canción Patria no pudieron incorporar al Cuzco -que habría de ser propuesta como
capital de la nueva Nación- ni al nombre de Túpac Amaru -el precursor de la Independencia de la
misma (Astesano, 1979: 106).

156 Juan Pedro Esnaola (1808-1878) es el encargado de recoger y publicar la nueva versión musical del
Himno Nacional en 1860. Amigo personal de Mariquita Sánchez de Thompson, quien habría
cantado por primera vez la "Marcha patriótica" en su casa de San Isidro, Esnaola también había
desarrollado una relación muy cercana con Juan Manuel de Rosas y su familia: ..."el músico Juan
Pedro Esnaola, animador de las veladas de Manuelita en Palermo (había compuesto la música del
himno 'Gloria eterna al magnánimo Rosas', y otras canciones muy federales y apostólicas)"...
(Sáenz Quesada, 1996: 194).

157 El mapa del Perú trazado por el cronista Guamán Poma tiene la forma de un ovoide, en cuyo centro
aparecen cuatro parejas regentes de los cuatro puntos cardinales, con un sol y una luna presidiendo
1982 "Cuando no mata... estropea", y "Jararaca dormideira" (de Cuentos con y sin
víboras), en 27 Cuentos del Norte Argentino, Tucumán, Atenas.

1984 Shunko, Buenos Aires: Losada (sucesivas reediciones).

ACCAME, Jorge
1990 Día de pesca, Jujuy: Banco de Acción Social.

1993 El jaguar, Buenos Aires: Primera Sudamericana, Colección "Pan Flauta".

el cuadro y una serie de monstruos diseminados en su contorno: ..."sus cuatro parejas regentes,
que presiden las cuatro zonas del viejo Tahuantinsuyu, simbolizan el amparo maternal en el que se
hallaba refugiado el antiguo indio (Kusch, 1977: 19). Este mapa no concuerda con la "realidad"
científicamente delimitada, pero encierra toda su herencia incaica y es el hábitat en el su
comunidad reside. Así, la territorialidad indígena es la experiencia de un espacio en el que se re-
construye un pasado, una historia; mientras que para el europeo las fronteras se corresponden con
un concepto de expansión geográfica y apropiación territorial, producto del proyecto imperialista.

158 Según los cronistas tempranos, la lectura del kipu supone la percepción simultánea de un signo
numérico, de su posición en los ejes horizontal y vertical y de un color, operación facilitada por la
ayuda mutua que se prestan el tacto (nudos) y la vista (color, posición). El kipu permitía dos usos
relativamente distintos: por un lado -y todos los cronistas coloniales coinciden en ello- sirve para
almacenar datos útiles para el gobierno y la administración del estado (guerra, gobierno, tributos,
ceremonias, tierras, leyes y cuentas de negocios). Por otro lado, el kipu se presenta como
herramienta útil para la producción o la reproducción de un discurso histórico, siendo depositario
de la memoria histórica y del cómputo de las genealogías. El sistema también permite almacenar
"innumerables significaciones de cosas" aunque no es capaz de reproducir "vocablos", por lo que
podemos deducir la naturaleza no lingüística del funcionamiento del kipu. En síntesis, el sistema
andino de comunicación, en el cual el kipu ocupa un lugar privilegiado, podría ser caracterizado
como "predominantemente oral" (Cfr. Lienhard, 1992: 34).

159 Es posible rastrear, en el corpus escrito de la conquista y la colonia de América, la presencia de


amplios segmentos del discurso indígena, inscriptos en la superficie de textos firmados por el
español (Cfr. Lienhard, 1992, Poderti, 1994). A partir de la lectura de textos tamizados por esa
visión "alternativa" es posible reconstruir el conflicto de modelos culturales relativos a la
administración de recursos medioambientales en la microregión del Tucumán.

160 Durante mucho tiempo, la carencia de intelectuales de la cultura dominada ha llevado a parte de los
artistas y escritores latinoamericanos a asumir la tarea de servir de intérpretes de esas culturas (Cfr.
Miranda Sallorenzo, 1986). En diversas regiones es posible constatar la heterogeneidad de la
cultura dominada: "En otros casos, como ocurre en poblaciones campesinas o pastoriles, que viven
en gran aislamiento, pueden establecerse brechas insalvables entre su mentalidad y la de sectores
integrados o modernizados que, ocasionalmente, da lugar a graves conflictos" (Ribeiro, 1976: 66-
67).

161 Esta dinámica compleja tradición/resistencia ha sido analizada por Charles Briggs, en su estudio
"The politics of discursive authority in research on the 'invention of tradition'" (1996), que continúa
los argumentos de Eric Hobsbawm (1983) y de Benedict Anderson (1983). Esos planteos han sido
revisados críticamente al introducir la idea de que muchas formas culturales que se generan en
conexión con el pasado, son "inventadas", "imaginadas", o "construidas" desde el presente y
reflejan la contestación o defensa de determinados intereses individuales y comunitarios.
1997 "Salamanca" y "El aviso", en Terrón de Bellomo, Herminia, El cuento
fantástico en Jujuy, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy.

AHUERMA SALAZAR, Juan


1984 Alias Cara de Caballo, Salta: Edición Independiente.

1989 La República Cooperativa del Tucumán, Salta: Fundación Trópico de


Capricornio.

162 Foucault, uno de los ideólogos de este orden de rupturas teóricas había declarado poéticamente:
"Es evidente que no basta repetir como afirmación vacía que el autor ha desaparecido. Asimismo,
no basta repetir indefinidamente que Dios y el hombre han muerto de muerte conjunta. Lo que
habría que hacer es localizar el espacio que de este modo deja vacío la desaparición del autor, no
perder de vista la repartición de las lagunas y las fallas, y acechar los emplazamientos, las
funciones libres que esta aparición hace aparecer." (Foucault, 1987: 134). Por su parte, Roland
Barthes, en su estudio sobre "la muerte del autor", inserto en El susurro del lenguaje (1994)
sentencia: "Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis
gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente en favor de lo que precisamente ella
misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su
porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la
muerte del Autor" (Barthes, 1994: 71).

163 En los últimos años se ha intensificado la brecha entre la producción editorial de la metrópoli y la
literatura del NOA. En la década del '80, una importante empresa de publicaciones fue impulsada
por Jorge Lafforgue, quien dirigió la colección "narradores americanos" en la editorial "Legasa" de
Buenos Aires. Este esfuerzo se suma al de las presentaciones antológicas que han permitido la
difusión de los autores del interior en textos de amplia divulgación. Los otros emprendimientos
editoriales provienen de la región del NOA y se han canalizado a través de la Universidad Nacional
de Jujuy (dirigida por Néstor Groppa), la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores
Salteños, (coordinada por Raúl Rojas), la Universidad Nacional de Tucumán y las Direcciones y
Secretarías de Cultura Provinciales y Municipales, las que publican anualmente los textos
premiados en concursos.

164 El "dejarse estar" que late en el texto de Manuel J. Castilla no es una actitud voluntaria y forzosa,
sino más bien un espacio que contiene un rizoma de preguntas, un dejarse estar y un "dejar ser",
que significa, según la interpretación de Parfeniuk: "no atarse ni dejarse atar por los mecanismos
de un conocimiento convencional que fuerza y que rompe, analíticamente, lo que él todavía puede
recibir en la síntesis de una totalidad, en la que aún convergen y gravitan las remotas pulsaciones
de la más insignificante raíz de brizna, en consonancia con la más lejana estrella." (Parfeniuk,
1990: 117).

Esta actitud procede del imbricamiento de dos significados gestados en el ámbito andino: por un
lado, el estar contemplativo -el "utcatha"- propio del sentir indígena y rural, con su carga de
irracionalidad, sentido profundo de la comunidad y del domicilio; y por otro lado, la actitud
netamente occidental del saber, asimilada en las formas del individualismo y la racionalidad. El
estar en busca de salvación, el saber en busca de solución (Kusch, 1977: 28).

165 En esa línea se inscriben los glosarios y diccionarios compuestos por Julio Aramburu (Voces de
supervivencia indígena), Samuel Lafone (Tesoro de catamarqueñismos), Jorge Lira
(Diccionario Kechwa-Español) o José Vicente Solá (Diccionario de Regionalismos de Salta),
entre muchos aportes notables (Cfr. Bibliografía).

166 Así lo manifiesta la anécdota de Gorriti en la que el poeta Villarán se admira de la "sabiduría" de
una estrofa cantada por un callejero: "La mujer que a los treinta/ No tiene novio / Ya puede echarle
llave / a su escritorio". Ante lo cual, el personaje femenino responde: "-Al contrario (...) es
precisamente en ese tiempo y en ese caso que yo abriría de par en par la puerta de mi escritorio, y
1993 La metáfora de Munzur al Manzur, Salta: Víctor Hanne Editor.

1995 Lluvia amarilla y perros in the night, Salta: Víctor Hanne Editor.

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1984 Cuentos Breves, Salta: Talleres de la Penitenciaría.

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1987 Verano aguachento, Jujuy: edición del autor.

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1974 Los Bultos, Salta: El Tobogán.

1978 Los Bultos, 2da edición aumentada, Buenos Aires: Castañeda.

empuñaría la pluma y la haría trabajar sin descanso" (Gorriti, 1991 [1889]: 114). El
enfrentamiento con los mecanismos del poder ejercidos por los hombres notables de su época
también puede leerse en el último libro de Juana Manuela -Lo íntimo-, en el que los "salvajes de la
Pampa ruda" ignoran a las escritoras contemporáneas de la Gorriti. En este sentido resulta
significativa la desilusión de la narradora al leer las palabras de quien considerara su amigo,
Ricardo Palma: "No sé verdaderamente a cual atenerme de las dos opiniones diversas que Palma
expresa sobre Cocina Ecléctica. En una carta anterior me decía que como viejo, anhelaba mi
Cocina Ecléctica por los buenos bocados que promete, y luego en su última se desata en denuestos
contra tal publicación, llamándola comienzo de la chochez. )Cuál de nosotros chochea en este
caso culinario? (Gorriti, 1991 [1889]: 157).

167 La afirmación se inserta en el estudio sobre producción lírica de mujeres en Salta, durante el
período de engarce entre el siglo XIX y las primeras décadas del XX (Arias Saravia, Parra, Saicha,
1997: 11).
1982 Sombra del Fondo, Buenos Aires: Legasa.

1983 Familia Tipo, Salta: Sol Alto.

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1889 La tierra natal, Buenos Aires: F. Lajouane, Edición subvencionada por el


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Facultad de Filosofía y Letras - Instituto de Literatura Argentina (Sección
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1918 La gloria de Don Blasco (novela histórica y costumbrista), Salta: ed. del autor.

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1934 La maestra mártir: novela, Buenos Aires: J. L. Rosso.

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1955 Emoción de Jujuy: 1952-1954, Salta: Talleres Gráficos San Martín.

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1982a "José Cadena y el Pozo", en 27 Cuentos del Norte Argentino, Tucumán,


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1982b Otras páginas: discursos, conferencias, notas, charlas y reportajes, Jujuy:


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QUIROGA, Susana
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SAAVEDRA, Ricardo
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TACCONI DE GÓMEZ, María del Carmen


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UNDIANO, Mónica
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USANDIVARAS DE TORINO, Zulema


1987 Cuentos de la Lagunilla, Salta: ed. de la autora.

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1940 El hombre que olvidó las estrellas, La Rioja.

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VÁZQUEZ ZULETA, Sixto


1979 Historias del carnaval humahuaqueño, Jujuy: Museo Folklórico Regional
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1997 "Pasó a medianoche", en Terrón de Bellomo, Herminia, El cuento fantástico


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VERGARA, Santos
1996 El cuentista, Salta: Víctor Manuel Hanne Editor.

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1985 Las Ausencias, Salta: Grupo Vocación de Orán.

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1957 Cuentos y leyendas del terruño, La Plata (Buenos Aires), Almafuerte.

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VILLAFAÑE, Benjamín (h)


1952 Motivos de la selva y de la montaña, Buenos Aires: Talleres Gráficos D. E.
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VOLANTE, Norberto
1986 "Esos ojos de siempre", en La Revista del NOA, Salta, Año I, ne 2,
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YÁÑEZ, Tomás
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YARADE, Héctor Reinaldo


1979 Los que no alcanzan, Salta: Plutón.

ZALAZAR, Juan Bautista


1976 Cuentos de Valle Vicioso, Catamarca: Aruman - Dirección de Cultura de la
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ZAMORA, Francisco
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1983 Bisiesto viene de golpe, Buenos Aires: Bruguera.

1984 "La cometa", en Cuentos regionales argentinos, Buenos Aires: Colihue.

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ZEVI, Moisés
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ZIGARÁN, Julia S.
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Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños.

1.2. Antologías y compilaciones:


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1962 La frontera salteña y sus costumbres, Buenos Aires: La Rosa blindada.

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1958 Biografía Patria, Buenos Aires: Stilcograf.

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1946 La Cautiva y El Matadero, Buenos Aires: Peuser.

ELOY MARTÍneZ, Tomás


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1986 Doña Bárbara, Buenos Aires: Ayacucho.

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1910 El diario de Gabriel Quiroga. Opiniones sobre la vida argentina, Buenos
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GALEANO, Eduardo
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1943 Comentarios reales [1609], Buenos Aires: EMECÉ.

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1954 La historia que he vivido, Buenos Aires: Peuser.

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1981 El reino de la imagen, Caracas: Ayacucho.

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1986 La vorágine, Buenos Aires: Ayacucho - Hyspamérica.

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1985 Hijo de hombre, Barcelona: Seix Barral.

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1986 Facundo [1845], Buenos Aires: Ayacucho, Prólogo de Noé Jitrik.

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1943 Relación de un viaje al Río de la Plata y de allí por tierra al Perú , con
observaciones sobre los habitantes, ya sean Indios o Españoles, las Ciudades, el
Comercio, la fertilidad y las riquezas de esta parte de América [1663], Buenos
Aires: Alfer & Vays.

ANÓNIMO
1765 Novena a la Purísima Concepción de María Santísima, Madre de Dios y
Señora Nuestra. Compuesta por un devoto suyo, con el fin de que se
veneren las principales Excelencias, que recibo en aquel primer instante.
Con licencia del ordinario: en Lima, en la Calle de la Encarnación (Edición
original en formato de 9 x 7 cm., donada al Museo Histórico del Norte por
Miguel Angel Vergara).

ANÓNIMO
1785 Septenario y Novena del Santo Christo que se venera en la Parroquia del
Sumalao, Buenos Aires: Imprenta de los Niños Expósitos.

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1927 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: Imprenta
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1928 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: Imprenta
Molinari, Tomo VIII, N1 15.

1928 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: Imprenta
Molinari, Tomo IX, N1 17 .

1929 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: Imprenta
Molinari, Tomo X, N1 19 .

1929 Revista del Archivo de Santiago del Estero, Santiago del Estero: Imprenta
Molinari Tomo XI, N1 20 .

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1941 Un héroe de la conquista. San Francisco Solano, Buenos Aires: La Raza.

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1908 El lazarillo de Ciegos Caminantes, [1773], "El lazarillo de ciegos
caminantes/desde Buenos Ayres hasta Lima, con sus itinerarios según la más
puntual observación, con algunas noticias útiles, a los Nuevos Comerciantes
que tratan en Mulas; y otras Historias./ Sacado de las memorias que hizo Don
Antonio Carrió de la Vandera en este dilatado Viaje, y Comisión que tuvo por la
Corte para el arreglo de Correos y Estafetas, Situación, y ajuste de Postas, desde
Montevideo./ Por don Calixto Bustamante Carlos Inca, alias Concolorcorvo,
natural de Cuzco, que acompañó al referido Comisionado en dicho viaje, y
escribió sus Extractos", Buenos Aires: Junta de Historia y Numismática de
Buenos Aires. Prólogo de Martiniano Leguizamón.

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1938 Documentos Coloniales. Siglo XVII, 1611-1650 (idem anterior).

1941 Documentos Coloniales. Siglo XVII, 1651-1684 (idem anterior).

1944 Actas capitulares relativas al traslado de la ciudad de San Miguel de Tucumán a


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1945 Documentos Coloniales. Siglo XVII, 1687-1699 (idem anterior).

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356
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"Libro de Razón, Mes y Día que se cumplen los plazos de censos, como limosna a favor de
este convento de San Diego de Salta" (1750-1797, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento
San Francisco, Caja V, Carpeta 8).

Expediente referido a la restitución de tierras a los indios pulares, cachis y payogastas


(Archivo Histórico de Salta, Carpeta Año 1789, Exp. ne 3).

Informe del Regidor de Tucumán don Francisco Tejerina (Salta: Archivo Histórico de Salta,
Gobierno, Carpeta años 1785-1786, C. n1 13, Expediente n1 6, 1 folio).

"Libro MS. con las actuaciones referentes al proceso fundacional de la ciudad de San Ramón
de la Nueva Orán (1792-1803, Salta: Biblioteca "Miguel Angel Vergara" del Museo Histórico
del Norte, Anexo Casa Presidente Uriburu, 104 folios).

"Historia del Origen; Fundación y progre-/sos del Colegio de propaganda fide de


Mis-/sioneros Apostólicos Franciscos Observantes / de la Villa de Tarija, y de las Missiones,
o Re-/ducciones de Indios que (roto) a la direcion / y cargo del espresado Colegio situado en
el / Virreynato de Buenos Ayres dentro del / Arzobispado de las Charcas y en la jurisdi-/cion
de la Franciscana Provincia de San Antonio de Cusco. Contiene assimismo utili-/simos
Documentos, exhortos, y encargos / a los Religiosos converssores / parael mas acertado go-
bierno y cumplimiento de su ministerio./ Escrita por el P. fray Manuel Mingo / de la
Concepción Predicador Apostólico / Ex-Vice Comisario de Misiones, Ex- Gu-/ardian, y
Escritor actual del mismo,/ Colegio, Ex-Comissario dos veces de Mission colectada, y uno de
los Fundadores / del enunciado Seminario, como también su vendido subdito, quien dedica
/esta obra á la grande Reyna del / cielo y tierra María Santisima que conel Título de Nuestra
Señora de los Angeles es Pa-/trona del denominado / Apostólico Colegio / de Tarija" (1795,
Libro MS, donado por Roberto Levillier al Museo Histórico del Norte, Salta. Contiene
ilustraciones, dedicatoria, Prólogo y Tres partes: la primera con cinco capítulos, la segunda
con veinticuatro capítulos y la tercera con cinco capítulos. Se incluyen traducciones al
chiriguano) [BMAV].

Reclamo hecho por Manuel de Zorrilla, vecino de Jujuy, contra el síndico de este convento
Don Antonio Figueroa, acerca de un esclavo (1795, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento
San Francisco, Caja II, Carpeta 10, 4 folios).

Novenario de la Gloriosa Madre Nuestra Santa Clara (s.f., Salta: Biblioteca y Archivo del
Convento San Francisco, Cajón 5, 14 folios).

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