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ALICIA E. PODERTI
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ÍNDICE
PRELIMINARES
II. FUNDACIÓN
III. CONSTRUCCIÓN
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III.1. Fractura del pensamiento colonial
III.3.1. Procedencias
III.3.2. Configuraciones narrativas: el folletín
III.3.3. Novela y contracultura
III.7. Fisonomías
III.7.1. Desierto
III.7.2. Inmigración
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V.2.1. Güemes en el dédalo de la ficción
V.2.4. Voz y documento
V.2.3. Los rostros de la historia reciente
V.4. Incisiones
BIBLIOGRAFÍA
1. Aproximación bibliográfica a la producción narrativa del noroeste argentino hasta
fines del siglo XX:
2. Área literaria
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2.2. Literatura (general)
6. Diccionarios
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PRELIMINARES
La idea de efectuar una historia literaria regional de la literatura del noroeste argentino
no ha trascendido más allá de intentos aislados. La historia de la literatura
latinoamericana será enriquecida en la medida en que se sustancie el aporte que pueda
verificarse desde la microhistoria de las literaturas regionales, en lo que respecta al
esclarecimiento de sus problemáticas centrales. De este modo se integra al proceso de
la historia literaria latinoamericana una literatura argentina que opera desde una de sus
áreas de pertenencia -la región del NOA-.
Siguiendo la línea “narrativa” como directriz (sin abandonar por ello las otras
variedades literarias pues tengamos en cuenta que nuestro planteo básico contempla
una mixtura y la imposibilidad de referirnos a “géneros canónicos”) recorreremos la
literaura del NOA, que es la literatura del país interior y también de la gran Argentina,
desde la Colonia hasta el final del siglo XX.
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Algunos de los temas planteados en el primer capítulo de esta investigación despejarán
ese núcleo de problemas, partiendo de la idea de que la escritura de una historia
literaria supone también el esclarecimiento de cuestiones tales como la
reconceptualización del término "literatura", la revisión de los criterios con los que una
literatura se extiende en el devenir histórico y la imposibilidad de considerar la
producción literaria separada de la sociedad y la cultura que la generan.
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comunes entre ellos) y una dirección vertical (las transformaciones que el conjunto de
esos textos producen a través del tiempo).
Las cuestiones abordadas en esta investigación nos han permitido reorientar algunos
principios de la historiografía literaria, con el fin de delimitar la pertenencia cultural de
la producción literaria del noroeste argentino dentro de una perspectiva histórica y
socio-cultural; comprobando si los discursos de los textos literarios acompañan a las
transformaciones de las estructuras socio-culturales o instalan un imaginario social
diferente; reconociendo los principales códigos históricos de cada época para discernir
la "literaturidad" de los textos y su clasificación dentro de los campos estético y socio-
cultural.
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estos textos se ha hecho, reconociendo los principales códigos de cada momento
histórico que se re-producen y re-presentan en las textualidades literarias.
Nuestra propuesta, que no agota las posibilidades del sistema literario del noroeste
argentino -inserto en el proceso de intercambios con los otros sistemas culturales-,
propone una vía de ordenamiento y sistematización de los procesos literarios de esta
zona. La unidad y multiplicidad cultural latinoamericanas constituyen dos itinerarios
complementarios para penetrar en la imagen histórico-literaria de la región del
Noroeste argentino.
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I. CONTORNOS
DE UNA HISTORIA SOCIO-CULTURAL
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ajenos" al depósito de distintas mezclas, representado en formas consideradas ancilares
a la literatura. Existe, para Reyes, la "historia con aderezo retórico", la "ciencia en
forma amena", la "filosofía en bombonera". En todos estos ejemplos "la expresión
literaria sirve de vehículo a un contenido y a un fin no literario" (en Fernández
Retamar, 1975).
Para Jurij Tinianov (1968) las definiciones estáticas y fijas son superadas por una
evolución que revela la incertidumbre acerca de los límites de la literatura, de su
periferia y su zona de frontera y hasta incluso de su propio centro. En este
desdibujamiento, lo central puede volverse marginal, y viceversa, mientras los signos
de cada sistema literario tienden a extrapolarse:
...la formación de la imagen de América, con las dos líneas, como información
y como transfiguración. Esta formación de la imagen de América, que de cierta
manera es, en el fondo la apropiación de la tierra por el espíritu, se expresa
sobre todo en la prosa: crónicas, informes, relatorio, cartas, correspondencia
de capitanes generales, etc. En segundo lugar yo hablaría de la transferencia
de las formas literarias europeas -el teatro, el poema épico, el poema
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narrativo, la lírica- en donde encontraríamos otras dos líneas: como
prolongación o como continuidad de esas formas y como alteración o ruptura,
como modificación (Cándido, 1985: 31).
La literatura, para Beatriz Sarlo, "es lo que una sociedad acepta como tal". Es
necesario describir el funcionamiento diferenciado de estas textualidades en cada una
de las formaciones sociales. En el período colonial, la literatura -contenida en formas
no canónicas desde el punto de vista tradicional- fue de fundamental importancia, en
tanto hacía circular los valores religiosos, políticos e históricos bajo la forma de valores
estéticos. La literatura fue refuerzo de la colonización, y vehiculizó la ocupación
imaginaria de la realidad (en Cándido, 1985: 31).
-El carácter anafórico del texto literario: la anáfora atraviesa y designa espacios
ajenos a la superficie lingüística pronunciada o recopiada. De esta manera, la
lengua (lo que se dice) se vincula a lo que está fuera de la lengua, pero que no
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puede pensarse más que a través de la lengua (lo que no se dice). No es lo
trazado (si se considera como "escrito" el trazado visual de lo descrito), "es el
salto de lo trazado hacia, sobre, a través". El carácter anafórico es
suprasegmental, como el vacío que une a un pronombre demostrativo con el
objeto mostrado, a una proposición incisa en la frase compleja, a la lengua con
lo que se practica a través de ella. A través de la anáfora, la variable hace surgir,
en el texto escrito, los textos ausentes: la política, la economía, los mitos
(Kristeva, 1981: 106).
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indispensable para el entendimiento del concepto
argentino de "literatura regional", por pensar
desde luego en qué es la literatura y sus
relaciones necesarias con la realidad; o sea, en
definitiva, su función y misión en la sociedad que
le atañe al escritor."
BERNARDO CANAL FEIJÓO
Esa región se juega en los textos literarios como una fusión de unidades de tiempo, de
acción y de lugar que conforman sistemas. De la intersección de las variables del
tiempo y el espacio histórico surge una serie literaria cuya función constructiva se
reconoce en las características de un conjunto de textos que poseen determinados
elementos dominantes (Cfr. Bajtín, 1989). Esa lucha secreta y explícita de tiempos y
espacialidades despliega una trama que se teje sobre la oposiciones: centro/periferia,
norte/sur, pasado/presente. Las regiones que se confrontan en estas escrituras
construyen un universo discursivo que debería leerse, a nivel metatextual, como una
propuesta de replanteo del andamiaje teórico a partir del cual se ha estado leyendo la
producción del noroeste argentino. La escritura literaria se integra a ese espacio de
convergencia y confrontación de relatos culturales. En este camino de insurrecciones
las miradas de todos los que participan en el acto de la escritura -los que "escriben",
los que "oyen" y los que "hablan" en los textos- construyen una región literaria desde
sus lugares de enunciación y sus horizontes de expectativas.
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En lo que respecta a los contactos literarios, la región del NOA realiza un doble
movimiento, el que proviene de la capital -el puerto de Buenos Aires, en relación con el
concierto internacional-, y el que efectúa la cultura regional como respuesta a ese
impacto capitalino. Estos procesos se ven acelerados en el siglo XX con la influencia
de los medios masivos de comunicación y las sucesivas migraciones de los escritores
provincianos. En cuanto al tema de las migraciones, es oportuno consignar que los
escritores norteños emigran a Buenos Aires y también hacia otras provincias. Tal es el
caso del narrador Fausto Burgos. La procedencia noroéstica de este escritor puede
leerse en su producción narrativa, pero como bien ha señalado la Marta Castellino,
Burgos se incorpora a la vida literaria mendocina y específicamente a la generación del
’25, lugar que le permitirá desarrollar una narrativa de inspiración folclórica, en la que
cobran protagonismo tanto la región del NOA como la de Cuyo (Cfr. Castellino, 1989:
33-44).
La región literaria depende de la existencia de una región histórica y cultural, al ser uno
de los sistemas que constituyen la cultura. Toda cultura posee características que la
diferencian de otras y tiene zonas que entran en contacto con otros sistemas socio-
culturales. La expresión artística se ubica en el cruce de ese movimiento de alteridad,
oposición y contacto entre diferentes "regiones culturales". En su construcción
histórica, cada cultura legitima su experiencia del pasado, creando códigos y modelos
inherentes a su propia existencia. La organización de los sistemas literarios desde esta
perspectiva permite concebir a América Latina como una unidad y como una
supraregión cultural, opuesta a la supraregión europea que, a su vez, reconoce la
existencia de microregiones interiores, diferenciadas entre sí por trayectorias, proyectos
y destinos separados. Esta conciencia de la "unidad en la diversidad", generada
fundamentalmente por los contactos étnico-culturales a través del tiempo, permite
distinguir a las unidades que se articulan en su interior, entre las que se puede advertir
un movimiento de oposición y/o inclusión: unidad latinoamericana/ unidades
nacionales; unidad nacional/unidades regionales; unidades regionales supranacionales.
Dentro de la supraregión "Latinoamérica" se han organizado históricamente unidades
menores constituídas por las naciones, resultado de procesos independentistas
complejos. Los factores políticos, generados casi exclusivamente por factores de
carácter histórico, determinan que cada nación establezca pautas homogeneizadoras
propias de su cultura.
Ese mapa de las conformaciones culturales, la mayoría de las veces, supera el diseño de
los límites político-nacionales, en tanto las regiones supranacionales relacionan a
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varios países contiguos y se sobreimprimen a los mapas geopolíticos. Las formaciones
sociales que presentan características comunes en su proceso de formación socio-
cultural se aglutinan en regiones supranacionales, reconociendo la presencia de fuertes
marcas en la estructura política y económica, en la dinámica migratoria y en su
conformación lingüística.
Una de las regiones supranacionales cuyo estudio reviste interés para nuestro recorrido
historiográfico es la región andina. Según Ángel Rama:
En este proceso de expansión imperial, el Inkario generó una unidad lingüística y una
homogeneidad cultural por encima de las diferentes culturas existentes en la región.
Esa diversidad persistió durante el dominio incaico, aunque a esa pluralidad le sucedió
una unificación aparente, producto de la conquista y colonización española.
Así, dentro de la gran región andina es posible detectar una zona de fuerte incidencia
en la cultura incásica: Ecuador, Perú, Bolivia, norte de Chile y parte de Argentina. Aún
cuando, en el caso de este último país, las configuraciones socio-geográficas son
diversas, puede verificarse la existencia de una variante andina de la literatura
argentina, inserta en una variante andina sudamericana, tal como ha observado Gloria
Videla de Rivero:
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marcadas, hecho que motivó, durante las guerras de la independencia, la toma de poder
por parte de los grupos ilustrados y la propagación de los estallidos revolucionarios
hacia el Alto Perú.
...la región histórica, por ser anterior a la nación y a las provincias constituye
el universo de análisis más apropiado para el conocimiento histórico, pues ahí
se dieron los elementos constitutivos que por agregación de jurisdicciones
políticas dieron forma a la nación, y que por parcelamiento también político
dieron origen a las provincias (1993: 42).
Esta teoría regional, que halla su sustento en el marco conceptual de Juan B. Terán y
Bernardo Canal Feijóo, persigue el objetivo de manifestar las líneas fundamentales del
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proceso histórico del NOA, distinguiendo sus elementos constitutivos y las funciones
que desempeñó en las distintas etapas del tiempo histórico americano y nacional. La
precisión sobre el concepto de "región histórica" no se agota en las connotaciones
particulares sustentadas en la economía, la lengua, la cultura y el marco político-
institucional. Incluye todos estos elementos en su estudio sobre un proceso geohistórico
que reconoce sus raíces en la formación del Tucumán colonial -el "país de Tucma de
los aborígenes- (Cfr. Bazán, 1993). La designación generada durante la revolución de
Mayo incluía, bajo el nombre común de "arribeñas", a las actuales ciudades de Jujuy,
Salta, Tucumán, Santiago del Estero y La Rioja. Luego de la conquista del desierto en
la frontera norte, esta zona habría de denominarse Noroeste -expresión utilizada en
1910 por Ernesto Padilla- para diferenciarla del Nordeste, región que surge luego del
sometimiento de los indios del Chaco.
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los sistemas de aprovechamiento de los recursos naturales, el grado de incorporación
de tecnología a la producción agropecuaria e industrial, los sistemas de financiamiento
para la producción y comercialización y su adecuación a la dimensión de los mercados,
son variables que determinan el estadio económico de las sociedades. La sociedad del
Noroeste fue, durante la colonia, y hasta promediar el siglo XIX, agropecuaria y
artesanal. La instalación del ferrocarril, la marginación de los pueblos ubicados sobre el
antiguo camino real del Perú, el despegue agro-industrial de Tucumán y la migración
interna fomentada por la producción azucarera son algunos de los fenómenos
económicos a ser tomados en cuenta en la evaluación del impacto social y demográfico
de la región y el desarrollo de polos económicos dentro de la macroregión en la que se
inserta el NOA (Cfr. Bazán, 1993: 47, Mata de López, 1991).
El ámbito del Tucumán se articula como parte del espacio político americano
estructurado en la administración colonial española. Se tejen así las instancias iniciales
en el proceso constitutivo de esta región de filiación altoperuana, complementaria del
Potosí en lo económico y vertebrada al sistema político administrativo con sede en
Chuquisaca. Este marco de análisis para la región del Noroeste, como unidad histórico-
cultural donde se despliega la vida de seis provincias que abarcan una cuarta parte del
territorio nacional, supera los enfoques ceñidos aún a los límites de jurisdicciones
políticas que destruyeron la unidad profunda gestada desde la época precolombina.
Una lectura que pueda dar cuenta de la heterogeneidad cultural que ofrece una región
específica necesita enlazar aparatos de expresión provenientes de diferentes campos
(artísticos, científicos, etc.) a la vez que apela al trabajo multidisciplinario, recurriendo,
entre otros caminos de indagación y análisis, a la antropología, la sociología, la ciencia
política o la teoría literaria.
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teórico y político4. En esa encrucijada discursiva la literatura, como una de las
dimensiones de lo simbólico en la vida social, ingresa a la textura del relato
historiográfico:
La literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo
social. (...) La literatura puede ofrecer modelos según los cuales una sociedad
piensa sus conflictos, ocluye o muestra sus problemas, juzga sus diferencias
culturales, se coloca frente a su pasado e imagina su futuro. En las estrategias
formales de la literatura, en la afirmación o la ruptura de los géneros, en la
retórica de las imágenes puede descubrirse también cuál es el lugar de lo
figurado, de lo simbólico y de lo imaginario, la construcción de universos
ficcionales no informa sólo sobre lo que esos universos representan sino que
las relaciones formales que articulan la construcción pueden explicar (y ser
explicadas) en un sentido socio-histórico (Sarlo, 1993: 172).
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históricos, el historiador no puede eludir la estructura narrativa para dotar a ese cuerpo
textual de sentido. La narración histórica está allí operando, por tanto, como un
artefacto literario, en tanto que las secuencias pueden ser organizadas de uno y otro
modo para permitir la elaboración de diferentes interpretaciones de una misma
narración. La narración histórica intenta construir la verosimilitud de los documentos
(lo que no implica que los documentos sean "falsos") pues no puede limitarse a la
recopilación y transcripción de documentos, sino que requiere reunirlos en una
narración, relato que se inserta en la estructura y especificidad de un imaginario social,
el imaginario construido por la escritura:
La apreciación de Beatriz Sarlo indica que los saberes con los que se construyen los
textos literarios hablan de la sociedad de un modo que no puede ser directamente
traducido en términos de contenido e indican cuáles son los tópicos de un imaginario
colectivo, los ejes de organización de los deseos, los valores que la literatura afirma o
contradice, testimoniando de diversas formas acerca de su presencia. En este sentido, la
literatura ofrece mucho más que una directa representación del mundo social al
presentar las modalidades según las cuales una cultura percibe esas relaciones sociales,
las ideas precisas sobre el clima de una época, no tanto por lo que dice de ella sino por
el tono con el que escribe sobre ella. En el plano de las estrategias formales, la
literatura, en tanto construcción de universos ficcionales, no provee información sólo
sobre lo que esos universos representan sino que las relaciones formales que articulan
la construcción pueden explicar (y ser explicadas) en un sentido socio-histórico (1993:
172).
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producido y reconstruir las condiciones de producción y de circulación de ese texto
(Verón, 1991) es otra de las tareas de la historiografía literaria.
Toda historia literaria construye un canon de textos, según afirma Peter Bürger (1985),
de acuerdo con valores que fundamentan el orden, las exclusiones, la disposición
general, el encadenamiento de las obras, las ausencias y los juicios. Así, la historia
literaria pareciera no poder liberarse de los valores presentes que organizan su canon, y
se presenta como un discurso donde el gusto deja sus huellas. En este sentido, resulta
fundamental recoger las conclusiones de algunos que han reflexionado acerca de los
alcances de la historia literaria, como Yuri Lotman, para quien:
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surgimiento de las naciones, una vez finalizando el período de las luchas
independentistas. Los sucesivos resquebrajamientos del territorio colonial en repúblicas
independientes se reflejaron en la realización de estudios fragmentarios de sus letras
-una historia para cada producción nacional sin contactos entre sí-. Así como la
historiografía elaboró una historia eminentemente política, de grandes acontecimientos
llevados a cabo por hombres que alcanzaban relevancia de héroes nacionales, la
historia de la literatura hubo de centrarse en la figura de los "emancipadores"
intelectuales. En consonacia con un género muy vigente en la época -la autobiografía-
las primeras historias literarias se parecen a un compendio de biografías. Fue frecuente
la confusión de la “historia política” con la “historia literaria”, sobre todo en
fragmentos claves de la historia, como los de construcción de las naciones, o aquellos
donde se destacó el trabajo de los escritores-políticos 5. Por otra parte, una revisión de
las historias de las literaturas latinoamericanas nacionales permite observar la
ambigüedad de ciertos rótulos dados a diferentes fenómenos literarios; criollismo,
indigenismo, nativismo, mundonovismo, literatura gauchesca, realismo mágico, etc.,
términos que apuntan a una realidad que supera la forma literaria y entran en conflicto
con los esquemas estéticos que subyacen en los diferentes momentos socio-culturales
que generan esa escritura literaria. Lo mismo ocurre con la designación "literatura
nacional", complicada por la incertidumbre en torno al término "nación".
A mediados del siglo XIX, el contacto con la escuela francesa de Saint-Beauve marcó
la tendencia de organizar la producción de los autores en corrientes o escuelas, a las
que luego se sumó la filosofía determinista de Taine, elaborada a partir de la incidencia
de tres factores: medio, raza y momento. Hacia fines de siglo se impone en América la
concepción heredada de la historiografía romántica de Friedich Schlegel acerca de la
obra de arte como fenómeno único, emergente de un espacio y un tiempo histórico
determinados y producto de una conciencia nacional. Este criterio tuvo uno de sus
máximos exponentes en Menéndez y Pelayo, cuya mirada se centra en el pasado en
busca de la unidad perdida.
5 Son muestras de esta tendencia los Apuntes biográficos de escritores, oradores y hombres de
Estado de la República Argentina (1960) y los Estudios biográficos y críticos sobre algunos
poetas sudamericanos anteriores al siglo XIX (1965) de Juan María Gutiérrez.
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y las eruditas, con el objeto de alcanzar la superior lógica que da forma a las letras
argentinas. Como afirma Masiello:
En general, las historias literarias tradicionales han tendido a una ordenación "de tipo
mítico", dedicando algunos apartados a reseñar sus antiguos textos; en estos casos el
estudio se enmarcó en la perspectiva eurocéntrica de los géneros, sin atender a la
posibilidad de que estos géneros podían no existir en esas culturas. Tales
"antecedentes" desaparecían luego, absorbidos por la literatura entendida como
propiamente latinoamericana (Cfr. Pizarro, et. al., 1989). Las problemáticas de la
historia literaria latinoamericana reconoce, en los últimos cincuenta años, la
elaboración de diferentes propuestas:
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determinar las marcas estéticas y la visión del mundo comunes, ya que se
circunscribe al sistema culto.
Desde las propuestas más actuales se recuperan los aportes de cada uno de los criterios
mencionados. Se coincide en señalar que un período no puede ajustarse necesariamente
a delimitaciones calendarias precisas, puesto que involucra procesos socio-culturales
complejos. La amplitud de una propuesta de historia socio-cultural, permite estudiar el
dinamismo interno de los procesos literarios, marcar las líneas de contraste o de
continuidad entre los distintos fenómenos literarios, atendiendo más que a la linealidad
a la superposición de sistemas existentes (Pizarro, 1987). En este sentido, las lecturas
analíticas de la literatura argentina realizadas desde un horizonte de comprensión e
interpretación regional, posibilitan la elaboración de una tipología textual regionalizada
-previa a la concepción de la literatura nacional-, reconociendo los aportes
significativos de cada zona a la configuración cultural del país (Cfr. Heredia, 1994:
148).
I.6. PERIODIZACIÓN
En el territorio de los estudios historiográficos se percibe un movimiento de revisión
crítica sobre la linealidad de las periodizaciones. El aporte más significativo ha sido el
que promovió la escuela francesa de Annales, y las propuestas que exceden el marco de
la historia social para intentar una historia de las sociedades como conjunto (Cfr.
Miliani, 1985: 99, Hobsbawm, 1981). La historia de la literatura debe ser construida
desde una lectura que postule la misma como una continuidad coherente de
acontecimientos:
6 Uno de esos ordenamientos posibles, propuesto por Miliani para el estudio de la literatura
latinoamericana en general, comprendería, más que períodos, grandes épocas:
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Nuestra propuesta para la historia de la literatura del noroeste argentino refundiría el
modelo abierto, intersecando los momentos históricos antes demarcados con los
cambios y rupturas generados en los sistemas literarios, todos participantes en el
proceso semiótico que se opera en el interior de los textos. La propuesta del período
largo7 permite una mayor operatividad metodológica, por cuanto encomienda a los
mismos textos la tarea de construir la red de relaciones y el proceso literario del que
forman parte. Al abordar las particularidades de las manifestaciones literarias del NOA
comprobaremos que las características temporales no necesariamente coinciden con las
de otras regiones.
7 La distinción del "tiempo largo" ha sido generada por la Escuela Francesa de los Annales y
principalmente, por Fernand Braudel, y ha enriquecido las categorías de análisis de la historia de la
ciencia, que durante el siglo XIX explicaba los acontecimientos como sucesos que se gestan
rápidamente, con sus consiguientes consecuencias en los planos político y administrativo. La
consideración de los fenómenos que transcurren en el "tiempo largo" permite el contraste de los sucesos
segmentados en imágenes casi inmóviles: las formas de instalación humana, los usos y costumbres, las
mentalidades, los sistemas económicos, los modelos culturales, etc. En este sentido: "El noroeste, sede
del país tradicional, es un área muy a propósito para estudiar los acontecimientos del tiempo largo en el
período que va desde la colonización española y su encuentro con las culturas aborígenes hasta el
momento de la organización nacional cuando la Argentina inicia su entrada en la modernidad." (Bazán,
1992: 17-18).
8 Este concepto de "fundación", enmarcado en el enfoque de semiosis social propuesto por Eliseo
Verón, no implica necesariamente caer en un enfoque continuista (investigando los "antecedentes"
o "textos precursores"), sino más bien tomar en cuenta la teoría de la "ruptura": ..."la noción de
fundación designa los momentos de tensión en el interior de la red de la producción discursiva de
las ciencias, los puntos en que el tejido de la circulación histórica de los textos alcanza sus
desajustes máximos. Ni continuidad ni ruptura: el desarrollo de las ciencias, en el nivel de los
discursos que ellas producen, está marcado por fundaciones. Una fundación no es más que un
sistema de diferencias entre dos sistemas de relaciones, estas relaciones que los discursos
mantienen con las condiciones que los sostienen y explican en tanto productos de una práctica
significante, que se desarrolla en la historia" (Verón: 1987: 32-33).
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zona: Santiago del Estero, en 1553, y San Ramón del la Nueva Orán, en 1794. Durante
este lapso temporal que abarca casi tres siglos los textos escritos relevan los
movimientos transculturadores y la categorización imaginaria de la realidad, presentes
en los diferentes conceptos de frontera que se dibujan en los textos y en la mirada sobre
el "otro" diferenciado por parte de europeos e indígenas.
Otros mapas y conformaciones geoculturales serán los que pulsarán el momento actual
de la globalización técnica, en el que las regionalizaciones se re-ubican en el concierto
mundial. Como ha expresado Gloria Videla de Rivero, mientras avanza la globalización
“la reflexión sobre las identidades regionales es, para muchos ‘demodé’, para otros,
una ilusoria o compulsiva o retrógrada compensación de los habitantes de las
regiones, una lucha casi perdida de antemano ante la uniformidad avasallante que, en
el fondo, encubre poderosísimos neocolonialismos culturales, económicos, políticos.
Estos expanden su poder utilizando la tendencia histórica de la globalización, sin
necesidad de invadir territorios. El fenómeno compensatorio –la defensa de los
regionalismos- está ya diagnosticado de antemano en los libros, pensados en el núcleo
del imperio, que describen el planetarismo como megatendencia” (Videla de Rivero,
1996: 142).
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II. FUNDACIÓN
Las dos corrientes conquistadoras y colonizadoras del primer siglo echaron los
cimientos de una veintena de poblaciones de las que habrían de subsistir sólo seis:
Santiago del Estero, Córdoba, Tucumán, Salta, Jujuy y la Rioja. Durante los tres siglos
de coloniaje muchas ciudades desaparecieron, y de esa extinción también da cuenta la
escritura de la época. Nacimiento o disolución, la escritura del período fundacional del
Tucumán revela movimientos históricos muy peculiares que se descubren como huellas
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textuales de una gran epopeya literaria.
Cuando en 1776 se constituyó el Virreinato del Río de la Plata, la gran "Provincia del
Tucumán" -dependiente hasta entonces de Lima-, pasó a integrar el nuevo virreinato y
fue subdividida en dos grandes regiones: la gobernación de Salta del Tucumán, con la
ciudad de Salta como cabecera y la gobernación de Córdoba del Tucumán, con asiento
en la ciudad de Córdoba. La primera abarcaba la jurisdicción de las actuales provincias
argentinas de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán y Santiago del Estero, además de una
parte del Chaco Gualamba -zona occidental de las actuales Chaco y Formosa-. La zona
de Tarija, que oficialmente formó parte del Tucumán a partir de 1807, se encontraba
entonces profundamente comunicada con el Chaco. Los documentos de la época
colonial atestiguan la comunión cultural de estas regiones que hoy pertenecen a
naciones diferentes.
9 Nuestra lectura ha abarcado un corpus escriturario de trescientos cuarenta textos de los siglos XVI,
XVII y XVIII, todos pertenecientes a la zona del Tucumán, en el actual noroeste argentino. La fase
de relevamiento documental se ha limitado al período fundacional (1553-1794) y formó parte del
proyecto de investigación titulado "Textos fundacionales en el NOA. Historia y 'literatura'"
dependiente del CONICET (Cfr. Poderti, 1995a).
10 Entendemos que una tipología de los textos de la Colonia no debe depender de una clasifi cación
taxonómica previa, sino que surge como consecuencia de una descripción de las formas discursivas
que construyen los enunciados. Esta descripción se sitúa en el punto neurálgico en el cual los
"documentos", considerados como fuentes de investigación etno-histórica, se transforman en -
discursos autónomos que suponen un proceso de reconstrucción del sentido a partir de un ajuste
previo entre las gramáticas de producción y las de reconocimiento (Cfr. Verón, 1987). El modelo
tipológico aquí propuesto se desprende de la escritura reconstruida por el corpus y, por lo tanto,
atiende -en la descripción- a tres aspectos fundamentales en lo que se refiere a las condiciones de
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del género narrativo. Partiendo de la matriz colonial, se reconocen las formas
embrionarias y los temas que luego se presentarán como constantes en los períodos
posteriores.
Martin Lienhard (1992) destaca dos prácticas que legitiman las operaciones escriturales
de los primeros textos gestados en América: la político-religiosa, por un lado; y la
jurídico- notarial, por otra. En la primera, la escritura se ejerce como toma de posesión
territorial con vistas a la evangelización; en la segunda, la escritura “da fe” de las
responsabilidades individuales implicadas en estos actos de toma de posesión. En
nuestro enfoque hemos creído necesario agregar una práctica más, que incluye la
producción literaria canónica. En el primer subgrupo se incluyen operaciones escri-
turales que fueron específicamente producidas con un fin estético -dentro de los
cánones vigentes. El acto de agrupar algunas textualidades bajo la denominación
"literaria canónica" no impide que los documentos pertenecientes a las otras prácticas
(político-religiosa y jurídico-notarial) puedan ser leídos también como textos literarios
autónomos. La clasificación en tres grandes sectores se sustenta en la función primaria
de estas textualidades y su circulación entre los diferentes estamentos de la sociedad
colonial. Como hemos podido comprobar en el estudio casuístico del corpus, muchos
de los textos se generan en el cruce de una o varias prácticas discursivas. Los textos
"saturados" por los códigos provenientes de esa variedad revelan operaciones com-
plejas que acercan esas textualidades a la dinámica propia del discurso literario, en el
que la ambigüedad se instala en varios niveles del texto.
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- En las noticias, relaciones, crónicas y relatos la actitud de los textos se orienta hacia
una retorización de la narración, al ordenamiento cronológico de hechos. Este orden se
caracteriza por la condensación de aquellos en pos de acumular mayor cantidad de
datos. Así se perciben constantes hiatos entre el tiempo del relato y el tiempo de la
historia, resumiéndose en pocas páginas los acontecimientos de muchos años. Los
segmentos del relato se reconocen, en el caso de las crónicas, como formas
embrionarias de la historiografía, a partir de la búsqueda de objetividad centrada en un
personaje o lugar.
Las crónicas son, sin duda, los relatos más difundidos y reconocidos por la práctica
literaria canónica actual. Estas narraciones se nutrieron principalmente de los
acontecimientos de la empresa de la conquista. Como su denominación lo indica, las
crónicas -de 'cronos': tiempo- se refieren globalmente a lo sucedido en el tiempo del
coloniaje, al encuentro y contacto con los indígenas de las nuevas tierras y también al
enfrentamiento entre los propios conquistadores.
Hacia el siglo XVII deja de emplearse el vocablo "crónica" y se lo sustituye por las
expresiones "descripción" y "viaje" (Núñez: 1989). Se perfila así una suerte de relato
que atiende no sólo a la circunstancia temporal, sino también, con cierta insistencia, a
la circunstancia espacial, como ocurre en las páginas de Reginaldo de Lizárraga11
(1928, [1603]). Estos escritores se diferencian de los cronistas anteriores al presentar
escenarios, costumbres y situaciones humanas y sociales que acompañan el relato de
sucesos personales. La importancia de la narración de aconteceres y peripecias vividas,
así como la tendencia moralizante es una constante en la producción de los siglos de la
11 Nació en Medellín, España, hacia 1540. Su nombre laico era Baltasar de Obando. En
1590, llegó a Santiago del Estero como Visitador de conventos dominicanos en la Provincia del
Perú. Escribió su difundida Descripción breve del reino del Perú, Río de la Plata y Chile o
Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile, también
conocida como Descripción de las Indias. Esta obra consta de dos partes y tiene un total de 294
capítulos . El número LXII, titulado "Del camino de Talina a Tucumán" se refiere al actual noroeste
argentino, y constituye una verdadera guía para viajeros, con relatos ágiles sobre todo lo que
acontecía en su itinerario.
Los historiadores aportan dos fechas y lugares de su muerte: en Asunción, alrededor de 1615 o en
Buenos Aires, hacia 1609 (Cfr. Fidalgo, 1975: 37-38).
31
Colonia, y emparienta este conjunto de textos con la forma de relatar de la novela
picaresca peninsular (Cfr. Mignolo, 1982: 101).
- Los relatos de viajeros y los diarios de viaje, contienen - en la idea del itinerario
físico y de desplazamiento espacial- una estructura narrativa con elementos muy
peculiares: la sucesión cronológica obligada y el desarrollo paso a paso de los hechos
permiten la entrada de otras voces en el discurso. En el afán de "registrar" los datos de
la realidad inmediata, el narrador se somete a las reglas emanadas de esa realidad,
aunque no sean las propias. Por otro lado, el grado de ficcionalización de lo que se va
observando durante un itinerario espacial sufre mayores compromisos subjetivos. Este
es el caso de los diarios o relatos de viaje escritos cuando los recuerdos del explorador
se han decantado y las convenciones narrativas ya han impuesto sus leyes. Hemos
relevado un importante grupo de diarios de viaje, firmados por expedicionarios que se
adentraron a la zona del Chaco con diferentes fines, como los diarios del capitán
Fernández Cornejo (1780, 1790 y 1791) 12, del gobernador del Tucumán Gerónimo
Matorras (1774), de Fray Francisco Morillo (1780), del coronel Francisco Gabino
Arias13 (1780), entre otros (en De Angelis, 1910; Cfr. Poderti, 1995a).
12 Juan Adrián Fernández Cornejo nació en Perú, en 1730. Fue Corregidor de algunos
pueblos reduccionales, Regidor de Pueblos Reduccionales, regidor de la Provincia de Salta y
comisionado para la expatriación de los Jesuitas del Tucumán. También fue promovido a Coronel
de Caballería de Milicias Reales y ocupó un puesto en el Cabildo de Salta. Realizó dos intentos de
navegación del río Bermejo. En el segundo, en 1790, logró llegar desde la confluencia del río Zenta
con el Bermejo hasta el río Paraguay. Sus informes y detalladas descripciones de la zona, muchas
de ellas contenidas en los diarios de viaje de sus expediciones, fueron tomados en cuenta por Don
Ramón García de León y Pizarro en el momento de fundar la ciudad de San Ramón de la Nueva
Orán. Introdujo el cultivo y la industrialización de la caña de azúcar en la zona. Murió en 1797
(Cfr. Poderti, 1995).
13 Los diarios de viaje de Gerónimo Matorras y Gabino Arias fueron escritos por José Antonio Arias
Rengell e Hidalgo, quien se desempeñaba como Auditor de Guerra y tomaba notas de lo acontecido
durante las expediciones al Gran Chaco. Arias Rengell e Hidalgo nació en Rosario de Lerma
(Salta) el 5 de julio de 1744 y fue considerado uno de los primeros cronistas del Río de la Plata
(Cfr. Figueroa, 1980: 35-36).
14 El viajero francés Acarette habría nacido alrededor de 1544 y realizó dos viajes al Río de la Plata.
El primero se inicia a fines de diciembre de 1657 y finaliza en 1659. El segundo viaje de Acarette,
sin licencia real y con el pretexto de perseguir a los lusitanos en las costas brasileñas, se verificó sin
fecha precisa, aún cuando por las referencias textuales, puede asegurarse que tuvo lugar durante el
gobierno de Alonso Mercado y Villacorta (1660 y 1663). Como resultado de sus viajes publicó una
relación que constaba de cuatro partes, en francés, entre los años 1663 y 1672. Otra edición
completa apareció en 1696. Más tarde hubo dos ediciones en inglés y con distintos nombres.
32
la empresa colonizadora. Los relatos de viaje despliegan una escritura de corte
especulativo y científico. Los viajeros se orientan hacia la actitud de estudiar las cosas
sobre el terreno, mediante la observación de la realidad con sentido crítico. La escritura
del relato descriptivo Hacia allá y para acá, del religioso alemán Florián Paucke
(1942, [1748]), se alterna con coloridas ilustraciones y estampas que muestran la vida
de los lugares en los que el viajero fijó su estancia.
15 Aunque el texto está firmado por Calixto Bustamante Carlos Inca, alias "Concolorcorvo" (con color
de cuervo), algunos críticos e historiadores -como Bernardo Canal Feijóo y José Torre Revello-
aseguran que su autor fue Alonso Carrió de la Vandera. Sin embargo Manuel Mendiburu (biógrafo
e historiador peruano) afirma que el autor es Calixto Bustamante (Cfr. Canal Feijóo, 1980-86: 152,
Fidalgo, 1975: 44).
16 El jesuita Pedro Lozano nació en Madrid en 1697 y llegó al Río de la Plata cuando tenía veinte
años. Escritor prolífico, para la redacción de sus monumentales obras se valió de documentos y
archivos así como también de crónicas y literatura del momento (Centenera y Ruy Díaz). Murió en
Humahuaca en 1752.
33
Los extensos apartados dedicados a la caracterización de la fauna y la flora de América,
se transforman en un apéndice de las compilaciones alegóricas de las naturalezas
animal y vegetal, realizadas en la Edad Media. Las descripciones del bestiario salvaje,
en los textos de Lozano (1941, [1733]), Dobrizhoffer (1967, [1784]) o Florián Paucke
(1942, [1748]), ofrecen un importante repertorio de rasgos figurativos sobre criaturas
reales e imaginarias de la naturaleza americana.
... yo llegué a Salta y en todo el camino no vi cosa digna de ser escrita sino es
a tres o cuatro jornadas de Talina unas salinas en despoblado, las más famosas
que creo que hay en el mundo, es un valle que debe tener más de tres leguas de
ancho, y de largo, según me informé, más de quince; la sal más blanca que la
nieve... (Lizárraga, 1928, [1603?]) (*)17.
34
Entre las formas denominadas "historia", se incluyen las obras de rescate de las
culturas indígenas, como la Historia de los Abipones (1967, [1784]), escrita por
Martin Dobrizhoffer -sacerdote y misionero en Paracuaria-; junto a las importantes
contribuciones que describen los acontecimientos generados en la empresa fundacional
en el Tucumán, como la "Historia del Colegio de Tarija", manuscrito del padre Mingo
(1795), o la Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán (1969, [1764]), del
padre Guevara de la Compañía de Jesús.
La denominación "informe" también aparece ligada a las formas del relato de viajeros,
como ocurre con los informes del funcionario Francisco de Paula Sanz, visitador de la
Renta del Tabaco. El relato, que tiene algunos rasgos similares al de Concolorcorvo,
releva el itinerario de Paula Sanz por el Virreinato del Río de la Plata, siguiendo el
"camino del tabaco" (1977, [1779-80]). El propósito del texto de este funcionario es el
de reunir todos los datos útiles a la celebración de contratos con los cosecheros, decidir
qué sitios son los más adecuados para la erección de factorias, averiguar acerca de los
fraudes que se cometen y tomar noticias individuales de los pueblos, haciendas o
rancherías de cada obispado, observando las preferencias de los consumidores.
35
se detecta en las diferencias producidas entre las versiones de una "misma" carta.
Durante ese período las cartas y otros escritos iban de América a España en dos o tres
ejemplares, por vías o conductos diferentes, por temor a posibles extravíos (Cfr. Jaimes
Freyre, 1915: 70). Las modificaciones operadas por el enunciador en cada versión de
estos textos, denuncian una práctica en la que lo estético -la búsqueda de la palabra
exacta, la depuración de la escritura- alcanza un nivel de codificación propio del texto
literario. La metamorfosis y el cruce de tipos se pone de manifiesto cuando un texto
que en su génesis fue carta, se convierte en una forma que reúne las características de
"libro de viaje", "descripción" o "informe", como ocurre en el caso de una carta dirigi-
da al Rey, en 1566, por el oidor Matienzo, texto que luego de algunas mutaciones signi-
ficativas en cuanto al estilo y los contenidos, constituye su conocido Gobierno del
Perú (1910 [1567]).
36
la tierra como de la mar, naturales y morales, perpetuos y temporales,
eclesiásticos y seglares, pasadas y presentes... y tengan un libro de dicha
descripción... y gran cuidado en la correspondencia de los virreyes,
audiencias y ministros para que informen cada año de las novedades que
hubieren y las que sucedieren se vayan poniendo y añadiendo en el dicho libro
(en Torre Revello, 1941).
37
tortura, etc.- establece para los lectores de nuestro siglo, nuevas pautas de lectura e
interpretación.
- Los textos provenientes de la legislación -como las ordenanzas, las leyes y las
prohibiciones, son incisiones de la realidad social de la época y, por ello, también son
testimonios de la vida cultural, en un contexto en el que los códigos estéticos parecen
confluir. La lectura de nuestro corpus nos provee de normativas muy peculiares, como
una prohibición para "disfrazarse de penitente" y "disciplinarse en las procesiones reli-
giosas", ordenada por el Gobernador Intendente de Salta del Tucumán -Don Andrés
Mestre-, en el año 1786 (en Revista del Archivo de Santiago del Estero, 1929, ne 20).
Dentro del corpus se han considerado también varias informaciones levantadas con el
fin de esclarecer hechos de carácter sobrenatural (apariciones, milagros, etc.) como las
que constan en el grupo de documentos relativos a Nuestra Señora del Valle de
Catamarca, compilados por Larrouy (1915).
38
referencia a la Probanza de los méritos del presbítero Diego Juárez, primer sacerdote
criollo del Tucumán, en la que se describe la lengua de los indios naturales de Santiago
del Estero, certificada por el gobernador Juan Ramírez de Velasco, en 1592 (en
Larrouy, 1923); o la Información de Méritos y Servicios del Capitán Juan G. Bazán,
levantada entre 1585 y 1589 (en Levillier, 1920), en la que se introduce un episodio -el
de su trágica muerte en manos de los indígenas del Chaco- que será recreado por la
literatura posterior (Cfr. Carrizo, 1945).
39
documentación, perteneciente al Archivo Histórico de Salta, incluye un plano
realizado por Don Joaquín Marín, a pedido de la Junta Municipal de Temporalidades,
así como también un importante segmento argumentativo en la intervención de doña
Francisca López de Velazco, quien defiende a los naturales ante los "legítimos"
poseedores de la merced acordada por el gobernador Matorras ([1768-1789]).
- Pese a su gran carga de legalidad, los títulos pueden reelaborar el pasado mítico
histórico de las personas o colectividades implicadas. La forma de historiar los hechos
con actitud legitimadora constituye el principal argumento y constancia de los derechos
sobre una tierra, encomienda, esclavo, etc. En caso de litigio estos documentos, como
las cartas, se presentaban como pruebas ante las autoridades coloniales. En el corpus
relevado los títulos están destinados al reconocimiento de méritos personales y a
nombramientos efectuados por los funcionarios peninsulares, como el título de
Teniente Gobernador y Capitán dado por Francisco de Aguirre a Diego de Villarroel en
1565, y cuya presentación se efectuara en el Cabildo de la ciudad de San Miguel de
Tucumán, en el día de su fundación (en Levillier, 1931).
40
los participantes verdaderas "batallas letradas" (Serrano Redonet, 1969). En los lugares
carentes de instituciones educativas la Iglesia se convirtió en un importante foco
cultural. En este sentido, es significativo que la mayoría de los nombres de poetas y
escritores de la Colonia correspondan a la persona de religiosos.
La imprenta de las Misiones de la provincia jesuítica del Paraguay fue construida con
madera de la selva. En ese ámbito se imprimió, en 1700, el Martirologio Romano de
neuman, en 1704 el Flos Sanctorum de Rivadeneira -ambos traducidos al guaraní por
José Serrano- y, en 1705, De la diferencia entre lo temporal y lo eterno de
Nieremberg. La imprenta de las Misiones subsistió hasta 1747 y en esos treinta años
llegó a imprimir alrededor de veinte obras, la mayoría de ellas de autores peninsulares.
41
disposiciones de esa suprema autoridad. Entre las ordenanzas del Sínodo Santiagueño
se incluye la prohibición de bailar y cantar "cantos lascivos torpes y deshonestos" que
introducen "el demonio en el mundo"19. Las ordenanzas de este Sínodo permiten
conocer la intensidad de la penetración de la poesía hispánica: después de medio siglo
de haberse levantado el primer asiento de españoles en el Tucumán, ya se conocían y
cantaban variados poemas de la tradición hispánica popular (Carrizo, 1945: 27).
En las Cartas Annuas se alude a los "cantares" de los indígenas que poblaron el
Tucumán, pero no se ha conservado un grupo considerablemente extenso de
composiciones autóctonas gestadas en los primeros siglos de evangelización. Nos
llegan, a partir de esas cartas escritas por los misioneros, muchas coplas y cantos que
los frailes utilizaron para la catequesis de los pueblos aborígenes, como la que
transcribe el Padre Barzana y cuya composición se acredita al misionero franciscano
Juan de Viana. La copla, escrita hacia el año 1588, resume la actitud de los misioneros
de Esteco (en Carrizo, 1945: 71):
19 "Ordenamos y mandamos so pena de excomunión mayor que ninguna persona baile, dance, taña ni
cante bailes ni cantos lascivos, torpes ni deshonestos, que contengan cosas lascivas, y los introdujo
el demonio en el mundo para hacer irremediables daños con torpes palabras y con meneos" (Primer
Sínodo de la Diócesis del Tucumán, Santiago del Estero, 9 de setiembre de 1595, Parte Tercera,
Constitución vigésimacuarta, en Toscano, 1908, I: 567).
42
Evangelios y Doctrina: la concepción cristiana del mundo aparece en temas
tales como la disputa del alma con el cuerpo, la salvación, el desprecio de la
vida y la invocación de la muerte, la necesidad de la enmienda, el Apocalipsis
de San Juan, la parábola del hijo pródigo, etc.
- Los textos satíricos describen una visión más terrena, desmontando algunos mecanis-
mos socio-culturales del proceso colonial en América. Ese es el caso de la Sátira a las
cosas que pasan en el Pirú, escrita por Mateo Rosas de Oquendo20 hacia 1598 (en
Lasarte, 1990) y de varias composiciones del mismo autor. A partir de sucesivos
procesos de "carnavalización" 21 se presenta, en estos poemas, una mirada diferente de
20 Mateo Rosas de Oquendo (1559?-1612?) llegó a Indias en 1585. Primeramente estuvo en Lima,
luego participó, junto al gobernador Ramírez de Velazco en la fundación de la ciudad de La Rioja
(1591) y más tarde se desempeñó como encomendero de indios en Santiago del Estero. En sus
composiciones satiriza las hazañas de la conquista y la sociedad virreinal, condenando a criollos y
peninsulares, sin interesarle clase social o religiosa.
43
la "oficial", se desmitifican las hazañas políticas y religiosas de la conquista. En esta
época, la sátira fue generalmente utilizada bajo la protección del anonimato, como un
medio de actualizar la reacción contra situaciones difíciles de modificar del régimen vi-
rreinal. Su difusión se mantuvo principalmente en el marco de la oralidad, aunque
también era corriente la circulación en panfletos manuscritos (Cfr. Becco, 1990).
La sátira, como poema destinado a censurar los vicios y defectos de diferentes clases
sociales, se origina en América bajo la óptica de poesía burlesca motivada en la crítica
de restauración moral.
- En conexión con los textos satíricos se genera una forma textual que condensa dos
prácticas discursivas: la política y la literaria. Los pasquines vehiculizan los actos de
rebelión anticolonial y permiten la expresión alternativa de los segmentos marginados
de la sociedad. La producción de pasquines es significativa y vasta desde la segunda
mitad del siglo XVIII y está conformada por un conjunto de textos escritos anónimos,
que da cuenta de los procesos revolucionarios y emancipadores en las colonias
americanas. Desde el punto de vista formal, los pasquines son escritos breves, en prosa
o en verso -generalmente octosílabos- que hacen uso de un lenguaje sencillo, claro y
conciso. En el léxico utilizado se marca, con frecuencia, la voluntad de transgredir las
normas del buen uso del lenguaje (expresiones irreverentes, insultos, coprolalia, etc),
como acompañamiento necesario de los contenidos rebeldes y los efectos subversivos
de estos textos. Algunos de estos pasquines eran acompañados de dibujos que
representaban de un modo grotesco a autoridades españolas, sentadas sobre burros y en
camino a la horca (Cfr. Godenzzi, 1995).
22 Desde el punto de vista semántico, los pasquines revelan una estructura elemental que
organiza el significado de estos textos. La idea de "tiranía" resume la situación colonial denunciada
constantemente, la que se expresaba a través de la imposición de nuevos gravámenes, alcabalas,
quintos, establecimientos de aduanas, estancos, etc. La "tiranía", personificada por el visitador, los
corregidores, los aduaneros y demás autoridades que introducen cargas insoportables para sus
súbditos, se opone a la unidad semántica "buen gobierno", que tiene como promotores a un
soberano de estas tierras (un nuevo Inca), -quien protege los derechos de sus "paisanos"
americanos"-, o bien al Rey de España, a quien se supone defensor de los vasallos y dador de las
leyes justas. De ahí que algunos pasquines se presenten como "fidelistas" y otros como
"separatistas". También hay pasquines que oscilan entre una y otra postura, reflejando el estado de
ánimo de los criollos (Cfr. Poderti, 1997).
44
independentistas, como la de Túpac Amaru, iniciada en 1780, y otros escritos
anónimos, como el que circuló en Salta, hacia 1805, titulado "lamentos de un capao"
(Cfr. Acevedo, 1965: 425-426).
45
modelos instituidos son cuestionados desde la alteridad. Los textos tienden a
transformarse en verdaderos campos de batalla, en los que la voz dominante se debate
en un imprevisto juego de contradiscursos.
Así, los géneros típicamente "híbridos" y las posiciones de los sujetos plurales de la
Colonia, acusan la insuficiencia y la esterilidad de los presupuestos estéticos del
paradigma anterior. En nuevo paradigma deja atrás el planteo binario literatura/no
literatura, permitiendo que los investigadores literarios y culturales pongan atención en
un cuerpo de textos heterodoxos, antes ignorado o desatendido (Cfr. Larsen, 1993:
336). Esencialmente, el cambio se opera al extender la naturaleza de la categoría de la
46
literatura hacia una mucho más amplia e híbrida, como es la de la cultura, suponiendo
la existencia de otros modos de producción cultural. Esta ruptura acarrea la
consiguiente fractura del modelo lineal de la historia, un anti-historicismo que tiene
que ver con la condición de "textos" a la que adscriben los "documentos" coloniales.
Cualquiera sea su valor historiográfico, esas formas escriturales pueden ser
consideradas, en sus modos de producción, a través de ciertas estructuras discursivas
que permiten valorar sus cualidades artísticas, sin caer en el modelo estético
unilateralmente formal del vanguardismo, según el cual lo estético es algo opuesto a lo
real y no de sus modos particulares de reflexión (Cfr. Larsen, 1993: 341).
47
tenga respuesta pero no por ello deja de ser necesario hacérsela todo el tiempo
(Dorra, 1995).
48
alguna especie de espacio mental inerte. Además, tal como sigue agregando Walter
Ong:
II.4.1.b. Historia/Leyenda
La primacía del trazado narrativo ha sido notada por los estudiosos de las formas de la
oralidad como Ong (1993) y Jolles (1972), para quienes la narración aparece regu-
larmente como manifestación de todas las culturas orales primarias sobreviviendo al
conocimiento de la escritura y al procesamiento electrónico de la información. Aún el
discurso "científico" se apoya en la narración para establecer ciertas generalizaciones,
para argumentar con validez y arribar a conclusiones abstractas. El valor de la narrativa
en la representación de la realidad ha sido apuntado por Roland Barthes (1977: 79),
para quien la narrativa es simplemente como la vida misma, internacional,
transhistórica, transcultural. Esta narrativa, lejos de ser un código entre los muchos que
puede utilizar una cultura para dotar de significación la experiencia, es un metacódigo,
un universal humano sobre cuya base pueden transmitirse mensajes transculturales
acerca de la naturaleza de la realidad común (White, 1992: 17).
Las culturas narrativas orales utilizan historias de acción humana para guardar,
organizar y comunicar su saber. En estas culturas, la narración se identifica con una
estructura depositaria capaz de reunir gran cantidad de conocimientos populares en
manifestaciones relativamente sustanciales y perdurables, sujetas a la repetición. De
hecho, una cultura eminentemente oral desconoce la trama lineal climática y larga, al
modo de una epopeya o novela. No obstante, puede organizar la narración más breve
con un clímax implacable. Los hechos, en medio de los cuales la acción debe empezar,
nunca se disponen en un orden cronológico para establecer una "trama".
De estas consideraciones también parte Jolles para tipificar las nueve formas simples
que se integran a los estudios que emparientan la oralidad con las expresiones escritas,
atendiendo al paso desde la "lengua" a la "literatura" (Jolles, 1977: 15). La lengua,
concebida por Jolles como trabajo de producción, creación e interpretación, altera el
49
curso natural de las cosas, las incorpora y acepta en la vida del hombre. Se opera una
interrupción de los procesos naturales, una modificación similar a la que produce el
artesano o el campesino por medio del trabajo. Las formas simples se encuentran en
"estado de agregación" al de la literatura propiamente tal, son formas no captadas por
las disciplinas que describen la estructura de las unidades lingüísticas y su clasificación
en la obra artística definitiva. Estas formas "se encuentran tan adheridas a la lengua,
que parecen resistirse a la conciencia eterna de la lengua: a la escritura." (Jolles,
1977: 237). Jolles clasifica esas formas básicas de acuerdo a sus ademanes lingüísticos,
a la actividad mental que vehiculizan y a su actualización en el tiempo, para delimitar
las siguientes formas literarias: hagiografía, leyenda, mito, enigma, sentencia, kasus,
memorabile, märchen y chiste.
Sin embargo, la forma de la leyenda posee una matriz común con la narración histórica.
Así muchas de las leyendas relevadas entre las comunidades del noroeste constituyen
importantes eslabones en el proceso de articulación de las tradiciones populares con la
historia:
50
transmitieron de viva voz de generación en generación.
Se rescata así una doble relación, que está dada por el juego del pasado-
presente en el informante y por el complejo vínculo del historiador-testimonio
en el investigador. (...) Aceptar esta dialéctica y compleja relación es lo que
permite que lo tradicional esté vivo en las reconstrucciones de las leyendas de
51
El Familiar, La Viuda y tantas otras que, si bien adquieren el sentido de la
época en su recuperación, lo hacen conservando el sentido que las originó. Se
mantiene la continuación de la vieja trama en el tejido de otra historia (Leoni
Pinto, 1994: 14).
Las primeras leyendas de América se gestan en el momento mismo del encuentro entre
diferentes tradiciones culturales. El aura de misterio que envolvía al continente recién
descubierto generó leyendas como las del Paitití, el Dorado y el Amazonas (Cfr.
Levillier, 1976). La leyenda del Paitití crea un espacio imaginario en la geografía
andina. Como afirma Flores Galindo (1986), el descubrimiento y la conquista de
América implicaron un desarrollo significativo de la cartografía: era necesario precisar
las formas y dimensiones de los nuevos territorios. Junto a los cálculos que se
pretendían rigurosos surgió una geografía imaginaria, especie de horizonte onírico de
los conquistadores. A medida que las expediciones ingresaban a territorios más alejados
e inhóspitos, aparecían otros países como el Dabaybe, las Minas de Esmeraldas, la
laguna del Sol, la Gran Noticia, Traspalanda, el Reino del Sol. etc. De todos ellos, el
que más divulgación alcanzó fue El Dorado, país donde la riqueza abundaba y quedaba
a la mano, territorio habitado por los amazonas. El Paitití nació como resultado del
entrecruzamiento entre tres tradiciones culturales: la dualidad andina, los sueños de los
españoles y los mitos tupí-guaraníes. Su localización, durante el siglo XVII, se
identifica con un ambiente selvático. La selva -el ámbito del Paraíso Terrestre-, que
ocupa un lugar preponderante en el imaginario colonial, se convierte en el epicentro de
un movimiento social que fortaleció la verosimilitud del Paitití y alentó a los rebeldes
de Huarochirí, en 1750. Treinta años después Túpac Amaru se proclamará soberano del
Gran Paitítí (Flores Galindo, 1986: 64).
52
de manifestaciones de la cultura popular andina. Según esta narración, la conquista
habría cercenado la cabeza del Inca que desde entonces estaría separada de su cuerpo;
cuando ambos se encuentren, terminará ese período de desorden, confusión y oscuridad
que iniciaron los europeos, y los hombres andinos (los runas) recuperarán su historia.
Tengo gran noticia de una provincia que llaman los Césares, corre norte sur
desde Córdoba hasta el Estrecho de Magallanes, hay veinte grados que son
trescientas y cincuenta leguas y así mesmo la tengo de que hay gran suma de
gente y de que hay grandes riquezas de oro. Es entre Chile y la mar del norte y
a las espaldas de Arauco, siendo V. M. servido de que en poblando a Calchaquí
y conquistándolo de Salta que se hará todo en dos años, haga gente para
entrar en esta tierra (...) Por el nombre que tiene de rica se sacarán del Pirú
trescientos o quatrocientos hombres, con los cuales y los que desta
gobernación sacare, hará esta Jornada, de la cual podría ir por tierra desde
aquí al Estrecho (...) y sin que a V. M. le cueste un peso, me ofrezco a hacer
esta Jornada, siendo servido de darme título de adelantado della y la décima
parte de los que se ganaren y dos hábitos de Santiago, uno para mí y otro para
mi hijo mayor... (en Torre Revello, 1941, I: 132-133).
Pero esta suposición no pasa de ser una leyenda más de las que se tejieron en
el Nuevo Mundo, y a la luz de las investigaciones más recientes es considerada
por los historiadores como otra fantasía surgida en la mente de los aventureros
de la primera (1980: 32).
53
Aquellos relatos legendarios -merced a su fuerza y poder de convicción-, se
transformaron así en el acicate que llevó a tantos europeos a penetrar en el corazón del
territorio americano en busca de la ciudad que César y sus compañeros soñaron cuajada
de tesoros (Levillier, 1976).
En las líneas que siguen nos centraremos principalmente en un corpus de leyendas del
noroeste argentino que relevan las epopeyas de la conquista y la catequización
operadas durante estos tres siglos de Colonia. El tránsito de estas formas orales de
generación en generación ha ido incorporando a la narración otros elementos que se
asocian con la creación libre de la fantasía popular y, a la vez, con una actitud de
reedición de los temas ancestrales, a partir del rescate de una concepción mitológica
propia de las comunidades indígenas, en la que la metamorfosis, la unión del mundo
animal con el mundo humano y la presencia de una cosmogonía muy enraizada con las
fuerzas naturales, son el principal motor de la vida.
Los conquistadores españoles del siglo XVI se sirvieron de las rutas indígenas y
especialmente de las incásicas, reafirmadas por Tupac Yupanqui y Huayna Capac. En
los últimos años, las investigaciones etnohistóricas han aportado elementos
fundamentales para los estudios sobre las etnias del área andina central y sus sistemas
de vinculación (Cfr. Mulvany de Peñaloza, 1986).
54
incas23. Al momento de divulgarse la profecía aludida, circularon proclamas que
exhortaban al levantamiento indígena, en las que se indicaba la existencia de planos
que señalaban los lugares de reunión y donde debían ser capturados los españoles.
Hacia 1776 un grupo de personas anunciaban, en los caminos de Arequipa, la pronta
finalización de los tiempos del gobierno español en los Andes, afirmando que los incas
volverían a gobernar. Pronosticaban que el hecho anunciado ocurriría en el inmediato
"año de los tres sietes (1777) y que las órdenes para el alzamiento definitivo
provendrían de la ciudad de Cuzco. Estas informaciones resultan sintomáticas del
ambiente mesiánico que preexistía a la sublevación de Túpac Amaru II, y coincidían en
referir la presencia de santos católicos cuyas profecías avalaban los pronósticos, como
Santa Rosa de Lima24, San Luis Beltrán y San Francisco Solano (Pease, 1992: 320-
322).
En las crónicas coloniales el Inca es identificado como el "hijo del sol" y su carácter
sagrado se asienta en las genealogías de reyes que, a partir de Manco Cápac,
gobernaron el Cuzco y su creciente imperio. La tradición oral andina presenta al Inca
como un ser que sacralizaba a toda persona u objeto que tenía contacto con él. Los
primeros cronistas incluyeron en sus relatos informaciones acerca de la existencia de
depósitos especiales que conservaban las piezas de ropa que el Inca había empleado.
También relataban cómo las mujeres de los incas recogían hasta los cabellos que se les
caían. De este modo, el Inca era presentado como un mediador entre el mundo de las
divinidades y el mundo de los hombres. Algunas versiones recogen la imagen del Inca
negociando conquistas y arbitrando en los conflictos entre distintos grupos étnicos.
El Inca también aparece en las crónicas del siglo XVI como el "donador" del maíz y
patrocinador de la agricultura, explicitándose que durante la vigencia de los incas se
extendió la frontera agrícola del maíz. También era considerado "dueño" de los
minerales: los mitos recogidos en la región sur del Perú actual afirman que, luego de la
invasión española, el Inca se fue al subsuelo, llevándose a sus tres mujeres: una de oro,
otra de plata y otra de cobre. Otro aspecto de la imagen del Inca es que la población
andina le entregaba gente que trabajaba para él, bajo el régimen de la mitta. Las tareas
de centenares de hombres se circunscribían a "hacer paredes" (edificios, caminos,
depósitos, canales, andenes, etc.). En los mitos recogidos por la etnología
contemporánea, el Inca es presentado como un personaje que hacía que las piedras se
23 Según Millones, el nombre de Santa Rosa aparece asociado a profecías de gran resonancia popular.
En 1759, el indígena Antonio Calvo "seducía a sus congéneres con vanas razones diciéndoles
entre otras cosas que Santa Rosa había pronosticado que en el año 50 volvería el Imperio del Perú
a sus legítimos dueños" (Vargas Ugarte 1956: 248). El tema fue tomado con seriedad por las
autoridades que ejecutaron a Calvo y a cinco de los más implicados. La situación se repite en 1776
en Urubamba, en el corregimiento del Cuzco. Una vez más los indígenas o mestizos, ante la
inminencia del año de los tres sietes y como reflejo de las condiciones que provocaron la
sublevación de José Gabriel Condorcanqui, empezaron a prepararse para el cumplimiento de las
profecías de Santa Rosa. Transcurrido el año 1777 la expectativa no se diluyó y los
acontecimientos de Huarochirí en 1783 (Hidalgo, 1983:122) constituyen el testimonio de lo que
parece haber sido un rezago de las acciones de Túpac Amaru II (Cfr. Millones, 1993: 187).
24 Según subraya Franklin Pease, es interesante la mención a Santa Rosa dentro de estos
relatos proféticos, sobre todo si se recuerda que, una centuria antes, el curaca Jerónimo Lorenzo
Limaylla había presentado a las autoridades metropolitanas un pedido para crear una orden
nobiliaria para "descendientes de ingas y moctezumas", precisamente bajo el patrocinio de Santa
Rosa (Pease, 1992: 321).
55
movieran y que las paredes se ordenaran por sí mismas. La tradición andina también
atribuye al Inca la capacidad de entregar la tecnología y el agua, o distribuir el ganado,
la ropa y otros productos agrícolas de importancia, como el maíz y la coca.
Este estudio de los relatos legendarios sobre el Rey Inca en el Tucumán se centra en un
corpus de narraciones orales recogidas recientemente en la localidad de Coranzuli, en
el departamento de Susques, situado al noroeste de la provincia de Jujuy (Cfr. Terrón
de Bellomo, 1995). El motivo de la inversión de papeles es el motor fundamental de
estas narraciones que intentan recomponer el ciclo mítico andino. En este universo
conceptual, la conquista significó un "pachacuti", es decir la inversión del orden. El
cosmos se dividía en dos: el mundo de arriba y el mundo de abajo; el cielo y la tierra.
El orden del cosmos se repetía en otros dos niveles. De hecho, la capital del imperio del
Cuzco -como otras ciudades del Perú- estaba dividida en dos barrios, el de arriba y el
de abajo. La división en mitades caracterizaba la visión dual, en la que las partes
opuestas eran necesarias entre sí26.
25 La versión clásica de los cronistas distinguía dos líneas genealógicas: la de la nobleza "de sangre" y
la "de privilegio", división que reproducía el modelo de las dirigencias europeas de entonces. La
primera se originaba en señoríos ancestrales y parentelas de reyes, y la segunda era el producto de
la generosidad real al pagar los servicios prestados a las diversas causas en las que una Corona se
comprometía. Así, los nobles de sangre son, en las crónicas, los parientes del Inca reinante y sus
sucesores. Este razonamiento permitía a los cronistas establecer la ilegitimidad del gobernante que
hallaron los españoles en los Andes, pues solamente de esta manera podían considerarlo un tirano
en su sentido renacentista, detentador ilegal de un poder usurpado por la fuerza y cuya presencia
hacía legítima la conquista española. De esta manera, la invasión europea podía ser interpretada
como una gesta destinada a restituir la libertad a un pueblo sometido al yugo injusto (Pease, 1992:
72).
56
Como se comprueba a través de la pervivencia de este cúmulo de relatos de Inkarrí, la
muerte de Atahualpa no fue fácilmente olvidada. Capturado en noviembre de 1532, fue
condenado al garrote en julio de 1533. La primera mención en los documentos acerca
de la idea del Inca se encuentra referida, curiosamente, no a un indio, sino a un español.
En 1548, Gonzalo Pizarro, en plena rebeldía, entra al Cuzco organizando a sus hombres
para enfrentar a la corona, y se dice que los indios lo aclamaban llamándolo Inca. A
partir de allí, muchos fueron los intentos por recomponer la dinastía real perdida. Las
grandes sublevaciones andinas, como las conspiraciones, conatos o rebeliones fallidas,
de una u otra manera, han pretendido invocar la memoria de los incas, en lugares tan
diferentes como alejados: Quito, Lima y el Tucumán. El levantamiento Calchaquí, en el
que entra en escena el falso Inca Bohorquez, o la rebelión de Túpac Amaru han sido
generadas por esta necesidad de encarnar en un ser cuasi divino la conciencia de
armonía social.
La transgresión impuesta por la llegada de los españoles busca ser contrarrestada por el
accionar de un héroe, el Inca, quien es capaz de devolver a su pueblo las condiciones
de vida que gozaran en el pasado. Las expectativas indígenas centradas en el regreso
del Rey Inca significan el resurgimiento de una nueva era que se proyecta hacia el
futuro. Los relatos legendarios funcionan, en este sentido, como un mecanismo de
Bajtín, 1987). El carnaval, como elemento central de la cultura popular evitaba los riesgos de la
confrontación abierta, pero también mantuvo vivas las utopías prácticas en América (Flores
Galindo, 1986: 26).
57
resistencia étnica y social.
Las leyendas que toman como personaje central la figura del Rey Inca hacen confluir,
en una misma textura, lo individual y lo colectivo, la oralidad y la escritura, articulando
una versión de los hechos del pasado andino que demuestra la capacidad de las culturas
nativas para resignificar su propia historia. Así, la violencia de la desaparición del Rey
Inca deviene, en el nivel discursivo, en un modelo que no hace diferencia entre los
modos de representación históricos y literarios, con el fin de restaurar la justicia
esperada por los indígenas. Esta combinación simbólica se manifiesta, en las
narraciones que reactualizan el ciclo mítico del Rey Inca, en algunas marcas
significativas:
El Rey Inca Manco. Ese es otra generación. Ese lo han muerto los españoles
cuando vinieron. Porque el Rey Inca Manco Capac, ese era rico, ese un
hombre que ha nacido de una pobre, pero no carnal, sino espiritual, por la
gracia de Dios en espíritu. Se ha criado en el vientre de la moza (en Terrón de
Bellomo, 1995: 107).
- El Rey Inca conoce donde se atesoran las riquezas que pertenecen al pueblo, pero al
ser muerto los minerales se esconden debajo de la tierra. Se instala así una nueva
etapa en el ciclo de la "rebelión de los objetos", motivo que aparece en varios relatos
cosmogónicos de Mesoamérica, como el Popol Vuh (1985 [s. XVI]). Este episodio,
que se reitera en narrraciones de la región andina, transmite la actitud fundamental del
mundo indígena en tiempos de crisis. El cosmos está expuesto al libre juego de
fuerzas como el agua -que puede dar frutos o inundar la tierra-, el viento, el abismo o
el fuego. La cosmogonía andina enfrenta lo positivo con el caos porque el orden y el
caos son opuestos originales que plantean en el plano conceptual la oposición
conciencia/inconciencia. El dios Viracocha mantiene su esencia dual y envía a sus
hijos para ordenar ese "hervidero espantoso" que es el mundo. En este itinerario
cíclico orden-caos, se suceden grandes capítulos de reestructuración ambiental, en los
que las riquezas y los bienes pueden aparecer a flor de la tierra u ocultarse, según el
devenir de los ciclos divinos:
... Y la riqueza estaba a flote de tierra. Donde quiera sacaba oro, plata, lo que
58
quería. Por eso los españoles se han venido, en cuanto han descubierto, se han
venido a sacar el oro. Aquí en la cordillera cuantas minas no hay que ha
dejado todo. Pero el oro lo sacaba como maíz. Claro que el Rey estaba vivo y
la riqueza a flor de tierra. El era el dueño de las riquezas, el Rey manda. El
manda toda la riqueza. Igual tiene que ser, supongamos en España, el Rey
manda. El rey manda todas las riquezas. Por eso hay oro, hay todo. Pero está
la riqueza encima, porque está el Rey. Así como Inglaterra, todas esas partes,
hay muchas naciones que maneja el Rey. Entonces la riqueza está encima. Y si
aquí hubiera estado vivo nuestro Rey Inca, hoy somos... Aquí no se iba a
conocer la pobreza. Todos tenemos oro, todo mineral a flote. Y le hubieran
dejado que viva, por supuesto que hubiera sido. Y bueno, entonces, Francisco
Pizarro ha venido con setenta soldados y le han querido llevar y él no quería ir.
Para bautizarlo lo querían llevar. Y no, no quería ir, porque no quería.
Entonces ofreció el oro, para que en fin, recompensara que lo dejen ahí. Y no
lo han querido dejar, lo han tenido que matar. -Si no vas te matamos. Y bueno,
lo mataron. Y ese instante que lo mató se perdió la riqueza adentro (ibidem,
116).
- Los límites espaciales sobre los que se extiende el reinado del Inca. Éstos se
circunscriben a la región andina, y especialmente a una extensa zona configurada como
el ámbito del Tucumán colonial, cuya ruta principal era el camino real, eje de las
culturas incaica, adoptado por los españoles27:
27 En este punto es oportuno aclarar que en el siglo XVII era ya visible que muchas de las
antiguas rutas de los incas se habían destruido por desuso y la consiguiente falta de mantenimiento.
La desaparición de la mecánica redistributiva del Tawantinsuyu y la sustitución por un régimen de
mercado que privilegiaba la explotación minera, estableció otras pautas de diseño del espacio
colonial. El país andino veía trasladado su eje fundamental a la costa y a sus nuevas ciudades-
puertos, y así adquirieron mayor importancia las rutas transversales que comunicaban ciertos
puntos neurálgicos enclavados en los Andes (Huancavélica, Cuzco, Potosí) con los puertos a través
de los cuales se exportaba la nueva riqueza minera. Los Andes comenzaron así a mirar hacia el mar.
La administración española impuso la ruta del Pacífico a pesar de que, desde el siglo XVI, Juan de
Matienzo ya había propuesto la ruta atlántica del Río de la Plata como la de mayor importancia y
rentabilidad. Esta fue inaugurada y transitada, desarrollándose ciudades importantes en el camino
que conducía a Buenos Aires (Salta, Tucumán, Córdoba, etc.). Sólo muchos años después esta ruta
fue admitida, y su desarrollo en el siglo XVIII coincidió con la creación del virreinato de Buenos
Aires y la declinación del universo comercial del Pacífico. Antes de que esto ocurriera, la ruta del
altiplano hacia el Sur sirvió para la introducción de mulas que venían desde el Tucumán y
constituyeron un importante ciclo en el comercio colonial (Cfr. Pease, 1992: 251).
59
sé si está en Buenos Aires, o está en el extranjero (ibidem, 125).
El Rey Inca vivía por acá, cerca de esto. Era una persona, pero no vivía así
como en una ciudad. El tenía parece un palacio en un cerro. Ahí vivía. (...)
Entonces vino el Rey de España para llevarlo aquí donde estaba él. Él, dice, se
enterró en una campana grande. Dice que tenía una salida para arriba de la
campana. Dice que le ha dicho: -Que le lleven mi cabeza, mi cuerpo no.
Entonces se metió en la campana él y sacó la cabeza por arriba de la campana
y era una campana pesadísima, que nadie lo podía alzar. Y la campana que
seguía ajustando el cuello. Y justo el cuerpo quedó abajo de la campana y la
cabeza encima. Y la cabeza lo llevaron. Le cortó la cabeza directamente con
una sola campana se iba ajustando poquito a poco hasta cortarlo totalmente
(ibidem, 117).
Los relatos legendarios sobre el Rey Inca relevados en comunidades del noroeste
argentino, evidencian la continuidad del pensamiento prehispánico. En el siglo XVIII
la imagen del Inca se identifica con la de un héroe mesiánico, encarnada en Túpac
Amaru II, pero visible en todos los movimientos rebeldes de la centuria. Inkarrí, en este
contexto, es el autor del orden y el fundador tradicional cuya misión es la de reconstruir
el mundo andino, sumido en el caos luego de la invasión europea. "La descripción de
la Conquista 'vista por los indios' conduce a encontrar supervivencias de ella en el
folklore actual. El análisis de éste revela una lógica estructural actualizada por un
tipo específico de praxis con la finalidad de producir una reestructuración
imaginaria." (Wachtel, 1976: 319).
60
desposeídos de gran parte de sus prácticas culturales, es interesante marcar que el lugar
de enunciación desde el que se recrean estos relatos coloca en un mismo nivel a
invasores e invadidos. El Rey Inca es tan poderoso como el Rey de España, y el
enfrentamiento entre estos personajes se desarrolla a partir de una relación de paridad.
Este plano de significaciones, que pulsa gran parte del pensamiento andino a partir de
la Colonia, es el que permanecerá en la base de las grandes rebeliones del siglo XVIII,
como la encabezada por el Inca Túpac Amaru II, en la que el discurso rebelde supone el
re-conocimiento de los valores que otorgan a los pueblos aborígenes su derecho a la
existencia.
Aún vencidos por las armas y en situación colonial, los pueblos indígenas manifiestan
una intensa fidelidad a su tradición, actitud que esconde una forma de resistencia
pasiva. La tradición es un modo de rechazo silencioso y obstinado, pero renovado en
cada generación. El discurso legendario revela una dialéctica compleja, en la que la
fidelidad indígena a las antiguas costumbres se enfrenta y mixtura con el horizonte de
las prácticas colonizadoras, revelando los juegos de poder y de resistencia:
El Rey Inca era como una persona, igual, igual que Nuestro Señor Jesucristo.
También tenía sus discípulos que lo acompañaban pués. Claro, tenía sus
discípulos, doce discípulos. Igual el Rey Inca tenía sus peones.
61
estaban de acuerdo con este traslado, ya que el gobernador Barraza y Cárdenas, en una
carta fechada el 7 de marzo de 1605, decía de la ciudad de Esteco:
Del valle de Salta dista la ciudad de Esteco (Talavera) así llamada, la tercera
en orden de Tucumán, 50 leguas de buen camino carretero, es abundante de
mantenimiento y de frutos... edificada a la ribera de un río grande, que en
verano sólo se vadea. Los vecinos estaban descontentos del asiento, porque la
madre del río es arenisca y no pueden hacer molinos en él, y dicen que se han
mudado casi 25 leguas más hacia Salta, a un asiento mucho mejor, del mismo
temple y más fresco, llamado Palca Tucumán, donde el río Grande, como de un
arroyo que tienen a la falda de un cerro se pueden sacar acequias y hacer
molinos y para acabar de pacificar unos indios de aquella provincia, belicosos
llamados lules, es asiento mucho más cómodo. Si a este asiento se han mudado,
será pueblo muy regalado, fresco y muy sano, donde para el edificio de las
casas tienen mucha madera y el suelo no salitroso, piedra para hacer cal y
buena tierra para teja (1928 [1603]).
Dos planos se refieren a esta ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid de Las
Juntas. El gobernador Alonso de Ribera, en 1610, alude a dichos croquis, en los que
figuran 119 vecinos, entre autoridades civiles, militares y eclesiásticas; de los cuales 66
eran encomenderos con 1817 indios (Cfr. Torre Revello, 1943: 50-57).
En 1692, Esteco fue destruida por un terremoto que sacudió a gran parte de las
fundaciones en el Tucumán. La posición estratégica de la ciudad la promovió entre las
principales poblaciones del Tucumán durante el período colonial, tanto en sus aspectos
económicos como culturales28, por cuanto estaba situada en la confluencia de las rutas
28 Desde el punto de vista cultural, un hecho altamente significativo para la época y la historiografía
62
comerciales más importantes de estas regiones del Perú: el camino real o del Inca. Éste
partía desde Lima, capital del virreinato del Perú, y se adentraba en la cordillera
occidental pasando por Potosí. Bajando por Charcas, atravesaba el Alto Perú
continuando por la quebrada de Humahuaca y el valle de Salta hasta Esteco. Antes de
seguir su itinerario hacia el sur, este camino empalmaba con la llamada "ruta del
infierno", que comunicaba con el Paraguay, traspasando el corazón del Gran Chaco
Gualamba, en una travesía plagada de peligros entre las feroces naciones indígenas.
Las órdenes religiosas que tenían a su cargo el ministerio pastoral de la ciudad fueron
las de los mercedarios, quienen en 1581 ya estaban asentados y tenían su convento.
Entre 1585 y 1586, pasan por Nuestra Señora de Talavera de Esteco los primeros
jesuitas que entraron al Tucumán, los misioneros Francisco de Angulo, Alonso Bárzana
y el Hermano Juan de Villegas. Los misioneros franciscanos se instalan posteriormente
y entre ellos se destaca la actuación, como custodio de la orden, de San Francisco
Solano, quien se dedicó a la evangelización en Esteco y otras regiones del Chaco.
El terreno de la nueva ciudad era igualmente ameno que fecundo (...) creció
mucho esta población con estas comodidades pero la tiranía del tiempo que se
alimenta de destruir y deposita en las mismas ruinas sus trofeos, tiene un poco
de qué gloriarse en la asolación de esta ciudad con sus continuadas
vicisitudes, porque habiendo llegado a ser la más opulenta de todo el gobierno
de Tucumán, con tal demasía que aún los brutos se calzaban de herraduras de
plata y tal vez de oro, después empezó a combatir con tal tesón la desdicha
que, a los sesenta años de su edad, ya no era sombra de sí misma, reducida a
miseria la opulencia, porque faltando el servicio de los indios a estragos de
algunas epidemias y a rigores de los encomenderos, en castigo de su crueldad
y de su profusión, se fue poco a poco despoblando y, ultimamente, en el
espantoso temblor del año de 1692, se asoló miserablemente, quedando sólo
algunos vestigios de la ruina que dan señal al escarmiento... (en Lamas, 1874).
Había en esta ciudad una casa con juegos y otros vicios... que todos llamaban
"el infiernillo" y con ser cosa tán pública y perniciosa aún la misma justicia no
la podía remediar; y con la eficacia y celo de un sermón de los nuestros se
quitó del todo, agradeciéndolo toda la ciudad (en Reyes Gajardo, 1968: 34).
argentina tuvo lugar en la ciudad de Esteco: la primera colación de grados doctorales de la
Universidad de Córdoba (la más antigua en territorio argentino). Los actos académicos -realizados
en Esteco hacia el año 1623, durante el gobierno de Alonso de Vera y Aragón-, contaron con la
presencia del obispo Julián de Cortazar: "La ceremonia fue solemne y duró tres días, en los cuales
los doctorados defendieron su saber y al cabo de los cuales recibieron bonete, anillo y libro de la
sabiduría. El momento más pomposo era el segundo día, que se iniciaba con un paseo público de
los doctores y maestros a caballo, vestidos con capirotes y bonetes con borlas, precedidos por
músicos tocando chirimías y atabales y por bedeles con mazos de plata que portaban el estandarte
de la universidad. La ceremonia era concebida ex profeso para impresionar a las clases populares
y moverlas a mirar con respetuosa admiración a los custodios del saber y la ortodoxia".
63
El relato legendario recreado por Carrizo, en su Cancionero Popular de Salta (1933)
enlaza los motivos del vaticinio con la tragedia histórica, concentrando, en una misma
narración, varios motivos que se integran al cuerpo de leyendas sobre la ciudad de
Esteco:
Es fama que un día llegó a Esteco un peregrino, que vino a llamar a las
puertas de estos ricos orgullosos y en todas partes no recibía sino denuestos e
insultos. Rezaba a gritos por las calles y decía profetizando: '(Se pierde
Esteco!, (Se pierde Esteco!, (Salta saltará, San Miguel florecerá y Esteco se
hundirá!'. Pero era tomado por loco y apedreado. Un día salió el peregrino de
la casa de una mujercita pobre que lo hospedaba, a predicar la humildad, la
caridad y la templanza, pero nadie lo escuchó tampoco y viendo que ni chicos
ni grandes, ni mujeres ni ancianos veían el castigo de Dios que se aproximaba,
regresó a la casa de la buena mujer y le dijo que tomara a su hijo de meses y
saliera tras él, sin volver la cara al pueblo pervertido. Así hizo la estaqueña y
cuando hubieron vadeado el río Pasaje, se sintió un sacudimiento de tierra y
un estrépito, la mujer volvió la cabeza movida por la curiosidad y vio a Esteco
envuelta en llamas y convertida en escombros. Era el día trece de septiembre
de 1692, a la diez y media de la mañana. La mujer quedó hecha piedra y la
ciudad pavesas, víctima de su orgullo y vanidad. Han pasado doscientos treinta
y nueve años y pocos escombros quedan ya de lo que fue la ciudad. Cuesta
trabajo, entre los montones de tierra, poder definir, esto fue templo, aquello
cabildo, aquí estuvo un molino y allá un horno de fundición. Arboles añosos
han invadido el recinto de la ciudad maldita. la Sodoma americana está ahí
cerca de la confluencia del río Las Piedras con el Pasaje, algunos han
desenterrado objetos de plata, otros efigies de santos y los más ladrillos, tejas,
clavos y cerraduras. Yo he visto piedras de molino, acequias borradas, y es
creencia general que la estatua de piedra de la mujer con el niño en los brazos,
se hace visible de tiempo en tiempo entre la hojarasca del monte, en la otra
banda del río, al pie del cerro Lumbreras (Carrizo, 1933: 32-33).
Vidal de Battini, por su parte, recogió "la leyenda de la ciudad perdida" con las
siguientes variaciones:
En días de lluvia, muchos hacían de pan los pasos de las calzadas. Habían
perdido casi completamente su religión. Un día un misionero (en algunas
versiones es San Francisco Solano), recorrió la ciudad pidiendo alimento y
abrigo. Todos le despreciaron por su aspecto humilde y sólo lo socorrió una
mujer muy pobre, que vivía con su hijo pequeño en las orillas del pueblo -en
64
algunas variantes es un matrimonio- lo alojó en su rancho y mató la única
gallina que tenía, para darle de comer. Al día siguiente, el árbol donde dormía
la gallina apareció lleno de gallinas hermosas y gordas. El misionero predicó
inútilmente la moral y el bien. Anunció, entonces, que la ciudad se perdería
destruída por un terremoto. Los habitantes de Esteco se burlaron públicamente
de la predicción: unos decían que era muy bonita la palabra terremoto. El
sacerdote volvió al rancho de la mujer caritativa y le ordenó tomar al niño y
seguirlo. Le recomendó particularmente no volverse para mirar atrás, por
ningún motivo. Así lo hizo y marchó detrás del misionero. Cuando estuvieron
fuera del pueblo, tal estruendo y gritería partió de él, que la mujer, dominada
por la curiosidad, volvió la cabeza y en el mismo momento se convirtió en
piedra. Dicen que aquella piedra tiene la forma de una mujer, que lleva un niño
en brazos, que muda de lugar cuando le pegan y que de ella saltan chispas de
sangre cuando los paisanos la tocan con la punta del cuchillo. Según algunas
variantes de la leyenda, las ruinas de Esteco fueron desapareciendo poco a
poco por la acción de los vientos y las aguas; para otras, el cataclismo la
hundió en la tierra sin dejar rastros, y cuando a los pocos días regresaron
algunos de sus moradores ausentes sólo encontraron en su sitio un campo
salitroso, poblado de tuscas. Una variante rara asegura que allí aparecieron
extensas lagunas, en las que suele flotar una gran fuente de oro y una espada,
también de oro (1942: 119-150).
Sin embargo, San Francisco Solano nada tuvo que ver con la ciudad de Nuestra Señora
de Talavera de Madrid, que fue destruida por el terremoto de 1692, ya que en la época
él ya se encontraba en Lima30 (Cfr. Reyes Gajardo). Esta confusión proviene, entre
otras razones, a que uno de los principales cronistas del período colonial, el Padre
29 Antonio Zinny, entre otros historiadores, confunde la primitiva ciudad de Esteco (que sucedió a la
ex-Cáceres) con nuestra Señora de Talavera de Madrid, situada cerca de Metán, atribuyendo a la
primera el que fuera víctima del terremoto de 1692. La confusión puede provenir de las
inexactitudes deslizada por cronistas e historiadores del tiempo de la colonia, como el Padre
Lozano, quien afirma que "a treinta leguas de Salta, 25 grados, 50 minutos de latitud, 315 de
longitud, estuvo la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Madrid, que dijeron comunmente
Esteco. Fúndola en las márgenes de río Salado, año de 1567, Diego de Heredia, que tenía
entonces tiranizada la provincia habiendo usurpado alevosamente su gobierno y la llamó Esteco
por un cacique principal del país; pero preso el tirano, mudó el nombre a la ciudad, el gobernador
Diego Pacheco, llamándola Nuestra Señora de Talavera de Madrid y algunos autores la llamaron
de las Juntas; estaba situada en las juntas del río de las Piedras con el Salado..." (1941: 109).
65
Lozano, abona la tradición que enlaza la historia de San Francisco Solano con la de la
ciudad castigada:
La gran ciudad era maravillosa. Las cúpulas de sus edificios parecían tocar el
cielo y sus muros, revestidos de oro, le daban un aspecto resplandeciente.
Estaba rodeada por un bello paisaje de cerros azules y de lozana vegetación.
Los dilatados campos de cultivo y las praderas llenas de ganado le
aseguraban una vida de abundancia.
En el conjunto de relatos sobre Esteco que la tradición oral y la escritura han recogido
pueden reconocerse las siguientes características:
66
desaparecidas se integraría a un sustratum común existente en relatos de diferentes
culturas del mundo. El núcleo originario de estos relatos proporciona elementos
genéticos de explicaciones de carácter religioso, ritual, mágico y simbólico para una
interpretación del ambiente circundante. En las leyendas, las ordenanzas de carácter
ético y jurídico se entrelazan con elementos rituales y con prácticas religiosas o
mágicas. Entre los antecedentes de leyendas que relatan la destrucción de ciudades por
un castigo divino, deben mencionarse narraciones provenientes de China, Japón,
Africa, Frigia, Pompeya, Atlántida, la destrucción de Sodoma y Gomorra en la Biblia,
algunos relatos peruanos, catalanes, chilenos entre los que merece destacarse el
mencionado por Guamán Poma de Ayala. Según el cronista, cuando Dios visitaba a los
indios antiguos, venía disfrazado de un pobre ermitaño que pedía vestido, comida y
bebida. Parece ser que el lugar más frecuentado por estos ermitaños era centro festivo
del pueblo: la plaza pública: "Y no dándoseles limosna se volvían; por ello dicen, que
sucedían muy grandes malos y castigos del dios pachacamac tieze Caillaviracocha;
que aquellos pueblos eran tragados por la tierra, cubiertos por los cerros o se
tornaban lagunas" (Guamán Poma de Ayala, 1980 [1615?).
67
momento de la transmisión. En este circuito de reelaboración popular puede rastrearse
la evolución de las formas relatantes, los fenómenos de sustitución y adaptación
transculturales operados en el seno de estas narraciones.
Al confrontarse los datos del discurso historiográfico del momento de producción, los
elementos legendarios coinciden o no con el relato "oficial" en lo que se refiere a la
decadencia política, social, económica y aún religiosa de la ciudad. Los datos históricos
sobre la ciudad de Esteco no permiten afirmar que sus pobladores hayan sido
extremadamente viciosos, ni tampoco que puedan ser comparados con los habitantes de
Sodoma y Gomorra. Según los testimonios históricos, los pobladores de la ciudad,
hacia 1692, eran escasos y no podrían haberse dedicado a los vicios y al lujo, dado el
estado de pobreza y miseria que reinaban en la ciudad de Esteco. Es posible que tal
situación licenciosa se atribuya a los comienzos de la población, cuando esta revestía
cierta importancia comercial, como ciudad eje en la ruta económica del Tucumán (Cfr.
Reyes Gajardo, 1968). Es probable, entonces, que los predicadores y misioneros,
valiéndose del relato de la ciudad perdida o sepultada, encontraran un argumento útil
para su adoctrinamiento moral, agregando nuevos elementos a la leyenda.
Las versiones más contemporáneas de las leyendas de Esteco están ya atravesadas por
los sucesivos ensambles del relato oral dentro del espacio de la palabra escrita y de las
convenciones literarias. Los motivos legendarios han sido recreados, desde la literatura
contemporánea por Ezequiel Díaz (1968), Fernando Figueroa (1978), o Libertad
Demitrópulos (1978) o Juan Ahuerma Salazar (1974) (Cfr. Capítulo V).
En este tiempo sucedió que, por mandato del Rey don Felipe Segundo, nuestro
señor, los prelados señalaron religiosos, que pasasen a las Indias, para la
conversión y predicación de los indios. El siervo de Cristo Fray Francisco
Solano con gran voluntad se ofreció a esta empresa, para conseguir por este
medio el fin que desde que tomó el hábito tenía en su alma de morir por Cristo;
y así fue señalado y nombrado entre los demás religiosos que pasaban al Perú,
escogiendo ir a las partes más remotas de aquella región, que son las
provincias del Tucumán, por haber en ella muchos gentiles que vivían como
salvajes, sin conocimiento de Dios, y muy pocos predicadores; y por esto
asentó en compañía de los religiosos que iban a aquellas provincias, y llevaba
a su cargo el padre Comisario Fray Baltazar Navarro... (en Tommasini, 1937,
I: 180-181).
68
En 1590, fray Francisco Solano hace su entrada en la región del Tucumán, zona que
recorrió hasta 1594. Su estancia en estas tierras está llena de hechos prodigiosos y
pruebas de santidad, los que fueron conocidos en Esteco, en los pueblos de Magdalena
de Cocosori en la región de Socotonio, la más avanzada del Chaco Gualamba. Allí
debió aprender la lengua tonocoté -una de las más difíciles entre las que hablaban las
tribus de esa región- en solo quince días. Visitó también los conventos de Salta y San
Miguel de Tucumán. En esta última ciudad un testigo ocular, Pedro de Vildosola
Gamboa, narra la resurreción de un indio muerto y el milagro realizado frente al
gobernador Juan Ramírez de Velazco, con un toro embravecido:
...todos juzgaron por lo acaecido que el animal conoció la santidad del padre
Solano. El gobernador, sin aguardar más, acompañado de muchos, fue a verle
y dijo: "¿Así nos amansa, padre, los toros? Doy gracias a mi Dios, respondió el
padre. Que el toro me miró con malos ojos, que los tenía muy encarnizados".
Puesto a conversar, inquirió el gobernador de dónde venía. (...) Los indios,
particularmente, tenían en él muy grande fe, le respetaban y veneraban,
reconociéndole como santo. Y se le incaban de rodillas a besarle el hábito y las
manos, en cualquier parte que le veían, y en los caminos (Pistoia, 1989: 27-
28).
Del apóstol del Tucumán está llena la región. La leyenda ha coloreado aún
más su figura. La poesía popular ha exaltado la obra del santo. Una
iconografía abundante está diseminada en todo el Tucumán, mientras el
recuerdo histórico asoma con claridad a través de los documentos, que
depurados de lo incierto, dan resalto a la silueta casi invisible del padre
Solano por tierras tucumanas, dejando huellas imborrables de la santidad que
habría vaticinado fray Luis Bolaños al despedirse para la vuelta del Solano al
Perú (1989: 29).
69
El acto de santificación está ligado a la institución Iglesia, en tanto que la santidad
implica un reconocimiento que se realiza mediante una fórmula tradicional y fija: la
canonización, reglamentada definitivamente por el Papa Urbano VIII durante 1623 y
1637, época de gestación del Acta Sanctorum 31. En el proceso de canonización debe
demostrarse, mediante la declaración de testigos, que el personaje en cuestión -quien
pasa a llamarse servus Dei-, posee virtudes heroicas y ha realizado milagros.
Primeramente la investigación es llevada a cabo por el obispo del lugar donde ha
vivido el servus Dei y luego dictamina la congregatio rituum. Solo en caso de resistir
esta última prueba se lleva adelante la beatificación. Las virtudes teologales y morales
del santo son sometidas a investigación procesal, con un mecanismo idéntico al de un
proceso judicial. En las sesiones donde se discute la beatificación y canonización del
santo se exponen los argumentos, se analizan y deben demostrarse con la misma
exactitud que se exige para el castigo de un delito.
El valor histórico de algunas de las leyendas sobre San Francisco Solano reside en que,
a partir de los datos proporcionados por la narración, podemos acceder a un
conocimiento de lo que pudo haber acontecido durante el recorrido del misionero por el
Tucumán32. El texto de una de esas leyendas, la de Misarumi -vocablo híbrido derivado
del español "misa" y del quichua "rumi", piedra, que significa: "piedra de la misa"-,
marca uno de los acontecimientos que signaron el viaje de San Francisco Solano por el
camino del Inca:
La Misarumi es una piedra grande, cuadrada como una mesa, alta, como un
altar. Ahí dicen que dijo la primera misa San Francisco Solano cuando venía
del Perú. Por eso le llamaron Misarumi a la piedra, y después le llamaron
Misarumi a la quebrada ande está la piedra, y hasta la fecha se dan estos
nombres... La piedra queda por el camino viejo que iba al Perú... Ese era
camino de indios, que andaban a pie (Vidal de Battini, 1982: 358).
La leyenda de "San Juan de Oro" contiene el origen del nombre de un pequeño pueblo
del Departamento de Santa Catalina, en el que San Francisco Solano hizo levantar una
capilla:
31 Ésta y otras obras de recopilación de las vidas de santos, como el Flos Sanctorum, ingresaron
irrestrictamente a América, según lo consigna Torre Revello (1945).
70
Dicen que cuando pasaba San Francisco Solano por ese lugar, que no había
casas, nada, y que él iba de viaje al Perú. Se paró a descansar. Ahí vio como si
fuera una laguna que se estaba secando y aparecían... cosas... Y recorriendo,
encontró un hermoso San Juan hecho en plata y oro. Y ahí hizo que le hicieran
una capilla. Y con el tiempo se hizo un pueblo, San Juan de Oro (ibidem, 360).
Los topónimos que se desprenden de las dos leyendas aún nominan lugares de la Puna
jujeña. Los dos atestiguan la presencia del misionero en aquellos lugares y el itinerario
es corroborado por el relato historiográfico de la época (Cfr. Vidal de Battini, 1982).
Otra de las leyendas referidas a San Francisco Solano resume la conversión de miles de
indígenas en la recién fundada ciudad de La Rioja. Ésta es la población del Tucumán en
la que el misionero permaneció mayor tiempo. Allí llegó viajando desde Santiago del
Estero, atravesando el territorio del valle de Catamarca, antes de la Pascua de 1593
(Cfr. Pistoia, 1989: 28). El relato, ambientado en esa coyuntura histórica es el
siguiente:
71
entonces dicho Padre los abrazaba, besándolos en señal de paz, y pidió a este
testigo que hiciera la procesión. Y como los indios vieran a los españoles
azotándose, preguntaron al padre Solano qué señal o invención fuese aquello, y
el padre Solano con grande emoción y fervor les dijo que en una noche
semejante de Jueves Santo, nuestro Señor Dios fue flagelado por nuestros
delitos y pecados y, terminada su predicación, todos los indios con muchas
lágrimas se desnudaron, y muchos con cuerdas y otros con otras cosas se
azotaban, y entonces el padre Solano con gran regocijo y devoción, como guía
celestial, los conducía en quella noche enseñando y predicando, y los retuvo a
todos hasta que fueron bautizados, cuyo número era de nueve mil indios
(Caggiano, 1950- 51: 180-181).
Un episodio muy sostenido en la leyenda -la presentación del Niño Dios para ser
nombrado Alcalde de la ciudad- no es tomado en cuenta en el relato historiográfico. La
leyenda, en este sentido, recupera, para la tradición popular, un ritual religioso que
perdura hasta hoy en la festividad del Niño Alcalde 33 (Cfr. Vidal de Battini, 1982: 362).
El itinerario de San Francisco Solano por las ciudades del Tucumán es tematizado en
los relatos de Mis Montañas de Joaquín V. González (1965) y en la novelas Alias
Cara de Caballo, de Juan Ahuerma Salazar (1986).
72
apenas siete años, todos ellos marcados por graves acontecimientos.
La ciudad de Santiago de Guadalcazar estuvo situada muy cerca del lugar que hoy
ocupa la ciudad de Orán, aunque su real emplazamiento aún permanece en discusión
(Cfr. Poderti, 1995). Algunos historiadores opinan que la ciudad estuvo situada en el
lugar donde se unen el río Bermejo y el Zenta, en las cercanías del paraje conocido
como "El Cedral". Fue fundada alrededor de 1626, por el Teniente de Gobernador de
Jujuy Martín de Ledesma y Valderrama (Cfr. Tommasini, 1937, I: 241), y según lo
relata el Padre Lozano:
La ciudad estaba signada por un destino trágico. Hubo de afrontar los ataques de las
naciones indígenas -las que, a su vez, se sentían acosadas por el español- y el final del
asentamiento estuvo ligado a un sangriento proceso de guerras y enfrentamientos.
Cuando el Padre Lozano escribió su Descripción Corográfica del Chaco Gualamba
la ciudad de Santiago de Guadalcazar ya había desaparecido. Las razones son
explicitadas por el mismo clérigo, quien declara que los indios "forzaron a desamparar
la ciudad" al Teniente de Gobernador Martín Ledesma de Valderrama. En una carta
requerimiento dirigida por el fundador al Cabildo de Jujuy, en 1627, éste relata que,
habiendo dejado en la ciudad de Santiago de Guadalcazar al sargento Mayor Juan
Vázquez de Tapia, acontecieron trágicos hechos durante su ausencia (Cfr. Tommasini,
1933: 171). Al regresar de Jujuy, Ledesma y Valderrama encontró que Martín de
Argañarás y Murgia lo había desposeído del cargo de Teniente Gobernador. La tirantez
de las relaciones interhumanas aceleró el proceso de desocupación de la ciudad de
Guadalcazar:
La avilantez de los indios sitiadores fué creciendo cada día más contra los
Españoles de Guadalcazar, y tuvieron atrevimiento los Mataguayos, para
quitar la vida al reverendo Padre fray Juan Lozano, religioso de la real y
militar orden de nuestra Señora de la Merced, que vivía entre ellos. Los soco-
rros tardaron, o se imposibilitaron en la provincia del Tucumán; con que los
Españoles se vieron reducidos a tal extremo de miseria, que les fué forzoso
abandonar la ciudad y salirse del Chaco, trayendo en su compañía al padre
Gaspar Osorio (Lozano, 1941: 173).
73
La historia de la conquista del Chaco es una serie continua de desaciertos. Sus
primeros invasores lo sometieron al sistema de repartos, entregando los
indígenas a la inhumanidad de los encomenderos. Este ensayo tuvo los más
funestos resultados. Dispersó a los habitantes de la Concepción, los ahuyentó
de Guadalcazar, los diezmó en Esteco. Ningún pueblo formado en el Chaco
sobrevivió a su fundador, sin que estos desastres hiciesen variar de rumbo para
evitarlos (De Angelis, 1910, IV: 369).
Ledesma y Valderrama intentó, sin éxito, el retorno de los pobladores al Valle de Zenta
con el fin de reconstruir Guadalcazar. A pesar de haber abandonado el Tucumán para
tomar el gobierno del Paraguay "nunca olvidó su empresa del Chaco" (Cfr. Lozano,
1941).
Los textos de la época son profusos en relatos acerca de la legendaria ciudad. Guadal-
cazar es descripta por el Padre Lozano como un espacio privilegiado por la naturaleza.
Las aguas del Bermejo guardaban cualidades altamente terapéuticas:
Las aguas del Bermejo o río Grande, son saludabilísimas, que como baja de
las cordilleras, y se va despeñando por guijarros y peñas limpias y lisas, se
quebrantan sus aguas y corren notablemente delgadas y sabrosas; (...) De esto
depone el mencionado don Luis de Vega, quien escribe, que padeciendo en el
Perú de flatos e hijada, piedra y crudezas, lo que le obligaba a observar
rigídisima parsimonia en la comida y bebida, a los cuatro o cinco días que
bebió el agua del Bermejo, expelió muchas arenas y piedras y quedó como si
jamás hubiera sentido tales achaques, en cuarenta y cinco días que moró en
Santiago de Guadalcazar, (...) Y de los soldados españoles que asistieron a la
fundación de Guadalcazar, ninguno murió, ni aun enfermó en seis o siete años
que allí estuvieron (Lozano, 1941: 24).
En una carta del padre Gaspar Osorio, misionero que penetró en el Chaco en 1628 y
llegó hasta Guadalcazar para encontrarse con Valderrama, también se describe a esa
región prolífera:
Muchas cosas promete esta tierra, pero paréceme, que el pescado y miel es
más, que en ninguna de todas las Indias, hay mucha madera, y la población
nueva de Santiago de Guadalcazar está sobre un río cuajado de pescado
(Lozano, 1941: 165).
Se cuenta allí, en Orán, entre la gente que tiene memoria, que existía, anterior
a este Orán que hoy conocemos, un Orán antiguo, que es el que se fundó
74
primero, y que estaría ubicado hacia la zona este de la ciudad, muy cerca del
río Zenta, donde había permanentes inundaciones. Allí estaban la Iglesia, la
ciudad antigua, casas de adobe alrededor de la plaza... En un momento Orán
llegó a ser muy importante económicamente, y la ciudad más importante del
Chaco. La gente que venía de Humahuaca para internarse en el Chaco tenía a
Orán como paso obligado. La ciudad se desarrolló culturalmente y había
muchas plantaciones de gente que vivía en los alrededores y a la que le iba
muy bien. Como le iba bien comenzaron a tener soberbia, a perseguir el poder
y a pecar. Entonces toda la ciudad se transformó en una ciudad perdida, en lo
social, en lo ético, y dice que por eso se produjo allí en la ciudad un terremoto
muy fuerte y luego vinieron las inundaciones y las pestes y la ciudad
desapareció. Dicen que lo único que quedaba a la vista era un campanario con
sus campanas. Luego la ciudad se reconstruyó en otro lugar que es el lugar
actual y aquella otra ciudad se fue hundiendo en las aguas y allí se formaron
una serie de lagunas pequeñas en el lugar que se llama "El Cedral". Y
desapareció el campanario y la campana. Se cuenta que ese era el Orán Viejo
y que actualmente en las horas de la noche, especialmente cuando uno anda
solo por ese camino, que está bastante abandonado, que es un monte pero
habita gente por allí y hay fincas. En determinada hora de la noche,
especialmente a medianoche, se escuchan las campanas que suenan en algún
lugar del Cedral. La nueva ciudad olvidó un poco a la vieja ciudad por eso se
llama "Nueva Orán", porque existía un antiguo Orán o un Orán Viejo34
35 El "monumento al aborigen" está ubicado en la plaza Santa Marta, sobre la Avenida General
Pizarro de Orán.
75
podría ser el lugar donde se enterró a este cacique." 36
La leyenda de "Las Campanas del Cedral" engarza la tradición popular con la historia
de la población precursora a la ciudad de Orán: Santiago de Guadalcazar. El relato,
reconstruido desde la contemporaneidad por Hugo Alberto Luna, es el siguiente:
Suaves, agradables al oido, así son los sonidos de las campanas del Cedral;
me decía un viejo poblador de Orán; es una verdadera lástima y me apena que
esas campanas no puedan traerse a la ciudad.
Permanecí un rato pensativo, es que yo, también las escuché alguna vez, y
luego invité a mi amigo a proseguir su relato.
Muchos son los que las vieron, me dijo, pero es condición para poder verlas
estar solo. Entonces aparecen a la vista, en aquel profundo hueco, allá, en la
cercanía de las lagunas que forman los desagües en el Cedral. Pero también es
cierto que, aunque se marque en forma muy visible aquel lugar, las campanas
no aparecen más, si el que las ve trae acompañante. Como las campanas son
grandes y en apariencia muy pesadas, una persona sola no puede ni siquiera
pensar en sacarlas de allí, de aquel pozo donde se las puede ver colgadas de
un grueso travesaño.
Un detalle, según mi relator: las campanas están atadas con tientos que
parecen haber resistido el paso de varios y diversos años (Luna, 1978).
Al fundarse San Ramón de la Nueva Orán se hizo traer una campana desde las ruinas
de la antigua ciudad. La misma se conserva hoy en el campanario de la catedral de la
Diócesis de la Nueva Orán. Sin embargo el tañir de las campanas en las inmediaciones
de la antigua población continúa obsesionando a los lugareños.
En estas narraciones populares que se refieren a las ciudades fundadas por Martín de
Ledesma y Valderrama en el siglo XVII o Pizarro en el XVIII se superponen las
versiones de los distintos grupos sociales. Para algunos, estos relatos prodrían tender
una pista para que, alguna vez, se compruebe la locación exacta de la misteriosa
Santiago de Guadalcazar. Para otros, la narración funciona como un mecanismo de la
resistencia étnica que late hasta hoy entre los pueblos indígenas...
76
Hemos prestado atención al recorrido de estas formas orales-populares y a su
cristalización dentro de la escritura -más precisamente, dentro de las formas cultas
escritas, como las leyendas "literarias" (Cfr. Cortazar, 1980) y el discurso
historiográfico de la práctica científica. La finalidad estética de las leyendas se genera
en el proceso de circulación dentro del sistema de la oralidad, en el paso de ese sistema
al de la escritura y en los sucesivos ensambles discursivos que modifican la estructura
originaria. La reelaboración de la "forma simple leyenda" por medio de la escritura
implica una refundición, un traspasamiento de la forma oral por los códigos estéticos
vigentes en una cultura. Estas reflexiones en torno al corpus narrativo legendario de
matriz colonial nos permite afirmar, junto a Raúl Dorra, que la oralidad "es una noción
construida desde la cultura de la escritura -de la cultura alfabética-, construida como
un término opositivo y con fines de autoconocimiento. Por lo tanto, al hablar de
oralidad nos situamos de hecho en el espacio de la escritura y, cualquiera sea el valor
que le acordemos a la primera, al hacerlo no estamos sino reafirmando el valor que le
acordamos a la segunda" (Dorra, 1995).
77
comprender el pasado37. El cambio de perspectiva se conecta con un viraje
metodológico y teórico que ya había sido descripto por Michel Foucault: "La historia
ha cambiado su posición respecto del documento: se atribuye como tarea primordial
no el interpretarlo, ni tampoco determinar si es veraz y cuál sea su valor expresivo
sino trabajarlo desde el interior y elaborarlo..." (1979: 9).
37 En 1993 se realizó en Buenos Aires el Primer Encuentro de Historia Oral. Asimismo, el tema de la
oralidad y las literaturas alternativas ocupó un importante segmento de las Jornadas Andinas de
Literatura (JALLA, La Paz-Bolivia, 1993; Tucumán-Argentina, 1995; Quito-Ecuador, 1997). Un
ensayo considerado pionero en el tratamiento del tema es el escrito en la década del '60 por
Leandro Gutiérrez y Luis Alberto Romero ("Observaciones sobre el proyecto de Historia Oral").
Desde 1992, en la Universidad de Buenos Aires se trabaja en la recuperación de la memoria
docente. El desarrollo de la historia oral en el espacio latinoamericano es impulsado por Dora
Schwarstein, quien estima que en nuestro país la primera experiencia en este campo fue la
recolección de testimonios orales en la década del sesenta, realizada por el Instituto Di Tella. No
obstante, Tulio Halperín Donghi ya ha señalado la influencia de la tradición oral en la obra de
Vicente Fidel López y Ricardo Caillet Bois ha analizado este aspecto en los textos de Mitre (Cfr.
Leoni Pinto, 1994: 15).
78
III. CONSTRUCCIÓN
79
sustituyéndose el eje regional por un eje municipal. Se fragmentan las gobernaciones
regionales para estructurarse las provincias históricas sobre el marco del antiguo
municipio indiano.
80
comenzará a valorar la valentía, el lenguaje popular y las formas culturales del pueblo.
Como expresa Ricardo Rojas:
Se promueve así un ciclo de integración cultural que más tarde será frenado por la
oligarquía. En las últimas décadas del siglo XIX se produce una cierta afirmación de
esta cultura dominada, la que unos llaman mestiza y otros, popular. La subcultura
popular no es directamente la responsable de generar intelectuales como Hidalgo,
Ascasubi, Melgar o José Hernández, pero realiza un valioso aporte lingüístico:
Por debajo de esa literatura culta, seguía su hondo cauce otra, que estaba más
en contacto con la lengua cotidiana: el romance, que no dejó de componerse y
cantarse desde los días de Cortés (sobrevive en algunas regiones con el nombre
de corrido); la copla y la décima de constante improvisacion al filo de las
circunstancias y los acontecimientos; la canción, ciertas formas teatrales que
prolongaban el teatro de los misioneros, con sus danzas y villancicos
(Rosenblat, 1969: 22).
39 No obstante la influencia del Romanticismo francés en el Río de la Plata, puede leerse la impronta
de los españoles Larra y Espronceda en la producción de escritores como Sarmiento, Gutiérrez y
Mármol. También es posible rastrear marcas de Bécker o Emilio Castelar, así como la circulación
81
traducida en dos pilares fundamentales: la propuesta de lograr la independencia
cultural, como complemento indispensable de la soberanía política que ya había sido
conseguida en los campos de batalla, y la necesidad de plantear la construcción de
bases auténticamente nacionales, derribando la herencia colonialista:
Los textos generados por las práctica literaria y política de este momento definen la
circulación de un discurso estructurado en dos campos semánticos contrapuestos: el
Mundo Colonial en colisión con el Mundo Ilustrado. Las visiones del mundo y los
estratos ideológicos que se establecen en los textos producidos durante este período
pueden leerse en este conjunto de marcas contrapuestas:
de algunas ideas literarias planteadas en manuales, retóricas y poéticas como las de Hermosilla,
Martínez de la Rosa, Campillo y Gil de Zárate (Zuleta, 1984-85: 62-64). Las relaciones entre los
sistemas literarios de España y Argentina en distintos momentos históricos han sido materia de
varios estudios de Emilia de Zuleta (Cfr. Zuleta, 1983; 1984-85; 1986-87).
82
nacional. En esta etapa comienza a requerirse de la literatura una función ancilar, al
servicio del nuevo estado republicano para difundir los ideales de libertad, civilización
y progreso como los pilares fundamentales del proyecto de nación que se estaba
gestando. Surge así una corriente de escritores comprometidos con la vida política del
país y en cuya producción se generan imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto
de construcción de un imaginario nacional.
El falso mito del progreso que esperaba que América Latina alcanzara la prosperidad y
el nivel cultural europeo si lograba vencer los impulsos de su "barbarie", marca un
cambio sustancial en la escritura literaria. El Romanticismo en Argentina colabora con
el proyecto social de cambio, rechazando en sus textos a los que entorpezcan aquel
plan, presentándolos como seres degradados y grotescos. Esteban Echeverría, en La
Cautiva y El matadero (1837), promueve un idealismo utópico que exalta la ciudad y
la raza blanca, centro de civilización. La identidad de los escritores, según su propia
percepción, está inmersa en esa encrucijada que se prolonga durante el siglo XIX, etapa
profundamente marcada por la ambigüedad entre la cultura importada y el espacio real
en el que debía desplegarse, un ámbito contaminado por el atraso y la barbarie. Surge
así una elite intelectual alienada que se identifica con una aristocracia cosmopolita más
interesada en los problemas de Europa que en los de su propio país.
Al cabo de seis meses de reuniones, el Salón Literario fue clausurado por Rosas que
entendía que quienes allí concurrían se extralimitaban al estudiar problemas públicos.
Como producto de sus tertulias y lecturas nacieron los opúsculos de Juan Bautista
Alberdi40, como su Memoria descriptiva sobre Tucumán (1834). Desaparecido el
Salón, y en el decir de Alberdi, la juventud abandonó la revolución inteligente y se
40 Juan Bautista Alberdi nace el 29 de agosto de 1810 en San Miguel de Tucumán. En 1824, ingresa
al Colegio de la Unión del Sud en Buenos Aires pero abandona los estudios al poco tiempo para
dedicarse al comercio. En 1827 reingresa al Colegio de Ciencias Morales, donde tiene como
compañeros a Miguel Cané, Vicente F. López y Andrés Somellera. En 1831 ingresa a la
Universidad para seguir la carrera de Derecho. Como producto de su participación activa en
tertulias de Buenos Aires -como las de Mme. Mendeville-, publica algunos estudios sobre música.
En la librería de Marcos Sastre conoce otras facetas de la vida social y comienza a participar en el
Salón Literario donde leen su discurso inaugural. En 1837 publica el Fragmento preliminar al
estudio del Derecho. También publica artículos de costumbres en el semanario La Moda, de la
que es fundador y primer redactor con el seudónimo de "Figarillo". Su posición política lo obliga a
emigrar a Montevideo durante el gobierno rosista. El sitio que impone Oribe a la ciudad uruguaya
impone su viaje a Europa junto a Juan M. Gutiérrez en 1843. Más tarde, y luego de su experiencia
directa con el progreso europeo, se establece en Valparaíso, donde permanecerá hasta 1855. Allí se
desempeña como abogado y colabora en la redacción de El Mercurio y funda el periódico El
Comercio. Las intenciones constitucionales de Urquiza dan origen a las Bases y puntos de
partida para la organización nacional (1852). Ya instalado Sarmiento en Chile, se producen
enfrentamientos periodísticos con el intelectual sanjuanino, a través de las llamadas Cartas
quillotanas de Alberdi y Las ciento y una de Sarmiento. En 1854, cuando Urquiza es designado
presidente de la República, Alberdi es encargado de negocios ante los gobiernos de Francia,
Inglaterra y España. Entre sus viajes a Estados Unidos y Europa escribe Sistema económico y
rentístico de la Confederación, Elementos de derecho público provincial para la República
Argentina, Estudios de la Constitución de 183, entre otras. El gobierno de Mitre lo remueve de
su cartera diplomática y Alberdi alterna la publicación de folletos y libros de tono más literario.
Asume la diputación por la provincia de Tucumán y regresa a la Argentina después de cuarenta
años de ausencia. Decepcionado y luego de rechazar varios cargos políticos, vuelve a Europa en el
año 1881 y muere en París, el 19 de junio de 1884 (Cfr. García Orza, 1980-86, I: 337-342).
83
entregó a la revolución armada. La guerra abierta con la tiranía continuó desde
Montevideo, a través de las páginas de El Nacional, espacio en el que Alberdi aunaba a
los grupos de exiliados en el Uruguay (Cfr. Weinberg, 1980-86, I: 225-227). Las
reflexiones de "Figarillo" -seudónimo periodístico de Alberdi- aparecen también en las
páginas de El Iniciador, en Montevideo, con anécdotas y reflexiones que ironizan
sobre la función social del escritor.
84
la narración de la muerte de Lavalle, cuyos restos acompañó a lo largo de toda la
Quebrada de Humahuaca (Cfr. Fidalgo, 1975: 63). Su actividad literaria realizada en la
penumbra del exilio y en los ámbitos andinos, fue rescatada por Ricardo Rojas en su
estudio sobre "Los proscriptos", en el que ubica a Villafañe en la trilogía de escritores
semiolvidados, junto a Félix Frías y Pedro Echagüe (Cfr. Rojas, 1925, II: 621).
Los sermones patrióticos y religiosos de Esquiú engarzan la tradición bíblica con los
acontecimientos político-sociales del país, despejando, en esa concurrencia de
elementos espirituales y temporales los principios que contribuyen a engrandecer y
dignificar a la nación.
42 Mamerto de la Ascensión Esquiú nació en Piedra Blanca, el 11 de mayo de 1826. A los diez años
entró en el convento para seguir la carrera sacerdotal, que completa a los 16 años. Luego de
concluir sus estudios canónicos se dirigió a San Juan para recibir las órdenes sagradas del obispo
de Cuyo. Fue docente en el Colegio de la Merced de Catamarca y Obispo de Córdoba. Su rol
como miembro del clero en la vida política de Argentina fue fundamental, gracias a su labor como
legislador, constituyente, obispo, profesor, consejero de gobierno y periodista. Murió en La Rioja,
el 10 de enero de 1883 y sus restos fueron inhumados en Córdoba. La biografía de esta
personalidad descollante de la cultura nacional ha sido recientemente rescatada por Armando Raúl
Bazán, en su libro Esquiú, Apóstol y ciudadano, editado por Emecé, en 1996.
85
Obedeced, señores, sin sumisión no hay ley; sin leyes no hay patria, no hay
verdadera libertad: existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución,
guerra y males de que Dios libre eternamente a la República Argentina (Bazán;
1986: 40).
III.3. 1. Procedencias
Los orígenes de la novela en la tradición occidental suelen emparentarse con la
epopeya, composición épica que evoca acontecimientos históricos o legendarios de
carácter nacional, pertenecientes a un pasado lejano al momento de su aparición, como
la Ilíada y la Odisea de Homero o el Cantar del Mío Cid. Para Mijaíl Bajtín (1989) el
ámbito de la epopeya es el pasado absoluto, un mundo total e irrefutable, acabado. Pero
la novela, por el contrario, narra hechos de su tiempo y sociedad, peripecias en íntimo
contacto con el presente abierto y cambiante. La parodia, recurso utilizado por la
epopeya cómica, satiriza y critica aspectos que desea corregir mediante la convivencia
de dos lenguajes. De este análisis parte Bajtín para identificar en lo cómico-popular
uno de los antecedentes de la novela y su característica esencial de heterogeneidad.
Justamente el fondo cómico -el del antihéroe- es decisivo en la configuración de la
novela de Cervantes a principios del siglo XVII.
El proceso que arranca con el Quijote y se consolida durante el siglo XVIII con la
novela inglesa, alcanza su apogeo con la novela francesa del siglo XIX , de Balzac,
Stendhal, Flaubert y Zola. El ascenso social de la burguesía fue el principal engranaje
que impulsó a la novela hacia el realismo, tanto en el plano de las referencialidades
sociales como en el campo de la indagación psicológica en los personajes. El retrato
86
realista de costumbres, aún cuando no respondía acabadamente a las expectativas del
lector burgués, satisfizo la imaginación del público que se complacía al ver su imagen
especular en los acontecimientos narrados.
...la novela argentina, iniciada como proceso coherente en las postrimerías del
rosismo, aparece como afirmación de un grupo que, tanto en lo cultural como
en lo social, se considera el depositario del verdadero sentido de la
nacionalidad, frente a un gobernante usurpador de las decisiones generales
(Delgado, 1980-86, I: 1).
Esos orígenes, según exploraremos más adelante, se inscriben en una coyuntura socio-
literaria que se ha llamado el "realismo romántico", cuya motivación primordial se
centra en la figura de Rosas y en la necesidad de lograr una independencia cultural.
Esta actitud crítica del presente inmediato puede rastrearse especialmente en el teatro
satírico producido por los proscriptos, entre ellos, la obra de Alberdi titulada El gigante
Amapolas y sus formidables enemigos, o sea fastos dramáticos de una guerra
memorable (1842), en la que se sustancia una de las profusas caricaturas del
Restaurador que circularon durante ese período.
87
Antes de 1820 se habían impreso en hojas sueltas algunos cielitos y cantos
payadorescos que combinaban audazmente la ficción y la información. Éstos eran
distribuidos en almacenes y pulperías de pueblos pequeños. Hacia 1830 se reafirmó la
tendencia del relato popular vinculado a la práctica periodística, a través de la prensa
"gauchipolítica", que circulaba en forma de gacetillas y pliegos sueltos. La otra razón
que explicaría porqué se consumían folletines en Argentina se relaciona con sus
condiciones sociales y económicas similares a las de Europa y, fundamentalmente, con
la aparición de un nuevo tipo de lector, proveniente de las nuevas capas medias y bajas
de origen criollo-inmigratorio, recientemente escolarizado y, hasta ese momento,
excluido del circuito de recepción de estos textos.
Es importante notar que posteriormente, hacia fines del siglo XIX y principios del XX,
las técnicas del folletín decimonónico fueron aprovechadas para canalizar las
necesidades de propaganda del movimiento anarquista, configurando los moldes del
"folletín libertario". Este tipo de narración se estructura como un tipo discursivo que
participó activamente en el proceso de edificación y expansión de los contenidos
militantes en el Río de la Plata. Las técnicas de los narradores libertarios de Argentina
contribuyeron a un recorte literario de núcleos temáticos. Los referentes del folletín de
contenido militante y la razón de ser del movimiento anarquista eran la ciudad, el
suburbio, el conventillo, la inmigración, la fábrica, la miseria obrera, la situación de la
mujer, los abusos de los poderosos, la infancia abandonada, los desencuentros
familiares producidos por los cambios sociales. En el folletín libertario argentino se
produjo -como en los relatos por entregas de Eugenio Sue, uno de los iniciadores del
género- un contacto entre la forma literaria y el ideario social. El folletín libertario era
un relato de ficción que tenía como objetivos primordiales no sólo denunciar "las lacras
sociales", sino también propagar la "Idea" e incitar a una acción capaz de cambiar al
mundo, mediante arengas sobre estrategias de lucha y convocatorias a actos, noticias de
huelgas, manifestaciones, atentados, represiones policiales, atropellos
gubernamentales, accidentes laborales, etc. (Golluscio de Montoya, 1995: 81-102).
43 Este fenómeno, repasado por Golluscio de Montoya (1995) está documentado en Francia
por Angenot (1975: 19), en España por Litvak (1981: 230) y en Argentina por Prieto (1988: 60). La
coexistencia de distintas formas de presentar un mismo producto literario es una característica del
sistema cultural del momento, tal es el caso de "los folletos publicados después como folletines, o
de los folletines publicados también como folletos; de las obras de teatro seriadas en la prensa
antes de su representación o impresas como folleto después de la misma; también tenían el mismo
objetivo los cancioneros revolucionarios que retomaban cantos payadorescos, los fragmentos de
obras de edición reciente que se leían en alta voz en un acto, o las poesías declamadas durante
una reunión y editadas al día siguiente en un diario". En este circuito de retroalimentación, la
dramatización de un folletín atraía a los lectores menos sensibles a la ficción por entregas y
viceversa, con lo que se ampliaba el círculo de lectores y se multiplicaban los efectos de expansión
de una cultura popular (Golluscio de Montoya, 1995: 97-98).
88
La prensa del NOA se hizo eco del auge del folletín literario. Un ejemplo de esta
tendencia puede encontrarse en el períodico salteño El Cívico, que durante el año 1901
publicó folletines de escritores como Ricardo Palma y la novela por entregas titulada
La Colegiala, de Bernardo Frías44.
La aparición de las primeras novelas, enmarcada en aquel clima creado por la narrativa
antirrosista de los periódicos, marca el desarrollo de un programa específico: la
búsqueda de un sentido nacional, expresada en una forma de realismo que se erguía
como intento de desnudar la problemática del país. El Matadero -que fue escrito
durante el gobierno de Rosas-, y Amalia de José Mármol -publicada en las
postrimerías del mismo-, son los textos canónicos que retratan esa etapa que habría de
cerrarse con la batalla de Caseros. En este punto, las historias literarias han discutido
acerca de los orígenes de la novela, considerando, en algunos casos, a Amalia,
publicada en 1851, como la primera novela argentina.
89
también se ligan a la gesta antirrosista. La escritora salteña Juana Manuela Gorriti 45
revivió, en sus relatos, la circunstancias referentes a Rosas y su época, como el trágico
destino de Camila O'Gorman en Panoramas de la vida, el clima de terror que poblaba
Buenos Aires en "El lucero del manantial" o la sombría actuación de los verdugos de la
Mazorca en "La hija del mazorquero" 46 (Cfr. Marcón, Ulla, et. al. 1959: 81). Esa
insistencia por escrutar la historia y explicitar las razones que llevaron a su familia al
destierro se prolonga, en la narrativa de Juana Manuela, hasta el relato de Lo íntimo,
escrito en sus últimos días.
En 1848, Juana Manuela Gorriti publica una novela de corte histórico, titulada La
Quena. Este hecho, sin duda, sitúa a la escritora en el papel que la historia de la
literatura debe reconocerle: el de ser la primera novelista argentina. La Quena,
publicada como novela por entregas, sitúa su trama en el Perú colonial, incorporando
por primera vez al indio como personaje, temática que retomará la novelística
posterior, llamada "indigenista". La novela se relaciona con otros textos de Juana
Manuela, como el relato "Si haces mal no esperes bien" en el que una joven y un
muchacho se enamoran sin saber que eran medio hermanos. La joven era fruto de la
violación de una india por un militar47. Allí se denuncia la opresión hacia los sectores
indios por parte de un sistema feudal corrupto. En la novela La Quena, esa denuncia se
integraba a una reinterpretación indigenista de la historia dentro de los cánones clásicos
del romanticismo (Cfr. Glave, 1996). En ese relato, un niño nace de la unión de la
noble María Atahualpa y un capitán español. Hernán crece con su madre en el pueblo
indio hasta que su padre decide secuestrarlo y lo lleva a Madrid. En este punto es
evidente el paralelismo con la historia del Inca Garcilaso de la Vega, pero mientras éste
se adapta a la cultura peninsular, el personaje de la Gorriti regresa clandestinamente al
Perú para recibir el emblema de último sucesor del Imperio derrotado.
45 Juana Manuela Gorriti nació el 15 de junio de 1818 en Horcones, campamento fortificado situado
en Rosario de la Frontera (Salta), cerca del límite con Tucumán. Pasó su niñez en Miraflores, a
orillas del río Pasaje o Juramento, donde su familia poseía una estancia. La enemistad política de
los Gorriti con el caudillo Facundo Quiroga significó su exilio y la confiscación de todos sus bienes
en 1831. Juana Manuela tenía 15 años cuando, a causa de la militancia unitaria de sus padres, debió
emigrar hacia Bolivia, donde contrajo matrimonio con el militar Manuel Isidoro Belzú, quien llegó
a ser presidente de su país. Al iniciarse su carrera literaria, Juana Manuela abandonó a su esposo y
se instaló con sus hijos en Perú, donde fundó una escuela y convirtió su casa en un salón literario.
Sus cuentos y novelas fueron publicados y difundidos en Chile, Colombia, Venezuela y Argentina
y, luego de la caída de Rosas, también en Madrid y París. En 1874 se estableció en Buenos Aires,
donde se dedicó a recopilar e imprimir su obras y a escribir relatos sobre hechos acaecidos en su
vida, como el texto titulado Lo íntimo, que fue editado luego de su muerte. La historia de la novela
en Argentina se inicia con la publicación de su relato La Quena, en 1848. Otros títulos, como
Sueños y realidades (1875), Don Dionisio Puch (1869), Panoramas de la vida (1876),
Misceláneas (1878), La tierra natal, Perfiles (1892) y Veladas literarias de Lima (1892),
integran su extensa producción. Falleció en Buenos Aires, en 1892.
47 Según Luis Miguel Glave este relato de Juana Manuela Gorriti tiene "un argumento similar al de
Aves sin Nido, que la crítica ha considerado la primera obra indigenista salida de la pluma de otra
mujer, fundadora de la novela peruana, Clorinda Matto de Turner. La novela de Matto apareció en
1889, mientras que el relato de Gorriti fue publicado en 1861." (Glave, 1996).
90
III.4. LAS MUJERES Y EL IMAGINARIO NACIONAL
48 "Una ojeada a la patria" está incluido en Gubi Amaya o la historia de un salteador, recopilado en
Sueños y realidades (1865, pp. 109-120).
91
mujeres:
En tiempos de guerra y crisis, son los complementos esenciales del trabajo del
soldado-ciudadano. Esta complementariedad entre el papel militar masculino y
el papel femenino de supervivencia no ha sido reconocida, como era de
esperarse, ni por las ideologías del nacionalismo ni por las teorías de la
nación-estado. En la narración de Gorriti, la supervivencia y la continuidad
con el pasado aparecen como imperativos históricos, si bien frágiles, enfermos,
y obligados a aparecer disfrazados (Pratt, 1993: 57).
(Derechos! (...) )Creen ustedes, hijos míos, que la mujer tiene para mandar el
mundo necesidad de que se los declaren? (Bah! Todos saben bien que desde el
fondo de su alcoba, lactando a su hijo y arreglando el banquete para el esposo,
ordena la confección de las leyes y la caída de los imperios (1991: 127-128).
Coherente con este modelo, en las décadas republicanas comienzan a proliferar, tanto
en Buenos Aires como en Lima o México, las revistas para mujeres. La preocupación
por el rol femenino en las comunidades nacionales se traducía en un espacio cotidiano
en el que la mujer era proclamada el "ángel del hogar". Así, en el prólogo de su libro
culinario titulado Cocina ecléctica, Juana Manuela expresa:
92
mujer.
Los textos de Juana Manuela Gorriti son representativos de los ideologemas femeninos
del siglo XIX, aspecto que ha sido estudiado por Francine Masiello (1989), para quien,
aún en el caso de las mujeres conservadoras, los artefactos literarios operan con
dispositivos mucho más porosos a la heterogeneidad etno-cultural y genérico sexual
que en los textos escritos por los hombres del liberalismo. Juana Manuela Gorriti -cuya
personalidad ha sido comparada, en sus rasgos transgresores, con la de George Sand-,
constituye junto a otras mujeres escritoras rioplatenses y del arco andino, una
generación de importancia clave para las incipientes literaturas nacionales. En la Salta
de aquel momento, la escritora de origen boliviano Micaela Calvimonte de Fowlis 49,
amiga de Juana Manuela Gorriti, inauguró en su casa un "Salón Literario" semejante al
de aquélla en Lima. Juana Manso (1819-1875), Eduarda Mansilla (1838-1892) o
Josefina Pelliza (1848-1888), son otras pioneras en el campo literario y, en el caso de
Juana Manso, en la historia del feminismo en Argentina50.
50 Juana Paula Manso, ferviente unitaria que debe exiliarse en Montevideo y en Brasil durante el
gobierno de Rosas, es una adelantada de la prédica feminista. En Brasil editó un periódico dedicado
a las mujeres: Jornal das Senhoras (1852) y escribe dos novelas históricas: Los misterios del
Plata y La Familia del Comendador. Luego del derrocamiento de Rosas, se establece en Buenos
Aires y da a conocer otro periódico: Álbum de señoritas (1854) en cuyo número inaugural
incluye un artículo que titula "Emancipación de la mujer". Allí sostiene: ")Por qué reducirla a la
mujer al estado de la hembra cuya única misión es perpetuar la raza?". Domingo Faustino
Sarmiento, su amigo y defensor, la había nombrado directora de una escuela mixta recién creada.
Su posición como mujer dentro de la sociedad de su momento era definida en estos términos: "La
Iglesia lo que ha hecho es remachar nuestras cadenas por la dirección espiritual que nos coloca
entre dos dueños: el del alma, que lo es nuestro confesor y del cuerpo que lo es el marido." Pronto,
su combatividad le acarrearía el rechazo de la Iglesia Católica y de los sectores ultraconservadores,
al punto tal que, ya fallecida, se le negó la sepultura en el cementerio de la Capital por razones
93
desenvolvió aquella generación".
CARLOS IBARGUREN
Así caracteriza a los hombres de la llamada "generación del '80" el salteño Carlos
Ibarguren51, una de las figuras relevantes de principios de siglo que había conocido los
secretos de "la gran aldea" desde su infancia y que -gracias a sus vinculaciones
familiares- había tratado a la mayoría de los escritores destacados en este período,
circunstancias que reflejó en su libro de memorias La historia que he vivido (1954).
51 Nació en Salta, el 18 de abril de 1877. Se radicó en Buenos Aires en 1882, donde obtuvo el título
de Abogado en la Universidad de Buenos Aires. Fue catedrático universitario, Subsecretario de
Agricultura de la Nación, Subsecretario de Hacienda, Secretario de la Corte Suprema de Justicia,
Vocal del Consejo Nacional de Educación, Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación e
Interventor Federal en Córdoba. En el ámbito cultural y literario, fue Presidente de la Comisión
Nacional de Cultura, Presidente de la Academia Argentina de Letras, miembro de la Academia
Nacional de la Historia, de la Academia de Filosofía, de la Academia Argentina de Derecho y
Ciencias Sociales, etc. No obstante la múltiple actividad desarrollada y los numerosos artículos y
colaboraciones publicadas en diarios y revistas, su producción literaria es voluminosa, producto de
casi cincuenta años de labor continua: en 1908 publica Evolución de las ideas jurídicas en Roma
y continúa con títulos como: la literatura y la Gran Guerra (1920), Manuelita Rosas (1924),
Juan Manuel de Rosas: su vida, su tiempo y su drama (1930, Primer Premio Nacional de
Literatura), las sociedades literarias, 1800-1824, (1937), San Martín íntimo (1950), culminando
con su último libro La historia que he vivido (1954). Falleció en Buenos Aires, en 1956.
52 "El concepto de generación no implica, pues, primariamente más que estas dos notas: tener la
misma edad y tener algún contacto vital... Alguna vez he representado a la generación como la
caravana dentro de la cual va el hombre prisionero, pero a la vez secretamente voluntario y
satisfecho. Va en ella fiel a los poetas de su edad, a las ideas políticas de su tiempo, al tipo de
mujer triunfante en su mocedad y hasta al modo de andar usado a los veinticinco años. De cuando
en cuando se ve pasar otra caravana con su raro perfil extranjero: es la otra generación." (Ortega
y Gasset, 1965).
94
1880.
Desde la caída de Rosas en 1882, el escenario político inicia su rumbo hacia un período
de estabilidad política que permite, durante la presidencia de Julio Argentino Roca,
promulgar la ley que hizo de Buenos Aires la Capital Federal de la República
Argentina. Se ponen en funcionamiento los mecanismos económicos del liberalismo,
pero el nuevo orden político es contorneado por una especie de despotismo ilustrado,
dominado por una oligarquía que se mantiene en el poder hasta el advenimiento de
Hipólito Yrigoyen, en 1916. En esta encrucijada político-social, la producción escrita
permanece fiel a los modelos culturales europeos, aún cuando ya se puede advertir
-sobre todo en la novela- un mayor grado de compromiso y un sentido crítico hacia ese
consumo cultural. La prosa gestada por los hombres del '80 ostenta aún las notas
románticas del escepticismo, la pasión por los viajes y el influjo de las ideas europeas,
traducidas en páginas sobre modas, libros, música, idiomas o ciencias 53. Se registra así
un fenómeno narrativo que Ricardo Rojas denomina "fragmentarismo" y que se
identifica con un tratamiento parcelado de la materia literaria, compuesta como un
conjunto de comentarios, cartas, crónicas historiográficas, cuadros de costumbres,
reflexiones, notas de crítica literaria, relatos de infancia o memorias, tipos textuales
heterogéneos que, generalmente, se insertan en la forma de la autobiografía. Sin
embargo, siguiendo a Graciela Maturo,
53 Como advierte Graciela Maturo, la llamada "generación del ochenta", a la cual Mujica Láinez
llama "generación hija", hereda "muchos rasgos de la generación romántica y liberal que la
precede en nuestras letras. No obstante esa cierta continuidad, la caracteriza un espíritu más
cosmopolita y refinado, y una diversificación de intereses filosófico-científico-literarios que
acentuando tendencias de algunos representantes de la "generación del '38" evidencia un desvío
del programa de acción inmediata o de la permanente militancia de la lid política, hacia modos
más sosegados de reflexión y contemplación" (Maturo, 1993: 188).
95
corriente nativista del '80, como Martiniano Leguizamón, Pastor Obligado y sobre
todo, se identifica con Rafael Obligado, cuya carta acompaña todas las impresiones de
Mis Montañas, editado por primera vez en 1893. Pero la trayectoria de Joaquín V.
González también inaugura, junto a Ricardo Rojas -ambos nacionalistas-, una línea
postromántica dentro de la narrativa del interior, a la que se acoplarían, entre 1920 y
1940, escritores como Carlos B. Quiroga, Juan Carlos Dávalos, Fausto Burgos y Daniel
Ovejero55.
Dentro de este período son varios los escritores que encuentran en el espacio de la
infancia y la adolescencia un pretexto válido para observar el espectro cultural pretérito
y entender su propio tiempo: Miguel Cané, Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, Carlos
Guido Spano y Joaquín V. González. Pues el hombre del '80, más que un
"fragmentario" es un hombre que "vive meditando su condición de argentino, su
nacionalidad, su ser americano y universal al mismo tiempo" (Ara, 1965: XII). En este
sentido, Joaquín V. González define los preceptos de su escritura en estos términos:
...Mis escritos de este orden no tienen más mérito que el de ser un reflejo
directo, sentido y transmitido por un temperamento unísono, de los caracteres
de la región nativa; y como tal, yo soy no un autor, sino un instrumento natural
de que se ha servido ella para hacer a las gentes su confidencia. Y la he
transmitido con toda la fidelidad visual, auditiva y emocional que ella ha
depositado en mis facultades, desde las generaciones perceptibles de mis
antepasados, hasta el testimonio positivo de mis propios sentimientos durante
la época más receptiva de la vida, que es la infancia (González, 1965: XVI).
Así, pues, como escritor nacional (...) me pongo de pie y me saco el sombrero
para saludar en Mis Montañas el advenimiento de los Andes a la literatura
patria" (en González, 1965: XXXI).
se publican varios textos póstumos sobre los originales preparados por González, como El
centinela de los Andes (1929), Estudios Constitucionales (1930), La Patria Blanca (1931),
Mitre (1931), entre otras.
96
Las imágenes que contribuyen a reforzar el proyecto de construcción del imaginario
nacional se agolpan en los textos de Joaquín V. González. Relatos como "(Viva la
Patria!" se enmarcan dentro la antinomia inaugurada por el Facundo de Sarmiento:
En Salta, la prensa nace en el año 1824, con el traslado de la imprenta de Los Niños
Expósitos por gestiones de Victorino Solá. La imprenta estuvo a cargo del poeta Hilario
Ascasubi y el 30 de setiembre de 1824 apareció el periódico La revista mensual, cuyo
redactor era el actual gobernador de Salta, José Álvarez de Arenales. Durante ese
gobierno también comienza a circular un segundo periódico, llamado El Pregón de
Salta y durante la administración del General Alvarado se publica el tercero: La Diana
de Salta. En el período rosista la actividad periodística queda prácticamente
interrumpida, pues entre 1834 y 1854 se registra la circulación de un solo periódico: El
desengaño de los salteños, que apareció y desapareció en el año 1845. Luego de la
caída de Rosas surgen numerosos diarios que reflejan las reacciones políticas,
económicas y sociales de la provincia, pero recién en 1885 se establece un periódico de
aparición cotidiana en Salta: El diario popular, fundado por Ramón Cañaveras (Cfr.
Solá, 1924).
97
En Tucumán, la presencia de Paul Groussac 56 imprime al ámbito cultural un sello
especial, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La
Razón. En 1882 nace la Sociedad Sarmiento, una institución clave en la cultura de
Tucumán, con un accionar múltiple en el campo cultural (Cfr. Lizondo Borda, 1932,
Leoni Pinto, 1995) y que canalizó gran parte de su labor en la publicación del periódico
El Porvenir (1882-83). Más tarde apareció El Tucumán Literario (1888-1896), una de
las revistas más importantes editadas en el siglo XIX, fundada y dirigida por otro grupo
de jóvenes vinculado a la Sociedad Sarmiento. En sus páginas publicó el escritor Adán
Quiroga57, quien formó parte de dicha Sociedad desde 1894 y vivió temporariamente en
Tucumán (Cfr. García Soriano, 1972: 60-66). Éste vehiculiza la proyección de la
cultura de Catamarca y el NOA en el país, a través de un grupo literario definitorio,
integrado también por los catamarqueños Ezequiel Soria y Julio Sánchez Gardel. En
este sentido, el aporte de Adán Quiroga a la literatura nacional fue de fundamental
importancia, en tanto desafió los cánones de la estética neoclásica, consolidando una
línea de expresión argentina y americana, cuyo principal objetivo es la valoración de
las herencias culturales autóctonas en el espacio andino (Cfr. Calas de Clark, 1991:
170).
El ímpetu editorial demostrado hacia fines de ese siglo se transporta a las primeras
décadas del siguiente, con la concreción de otras publicaciones periodístico-literarias,
56 Paul Groussac (1849-1929), un intelectual de origen francés, fue contratado como técnico en
materia de educación pública por la provincia, fue profesor del Colegio Nacional hasta 1874, luego
inspector y más tarde director de la Escuela Normal, creada en 1875 por iniciativa de Sarmiento. Se
dedicó al periodismo, colaborando como redactor o director de periódicos como La Unión y La
Razón. Paralelamente, desarrolla una intensa actividad como historiador, colaborando con Juan B.
Terán en la escritura de la Memoria Histórica y descriptiva de la provincia del Tucumán (1882).
Posteriormente se aleja de esta provincia, pero en su producción posterior, como la novela Fruto
vedado recupera el ámbito de Tucumán (Cfr. Billone y Marrochi, 1985).
57 Adán Quiroga nació en San Juan, el 6 de marzo de 1863. Vivió en Catamarca desde los tres años de
edad, donde cursó sus estudios iniciales y el bachillerato. En Córdoba, donde realizó su carrera
universitaria, conoció a Joaquín V. González y a José Figueroa Alcorta. Fundó, junto con el escritor
riojano, el periódico literario La Propaganda. También redactó la hoja política El Interior. En
1884 recibe el título de Doctor en Leyes y al año siguiente en Derecho Canónico. En el desarrollo
de su actividad en las facetas de poeta y arqueólogo, en 1889 fundó el periódico Los Andes, en el
que escribía sobre folklore, historia, lingüística y arqueología de Catamarca. Colaboró con los
diarios locales La Provincia, La Actualidad, Fra Diavolo y, en 1890, publicó el álbum literario 9
de Julio que significará un momento relevante en el quehacer cultural de Catamarca. En 1894 se
trasladó a Tucumán, donde prosiguió desarrollando una intensa actividad cultural. Allí fundó el
periódico El Nacional. Al poco tiempo regresó a Catamarca desde donde colaboró en la Revista de
Derecho, Historia y Letras, en Estudios, en Anales del Museo de La Plata.
Uno de los textos de corte narrativo fundamental para la historia y la literatura del NOA es
Calchaquí (Historia de la Conquista) publicado en 1897. Entre su producción se destacan
estudios que exploran la arqueología y la cultura americanas, como Antigüedades Calchaquíes
(1896), Folklore Calchaquí (1897), El Diablo en el Norte. Supay y Mikilo (1898), La Cruz y el
falo en Calchaquí (1898), El Tincanacu (1900), entre otros. También publicó libros sobre temas
de Derecho, como La Horca en la República Argentina (1889), Sentencias y autos(1897) y
Proyecto de Código de Procedimientos de la Justicia de Paz (1897).
En el orden nacional se desempeñó como Miembro de la Junta de Historia y Numismática
Americana, de la Sociedad Científica Argentina y del Instituto Geográfico Argentino. En 1903
recibió el Premio de la Academia Literaria del Plata por su poema narrativo El Ejército de los
Andes. Un año más tarde es invitado por el presidente Quintana a establecerse en la capital del país
para ocupar el cargo de Subsecretario del Ministerio del Interior, pero la muerte lo sorprende el 10
de noviembre, en Buenos Aires (Calas de Clark, 1991: 53-55).
98
como la Revista del Tucumán, dirigida por Manuel Pérez, que apareció en julio de
1900. En esta revista, que llegó hasta el número sesenta en diciembre de 1902, se
observa un notable predominio del tema histórico, cultivado especialmente por Julio P.
Avila y José Fierro. Las revistas La Evolución, Iris y Tucumán Ilustrado, todas
publicaciones quincenales, también recogen los relatos de la actualidad y la actividad
desarrollada en los campos literario, artístico, científico (Cfr. Billone y Marrochi, 1985,
García Soriano, 1972). En ese momento, llega a Tucumán un hombre que representará
un papel central en la cultura del noroeste: el boliviano Ricardo Jaimes Freyre, quien
había editado junto a Rubén Darío la Revista de América, en 1894. Además de su labor
historiográfica, en 1904 fundó, junto a Juan B. Terán y Julio López Mañán, la Revista
de Letras y Ciencias Sociales, que desempeñó un lugar central en la gestión del
modernimo (Cfr. capítulo IV).
III.7. FISONOMÍAS
Hacia fines del siglo XIX, dos fenómenos se integran a la fisonomía socio-cultural del
NOA y del país para constituirse en nexo con el siglo siguiente. La conquista de
grandes espacios fronterizos -que movilizó fuerzas militares y civiles en contra del
poblador indígena- y la oleada inmigratoria -con la consecuente mirada de
extrañamiento sobre el otro-, constituyen dos síntomas del fracaso del ideario
programático sarmientino y alberdiano. La significación histórico-cultural de estos
hechos se enhebra, en los textos literarios, como "registros del odio y del crimen
emergentes del cuerpo del indio y del gaucho", en los trayectos de la literatura
gauchesca, la conquista del desierto y el genocidio indígena (Geirola, 1995: 75).
Las construcciones -y subversiones- del imaginario del momento pueden leerse en los
textos narrativos generados en ese período histórico, como también en la producción de
las décadas posteriores. Así, la inmigración y el desierto son dos representaciones
escenográficas complementarias en el entramado de las fronteras étnicas que signan la
identidad del país. Ellas modifican su estructura cultural y adquieren características
singulares en el espacio del noroeste argentino.
99
III.7.1. Desierto
JOAQUÍN V. GONZÁLEZ
58 Las etnias más representativas del Chaco centro occidental salteño pueden clasificarse en dos
grandes complejos: el Mataco-Mataguayo y el Chiriguano-Chané (Cfr. Pereyra y Visentini, 1984),
cada uno con sus respectivas parcialidades. En tiempos de la dominación española, estos indígenas
del Chaco eran clasificados por los españoles en dos grupos:
a) los guaycurúes, "indios" indómitos de tierra adentro, protagonistas de malones que
perseguían el objetivo de apoderarse de cabalgaduras y ganado. El padre Morillo, en su diario de
viaje de 1780, explica el significado del término: "que a todos los de estas naciones llamamos los
españoles Guaycurús, no porque haya nación de Guaycurús, sino porque esta voz Guaicurú signi -
100
El siglo XVIII marcó el cambio en la política española con respecto al Chaco: de una
táctica de guerra defensiva se pasó a una ofensiva, con el propósito de asegurar una vía
fronteriza que frenara las movilizaciones chaqueñas hasta los centros poblados del
Tucumán. Las grandes "entradas" al Chaco tuvieron como objetivo primordial la
ocupación de los límites tucumano-chaqueños para asegurar la explotación agropecua-
ria y el abastecimiento del mercado potosino (Cfr. Conti, 1989). Estas entradas masivas
desplegaron la común estrategia de amedrentar y desarticular las conformaciones
tribales. El desplazamiento de los pueblos y los choques entre parcialidades en el
interior del Chaco resultaban favorables a la política del grupo dominante. Así, la
enemistad creciente entre las diferentes naciones indígenas era fomentada por la
composición de ejércitos multiétnicos, constituidos por indígenas de las reducciones,
negros y mulatos.
En el siglo XIX, las campañas para controlar ese enorme predio habitado por el
indígena en Argentina, se inician con la salida de Martín Rodríguez en 1823, continúan
con la expedición de Juan Manuel de Rosas en 1833 y, hacia 1879, se vuelven
contundentes con la participación de Julio Argentino Roca -"el nuevo héroe del
desierto". La decisión política de la Campaña del Desierto había sido instrumentada por
el presidente Avellaneda, mediante la Ley ne 947 del 5 de octubre de 1878, que se
sustentaba en el pensamiento del General Roca acerca de la conveniencia de trazar una
estrategia ofensiva global para desplazar las líneas fronterizas más allá de los márgenes
actuales. Sin embargo, la conquista del Chaco se realizó más adelante, mientras Roca
era Presidente de la Nación. Durante varios años el Teniente Coronel Napoleón Uriburu
desempeñó la jefatura de la guarnición de la frontera norte contra los indios chaqueños.
El 7 de febrero 1880, una expedición al mando del mayor Jorge Luis Fontana, logró
abrir una picada de 520 km. entre Resistencia y Colonia Rivadavia, sobre el Bermejo
Medio. En 1884 el general Benjamín Victorica -Ministro de Guerra y Marina de Roca-,
organizó una campaña al Chaco austral para adelantar la frontera interior hasta el río
Bermejo, estableciendo una línea de fortines hasta Salta y realizando estudios
científicos que permitieran el incremento de actividades agrícolas y comerciales. Esta
campaña, que se definió en términos exitosos, permitió la comunicación entre
Corrientes, Salta y Jujuy y la navegabilidad de importantes trechos del río Bermejo. Sin
embargo, el problema del indio seguía latente y la región del Gran Chaco era un
extenso territorio surcado por indígenas que ofrecían la resistencia de los tiempos de la
Colonia.
59 Nació en Salta, en 1885. Era hijo de Emilio Gauffín, inmigrante sueco cuya familia paterna era de
origen francés, y de la salteña Hermenegilda Heredia Tamayo. Pasó sus primeros años en la región
del oriente salteño, en plena zona del Chaco, experiencia que se integró a su novela En tierras de
Magú Pelá (Buenos Aires, 1932). Vinculado a los círculos literarios de Salta, se dedicó al
periodismo y exploró la poesía y la prosa. Su segunda novela, titulada Alma Perdida fue
publicada en 1936. Su novela Los dos nidos fue publicada por entregas en la revista El
101
naturaleza agresiva remite a un espacio geocultural en estado de virginidad 60. En este
sentido, Gauffín se propone rescatar la presencia y la dimensión histórica del Chaco en
la literatura nacional, tal como declara en su novela Los dos nidos:
Las estampas de los indios tobas del Chaco también se integran a las narraciones de
Fausto Burgos61, como Naatuchic, el médico (1932), en la que se develan los secretos
milenarios del shamanismo. La bravura doblegada de los indios chaqueños ya había
sido tema de El país de la selva (1907), de Ricardo Rojas, relato en el que se
denuncian los males que la civilización dejó entre los grupos autóctonos:
60 En 1961, Néstor Saavedra -narrador salteño nacido en 1915- publicó su novela El general del
Chaco. Esta novela se integra a los textos de otros autores que, como veremos en el resto del
capítulo, han enfocado este espacio ocupado por tribus indómitas y reticentes al influjo civilizatorio
impuesto desde los centros de poder. Sobre esta zona fronteriza que se conecta con el litoral del
país también han escrito Horacio Quiroga, Alfredo Varela (El río oscuro) y Raúl Larra (El Gran
Chaco) (Cfr. Garasa, 1993: 165-66).
102
con que el hombre de las ciudades lo concibiera. Eran la transición equívoca
del indígena hacia un tipo de civilización tan menguado como su antigua
salvajez. Reconcentrados ahora en el corazón del Chaco, las tribus nómades o
simples grupos de ellas, volvían a pisar, en la margen occidental del Salado, la
vieja tierra de sus depredaciones. Pero (cuanto habían cambiado las épocas!
Éstos se acercaron sumisos, tímidos, callados. Y hace dos o tres décadas
apenas, pasaban por allí mismo lanzados al viento de la noche sus alaridos de
combate, incendiando los pastizales con las hogueras épicas que resplandecían
en las chuzas, coceando fragorosamente la tierra con el casco de sus yeguas
desenfrenadas...
Esa imagen de indios mendicantes, borrachos y tísicos, producto del impacto producido
por la presencia del blanco, se transporta en el tiempo y alimenta la producción de
Manuel J. Castilla, en la que la voz del poeta-narrador habla de una raza vencida y
denuncia las raíces de la injusticia étnica:
El Chaco de sus antiguas correrías era algo de lo que nunca se acordaba. Sólo
cuando le daban vino y coca lo recordaba. La media lengua se le había alisado
de asperezas y casi ni se notaba que era indio. Una vez contó algo triste, sin
inmutarse. Los ojos parecían dolerle cuando pensaba. La historia era sencilla.
habían ido hasta la toldería de la costa del Pilcomayo a buscar al indio Juan,
el comisario y dos agentes. Lo sacaron a empujones y lo arriaron a pie rumbo
a Tonono, lejos, por el camino arenoso. Ellos, los policías, iban a caballo. La
gente de la toldería se quedó quieta, pues ya conocía su mano fuerte.
Inocencio, en cambio, se puso a seguirlos de lejos, sin que lo vieran. Llevarían
andado una legua. El indio Juan, las manos atadas a la espalda y a pie delante
de los caballos, mudo. De golpe, desde el monte, vio que el comisario sujetaba
el caballo, alzaba el winchester y apuntaba. Los ojos le dolían cuando
recordaba eso. Se metió callado en el monte. El indio Juan era arena y bulto y
sangre en el camino (Castilla, 1957).
63 Carlos Buenaventura Quiroga, nació en Catamarca el 14 de junio de 1887. En su ciudad natal cursó
estudios primarios y secundarios y luego se trasladó a La Plata para estudiar abogacía. Una vez
graduado, regresó a su provincia para actuar en la magistratura local, en la que llegó a ocupar la
Presidencia de la Corte de Justicia de Catamarca. Además fue profesor en la Escuela Normal de
Maestros y el Colegio Nacional de Catamarca hasta que decidió radicarse en Buenos Aires. Allí
publicó en la revista Nosotros y en el diario La prensa. Su ingreso al mundo de la literatura se
registra en 1921, con la publicación de Cerro nativo, ciclo prolífico que se clausura en 1967, con
la aparición de América Tierra Prometida. Centrada especialmente en la narrativa novelística, la
producción de Quiroga también se extendió hacia la poesía, la biografía, el ensayo y el periodismo.
Obtuvo, en 1929, el Premio Municipal de Buenos Aires por Imagen Noroéstica y en 1930 fue
103
muerto "en la Cordillera de los Andes, en el Paso de Socompa, a traición, según
algunos, de un tiro de winchester en el oído" (1952: 366). El plano dramático en el que
se instala la historia del despojo y el sometimiento de la raza vencida y la "raza sufrida"
, se traduce en el enfrentamiento de dos vertientes culturales antinómicas. Uno de los
polos de esa oposición se personifica en los indios calchaquíes del valle de Tinogasta,
en la narrativa de Quiroga, y en los aborígenes quebradeños de "La muerte de
Sarapura", de Juan Carlos Dávalos:
III.7.2. Inmigración
Carlos B. Quiroga falleció en marzo de 1971, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, donde residía.
104
proveniente de las concepciones sobre la historia dentro del positivismo científico-
académico de la escuela spenceriana, se enunciaba drásticamente: "Haced pasar el
roto, el gaucho, el cholo, unidad elemental de nuestras masas populares, por todas las
transformaciones del sistema de instrucción; en cien años no haréis de él un obrero
inglés". Esta premisa filosófico-sociológica alentó, en las décadas siguientes, la
invitación a los hombres de buena voluntad de todo el mundo que deseaban trabajar en
suelo argentino. En la gesta del '80, el plan político diseñado por el roquismo, fue la
fase decisiva en el programa de poblar el gran desierto que parecía dormir -y hervir- no
tan lejos de "la gran aldea".
105
franceses, ingleses, otomanos, griegos, marroquíes y austro-húngaros (Cfr. Solá: 1889:
107-108). Muchos de ellos eran agricultores, artesanos, comerciantes y esperaban
poder afincarse y prosperar, al tiempo que escapaban de las coyunturas históricas del
viejo continente: la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, posteriormente, la guerra
civil española (1936-1939). Para españoles e italianos, llegar a Argentina significó
encontrar un ámbito en el que su futuro se perfilaba promisorio y muy diferente del que
podían tener en sus propias tierras. Para los sirio-libaneses, la opresión, la guerra y los
niveles de esclavitud establecidos durante el dominio turco determinaron la huida hacia
una tierra que les ofreciera una posibilidad de recuperar su identidad perdida.
Recordemos que durante el período de dominación turca, Siria pierde su esplendor
religioso, cultural y económico; entonces los agricultores, comerciantes y productores
son obligados a pagar elevados tributos y viven esta situación como un desarraigo
identitario que encuentra como único horizonte de esperanza la posibilidad de emigrar
y buscar un nuevo lugar de pertenencia. Los primeros inmigrantes árabes llegan a
Argentina en 1868, producto de este éxodo forzoso ante la violencia desencadenada en
el Líbano64.
Alguien nos dijo que en el norte había grandes posibilidades. Entonces fue
cuando nos dimos cuenta de que venirnos a Salta era nuestro destino, el
destino que habían comenzado a soñar y que papá conquistó cuando triunfó en
política, cuando se convirtió en un hombre importante de la provincia, cuando
todos lo conocían y pudo presentarnos en sociedad, ataviadas como reinas y
cuando mandó construir la casa con escalinatas de mármol escondida detrás
64 Para ampliar estos aspectos puede consultarse Las corrientes inmigratorias en el Noroeste
Argentino, de varios autores, editado por CeSICA (Salta, 1996).
65 Liliana Bellone nació en Salta capital en 1954. Se graduó como profesora de Letras en la
Universidad Nacional de Salta en 1977. Publicó los siguientes poemarios: Retorno (1979),
Convergencia (1986), Elegía en Primavera (1988), El Cazador (1991) y La travesía del cuerpo
(1992), Voluntad y otros poemas (1993). Su producción narrativa está contenida en revistas y
periódicos del país y en los libros: El Rey de los Pájaros (1992) y Augustus (edición cubana,
1993; edición argentina, 1994). Fue merecedora de diversas distinciones, entre ellas, el Primer
Premio de la Dirección de Cultura de Salta, de Poesía en 1977, el Primer Premio de Poesía y
Cuento de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta en 1975 y el Premio
Homenaje a Jorge Luis Borges de la Fundación Givré, ALA y Fondo Nacional de las Artes para
escritores latinoamericanos en Buenos Aires, en 1978. Su novela Augustus ha obtenido el PRIMER
PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS, La Habana, Cuba, en 1993. Actualmente colabora con
trabajos de crítica literaria en diarios y revistas argentinos y extranjeros, ejerce la docencia desde
1977, es tutora de los Cursos de la Red Federal del Ministerio de Educación de la Nación y
coordina talleres y cursos organizados por entidades oficiales y privadas.
106
de los rosales de la finca (1994: 47-48).
Pero veintitrés años más tarde de su llegada, Giovanni Campassi ofrecerá su nueva
percepción de la historia de un país, en el que conservadores y radicales pelean el
poder: "Los tiempos felices están terminando en la Argentina que nos abrió los
brazos, en sueños he visto falanges que avanzan taciturnas, avanzan sobre Italia, sobre
España, sobre Europa"...
Dos mujeres, las hermanas Campassi, como dos fantasmas confundidos en una
sola voz, un sólo destino, son predestinadas, presignadas, para llevar a cabo el
sincretismo, como otrora lo fuera el piadoso Eneas virginiano. Designio, al fin
que se verá trágicamente obstaculizado y retorcido por esta América
voluptuosa e intuitiva, simbolizada en la arrogante y lujuriosa figura de los
hermanos Iriarte (Carante de Ragone, 1995: 23).
Aquellos inmigrantes de rostro ajeno que pueblan las fotografías de la época (Cfr.
Anexos), llegaron de todos los puntos cardinales, alentados principalmente por un
deseo económico, pero también "buscando una luz más clara"66. De esa amalgama de
sueños y razas emergen los personajes prototípicos que la literatura habrá de explorar
incansablemente: gringos, turcos, tanos, gallegos, judíos, "quijotes de las pampas",
hijos de los barcos... Seres que modelarán en el teatro, la poesía y la narración sus
caracteres más originales. Personajes que hundieron sus raíces en un medio que los
llevó -la mayoría de las veces- hacia la frustración y el fracaso del no regreso.
Hay en estas remotas provincias quienes tienen una ascendencia simple y clara
66 Héctor Tizón, La mujer de Strasser (1997: 138).
107
y otros que no. La mía es confusa, contradictoria, conjetural y arbitraria
(Tizón, 1997: 137).
La aparición del radicalismo, operada a fines del siglo XIX, produce una serie de
cambios fundamentales que afectan la estructura social casi fosilizada que se había
108
gestado en los siglos anteriores. Surge "una vigorosa corriente de opinión policlasista
con un programa de regeneración cívica, honradez administrativa, libertad de
sufragio y respeto a las autonomías provinciales" (Bazán, 1992: 292). Sin embargo, los
gobiernos y la clase dirigente mantienen a la opinión pública dividida. En 1916 triunfa
la fórmula radical encabezada por Hipólito Yrigoyen y Pelagio B. Luna, el segundo un
riojano que había participado en la Revolución del Parque, en 1890. Durante este
gobierno se efectuaron veinte intervenciones provinciales, resolviéndose la presencia
de veedores en La Rioja, Catamarca, San Juan, Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago del
Estero (Cfr. Bazán, 1992: 320-331).
Cabe recordar que en Salta fue un escritor el que colaboró con el establecimiento de la
Unión Cívica Radical. Joaquín Castellanos68, revolucionario del '90 y firmante del
documento fundacional de la UCR, era uno de los hombres que más se destacaron en
ese período de construcción nacional. Castellanos, representante de ese grupo de
escritores que simultáneamente se desempeñaron en la escena política del país y del
NOA, publica en 1887 una confesión lírica que titula El Borracho. El texto, impreso
por primera vez en Salta recién en 1951, está diseñado en base a los clásicos
postulados realistas-naturalistas, hasta entonces patrimonio exclusivo de la novela (Cfr.
Arias Saravia, 1984: 283).
Su vasta producción abarca tanto la vertiente literaria como los escritos relacionados con su
accionar político: Acción y pensamiento al margen de la Historia, Labor parlamentaria, Más
allá de la literatura, Labor dispersa, entre otros (Figueroa, 1980: 63-64). En 1914 aparece el
poema dramático en prosa y verso titulado El Limbo, que Castellanos firma con el seudónimo de
"Dharma". Otros libros en prosa se publican a partir de 1888, como Ojeadas literarias, Güemes
ante la Historia, Marcas a Fuego.
69 Bernardo González Arrili, nació en Buenos Aires en 1892. Fundó y dirigió en Salta el diario Norte.
Fue Miembro de la Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes y publicó numerosos libros
que exploran los géneros del cuento, novela, teatro, cine, historia y biografías, como Roosevelt,
América para los yanquis (1913), El pobre afán de vivir (1918), Tierra mojada (1923) La
Venus calchaquí, Protasio Lucero (1924), La invasión de los herejes (1926), El futuro de
América (1928), y Deliciosa Jujuy (1926), entre otros. En 1940 obtuvo el Premio de la Comisión
Nacional de Cultura (Cfr. Fidalgo, 1975: 88-89).
109
gobernador. Pero él triunfa en las elecciones en enero de 1919 y debe sortear todos los
obstáculos impuestos por el gobierno nacional hasta que Salta es nuevamente
intervenida a fines de setiembre de 1921 (Cfr. Caro Figueroa, 1995: 12).
En esta etapa, el desarrollo literario del noroeste argentino adhiere, por un lado al
modelo romántico, vehiculizado por la "generación del Centenario", que representó una
verdadera apertura del medio cultural provinciano hacia el mundo, y, por otro, al
ideario estético del modernismo, como reacción contra la persistencia de ciertas formas
de poesía inspiradas en el romanticismo finisecular español (Cfr. Lagmanovich, 1974).
En el noroeste argentino, el fenómeno de la llamada "generación del Centenario" es
decisivo en la vida intelectual desde principios de siglo y hasta poco después de 1920.
En este segmento de las letras norteñas, Carilla y Lagmanovich coinciden en señalar la
importante influencia del boliviano Ricardo Jaimes Freyre, figura central del
modernismo y amigo personal de Rubén Darío (Carilla, 1962: 167, Lagmanovich,
1974: 19).
110
obtener de sus tierras. Los métodos obsoletos de producción y la colocación marginal
del NOA en el aparato del Estado generan una élite en decadencia, que conserva la
"finca" como símbolo de su origen (Sarlo, 1980-86, I: 34).
La decadencia del norte del país se manifiesta en la caída demográfica registrada por el
censo de 1914, en el que las provincias norteñas aparecen como expulsoras de
población. Salta y Jujuy han perdido gran parte de sus contactos comerciales con
Bolivia y tienen dificultades para colocar sus producciones en el mercado nacional. Por
otro lado, el ferrocarril no tuvo en el noroeste el mismo alcance que en la Pampa
Húmeda y Mendoza, marginando a las ciudades principales y complicando la geografía
del noroeste, dependiente de un sistema de comunicaciones basado en la tracción a
sangre, fundamentalmente a través de mulas. Sin embargo, la situación económica de
Tucumán constituía la excepción. Integrada al nuevo sistema de relaciones creado por
el ferrocarril, esta provincia protagoniza la transformación de la fisonomía tucumana
con el auge de la industria azucarera (Cfr. Bazán, 1992: 337- 343) (Cfr. Capítulo V).
La Catamarca que va desde 1895 hasta alrededor de 1921 era una Catamarca
iluminada por la obra, el espíritu y la sombra ilustre de D. Samuel Lafone y
Quevedo y Adán Quiroga; animada por la figura excepcional del P. Antonio
Larrouy y donde coexistían espíritus selectos como los de Manuel Soria, Félix
Avellaneda, Alejandro Ruzo, Guillermo Correa, Julio Herrera, Federico
Espeche, Lindor Sotomayor, Vicente García Aguilera, Pedro Ignacio Acuña,
Los Molina... Una provincia por donde habían pasado y dejado clara huella
sabios y científicos de valía universal, como Eric Boman, Federico
Schikendantz, Francisco P. Moreno, Juan B. Ambrosetti y muchos otros... (en
Calas de Clark, 1991: 20-21).
Salta es hoy más que nunca una ciudad quieta y triste, porque está pobre.
71 Nació en Salta, el 11 de enero de 1887. A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó
el periódico "Sancho Panza". Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras
asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector. Fue Director del
Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza".
Falleció en Salta, en 1959. La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la narrativa, la
poesía y el teatro. Publicó los poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos
agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935),
Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947) y Últimos versos (Salta, 1961). Dio a conocer
textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia
política (Buenos Aires, 1928, junto a Guillermo Bianchi) y La tierra en armas (Buenos Aires,
1935, junto a Ramón Serrano). Su labor más descollante se ha desarrollado en el campo de la
narrativa (Cfr. Bibliografía). Su producción édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo
estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes. En 1997, el Senado de
la Nación editó sus Obras Completas.
111
Pobreza del fisco y pobreza del pueblo; pobreza de los trabajadores y de los
ricos. En esta tierra de hacendados, la depresión de los valores agropecuarios
asume los caracteres de una honda crisis moral.
El escritor romántico que fue reconocido desde la legitimidad del poder oficial, pudo
colaborar en forma directa con el gobierno del país. Pero en el período moderno la
posición de privilegio en la vida política nacional se disuelve. Como consecuencia de
esto se genera, en los ámbitos artísticos y en la misma producción estética un discurso
alternativo que promete una solidaridad de élites entre los escritores, a la vez que éstos
proyectan en el texto escrito su deseo por el poder. En este sentido,
...la vanguardia de los años veinte no marca una necesaria ruptura del curso
establecido por los escritores de las tendencias modernistas o del Centenario
sino que, por su agitada expresión y sus en general frenéticos devaneos, sus
participantes llevan a un extremo casi parodial las búsquedas de autoridad de
sus mayores. Ahora el escritor trata de tomar el control sobre la pasada
tradición, como queriendo revertir las leyes de la herencia que puedan inhibir
sus sueños de poder. De este modo, el escritor rehusa a actuar como un agente
de la historia en el estilo de los bardos anteriores y, por el contrario, reclama
una posición central en cuanto sujeto más importante de la historia (Masiello,
1986:13).
112
escritura: Ricardo Rojas, Leopoldo Lugones 72 y Manuel Gálvez. En estos autores la
imaginación histórica hilvana el pasado y el presente y reordena los acontecimientos
para que encajen en las necesidades de un enérgico narrador nacionalista. La historia se
convierte en un objeto que puede ser reagrupado y definido como arte. Esto hace
posible que el escritor aproveche incidentes de menor relevancia en la vida argentina
para estructurarlos como parte de un segundo relato. La manipulación de la historia se
convierte en un problema formal obsesivo cuando el escritor explota el carácter popular
de las figuras nacionales para ponerlo al servicio de la autoridad intelectual (Cfr.
Masiello, 1986: 35).
72 Ricardo Rojas y Leopoldo Lugones eran de cepa santiagueña. Sus familias pertenecían a linajes de
ese origen, y aunque Lugones había nacido en Villa María del Río Seco, la filiación social y
cultural de ese pueblo lo adscribe al ámbito del noroeste argentino. Este espacio nada tiene que ver
con la Pampa Gringa que estaba formándose en los territorios de Buenos Aires, Santa Fe y
Córdoba, este y sur de la provincia (Cfr. Bazán, 1992).
73 Ricardo Rojas nació en Tucumán en 1882. Hizo sus estudios primarios y secundarios en
Santiago del Estero, donde su padre fue gobernador y senador nacional. Una vez radicado en
Buenos Aires para estudiar abogacía, pronto se vinculó con el ambiente cultural de la gran ciudad.
Colaboró en las revistas Caras y Caretas e Ideas -ésta última dirigida por Manuel Gálvez- y en el
diario La Nación. En 1903 publicó su primer libro de poesía, titulado La victoria del hombre. Se
desenvolvió con soltura en diferentes géneros y formas literarias: la descripción costumbrista, el
ensayo, la historiografía y la poesía lírica. Fue rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires y
miembro de número de la Academia Nacional de la Historia. Falleció en Buenos Aires, en 1957.
74 Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874, en Villa María del Río Seco (Provincia de
Córdoba). Dos años después, la familia Lugones resuelve su traslado a la Villa de Ojo de Agua, en
Santiago del Estero. Allí Leopoldo inicia su escolaridad. En 1885 llega con su padre a Córdoba,
donde iniciará sus estudios en el Colegio de Monserrat, el 22 de marzo de 1887. En 1890, Lugones,
con dieciséis años de edad, ya realiza su primeras "declamaciones" públicas y da a conocer sus
primeros poemas en reuniones familiares. En junio de 1893 publica en La Libertad su poema "Los
Mundos". Al año siguiente realiza un viaje a Salta con el grupo de la Unión Universitaria de
Córdoba. En esa oportunidad, aprovechará para reunir los elementos que le servirán para
estructurar los capítulos de La Guerra Gaucha, algunos años después. En las páginas del diario
La Patria se adiestra en el periodismo y, en 1893, funda con González Luján el periódico
Pensamiento Libre, que se convierte en el cauce de su acción crítica de la sociedad. Las
preocupaciones idealistas de Leopoldo Lugones tuvieron sus raíces en los años pasados en Santiago
del Estero y Córdoba, ciudad esta última que abandona en 1896 para establecerse en Buenos Aires
(Cfr. Bischoff, 1988).
En la capital del país se convertirá en uno de los más activos propulsores de la actividad intelectual
y artística, signada por la función del artista en la sociedad y los destinos de la nación. Su múltiple
producción, que se inicia con Las montañas de oro (1897) y concluye con los Romances del Río
Seco (1938) abarca los géneros de la poesía, el cuento, el ensayo y el periodismo. El 18 de julio de
113
reconsiderar el presente. Como portavoz nacional y profeta de la cultura argentina,
Lugones da solidez a su sentimiento del yo y consolida su base de apoyo. En este
contexto de autodefensa, el lenguaje es considerado como una herramienta
instrumental en la reelaboración de la historia. El proyecto del Centenario requirió que
Lugones, como escritor reconocido, explicara el pasado de la nación. Como respuesta a
esta requisitoria nacen las Odas Seculares, en 1910; la Historia de Sarmiento, en
1911 y los discursos en defensa del Martín Fierro pronunciados en el Teatro Odeón en
1913. En estos trabajos, Lugones evoca la visión unificada de los pensadores del siglo
XIX, que buscaron la gloria nacional para los hombres de las letras dentro del marco de
las acciones heroicas. Sarmiento, en este sentido, se transforma en el sujeto de estudio
más importante de Lugones para el Centenario, en tanto proporcionó un modelo de
capacidades intelectuales al servicio de la hegemonía nacional (Cfr. Masiello, 1986).
Mientras Rojas y Lugones legitimizaron el formal estudio de las letras como un bien
necesario para la nación, escritores como Manuel Gálvez recurrieron al reclamo de una
compensación que justificara los esfuerzos del escritor. Sus memorias y ensayos
publicados durante más de cuarenta años insisten en esta inagotable preocupación.
Gálvez explota el fervor del Centenario para defender la condición del escritor, uniendo
el interés nacionalista con el deseo del poder. Con el comienzo del siglo y el ascenso de
las clases medias, se inicia la profesionalización de la literatura. Se genera un nuevo
público, aparecen los críticos y ya se ha instalado una temática con autores
preocupados por ella. Estas modificaciones sociales y estéticas se verifican en la
circulación de los libros de Gálvez, al tiempo que crece su significación como escritor
e intérprete o comentarista ácido de su medio social. Así, el Diario de Gabriel
Quiroga, ataca con "coqueta ironía" el materialismo de la ciudad y la audiencia
ignorante que desprecia la tradición más erudita (Cfr. Masiello, 1986: 35-49):
En Buenos Aires hay civilización pero no cultura. Estos términos indican cosas
desemejantes. La cultura poco tiene que ver con los cereales y los frigoríficos y
deriva de necesidades espirituales y no materiales. Al sostenimiento y
propagación de la incultura contribuyen en Buenos Aires, honorablemente,
multitud de elementos. Son los principales: los periódicos, las oficinas, la
política, la Facultad de Derecho (1910: 71).
En la década del veinte comienzan a organizarse las instituciones que defienden los
derechos de los escritores. Surgen así Los Amigos del Arte (1924), el Salón de
Escritores (1925), La Sociedad Argentina de Escritores (1928), -cuyo nacimiento está
asociado a la gestión de Leopoldo Lugones, quien fue su primer presidente-, el PEN
Club de Argentina (1930) y la Academia Argentina de Letras (1932). La participación
de Manuel Gálvez en la fundación del PEN Club y la Academia Argentina de Letras
fueron algunos de sus propuestas en pos de la institucionalización social del escritor,
114
como se lee en su texto titulado Entre la novela y la historia, en el que confiesa
abiertamente:
En esta etapa, las vinculaciones de Dávalos con los escritores de Buenos Aires son
permanentes, a través de su amistad con Ricardo Güiraldes, Manuel Gálvez, José
Ingenieros, Leopoldo Lugones, Alejandro Korn, García Velloso y Horacio Quiroga,
entre otros. La lectura de los modernistas americanos, de los simbolistas franceses y de
115
los escritores españoles del '98, se intertextualiza en la producción literaria del
momento.
116
Nicolás López Isasmendi, Ernesto Aráoz75, Arturo Gambolini, Arturo Peñalva y Abel
Ortiz. De las reuniones participaban escritores de Buenos Aires y de otras provincias
que se encontraban de paso por Salta. Otros autores fueron claves en este momento
117
literario, como Federico Gauffín, Calixto Linares Fowlis, Ciro Torres López 76, David
118
Saravia Castro, José Hernán Figueroa Aráoz y, entre las mujeres, María Torres Frías 77,
119
Benita Campos, Emma Solá de Solá78 y Sara Solá de Castellanos79. La escritura
femenina de los primeros años del siglo está representada por figuras consagradas por
120
la sociedad literaria del momento, como Clara Saravia Linares de Arias 80, y otras
totalmente desconocidas por los estudios críticos posteriores como la salteña María
121
Bertolozzi de Oyuela81.
De allí que Juan Carlos Dávalos, en sus palabras insertas en el prólogo del libro Alma
perdida de Federico Gauffín, aplauda la aparición de una escritura cuya mirada
descubre las raíces culturales del norte argentino:
122
producción de José Hernán Figueroa Aráoz82, quien como sus coetáneos hace de la
tierra y del hombre su principal preocupación literaria.
En la década del '40 -etapa enmarcada por las migraciones internas y el ascenso del
peronismo al poder-, se acentúa la renovación lingüística como eje de la creación
literaria. A los nuevos tratamientos formales se une la superación del naturalismo y del
realismo tradicional, para dar paso a una observación crítica de la realidad. En los
decenios siguientes, superada la fase de pura exaltación telúrica, la narrativa de
escritores como Ángel Vargas, Héctor Tizón, Carlos Hugo Aparicio, Libertad
Demitrópulos, Clementina Rosa Quenel, comienza a desarrollar una nueva versión del
mundo y otra concepción del oficio literario. En ese ritmo de transformaciones, la
123
aparición del discurso urbano en novelas como El ratón de Antonio nella Castro83 o
Pretérito Perfecto de Hugo Foguet, instalan otros parámetros para mensurar los
conflictos de las sociedades provincianas durante las dictaduras militares (Cfr. capítulo
V).
124
de dos importantes creadores: el santiagueño Bernardo Canal Feijóo 84, representante de
125
la vanguardia poética de 1920; y el catamarqueño Luis L. Franco 85, quien ejerció una
autoridad intelectual que se proyecta en el tiempo hacia las promociones de escritores
surgidas después de 1940.
Bernardo Canal Feijóo fue el principal animador de la agrupación cultural "La Brasa",
nacida en setiembre de 1925. La tarea de Canal Feijóo y a los lazos que tenía con
Victoria Ocampo fueron los factores que convocaron en Santiago del Estero a lo más
importante de la literatura y el arte nacional de su tiempo, junto a destacados visitantes
extranjeros, como el conde Keyserling, Roger Caillois, Drieu La Rochelle, Waldo
Frank y Rafael Alberti. Además de su amigo Mariano R. Paz y de numerosos apoyos
locales como el de Orestes Di Lullo, Emilio Christensen y los arqueólogos Emilio y
Duncan Wagner, también frecuentaron el cenáculo otros destacados intelectuales de
Santiago del Estero y del resto del país: Pedro Cinquegrani, Ernesto Barbieri, Santiago
Dardo Herrera, Ricardo Rojas, Luis Suárez, Enrique Almonacid, Homero Manzi,
Ramón Gómez, Oscar Juárez, Carlos Abregú Virreira, el musicólogo Manuel Gómez
Carrillo, Blanca Irurzun, Cristóforo Juárez, Hipólito Noriega y Horacio Rava, entre
otros (Cfr. Cartier de Hamann, 1977; Rava, 1978; Zurita, 1997). El tono de esta
empresa cultural se refleja en el discurso fundacional lanzado por Canal Feijóo en
1925:
La Brasa quiere ser lo que hace falta, un centro de pura actividad espiritual.
Como aquí las cosas, las grandes iniciativas mueren, tal vez, de un exceso de
organización, La Brasa ha tratado de descubrir el modo de no acabar de
constituirse. No es una sociedad de beneficencia, no es una empresa comercial
de corretajes artísticos. Es una inquietud, un problema de porvenir planteado
para muchos. (...) Al revés de otras corporaciones, en ella el quórum es
cualitativo, ocurriendo no pocas veces que se hace más de ausencias que de
miembros presentes, como la atmósfera de las bibliotecas. Sus sesiones son
públicas y carecen de objeto predispuesto, de donde toman su alto nivel de
improvisación.
126
Luis E. Soto, pertenece a la "generación del '25" 86, y constituye una columna cuyos
miembros no tuvieron pretensiones de vincularse con aquellas dos direcciones,
reconocidas por la polémica del momento como "Florida y Boedo". No se sentían
adversarios de "martinfierristas" o "boedistas" y tampoco tenían órganos oficiales de
difusión. Sus miembros no se expresaron a través de manifiestos pero aprovecharon las
páginas de Sur, Crítica o La Nación y eligieron el periódico La Vida Literaria
-publicado entre 1928 y 1932-, para escribir las colaboraciones que permiten
127
reconstruir el perfil del grupo87. Varios escritores del noroeste argentino discutieron,
junto a los de Buenos Aires, temas relacionados con la identidad nacional, el destino de
América, la cultura como aventura del pensamiento, tópicos engarzados en una visión
ética y espiritual de la vida. En ese grupo que integra la llamada generación del '25 se
incluyen Enrique Espinoza, Bernardo Canal Feijóo, Luis Emilio Soto, Luis Franco,
Fermín Estrella Gutiérrez, León Dujovne, Nicolás Olivari, César Tiempo, Eduardo
Mallea, José Pedroni, Alberto Gerchunoff y Ernesto Palacio, entre otros (Cfr. Corvalán,
et. al, 1984: 32-37).
El ámbito o los ámbitos que Luis Franco le asigna al Paraíso no son espacios
abstractos que no están en ningún lugar o que podrían estarlo en cualquiera,
sino que están sobre la tierra y son perfectamente ubicables en el territorio de
América: el campo de su niñez provinciana, la selva subtropical del noroeste
argentino, la pampa (...). Esto nos induce a plantearnos un interrogante final:
el paraíso, el "Centro" del mundo ¿está en América? )Es América el reino de
este mundo?. Este supuesto ¿no ayudaría a América a pensar y pensarse de
manera autónoma, no contribuiría a la elaboración de un proyecto de vida
independiente? (Hauy de Segura, 1988: 39).
128
Los animales en estado salvaje pueblan las páginas de la escritura de Franco, en un
intento por recuperar la naturaleza de esta porción de América: el cóndor, la vicuña, el
chajá, el guanaco, la perdiz, etc. En textos como Los hijos de Llastay (1926),
Biografías animales (1953), y El arca de Noé en el Plata (1973) o El zorro y su
vecindario (1976) hasta el más pequeño de los exponentes del reino animal compite
con el hombre, personificando los vicios y virtudes humanas. Así, el zorro es
presentado como "el anticristo de los gallineros" mientras al peludo "lo llaman el
peludo a secas por la convincente razón de tener pelos más ralos que el común de las
gentes, como don Juan Manuel de Rosas llamaba salvajes a caballeros de odio menos
rojo a la civilización que el suyo"(1953: 61). Así, los protagonistas casi excluyentes de
esa cuatrilogía de relatos de Franco son:
...los animales que pueblan el paisaje argentino en las montañas del Noroeste,
en la región de la Puna, en las llanuras inmensas de la pampa y en la selva
umbrosa del Litoral fluvial. La narración infunde a todos esos seres un mágico
comportamiento humano, propio de la visión mítica cuyas formas expresivas
preferentes son la personificación y la animización (Bazán, 1990).
129
Releído desde la contemporaneidad, el fenómeno de "La Carpa" se presenta como algo
más que una agrupación de poetas, filósofos, ensayistas o amigos de la cultura. Implica
un intento de elucidación teórica acerca del alcance de la literatura regional y su ámbito
de producción. Pero ese criterio regional no estaba dado solamente por el espacio
geográfico del que provenían sus integrantes: Jujuy, Salta, La Rioja, Catamarca,
Tucumán y Santiago del Estero, sino por la unicidad de criterios que plasmaron en su
actitud frente a la literatura y por su toma de conciencia ante las necesidades urgentes
de la poesía. Conformaban este grupo que proponía un discurso alternativo al del poder
130
los escritores Raúl Galán, Julio Ardiles Gray88, María Elvira Juárez, Sara San Martín,
Julio Víctor Posse, Juan H. Figueroa, Alcira del Blanco, Víctor Massuh, Enrique
Kreibohm, Fernando Nadra, María Adela Agudo, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel J.
Castilla, José Fernández Molina, Manuel Costa Carrillo, Alberto Santiago, Omar
Estrella, quienes editaron durante varios años los Boletines y Cuadernos de "La Carpa".
A pesar de las polémicas suscitadas sobre los alcances estéticos de su propuesta, el
grupo generó una corriente innovadora, luego de un escalón intermedio protagonizado,
en Salta, por escritores como Díaz Villalba, Luzzatto o Barbarán Alvarado. En
Tucumán, “La Carpa” propuso un discurso disyuntivo con respecto al de otros
nucleamientos literarios gestados en torno a publicaciones como La Novela del Norte,
Tucumán o Sustancia. En este sentido, resulta importante releer la discusión entablada
entre Tomás Eloy Martínez y Gustavo Bravo Figueroa en 1956 (reproducida por
Dessein en 1993). En aquella oportunidad, el primero -en una actitud que él mismo
calificará, casi cuarenta años más tarde, como deliberadamente provocativa (Cfr. Eloy
Martínez, 1993)-, defiende la certidumbre de los integrantes de la agrupación, acerca
de su rol fundacional en la poesía del NOA. Bravo Figueroa, en cambio, reivindica el
pasado poético en este espacio -protagonizado fundamentalmente por Ricardo Rojas,
Juan Carlos Dávalos y Luis Franco.
Uno de los textos que permite apreciar las condiciones de la vida cultural en el NOA es
el manifiesto del grupo "La Carpa", incluido en la Muestra colectiva de poemas del
año 1944, allí donde se cuestiona la presencia de elementos folklóricos y regionalistas
en la producción literaria:
Se está aquí en un más cercano contacto con la tierra, con las tradiciones y el
pasado, elementos auténticamente poéticos que no son responsables de las
secreciones de cierto nativismo mezquino que encubre su prosa con el injerto
de giros regionales y de palabras aborígenes. Por ello proclamamos nuestro
absoluto divorcio con esa floración de "poetas folkloristas" que ensucian las
expresiones del arte y del saber popular utilizándolos de ingredientes
supletorios de su impotencia lírica (1986: 10).
Sin embargo, "La Carpa" es un núcleo de escritores que postuló y llevó a la práctica
una renovación "desentumecedora" de la literatura, cambio que concuerda con las
modificaciones operadas en el orden político. Los jóvenes del grupo no idealizaban el
131
pasado y percibían el presente lleno de conflictos como una realidad fragmentada y
caótica. El bucolismo es abandonado en pos de la desmitificación de falsos conceptos y
la manifestación acerca del vacío de estructuras culturales anteriores. Se instala así un
concepto de conciencia política que habrá de llevar su mensaje social a la poesía:
Esta desea ser, pues, poesía de la tierra, empeñada en soñar para este mundo
un orden sin barrotes, ni hambre, ni sangre derramada. Cuando la angustia de
lo exterior está cerrando el camino de la poesía ella se arma de espinas, en
legítima defensa. Sin embargo, el nuestro no es arte de combate. Es sí poesía
en lucha, en crisis, ya que el término no nos asusta ni escandaliza (1986: 9).
El interés de "La Carpa" trascendía los planteos del hombre cotidiano, para encontrar
en ese ser los valores más auténticos y elevados, tal como puede leerse en el poema
132
“En este octubre” de Raúl Aráoz Anzoátegui 89 dedicado a los obreros que fueron
baleados por la policía jujeña durante una huelga del sindicato de la madera, publicado
en 1945 (1985: 59-60).
133
precolombinas, configurando el espacio cultural que sentará las bases del llamado
"regionalismo" o "nativismo" literario, que tanto se ha discutido en las generaciones
siguientes. Pero esa exploración de los caudales folk y el sitial que Dávalos ha ocupado
en la historiografía literaria como "escritor de tierra adentro", se asientan en un
esfuerzo de construcción realizado por este creador: "Es indiscutible que Dávalos
organizó esa cultura. Por una parte incorporó y dio jerarquía literaria a todos los
materiales que proporcionaba una región inexplorada por la literatura. Y se acercó a
esos materiales con la mayor amplitud de perspectivas" (Fontenla, 1987: IV). Por ello
es importante recuperar el rol hegemónico de Dávalos en la producción del NOA y los
contactos de su escritura con la de una constelación de autores del interior del país,
134
como Carlos B. Quiroga, Julio Aramburu90, Pablo Rojas Paz, Fausto Burgos o Alberto
Córdoba, coetáneos de Dávalos y semiolvidados hoy por la crítica y las editoriales.
Cantó después a pulso el Crespín la baguala salteña, la canción del pastor que
vuelve, solitario, bajando el cerro, a la hora en que brilla el fuego del ranchito
enano, al pie de la enorme montaña. (...) Cantó vidalas santiagueñas que
lloran el abatimiento de la raza quichua, la nostalgia del Cuzco remoto en la
distancia y en el tiempo, la derrota de los dioses indios por el Cristo, la
tragedia del floreciente imperio desmembrado.
135
narrativa de Pablo Rojas Paz91. En Hombres grises, montañas azules (1930), Hasta
aquí nomás (1936) y Raíces al cielo (1945), que forman la trilogía de su novela
norteña, se explora el destino del hombre "complicado en el propio suelo" (Cfr.
González Carbalho, 1963). La fisonomía de Tucumán y del NOA en las primeras
décadas del siglo puede ser aprehendida a partir de los caracteres presentados por Rojas
Paz: en un extremo del trazo psicológico se ubican los hombres de piel clara, que
siempre están contentos y satisfechos -los venidos de afuera, de la ciudad, "los
extranjeros". En ese grupo también se incluyen los "viejos cascarudos" como se los
llamaba en Tucumán a los conservadores, que reinaban en el feudo del Ingenio
azucarero.
En cambio, los habitantes de la "región maldita" (1930) son aquellos seres tristes y
oscuros, "con su cara de madera" y "mirar casi metálico", que emergen de la
melancolía por fugaces momentos, cuando se emborrachan:
En consonancia con ese ambiente, las mujeres de estos trabajadores son feas,
silenciosas, de "ojos colorados" y con "vestidos rotosos", mujeres que se entregan al
amor con desgano y resignación. Los niños de los zafreros son panzones, flacos,
"comedores de tierra", criados en un espacio de agresividad tal que llevan al
protagonista de Hombres grises montañas azules a preguntarse: )Qué iba a hacer
allá entre los cañaverales, donde hasta los niños son ásperos y violentos? (1963: 29).
La dimensión de la denuncia social que late en esta escritura, "la epopeya del humilde
y la defensa del humillado", es contenida en el tipo humano que encierra en sí la
fisonomía de toda una región:
136
La región plasmada en la escritura de Manuel J. Castilla 92 -como un intento de
recuperación de la raigambre altoperuana de las provincias norteñas-, excede la
circunscripción administrativa de Salta, extendiéndose más allá de la frontera nacional,
hacia el altiplano boliviano y las minas de Potosí y Oruro. Como ha expresado Horacio
Salas: "...los versos de Castilla trazan una suerte de geografía de una amplia región
del norte argentino, que se interna en Bolivia, se apuna en las alturas, se calcina en el
Chaco.." (1998).
Aquella construcción tiene que ver con una pertenencia cultural que se expresa en el
espectro lingüístico de la producción castillana, que emparienta las características
idiomáticas de la ciudad de Salta con las de otras regiones, como el Chaco salteño, los
Valles Calchaquíes y la región fronteriza con Bolivia, y recibe influencias de culturas
aborígenes como la guaranítica (a través de las comunidades tobas, chiriguanas y
matacas) o el quechua/ aymara. "En lo acentual, la tonada del esdrújulo tiene su
origen -aunque ciertamente discutido- en la desaparecida lengua cacana" (Parfeniuk,
1990: 56).
137
dibuja en la escritura de Carlos Hugo Aparicio 93, allí donde el imaginario de los
protagonistas remite a un modelo nacional, con centro en Buenos Aires. La oposición
Norte/Sur y el rechazo hacia los habitantes de una frontera cercana pero distante, son
los valores que juegan en el intento pedagógico de lograr una "integración nacional"
deseable. En la novela Trenes del Sur (1988) y en algunos cuentos de Sombra del
Fondo (1982), el futuro promisorio de los protagonistas se traduce en una imagen
cargada de ironía: el viaje hacia el Sur, como crítica del modelo hegemónico que
excluye del país a todo aquello que no esté en su centro.
La Puna es uno de los ámbitos que adquieren, en la narrativa del NOA, la característica
de metáfora englobadora de la situación socio-cultural de las zonas escindidas del
centro del país. En términos geo-históricos, la región de la Puna puede definirse como
la prolongación del gran altiplano andino que se extiende desde la hoya del lago
Titicaca hasta el extremo noroeste de Argentina. Abarca el sur de Bolivia, el norte de
Chile y las porciones del macizo altiplánico que tradicionalmente fueron llamadas la
Puna de Jujuy y la Puna de Atacama. Está limitada al oeste por la cordillera de los
Andes y en su interior hay cordones montañosos orientados de norte a sur. La región
está constituida por un conjunto de elevadas mesetas con una altura media de 3.200
metros sobre el nivel del mar. El clima es riguroso y las escasas lluvias alimentan una
limitada cuenca hidrográfica. Estas condiciones naturales tan áridas determinaron la
distribución de las instalaciones humanas y las características del trabajo indígena
138
durante la conquista94.
Desde este espacio definido como "el interior del interior" escriben autores como
Tizón, relevando los gestos de una legión de campesinos pobres y silenciosos. La
penumbra de estas aldeas puneñas contrasta con el mundo brillante cosmopolita que se
vive en las principales ciudades del país (Cfr. Fleming, 1996: 300). Esta literatura, con
punto de mira en los microambientes rurales de "las crueles provincias" contiene un
repertorio de reclamo social hacia la situación de un país ignorado y manipulado desde
un centro de poder.
139
Fausto Burgos (Kanchis Soruco, 1928), Francisco Zamora95 (El llamaviento, 1974;
140
La heredad de los difuntos, 1977), Carlos Barbarán Alvarado96 (Donde el hombre
141
muere riendo, 1974) y en varias novelas de Héctor Tizón 97, como Sota de bastos,
caballo de espadas (1981), El cantar del profeta y el bandido (1982), La casa y el
viento (1984) o El hombre que llegó a un pueblo (1988).
En la Puna de Atacama que presenta Zamora, vive una legión de pueblos diezmados
por los sucesivos procesos de conquista cultural. Seres fantasmales que deambulan por
el desolado desierto, amenazados constantemente por los hombres del Winchester.
Seres que se sienten forasteros en las fiestas del pueblo, invadidas por "ponchos
puneños wash and wear". Como producto de esa metamorfosis, la Puna se presenta
ahora como un pedregoso desierto arisco, en la que ya no quedan cóndores ni ovejas,
región "entregada indefensa a los vientos, desnuda, desamparada" (Zamora, 1977:
140). Por eso, Gabriel Arcángel Caiguara, el protagonista de La Heredad de los
Difuntos (1977), piensa que su tierra no es más que un enorme cementerio:
Todo el caserío estaba muerto. Los que aún quedaban, todas esas gentes
desconocidas que veía a veces; esos pocos extraños que turbaban el antiguo
silencio andando con premura, no tenían raíces en este mundo quieto y
telarañoso. Eran intrusos. Sombras que estaban siempre yéndose. Huyendo de
este antigal polvoriento donde no quedaban otras cosas que añosos techos
alabeados y el eterno silbido fúnebre colándose por los huecos (1977: 157).
El período de historia política en las tres primeras décadas del siglo XX en el noroeste
argentino está signado, como en el orden nacional, por el encuentro de estructuras
disímiles y contradictorias. El ascenso del radicalismo al poder en 1916 y el comienzo
de una lenta tarea para lograr la adhesión de las provincias que seguían fieles al
"régimen" es la principal marca del proceso de nacionalización del movimiento
irigoyenista. Aún cuando en el interior del país surgieron nuevos grupos políticos que
adscribían al radicalismo, representados por figuras ajenas a las antiguas oligarquías
142
gobernantes, muchos de los miembros de estas nuevas oligarquías adhieren a las ideas
reivindicatorias del radicalismo. Esto complicó la vida interna de la Unión Cívica
Radical, creando contradicciones ideológicas que desembocaron en enfrentamientos y
divisiones profundas (Cfr. Calas de Clark, et. al., 1993: 19). Las consecuencias de la
situación política se reflejan en las manifestaciones literarias del momento, creando un
espacio de tensión entre los modelos estéticos requeridos desde la metrópoli a las
provincias del interior:
Si bien las vías del liberalismo, del romanticismo, del positivismo, del realismo,
del naturalismo y del modernismo, receptadas por Buenos Aires, fueron
impuestas por ésta al interior como ineludibles recetas culturales, puede
decirse, que tanto en Catamarca, como en otras provincias históricas, los
contenidos de estos "ismos", sirvieron muchas veces para elaborar simbiosis
literarias, artísticas o históricas que sustentaron los intereses culturales (Calas
de Clark, 1991: 21).
Ricardo Rojas, que encarna una de las voces del nacionalismo cultural argentino,
postula, desde su procedencia noroéstica, una idea de argentinidad basada en la
convicción de que el espíritu histórico-territorial de las provincias ha de prevalecer al
cosmopolitismo importado de Buenos Aires. La irrupción de ese discurso
contrahegemónico del interior del país habrá de comprobarse cuando la Universidad de
Córdoba inicia, en 1918, el movimiento de Reforma Universitaria, convirtiéndose en el
espacio de oposición a las viejas oligarquías. Pero en esa encrucijada, la fuerza popular
es presentada como "ciega, avasalladora y brutal", cuya función es "invadir, despreciar,
destruir, escarnecer, abatir". Todas estas ideas nutren un imaginario que habrá de
eclosionar en las expresiones estéticas de los martinfierristas, tal como apunta Torres
143
Roggero98. Es posible afirmar que esta reforma universitaria, que buscó legitimación en
la estética modernista, inaugura una "vanguardia vitalista" cuyo compromiso y
accionar la acerca más a la "vida real" y a la preocupación de rectificar a Europa para
"transmutar" lo codificado en "salud y belleza". De este modo, los reformistas del '18
-practicantes de la irreverencia a los modelos-, y en su búsqueda de un mundo nuevo
situado en América optan, no por las vanguardias europeas, sino por el relato
modernista que conciliaba en el Ideal de los opuestos la lucha de un mundo que
consideraban caduco: el de la violencia positivista (Torres Roggero, 1993: 418).
En Latinoamérica, ese hito político se proyecta a través del tiempo en la gran cantidad
de líderes políticos surgidos en las luchas universitarias: Haya de la Torre, Salvador
Allende, Fidel Castro, Ernesto "Che" Guevara, Camilo Torres, Ernesto Cardenal, etc.
Así, sobresaltada por la aparición del anarquismo, la clase dominante no desea
renunciar al poder e intenta reestructurar una ideología que la represente y que, la
mayoría de las veces, se ampara en la fuerza de las elites militares.
Hacia el segundo decenio del siglo XX, los países de América Latina, son protagonistas
de un movimiento que culminará en un nuevo modelo de identidad nacional y
latinoamericana. Este nacionalismo cultural y político se debate con la exagerada
tendencia europeizante, reivindicando los valores autóctonos. Una serie de sucesos son
claves en esta coyuntura: el ascenso de las capas medias hacia el gobierno de varios
países, la Revolución Mexicana, con su aspiración de integrar todos los sectores de la
vida nacional; la Revolución Rusa incitando a la liberación latinoamericana y la
primera guerra mundial con sus matices decadentistas. En el noroeste argentino, los
principios de la Reforma Universitaria de 1918 y la oposición al facismo naciente
generarán, en la Universidad de Tucumán, un movimiento de oposición a la política
peronista que -como ha estudiado Ramón Leoni Pinto- tendrá su primer momento de
eclosión en 1948, a través de la actividad de la Sociedad Sarmiento (Cfr. Leoni Pinto,
1995). El registro estético de estos modelos de carácter contestatario se refleja en la
producción periodística y en las revistas del momento, como el Boletín Sarmiento
(1949-1957) y la revista santiagueña Dimensión, dirigida por Francisco René Santucho
entre 1955 y 1961, en la que se leen las formulaciones teóricas del disenso
revolucionario y su concreción en los movimientos subversivos (Cfr. Leoni Pinto,
1995: 98). En esta revista también se evidencia la vinculación de la cultura regional al
144
tronco andino y se diseña la plataforma del FRIP, base originaria del ERP 99 que
liderarán en los '70 Mario Roberto Santucho -hermano del director de Dimensión- y
Luis Pujals.
145
las posmodernas100. Las identidades modernas -territoriales y casi siempre
monolingüísticas-, se habían fijado tras la subordinación de las regiones y etnias dentro
de un espacio más o menos arbitrariamente definido. Este espacio, llamado "nación",
se oponía -desde la forma que le daba su organización estatal- a otras naciones. Aún en
zonas multilingüísticas, como en el área andina y en la mesoamericana, las políticas de
homogeneización modernizadora escondieron la multiculturalidad bajo el dominio del
español, así como la diversidad de formas de producción y consumo dentro de los
formatos nacionales. En cambio, las identidades posmodernas son transterritoriales y
multilingüísticas. Operan mediante la producción industrial de cultura, ayudadas por la
comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de los bienes. Estas
identidades desdeñan las modalidades orales y escritas que cubrían espacios
personalizados y se efectuaban a través de interacciones próximas.
Los análisis de la post-modernidad generados desde mediados de los años '80 insisten
en señalar la creciente expansión de la globalización como consecuencia "lógica del
capitalismo tardío" (Jameson, 1984). El proceso de globalización forma parte de un
movimiento de un estilo de "civilización" que emergió con un mundo unificado,
inseparable histórica y geográficamente desde los tiempos de la Colonia y que, a pesar
de todo, está fragmentado por profundas divisiones económicas, sociales, étnicas y
culturales. Las naciones desarrolladas concentran su poder creando polarización,
asimetría y una acumulación ilimitada del capital y la tecnología. Este nuevo orden
mundial produce una creciente ingobernabilidad de las periferias cuyas masas están
siempre oprimidas por el peso del fracaso económico. Unido al proceso de
internacionalización del capital, del trabajo y del medio ambiente, se requiere como
requisito indispensable realizar una privatización del estado (Cfr. Varese, 1997).
146
En Argentina, como en los otros países de América Latina, se expande la filosofía
neoliberal que privilegia las leyes del mercado. Las administraciones provinciales y
municipales, sometidas a procesos de ajuste de la administración nacional, no pueden
generar actividades productivas e industriales. Pensadores como Alain Touraine
escriben que el mercado es útil para demoler al "Estado centralizado, clientelista o
totalitario", pero "no constituye un principio de construcción ni de gestión de la vida
social" (García Canclini, 1996: 127). Esa misma inquietud lleva a un historiador de la
región del NOA a plantear irónicamente: "Las leyes del mercado no darán como
producto necesario una nación sino que probablemente nos convertirán en una
república de mercaderes" (Bazán, 1992: 472). La consecuencia de esta aplicación del
75 Ernesto Aráoz nació en Salta, el 11 de junio de 1891. En 1919 egresó de la Universidad de Buenos
Aires con el título de "Doctor en jurisprudencia". En 1913, durante su época estudiantil, fundó el
"Ateneo Universitario", junto con José María Monner Sans, Gabriel del Mazo, Carlos M. Sojo,
Eustaquio Méndez Delfino, entre otros. Al año siguiente comenzaron a editar la revista "Ideas". De
regreso en Salta fue electo Diputado Provincial hasta 1925. En 1932 fue elegido Diputado Nacional
por Salta y permaneció en el Congreso de la Nación durante dos períodos consecutivos. Fue
Gobernador de la provincia entre 1941 y 1943. Editó los siguientes libros: Páginas de juventud
(1914), Salta en la época de la anarquía argentina (1923), El alma legendaria de Salta (1936),
Palabras en el Parlamento (1938), Al margen del pasado (1944), El diablito del Cabildo
(editado en 1946, 1969 y 1992), Vida y obra del Dr. Patrón Costas (1966). Falleció en Salta el 4
de marzo de 1971, a los ochenta años de edad (Datos obtenidos del archivo del escritor Raúl Aráoz
Anzoátegui. Cfr. también Figueroa, 1980).
76 Nacido probablemente en 1900, publicó las novela Las maravillosas tierras del Acre (1930),
Miñur en Sumalao (1941) Vías de argentinidad (1944) y La cuyanidad, nortinidad. También
dio a conocer, en revistas literarias, una serie de cuentos que tituló "Los opas". Permanecen
inéditas, entre otras, sus novelas El maleficio, El suica Gallerén, La hospitalidad del gavilán,
Don Juan de las Casas Blancas y Los tres picos de amor (Cfr. Adet, 1981: 96). Falleció en
Rosario, en 1944. Según Gregorio Caro Figueroa: "Torres López puede ser considerado como un
precursor del enfoque regional. No se le conoce militancia política, aunque expresa su admiración
por dos hombres que trató: Juan B. Justo y el salteño Joaquín Castellanos. Como Castellanos,
tiene una preocupación que expresará a lo largo de su obra, aunque no alcanzará a sistematizar:
desentrañar la psicología social del hombre del noroeste argentino." (Caro Figueroa, 1992: 19).
77 María Torres Frías (1883-1953) comenzó a publicar en 1898, en el periódico quincenal El búcaro
salteño, en el que un elogioso artículo con la firma de Hell Duggan consigna la edición de su
novela La Caridad y la existencia de dos novelas inéditas: "María, una mujer del siglo" y "La
pastora de la granja". Sus libros de poemas Fosforescencias (1930) y Aurora boreal (1934),
fueron recomendados como textos de lectura para las escuelas dependientes del Consejo de
Educación de la Provincia de Salta. También publicó los siguientes poemarios: Camino de
ensueño (1923), Ritmo sonoro (1941) y Hontanar (1941) (Cfr. Proyecto de Investigación 511,
1997: 32-33).
78 Emma Solá de Solá (1894-1984), nació en Salta y se dedicó casi exclusivamente a la labor poética.
Publicó El agua que canta (1922), La madre del viento (leyendas y paisajes de las montañas,
1928), El sendero y la estrella (1933), Miel de la tierra. Allpamiski (versos en lenguaje regional
fechados en 1945), El alma en la noche (prosa lírica, 1947) y Esa eterna inquietud (poemas,
1964). En 1942 publicó la Antología del Milagro (selección y notas bio-bibliográficas).
Permanecen inéditos en libro sus textos para niños Hacia el norte argentino y Chango y Mancha,
además de un considerable número de crónicas de viajes y notas sobre temas de actualidad
parcialmente dados a conocer en revistas y periódicos (Cfr. Adet, 1991: 76, Proyecto de
Investigación 511, 1997: 41).
79 Poeta e historiadora que firmaba con el seudónimo "Violeta del Valle", publicó en verso Elogio de
la vida provinciana (1923). En 1918 se estrenó en el Teatro Victoria de esta capital su poema
modelo de primer mundo, es el "previsto" incremento de la desocupación, la
marginación y el arrinconamiento social dentro del enorme país que se abre a los
capitales del mundo.
dramático En los tiempos gloriosos. Permanecen inéditos en libro, entre otros de sus ensayos "La
actuación del Virrey Toledo en la Fundación de Salta" y su novela corta de ambiente virreinal
titulada "La esposa del Oidor" (Cfr. Adet, 1981: 79).
80 Clara Saravia Linares de Arias nació en 1905, en Salta. Inició su carrera literaria en la adolescencia.
A los veinte años publicó una novela: Lirios de otoño (1925) y años más tarde un libro de lectura
titulado Por los prados del alma (1934) que fue aprobado por el Consejo General de Educación de
la Provincia como texto de lectura para las escuelas primarias. En 1926 su poesía "Himno al
Perdón" obtuvo el primer premio en los Juegos Florales realizados en Tucumán, en ocasión de
celebrarse el 110E aniversario de la Independencia. En 1933 publicó el opúsculo Algunos aspectos
de la religión católica y en 1936 se editó su poemario Vía Crucis (reeditado en 1992).
Permanecen inéditas dos obras de teatro, dos novelas tituladas La casa rosa y Catorce palabras y
varios cuentos. Su novela corta Noble impostura (Premio revista El Hogar) fue publicada en
revistas y diarios, así como también los cuentos "la hija de Jefté" y "Las dos aldeas". Ejerció la
docencia secundaria en el Colegio "Santa Rosa de Viterbo", donde dictó cátedras de Castellano,
Literatura y Francés. También fue profesora en el "Colegio de Jesús", el "Bachillerato Humanista
Moderno" y la "Escuela Normal", establecimiento en que permaneció hasta su retiro. En 1977
publicó (Más amor! (poemas). Falleció en Salta, en 1991. Su cuento Un olor a jazmines se editó
póstumamente, en 1994 (Cfr. Proyecto de Investigación 515, 1997: 49).
81 María Bertolozzi nació en Salta, posiblemente en 1888, durante la segunda epidemia de cólera que
azotó la provincia. Entre 1894 y 1900 cursó y completó su educación primaria. Entre 1901 y 1904
hizo sus estudios en la Escuela Normal. Hacia 1904 se habría establecido en Buenos Aires para
preparar su ingreso a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1912
se graduó como Doctora en esa Facultad. Al poco tiempo de graduarse, aparece como ponente en el
XVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Buenos Aires, durante las fiestas del
Centenario de Mayo. Su trabajo -de clara orientación historiográfica- se titulaba "Diferencia étnica
y social entre provincianos y porteños". Se casó con Calixto Oyuela, el crítico literario y presidente
de la Academia Argentina de Letras. Además de su labor investigativa, María Bertolozzi dio a
conocer un libro con dieciocho relatos suyos, escritos entre 1903 y 1912, algunos de los cuales
habían sido publicados en la revista cultural porteña Renacimiento. El libro, editado por la
impresora Casellas en 1924 se titula La flecha del Inca y, si bien responde a los postulados del
indigenismo romántico que imperaba en el momento, contiene importantes revelaciones sobre la
realidad local (Cfr. Caro Figueroa, 1993: 14-15).
82 José Hernán Figueroa Aráoz nació en Salta en 1900 e incursionó en la vida literaria de Buenos
Aires entre 1918 y 1931. Es autor de El escuadrón de los escopeteros (cuentos, 1925), Cuentos
del norte (1928), Provincia (cuentos, 1938), Tiempo fugado (novela autobiográfica, 1941),
Cuentos y relatos salteños (1959). Sus poemas -que fueran publicados en periódicos y revistas del
país-, permanecen inéditos en libro. También están inéditos sus ensayos de crítica bibliográfica, un
libro de cuentos y una novela. En 1979 la Fundación Michel Torino de Salta editó una antología de
su narrativa (Cfr. Adet, 1981: 86).
83 Antonio nella Castro nació en Salta, en 1921 y se radicó desde los 26 años en Capital Federal. Ha
publicado, en poesía Tiempo de acuarela (1945), La elegía heroica (1950), El potro pintado
(1959) y Baguala solamente (1972). En narrativa publicó La mestiza (1957), El ratón (1970,
Premio Planeta de Argentina) y Crónica del diluvio (1986). En 1973 la Sociedad Argentina de
instala con mayor fuerza como patrimonio de las clases altas y medias que acceden a la
educación sistemática. Y los saberes y experiencias, organizados en relación a los
territorios étnicos, regionales y nacionales son leídos como "residuos" de la cultura
popular tradicional.
Escritores lo distinguió con la Faja de Honor por su libro Baguala solamente (Primer Premio
Municipal de la Ciudad de Buenos Aires). Permanecen inéditas su novela El útero de ladrillos
(novela) y una antología de su obra poética, así como su obra de teatro "Los ojos azules como
papá" (Cfr. Adet, 1981: 162-163). Falleció en Salta, el 22 de julio de 1989.
84 Bernardo Canal Feijóo nació en Santiago del Estero, el 27 de julio de 1897 y falleció en Buenos
Aires en 1982. Es uno de los pensadores más importantes del Noroeste argentino y fue autor de
algunas decenas de volúmenes en los que convergen la visión del historiador, el examen político
institucional, la interrogación sociológica, la descripción monográfica y la percepción literaria
(Cfr. Leoni Pinto, 1998). La figura de Canal Feijóo se perfila primero como poeta, con la
publicación de sus libros: Penúltimo poema del football (1924), Dibujos en el suelo (1927) y La
rueda de la siesta (1930), todos editados en Santiago del Estero. En los años '30 y '40 Canal Feijóo
orientó su producción hacia el teatro (Pasión y muerte de Silverio Leguizamón, 1937,
Tungasuka, que obtuvo el Premio Nacional de Teatro) y hacia el ensayo (Proposiciones en torno
del problema de una cultura nacional, 1944; De la estructura mediterránea argentina, 1948)
(Cfr. Corvalán, 1988, Rivas, 1987).
Además de su labor propulsora en la agrupación "La Brasa", tuvo una destacada ocupación como
organizador del Primer Congreso de Planificación Integral del Noroeste Argentino (PINOA), en
agosto de 1946. Radicado en Buenos Aires, su gravitación intelectual se tradujo en su participación
en la revista Sur, y su promoción en los cargos de Decano de la Facultad de Humanidades de la
Universidad Nacional de La Plata, Secretario de Cultura de la Universidad de Buenos Aires y
Presidente de la Academia Argentina de Letras (Cfr. Zurita, 1997).
85 Luis L. Franco Nació en Belén, Catamarca, el 15 de diciembre de 1898. En esa localidad aprendió
sus primeras letras, demostrando desde la infancia un rechazo "fisiológico" hacia las reglas
ortográficas y la pedagogía religiosa. Al terminar la escuela primaria, se trasladó con sus padres a
Catamarca para realizar sus estudios secundarios. El aprendizaje incipiente de idiomas extranjeros
en el Colegio Nacional lo puso en contacto con la producción de Victor Hugo y Gabriel
D'Anunnzio. En el diario local El Día publicó una traducción de Verlaine y otra de Shelley con su
firma. En 1918, con su poesía incipiente, ganó los Juegos Florales en Tucumán. Luego del servicio
militar, realizado en Buenos Aires, en 1919 se establece en la capital para estudiar abogacía en la
Facultad de Derecho, pero abandona la carrera cuando ya había publicado sus primeros versos en la
revista Nosotros. En 1920 se edita su primer libro de poesía, La Flauta de caña. Continúa
vinculándose al ambiente literario a través de Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones, frecuentando
la amistad de los poetas contemporáneos como Alfonsina Storni. En 1923, y establecido en Belén,
publicó El libro del Gay vivir, que fue aplaudido por Lugones y elogiado por Rafael Alberto
Arrieta, Enrique Espinoza y Arturo Capdevilla. En 1926 publica Los Hijos de Llastay,
inaugurando una línea narrativa dentro de la producción del NOA y del país. Un libro de resonante
impacto en 1931 es, sin duda América Inicial. En 1948 publicó el libro Pan y en 1959 obtuvo el
Primer Premio Municipal de Poesía, por su libro Constelación. Antología General. En 1961 se
publicó su libro de relatos Biografías Animales, en el que se concentran las ideas centrales del
pensamiento de Franco. En su extensa obra lírica y en prosa, se comprueba que Luis Franco, se
anticipó, como intelectual, a la obra renovadora que desearon hacer -en la Argentina y en los demás
países hispanoamericanos-, las promociones posteriores (Cfr. Bazán, 1990).
86 Juan Pinto (1958) sostiene que esta columna definida por Soto correspondería a la generación del
'22. De acuerdo al esquema propuesto por Arrom (1963) se trata de la "generación de 1924, válida
para toda la América hispánica y que cuenta con exponentes como neruda, Vallejo, Carpentier,
Asturias, Borges... (Cfr. Corvalán, et. al., 1984: 32).
87 El periódico La Vida Literaria fue fundado y dirigido por Samuel Glusberg ("Enrique Espinoza").
Más tarde, su publicación fue responsabilidad de un directorio integrado por el mismo Espinoza,
Martínez Estrada y Arturo Cancela (Cfr. Lafleur, Provenzano y Alonso, 1962: 135). Según el
equipo de investigación del Instituto "Luis Emilio Soto", de la Universidad Nacional de Salta:
"Llama la atención el carácter ecléctico y universalista del periódico. Allí escriben nacionalistas y
socialistas; tradicionalistas y revisionistas; aparecen panegíricos al peruano Mariátegui y al
mexicano Alfonso Reyes; se discuten las ideas de Keyserling y de Waldo Frank; tienen cabida
Leopoldo Lugones (que para la vanguardia ya era anatema) y Ramón Doll. Lo menos importante
parece haber sido para ellos "la vida literaria"; el énfasis está puesto en la discusión de las ideas
y el esclarecimiento sobre los libros de la época, con un criterio absolutamente imparcial
(Corvalán, et. al., 1984: 33).
88 Nació en Monteros, Tucumán, en 1922. En su ciudad natal se graduó como maestro normal y
ejerció la docencia en escuelas rurales. También se desempeñó como profesor de literatura en la
enseñanza secundaria. Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo, integró, en 1944, el grupo "La
Carpa". Ha publicado las novelas La grieta (1952), Elegía (1952), Los amigos lejanos (1956),
Los médanos ciegos (1958) y Los inocentes (1964), y los libros Cuentos amables, nobles y
memorables (1964), Tiempo deseado (poemas, 1944) Cánticos terrenales (poemas, 1951) y
Égloga, farsa y misterio (teatro, 1961). Ejerce el periodismo en Buenos Aires.
89 Raúl Aráoz Anzoátegui. Nació en 1923 y reside en Limache, Salta. Fue una de las figuras
descollantes de la agrupación norteña "La Carpa", en el que se inicia su trayectoria como poeta,
narrador y ensayista. Es autor de los poemarios Tierras altas (1945), Rodeados vamos de rocío
(1963), Poemas hasta aquí (1967), Pasar la vida (1966, 1974). Su labor como antólogo y
ensayista queda reflejada en Los escritores argentinos y el problema de la incomunicación
(1961), Muestra de poetas salteños (1962), Antología. Panorama poético salteño (1963) y Tres
ensayos de la realidad (1970). Incursionó en el género teatral con una obra aún inédita que tituló
"La selva ciega". En 1946 obtuvo con Tierras Altas el Primer Premio Regional de Poesía. Fundó y
dirigió un taller editorial que publicó importantes textos de autores de la región. Se desempeñó
como miembro del directorio del canal de televisión ATC y fue Director de Cultura de la
Municipalidad de Salta durante varios períodos. En 1995, con motivo de la celebración de sus
bodas de oro con la literatura, se publicaron sus Dos cuentos casi fantásticos. Actualmente es
Asesor de la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores Salteños. Gran parte de su
obra poética ha sido compilada en un volumen de la editorial Corregidor. Prepara un libro de
ensayos y otro con su última producción poética para editar en breve.
90 Julio Aramburu nació en Jujuy en 1898. Cursó estudios en la Facultad de Derecho de Buenos Aires
y fue autor de numerosos libros que se reparten entre la creación literaria, el ensayo y la
investigación historiográfica o lingüística. Entre ellos podemos mencionar La tierra natal (1923),
El solar jujeño (1930), Buenos Aires: muestrario urbano (1927), Dramas de Provincia (1929),
Recuerdos de la infancia (1930), La juventud de Avellaneda y otros ensayos (1935), Voces de
supervivencia indígena (1944), Historia Argentina (1948), Las hazañas de Pedro Urdemales
(1949), entre otros (Cfr. Fidalgo, 1975: 95-99).
V. FRAGMENTOS DEL PAÍS INTERIOR
92 Manuel J. Castilla nació en Cerrillos (Salta), en 1918. Realizó estudios en el Colegio Nacional de
su provincia natal y luego se dedicó al periodismo y las letras. Es uno de los escritores fundadores
del grupo "La Carpa". Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales, publicó los
siguientes poemarios: Agua de lluvia (1941), Luna Muerta (1944), La niebla y el árbol (1946),
Copajira (1949,1964, 1974), La tierra de uno (1951, 1964), Norte adentro (1954), El cielo lejos
(1959), Bajo las lentas nubes (1963), Amantes bajo la lluvia (1963), Posesión entre pájaros
(1966), Andenes al ocaso (1967), Tres veranos (1970), El verde vuelve (1970) y Cantos del
gozante (1972), Triste de la lluvia (1977), Cuatro Carnavales (1979). También publicó un texto
en prosa: De solo estar (dos ediciones en 1957) y el libro Coplas de Salta (1972, con prólogo y
recopilación de Castilla). En 1957 obtuvo el Premio Regional de Poesía del Norte (trienio 1954-56,
Dirección General de Cultura de la Nación), por su libro Norte adentro. También fue galardonado
con el Premio Juan Carlos Dávalos para obras de imaginación en la producción literaria (trienio
1958-60, Gobierno de Salta) por el poemario El cielo lejos, y con el Premio del Fondo Nacional
de las Artes (Mendoza, Trienio 1962-64) por su libro Bajo las lentas nubes. En 1967 recibió el
Tercer Premio Nacional de Poesía por su obra Posesión entre pájaros. Entre otras de sus más
importantes distinciones debemos mencionar el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores (1973), el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y Cultura de la
Nación (trienio 1970-72) y el Primer Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Educación y
Cultura de la Nación (trienio 1973-75). Falleció en Salta, en 1980 (Cfr. Adet, 1981: 154-155 y
Obras Completas editadas por Corregidor).
93 Carlos Hugo Aparicio nació en La Quiaca -provincia de Jujuy- el 20 de junio de 1935 y reside en
Salta desde 1947. Además de sus colaboraciones en diarios y revistas nacionales e internacionales,
ha publicado, en poesía: Pedro Orillas, 1965, El Grillo ciudadano, 1968 y Andamios, 1980; en
narrativa los volúmenes de cuento Los Bultos, 1974, Sombra del Fondo, 1982 y Familia Tipo,
1983; varias plaquetas con coplas, cuentos y poemas y, en 1988, su novela Trenes del Sur. En
1986 fue invitado por la Fundación Fullbrigth para participar en un Encuentro Internacional de
Escritores en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde brindó conferencias y se difundieron
algunos de sus textos traducidos al inglés. Ha obtenido premios a nivel provincial, regional y
nacional, como el Primer Premio Regional de Literatura en 1977 por su libro de cuentos Los
Bultos y, en 1992, el segundo Premio Nacional de Literatura por su novela Trenes del Sur. Entre
1988 y 1992 fue director de la Biblioteca Provincial de Salta. En 1997 fue declarado "Ciudadano
Ilustre de La Quiaca" y en el mismo año, el Gobierno de la Provincia de Salta, en virtud de su
trayectoria en el campo de las letras nacionales le otorgó el "Reconocimiento al Mérito Artístico".
Actualmente se desempeña como Asesor de la Comisión Bicameral de Autores Salteños y es
Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
allí; mis maestros, casi todos analfabetos y
sabios, fueron gentes de ese lugar. Siempre me he
preguntado por qué me nacieron en ese rincón de
América, que ahora se ha convertido en una zona
marginal de ese país confuso y contradictorio
que es la Argentina."
HÉCTOR TIZÓN
94 Según los datos del censo de 1778, puede comprobarse que el 92 % de la población de la Puna, en
el último tercio del siglo XVIII, era indígena (Larrouy, 1927, II: 380). Pero ante la hostilidad del
clima de la Puna, los encomenderos preferían establecerse en Salta, Jujuy o en Tarija, y se
trasladaban al Despoblado una o dos veces por año para percibir sus rentas. Con frecuencia éstos
llevaban a los indios para servir como mitayos en las minas de Potosí y en otras actividades
personales, lo que trajo como consecuencia la alarmante disminución de la población indígena.
Con relación a las etnias que habitaban esta extensa región, Eric Boman (1992) y Erland
Nordenskiöld afirman que los restos de civilización encontrados en Atacama son idénticos a los de
la Puna, de manera que tanto los indios omaguacas, como los de Cochinoca, Casabindo y
Rinconada estarían integrados al grupo mayor de los "atacamas". Muchos historiadores, siguiendo
a los cronistas de la colonia, adscriben a gran parte de los aborígenes jujeños a la nación "diaguita";
otros afirman que esas parcialidades pertenecen a la rama de los "omaguacas"; mientras algunos
prefieren no englobar a los habitantes de esta extensa zona en una denominación general, y cuando
se refieren a ellos los llaman por sus nombres propios: omaguacas, ocloyas, cochinocas,
casabindos, jujuies, osas y paypayas. Lo que ha quedado claro para la investigación arqueológica y
etnográfica es la huella de la dominación incaica sobre los grupos étnicos de casabindos y
cochinocas (Cfr. Vergara, 1961: 36-39).
96 Carlos Barbarán Alvarado nació en 1905. Publicó en periódicos y revistas numerosos cuentos,
ensayos, poemas y comentarios que aún no han sido llevados al libro. En 1974 se editó su novela
Donde el hombre muere riendo. Falleció en 1978 (Cfr. Adet, 1981: 117).
97 Héctor Tizón nació en 1929, en Rosario de la Frontera (Salta) y se radicó en Jujuy desde su
juventud. Es abogado y se desempeñó como diputado provincial en 1954, Subsecretario de
Gobierno y agregado cultural de la embajada argentina en México, donde fundó la publicación de
arte Síntesis entre 1958 y 1961. También se desempeñó como cónsul en Milán y vivió en Madrid
entre 1976 hasta 1982, para establecerse en su lugar de arraigo y de producción, que es la localidad
de Yala, en Jujuy. Publicó cuentos, notas y comentarios bibliográficos en la Revista Tarja. Su
primer libro, A un costado de los rieles es la reunión de dieciséis cuentos que abren un ciclo de
producción que lo convertirán en uno de los escritores más destacados del país (Cfr. Bibliografía).
98 Jorge Torres Roggero, en sus reflexiones sobre la reforma universitaria del '18 a partir de un texto
de Saúl Taborda, advierte -siguiendo a Lobodón Garra: ..."los neosensibles de Florida fueron el
aspecto literario y tardío de la 'revolución cordobesa' de 1918, origen de una 'nueva generación'
con alcance americano. No es casual que en el mismo tomo recopilado por Gabriel del Mazo, de
donde Lobodón Garra espiga citas de Deodoro Roca y Julio V. González, encontremos también
textos de José Luis Lanuza y Homero Gulielmini, escritores casi ajenos a las contiendas literarias
de grupos, que corroboran y amplifican el aserto inicial. (...) el segundo (...) propugna un cambio
absoluto de 'régimen mental' y 'una subversión de la vieja perspectiva del mundo impuesto por
nuestros mayores'" (Torres Roggero, 1993: 479).
V.1. FACETAS CONVERGENTES
Hemos centrado nuestra lectura en la línea trazada por la narrativa pero deteniendo
nuestra mirada en aquellos momentos en los que otras formas textuales van marcando
hitos fundamentales en la literatura y la vida socio-cultural del NOA. Nutre nuestra
perspectiva una consideración de los géneros literarios que excede el marco de las
clasificaciones canónicas, en la medida en que atiende a la organización de elementos
dominantes y estrategias discursivas que se ponen en juego en cada texto. En este
punto también debemos señalar que la mayoría de los escritores que estamos leyendo
han cultivado el ejercicio de los diversos tipos textuales y discursos artísticos 102, y casi
todos ellos se integran a una extensa nómina de creadores reflexivos y multifacéticos.
La prosa ha sido tradicionalmente la forma preferida por los narradores al ajustarse más
a las necesidades del relato, pero el verso también comunica la continuidad y el ritmo
acompasado al texto. Además de la poesía épica hay poemas contemporáneos que
guardan un carácter epopéyico y narrativo. En este sentido, en el primer verso del
Martín Fierro se articula la presencia activa de un narrador que se dispone a contar
una historia.
100 Como expresa Néstor García Canclini, el término "posmodernidad" es cada vez más incómodo. En
su libro Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (1990), el pensador
argentino afirma que no entiende esa diferenciación analítica entre identidades modernas y
posmodernas como una separación tajante, sino que concibe a la posmodernidad no como una
etapa totalmente distinta ni sustitutiva de la modernidad, sino como un desarrollo de tendencias
modernas que se reelaboran en los conflictos multiculturales de la globalización.
101 Roberto Alejandro, en Hermeneutics, Citizenship, and the Public Sphere (Nueva York, State
University of new York Press, 1993: 6-7). La traducción pertenece a Néstor García Canclini (1996:
32).
102 Luis Emilio Soto, al referirse a la ensambladura de uno de los textos de Bernardo Canal Feijóo,
apunta la ambigüedad genérica que late en esa estructura multifacética: "Sin duda por un afán de
independencia creadora, Canal clasifica a Pasión y muerte de Silverio Leguizamón como "film",
aunque todavía disconforme, temeroso quizás de comprometer los fueros de su fantasía, luego opta
por una denominación libre, sin limitaciones de preceptiva canónica: relato parlante. Por debajo
de esta opción, insignificante al parecer, Canal nos descubre, a pesar suyo, hasta dónde está
trabajando, por la insatisfacción creadora; nos muestra la conciencia que tiene del problema
técnico, por así decirlo, y exhibe, una vez más, un saludable prurito de puntualización que nunca
es inoportuno."(Soto, 1938: 104).
esenciales, como una idéntica inclinación lingüística hacia el lado épico de la verdad y
la inscripción en la memoria de las palabras (Parfeniuk, 1990: 52). Así se replantea la
validez de las esquematizaciones rígidas respecto a los géneros literarios que una gran
parte de la producción latinoamericana contemporánea ha desafiado repetidamente.
Así, las tensiones, los cruces y puntos de intersección del lenguaje se alegorizan en
formas de decir elípticas que amenazan las supuestas fronteras de los géneros. Esas
formas de cifrar la realidad eclosionan en la novela. Por ello este tipo textual ostenta
una estructura escurridiza y difícil de definir fuera de sus circuitos de producción:
¿Se puede hablar de una novela "argentina"? Más bien habría que hablar de la
novela "en" la Argentina (...) ¿Los géneros cambian cuando entran en las
literaturas nacionales? ¿Los géneros literarios actúan del mismo modo en
cualquier contexto? ¿O las literaturas nacionales transforman, adaptan,
traducen, en el sentido amplio, el funcionamiento de los géneros? ¿Qué
relación hay entre los géneros y las literaturas nacionales? (Piglia, 1989: 99).
La novela es un mundo autónomo que dicta sus propias leyes. Cada novela
necesaria es un cosmos y como todo cosmos tuvo principio en un caos y es
mejor entrarle rápido y a los manotazos y ponerle orden, pero no el orden
jodido que viene de arriba sino el que impone la imaginación. (...)
La novela como aventura. Pero entendendámonos: no se trata de las
vicisitudes de un héroe sino de las vicisitudes del lenguaje. La novela como
aventura de la palabra. Novela oscura, aburrida, novela no-pasa-nada. (...) La
palabra es lo milagroso. En las mitologías patriarcales Dios crea el mundo con
la palabra (Foguet, 1983: 131-133)
Quizás la novela -ese género híbrido y ambiguo que es, sin embargo, la más
adecuada representación literaria de la secularizada y móvil sociedad
burguesa- sea la que ejemplifique con mayor claridad este momento de
transformación. Tras el fin de la gran contienda, los novelistas -por lo menos
aquellos que hacen época- repudian definitivamente el realismo psicológico y
el naturalismo, y se lanzan a una indagación y a una búsqueda de estructuras
literarias que resulten dignas de un mundo, no solo trastornado política y
socialmente, sino también ajeno ya a la psicología causal, a la física de tres
dimensiones, a la concepción de la temporalidad anterior a Bergson y
Einstein... (1980-86, 3: 145).
La figura de Güemes -uno de los mitos del imaginario regional argentino- pulsa la
producción del NOA y especialmente de Salta. La pluma de Juana Manuela Gorriti lo
retrató como el indiscutible líder salteño de la independencia:
Pero no todas las descripciones del general han sido tan "benignas": viajeros como
King lo describieron como un déspota; el historiador Mitre le atribuyó el papel de
"anárquico caudillo menor" y el general Paz lo caricaturizó diciendo que era "gangoso
y mal aspectado" (Cfr. Glave, 1996).
No obstante esas imágenes antiheroicas, gran parte de los historiadores locales se han
abocado a la urgente tarea de rescatar su accionar valiente y contribuir a la mitificación
103 Tomás Eloy Martínez nació en Tucumán en 1934. Periodista, poeta, ensayista y narrador, ha escrito
varios guiones cinematográficos y un ensayo sobre Estructuras del cine argentino (1961).
Iniciado tempranamente en su labor literaria, publicó las siguientes novelas: Sagrado (1969), La
pasión según Trelew, Lugar común la muerte (1979), La novela de Perón (1985), La mano del
amo (1991) y Santa Evita (1996). En 1983 obtuvo una beca de Wilson Center y en 1987 una
beca Guggenheim. Actualmente dirige el programa de Estudios Latinoamericanos de la Rutdgers
University, en new Jersey (EE. UU.,) donde es Profesor Distinguido.
104 Güemes. Recuerdos de la infancia, Salta: Imprenta de Salta, 1958. Cabe recordar que el padre de
la escritora, José Ignacio Gorriti, fue amigo y socio político de Güemes, mientras que su hermana
Juana María estaba casada con el general Manuel de Puch, otro líder regional y hermano, a su vez,
de Carmen Puch, la esposa de Güemes (Cfr. Glave, 1996). José Francisco de Gorriti "Pachi",
hermano menor de José Ignacio, también se desempeñó al lado de Güemes en las divisiones del
ejército independentista (Cfr. Torino, 1992).
de su imagen. La tradición popular en la primera mitad del siglo XX no registra una
presencia fuerte de esta figura histórica -basta consultar los cancioneros de Juan
Alfonso Carrizo para leer esa no-inscripción de la gesta güemesiana en las coplas y
cantares populares. Más tarde, será la producción épico-lírica de César Luzzatto la que
ha transfigurado los aspectos negativos que pretendían disminuir el prestigio del
caudillo norteño105. En ese mismo espíritu las agrupaciones tradicionalistas de gauchos
fundadas en Salta "velan" su memoria y sacralizan los espacios del héroe: su casa, el
lugar de su muerte, su monumento. En ese proceso de contrastación de versiones de
raigambre histórica y legendaria que se amalgaman en la construcción de la imagen del
guerrero, se inscribe la revista Güemes, dirigida por Benita Campos106 entre 1907 y
1921, la que tenía como objetivo primordial la tarea de conservar el espíritu de
exaltación de su figura, dentro del proyecto vigente de construir los fundamentos del
ser nacional y reforzar los arquetipos en la escala regional.
La imagen del héroe gaucho, que también había poblado la andadura épica de Lugones
en La guerra gaucha (1905), y la urdimbre teatral del texto La tierra en armas
(1935) de Juan Carlos Dávalos (Cfr. Martorell de Laconi, 1993: 293-300) se reinstala
en la novela La república cooperativa del Tucumán de Juan Ahuerma Salazar107
(1989). Allí se expresa la tensión legendaria que ha generado múltiples interpretaciones
sobre el confuso episodio de su muerte y, fundamentalmente, de sus conquistas
105 El conocido poemario Güemes y otros cantares de Julio César Luzzatto fue editado en 1964. En
1984 la producción de Luzzatto -salteño nacido en 1915 y radicado en Buenos Aires- fue editada
íntegramente por la Dirección de Cultura de la Provincia. Allí se incluye esa evocación heroica de
los episodios de la vida y muerte de Güemes, como los detalles de su ascendencia, los
acontecimientos militares en los que el guerrero se destaca, sus amores y la emboscada en la que es
herido por la espalda "para llamarlo cobarde".
106 Benita Campos nació en Salta, en 1882 y se recibió de maestra en 1901. Alternó sus tareas
docentes con las del periodismo, escribiendo en periódicos locales sobre temas históricos y
destacando las grandes figuras de la emancipación americana. Fundó la revista Güemes, que reflejó
la vida salteña de comienzos del siglo XX y en la que colaboraron las más destacadas figuras
literarias del momento (Cfr. capítulo IV). También fue socia fundadora y presidenta de la Sociedad
Pro-patria de Señoritas (Cfr. Figueroa,1980: 56-57).
107 Juan Ahuerma Salazar nació en Salta, el 28 de agosto de 1949. Se licenció en Psicología en la
Universidad Nacional de Córdoba en la década del '70. Su primer libro Territorio libre (poesía,
1974), obtuvo el Primer Premio de la Dirección Provincial de Cultura de Salta. En 1984 publica su
novela Alias Cara de Caballo, que fue llevada al teatro por la Facultad de Artes de la Universidad
Nacional de Tucumán (bajo la dirección de J. Gutiérrez y Tribulo) con el título de "Quinientos
tréboles de oro por Cara de Caballo". En 1986 su poemario El ángel que faltaba obtiene el Premio
Fundación Banco del Noroeste. También publicó La República Cooperativa del Tucumán
(1989), la que también fue llevada fragmentariamente al teatro en 1992, en la obra dramático-
musical "América de Nuevo" dirigida por Alicia Poderti y Jorge Renoldi. En 1991 publica El
Espión (teatro) Premio Regional Municipalidad de la ciudad de Salta, y en 1993 un texto narrativo
titulado La metáfora de Munzur al Manzur. Reside en Salta, donde ejerce su profesión de
psicólogo y dirige la revista El pájaro cultural.
amorosas:
Santiagueña bruja de los salitrales de Santiago del Estero, andaba por Jujuy
casada con un joven oficial, entreverada en el tráfago de los ejércitos del
Norte.(...) La Inguanzo tampoco podía dormir y se la pasaba toda la noche
envuelta en un camisón de tul acodada en la ventana. Nadie podía dormir en
San Salvador de Jujuy a causa de que el teniente Martín Güemes se había
dejado embrujar por las malas artes de la santiagueña. Esto no podía ocurrir:
era la esposa legítima de otro oficial patriota que vaya dios a saber si podría
dormir mientras su mujer velaba en la ventana (Ahuerma Salazar, 1989: 37).
En esa misma época llegó de Buenos Aires el comandante don Martín Miguel
de Güemes, donde había permanecido desde el año 1812, confinado por el
general Belgrano, a raíz de su conducta en asuntos amorosos, que este último
calificó de indigna, con motivo de sus públicas relaciones con una dama jujeña
casada, de apellido Inguanzo o Argañaraz de Inguanzo, esposa del capitán del
ejército, don Sebastián de La Mella (...) Esta señora, Argañaraz de Inguanzo,
descendiente del fundador de Jujuy, don Francisco de Argañaraz y Murguía,
era una prima lejana de Güemes, pues el prócer salteño tenía también por
antecesor al conquistador español por la línea de su familia materna (Torino,
1992: 19).
109 El rumor es definido como "un relato vocal que atraviesa diferentes grupos sociales y contextos
culturales, conviertiéndose en una polifonía de voces o concierto que se va entretejiendo con los
diferentes tonos, volúmenes, gestos y maneras de hablar de todos los sujetos involucrados." (Zires
Roldán, 1996: 25). Los estudios recientes sobre la dimensión social de algunas prácticas de la
oralidad y su relación con la memoria colectiva, realizados desde la perspectiva de la lingüística, la
psicología social o de la sociología señalan: "Desde una perspectiva macro el rumor es anónimo,
no tiene autor. Si acaso tuvo un sólo origen y es el producto de una mente o proyecto manipulador,
no es esto lo que constituye el rumor, sino la dinámica de variación que se genera al ponerse en
circulación. Es una voz sin nombre, ni ninguna credencial que la identifique. En ese sentido no
tiene centro o más bien es policéntrico. (...) ... desde una visión micro y tomando en cuenta las
distintas situaciones comunicativas, se puede constatar que el rumor puede poseer diferentes
personajes relevantes, claramente identificados, que sirven para darle un sustento y credibilidad
en los diferentes contextos en los que circula (Zires Roldán, 1996: 27-28).
110 Según el historiador Atilio Cornejo, los hechos deben ajustarse a una exacta cronología: "Recibió
Güemes un aviso anónimo de la aproximación realista, pero no le da crédito. Güemes había
establecido su cuartel en el campo de Velarde, a una legua al Sur de Salta. El día sábado 7 de
junio de 1821, por la noche, vuelve a su casa (calle del Comercio, casa de Tejada, hoy calle
Caseros número 764), y en compañía de su hermana D a. Magdalena Güemes de Tejada, despacha
algunos asuntos de trámite. (...) Da. Magdalena le informó que, por un pastor tenía anuncios de
que por las cercanías de los Yacones se había divisado 'como un reflejo de armas',
recomendándole vigilancia (...) Su caballo ensillado y una escolta de 50 hombres descansaban en
la calle (...) montando su escolta se dirige personalmente al lugar de los tiros (...) Pero al doblar
realista- recibe una falsa invitación de su amante María Soledad y en las cercanías de
su casa es herido de muerte en la ingle. La noche trágica -ubicada al principio de la
novela- abre el fuego para que se hilvanen las intrigas patrióticas y amorosas en torno
a la figura del general. Así, los integrantes de Patria Nueva, reunidos en despacho de
Zuviría, comentan estos hechos:
la esquina Balcarce y Belgrano, rumbo al Naciente, buscando quizás la casa de su madre (...) o,
con más propiedad, con intención de arribar a su cuartel del Chamical, una nueva descarga lo
alcanza, logrando herir a Güemes por la espalda, una bala traidora. Porque fue así, traidora, ya
que a Güemes, en buena lid, había que enfrentarlo y herirlo de frente"(Cornejo, 1971: 338-339).
Cornejo, abogado de profesión, busca testigos oculares que prueben esta versión de los hechos:
"Dos testigos de excepción, don Miguel Otero y el coronel don Jorge Enrique Vidt, han narrado la
muerte de Güemes. Sus respectivos relatos, calificados y concordantes, arrojan completa luz con
respecto a la forma en que Güemes recibió la herida que ocasionó su deceso. La versión que ellos
abonan debe ser, a mi juicio, la versión oficial. Sirva ella para falsificar otras exposiciones del
mismo acontecimiento lanzadas a rodar alevosamente por los enemigos de Güemes con el
menguado fin de desprestigiar su heroica figura no desmentida con su conducta en ningún
momento de su vida." (Cornejo, 1971: 339).
Pero además de los testimonios de prueba, el “historiador-juez” Cornejo convoca a otros textos
para legitimar la versión de la "buena muerte" y continuar activando, en el imaginario colectivo, la
hipótesis de los hechos. En este caso los llamados a atestiguar son , Juana Manuela Gorriti y sus
Recuerdos de la infancia, Dávalos con su Tierra en armas y el escudo de la familia Güemes
(Cornejo, 1971: 342-345) A esta confrontación se agregan otros documentos de mayor espesor
historiográfico, como los papeles de archivos o las crónicas y cartas publicadas en periódicos de la
época.
construcción novelística, la figura de Güemes se eclipsa por la actuación de las mujeres
que adquieren protagonismo en la historia: María Soledad, Macacha Güemes, Juana
Inguanzo, Delfina, la Venus del Alto, Juana Manuela, Carmen Puch, Marcela, Mama
Pacha... En ellas se corporiza el eje de los conflictos sociales de ese siglo: las creencias
populares acerca de la muerte, las leyes de sometimiento y las convenciones que
jaqueaban el amor y la lucha independentista. Mujeres amantes y mujeres guerreras, las
que participaron en la contienda provenían de diversos sectores de la sociedad, desde
las señoras de las clases principales hasta las negras esclavas 111. Todas actuaban
fundamentalmente como espías, tanto en las reuniones sociales, a las que acudían para
conocer los secretos y sembrar intrigas; así como también en los umbrales de la ciudad,
donde las servidoras acudían para lavar la ropa e intercambiar mensajes a la orilla del
río (Cfr. Torino, 1993: 17-18).
Ese papel preponderante de las mujeres en la historia enraiza con las profundas
identificaciones recreadas por los pueblos andinos a través de los siglos. Mujeres
admirables que han ingresado al camino de la trascendencia mitológica en sus roles de
madres, amantes y mediadoras con lo ultraterrenal. Mujeres que a veces se enfrentan a
los hombres, y también pueden embelesarlos, pero siguen atadas al destino trágico de
las condenas culturales (Cfr. Glave, 1995).
111 Un motivo de preocupación para los realistas que ocupaban las ciudades de Salta y Jujuy fue el
hecho de descubrir que las mujeres de sus propias familias no eran incondicionales suyas, sino que,
en su mayoría, colaboraban con los cuarteles enemigos: "Pertenecían a la clase principal doña
Juana Moro de López y sus cuñadas; doña Celedonia Pacheco de Melo -sobrina del virrey Melo
de Portugal y hermana de Andrés Pacheco de Melo, diputado al Congreso de Tucumán-, hermosa
mujer que tenía la particularidad de poseer largas orejas; doña Magdalena Güemes de Tejada, la
propia hermana del general; doña María Juana Torino de Gómez Zorrilla -esposa del español y
cabildante don Mateo Gómez Zorrilla-, que había casado con ella en terceras nupcias y que, por
lo tanto, resultaba ser la madrastra de don Juan Marcos Zorrilla, el activo dirigente de la Patria
Nueva; doña Petrona Arias; doña Andrea Zenarruza -después esposa del coronel Francisco Pérez
de Uriondo - y otra dama llamada "Toribia la Linda", en razón de su belleza. Descollaron también
como patriotas famosas doña Martina Silva de Gurruchaga y doña Gertrudis Medeyros de
Cornejo. Todas estas señoras atizaban, al decir del mismo Pezuela, la anarquía y la desconfianza
entre los oficiales españoles y americanos, que formaban los cuadros del ejército real,
envolviéndolo todo: personas, sucesos e invenciones, en una red de una intriga enorme" (Torino,
1993: 17-18). Como dijera Bernardo Frías en su Historia del General Güemes y de la Provincia
de Salta, estas mujeres "estaban al cabo hasta de lo que pensaba en su lecho el general" (Cfr.
Frías, 1971).
1821... El ojo del novelista, parapetado en los espacios del rumor y la memoria
colectiva, puebla esos ámbitos con seres que inauguran en el texto una identidad que
excede la biografía prudente de los diccionarios o las historias tradicionales.
La construcción de un texto literario intenta ser gobernada por leyes que son
continuamente cuestionadas desde la legitimidad de los diferentes discursos sociales.
En ese juego, el discurso historiográfico y el discurso literario se entrecruzan y se
cuestionan permanentemente: los "documentos" escritos y los testimonios orales se
contrastan con las voces anónimas documentadas popularmente y el texto literario se
nutre de las formas y estrategias retóricas del discurso historiográfico. Novela histórica
o historia novelada: el narrador no se ve prisionero en el cepo del documento y recorre
sus bordes, pero este sabotaje de las fuentes abre paso a la interpretación intuitiva,
conjugando la alquimia del archivo con las voces populares que también instruyen
sobre el pasado. Así, la hechura nominada "novela histórica" demuestra su audacia al
destronar los límites semánticos de cada término:
...la fórmula 'novela histórica', que parece ser muy clara, puede ser vista, desde
la perspectiva de la imagen que presenta, como un oxímoron. En efecto, el
término 'novela', en una primera aproximación, remite directamente, en la
tradición occidental, a un orden de invención; 'historia', en la misma tradición
parece situarse en el orden de los hechos; la imagen, en consecuencia, se
construye con dos elementos semánticos opuestos. (...) En ese sentido, la
novela histórica, no ya la fórmula, podría definirse muy en general y
aproximativamente como un acuerdo -quizás siempre violado- entre 'verdad',
que estaría del lado de la historia, y 'mentira', que estaría del lado de la ficción
(Jitrik, 1995: 9-11).
La complicidad y divergencia de los discursos de la memoria y la escritura han ido
impregnando distintos momentos de la literatura del NOA. En ese proceso se inserta El
diablito del Cabildo, publicado por primera vez en 1946. Esas tradiciones
-inscriptas en la brecha que abrieran Ricardo Palma a nivel continental o Bernardo
Frías en el plano local- son reunidas por Ernesto Aráoz con el subtítulo de "Reportaje
sobre temas históricos y sociales hechos por el ciudadano Don Espiridio Tintilay al
Diablito en la torre del Cabildo de Salta". Los personajes de este libro fueron definidos
por Juan Alfonso Carrizo en estos términos: "Tintilay es un buceador sagaz, y el
Diablo, un cronista sabio" (en Aráoz, 1992). La crónica lugareña, que se nutre de los
relatos historiográficos y literarios, integra entre sus "fuentes de información o de
inspiración", a Concolorcorvo, Mariano Zorreguieta, Manuel Bilbao, Juana Manuela
Gorriti, Antonio Zinny, Bernardo Frías, Joaquín Carrillo, Julián Toscano, Juan B.
Terán, Carlos Ibarguren, Miguel Solá o Atilio Cornejo.
Después de llamarlo "el gaucho malo, enemigo de la justicia, del orden civil,
del hombre educado, del sabio, del frac, de la ciudad", )qué nos dice el grande
escritor? He aquí sus palabras: "Sin embargo de todo esto, Facundo no es
malo, no es sanguinario..." "Quiroga tenía las altas dotes que permiten a un
hombre corresponder siempre a su nueva posición por encumbrada que sea"...
(Carrizo, 1941: 24).
La importancia del documento escrito en Un lancero de Facundo está representada
por los "papeles del cartulario de familia" y la carta dirigida a Facundo por el
Gobernador de San Luis, Don Vicente Dupuy, inserta en el cuarto capítulo de la novela.
Esa carta cumple la función de "documento que por sí solo va a destruir la leyenda que
pinta a Quiroga deambulando como gaucho pendenciero y trashumante, y que al fin
purga en la cárcel un delito imaginario" (Carrizo, 1941: 56). Desde esa conciencia
histórica que registra y reivindica, los apuntes del Chico Peralta se concentran en el
momento en el que decide unirse a las filas de Quiroga:
112 Nació en Ledesma, Jujuy y realizó sus primeros estudios en Salta. Hija de padre griego, éste
influyó notablemente en su vocación artística. Publicó el poemario Muerte, animal y perfume
(1951) y colaboró en la Revista Tarja de Jujuy. Colaboró en el diario El Intransigente de Salta y,
por invitación de Juan Ramón Jiménez, publicó poemas en el diario La Nación de Buenos Aires,
en 1950. También se integró al movimiento generado en torno a Manuel J. Castilla y la revista
Ángulo, en la que participaban los escritores Raúl Aráoz Anzoátegui, Raúl Galán, los plásticos
Carybé y Luis Pretti, así como también el músico y compositor Gustavo (Cuchi) Leguizamón.
Cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Luego de su fructífera
incursión por la poesía, se consolida definitivamente su vocación por una narrativa con profundas
tonalidades poéticas. Publicó las siguientes novelas: Los Comensales (1964), La flor de hierro
(1978, Premio Dupytren), Río de las Congojas (1981, Primer Premio Municipalidad de la ciudad
Buenos Aires, Premio Club de los XIII, Premio "Boris Vian"), Sabotaje en el álbum familiar
(1984, "El Almafuerte": Primer Premio Municipalidad de "La Matanza", Premio Fortabat y
Mención Premio Nacional), La seducción de las fogatas (1987, Premio Fortabat) y Un piano en
Bahía desolación (1994). También ha publicado Poesía Tradicional argentina (ensayo, 1978),
Eva Perón (biografía, 1984), el libro de relatos Quien pudiera llegar a Ma-Noa (1989), además
de diversos cuentos, ensayos y notas publicados en revistas y periódicos extranjeros y nacionales.
Su novela Mamá Coca, escrita intermitentemente en Buenos Aires y en su casa de Campo Quijano
(Salta), aún permanece inédita. En 1996 fue reeditada su novela Río de las Congojas por
Ediciones del Dock, que obtuvo en este año el Premio Literario "Boris Vian" al mejor libro del año.
Fue colaboradora del diario Pregón de Jujuy y de conocidos periódicos de Capital Federal. La
traducción al inglés de su novela Río de las Congojas, realizada por una investigadora de Harvard,
será publicada por la editorial White Pine de Estados Unidos. Falleció en Buenos Aires, el 19 de
julio de 1998.
...determiné comenzar de nuevo, y con mis hijos y la gente que pude allegar
entré en el Tucumán, que estaba la mayor parte de ella, alzada y rebelados los
indios diaguitas por el mal gobierno que tuvo Juan Pérez de Zorita, que
levantó muchos pueblos habiendo poca gente española: los indios se atrevieron
a alzar y mataron a muchos de ellos. No quedó sino el pueblo de Santiago del
Estero, y los que estaban recogidos en él se querían salir, porque no les entraba
socorro de ninguna parte ni en vestidos, hierro, plomo y pólvora, que es lo que
más es menester (...) )Dónde estaba el señor cura entonces que no le vi? En
Lima, gozando de opulencia... Así pues, ya le dará Ud., alcalde extraordinario,
la respuesta del gobernador Aguirre al chupacirios que le envía...
(Demitrópulos, 1978: 34).
"Buscan un papel )Qué es ese papel?" "El papel que buscan lo han escrito
ellos" contesté. "Ellos también descuartizaron a un hombre entre cuatro mulas,
en una plaza, por culpa de los papeles que escribieron ellos mismos; porque no
era un papel sino su lengua lo que buscaban; entonces le cortaron la lengua;
se la cortaron con un cuchillo de hoja arqueada delante de su mujer y de sus
hijos" (Tizón, 1982, I: 87).
La novela de Tizón reinstala el tema del prestigio que encerraba la escritura para los
europeos, legitimación que también pulsa la producción escrita de la rebelión de Túpac
Amaru115 (Cfr. Poderti, 1997). Allí, la cultura gráfica europea suplanta, en términos de
dominación, la predominantemente oral de los indios, a punto tal que los autóctonos se
convierten en víctimas del 'fetichismo de la escritura' introducido por los europeos116.
114 Según Lotman, la parodia "es un ejemplo curioso y raro de construcción en el que
cualquier estructura innovadora se halla fuera del texto y su relación con el cliché estructural
aparece como extratextual, como la actitud del autor hacia la construcción del texto. (...)
...solamente la existencia en la conciencia del lector de una estructura de este tipo, nueva, le
permite completar el texto destructivo de la parodia con un elemento constructivo extratextual;
ofrece el ángulo de visión del autor sobre el sistema parodiado. Por eso la parodia, que es un
género brillante y, en cierto sentido, experimental, desempeña siempre en la historia de la
literatura un papel auxiliar y no central." (Lotman, 1982: 354).
115 Esta experiencia es corroborada en las palabras de José Reseguín, en una carta al Virrey
Juan José de Vértiz que da cuenta de las relaciones escritura-poder que se instalan en el discurso de
los vencedores: "Incluyo a V.E. algunos papeles que he aprendido (sic) esparcidos por los
sublevados, y me quedo con los que pueden servir para la formación de la causa; y como estos
indios se conmueven con tanta facilidad a vista de cualquier papel, pienso escribir a todos los
gobernadores, segundas y curacas de los pueblos de esta provincia, exhortándoles á que sean
leales vasallos de S. M., y que prendan a cualquiera que se presente con semejantes papeles, y que
me lo traigan asegurado... (en De Ángelis, 1910, VIII: 512-13).
116 Desde las primeras instancias de la conquista se había operado entre los indígenas una innegable
fascinación por la escritura europea, fascinación que agilizaría la reestructuración de los canales
Los discursos de la oralidad, tan vigentes en la narrativa de Jorge Ábalos, Libertad
Demitrópulos, Clementina Quenel, Carlos Aparicio o Héctor Tizón, establecen los
registros de la cultura popular, allí donde la función narrativa puede oscilar entre la
adopción de los códigos del habla coloquial o la función de integrar los testimonios
orales y anónimos que puedan dar cuenta de los acontecimientos narrados.
.
Esta concepción cíclica de la temporalidad corresponde al pensamiento griego
y, en general, al de todos los pueblos "proto-históricos" y ha sido rescatada por
filosofías como la de Vico, cuyos conceptos de corso y ricorso son
intertextualizados por la novela (p. 148). Para Noé, quien asumió
vivencialmente esta circularidad ("Vuelvo a Adán, conociendo la serpiente", p.
327), cada edad vive lo que dura el paso de su génesis a su destrucción
catastrófica. (...) Sólo un pueblo, el Incario, resalta en este encadenamiento
abrumador de males, como un oasis, como una 'cultura milagrosa' que cumple
con las virtudes deseables de toda convivencia socio-política, dispuestas
alrededor del ideal de justicia. En el Perú incaico ubica, pues, nuestro
narrador, la Edad de Oro de la humanidad y funda así su utopía de clara
función subversiva pues, en tanto imagen modelo de vida comunitaria,
cuestiona la realidad existente (Chibán, 1987: 103).
Otra es la lucha entre la voz y la crónica que aparece en la novela La pasión, los
trabajos y las horas de Damián de Raúl Dorra117. En un sutil juego de dislocamientos,
la voz central que relata los sucesos es desplazada, hasta el límite de la borradura, por
una crónica escrita y enmendada con recurrencia y obsesión:
117 Raúl Dorra nació en San Pedro de Jujuy en 1937. En 1957 se radicó en Córdoba, en cuya
Universidad se graduó en Literaturas Modernas. Allí ejerció la docencia y colaboró en la sección
literaria de los periódicos locales. En 1962 obtuvo el primer Premio de Cuento, organizado por
Estudiantina Universitaria. En 1976 se traslada a México. Ha brindado cursos y conferencias en
Argentina, Estados Unidos y Europa. Como crítico y estudioso de la literatura ha producido textos
que lo colocan entre las figuras más destacadas de la reflexión teórica sobre nuestra cultura: Los
extremos del lenguaje en la poesía tradicional española (1981), De la lengua escrita (1982), La
literatura puesta en juego (1986), Hablar de literatura (1989) Profeta sin hora (1994), Entre
la voz y la letra (1997). Ha traducido del francés poemas, artículos especializados y el libro De
l'imperfection de A. J. Greimas. Ha publicado los siguientes libros de relatos: Aquí en este
destierro (1967), Sermón sobre la muerte (1977), La pasión, los trabajos y las horas de
Damián (1979), La Canción de Eleonora (1981), Donde nos amábamos tanto (1994), El
sermón de las siete palabras (1995). Actualmente reside en México, donde se desempeña como
docente e investigador de la Universidad Autónoma de Puebla.
selva, entre las hojas, se lanzaron sobre algo que apenas resistía, hubo una
breve lucha y enseguida volaron por el aire los puñados de pluma (Dorra,
1979: 86).
118 Gustavo Geirola nació en Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1951. Graduado como profesor de
Letras en la Universidad de Buenos Aires, ejerció una intensa actividad gremial durante el tiempo
de la represión militar. Desde 1985 se desempeñó como Profesor en la Universidad Nacional de
Salta y, entre 1988 y 1992, se estableció en Tucumán, donde ejerció la docencia universitaria.
Obtuvo su título de Doctor en Letras en la Universidad de Arizona (Estados Unidos, 1995) y se
radicó luego en Los Ángeles. Además de su tesis doctoral, un relevante estudio sobre el teatro
latinoamericano durante el período 1957-1977, ha producido numerosos textos de reflexión sobre
el quehacer literario (Cfr. Bibliografía). Ha brindado conferencias y Seminarios de Posgrado en
Universidades Latinoamericanas, en Estados Unidos y en Europa. Actualmente se desempeña como
catedrático en el área de Literatura Hispanoamericana en el Whittier College, en Los Ángeles y
trabaja en proyectos de investigación junto a relevantes investigadores, como David Foster. Ha
publicado textos narrativos, teatro y poesía en Argentina y en Estados Unidos. Su obra teatral
titulada El Paraíso de las Hormigas fue estrenada en Tucumán, en 1982. El cuento que hemos
incluido en nuestra lectura pertenece al libro titulado Los exilios que aún permanece inédito, aún
cuando ha sido publicado fragmentariamente en antologías y publicaciones periódicas.
119 Sixto Vázquez Zuleta nació en Jujuy. Es periodista, docente, restaurador de obras de arte y
museólogo. Se desempeñó como Director de Cultura de la Provincia y también ocupó otros cargos
en la actividad pública. Participó como expositor en congresos internacionales sobre cultura
andina. Dirigió las revistas Amencay e Integración. Recibió distintas becas para realizar estudios
en Europa. Fue catedrático de la Universidad del Salvador (Buenos Aires). Actualmente reside en
Humahuaca, donde dirige el Museo Folklórico Regional y enseña quechua. También colabora con
notas en diarios de la Capital Federal. Entre sus publicaciones en libro, realizadas en Jujuy, han de
mencionarse: Historias del carnaval de Humahuaca (1973), Los fríos vientos del Zenta y otros
cuentos de Humahuaca (1976), El rostro de Humahuaca (1979), Indiomanual (1985), Los
diablos benditos (1991) y Perro curandero (1995) (Cfr. Terrón de Bellomo, 1997: 169-170).
que obsesiona a los niños a la hora de la siesta. Pero en el cuento de Geirola los
discursos de la cultura se fragmentan en tanto se propone una lectura que rompe con un
pasado y desafía una tradición de miedo:
Desde aquella jornada, el pueblo está en paz. Ahora, los que se mueren, se
mueren solamente de tedio, porque con la muerte del duende, el cura también
suspendió la ceremonia del santísimo, y la municipalidad no tiene ya motivo
para ningún festival. Sólo el televisor, allá en el bar, hace estragos con el
mismo tema. No hay sentido, me dije, no lo hay. Pero tengo que hacer algo. Yo
sabía que lo único verdadero era la felicidad. Entonces me fui (Geirola, 1984:
114).
Quienes se han ocupado del aspecto sociológico de estos relatos populares marcan
claramente los matices diferenciadores según la zona de la que proviene la historia.
Jorge Estrella identifica las historias que "tratan mal" al pícaro zorro, como ocurre en
los cuentos de Juan Carlos Dávalos, en los que el mismo es caracterizado como un
"imprudente que quiere hacerse el vivo y termina muy mal (...) En definitiva, nuestro
pícaro Juan se va convirtiendo en una especie de Job bíblico, le llueven calamidades"
(Estrella, 1994: 4). Ahondando, junto al historiador Leoni Pinto, acerca de los
interrogantes que despiertan estas diferencias entre el zorro santiagueño o tucumano y
el salteño, Estrella explica la falta de simpatía de Dávalos con respecto al zorro a partir
de la omisión del nombre "Juan" en el título de su libro. A esta falta de complicidad con
el zorro "Juancho" el zorro de Santiago y Tucumán se sumaría la consideración que el
mismo Dávalos hace en el prólogo de la edición, allí donde sostiene que ha recogido
"historietas" que ha oído contar en su niñez a los muchachos del campo y a las criadas
indígenas de su casa, lo que marca el ángulo socio-cultural desde el cual Dávalos
procesa la información recibida. Al respecto Leoni Pinto, en la introducción de su
rastreo literario y antropológico de estos relatos, añade:
Luego del período que Ricardo Rojas ha estudiado en su capítulo dedicado a "Los
proscriptos", se suceden en Argentina etapas de violencia y exclusión de intelectuales
cuyas ideas no favorecían al gobierno de turno. Ya en el siglo XX, el golpe encabezado
por el general Uriburu, en 1930, inicia una cadena de interrupciones de las democracias
representativas. En esa prolongada etapa de inestabilidad hay dos golpes decisivos:
1966 a 1973 y 1976 a 1983, unidos ambos en un segmento único, tanto por su
afiliación al tipo de régimen burocrático-autoritario desarrollado en el Cono Sur desde
mediados de los '60, como por su inserción en el proceso de reajuste económico-
político establecido por las potencias centrales (Avellaneda, 1989: 13).
Los escritores que surgen en esos años sombríos experimentan la crisis de la industria
editorial amordazada y viven esta experiencia con un sentido de pérdida irreparable.
Una línea de ese registro de silenciamiento sobre las producciones culturales puede
rastrearse en las revistas editadas durante el período 1973-1983, como formas de
resistencia a la dictadura militar. Dentro de este contexto, la revista Crisis de Buenos
Aires representa una doble tendencia: la relectura del peronismo por parte de la
izquierda peronista y el reflejo de la modernización de la crítica. La revista Crisis tuvo
gran impacto en su tarea de engarzar las posturas políticas con un enfoque nítidamente
latinoamericano. La redefinición del peronismo, en términos de una cultura nacional y
popular, tenía como finalidad analizar los mecanismos de dependencia que aún se
ciernen sobre América Latina y el Tercer Mundo. Casi todos los números de la revista
incluyeron un reportaje sobre escritores, artistas e intelectuales latinoamericanos, no
solo reconocidos por la crítica, sino también aquellos cuyos nombres estaban olvidados
o marginalizados por la cultura oficial. Así, la tarea central de la revista era poner en
evidencia la línea divisoria entre cultura de élite y cultura popular, enfatizando la
importancia de la cultura popular en las ciudades y en el campo (King, 1989: 89). El
editor de Crisis, Eduardo Galeano, en este sentido refiere:
122 Poeta y narrador tucumano, nacido en 1931. Cursó sus estudios primarios y secundarios en su
ciudad y la carrera de Letras en la Universidad de Tucumán hasta el año 1952, en el que edita sus
primeros poemarios: negada permanencia y La siesta y la naranja. En 1958 se trasladó a Buenos
Aires en donde ha fijado residencia. Colabora en diarios y revistas del país. Entre sus textos
narrativos ha de mencionarse: Dos cuentos (1964), El inocente (cuentos, 1965), La ciudad de los
sueños (novela, 1971), La favorita (cuentos, 1971) y La Señorita Estrella y otros cuentos
(1982). En poesía ha publicado, además de negada permanencia (1952), La siesta y la naranja
(1952), los libros Claridad vencida (1957) y Elegía, naturaleza y la garza (1966). Hernández se
expide respecto de su producción en estos términos: "los temas que aparecen de manera reiterada
en mis relatos son, entre otros el desarraigo; el mundo mágico y perverso de la infancia; el poder
de la imaginación y el erotismo en seres que no se resignan a la marginación y a la desdicha; las
relaciones asfixiantes, veladamente incestuosas; el odio y la fascinación que ejerce la capital sobre
el interior del país" (en AA. VV., Cuentos regionales argentinos, 1984: 119).
está enamorado- con el solo fin de poder re-emprender su conquista:
Según Ricardo Piglia, las fuerzas ficticias son las que tejen la verdad en la trama del
poder (1989: 97). Esas ficciones sociales son la materia que la novela reproduce,
interioriza y transforma. Así, dentro del contexto de esa narrativa generada en el exilio,
hay textos que denuncian el terrorismo de estado y la actuación de las fuerzas militares,
como El vuelo del tigre (1981) de Daniel Moyano, que, como ha apuntado Cymerman,
es una metáfora de la tiranía con claras referencias a las dictaduras nazi y argentina.
Aún cuando la novela tiene un desenlace feliz, esta expresión alegórica resume la fe del
narrador en el mundo violentado. El silencio y a "falta de voz" que produjo la censura
militar son referidas por Moyano en la anécdota sobre el entierro del manuscrito de El
vuelo del tigre. Según relata Moyano, los originales de su libro fueron enterrados por
su amigo, el padre Inestal, en un pozo de la huerta de su casa, mientras el escritor se
encontraba en la cárcel. Luego de su exilio en España, Moyano buscó infructuosamente
su novela:
123 Hugo R. Foguet nació en Tucumán el 3 de diciembre de 1923. Después de aprobar cursos en el
Colegio Nacional, se incorporó a la Escuela Nacional de Náutica, donde se desempeñó como
Oficial de Máquinas. En misión profesional realizó diversos viajes por el extranjero. Colaboró en
diarios y revistas del país. En 1962 obtuvo el Primer Premio en un concurso provincial de libros
inéditos -organizado por el Departamento de Literatura y Cine del Consejo Provincial de Difusión
Cultural de Tucumán- por Hay una isla para Usted. También recibió los premios "Bienal Ricardo
Jaimes Freyre" para poesía y "Bienal Pablo Rojas Paz", para narrativa, éste último por su novela
Pretérito Perfecto, en el año 1982. También publicó Hay una isla para usted (1962),
Advenimiento de la bomba (1965) y Frente al mar de Timor (1976).
de la putrefacción de los otoños sucesivos.
Unos años después (...) reescribí la novela que quedó enterrada, acaso con el
mismo argumento, pero no con las mismas palabras (Moyano, 1989: 151).
En la misma tonalidad -para emplear un término de la música que era el otro gran amor
de Moyano- su novela Libro de navíos y borrascas (1983) presenta el viaje de un
grupo de exiliados argentinos que se dirigen hacia Europa. La parodia se instala en el
viaje, cuando esos seres que huyen de los militares argentinos, deciden poner en escena
una representación de títeres, cuyo tema es el asesinato de Dorrego. Allí se ficcionaliza
la historia y los distintos planos de esa representación se entrelazan con la propia
experiencia de los que emigran. Así, los próceres de la historia nacional "oficial" son
desmitificados por medio de la ridiculización y la degradación, ocupando la categoría
de antihéroes. En esa esfera también se incluyen los militares argentinos, cuyas hazañas
se sitúan en las antípodas de los "valores" guerreros tradicionalmente reconocidos (Cfr.
Cymerman, 1993: 249-253).
Este procedimiento, legible en el cuerpo de la "novela de la dictadura" y a partir del
cual la narrativa de ficción introduce pasajes de información histórica que se ponen al
servicio de un objetivo literario, funciona como mecanismo de desenmascaramiento de
la historia oficial. La novela Pretérito Perfecto de Hugo Foguet apunta a la
desmitificación del tiempo y la explicación del presente a la luz del pasado. Desde un
marco de caoticidad, el texto describe cierto diseño estructural basado en el
contrapunto de dos temporalidades, que se oponen y alternan en un enunciado
secuenciado para tal fin (Busquets, 1993: 165). Se persigue entonces la
descronologización de la Historia: "lo que podemos imaginar como un antes y un
después existe, está incluido en el ahora (Foguet, 1983: 42).
124 Antonio Ramón Gutiérrez nació en 1951 en Córdoba. Se radicó en Salta en el año 1973. Allí se
recibió de psicólogo e inició su itinerario en el campo de la literatura integrando el Grupo de Poesía
"Retorno". Publicó los siguientes poemarios: Las formas de la tarde (1987), Los reversos (1989),
Conflagración (1989), La ciudad de los lugares comunes (1991) y el libro de cuentos La casa
del Boulevard Guzmán (1996). Ha participado en publicaciones conjuntas y antologías y obtuvo
los siguientes premios: Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de Aerolíneas Argentinas
(1993), Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de la Dirección de Cultura de la provincia de
Salta (1992), Primera Mención de Honor en el Concurso de Poesía para Autores Éditos "Clara
Saravia Linares de Arias" de la Municipalidad de la Ciudad de Salta (1991) y Premio "Accésit" en
el Concurso para Poetas Éditos de la Dirección de Cultura de la Provincia de Salta.
Ejerce su profesión de psicólogo y es Profesor Titular de las Cátedras de "Lingüística" y
"Psicolingüística" de la Carrera de Psicología en la Universidad Católica de Salta.
oscilación entre la memoria y el olvido: el acto de donar los libros a la Biblioteca
Provincial o el llamado "fin de las posiciones irreductibles" planteado a partir del
momento en el que se deja de citar a Sartre para comenzar a hacerlo con Alvin Toffler.
Esta procesión de ambivalencias genera un modelo de construcción de los personajes
que está continuamente condicionado por la multiplicidad y el asedio125.
El proceso militar del año '76 tuvo, para el noroeste argentino, especiales
connotaciones históricas y sociales. No solo porque en ese lapso se produce el mayor
número de desapariciones, asesinatos y torturas de la vida del país, sino porque
también el golpe de estado significó el exilio masivo de muchos escritores e
intelectuales y generó una literatura cuya fractura esencial se asienta en un sistema
incierto de filiaciones y de movimientos de desterritorialización que desdibujan los
mapas trazados hasta el momento. En ese entramado, las relaciones entre ficción y
política atraviesan la escritura argentina de un extremo al otro del país, hasta salir de
sus confines. Por eso, desde el exilio, los trasterrados que miran el mapa nacional
pueden llegar a pensar: "Los poderes dictatoriales pueden borrar a la gente del mapa
pero no al mapa, sólo pueden transformarlos en representaciones donde se pierden los
significados aprendidos" (Domínguez, 1993: 213).
El cuento "La diagonal" de Liliana Bellone (1992) también está signado por el tema del
viaje. Un grupo de amigos -cuarenta o cincuenta personas- se propone cruzar la plaza
en diagonal hacia el café cercano. Pero cada instante significa una persona menos.
Entre valijas, aviones y cartas solo puede llegar al café la desesperada protagonista...
Los textos que hemos leído, situados en el cruce de las literaturas del exilio y las
escrituras exiliadas, son generados en ese segmento de la historia nacional que se liga
a la historia latinoamericana, espacio borroso en el que se conjuga el no-poder con el
no-saber. Porque en la zona de exilios -lugar en el que se pervierte la ecuación
foucaultiana-, el saber no constituye poder (Cfr. Bocchino, 1993: 131). El texto
literario se encarga, en esos segmentos de no-poder, de trabajar las retóricas de la
denuncia encubierta, la sugerencia elusiva, la anáfora kristeviana que atraviesa todos
125 En un artículo publicado en la Revista PROA (Buenos Aires, ne 25, setiembre/octubre de 1996) ya
he comentado que la función de los personajes de Gutiérrez fluctúa según la perspectiva desde la
que se los mira, acompañando un replanteo de la finalidad de la literatura, a la luz del compromiso
histórico y de los contrapuntos sociales. "Mientras una red de cuestiones raigales preocupaba a los
seres de la casa, en los umbrales también se veían pasar recuerdos e historias cercenados,
imágenes de la ciudad cercana. (...) Casa-ciudad, casa exilio, casa-país-invisible, donde se gestan
las complicidades de la palabra con lo no dicho, donde se recapturan y se significan los gestos del
pasado" (Poderti, 1996: 96).
los espacios de lo no-dicho. Así el poema de Yannis Ritzos -epígrafe de la novela Río
de las Congojas (1981) de Libertad Demitrópulos-, se resemantiza durante la etapa
militar: "Conviene que recordemos a nuestros muertos y su fuerza, no sea que alguna
vez nuestros enemigos los desentierren y se los lleven consigo..."
La producción actual de las mujeres que escriben en las provincias estaría marcando un
punto de transición entre el discurso dominante patriarcal y las nuevas tendencias que
podemos leer en el campo escritural a partir de mecanismos que alternan la
negociación con la fuerza. En este sentido, nuestra lectura de la producción narrativa de
algunas mujeres, busca establecer las estrategias que se ponen en juego para activar
mecanismos de legitimación discursivos, desarticulando los códigos del discurso
hegemónico.
126 En un artículo aparecido en "La Nación", Mario Vargas Llosa comenta el libro Real
Presences de George Steiner definiéndolo como "un elocuente indicador de lo enloquecida que
anda la brújula cultural en nuestra época: fue concebido como un libro transgresor y heterodoxo,
para desafiar las ideas establecidas sobre la creación artística, y se ha vuelto un best-seller
unánimemente celebrado en el mundo occidental". Acerca de la postura de Steiner frente a la
creación femenina, Vargas Llosa ironiza: "En las páginas más indóciles del libro, Steiner desliza
una explicación del escaso número de creadoras mujeres, sobre todo en las artes plásticas y en la
música, lo que, curiosamente, no parece haber violentado hasta ahora a las feministas. El hecho
de que la mujer experimente en su propio cuerpo el fenómeno de la creación -dar vida, ser
escenario de la reproducción- habría mermado en ella ese impulso creador tan activo en el
hombre, para quien el acto de la gestación y el alumbramiento es remoto, inaccesible, e incapaz,
por tanto, de moderar o saciar el hambre de absoluto y trascendencia -el vacío del ser del que
nace la voluntad de creación-." (Vargas Llosa, 1991).
127 El sistema de oposiciones binarias planteado por Greimas como modelo de análisis
estructural es leído por la feminista francesa Helene Cixous como una manifestación del
pensamiento binario patriarcal, basado en el "par" fundamental: masculino/femenino (Moi, 1985:
102-126). Cixous introduce, para romper el esquema binario, el concepto de "différance" de
Derrida, para quien la significación no está producida en la estática clausura de la oposición
binaria. El concepto de escritura femenina de Cixous está cercano al análisis de la escritura de
Derrida como "différance". Para esta autora, los textos femeninos son textos que funcionan en la
diferencia, pugnando por indeterminar la lógica falocéntrica dominante, resquebrajando la cerrazón
de la oposición binaria y revelando los placeres de una escritura que tendría que ver con lo
bisexual.
V.3.1. Mujeres X Mujeres
128 El relato biográfico de Zulema Usandivaras de Torino, realizado a requerimiento mío en el mes de
noviembre de 1997, es el siguiente: "Nací al promediar la segunda década de este siglo en Salta,
ciudad donde resido y he vivido siempre. (...) Alumna de la Escuela Sarmiento y de la Escuela
Normal de Maestras, apenas recibida, ejercí por algún tiempo la profesión en la Escuela Gral.
Güemes. Dactilógrafa egresada de la Escuela Nacional profesional de Mujeres y diplomada en la
Alianza Francesa, Filial Salta. Iniciada en la música y el piano (disciplina obligatoria en la
educación de las niñas) sin mayor éxito. (...) Fui reprimida por el tiempo en que me tocó vivir.
Limitada por los prejuicios de la época no pude acceder a los estudios universitarios y tuve que
ser, en alguna manera, una autodidacta que abrevaba el saber, sin mucha disciplina, en todos los
libros que encontré en la biblioteca de mi casa y los que fui adquiriendo más tarde, leyéndolos a
veces en forma clandestina, burlando la censura bastante rígida y un tanto ridícula. Así fui
creciendo, asimilando todo lo que hoy nos ofrecen los modernos medios de comunicación, y he
llegado, desde el aprendizaje en la pizarra individual donde se grababan palotes y caracteres con
lápiz de piedra, hasta la computadora. (...) Mi trabajo al principio fue silencioso, secreto, apenas
me atrevía en certámenes poéticos, resguardada por el anonimato del seudónimo. Las menciones y
los premios, algunos importantes como el de la Universidad Católica de Salta, Temis Esperoni de
la Plata, Fundación Givré de Buenos Aires, El Quijote de Plata y varios otros, me animaron a
comenzar. (...) Escribí, aunque tarde, porque ésa era mi vocación. Para escribir antes, hubiera
tenido que soportar la presión social de mi entorno. No hay que olvidar que mi juventud
transcurrió en años todavía con resabios de la moral victoriana y como mujer, más sujeta a esos
rígidos cánones. Sin embargo, pienso que nunca nadie estará libre totalmente de cierta presión, la
que ejerce el otro, el que nos censura o nos aprueba. La cuestión es liberarse, lo que debe hacer
transforman en el testimonio histórico de una época y descubren el instante preciso en
el que se desarticulan las leyes y principios sociales que regían la sociedad colonial. El
lugar de enunciación de esta narradora, perteneciente a una familia tradicional de Salta,
le permite retratar la sociedad de fines del siglo XIX y primera mitad del XX. Las
normativas sociales y las demandas de feminidad de la época son el tema predilecto de
sus narraciones. Así, las cuestiones del honor y las virtudes de la frivolidad, la
maternidad, el amor, la belleza o la ilustración, conforman un código de
comportamientos que, si no son respetados, pueden acarrear la degradación moral de la
mujer ante el grupo social.
Este vaivén entre el "querer ser" y el "deber ser" está problematizado en los
pensamientos de los protagonistas de la novela: Matilde, Augusto y una sociedad que
tiene claro que los papeles de un hombre y una mujer no deben perderse en los lagos de
la indefinición. Sin embargo, los esquemas estatizantes de esa sociedad diseñada a
todo escritor, expresándose sin tabúes y sin prejuicios irracionales"...
fines del siglo pasado comienzan a ceder ante la presión de factores históricos,
geográficos y económicos. Matilde y Augusto, divididos entre la ciudad y el campo,
encuentran en este último -el Ampascachi descripto desde una perspectiva
autobiográfica- el espacio edénico donde podrán concretar una vida libre de las miradas
e imposiciones de la Salta tradicional. Pero Matilde jamás volverá a ser la misma, ha
experimentado un cambio raigal y determinante. Esa metamorfosis de la protagonista
-en Recordando El Paraíso- alcanza en su órbita a otros personajes y es una
evolución favorable que define una conquista respecto a la mujer de La Esposa (1989,
1996), para la que el destino es del todo implacable. En La Esposa, su protagonista
-Manuela- es casada por su padre con un hombre mayor y de buena posición. El
matrimonio es aquí presentado como una práctica de carácter protocolar, rígida y
conservadora, que ubica a la mujer dentro de un nuevo -y desventajoso- escenario
social:
Ella, la mujer legítima, no tenía escapatoria. Debía cuidarse del asedio de los
gavilanes. Proteger el honor de la casa. Ser la esposa oficial, la que acompaña
a su importante esposo a la misa del domingo, a las reuniones de beneficencia,
a las bodas y a las reuniones familiares (1996: 97).
Pero el camino hacia el derrocamiento del discurso normativo, los tabúes sexuales, las
rígidas creencias religiosas y los obesos cánones de belleza ya está marcado. En
Recordando el Paraíso, emerge una sociedad transitoria en la que el título
universitario desplazará a la actividad comercial; los espacios de poder se repartirán
entre las esferas políticas y el único periódico citadino.
Los textos de Zulema Usandivaras -sostenidos aún por relámpagos estéticos del
romanticismo-, discuten las virtudes y defectos de la sociedad patriarcal y apelan a la
construcción de un nuevo modelo femenino, inserto en un campo de transformaciones
más amplias. Así, el itinerario hacia esas transformaciones sociales puede traducirse en
un alto precio a pagar por los protagonistas, colocando a hombres y mujeres dentro del
polo de los dominados. En este sentido, quizás la mejor síntesis de la historia planteada
por Usandivaras de Torino podría estar contenida en estas palabras de Carmen Perilli:
Un viraje importante con respecto a la apropiación del instrumento lingüístico por parte
de las mujeres puede leerse en la producción de Clementina Rosa Quenel 129. Como ha
observado José Andrés Rivas (1987), la escritura de esta narradora muchas veces fue
definida en estos términos: "Escribía como un hombre", aludiendo a la fuerza expresiva
de sus relatos o a la aspereza con la que pintaba el mundo agreste y rural de Santiago
del Estero. Según Alén Lascano (1967), el mismo Augusto Roa Bastos, refiriéndose a
Clementina Quenel, había expresado "Argentina tiene en el cuento un Horacio Quiroga
mujer". A esa faceta "masculina" de su escritura se integraba la dureza con que la
llevaba a sus personajes a luchar en sus fronteras interiores o a confrontar sentimientos
opuestos que los habitaban o desgarraban. Pero, según José Andrés Rivas, existe otro
rostro de Clementina Quenel130, que puede ser identificado como "profundamente
femenino" y no como una "impostación" de la voz:
Así, la mujer es el personaje central de sus relatos y piezas dramáticas: María Silvestre
en El bosque tumbado, de la que se recuerda que "a los nueve años su conducta
continuaba siendo más de pantalones que de pollera" (1981: 52); la "Telesita"
santiagueña, condenada a bailar eternamente mientras su leyenda de culpa y castigo se
multiplica. También aquellas mujeres que se burlan de los hombres ("La María de los
Santos en el camino", "Tonto, tonto" y "Almacén La Amistad"); las madres que esperan
129 Clementina Rosa Quenel nació en Santiago del Estero en la primera década de este siglo. Su madre
era santiagueña y su padre francés -Jorge Quainelle, quien estableció el primer servicio
meteorológico en la Provincia-. Cursó estudios de derecho en Buenos Aires. En esa época ya
entregaba sus primeras colaboraciones literarias a la revistas femeninas: El Hogar, Mundo
Argentino, Estampa, Aquí Está, Chabela y Maribel. Abandonó sus estudios para casarse y regresar
a Santiago del Estero, donde se incorpora al movimiento cultural "La Brasa", fundado por Bernardo
Canal Feijóo. En 1945, la Editorial Cervantes, de Tucumán, publica la primera edición de su libro
de cuentos La luna negra (la segunda aparecería en 1952). Su novela El bosque tumbado ganó el
Primer Premio Literario Regional de la Comisión Nacional de Cultura para el trienio 1948-1950.
Ha publicado los siguientes poemarios: Elegías para tu nombre campesino (1952 y 1961),
Poemas con árboles (1960) e Íntima con el álamo (1960). En narrativa también publicó: Los
Ñaupas (1967) y también realizó una importante contribución al teatro édito con las obras La
Telesita y El Retablo de la Gobernadora. En 1946 obtuvo, en Córdoba, el Primer Premio -cuento
y relato- en el Certamen Nacional Literario "Leopoldo Lugones". En 1960, obtuvo el Primer
Premio de Poesía con su poema "Elegía sobre el túmulo de Braulia Vera" (Jornadas
Interamericanas de Poesía, en Piriápolis). Se desempeñó como Secretaria de la filial de la SADE en
su provincia. Colaboró en numerosas publicaciones y brindó conferencias sobre temas de carácter
regional. Falleció en su tierra de origen el 19 de setiembre de 1981. Los estudios más completos
sobre la producción édita e inédita de Clementina Quenel fueron realizados por dos escritores y
estudiosos santiagueños: Juan Carlos Martínez y José Andrés Rivas.
130 En este sentido, José Andrés Rivas afirma: "Si el trazo de su trabajo -como el de su letra sobre el
papel- era riguroso y definido, no era porque Clementina impostara su voz para enronquecerla
con la tonalidad del hombre, sino porque estaba poblada por aquella memoria y por aquellas
largas agonías de las viejas criollas de su tierra. Esa era la voz literaria de la narradora de La
luna negra que arrastraba antiguos lamentos de una raza que parecía nacida para la derrota.
Una derrota que no provenía de una condena social o de una diferencia de genealogías, sino de la
misma condición del hombre -y sobre todo de la mujer- sobre una tierra desolada (Rivas, 1987:
242).
inútilmente el regreso de sus hijos ausentes, las esposas engañadas o castigadas, las
niñas nacidas para el dolor. "Ninguna diferencia social marcará diferencias de destino,
ya que sufrir y desesperar es el precio que se paga por ser mujer" (Rivas, 1987: 244).
Asimismo, en su obra de teatro El retablo de la gobernadora, Clementina Rosa
Quenel registra una versión femenina del episodio del frustrado matrimonio entre
Ventura Saravia y el gobernador Juan Felipe Ibarra, un hombre al que no ama. En
oposición a la versión "masculina" que habían dado Héctor Domingo Argañaraz,
Horacio G. Rava y Bernardo Canal Feijóo, Clementina Quenel elabora su texto desde
el enfrentamiento femenino hacia el despotismo y la arbitrariedad masculinos.
Estos personajes femeninos tejen su huella de resistencia ante una tradición de leyes
inmutables, como la que puede percibirse en el discurso de don Vila, en La Luna
negra:
Así se resume una larga historia de sometimiento y dependencia, historia que las
mujeres de Clementina Quenel escenifican y ante la cual se rebelan. Mujeres
censuradas, condenadas al sufrimiento y la humillación. Personajes que se miran y que
son mirados, que se construyen a sí mismos o son construidos por los otros, pero que
provienen de un mismo mapa físico y simbólico: el bosque, el monte, el mundo duro y
escabroso en el que las mujeres articulan sus discursos de resistencia: el perdón más
terrible que la venganza, ejecutado por María Silvestre o la derrota del hombre-poder
lograda por la joven Ventura Saravia. Todos estos gestos construyen un espacio en el
cual el género puede escribirse desde la no-escritura, como ocurre con las mujeres que
miran con ironía e indiferencia los "papeles" que legitiman las uniones matrimoniales.
No-escritura que también se manifiesta en el registro coloquial preferido por Quenel y
en la inscripción de un espacio narrativo donde todos conversan.
El otro espejo del nuevo discurso femenino es el que presenta Libertad Demitrópulos.
Ya Nora Domínguez ha señalado la insistencia de Demitrópulos en contar historias de
mujeres y de viajes:
A cada libro una mujer, a cada novela un viaje. María Muratore, Isabel
Descalzo, Violante, Rosario, Nancy, la monjita que de noche se transforma en
prostituta y consigue, a partir de un pacto de terror y silencio, que los hombres
no confiesen el tipo de contacto nocturno que tienen con ella (1997: 55).
(Bestias! ¿Qué creen que es una mujer? ¿Un armatoste? ¿Una bolsa de
mandioca? )Una mujer se alza sólo para satisfacer el capricho de un
hombre? )No tiene alma, verdad? )Cuántas letras se precisan para decir no?
Tantas como para sí. Pues no. No. No quiero ir. (Hala! Infame turba de
lacayos. Si les queda algún hueso sano, díganle que María Muratore manda
contestar que no (1981: 127).
Lo femenino, que para la visión masculina patriarcal está representado por el vientre
materno, la casa, la Patria, la ciudad o la Naturaleza (rol de reproducción biológica), se
expresa, en algunas novelas latinoamericanas, en una imagen arquetípica de la mujer
basada en sucesivas "mutilaciones" (Guerra Cunningham, 1986: 7), que han sustraído
de ella únicamente su valor como cuerpo reproductor. Como afirma Perilli, las
imágenes femeninas más difundidas en la literatura son las de la Madre y la Prostituta.
La mujer, inserta en esta visión, adquiere un rol pasivo, como fuente de tentación para
el personaje masculino y se le adjudican dimensiones siniestras y demoníacas. Es
sancionada si tiene participación activa y transgrede los límites convencionales de la
Virtud femenina.
131 Como afirma Carmen Perilli: "Es fundamental leer este discurso a la luz de los mitos de
la femineidad que una sociedad patriarcal propone. Como los antiguos dioses de un tiempo
perdido- que reaparecen una y otra vez en la vida de los individuos, los viejos mitos que impiden
crecer son exorcizados a través de la cultura." Así, la visión "masculina" (y masculinizada) que
Perilli ha identificado en la producción de escritores como Gabriel García Márquez y Alejo
Carpentier (1990) se reproduce, en los textos de escritores de provincias a partir de esas imágenes
femeninas tan arraigadas en la tradición cultural latinoamericana: "La patrona me apura desde mi
pensamiento. Ella, tan de cutis trigueño, y tan de corazón grande para cobijar a toda la familia"
(Alurralde, 1995: 43). "La hembra es la que cierra y abre la puerta. (...) La mujer siempre tiene la
culpa. Ella es la dueña de la guayaca." (nella Castro, 1988: 151). " -La mujer, -le dije- es mujer
porque recuerda. Han domesticado las fuerzas de la oscuridad, aunque para ello se han tenido que
rebajar a besarle el culo al demoníaco carnero. Manejan la energía sutil tanto como la naturaleza
densa. La luz de la luna es para ellas como la madeja de las hiladeras, se ríen de los cuadros del
Bosco y del Infierno. Pero lo único que no han podido domesticar es el olvido" (Ahuerma Salazar,
1995: 35).
Sobre este tema, Lucía Guerra-Cunningham agrega: "No obstante el importe altamente subversivo
de algunas novelas contemporáneas que modifican el sentido tradicional de lo femenino
esteroeotípico, vale la pena notar que esas transgresiones se codifican a base, precisamente, de los
elementos configuradores de la imagen convencional de la mujer. En el caso de Cien años de
soledad (1967) de Gabriel García Márquez, los motivos de la madre, la virgen y la prostituta
perduran como sustrato básico, y el peligro del incesto recae en la mujer como sinónimo de
sobre la historia y la tradición atraviesa el campo del lenguaje y se orienta, como
expresa María Lugones, hacia una creación femenina que intenta re-articular su
proyección simbólica (Lugones, 1984: 15).
Ese era el lugar destinado para que Joaquín me amara por primera vez, y así
sucedió. Joaquín fue altivo y feroz como un señor feudal que viola a una pobre
niña de linaje inferior, a una pobre sierva.
tentación y Naturaleza no regulada por la actividad modificadora del hombre" (1986: 11).
espacio social que rodea su cuerpo y le permite elaborar una identidad fija: un espacio
para sí misma. Desafiando los presupuestos de la visión masculina, "este cuerpo nuevo
se ofrece como una denuncia de la autoridad cívica y política, en tanto que se
desenreda la trampa del lenguaje establecida por la ley y la tradición" (Masiello,
1986: 56). En ese contexto, la pérdida de la virginidad -sinónimo de condena para la
mujer en las provincias- se presenta como reclamo irónico de la protagonista de "El rey
de los pájaros":
Pasaron los años. Ahora sólo puedo evocar. No me casé, por supuesto, porque
en estas sociedades provincianas el casamiento exige como principal atributo
la virginidad y yo no estaba dispuesta a la humillación ni a contar a nadie mi
historia. Callé y me quedé sola (Bellone, 1992: 13).
Ella tiene que hacerse más barroca que todos los barrocos de su época, que
aparentemente eran todos los hombres de España. (...) es la bomba que desde
su posición femenina amenaza al barroco (Phaf, 1992: 65).
Para las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje
significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua132. Cuando las
mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua
extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista
del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una
"gramática femenina"133, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos
que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de
la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la
cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal
"masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado
hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza,
apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable. Para
las escritoras mujeres y la última crítica feminista, esos planteos sobre el lenguaje
significan el advenimiento de una etapa de "reinvención" de la lengua134. Cuando las
132 ..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not
only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status
of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985:
243).
134 ..."the challenge facing the woman today is nothing less than to 'reinvent' language... to speak not
only against, but outside of the specular phallocentric structure, to establish a discourse the status
of which would no longer be definied by the phallacy of masculine meaning" (Showalter, 1985:
243).
mujeres escriben o hablan sobre sí mismas ya no se ven forzadas a utilizar una lengua
extranjera. Llegamos así a un tema que resulta muy sugestivo desde el punto de vista
del análisis del discurso, y que abre nuevas perspectivas para el estudio de una
"gramática femenina"135, la composición de un nuevo sistema de rasgos lingüísticos
que constituyen un intento de apropiación del lenguaje. Estos actos de apropiación de
la lengua tienen la función de invertir los valores semióticos de sexo y género en la
cultura occidental, valores que se manifiestan en el esquema patriarcal
"masculino=activo vs. femenino=pasivo" y su inscripción en un modelo desequilibrado
hecho de dependencias y dominancias. El lenguaje femenino trabaja, en su naturaleza,
apasionada, científica, poética y políticamente con tal de volverse invulnerable.
Las tribus se aliaron con otras, después guerrearon contra otros vecinos y al
fin vieron la tierra cubierta de sangre. Entonces, junto a sus maridos, las
mujeres olvidadas de su historia, emigraron a otras regiones y como no
pudieron llevarse los monumentos y piedras funerarios, trataron de inventar
nombres parecidos a los de los muertos. Se hicieron hábiles tejedoras y
alfareras y sus maridos les construyeron a cambio chozas, torres, carretas,
puentes, castillos, ciudades, automóviles, aviones... Y ellas parecieron felices, a
pesar de todo.
V. 4. INCISIONES
V.4.1. Gauchos malos y domesticados
Mala camisa y peor vestido procuran encubrir con uno o dos ponchos, de los
que también hacen cama junto con los sudaderos del caballo, sirviéndoles de
almohada la silla. Se hacen una guitarrita, que aprenden a tocar muy mal y a
cantar desentonadamente varias coplas, que estropean y muchas que sacan de
su cabeza, que regularmente ruedan sobre amores. Se pasean a su albedrío por
toda la campaña y con notable complacencia de aquellos semibárbaros
colonos, comen a su costa y pasan las semanas enteras tendidos sobre un
cuero, cantando y tocando... (1908 [1733])
Los gauderios, cuyo nombre evoca -desde su etimología latina-, un espíritu alegre y
pleno de libertades, eran "mancebos de la tierra" y mestizos sin oficio que habitaban las
dilatadas llanuras desde tiempos tempranos del período colonial y que habían sido
repudiados por las fuerzas del orden que los consideraba "vagos", "ociosos" y "mal
entretenidos" (Cfr. Gálvez, 1996: 286). Esa indisciplina y falta de sujeción a los
sistemas de la sociedad utilitaria fue la causal de su enfrentamiento con los propietarios
de estancias y jueces de paz (Cfr. Marchioni, 1997: 227-237). El sistema del
“conchabo” tenía como principal objetivo el control social de esta clase "desocupada",
regulando los intereses de los grupos de poder -los terratenientes- que demandaban
mano de obra permanente y barata. Así, los hombres libres sin propiedad ni profesión
se encontraban sujetos desde el punto de vista laboral a un patrón, quien no remuneraba
este trabajo con dinero, sino con alimentos y objetos de uso. La excepción de este
sistema se produce durante el gobierno del general Martín Miguel de Güemes, entre
1815 y 1821137. Durante esta etapa, la categoría de "gaucho" adquiere otro status social
y los miembros de esta clase son compensados por su tarea heroica. Dentro de la escala
de beneficios acordados por Güemes para los gauchos soldados se encontraba el "fuero
gaucho", que consistía en el privilegio de no pagar los arriendos de aquellas tierras
abandonadas por dueños contrarios a los ideales revolucionarios (Cfr. Pérez de
Arévalo, 1979).
Las imágenes del baqueano, del rastreador y del gaucho, que integran la galería de
caracteres del Facundo de Sarmiento, pertenecen no sólo a la antología nacional, sino
también al repertorio de personajes de América. La idea de la barbarie, que en la
dicotomía sarmientina se identificaba con lo vernáculo, lo telúrico y el indio,
continuará desplegándose en los textos generados tanto en el Río de la Plata como en
otras zonas del país, pero con valencias diferenciadas. El gaucho que aparece en la
literatura rioplatense responde, la mayoría de las veces a las características del Martín
Fierro de José Hernández, quien pretendió convertirlo en un símbolo de una
pretendida integración socio-cultural. "Me he esforzado en presentar un tipo que
personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir,
de pensar y de expresarse que les era peculiar", dice José Hernández de su gaucho,
personaje que, desde su instalación en el imaginario argentino, ha sido largamente
alabado y denostado por la crítica. Fue acusado de misógino y racista por Elena
Oddone, quien llega a proponer que el libro sea excluido como texto de lectura en las
escuelas:
137 El sistema de conchabo en el Noroeste tuvo vigencia desde el siglo XVIII hasta 1921. En ese año,
el primer gobernador radical Joaquín Castellanos dicta la "Ley Güemes" -a cien años de la muerte
de éste- en la que suprime el conchabo como forma coercitiva de trabajo. De todas las provincias
argentinas, Salta es la que más tardíamente eliminó el conchabo. Además debe tenerse en cuenta
que la aplicación de la ley fue burlada y su incumplimiento facilitado cuando se produjo la
intervención a la Provincia decretada por Yrigoyen, ya que su interventor –el Dr. Arturo Torino- era
un miembro del sector terrateniente que reaccionó, oponiéndose a ella (Cfr. Pérez de Arévalo, et. al.
1996: 246-249).
analistas de esta obra han silenciado la inmoralidad de Martín Fierro, con
excepción de Ezequiel Martínez Estrada que en su obra Muerte y
transfiguración de Martín Fierro hace mención a la condición inferiorizante
de la mujer en la obra de Hernández (Oddone, 1992:17).
El arquetipo del gaucho canonizado por Hernández en sus dos vertientes éticas, la del
gaucho desprotegido que se ha hecho malo -Martín Fierro- y la del gaucho villano y
malviviente -el viejo Vizcacha (Cfr. Bellone, 1986: 83), conforma un paradigma que no
se acopla con la imagen del gaucho del norte:
Esta evocación deja constancia del contacto y las diferencias entre aquel prototipo de la
selva de Anta descripto por Dávalos, con la figura gauchesca presentada por Ricardo
Güiraldes138 (Cfr. Aráoz Anzoátegui, 1971: 39, Busignani, 1985). Una tipología que
marca las divergencias entre el gaucho de la llanura pampeana y el gaucho del monte y
la montaña también ha sido desarrollada por Justo José Oliva 139, en sus libros David
Blanco o el Gaucho del Norte (1923) y Gauchos Salteños o Gauchos de Güemes
(1987). Estos gauchos norteños son el producto de un sistema de poderes en el que
ellos se yerguen como el símbolo de la rebeldía. En el momento en el que Dávalos
escribe su libro Los Gauchos perduraba en Salta una organización semifeudal de la
vida campesina, signada por el ascendiente patriarcal de los señores de la tierra 140. La
estancia -como expresa Dávalos "es una confederación de distritos autónomos en la
que el patrón es el presidente" (1928: 23). La rebeldía de los gauchos de Dávalos
podría explicarse a partir de su inserción dentro de un esquema perverso. Pero estos
mestizos o criollos del noroeste, jornaleros de las faenas rurales condensan un historial
en el que se descubren las facetas heroicas y un espíritu que se aleja de la imagen de
gaucho desocupado y ocioso. Así, en el prólogo de Los gauchos introduce su homenaje
a aquellos "rudos campeadores vestidos de cuero, cuyos antepasados pelearon contra
los indios durante la conquista, contra los españoles durante la guerra de la
independencia y tomaron después participación en las discordias civiles del
caudillaje"...
138 En 1921 Dávalos y Güiraldes se encontraron en Salta. Este encuentro ha suscitado algunos
estudios en los que se comparan los gauchos engendrados por estos escritores. En 1954 Roberto
García Pinto publica en Círculo un artículo titulado "Cruz Guiez y Segundo Sombra" en el que
destaca la naturaleza del héroe de relatos de Dávalos, el gaucho cazador de tigres (Cfr. epígrafe de
este apartado) que sirvió de baqueano a los dos escritores durante sus viajes por la frontera entre
Salta y Jujuy (Cfr. Busignani, 1985).
139 Justo José Oliva (1874-1947). Publicó varios libros de carácter histórico y otros textos narrativos
cuyo protagonista central es el gaucho. En 1918, Joaquín Castellanos afirmaba que la labor
intelectual de Justo José Oliva es concordante y complementaria de su acción de bravo luchador
en una zona (Rivadavia) cuyas condiciones geográficas, étnicas y políticas imponen la necesidad
de intensificar hasta su grado máximo los esfuerzos individuales y colectivos para el ejercicio de
los más simples derechos cívicos". Por su parte, Ricardo Rojas, en un juicio enviado al autor el 12
de abril de 1937, le expresaba: "Lo felicito por esas páginas sinceras, amenas en su color local y
profundas en su sentimiento de la vida nativa." (Cfr. contratapa de la edición de Gauchos salteños
o gauchos de Güemes, publicada por la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores
Salteños en 1987).
140 En sus reflexiones sobre las características de esas poblaciones campesinas sujetas a señorío, mario
Busignani expresa: "Juan Carlos Dávalos descendía, en ambos ramales de la sangre, del más
rancio patriciado salteño. Por su abuela materna, doña Asunción Isasmendi, entronca con Nicolás
Severo Isasmendi y Echalar, último gobernador realista de Salta (1810), quien era dueño de la
Hacienda de San Pedro Nolasco del Calchaquí, feudo y encomienda proveniente de ilustres
antecesores (...) Dávalos desentraña un mundo de tradiciones, costumbres y seres unidos por un
carácter particular que lo singulariza dentro del concierto nacional. Advierte que el progreso
empieza a disgregar ese mundo y se siente llamado a rescatarlo del olvido, descubre la naturaleza
agreste, los campesinos llenos de sabiduría ancestral, creencias antiguas, mitos polvorientos."
(Busignani, 1985).
La naturaleza malvada del gaucho, contenida en un espectro de comportamientos
irracionales y crueldades desmedidas -abundan en la narrativa de Dávalos los gauchos
asesinos- podría leerse como un discurso disidente hacia la figura del hacendado, como
una ambivalencia afectiva frente al patrón, mezcla de odio y respeto. La violencia
frontal contra el entorno puede provenir de ese deseo interior de suprimir al patrón, de
liberarse de su poder tiránico. Esa concepción también ha inspirado el relato quechua
titulado "El sueño del pongo" de José María Arguedas (1986), en el que un colono de
hacienda, permanentemente humillado por el patrón-terrateniente, se imagina a sí
mismo cubierto de excrementos. La narración culmina con el gran señor a sus pies,
lamiéndolo. Esta inversión de la realidad es el ancestral sueño del campesinado andino,
que espera que algún día se inviertan los roles explotador/explotado y la justicia
retorne. Aquella actitud de espera -que se homologa en todo el espacio andino con el
"solo estar" de Manuel J. Castilla, va modelando un hombre norteño escindido dentro
de su medio geográfico y humano.
Este dolorido hombre del siglo XX, ha huido de la selva; pero se ha perdido en
esa otra selva de la civilización nacida de su mano (...) Huyendo del acecho de
la selva, ha caído en el acecho de sí mismo. Por eso, cuando un día sale de la
ciudad, cansado de ver las esquinas donde el viento se olvida que es gaucho
para volver domesticado a la llanura, sale como salían sus antepasados -cada
uno lleva consigo sus abuelos- vibrantes los nervios, agrandadas las pupilas,
anhelante el olfato, erizada la piel, corriéndole por todas las venas del cuerpo,
la voz del instinto (Vargas, 1986: 13).
141
Ángel María Vargas nació en 1913 en La Rioja. Obtuvo numerosos premios y sus cuentos fueron
publicados en el país -fundamentalmente en el diario La Prensa de Buenos Aires- y en diversas
antologías de América. En su cuidad natal se desempeñó como Intendente Municipal, Ministro de
Gobierno, Legislador Provincial y Presidente de la Biblioteca "Mariano Moreno". Fundó y dirigió
el diario La Rioja, las revistas El Cardón y Don Joaquín. También fundó la institución de
Escritores Riojanos Asociados "J. Z. Agüero Vera", el primer Círculo de Periodistas de La Rioja, el
actual Museo Municipal de Bellas Artes "Octavio de la Colina" y organizó el Primer Salón de
Artes "Joaquín V. González" de resonancia continental. Falleció en 1976.
esos ámbitos de tan desamparadas y vigorosas
corrientes de vida que han pasado a ser al
ámbito de mis poemas y narraciones"
CARLOS HUGO APARICIO
El problema de la "frontera" ha sido abordado por las ciencias sociales desde diferentes
posturas. Algunas tienden a considerarla como la deformación de un mito, otras la
definen como una construcción congelada en el tiempo y en el espacio, y las
concepciones más contemporáneas, generadas en campos de estudio transdisciplinares,
coinciden en designar a la frontera como un área de transición, como un sistema de
equilibrio inestable que depende del peso relativo de los sistemas que se interrelacionan
en ella142. En América Latina, la ruptura del equilibrio produce dos efectos: la
desaparición acelerada de la frontera, como consecuencia de la superposición de un
sistema sobre otro hasta que prácticamente lo elimina; o el paso a otra forma de
equilibrio que significa la aparición de un sistema más fuerte -el de los "civilizados"-,
que se enfrenta a otro cada vez más débil -el de los aborígenes (Cfr. Reboratti, 1994:
422).
La aparición de una nueva frontera en América Latina se produce cuando a los distintos
procesos antes aludidos se agrega el impulso industrial y la extensión del fenómeno
urbano. En las zonas intersticiales de las superficies de cemento crece un espacio que
recibe el nombre de "orilla". Esta orilla, más que un dato geográfico, es una
composición cultural, semejante en los territorios del país a la orilla metropolitana.
Orilla, periferia, suburbio, villa miseria, arrabal, son términos equivalentes en el código
general de la composición urbana argentina. Sin embargo, el campo de sentido que se
construye en esta escritura representa un ámbito cultural específico: el de la periferia
urbana de una región del NOA que se incluye históricamente, y por sustrato, en la
142 Esta concepción de frontera como sistema de juntura y no de separación ha sido uno de los temas
centrales del Simposio Internacional "Procesos regionales, etnicidad y estructuras de poder en los
Andes: fin de la Colonia y Siglos XIX y XX", realizado en la Universidad de Salta en 1993. Los
análisis de los procesos de conformación de fronteras desde el período colonial en adelante,
realizados por Daniel Santamaría, Erick Langer, Luis Miguel Glave, Héctor Rodríguez, Catalina
Buliubasich y Edgardo Ovidio Garbulsky han sido comentados por Carlos Reboratti, quien
expresa: "La frontera es, casi por definición, lo que los ecólogos llaman un ecotono, una
combinación de las características de dos sistemas diferentes; en este caso de dos sistemas
sociales diferentes. Podemos decir que la frontera es una especie de ecotono cultural. Como es un
ecotono, no debería ser considerado una línea de división, como normalmente ha sucedido sino
que es al revés: la frontera es una línea de unión, un área de simbiosis. En la frontera
generalmente pasan cosas marginales a lo que sucede en los dos sistemas 'centrales', pero eso no
quiere decir que los separe sino que los une." (Reboratti, 1994: 421).
microregión andina. Ese ámbito largamente postergado de la orilla, conformado por
las villas y barrios periféricos de la ciudad de Salta, es un lugar de sedimentación: allí
se instala la inmigración rural cuya composición es originariamente mestiza, con alto
índice de antecedentes aborígenes. Este espacio contaminado por la cultura urbana se
traduce en un producto híbrido, una zona fronteriza desde el punto de vista cultural. Ni
ciudad, ni campo, alberga un grupo humano casi homogéneo: el de lo criollo que
conserva rasgos provenientes del viejo sustrato aborigen, ya absolutamente mestizado
por los sucesivos ensambles con la cultura europea y la penetración multicultural de los
medios masivos de comunicación.
Los habitantes de la orilla, marcados por el deseo de llegar a ser como los del centro,
pugnan constantemente por acercarse a él. En el centro de la ciudad entran en juego
todos los valores culturales de oficialidad, mientras en el ámbito de la orilla se
transgreden las normas instauradas por esa sociedad oficial. En el centro se tejen las
individualidades, en la orilla los anonimatos; el centro es sinónimo de cuentas pagas,
mientras que la orilla es el ámbito de la eterna deuda. El centro también se instala en la
primera clase del tren, con sus pasajeros en regla, la orilla es la segunda clase con los
pasajeros contrabandistas, tal como puede leerse en el cuento "Los bultos" (Aparicio,
1982: 9-21).
El suburbio de Aparicio se transforma así en espacio de una cultura popular que enlaza
lo rural con lo urbano y las distintas poblaciones étnicas en un singular movimiento de
transculturación. Asimismo, en el protagonista de la orilla se desdibujan las diferencias
entre el espectador y el actor, entre el escenario y la platea. Las "paredes de arpillera"
cuelan los diálogos familiares, las viviendas precarias permiten conocer la intimidad de
los dramas humanos y cada desgracia o alegría es compartida en forma colectiva: "La
orilla es como un teatro abierto a todos. Todo se conoce, todo se ve..."143
Esta noción de "teatro abierto" identificada con el espacio de la orilla, genera un nuevo
producto fronterizo que tiene su registro narrativo: se pone en escena la "opera de los
pobres", como nominara Ángel Rama a ese juego alterno de personajes en la novela
social inaugurada por Arguedas. Esa "ópera de los pobres" está construida a partir de
los materiales humildes que componen una cultura popular y se yergue como forma de
expresión, como universo dinámico en el que se unen los mitos y la Historia (Rama,
1987: 267).
144 Un ejemplo de esto puede leerse en los cuentos del libro Trocha angosta (1991) de Marta
Grondona, que exploran la psicología de personajes ligados a la historia de los trenes, con vidas
que se debaten entre el desarraigo, el azar y un destino trágico.
"Un viaje en tren" inserto en El traidor venerado (1978) de Héctor Tizón. En esa
configuración geocultural (norte/sur) dentro de una misma región, los trenes son
sinónimo de ingreso a una vida mejor, donde la ilusión del progreso y la seguridad
económica pueden más que el apego al lugar. Pero en la partida hacia aquel futuro
promisorio hay un desgarramiento que jamás será superado, como se manifiesta en la
novela Trenes del Sur de Carlos Hugo Aparicio:
En el cuento "Los bultos", del libro Sombra del Fondo de Carlos Hugo Aparicio
(1982), los trenes significan la esperanza de quien transporta el contrabando en ellos.
Pasar la frontera es la consigna de esos seres que indefectiblemente, están ligados a una
nota trágica, a los designios de un deseo insatisfecho que ni la distancia y ni las
atrayentes estaciones pueden contentar. El tren es el espacio donde se visualizan las
contravenciones y soledades cotidianas: ..."aquella piedra solitaria, sentida como la
piel del hombre que trepa al tren donde nadie se imagina y se envuelve en un rincón de
intemperie vieja como su poncho" (Aparicio, 1982: 13).
El andar de los trenes contiene el latido del país interior. En este sentido, los trenes de
la escritura de Aparicio son trenes ritualizados desde una dimensión consciente que se
resiste a la fragmentación y al exilio. Son "trenes del sur": van y vienen del
"Progreso", de un largo sueño... En este contexto, la gran ciudad se yergue como el
espacio despiadado desde la cual se expanden las jerarquías de la injusticia. En ese
sistema de escalas perversas, los pueblos del interior del país viven su arrinconamiento
cada vez más lejos de los rieles y de los caminos que conducen a las ciudades, las que
pueden constituir su fuente de subsistencia en las sociedades modernizadas.
El rostro de ese proceso de metamorfosis en las vías de comunicación -los caminos, los
trenes- se refracta en el mapa literario del NOA. La contaminación de la cultura rural
por la urbana que plantea la red de cintas asfálticas y el riel significa un modo de
acercamiento entre las regiones aisladas, pero también instala la trágica alegoría sobre
el horizonte de cemento que traza los márgenes y divide las culturas. Así, en la
narrativa de Tizón se cuestionan los parámetros de organización espacial instaurada
desde el poder. Mientras por un lado los caminos abren nuevas perspectivas para el
futuro de los pobladores de la extensa geografía de la Puna, por otro estas carreteras
son el continente de proyectos desvinculados de las necesidades vitales del pueblo (Cfr.
Terrón de Bellomo, 1991: 6). Entre el arrinconamiento y la succión producidos por la
influencia de las grandes ciudades transcurre la vida en las microregiones interiores del
país:
Un camino es como un tajo, como una zanja para que las aguas estancadas
que son los pueblos no se pongan hediondas (Tizón, 1988: 89).
En la zona andina se han encontrado documentos escritos que permiten conocer cual
fue el proceso de transculturación que se operó en este área con respecto a las prácticas
alimentarias de los europeos y los habitantes autóctonos. A través de estos testimonios
se conoce que los pobladores de esta vasta región tenían un conocimiento refinado
sobre la correcta combinación de alimentos, el ayuno, la purga y la utilización de
hierbas medicinales. Los relatos orales relevados en algunas localidades del Noroeste
argentino recogen esta tradición culinaria del mundo andino prehispánico:
Las labores las dejó el Rey Inca (...) Por supuesto el ya comía con sal, no como
los antiguos. Le gustaba mucho el trigo, la quinoa, todo como comían los
antiguos, nada más que el comía con sal. La calapurca era una comida
especial para hacer un convido a la tierra, a la Pacha (en Terrón de Bellomo,
1995).
145 José Juan Botelli nació en Salta, en 1923. Su actividad artística es múltiple: músico, escritor,
plástico y poseedor de una imprenta artesanal, en la que compuso sus primeros libros. Ha editado
varios libros en los que se entrelaza su quehacer periodístico con su labor de narrador de la
cotidianeidad provinciana. Entre esos títulos se han de mencionar: El canto del gallo (cuentos,
relatos, misceláneas, 1957), Cuentos y relatos (1967), Soliloquios y ensayos (1974), De la tierra
y el cielo (poemas, 1977), Apuntes en el diario (1981), Los italianos y descendientes en Salta
(1983), La historia del vino en Salta (1986), Coplas Salteñas (1987), Coplas y refranes de Salta
(1987), Juan Carlos Dávalos. Testimonios salteños (1988), Antología (1988), Pajarito Velarde
(1988), El zumbido intelectual (1992), Gallero viejo y otros cuentos (1994), El diario
sobrevivir y otras notas breves (1996). Actualmente reside en Salta, donde es colaborador del
diario El Tribuno.
146 Así, en la obra de Rabelais las imágenes de la ingestión de alimentos no pueden eludir la
tendencia a la abundancia o la deglución excesiva. En los personajes de Gargantúa y Pantagruel
toman consistencia las mayores hazañas alimenticias que jamás puedan haberse leído. Las
imágenes del banquete tienen un rol predominante en la elaboración de un tema central en la Edad
Media: la disputa de los Gordos y los Flacos. Este tema fue tratado en la literatura en formas muy
diversas. Rabelais lo desarrolla a través de la enumeración de los platos magros y abundantes que
los Gastrólatras ofrecen a su Dios, en un episodio de la "guerra de las morcillas" (Cfr. Bajtín,
1987).
Por su parte, a los españoles llegados a América les gustaba alimentarse muy bien
"para tener tantos talentos y tantas ínfulas" (Valda y Cajías, 1992: 70). En las fechas
especiales, como el día de la Circuncisión, Carnestolendas, Cuaresma y demás
festividades religiosas éstos consumían hasta tres viandas y postres. Los sugerentes
nombres de los platos que describían los cronistas de los siglos de la Colonia revelaban
una cuidadosa técnica culinaria en la que participaban una variedad de ingredientes y
especias típicas de América: pavillos nuevos con su salsa, ollas podridas en pastenas de
masa negra, pajarillos gordos con pan rallado sobre papas doradas, empanadas de
pichones de masa dulce, capones asados, pollos rellenos y rebozados con plato de
membrillos, empanadas de liebres, platillos de cañas con huevos encañutados, piernas
de carnero con jigote, platillos de palominos con lechuga, salchichones de lechones
cortados en ruedas, quesadillas de mazapán, platillo de palomas con calabaza rellena,
supicaciones, natas y almendras, etc. (Cfr. Valda y Cajías, 1992: 71-72).
La visión sobre las prácticas alimentarias de los distintos tiempos que nos devuelve la
literatura del NOA, explora aquellas características del acto de comer y beber que se
asocian directamente con los poderes asimiladores del cuerpo, con el placer, la fiesta y
los aspectos sagrados de cada sociedad. En el proceso de absorción del alimento, las
fronteras entre el cuerpo y el mundo son superadas, de modo que la tristeza y la comida
se vuelven prácticamente incompatibles. Las imágenes del beber, del comer, del juego
y del amor revelan los lazos que las unen a las formas de la fiesta popular. En el siglo
XIX, Juana Manuela Gorriti había dedicado su Cocina Ecléctica a revelar los secretos
de los buenos bocados de la zona andina, recolectando recetas propias y brindadas por
sus amigas: sopa teóloga, salsa sublime, sábalo a la mimosa, fritura a la diva, tortilla a
la hija del aire, buñuelos a la Celestina, huevo colosal, comidas que exaltan regiones
placenteras y hasta fantasías eróticas (Güemes, 1995: 107-111).
El único que no participaba del regocijo era don Manuel Belgrano que, pese a
su amable sonrisa, estaba demacrado y descaecido, pues los continuos vómitos
no le daban tranquilidad. Los acompañaba sin probar bocado y únicamente
aceptaba las infusiones que le hacía hervir doña Feliciana y con las cuales
menguaba sus dolores. Las fuentes con empanadas al instante quedaban
vacías. El asado de ternera era saboreado hasta el último bocado. Las presas
de cordero al horno tenían idéntica aceptación. La chanfaina, delicia de los
paisanos, constituía la gran novedad para los porteños. El estofado de
corderito sazonado con nueces y pasas de uva causaba polémicas por el sabor
singular para muchos. La sopa de gallina, de la que probó unos sorbos el
general Belgrano, fue solicitada hasta por quienes la rehusaban en su propia
casa. Los postres, a discreción, ofrecían su tentación a lo largo de la mesa.
Mangos, papayas y dulces variados, estaban al alcance de la mano; pero lo
que más concitó la atención de los forasteros fueron los quesillos con miel. De
la bodega salieron varias botellas de vino añejo, conservado en sótanos. Para
la sobremesa don Vicente había reservado jerez y cognac según las
preferencias. Los salteños y jujeños preferían la coca, su mejor digestivo.
Afuera, no lejos de la sala, descansaba la tropa dedicada a devorar el rancho.
Varias reses habían sido sacrificadas para saciar el apetito contenido de
centenares de soldados esqueléticos, semidesnudos. La chicha y la aloja eran
las únicas bebidas racionadas que circulaban para evitar borracheras y
reyertas (1994: 159).
Oh, racimito de uva con yapa de la señora sentada en el suelo del mercado,
naranjas de la siesta que van pelando mientras trepan la loma rumbo al río,
jarro de anche con cáscara de limón puesto en la noche afuera, a congelarse y
que de mañana, tomando sol, lo saborea en medio del patio; duraznos que la
madre descascara con un cuchillo y parte en pétalos gordos y sabrosos; tunas
que el padre trae con una caja de cartón también valiéndose de un cuchillo y
tenedor pela sin tocar la cáscara para que las janas no se metan en la piel...
(1988: 160).
Los alimentos tejen la gran metáfora de la mujer que intenta escapar de una sociedad en
la que su propio cuerpo es posesión de los otros. El cuento "La cena" de Liliana
Bellone parodia la lucha diaria en un mundo donde a la mujer le corresponde ocupar
los sitiales de los objetos:
La escritura de viajeros, inaugurada con el itinerario marítimo de Colón hacia las Indias
organiza la superposición de universos culturales que se reiterará en la escritura
generada por América. Los relatos de viajes gestados durante la Conquista, impulsan
una concepción de región provisoria, sostenida por la misma dinámica del traslado y
por un movimiento pendular entre dos "realidades": la propia, transoceánica, y la del
otro, que se presenta como extraña en la confrontación constante de universos
culturales. En este sentido, el título del relato del siglo XVIII, del misionero alemán
Florián Paucke (1942), traducido Hacia allá y para acá (Hacia allá [fuimos] amenos y
alegres, para acá [volvimos] amargados y entristecidos), expresa el desplazamiento
semántico que se lee en este tipo de narraciones 148. Esa coexistencia de dos o más
regiones dentro de un mismo sujeto produce un fenómeno de entrecruzamiento o
intersección y, a la vez, una grieta en la identidad de los viajeros y conquistadores de
América.
A partir de esa vía de documentación, intercambios y utopías, el relato de viaje pulsa la
escritura del NOA a través de distintas formas: diario, nota, carta, informe o crónica en
el contexto fundacional; artículo periodístico, colección de memorias, impresiones de
viaje -en la coyuntura romántica-; apuntes, misceláneas, recuerdos y viajes "al interior"
-como modalidades preferidas por los hombres de la generación del '80-; pasando por
la novela-viaje y la narrativa del exilio que se integran desde la contemporaneidad a la
nutrida tipología de la literatura de viajes.
La experiencia del viaje es, entonces, un eje temático muy explorado en la narrativa de
las provincias norteñas. Pero esta experiencia no debe ser leída solamente como un
mero sentimiento de nostalgia que tiende a equiparar el ámbito vital con el "paraíso
perdido", sino que también puede interpretarse como el estado que, paradojalmente, le
permite al escritor emprender un camino de indagación en las estructuras sociales y
culturales que sostienen los discursos impuestos desde los centros hegemónicos del
país. De este modo, el desplazamiento espacial desde la provincia hacia la Capital
Federal, tema recurrente en la narrativa del noroeste, se liga a la historia personal de
muchos de los escritores de esta región. La imagen del viaje encierra, en ambos
contextos -el de la escritura y el de sus autores- una idea que no solo concierne al
traslado de una región geocultural a otra, sino que se ejerce también como símbolo de
la búsqueda de un saber cultural diferente, universal y, en cierta manera, transgresor de
los paradigmas epistemológicos habituales del texto de la realidad nacional (Cfr.
Heredia, 1994: 77).
Escritores como Jorge W. Ábalos149 han explorado los bordes sinuosos de esa región de
la memoria que clama por ser recuperada. Así lo vive el maestro de Shunko, cuando
evoca a su "pago dichoso", esa comarca del Chaco santiagueño salpicada de quimiles,
algarrobos y chañares, allí donde el bilingüismo -quechua/español- se transporta al
plano cultural y habla de los profundos conflictos generados en ese proceso de
transculturación permanente:
Tengo que cuidar más mi alma; allá se desprende cada vez con más frecuencia
de mí y se anda por aquella región tan grata al recuerdo y al corazón. Anda
vagando en las vueltas del río, está en los árboles que plantamos, camina por
las huellas incansables, busca flores de garabato y está siempre cerca de
ustedes. Un día he de volver a buscarla; iré al río y allí llamaré mi nombre y he
de gritar mi nombre a los árboles. Y he de recuperarla (Ábalos, 1984: 149).
En la novela El trino del diablo (1974) de Daniel Moyano150 el viaje del héroe,
Triclinio, desde La Rioja hasta la Capital Federal, se construye como parodia del texto
de la cultura provinciana. La ciudad de La Rioja aparece en la novela de Moyano como
una ciudad que desde su fundación está fatalmente condenada al olvido. Este destino
puede leerse en el poema satírico escrito por Mateo Rosas de Oquendo, aquel
expedicionario que salió de Santiago del Estero con el gobernador Ramírez de Velazco
y llegó a La Rioja el 20 de mayo de 1521 (Cfr. Capítulo II). El poema de Rosas de
Oquendo sobre la fundación de esta ciudad mediterránea desarticula la epopeya heroica
de la conquista como empresa comercial, en este caso con pretensiones mineras sobre
el Famatina. Oquendo recupera la vertiente mágica de la leyenda y cuestiona, con los
mecanismos de la ironía y el humor, la existencia de la ciudad recién fundada151.
...no se explica por qué lo atraen tanto, ¿será por irse tan lejos y volver desde
la distancia, cargados de lejanía? (...) Por él fuera, se la pasaría ahí, mirando
salir y llegar los trenes, observándolos perderse en la bruma remota del sur o
advirtiéndolos desde mucho antes que cualquiera cuando aparece débil el
humo en el horizonte, perdido entre lomas terrosas, sobre el gusanito agrisado
que se arrastra apareciendo y desapareciendo (1988: 21).
Muchos años después, son los trenes de La Quiaca -otros y los mismos- los que logran
transportar al protagonista hacia otra capa de la realidad. Allí se produce el
desdoblamiento del sujeto autobiográfico adulto y niño, el lenguaje se desintegra
cuando ese personaje doble siente que uno se queda en la Estación de la infancia y otro
se va con "Carreritas"152:
Debe pasarle lo mismo porque se queda inmóvil, fija la mirada en este sitio y
recién al rato, con los ojos irritados y ardientes, se aproxima con el amigo al
lado y le señala sin equivocarse el lugar, mi lugar, nuestro lugar de esperar los
trenes, hasta se pone en donde estoy, que tengo que correrme un poco, para
explicarseló mejor con voz ronca y quebrada como para aflojarse (1988: 214).
...el viaje es siempre una búsqueda. Los que se quedan, ¿eligieron quedarse o
de hecho aceptaron la misión de cuidar aquellas pertenencias del ausente que
constituyen la memoria común?, esto es: los recuerdos, el habla de la gente, los
amigos vivos y muertos, el olor de la tierra, los sucesos, el sabor de las
comidas, las historias familiares y tantas otras cosas, memoria que puede ser
transformada en palabras. Por la escritura y merced al poder de las palabras
se vuelve, desde lejos, a dar vida a aquel espacio (o región) y se lo
recupera...153
VI. BALANCES, COORDENADAS, UMBRALES
148 Florián Paucke habitó entre los indios mocobíes del gran Chaco durante dieciocho años, tras lo cual
regresó a Europa (Cfr. capítulo II: "Fundación").
149 Nació en La Plata en 1915. Recibió su educación primaria y secundaria en Santiago del Estero.
Egresado de maestro normal ejerció la docencia en las escuelas rurales de Santiago, experiencia
que signó su vida profesional y literaria. Fue becado por el gobierno de Santiago del Estero para
estudiar en Brasil sobre insectos transmisores de enfermedades endémicas, especialmente sobre el
mal de Chagas. Posteriormente regresó a su país y fue designado Jefe de la Sección Entomología
del Instituto de medicina Regional de la Universidad Nacional de Tucumán, que lo designó Doctor
Honoris Causa en mérito a su labor de investigación. Luego de permanecer un tiempo en Santiago
del Estero se radicó en Córdoba para dedicarse a la especialidad de entomología. Editó Cuentos
con y sin víboras (1942), Shunko (1949), Animales, leyendas y coplas (1953), Terciopelo, la
cazadora negra (1971), Don Agamenón y Don Velmiro (1973). Obtuvo el Segundo Premio
Regional de la Comisión Nacional de Cultura por su libro Shunko y el Primer Premio a la
Producción Literaria Regional de la Comisión Nacional de Cultura, trienio 1951-1953) por su libro
Animales, leyendas y coplas.
150 Daniel Moyano nació en 1930 en la provincia de Buenos Aires, pero vivió en Santa Fe, Córdoba y
principalmente en La Rioja. Se desenvolvió en los campos artísticos de la plástica y la música -en
este último como violinista en un cuarteto de cámara de La Rioja-. En 1967 obtuvo el Primer
Premio del concurso de novela convocado por Primera Plana. En esa oportunidad, su novela El
oscuro fue galardonada por un jurado integrado por Gabriel García Márquez, Leopoldo Marechal y
Augusto Roa Bastos. Fue colaborador de la Revista Crisis y en los años del proceso militar que se
inicia en el '76, tuvo que exiliarse en España. Muchos de sus textos narrativos explorarán
insistentemente los laberintos del exilio y elaboran alegorías acerca de la compleja relación entre
Buenos Aires y las provincias. Su producción narrativa se sustancia en cinco libros de cuentos
(Artistas de variedades, 1960; La lombriz, 1964; El fuego interrumpido, 1967; Mi música es
para esta gente, 1970; El estuche del cocodrilo, 1974), antologías de su propio trabajo (El
monstruo y otros cuentos, 1967) y seis novelas (Una luz muy lejana, 1966; El oscuro, 1968; El
trino del diablo, 1974; El vuelo del tigre, 1981; Libro de Navíos y Borrascas, 1983 y Tres
golpes de timbal, 1989) (Cfr. bibliografía). Falleció el 1 de julio de 1992 en Madrid, a los 62 años,
víctima del cáncer.
151 El poema de Oquendo refiere los sueños y desmesuras que se acoplan al acto fundacional de La
Rioja: "Una vez fui en Tucumán/ debajo del estandarte, atronando de trompetas,/ de pífanos y
atabales. Y caminamos tres días/ unos llanos adelante fundamos una ciudad, /si es ciudad cuanto
corrales, y cuando el gobernador/ tuvo nombrados alcaldes, hízome juez oficial/ de las haciendas
reales. Juntámonos en Cabildo/ todos los capitulares y escribimos al virrey/un pliego de
Nuestra tarea de considerar la literatura del noroeste argentino dentro de un contexto
regional ha sido producto de una revisión de lo que se entiende por "región".
Tradicionalmente se consideraba "escritor regional" a aquel que escribía desde un
determinado espacio geográfico. Pero ha quedado comprobada la ineficacia de los
modelos que fijan el concepto de "región" como unidad orgánica y sensible para el
estudio literario a partir de criterios exclusivamente geográficos. Esas propuestas han
definido la región atendiendo a los aspectos geológicos o económicos e ignorando sus
características culturales. El concepto de "región geográfica" así esbozado se vuelve
insostenible por cuanto, como podemos comprobar en la literatura de cualquier época,
el ambiente físico en el cual ésta se genera resulta secundario desde el punto de vista de
la producción de los textos. El espacio en el que se escribe y sobre el cual se escribe
remiten, en última instancia, al ámbito para el que se escribe. Y esa fisonomía que late
en la escritura es resultado de una configuración realizada por la comunidad, desde su
aparato educativo y desde la organización del escenario que cada grupo humano ensaya
en los diferentes momentos históricos. Se van sucediendo así los distintos procesos de
configuración de una identidad dinámica, una personalidad compartida por seres
ligados a un espectro simbólico, a una historia y a un destino comunes, características
que se conjugan en el constructo de "región histórica".
Hacia las primeras décadas del siglo XX, en la escritura de la llamada "generación del
Centenario" aparecen atisbos de la tarea de proyección de una cultura nacional desde el
noroeste, trazando los campos literarios denominados "regionalistas". La demanda
central en este período es la reivindicación de la tarea creativa dentro de la sociedad,
unida a la intención de marcar la presencia del interior en la cultura argentina y
defendiendo una expresión literaria que adquiera tonos propios del espacio
sociocultural del que proviene. La definición de ese espectro literario como "regional"
se construye sobre una idea medular que, en el siglo anterior, resumió la
caracterización del país fracturado: el núcleo "civilización/barbarie". Así, la
marginalidad y el aislamiento, como elementos residuales de aquella antinomia,
determinarán la problemática de ese espacio geocultural y calificarán los cánones
literarios desde un repertorio de pautas urbanas y rurales (Cfr. Fontenla, 1980-86, III:
481). Las bases de esta tradición literaria que vehiculiza una nueva estética en la que
Buenos Aires no agota los atributos esenciales del país, pueden rastrearse en la
generación del '80, especialmente en la producción de Joaquín V. González. En esta
etapa, la exaltación de este "país nuevo", "territorio por descubrir", aún permanece
anexada a los proyectos cívicos de construcción de la nación-estado.
Los ideólogos que organizaron la nacionalidad argentina con los moldes intransferibles
de la civilización europea y norteamericana, importaron un modelo institucional
exótico, un producto cultural que se ajustara a los cronómetros occidentales y que, a la
vez, defendiera algunas expresiones de lo autóctono: "Una vez escritas en Europa las
tres erres a que alude Santayana (Reforma, Revolución, Romanticismo), nos
encontramos en condiciones de aparejarnos a Europa cuando al menos al filo de las
efemérides (Soto, 1938: 160). Esto nos lleva a reflexionar sobre la centralidad del
componente ficcional en el proceso de construcción de la nación. Como ha
argumentado Benedict Anderson, la nación moderna suele representarse a sí misma
como una "comunidad imaginada", en la que los miembros de la comunidad nacional
se imaginan -se les pide que se imaginen- vinculados por lazos horizontales y
fraternales. Así, los caracteres de la nación "discreta, soberana y autónoma" se integran
al "estilo de imaginar" propio de la nación moderna154.
En ese contexto, la novela y el periódico son las dos formas de imaginación que se
generaron en siglo XVIII y que proveyeron los medios técnicos necesarios para la
"representación" de las comunidades imaginadas nacionales. Otras formas artísticas
también han contribuido a la estructuración de las nacionalidades, como algunos
poemas, canciones y, sobre todo, los himnos nacionales. Estas construcciones muestran
que la nación se concibió desde el principio en la lengua (Cfr. Anderson, 1993: 200-
217). Los himnos y canciones patrias son conjuntos semánticos que pueden mutar en el
tiempo, re-simbolizando la idea de nación que se desea que los ciudadanos imaginen.
Un ejemplo de los trasvasamientos de significado que generan estos productos
nacionalistas puede leerse en el "Himno Nacional Argentino". Hay dos estrofas de esta
canción -que en los primeros tiempos se llamó "Marcha Patriótica" o "Marcha
Nacional" y fue aprobada por la Asamblea General Constituyente de 1813-, en las que
se hace presente el pasado incaico y la articulación con el resto del espacio americano-
andino:
Los autores de la canción original, Blas Parera y Vicente López y Planes, tenían
conciencia de que la Revolución era impulsada desde Buenos Aires, pero no podían
ignorar el esfuerzo precursor de Túpac Amaru con sus masas indígenas rebeldes sobre
el arco andino155. Estos contenidos son obviados cuando se reestructura el Himno
Nacional Argentino y se elabora una versión más breve y fragmentaria que representa
los intereses de una nueva construcción política, ligada a modelos étnicos y espaciales
definidos desde otro locus de enunciación156. La historia nacional se construye a partir
de un pasado glorioso "que supimos conseguir" por un "nosotros inclusivo" desde el
punto de vista gramatical. Pero desde el punto de vista semántico, esta reescritura
excluye a los que colaboraron en la empresa hecha de "tronos y laureles"; el sol y el
espacio andino quedan al margen de la historia.
De las formas del establishment lingüístico pasamos a otra forma de imaginación que
es la que representan los mapas, cuya genealogía colonial moldeó el modo de imaginar
el territorio, contrastando la geografía de sus dominios y diferenciando la naturaleza de
los seres humanos bajo su gobierno. El mapa occidental -recorte de fronteras y
engendrador de guerras- queda profundamente integrado a la imaginación popular,
constituyendo un poderoso emblema de los nacionalismos. La lengua patriótica y el
mapa informan el pensamiento del Estado-Nación, un pensamiento en forma de red
clasificatoria de pueblos, regiones, religiones, lenguajes. Estos mapas diseñados desde
los imaginarios europeos entran en contraste con la región vivida por el indígena 157.
Aparece así un estilo de describir y de narrar la "identidad" que se manifiesta en los
modelos bifrontes, insertos en una urdimbre limitada y determinada desde el temor
hacia una "otredad" distinta y anómala que amenaza la biografía de la nación:
"civilización/barbarie", "abajeños/arribeños", "provincianos/porteños"...
En las primeras décadas del siglo XX -heredero de cien años de lucha para legitimar
política y culturalmente la nación-estado-, se inaugura una identidad cultural que, en el
caso del NOA, se reconoce como un conjunto de rasgos heterogéneos, un universo
diferenciado que reúne características culturales cuya existencia es independiente de la
identidad nacional -diseñada desde los sectores dominantes, desde la metrópoli-centro
del país. Esa nueva identidad periférica se contrapone al discurso impuesto por el poder
político y económico a partir del aparato educativo que se había constituido en las
últimas décadas del siglo XIX. Los sistemas sociales y literarios del noroeste argentino
se reestructuran para construir una nueva geografía regional, caracterizada por
condiciones espacio-temporales distintas a las de otras regiones e integrada a la
comunidad histórico-cultural del tronco andino.
En los umbrales del siglo XXI, la reestructuración de los sistemas económicos -como
el proyecto en marcha del Mercosur y el proceso de globalización-, tejen nuevas
instancias en las configuraciones políticas y culturales de Argentina y los otros países
de Latinoamérica. El impulso tecno-científico y económico tiende a formar grandes
conglomerados que tienen una funcionalidad específicamente comercial e industrial. El
proceso de "globalización técnica", como lo ha señalado Graciela Maturo, implica la
extensión al resto del mundo del patrón cultural dominante. Esa pauta cultural tiene un
desarrollo unilateral, con una creciente sofisticación de medios tecnológicos y una
impresionante explosión comunicacional (Cfr. Maturo, 1997: 16-17). En la base de este
marco de globalización se plantea el ordenamiento de las economías en el mundo
-según las regulaciones impuestas por las macroeconomías- y la trasnacionalización
capitalista.
La revisión de los procesos de reconfiguración espacial que hemos planteado hasta aquí
permite problematizar acerca de aquellos movimientos transculturadores operados en
las sociedades del arco andino. Por un lado, es evidente que el Noroeste argentino, que
abarca las actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero,
Catamarca y La Rioja, continúa sustentado su estructura en el modelo colonial-
precolombino del Tucumán, matriz político-social de la Argentina. Esta línea de
continuidad espacio-temporal se instala en los textos literarios a través de filiaciones
con textos anteriores del sistema literario andino. Como consecuencia de la
prolongación de un modelo sistémico regional que se resiste históricamente a los
embates del influjo centralizador a nivel nacional y global, se presenta la urgencia de
proponer una nueva configuración geopolítica, una contextura que permita comprender
adecuadamente el proceso de formación cultural de la región, a través del análisis de
los sistemas que participan en los textos históricos y literarios.
Todo depende del tipo de entramado que teje la historia literaria. Lo cierto es
que la magnitud de su importancia no es proporcional a su volumen: el
historiador necesita tener la movilidad de perspectiva necesaria para la
focalización. A veces se trata de un movimiento, a veces de una institución, una
obra, el gesto de un autor, a veces una inflexión del discurso. El historiador
actúa entonces como el fotógrafo o el cineasta: necesita un primer plano, debe
decidir si es una toma general, o si esta vez se le impone un gran angular. Si se
está trabajando ya no con historia intelectual sino más bien con historia de las
mentalidades y de la cultura, si se trata de las "figuraciones textuales" con que
los hombres simbolizan estéticamente su relación con la vida, las perspectivas
no pueden ser sino múltiples y de angulaciones diversas (Pizarro, 1997: 53-
54).
En esta coyuntura, en la que entran en juego las formaciones literarias orales y escritas,
populares y eruditas, se produce un movimiento dialéctico en la lucha entre
heterogeneidad y unidad de la cultura nacional. La clase dominante posee poderosos
elementos para producir cierto grado de homogeneización cultural: dominio sobre los
medios de comunicación, la educación, la religión. Esto le permite administrar la
historia y la tradición. La metrópoli crea formas y asociaciones para fomentar la
dependencia y las sociedades del interior se plantean la necesidad de no seguir
acopladas a la sociedad metropolitana cuya historicidad no logran captar.
Ese juego de poderes y fronteras se transporta al escenario americano a tal punto que la
irrupción de la escritura en ese espacio es uno de los primeros mecanismos que se
activan en el plan desarticulador de las culturas autóctonas. En el momento del
descubrimiento, los textos redactados por Colón ratifican la toma de posesión territorial
en nombre de los Reyes Católicos. Luego, a través del proceso de transculturación
operado durante la conquista, la escritura autentificará y atestiguará en el papel -rasgo
propio de las sociedades grafocéntricas- el diseño homogeneizador concebido por las
autoridades peninsulares para las nuevas tierras.
Los ritmos prehispánicos se imprimen en los relatos legendarios para testificar acerca
de acontecimientos que ocurrieron en cierto tiempo y lugar (Cfr. Thompson, 1952: 4).
Situadas en el espacio intermedio de la invención y la reflexión, el pensamiento y las
creencias, la planificación y la espontaneidad, el presente y el pasado, las narraciones
orales significan eslabones de continuidad en la historia andina, historia interrumpida
por la invasión europea y las consecuencias de tres siglos de conquista y colonización.
Hacia finales del siglo XX, la generación del capitalismo impreso -inventora de las
conciencias nacionales y de los nuevos "mapas históricos" del mundo apoyados en
programas ideológicos colonialistas- entra en crisis. En el nivel político y económico se
desarrolla una plataforma ideológica desde la cual se legaliza el "derecho a injerencia"
de ciertas grandes potencias, ahora llamadas "estructurantes", y que conforman la
teoría y práctica del pretendido imperialismo "bueno" (Laufer, 1996: 45). En el plano
simbólico y cultural, este malestar se traduce en la aparición de nuevas formas de
conciencia e interpretación de la realidad, lecturas del mundo que desnudan el fetiche
tecnológico, el Estado omnímodo, la burbuja financiera y la construcción de realidades
como instrumentos de poder (Cfr. Cámara, 1996: 24-33).
El destronamiento del libro por el modem y el mundo digitalizado implica una ruptura
con la historia y con la educación occidental, una quebradura en el proceso de lectura y
escritura y, asimismo, la creación de una nueva utopía que se ampara en la ambición
agigantada de inscribir la memoria colectiva sobre una superficie electrónica infinita.
Esa forma interactiva no lineal del arte remite a Jorge Luis Borges, uno de los pioneros
de la hiperficción: "Quizás, hipermediatizados y posmodernizados, vivamos ahora en
un universo que de manera sospechosa se asemeja al Jardín de Senderos que se
Bifurcan" (Coover, 1994: 2).
La diferencia, en todo caso, está entre el texto que quiere producir un lector
nuevo y el que trata de anticiparse a los deseos del lector que puede
encontrarse por la calle. En el segundo caso, tenemos un libro escrito,
construido según un formulario adecuado para producción en serie: el autor
realiza una especie de análisis de mercado, y se ajusta a las expectativas. Con
la distancia puede verse quién trabaja mediante fórmulas, basta analizar las
diferentes novelas que ha escrito, para descubrir que, salvo los cambios de
nombres, lugares y fisonomías, en todas se cuenta la misma historia. La que el
público pedía (Eco, 1987: 55).
Frente a esa cultura del libro-objeto de consumo (se compra en el supermercado, cerca
de la góndola de las comidas congeladas)- la mayoría de los escritores del país interior
ensayan otra versión del discurso literario. Escriben sobre el palimpsesto de su propia
cultura amenazada. Esquivan el centro, palpando con sus propios dedos las zonas
fronterizas. Escriben desde la "orilla", desde la otra "realidad" -esa que se ve como
irreal desde el centro-. Instalados en el ribete incierto que une y separa, los escritores
del NOA todavía dejan a sus libros solos frente al lector, para ver "qué pasa". Lejos de
la gigantesca arquitectura editorial163, los escritores norteños se enuncian escribiendo.
Encaramados en el paisaje, rebeldes "de solo estar" 164, su tragedia consiste en vivir su
lugar como un camino que conduce a las afueras del mundo, resbalando del mapa que
borronea y autoexpulsa lo diferente, lo marginal.
De los planteos realizados hasta aquí se desprende que los géneros literarios no han
permanecido inmutables en el tiempo, sino que están sujetos a leyes internas de
transformación que se insertan, a su vez, en un marco de cambios históricos y sociales.
Esta evolución formal de los géneros puede rastrearse a través de la mirada de los
discursos estéticos, culturales, idiomáticos, políticos, técnicos o económicos que
integran las condiciones de producción de los textos, así como de aquellas que
intervienen en la recepción de los mismos (Cfr. Verón, 1987).
La elección de la crónica como modalidad discursiva por parte de varios narradores
(Tizón, Dorra, Demitrópulos) tiene como finalidad asumir la voz de todos, de la
colectividad y de la individualidad. Se plantea así el regreso a una forma primigenia de
inscripción de los acontecimientos, aunando las fuentes de la tradición oral y de los
saberes populares con las secuencias orgánicas del testimonio escrito, fijado en la
memoria del poder de las sociedades.
La literatura del noroeste argentino -como toda escritura de provincias- es una escritura
del margen, se escribe desde la orilla de un centro de poder; constituye un subsistema
de la literatura argentina. Inscripta en esta brecha, la escritura femenina también busca
el resquicio para quebrar la oposición centro/periferia, a la vez que intenta desmentir al
andamiaje del discurso cultural de nuestra sociedad, basado en la oposición
masculino/femenino y todas sus resultantes, siempre ejemplos de un mismo esquema
binario. Doble desafío, el de la luchar contra una dominación en la que el sector
dominante está a su vez inserto en el polo de los dominados. Doble deseo y necesidad
de arremeter una vez más contra los valores de la cultura "oficial" instituida desde un
centro político y económico y desde un cúmulo de tradiciones culturales engendradas a
partir de un sistema patriarcal.
Sin embargo, las mujeres creadoras ya han marcado su impronta en los distintos ciclos
de esta gesta -que advierte sus raíces más en la historia cultural latinoamericana que en
una problemática netamente sexual-. En la producción escrituraria del Tucumán
colonial hallamos suficientes testimonios como para sostener la hipótesis de que, a
pesar de las imposiciones vigentes, las mujeres lograron fracturar el discurso masculino
dominante y construyeron textos con voz propia. Las estratagemas que ponen en juego
estas mujeres son los primeros peldaños en la construcción de un nuevo discurso
femenino, como intento de deconstruir el sistema patriarcal de Occidente. En este
sentido, el itinerario de lectura que proponemos estaría marcando los sucesivos
procesos de "descolonización" de la escritura femenina, desarrollo que se traduce en
los sistemas de negociación discursivos articulados en las textualidades de todas las
épocas (Cfr. Poderti, 1994b).
Aunque es evidente que la mujer siempre estuvo presente en el devenir histórico de los
pueblos, esta situación no se ha reflejado demasiado en la producción historiográfica
contemporánea del NOA. Pero desde los márgenes de la historia, desde el discurso
literario, se propone un modelo de "historia de mujeres" que aporta nuevas
herramientas para la consideración del sujeto de conocimiento "mujer". Una historia de
mujeres que se arma consultando fuentes heterogéneas que revelan las nebulosas
relaciones entre historia y ficción.
Los enfoques sobre género en los recientes estudios culturales introducen nuevos
desafíos para la crítica literaria latinoamericana actual, la que se ve obligada a
resemantizar una pléyade de conceptos o crear nuevos paradigmas que den cuenta de
las operaciones discursivas que se gestan en cada textualidad:
La literatura del NOA se configura como transgresión de sus fronteras políticas: las
regiones se presentan fluctuantes, comunicadas entre sí por hilos que tienen una razón
histórica. Una línea que se revela en esta literatura es la de la novela histórica y la
historia novelada, trazada sobre ese contorno regional que se apropia de la epopeya
fundacional del Tucumán o los grandes protagonistas de la Independencia. Allí se
confunden los relatos ficcionales que revelan la desmesura y la transgresión de aquellas
reglas que legitimaban el discurso historiográfico.
Si en las primeras décadas de este siglo se recorre una etapa de apego a la tierra y a sus
tradiciones, esta expresión testimonial es confrontada desde la producción del grupo
"La Carpa" de la década del '40, en una propuesta de superación del "nativismo"
lingüístico y el "falso folklorismo". Avanzando en el tiempo, mientras las voces
hegemónicas de Dávalos y Castilla siguen resonando, comienza a cristalizar, a
mediados de 1960, una nueva manifestación: un territorio literario en el que se
entrecruzan un sinnúmero de textos culturales, lingüísticos, históricos y sociales.
Muchas de las periodizaciones de la producción cultural latinoamericana coinciden en
caracterizar a los años '60 como "ese momento culminante en que emergen o se
consolidan una serie de formas culturales que ponen en cuestionamiento la hegemonía
discursiva y la compartimentación del sistema discursivo global latinoamericano"
(Lillo, 1997: 737). A partir de la escritura de narradores como Carlos Hugo Aparicio,
Héctor Tizón, Juan José Hernández, Juan Ahuerma Salazar, Raúl Dorra, Antonio nella
Castro, Francisco Zamora, Elvira Orphée, Libertad Demitrópulos y Hugo Foguet, entre
otros, el sistema literario cambia de signo. La alteración no será buscada
exclusivamente en los temas, sino en los procedimientos internos de esta nueva
narrativa. Aquellas normas implícitas dentro del canon estético anterior, los estatutos
que restringían el itinerario de la palabra y las reglamentaciones acerca de la
estructuración profunda del discurso, constituyen una suerte de "protocolo literario" al
que los autores de este período desoyen, instaurando un nuevo registro dentro de las
letras nacionales.
El discurso literario se construye sobre las huellas históricas que signaron los orígenes
y los cambios traumáticos -la Colonia, la Independencia, el Centenario, las dictaduras
militares, el proceso de globalización tecnológica-. En el segmento del proceso militar
1976-1983, la versión narrativa de los trasterrados y exiliados interiores vuelve
incierto cualquier tratado de geografía. La memoria neutraliza las diferencias
espaciales, temporales, estéticas y racionales, instaurando nuevas regiones fronterizas.
Esa es la región de la memoria, traslación dolorosa que se traduce en el ácido
diagnóstico de la sociedad de los años '70 –Juan Ahuerma Salazar, Daniel Moyano,
Juan José Hernández, Hugo Foguet, Liliana Bellone... En los textos producidos por
estos escritores la historia oficial es cuestionada, desnudándose las contradicciones
profundas que se generaban en los diferentes estratos de las ciudades del interior. Las
lógicas de los discursos del poder una vez más intentan ser subvertidas desde los
márgenes.
El NOA se inscribe en un mapa que no se traza desde las fronteras políticas sino desde
los contornos irregulares una cultura que se ha vuelto multifacética: es hispánica,
indígena, latinoamericana, europea, nacional, transnacional. Así puede entenderse la
persistente impronta de la producción textual de escritores como Vallejo, neruda o
Arguedas sobre los creadores del NOA. Así puede leerse el encabalgamiento de
diferentes tendencias que pulsan el devenir de la historia literaria, rompecabezas en el
que conviven y batallan distintas tradiciones y corrientes literarias. Así se mixtura ese
horizonte de prácticas con las nuevas políticas de consumo cultural planteadas en el
marco de la globalización, en las que se impone como premisa central la subordinación
de los países latinoamericanos y su creciente dependencia cultural.
BIBLIOGRAFÍA
152 El personaje de la novela de Aparicio se corresponde con el poeta salteño Miguel Ángel Carreras,
amigo personal del escritor y autor de una importante producción lírica, entre la que se incluye:
Redes de sombras (Primer Premio del Fondo Nacional de las Artes, 1990) y Hierros paralelos
(1989), poemario que se centra en el problema del viaje.
153 Entrevista a Libertad Demitrópulos realizada por A. Poderti para revista Claves (Poderti, 1996b:
15).
155 Como ha notado Eduardo Astesano, este fragmento de la letra del Himno Nacional es una alusión
evidente al levantamiento indígena producido treinta años antes. Por razones de métrica literaria los
autores de la Canción Patria no pudieron incorporar al Cuzco -que habría de ser propuesta como
capital de la nueva Nación- ni al nombre de Túpac Amaru -el precursor de la Independencia de la
misma (Astesano, 1979: 106).
156 Juan Pedro Esnaola (1808-1878) es el encargado de recoger y publicar la nueva versión musical del
Himno Nacional en 1860. Amigo personal de Mariquita Sánchez de Thompson, quien habría
cantado por primera vez la "Marcha patriótica" en su casa de San Isidro, Esnaola también había
desarrollado una relación muy cercana con Juan Manuel de Rosas y su familia: ..."el músico Juan
Pedro Esnaola, animador de las veladas de Manuelita en Palermo (había compuesto la música del
himno 'Gloria eterna al magnánimo Rosas', y otras canciones muy federales y apostólicas)"...
(Sáenz Quesada, 1996: 194).
157 El mapa del Perú trazado por el cronista Guamán Poma tiene la forma de un ovoide, en cuyo centro
aparecen cuatro parejas regentes de los cuatro puntos cardinales, con un sol y una luna presidiendo
1982 "Cuando no mata... estropea", y "Jararaca dormideira" (de Cuentos con y sin
víboras), en 27 Cuentos del Norte Argentino, Tucumán, Atenas.
ACCAME, Jorge
1990 Día de pesca, Jujuy: Banco de Acción Social.
el cuadro y una serie de monstruos diseminados en su contorno: ..."sus cuatro parejas regentes,
que presiden las cuatro zonas del viejo Tahuantinsuyu, simbolizan el amparo maternal en el que se
hallaba refugiado el antiguo indio (Kusch, 1977: 19). Este mapa no concuerda con la "realidad"
científicamente delimitada, pero encierra toda su herencia incaica y es el hábitat en el su
comunidad reside. Así, la territorialidad indígena es la experiencia de un espacio en el que se re-
construye un pasado, una historia; mientras que para el europeo las fronteras se corresponden con
un concepto de expansión geográfica y apropiación territorial, producto del proyecto imperialista.
158 Según los cronistas tempranos, la lectura del kipu supone la percepción simultánea de un signo
numérico, de su posición en los ejes horizontal y vertical y de un color, operación facilitada por la
ayuda mutua que se prestan el tacto (nudos) y la vista (color, posición). El kipu permitía dos usos
relativamente distintos: por un lado -y todos los cronistas coloniales coinciden en ello- sirve para
almacenar datos útiles para el gobierno y la administración del estado (guerra, gobierno, tributos,
ceremonias, tierras, leyes y cuentas de negocios). Por otro lado, el kipu se presenta como
herramienta útil para la producción o la reproducción de un discurso histórico, siendo depositario
de la memoria histórica y del cómputo de las genealogías. El sistema también permite almacenar
"innumerables significaciones de cosas" aunque no es capaz de reproducir "vocablos", por lo que
podemos deducir la naturaleza no lingüística del funcionamiento del kipu. En síntesis, el sistema
andino de comunicación, en el cual el kipu ocupa un lugar privilegiado, podría ser caracterizado
como "predominantemente oral" (Cfr. Lienhard, 1992: 34).
160 Durante mucho tiempo, la carencia de intelectuales de la cultura dominada ha llevado a parte de los
artistas y escritores latinoamericanos a asumir la tarea de servir de intérpretes de esas culturas (Cfr.
Miranda Sallorenzo, 1986). En diversas regiones es posible constatar la heterogeneidad de la
cultura dominada: "En otros casos, como ocurre en poblaciones campesinas o pastoriles, que viven
en gran aislamiento, pueden establecerse brechas insalvables entre su mentalidad y la de sectores
integrados o modernizados que, ocasionalmente, da lugar a graves conflictos" (Ribeiro, 1976: 66-
67).
161 Esta dinámica compleja tradición/resistencia ha sido analizada por Charles Briggs, en su estudio
"The politics of discursive authority in research on the 'invention of tradition'" (1996), que continúa
los argumentos de Eric Hobsbawm (1983) y de Benedict Anderson (1983). Esos planteos han sido
revisados críticamente al introducir la idea de que muchas formas culturales que se generan en
conexión con el pasado, son "inventadas", "imaginadas", o "construidas" desde el presente y
reflejan la contestación o defensa de determinados intereses individuales y comunitarios.
1997 "Salamanca" y "El aviso", en Terrón de Bellomo, Herminia, El cuento
fantástico en Jujuy, Jujuy: Universidad Nacional de Jujuy.
162 Foucault, uno de los ideólogos de este orden de rupturas teóricas había declarado poéticamente:
"Es evidente que no basta repetir como afirmación vacía que el autor ha desaparecido. Asimismo,
no basta repetir indefinidamente que Dios y el hombre han muerto de muerte conjunta. Lo que
habría que hacer es localizar el espacio que de este modo deja vacío la desaparición del autor, no
perder de vista la repartición de las lagunas y las fallas, y acechar los emplazamientos, las
funciones libres que esta aparición hace aparecer." (Foucault, 1987: 134). Por su parte, Roland
Barthes, en su estudio sobre "la muerte del autor", inserto en El susurro del lenguaje (1994)
sentencia: "Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis
gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente en favor de lo que precisamente ella
misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su
porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la
muerte del Autor" (Barthes, 1994: 71).
163 En los últimos años se ha intensificado la brecha entre la producción editorial de la metrópoli y la
literatura del NOA. En la década del '80, una importante empresa de publicaciones fue impulsada
por Jorge Lafforgue, quien dirigió la colección "narradores americanos" en la editorial "Legasa" de
Buenos Aires. Este esfuerzo se suma al de las presentaciones antológicas que han permitido la
difusión de los autores del interior en textos de amplia divulgación. Los otros emprendimientos
editoriales provienen de la región del NOA y se han canalizado a través de la Universidad Nacional
de Jujuy (dirigida por Néstor Groppa), la Comisión Bicameral Examinadora de Obras de Autores
Salteños, (coordinada por Raúl Rojas), la Universidad Nacional de Tucumán y las Direcciones y
Secretarías de Cultura Provinciales y Municipales, las que publican anualmente los textos
premiados en concursos.
164 El "dejarse estar" que late en el texto de Manuel J. Castilla no es una actitud voluntaria y forzosa,
sino más bien un espacio que contiene un rizoma de preguntas, un dejarse estar y un "dejar ser",
que significa, según la interpretación de Parfeniuk: "no atarse ni dejarse atar por los mecanismos
de un conocimiento convencional que fuerza y que rompe, analíticamente, lo que él todavía puede
recibir en la síntesis de una totalidad, en la que aún convergen y gravitan las remotas pulsaciones
de la más insignificante raíz de brizna, en consonancia con la más lejana estrella." (Parfeniuk,
1990: 117).
Esta actitud procede del imbricamiento de dos significados gestados en el ámbito andino: por un
lado, el estar contemplativo -el "utcatha"- propio del sentir indígena y rural, con su carga de
irracionalidad, sentido profundo de la comunidad y del domicilio; y por otro lado, la actitud
netamente occidental del saber, asimilada en las formas del individualismo y la racionalidad. El
estar en busca de salvación, el saber en busca de solución (Kusch, 1977: 28).
165 En esa línea se inscriben los glosarios y diccionarios compuestos por Julio Aramburu (Voces de
supervivencia indígena), Samuel Lafone (Tesoro de catamarqueñismos), Jorge Lira
(Diccionario Kechwa-Español) o José Vicente Solá (Diccionario de Regionalismos de Salta),
entre muchos aportes notables (Cfr. Bibliografía).
166 Así lo manifiesta la anécdota de Gorriti en la que el poeta Villarán se admira de la "sabiduría" de
una estrofa cantada por un callejero: "La mujer que a los treinta/ No tiene novio / Ya puede echarle
llave / a su escritorio". Ante lo cual, el personaje femenino responde: "-Al contrario (...) es
precisamente en ese tiempo y en ese caso que yo abriría de par en par la puerta de mi escritorio, y
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empuñaría la pluma y la haría trabajar sin descanso" (Gorriti, 1991 [1889]: 114). El
enfrentamiento con los mecanismos del poder ejercidos por los hombres notables de su época
también puede leerse en el último libro de Juana Manuela -Lo íntimo-, en el que los "salvajes de la
Pampa ruda" ignoran a las escritoras contemporáneas de la Gorriti. En este sentido resulta
significativa la desilusión de la narradora al leer las palabras de quien considerara su amigo,
Ricardo Palma: "No sé verdaderamente a cual atenerme de las dos opiniones diversas que Palma
expresa sobre Cocina Ecléctica. En una carta anterior me decía que como viejo, anhelaba mi
Cocina Ecléctica por los buenos bocados que promete, y luego en su última se desata en denuestos
contra tal publicación, llamándola comienzo de la chochez. )Cuál de nosotros chochea en este
caso culinario? (Gorriti, 1991 [1889]: 157).
167 La afirmación se inserta en el estudio sobre producción lírica de mujeres en Salta, durante el
período de engarce entre el siglo XIX y las primeras décadas del XX (Arias Saravia, Parra, Saicha,
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Señora Nuestra. Compuesta por un devoto suyo, con el fin de que se
veneren las principales Excelencias, que recibo en aquel primer instante.
Con licencia del ordinario: en Lima, en la Calle de la Encarnación (Edición
original en formato de 9 x 7 cm., donada al Museo Histórico del Norte por
Miguel Angel Vergara).
ANÓNIMO
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5.2. Fuentes inéditas (manuscritos):
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este convento de San Diego de Salta" (1750-1797, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento
San Francisco, Caja V, Carpeta 8).
Informe del Regidor de Tucumán don Francisco Tejerina (Salta: Archivo Histórico de Salta,
Gobierno, Carpeta años 1785-1786, C. n1 13, Expediente n1 6, 1 folio).
"Libro MS. con las actuaciones referentes al proceso fundacional de la ciudad de San Ramón
de la Nueva Orán (1792-1803, Salta: Biblioteca "Miguel Angel Vergara" del Museo Histórico
del Norte, Anexo Casa Presidente Uriburu, 104 folios).
Reclamo hecho por Manuel de Zorrilla, vecino de Jujuy, contra el síndico de este convento
Don Antonio Figueroa, acerca de un esclavo (1795, Salta: Biblioteca y Archivo del Convento
San Francisco, Caja II, Carpeta 10, 4 folios).
Novenario de la Gloriosa Madre Nuestra Santa Clara (s.f., Salta: Biblioteca y Archivo del
Convento San Francisco, Cajón 5, 14 folios).
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BRAVO, Domingo
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BUONOCORE, Domingo
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CABALLERO, Ramón
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CARRETER, Lázaro
1971 Diccionario de términos filológicos, Madrid: Gredos.
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1990 Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid: Gredos.
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1980 Diccionario Biográfico de Salteños, Salta: Universidad Católica de Salta.
GOBELLO, José
1985 Diccionario Lunfardo, Buenos Aires: Peña Lillo.
INCHAUSPE, Pedro
1942 Voces y costumbres del campo argentino, Buenos Aires: Santiago Rueda.
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1944 Diccionario Kechwa-Español, Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán.
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