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Rocco Mangieri.
Laboratorio de semiótica y socioantropología de las artes. CDCHTA
Grupo VALEC.
ULA. roccomangieri642@hotmail.com
Abstract: When people suddenly disappear ,without leaving a trace or only amounts
signs, the daily time break down and with this traumatic-process we begin to fight
against oblivion. The central point is to hold a memory through the signs of a lost body,
a subject whose silence mobilizes a network of passions , social and political actions.
The polis are moving through their citizen across the images, the little objects, letters
and texts. Is a new point of departure for a social-semiotical process strongly
intertwined with social action. Is`nt a single body that be found , but the social and
narrative phase of a account that should be closed.
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(*) Este ensayo forma parte del libro “Telepolítica on-line: para una semiótica de los
medios”, en proceso de edición por Monte Avila Editores Latinoamericana, 2012.
Cien mil desaparecidos,
Perdidos en las cárceles de Sudamérica.
Acurrúcate, cariño,
Acurrúcate fuerte.
Acurrúcate, cariño,
Mantén todo fuera de la vista
Encubierto
Mantén todo fuera de la vista
Encubierto de la noche…
1. Oblivion-Eclipse-Indifference
Desde esta mirada, la más ética y políticamente coherente para una semiótica
militante, la innombrable monstruosidad del cuerpo a-presado y de-subjetivado
del desaparecido es la del cuerpo que pierde (casi de in-mediato) sus propias
coordenadas de memoria pasando a ser el signo de una presa de pura carne,
un objeto a la merced absoluta del otro sin rostro y sin identidad visible. Este
Start point teórico nos parece el espacio de partida más coherente, y tal como
apuntaba en la sección anterior, el ipso-facto del rapto y del ocultamiento
subsiguiente se enlazan con el sentido de ese oficial overlooking del otro, de
ese otro antisujeto maquínico (Deleuze y Guattari 1980, pp.20-35) al cual es
casi imposible otorgarle un solo rostro, un solo cuerpo, pues solo toma su
forma identificable a través de operaciones retóricas y adscripciones de símiles
y metáforas monstruosas: esta es la casi eterna táctica del anti-sujeto que
planifica y realiza las desapariciones, la indefinibilidad de su fisiognómica, de
su rostro social.
Es este preciso dispositivo de poder y de control, el cual también forma parte
de la construcción discursiva de los relatos del desaparecido, ese official-
disregard perfila el borde de un sujeto sin rostro y sin nombre que, en una
aparente paradoja, logra convertir la corporalidad de su “adversario” en su
misma substancia en la cual el anonimato, la no-responsabilidad y la abyección
de lo controlado,lo poseído y torturado son los rasgos predominantes del
signo.
“Hay quienes imaginan el olvido como un deposito desierto, una cosecha de la nada y
sin embargo el olvido esta lleno de memoria”.
Mario Benedetti
Pero se trata de cuerpos vivos que flotan todavía en la profundidad del mar,
donde fueron lanzados semi-conscientes o no. Algunos dotados de mascarillas
de buceo, con sus ropas cotidianas intactas, limpias, flotando entre las
corrientes del río o del mar.Limbo maldito y desacralizado sin duda. Espacio
transitorio eterno, suerte de no man`s land del terror y ,de hecho, un espacio
del relato des-colocado del imaginario abyecto del torturador y del verdugo del
poder ya que, como sabemos, a nivel de los dispositivos y significantes físicos-
materiales, los cuerpos de los desaparcidos políticos eran desplazados
generalmente de un lugar a otro ,de la ciudad o del campo, de un sótano hacia
un garaje, de un cine abandonado a una jefatura periférica de la policía, etc.
El limbo imaginario del casi-muerto se articula con el tránsito por los laberintos
negros de la tortura física y del terror sin nombre.
5. Eufemismos bárbaros. Enunciaciones blindadas.
Una última huella visual posible, una huella que no ha dejado huellas. La
fotografía del desaparecido se asemeja a los indicios de un suceso criminal o
policial pero el código social dominante no la incluye en este espacio, al
desvincularla hábilmente de otros signos o trazas jurídicamente determinantes ,
como lo son los testimonios verificables u otras trazas o huellas visuales o
verbales que autentifiquen el hecho de la desaparición forzada, la coloca en el
discurso común del sujeto perdido y extraviado.
De hecho, el mismo término de “desaparecido” es ambiguo semánticamente,
no desde el punto de vista estético sino social, político y jurídico. Esa persona,
identificada incluso con suma precisión en el espacio-tiempo de su condición
de sujeto ( edad, profesión, militancia, vida familiar, gustos, sentimientos y
emociones) y en los mismos escenarios de su desaparición física ( lugar donde
fue visto por última vez, lugar donde fue detenido, etc) , no es incluida
plenamente por el Estado en el signo social del desaparecido forzado. Es un
“desaparecido sin más”, alguien que desaparece sin dejar rastros pero cuya
desaparición no tiene, hasta que se demuestre lo contrario, absolutamente
nada que ver con la responsabilidad del otro.
La huella es, siempre, una recuperación semiótica de un trozo de identidad
corporal y visual: amigos, familiares, militantes solidarios, buscan, reúnen y
organizan la historia del sujeto muchas veces a partir sólo de una pequeña
imagen borrosa, de un fragmento visual. Una huella que ha dejado muy pocas
huellas del acontecimiento mismo de la desaparición. Un acontecimiento que
un colectivo se esforzará continuamente en darle el sentido que se merece, es
decir, asignarle un lugar en el tiempo histórico a pesar o en contra del olvido
social y político.(Fig.2)
Fig.2 Bogotá,2010, anónimo,www.noticiaaldia.com
Pienso que no hay muchas imágenes en nuestra cultura material y social que
produzcan estos mismos efectos de sentido. Menciono, aunque al lector le
parezca extraño , los efectos de las imágenes religiosas y devocionales, los
imaginarios locales y populares en torno a personajes y acontecimientos
socialmente emergentes , desde la Verónica de Zurbarán, pasando por las
fotografías,pinturas y grabados de acontecimientos intensos como el asesinato
de Gaitán en Colombia, de los presidentes, o los ajusticiados de la Comuna de
París en 1870, hasta esas imágenes que nos muestran el instante de un relato
traumático ( las Torres Gemelas desplomándose), el cuerpo borroso de Kadafi
capturado al mismo tiempo por el ojo difuso de un celular anónimo y por una
turba bárbara,por el hecho de ser precisamente fotografías o imagenes
emergentes pero además, por el tipo de sujeto fotografiado y el acontecimiento
que tratan de recortar.
Estas series o conjuntos nos muestran, una vez más, que las imágenes poseen
un poder social de sentido al fluir, mostrase o exhibirse en espacios culturales
ligados al funcionamiento analógico y a los sistemas de representación socio-
individual de reconocimiento y de auto-reconocimiento .Pero como se ha
señalado, al montarse y fluir el las redes mediáticas digitales anexan al código
de la memoria analógica y la huella mnémica social, los rasgos de la
instantaneidad y del denominado “tiempo real”, cuyos efectos perceptivos
sociales hay que seguir dilucidando, sobre todo lo que Paul Virilio
(Virilio,1984)denomina como la desaparición del sentido del lugar, del topos
singular o contexto en el cual se inserta el signo icónico del cuerpo del
desaparecido. Es de enorme interés socio-antropológico y semiótico ( y de
hecho jurídico ético) comparar los efectos de sentido y las construcciones
discursivas que el poder “deja construirse” a través de lo digital o lo analógico y
sus flujos de conexión mediática actual: ¿Por qué el cuerpo de Bin Laden fue
completamente borrado e invisibilizado del dispositivo de visión mediática y no
ocurrió lo mismo con el cuerpo de Kadafi?.
Es tremendamente relevante darse cuenta, por ejemplo, que lo único que fue
mediatizado en el caso de Bin Laden , fue el comic ilustrado de su captura y
asesinato a manos de un grupo élite(el día siguiente en la portada de Il
Corriere della Sera, en Italia) y toda una serie de imágenes manipuladas de
muy baja definición icónica. Esta borrosidad del significante es un rasgo de
gran valor para emprender una lectura reflexiva y crítica del cuerpo del
desaparecido o del cuerpo del “terrorista” y del guerrillero cercado y buscado.
(Fig.7)
Fu
Fig.7 Poster alusivo a la muerte de Bin Laden. www.difamadores.com
Entre estos tres signos corporales hay toda una red de significantes y
significados, de isotopías de enlace a nivel de la expresión y del contenido.
Finalmente recordemos que Wallace, el indómito cuerpo rebelde de las tierras
de la antigua Escocia, fue muerto y las partes de su cuerpo descuartizado
“distribuidas convenientemente” en el territorio sublevado, como signos-
recordatorio y al mismo tiempo como admoniciones del poder de la corona
inglesa sobre los sublevados de Escocia.
Pero cuando menos todos estos sistemas arcaicos y en definitiva fuertemente
analógicos, estaban montados sobre un código de eficacia material y física
que, dentro de lo admisible, tenía que activar un régimen de visibilidad material
( en este caso asociado al significadi del control territorial y cartográfico) que
fijara las bases de una negociación entre dominantes y dominados. En este tipo
de régimen discursivo el cuerpo retiene el valor de su materialidad y
corporeidad. En el caso del cuerpo del desaparecido político (“forzado”) esto no
se produce. Esta modalidad está literalmente fuera del código del dominador,
del dispositivo de control del texto y del relato. Aquí, el cuerpo material no
retiene valor alguno y solamente se podrá sostener por las recargas simbólicas
que la sociedad logre construir, ya que la subjetividad de las corporalidades
vividas son borradas y eliminadas del cuerpo físico y material que las sostiene
y hace fluir.
Todavía en el caso bastante extremo de Bin Laden el dispositivo mediático
global dominante construye un sistema de representación visual de la
desaparición que sigue siendo borroso a nivel del significado y del significante:
los medios se esmeraron en cierta forma en dibujar, esquematizar, ilustrar toda
la secuencia de localización, de penetración de los marines, de “choque” o
enfrentamiento, de transporte del cuerpo muerto y finalmente de la “ceremonia”
de su lanzamiento en “algún lugar del vasto océano pacífico” pero la imagen
parcial o total del cuerpo muerto debia ser cancelada completamente.
También los cuerpos inconscientes de los jóvenes estudiantes o militantes
argentinos, chilenos o venezolanos eran “lanzados en algún lugar del mar”. Ese
mismo mar profundo donde flotan, como en las imágenes de Zuñiga, los
cuerpos de niños y jóvenes, de ancianos, a la espera de un reencuentro con la
memoria y en contra del olvido.
Al mismo tiempo, los registros icónicos o las series de imágenes que circulan
en el espacio digital ( con varios grados de borrosidad) al ser repetidas
constantemente o “bajadas” de la red por miles y miles de usuarios se vuelven
menos “reales”, van perdiendo el efecto de realidad, la verosimilitud de la
imagen que es en definitiva la base para la comunicación a nivel emocional y
pasional. A la borrosidad del significante se une el código de la repetición, el
almacenamiento masivo e incluso la posibilidad de la manipulación digital.
En la red de flujo global la imagen del cuerpo del desaparecido, del guerrillero,
del perseguido, del “terrorista” se des-realiza en varios grados de intensidad.
¿Se recuerdan de la cantidad de veces que ha sido bajada de la red la
secuencia del colgamiento de Saddam Hussein? ¿Acaso, no se trata también,
de una secuencia muy similar a la captura de Kadafi, donde la imagen es
incierta, tambaleante, borrosa? . Aunado el hecho de que se transmite el signo
de un cuerpo ya desnudado y separado de su mínima dignidad humana, se
intensifica el significado de un cuerpo des-figurado de antemano, des-
articulado, vacío de sentido (Fig.6). ¿Y qué decir aquí de los miles de cuerpos
enterrados y hallados hace poco en Colombia, de la misma manera dantesca
que las fosas de exterminio nazi?
Por ello, sostengo aquí, la importancia militante de una semiosis con una base
mucho más analógica , en el sentido de una articulación material más neta y
definida, como en este caso de recarga y re-simbolización semio-pragmática
del valor social del cuerpo humano. Más necesario y poderoso que el flujo en
red es la acción política en los espacios concretos de vida cotidiana, de la polis,
tanto en sus espacios públicos o semi-públicos que son, en definitiva, los
contextos en los cuales deben resignificarse y reconstruirse las memorias de
estos cuerpos vivos. Desconfío, aunque no completamente , del rol de las
“redes sociales” virtuales en estos procesos ( u otros análogos) de resistencia
simbólica y semiótica.
Para concluir…
Referencias bibliográficas:
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Deleuze.G, Guattari (1980), El antiedipo, Barcelona, Seix-Barral
Dubois,Philippe (2000), El acto fotográfico, Barcelona, Paidós
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Gruzinski, Serge(2009) La guerra de las imágenes, México, FCE
Jáuregui, Carlos(2008), Cannibalia, Santiago de Cuba. Casa de las Américas.
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(2010) Spellbound,sueño-film-delirio, Estado de Morelos, UAEM-México
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Todorov, Tzvetan(1987), La conquista de América, México, Siglo XXI
Virilio, Paul (1984), La estética de la desaparición, Barcelona, Anagrama