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De la memoria y del olvido : El cuerpo del desaparecido(*)

Rocco Mangieri.
Laboratorio de semiótica y socioantropología de las artes. CDCHTA
Grupo VALEC.
ULA. roccomangieri642@hotmail.com

Resúmen: Cuando las personas desaparecen repentinamente no dejando huella


alguna o solamente algunos trozos de signos e indicios , el tiempo cotidiano se rompe
y junto a esto empezamos a luchar contra el olvido. El punto central es sostener una
memoria a través de los signos de un cuerpo, de un sujeto cuyo silencio absoluto
moviliza una red de pasiones y de acciones sociales y políticas. La polis se mueve a
través de sus ciudadanos haciendo de las imágenes, de las pequeñas huellas, los
trozos de objetos , las últimas señales , de las cartas y de los textos, el nuevo punto de
partida de un proceso de semiosis social enérgicamente entrelazado con la acción
social. No es un cuerpo individual que debe ser encontrado sino la fase de un relato
social que debe cerrarse.

Palabras clave: violencia, sujeto, corporalidad, olvido, memoria, semiosis

Between memory and oblivion : disapperead´s body

Abstract: When people suddenly disappear ,without leaving a trace or only amounts
signs, the daily time break down and with this traumatic-process we begin to fight
against oblivion. The central point is to hold a memory through the signs of a lost body,
a subject whose silence mobilizes a network of passions , social and political actions.
The polis are moving through their citizen across the images, the little objects, letters
and texts. Is a new point of departure for a social-semiotical process strongly
intertwined with social action. Is`nt a single body that be found , but the social and
narrative phase of a account that should be closed.

Key words: violence, subject, corporality, oblivion, memory, semiosis

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_
(*) Este ensayo forma parte del libro “Telepolítica on-line: para una semiótica de los
medios”, en proceso de edición por Monte Avila Editores Latinoamericana, 2012.
Cien mil desaparecidos,
Perdidos en las cárceles de Sudamérica.
Acurrúcate, cariño,
Acurrúcate fuerte.
Acurrúcate, cariño,
Mantén todo fuera de la vista
Encubierto
Mantén todo fuera de la vista
Encubierto de la noche…

Rolling Stones: "Undercover of the Night"


Álbum Undercover (1983)

1. Oblivion-Eclipse-Indifference

Para empezar decidí emplear la palabra “olvido” traducida al inglés como


“oblivion”, un término no muy empleado de origen latino que ha tenido pocas
transformaciones morfológicas en su raíz. La lengua inglesa me permite, por
ahora, abrirme al sentido más profundo que quiero tocar en este ensayo pues
el término español “olvido” se queda corto a no ser que comencemos a hacer, a
partir de él, un trabajo extenso de contextualización discursiva.
Y es que el sentido del cuerpo del desaparecido forzado y político se configura
en un espacio de semiosis polémica y sociopragmática en el cual el sujeto
colectivo como actor de la demanda social debe enfrentarse continuamente con
un enemigo, un anti-sujeto muy poderoso ( y veremos que es algo poderoso en
varios sentidos) que quiere instalar, a través de varias estrategias discursivas ,
las redes semánticas de un olvido franqueado por la indiferencia y el eclipse,
dos de los términos muy cercanos por cierto en el thesaurus de la lengua
inglesa contemporánea.
Trataré de volver sobre la relación semántica de estos tres términos (oblivion-
eclipse-indifference) en relación al campo de maniobras sociosemióticas y
dramatológicas que se articulan alrededor de la semiosis del cuerpo del
desaparecido político. Pero lo que quiero resaltar en principio es la condición
de partida, el semiotic start point del desaparecido, aquello que promueve
desde un espacio de base de lectura, casi todas( aunque no todas) las
ulteriores interpretaciones. Y es que existe otro término en la red-thesaurus del
oblivion: la semántica del official overlooking, en el sentido de ignorar
deliberadamente algo (to ignore deliberately ; disregard) incluso asociándolo a
la ironía dura , a la burla y la descalificación ética del otro que quiere
reconfigurar el signo del olvido.

2. Semiotic start point, para una semiótica militante

El punto de partida de la semiosis del cuerpo del desaparecido forzado (término


ambiguo sobre el cual volveremos enseguida) es lo que podemos denominar
como el signo eufemístico de una instancia narrativa implícita cuya isotopías de
base son el rapto y la apropiación del cuerpo. El sujeto de este primer relato se
reconvierte progresivamente en el objeto central de otro espacio semiótico en
el cual experimenta una de-subjetivación masiva y violenta. La violencia física,
real y brutal del acontecimiento se refleja en el espejo de su mismo relato, pues
éste es tan fulminante e incoativa, tan ipso-factum que construye y muestra
como un texto abyecto sin transiciones ni finales posibles. El relato abyecto del
cuerpo político desaparecido es un relato sin final. O, cuando menos, sin un
final ajustado a su temporalidad vivida. Un segmento narrativo fulminante que
pretende quedarse en su infinita y monstruosa recurrencia como un instante
borroso, indefinido, sin topos y sin-nombre, casi innombrable. Me refiero a la
instancia semio-narrativa que funda en buena parte la semiosis del
desaparecido político como lo es el rapto, el ocultamiento y la substracción del
cuerpo del curso o fluxus de la vida cotidiana.
En cierto sentido, el cuerpo del desaparecido político-forzado es un cuerpo de-
subjetivado antes de su captura y ocultamiento social, un cuerpo “descolgado y
desarraigado” antes de convertirlo en presa sin más.

Desde esta mirada, la más ética y políticamente coherente para una semiótica
militante, la innombrable monstruosidad del cuerpo a-presado y de-subjetivado
del desaparecido es la del cuerpo que pierde (casi de in-mediato) sus propias
coordenadas de memoria pasando a ser el signo de una presa de pura carne,
un objeto a la merced absoluta del otro sin rostro y sin identidad visible. Este
Start point teórico nos parece el espacio de partida más coherente, y tal como
apuntaba en la sección anterior, el ipso-facto del rapto y del ocultamiento
subsiguiente se enlazan con el sentido de ese oficial overlooking del otro, de
ese otro antisujeto maquínico (Deleuze y Guattari 1980, pp.20-35) al cual es
casi imposible otorgarle un solo rostro, un solo cuerpo, pues solo toma su
forma identificable a través de operaciones retóricas y adscripciones de símiles
y metáforas monstruosas: esta es la casi eterna táctica del anti-sujeto que
planifica y realiza las desapariciones, la indefinibilidad de su fisiognómica, de
su rostro social.
Es este preciso dispositivo de poder y de control, el cual también forma parte
de la construcción discursiva de los relatos del desaparecido, ese official-
disregard perfila el borde de un sujeto sin rostro y sin nombre que, en una
aparente paradoja, logra convertir la corporalidad de su “adversario” en su
misma substancia en la cual el anonimato, la no-responsabilidad y la abyección
de lo controlado,lo poseído y torturado son los rasgos predominantes del
signo.

3. La urgente necesidad de una (meta)semiotica militante

“Hay quienes imaginan el olvido como un deposito desierto, una cosecha de la nada y
sin embargo el olvido esta lleno de memoria”.
Mario Benedetti

Este texto, al igual que otros semejantes, lleva implícito el deseo y la


necesidad de la reconfiguración de una semiótica militante en cuanto
metadiscurso teórico que pueda dar cuenta, desde una mirada sociopolitica y
ética, de la historia y del relato de la semiosis del poder y particularmente de
las tácticas y estrategias de control de las hegemonías latinoamericanas
modernas ,sin dejar de lado los dispositivos de poder que utilizan en relación a
los primeros registros y configuraciones discursivas que los imperios coloniales
pusieron en práctica a partir del siglo XVI hasta hoy.
Es sabido, través de las reflexiones de un grupo de semioticos e historiadores
interesados en este tema ( Gruzinski 2009, Todorov 1987,Jáuregui 2008 ), de
que manera los pueblos latinoamericanos son investidos como antisujeto
abyecto ( primitivo, monstruo, caníbal, bárbaro) en el interior del mismo
discurso que funda la semiosis del “descubrimiento” y de la conquista. No debe
pues producirnos mucho asombro que este trazado de valor se reitere en el
cuerpo del militante revolucionario aunque cambie en relación al conjunto de
denominaciones ( peligroso, outsider, desestabilizador, violento, etc).

4. En el limbo, el cuerpo suspendido :infierno y purgatorio

Antes de proseguir, hay otro signo y otra imagen derivadas de la semiosis


ilimitada de ese oblivion : el signo visual del limbo, ese espacio religioso ( tan
caro al discurso ideológico católico apostólico) donde deben transitar, “reposar”,
esperar las almas antes de pasar a un espacio más definido y visible. El relato
del desaparecido se va construyendo sobre esta figura de un limbo monstruoso
e indefinible en el cual el cuerpo oscila permanentemente entre la muerte
inesperada, la desaparición absoluta y la lejana posibilidad de ser
reencontrado , así sea a través de algunas huellas, algunas “reliquias malditas”
del cuerpo. Un artista chileno (Carlos Zuñiga), discurriendo en su obra
alrededor de este signo límbico, ha construido la imagen de cuerpos flotantes,
silenciosos, leves y como a la espera de ser encontrados (Fig.1)

Fig.1 Carlos Zuñiga, Chile,2008

Pero se trata de cuerpos vivos que flotan todavía en la profundidad del mar,
donde fueron lanzados semi-conscientes o no. Algunos dotados de mascarillas
de buceo, con sus ropas cotidianas intactas, limpias, flotando entre las
corrientes del río o del mar.Limbo maldito y desacralizado sin duda. Espacio
transitorio eterno, suerte de no man`s land del terror y ,de hecho, un espacio
del relato des-colocado del imaginario abyecto del torturador y del verdugo del
poder ya que, como sabemos, a nivel de los dispositivos y significantes físicos-
materiales, los cuerpos de los desaparcidos políticos eran desplazados
generalmente de un lugar a otro ,de la ciudad o del campo, de un sótano hacia
un garaje, de un cine abandonado a una jefatura periférica de la policía, etc.
El limbo imaginario del casi-muerto se articula con el tránsito por los laberintos
negros de la tortura física y del terror sin nombre.
5. Eufemismos bárbaros. Enunciaciones blindadas.

¿Qué es un desaparecido? En cuanto éste como tal, es una incógnita el desaparecido. Si


reapareciera tendría un tratamiento X, y si la desaparición se convirtiera en certeza de su
fallecimiento tendría un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún
tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está, ni muerto
ni vivo, está desaparecido”
Jorge Rafael Videla, 14 Dic.1979, s.n

La desaparición forzada se define como un secuestro realizado por agentes


del Estado o grupos organizados que actúan con su apoyo y en el cual la
víctima "desaparece". Las autoridades no aceptan ninguna responsabilidad del
hecho. Los recursos de habeas corpus o de amparo , los mecanismos jurídicos
destinados a garantizar la libertad e integridad del ciudadano, son inoperantes
y los perpetradores procuran mantener el anonimato.
El objetivo es la captura de la persona y su "tratamiento" desde el espacio del
anonimato y la impunidad y a través de ello producir un estado de
incertidumbre en la familia y en la sociedad . Incertidumbre, porque no se sabe
cómo proceder y a quién instancia recurrir.Además porque se duda en relación
a los beneficios de esa búsqueda.
Terror, por el destino desconocido y terrible y por la convicción de que
cualquiera de aquellos que emprenden la búsqueda pueden ser también
desaparecidos.
Resulta inaceptable para los familiares aceptar la muerte de los desaparecidos
sin establecer la forma en que murieron y sobre todo quiénes son los
responsables. El significante “muerto” es ambiguo y equívoco, ya que encubre
la condición de víctimas de un terrorismo de Estado y cierra la posibilidad de
búsqueda de la verdad. La Ley argentina número 24.321, promulgada en fase
de democracia, crea la figura de la “desaparición forzada” la cual permite no
dar por muertos a los “desaparecidos” antes de saber qué sucedió con ellos. Y
aunque es un antecedente muy importante implica el riesgo de quedar
enredados en el dispositivo jurídico, que reconoce pero no responsabiliza: en
efecto, en ningún texto de la ley se introduce la figura jurídica de aquél “que
hizo desaparecer”.
.
6. La fotografía del desaparecido: retratos ambiguos…

Las fotografías del desaparecido pueden considerarse como un grupo casi


análogo a un a la idea de un género, con todo el respeto que este término
puede tener en el ámbito de las técnicas y las estéticas de la imagen. ¿Por qué
no emparejarla en principio con la misma dignidad?
Cuando las personas desaparecen repentinamente dejando solo algunas
trazas el tiempo cotidiano se rompe y junto a esto empezamos a luchar contra
el olvido. El punto central es sostener una memoria a través de los signos de
un cuerpo, de un sujeto cuyo silencio absoluto moviliza una red de pasiones y
de acciones sociales y políticas. Es decir, la polis se mueve a través de sus
ciudadanos haciendo de las imágenes, de las pequeñas huellas, de los trozos
de objetos , de las últimas señales ,de las cartas y de los textos, el nuevo punto
de partida de un proceso de comunicación enérgicamente entrelazado con la
acción social. No es solo un cuerpo individual que debe ser encontrado sino la
fase de un relato social que debe cerrarse. Al ubicarlas allí, en ese espacio
taxonómico virtual, se les reconoce un sentido mayor que el recordatorio, el
apunte memorioso de un personaje individual. Los desaparecidos , en esas
series diversas acumuladas deberían incluirse en el modalidad del retrato, el
retrato del ausente que posiblemente nunca será encontrado.
Comparte el mismo sentido del familiar perdido, del explorador que apenas
dejó algunas huellas, del soldado o ciudadano que desapareció en algún
combate o campo de concentración o de tortura. Pero se diferencia en algo
mucho más intenso que aumenta el dramatismo de la imagen en cuanto
significado: es la imagen borrosa, distante y que nos mira de frente, de alguien
que muy posiblemente ha sido asesinado, desprovisto de su vida y separado
violentamente de los suyos, parientes y familiares. Así que, incluida en el
retrato, se coloca muy cerca del sentido de otras imágenes mucho más
dramáticas cuya lectura está asociada socio-culturalmente a la pérdida de la
vida, al corte violento del flujo temporal, a la desaparición repentina y que no
deja huellas.

7. Referentes: huella que no deja huellas…

Una última huella visual posible, una huella que no ha dejado huellas. La
fotografía del desaparecido se asemeja a los indicios de un suceso criminal o
policial pero el código social dominante no la incluye en este espacio, al
desvincularla hábilmente de otros signos o trazas jurídicamente determinantes ,
como lo son los testimonios verificables u otras trazas o huellas visuales o
verbales que autentifiquen el hecho de la desaparición forzada, la coloca en el
discurso común del sujeto perdido y extraviado.
De hecho, el mismo término de “desaparecido” es ambiguo semánticamente,
no desde el punto de vista estético sino social, político y jurídico. Esa persona,
identificada incluso con suma precisión en el espacio-tiempo de su condición
de sujeto ( edad, profesión, militancia, vida familiar, gustos, sentimientos y
emociones) y en los mismos escenarios de su desaparición física ( lugar donde
fue visto por última vez, lugar donde fue detenido, etc) , no es incluida
plenamente por el Estado en el signo social del desaparecido forzado. Es un
“desaparecido sin más”, alguien que desaparece sin dejar rastros pero cuya
desaparición no tiene, hasta que se demuestre lo contrario, absolutamente
nada que ver con la responsabilidad del otro.
La huella es, siempre, una recuperación semiótica de un trozo de identidad
corporal y visual: amigos, familiares, militantes solidarios, buscan, reúnen y
organizan la historia del sujeto muchas veces a partir sólo de una pequeña
imagen borrosa, de un fragmento visual. Una huella que ha dejado muy pocas
huellas del acontecimiento mismo de la desaparición. Un acontecimiento que
un colectivo se esforzará continuamente en darle el sentido que se merece, es
decir, asignarle un lugar en el tiempo histórico a pesar o en contra del olvido
social y político.(Fig.2)
Fig.2 Bogotá,2010, anónimo,www.noticiaaldia.com

8.Acontecimiento: trauma y restauración de la memoria. Mnemoides.

La desaparición repentina o súbita de alguien es un acontecimiento traumático.


Un acontecimiento y un trauma en todo el pleno sentido de la palabra: es un
salto, un quiebre de la regularidad del tiempo y del espacio de la cotidianidad
vivida. Acontecimiento en negativo, de sustracción y productor de vacío..
La imagen mostrada, presentada o expuesta en los medios, se torna en el
signo de un quiebre de la vida social, familiar y al mismo tiempo en un indicio
de la posibilidad imaginada ( a través del uso social de la imagen) de restaurar
una continuidad de vida, pero también de restaurar la memoria. Si la memoria
es el aflorar de percepciones, situaciones y entornos socio-individuales
significativos, la fotografía del desaparecido actúa en realidad como un signo-
recuerdo que activa, y hace posible el cruzamiento de las diversas capas de
memoria sociocolectiva.
Es, parafraseando a Freud y a los semióticos y cognitivistas actuales ( Eco,
Putnam, Lackoff y Jhonson) una figura retórico-social de suspensión y
substitución que activa y sostiene el mapa icónico de la memoria social, familiar
y política al mismo tiempo. Una huella mnémica icónica. ( Freud 1976, Mangieri
2010)
Un mnemoide icónico ( si se me permite el término) análogo a los signos-
símbolos sociales y recordatorios de una ruptura traumática de lo cotidiano
pero al mismo tiempo promotores de una acción de recuperación material de la
memoria.
Las fotografías e imágenes de desaparecidos forzados son a la vez
metonomias visuales y pretericiones, elipsis e hipérboles icónicas, saltan y
evaden el vacío de datos pero al mismo tiempo enfatizan , acentúan y reclaman
la ausencia, la pérdida y la necesidad social, no solo de concluir las fases
ocultas de un relato, sino sobre todo de producir una acción social significante,
un cambio de estados narrativos en el contexto de espacios políticos ( la polis
subvertida).
El sujeto y actante represor funciona como un confesor perverso que esconde y
elude la emergencia de la imagen del trauma social. El colectivo accionante
funciona y se desdobla en un psicoanalista público que se empeña en conducir
las huellas de un acontecimiento traumático a la superficie del discurso para
hacer posible la cura de lo social. Es evidentemente el caso de las madres y
abuelas de Plaza de Mayo en Buenos Aires o de las Madres de Lima y Quito
que se cuelgan , como escapulario, las fotografías de sus desaparecidos.(Fig.3)
Fig.3 Guatemala, anónimo,2007,www.fotografias.net

9. Espera , transformación del sujeto , responsabilidad social

Estas series y conjuntos de imágenes fotográficas además de estar producidas


e insertadas en flujos de comunicación social y en programas narrativos de
acciones y transformaciones, se configuran en el interior de relatos, imaginarios
o en recorridos de emociones y pasiones de mucha intensidad social .
Al mirar detenidamente estas series podemos trazar un recorrido de
sentimientos y pasiones, desde los signos del impacto emocional de la primera
noticia del desaparecido, pasando por el desasosiego, la errancia, el miedo, la
rabia y la cólera, la desesperación, la resignación.
Pero una de las fases pasionales que más caracteriza a los colectivos y
movimientos sociales es el de la espera, la espera activa y paciente. Lo que se
vuelve socialmente significante es el transcurrir activo del tiempo de la espera,
y el proceso del aguante, del sostenerse en ese punto inamovible de la
denuncia social.
Junto a la espera ( del sujeto colectivo que sostiene en el tiempo la vigencia del
sentido de estas imágenes) se incrusta la acción social de la transformación: el
colectivo desea y quiere saber a toda costa el destino del desaparecido y en
este tránsito narrativo nos involucra progresivamente en el espacio de la
responsabilidad social del acontecimiento y de sus significados.
Desea reconvertir y transformar un relato oficial de desvío ( un “simple” hecho
trágico inconexo) en un relato sociocolectivo pleno en el cual nosotros
debemos asumir un rol activo y actoral de responsabilidad.

10. In-volucrar, arropar al lector: efectos y afectos de imagen

La imagen del desaparecido nos in-volucra en el pleno sentido del término.


Involucrar quiere decir también, aunque no solo eso, atraparnos, hacernos
partícipes como agentes y actores del escenario social y político.
Frente a este tipo semiotico de involucramiento y de arrope emotivo y pasional
todas las imágenes de la publicidad no son sino un engreído y risible reflejo.
Son los efectos performativos de una imagen los que nos mueven y piden
acciones significantes físicas, sociales. No existen muchas imágenes, por lo
menos en relación al abultado exceso de la iconósfera de mercado , que
cumplan estos protocolos semióticos tan relevantes. Recuerdo, en este punto
del texto, a las fotografías “escandalosas” de la campaña de United colors of
Benetton de los años noventa, diseñadas por Oliviero Toscani ( el moribundo
de sida, el mafioso asesinado en un charco de sangre, el niño africano
desahuciado) (Fig.4).Quizás consciente de esta imposibilidad de poder alcanzar
el núcleo humano del drama del acontecimiento traumático a través de la
publicidad de mercado, tuvo que abandonar la campaña ante la presión de los
dueños de la marca .Las imágenes de Toscani sirvieron a la marca hasta el
momento en el cual se logró el posicionamiento del producto pero cuando
comenzaron a desbordar esta función sígnica fueron sencillamente
autocensuradas por la transnacional del prèt-a-porter.

Fig.4 .Oliverio Toscani.Campaña de Benetton, 2000. La imagen es de un condenado a muerte


en EE.UU .abelgalois.blogspot.com

La fotos de desaparecidos forzados se ubican en el centro vital del signo de la


responsabilidad social y sus efectos visuales logran tocar , a través del reclamo
de su referente, tanto al imaginario y la memoria social así como también el
campo y el espacio de la acción transformadora.
La foto del desaparecido además de ser metonimia y substitución, suspensión
y activador de la memoria es un index, un dedo que nos apunta hacia fuera del
relato ,a veces en forma indirecta y atenuada, a veces en forma intensa y
turbadora(Fig.5). La función indexical se anuda con la función simbólica: ese alguien
desaparecido, un cuerpo particular, un nombre, adquiere una recarga de identidad
social, mediática, es también el signo del cuerpo social, de un código de memoria
sociocolectiva en el cual se valoriza la libertad, la resistencia y el valor de la existencia
en devenir.

Fig.5 Fotógrafo anónimo. www.radiomundial.com.ve


Desde el espacio teórico de una mirada semiótica y en el movimiento de
interpretantes o semiosis ilimitada ( Peirce 1978, pp.47-67), la imagen del
desaparecido funciona de hecho sobre los tres momentos: cómo ícono, como
index y como símbolo, pero fundamentalmente como index y sobre todo como
símbolo de una recuperación de la memoria social. Las cualidades materiales y
sensoriales de la imagen(la iconicidad pura) pasan a un segundo plano
semiótico y de hecho, rasgos como la indefinición, la borrosidad, el encuadre,
el contraste de color o de grises, no son tan significantes como lo es en cambio
el reconocimiento de la persona, su diferenciación como sujeto y como
cuerpo(el index y la singularidad) y en seguida su simbolización como signo de
un relato sociocolectivo que debe cerrarse de algún modo (el símbolo). Los
artistas visuales han aprovechado precisamente este rasgo de indefinición y
desenfoque para, a partir de este rasgo, intensificar el sentido de estas
imágenes como huellas de memoria y de la psiquis sociocolectiva que
permanecen en el limbo o umbral que separa y conecta la presencia con la
ausencia.

11. Acción y sentido: ¿dónde está el cuerpo?

Pienso que no hay muchas imágenes en nuestra cultura material y social que
produzcan estos mismos efectos de sentido. Menciono, aunque al lector le
parezca extraño , los efectos de las imágenes religiosas y devocionales, los
imaginarios locales y populares en torno a personajes y acontecimientos
socialmente emergentes , desde la Verónica de Zurbarán, pasando por las
fotografías,pinturas y grabados de acontecimientos intensos como el asesinato
de Gaitán en Colombia, de los presidentes, o los ajusticiados de la Comuna de
París en 1870, hasta esas imágenes que nos muestran el instante de un relato
traumático ( las Torres Gemelas desplomándose), el cuerpo borroso de Kadafi
capturado al mismo tiempo por el ojo difuso de un celular anónimo y por una
turba bárbara,por el hecho de ser precisamente fotografías o imagenes
emergentes pero además, por el tipo de sujeto fotografiado y el acontecimiento
que tratan de recortar.

Sabemos que las fotografías han sido asociadas semióticamente a la idea de


aquello que desaparece o que va a desaparecer, a la muerte y a la vida que
deja huellas mientras se dirige hacia su desaparición, su cambio de estado, su
otredad (Barthes 1980,Dubois 2000,Mangieri 1998, Sontag 2002 ).
Si desde esta mirada toda fotografía marca e indica ( poéticamente o
realisticamente) la ausencia de algo, de alguien, de un momento de la vida, las
fotos de desaparecidos políticos son doblemente significantes: duplican el
significado de base del dispositivo técnico como presencia de una ausencia
(vivida o imaginada) y lo hacen a través del tema-exposición de alguien que ha
desaparecido traumáticamente del flujo de la vida cotidiana.
El cuerpo del desaparecido se diferencia del cuerpo del amigo, familiar,
conocido, colega o militante que muere sorpresivamente en un accidente, en la
guerra o en la misma vida diaria, pues aquí su cuerpo, es encontrado de alguna
manera como en el famoso caso de Lovera en Venezuela. El desaparecido es
la imagen de un cuerpo que no aparece, que no se encuentra y que muy
probablemente nunca se encontrará. Es la imagen y el signo de un cuerpo
invisibilizado por el poder o su equivalente jurídico y eso excede e intensifica el
significado fundacional de la “presencia de una ausencia”.
Estas imágenes no solamente significan o deben ser interpretadas sino que
indican y promueven la acción social, la participación y de algún modo la
configuración de un sujeto de la responsabilidad ( una ética del signo, un ethos
político del signo) en relación a un acontecimiento cuya memoria hay que
conservar a flote como un objeto de valor sociocolectivo, como esos álbumes
de nuestras culturas familiares siempre en el fondo analógicas , no reductibles
a esa dura falacia de las denominadas “culturas digitales”. Aquí, la
interpretación se vuelve una pragmática social de la imagen, lo informativo se
engancha rápidamente con lo performativo, con el deber-ver, el hacer y el
deber-hacer.

Dispositivos borrosos y difusos: la imagen mediatizada

Estas series o conjuntos nos muestran, una vez más, que las imágenes poseen
un poder social de sentido al fluir, mostrase o exhibirse en espacios culturales
ligados al funcionamiento analógico y a los sistemas de representación socio-
individual de reconocimiento y de auto-reconocimiento .Pero como se ha
señalado, al montarse y fluir el las redes mediáticas digitales anexan al código
de la memoria analógica y la huella mnémica social, los rasgos de la
instantaneidad y del denominado “tiempo real”, cuyos efectos perceptivos
sociales hay que seguir dilucidando, sobre todo lo que Paul Virilio
(Virilio,1984)denomina como la desaparición del sentido del lugar, del topos
singular o contexto en el cual se inserta el signo icónico del cuerpo del
desaparecido. Es de enorme interés socio-antropológico y semiótico ( y de
hecho jurídico ético) comparar los efectos de sentido y las construcciones
discursivas que el poder “deja construirse” a través de lo digital o lo analógico y
sus flujos de conexión mediática actual: ¿Por qué el cuerpo de Bin Laden fue
completamente borrado e invisibilizado del dispositivo de visión mediática y no
ocurrió lo mismo con el cuerpo de Kadafi?.
Es tremendamente relevante darse cuenta, por ejemplo, que lo único que fue
mediatizado en el caso de Bin Laden , fue el comic ilustrado de su captura y
asesinato a manos de un grupo élite(el día siguiente en la portada de Il
Corriere della Sera, en Italia) y toda una serie de imágenes manipuladas de
muy baja definición icónica. Esta borrosidad del significante es un rasgo de
gran valor para emprender una lectura reflexiva y crítica del cuerpo del
desaparecido o del cuerpo del “terrorista” y del guerrillero cercado y buscado.
(Fig.7)

Fu
Fig.7 Poster alusivo a la muerte de Bin Laden. www.difamadores.com

Entre estos tres signos corporales hay toda una red de significantes y
significados, de isotopías de enlace a nivel de la expresión y del contenido.
Finalmente recordemos que Wallace, el indómito cuerpo rebelde de las tierras
de la antigua Escocia, fue muerto y las partes de su cuerpo descuartizado
“distribuidas convenientemente” en el territorio sublevado, como signos-
recordatorio y al mismo tiempo como admoniciones del poder de la corona
inglesa sobre los sublevados de Escocia.
Pero cuando menos todos estos sistemas arcaicos y en definitiva fuertemente
analógicos, estaban montados sobre un código de eficacia material y física
que, dentro de lo admisible, tenía que activar un régimen de visibilidad material
( en este caso asociado al significadi del control territorial y cartográfico) que
fijara las bases de una negociación entre dominantes y dominados. En este tipo
de régimen discursivo el cuerpo retiene el valor de su materialidad y
corporeidad. En el caso del cuerpo del desaparecido político (“forzado”) esto no
se produce. Esta modalidad está literalmente fuera del código del dominador,
del dispositivo de control del texto y del relato. Aquí, el cuerpo material no
retiene valor alguno y solamente se podrá sostener por las recargas simbólicas
que la sociedad logre construir, ya que la subjetividad de las corporalidades
vividas son borradas y eliminadas del cuerpo físico y material que las sostiene
y hace fluir.
Todavía en el caso bastante extremo de Bin Laden el dispositivo mediático
global dominante construye un sistema de representación visual de la
desaparición que sigue siendo borroso a nivel del significado y del significante:
los medios se esmeraron en cierta forma en dibujar, esquematizar, ilustrar toda
la secuencia de localización, de penetración de los marines, de “choque” o
enfrentamiento, de transporte del cuerpo muerto y finalmente de la “ceremonia”
de su lanzamiento en “algún lugar del vasto océano pacífico” pero la imagen
parcial o total del cuerpo muerto debia ser cancelada completamente.
También los cuerpos inconscientes de los jóvenes estudiantes o militantes
argentinos, chilenos o venezolanos eran “lanzados en algún lugar del mar”. Ese
mismo mar profundo donde flotan, como en las imágenes de Zuñiga, los
cuerpos de niños y jóvenes, de ancianos, a la espera de un reencuentro con la
memoria y en contra del olvido.

Instantaneidad, repetición, des-realización.

Al mismo tiempo, los registros icónicos o las series de imágenes que circulan
en el espacio digital ( con varios grados de borrosidad) al ser repetidas
constantemente o “bajadas” de la red por miles y miles de usuarios se vuelven
menos “reales”, van perdiendo el efecto de realidad, la verosimilitud de la
imagen que es en definitiva la base para la comunicación a nivel emocional y
pasional. A la borrosidad del significante se une el código de la repetición, el
almacenamiento masivo e incluso la posibilidad de la manipulación digital.
En la red de flujo global la imagen del cuerpo del desaparecido, del guerrillero,
del perseguido, del “terrorista” se des-realiza en varios grados de intensidad.
¿Se recuerdan de la cantidad de veces que ha sido bajada de la red la
secuencia del colgamiento de Saddam Hussein? ¿Acaso, no se trata también,
de una secuencia muy similar a la captura de Kadafi, donde la imagen es
incierta, tambaleante, borrosa? . Aunado el hecho de que se transmite el signo
de un cuerpo ya desnudado y separado de su mínima dignidad humana, se
intensifica el significado de un cuerpo des-figurado de antemano, des-
articulado, vacío de sentido (Fig.6). ¿Y qué decir aquí de los miles de cuerpos
enterrados y hallados hace poco en Colombia, de la misma manera dantesca
que las fosas de exterminio nazi?

Fig.6 Plano de la secuencia de una filmación anónima durante la captura y asesinato de


Muhamar Kadafi. 2011,www.ignaciotrillo.com

Por ello, sostengo aquí, la importancia militante de una semiosis con una base
mucho más analógica , en el sentido de una articulación material más neta y
definida, como en este caso de recarga y re-simbolización semio-pragmática
del valor social del cuerpo humano. Más necesario y poderoso que el flujo en
red es la acción política en los espacios concretos de vida cotidiana, de la polis,
tanto en sus espacios públicos o semi-públicos que son, en definitiva, los
contextos en los cuales deben resignificarse y reconstruirse las memorias de
estos cuerpos vivos. Desconfío, aunque no completamente , del rol de las
“redes sociales” virtuales en estos procesos ( u otros análogos) de resistencia
simbólica y semiótica.

Discurso y contradiscurso de la desaparición

El cuerpo físico del desaparecido político forzado no debe reaparecer nunca


más. Esta es una condición básica del relato de la desaparición y mantiene en
suspenso temporal permanente a los actores sociales envueltos en estas
historias inconclusas. La espera activa o pasiva es la pasión o estado emotivo
fundamental. Desde una mirada sencilla pero a la vez significativa, se trata de
un horizonte de expectativa social que muchas veces lo único que espera es
tener el cuerpo para poder cerrar un relato y un ritual religioso o familiar ( ver el
cuerpo, tenerlo en el espacio familiar, rezarlo, enterrarlo en sociedad).
Pero junto a la espera, que sigue como estado emotivo al primer impacto del
acontecimiento, a la sorpresa, se suceden enseguida el miedo, el terror, la
errancia hasta la indignación, la ira y en muchos casos la acción social, el
accionar en colectivos visibles y organizados.
Los colectivos o grupos organizados quiebran el relato oficial y hacen visible
aquellos rastros o signos ocultos. El discurso oficial del poder represivo se basa
no solo en el ocultamiento de los datos sino sobre todo en la cancelación y la
borradura de los signos y huellas del cuerpo desaparecido. Esta es su isotopía
de base que se expresa en varias fases de su relato: el rapto sorpresivo, la
pérdida de referencias y coordenadas físicas, la destrucción de la identidad
social del sujeto, la des-localización topográfica y mental, el acto mismo de la
desaparición física y la cancelación de su memoria personal.
No fueron pocos los casos en los cuales además de desaparecer el cuerpo se
eliminaban todos los documentos y fotografías, libros, imágenes vinculadas a la
persona raptada. Nada o casi nada escapa a estos procesos de cancelación de
imágenes y datos de la persona. Este es el proceso seguido para miles de
personas desaparecidas en los procesos de resistencia política en Chile,
Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay o Venezuela.
Pero en estos casos se trata de personas conocidas en sus propios ámbitos de
acción social y cotidiana. A medida que el nivel de acción y de reconocimiento
de la persona es mayor los discursos de la desaparición incluyen otras
modalidades del relato: así, por ejemplo, se permite que parte del
acontecimiento sea visible o parcialmente visible dentro de un dispositivo
espectacular y mediático.
En cierto modo, el cuerpo de Allende, instalado en el centro del suceso, en el
topos del drama de la confrontación del Palacio de la Moneda, no podía ser
borrado completamente pero en si sufrió una borradura simbólica a través del
discurso posterior de la dictadura fascista. De hecho no fue entregado
enseguida a su familia o seguidores: esta es una acción-signo clave en el
discurso del poder dictatorial o del “poder absoluto”, el gesto de apropiación del
cuerpo por un tiempo solamente fijado desde uno de los actores sociales. El
cuerpo se convierte en en una presa de cacería y ya a partir de aquí, sufre un
proceso social de descarga simbólica, de pérdida de su consistencia semiótica.
La máquina de guerra de tercera y cuarta generación intenta por todos los
medios que el cuerpo del revolucionario, del “terrorista”, del resistente, no
ocupe el centro de los acontecimientos, los lugares donde no habría más
alternativa que transmitir o visibilizar de algún modo el ataque, captura y
asesinato. El estar y permanecer, hasta que sea posible, en el centro del
acontecer mediatico es una suerte de garantía de la no-desaparición radical.
La visibilidad del cuerpo de Bin Laden fue parcialmente obstruída y se trató de
rellenar esta ausencia de imagen con descripciones escritas o dibujos del
acontecimiento. Pero se borró completamente del imaginario de resistencia la
figura del cuerpo humano apresado y asesinado.Hubieron versiones
manipuladas digitalmente que circularon por la red y sin duda esto también
debe tenerse en cuenta en la producción social de sentido de estos discursos
pues introduce sin duda, como diría Umberto Eco la posibilidad siempre
presente de mentir. La verosimilitud del cuerpo del desaparecido mediatizado
en la red global siempre está puesta en duda y su fase de certificación social
en el espacio de creencia puede ser aplazada por mucho tiempo o resuelta sin
más a través de testigos, narradores cuya legitimidad depende de la eficacia de
los pactos comunicacionales y de los entornos socioculturales donde circula la
imagen y los textos que la rodean. Es por esto que, por ejemplo, algunos de
nosotros creemos mucho más la imagen de “Dossier” que la de CNN. Los
dispositivos de circulación pueden ser los mismos pero no los de producción y
lectura e interpretación.(Mangieri 2011, Verón2004,pp 39-57 )
El cuerpo de Hussein fue mostrado hasta la saciedad, expuesto
pornográficamente incluso cuando ya teníamos suficiente (Peña,2010).Fue una
especie de star-system del mundo abyecto, del “eje del mal” y todo el proceso
de su castigo debía ser expuesto lo más posible en el mundo virtual y on line.
Hasta su misma muerte, terrible e inhumana, fue una suerte de secuencia
macabra a la manera de un video-performance global.
Quizás, el discurso post-colonial y post-tecnológico del imperio pensaba
construir con el cuerpo capturado y raptado de Kadafi el mismo relato on-line.
Según noticias recientes el sistema panóptico satelital ya lo tenía detectado y
ubicado. Con un sofisticado sistema satelital, el grupo alemán de espionaje de
la OTAN sabía perfectamente hasta que ropa llevaba encima desde varias
semanas. Pero se optó por una puesta en escena brutal al dejarlo a merced de
una turba, finalmente el plano secuencia (al estilo de esos reporters
aficionados) de una turba fragmentaria que asalta y da muerte a Kadafi
aumenta la credibilidad del suceso pero enseguida su repetición lo de-
semantizará. Luego de esta fase el cadáver es entregado y expuesto en un
congelador cualquiera a los insultos o miradas de una cola de visitantes.
Es el proceso análogo de certificación del sujeto muerto que sufrió el cuerpo
asesinado de Ernesto Ché Guevara. El cuerpo es entregado a la sociedad o
colectivo, desprovisto de todo rasgo de humanidad. El cuerpo del Ché no fue
vejado o ultrajado como el de Kadafi o muy posiblemente el de Osama Bin
Laden, y aún muerto transmitía los signos de la dignidad y del honor, en
nosotros los de la compasión. Todos estos signos de reconocimiento le son
negados a los cuerpos de los desaparecidos en sentido estricto a no ser que
los colectivos asuman la tarea de re-significarlos y re-simbolizarlos como
sujetos indispensables del tejido social de la memoria.

Para concluir…

En las lecturas semióticas, sociológicas o antropológicas pienso que las


imágenes no pueden desligarse de los códigos y grandes espacios de
producción de sentido de orden social y político. Las imágenes se crean, se
mueven, circulan y reproducen en espacios semiopragmáticos estrechamente
vinculados a su eficacia simbólica y la semiosis social que las incluye.
El oblivion y el cerrojo oficial, ese blindaje de la interpretación del signo que el
poder dominante siempre impone de muchos modos, se comienza a
resquebrajar cuando los colectivos sociales accionan en el espacio-ciudad
asumiendo la identidad del cuerpo del desaparecido como un signo de una
otredad en el pleno sentido del término. En esta operación de recuperación de
la memoria se teje nuevamente la psiquis social con las trazas de una huella
mnémica que puede leerse como la impronta, la huella de la identidad de un
sujeto que es a la vez individuo y sociedad.
La acción social en el espacio de la polis a partir de estas imágenes
( desdibujadas, desenfocadas, parciales, nunca exuberantes o excesivas,
ausentes incluso) es la bisagra, la articulación necesaria entre el aquí-yo-tu-
ahora de la enunciación y el allá de un enunciado, de relato colectivo que abre
el horizonte y la promesa de su lectura histórica.

Referencias bibliográficas:
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Deleuze.G, Guattari (1980), El antiedipo, Barcelona, Seix-Barral
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Jáuregui, Carlos(2008), Cannibalia, Santiago de Cuba. Casa de las Américas.
Mangieri, Rocco(1998a) El cuerpo del Ché, Semioticas del cuerpo, Maracaibo. LUZ
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Todorov, Tzvetan(1987), La conquista de América, México, Siglo XXI
Virilio, Paul (1984), La estética de la desaparición, Barcelona, Anagrama

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