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Del amor y otras psicosis

Fernando COLINA

Querida estrella:

l. LIMITES. interna nos impide amar» (FREUD en


«Introducción al Narcisismo»).

O. «La entidad del amor es la iden-


tidad del sujeto». De su justificación y
sus consecuencias.
'2. IDENTIDAD.

1. LOCURA. El escenario principal del amor es el


conflicto identificatorio: «La entidad
Del amor se habla insistentemente y del amor es la identidad del sujeto».
resurge inexcrutable. De continuo hay El amor: Una locura que resulta ne-
de desempolvarle. cesaria para evitar la otra. Locura para
El primer saber útil del amor le defi- estar cabal, que es como decir que se
ne como locura, pero locura no divina posee identidad. Para ser uno mismo
(LACAN) sino humana y clínica. Si «el hay que amar. Sin amor no se obtiene
Yo es el síntoma» ( LACAN), el amor es la identidad y se enloquece. Paradóji-
nuestra enfermedad, nuestra psicosis. camente, como lo es todo cuanto
Pero no una psicosis cualquiera sino concierne al amor, para ser uno mis-
la psicosis por excelencia, distinción mo hay que alienarse, enajenarse, en-
en la que desbanca a la esquizofrenia. loquecer en el otro, es decir, amar.
Es una psicosis, el fundamento de to- Sólo saliendo «fuera de sí» puede ob-
das las psicosis y a la vez, y paradóji- tenerse el sí mismo de la identidad.
camente, la garantía de nuestra cor- La primera muestra de afecto tiene
dura. ya que ver con la identidad: «Origina-
El amor coincide con aquella locura riamente, en la fase primitiva de la libi-
que sostenía PASCAL: «Los hombres do oral del individuo, no es posible di-
son tan necesariamente locos, que ser ferenciar la carga de objeto de la iden-
loco sería loco por otra forma de locu- tificación (FREUD en «El Yo y el Ello»).
ra». El amor es ese pivote en el que gi- El individuo se convierte en la historia
ra la locura: «Hemos de comenzar a de sus objetos amados, la crónica de
amar para no enfermar y enfermamos sus identificaciones.
en cuanto una prohibición externa o ¿Condenado al plagio?

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3. CREACION. irónicamente acostumbra ser de lo
que menos sabemos. Algunos dicen
El amor no es un simple plagio, sino que sólo es práctica o que lo es prime-
creación. La identidad es un fenóme- ro, y se equivocan.
no creativo en el que se crea para evi- SÓCRATES, el hombre que sólo sa-
tar enloquecer. Hay que crear un bía de su insipiencia, el de la docta ig-
vínculo con el otro, pero un vínculo norancia, tiene que someterse a una
propio y personal, un vínculo otro que excepción: «Hago profesión de no sa-
el primitivo e incestuoso, uno que no ber más cosa que del amor» (PLATÓN,
venga dado como el de la madre, sino en «El Banquete»). Todos tenemos
que surja creado por el s jeto mismo. que saber de los principios, y sabe-
Si se sostiene un amor-creación, mos de un modo irracional y axiomáti-
¿dónde queda desplazado el amor- co. Como para el principio de no con-
pulsión? ¿Dónde la necesidad de co- tradicción o el de razón suficiente, no
pular del antropólogo, el ansión de hay más justificación que su simple
amontonarse del plebeyo? formulación. El amor como principio
Aquí hablo de un amor sexual y pul- es de lo único que SÓCRATES no pue-
sional, pero al tiempo transpulsional y de dejar de saber. Y lo sabe indirecta-
creativo, al que no agota el esquema mente, enajenadoramente, a través
de la pulsión. del otro. En «El Banquete» habla por
Si «el amor es la gran X del psicoa- boca de Diotime, la mujer de Manti-
nálisis» (LACAN) el reto descansa en ha- nea, y en Fedro dice haber olvidado
blar del amor sin traicionar al psicoa- quien le transmitió lo que del amor sa-
nálisis en sus principios fundamenta- be. El amor está alienado en su propio
les: el inconsciente, la extensión de la conocimiento. Es de lo que hay que
sexualidad, el complejo de Edipo. El saber y de lo que sólo se sabe desde el
escollo es defender una creación otro.
transpulsional sin caer en los errores
de una libido desexualizada o por re-
cortes (ADLER) o por inflación (JUNG). 6. ENAMORAMIENTO.
Una teoría de las pulsiones será insos-
layable. El amor en su conflicto identificato-
rio es un drama. El drama humano.
No hay amor sin riesgo, sin tragedia o
4. TRINOMIO. sufrimiento: «Los goces del amor es-
tán en razón directa del temor»
El amor queda enfocado en un eje (STENDHAL).
tripartito: locura-identidad-creación. En socorro de ese riesgo acude el
enamoramiento. Dire el refrán que «el
enamorado no está loco pero le falta
5. SABER. poco». Para salir de uno mismo, para
amar, para enajenarse en el otro viene
El amor mueve el cosmos, el sol, las en auxilio la locura aguda del enamo-
estrellas, los hombres. Del amor como ramiento, el amor-pasión. Ese estado
de todo fundamento hay que saber. hipertímico, idealizador, psicótico y
Nada hay más teórico que el amor, e delirante nos ayuda a amar. Enamo-

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rarse en tomar carrerilla, lograr impul- no escarmentados, repetir el corte en
so para salir fuera de sí frenéticamente dos como enmienda definitiva. Ese es
y así llegar a ser uno mismo. Cuanto el psicótico, el que ya no puede amar
mayor es el temor de amar, más lla- y re-unirse, el condenado a andar a pi-
mativo es el flechazo. La joven virgen, piricojo, a ofrecer un rostro de periil y
trémula y sofocada, cae en brazos una imagen de bajorrelieve (PLATÓN).
del libertino. Con el profesional del Tras la sanción del amor el merecido
amor, con el calavera, intentará supe- de la locura. El psicótico, incapaz de
rar todos los obstáculos de un solo alienarse en otro, imposibilitado para
salto. amar como solución, hace de sí mis-
En el enamoramiento se persigue la mo diversos otros, se reproduce por
inmunidad ante el peligro, la vacuna partenogénesis y se harta de hacer el
contra el mal del amor. Quien se pier- amor consigo mismo.
de en el otro se salvará.
Pero ante el enamoramiento unos
no se atreven y nunca se enamoran; 8. PRIVILEGIO.
otros lo disfrazan enamorándose de lo
imposible y ausente; otros nunca cua- Ser idéntico a uno mismo merced a
jan, nunca sueldan un vínculo y viven la alienación de salir fuera de sí, eso
una rueda de enamoramientos, tan vengo diciendo que es el amor.
sólo aman para enamorarse, sólo co- Pero si amores hay muchos: frater-
leccionan amores y no amor. no, social, divino, etc., tan sólo uno
es garantía de identidad y, por ello,
constitutivamente nuclear en el círcu-
7. CASTIGO. lo diaspórico del amor. Ese centro es
un amor privilegiador y físico. La posi-
El amor proviene de un castigo de bilidad de acceder al ámbito del amor
los dioses, dice ARISTÓFANES en «El «total», no parcial, no narcisístico y,
Banquete». Los hombres se compo- con ello, a la identidc!d más plena, re-
nían de dos sexos, cuatro brazos, dos side en que en algún momento se ame
cabezas... «Sus cuerpos eran robus- un objeto elegido de modo privilegian-
tos y vigorosos y sus ánimos esforza- te que le distinga del resto de los obje-
dos, lo que les inspiró la osadía de su- tos y que, vistiéndole de alguna exclu-
bir hasta el cielo y combatir contra los sividad, quede circunscrito en una ca-
dioses». Zeus, en peligro (como el tegoría de dualidad. Este amor es el
dios de SCHREBER y el dios de los ju- que contiene la salida del marco inces-
díos), decide cortar a los hombres en tuoso, el que compensa la renuncia
dos «como quien corta un huevo con edí'pica, y el que ,creando un vínculo
una crín». Les debilita, les gira la ca- alienante propío, posibilita emerger de
beza para que ante la cicatriz nunca la difusa identidad familiar a la identi-
olviden la condena y duplicando su dad personal y extraedípica. Se re-
número dobla las ofrendas. Amor es, nuncia a la madre sustituyéndola por
entonces, el intento de volver a unirse otro objeto, este sí prioritariamente de
y recuperar el antiguo estado. uno más que del resto, y en ese objeto
Lo que del mito me interesa es que se deberá encontrar lo negado con la
Zeus anuncia un nuevo castigo a los madre, la relación genital. Sobre este

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objeto privilegiado y sexual gira el mo- El conflicto es insoluble para el ser
vimiento dinámico principal del amor, humano, la tensión constante, la dia-
en cuya tensión se asciende a la iden- léctica fundante.
tidad y a la posibilidad de amor En la monogamia se aúnan las fuer-
«total».· zas que nos hacen pasar por el túnel
extraedíJ3ico de privilegiación-exclusi-
vidad, con los intereses de estabilidad
MONOGAMIA-POLIGAMIA. ético-social de nuestra sociedad y con
la seguridad personal ante el temor de
Si la experiencia con el objeto ama- perder el objeto amado. Los que se in-
do de modo privilegiado y físico es la clinan hacia este polo monogámico,
condición de posibilidad de la solu- sienten una connotación temerosa de
ción edípica y de la completud identi-fi- incesto, de revolución como inter-
catoria, no es por ello un modelo sino cambio de parejas, de soledad y sui-
una vía obligatoria de paso. Las solu- cidio.
ciones serán diversas y más adelante En el otro polo se asienta la poliga-
analizadas, pero sólo pasando por ese mia, la promiscuidad, la infidelidad, el
túnel, o entrando en él sin necesidad adulterio. En la poligamia subyace
de ir más allá, es posible salir del Edi- también la tendencia creadora del
po a la luz. amor, que puede focalizar su trabajo
La relación privilegiada y física exi- (ERICH FROMM) no en un solo objeto
ge ün tiempo mínimo para ser real sino en la recreación de sucesivos ob-
(«auténtica»). ¡Allá quien se arriesgue jetos en un Sísifo permanente. Sísifo,
a darle una medida! Sólo cabe saber hay que recordarlo, no es sólo repeti-
que justo detrás de ese límite óptimo ción, sino que viene de sabio. Quien
o suficiente (WINNICOTT), se reinstau- fije el tiempo «suficiente» podrá tam-
ra la dura dialéctica: amor a uno sobre bién acotar el número «suficiente». En
los demás o a muchos y por igual; la poligamia se refugia la amenaza que
amor a uno y con exclusividad o a uno origina el objeto amado con la insatis-
y con infidelidad. facción natural del amor, que va des-
S. JUAN DE LA CRUZ marca una pau- de el desencanto postenamoratorio a
ta en sus «Instrucciones y Cautelas»: la insatisfacción narcisística estructu-
«La primera cautela contra el mundo es ral. Está también el divertimento, el
que acerca de todas las personas ten- placer físico, el gusto por la conquis -
gas igualdad de amor ... No ames más ta. El amor, a la postre, aunque dual,
a una persona que a otra porque erra- resulta inevitablemente entre tres. El
rás». PLATÓN por boca de SOCRATES amor es entre tres porque el núcleo
nos anuncia que el amor a muchos es edípico introduce una célula triangu-
la superación del amor a uno. En el lar. Triángulo que va desde la normali-
Fedro, en polémica con Lisias sobre dad de los celos (requisito del buen
los males del enamoramiento, SOCRA- amor), a ese tercero que caracteriza la
TES nos recomienda «amar a los man- sexualidad del perverso, su gusto por
cebos con filosofía». Cautelas sexua- los espejos y el «espectador anónimo»
les quizá en SAN JUAN y posible temor (Joyce MCDOUGALL). Adán y Eva, so-
de obcecación amorosa y error en los y sin posibilidad trianguladora, ori-
PLATÓN. ginan un engendro: Caín. Sólo la pre-

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sencia tercera de éste posibilita a amor requiere negar algo. La rendi-
Abel. ción alienadora pronta, indicará rnás
Los celos como requisito del amor, una advertencia de inconsistencia, de
dan muestra de la inseguridad y des- flojera consentidora, que un síntoma
confianza inelectuble, del guardacos- de fortaleza. Así hasta el límite nu-
tas paranoico. Del amor siempre hay clear. El amor-creación exige esfuerzo
que dar prueba. frente a la resistencia de lo reservado,
labor en la que hay un extremo de va-
gancia y otro donde el operario del
10. ENGAÑO. amor trabajar a destajo, ignorando
que en esas materias no hay tanto
El amor es un espacio de alienación. alzado.
No sólo se aliena uno mismo sino que
se busca alienar. El amor resulta el lu-
gar del engaño por excelencia. Es el
medio de la fascinación y la astucia, 11. FUERZA.
de la impostura, el bebedizo y el flir-
teo. El tenorio, el amor cortés y galan- 12. PULSIONES.
te lo escenifican: «Que mejor manera
de asegurarse en el punto en que uno Es el momento de preguntarse por
se engaña, que persuadir al otro de la la energía que impulsa al amor. Oca-
verdad de lo que se admite» ( LACAN). sión para las hipótesis más inestables
Oportunidad para la seducción. y punto de repercusiones de largo
Pero el amor, y de nuevo la parado- aliento. FREUD en el caso Schreber
ja, es el lugar de la verdad, la sinceri- sentencia que las claves del futuro es-
dad y el conocimiento. «Debemos tán en una teoría de los instintos sufi-
amar al prójimo de·un modo inteligen- cientemente afirmada.
te pues un amor no inteligente le ha- El recurso filosófico, pese a sus re-
rá, tal vez, más daño que el odio» (HE- celos positivistas no asusta a FREUD.
GEL). Sin verdad y autenticidad no hay En «Las pulsiones y sus destinos» nos
amor. indica que las hipótesis sobre las pul-
siones deben tomarse de campos ex-
teriores a la psicología. En «Análisis
terminable e interminable» alude a la
11. SECRETO.
necesidad en ciertos momentos de
recurrir a las brujas y afirma que
El secreto acompaña al amor como
«sin una especulación y ciertas teori-
garantía de verdad. «Amor divulgado
zaciones -casi diría fantasías - me-
pronto terminado», dice STENDHAL.
tafísicas, no daremos otro paso ade-
La identidad descansa en un núcleo
lante».
incomunicado (WINNIC0TT). La alie-
nación del amor tiene un límite y el se-
creto que dibuja la frontera es el aval 13. SEXUALIDAD.
de que el amor va por el camino del
compromiso y la autenticidad. Por ello Interrogarse por la fuerza del amor
el amor es un ámbito de reserva y con- suscita la cuestión sexual. Aquí plan-
quista, de dilación y virginidad. El teo una sexualidad universal en todo

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el ámbito del amor, pero un amor que te, explícita o implícitamente, en toda
va más allá y trasciende lo sexual. Al- manifestación sexual. Desde la mas-
go que, en definitiva, coincide con lo turbación solitaria al orgasmo prosti-
que, después de FREUD, nos dice el bular, el amor está puesto en cues-
sentido común. tión.
A FREUD no le acaba de gustar el te- Vengo a defender un amor que
ma. A menudo habla indistintamente trasciende lo sexual mientras este lo
de libido, sexo, amor o investimento. invade, y lo trasciende en tanto no se
Se mueve preso en el compromiso de conforma con el modelo pulsional
mantener la especificidad de lo sexual freudiano, sino que inserta el amor en
extendiéndose por toda la vida psíqui- el trinomio locura-creación-1DEN-
ca, su descubrimiento, y no caer en el TIDAD.
pansexualismo junguiano. En «Las
pulsiones y sus destinos» dice: «No
puede dudarse de la íntima relación 14. SUBLIMACION.
entre estos dos contrarios sentimen-
tales/ amor-odio/ y la vida sexual, pe- El fracaso de la lectura sexual del
ro hemos de resistirnos a considerar el amor luce en el tema de la sublima-
amor como un particular instinto par- ción. FREUD recurre a ella cuando
cial de la sexualidad. Preferimos ver en siente algún aprieto, pero en su teori-
él la expresión de la tendencia sexual zación resbala. Como una espina en la
total, pero tampoco acaba esto de sa- encrucijada metapsicológica del amor
tisfacernos y no sabemos como repre- y la sexualidad con las sucesivas teori-
sentarnos la antítesis material de esta zaciones sobre la pulsión, FREUD aca-
tendencia». En «Psicología de las ma- bó anunciando un estudio sobre la su-
sas y análisis del Yo» parece haber pre- blimación que nunca llegó.
cisado más su opinión: «Designamos La sublimación, «esa cuestión irri-
como libido la energía de las pulsiones tante» (LAPLANCHE), comienza siendo
relacionada con todo aquello suscep- una pulsión coartada en su fin para ir
tible de ser comprendido bajo el con- adquiriendo mayor envergadura se-
cepto de amor... el nódulo de lo que gún se complejiza la metapsicología.
nosotros llamamos amor se halla Es un momento relevante cuando en
constituido, naturalmente, por lo que la «Introducción al narcisismo» las
en general se designa con tal palabra y pulsiones sexuales y de conservación
es cantado por los poetas: esto es el se aproximan al monismo. Allí nos di-
amor sexual, cuyo último fin es la có- ce: «Las primeras satisfacciones se-
pula sexual». xuales, autoeróticas, son vividas en
Que el sexo coincida en su exten- relación con funciones vitales destina-
sión con el amor, no provoca objec- das a la conservación. Los instintos
ción, que constituya su nódulo es lo sexuales se APOYAN al principio en la
sujeto a discusión. satisfacción de los instintos del Yo y
Lo sexual rezuma allí donde hay sólo ulteriormente se hacen indepen-
amor y en general impregna toda la vi- dientes de estos mismos». Ese apoyo,
da psíquica. A su vez donde hay una apuntalamiento o anaclisis es el puen-
gota de sexo comparece el amor, te sublimatorio. La cuestión es cono-
pues la relación de objeto está presen- cer hasta dónde debe entenderse esa

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«independencia» posterior de lo se- mación, devuelve las cosas a su punto
xual, si permanece de modo natural y de origen libidinal-sexual.
hay que considerar que toda comuni-
cación o drenaje sublimatorio es de-
fensivo. El concepto de defensa se co- 15. DUALISMO-MONISMO.
loca así en el primer plano.
En «Psicología de masa y análisis FREUD parte de la oposición entre
del Yo», FREUD, tornándola necesaria instintos sexuales e instintos de con-
para que el amor perdure, da un nue- servación. El dualismo resulta para él
vo matiz a la función sublimatoria: «El un requisito imprescindible. En «Intro-
amor sexual está condenado a extin- ducción al narcisismo», cogido en su
guirse en la satisfacción. Para poder propia contradicción entre el recorte y
durar tiene que hallarse asociado des- la inflacción sexual, libidiniza también
de un principio a componentes pura- el yo y pasa a distinguir una libido de
mente tiernos, esto es, coartados en objeto y otra del yo. En ningún texto
sus fines, o experimentar en un mo- como en éste, se ve a FREUD más ten-
mento dado una transformación de so y comprometido. En su curva asin-
este género». En «El Yo y el Ello», subli- tótica se aproxima al monismo como
mación e idealización se aproximan lo hará más adelante en «El Yo y el
frente a la separación mantenida en la Ello».
«introducción al narcisismo», siendo En «Más allá del principio del pla-
la sublimación ahora la vía de la ideali- cer» resuelve los obstáculos anterio-
zación que acompaña a toda identifi- res oponiendo al eros el instinto de
cación. La identidad va obligatoria- muerte. Antes, en «Pulsiones y sus
mente asistida de libido desexualiza- destinos», ya había contrapuesto
da. Este carácter natural se opone en- amor y odio aunque no con categoría
seguida a otro defensivo que se des- de instintos sino como cualificación
prende de la liberación de carga agre- de la relación objeta!. Ya se apunta la
siva que acompaña a todo fenómeno necesidad de separar amor y odio en
de identificación-sublimación, y que al dos polos, siempre emparejados pero
quedar desligada constituye un capital intrínsecamente diferentes.
potencialmente patógeno. Dos razones apunto para justificar
el tesón de FREUD en este asunto: uno
En esas dificultades entre sexo, el valor del dualismo en la polémica
amor, pulsiones del yo, desexualiza- discipular; otro la posibilidad de man-
ción como conquista cultural y dese- tener un amor puro, desprovisto de
xualización corno represión patológi- agresividad, que pueda asegurarle la
ca, ensaya FREUD sus pinitos de equi- aconflictividad de la relación materna.
librista. El concepto de sublimación En ambos casos, dos razones transfe-
se convierte en un escudo protector renciales.
para mantener su descubrimiento en En «El Yo y el Ello» la muerte se
el cauce de la sexualidad. Cuando la config·ura como la meta de la vida. El
fisonomía de ésta ya no se distingue, final es confundido con el fin y toda
y especialmente si quien la difumina pulsión se caracterizará por su ten-
no es él sino algún discípulo díscolo, dencia a la repetición, al retorno a lo
un volantazo, un testimonio de subli- inorgánico. De nuevo ante el peligro

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monista. Con claridad advierte que, habilidad que ya utilizó para teorizar
por su ampliación del eros, aglutinan- sobre el inconsciente en su artículo
do lo sexual y lo conservador, no se le sobre la represión. La carga proven-
debe confundir con JUNG, pues es dría de un «eros desexualizado» con lo
«más dualista que nunca». Pero real- que comprobamos, de una parte, que
mente al subordinar el sexo al princi- pese al neodualismo recién estrenado
pio de repetición se asoma al riesgo en cuanto se ve en peligro retorna al
monista: el eros se subordina a la as- eros originario, y por otra que un mo-
piración por «la quietud en el mundo lesto destino monista vuelve a atacar-
inorgánico» y al principio de conserva- le ahora en forma de «carga indiferen-
ción sólo le resta oponerse por «que- te». Sólo le cabe argumentar con ra-
rer morir a su manera». Más adelante, bia que el instinto opuesto también
en «El problema económico del maso- está presente pero sucede que «el ins-
quismo», rectifica tajantemente y dirá tinto de muerte es mudo». El instinto
que «esta hipótesis no purlde ser cier- de muerte permanece así aconflictivo,
ta»; el principio de placer no puede es- mientras que se observa cómo tras los
tar al servicio del principio de muerte. cambios de teoría pulsional el conflic-
Pero tanto en «Análisis terminable e to sigue centrado entre las pulsiones
interminable» como en el «Esquema sexuales y las de conservación. Ese
del psicoanálisis» vuelve a insistir en el mutismo del instinto de muerte no
predominio del principio de muerte. puede ser ajeno a la curiosa solución
El monismo aún le amenaza con de este problema, como tampoco lo
otra versión, la que plantea la relación será esa enigmática afirmación freu-
amor-odio. En «El Yo y el Ello» tras diana de que no existe representa-
advertir que «el odio es el compañero ción inconsciente de nuestra propia
inseparable del amor» le asusta la muerte.
unión casi monista y dice: «... si esta Esta tercera hipótesis que califica de
transformación/de amor y odio/es más dudosa que las anteriores (exten-
ALGO MAS que una simple sucesión sión del concepto de sexualidad y es-
temporal faltará toda base para esta- tablecimiento del narcisismo) nos lle-
blecer una diferenciación tan funda- va a una alternativa al problema. El
mental como la de instintos de vida e monismo o dualismo es un falso pro-
instintos de muerte, diferenciación blema. FREUD se encuentra ante un
que supone la existencia de procesos descubrimiento esencialmente dialéc-
fisiológicos de signo opuesto». No tico y unos instrumentos que no lo
puede admitir la mezcla, son distintos son. Su arsenal teórico es fisicalista-
que su suceden o simultanean. Para asociacionista-atomista-empiricista-
evitarlo recurre al argumento cuantita- hidráulico-maquinista. La dialectiza-
tivo. Lo que ha sucedido en la trans- ción le resulta difícil. En una mirada
formación, dice, es el corrimiento de retrospectiva encuentra un precursor
una carga «de energía desplazable e en EMPED0CLES. El amor y la discordia
indiferente» desde una pulsión a otra. se oponen como principios dinámicos
Sólo se desplaza la carga («indiferen- del universo que conservan su separa-
te»), mientras el amor y el odio que- ción e independencia. Precedente
dan bien separados y diferentes. Esta dualístico que culminará, después de
carga que se saca de la manga es una él, en el realismo kleiniano, donde la

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hipótesis teórica se materializa e hi- sin amar no hay garantía de conserva-
postatiza. ción, y sin conservar lo amado (intro-
Diferencias externas: yección e identidad) no hay posibili-
simples. dad de seguir amando. A ·esa dialécti-
oposición de contrarios. ca se superpone la unidad creación-
oposición de negación. destrucción. Para crear hay que des-
Diferencias internas: truir (WINNIC0TT). El eco-sistema se
autocontradicción. regenera en la destrucción. La muerte
Del esquema de las diferencias, no es enemigo de la vida sino su cons-
FREUD sólo dialectiza, empidocleana- tituyente y su posibilidad y, en todo
namente, con las diferencias por opo- caso, sólo lo es de la vida individual
sición de contrarios (en la oposición (M0RIN). El animal no enloquece por-
de negación lo opuesto a la vida no es que no puede amar, pero el predador
la muerte sino la no-vida). FREUD no se aliena en su presa, es decir en su
dialectiza con la autocontradicción. propia sobrevivencia destructora, co-
Esta permite siempre jerarquizar sobre mo el hombre hace sobrevivir su iden-
un principio primero único, una pul- tidad amando alienadoramente al
sión primera que inmediatamente otro.
puede desdoblarse en sus opuestos La muerte no es una pulsión en sí,
negativos o contrarios. Opuestos que ni algo secundario a la frustración
con idéntica facilidad pueden volverse (BALINT), ni la energía libre, no ligada
que dice LAPLANCHE tendería a la des-
a unificar. El ejemplo de ANAXAG0RAS
nos puede servir de contrapeso auto- carga absoluta (nirvana o muerte). La
contradictorio frente al hombre de ·muerte es el constituyente autocon-
Agrigento. Para ANAXAG0RAS «los se- tradictorio de lo vital. La destrucción
res no están en este mundo separados acontece en la creación de modo natu-
uno del otro o separados como por un ral y se dispara ante la imposibilidad
hacha, ni caliente ni frío, ni frío ni ca- de crear. Son los impedimentos del
liente». amor los que crean la muerte psicoló-
No hay que olvidar que tanto EMPE- gica y la destructividad negativa. Sólo
D0CLES como ANAXAG0RAS intentan la integración, el equilibrio tenso y di-
conciliar PARMÉNIDES con HERACLIT0. námico en esa dialéctica de conserva-
Para el primero lo que «es» es «uno» y ción-creación es lo que garantiza el
nada proviene del no ser. Para el se- mínimo de destrucción.
gundo todo se mueve y el ser y no ser En ese arco dialéctico la sexualidad
coinciden. La conclusión de ANAXA- habita cada rincón, siendo inquilino
G0RAS es ésta: «No se puede existir habitual de la conservación, la crea-
separadamente, sino que todas lasco- ción y la muerte. Pero la sexualidad se
sas participan en una posición del to- acomoda al esquema pulsional freu-
do». Todo está en la unidad y pese a diano.
ello, es diferente.
Lo autocontradictorio autoriza a 16. MAS ALLA DE LA PULSION:
considerar una única fuerza primera, . DISIPACION.
la vital, que se extiende entre dos ex-
tremos, el suelo de la conservación y Estamos frente a dos esquemas, el
el techo del amor-creación. Sin crear, de la esfera sexual-pulsional que res-

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ponde al principio del placer y a la des- mucho en psicología si pudiéramos in-
carga, y el de conservación-creación, dicar cual es ese carácter cualitativo.
esfera del amor-identidad-alienación. Quizá sea el ritmo, el orden temporal
LACAN dice que «todo lo que se di- de las modificaciones de los aumentos
ce del amor se dirige a acentuar que y disminuciones de la cantidad de li-
para concebir el amor hay que referir- bido».
se necesariamente a otra clase de es- Sea como fuere, operativamente es
tructura distinta a la de la pulsión». la homeostasis, el equilibrio del se-
Esa estructura puede estar en la supe- gundo principio de la termodinámica,
ración del modelo homeostático pul- que FECHNER incorpora en su «cons-
sional. tancia», el que domina la pulsión y el
FREUD se formó en el juramento de principio de placer. Al Ello le interesa
BRÜCKE en cuyo seno y frente a una la descarga. Lo cuantitativo, los «ejér-
filosofía postkantiana de la naturaleza, citos poderosos» siguen siendo lo im-
todo lo psíquico debía ser reducido a portante en la óptica freudiana.
fuerzas físico-químicas. FECHNER y su El amor, en cuanto que función vi-
principio de constancia son el modelo. tal creadora-identificadora no es asi-
El Ello y las pulsiones se guían del milable al esquema homeostático. Lo
principio del placer, y a este le carac- vital no queda reducido a la entropía,
teriza la tendencia a la descarga y a la donde el sistema cerrado tiende al má-
estabilidad. La homeostasis es el ins- ximo de uniformidad, mínimo de or-
tinto de la pulsión. ganización y máximo de desorden. En
El asunto creó serios problemas a un sistema abierto, en una termodiná-
FREUD. Uno, ya señalado, circunscrito mica abierta, la entropía general se
al hecho de la transitoriedad del prin- negativiza, aumenta el orden, la crea-
cipio del placer que marca un tiempo ción, la organización, la diferencia. Es
de duración limitado a la descarga. De una entropía organizadora y, por ello,
ahí la necesidad de que el amor se contradictoria, que se constituye en
«apoyase» en los instintos de conser- «estructuras disipativas» ( PRIG0GINE).
vación, en sí mismos ajenos al funcio-
namiento del placer. Otro, también El crecimiento de la entropía sólo
aludido, referente a la dependencia úl- servía para una termodinámica local.
tima del principio de placer al instinto La pulsión puede responder a ella co-
de muerte, con el retorno correspon- mo un sistema cerrado, recargado
diente a la quietud inorgánica. Y el desde fuera, que retorna continua-
placer no parece poder coincidir con mente al equilibrio irreversible y preci-
la descarga a cero, pues ese es el sa nueva carga exterior. El amor, la
pseudoplacer del toxicómano y su creatividad, es un sistema abierto,
carga letal nirvánica. A FREUD se le nunca equilibrado, disipativo, en inte-
torna estrecho el carácter cuantitativo racción con el todo vital, no individual
de la homeostasis y ensaya una solu- sino abierto en tanto que alienado.
ción cualitativa: «No nos parecen en- Los procesos irreversibles no cierran
lazarse/ el placer-displacer/a este fac- el sistema.
tor cuantitativo, sino a ciertos carac- Cada individuo es un bucle recursi-
teres del mismo de indudable natura- vo, retroactivo y permanentemente
leza cualitativa. Habríamos avanzado retroalimentado.

66
En este modelo transpulsional es propio autor valoró con acierto «que
donde el amor puede encontrar su es- si el psicoanálisis sólo hubiera descu-
tructura energética. bierto el complejo de Edipo, sólo por
El pesimismo histórico freudiano no ello merecería pasar a la historia de la
está lejos de su hipótesis pulsional. humanidad».
«Nadie ha podido demostrar aún la 18.1 FREUD descubre la existencia
existencia de un instinto general de empírica del complejo y analiza sus
superevolución en el mundo animal y consecuencias, pero no hay una expli-
vegetal», nos dice en «Análisis termi- cación de su origen y necesidad salvo
nable e interminable». Las «estructu- la mítica del tabú del incesto y su inte-
ras disipativas», en cambio, parecen riorización.
poseer un capital intrínsecamente po- 18.2 FREUD sabe siempre la solu-
sitivo. De la inclinación por uno u otro ción: tabú del incesto y heterosexuali-
no haré cuestión aquí, pero si algún dad, la anticipa siempre, sin pregun-
optimismo humano cabe, no puede· tarse por qué esa solución «normal» y
andar distante del amor. De momento no otra.
no parece haber mejor potencial de 18.3 FREUD sólo aprecia relevan-
selección para nuestra especie que cia de lo preedí'pico en la mujer. Ante
ese que en él descansa. el complejo de Edipo femenino una
cortina oculta a FREUD.
La niña comienza amando a la ma-
dre pero la abandona:
111. ESCENARIO.
a) Por celos.
17. ESCENARIO. b) Por imposibilidad. Se la deja de
amar igual que se caen los
No hay más escenario para el amor dientes de leche «que por fuer-
que el del complejo de Edipo. Escena- za deben perecer».
rio en penumbra, pues en la propia c) Por resentimiento tras impedir-
naturaleza del complejo está su ocul- la masturbarse.
tación. Como la verdad, y es mi ver- d) Por reproches ya que no la han
dad y la de todos, permanentemente dado un pene.
retrocede.
La niña, al percibir su castración,
La escena edípica es terminante: to-
inicia la represión de su masculinidad
da relación amorosa será inconcilia-
primitiva y, con ella, comienza el com-
blemente conflictiva, y el conflicto ori-
plejo de Edipo, allí donde en el varón
ginal y nuclear es siempre entre tres
termina. La niña traslada su amor al
que se aman o lo pretenden, el deseo
padre y se identifica con la madre, pe-
de y por la madre con su prohibición,
ro para su desgracia al padre también
el deseo de y por el padre con idéntica
ha de renunciar. En la mujer hay dos
prohibición.
renuncias por una del varón. Por ello
FREUD descarta el término de comple-

18. LAGUNAS. jo de Electra y dice en «La sexualidad


femenina»: «Después de todo hace ya
La explicación freudiana tiene cinco tiempo que hemos renunciado a toda
lagunas. Cinco escollos ahí donde el esperanza de hallar un paralelismo pu-

67
ro y simple entre el desarrollo sexual mina el logro de la feminidad de la mu-
masculino y femenino». Necesitado jer».
de solución la encuentra en sostener
Queda así perfilada una mujer mas-
«que la fase predípica de la mujer ad-
culinizante reprimida y reconocida-
quiere una importancia que hasta aho-
mente castrada. La mujer «reconoce
ra no se le había asignado». Esa fase,
el hecho de su castración y, con ello,
dice, es mucho más importante en la
también la superioridad del hombre y
mujer que en el hombre, y en su gusto
su propia inferioridad... el complejo
por la metáfora arqueológica nos sitúa
de Edipo escapa a las poderosas in-
en la importancia del descubrimiento
fluencias que tienden a destruirle en el
de la civilización minoico-micénica
hombre, al punto que con harta fre-
como forma de cultura anterior a 1
cuencia la mujer nunca llega a supe-
griega.
rarle» («La sexualidad femenina»). La
Lo preedípico se constituye en dife-
mujer condenada a la envidia del
rencia entre el varón y la hembra, y re-
pene.
sulta sorprendente que se circunscri-
ba sobre el objeto de renuncia común En buena lógica freudiana no cabía
para ambos sexos, la madre, cuando otra solución, pues así como el varón
en buena lógica freudiana la diferencia reprime su deseo y resuelve el Edipo,
debería apuntar al objeto diferencial la mujer sólo puede reprimir la mascu-
de la segunda renuncia, el padre, el no linidad pero no la castración, cuyo vi-
deseado por el varón. La justificación gor empírico exigiría renegación y este
de FREUD descansa en la necesidad de mecanismo acarrea un costo tan ele-
que el varón mantenga intacta su rela- vado que no es resolutivo.
ción con la madre: «porque puede re-
solver su ambivalencia contra la ma- 18.5. La única solución freudiana
dre transfiriendo toda la hostilidad al «normal» es- la identificación y, en
padre». Esta es su solución que califi- concreto, la identificación a UNO de
ca de «rápida», e indudablemente' en los padres, y esto pese a admitir «que
la velocidad revela su inconsciente. el complejo de Edipo simple no es, ni
Una vez más la relación con la madre con mucho, el más frecuente y, en
se nos presenta limpia y aconflictiva. efecto, una investigación más pene-
Después, con más serenidad, anuncia trante nos descubre casi siempre el
futuro en el estudio de la fase preedí- complejo de Edipo completo, que es
pica del varón. un complejo doble, positivo y negati-
vo» («El Yo y el Ello»). En la práctica y
18.4. La única posibilidad para la
aunque «se combinen las cuatro ten-
mujer es la castración. A la mujer no la
dencias integrantes», la solución freu-
basta, para que el complejo de Edipo
diana es UNA identificación. FREUD
«naufrague», con reprimir su deseo
ya observó en este resultado alguna
como en el varón. Su destino es repri-
incongruencia: «Estas identificaciones
mir el componente masculino y acep-
no corresponden a nuestras esperan-
tar la castración. Esa masculinidad, di-
zas, pues no introducen en el yo el ob-
ce en «Las pulsiones y sus destinos»
jeto abandonado» («El Yo y el Ello»).
«sucumbe a los tempestuosos proce
sos de represión cuyo éxito, como La identificación unitaria final debe
tantas veces se ha demostrado, deter- ser interrogada.

68
19. HORROR. El que quiere «ser» debe «dejar a su
padre y a su madre», abandonar cuan-
La prohibición del incesto no preci- to tiene, «perderse a sí mismo» y se-
sa ni explicación mítica ni sociológica. guir a otro-otro hasta el Amor.
Ni horda primitiva y asesinato del pa-
dre, ni intercambio de mujeres. Expli-
cación psicológica y simple. Si la locu- 21. ALTERNATIVA.
ra se combate con identidad, y ésta se
edifica en el amor, en un amor creati- Al renunciar a los padres se evita
vo, privilegiador y exclusivista en al- «ser ellos» aunque se sea «como
gún momento, la única posibilidad es ellos».
amar algo nuevo para el individuo, un El niño «perverso-polimorfo» tiene
objeto otro que la madre que queda relaciones físicas y sexuales con la
prohibida. La prohibición de incestar madre, todas menos una, la más com-
es la garantía natural de la no locura. pleta y desperversizada, y esa una es
Dicho a la pata llana: si incestas te la que le permitirá r,ecrear y vivir su vi-
vuelves loco. De hecho sólo el psicóti- da, la que debe ir a buscar a otra par-
co, carente de identidad, incesta con te. Las especies buscan la novedad
la madre. El incesto con la madre es la como modo de subsistencia (MORIN),
prohibición primera, única regla sin el individuo como modo de identidad.
excepción en todas las culturas. An- Hay que preguntarse si ese privile-
tes se autoriza matar que incestar, an- gio negado podría ser otro, si es con-
tes asesinar que volver al cesto. cebible o no un tabú diferente al in-
El horror del incesto es el horror de cesto y que ocupara su lugar.
la psicosis. Ningún privilegio paterno parece
tan susceptible de prohibición como
éste, ninguna otra expresión de amor
20. OTRO-OTRO. parece concebible que la madre niegue
al niño, pero esto puede ser una peti-
Al hijo se le niega el privilegio pater- ción de principio, una lectura condi-
no: «Como tu padre has de ser, como cionada por nuestro tabú actual y fác-
tu padre no has de ser» («El Yo y el tico. Menos sujeto a duda resulta que
Ello»). Amarás a tu padre y a tu madre lo vedado sea aquello mismo que nos
pero no como yo, te dicen. El amor originó, que lo menos nuestro sea la
creativo, el amor identificador, nace relación genital paterna de la que ma-
de esa renuncia. Renuncia de exclusi- terialmente provenimos. Tampoco pa-
vidad de la madre, respeto del privile- rece dudoso que el incesto con la ma-
gio del padre y del derecho de los her- dre sea la mayor repetición, el retorno
manos a compartir. Renuncia y com- más absoluto después del inorgánico,
patir estarán ya constitutivamente en es decir, lo más anti-creativo y anti-
la esencia del amor, pero por encima identificatorio. La ilicitud que provie-
de ellos el amor-creación, el amor pri- ne del peligro sexual, que embaraza,
vilegiador en ese otro-otro que no es infecta y viola resulta secundaria.
la madre. Desde entonces todo amor No parece existir alternativa en la
tiene algo de revancha, de exhibición interdicción. El deseo de SADE parece
ante los padres del amor conquistado. fuera de nuestro horizonte: «Me atre-

69
vo a asegurar que el incesto debería el cero de la castración lo es del resto
ser la ley en todo gobierno en el que la de los procesos que nutren nuestra
fraternidad es la base». identidad. La castración cero es el
momento de la «posición depresiva»,
tan poco ajena a nuestro tema que
22. CASTIDAD. WINNICOT equipara su descubrimiento
al del complejo de Edipo.
Al ser lo genital aquello negado es Tras la castración fundante las dos
precisamente lo que hay que ir a bus- siguientes, que no separo en el tiempo
car en el otro-otro, en el amor-aliena- sino en el concepto.
ción. De ahí la necesidad de sexualizar
el amor. La privilegiación tiende a ma-
terializarse en lo sexual por ser lo se- 24. CASTRACION PRIMERA.
xual lo primitivamente inaccesible. El
amor casto se torna peligroso por in- En la castración primera el sujeto
completo, inclinado por ello al riesgo accede a la calidad de sexuado, no
narcisizador. aún al género, masculino o femenino,
que será corolario de la segunda cas-
tración. En la castración primera se
23. CASTRACION. pierde la omnipotencia, la aspiración a
un deseo satisfecho y completo. El
El temor del complejo de Edipo es el sujeto se hace consciente de su in-
de castración. La castración era el fi- completud y su insatisfacción defini-
nal o el comienzo del complejo, y su toria. En esa renuncia al ideal el indivi-
represión esa solución tan particular duo queda sexuado, es decir castra-
que es naufragio. do, definitivamente insatisfecho y re-
La castración en FREUD lo es del pe- queridor del otro. Hasta entonces los
ne y siempre es un temor o una des- deseos no eran tales, sino aspiracio-
gracia, nunca un requisito. nes marcadas por la posibilidad y el
Vamos a otra óptica donde las cas- goce plenos.
traciones, siendo varias, sean los su- La castración primera es común al
cesivos procesos necesarios de in- hombre y a la mujer, ambos acceden a
completud y diferenciación que con- la sexualidad de modo idéntico, sin
ducen a la identidad. Castraciones ne- disparidad en el momento preedípico.
cesarias para impedir la castración fi- Asumiendo la castración el ser hu-
nal, la no-identidad, la fragmentación mano adquiere conciencia de su ca-
y la locura. rácter criatura!, insuficiente, alienado
Tres castraciones y el número no es en su origen e indefinidamente gano-
arbitrario. En la castración cero el indi- so y anhelante.
viduo nace como tal en su separación FREUD se pregunta en «La sexuali-
del objeto. Como distinto de la madre dad femenina»: «¿qué es, en suma, lo
y de la realidad accede a sus posibili- que la niña pretende de la madre?».
dades individuales. Como el cero es la Lo mismo que el niño, la solución om-
condición de posibilidades individua- nipotente, la no renuncia, salvar el tra-
les. Como el cero es la condición de go de la castración y permanecer fá-
posibilidad de los números naturales, licos.

70
25. PUDOR. Llamarlo fálico es arrastrar un equí-
voco en el que colaboro. Fálico, lite-
La castración primera es el pecado ralmente, es lo masculino y no lo ase-
original. Adán y Eva comen del árbol xual y preedípicarnente común. Así lo
del Bien y del Mal despertando en ese entendía FREUD: «La organización ge-
instante su deseo. Se vuelven cons- nital infantil... no admite sino un órga-
cientes de su criaturalidad, constatan no genital, el masculino para ambos
la insuficiencia sobre sus propias dife- sexos. No admite una primacía genital
rencias y aflora el pudor, por lo que sino una primacía del falo». Aquí sólo
«cosiendo hojas de higuera se hicie- hay un sexo. La mujer es masculina,
ron unos ceñidores». Si en el pecado clitoridea, deseosa de la madre hasta
fueron ingenuos ahora «ya se les que se torna femenina, vaginal, de-
abrieron los ojos» y saben orientar sus seosa del padre. El falo freudiano no
deseos. Dios les expulsa porque sa- es un momento común neutro sino el
biendo lo que quieren se instaura el predominio del macho sobre una mu-
riesgo de que «alarguen la mano», co- jer condenada a la envidia del pene.
man del árbol de la Vida y sean como Durante el estadio sádico-anal, dice
dioses. FREUD, en la mujer coexisten lo mas-
culino y lo femenino (activo y pasivo)
mientras que en la organización geni-
26. DESNUDEZ. tal infantil «hay ya masculino pero no
femenino; la antítesis aquí es genital
El pudor castrativo condiciona que masculino o castrado». Lo que entien-
el estado natural del hombre sea vesti- do por castración primera no respon-
do. Siempre hay que cubrir la caren- de a la alternativa masculino o femeni-
cia. La desnudez es un estado narci- no sino a la castración común y geni-
sista ignorante de que el desnudo es talmente indiferenciada.
En la castración primera el deseo
propiedad del otro. Siempre se desnu-
surge cuando el niño constata el com-
da uno para alguien pero nadie sabe
plejo de Edipo, es decir, que los pa-
desnudarse. Se dice que la mujer nun-
dres se quieren desde antes y de un
ca acaba de desnudarse y hay que su-
modo que no comparten. Hasta en-
mar al hombre en ese fatalismo.
tonces el narcisismo colmaba sin deja-
ción de la ilusión incestuosa ni consta-
tación de la muerte. En la castración
27. EL ERROR FALICO. primera «el ser vivo, al estar sujeto al
sexo ha caido bajo el peso de la muer-
En la castración primera el sujeto te individual» (LACAN). El deseo ya no
queda sexuado pero aún no hay géne- conoce clausura ni desenlace: «El
ro ni diferencias genitales. Simple- amor más exclusivo por una persona
mente se ha franqueado la frontera fá- es siempre el amor de otra cosa»
lica, el período anterior a la renuncia. (PROUST).
Se ha entendido lo fálico como la
«bisexualidad original» pero en sí es el
28. CASTRACION SEGUNDA.
período asexual. Lo fálico como sexo
sin riesgo aún no es sexo. El andrógi- Si en la castración primera el indivi-
no original es asexual. duo emergió al sexo y a la diferencia

71
con el otro, en la segunda se accede a objeto con lo que resulta parejamente
una nueva diferencia a asumir, la del asequible la decisión homosexual y
género, la separación entre lo mascu- heterosexual, o si esa indiferencia no
lino y femenino. es sino la oportunidad más favorable
Al ser distintos los géneros lo que para que el ser humano busque hete-
se teme es doble, perder lo que se tie- rosexualmente en el otro el máximo
ne y aún se conserva, o valorar que lo de diferencias y, por ende, la diferen-
del otro es superior a lo mío. La supe- cia sexual. En el primer caso la bús-
ración tiene, entonces, dos trayectos: queda del objeto no se orienta a alie-
uno, aceptar esa diferencia castrativa narse en algo diferente que le comple-
con la serenidad de quien no tiene te, entendiendo que cualquier otro
más que perder en ese terreno; otro, objeto ya es suficientemente diferente
asumir que la desemejanza, hombre o o bien que aún navegando con el tino
mujer, no ha de ser obsesiva volvién- de las diferencias, se entienda que lo
dose indiferente a la diferencia. genital no es relevante, pese a ser lo
Si en la castración primera hab1a primero que se nos mira al nacer, sino
una igualdad de dificultades, aquí la accesorio como el color de los ojos o
mujer lo tiene más complicado. Es las medidas anatómicas. En el segun-
más peliagudo porque el sexo mascu- do caso la diferencia sexual resulta un
lino se inserta pregnante en su osadía ingrediente insustituible en el objeto
anatómica, mientras que el femenino amado, si la alienación-origen-de-
discretamente se oculta. Uno hay que identidad que le define quiere ser va-
apartarle otro que buscarle. En la dia- liente y «total».
léctica tenencia-ausencia, la primera La suerte del perverso está echada
tiene una ventaja inicial, un primer en este dilema. Si del primer caso se
momento de dominio. A esa desven- trata la solución edípica «normal» no
taja de la mujer sujeta a la realidad em- es solamente la identificación mono-
pírica e intuitiva, se añade la realidad color a un solo padre, el del mismo se-
social vigente donde lo masculino es xo, en cuya ausencia la regeneración
dominante y, por ello, sujeto a envi- es el único destino del homosexual,
dia. La indiferencia es, entonces, cos- sino que la homosexualidad tiene las
tosa para la mujer pero no imposible y mismas opciones neuróticas que la
la baratura masculina accesible. heterosexualidad. Incluso hay que
pensar que, por encima de la homose-
xualidad, aún monosexual, la bisexua-
29. OPCION AL PERVERSO. lidad suponga mayor conquista en
cuanto que más indiferente a la dife-
El interrogante ahora se desplaza. rencia. En el monosexual, homose-
La superación de la castración segun- xual o heterosexual, aún se conserva
da completa la seguridad de lo que se repugnancia por uno de los sexos,
tiene con esa equipotencia de los dos siendo la repugnancia un correlato de
sexos que se desprende de la indife- la renegación, mientras que en la bise-
rencia ante lo diferente. Es el momen- xualidad se esfuma. Si esto se cumple
to de transitar a la elección amorosa. la homosexualidad no es tan antinatu-
El dilema reside en si el sujeto debe ral como anticultural. Las identifica-
ampliar su indiferencia a la elección de ciones se «entrecruzan» hasta en la

74
solución final, tanto el padre como la «El amor es mi peso», dice S.
madre son objeto de amor y de recha- AGUSTIN, y narcisizar es la ingravidez
zo, aunque la madre siempre será el de la identidad liviana y la inflación de
primer objeto amado y el padre el pri- sí mismo. El que no ama propende a la
mer temido y en consecuencia el pri- idealización y en ella pierde su poder
mer testimonio del castigo y la ley. adquisitivo.
En el segundo caso la condición del
homosexual sólo es la renegación per-
versa, la narcisización objetal. La 31. TE QUIERO-YO TAMBIEN.
identidad busca diferencias y la geni-
tal le resulta esencial. En estos márge- «Total» es también la alienación en
nes la única oportunidad del homose- el otro en un ámbito de simetría y reci-
xual es saliendo, al sesgo, hacia lo ex- procidad, donde dos se aman «aproxi-
traindividual: que la propia sociedad madamente igual». Se ama para que
en evolución enriquezca sus propias te amen con pareja exclusividad:
diferencias merced a estos hoy «dife- «Tanto me quieres, tanto te quiero».
rentes», h'asta que el sujeto colectivo
acabe imponiendo su patrón al indivi-
dual. Recordemos que para PLATON el 32. EL NARCISISTA.
amor homosexual entre los hombres
ha engendrado lo más bello de la hu- La dimensión narcisista se mide en
manidad. las castraciones. La irrupción en la
castración primera lo es en la proble-
mática de la prohibición del incesto,
donde LEVI-STRAUSS localiza la embo-
VI. NARCISISMO.
cadura de la naturaleza en la cultura.
En la castración primera estamos en
30. NARCISIZAR. el círculo clínico del narcisismo, don-
de, y pese a la artificialidad de toda se-
Al ser el campo del amor el de la paración, el acento provoca una ento-
identidad, su eje es el narcisista. La nación preneurótica.
escala que asciende desde las relacio- Renunciar, que es aceptar la des-
nes parciales hasta la total refleja las idealización propia, reconocer la cas-
diversas vicisitudes del amor. Narcisi- tración emergiendo al sexo, resulta le-
zar será descender por la escala del jana para el narcisista. Desidealización
desamor, alejarse de ese punto mítico que sólo es completa si se extiende a
y sólo teóricamente factible que es la las imágenes paternas, evidenciando
relación «total». Se aproxima quien que los padres son tan edi'picos, insu-
ama alienadoramente y supera las ca- ficientes y castrados como uno mis-
tástrofes castrativas con humillación, mo, constatando que se aman y se
renuncia y cierto índice de tristeza que necesitan.
vigila al amor. Y, pese a todo, en po- Al narcisista sólo le cabe un com-
sesión de un narcisismo legítimo no se promiso con el otro no alienante (en
conforma y acaba con todos querien- su sentido positivo), no constructivo
do ser, más o menos tarde, un poco ni recíproco. Compromiso que adopta
corno Dios. dos forma genéricas, o la superficiali-

73
dad en la multiplicidad o la pseudo- sin culminar la fusión psicótica. Don-
profundidad en la unicidad de la rela- de el promiscuo resbalaba y mostraba
ción. Dos extremos, promiscuidad y elasticidad, el unicitario se aferra y ex-
unicidad, que responden a la política hibe su oxidada esclerosidad. El unici-
del narcisismo fiel a la ley extrema del tario anaclítico cree que el objeto, su
todo o nada: o no castrado o muerto. objeto, es insustituible cuando nadie lo
En la elección promiscua el indivi- duo es. Correlato de pensar que madre
sólo es capaz, amorosamente ha- sólo hay una y no se puede cambiar,
blando, de enamorar o enamorarse en mientras ignora que esa gloriosa ex-
una cantinela indefinida. En la repeti- cepción torna obligatoria esa forma de
ción compulsiva, elude la alienación suplencia que es la renuncia incestuo-
verdadera y con ella la simetría y el sa. Renuncia que, a veces, se enmas-
tiempo. En la asimetría esquiva la cara en esos primeros amores, fulgu-
igua!dad y la reciprocidad, intenta se- rantes y para siempre nostálgicos, en
ducir, engañar y engañarse mientras los que se estrena y a la vez termina la
se cuestiona como GIDE: «Entre amar experiencia amorosa de la persona y
y creer que se ama, ¡qué Dios vería la que no dejan de ser más que una justi-
diferencia!». Sobre la dimensión del ficación de pseudorenuncia antes que
tiempo intenta enajenarse en la atempo- un serio invento. Ni la experiencia, la
ralidad. Igual que ese «tiempo ópti- resignación, la edad o el apagamiento
mo» de presencia materna que precisa vital hacen insustituible un objeto,.
la atención amorosa del niño, el buen simplemente le hacen ya-no-sustitui-
amor exige un tiempo que el narcisista ble, lo cual es radicalmente distinto.
acorta y amputa. Negando el tiempo El narcisista, igual que puede bus-
niega la castración. car su solución en el apragmatismo
El promiscuo tiene dos fenomeno- sexual, fiel a una política de extremos,
logías prototípicas, el D. Juan y el puede hacer del sexo una de sus prin-
enamoradizo. El D. Juan enamorador cipales herramientas, y en este uso el
nunca enamorado, sujeto activo, ena- D. Juan y el histérico son los más re-
jenador impasible, chalador ante el al- presentativos. Lo sexual como prota-
tísimo, se sumerge entre objetos que gonista se convierte en el sucedáneo
le bañan de libido. El enamoradizo, del amor al que intenta suplir donde
víctima del anterior,· su retrato en ne- éste ya no puede. La hipergenitaliza-
gativo, impenitentemente enamorica- ción de la relación es siempre un re-
do se entrega idealísticamente sin más curso para el narcisista. La diferencia
cosecha que la imposibilidad, el sufri- estriba en que el D. Juan es un instru-
miento y el menudeo repetitivo. mento sexual de primer orden, un me-
En el extremo opuesto al promiscuo cánico de primera para un sexo orien-
la unicidad extrema. El que se empanta- tado en la maquinaria, mientras que el
na en el objeto y no logra la indepen- histérico, que con tanta facilidad se
dencia que acompaña a la real y empareja con aquél, es siempre algo
auténtica alienación, incapaz de com- novato y manazas, que acaba huyen-
binar amor e independencia para un do o no remata. Lo que les une es la
resultado de salud (KERNBERG). El que hipersexualización y que siendo inca-
queda preso anaclíticamente del otro, paces de amar lo intentan a ráfagas.
adherido de modo inseparable aunque Al D. Juan le puede ser muy fácil la

74
conducta sexual, pues su bloqueo an- indiferencia que visten de entereza y"
te las castraciones desemboca en una dominio de sí.
genitalidad aconflictiva que funciona La verdad del amor no la garantiza
mecánicamente con la facilidad que el sentimiento.
fomenta la superficialidad. El histéri-
co., por su parte, tiene otros recursos
ante una sexualidad difícil. El histrio- 33. CONTINENCIA.
nismo y la representación le permiten
diversificar la identidad donde el amor El narcisista fracasaba en la renun-
no colabora, como la somatización y cia de la primera castración y el neuró-
la barrera gestual refuerzan su esque- tico en la genitalidad de la segunda,
ma corporal. Así hace factible «mos- sin que ninguno de los dos se pierda
trarse en vez de dar» (M. KHAN). de vista.
Todos queremos ser un poco o un El neurótico fracasa si teme perder
mucho histéricos y don juanes, tenta- lo que tiene o cree que unos tienen y
dos por la manzana narcisística de fu- otros no, por lo que hace, como el
gacidad-futilidad-frugalidad. narcisista, del apragmatismo sexual
El narcisista no concibe la simetría y una de sus opciones.
se niega a reconocer la castración ge- La castidad «voluntaria», si existe
neral que a él también afecta. El amor como tal, es de alto riesgo narcisista.
de los demás le resulta enigmático. El amor-alienación exigía perderse en lo
STENDHAL, mecla a partes iguales de carnal. Sobre la carne se ejerce el pri-
enamoradizo y D. Juan se inquieta an- vilegio paterno, sobre la carne se mide
te la posibilidad y credibilidad del el incesto y sobre la carne se articulan
amor de quien no ha leído novelas. Ei y se simbolizan con preferencia las
amor no le aparece como algo que se castraciones. La castidad voluntaria
sabe, sino como lo que debe apren- resuelve las relaciones en una pseudo-
derse. conflictividad. Cree falsamente el con-
El narcisista no acepta que debe de- tinente amar sin sexo, como el D.
jar de ser él mismo para poder serlo. Juan creía amar con él. Este se enga-
Ante el otro, o le ignora profunda- ña y engaña en lo dual, aquél se enga-
mente o establece su dominio, un po- ña y engaña en lo colectivo si se ofre-
der que acabará en el abandono o la ce como ejemplo. El riesgo del casto
esclavitud, incluyendo esta última esa no es dominar o no la pulsión, sino al
variante de pigrnalionismo que intenta negarla en el amor tachar éste. Esa
edificar un otro mimético, servil, su- negación tiene algo de renegación y
miso y respetuoso. hundimiento narcisista. El peligro del
El narcisista, siempre perseguido clero siempre será otro narcisismo, el
por la depresión, vela sus armas para del poder. El amor a Dios se presenta
la seducción. El narcisita en general, como potencialmente peligroso pues
el histérico, el toxicómano como ca- puede caerse en la aprobación de esta
sos particulares, son profesionales del sentencia de PASCAL: «Si hay Dios es
sentimiento. Le decoran con perfec- preciso amarle a él y no a las criaturas
ción en su representación aislada y pasajeras». Aquí la exclusividad se re-
ocasional, y tanto lo hacen del senti- suelve sobre Dios a quien se convierte
miento positivo como de la repentina en el supuesto otro-otro y, a la vez, en

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el Padre que torna hermanos y, por lo que recomienda S. AGUSTIN: «Ama y
tanto, sexualmente inaccesibles, a to- haz lo que quieras».
da la humanidad. Sólo cabe «hacer el
amor de la caridad», de la acción be-
nefactora, y se hará mal, impotente-
mente, porque no se ha salido del otro 34. PSICOSIS FINAL.
edípico. De la madre a Dios. En el in-
tento de superar la sexualidad se ha «Hablar del amor le destruye» (Ma-
sexualizado a Dios. Es el destino del yo 68) y del amor hay que hablar pues
místico que quiere vivir con Dios antes sólo existe si se declara.
de tiempo, antes de la oscuridad y su
más allá. En el más acá de la tierra el
mejor subrogado de Dios es esa ética Espero, estrella, no haberte con-
amorosa, libertaria e identificadora vencido.

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