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¿EL ALMA PESA 21 GRAMOS?

Gilson N. Mamani; Tobar H. Mamani


Universidad Peruana Unión, Lima, PERÚ
gilsonmamani@upeu.edu.pe; tobarmamani@upeu.edu.pe

Resumen

La búsqueda por la respuesta a la gran pregunta ¿Qué es el hombre? Ha dado origen a un

sinfín de respuestas. Algunas respuestas son expresadas desde un naturalismo reduccio-

nista total o desde una perspectiva dualista de cuerpo-alma en el ser humano. Sin embargo

el origen del hombre y sus características mostradas en la biblia muestran descripciones y

destinos diferentes. Así que, adoptando una visión antropológica teológica, el presente ar-

tículo proporcionará una explicación a través de una búsqueda de la verdad bíblica para

elaborar una respuesta consistente a esta gran pregunta.

Palabras Clave: Naturaleza humana, antropología bíblica, alma, monismo bíblico

Abstract

The search for the answer to the big question What is man? It has given rise to endless

answers. Some answers are expressed from a total reductionist naturalism or from a dual-

istic perspective of body-soul in the human being. However, the origin of man and his

characteristics shown in the Bible features different descriptions and destinies. Thus, adopt-

ing a theological anthropological vision, this article will provide an explanation through a

search for biblical truth to elaborate a consistent answer to this great question.

Keywords: Human nature, biblical anthropology, soul, biblical monism

1
INTRODUCCIÓN

El título es interesante, “Hipotesis concerning soul substance together with experi-

mental evidence of the existence of such substance” (Hipótesis relativa a la sustancia del

alma junto con evidencia experimental de la existencia de tal sustancia). Esta investigación

fue realizada por Duncan McDougall en 1907, por supuesto el título le pertenece también,

¿en qué consiste? Verificar experimentalmente si el alma es una sustancia que puede ser

medida por la diferencia de peso que sufrían las personas al morir. La historia es también

interesante, Duncan McDougall colocó a varios moribundos en una báscula para verificar

si ocurre algún cambio de peso en el momento en el que la personas “muere”. “En su opi-

nión, si la masa de la persona disminuía en el instante de su muerte podía tratarse de una

evidencia de que el alma acababa de escapar de su cuerpo. Siempre y cuando, como él

mismo dijo, pudiera encontrar ninguna otra explicación racional.”1 La prueba se realizó

con 6 pacientes y los resultados obtenidos fueron los siguientes2:

El primero : Perdió 21 gramos en el momento de la muerte

El segunfo : Perdió 46 gramos en el momento de la muerte

EL tercero : Perdió 14 gramos al momento de la muerte y luego 28 gramos

El cuarto : Fue declarado como prueba invalida

El quinto : Perdió 11 gramos en el momento de la muerte

El sexto : Fue declarado como prueba invalida

Bueno, la conclusión parece ser clara, hay una sustancia que escapa del hombre al momento

de morir, ¿y qué más podría ser sino aquella entidad abstracta a la que tantas personas han

1
Jordi Pereyra Marí, “Ciencia de Sofá”, https://cienciadesofa.com/2015/09/por-que-se-
dice-que-el-alma-pesa-21-gramos-tiene-algun-sentido.html (consultado: 14 de noviem-
bre, 2019)
2
Ibíd.
2
hecho referencia desde tiempos antiguos incluso hoy? de hecho la conclusión de

McDougall fue: existen evidencias experimentales claras que prueban la existencia del

alma. Cuando realizó experimentos similares con perros no consiguió medir tales cambios

semejantes a los de los cuerpos humanos, así que la conclusión también fue evidente para

él: los perros no tienen alma. ¿Qué decir al respecto? ¿Es el alma una sustancia que está

reservada a los seres humanos? ¿Los seres humanos tenemos un alma? ¿Es el cuerpo la

cárcel del alma como el conspicuo Platón sugirió? O de manera alternativa, en el extremo

del naturalismo científico abrigado por la mayoría de los biólogos evolucionistas, ¿Es el

hombre un animal reciente que ha sido el producto de millones de años de evolución?

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

Es una antigua pregunta que aún permanece viva ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es su

naturaleza? ¿Posee un alma? O ¿Es producto del azar y la necesidad? Durante mucho

tiempo estas preguntas han sido y siguen siendo preguntas intrigantes y ha solicitado una

respuesta que dependiendo del enfoque metodológico que se le aplique a la pregunta po-

dríamos tener una posible respuesta. Tal y como señala Mario Veloso “Si el filósofo com-

para al hombre con el animal, su respuesta se enmarca en la antropología biológica. Si se

compra al hombre con el hombre en el encuentro de las culturas, su respuesta pertenece a

la antropología cultural y si compara al hombre con lo divino, se encontrara dentro del

ámbito de la antropología religiosa cuyo ambiente más propicio es la metafísica, la poesía

y también la teología.” 3

3
Mario Veloso, El hombre (Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1990), 14
3
Entonces, dado que la metodología aceptada originará respuestas diversas es necesario es-

coger una. Nuestro estudio abordará estas preguntas desde el enfoque antropológico teoló-

gico, esto es “el estudio del hombre desde un punto de vista bíblico” 4 No se deben escati-

mar esfuerzos, por lo tanto, en la búsqueda de respuestas consistentes. A veces “sentimos

una tendencia casi irresistible a seleccionar los temas de nuestras investigaciones más bien

por su facilidad técnica y su claridad que por su importancia”5 ¿Qué es el hombre? Bueno,

no es una pregunta que merezca una respuesta rudimentaria, las grandes preguntas merecen

respuestas excelentes.

ANTROPOLOGÍA BÍBLICA

La biblia, al igual que muchas fuentes de conocimiento, posee nociones particulares

de la realidad que pretende describir, este será el fundamento sobre el cual erigiremos una

respuesta. Así que, las Sagradas Escrituras no son indiferentes a temas humanos tan esen-

ciales como la antropología, esto es, el estudio del hombre. Existe un salmo que con asom-

bro registra esta gran pregunta:

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,

la luna y las estrellas que tú has establecido,

digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes,

y el hijo del hombre para que lo cuides?

(Salmo 8:3-4 LBA)

Salmos 8 presenta dos puntos principales que son en cierto modo complementarios

4
Aldo D. Orrego, ed., Tratado de teología adventista del séptimo dia, (Argentina: ACES,
2009
5
Dr. Alexis Carrel, La incógnita del hombre (Talleres Gráficos de la Cía, impresora ar-
gentina: Buenos Aires, 1954), 58
4
a la temática presente en los primero capítulos de Génesis. En primer lugar, la expresión

surge de una manifestación en la que reluce humildad, es al contemplar la creación divina

que se vislumbra infinita y majestuosa donde el hombre eleva la pregunta generada en el

asombro. En segundo lugar, la respuesta indica un examen que contrasta, sugiere inferio-

ridad pero exhibe majestad y dignidad del ser humano, el asombro expresado en la pregunta

¿qué es el hombre? no debe ser menor por la respuesta que sugiere la Biblia, la cual se verá

a continuación.

LA CREACIÓN DEL HOMBRE Y SU PROPÓSITO

Ante todo, el ser humano se origina en la decisión conjunta de las tres personas de

la Deidad (Mat. 28:19), luego, las escrituras revelan una condición del hombre distinta a la

de Dios, “hagamos” exhibe la conjunta y voluntaria actividad creadora de Dios, Él es crea-

dor y lo que resulte de su actividad creadora es obra suya, por lo tanto, la humanidad es

presentada aquí como criatura. Dios es el creador y el hombre una criatura.

Génesis 1:26 menciona: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra

semejanza; Dios creo al hombre con el poder de su palabra y lo puso como ser viviente

sobre tierra, para ser mayordomo de la creación, señoreando los peces del mar, en las bes-

tias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. La creación entera

“buena en gran manera”, tal y como lo describe el relato de Génesis responde a la voluntad

y actividad divinas.

El hombre es, por lo tanto, una criatura que fue “formado del polvo de la tierra”

(Gén. 2:7) cuya responsabilidad era señorear los variados animales, estos dos elementos

indican una jerarquía y modo de creación que son distintos a la de los animales cuyo origen

5
obedece a la voz de Dios quien expresó una orden para que la tierra los “produzca” (Gén.

1:24) y que por supuesto, estarían luego bajo el señorío del ser humano.

Se logra observar al menos dos elementos que se hacen patentes, el primero es el

de la jerarquía humana tan claramente declarada y el segundo es el propósito que le subyace

a tal condición el cual pose rasgos y responsabilidades que le otorgan una dignidad notable.

La dignidad humana adquiere una trascendencia solo cuando posee estas dos con-

diciones, semejanza y desemejanza. Semejanza divina y desemejanza con la creación res-

tante. Veámoslo detenidamente, primero el hombre fue formado del polvo de la tierra pero

es distinto de la materia, el aliento divino ocasiona una hazaña maravillosa, el hombre, que

previamente era solo materia, ahora adquiere vitalidad y llega a ser un “ser viviente” y ya

no más una materia inerte. Es incluso distinto de los animales, porque estos estarían bajo

el señorío del hombre, son parte de la creación pero poseen una jerarquía diferente a la de

la creación, los animales, las plantas y el ecosistema en general. Ahora bien, esta posición

no sería motivo de tiranía sino que Dios lo puso en esta posición para que “lo cultivara y

lo cuidara” (Gén. 2:15)

EL MONISMO BÍBLICO

El hombre, un ser viviente, muestra cualidades internas y externas. Tenemos me-

moria, recuerdos, sentimientos, pero también mostramos expresiones y necesidades exter-

nas como comer, dormir, etc. Ahora bien, ¿Enseña la Biblia una dualidad más allá de estas

distinciones evidentes? ¿Somos una dualidad compuesta por una parte carnal/externa y un

alma/interna? La suposición de tales ideas está en que el aliento divino es la evidencia de

alguna entidad etérea siendo insertada en el cuerpo inerte de barro. Sin embargo, se puede

6
ver que tal suposición es equivocada. El interpreter´s Dictionary of the Bible afirma: “Por

la comunicación de Yahveh del aliento vivificador al hombre de tierra que él había mode-

lado no debemos concluir que el hombre esté compuesto de dos entidades separadas,

cuerpo y alma; desde el punto de vista característico del orfismo y el platonismo. Para usar

la frase ahora clásica, el hebreo concebía al hombre como un cuerpo animado, no como un

alma encarnada”. ¿Y qué decir entonces del término alma que es usado en las traducciones

de la Biblia? ¿Qué significa? ¿Entiende el autor bíblico la palabra alma como habitual-

mente se reconoce en el sentido griego?

El ser humano tanto como los animales llegaron a ser un nefesh jayyah (Gen. 1:20,

24) “El adjetivo jayyah significa “vivo”. Aunque nefesh se traduce a menudo como “alma”

en nuestras versiones, su uso tanto para el hombre como para las bestias (vs 20, 24, 30;

2:19, 7:21) muestra que no hay nada inmortal o siquiera relativo a funciones superiores con

respecto a él.”6 Por lo tanto, el hombre es ser viviente holístico, ninguna evidencia bíblica

sostiene un dualismo en el sentido griego de alma-cuerpo, el ser humano no es un alma

encarnada ni tiene un alma, el hombre es un alma, o es un ser humano de manera integral

y unitaria.

LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE

La segunda condición humana es la de semejanza divina. El ser humano está sobre

la creación general pero debajo de los ángeles (Salm. 8:5) y subsecuentemente del Creador.

Sin embargo, el hombre fue hecho a “imagen y semejanza de Dios”, ¿Qué significa esto?

¿Qué implicaciones derivan de un enunciado así?

6
Aldo D. Orrego, ed., Tratado de teología adventista del séptimo dia, (Argentina: ACES,
2009
7
Como se vio anteriormente, el hombre no se puede reducir a la materia de la cual

fue formada (Gén. 2:7) y tampoco se le puede emplazar con la creación restante, es distinta

de la materia de la cual fue formada y los animales sobre los cuales debe “señorear”, su

posición es diferente.

En Génesis 1:26 Dios dijo: “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nues-

tra semejanza.” Esta declaración señala una semejanza divina e inmediatamente le decreta

ejercer dominio, “y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias,

en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Gen. 1:26), de este modo

la imagen divina parece ser necesaria para dicha función, ya que esta posición de señorío

y regencia demanda de cualidades físicas, morales e intelectuales las cuales son necesarias

para el cumplimento del propósito divino. Los seres humanos fuimos creados a imagen de

Dios, reflejamos características morales e intelectuales, sin embargo, no somos Dios, so-

mos imagen y semejanza de Dios.

Lamentablemente, hoy, la humanidad presenta de manera tenue aquellas caracte-

rísticas iniciales. La condición degradada del hombre, profusamente visible durante la his-

toria humana, es el resultado del pecado (Gén. 3), su entrada y su inmediata destrucción

provocó cambios en las características semejantes a las divinas que habíamos ostentado en

un inicio. Los milenios que siguieron a tal trágico episodio son la consecuencia del pecado

que impregna este mundo, a cuyo problema Dios le pondrá fin cuando la “raíz y la rama”

del pecado sean destruidos, cuando “lo mortal sea vestido de inmortalidad y cuando la

muerte sea sorbida en victoria”, entonces Dios culminará la restauración de la “imagen y

semejanza divinas en el hombre. (Mal. 4:1; 1Cor. 15:53,54)

8
CONCLUSIÓN

Por supuesto, el experimento de McDougall ha recibido muchas críticas por su in-

consistencia y falta de rigurosidad al realizarlas y las soluciones que han sido presentadas

a sus experimentos distan mucho de sus conclusiones.

En el presente artículo se pudo ver que el hombre, al ser evaluado con un enfoque

antropológico teológico, muestra que el hombre es una criatura que ha sido hecho a imagen

y semejanza de Dios, no es el producto casual y necesario de la naturaleza, es cualitativa-

mente distinta. Aunque somos el resultado de la actividad divina, moldeados y vivificados

por él, no existe evidencia bíblica alguna para suponer que somos una dualidad de cuerpo-

alma en el sentido griego. La visión bíblica no es reduccionista, materialista ni dualista sino

unitaria. El hombre es un “ser viviente” que merece valor y estima al ser una criatura que

posee rasgos que el mismo creador creyó conveniente proveerle, y porque ostenta capaci-

dades morales, espirituales e intelectuales que hacen de él un ser distinto y particular.

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