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El libro de Apocalipsis, junto con el de Daniel, merece estudio

especial. Todo maestro temeroso de Dios debe considerar cómo


comprender y presentar más claramente el evangelio que nuestro
Salvador en persona dio a conocer a su siervo Juan: “La
revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a
sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. Nadie debe
desanimarse al estudiar el Apocalipsis a causa de sus símbolos
aparentemente místicos. “Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y
sin reproche, y le será dada” La Educación pág. 171

Se necesita un estudio mucho más detenido de la Palabra de Dios;


especialmente Daniel y el Apocalipsis deben recibir atención
como nunca antes [...]. La luz que Daniel recibió de Dios fue
dada especialmente para estos postreros días. —Testimonios para
los Ministros, 112-113 (1896).

Viven actualmente algunas personas que, mediante el estudio de


las profecías de Daniel y Juan, recibieron gran luz de Dios al
pasar por lugares donde profecías especiales estaban en proceso
de cumplimiento en el orden correspondiente. Proclamaron el
mensaje del tiempo a la gente. La verdad brilló nítidamente como
el sol en el mediodía. Se expusieron ante la gente los
acontecimientos históricos que mostraban el cumplimiento
directo de la profecía, y se vio que las profecías constituían
una delineación simbólica de los acontecimientos que conducen
al final de la historia terrena. Las escenas relacionadas con
la obra del hombre de pecado constituyen las últimas
características claramente reveladas en la historia de este
planeta. El pueblo tiene ahora un mensaje especial para predicar
al mundo: el mensaje del tercer ángel. Aquellos que, en su
experiencia, estuvieron en el terreno y participaron en la
proclamación de los mensajes del primero, del segundo y del
tercer ángel, no corren tanto peligro de ser llevados a falsos
caminos como aquellos que no han tenido un conocimiento
experimental del pueblo de Dios. Mensajes Selectos tomo 2 pág.
117
Decir menos—Hay necesidad de un estudio mucho más profundo de
la palabra de Dios. Especialmente se debería prestar atención a
Daniel y Apocalipsis como nunca antes en la historia de nuestro
trabajo. Tal vez tengamos menos que decir en algunos aspectos,
respecto del poder romano y el papado, pero deberíamos llamar
la atención a lo que los profetas y apóstoles escribieron bajo
la inspiración del Espíritu de Dios. El Espíritu Santo ha dado
forma a los temas, tanto al dar la profecía como en los
acontecimientos descritos, para enseñarnos que el agente humano
debe quedar fuera de la vista, escondido en Cristo, y el Señor
Dios del cielo y su ley han de ser exaltados. —Carta 57, 1896.
El otro poder pág. 65

Hay quienes se oponen al estudio e investigación de las


profecías, especialmente las de Daniel y del Apocalipsis,
diciendo que estas son tan oscuras que no las podemos
comprender; no obstante, estas mismas personas reciben
ansiosamente las suposiciones de los geólogos, que están en
contradicción con el relato de Moisés. Pero si lo que Dios ha
revelado es tan difícil de comprender, ¡cuán ilógico es aceptar
meras suposiciones en lo que se refiere a cosas que él no ha
revelado! Patriarcas y Profetas pág. 91
A medida que nos acercamos al término de la historia de este
mundo, las profecías registradas por Daniel exigen nuestra
atención especial, puesto que se relacionan con el tiempo mismo
en que estamos viviendo. Con ellas deben vincularse las
enseñanzas del último libro del Nuevo Testamento. Satanás ha
inducido a muchos a creer que las porciones proféticas de los
escritos de Daniel y de Juan el revelador no pueden
comprenderse. Pero se ha prometido claramente que una bendición
especial acompañará el estudio de esas profecías. “Entenderán
los entendidos” (Daniel 12:10), fué dicho acerca de las visiones
de Daniel cuyo sello iba a ser quitado en los últimos días; y
acerca de la revelación que Cristo dió a su siervo Juan para
guiar al pueblo de Dios a través de los siglos, se prometió:
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta
profecía, y guardan las cosas en ella escritas.” Apocalipsis
1:3. Profetas y Reyes pág. 402

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