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2. Objeto
2.1 El objeto de la narración
Aunque parezca elemental, antes de sentarse al escritorio, el autor debe
saber todo o algo o debe haberlo intuido, acerca de lo que va a decir
en su texto. En ningún caso puede escapar a la pregunta: “¿Qué voy a
escribir?” A eso le llamo, el objeto de la narración, que integro con dos
elementos: el tema de que tratará y la idea que lo regirá. Este objeto se
desarrolla a partir de materiales que provienen de una fuente –con la
282
Ejercicio: Hacer una lista de nombres literarios, tomados de novelas o cuentos rele-
vantes. Y discutir la presencia de los nombres metafóricos.
Componentes específicos de la narración 179
283
Ver en este libro el capítulo correspondiente a las fuentes de la creación narrativa.
284
Así explica Fernando Gaitán el nacimiento de su telenovela Betty la fea: “Un alto
ejecutivo del canal RCN tenía una secretaria mas bien fea y el tipo era muy refi-
nado. La mujer le trabajaba como loca, pero él ni la veía. Un día la echó, y al otro
día estaba dando alaridos porque se le estaba acabando la vida. Ese fue el clic. Ahí
había algo especial”. Sergio Ramírez, “Betty me estaba enloqueciendo”, en revista
Cromos, Bogotá, 22 de enero de 2007, p. 29.
285
Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1982, pp. 26 a 27.
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Yo siempre parto de una imagen.286 ´La siesta del martes´, que considero mi
mejor cuento, surgió de la visión de una mujer y de una niña vestidas de negro
y con un paraguas negro, caminado bajo un sol ardiente en un pueblo desierto.
286
En la misma entrevista, Gabo agrega otras imágenes visuales que dieron origen a
otras obras: En “La hojarasca es un viejo que lleva a su nieto a un entierro”, en “El
Coronel no tiene quién le escriba es la imagen de un hombre esperando una lancha en
el mercado de Barranquilla”; en “Cien años de soledad, un viejo que lleva a un niño a
conocer el hielo exhibido como curiosidad de circo” (p. 26).
287
Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Bogotá, Editorial Norma, 2005, pp. 32 a 33.
Componentes específicos de la narración 181
288
Ídem, pp. 33 a 34.
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Lo mismo sucede con Cien años de soledad, que nace de la imagen del
abuelo que lleva al nieto a conocer el hielo (en la realidad, el abuelo llevó
a Gabo al circo a conocer un dromedario, y luego el hielo, en un campa-
mento bananero), y después le incopora la idea. En su conversación con
Apuleyo Mendoza, le dirá que su propósito (idea) fue
Darle una salida literaria, integral, a todas las experiencias que de algún
modo me hubieran afectado durante la infancia, [...] que como sabes trans-
currió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y
una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres
iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia
(p. 75), [...] La historia de América Latina es también una suma de esfuerzos
desmesurados e inútiles y de dramas condenados de antemano al olvido. La
peste del olvido existe también entre nosotros. (p. 76)
289
Ejercicio: Con base en una imagen como la de García Márquez, escribir un cuento.
290
Bianchi Ross. Ciro, “José Saramago. Soy lo que se llama un animal doméstico”, en:
Magazín Dominical, El Espectador, Bogotá, 18 de enero de 1998, pp. 8 a 9.
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291
José Saramago, La caverna, Bogotá, Alfaguara, 2000, 453 pp.
292
Al preguntarle Plinio Apuleyo Mendoza a Gabriel García Márquez por el propósito
que tuvo cuando escribió Cien años de soledad, que los críticos consideran como “in-
tenciones más compleajas”, Gabo respondió: “Si existen, deben ser inconscientes”.
El olor de la guayaba, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1982, p. 75.
Componentes específicos de la narración 185
293
Lauro Zavala (Comp), Teoría de los cuentistas, México, UNAM, 1993, p. 30.
294
En su novela inacabada, Bouvard y Pécuchet, los editores incluyen al final de la mis-
ma, la planificación de Flaubert para su último capítulo, con observaciones sobre
los personajes, sus ideas y situaciones narrativas concretas. Buenos Aires, Editorial
Losada, 1990, pp. 302 a 306.
186 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
295
El Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, en sus 11 entra-
das para la palabra idea, en algunas de ellas la define como “conocimiento de algo”,
“Imagen o representación que del objeto percibido queda en la mente”, “Conoci-
miento puro, racional”, “Plan y disposicón que se ordena en la fantasía”, “Concep-
to, opinión o juicio”, “Conceptos formados por abstracción”. Madrid, Espasa, 2001,
T. 6, Edición XXII, p. 843.
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296
Es la idea escogida por Andrea Salgado, egresada del Teuc, para su segunda novela
(e-mail del 7 de marzo de 2007).
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297
Ibídem, p. 1.460.
298
Debe ser esta definición la razón por la cual “asunto” y “tema” resultan sinónimos
en traducciones como sucede en Los monederos falsos: en la versión al español de
Julio Gómez de la Serna (Bogotá, Seix Barral, 1984, p. 171) se acepta como “asunto”,
mientras que en la cita que hace el ensayista y narrador E. M. Forster, en Aspectos de
la novela (Madrid, Debate, 1983, p. 105), Guillermo Lorenzo traduce como “tema”.
190 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
los celos siempre serán una idea motriz. Son muchas las obras literarias
cuya idea central son los celos, aunque el tema diste siglos el uno del otro.
En Otelo, la idea que cifra todos sus conflictos, son los celos, pero su tema
son las relaciones de poder público en una época especial de Venecia.
Aquí debo advertir que en teoría o en crítica literarias puede mantenerse
la fusión de las dos palabras, mas no para la explicación de un proceso de
creación literaria, donde los dos pasos son evidentes: si deseo trabajar las
tensiones de los celos, y no las del amor imposible, por ejemplo, debo se-
leccionar un escenario, unos personajes, unas relaciones materializadas en
un tema que siempre pertenecerá a la historia (sea real o fantástica). O al
revés, si deseo trabajar un tema, las relaciones humanas en los balnearios
del Mediterráneo, debo delimitar una idea que rija esas relaciones.
No descarto la posibilidad de que así como pueden surgir al mismo
tiempo tema e idea (en García Márquez la historia surge a partir de una
imagen, es decir, surge siempre a partir del tema, y la idea emerge en la
construcción de las tensiones), también se apareen las dos bajo la misma
denominación. Pienso en una novela como La vorágine, de José Eustasio
Rivera, donde la violencia humana (idea) se integra al asunto o materia
(tema) de la violencia en las fronteras colombianas en la década de los
años 20 del siglo XX pasado.
Pero volveré sobre el tema después de ampliar el concepto de “idea
y premisa”.
Pero, más adelante, las diferencia. Y nos detenemos aquí para decir
que si la premisa no se entiende como refrán, apotegma, receta o frase
esquemática, sino como el proyecto lógico del desarrollo de la idea del
argumento de la obra narrativa, resultaría muy útil, pues se convierte en la
brújula que orientará al escritor en la planificación y desarrollo de la obra.
Ahora, yo puedo tener una idea sin haber concebido todavía la pre-
misa. Deseo escribir un cuento sobre los celos (idea), pero no poseo la
premisa, es decir, el camino delimitado que me lleva de la idea a una
consecuencia. Dice Egri:300 “La premisa es la concepción, el principio de
un drama. La premisa es como una semilla que se transforma en la plan-
ta que estaba contenida en ella”.
Para eso debe entenderse la premisa como un postulado, una fra-
se lógica que asuma una razón o causa y un resultado o consecuencia.
Lajos la propone como un compuesto de tres partes. Una premisa es
este postulado: “La avaricia conduce a la ruina”. Egri la examina así: “La
primera parte de esta premisa indica carácter –un carácter avaro–. La
segunda parte, ´conduce a´, indica conflicto, y la tercera parte, `ruina`,
sugiere el final del drama”.
En la segunda parte, “conflicto”, que siempre en la premisa, como la
concibe Egri, se da como un verbo activo, va implícita una relación activa
contradictoria. En la premisa señalada antes, el “conducir” podría to-
marse en varios sentidos: el avaro no paga impuestos, cobra demasiados
intereses, evade sus responsabilidades económicas, etc. Un avaro puede
morir a causa de sus deudores o de la ruina que conlleva la condena del
Estado por evadir impuestos.
299
Lajos Egri, ibídem, p. 7. Aquí asocia idea con tema.
300
Lajos Egri, ibídem, p. 25.
192 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
Cada obra debe tener una idea y una premisa claras y únicas, agrega
Egri.301 Por eso, al escribir el cuento o la novela, el escritor examina el
propósito que busca (uno solo) y con base en él traza la premisa. Egri,
en su libro, ejemplifica con varias obras de Shakespeare. La premisa en
Romeo y Julieta es “Un gran amor supera aún a la muerte”; en El rey
Lear, “Confianza ciega conduce a la perdición”; en Macbeth, “La ambición
cruel conduce a su propia destrucción”; en Otelo, “Los celos lo destruyen
a él y al objeto de su amor”.
La premisa, sin embargo, no debe caer en el refrán o en la proposi-
ción abstracta. No es una receta. Podría ser, en nuestro caso, anterior o
posterior a la idea, y como ésta podría no estar presente en el derrotero
de la escritura –si pensamos en los escritores intuitivos, poco planificado-
res–, sin que eso signifique que no esté implícita en la obra. Si se postula
como un recurso metodológico o didáctico en el proceso de la creación
narrativa, con seguridad simplificará el proceso y evitará divagaciones,
dispersiones o fragmentaciones inútiles en la composición argumental,
en la planificación de las aperturas y de los finales o en la concepción de
los personajes.
La premisa, que actúa como una especie de silogismo –dado lo uno
ocurre lo otro–, como recurso metodológico aparenta ser una regla lógi-
ca de aplicación literaria, y podría convertirse en una camisa de fuerza
odiosa. Por eso, la premisa puede manejarse como un filtro luego de
tener el tema y la idea, y seguramente se va a sentir menos opresora.
Lo contrario, es decir, comenzar por pensar primero en una premisa
(“Quien ama la pirotecnia puede morir plácidamente en la candela”,
por ejemplo), nos hace partir de un pensamiento para inventar el tema,
el argumento y luego precisar la idea. Creo que depende del escritor:
algunos arrancan siempre de la anécdota, del hecho o cirncunstancia,
les hace falta lo tangencial de una situación narrativa, son los que cuen-
tan su historia antes de escribirla, sin pensar en la idea o la premisa. Los
301
Egri, p. 11.
Componentes específicos de la narración 193
302
“Análisis de un cuento de Onelio Jorge Cardoso”, en: Revista Casa de las Américas,
No. 71, La Habana, marzo-abril de 1972, p. 56.
Componentes específicos de la narración 195
En estos casos, los autores piensan en la idea como ideología, por eso
se preguntan cómo entran las ideas en la obra, de qué manera o en qué for-
ma se acomodan en la obra artística. Aunque se asemeja un poco al sentido
que le queremos dar a la idea en el proceso de la creación narrativa, no es el
mismo, porque para ellos podría darse el caso de alguna obra sin intención
ideológica (en tal caso, sin ideas), y cuanto nosotros proponemos se remite
a un propósito, a una meta, a una intención, a un significado especial, que
hace trascender la acción narrativa del simple plano referencial, que la saca
de la anécdota argumental, como un dínamo que va implícito en todo
texto narrativo, de manera consciente o no. La idea como la intención que
unifica y promueve la acción narrativa, puede conjugar la idea como con-
cepto de algo, implique o no un juicio, pero puede ir más allá y abarcar una
303
Wellek, René, y Warren, Austin, Teoría literaria, 4a. edic., Madrid, Ed. Gredos, 1966,
pp. 147 a 148.
196 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
Y complementa:
Los autores usan como temas cualquier elemento que haya dado signfi-
cado a su experiencia. Un tema puede tomar la forma de una generalización
que puede o no implicar un juicio moral [...] [El tema] da unidad a la obra y
significado a los acontecimientos. [El tema] debe aparecer dentro de los acon-
tecimientos, y es tarea nuestra encontrarlo allí.
304
Stanton, Robert, Introducción a la narrativa, Buenos Aires, Carlos Pérez Ed., 1969, p. 54.
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305
Artunduaga Sánchez, Edgar, Ob. cit., p. 36. El destacado es nuestro.
306
Artunduaga Sánchez, Edgar, Ob. cit., pp. 78 a 79. El destacado es nuestro.
307
Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza. El olor de la guayaba, Bogotá, Editorial La
Oveja Negra, 1982, p. 28.
198 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
Recuerda que son pocas las novelas cuyo asunto central es la en-
fermedad: La montaña mágica (Mann), La muerte de Ivan Illich (Tolstoi), El
pabellón del cáncer (Solzhenitsyn). Y desarrolla la novela desde el lecho
de enfermo del protagonista, pensando siempre en la muerte. La idea
reside en que el cuerpo le da cabida a la enfermedad, no el ánima, y que
la muerte es inevitable. El tema involucra la idea:
Yo quiero que el lector sepa desde el principio que este hombre está muerto
y quiénes son los que acuden a su funeral y qué dice cada uno de ellos de él.
Una vez que eso queda establecido, le doy al lector la vida de este hombre a
través de sus crisis físicas y la catástrofe final.309
308
Gamboa, Santiago, “Antonio Sarabia visita Colombia. Escribir es como buscar aden-
tro”, El Tiempo, Bogotá, 27 de abril de 1994, p. 6C.
309
Entrevista con Philip Roth. ´Sólo pienso en la muerte de tanto en tanto´, en Cultura,
suplemento de Perfil, Buenos Aires, 10 de septiembre de 2006, p. 4.
Componentes específicos de la narración 199
¿Habría sido otro verdugo en Viet Nam? Esa idea lo conduce a es-
cribir la novela en primera persona, en cabeza de un narrador que es un
oficial homosexual de las SS. Es una misma idea con dos vertientes que la
alimentan (la verdad de los verdugos), y un solo tema (el Holocausto).
Betina González ganó el Premio Clarín de Novela 2006 con Arte
menor. Cuando le preguntaron “cómo surgió la idea de la novela”,
respondió:
Fue a partir de un tema: el de la mentira y la memoria, mezcladas. Básica-
mente es una reividicación del poder creativo de la memoria. Yo lo pienso en
relación con la vida: cuando uno quiere controlar los hechos, puede –como el
personaje de Fabio Gemelli– acudir a la mentira, a la fabulación. Entonces, hace
que la ficción entre en la vida. Y la memoria hace lo suyo, pues también fabula.
310
Alejandra Rodríguez, “¿Quién es Jonathan Littell?”, en: Ñ. Revista de Cultura, Clarín,
Buenos Aires, 9 de diciembre de 2006, pp. 20 a 21.
200 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
conservan, es una de las formas de sobrevida; las otras serán las obras que
uno deja. Lo paradójico es que en el recuerdo ajeno cualquiera accede a una
vida múltiple, una vida que en verdad no tuvo. Allí, en lugar de ser uno, se
transforma en un personaje plural. Me interesaba trabajar eso en esta novela
[…]. Si la mentira actúa como una estrategia del personaje, también es una
estrategia de los relatos. Uno no puede decir dónde está la verdad.
Para desarrollar esa idea dispone de una narradora hija que recrea
la vida de su padre, un escultor, a partir de tres versiones de tres de sus
amantes artistas, y sitúa la historia en un barrio de Buenos Aires. La idea,
¿cuál es la verdad verdadera en la vida del hombre, y cuánto está entre
la mentira y la memoria?; el tema, la relación entre una hija y su padre
luego de su muerte.
Pero la postulación de la idea y del tema a posteriori –como se procede
en crítica literaria– resulta diferente a la del proceso de creación. Lo que
para Betina González fue un postulado claro (la idea) y en la escritura de
la novela una sumatoria de tres historias provenientes de las amantes del
padre (tema), para el lector cambia de inmediato, sin que deje de ser lo
mismo. Eduardo Belgrano, jurado, dijo de la novela, uniendo idea y tema:
“La travesía detectivesca [...] de una hija resuelta a descifrar el misterio de
su padre”, y Rosa Montero, jurado: “Un juego de magia fascinante sobre
la identidad y la imaginación, sobre el amor filial y la incertidumbre de la
vida”. El título de la crónica sobre la autora y la novela sería otra manera
de sintetizar la idea: “Ninguna vida tiene una versión definitiva”.311
Es importante resaltar que en los dos ejemplos últimos, el concepto
de idea se amplía, no es un concepto que pueda denominarse con una
palabra (la verdad, por ejemplo), sino que busca una relación o una res-
puesta, que la delimita mejor, que pone al autor sobre una ruta ya mucho
más cerca del tema y del argumento. Son ideas que dinamizan el tema
alejándose de lo estrictamente semántico (los celos son la idea en una obra
sobre los celos, en Otelo; en la obra de Betina González es probable que el
311
Jorgelina Núñez, “Ninguna vida tiene una versión definitiva”, en: Ñ. Revista de
Cultura, Clarín, Buenos Aires, 28 de octubre de 2006, pp. 6 a 9.
Componentes específicos de la narración 201
2.8 El título
El título de una obra narrativa podría ser gratuito y caprichoso si con
ello se cifrara una razón oculta que redundara en beneficio de la obra; de
lo contrario, debe responder siempre a una causa o razón literaria con-
templada implícitamente en la obra. El título de un ensayo, salvo casos
especiales, es siempre denotativo; en narrativa, el título directo, deno-
tativo, es una excepción, porque el título abre la obra como un signo de
anticipación que convoca, pero aún no resuelve nada.
El título parte de la naturaleza de lo narrativo, debe motivar y con-
ducir a la búsqueda de algo que encontrará el lector. En las primeras
etapas de desarrollo de la narrativa, el título fue así, directo, un sustan-
tivo o una frase sustantiva, que sintetizaba el contenido de la novela o
el cuento, que aludía a la idea principal, por ejemplo, Don Quijote de la
Mancha, Crimen y castigo, Madame Bovary, Los de abajo, La Vorágine, Cien
años de soledad, o muchos de los cuentos de Poe, Maupassant, Chéjov o
de Horacio Quiroga.
Luego el título dejó de ser evidente y se adhirió a la metáfora, a una
parodia, a un símbolo, tras del cual se escondía la trama de la novela o
del cuento, y, sólo, leyendo la obra, al final, el título cobraba sentido,
como sucede con títulos como Bola de sebo, Otra vuelta de tuerca, Los pasos
perdidos, La otra raya del tigre.
En el período vanguardista, entre finales y comienzos de los siglos
XIX y XX, hubo títulos crípticos, uno puede recordar en poesía, por ejem-
plo, Altazor, de Vicente Huidobro, o Trilce, de César Vallejo, o en narra-
tiva, De sobremesa, de José Asunción Silva, Ojos de perro azul, La hojarasca,
El arpa y la sombra, etc.
A finales del siglo XX, fueron comunes los títulos tomados de versos
poéticos, de versos de canciones, de refranes o de frases coloquiales, que
202 Isaías Peña Gutiérrez El universo de la creación narrativa
312
Bianchi Ross, Ciro, ídem, p. 9.
Componentes específicos de la narración 203
3. Relación
3.1 La materia narrativa y su nomenclatura
Si tengo a la mano la idea y el tema que deseo desarrollar –si es que he
escogido esa ruta para escribir el cuento o la novela–, debo dar el paso
más difícil: determinar lo que voy a contar. Eso significa tomar varias
decisiones simultáneas y de fondo. Aquí, de nuevo, la terminología de la
teoría literaria no concuerda con la de la creación y jamás ha sido uná-
nime. La razón es simple: con el tiempo corrido entre los griegos –los
primeros en teorizar en Occidente sobre el asunto, con Aristóteles a la
cabeza– y nosotros, no solo han cambiado los conceptos, sino que lo con-
ceptuado, es decir, los objetos mismos han cambiado en el sentido que
han desaparecido, se han transformado o han aparecido otros nuevos.
La tragedia griega que leyó y vió escenificada Aristóteles para definir,
por ejemplo, “nudo” y “desenlace”, difiere en mucho de la novela o del
cuento del siglo XX. Sin embargo, muchas características se heredaron y
el proceso de la creación mantiene perfiles constantes que se agregan a
los nuevos propósitos del creador literario. Esa larga tradición que va del
teatro griego a la prosa narrativa contemporánea, nos da una termino-
logía cambiante que hoy debemos realinderar para que sirva de instru-
mento de entendimiento al hablar del proceso de la creación narrativa.
Por eso, 1º., repasaremos los conceptos antiguos y nuevos (historia, ar-
gumento, trama, fábula, mito, anécdota, asunto, nudo, desenlace) que
han servido, desde los griegos hasta nosotros, para analizar la “materia”
o el “cuerpo” de la novela y del cuento, con el fin de, 2º., aproximarnos a