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Orgullo y gloria al destino que todos los colombianos debemos construir
MANIFIESTO NACIONALISTA
SUPRAPOLÍTICA DE LA COLOMBIANIDAD EN 200 AÑOS
Elaborado por
VANGUARDIA NACIONAL
Centro de Estudios Políticos para la Colombianidad
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Sobre los simbolismos en la portada:
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Í N D I C E
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PRÓLOGO INTRODUCTORIO
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Vanguardia Nacional como una ideología -o cosmovisión-
sociopolítica apoyada con herramientas de análisis científico propias
de las diferentes aristas de las ciencias sociales a la par que de la
filosofía.
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ajenas al sentimiento nacional. Como veremos, la interpretación
elaborada en el presente manifiesto arguye que la debilidad de la
construcción del Estado ha radicado en su misma fundamentación
metapolítica y en ello, la incapacidad material e institucional de
instalar la coerción y la autoridad legítima y organizada del Estado
frente a unos poderes locales-regionales que disputan su autoridad y
que tienen origen en factores geográficos y territoriales. La
presencia desigual del Estado desde el periodo colonial ha
configurado un territorialidad fragmentada de la nación y ha
devenido en diversos conflictos en torno a la propiedad, la rivalidad
política, el narcotráfico, la violencia armada y los antagónicos
proyectos ideológicos de Estado-nación que han transcurrido hasta
el día de hoy, impidiendo la construcción de un país unido, fuerte y
armónico.
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El olvido (ocultamiento deliberado) del auténtico ser-ahí de lo
colombiano es producto de la consumación del proyecto moderno,
que convertido en globalización, diluye la particularidad de nuestras
expresiones espirituales y las hace desaparecer para establecer
retazos ficticios de políticas universalistas. La negación de la
identidad espiritual del pueblo - no olvidemos-, es una herramienta
de las estructuras hegemónicas de dominación para la subordinación
de países que se ignoran y se rechazan a sí mismos. El llamado es al
reencuentro con nuestra propia identidad, considerada como los
multi-ritmos de un gran estrato espiritual, y que se alberga más allá
de la politiquería circunstancial. Siendo ella eminentemente política,
la colombianidad se superpone a los discursos faccionalistas en boga
y a la malicia de los chabacanos en el poder: es identidad profunda y
ardientemente nostálgica. La identidad, la tan anhelada y conflictiva
identidad de una nación, nacida de artificios geopolíticos y cuya
identidad pluricultural ha sido negada y mal interpretada por todas
las ideologías políticas posibles, deberá tomar un remozamiento y
una nueva lectura, descubriendo a través del existencialismo
profundo, la fenomenología y la hermenéutica, la historia y la
metapolítica, la esencia de la colombianidad. Reconstruyéndola,
integrándola y purificándola en un nuevo ethos nacional unificador,
henchido de valores trascendentales y superiores.
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alcances de su autoridad unificadora y disciplinante; o por el
contrario, la debilidad anómica que disuelve las potencias en el tirón
centrífugo de los intereses de casta. El individuo, los partidos, las
clases o incluso la religión misma, tomados como sujetos centrales
de la configuración del Estado, han fomentado una nación esclerosa,
convulsa y proclive a la dominación extranjera, además a la
disolución de los más elementales tejidos sociales e identitarios.
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Este sumario de lecturas de orden metapolítico obedece a la
voluntad de criticar las ideas modernas -fundamentalmente liberales-
que sostuvieron la construcción del Estado y la república
colombiana. Abocados claro está, a evolucionar desde el liberalismo
imperante -ahora neoliberalismo-, hacia una cuarta teoría política del
Estado que es en realidad la primera de una posible fase
metamoderna de la cultura colombiana. Entendemos el Estado como
la máxima expresión de lo político de una comunidad y síntesis de
las valoraciones, funciones y representaciones del pueblo. Sin
embargo, a la modernidad del Estado contemporáneo oponemos un
Estado de cariz tradicionalista que, recuperando diversas propuestas
modernas como las de Hobbes, Bodino, Clausewitz y Schmitt, se
proyecte hacia un Estado futurista, orgánico y autoritario,
privilegiando el conocimiento, la sabiduría, el honor y la disciplina
como auténticos fundamentos de un nuevo orden nacional.
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200 AÑOS Y EL LEGADO DE LA INDEPENDENCIA
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independencia y al surgimiento de Colombia como nación
independiente del imperio Español no enmascaró en realidad una
patología deletérea que agotó las pretensiones independentistas en el
inicio mismo de la república? Más importante ¿será que la
independencia es un concepto estático e inmóvil? ¿O quizá por el
contrario, es un concepto actualizable? ¿Qué fue de aquella
legendaria independencia que anualmente recordamos en coloridas
efemérides y parafernalias patrióticas?
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II
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mercantil ultramarino a través de su ingenioso poder estatal.
Mientras Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón
transformaron sus economías endeblemente rurales a grandes
potencias industriales gracias a la movilización de las fuerzas del
Estado, Colombia subordinada ideológicamente abandonó su destino
económico a la rapacidad de elites comarcales y a unas patéticas
estructuras fiscales.
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El siglo XIX, siglo de guerras interminables, fue el gran símbolo del
fracaso de las ideas liberales dieciochescas y la inorganicidad de un
territorio fragmentado desde el origen mismo de los tiempos del
hombre americano. Sin unidad institucional, sin aparato económico
industrial soberano, arrebatada Panamá de nuestra inexistente
soberanía, sin unidad ideológica y perdida la oportunidad de
construir una patria grande de proporciones continentales, la
construcción del Estado colombiano en el siglo XIX fue un sueño
fracasado y la nación se sumió en las tinieblas de un casi imposible
ascenso.
III
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Humilde y en vastedad de recursos, Colombia se articuló por fin a
las redes del mercado internacional, sin advertir -por ignorancia o
por impotencia- que atizaba su subordinación y dependencia a las
potencias industriales del norte. Las elites políticas, burocráticas,
lacayas obedientes de la doctrina del destino manifiesto y la política
del gran garrote, se arrodillaron al control de los recursos
colombianos por parte de las corporaciones internacionales. El auge
de los recursos frutales, los textiles, el café y el petróleo no
significaron el avance hacia la maduración económica colombiana
por tanto que dicho crecimiento dependía de la voluntad de
inversión extranjera y la opresión de los tentáculos económicos de
Washington y Londres. La doctrina de la estrella polar de Fidel
Suárez y el lacayismo anglosajón de Olaya Herrera dan cuenta
fidedigna del peonato geopolítico colombiano. El tan lamentable
como maldito suceso de la masacre de las bananeras en la
administración Abadía Méndez dio cuenta de la connivencia y la
subordinación de las traidoras elites políticas nacionales rojiazules y
las pérfidas garras estadounidenses. Sometidas a sus designios
supremacistas, las racistas clases burguesas colombianas
traicionaron a la nación y asesinaron a los humildes hijos de la patria
que reclamaban con desespero la oportunidad del pan justo y de la
nación propia. Siglo XX, Colombia no es de los colombianos; siglo
XX, Colombia es dependiente; su nuevo regente ultramarino,
Estados Unidos de Norte América.
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IV
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colonialismo moderno: la división internacional del trabajo. La
frugalidad económica así condicionada se extinguió cuando el
mundo capitalista al igual que el “socialismo real” veían colapsar
sus antiguas estructuras de dominación económica. El nuevo orden
mundial como dominación capitalista y neoliberal norteamericana
sobre gran parte del globo, presionó a través de los arcanos
geopolíticos el cese del apoyo norteamericano a la economía
colombiana. El incipiente auge de la industria nacional y el Estado
de bienestar se ve destrozado por la presión del dogma neoliberal
que planeaba el control político mundial a manos Estadounidenses a
través de sus corporaciones transnacionales. La nefasta figura de
Gaviria representó el más alto signo de felonía lacayuna y de
traición a la patria. Este efialtes moderno hizo colapsar la economía
patria y abrió los humildes campos colombianos a los tentáculos
extranjeros en aras del progreso de la economía mundial. Desde
aquel momento los beneficios han sido ambiguos y la recuperación
del campo e industria colombiana padecen la palidez de la futilidad
mortuoria. La articulación moderna al mercado internacional en el
siglo XX sólo fue la configuración de una geopolítica de la
subordinación que sofocó a Colombia como satélite de tercer orden
en la órbita del sistema de la división internacional del trabajo. La
nueva estructura global del servilismo neocolonial.
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brutalmente con el conflicto armado interno más longevo del
continente y con unos cifras vergonzantes de miseria social,
genocidio, desplazamiento y pobreza. Aunado a la dominación
geopolítica casi visible a través de los programas de desarrollo y la
determinación de las políticas de seguridad, tendremos que adicionar
una dominación subterfugia, invisible para los sentidos idiotizados
por la mass-media y la demagogia: el control geopolítico a través del
mercado de la cocaína y el narcotráfico. Existen al menos dos
posturas que no son visibilizadas seriamente en torno a la cuestión
del narcotráfico en Colombia.
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Este último punto, la segunda lectura abandonada y nada abordada
con sinceridad, refiere a la deconstrucción moral y la debacle de la
humanidad. La “cultura” estadounidense que se ha esparcido por
todo el mundo se basa en un estilo de vida hedonista y materialista,
carente de valores trascendentes y enemiga de las costumbres, la
familia y la persona entendida de manera integral. Uno de los
grandes utillajes empleados para esta deconstrucción moral es la
parafernalia dionisíaca de las Drogas como maquinaria militar de
sometimiento y estupefacción perpetua. El empleo cada más
expansivo de drogas en la cultura ¿no es la muestra de una
humanidad desfigurada en los laberintos sofocantes del mismo
sistema? Aquí los sectores que se han jactado de autodenominarse
críticos han sostenido con afanosa verborrea la necesidad
insoslayable del alucinógeno como medio revolucionario. Pero ¿qué
revolución? ¿Aquella que beneficia a los grandes carteles de drogas
detrás de los cuales maman un amplio número de gobiernos?
Control social, destrucción moral, dominación política,
degeneración de la humanidad. Detrás de una nariz burguesa y su
discurso psicodélico de emancipación cultural hay una familia pobre
colombiana masacrada por las redes del narcotráfico. La
degeneración cultural Estadounidense ha asegurado a Colombia
como campo de abastecimiento para su hedonismo narcotizante. Los
colombianos hemos pagado el máximo precio en el oscuro proceso
de la decadencia de occidente. El futuro para el hombre no es menos
fatal.
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VI
¿Que nos dicen los primeros lustros del siglo XXI y sus respectivas
administraciones? Tiranía secuenciada de gobiernos liberales que
han subastado la patria y sus riquezas a la rapiña descarada de los
plutócratas nacionales e internacionales. Nuestra soberanía territorial
es burlada, escupida por la presencia de un golen armado investido
con franjas y estrellas. El honor militar de nuestro ejército es
destruido de muerte por la execrable cobardía de los falsos positivos;
oscura maquinaria de coerción militar que aparejada a la capitanía
de los burócratas capitalinos, sacrifica la sangre de nuestra joven
raza para el negociado de los oscuros juegos del poder. La
corrupción, la venta de activos nacionales y el ascenso de la
criminalidad al poder, tiene su clímax en el gobierno de Álvaro
Uribe Vélez. En torno a su figura se ha construido todo el escenario
político colombiano en el siglo XXI. Los nombres que le han
sucedido en el poder solo han tenido su razón de ser en la voluntad
omnímoda que aún detenta sobre los colombianos el brazo Uribista.
Juan Manuel Santos, pacificador sin honor, que sin pena ni gloria
determinó el nuevo interregno de la guerra, no ha hecho sino
mancillar toda idea noble de justicia. Su idea de paz, una solución
vaga y ambigua con tintes de pacifismo burgués y que aseguraba la
impunidad de los criminales y su acceso al poder político. A la
tiranía oligárquica se le ha sumado el bandidismo comunista. Tal
falta de honor y sentido de justicia legitimó el retorno del uribismo
al poder; sus fichas y títeres al día de hoy no dejan de causarnos risa.
La continuación de los modelos de expoliación nacional y el
terrorismo de Estado operan ya sin atisbo de vergüenza; la
ignominia vuelta poder. La furia del pueblo no se hace esperar, pero
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el pueblo es tan ciego e impotente como los efialtes sentados en las
mesas de poder nacional. El primer paso hacia la insubordinación
deberá confrontar al pueblo con una incómoda verdad: que nuestro
país es un organismo de fauna menor en un sistema global erigido
sobre la sumisión de los pueblos débiles, y que en esta permanente
dependencia la libertad, la autonomía y la soberanía de los pueblos,
no pasa por ser más que un fútil simulacro.
VII
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algunas costas del mar caribe y el océano pacífico. Como contracara
a este poblamiento se crearon zonas de frontera “sin Dios ni ley”,
lentamente habitados por los marginados y excluidos del sistema de
las encomiendas primero, y las haciendas después. Sobre la rica pero
fracturada geografía del país se construyó una institucionalidad
disímil expresada en regiones y localidades semi autárquicas
separadas unas de otras y francamente negligentes frente al imperio
hispánico de los Habsburgo, para aquel tiempo, una dinastía
impotente y en patética agonía. El análisis concienzudo de tal
problemática territorial y administrativa por parte de la dinastía de
los Borbones impuso un reformismo modernizador según la idea
absolutista del Estado, que sin embargo, fracasó en sus intentos
dadas las múltiples reacciones del honor campesino en contra de la
centralización administrativa. La independencia por su parte puso de
manifiesto, al romper con la suprapoliticidad del orden monárquico
y su soberanía de derecho divino, la fragmentación territorial,
política y cultural de cada localidad y región del país.
VIII
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colonia conformaron el poder de facto en un país de regiones y
provincias recelosas. Que fueron las fatídicas guerras del siglo XIX
sino la confrontación entre elites regionales rapaces, anárquicas y
chauvinistas enfrentadas por la supremacía y la dominación
nacional. Las clases populares en medio de las redes clientelares y
los discursos partidocráticos y eclesiales fueron los peones
movilizados en una lucha esencialmente compuesta por rivalidades
entre generaciones, castas, familias y compañías gamonales y
pequeño burguesas, desconocedoras como reacias a una auténtica
autoridad estatal. Al igual que fuerzas centrífugas, atizaron la
disolución del proyecto de nación. Fue debido a ello que la solución
federalista tuvo una gran acogida en ambos partidos, no obstante, el
radicalismo de sus ambiciones y una realidad territorial gravemente
fragmentada, hizo inviable la autoridad soberana de los risibles
Estados-región.
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llegado a expresar Aquilino Villegas: “No es de admirar que los
pueblos colombianos no se conocieran sino en las guerras civiles, en
que los ejércitos de una región iban a batallar en provincias lejanas.
Esta es la única ventaja verdaderamente inesperada que nos trajeron
las guerras civiles”.
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pensamiento nacional que movilice todas las fuerzas humanas y
productivas en aras de nuestro auténtico y patrio beneficio?
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económica y la política social; siendo suplidas sus funciones de
autoridad por las lacras execrables de la violencia narco-marxista, el
paramilitarismo, y los demás bloques del hampa armada que ha
empapado los prístinos campos del progreso nacional con la sangre
de los más humildes e inocentes compatriotas. Aún hoy pueblos de
todas las puntas del país resultan incomprensibles a los ojos de sus
propios hermanos; vastos kilómetros de territorio nacional de la
llamada Colombia profunda se encuentran marginados en un
ignominioso anonimato y en el olvido negligente del Estado, del
resto de la nación.
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Por otro lado, la dificultad de dominar de manera soberana todo el
territorio nacional, la ausencia de un ethos nacional evidente y
unificante, la corrupción institucional, la falta de una conciencia
nacional, la apatía y la mafia como política, la amplia marginalidad
de vastos territorios, pueblos y culturas, y la más vergonzosa de las
subordinaciones con respecto a las potencias geopolíticas, nos insta
preguntar ¿los colombianos hemos ejercido verdaderamente nuestro
derecho a la autodeterminación? más importante ¿hemos tenido
dicha capacidad? ¿Hemos merecido tal honor? múltiples preguntas
bicentenarias que se pueden reducir a la más categórica como
tenebrosa de todas ¿hemos sido, somos y seremos, nosotros hombres
colombianos, auténticamente libres?
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SUPRAPOLÍTICA DE LA COLOMBIANIDAD
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causalista atada a la historicidad de su época y espacio,
abandonando totalmente las lecturas concernientes a la evolución de
los conceptos políticos y la cronología orgánica de la civilización: el
gran desarrollo espiritual-cultural de occidente; que como espiral
metafísica enmarca de manera ambigua la historia de Colombia. No
nos sorprende por lo tanto la confusión, la ignorancia y el
desasosiego que inunda al colombiano cuando quiere comprender su
realidad histórica y social. Preguntamos entonces ¿Cuáles han sido
las ideas y concepciones políticas que han vertebrado la
construcción del Estado-nación colombiano? ¿Cómo ha sido lo
“político” y la “política” en la acción social de los colombianos?
¿Qué ideas políticas se han enfrentado en el territorio nacional?
¿Qué fuerzas espirituales han hecho convulsionar las calles, los
campos, los palacios y los frágiles cuerpos colombianos? y ¿cuál es
el estado actual de dichas ideas, de lo político en la nación?
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tercer orden de preguntas poco abordadas y cuyas respuestas tal vez
sean las más reveladoras. Así ¿La dificultad para caracterizar la
colombianidad se debe a la fragilidad de su existencia o la debilidad
-tal vez malicia- de los instrumentos intelectuales para interpretarla?
¿Ha existido una cierta resistencia de orden político que ha
imposibilitado la creencia en la identidad nacional y por ende a la
unificación nacional? ¿Qué interpretaciones políticas han
parcializado la comprensión de lo que significa ser colombiano?
II
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El primero y tal vez el más insidioso de ellos así como el que más se
ha prolongado en los dos siglos de vida nacional ha sido el Liberal.
El proyecto modernista de nación en su puro inicio no fue más que
la transfiguración cultural de un discurso impostado de una
ideología foránea y cuya intención más explícita fue la
anglicanización y el afrancesamiento de nuestro ethos
hispanoamericano, el reemplazo de nuestra identidad germinal.
Francia, Inglaterra y Estados Unidos como cunas del liberalismo, se
convirtieron en los modelos de sociedad ideal y la maqueta genética
con la cual planeaban nuestros fatales próceres liberales terraformar
nuestro espíritu hispanoamericano ya consolidado. ¿Acaso no fueron
las traidoras testas liberales las que impusieron modelos ingleses en
economía y franceses en política? ¿Acaso no fue el despecho liberal
el que pretendió cambiar el espíritu religioso de la nación con los
designios de laicismo radical y cuyo origen siempre ha sido la
masonería? ¿No fueron los mismísimos próceres liberales lo que, en
su desesperación, pretendieron anexar los territorios “recién
liberados” a algún otro imperio, dígase el Francés o Inglés, llámese
república Estadounidense? ¿Podemos olvidar que fueron las
“portentosas” sienes liberales las que, en su afán por liberarse de la
herencia hispana, quisieron cambiar el español como lengua madre
por el francés o el inglés? liberales afrancesados los llamaron en su
momento. Los ejemplos no tienen fin ¿Liberales no fueron los que
en sus ínfulas positivistas anhelaron reemplazar la composición
racial colombiana por ejemplares europeos o asiáticos?
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afán republicano de reemplazo identitario no es el que hoy día ha
abierto a Colombia a las más nefastas influencias del
cosmopolitismo mundialista, enrareciendo aún más nuestros relictos
culturales autóctonos con el globalismo norteamericanizante? La
república universal kantiana se ha realizado; habitamos un mundo
westfaliano desde entonces idéntico en su totalidad y Colombia solo
ha sido una pasiva reproducción de un proyecto que le ha infundido
la negación y el rechazo a su identidad profunda ¿ha sido el proyecto
nacional una reafirmación de la identidad o un olvido progresivo de
la misma en tanto que dicho proyecto solo fue la inmersión a un
mundo globalizado, homogeneizado, norteamericanizado?
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por la evolución de la humanidad y de la cual el hombre liberal
pretendió ser la epitome de la historia humana.
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IV
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gracia el sincretismo. Sus herederos han conformado las potencias
refulgentes de nuestra más grande aspiración a la libertad. Tres
raíces, cada una solo una categoría que abarca amplísimas
manifestaciones identitarias en su propio seno. Negar nuestras
auténticas raíces cercenando lo hispano, lo americano o lo africano
de nuestra herencia cultural, es negar nuestra originalidad genética y
por ende el derecho a forjar un destino único en la historia de las
culturas.
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con sus tradiciones espirituales. Las luchas indígenas para los
comunistas solo fueron en un primer momento utilizadas
instrumentalmente, pues la guerra a todo lo sacro siempre ha sido
uno de los principales leitmotivs del tufo marxista. Su nefasta visión
evolucionista-materialista de la historia unida a un industrialismo
galopante -maximalismo- y a una ideología internacionalista, batía y
ha batido naturalmente la hoz roja contra toda idea de unidad
nacional y de identidad profunda y religiosa de los pueblos. Así el
marxismo es solo otra arista de la modernidad y de la filosofía de la
ilustración que confunde al ser del hombre con alguna de sus
producciones materiales; en este caso: la clase. El comunismo
siempre ha sido enemigo de las naciones, su único horizonte
identitario, la internacional roja.
VI
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eclipsado por el típico modernismo de la civilización técnica que
media el rendimiento del músculo colombiano bajo el rasero de la
productividad internacional. En la selva del capitalismo
internacional el colombiano pertenecía a una fauna menor, según las
primeras y equivocadas tesis racialistas de los jóvenes leopardos. El
mestizo, el indígena y el negro fueron echados a menos, su destino
obligado, la europeización racial y cultural. El giro copernicano de
sus lecturas y el abandono de las tesis racialistas en tanto que el
grupo maduraba, no les quito sin embargo, la preferencia a la vena
europea y la religión católica cuyos designios les merecía el máximo
liderazgo sobre las demás regiones de la racialidad colombiana.
VII
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cada paso que la nación se sumerge en el proyecto de la ecúmene
global. La globalización como norteamericanización, como nueva
colonización, infiltra cuerpos extraños con propósitos cancerígenos
declarados: la destrucción de la familia, los sexos, las tradiciones
folclóricas, el espacio vital, su juventud, sus colores musicales, la
religiosidad colombiana; atizando el enrarecimiento de la nación en
su absoluta absorción por las entrañas del leviatán mundializador.
Donde hay campo todavía hay nación, tradición, personalidad, ser;
donde hay ciudad solo existe...el “mundo”.
VIII
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¡Que el indígena, que el negro, que el mulato, el blanco y el mestizo!
ella es nuestra originalidad, nuestro devenir, nuestra autenticidad por
la cual nos prolongamos en el tiempo, las herencias y los
continentes; pero que al tiempo, conforma nuestro propio comienzo,
la fisonomía de una “raza” criolla, hispanoamericana: crisol y
formación de un nuevo mundo. Los caracteres y las variedades de
esta “raza” no pueden ser negados por la esclerosis convulsa de las
potencias en conflicto. ¡África, América, Europa! ¡Todos afirmados
y nada negado para nuestra alma! Todos nuestros ancestros,
provenientes de otros continentes, huyendo de alguna forma, para
encontrarse brutalmente en el espacio inmenso de un continente
agreste y salvaje, pero hospitalario para quienes ya anhelaban la
construcción de su propio hogar, un nuevo amanecer.
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acompaña con nostalgia a todo compatriota doliente en algún rincón
del mundo. Entendida así, sentida así, la colombianidad es
sentimiento profundo de una identidad arraigada, nostálgica,
patriota; pero al tiempo, desinstalada, libre para comenzar de nuevo
en cualquier lugar del mundo.
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la concepción del Estado, cualquiera que de ella se tenga, no importa
su morfología estructural -que sin duda varía de pueblo a pueblo, de
época en época-, sino la función política máxima, es decir, la
regencia sobre toda la comunidad y por la cual se configura una
arquitectura distinguida del Estado. Lo político es además función,
representación y símbolo a través del cual se manifiesta una idea
más allá de la política -una metapolítica- referida a las concepciones
que se tiene del mundo, la historia y el hombre, y que definen al
tiempo la teoría y la práctica de la libertad y la autoridad política: los
grados de poder ejercidos entre los hombres y dentro de cada uno de
ellos. Preguntemos, de nuevo ¿Cuáles han sido las ideas políticas
que han regido la vida social de la nación? ¿Cuáles sus
representaciones del hombre? ¿Qué idea y práctica de la libertad han
expresado, permitido? ¿En qué relación se ha encontrado lo político
y la política en Colombia con un ideal de hombre y sociedad, y con
su expresión lógica en los distintos conflictos históricos de la
nación?
II
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para imponer un juicio, un orden, una ley, y un gobierno absoluto
sobre todos; el equilibrio necesario que garantizaba en aquel tiempo
el sometimiento de todo el organismo social al designio unánime y
superior del monarca. En torno al cetro monárquico -fuerza
centrípeta y vertical- se agrupaban todos los fueros societales, todos
los derechos y poderes desde las propias bases orgánicas instaladas
en los confines del planeta. En el mundo tradicional, toda la
podredumbre de los mundos inferiores que vive en los hombres
míseros y corruptos estaba mortalmente repelida por la soberanía
divina que sólo legitimaba al monarca el sagrado derecho a
gobernar, y por ende al orden estamental como un todo rígido.
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e insuflaron sus afanes de ascenso proclamando, al igual que en
Francia, la cabeza del rey: las colonias debían ser independientes.
III
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disolución centrífuga, proveniente del entendimiento pobre y
superfluo de las testas liberales desconocedoras de cualquier idea
orgánica-total de la sociedad ordenada en Estado. La llamada patria
boba fue la expresión de esta liberación anarquizada de impulsos y
tendencias inherentemente incompletas en su fisonomía sociológica,
pero que representaban las aspiraciones diversas de cada oligarquía,
elite o clase provincial en legitimar su propia soberanía. La
eliminación del antiguo régimen obedeció a la aspiración liberal pre
capitalista de destruir cualquier obstáculo de ascensión para las
capas burguesas-gamonalicias, y secundariamente, para las capas
campesinas y trabajadoras. Sin embargo el liberalismo tiene un
sujeto revolucionario definido: el individuo. No obstante, tal
individuo solo puede ser aquel de tipo burgués, ilustrado,
racionalista, propietario y liberal; por fuera de semejante
clasificación hombres, mujeres y niños, pobres, indígenas y
miserables de toda raza, sentenciaron su destino a pertenecer a las
lontananzas marginadas de los privilegios de la nueva
democracia.
IV
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nación en más de un siglo: Simón Bolívar y Francisco de Paula
Santander. El primero, el gran libertador, salvaría los pecados
inherentes a su insurrección liberal y su militancia en los proyectos
anglo-masónicos al proyectar una gran patria continental bajo la
égida de un imperio análogo al napoleónico con una estructura
estatal orgánica que superaría victoriosa la anarquía republicana,
liderada por una gloriosa casta de héroes militares y sobre la base de
una democracia cesárea y corporativa popular. Saltar el mediocre
estadio republicano liberal e implantar para los americanos la idea
de un propio imperio, he aquí la redención del libertador. Se
opondría a él la vena pura del liberalismo revolucionario, expresión
del más fanático iluminismo de la época: Santander y su rapaz élite
de leguleyos. Su visión pequeño burguesa de patria y su devoción
moralista a la ley impuso la caída de la gran Colombia -que para el
momento solo estaba unida por el puro interés militar-, legitimando
jurídicamente la ambición de las castas sectarias y el individualismo
jurídico en contra del imperium suramericano.
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una ética sin valores trascendentales sostenida por una sociología de
maleantes y charlatanes, aunado a un racismo europeísta y pequeño
burgués, conforman el corpus de las ideas políticas del liberalismo
que pronto, después de su conquista del Estado, saqueó el mismo
para sus fines de lucro y abjuró de la patria para someterla a la
subordinación de las potencias internacionales.
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privaron al conservador de aliarse con el liberal en los terrenos
económicos que promovieron el librecambismo -nueva forma de
colonialismo-, contra el artesanado como clase trabajadora que
aspiraba a la defensa de lo nacional. Ambos partidos, dominados por
una serie de castas y elites regionales que imponían un discurso
ficticio en aras del sacrificio popular para levantar las tiránicas
ambiciones de politicastros y caudillos como “intereses nacionales”,
utilizaron la mascarada demagógica para alentar las inacabables
guerras del siglo XIX. La limitación de miras de ambos partidos
motivó el cercenamiento de la nación en tanto que buscaban la
conservación de su poder, creando así ficticios estados regionales
donde primara con libertad sus propios intereses gamonales.
VI
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del Estado y deben por lo mismo estar sometidos a la suprema
dirección del mismo. El Estado, según nuestro modo de entender la
política, para ser síntesis ética y supremacía de la ley, no debe estar
sometido al monopolio de alguna clase o clases en particular y por
ende de algún partido. Acá el sentido de la clase universal hegeliana
debe ser recuperado, sin embargo, superando el fenómeno
burocrático y reivindicando el sentido de la aristocracia de espíritu,
una clase con la suprema responsabilidad de liderar y velar con
justicia por encima de la política.
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VII
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El segundo momento de esta nefasta oposición comprende el debate
sobre la institución religiosa y su valor en la educación colombiana.
Los “ignorantistas” conservadores fueron vilipendiados por los
progresistas liberales partidarios de la educación laica-racionalista y
si era posible por la expulsión del espíritu católico del seno de la
nación y los corazones patrios. El conflicto de una dialéctica
histórica, la tensión ensordecedora entre tradición y modernidad, no
tuvo mejor escenario que la carne y los huesos de los colombianos,
pues los hombres son las primeras víctimas de sus propias ideas, el
sustentáculo mortal de mensajes centenarios. La visión del hombre
de progreso, civilizado, urbano y libre pensador, contra la piadosa
familia henchida de virtudes trascendentales y ligada a los símbolos
de lo sagrado. Al día de hoy, la síntesis no nos es permitida, el único
consenso que conocemos es la mediación de la espada y el fuego
que ciega la existencia. Posturas conciliadoras existieron en las
figuras de renombre de ambos partidos, sin embargo, fueron
excepciones calladas por la intransigencia misma de conflicto
histórico. La modernidad bate y revuelve a hermanos de patria bajo
los designios de una imagen del mundo ajena a nuestra tierra.
¡Sentimientos e imágenes del mundo confrontados! Este es el
verdadero origen del conflicto, la decadencia de la cultura
occidental.
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esperada de la prosperidad y la riqueza nacional. No obstante, los
vericuetos de la guerra mundial sentaron a ambos jugadores en los
polos opuestos de la confrontación, y quiéranlo o no los afamados
marxistas, ambos salieron igualmente destruidos por el capitalismo y
la imagen liberal del mundo. La opresión partidocrática absorbió las
fuerzas creativas de las esperanzas revolucionarias. Así Gaitán y el
socialismo de todo rubro, tuvo que instalarse en el odioso partido
liberal solo para poder sostener su bandera de lucha. Así Gilberto
Alzate Avendaño y los jóvenes Leopardos fueron traicionados por el
partido conservador, tan temeroso de perder sus privilegios de casta
y afanoso de defender los principios de 1789. ¡Conservadores! solo
son liberales, noctámbulos por sus vicios, mediocres en sus métodos,
cómplices en la rapiña.
VIII
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poder del pueblo que debe ser siempre fundado en el primado de la
potencia y la unidad nacional.
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cierta estrechez de su inteligencia política, cernida a los designios de
la iglesia, el partido y el eurocentrismo citadino del burgués. Tal vez
fue Gilberto Alzate quien emprendió una egregia cruzada intelectual
por pensar el país y elaborar una propuesta nacionalista
auténticamente colombiana como un proyecto de potencia único y
exclusivo salido de las entrañas mismas de la colombianidad. Alzate
marcaría diferencia con sus padrinos leopardos en tanto que
brillantemente defendía la lucha honorable de la justicia social para
los pobres y rezagados, aunado al retorno de los principios de
jerarquía, orden y grandeza.
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Desde el caos de la violencia desatada por todo el país después de
los lamentables hechos del 9 de abril de 1948 surgió de manera
sorpresiva pero no menos orgánica una propuesta nacionalista que
encauzaba los históricos intentos de una nación unida
definitivamente. El general Gustavo Rojas Pinilla, que por la
contingencia del panorama bélico de la patria fue llamado a
capitanear el Estado por las elites nacionales, pretendió superar las
garras que le manipulaban y con plena conciencia patriótica
proyectó una gran síntesis nacionalista con lo mejor del espíritu de
Gaitán, Alzate, Bolívar y Cristo. En el marco de una guerra fría que
ya se empezaba a gestar, la tensión entre izquierda y derecha ya no
era entre los partidos tradicionales, sino entre las oligarquías unidas
y el terrorismo comunista. Los altos ideales de justicia social,
unidad, orden y potencia de nación por fin tendrían la oportunidad
de configurar un nuevo orden nacionalista para Colombia. Pero de
nuevo, la corrupta traición de las elites destruyeron la tensión
nacionalista y derribaron al general de su mando cuando este
amenazó con el despertar de la conciencia nacional. Años más tarde
el viejo general lideraba la unión más diversa pero sin embargo
nacional y popular contra el cipayismo de la oligarquía local. El
final de ya todos conocido sepultaría el último intento nacionalista
de conquistar la grandeza y la paz colombiana.
IX
¿Que nos preparó el final del siglo XX y que nos depara el siglo
XXI? El neoliberalismo, la forma más predatoria del liberalismo y
de su imperialismo tecnocrático y estadounidense, se impuso de la
forma más descarada sobre la periférica Colombia: nuestras
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relaciones dependientes con la potencia del norte nos sentaron el
más patético servilismo. En materia económica, cultural, religiosa y
educativa, el país cayó en las guerras del internacionalismo
mundialista y el proyecto unipolar de globalización. Desde arriba las
potencias del mundo han apretado a través de las elites traidoras las
cadenas de la subordinación. Y desde el interior, el comunismo y el
narcotráfico destrozaron los últimos relictos de dignidad humana. La
discusión entre izquierda y derecha después del frente nacional y
obedeciendo al triunfo internacional del liberalismo, se sumió en la
obsolescencia, pues los designios del mercado hicieron innecesario
cualquier esquema programático o cualquier cosmovisión política: la
política como simple competencia de negocios. De allí que la
corrupción se haya naturalizado como forma de gobierno, de allí que
la democracia haya caído en el último escalón evolutivo del
pensamiento político degenerando en oclocracia, demagogia y
politiquería.
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armas que el desorden y la anarquía. El fascismo es una quimera ya
olvidaba incluso por sus mismos comulgantes. L os tentáculos del
orden mundial ya se han adherido con fuerza a las riquezas de
nuestra patria y han planteado su bandera colonial. El pueblo por su
parte, impotente y estupefacto, no comprende siquiera la historicidad
de los males que le aquejan ni el origen de las garras que le sofocan.
Carece de conciencia nacional, de orgullo nacional, de voluntad de
nación y libertad.
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Debemos aceptar con tono arrogante sin embargo, que la época de la
república nos lega principios de orden invaluable. Sobre sus frutos
más bienhechores deberemos trabajar duramente. Por otro lado, no
dejaremos que los detritos de este cadáver contaminen el amanecer
de nuestro nuevo pacto. El liberalismo, su idea de individuo y
libertad no podrán tener lugar en el nuevo Estado. La grandiosidad
del fenómeno humano no debe ser reducido a las nociones de
individuo, ni por el sustentar un pacto hacia el suicidio del hombre y
su pueblo por las veleidades del individualismo en política,
economía, educación o moral. El hombre no es el individuo, el
Estado no es el individuo, su libertad negativa destructora de todo
orden comunitario deberá ser reemplazada por la libertad positiva
del hombre vigorizado en la disciplina del espíritu para combatir con
y por su comunidad de hermanos y compatriotas. Ni el comunismo
ni el fascismo podrán iluminar nuestro sendero hacia el nuevo
amanecer nacional. El marxismo, destructor más que obrero, ha
ultrajado la carne de los colombianos con brutal violencia, por lo
cual, toda argumentación en su contra está ya descaradamente de
sobra. Su antropología clasista y su materialismo nihilista conducen
a la tiranía de las facciones más innobles y volátiles sobre el
conjunto de la nación. No hallamos en la clase, en el materialismo o
el igualitarismo marxista las bases concretas de un Estado orgánico
ni del hombre nuevo, dueño de sí y para sí. El hombre no es la clase,
la patria no es la clase. El Estado orgánico y comunitario supera e
integra en armonía toda facción al plano de la acción conjunta para
la conquista de la autonomía nacional. En el fascismo por otro lado,
no hayamos espacio suficiente para hacer surgir la multiplicidad de
nuestro espíritu fecundo, altanero, multicolor y libertario. El
totalitarismo sofoca nuestra idea de libertad pues el Estado no es el
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hombre, sus posibilidades espirituales se consagran más allá de la
impostación de las maquinarias burocráticas.
XI
59
nacionalismo, la unión nacional de las voluntades patrióticas más
allá de las divisiones fratricidas, el más necesario de los remedios
para salvar nuestro destino como colectividad?
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EXHORTAMOS AL HEROÍSMO BICENTENARIO
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principios fundamentales no deberán ser negados o negociados por
ningún ciudadano, grupo o facción. Este pacto invoca a la patria
como valor inalienable; la soberanía militar, económica, territorial y
cultural de la nación por encima de toda fuerza extranjera; la
integridad ecológica del territorio y el trabajo comunitario como
fuerza para la unidad; la defensa de los valores éticos de la patria y
la lucha por condiciones de vida digna para todo ciudadano.
ESFUERZO COLECTIVO POR LA GRANDEZA DE LA
NACIÓN.
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de la criminalidad y la idea misma del crimen en el seno de la patria,
promoviendo implacable las máximas penas para los corruptos,
violadores, asesinos y terroristas. Solo se podrá pertenecer a la
nación y al goce total de sus derechos ciudadanos quienes trabajen
devotamente por el bien de la comunidad nacional. ¡Afuera los
parásitos! la nación es una comunidad de honor.
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¡MUERTE FINAL AL NEOLIBERALISMO Y A TODA
FORMA DE TRAICIÓN CONTRA NUESTROS
TRABAJADORES NACIONALES, NECESITAMOS
NACIONALISMO ECONÓMICO YA!
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¡LA DEMOCRACIA NOS HA FALLADO, ELLA ERA POR
ENTERO LA TIRANÍA DE LOS CORRUPTOS Y LOS
INEPTOS, NECESITAMOS EL GOBIERNO DE LOS
MEJORES!
65
¡ACABAREMOS CON LA EDUCACIÓN COLONIZADORA
DE LOS TENTÁCULOS SUPRANACIONALES,
RECREAREMOS LA VERDADERA EDUCACIÓN POR Y
PARA LAS NECESIDADES COLOMBIANAS!
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valores del heroísmo y la trascendencia. Juntos, debemos construir
un nuevo amanecer del hombre colombiano. Juntos nos
levantaremos de las ruinas de la anarquía moral y la guerra sin
sentido. El sacrificio por la comunidad y la libertad como disciplina
autoimpuesta es toda la visión de hombre y de pueblo que puede ser
moralmente válida para las altas aspiraciones de la emancipación
patriótica. Queremos al hombre henchido de valores y con voluntad
de poder para la conquista de su propia libertad. No el relativismo
sino el humanismo heroico como base de la promoción de valores
insoslayables en los cuales debe ser criado todo colombiano.
Hablamos de los principios morales del honor, el deber, la
disciplina, el sacrificio, la devoción patriótica, la solidaridad, la
dignidad, el respeto consigo mismo y a toda autoridad bien
fundada.
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en el más pleno sentido de la palabra; implacable y eficaz tanto en el
plano de la seguridad y el orden como en el rubro de la justicia
social y el bienestar integral de los ciudadanos. ¡Proclamamos la
justicia de doble haz para toda la patria! el reino de la impunidad y
la injusticia deberá ser incinerado hasta las cenizas.
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HA LLEGADO LA HORA DE NUESTRO PUEBLO, LA
REPÚBLICA BICENTENARIA ESTÁ A PUNTO DE MORIR,
Y SURGIRÁ DE SUS CENIZAS UNA NUEVA PATRIA DE
JUSTICIA, HONOR Y LIBERTAD
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Hoy, dos centenarios después, los colombianos tenemos la tarea
titánica de recoger todos los pasos de nuestros héroes como de todos
aquellos que han contribuido a la construcción de la nación para que
podamos proyectar la merecida unidad de destino en lo universal.
Invocamos a la unidad nacionalista como bloque para que los
colombianos seamos dignos protagonistas de nuestro destino. La
patria nos necesita a todos y a ella debemos erigir el sacrificio de
nuestra sangre; los países suelen morir cuando sus hijos no dan la
vida con determinación en momentos de crisis. Rogamos pues al
padre de todas las cosas, señor del universo y del tiempo, como
también a las divinidades de nuestra tierra, que la maldición que une
a todos los grandes hombres y épocas a la fatalidad del “demasiado
tarde” nos otorgue un haz de tiempo y sabiduría para permitir
nuestra noble obra de resurgimiento nacional. Por mi patria, mi
lealtad es el honor, ¡viva Colombia! orgullo y gloria al destino que
todos los colombianos debemos construir.
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