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Asociación de

Salesianos Cooperadores
Región Ibérica

1.1.6.- Abiertos a la trascendencia

Septiembre 2011
1.- Una Persona

1.1.- La dignidad de la Persona.

1.1.1.- La Persona, Imagen de Dios


1.1.2.- El valor ético de la Persona
1.1.3.- Derechos humanos
1.1.4.- El sentido de la vida
1.1.5.- El Hombre: ser social
1.1.6.- Abiertos a la trascendencia
TEMAS DE FORMACIÓN INICIAL
1.- UNA PERSONA
1.1.- LA DEGNIDAD DE LA PERSONA
Región Ibérica

1.1.6.- ABIERTOS A LA TRASCENDENCIA

1.1.6.-
Abiertos a la trascendencia

OBJETIVO
El Hombre tiene un componente que le diferencia de los animales. Sabe que es finito,
que tiene límites, que muere, y no sólo conoce, sino que quiere sobrepasar esos límites.
Ese ansía de superarse a sí mismo y el entorno que le rodea le lleva a la trascendencia.

REFERENCIAS
Bíblicas
“Señor, tú me has examinado y me conoces;
tú conoces todas mis acciones; aun de lejos, te das cuenta de lo que pienso.
Sabes todas mis andanzas, ¡sabes todo lo que hago!
Aún no tengo la palabra en la lengua, y tú, Señor, ya la conoces.
Por todas partes me has rodeado; tienes puesta tu mano sobre mí.
Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance; ¡es tan alta que no alcanzo a
comprenderla!
¿A dónde podría ir lejos de tu espíritu? ¿A dónde huiría lejos de tu presencia?“
(Sal 139, 1-9)

«Pero él le dijo : Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la
vida; estaba perdido y ha sido hallado»
(Lc.15,31-32).

«Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas»
(Jn.10, 14-15).

PVA
Estatuto: Preámbulo, 2, 8, 9, 21, 32
Reglamento: 6
TEMAS DE FORMACIÓN INICIAL
1.- UNA PERSONA
1.1.- LA DEGNIDAD DE LA PERSONA
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1.1.6.- ABIERTOS A LA TRASCENDENCIA

DESARROLLO
Documento para la reflexión

1 El hombre se siente parte de algo más grande


Es un fenómeno humano, fundamental desde el punto de vista antropológico, la
autotrascendencia de la existencia humana. Con esta expresión se quiere indicar el
hecho de que en todo momento el hombre apunta, por encima de sí mismo, hacia algo
que no es él mismo, hacia algo o hacia un sentido que hay que cumplir o hacia otro ser
humano a cuyo encuentro vamos con amor.
2 Buscar a Dios, ¿Encontrar a Dios?
La búsqueda de Dios se concentra en el “slogan” clásico de varios maestros de la
espiritualidad: “buscar y encontrar a Dios en todas las cosas”.
“Buscar”
Contra lo que pudiera parecer, es Dios quien primero busca y quien primero encuentra.
Así lo afirma toda la tradición espiritual. Y en ese darse a conocer, Dios es absolutamente
libre: Afirmar esto significa que, al hablar del encuentro de Dios con la persona humana,
entramos en un ámbito de libertad infinita y de misterio desbordante por parte de Dios.
¡Son inabarcables e insondables las maneras, los caminos, los tiempos, las mediaciones
de Dios para llegar a cada persona!
Buscar a Dios es en nosotros antes un deseo que una actividad. Definirnos en nuestra
condición cristiana como “buscadores” de Dios supone una doble actitud: la confianza y la
humildad. La confianza, porque somos receptores de la promesa del Señor que sale a
nuestro encuentro y que ha prometido mostrarse a los que le buscan con limpieza de
corazón; la humildad, porque somos bien conscientes de que no está en nuestra mano no
ya el resultado de la búsqueda, sino siquiera el deseo de la misma, que es ya don.
“Encontrar”
Encontrar significa “entrar en relación”, dejarse alcanzar o tocar por el dedo de Dios,
asomarse a su abismo de amor, luz y libertad... pero nunca puede significar poseer,
dominar, manipular, controlar... al que no sería ya el Dios verdadero sino un ídolo. El Dios
al que encontramos no es, muchas veces, el que buscamos, ni se nos revela
exactamente allí donde lo buscábamos o al modo como lo buscábamos, sino que más
bien nos sorprende. Para nosotros es el eterno Descubrimiento y el eterno Crecimiento.
Cuanto más creemos comprenderlo, más distinto se nos revela.
Tener “experiencia de Dios” no significa ser transportado a un mundo irreal, ni tampoco
ser liberados de la condición humana y sus debilidades. Significa, sí, tener una honda
experiencia interior que, en su hondura, nos hacer ver las cosas con otra profundidad y
afrontar la vida con otra ternura, con otra calidez, con otra fortaleza... con otro corazón...
Experiencia interior que transforma nuestra relación con el exterior, descentramiento que
nos recentra sobre otro centro que no somos nosotros mismos, conmoción que
transforma nuestras relaciones con los demás...
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3. Perfil Humano para la Experiencia de Dios


“Disponerse” a si mismo, ayudar a otros a “disponerse”
La tarea de disponerse tiene componentes de construcción y otros de “eliminar”
obstáculos para esa experiencia de Dios. Disponerse tiene una vertiente de tarea más
“interior” que tiene que ver con el cuidado del deseo, con la petición, la purificación... y
una tarea más exterior que tiene que ver con la puesta a punto de los espacios propicios
para el encuentro
Capacidad de interioridad
Se entiende la interioridad en un doble sentido. Por una parte, la capacidad de conectar
con el mundo interior de la propia persona: la capacidad de observar los movimientos
interiores, o separar sentimientos y juicios, etc... Pero también, la capacidad de
relacionarse con lo exterior desde dentro de uno mismo, no meramente desde las capas
más superficiales de la persona;
Dios no es evidente, no está en la superficie de las cosas o de los acontecimientos, no es
lo primero que se ve... y la dispersión, la aceleración o la banalidad, no ayudan al
encuentro con Él. Dentro de este necesario y complejo trabajo de la interioridad, hay tres
áreas de atención especiales: la “espiritualidad” del cuerpo, la reconciliación con el
silencio y la valoración de la contemplación.
Capacidad de “elección”
No se puede aspirar a todo, no se puede querer todo, no se puede tener todo, no todo es
compatible con todo, no todo vale. Estas afirmaciones son difíciles de aceptar en nuestra
cultura ambiente. Ello nos plantea la necesidad de ir creciendo en capacidad de
“elección”. Esta capacidad de “elección”, que es también capacidad de compromiso y de
toma de decisiones, es capacidad de priorización, de control y dominio sobre los impulsos
de la vida... Es la capacidad de marcar las prioridades y los ritmos desde dentro. Buscar
a Dios ha de ser una decisión firme en el corazón, y condicionante de lo concreto de la
vida, para que nuestros pasos no flaqueen en un camino que, en ocasiones, se hace más
duro de lo esperado.
Capacidad de gratuidad
Es la capacidad de no buscarnos a nosotros mismos, de no ser nosotros el objetivo
último de nosotros mismos o de nuestra vida, de no ser el centro. La gratuidad es, de
entrada, gratitud: capacidad de valorar agradecidamente todo aquello que somos y
tenemos; y luego, hacia afuera, generosidad: precisamente porque agradecidos somos
desprendidos.
Hablar de gratuidad es hablar de libertad ante las cosas y de disponibilidad ante las
personas. Hay un nivel más hondo de gratuidad, que es la gratuidad ante Dios. Esta
gratuidad ante Dios es la sincera humildad. Estar ante Dios sin exigencias, sin
condiciones... ¡Qué difícil nos resulta situarnos así ante Él! O como Jesús nos invita en la
parábola del Padre y los dos hijos: estar ante Dios y con Dios disfrutando de ser hijos.
Ante Dios como hijos, disfrutando: eso es humildad, eso es gratuidad...
Capacidad de “encuentro” en la relación humana
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La auténtica relación humana, el auténtico “encuentro” supone no sólo dar, sino también
recibir, no sólo capacidad y disponibilidad para dar, sino también capacidad y
disponibilidad para recibir.

Capacidad de fortaleza
En un sentido primero la fortaleza la capacidad de tener un criterio propio y de sostenerlo
allí donde y cuando no es lo “políticamente correcto”, donde no es lo bien visto, lo que se
espera oír... No temamos que ese tener criterio propio lleve o se confunda con el
dogmatismo. A mayor capacidad de discernimiento y de acompañamiento, mayor
fortaleza de criterio. Por ello, el auténtico criterio propio es el que sabe ser flexible en las
formas, porque tiene muy claro el fondo. La fortaleza nos lleva también a hablar de la
perseverancia. Perseverancia en la búsqueda y en el amor por aquello que hemos
encontrado.
La fidelidad que pide la perseverancia no es la fidelidad a ultranza a las propias ideas o a
los propios logros: es la fidelidad a la búsqueda de Dios, una búsqueda que, en
ocasiones, nos obliga a detenernos y a resguardarnos, y en otras nos exige salir a la
aventura...
4 Comunicarse con Dios: la oración
La relación sana con Dios y con los demás exige una cierta serenidad de partida. Nuestra
oración, si no nos descalzamos de nuestra tensión, más que en un tiempo de relación y
diálogo, se convierte en un tiempo de cavilación o de monólogo con nosotros mismos
sobre nuestras necesidades y nuestras angustias.
Hay definiciones preciosas de la oración que tendríamos que recuperar. La oración como
disfrutar de Dios, la oración como descansar en Dios... Todo esto es tan gratuito, sí, pero
tan humano, tan hondo, tan transformador... tan sorprendentemente transformador.
Disfrutar de Dios: de esa Presencia cálida, que acoge sin exigir, que nos escucha antes
que hablemos y cuando no tenemos palabras para expresar lo que sentimos, que lava
unos pies que se han ensuciado caminando por donde no debían. Sentir eso en lo hondo
del corazón es lo que transforma. Descansar en Dios. Disfrutar de Dios, descansar en
Dios: sólo será posible si antes hemos “creado los espacios verdes” en nuestra vida.

Pautas para la reflexión

- ¿Qué visión tenemos de Dios? ¿Contemplamos su paternidad, su corazón de


padre che ama a cada uno de nosotros como a un hijo?
- ¿Nos sentimos estimulados por la paternidad de Dios a una paternidad espiritual
hacia los hermanos necesitados?
- ¿Pensamos que es posible ser "signos de la paternidad de Dios" hacia los
jóvenes? ¿Qué progresos espirituales se nos piden en este sentido?
- ¿Nos dejamos interpelar por las necesidades (no solo materiales) de los jóvenes
más abandonados, de los hermanos más débiles y marginados?
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PARA DOCUMENTARSE – OTROS RECURSOS


Materiales

- Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, nn. 2-3.


- Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, nn.1, 9, 12, 18, 24, 41.
- uan Pablo II, Juvenum Patris, n.4.
- J.Aubry, El Espíritu Salesiano, pág.40-56;59-62.
- Catecismo de la Iglesia Católica, nn.295-301;410-411;544-545.
- A.C.S., Comentario Oficial al R.V.A., pág.297-299 (27.3.1-27.3.2).
- Juan Pablo II, Veritatis Splendor, 1993, nn. 32
- Benedicto XVI, Spe Salvi, 2007, nn. 2, 3, 4, 6, 23, 33, 37, 47.
- Aguinaldo 2011, Don Pascual Chávez SDB, Rector Mayor.

Bibliografía

- Creado Creador, José Luis Moral, CCS (Teología para Jóvenes 13), Madrid 1999.
- Una Espiritualidad para Hoy, Javier Garrido, San Pablo, Madrid 2000.
- Cristianos en Intemperie, Darío Mollà SJ, Cristianismo y Justicia (Cuadernos 47),
Barcelona 2006.
- El Hombre, Adolphe Gesché, Sígueme (Verdad e Imagen 153), Salamanca 2002.
- Enamorarse de Dios, William Johnston, Herder, Barcelona 22003.
- Aquí y Ahora. Viviendo en el Espíritu, Henri J.M. Nouwen, San Pablo (Manantial
16), Madrid 42002
- Dios Adentro, Ignacio Larrañaga, LibrosLibres, Madrid 2004.
- Creer ¿Para qué?, José Antonio Pagola, PPC, Madrid 22008.

Documentos

Apertura a la trascendencia
Apertura a la trascendencia, al más allá humano, a la aceptación del límite, a la acogida
del misterio, la acogida de lo sagrado en sus aspectos subjetivos y objetivos, a la
reflexión y a la opción religiosa.
Es este un horizonte que aparece en todas las actividades del hombre hasta ser una
dimensión constitutiva: en el ejercicio de su inteligencia, en la tensión de su voluntad, en
los anhelos del corazón, en la dinámica de sus relaciones, en la realización de sus
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empresas. La existencia del hombre está abierta al infinito y así es la percepción que él
tiene de la realidad. Hay hoy direcciones culturales que, conscientemente o no, llevan a
cerrarse en los horizontes “racionales” y temporales y hacen incapaces de acoger la
propia vida como misterio y don. Tomar en consideración la trascendencia quiere decir
aceptar interrogantes, ir más allá de lo visible y lo racional. Las experiencias, las
necesidades, las percepciones inmediatas pueden ser puntos de partida para abrirse a
valores, exigencias y verdades ulteriores y más exigentes, que no hay que sentir como
negación de las propias pulsiones, sino como su liberación y perfección. Como reveló
Jesús a la mujer samaritana: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice
«Dame de beber!», tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva” (Jn 4, 10).
Aguinaldo 2011 - Don Pascual Chávez

Vocación abierta a Dios


Pero el reclamo a la trascendencia se hace más evidente cuando la persona es capaz de
abrirse a los interrogantes fundamentales de la existencia y capta su densidad real.
Aparece entonces su apertura al Más allá, ya entrevisto en sus realizaciones positivas y
en sus límites. Comprende que no puede detenerse en lo que le es inmediatamente
perceptible ni circunscribirse al hoy. La persona es un misterio infinito que sólo Dios
puede explicar y sólo Cristo puede saciar. Por eso está naturalmente impulsado a buscar
el sentido de la vida y a proyectarse en la historia. Debe decidir su orientación a largo
plazo, teniendo delante diversas alternativas. Y no puede recorrer la propia vida dos
veces: ¡debe apostar! En los valores que prefiere y en las opciones que toma se juega su
éxito o su fracaso como proyecto, la calidad y la salvación de su vida. Jesús lo expresa
de forma muy clara: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida
por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo
entero si arruina su vida?” (Mc 8,35-36). El cometido de una cultura vocacional es
sensibilizar para que se escuchen esos interrogantes, capacitar para profundizar en ellos.
Cometido de una cultura vocacional es también promover el crecimiento y las opciones
de una persona en relación con el Bonum, el Verum, el Pulchrum, en cuya acogida
consiste su plenitud.
Aguinaldo 2011. Don Pascual Chávez

Experiencia y Trascendencia
La experiencia es el modo de relacionarse con el mundo, la manera de hacer presente el
mundo dentro de nosotros y la manera de hacernos presentes en el mundo.
El sentido de la palabra experiencia expresa la actitud del hombre, que al salir de sí
afrontando la vida, con los demás, con la realidad interior y exterior con sus peligros,
tiene que hacer un camino y buscar una salida. Este es el drama de la vida humana, que
no se nos da hecha, sino que ha de hacerse y encontrar la salida que le dé sentido.
La experiencia es un saber que tiene sabor, que el hombre ha ido consiguiendo
enfrentándose a la realidad, aprendiendo, trabajando, sufriendo, amando,… Toda
existencia humana se apoya en estas experiencias radicales de cada cual.
La experiencia de lo que va más allá de lo humano no es algo extraño, raro, excepcional.
¿No nos hemos callado alguna vez, aun teniendo razón o habiendo sido heridos? ¿No
hemos perdonado sinceramente? ¿No hemos tomado posiciones en contra de nuestro
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interés? ¿No hemos aceptado nuestras limitaciones intelectuales, físicas, emotivas,


morales y humildemente seguimos adelante con coraje?
Al hacer esto hemos experimentado la parte espiritual del hombre, la trascendencia.
Porque esto no es parte del mundo, no de la parte material del hombre. El hombre todo
entero contiene este plus de capacidad de superación, de elevarse sobre los propios
impulsos, de intentar construir algo mejor. Al experimentar así el espíritu experimentamos
a la vez lo que significan la gracia y lo sobrenatural.
Leonardo Boff

“Consciente o inconscientemente, quiéralo o no, el hombre está remitido en su existencia


espiritual a un misterio sagrado como al fondo de su ser… Este misterio es lo más
original, lo más evidente, pero, por eso mismo, es también lo más oculto y lo más
desapercibido… Nosotros lo llamamos Dios”
Karl Rahner

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