Sei sulla pagina 1di 21

Valentín Letelier y la recepción del positivismo en Chile.

Alcances, límites y expectativas historiográficas

Ignacio Sarmiento P.

I. Introducción

Aproximarnos al trabajo particular de un intelectual resulta complejo en diversos


sentidos. No solo por el camino metodológico que se decida seguir, sino también por la
infinitud de fuentes (en el sentido más amplio) que son susceptibles de ser usadas. Para
el presente caso, nos centraremos en un autor particular, el intelectual chileno Valentín
Letelier (1852 – 1919).
En términos metodológicos, hemos decidido utilizar la propuesta que el
historiador inglés Quentin Skinner plantea en su famoso artículo “Significado y
comprensión en la historia de las ideas”. En primer término, y tal como lo señala el
autor, lo que nos abocaremos a establecer es “una explicación no sólo del significado de
lo que se dice, sino también de lo que el escritor en cuestión pudo haber querido decir al
decir lo que dijo”1. Para poder llevar esto a cabo, es necesario incorporar en el análisis
una serie de elementos esenciales, principalmente vinculados al contexto de producción
de la obra, y a la situación particular del autor. Es precisamente a este aspecto al que se
refiere Skinner al señalar el énfasis que se debe poner a establecer “lo que está haciendo
cuando lo dice”2. Asumir esto nos sitúa en un punto de inicio en el cual se niega
cualquier tipo de continuidad de ideas “puras” o “eternas”, y se entiende más bien cómo
tal o cual autor –para este caso Letelier- entendió, percibió y transmitió dicha idea.
Ahora bien, un elemento que no se puede dejar de lado es la influencia de uno u otro
autor en nuestra figura central. Si buscamos percibir las influencias o las relaciones de
manera netamente textual entre los autores, no tendremos una visión errada, pero sí
quizás incompleta. Es por esto que, dentro de la multiplicidad de relaciones que pueden
existir, tanto a nivel textual como personal, trataremos de identificar a los principales
interlocutores de Letelier, lo que sin duda trasciende barreras geográficas y temporales.
En síntesis, se busca superar el análisis meramente textual de la obra de Letelier,

1
Skinner, Quentin. “Significado y Comprensión en la Historia de las Ideas”, En Boccardo, Enrique (Ed.).
El giro contextual. Cinco ensayos de Quentin Skinner y seis comentarios. España: Tecnos, 2007. p.91
2
Ibíd., p.95
intentando establecer las diversas relaciones y situaciones que experimentó, o pudo
haber experimentado, al momento de escribir la obra en análisis. De este modo, se
podrán establecer conjeturas en torno a la intencionalidad del autor con respecto a su
obra, y a quiénes podría haber ido dirigida. Además, debemos establecer que todo autor
responde a un contexto en el cual se encuentra inmerso, por lo tanto, prescindir de esta
superficie en la cual se encuentra situado el autor provocaría, a nuestro modo de ver, un
análisis incompleto.
Una vez establecido lo anterior, cabe señalar que de la basta producción de
Letelier, generaremos este primer acercamiento a través de una obra en particular. Esta,
fue redactada por el autor para participar en un concurso de memorias organizado por la
facultad de Humanidades de la Universidad de Chile en 1886, cuya convocatoria
llevaba por título ¿Por qué se rehace la historia? Letelier fue premiado en dicho
certamen y su trabajo fue publicado dos años después con un título homónimo al de la
competencia. Será sobre esta única obra que se llevará a cabo el presente análisis. No
obstante lo anterior, no podemos dejar de lado un marco sincrónico de análisis que
abarcará principalmente desde la década de los 70 hasta la redacción de la obra antes
mencionada (1886). En es base a esto que podremos establecer las principales líneas de
la investigación, ya que estableceremos las relaciones que había logrado establecer hasta
el momento de la redacción, las lecturas a las que pudo haber tenido acceso, y las
principales ideas e influencias que adopta y aplica a la disciplina historiográfica. Está
demás señalar que nos centraremos principalmente en las relaciones que el intelectual
tuvo con sus pares santiaguinos, aunque intentaremos, en la medida de lo posible,
abordar las posibles relaciones que haya podido sostener en su estadía en Europa a
principios de la década del 80.
La presente investigación intenta centrar el análisis en torno al concepto de
positivismo. Entendiendo que este puede llegar a ser complejo, no nos abocaremos a
definirlo en términos dogmáticos, sino más bien a reflexionar en torno a cómo es
recepcionado por Letelier, mediante qué caminos y obras, y con quiénes pudo haber
compartido estas ideas. Además, debemos entender que al hablar de positivismo se
activa una red de relaciones “positivistas” tanto con el medio intelectual nacional y
extranjero, teniendo presente, claro está, que sus principales interlocutores son sus
contemporáneos santiaguinos. En este sentido, no propondremos una hipótesis que guíe
nuestro trabajo, sino más bien un desarrollo que gire –en la medida de lo posible- en
torno a esta concepción.
Se deben asumir una serie de limitaciones propias de un trabajo de este tipo. No
resulta factible identificar la totalidad del campo al cual está dedicada una obra, así
como tampoco una acabada aproximación a los usos Lingüísticos de la época, por
nombrar solo algunas. Sin embargo, lo que sí se intenta generar es una primera
aproximación, tanto metodológica como temática a esta materia.

II. Valetín Letelier y la situación chilena en la segunda mitad del Siglo XIX

Valentín Letelier nació en Linares en 1852 –bajo el gobierno de Manuel Montt-


hijo de una familia agricultora y aristocrática de la zona. Pese a su ascendencia ligada al
campo y la agricultura, Letelier cumplió con su educación primaria en la ciudad de
Talca, para luego trasladarse finalmente a Santiago en 1867 para ingresar al Instituto
Nacional3. Por aquellos años, el panorama intelectual latinoamericano general,
principalmente el ámbito literario, se encontraba imbuido en el romanticismo. Debemos
tener presente que, a mediados del siglo XX, solo algunas disciplinas o artes habían
logrado generar un desarrollo en nuestro subcontinente. Es principalmente la literatura,
y en menor medida la historia, las que comienzan a ser influidas por las corrientes
europeas que transitan a lo largo de todo el siglo XIX.
Para la época que Letelier cursó su educación escolar, el panorama intelectual
chileno se encontraba fuertemente marcado por la literatura “realista”. Esta corriente,
traída principalmente de Francia, donde encontramos diversos exponentes como Balzac
y Stendhall, tuvo un importante eco en escritores como Francisco Bilbao y Alberto
Blest Gana. El realismo compartía su lugar privilegiado en el escaso círculo literario e
intelectual con ciertos escritores de tendencia romántica como Eusebio Lillo y José
Victorino Lastarria. Sin embargo, no solo la literatura se encontraba afectada por la
influencia extranjera; la filosofía y la historia recibían también una directa influencia de
la “ciudad de las luces”. Por esos años, la corriente de mayor influencia en Francia es la
del positivismo de Comte. Su principal obra, y que le valió el mayor reconocimiento fue
Curso de filosofía postivista4, publicada en 1842.

3
Memoria Chilena. Disponible en http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?
id_ut=valentinletelier(1852-1919)educadorypensador Última visita realizada el 3-10-2010 a las 18:40 hrs
4
Solo a modo de curiosidad, es interesante que esta obra haya sido publicada el mismo año al que se
asocia el nacimiento de una de las primeras “generaciones” de intelectuales chilenos, la llamada
“generación del 42”. Desconozco si existe un vínculo directo entre ambas, no obstante, creo que es
interesante señalarlo y tratar de indagar un poco más al respecto.
La recepción del positivismo en América Latina no ha recibido el debido estudio
que merece, sobre todo si tomamos en cuenta la importantísima influencia que ejerció
en los diversos ámbitos de la vida de sus habitantes. Si bien destacan importantes
aportes como el inmenso estudio exploratorio de Leopoldo Zea, son pocos los autores
que se han consagrado a este trabajo. Uno de ellos es Hugo Biagini quien plantea que
“la impronta positivista tuvo una singular resonancia en América Latina, donde no solo
logró arraigar con mayores energías que en otras latitudes, sino que también excedió en
predicamento, dentro de la elite ilustrada a todas las tendencias que se sucedieron
después de la escolástica colonial”5, a esto, añade que el positivismo latinoamericano
“estuvo fuertemente impregnado por un talante prometeico que sostenía la
perfectibilidad a través del cambio paulatino y una incontenible renovación en los más
variados órdenes de cosas”6. Es complejo plantear una respuesta al por qué de la gran
influencia del positivismo en nuestro subcontinente. Sin embargo, si intentamos
adentrarnos en el contexto en que se encuentran los actores, una posible respuesta
radique en que el positivismo presenta una serie de elementos que permiten la
justificación tanto de los diversos procesos que se han estado llevando a cabo como de
los que estarán por venir. En este sentido, la filosofía positivista es una importante
herramienta de la cual dispone la clase política –a la que por aquellos años pertenecía
casi la totalidad de intelectuales latinoamericanos- para implementar políticas que
apunten al desarrollo y progreso de las emergentes naciones con el fin de superar el
“estadio” de atraso en el que se encuentran. De similar opinión es Bernardo
Subercaseaux, quien señala que “el método histórico de Comte y la ley de los tres
estados ofrecieron a los liberales una doctrina coherente para mostrar que <las verdades
religiosas carecen de la evidencia de las verdades científicas>”7.
Volvamos a Letelier. Una vez que terminó sus estudios en el Instituto Nacional
ingresó a estudiar derecho en la Universidad de Chile. Mientras estudiaba, comenzó a
trabajar como profesor de historia en un liceo de la capital y como inspector en el
Instituto Nacional. En la primera mitad de la década de los 70, Letelier se vio
enfrentado a las manifestaciones concretas de las ideas positivistas en la ciudad que lo
había recibido. La renovación de Santiago por parte de Vicuña Mackenna es
considerada como uno de los pilares fundamentales de implementación de políticas
5
Biagini, Hugo. “Espiritualismo y positivismo”, en Roig, Arturo (ed) El pensamiento social y político
iberoamericano del siglo XIX. Madrid: Trotta, 2000. p.332
6
Ibidem
7
Subercaseaux, Bernardo. Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Santiago: Universitaria, 1997,
Tomo I, pp. 204-205
racionales positivistas. Sin embargo, podemos plantear que un vínculo interesante entre
la historia y la filosofía positivista se aprecia en la relación que establece Letelier con el
historiador Diego Barros Arana, quien fue rector del Instituto Nacional entre 1963 y
1973, los años en que el joven Valentín completó su enseñanza humanística. Fue quizás
de la mano de Barros Arana que Letelier tuvo sus primeros contactos con la filosofía
positivista. El vínculo que existe entre ambos no es menor, las palabras que abren la
obra que aquí pretendemos analizar rezan precisamente “A don Diego Barros Arana”.
En términos políticos, la década de los 70 fue álgida. Se terminó en 1871 el
último gobierno de los llamados “decenios”, con José Joaquín Pérez, y comenzó a regir
el período de los llamados “gobiernos liberales”. Este momento se caracterizó por los
constante enfrentamientos entre la Iglesia y el Estado liberal (de una clara tendencia
hacia el positivismo en las líneas más generales), fue precisamente este último bando el
que sedujo a Letelier, quien ya había sentido cierta atracción hacia la política debido a
algunas situaciones que se habían presentado hacia 18738.
En esta misma década, que habrá de ser clave para la conformación tanto
intelectual como política del joven Letelier, existió en Chile, y para ser más específicos
en Santiago, un club de lectura abocado a la lectura de las obras de Comte y Littré, uno
de sus principales miembros era el mismo José Victorino Lastarria 9. Esto, en parte,
busca desestimar la hipótesis que propone Jean Pierre Matus de que el positivismo
habría entrado a Chile de la mano de Letelier10.
Lastarria habría tenido su primer acercamiento con la obra de Comte recién en
1868, al llegar a sus manos la reedición del Curso de filosofía positivista editada y
prologada por Littré en 186411. El nexo entre Lastarria y Letelier se establece en la
medida de que el primero asumió la creación de la Academia de Bellas Letras, donde
logró establecer –en la medida de lo posible- las doctrinas positivistas que acababa de
conocer. El círculo que crea Lastarria en torno a la Academia genera ciertos vínculos
con otro grupo de intelectuales dados a la obra de Comte, y que se encontraba presidido
8
En aquel año, el ministro Cifuentes, perteneciente al partido conservador, decidió cerrar el Instituto
Nacional despidiendo así a su rector, Diego Barros Arana. Esto generó disturbios y conflictos por parte de
los estudiantes y profesores. Esto no resultó ajeno a Letelier, quien ya se encontraba en la Universidad de
Chile, pero vio cómo se atentaba contra la educación y contra su maestro.
9
Galdames, Luis. Valentín Letelier y su obra. Santiago: Universitaria, 1937, p.31
10
De la lectura del artículo de Matus se rescata cierta sensación de querer situar la relevancia de un
abogado en la influencia chilena de la época. Por supuesto que no se duda, pero es un poco arriesgado
aseverar que no se conocía el positivismo en los principales intelectuales previo a la aparición de Letelier
en la escena. Ver Matus, Jean Pierre. “El positivismo en el derecho penal chileno. Análisis sincrónico y
diacrónico de una doctrina de principios del siglo XX que se mantiene vigente” en Revista de Derecho,
vol. XX, nº 1, Julio 2007, p. 177
11
OpCit. Valentín Letelier y su obra, p.32
por Jorge Lagarrigue. Letelier ingresó a este grupo, y fue allí donde tuvo su primer
acercamiento hacia la obra de Comte.
Para 1875, totalmente absorto en la atmósfera positivista santiaguina, Letelier
obtuvo su título de abogado y fue contratado para trabajar como profesor de Literatura y
Filosofía en el Instituto de Copiapó. Si bien mirado desde hoy, podríamos sentirnos
inclinados a pensar en la poca relevancia que esto pudo haber tenido para su desarrollo
intelectual, por aquellos años Copiapó no era un lugar secundario en términos de
pensamiento. Subercaseaux señala que siendo el “principal enclave minero del país, se
entiende la primera línea férrea; allí además tiene su centro de operaciones el partido
radical de los Matta y de los Gallo. No es casual, pues, que en la década de 1870, esa
ciudad sea uno de los focos más importantes de difusión positivista”12. En estos
momentos no podemos plantear ni afirmar a quiénes hace referencia Subercaseaux, no
obstante, queremos rescatar la idea que existe en ese lugar un importante círculo
positivista, en el que sin duda es complementado por la figura de Letelier. Este es su
primer paso a tiempo completo dedicado a la educación, donde no resulta difícil inferir
que traspasó en cierta medida sus ideas positivistas –quizás aún en gestación- a sus
estudiantes.
Por esos años, Letelier se encontraba fuertemente vinculado al partido liberal,
pero no fue militante de este, sino más bien se unió al Partido Radical. Este punto es
importante ya que marca su unión entre la vida política y el desarrollo de la educación,
todo esto por supuesto, al margen de su desarrollo intelectual. Su entrada formal en la
política fue a fines de la década del 70, momento en que volvió a Santiago y fue electo
como vicediputado por su región natal. Con dicho cargo pasó la Guerra del Pacífico, y
al término de esta, en 1881, fue designado por el gobierno de Federico Santa María
como secretario de la embajada chilena en la recientemente unificada Alemania. Uno de
los principales planes del gobierno era tratar de aprender con respecto al modelo
educativo alemán con el fin de importar dichas ideas a nuestro país. Si bien en aquellos
años París era para muchos “la capital del mundo”, esto parecía limitarse a las artes y la
filosofía. Para muchos, Alemania representaba un importante modelo de desarrollo a
imitar, lo que no sólo se aprecia en la búsqueda de un modelo educativo similar al
alemán, sino también en la “prusianización” del ejército chileno una vez acabada la
Guerra del Pacífico.

12
OpCit. Historia de las ideas y de la cultura en Chile, p.206
Sin embargo, durante su estadía en Alemania el intelectual chileno no solo entró
en contacto con las principales formas de educación (que se tradujo en un informe
presentado al gobierno de Chile bajo el título de “Las escuelas en Berlín”), sino también
con la obra de filósofos e historiadores europeos que aún no eran del todo conocidos en
Chile. Este viaje es esencial para nuestros propósitos, ya que es a partir de este que
Letelier logra dar un paso importante con respecto a sus compañeros del campo
intelectual chileno, y sentará un importante precedente para la historia de la teoría y
filosofía de la historia en Chile. Esto se manifestará en 1886 al ganar el concurso de la
Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile con el texto ¿Por qué se rehace la
historia?, obra que analizaremos a continuación. No obstante, su rechazo al gobierno de
Balmaceda lo obligará a trasladarse a Iquique
El hecho del viaje a Alemania no es menor dentro del presente desarrollo. Previo
a este, Letelier no había publicado ni participado de forma “creadora” dentro del
ambiente intelectual chileno. Es precisamente la memoria presentada para la
Universidad de Chile, junto con otra obra sobre filosofía política creada el mismo año,
las que le permiten hacerse un espacio importante dentro del escenario intelectual
santiaguino.

III. ¿Por qué se rehace la historia?

A juicio de Leonardo Fuentealba, es en 1886 cuando Letelier llevó a cabo la


“primera exposición sistemática de sus reflexiones sobre la realidad y la teoría
histórica”13. Esta obra fue compuesta a su regreso de Alemania para participar del
concurso homónimo organizado por la Universidad de Chile, con la que resultó
vencedor. Esta tesis, con poco más de sesenta páginas, busca solucionar uno de los
principales problemas de la historiografía, que se vincula a la constante reescritura de la
historia. La respuesta que propondrá Letelier –y que aquí analizaremos- tendrá una
construcción sólida en los pilares del positivismo de Comte y, como podremos apreciar,
se encuentra en un constante e interesante diálogo con múltiples textos y autores.
Las líneas que presenta el texto son múltiples. Tal vez lo primero que podemos
apreciar y que resulta altamente interesante, es el diálogo que el autor parece establecer
con diversos intelectuales tanto europeos (en su mayoría) como chilenos. Llama un

13
Fuentealba, Leonardo. La filosofía de la Historia en Valentín Letelier. Santiago: Universitaria, 1990,
p.17
poco la atención que diversos intelectuales latinoamericanos no figuren en las páginas
de Letelier, siendo que –como ha demostrado Zea- el positivismo como corriente tuvo
un fuerte eco en toda la región. Las principales figuras a las que alude Letelier en su
obra son el sociólogo y filósofo inglés Thomas Buckle, el francés Augustin Thierry el
mismo Comte. Las figuras del ámbito intelectual chileno son mucho menos trabajadas.
Incluso, no existe mayor diálogo con sus propuestas, sino que por el contrario se les
utiliza como ejemplos de grandes e importantes trabajos; tal es el caso de los hermanos
Amunátegui y de su mentor, Diego Barros Arana.
Si buscásemos resumir la idea central de su propuesta, lo podríamos resumir en
que la “historia” se rehace constantemente porque aún no ingresa a ser parte de las
“ciencias”. Vale decir, no posee aún el status de verdad que estas poseen, y por tanto,
cada sociedad la ha reescrito con el fin de acercarse a esta. Sin embargo, han fracasado
en su intento, y la historia ha mutado innumerables veces hasta la época actual (de
Letelier).
Ahora bien, para llegar a esta conclusión, Letelier hace un importante repaso por
diversas historiografías, principalmente europeas, con el fin de explicar su hipótesis. Si
bien Letelier no alude explícitamente a la figura de Comte sino hasta bien adentrado en
su trabajo, los guiños y el uso de su terminología es clara. En primer lugar, establece las
distinciones –aunque no del todo claro en términos históricos- entre los tres estadios de
evolución (teológico, metafísico y positivo). Así, dentro de las primeras cosas que
establece es que “las primeras historias que se escribieron en la antigüedad i aun casi
todas las que se escribieron en la Edad Media se hacen notar por su carácter, cual es la
carencia absoluta de criterio positivo”14. En este sentido, podemos aventurarnos a
afirmar que si bien reconoce los tres estadios de desarrollo de la humanidad, para una
finalidad netamente historiográfica, la división pasa a ser binaria, entre aquellos que
poseen y los que no poseen el espíritu positivo. Ahora bien, es importante señalar que
para Letelier los historiadores de tiempos pasados no son menos importantes ni
repudiables. Ellos representan una época que aún no había madurado al grado tal de
alcanzar el espíritu científico.
Lo que Letelier busca establecer es, a grandes rasgos, que la época actual es la
llamada a convertir a la historia (historiografía) en una ciencia, y con ello, llevarla a su
etapa máxima y final. Sin embargo, y es quizás este el punto más conflictivo para los
historiadores, el fin último de Letelier es la desaparición misma de la historiografía.
14
Letelier, Valentín. ¿Por qué se rehace la historia? Santiago: La libertad electoral, 1888, p.6
Esto se llevaría a cabo puesto que el rol de la historia no ha de ser –y esto es interesante-
el estudio de los grandes hombres y los grandes acontecimientos, sino muy por el
contrario, el estudio debe centrarse en la búsqueda de las leyes generales que rigen a la
humanidad. Es por lo anterior que afirma que “la Historia misma dejaría de ser un
estudio independiente e inconexo i se ennoblecería i asumiría el título i el carácter de lo
que enolójicamente se ha apellidado sociolojía”15. Esta subordinación a la naciente
disciplina se debería que es esta la llamada a abarcar las dimensiones diacrónicas y
sincrónicas de la historia de la humanidad. En palabras del propio Letelier, “la
sociolojía se debe entender dividida, a semejanza de la astronomía i de la biolojía, en
dos partes fundamentales, a saber la estática y la dinámica”16. Demás está decir, que el
estadio final de la evolución historiográfica es la sociología, y una vez que eso se
concrete, se dejará de rehacer la historia.
Ahora bien, sabemos que aquello no ocurrió, pero no es la intención del presente
trabajo centrarnos en la crítica de su propuesta. Lo anteriormente mencionado es –en
líneas muy generales- la propuesta con la cual Letelier obtuvo el premio del certamen, y
la que posteriormente sería extendida a más de 800 páginas bajo el título de La
evolución de la Historia. Sin embargo, y como se mencionó anteriormente, uno de los
objetivos es poner en relación este texto con otros textos que la anteceden para tratar de
establecer vínculos e influencias entre los autores.
Hemos planteado anteriormente que la obra de Comte es uno de los pilares de la
propuesta de Letelier. Sin embargo, de ser esto así ¿por qué no es citado a lo largo de
todo el texto? Esta primera pregunta es bastante problemática, ya que pondría en duda
que la intención de Comte es un traspaso de las ideas del filósofo francés a la historia.
Surge así una segunda pregunta, ¿Quién es el autor más mencionado en el texto? La
respuesta no se discute, Henry Thomas Buckle. La obra a la que recurre Letelier
constantemente es probablemente su texto capital: Historia de la civilización en
Inglaterra; sin embargo, hay un elemento que no deja de ser llamativo. La versión a la
que hace referencia Letelier es a la edición en francés. Vale decir, es muy probable que
dicho ejemplar no se haya conocido en Chile, y que el conocimiento del francés por
parte de Letelier le haya permitido acercarse a esta obra. Además, que dominase esta
lengua nos permite de una u otra forma, que haya tenido acceso a los textos originales

15
Ibíd., p.40
16
Ibíd., p.61
de Comte, lo que se evidencia en que las pocas referencias que hace al Curso de
filosofía positivista sean a su vez de la edición en francés.
No disponemos en este momento de los medios para establecer si existe una
relación entre Buckle y Comte. No obstante, la obra del primero fue publicada a fines de
la década de 1850, por lo tanto, la obra de Comte ya circulaba por Europa. Además, la
propuesta de Buckle es criticar “la interpretación teológica de la historia y se propone
descubrir las leyes del proceso histórico”17. Es precisamente a través de la obra de
Buckle que Letelier realiza el recorrido para demostrar el estado primitivo de los
historiadores de antaño, y la preponderancia que posee el espíritu positivo en la
investigación histórica. Si lo planteamos en términos muy generales, el ejercicio que
lleva a cabo Buckle es la concreción de los supuestos teóricos de Comte en el caso
particular de Inglaterra. Es importante indicar que no es factible que Letelier haya
conocido directamente a Buckle ya que este se encontraba fallecido desde hace unos
veinte años antes del viaje a Alemania.
Junto con lo anterior, se desprende que el autor, ya sea en Chile o estando en
Alemania, entró en contacto con el desarrollo historiográfico de los países europeos.
Esto se refleja, por un lado en las críticas que vierte hacia la forma incorrecta de llevar a
cabo el ejercicio historiográfico, y por otra en reconocer la labor a importantes
personajes. La principal crítica que genera hacia las historiografías es el hecho de
centrarse en narrar las historias nacionales como situaciones independientes del
desarrollo global de la humanidad. Al respecto señala que

“son, en efecto, hasta ahora mui pocos los historiadores que se elevan a la altura
necesaria para entender el horizonte de observaciones para dar miradas que abracen
el conjunto de las sociedades (…) los más son particularistas que a semejanza de
los antiguos se dedican a escribir la historia de una nación antes de conocer las
leyes jenerales de la Historia Universal; i apasionados los franceses de Francia, los
alemanes de Alemania, los italianos de Italia, etc., cada cual hace jirar toda la
civilización europea alrededor de su propia patria”18

Cuando Letelier visitó Alemania, Europa se encontraba en uno de los mayores


momentos de auge de las “historiografías nacionales”, influenciado en gran parte por la

17
Diccionario soviético de filosofía. Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos, 1965. Disponible en:
http://www.filosofia.org/enc/ros/buck.htm Última visita realizada el 3-10-2010 a las 20:05 hrs.
18
OpCit. ¿Por qué se rehace la historia?, p.19
consolidación de los estados nacionales. Figuras como Michellet, Lavisse, Monod,
Mommsen, Fustel, Guizot, Thierry y Ranke, por nombrar solo algunas, están en el
horizonte historiográfico al que se enfrenta Letelier. Sin embargo, no es lapidario con
todos ellos, ya que en muchos casos los rescata por sus tentativas de romper algunas
tendencias historiográficas.
Quisiera hacer un pequeño paréntesis. Si bien como hemos dicho, son muchos
los autores que son nombrados por Letelier, quisiera detenerme en uno, el alemán
Leopold Von Ranke. Desconocemos si Letelier conoció a Ranke estando en Alemania,
ya que murió solo unos años después del regreso del intelectual chileno; sin embargo, sí
sabemos que conoció su obra. Ranke, como bien se sabe, es conocido por sentar las
bases del historicismo alemán y por generar una importante influencia en la escuela
historiográfica francesa, la que se concretó en la revista Revue Historique. Lo
interesante es que en la segunda mitad del siglo XIX, como ya hemos mencionado
anteriormente, es París el lugar que interesa a la mayoría de los intelectuales
latinoamericanos, y lo seguirá siendo por mucho tiempo más. Sin embargo, en términos
historiográficos, la mayor influencia que se recibe en Francia viene desde Alemania, no
obstante, al parecer no existe un mayor vínculo entre este país y la intelectualidad
chilena19. Es por esto que es interesante el caso de Letelier y su relación con la obra de
Ranke.
Letelier señala ya hacia las páginas finales de su obra que “la historia entera de
la humanidad se podría escribir fácilmente sin mencionar un solo personaje, con solo
esponer para esplicar los acontecimientos las causas jenerales que los han ocasionado.
Es, por ejemplo, lo que en general está haciendo a la sazón el historiador alemán
Rancke”20. Es interesante que se refiera a Ranke para ejemplificar ejemplos
contemporáneos de desarrollo de este tipo de nueva historiografía. Sin embargo, un
breve repaso por algunas de las obras del historiador alemán ayudan a poner en duda la
visión que posee Letelier de su obra. Podemos ejemplificarlo con introducción de su
libro Historia de las naciones latinas y teutonas, donde señala “a strict presentation of
the Facuss, contingent, and unattractive though they may be, is the highest law. A
second, for me, is the development of the unity and the progress of the events”21.

19
Esto bien podría extenderse hasta nuestros días. Ranke es quizás uno de los historiadores más criticados
por su “positivismo”, sin embargo, las pocas traducciones y ediciones que existen en español de su obra
hacen bastante difícil el acceso para un público masivo.
20
OpCit. ¿Por qué se rehace la historia?, pp. 60-61
21
Ranke, Leopold. “Introduction to history of the latin and teutonic nations”, en The Secret of world
history. New York: Fordham University Press, 1981, p.58
Además de los “hechos”, una de las principales preocupaciones del historiador alemán
son los “grandes hombres”, lo que se evidencia claramente en su libro La historia de
los papas. Algún escéptico podría plantear que quizás Letelier no leyó a Ranke, es una
posibilidad que no podemos negar. Lo que sí podemos establecer es, que si bien pueden
haber compartido ciertos criterios como el de objetividad (pese a que según Fuentealba
la postura de Ranke fuese mucho más radical que la de Letelier22), en términos
generales, Letelier no persigue los mismos fines que el historiador alemán. Cierre
paréntesis
Hasta el momento, hemos establecido en líneas muy generales las principales
líneas de la obra de Letelier, y la relación que pudo haber establecido con ciertos
autores tanto contemporáneos como pasados. Nos queda por tanto, analizar dos casos
particulares sobre los cuales quisiera detenerme; el primero, es la relación que se puede
establecer a partir de la lectura y de la información que tenemos con el creador de la
corriente posititivista Auguste Comte, y la segunda, la relación que mantiene Letelier
con los intelectuales chilenos.

IV. La influencia de Comte

En las páginas anteriores hemos intentado dejar en claro que la obra de Auguste
Comte es fundamental para entender el texto de Letelier. No obstante, no hemos
indagado lo suficiente las bases sobre las cuales se realiza esta afirmación. Eso es lo
que pretenderemos establecer a continuación.
Quizás sea necesario que establezcamos, en líneas extremadamente generales,
algunas de las principales premisas del filósofo francés. Una de sus tesis principales es
la llamada “ley de los tres estados”. En esta, se afirma que existe un desarrollo
intelectual de la humanidad, el que va evolucionando a través del tiempo. La
humanidad está sujeta de forma inevitable a “pasar sucesivamente por los tres estados
teóricos diferentes, que las denominaciones habituales de teológico, metafísico y
positivo podrán clasificar aquí suficientemente”23, inmediatamente agrega que

“el primero estado debe considerarse siempre, desde ahora, como provisional y
preparatorio; el segundo que no constituye en realidad más que una modificación

22
OpCit. La filosofía de la historia en Valentín Letelier, p.27
23
Comte, Auguste. Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid: Biblioteca nueva, 1999, p.69
disolvente de aquel, no supone más que un simple destino transitorio, fin de
conducir gradualmente al tercero; en este, el único plenamente normal, es en el
que consiste, en todos los géneros, el régimen definitivo de la razón humana”24

Para poder establecer lo anterior, que posee una fortaleza arraigado más en lo teórico
que en lo “histórico” propiamente tal, Comte establece que el punto final, la meta del
desarrollo de la humanidad está dado por alcanzar el estado de “ciencia”. Para abordar
esto, es necesario subordinar la imaginación a la observación de los fenómenos, lo que
bien podríamos denominar como “empirismo”. Ahora bien, debemos ser cuidadosos, ya
que Comte señala que el empirismo puede resultar igual de funesto que otras visiones si
se le radicaliza. No obstante, esto en última instancia se convierte en un medio ¿Para
qué? Para establecer que “en las leyes de los fenómenos es en lo que consiste,
realmente, la ciencia”25. En este sentido, los hechos, para lo único que prestan servicio,
es para determinar las leyes “naturales” o “generales” que rigen a la humanidad.
Una vez sentado lo anterior, podemos identificar de forma clara, las líneas de
influencia que se evidencian a lo largo del texto. Uno de los primeros rastros a los que
hace referencia Letelier es al constante uso del concepto de leyes generales. Mientras se
refiere a la historia de Roma y los mitos que la rodean, señala lo siguiente: “Entre tanto,
para quienes conoce las leyes de la historia, la existencia de Rómulo i de sus
inmediatos sucesores, los largo reinados de los tiempos primitivos i otros hechos
tradicionales son tan absurdos en la forma en que se les refiere de ordinario como lo es
la detención de la tierra en el espacio para los que conocen las leyes físicas”26. En la cita
anterior, vemos claramente de qué forma Letelier extrapola el concepto de “ley” de las
ciencias, y que en parte es lo que propone Comte, y lo aplica al plano histórico. No
debemos olvidar sin embargo, que la propuesta de Comte es una Filosofía de la
Historia, por tanto, lo que Letelier realiza en su texto es una apropiación y adaptación
para la teoría (y también filosofía) de la historia tal como él la entenderá. Es interesante
además, que Letelier propone una definición para su concepto, señalando que para que
esta exista “solo se requiere que haya una fuerza constante capaz de realizarlo siempre
que las circunstancias lo permitan”27.

24
Ibidem.
25
Ibíd., p.80
26
OpCit. ¿Por qué se rehace la historia?, p.9 Énfasis personal
27
Ibíd., p.54
Otro elemento en el que nos sostenemos para afirmar la influencia de las ideas
de Comte es el continuo uso de la palabra “positivo”. Esto se evidencia tanto en
algunos títulos de los capítulos que componen la obra, por ejemplo: “Carencia de
criterio positivo” y “Las ciencias forman el criterio positivo”, como por el uso de este
concepto en constantes afirmaciones como “Entre tanto, quien quiere esplicar de una
manera positiva un hecho”28, o “de dos maneras diferentes han conspirado las ciencias a
renovar la Historia, porque a la vez han formado el criterio positivo de los
historiadores”29. De igual forma, utiliza en ciertas ocasiones alusiones claras a la ley de
los tres estados de Comte. Señala que “uno de los caracteres que más distinguen a la
verdadera ciencia es que ella no dogmatiza a semejanza de la teolojía, ni critica a
semejanza de la metafísica”30
Ahora bien, más allá del plano lingüístico, hay importantes precisiones en lo que
respecta a las leyes generales de la historia, y que algo se esbozó anteriormente al
hablar de Ranke. Letelier critica los textos históricos que se limitan a ser una simple
“narración cronolójica de algunos acontecimientos políticos i militares, considera cada
suceso como si fuera único i aislado i no llega jamás a conclusiones jenerales que
puedan servir, como sirven las de toda ciencia, para esplicar fenómenos análogos i a
modo de norma del humano criterio”31. De esto, se sigue que “todo el pasado de la
humanidad es obra de unos cuantos hombres distinguidos que han desempeñado los
papeles de monarcas, guerreros, legisladores i benefactores de los pueblos”32. Si
buscamos concretar su aguda crítica en pocas palabras, podríamos señalar que “las
historias corrientes, a narrar los actos de tales o cuales varones ilustres, no nos explican
ninguno de los fenómenos sociales i apenas mencionan algunos”33.
Como hemos podido apreciar, el ejercicio que Letelier lleva a cabo es el de la
adopción de los supuestos positivos de Comte y su traspaso para la disciplina
historiográfica. Podríamos decir que su esfuerzo es valorizar el trabajo de Buckle, y
extraer de allí las leyes generales que rigen la historia. Debemos tener en cuenta, como
ya se ha dicho, que los postulados comteanos se vinculan más con una construcción
teórica filosófica que con la historia. El esfuerzo de Letelier apunta a la aplicación de
dichos postulados a la historiografía como disciplina. En este marco, hay una idea muy

28
Ibíd., p.17 Énfasis personal
29
Ibíd., p.32 Énfasis personal
30
Ibíd., p.29
31
Ibíd., p.20
32
Ibíd., p.22
33
Ibíd., p.27 Énfasis personal
interesante que rescata Letelier, y que se vincula con la imposibilidad de escapar al
destino histórico y a las leyes que nos rigen. En este sentido, Letelier reduce al hombre
a una unidad casi insignificante de ingerencia histórica, la cual es casi completamente
precindible. Es por esto que no niega en ningún momento la libertad individual de las
personas (lo que suele denominarse como el Libre Albedrío), ya que las acciones
individuales no han de afectar en influir en el curso general de la historia. Esto lo
plantea de forma explícita al señalar que “el libre albedrío puede coexistir
perfectamente con las leyes naturales, sobre todo, con las leyes sociales que según un
principio de filosofía general, deben ser las más modificables”34. Incluso, en aquellos
individuos que han “transformado” la historia, Letelier ve su escasa importancia. De
aquí se desprenden dos cosas, por un lado, que el hombre con tal o cual acción cumple
las leyes generales de la naturaleza y la sociedad; y por otro, que si las acciones de tal o
cual fuesen en contra de las leyes, no generarían efecto alguno. Se refiere, a modo de
ejemplo, a la figura de Napoleón: “Si pues, una voluntad tan enérjica como la de aquel
hombre no pudo impedir que la historia siguiese su curso regular de acciones i
reacciones, es porque la fuerza individual no puede contra las fuerzas sociales”35.
En definitiva, hemos podido apreciar de qué forma Letelier realiza la adopción
del positivismo comteano y genera la transformación de este en una filosofía de la
historia aplicada. Es en parte esto lo que critica a otros filósofos de la historia, en la
parte final del texto, donde le critica a Voltarie, Vico, Bossuet y a la tradición bíblica, el
no haber atendido a las causas y leyes que rigen nuestro universo. De esta forma,
Letelier rechaza otras filosofías de la historia, como la dialéctica de Hegel y Marx (las
cuales no son mencionadas de forma alguna en el texto), para colocar sobre un pedestal
a la filosofía positivista de Comte, la que debe ser adoptada lo antes posible por las
diversas disciplinas que desean alcanzar el máximo estado de verdad mediante la
transformación en ciencia.

V. Los destinatarios directos: el círculo positivista chileno

Como un último aspecto, cabe considerar los potenciales “lectores ideales” a


quienes apela Letelier al formular su obra. Quizás –y es lo más probable- sean muchos
más de los que logramos identificar aquí, no obstante, buscamos establecer algunas

34
Ibíd., p.55
35
Ibíd., p.57
líneas más o menos generales sobre aquellas personas que el autor pudo tener en mente
a la hora de redactar su texto. Es importante señalar que para este caso nos centraremos
estrictamente en los potenciales interlocutores chilenos. Para poder determinar esto nos
centraremos en tres aspectos, los nombres referidos dentro del texto, posibles
interlocutores que se infieren de las ideas mencionadas, y mediante identificar voces
previas que habían desarrollado el positivismo como temática de reflexión
A lo largo del texto son solo dos intelectuales chilenos que aparecen nombrados
de forma explícita. El primero de ellos es Diego Barros Arana, quien aparece nombrado
en tres oportunidades. Sin embargo, podemos pensar que es este uno de los principales
destinatarios de la obra, ya que es precisamente a él a quien va dedicado el trabajo. Otra
alusión que realiza a Barros Arana es para señalar el importante trabajo que ha
realizado en la escritura de la Historia de Chile. Para la fecha de producción del texto
de Letelier el historiador chileno solo ha publicado siete tomos de su obra magna, pero
Letelier anticipa que otros estarán por venir36. Sin embargo, el motivo por el cual saca a
la pallestra a Barros Arana es para hacer referencia de que si bien la Historia de Chile
ha recibido importante dedicación, no ha sido considerada dentro de la “Historia
universal” como sí lo han sido otras historias nacionales, principalmente europeas.
Finalmente, y esta es quizás la más importante, es una mención que realzia Letelier en
conjunto tanto a Barros Arana como a los hermanos Amunátegui por haber superado
los escollos y las trancas de las antiguas historiografías, señala que “los señores
Amunátegui i Barros Arana han rehecho la historia colonial de nuestra patria sin
mencionar numerosos milagros apuntados en las crónicas antiguas”37. En este sentido,
han logrado seguir el camino por historiadores europeos como Grote, Mommsen y
Renan38. En la mención anterior es en la única en que se nombra a los hermanos
Amunátegui en su conjunto. Sin embargo, un poco más adelante se menciona a Miguel
Amunátegui como el autor de “una obra nacional notable, compuesta con verdadera
tendencia científica”39, refiriéndose a su libro Precursores de la Independencia de
Chile.
Ahora bien, el texto no solo apunta a identificar a los principales “historiadores
positivistas” –en un buen sentido- sino que también se puede leer entre sus líneas una
cierta crítica o alusión a la situación política de la época. Esto lo podemos identificar en

36
Ibíd., p.39
37
Ibíd., p.34
38
Ibidem
39
Ibíd., p62
un primer lugar mediante ciertas alusiones que el autor realiza, como por ejemplo “En
plena cámara de diputados hemos oído nosotros a un profesor de historia comparar al
probo, democrático y honorable Aníbal Pinto con Nerón i Tiberio” 40, o bien cuando
señala que “En la misma vida ordinaria creemos conocer la verdad de un suceso cuando
lo hemos oído referir a un testigo cualquiera, i prestamos al narrador completo asenso,
no obstante que en todos los casos anteriores que hemos oído a varias personas de
diferentes partidos o sectas, la diversidad de relato nos ha sumergido en dudas i
perplejidades”41. Estos ejemplos bien podrían ser tomados como meras anécdotas, sin
embargo, si lo situamos dentro de un contexto, como lo hemos hecho en un comienzo,
sabremos que los vínculo de Letelier con la política no son menores. Además, más allá
de las alusiones, existe un tema de fondo que posee vital importancia y que hemos
esbozado anteriormente, la relación del liberalismo con el positivismo.
Ya hemos planteado que, a juicio de Letelier, la libertad individual y las leyes
generales que rigen a la humanidad son plenamente compatibles. Esto a su vez puede
ser leído como una justificación del liberalismo político, en el cual se respeta la
“libertad” del individuo. Además, en esta misma lógica, la evolución intelectual, que
tiende a liberarnos de la ignorancia, propone que en cierta medida el liberalismo –en
desmedro de las posturas conservadoras- sea lo que deba ocurrir en la humanidad como
parte de su desarrollo. Esto se grafica de manera clara al afirmar la imperante necesidad
de separar a la Iglesia del Estado y de la pérdida de influencia por parte de las ideas
religiosas en la vida de las personas: “era claro que el respeto por la historia sagrada no
podía durar más que el que las sociedades emplearan en emanciparse de la autoridad
eclesiástica”42. Así, es parte del desarrollo mismo de la sociedad la separación de ambos
poderes, lo que en el contexto particular que se instala este texto - promulgación de las
leyes laicas- adquiere total fuerza y sentido.
Hasta el momento hemos establecido las relaciones del intelectual chileno sobre
la base de la evidencia entregada principalmente por el texto. Ahora, las ventajas que
nos ofrece la metodología empleada es poder ampliar las relaciones a elementos extra-
textuales. Es por esto que, como último punto, estableceremos que uno de los
principales interlocutores de la obra de Letelier es José Victorino Lastarria, pese a que
su nombre no figure en parte alguna del texto.

40
Ibíd., p.13
41
Ibíd., p.16
42
Ibíd., p.31
Habíamos dicho anteriormente que el texto de Letelier es fundacional en
términos de aplicar la teoría positivista al oficio de la historia. Sin embargo, no fue el
primer intelectual chileno en poner por escrito reflexiones en torno a dicha teoría. Más
de diez años antes de su publicación, en 1874, Lastarria –con quien ya había establecido
vínculos- publicó Lecciones de política positiva. En ella, busca establecer y reflexionar,
tal como lo hará Letelier para la historia, en la vinculación del sistema positivista con la
política. Comienza su obra señalando que “No creo que la política sea todavía una
ciencia completa, pero creo que el método deductivo puede llegar a constituirla i a
completar su evolución, a pesar de que los hechos sobre que este tiene que operar son
tan complicados i de que la nueva síntesis apenas está determinada”43. Ciertas
coincidencias con la obra de Letelier llegan a un punto muy interesante cuando, un poco
más debajo de lo antes señalado plantea que

“Si me atrevo a esta empresa tan burda i tan superior a las aptitudes i a las
condiciones del medio en que vive un hombre de labor en nuestra naciente
sociedad, sin holganza, sin estímulos i aun sin esperanzas, es porque mis largos
estudios me han dado la convicción de que es ya posible hallar en esta rama de la
sociolojia, si no en todo, en gran parte, aquel acuerdo de los sabios que en las
ciencias exactas constituye la autoridad i que inspira la fé que ellas merecen”44

Este texto se encuentra profundamente marcado por la obra de Comte, y busca, al igual
que Letelier, establecer a la sociología como la disciplina social y humana máxima, ya
que es ella la que posee el máximo grado de cientificidad. Sobre esta obra no
indagaremos mayormente, simplemente nos interesa dejarlo sentado como un
antecedente que debe haber sido ineludible para el joven Letelier. Con respecto a esta
obra Subercaseaux señala que “las Lecciones desempeñan un papel importante en la
difusión del ideario positivista, especialmente entre la juventud”45. Si intentamos
situarnos dentro del contexto de la época, debemos entender que la producción
intelectual era altamente limitada y restringida, al igual que los lectores. Si Lastarria y
Letelier pertenecían al mismo círculo positivista, es lógico pensar que la obra de
Lastarria sea un precedente importante, del cual Letelier no puede desligarse a la hora
de formular su propuesta. Es más, la propuesta de Letelier bien podríamos entenderlo

43
Lastarria, José. Lecciones de política positiva. Santiago: Imprenta de el ferrocarril, 1874, p.2
44
Ibidem
45
OpCit Historia de las ideas y de la cultura en Chile, p.212
como un complemento de lo propuesto por Lastarria, ya que este último centró su
análisis en los aspectos y la responsabilidad de la política; lo que hace Letelier es
ampliar la reflexión al marco casi infinito de la Filosofía de la Historia, donde la
política se encuentra inmersa sin necesidad de escapar de ella.

VI. Conclusiones

Como hemos podido apreciar, siguiendo la metodología propuesta por Skinner,


la obra de Valentín Letelier ¿Por qué se rehace la historia? se instala dentro de un
marco contextual en el cual el positivismo se encontraba en auge en nuestro país. La
obra de Comte recién fue interiorizada en nuestro país hacia 1868 de la mano de
Lastarria, y a lo largo de los años 70 y 80 logró cautivar a diversos personajes. En este
sentido, Letelier logra generar un cierto debate tanto con sus contemporáneos como con
algunos de sus predecesores, en el cual instala una reflexión teórica y filosófica de la
historia.
El positivismo en Latinoamérica tuvo un eco que resulta complejo de medir.
Diversos autores, tanto locales como extranjeros, han intentado aproximarse a este
inmenso objeto de estudio con mayor o menor fortuna. Debemos reconocer que la
metodología que hemos utilizado nos permite, en cierta medida, pensar –o soñar- con
un análisis mayor en todo sentido. Sin embargo, esto nos enfrenta casi a un análisis
eterno imposible de realizar. Quizás, en este sentido sería útil reconocer la importancia
de estudios y análisis con un mayor sesgo, pero que permiten en cierta medida una
aproximación más acabada de los intelectuales y sus obras.
Repasemos algunos puntos. Creo que visto desde esta óptica, existen ciertas
relaciones que son difíciles de negar en términos de influencia y diálogo. La recepción
de Comte en la obra de Letelier es un hecho casi incuestionable; no obstante, bien
podría plantearse que el autor no contaba con un conocimiento acabado de su obra, lo
que se vería reflejado en las escasas referencias a su obra. Sin embargo, si
consideramos que la figura central del texto es Buckle, y este se encuentra sostenido en
términos teóricos por Comte, independiente de que haya recibido una lectura de
“segunda mano”, la recepción de la influencia no puede ser negada. Además, ha
quedado demostrado que existe una relación muy relevante con el “círculo positivista
chileno”, del cual cuyo máximo exponente es José Victorino Lastarria. La obra que
aquí hemos trabajado es su primera producción intelectual, y pretende plasmar en ella
toda la reflexión que ha ido elaborando en los últimos años. Donde ha tenido la
posibilidad de conocer la obra del creador del positivismo, al tiempo que, con su viaje a
Alemania, tuvo acceso a otras obras intelectuales que le pudieron haber ayudado a
afianzar su postura teórica y filosófica. Es importante rescatar también la influencia que
tuvo Letelier de su mentor Barros Arana, quien no solo lo familiarizó con la política y
la educación, sino también con la disciplina histórica. Finalmente, es interesante el
vínculo que hemos establecido entre el positivismo como filosofía de la historia y las
ideas políticas liberales, las que encuentran –al menos en términos teóricos- un
importante soporte de proyección para la acción política. Ahora bien, algunos de estos
elementos solo quedan en el campo de la especulación. Bien sabemos que las certezas,
aquella hermosa meta con la que soñó Letelier, se encuentran bastante alejadas de
nuestro horizonte de expectativas.
Es cierto que Letelier suele ser identificado más por sus valiosos aportes a la
educación que por sus aportes a la disciplina historiográfica, esto es sin duda una
deuda. Incluso, uno de los trabajos más generales y a la vez exhaustivos que se han
hecho en torno a la historiografía chilena, realizado por Cristián Gazmuri, no dedica
una línea al protagonista de este relato. Algo similar ocurre con autores como Bernardo
Subercaseaux, quien al analizar las “historias de las ideas” en Chile, tiende a atribuir de
forma casi exclusiva la reflexión en torno al positivismo a la figura de Lastarria. Ahora
bien, el ejercicio anterior no busca situar un personaje por sobre el otro, sino más bien
intenta desmenuzar una obra de 67 páginas en una red de relaciones que en muchas
ocasiones traspasa el ámbito netamente textual; y a la que tenemos acceso mediante un
análisis contextual de los autores, de aquel “que hace el autor cuando lo dice”, que nos
permite, tal como señala Skinner, entender toda la fuerza de un texto en su real
dimensión.

Bibliografía

Biagini, Hugo. “Espiritualismo y positivismo”, en Roig, Arturo (ed) El pensamiento


social y político iberoamericano del siglo XIX. Madrid: Trotta, 2000

Comte, Auguste. Discurso sobre el espíritu positivo. Madrid: Biblioteca nueva, 1999
Diccionario soviético de filosofía. Montevideo, Ediciones Pueblos Unidos, 1965.
Disponible en: http://www.filosofia.org/enc/ros/buck.htm Última visita realizada el 3-
10-2010 a las 20:05 hrs.

Fuentealba, Leonardo. La filosofía de la Historia en Valentín Letelier. Santiago:


Universitaria, 1990

Galdames, Luis. Valentín Letelier y su obra. Santiago: Universitaria, 1937

Lastarria, José. Lecciones de política positiva. Santiago: Imprenta de el ferrocarril,


1874

Letelier, Valentín. ¿Por qué se rehace la historia? Santiago: La libertad electoral, 1888

Matus, Jean Pierre. “El positivismo en el derecho penal chileno. Análisis sincrónico y
diacrónico de una doctrina de principios del siglo XX que se mantiene vigente” en
Revista de Derecho, vol. XX, nº 1, Julio 2007

Memoria Chilena. Disponible en http://www.memoriachilena.cl/temas/index.asp?


id_ut=valentinletelier(1852-1919)educadorypensador Última visita realizada el 3-10-
2010 a las 18:40 hrs.

Ranke, Leopold. “Introduction to history of the latin and teutonic nations”, en The
Secret of world history. New York: Fordham University Press, 1981

Subercaseaux, Bernardo. Historia de las ideas y de la cultura en Chile. Santiago:


Universitaria, 1997, Tomo I

Potrebbero piacerti anche