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En entregas anteriores se revisó el concepto de tribalismo, acuñado por

el sociólogo Michel Maffesoli, y su contraparte, el concepto


de individualismo, tal y como Zygmunt Bauman trabaja el término en
algunos de sus textos [el artículo puede encontrarse
en SABERSINFIN.COM, en la sección de “ Artículos y Ensayos”, con el
título de Individualismo vs Tribalismo: Dos perspectivas sobre el
individuo y las sociedades posmodernas]. Cada uno de estos
conceptos intenta dar cuenta de las tendencias de socialidad en las
comunidades contemporáneas. En esta entrega se busca abordar el tema
del tribalismo de manera más detallada, ejemplificando el concepto con
el fenómeno de las llamadas “tribus urbanas”.

Para ello nos remitiremos al artículo de Michel Maffesoli


titulado “ Tribalismo posmoderno. De la identidad a las
identificaciones”. Para abordar el tema de las tribus urbanas
abordaremos los siguientes textos: Feixa, C. De jóvenes, bandas y
tribus; Oriol Costa, P., Pérez Tornero, J.M., Tropea, F., Tribus Urbanas
(el ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la
autoafirmación a través de la violencia); Chihu Amparán, A.,
(coord) Sociología de la Identidad [la bibliografía completa de estos
textos se indica al final].

Tribalismo:
El tribalismo es, según Maffesoli, un fenómeno cultural. Esto quiere
decir que se trata de un movimiento de amplio espectro que inunda todos
los ámbitos de la vida social (política, filosofía, religión, economía, artes,
costumbres, lenguaje, modas, patrones de conducta…etc) y que, a su vez,
se influenciado por todos ellos. El tribalismo está enclavado dentro de
los procesos de la posmodernidad.
Definir la posmodernidad o, como muchos pensadores prefieren llamarla,
la “condición” posmoderna, nos llevaría un trabajo aparte (nada sencillo,
por cierto). Pero podemos decir, grosso modo, que la posmodernidad es
una época que inicia aproximadamente a mediados del siglo XIX, con
la caída de los grandes paradigmas de pensamiento, racionalistas,
universalistas y fundacionistas. Los mitos únicos o dominantes de la
filosofía, la religión y la ciencia, se dispersan en multitud de mitos, de
verdades y concepciones posibles del mundo. La experiencia del hombre
se transforma radicalmente y con ello, las maneras en las que los
hombres se piensan y configuran a sí y a sus sociedades. Pues bien, el
tribalismo, para Maffesoli, es la expresión social dominante de las
sociedades posmodernas. Es decir, las sociedades actuales tienden al
tribalismo. Pero, ¿qué es exactamente el tribalismo?, ¿cuáles son sus
rasgos característicos?, ¿cuál es su lógica?

En una entrega anterior enumeramos las características del tribalismo de


Maffesoli, según él mismo lo hiciera en su texto Tiempo de las tribus. Para
no repetirnos, ahora daremos la definición que Maffesoli maneja en el
artículo que aquí tomamos como referencia:

“El tribalismo es un fenómeno cultural, antes que político, económico o


social. Es una auténtica revolución espiritual; es una revolución de los
sentimientos que pone énfasis en la alegría de la vida primitiva, de la
vida nativa. Es una revolución que exacerba lo fundamental, lo
estructural, lo primordial del arcaísmo. Cabe admitir que todo ello se
aleja mucho de los valores universalistas o racionalistas que
caracterizan a los detentores de los poderes actuales”. (Maffesoli,
2002. Pág. 227-228)

El tribalismo es, pues, una revolución. ¿Contra qué se levanta esta


revolución? Contra la antigua lógica que regía el mundo de las ideas y
que justificaba ciertas prácticas de dominio entre los hombres: la
lógica del principio de la identidad. Maffesoli opone la lógica regida por
dicho principio a la lógica del tribalismo, que es la lógica regida por el
“principio de Eros”. (Ibid., pág. 227).

La lógica del principio de identidad podemos entenderla como aquel


discurso que, en todos los ámbitos del saber y del hacer humanos, tiende
a la unidad de lo múltiple en Uno. Y ese Uno es idéntico consigo mismo.
¿Qué quiere decir esto? Que según los antiguos paradigmas de
pensamiento (anteriores a la posmodernidad), las cosas del mundo,
incluidos los hombres dentro de él, podían ser comprendidos y
aprehendidos desde una idea (única, uniforme, fundamento de sí misma
que funda a su vez todo lo demás) que los abarcaba a todos. Dios tuvo su
momento. Todas las cosas se reducían finalmente a él. La naturaleza y el
hombre tomaron después, respectivamente, el lugar de Dios. La lógica del
principio de identidad puede ser concebida también, según lo explica el
mismo Maffesoli, como una ontología sustancialista, que pone a la base
de sus consideraciones un elemento como conformador y ordenador de la
realidad, llámese el hombre, el Estado, la ley…etc. (Cfr. Maffesoli, 2002,
pág. 237)

Cuando la sustancia hombre tomó el lugar del fundamento, del origen de


toda verdad, se forjó al individuo moderno, el individuo autónomo que
adquiere su fisonomía más clara con el ego cogito cartesiano. Un
sujeto capaz de todo con el sólo poder de su razón. En lo político,
éste hombre, este individuo clama por su libertad. Es el siglo XVIII y
sus revoluciones burguesas liberales, dentro de cuyo estrépito se
forjan las ideas políticas más aplaudidas de las sociedades actuales:
libertad, igualdad, contrato social, soberanía, autonomía, democracia,
república, estado de derecho…etc. Las sociedades construidas por
esos hombres son precisamente aquellas contra las cuales se dirige
la nueva lógica, la lógica que sigue el tribalismo.

Para Maffesoli, las sociedades y las formas societales de tipo moderno


–con los individuos autónomos como elementos constitutivos de las
mismas-, han llegado al hartazgo de sí, están profundamente
aburridas. En el seno de dichas sociedades ha sucedido un fenómeno
que aún hace falta pensar, y del que no todo está dicho todavía: las
sociedad actuales, posmodernas, viven un regreso a las formas
arcaicas de cultura. Para Maffesoli, el regreso al arcaísmo es
precisamente un signo preclaro de la posmodernidad. Sin embargo, para
él este regreso a formas primitivas de cultura no es algo necesariamente
negativo. Por el contrario, dicho regreso puede significar para las
sociedades actuales un proceso de revitalización, de gestación de nuevas
formas de vínculos entre los hombres; el regreso a las formas arcaicas de
cultura puede significar para las sociedades actuales, posmodernas, un
momento ético.

Las sociedades actuales llegaron a un punto límite de asepsia, de


desprecio por lo que de animal hay en el hombre. Las ideas paradigmática
de los siglos anteriores y, podríamos decir, toda la filosofía dominante al
menos hasta Hegel, desprecio profundamente todo rasgo lúdico, sensual,
salvaje. Condenó como “irracional”, como “incivilizado” todo aquello que
no se ajustaba a los estándares de su cultura. El resultado fue, en
términos nietzscheanos, el dominio de Apolo sobre Dionisos; el triunfo de
la racionalidad, del logos universalista y racionalista sobre los aspectos
lúdicos, vitales, arcaicos del hombre. Pues bien, la posmodernidad con su
tendencia hacia los arcaísmos, ha despertado el fenómeno tribal como
forma dominante de asociación entre los hombres.

El tribalismo es una respuesta a las formas de socialidad impuesta


por los viejos paradigmas. Las sociedades del individuo moderno
son sociedades individualistas, aislantes, segregativas. Los
individuos reprimen su deseo de fundirse con otros sujetos,
reprimen sus tendencias lúdicas y dionisíacas. Pero no más. O al
menos eso es lo que Maffesoli no sólo pronostica, sino observa en las
sociedades de todo el orbe.
Se trata, en otros términos, del enfrentamiento –un enfrentamiento que
por cierto siempre ha existido y funciona siempre- entre el poder
instituido y el poder instituyente. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 223) El primero
está constituido por una minoría, la élite que impone o trata de imponer
sus formas de cultura; el segundo por la mayoría, que construye de
manera paralela nuevas formas de cultura que eventualmente se tocan
con las del poder instituido. El tribalismo pertenece a esta última forma de
poder.

Muchos no pueden concebir que las tendencias arcaicas –el tribalismo


entre ellas- se apoderen de las sociedades, bien o por temor o por miopía,
según se queja Maffesoli. Los que siguen pensando que el individualismo
la forma de socialidad dominante de las sociedades posmodernas no
hacen sino enfatizar el abismo existente entre la realidad y sus estudiosos
de élite, encerrados, dice, en sus gabinetes universitarios.

El tribalismo posee aspectos “arcaicos” y “juveniles” (Cfr. Maffesoli,


2002, pág. 226). Además, posee una “ dimensión
comunitaria” que “ pone en evidencia la saturación del concepto de
individuo, así como de la lógica de identidad”. (Maffesoli, pág. 226). Se
trata de un verdadero cambio de paradigma, de una revolución cultural.
Su envergadura, parece querernos decir Maffesoli, es comparable a la
que sobrevendría al triunfo cultural de Dionisos sobre Apolo [1]. (Cfr.
Maffesoli, 2002, pág. 227).
Dentro de las formas de sociedad tribales se privilegia estructuras
horizontales y fraternales de poder, frente a las estructuras verticales
y patriarcales que predominan en las sociedades individualistas
modernas (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 230). Dichas estructuras
horizontales son “causa y efecto” de lo que Maffesoli llama la “erótica
social” (Maffesoli, 2002, pág. 239). Hay un despertar de la vitalidad, de
los impulsos lúdicos, sexuales, comunitarios primitivos. El tribalismo
posmoderno se caracteriza también por la anomia (a = sin; nomos= ley;
carencia de ley), la espontaneidad, el deprecio por el futuro, el goce
inmediato y el disfrute del presente.

Hay algo que es característico del tribalismo posmoderno como vuelta de


lo arcaico: se busca la “ pérdida de sí en el otro”. Es decir, los individuos
posmodernos hartos de la asepsia a la que sus sociedades los han
limitado, hartos del aislamiento, de la falta de contacto, buscan ahora
fundirse con los demás de diversas formas. Puede ser a través del
contacto físico, sexual. A través de la identificación como grupo mediante
ciertos atavíos, conductas… etc. Esta pérdida de sí en el otro puede
entenderse también, y así la entiende el propio Maffesoli, como
una añoranza de fusión preindividual. Un retorno a la infancia o a los
aspectos juveniles de la vida, anteriores quizá a la conformación del
individuo psicológico.
Ciertamente hay en el individuo tribal posmoderno, que Mafesoli
llama el “ niño eterno” (puer aeternus), cierta inmoralidad. Pero para
Maffesoli esta inmoralidad sólo es tal si se la mira con los viejos cristales
de las ideas modernas. La “ inmoralidad” del individuo tribal
posmoderno puede originar precisamente nuevas formas de
vinculación con los otros que resulten éticas en un mayor grado al
logrado por las antiguas sociedades. Puede lograr un verdadero
acercamiento al otro, sea el otro-naturaleza, o el otro-hombre. Por
ello, Maffesoli descubre en el ecologismo actual una forma en la que
las tendencias tribales de los individuos y sus sociedades se
manifiestan.

Pero hemos hablado de “individuo” tribal posmoderno. Permítasenos


corregir: Maffesoli ya no habla de individuos, sino de “personas”. Ser
persona es representar un rol, y no una esencia o una sustancia. Ser
persona y no sólo individuo es un rasgo característico de los miembros de
la tribu posmoderna. El tribalismo también:

“Se trata pues, con las correspondientes consecuencias sociológicas


que ello conlleva, de un desplazamiento que va del individuo con una
identidad estable, que ejerce su función dentro de conjuntos
contractuales, hacia la persona, con identificaciones múltiples, que
desempeña papeles es tribus determinadas por sus elementos
afectivos”. (Maffesoli, 2002, pág. 238)
Algo que es importante resaltar es que el tribalismo posmoderno
implica en él al nomadismo. El nomadismo es “ el rechazo a la
asignación de residencia” , pero también el rechazo a las
“ identidades únicas”. “Las generaciones jóvenes de dispersas partes del
mundo tienden a preferir la errancia a diferentes niveles: en las elecciones
de pareja, en las elecciones de trabajo, en la elección de habitación”.
(Maffesoli, 2002, pág. 249). Hay un vínculo entre tribalismo,
nomadismo y Dionisos, según Maffesoli. El vínculo consiste en que
los tres “ son anómicos y ponen énfasis en el aspecto pagano, lúdico
y desordenado, de la existencia”. (Maffesoli, 2002, pág. 232)

Tribus Urbanas

Es dentro del contexto teórico del tribalismo de Michel Maffesoli que


abordaremos la temática de las “tribus urbanas”. Desde luego la
aproximación entre estos dos conceptos con es nueva y ha sido ya muy
trabajada. Cabe resaltar que muchos de los investigadores que se han
dedicado al estudio del fenómeno de de las tribus urbanas parten
explícitamente de las tesis expuestas por Maffesoli en sus
investigaciones.

Dice Maffesoli:
“[…] las tribus urbanas subrayan la urgencia de una sociedad empática,
donde las emociones y los estados afectivos elementales sean
compartidos”. (Maffesolo, 2002, pág. 233)

Pero, ¿qué es una tribu urbana? Según Oriol, Pérez y Tropea, “tribus
urbanas” son “agrupaciones de jóvenes y adolescentes, que se visten de
modo parecido y llamativo, siguen hábitos comunes y se hacen visibles,
sobre todo en las grandes ciudades” [2]. Las tribus urbanas están
conformadas mayoritariamente de jóvenes y adolescentes, ésa es una de
las características centrales de dicho fenómeno.

El papel de la juventud, su concepto mismo, ha cambiado con el tiempo.


Explica Carlos Feixa:

“Si la adolescencia fue descubierta a finales del siglo XIX, y se


democratizó en la primera mitad del XX, la segunda mitad del siglo ha
presenciado la irrupción de la juventud, ya no como sujeto pasivo, sino
como actor protagonista en la escena pública”. (Feixa, 1999, pág. 41)

La crisis de posguerra (desde la Primera Guerra Mundial) con su caída


estrepitosa de todos los valores tradicionales de Occidente, significó
también una crisis de la autoridad patriarcal. “ [… ] la crisis de la
autoridad patriarcal conllevó una rápida ampliación de la esferas de
la libertad juvenil: la era una revuelta contra todas las formas de
autoritarismo” (Feixa, 1999, pág. 43). Los jóvenes buscaron
voluntariamente y con una rebeldía conciente, un espacio exterior a las
instituciones y al discurso oficial. La juventud dejó de ser vista como
grupo social “ políticamente pasivo y dócil” (Feixa, 1999, pág. 41), y se
politizó. Muchos movimientos sociales revolucionarios fueron
expresamente convocados y encabezados por jóvenes, en su mayoría
estudiantes.

La configuración de la juventud como grupo social participativo, conciente


y autoconciente de su poder y de su rol dentro de las sociedades
posmodernas, fue gestando cultura: cultura juvenil.

“En un sentido amplio, las culturas juveniles se refieren a la manera en


que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas
colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos,
localizados fundamentalmente en el tiempo libre, o en espacios
intersticiales de la vida institucional”. (Feixa, 1999, pág. 84)

A ello también coadyuvó, nos explica Feixa, el nacimiento del teenage


market. Éste, “ofreció por primera vez un espacio de consumo
específicamente destinado a los jóvenes, que se habían convertido en un
grupo con creciente capacidad adquisitiva”. (Feixa, 1999, pág. 43). La
cultura joven o juvenil se vio ampliada en sus alcances a través de
los mass media, “ que hacía que los jóvenes empezaran a
identificarse más con sus coetáneos que con los miembros de su
clase o etnia” . (Feixa, 1999, pág. 43).

La aparición de una “ cultura juvenil” no hacía sino hacer eco de la


tendencia creciente de la juvenilización de la sociedad. (Cfr. Feixa,
1999, pág. 42). Esta observación, que Feixa retoma de un trabajo de
José Luis Aranguren (1961), es perfectamente compatible con las
observaciones hechas por Michel Maffesoli, quien, como ya hemos
apuntado, observa en la tendencia social tribal posmoderna
elementos arcaicos y “ juveniles” .
A diferencia de la cultura hegemónica, institucionalizada y regulada
por el Estado, las culturas juveniles –caracterizadas por la
heterogeneidad-, se originan la mayoría de las veces al margen de la
oficialidad cultural, en las capas sociales no pertenecientes a la élite
social (algunos autores no están de acuerdo con esto, y creen que la
razón de la preeminencia de miembros de capas sociales más bajas en
las agrupaciones neotribales urbanas se debe tan sólo al hecho de que
dichos grupos son más numerosos en las sociedades. Cfr. Oriol, Pérez y
Tropea, 1996, pág. 34). Se trata de culturas subalternas. (Cfr., Feixe,
199, pág. 85). Muchos prefieren llamarlas culturas alternativas o
“contracultura”, por tratarse de movimientos culturales cuya envergadura
e influencia es de magnitud tal que efectivamente representan una forma
de oposición a la cultura dominante.

Las culturas juveniles se relacionan con elementos como el género, el


territorio, la etnia, la clase social, la generación, el estilo. (Cfr. Feixa, 1999,
pp. 88-97). Al producir precisamente “cultura”, generan una imagen
propia del mundo, una manera de acercarse a los demás, un
lenguaje, símbolos, vestimenta, hábitos, música e imágenes,
literatura. Generan un discurso desde el cual configuran la
experiencia del mundo circundante y desde el que se interpretan.

Las tribus urbanas son parte de la cultura juvenil. Son la expresión del
fenómeno neotribal posmoderno en la juventud. Esta
neotribalización juvenil “ Se presenta como una respuesta, social y
simbólica, frente a la excesiva racionalidad burocrática de la vida
actual, al asilamiento individualista a que nos someten las grandes
ciudades, y a la frialdad de una sociedad extremadamente
competitiva” . (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 13). La gran profusión
de tribus urbanas en la actualidad sería un ejemplo, en
general, de neotribalización de las sociedades, diagnosticada por
Maffesoli.

Las características tribales conceptuadas por Maffesoli, son las


mismas que las tribus urbanas actuales poseen. Algunos rasgos
compartidos por las todas las tribus urbanas son: gusto por el
disfraz, vitalismo rebelde y marginación deseada del grupo social
más amplio. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27). Además, y lo que es
típico del tribalismo de Maffesoli, en las tribus urbanas los miembros de
las mismas “hacen proclamación expresa del sentido comunitario y grupal
por encima de lo individual”. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27).
Las tribus urbanas, como toda forma de organización tribal, “potencia[n]
las pulsiones gregarias y asociativas del sujeto […], [d]efienden presuntos
intereses comunes […] y estrechan vínculos gregarios basados en valores
específicos”. (Oriol, Pérez y Tropea, 1996, pág. 27). Correspondiéndose
con las tendencias dominantes del tribalismo posmoderno observado por
Maffesoli en las sociedades actuales, en las tribus urbanas –según Oriol,
Pérez y tropea (1996, pág.34) -, hay tres valores específicos:

a) afirmación del yo, en y con el grupo


b) defensa de valores y territorios propios y exclusivos

A través de la constitución y pertenencia a una tribu, la persona


construye identidad. Además, “Los elementos tribales son un
oportunidad para provocar o distanciarse de las instituciones, tanto
como un mecanismo a través de del cual crear una nueva
socialidad” . (Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 11).

Los miembros de las tribus urbanas presentan ciertos intereses comunes


que están dispuestos a defender frente a imposiciones o represiones
externas. Desarrollan una conciencia de grupo que les permite
configurar un sentido de pertenencia. Frente a las formas oficiales e
instituidas de socialidad, el neotribalismo de las tribus urbanas
busca el contacto y la fusión, la identificación entre sus miembros.
Se trata de un espacio de pertenencia, donde se juega un rol, donde
se tiene un papel que desempeñar.

Otra característica que los autores observan dentro del orden de las
tribus urbanas es que son “profundamente interclasistas”. Aunque la
neotribalización juvenil, dicen, no existe al margen de las diferencias de
clases, su “dinámica básica” no se encuentra en la división, sino en la
“comunicabilidad entre clases y grupos”. (Oriol, Pérez Tornero y Tropea,
1996, pág. 37). Esto concuerda con la tendencia gregaria y fraternal de la
que habla Maffesoli; con la suplantación de las estructuras verticales por
las horizontales de poder.

Al interior de muchas tribus urbanas, la tacticidad de las experiencias, las


reuniones masivas lúdicas y de fusión interpersonal son frecuentes y
características (Cfr. Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág. 46). La
importancia de la apariencia, la libre elección del rol jugado y hasta el
cambio permanente de tribu, son todos elementos propios del tribalismo
posmoderno. Cobra especial importancia la apariencia el atavío, la
conducta y lenguaje corporal.

Una tribu urbana “se construye como un conjunto de reglas específicas ”


(Oriol, Pérez Tornero y Tropea, 1996, pág.91), configura una imagen del
mundo y una experiencia del mundo desde y con la cual sus miembros
dotan de algún sentido la realidad circundante. Las tribus urbanas
representas espacios en rebeldía respecto de las normas oficiales de
conducta y de las formas de cultura establecidas. Buscan, conciente o
inconscientemente, ser un espacio para lo anormal. Constituyen un
factor potencial de agitación social, por lo que ponen muy de nervios
a las autoridades. Por ello, los miembros de las tribus urbanas y las
formas de cultura alternativa que desarrollan al interior de sus
sociedades, han sido perseguidas, marginadas, reprimidas y
hasta violentadas. El mundo adulto, el mundo inmerso en el discurso
oficial, institucionalizado, ordenado, “normal”, condena dichos
movimientos contraculturales regularmente.

Originalmente, las tribus urbanas se gestaban al margen de la


oficialidad. Sin embargo, los medios masivos de comunicación, al
servicio de dicha oficialidad, se apoderan poco a poco de la formas
de cultura alternativa de las tribus urbanas, transformándolas en
objetos de consumo a disposición de todos aquellos en buscan de
una identidad en el mercado. La rebeldía contenida en su origen se
mediatiza y pervierte en objeto consumo. Pero la cultura
juvenil también se sirvió de los medios masivos para constituirse como
movimiento de amplio alcance internacional. “[…] os medios son los
difusores básicos de modelos de conducta y valores en nuestra sociedad
[…] encuentran en las tribus un objeto noticioso [ …] ”. (Oriol, Pérez Tornero
y Tropea, 1996, pág. 14).

Al capturar su estilo, su apariencia, su lenguaje, su música, los


medios introducen las culturas alternativas generadas al interior de
las tribus urbanas (o bien, conformadoras de las tribus urbanas. El
proceso es recíproco) al discurso de la cultura dominante. Lo que se
logra con ello es la neutralización de los elementos contestatarios de
dichas culturas alternas. La contracultura, paradójicamente, se
convierte en un moda, desprovista de cualquier impulso de cambio u
objeción contra el statu quo. Los jóvenes son captados por dichas
modas, vendidas como contracultura, pero en realidad ya descarnada de
sus contenidos más interesantes y rebeldes.

Ahora bien, no toda forma neotribal (tribal posmoderna) de organización o


vinculación social constituye una tribu urbana. Como su nombre lo indica,
la tribu urbana se genera en las ciudades, aunque después su alcance e
influencia se vea extendida incluso al ámbito rural (adquiriendo en este
medio rasgos específicos y adaptándose a la vida juvenil de maneras muy
diferentes a como lo hace en la urbe). Las tribus urbanas son parte de la
cultura juvenil, y generan cultura musical, literaria, política ….. Crean
movimientos contraculturales a veces de gran importancia. Sin embargo,
es también un fenómenos notorio el hecho de que la mayoría de sus
miembros, al crecer y entrar a la “vida adulta”, se instalan dentro de una
vida “normal”, y son captados por los sistemas de vida regulados de las
sociedades.

Pero no todas las formas neotribales de asociación juvenil llevan


implicados aspectos positivos o contestatarios. El porrismo –fenómeno
cada vez más violento en las instancias de educación media superior en
México, como la UNAM y el IPN-, es un claro ejemplo de organización
neotribal que, sin embargo, no constituye una tribu urbana, no genera
cultura, y no está conformado por elementos contestatarios. El porrismo
está, aunque la mayoría de sus miembros ni siquiera lo sepan - al servicio
del discurso oficial. Son tolerados por las autoridades porque sirven como
medio de represión y hostigamiento contra grupos estudiantiles politizados
y activos (entre otras cosas). Pero éste no es lugar para ahondar en tan
vergonzoso y nefasto fenómeno.
No ha sido nuestro interés aquí estudiar el fenómeno de las tribus
urbanas en específico, retomando a ésta o aquella “tribu”. Tampoco
hemos querido reducir el rico espectro de movimiento y efervescencia
juvenil al estudio de la “juventud” desde algún punto de vista en específico
(sea sociológico, antropológico, psicológico…etc.), o al estudio del
tribalismo, tal y como Maffesoli lo ha conceptuado en sus diversos
elementos.

Como siempre, remitimos al lector a las referencias bibliográficas usadas


en este trabajo.

* Ximena Franco Guzmán (happyhorseximena@hotmail.com), es


egresada de la Facultad de Filosofía por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), actualmente es docente en nivel
bachillerato.
______________________________________
Referencias bibliográficas:
Maffesoli, M. [2002] “ Tribalismo posmoderno. De la identidad a las
identificaciones” , en Chihu, Aquiles (coord). Sociología de la
identidad. UAM Iztapalapa/Porrúa, México, 2002.
El tiempo de las tribus. El ocaso del individualismo en las
sociedades posmodernas. S.XXI, México, 2001
Bauman, Z. La sociedad Individualizada. Cátedra, Madrid, 2001.
Costa, P., Pérez T., José M., Tropea, Fabio. [1996] Tribus urbanas. El
ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la
autoafirmación a través de la violencia. Paidós, Barcelona, 1996.
Feixa, Carles. [1999] De jóvenes, bandas y tribus. Ariel, Barcelona,
1999.
Hay un texto ameno y bien documentado sobre la contracultura urbana
en México:
Agustín, José. La contracultura en México (La historia y le significado
de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las
bandas). Grijalbo, México, 1996.
https://www.sabersinfin.com/articulos/documentos/503-
tribalismo-y-tribus-urbanas?showall=1&limitstart=

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