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En las acciones de la vida cotidiana personal hasta en las prácticas sociales e

institucionales, permanentemente confrontamos el hecho de que en casi todas las


actividades humanas los medios y recursos son escasos y los objetivos a alcanzar múltiples
y diversos. Frente a esta situación, que se da en casi todos los campos y dominios del
quehacer humano, es necesario realizar un análisis y diagnóstico sobre la realidad en la que
se ha de actuar, tomar decisiones y proceder a la acción, para obtener los resultados
previstos o deseados. Resulta claro que la planificación aparece como una función
inherente a todo proceso de acción o de actividades que procura alcanzar determinados
objetivos.

Planificadores somos todos nosotros, aun cuando esta no sea nuestra profesión. Si la
existencia humana es un experimento social permanente, la planificación es una actividad
intrínseca a la vida misma. Nuestra rutina más común es, por lo tanto, planificar, cada día,
todos los días, sin parar, hasta morir. Toda decisión, o por lo menos la mayoría de las
decisiones, es precedida por un análisis, y este análisis es, en sí mismo, un momento de
planificación. El acto de planificar, sin embargo, no es neutral. Emerge de un complejo
proceso, racional y emocional, que combina valores, creencias, aspiraciones, deseos,
pasiones, motivos, intereses, compromisos, conceptos, teorías, ideas, ideales, objetivos,
símbolos, entre otros; Que en su conjunto reflejan una concepción de realidad que atribuye
ciertos significados a la vida, las cosas, los fenómenos, el ser humano.

En esta ocasión le presentaremos dos tipos de planificaciones que transversan el


sistema educativo que son la normativa y la estratégica.

La planificación normativa se define como una serie de reglamentos que se deben


cumplir para la planeación de un objetivo, es decir, está basada en una serie de lineamientos
acordados por los miembros y terceros involucrados en el objetivo a realizar. Esta
planificación se ve presente en nuestro sistema educativo cuando se insertan los
lineamientos estructurados en reglas y leyes a cumplir en las diferentes instituciones, la
diferencia que existe es que dichos lineamientos en su gran mayoría provienen de intereses
individuales con influencias partidistas que tronchan la idea de la planificación normativa.

La planificación Estratégica está referida principalmente a la capacidad de


observación y anticipación frente a desafíos y oportunidades que se generan, tanto de las
condiciones externas a una organización, como de su realidad interna. Como ambas fuentes
de cambio son dinámicas, este proceso es también dinámico. Además es una poderosa
herramienta de diagnóstico, análisis, reflexión y toma de decisiones colectivas, en torno al
quehacer actual y al camino que deben recorrer en el futuro las organizaciones e
instituciones, para adecuarse a los cambios y a las demandas que les impone el entorno y
lograr el máximo de eficiencia y calidad de sus prestaciones.
En nuestro sistema educativo esta planificación es escasa o nula ya que, el sistema
busca solo un interés hegemónico y condicional de una parte política de interés para el
estado y no la interrelación entre los ambientes donde se desarrolla o ejecuta el accionar
educativo que en nuestro país por ser pluricultural cada realidad es distinta a las demás con
una diversidad de culturas modos de pensar y un cosmos distinto; es por ello que dicha
planificación estratégica ni se asemeja a la manejada en este sistema.

El tipo de planificación que utilizamos no se asemeja a la normativa ya que a pesar


de regirse a través de normas y lineamientos, los mismos no son estructurados por
miembros involucrados directamente con los procesos de enseñanza y aprendizaje
establecidos en el sistema rompiendo directamente las directrices de la planificación
normativa, a igual este modo de planificar en los recintos educativos venezolanos difiere de
la planificación estratégica ya que los contenidos a desarrollar dentro de las aulas ya están
pre-establecidos en las herramientas pedagógicas como la colección bicentenaria y el
programa Canaima las cuales encarcelan la programación estratégica que busca la
vinculación de lo interior con lo exterior para un bien común.

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