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Capitulo 5: La economía comunal.

José Bengoa y Eduardo Valenzuela


La economía campesina mapuche opera en el marco de la comunidad indígena. Es uno de los
elementos que diferencia al mapuche de un campesino productor que se relaciona con la sociedad y el
mercado sin la mediación de un sistema suprafamiliar. Las hijuelas o goces que los mapuches poseen en
usufructo o en propiedad se encuentran ubicadas en un sistema comunal, que los limita, determina y, en cierta
medida, asegura su reproducción.
El sistema comunal puede ser visto desde distintos ángulos o perspectivas. Para muchos autores no
existen elementos que permitan hablar de una economía comunal y, por lo tanto, esta estructura queda
reducida a lo social, cultural y principalmente religioso-ceremonial. En este enfoque, la propiedad comunal
sobre las tierras no es más que una traba al desarrollo económico de las economías mapuches, que son de
hecho parcelarias, esto es, individuales. La división de la propiedad comunal en propiedad individual, vendría
a reconocer esta inexistencia de la comunidad real. Para otros autores, la comunidad es el medio en el cual se
reproducen las economías campesinas mapuches y, más aún, la garantía de su sobrevivencia. Este hecho
explicaría la resistencia indígena a dividir sus comunidades y la perdurabilidad de este sistema económico-
social.2 El estudio que aquí realizamos se enmarca más en esta perspectiva que en la primera, reconociendo el
carácter complejo y algunas veces contradictorio que tiene la relación entre economía familiar y sistema
comunal.
El problema económico que nos preocupa es averiguar si la comunidad representa un sistema —
parcial, sin duda— de asignación de recursos económicos escasos. Se trata de visualizar los intercambios y
sistemas de reciprocidad intracomunales como parte de un sistema destinado a ampliar los recursos de las
economías individuales, y, por lo tanto, multiplicar los recursos existentes asignándolos de acuerdo a las
necesidades de las familias.
Los recursos productivos más escasos de las economías mapuches parecieran ser, en primer lugar, la
tierra —y los pastos como parte de ese núcleo— y la mano de obra en los momentos de cosecha, siembra y
faenas agrícolas. El capital, ya lo hemos señalado, es un recurso del cual carece no sólo la economía
individual, sino todas las economías en su conjunto. En la medida en que el mercado no entrega este tipo de
recurso —crédito dirigido, por ejemplo—el sistema económico mapuche no lo utiliza y lo reemplaza por
medios de producción y de trabajo de origen local: semillas de guarda, herramientas de fabricación artesanal y
fuerza animal. Las economías mapuches, como se ha visto, tienen escasez de los tres tipos de recursos
productivos básicos, y el mercado no les da facilidades para obtenerlos en su circuito. Obviamente el mapuche
no tiene acceso fluido al mercado de tierras, no puede entrar en arrendamientos ni menos en compras de
tierras; se trata de un recurso escaso y rígido. Por las condiciones económicas tampoco puede acceder al
mercado de trabajo, esto es, contratar mano de obra en los momentos y períodos que la necesita. Más aún, la
mano de obra familiar excedente está siempre en disputa entre las necesidades de la
economía campesina y las demandas externas que ofrece el mercado. Por lo general coinciden los períodos de
cosecha en la economía mapuche con los de cosecha en haciendas y fundos donde la mano de obra familiar
puede encontrar empleo suplementario. Es por ello que, a pesar de existir un alto porcentaje de excedente de
mano de obra en las economías mapuches, éste es también un recurso relativamente escaso en el nivel familiar
individual.
Frente a la incapacidad del mercado para operar sobre los recursos escasos, se abre el sistema
económico comunal como una fuente alternativa de obtención de dichos bienes. Respecto a la tierra y los
pastos, opera el sistema de medierías y derechos de pastoreo que, junto a un complejo sistema de herencias,
permite una gran flexibilidad en el acceso a este recurso. Lo mismo ocurre con la mano de obra, en que hay
numerosas instituciones culturales —como el mingaco y vuelta de mano— que permiten su mejor utilización.
Por último, ambos sistemas operan sobre la falta de medios de producción y su dificultad de obtenerlos en el
mercado, socializando semillas —mediante medierías— y los medios de trabajo -mediante las formas
comunales del mismo.

1
En: “Economía Mapuche”, PAS, 1984, Santiago. Pp: 109-202.
2
A. Lipschutz, La Comunidad Indígena en América y en Chile. Editorial Universitaria. Santiago. 1956.
1. Origen y carácter de la comunidad mapuche.

La comunidad es por lo general un grupo consanguíneo —parentela— que proviene del otorgamiento
de un título de merced a un jefe familiar. La radicación de indígenas rompió la estructura social mapuche que
se venía gestando —por lo menos— en los últimos ciento cincuenta años de vida indígena independiente. En
ese período, como se ha señalado en el capítulo primero, se daba un proceso de centralización,
estratificación y jerarquización de la sociedad mapuche. La estructura de grupos consanguíneos
independientes que existía a la llegada de los españoles, se estaba cambiando por una estructura más
compleja, en que ciertos lonkos -cabecillas, principales, jefes locales— tenían un ascendiente estable sobre un
conjunto de familias que habitaban en sus dominios. Generalmente, si no existían relaciones de parentesco
entre las familias del lonko y la familia de un kona (guerrero, lanza, cuidador de animales), se establecían por
medio de la entrega de una hija para esposa - servidumbre del jefe. Es así que, en
el siglo XIX, se reconocía para cada localidad un lonko que tenía bajo su dominio una cierta cantidad estable
de familias y, por ende, guerreros. Esta nueva estructura social se vio reforzada por la expulsión de mapuches
de los territorios que comenzaban a ser ocupados por los colonos y el ejército chileno. El avance de las líneas
de frontera fue expulsando población del norte, la cual se trasladó a territorios del sur. Al llegar a los nuevos
territorios debían solicitar permiso a un lonko local para instalarse y, a cambio de esto, le prestaban
servicio y obediencia.
La estructura local se hizo más compleja por la existencia de caciques o lonkos principales (ñidol
lonko) que dominaban establemente a caciques menores, llamados en las crónicas, caciquillos, capitanejos o
simplemente jefes de familia. Las alianzas se consolidaban por la vía del intercambio de mujeres; el
matrimonio era el instrumento principal de la diplomacia y el elemento que sellaba las alianzas políticas.
Es difícil hablar, por lo tanto, de comunidad mapuche en el período anterior a la radicación de
indígenas. Se debería hablar de estructuras familiares relativamente extensas compuestas por un jefe de
familia, varias mujeres según su riqueza y linaje, y algunos matrimonios de hijos que no habían abandonado
la familia. Sin embargo es corriente ya en esa época que los hijos casados establecieran su propia unidad
familiar independiente. Estas familias se encontrarían unidas en torno a jefes o lonkos de diverso orden y
nivel. Primero los jefes locales que agrupaban a un pequeño número de familias consanguíneas; luego los
caciques, caciquillos y jefes de localidad mayor, que agrupaban a varios núcleos familiares no necesariamente
consanguíneas, aunque por lo general unidas por intercambio de mujeres; y, por último, los diversos lonkos
adscritos a un ñidol lonko, que tenía el dominio de un territorio mayor. La comunidad prácticamente no
existía ni como concepto, ni como realidad, en esa situación. La derrota militar mapuche en 1881 fue en
definitiva la derrota de la estrategia de los grandes lonkos; ellos habían conducido la guerra de resistencia
contra la entrada al territorio de la colonización chilena y la instauración de fuertes y ciudades. El ejército
chileno tuvo conciencia de que era necesario desarticular la estructura social mapuche en proceso de
centralización. Es por ello que, en vez de optar por ceder grandes reservaciones de tierra donde se reprodujera
el sistema de cacicazgos centralizados, al estilo norteamericano y en cierto modo argentino, se optó por la
entrega de títulos de merced a las unidades sociales más pequeñas, poniendo en un grado de igualdad —a
pesar de las diferencias de superficie entregada— a todos los jefes de familias extensas o principales de
localidades pequeñas.
Se puede calcular que, antes de la pacificación, no existían más de 100 caciques principales en la
región de la Araucanía. Y más aún, en ciertas áreas —los arribanos, por ejemplo— existía un sistema
jerárquico en que no más de 20 caciques dominaban todo el territorio comprendido entre el río Malleco y el
Cautín. Sin embargo, la comisión radicadora de indígenas entregó títulos a más de tres mil jefes de familias,
desarticulando la anterior estructura social e instaurando una nueva marcada por la posesión del título de
merced.
Los títulos de merced eran entregados a jefes de familias, sus familiares directos y familias —por lo
general consanguíneas— que vivían en la posesión. El título estaba a nombre del cacique —para estos efectos
son todos caciques— y se reconoció en él a los otros jefes de familias que tenían derechos en tas tierras.
Muchas veces se incluía dentro de un título a personas y familias que no eran parientes directos del titular,
siendo ésta una causa de conflictos intracomunales de larga duración. Sucedía a menudo que, sin ser
necesariamente consanguíneos, los beneficiarios de un título de merced adoptaban el apellido del titular
como una forma de tener acceso legal y asegurar los derechos sobre las tierras. No era raro tampoco el hecho
de que el título de merced cambiara el nombre del cacique, o lo españolizara, obligando a todos los
beneficiarios a cambiarse el nombre de acuerdo a la letra escrita.
Este sistema de otorgamiento de tierras establecido por el Estado chileno, determinó el tipo de
organización social mapuche que tendremos hasta el día de hoy. La comunidad indígena está formada por un
conjunto de familias nucleares emparentadas —formalmente o realmente por consanguinidad— a un tronco
que posee el título de merced sobre las tierras colectivas. Es por ello que rápidamente se produce al interior de
la comunidad un proceso de subdivisión estable de las tierras o goces. Cada familia exige sus derechos sobre
parte de las tierras comunales, establece los límites de su explotación y distribuye las tierras en herencia de
acuerdo a los principios de consanguineidad establecidos.
La autoridad del cacique poseedor del título de merced se hace formal, ya que no es el dueño efectivo
de las tierras que aparecen a su nombre. Los dueños de la reducción son todas las familias que en ella tienen
goces de tierras, es decir, aquellas que al momento de ser radicados estaban establecidos en los límites del
territorio cedido, ya sea por tener una relación consanguínea con el titular de la merced, o simplemente por
vecindad.
Nada más inadecuado, por lo tanto, que interpretar la comunidad indígena en Chile como un resabio
de la comunidad primitiva ("modo de producción comunal"), según lo han hecho muchos autores siguiendo
una categorización construida a partir de otras realidades. Asimismo, este hecho es el que permite a los
"ideólogos de la división de tierras" plantear la inexistencia de comunidad. Al decir esto, están pensando en el
ayllu andino, u otras formas comunales que tienen un origen y funcionamiento totalmente diferentes. En estos
casos, las tierras han sido, tanto en propiedad como en uso, de la comunidad y, hasta el día de hoy, hay formas
culturales institucionalizadas de reparto de tierras y uso colectivo de las mismas. En estos casos se trata de
una sociedad comunal constituida, lo que difícilmente puede ser afirmado en el caso mapuche.
El origen reciente e impuesto del régimen de reducción explica, a nuestro modo de ver, la aparente
contradicción entre sistema de propiedad familiar y sistema de propiedad comunal. No estamos en presencia
ni de un caso típico de economías campesinas parcelarias-individuales y desagregadas entre sí, ni tampoco
frente a un sistema de economía comunal proveniente de la comunidad agraria precapitalista. La comunidad
mapuche se nos presenta con sus rasgos peculiares, producto de la forma que tomó el asentamiento definitivo
del indígena después de la guerra de ocupación ocurrida en el siglo XIX. Es en este nuevo contexto agrario-
campesino que el mapuche desarrolla su economía familiar -que es la fundamental— y desarrolla también
formas de complementación comunal que apoyan a la primera. Es por ello que el sistema económico comunal
no tiene autonomía respecto a las economías campesinas familiares, sino que cumple la función de apoyarlas,
resolver problemas de escasez de recursos y permitir una ampliación —por mínima que sea— de la actividad
económica de cada grupo familiar individual.
Entendemos que esta explicación histórica puede aportar elementos a la discusión acerca del
individualismo mapuche. Por lo general, se trata de planteamientos muy mal situados a nivel de la
subjetividad y la conciencia. Se señala que el mapuche es individualista por naturaleza, lo cual no explica
nada sustantivo.3 No se comprende por esta vía el papel jugado por el régimen comunal, que lo debería llevar
naturalmente a tener comportamientos colectivistas. El papel complementario y no principal que juega la
comunidad, podría ser una fuente válida de explicación.
La otra tesis que ve en la existencia del sistema de comunidad un valioso potencial colectivista,
tampoco comprende la relación entre ambos aspectos. En forma mecanicista se supone que el hecho de "vivir
en comunidad" predispone al mapuche a sistemas colectivos de propiedad y trabajo. Esta predisposición sería
mayor entre los mapuches que, por ejemplo, entre los campesinos independientes de la zona central del país,
que no tienen esta experiencia. Creemos que el análisis realizado aquí muestra lo relativo de estas tesis. El
mapuche tiene tantas dificultades para participar en un régimen colectivo de trabajo como cualquier
campesino del país, ya que su espacio de producción y reproducción es la economía familiar.

2. La economía comunal.

La concepción que el mapuche tiene de la tierra es precapitalista, esto es, le otorga un valor de uso y
no un valor de cambio. Esto se debe a razones históricas y de hecho. Históricamente el mapuche no transaba
la tierra, ya que ésta no tenía valor mercantil alguno. En una sociedad de economía ganadera y con territorios
relativamente amplios, lo que se transaban eran los bienes escasos y mercantilizables: los animales y las
mujeres. Las mujeres eran la mano de obra agrícola y la posibilidad de reproducción biológica, y los animales
3
Este planteamiento se remonta a los cronistas que, desde su posición europea, ven en el mapuche un conjunto de
personas sin organización y cautelosos de su libertad.
eran la base del comercio con el exterior. La tierra, en cambio, era un factor que dependía de los anteriores;
mano de obra para cultivar y ganado para pastar. No teniendo ni uno ni lo otro, la amplitud del territorio era
indiferente.
Antes del proceso de reducción existía una cierta demarcación de los territorios ocupados por cada
familia, lonko o principal. En las áreas de mayor desarrollo agrícola y asentamiento más estable, esos límites
están marcados con cierta precisión y afectaban principalmente a los terrenos donde se practicaba la
agricultura. Es el caso de los mapuches cercanos al río Toltén e Imperial (Huillio, Boroa, Pitrufquén, etc.),
que en el siglo pasado poseían una agricultura bastante desarrollada. Sin embargo, los sectores
predominantemente ganaderos que eran los más, tenían una noción bastante imprecisa de los territorios que
ocupaban y, por lo general, se superponían unos con otros. Los conflictos por pastizales eran causa de
continuas malocas.4 Por supuesto el territorio no estaba ni cercado ni dividido.
Desde el siglo pasado, la legislación sobre reducciones indígenas prohibe la enajenación de las tierras
indígenas por parte de particulares, situando en juzgados especiales de indios, el tribunal encargado de
resolver sobre este tipo de materias. De esta forma, la tierra mapuche se dejaba fuera del mercado y sin
posibilidad de transformarse en un bien sujeto al intercambio comercial. La concepción de la propiedad y la
tierra que el mapuche poseía en la situación independiente anterior, se ve reforzada y redefinida por el
régimen de reducción.
La imposibilidad de enajenar las tierras y la valoración que de allí se desprende, es la base que
explica el tratamiento flexible del uso de la tierra. Esta aparece a la conciencia indígena como un factor
determinante para la satisfacción de sus necesidades. Cada familia mapuche tiene derecho a satisfacer sus
mínimas necesidades y, por tanto, tiene derecho a poseer — utilizar, usufructuar— un trozo de tierra. Las
leyes de la herencia obedecen a este criterio; lo mismo ocurre con los sistemas de medierías y la utilización de
rastrojos, tierras de uso comunal, etc. La operación del sistema comunal se basa en la ausencia de un cálculo
económico capitalista y mercantil respecto al uso de la tierra. La cesión de tierras en medierías no está
precedida de un cálculo de interés económico solamente, sino de un conjunto de valoraciones ético-sociales,
las cuales obligan a que el poseedor de tierras sin ocupar, las entregue a quien las necesita. Este hecho hace de
la mediería un sistema muy distinto a aquel que se conoce en la zona central del país, donde representa más
propiamente un método para la obtención de renta en productos, que un sistema de reciprocidad. Volveremos
sobre este aspecto más adelante.
La concepción de la tierra como un bien que posee exclusivamente valor de uso, ha ocasionado
numerosos problemas a los mapuches. Allí radica el origen de las usurpaciones de tierras: cuando un
particular —nombre con que se designa a un propietario no mapuche— solicitaba una tierra en arriendo, en
mediería o en simple usufructo, el mapuche o cacique generalmente se la cedía, creyendo en la buena fe del
particular y actuando de acuerdo a su pauta cultural; el particular se apropiaba del suelo, lo legalizaba frente al
juzgado de indios y, finalmente, lo incorporaba a su propiedad.
Esta concepción que el mapuche tiene de la tierra no implica necesariamente un desconocimiento de
su precio; sin embargo, ante la pregunta por su valor mercantil, una mayoría no tiene un conocimiento claro;5
o directamente no saben o dan cifras estrambóticas que sugieren una falta de preocupación por el problema.
Muy diferente es el cálculo de precios de animales y productos de valor mercantil, donde se conoce
detalladamente el precio.
Esta concepción premercantil de la tierra, permite la operación de la comunidad, en el plano
económico, como un espacio de asignación de recursos de acuerdo a las necesidades familiares.

3. La herencia de derechos de tierra.

La herencia de derechos de tierras es la primera instancia que permite ampliar las superficies de las
hijuelas mapuches. Cada familia, como se ha dicho, tiene derechos formales por varios orígenes distintos.

4
Malocas o Malón, es el nombre que el mapuche da a la guerra. Se refiere particularmente a la guerra entre agrupaciones,
aunque puede denominar también guerra contra el extranjero.
5
Conocimiento del precio de la tierra
a) Conoce el precio aproximado……………................... 28,5%
b) No conoce el precio de la tierra o tiene
una idea absolutamente errada del mismo. ..................71,5%
Al optar la nueva familia por algunos de los derechos posibles, del padre, de la madre, o de la mujer,
está dejando en suspenso los otros restantes, aunque formalmente tiene la posibilidad de exigir su
reconocimiento. En el caso más típico de herencia patrilineal y patrilocal, esto es, cuando el padre cede el
goce en su misma comunidad, la familia puede exigir tierras tanto en la comunidad de la madre del jefe de
hogar, como en la reducción de la esposa.

CUADRO N°16
HERENCIA: ORIGEN DE LAS TIERRAS
Tierras Propias en la comunidad % Tierras propias en otra
Comunidad %
Heredadas del padre del jefe de 77,0 22,0
Hogar
Heredadas de la madre del jefe de 9,0 50,0
Hogar
Heredadas de la señora del jefe de 8,5 22,0
Hogar
Compras de derechos 3,5 6,0
Compra y herencia 2,0 -
(Mixta)

La mayoría sigue el patrón tradicional, esto es, vivir en las tierras heredadas del padre del jefe del
hogar, y reconocer derechos en la comunidad de la madre y, en menos medida, de la esposa.
El problema que nos importa tratar es cuándo las familias hacen valer sus derechos en otra
comunidad; esto es, qué tipo de familias trabajan tierras en su propia comunidad y, a la vez, utilizan terrenos
en otros lugares. El sentido común opera en este caso, como puede resultar evidente. Si una familia tiene
suficiente tierra en su comunidad, difícilmente tendrá legitimidad para ir a otro lugar -igualmente necesitado
— a exigir sus derechos a tierra. Por lo tanto, son las familias más pobres, con menos recursos de tierra —en
su comunidad—, las que hacen valer sus derechos territoriales.
Todo este enjambre de reparto de pocas tierras, tiene como sentido aumentar la superficie de quienes
han recibido menos en su propia comunidad o en el lugar en que residen. El cuadro demuestra que los que
reconocen derechos en otra comunidad son aquellos que reciben menos tierras en su comunidad de origen. Se
puede afirmar que con mayor frecuencia las familias de superficies pequeñas hacen valer sus derechos en
otras reducciones, como una forma de ampliar su superficie de usufructo. El sistema de herencia estará
funcionando con un claro sentido económico tendiente a equilibrar las desigualdades de tierras y permitir una
mínima reproducción a las familias pobres. Al tener poca tierra, todos los parientes aportan alguna cantidad
para formar una dotación de sobrevivencia.

CUADRO N° 17
FAMILIAS MAPUCHES QUE RECONOCEN TIERRAS EN OTRA COMUNIDAD, SEGÚN
ESTRATO DE TAMAÑO
Hectáreas Nº de casos Porcentaje
0-5 26 48.1
5-10 20 37.0
10-15 4 7.4
15-20 2 3.7
20 y más 2 3.7
54 100

En el cuadro, se puede ver que el 85,1% de las tierras en otra comunidad son apropiadas por familias
que poseen hijuelas menores de 10 hectáreas, esto es, iguales o menores al promedio de superficie general de
las hijuelas mapuches. Y casi un 50% lo son por menores de 5 hectáreas. Las con mayores superficies no
suelen reconocer sus derechos, lo que se expresa en los porcentajes del cuadro.
Las hijuelas de menos de 5 hectáreas, controlan en sus comunidades de origen 119 hectáreas y
reconocen tierras en otra comunidad por un total de 55,5 hectáreas, lo cual significa que amplían en un
47,8% las tierras que poseían por herencia en la comunidad donde han situado su vivienda.
Esta funcionalidad económica del sistema de herencias es una de las bases del sistema económico
comunal. Implica que todos los comuneros tienen la posibilidad de reconocer derechos en otras comunidades,
aunque sólo lo hagan valer aquellos que, en su situación de origen, tienen pocas tierras. El reconocimiento de
herencias en otra comunidad debe ser entendido como una función económica destinada a redistribuir este
recurso escaso. Se trata de un sistema que flexibiliza el acceso a la tierra, y que la pone en relación directa a
las necesidades de las familias.
Un mecanismo de esta naturaleza sólo puede funcionar en un sistema poco rígido de propiedad, esto
es, donde cada una de estas decisiones no implique ni partición legal, ni escritura, ni dificultades de ninguna
naturaleza. Supone, a la vez, que la cesión de esa tierra se mantiene mientras dure el período de necesidad.
Este tipo de situaciones también da origen a complejas disputas familiares, litigios entre comunidades, y
rencillas. La concepción de la tierra como un bien que posee solamente un valor de uso, es lo que permite
reconocer derechos en algunos casos, y en otros no. Ello hace posible, además, mantener un sistema de
herencias tan complejo, sin que se pulverice en una generación toda la propiedad y se haga irreversible un
proceso de destrucción de la sociedad mapuche.
Ya comentaremos más adelante los efectos que provoca la división forzosa de las tierras indígenas:
pensemos que rigidiza, de manera definitiva quizás, el acceso fluido a las tierras y, por lo tanto, afecta a las
familias de menores recursos. Es evidente que la simple división de las comunidades no provocará en forma
inmediata las consecuencias que aquí señalamos; el ejemplo lo tenemos en las comunidades divididas con la
ley de 1927. Estas han continuado subdividiendo sus goces, entregando herencias, etc., según las mismas
leyes del sistema económico comunal que describimos. La propiedad individual entregada hace cincuenta
años hoy día es irreconocible; tanto así que, en la provincia de Arauco, se ha debido formar una comisión
revisora de las comunidades que, aunque divididas legalmente, continúan en la práctica actuando como tales,
lo que es explicable por el contexto en que se encontraban tales comunidades divididas. Estas tierras, aunque
en propiedad privada, no se mercantilizaron, no ingresaron al mercado de tierras. Por ello no adquirieron un
valor de cambio que hubiera transformado su sentido. La actual división de tierras realizada de hecho por el
Instituto de Desarrollo Agropecuario del Gobierno de Chile, es el primer paso formal a la transformación
cualitativa del valor de la tierra. Para que se produzca el segundo paso —su transformación real—, es
necesario que se dé un conjunto de circunstancias económicas, como por ejemplo una presión del mercado
sobre las tierras indígenas. Afortunadamente para los mapuches, esta situación todavía no existe, ya que
debido a la crisis agraria nacional, y sobre todo regional, ni siquiera se presiona sobre las tierras hacendales de
mejor calidad. Si esto sucediera, obviamente cambiaría la mentalidad sobre la tierra y las costumbres acerca
de la herencia ya no serían las mismas.

4. La mediería, un sistema de reciprocidad.

Un autor escribía un libro sobre los mapuches y lo denominaba Vivir en Mediería, ya que lo que
más le llamaba la atención de este sistema económico, era su complejo sistema de prestaciones recíprocas. 6
No cabe duda que la mediería es uno de los fenómenos económicos más relevantes de la economía mapuche,
y creemos que es la base del sistema económico comunal que venimos describiendo.
La mediería como sistema de trabajo se encuentra en toda la agricultura chilena y, como se sabe, en
buena parte de la agricultura latinoamericana. Como su nombre lo indica, se trata en términos generales de
una sociedad informal y por un período de tiempo determinado, en que dos personas, por lo general
naturales, acuerdan poner recursos para iniciar un ciclo productivo y repartirse el producto obtenido
en partes iguales. Generalmente la sociedad consiste en que una de las partes pone la tierra y la otra pone el
trabajo. Se podría agregar que la mediería es un tipo de contrato económico regulado usualmente por la
tradición y costumbre local. En cada localidad se acostumbran regímenes especiales de mediería; en unos el
socio terrateniente pone también la semilla y los abonos en partes iguales; en otros sólo pone la tierra, etc.,
etc. Se trata por lo general de cálculos muy complejos que obedecen al tipo de producto en que se hacen
medierías.
Tal es el aspecto formal de la mediería: aportes en mitades y distribución del resultado en partes
iguales. Sin embargo, con la palabra mediería se designan realidades laborales totalmente distintas. No

6
Stuchlick, Milan. Vivir en Medierías.
comprender este punto conduce a grandes equivocaciones y no permite entender la peculiaridad de la
mediería mapuche, su especificidad como elemento de un sistema económico comunal.

a. La mediería como renta de la tierra

"Una primera forma que puede adoptar la relación campesino-terrateniente es la renta de aparcería,
cuya versión más común es la llamada mediería, medianería o "metayage". En ella, el -campesino paga al
terrateniente, como renta, la mitad del producto de su parcela".7 Esta es la primera significación de la
mediería; propiamente es aparcería o renta en productos. El terrateniente entrega a un campesino parte de su
propiedad para que la trabaje y, por ese concepto, le entrega una renta equivalente a la mitad del producto
obtenido. El aporte del terrateniente es la tierra; la renta es posible solamente por la existencia del derecho de
propiedad individual. Desde David Ricardo, en los albores de la revolución industrial inglesa, hasta nuestros
días, la renta de la tierra ha sido vista como una injusta forma de holgazanería. El dueño de la tierra no
adelanta generalmente capital, no arriesga productos, sino que pone en producción sus tierras por la vía más
barata. Por lo general este tipo de medierías se realiza en Chile en los productos de mucha variabilidad de
precios, en productos perecibles o de incertidumbre y riesgo productivo, o en la utilización de tierras de muy
baja productividad. La idea de que terrateniente y mediero comparten riesgos es absolutamente inapropiada;
lo que existe es una asociación asimétrica, esto es, que importa relaciones de explotación por parte del "socio"
terrateniente, al "socio" mediero. Shejman señala el punto de la mayor intensidad del trabajo que realiza el
mediero, coincide con que "la parcela tenga la calidad y cantidad de tierra mínima indispensable para que el
producto total, cuando el producto marginal del trabajo se hace cero, sea igual o dos veces la subsistencia (y
reposición de la capacidad productiva) de la unidad campesina".8 Esto es conocido por los terratenientes que
reparten tierras en medierías; conocen el punto más alto de intensificación del trabajo del mediero y su
familia, y ese es el tamaño de tierras que le entrega. Si le entrega más tierras en medias, no mantendrá el
mismo nivel de intensidad. "La renta por hectárea suele ser apreciablemente mayor en la aparcería que en el
arrendamiento en efectivo; esto se deriva del mayor poder monopólico del terrateniente en relación al
campesino que en relación al agricultor arrendatario".9 Se trata en este último caso de la renta capitalista que
opera sobre la base del canon de arriendo establecido por el mercado. Este tipo de mediería es una forma no
asalariada de obtener excedentes; es, por tanto, una relación entre persona desiguales, uno que posee la tierra
—no importa mayormente su tamaño— y otro que sólo posee la fuerza de trabajo propia y de la familia, y
algunos aperos de labranza, semillas y otras exigencias del contrato.

b. La mediería mapuche de tierras

Con el mismo término, mediería, se expresa en la comunidad mapuche una realidad muy diferente.
La mediería mapuche de tierras, y en general la de comunidades homogéneas de campesinos donde el valor
mercantil de la tierra es escaso, consiste en una relación simétrica entre personas iguales que establecen una
sociedad para readecuar entre sí sus recursos escasos y así solventar mejor sus necesidades.10
La mayor parte de las medierías que realiza el mapuche son hechas con miembros de la comunidad,
entre parientes o miembros emparentados de comunidades vecinas. En nuestro estudio, todas las medierías
son de este tipo.11 No descartamos la posibilidad de que el campesino mapuche realice medierías de

7
Alexander Shejman "Elementos para una teoría de la economía campesina: pequeños propietarios y campesinos de
hacienda" en: Economía Campesina. Varios autores. DESCO, LIMA. 1979. Pág. 203.
8
Shejman op. citado. Pág. 205.
9
Shejman op. citado. Pág. 206.
10
Inmediatamente queremos llamar la atención sobre la diferencia que hay entre las medierías de tierra y de animales. Los
animales, para el mapuche, tienen un claro valor de cambio; son bienes con plena orientación mercantil y, por tanto, los
contratos de medierías que allí se establecen son orientados por la conveniencia del dueño del animal. Es el caso del
poseedor de bueyes, que entrega sus animales en medias y obtiene por ese concepto una renta desigual. Volveremos sobre
este punto.
11
Tenemos 57 casos de medierías en el período anterior estudiado. Estas son las analizadas en los cuadros de más
adelante. Consultadas las familias acerca de con quién hace normalmente medierías, para conocer la pauta cultural, la
respuesta es la siguiente:
a) Hace medierías sólo con parientes. .............113…………56,5%
b) Hace medierías con parientes y con
aparcería con otros predios, fundos de la zona, etc. Al parecer, las condiciones imperantes en la economía
regional -bajos precios del trigo- han restringido este tipo de actividad. Por lo tanto, nos estamos refiriendo al
caso en que un mapuche busca medierías como una forma de ampliar la superficie de tierras que posee en su
hijuela.
La costumbre cultural señala que cuando un comunero se dirige a un pariente que se sabe posee
tierras desocupadas, y le solicita establecer medierías, éste no se puede negar. El mediero debe demostrar
tener semillas, medios de trabajo, conocimientos técnicos y capacidad para desarrollar en buena forma la
producción. Teniendo estas características y existiendo disponibilidad de tierras, la mediería debe concretarse.
Ahora bien, ¿cuál es la razón implícitamente invocada y necesaria para sellar el contrato? Los datos reunidos
en nuestro estudio demuestran que es la necesidad de consumo de la familia del que solicita la mediería, y no
solamente la aspiración de lucro por parte de los socios.
La mediería aparece como el segundo mecanismo —el primero es la herencia— que permite la
ampliación de la cabida de tierras en los estratos de menor tamaño. Una decisión individual se transforma en
un sistema de balance y distribución de tierras escasas entre los miembros de la sociedad comunal.

CUADRO N° 18
FAMILIAS MAPUCHES QUE TOMAN TIERRAS EN MEDIERIAS SEGÚN ESTRATO DE
TAMAÑO
(Total de tierras tomadas en medierías)
Nº de casos % Hectáreas %
0-5 27 47.3 72.5 49.9
5-10 15 26.3 35.2 24.2
10-15 9 15.7 27.0 18.5
15-20 4 7.0 7.0 4.8
20 y más 2 3.5 3.5 2.4
TOTAL 57 100.0 145.2 100.0

En el cuadro, tenemos que el 73,6% de las familias que toman tierras en medierías son de hijuelas
con menos de 10 hectáreas, y que la mitad son de menos de 5 hectáreas. Del total de tierras (superficies) que
se entregan en medierías, el estrato más pequeño obtiene el 49,9%.
El estrato de menos de 5 hectáreas posee originalmente 119 hectáreas y toma 72,5 hectáreas en
medierías, lo que significa que aumenta por esta vía en un 60% su cabida.
Otra vez vemos que, si bien todos los productores tendrían la posibilidad de ampliar sus
explotaciones realizando medierías, sólo tienden a establecer este tipo de compromisos los de menor
tamaño.12 El propietario del terreno recibe la mitad del producto obtenido, y su única ventaja es no trabajar la
tierra y no colocar la semilla, dos recursos marginales. El excedente de jornadas de trabajo que tienen las
economías campesinas es muy alto, por lo que el valor subjetivo del trabajo es bajo, y las semillas por lo
general son de guarda, con un valor mercantil también bajo. Se podría afirmar que, en condiciones normales,
el que cede la tierra en mediería "pierde" la mitad del producto al decidir no trabajarla en forma individual. En
algunos lugares de mayor desarrollo mercantil se percibe este hecho y se exige al mediero poner buena
semilla —comprada o certificada—, poner a medias fertilizantes, y de esta forma asegurar una mayor
rentabilidad al contrato, no quedando en la pura solidaridad comunal.
En definitiva, estamos ante una relación simétrica, que no se guía solamente por el cálculo de la
ganancia, sino toma en consideración otros factores de índole económico-moral, como son las necesidades de
alimentación de las familias mapuches.
vecinos de las comunidades…………………..51………….25.5%
c) Hace medierías con parientes, vecinos
y con huincas (no mapuches en general)……...10…………..5,0%
d) No sabe, no contesta………………………..26…………13,0%
200 100,0%
12
Los casos de medierías en estratos altos coinciden en nuestro estudio con campesinos que han adquirido una fuerte
orientación de mercado y que han iniciado un acelerado proceso de acumulación y concentración de recursos. Son casos
de aculturación, en la medida en que salen de la norma general cultural mapuche. Uno de estos casos destina su predio a
empastadas para la producción lechera -apoyado por una institución de fomento ganadero lechero ligado a la Iglesia— y
busca medierías para realizar allí sus cultivos tradicionales de trigo. En este caso hay un cálculo de rentabilidad diferente a
los que estamos señalando en el texto.
5. Mucha poca tierra: el sistema comunal de reparto de tierras.

En este sistema, todos tienen poca tierra, pero a los más pobres se les da la posibilidad de tener
"mucha poca tierra", esto es, retazos en diversas partes de la comunidad o comunidades vecinas. Los datos
son significativos. El 60% de los predios menores de 5 hectáreas, aumentan su cabida inicial —hijuela donde
viven— ya sea haciendo cumplir sus derechos hereditarios de tierras en otros lugares, o mediante la solicitud
de medierías. Por esta doble vía se duplica la superficie del estrato, lo que —tomando en cuenta la escasez
de este recurso— nos parece muy importante; se obtiene así 128 hectáreas adicionales a las que se controlaba
inicialmente. En el estrato inmediatamente superior, la importancia es menor y, por supuesto, en los estratos
más altos no la tiene.
Este mecanismo redistributivo alternativo al mercado capitalista de tierras es lo que llamamos el
sistema económico comunal, o simplemente la economía comunal. Ya lo hemos afirmado, es un sistema de
apoyo a las economías familiares, que no tiene vida propia en sí mismo, pero sus efectos son importantes para
la sobrevivencia de los más pobres.
Hay otras formas de reparto de recursos escasos que operan en este sistema comunal. Sólo las
nombraremos, ya que no tenemos suficientes antecedentes directos: se trata de los derechos de pastoreo en
tierras directamente comunales y los derechos de rastrojeo.
Si se analiza en casos seleccionados la relación entre pastos propios y número de animales, se podrá
encontrar muchas veces una carga por hectárea exagerada para las condiciones tecnológicas de las praderas
naturales de los mapuches. El recurso pasto también posee una flexibilidad muy grande, que permite resolver
el déficit de alimentación animal a través de mecanismos comunales.
Existe el pastoreo en tierras públicas, tales como caminos, canchas de guillatún, etc., y el pastoreo en
tierras directamente comunales. En nuestro estudio encontramos cinco casos de comunidades con este último
tipo de terrenos. Se trata generalmente de "islas" en ríos, que pueden ser aprovechadas sólo en determinados
períodos del año; son ocupadas por los animales de todos los comuneros sin que exista un cálculo de cuántos
animales posee uno u otro.
Sobre el derecho a rastrojos, un autor señala que “La comunidad, en el plano económico, consiste en
la posibilidad de usar los rastrojos para alimentar el ganado después de cosecha y aprovechar el pasto nuevo
que crece junto al trigo y demás cereales. En la comunidad se permite usar los rastrojos (y, por supuesto, los
pastos comunales allí donde existen) de otros comuneros para su ganado, y que otros usen el de uno. Esto
permite un uso más intensivo de los recursos, constituye una posesión comunitaria que permite multiplicar el
área ganadera, sin restarle superficie a la agricultura”.13
Hablando en general, se puede afirmar que los sistemas conocidos de asignación de recursos son de
dos tipos, impersonales y dirigidos. El mercado es el sistema impersonal prototípico de asignación de
recursos, en que las miles de decisiones individuales conducen al reparto y distribución de los bienes escasos;
la "mano invisible de Adam Smith" regula los procesos generales. Frente a este sistema, se desarrollan todos
los métodos de tipo planificado y centralizado, en que la asignación de recursos surge no de las decisiones
individuales de cada actor, sino de una determinación tomada por una persona —cacique, jefe, dictador— o
cuerpo colegiado. Existen formas primitivas de planificación centralizada, siendo la
comuna propietaria de las tierras el caso más característico. En la comunidad rusa, la propiedad corresponde
al colectivo; cada cierto número de años, la comunidad repartía las tierras entre las familias de acuerdo a
criterios de necesidades, tamaño de la familia y número de brazos capaces de trabajar. Este tipo de comunidad
tiene presente Chayanov cuando reflexiona sobre el funcionamiento de las economías campesinas, y con esta
imagen campesina ha trabajado V.I. Lenin en sus discusiones históricas y teóricas acerca del porvenir del
campesinado. Es el caso de las comunidades andinas, en que existe un complejo sistema de reparto de tierras
de acuerdo a "pisos ecológicos", esto es, alturas de las terrazas de cultivo, de los valles, de los campos de
pastoreo; en ellas la distribución de la tierra es realizada por el consejo de la comunidad, la que juzga, litiga,
zanja casos, distribuye, etc.
El caso que estamos analizando no es un sistema de asignación fundado en decisiones tomadas
colectivamente (centralizado), sino que opera y funciona a partir de decisiones individuales, del mismo modo
que el mercado. Sin embargo, contrariamente a éste, no produce desigualdad sino que —acercándose al
13
Rene Ríos: El Problema da la Agricultura Mapuche y su Relación con la Demanda por la Autonomía. Ponencia a
la Tercera Jornada de Programas de Apoyo Campesino. Temuco. 28 noviembre 1982. Mimeo. Pág. 6.
modelo comunal— tiende a equilibrar los recursos de la comunidad y de cada uno de sus miembros,
protegiendo especialmente a los de menores recursos. Estamos en presencia de un sistema económico
transicional, diferente a las formas comunales más conocidas, y donde no opera el mercado plenamente.
¿Cuáles son algunas de las razones de este hecho singular? Hay dos órdenes de explicación que
pareciera importante tener en cuenta. Por un lado, el origen de la comunidad mapuche, que hemos tratado de
aclarar largamente en la primera parte de este capítulo: se trata de una comunidad surgida de la presión
externa y no preexistente al régimen de reducción. En segundo lugar, es posible que funcione este sistema
porque no existe el concepto de acumulación, sino la regulación de las decisiones económicas
principalmente por las necesidades de consumo de las familias. Cuando un mapuche exige las tierras a que
tiene derecho o solicita medierías, está señalando a su pariente las necesidades de su familia, y no un cálculo
económico de lucro. Al no operar al interior de las relaciones comunales la ley de la ganancia, es posible el
funcionamiento de un sistema regulador, distribuidor de recursos, favorable a la igualdad de las condiciones
de vida. Desde un punto de vista global, se puede afirmar que el sistema económico comunal posee un cierto
volumen de tierras —"muchas pocas tierras"— que continuamente, a través de numerosas decisiones
individuales pauteadas por la cultura comunal, se está transfiriendo a las familias con menores recursos.

Capitulo 6: La pobreza mapuche.

"Los hombres son pobres porque producen poco, y producen poco


porque son demasiado pobres para producir más".

Los mapuches están entre los más pobres de Chile. La mayor parte de los estudios sobre pobreza
rural, aunque utilizan indicadores convencionales (alimentación, salud, educación y vivienda), descubren los
mayores índices en la zona rural indígena. Algunos de estos datos -que revelan las precarias condiciones de
vida de la sociedad mapuche— han sido vistos con alarma. Ya hemos mencionado que la tasa de mortalidad
infantil de la Novena Región es el doble de la que registra el país. Los restantes indicadores sanitarios son
también los peores: la región presenta, en efecto, los niveles más altos de mortinatalidad y mortalidad general,
y los promedios nacionales más bajos de atención médica profesional. Por otra parte, en las zonas rurales de la
Novena Región la tasa de analfabetismo bordea el 25% de la población, mientras sólo un 14% supera la
educación primaria, aunque ambas cifras han tendido a corregirse paulatinamente. Finalmente, el habitante de
la Novena Región percibe el ingreso promedio per cápita más bajo de todo el país, cerca del 50% inferior al
ingreso del chileno medio ($16.000 de 1977-1978, según cálculos de Odeplán sobre el gasto del producto
geográfico bruto regionalizado). La Novena Región tiende a mantenerse, pues, como la más pobre del país,
incluso respecto de la Cuarta Región de Coquimbo, considerada por años en aquel lugar.
El estudio de P. Vergara que ordena las comunas rurales de acuerdo a su nivel de bienestar, tomando
como indicadores salud, vivienda, educación y productividad agrícola, entrega los siguientes resultados
para las distintas comunas rurales que conforman Cautín:14
I II III IV
Más pobres Menos pobres Menos ricas Más ricas
P. Saavedra Toltén Cunco
Galvarino Perquenco Loncoche
N. Imperial Pucón Villarrica
Lautaro Pitrufquén
Carahue Gorbea
Freire
Vilcún

14
Los indicadores específicos son: mortalidad infantil y nacidos vivos sin atención profesional de parto (salud); población
que habita en viviendas deficientes (vivienda); analfabetismo funcional y escolaridad de menores de 15 años (educación) y
valor bruto de la producción agropecuaria por activo. Pilar Vergara: "Naturaleza, Localización Geográfica y condiciones
fundamentales de la pobreza rural". Estudios CIEPLAN. Santiago, 1977.
Puede notarse con facilidad que las comunas de menor bienestar son justamente aquellas que
contienen mayor población mapuche. Tales comunas son (excluyendo Temuco), Nueva Imperial, Puerto
Saavedra, Freire, Galvarino, Lautaro, Carahue y Toltén. Como se aprecia, todas pertenecen al tipo I y II de la
escala anterior. Puerto Saavedra es la segunda comuna más pobre del país.
Con todo, estas definiciones de pobreza entregan una información todavía general para nuestros
propósitos, pues se limitan a medir el impacto de los servicios sociales en las áreas rurales. A veces, incluso,
la noción de "extrema pobreza", utilizada con fines ideológicos, oculta la relación que existe entre pobreza y
economía, reduciéndola a un acápite del gasto social de los gobiernos. En el último tiempo tal definición ha
prevalecido en los medios oficiales, que sustituyen la consideración de la pobreza como problema dentro de
una estrategia de desarrollo, por una situación que debe ser abordada por la conmiseración, la caridad y el
subsidio.
En este capítulo, en cambio, nos interesa describir y analizar la pobreza mapuche dentro de los
marcos de organización y funcionamiento de sus economías.

1. El carácter de las economías campesinas mapuches.

La economía campesina15 requiere para su comprensión y análisis, de un conjunto de conceptos


específicos. La economía mapuche debe ser vista como un conjunto de unidades económicas pequeñas, que
cuentan con muy pocos recursos y equipos, operan con tecnologías simples y hacen un uso intensivo de su
fuerza de trabajo, la cual, como hemos dicho, es de origen familiar. El objetivo económico de estas unidades
de producción simples, es la subsistencia del grupo familiar, es decir, la satisfacción de sus necesidades
fundamentales.
Las economías mapuches no pueden ser comprendidas como empresas capitalistas; esto es, no se
puede aplicar sobre ellas el cálculo de la ganancia en sentido estricto, ni están organizadas sobre la base de ese
cálculo.
"El campesino o artesano que dirige su propia empresa sin utilizar trabajo remunerado,
recibe como resultado de su trabajo anual una cantidad de productos que, después de ser
intercambiados en el mercado, forman el producto bruto de su unidad económica. De este producto
bruto debemos deducir una cantidad correspondiente a los gastos en los materiales de producción
requeridos a lo largo del año; nos queda entonces el incremento del valor de los bienes materiales
que la familia ha adquirido por medio de su trabajo durante el año, o para decirlo de otro modo, el
producto de su trabajo. Este producto del trabajo familiar es la única categoría de ingreso aplicable a
una unidad familiar de trabajo campesina o artesana, dado que no existe otra forma de
descomponerla, analítica u objetivamente. Al no existir el fenómeno social salario, tampoco existe el
fenómeno social ganancia neta. Por consiguiente, es imposible aplicar allí el cálculo de la ganancia
capitalista".16

En estas unidades campesinas el cálculo económico se establece entre el volumen de trabajo familiar
y las necesidades de consumo de la familia.
Los dos factores que componen este modelo pueden ser determinados sin mayor dificultad. Las
necesidades de la familia corresponden al monto de ingresos netos que resultan de la producción campesina.
En el caso anotado por Chayanov, se trata de ingresos monetarios netos que provienen de la venta de los
productos obtenidos por cada unidad familiar; una vez que se han descontado los gastos materiales de la
producción. En nuestro caso, como se verá más adelante, hemos imputado también la producción que se
15
"Definimos como Economía Campesina a una unidad de producción basada en el trabajo familiar que cuenta con
escasos recursos de tierra y capital, que no suele encontrar mano de obra asalariada y que desarrolla una actividad
mercantil simple". "Obviamente esta definición tiene relación con la entregada por Chayanov sobre la unidad económica
campesina. Sin embargo, le hemos introducido modificaciones debido a las enormes diferencias existentes entre un
campesino ruso de comienzos de siglo y su "similar latinoamericano". El desarrollo teórico de esta definición, sobre la que
se fundamenta este capítulo, aparece en "Economía Campesina y Acumulación Capitalista", en Economía Campesina.
DESCO, Lima. 1979, En esta colección de artículos se desarrolla ampliamente la temática del campesinado en la línea que
nosotros enfrentamos en este trabajo. Las citas de A. Chayanov son de este libro, en que aparecen dos capítulos de su
obra, y de su libro más conocido: La Organización de la Unidad Económica Campesina, Ediciones Nueva Visión.
Buenos Aires. 1974. Citaremos solamente: Chayanov.
16
Chayanov. Obra citada.
destina al autoconsumo familiar, es decir, la producción no vendida que el productor guarda para el consumo
directo. Por otra parte, la intensidad del trabajo corresponde a una determinada cantidad de horas de trabajo
(o jornadas de trabajo) que cumple la unidad familiar.
Las necesidades de la familia dependen, sin embargo, de múltiples factores. Sin duda, el más
importante es el tamaño de la familia, es decir, el número de miembros que es necesario proveer y alimentar.
Un campesino con familia numerosa (con muchas bocas por alimentar) tendrá que intensificar su trabajo para
alcanzar a cubrir las necesidades de consumo que aquella familia demanda.
El volumen de las necesidades depende también de otros factores definidos cultural y socialmente.
La evaluación subjetiva de estas necesidades a menudo puede corresponder a algo más que las necesidades
mínimas de sobrevivencia, aunque debe reconocerse que entre los campesinos mapuches la evaluación de
estas necesidades no sobrepasa en mucho esos límites. La penetración cultural de las pautas de consumo
urbano es muy débil. Estamos hablando, por tanto, casi siempre de necesidades de consumo fundamentales
(alimentación, vestuario, educación).
Puede admitirse también que existen ciertas necesidades de ahorro aun dentro de los marcos de
empresas de autosubsistencia (por ejemplo, el campesino que ahorra con el afán de prevenir carencias
futuras). El ahorro, en este caso, incrementa las necesidades, y el campesino estaría dispuesto a intensificar su
trabajo con este fin. Tal situación, sin embargo, tampoco es común entre el campesinado mapuche, cuya
evaluación de las necesidades sigue vinculada al mínimo de sobrevivencia. El ahorro se hace generalmente en
animales.
Puede decirse, en términos generales, que el volumen de las necesidades de la familia mapuche está
referido a la satisfacción de las necesidades de consumo fundamentales y varía principalmente según el
tamaño de los hogares.
Asimismo la intensidad del trabajo del grupo familiar depende de otro conjunto de factores, entre los
cuales prevalece el número de miembros capaces de trabajar que posea cada familia, la edad, y capacidad de
trabajo de aquellos, el sexo, etc. Sin embargo, los campesinos no pueden aumentar indefinidamente su
volumen de trabajo dentro del predio. Ya hemos mencionado la cantidad de jornadas de trabajo sobrantes que
existe en el minifundio mapuche. Los campesinos, por tanto, se ven obligados a salir de sus predios y buscar
salarios fuera de sus parcelas, cuando no alcanzan a cubrir las necesidades de consumo familiar con su propia
producción. La magnitud del subempleo de la fuerza de trabajo campesina hace que estas economías se
muevan casi siempre debajo de su punto de equilibrio, y se deba salir en busca de salarios para lograr la
reproducción simple de las condiciones de existencia.17
Estas economías mapuches funcionarían, pues, con un punto de equilibrio que se encuentra en el
límite cultural de la subsistencia: si la actividad económica alcanzara para la alimentación básica tradicional,
el vestuario y las mínimas necesidades de recreación y educación; si ésta permitiera volver al año siguiente a
iniciar el ciclo económico productivo; si no hubiera venta excesiva de animales y pérdidas de aperos de
labranza, se podría decir que están en el límite de la reproducción simple que efectivamente representa su
punto de equilibrio.18

2. El cálculo de los ingresos.

La contabilidad propuesta en el esquema de Chayanov se corrige entonces en dos direcciones: en


primer lugar, hemos valorizado a precios de mercado toda la producción que se destina al autoconsumo de la
familia, en la medida en que siempre existe la posibilidad de establecer la equivalencia entre lo que se guarda
y lo que se vende. Debe aclararse además que no existe ningún rubro productivo en que los campesinos no
vendan nada. En segundo lugar, ha sido necesario contabilizar los salarios obtenidos fuera del predio, así
como las rentas y subsidios que reciben las familias.
El ingreso de una familia mapuche se dividirá, pues, en cuatro partes: los ingresos que provienen de
las ventas de productos prediales y semiprediales; los ingresos que provienen del autoconsumo de productos
de la explotación; los ingresos salariales, y las rentas. El ingreso bruto total se resume así:
17
Este elemento que es característico del campesinado pobre de América Latina, no fue estudiado por Chayanov, quien
plantea el balance entre trabajo y necesidades a través de la redistribución de tierras que hacía la comunidad campesina
rusa. En nuestro caso, al no existir reparto de tierras, el trabajo sobrante debe buscar salarios fuera de la comunidad.
18
Si se hiciera el cálculo sobre la base de la ganancia del capital, serían economías con permanentes resultados negativos,
y no nos explicaríamos su supervivencia
IBT = PC + PAC + S +R

Cada parte de este ingreso puede subdividirse, a su vez, en diversos rubros: los ingresos por
comercialización incluirán toda la producción agrícola comercializada (PAC), la pecuaria vendida (PPC)
incluye las ventas de animales y subproductos como leche, huevos y vellones; la producción artesanal y de
recolección comercializada (PARC), incluye la industria artesanal doméstica (especialmente la fabricación de
textiles y la producción de chicha) y la recolección de productos semiprediales (mariscos, pescados y
cochayuyos en la costa, carbón y leña, camarones de río, etc.).
Los ingresos por autoconsumo se clasifican, a su vez, en autoconsumo agrícola (PAAC), que incluye
las provisiones de trigo, papas y porotos guardadas para el consumo de la familia durante el año; en
autoconsumo pecuario (PPAC) y en autoconsumo artesanal (PARAC), que consiste básicamente en la
fabricación de vestuario familiar.
Los ingresos salariales (S) incluyen, por su parte, los salarios cedidos al hogar por aquellos que
migran temporalmente (como ser los que trabajan en las cosechas de cereales en verano o en las cosechas de
manzanas en la zona central o Argentina); los salarios obtenidos por los trabajadores del Plan del Empleo
Mínimo (PEM), y los salarios que se aportan por trabajos ocasionales (los llamados “pololos” realizados en
fundos vecinos, pueblos y ciudades cercanas), y permanentes, cuando excepcionalmente algún miembro de la
familia lo posee (profesor de escuelas rurales, auxiliares de postas de salud y algunos casos de trabajo
femenino en lecherías del lugar).
Finalmente, se han tomado en cuenta las rentas (R), consistentes en los ingresos obtenidos por tierras
cedidas en medierías (que normalmente se pagan en trigo) y las pensiones de vejez que reciben mes a mes
algunos ancianos.19
En el cuadro siguiente se muestra la composición general del ingreso mapuche obtenido del total de
familias que componen nuestro estudio.
CUADRO N° 19
COMPOSICIÓN GENERAL DEL INGRESO MAPUCHE (En porcentajes)
PAC PPC PARC PAAC PPAC PARAC S R
9.1 23.3 7.4 30.4 9.9 1.1 13.7 4.7

Podemos dejar por sentado que la economía mapuche es una economía campesina. Como vemos, los
ingresos que provienen del trabajo predial y semipredial (o aun restando estos últimos, si se prefiere) son
extraordinariamente altos: representan más del 80% del ingreso total de las familias. Saavedra llegaba a una
conclusión similar: "La fuente de ingresos más importante del pequeño productor mapuche la constituye la
producción de su unidad económica".

a. Autoconsumo y ventas

Como se ha dicho, la economía mapuche no produce únicamente para la autosubsistencia, sino que
establece relaciones de mercado. No se trata de una economía autosuficiente. Ni siquiera se comercializan
solamente los excedentes de producción, como algunas veces se ha sugerido. Cada familia necesita comprar
un conjunto de productos que no puede autoproducir (azúcar, yerba, vestuario, implementos agrícolas, etc.) y
debe destinar, por lo tanto, parte de su producción al cambio. La economía mapuche está, pues,
orgánicamente incorporada al mercado. En nuestro caso, el ingreso obtenido por ventas de productos
campesinos equipara a la producción autoconsumida. Como es notorio, sin embargo, existe una clara
distinción entre la producción agrícola y pecuaria: los productos agrícolas están destinados fundamentalmente
al autoconsumo familiar (se trata del trigo, las papas y los porotos que componen la base de la alimentación
del mapuche), mientras la producción pecuaria se destina principalmente a la venta. Esta es la estructura

19
Toda la contabilidad que hemos realizado se aplica al año agrícola 80-81. Los precios de venta de productos agrícolas
se standarizaron según el padrón que se paga en la región. Estos precios se aplican también a los productos agrícolas de
autoconsumo. En cambio, la venta de animales, cuya variabilidad es mucho mayor, se ha valorizado con los precios
declarados por los propios campesinos. La valorización del autoconsumo agrícola incluye todos los productos
exceptuando las hortalizas. En la producción pecuaria se exceptuó solamente el consumo de huevos. Además, se ha dejado
fuera de esta contabilidad los salarios que envían al hogar los migrantes permanentes, porque se trata de aportes en
especies muy difíciles de determinar.
tradicional de la economía mapuche: el campesino se asegura una provisión básica de productos agrícolas que
guarda para el consumo anual de la familia, y hace dinero con la venta de sus animales. Otra vez, la
asociación entre dinero y animales —resumida en la palabra cullín en el vocabulario mapuche— sirve para
establecer esta característica elemental de sus economías. Los salarios, por su parte, vienen a ser una forma
complementaria para "hacer dinero", especialmente en las familias con poca tierra y pocos animales, como
veremos más adelante.
La importancia del autoconsumo obliga a hacer algunos comentarios. El informe Cida (1963)
concluía que "la orientación al mercado es baja", aunque parece existir "cierta inclinación hacia una mayor
volumen de intercambios, con el consiguiente detrimento de las economías de autosubsistensia". 20 Cida
encontraba un 55,6% de ventas sobre la entrada bruta predial de 26 explotaciones consideradas. Si restamos
rentas y salarios en el cuadro anterior, tenemos un 54,1% de ventas sobre el ingreso predial; es decir, una
proporción muy similar que desmentiría el deterioro de la autosubsistencia pronosticado por Cida hace veinte
años. La proporción de comercialización sobre el producto se habría mantenido invariable.
Las informaciones que ofrece Saavedra (1966), entregan nueva evidencia sobre este asunto. Saavedra
clasifica cerca de la mitad de las familias que componen su estudio como casos orientados hacia el mercado,
es decir, como unidades con énfasis en comercialización. Usando el mismo procedimiento, nuestro estudio
entrega lo contrario: más de la mitad de las familias están fuertemente orientadas hacia la autosubsistencia. La
relación entre ventas y autoconsumo se habría alterado notoriamente.

CUADRO N°20
ORIENTACIÓN HACIA EL AUTOCONSUMO EN FAMILIAS MAPUCHES
(Porcentajes)
1966 (Saavedra) 1981
BAJO 45.6 (21) 30.5 (61)
MEDIO 28.3 (13) 12.5 (25)
ALTO 26.1 (12) 57.0 (114)

La muestra de Saavedra, como hemos dicho, incluye una proporción muy alta de unidades familiares
cordilleranas que se dedican fuertemente al comercio de animales. Tal vez esto influye en que sus índices de
comercialización sean tan altos. Pero seguramente, durante el período de reforma agraria, la orientación
mercantil del minifundio mapuche se incrementó mucho, como lo anunciaba CIDA. Los programas de crédito
y asistencia técnica, la apertura de poderes compradores estatales para productos campesinos y, en general, la
extraordinaria movilización campesina que se abre esos años, seguramente han influido en esta dirección. La
reforma agraria inauguró un importante período de integración mapuche en la sociedad nacional, que se cierra
abruptamente en el último decenio. En efecto, la liquidación del proceso de reforma agraria no sólo retira del
campo el apoyo estatal, sino que también modifica, por medio de la apertura comercial con el exterior, la
estructura de precios agrícolas perjudicando los productos campesinos tradicionales. El mapuche se refugia
otra vez en los cultivos de autosubsistencia. El mercado —esto puede apreciarse por doquier— presenta
condiciones demasiado desfavorables e inseguras para insertar las economías familiares dentro de aquéllas.
En estos años se habría repuesto la frontera de la autosubsistencia (por supuesto, nunca desaparecida del todo)
que ha caracterizado la economía agraria de los mapuches.

b. Salarios

Los salarios resultan ser otra fuente importante, aunque de menor envergadura, en los ingresos
familiares. En nuestro estudio, 74 familias —es decir el 37% de aquellas— obtuvieron alguna clase de ingreso
salarial. En este caso no podemos comparar la magnitud de la salarización campesina con observaciones
anteriores. Podemos advertir, sin embargo, un cambio bastante notable en la composición de los salarios
obtenidos.
Como se sabe, las comunidades indígenas fueron desde antiguo lugares de mano de obra de reserva
para fundos y haciendas de la región. Se trata de las conocidas relaciones de complementación entre hacienda
y comunidad, que sobrevienen después de la radicación y colonización de las provincias del sur. Aunque las
haciendas —originalmente cerealeras— tenían cierto número de personal permanente, en los períodos de
siembra y cosecha requerían una gran cantidad de mano de obra. Toda esta fuerza de trabajo era reclutada en
20
CIDA. Informe citado. 1963. Pág. 87.
las comunidades: las relaciones entre hacendados y caciques tenían como base estas relaciones de
complementación. La maquinización de las cosechas fue un primer golpe para estas relaciones de trabajo. La
reconversión de las haciendas trigueras hacia la ganadería, que comienza en la década anterior pero se
intensifica poderosamente en ésta, ha terminado por quebrar definitivamente estas relaciones y disminuye con
ello las oportunidades de empleo agrícola en la zona. En efecto, la superficie sembrada de trigo por empresas
capitalistas en Cautín bajó, entre 1965 y 1976, de 67187 hectáreas a 39599 hectáreas. Las necesidades de
mano de obra de las nuevas empresas ganaderas son mucho menores. Cuando estaba dedicado a las siembras,
un predio requería de 25 a 30 hombres; hoy día, en cambio basta con 4 ó 5 durante todo el año. Los jornaleros
agrícolas o trateros adscritos al sistema de fundo, que mencionaba Saavedra, por ejemplo, han disminuido
drásticamente. Ya no se contratan piquetes de campesinos para las cosechas.
Con todo, la proporción de familias con ingresos salariales no es diferente de la que entregan otros
estudios. La disminución de los jornaleros agrícolas que se empleaban en las haciendas, se compensa con una
mayor migración temporal fuera de la región (especialmente hacia las cosechas de manzanas en Argentina y
la zona central del país) y, sobre todo, con la contratación de mapuches en el PEM. En el cuadro siguiente se
muestra la distribución de los ingresos salariales.

CUADRO N° 21
COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS SALARIALES
PEM Trabajos Trabajos Trabajos
Temporales Ocasionales Permanentes
Nº de familias que 40 30 29 3
Obtienen ing. Por
Salario
% del total de 20.0 15.0 14.5 1.5
familias

c. Egresos

Siguiendo el esquema anterior para el cálculo de los ingresos en una unidad campesina, debemos
descontar los egresos. Estos se dividen en egresos productivos, es decir, los gastos materiales que demanda la
explotación, y el consumo familiar. Ya hemos dicho que, del volumen total de lo que se produce, deben
apartarse los gastos en los materiales de producción, para obtener el producto del trabajo de la familia.
Reiteremos, en primer lugar, que los gastos en mano de obra son prácticamente inexistentes. Solamente en 29
explotaciones se hacían desembolsos de esta naturaleza, generalmente pequeñas sumas de dinero pagadas a
modo de jornales a quienes ayudan en faenas especiales. El resto son algunos mingacos (que se han
valorizado, por cierto, en dinero) donde el dueño paga en comida y fiesta el trabajo que emplea en levantar su
cosecha (generalmente de lentejas y remolacha, ya que el trigo se cosecha a máquina). Como se sabe, las
necesidades de mano de obra que poseen los predios se resuelven, antes que por la contratación de mano de
obra, por el sistema de la "vuelta de mano", donde el trabajo ajeno se paga con trabajo propio.
Los gastos en insumos y materiales, por lo demás, son normalmente bajos en los predios campesinos.
Los principales desembolsos se hacen en la producción agrícola, donde hay gastos en semilla, abono, maquila
y molienda. El agricultor mapuche usa normalmente semilla de guarda, sobre todo en los cultivos básicos
(trigo, papas y porotos). El campesino aparta de su producción anual la semilla que ocupará el año entrante, lo
que se ha estimado en este caso como gasto de reposición. Por cierto, la utilización de semilla de guarda
perjudica los rendimientos agrícolas y, muchas veces, el valor comercial de los productos (por ejemplo, la
papa que producen los mapuches se encuentra entre las peores variedades que aparecen en el mercado).
Por otro lado, en las siembras se suele poner abono de corral, aunque muchos campesinos compran
algunos sacos de salitre y fosfato (generalmente abonan todas las siembras con uno y uno). La trilla, como
llevamos dicho, se efectúa a máquina, cobrándose por ella una maquila, que fluctúa entre un 10 y un 15 por
ciento de lo trillado. Por último, el campesino lleva su trigo a la molienda, varias veces al año, generalmente
en pequeñas partidas. Muchos deben arrendar el transporte, porque no disponen de carreta o animales de tiro.
En la molienda se saca un saco por coda cinco que llevan al molino.
Existen otros gastos que deben ser considerados: las idas al pueblo que se hacen usualmente una vez
al mes, siendo común el financiarlas con el mercadeo de frutas, verduras y aves; la compra y reparación de
implementos y utensilios agrícolas; el arriendo de bueyes, importante toda vez que 66 familias carecían de
ellos y otras 20 no disponían de una yunta completa.
En la faena ganadera tenemos gastos menores. El manejo de animales (vacunación, castramiento,
cruza) se realiza sin asistencia veterinaria ninguna, y prácticamente no se compra forraje para los animales de
crianza y engorda. El forraje, cuando el número de animales adquiere cierta envergadura, se autoproduce (se
siembra avena principalmente). Sin embargo, el negocio de compra y venta de animales es frecuente, ya que
—según hemos dicho— su crianza y venta constituye la principal manera de obtener dinero. La reposición del
animal vendido constituye, en este caso, un gasto que debe descontarse de los ingresos.
En la producción artesanal, finalmente, los gastos se reducen al mínimo. La textilería comercial
requiere a veces la compra de lana, así como algunos mapuches chicheros compran manzanas en los
alrededores; sin embargo, esto se hace de manera excepcional. La artesanía textil se realiza para la casa
(aprovechando los vellones que se obtienen anualmente) y reemplaza la compra de vestuario.21

d. Consumo

Nos queda por considerar los gastos de consumo de una familia mapuche. Tenemos, en primer lugar,
los gastos en alimentación. Como se sabe, la base de la dieta está conformada por el pan (que se fabrica en
casa), las papas, los porotos y el maíz (la comida más habitual es justamente el locro falso). Se consume
además verduras, huevos y algunas aves que aportan algún valor proteico a la dieta. Muy de tarde en tarde se
mata algún cordero o cerdo, generalmente con ocasión de fiestas. Este patrón de consumo requiere de
compras indispensables: azúcar, yerba mate (que reemplaza en parte al te y al café), sal, grasa y levadura para
la fabricación de pan, arroz y tallarines que se compran en poca cantidad. Además, la mayor parte de las
familias, como veremos más adelante, no alcanza a autoproducir toda la harina que necesita durante el año, lo
que obliga —en los llamados "meses azules", que van de octubre a diciembre, cuando las existencias caseras
se agotan— a comprar harina para hacer pan.
Por otra parte, ninguna comunidad cuenta con electrificación, de manera que se debe agregar, como
gastos corrientes en combustible, compra de velas y parafina (se usan chonchones para alumbrar) y, en
muchos casos, compras de carbón y leña para las cocinas (fogones) y los braseros.
Tenemos, finalmente, los gastos en educación y vestuario. En un caso se trata de desembolsos
menores en utensilios escolares, aunque a veces se debe financiar movilización y pensión escolar para los
hijos mayores. En otros casos, a pesar de la importancia que tiene la autoproducción textil (calcetines, mantas,
frazadas, chalecos), se deben efectuar compras de vestuario (principalmente zapatos y chaquetas). Es usual en
las comunidades que estos artículos se adquieran por trueque.
Este conjunto de artículos constituye la provisión mínima que necesita una familia mapuche.
Estamos hablando, pues, de un nivel elemental de autosubsistencia. Como vemos, este padrón de consumo es
en gran medida un padrón monetario: se requiere disponer de dinero para obtener azúcar, sal, yerba, grasa,
parafina, etc.

3. El nivel de ingreso mapuche.

Uno de los objetivos centrales de esta investigación, ha sido estimar el nivel de desarrollo que
alcanzan las economías campesinas mapuches. Nos interesa conocer cuál es su capacidad de
autorreproducción, o mejor dicho, en qué nivel se reproducen estas economías. Nos proponemos investigar,
entonces, el nivel en que el ingreso campesino satisface las necesidades de la familia y, al mismo tiempo,
examinar si las explotaciones mapuches dejan algún excedente, es decir, cuales son sus posibilidades de
capitalización y crecimiento.
El monto y composición de los ingresos y del consumo arrojan las medidas necesarias para este
propósito. El cuadro que se presenta más abajo muestra la situación global de la economía mapuche:

21
El conjunto de los gastos descritos ha sido contabilizado de la siguiente manera: gastos por semilla (valorando a precios
de mercado la semilla de guarda); gastos por abono (que incluye solamente los sacos de salitre y fosfato que se compran);
gastos por molienda del trigo (de aquella parte que se destina al consumo casero); gastos generales de la explotación (que
se obtuvo aplicando un valor standard por hectárea); gastos por contratación de mano de obra extrapredial (que incluye los
mingacos) y gastos por reposición de animales que se venden en la temporada. Los gastos por maquila y los pagos por
medierías aparecen ya descontados en el ingreso bruto.
CUADRO N° 22
MONTO Y COMPOSICIÓN GENERAL DEL INGRESO MAPUCHE
(En pesos de 1981)(*)
a b c d e f g h
IB EG IN I p/c I AC I MT CMT INP
53.471 11.612 41.859 8.158 19.564 22.295 12.243 31.061
* 1 US $ 39 pesos (1981)
1 saco de trigo $500
1 saco de trigo US$ 12.82
Salario mínimo rural
(1981) $150 diarios
$4.200 mensual
$54.000 anual = US$ 1.384 aprox.
Plan de empleo
Mínimo $1.300 mensual
$15.600 anual
US$400 anual.

Tenemos un ingreso bruto promedio (a) de 53.741 pesos anuales por familia, es decir, 1.371 dólares
de la época (a 1981). Como se ha dicho, el ingreso bruto total se obtuvo por medio de la sumatoria de todos
los productos vendidos y autoconsumidos, más salarios y rentas. El ingreso neto total (c), descontando todos
los gastos materiales que demanda la faena productiva (b), llegó a 41.859 pesos, que equivalen 1.073 dólares
anuales.
Saavedra obtuvo en 1966 un ingreso medio anual, para 46 familias, de 9.423 kilos de trigo
aproximadamente, es decir, cerca de 120 sacos de trigo por familia. Nuestro caso arroja un ingreso
equivalente a 84 sacos de trigo, vale decir, casi un tercio menos que la cifra de Saavedra. Este reconoce, sin
embargo, que "el ingreso medio de la mayoría presumiblemente es mucho más bajo", debido a que su muestra
otorga deliberadamente igual ponderación a los estratos altos, medios y bajos, es decir, no trabaja con una
muestra aleatoria. No obstante, aun cuando las cifras de Saavedra y las muestras sean, en el mejor de los
casos, similares, es evidente que en estos años el valor del trigo se ha deteriorado mucho en relación a los
productos con los cuales se cambia. Es posible afirmar, sin correr riesgos, que ha habido pauperización en
estos últimos diez años.
El ingreso neto per cápita (d), considerando la población de todas las edades, tuvo un valor de 8.158
pesos anuales, es decir, 209 dólares por persona al año. Otra vez el cálculo de Saavedra es algo superior:
1.680 kilos de trigo, esto es, más de 10.000 pesos por persona, aunque aquí también cabe el comentario
anterior.
El volumen de los ingresos que hemos calculado 22 no permitiría sostener hoy día, como lo hiciera el
informe Cida hace veinte años, que los agricultores mapuches están "en mejores condiciones que las
comunidades de Coquimbo, mejor que muchos minifundistas de otras áreas del país y que casi la mayoría de
los asalariados agrícolas".23 Desde luego estas comparaciones son siempre difíciles de establecer. El salario
mínimo agrícola se encontraba, el año de la encuesta, en cerca de 5.000 pesos mensuales (unos 1.538 dólares
anuales). Los ingresos netos de las familias mapuches se encuentran bastante por debajo de esta remuneración
mínima campesina. Por otro lado, pese a la pauperización de los parceleros de reforma agraria en los últimos
años, el campesino mapuche se encontraría mucho más empobrecido, por lo menos frente al parcelero de las
regiones centrales del país. El estudio de J. Dorsey24 sobre 74 parcelas de riego en la VI región de Colchagua,
calcula ingresos prediales (sin contar autoconsumo que, en todo caso, cubre menos de un tercio de las
entradas) superiores a 100.000 pesos anuales netos (de 1977); es decir, más del doble de los que encontramos

22
Otras estimaciones del ingreso mapuche se encuentran en CIDA que encuentra un promedio de 654 escudos de la época
(484 dólares y 88 dólares per capital y Pinto y Palacios, citado por Saavedra, que encuentran un ingreso familiar promedio
de alrededor de 45 quintales de trigo, notoriamente inferior al nuestro. En este último caso no se indica el año ni el
carácter del estudio.
23
CIDA. Informe citado Pág. 84.
24
J. Dorsey. Encuesta socioeconómica a parceleros de la reforma agraria. Cen-derco Santiago. 1979.
entre mapuches. El volumen de estos ingresos, pues, deja a la vista la situación de pobreza que prevalece en
las comunidades mapuches.
En la columna (e) figuran los ingresos provenientes del autoconsumo, que se acercan a unos 20.000
pesos anuales promedio. Esto equivale a unos 10 quintales de trigo (la mitad de lo que se requiere para
disponer de harina durante todo el año), unos 60 kilos de porotos, 300 kilos de papas, verduras y frutas, 1
cerdo de 90 kilos al año, 2 corderos, gallinas y huevos. Se trata de una medida de autoconsumo medio que
bordea el nivel mínimo de autosubsistencia. En la columna (g), por otra parte, se contabiliza el consumo
monetario promedio, que alcanza algo más de 12.000 pesos anuales, sin considerar los gastos en vestuario y
educación, es decir, tomando en cuenta solamente la canasta de artículos de almacén y los gastos en
combustible.
Con tales gastos do consumo medio tenemos un saldo predial negativo de -746 pesos (columna i) y
un saldo total (columna i), que incluye salarios y rentas, de solamente 10.052 pesos anuales. En efecto, el
ingreso neto predial (columna h) es de 31.061 pesos, mientras que el consumo medio total (autoconsumo más
consumo monetario) es de 31.807 pesos.
En otras palabras, el volumen de ingresos que arrojan las hijuelas apenas alcanza para satisfacer las
necesidades mínimas de consumo de una familia mapuche. Solamente al agregar los salarios obtenidos fuera
del predio, las rentas y otros ingresos de este tipo, tenemos un pequeño saldo positivo. Este es gastado en una
serie de rubros que no hemos contemplado en este análisis, pero que también son indispensables para la
reproducción familiar: vestuario, educación, recreación, salud, imprevistos. Dicho saldo sólo permite
completar la parte mínima de consumo. La capacidad de ahorro en el nivel promedio de estas economías, es
prácticamente inexistente. Sin embargo, estas economías campesinas mapuches no van tampoco en una
espiral descendente. No se percibe venta o arriendos de tierra, venta de aperos de labranza, descapitalización
en animales de trabajo o consumo, como tampoco existen indicios de deterioros profundos en la producción
familiar (desnutrición aguda, mortalidad infantil, etc.), aunque por cierto hay casos donde ocurre todo esto.
Por lo tanto, percibimos a estas economías en un punto de equilibrio, consistente en una retracción muy
fuerte del mercado, una disminución del nivel de ingresos generales y monetarios en particular, una ubicación
en el límite cultural de la subsistencia (alimentos y vestuarios autoproducidos).25 Estas economías se
encuentran por lo tanto, en el nivel de la reproducción simple de sus condiciones de existencia: no hay
procesos de crecimiento y capitalización, como tampoco procesos de proletarizaron y desintegración
campesina.

Capitulo 7: Diferenciación social en las comunidades

En el capítulo anterior se han estudiado solamente las condiciones generales de vida que imperan en
la sociedad mapuche. No hemos dicho nada acerca de las diferencias existentes entre las familias, al interior
de las comunidades indígenas. Esta es la tarea principal de este capítulo. El estudio del volumen y
composición media de los ingresos oculta, en efecto, una gran diversidad de situaciones y niveles que nos
proponemos desentrañar.

1. Aspectos teóricos de la diferenciación campesina


El análisis de la diferenciación campesina ha constituido siempre una parte central de los estudios
agrarios. El modelo de diferenciación formulado por Lenin en El Desarrollo del Capitalismo en Rusia

25
Desde otra perspectiva, no podemos menos que estar de acuerdo con L. Faron, que señalaba: "Considero que la
sociedad mapuche está en una fase de equilibrio estructural; está pasando por algunos cambios en la organización, como
siempre, pero ellos representan ajustes de patrones secundarios dentro de una estructura social estable". "Durante las
últimas cinco o seis décadas la sociedad mapuche ha mostrado una estabilidad estructural muy marcada". L. Faron.
Sociedad Mapuche. Página 17. Faron está discutiendo con Titiev, Cooper y otros, autores que veían la sociedad mapuche
en vías de extinción. Hoy día hay muchos autores que también opinan que la sociedad mapuche corre riesgos serios de
desaparecer en el corto plazo. Nosotros opinamos de manera diferente. Esta es una sociedad que busca el equilibrio, como
se ha visto en el capítulo sobre la Economía Comunal, que protege su supervivencia, que retrae su consumo a niveles muy
precarios y tradicionales, con tal de no entrar en una espiral de destrucción interna.
(publicado en 1899), así como la teoría de diferenciación demográfica de Chayanov, revestirán especial
importancia para nuestro estudio. Ambos son estudios clásicos sobre el proceso de diferenciación social en el
campo. Como es sabido, Lenin dudaba de la perdurabilidad del sistema de economías campesinas, defendida
tenazmente por toda la escuela populista rusa de fines de siglo. El desarrollo del capitalismo en el campo, es
decir, la creación de un mercado interior para la reproducción ampliada del capital, produce un proceso
creciente de diferenciación social que escinde la clase campesina. Por un lado, aparece un estamento de
campesinos ricos (definidos por su capacidad de control de las tierras campesinas y por la utilización de mano
de obra extrafamiliar en la explotación de sus predios), y por otro, emerge una masa campesina
semiproletarizada que se ve obligada a arrendar o traspasar sus tierras y vender su fuerza de trabajo durante
una buena parte del año. El desarrollo capitalista tiende a disgregar, pues, al campesino medio, es decir, aquel
que no vende ni compra fuerza de trabajo y que, como se sabe, es el campesino que prevalece en la comuna
rural rusa luego de la abolición de la servidumbre, y constituye la base de los estudios de Chayanov sobre
economía campesina.
"El régimen de las relaciones económicas-sociales en el campesinado —dice Lenin— nos
muestra la existencia de todas las contradicciones propias de cualquier economía mercantil, y de
cualquier capitalismo: competencia, lucha por la independencia económica, acaparamiento de la
tierra (comprada y tomada en arriendo), concentración de la producción en manos de una minoría,
desplazamiento de la mayoría a las filas del proletariado y su explotación por la minoría a través del
capital mercantil y de la contratación de braceros".
El conjunto de todas las contradicciones económicas existentes en el seno del campesinado
constituye lo que nosotros llamamos su diferenciación. Los propios campesinos definen este proceso
con un término extraordinariamente certero y expresivo: "descampesinización". Dicho proceso
representa la destrucción radical del viejo régimen patriarcal campesino y la formación de nuevos
tipos de población del campo".
"El primer tipo nuevo es la burguesía rural o los campesinos acomodados. Entran aquí los
propietarios independientes, que practican la agricultura comercial en todas sus diversas formas, los
dueños de empresas industriales y casas de comercios, etc. De estos campesinos sale la clase de los
farmers, pues la toma en arriendo de la tierra para la venta de cereales desempeña (en la zona
agrícola) un inmenso papel en su hacienda, mayor a menudo que el "nadiel" (la hijuela propia). El
volumen de la hacienda supera aquí, en la mayoría de los casos, a la fuerza de trabajo de la familia, y
por eso la formación de un contingente de braceros, y más aún de jornaleros, constituye una
condición necesaria para la existencia de los campesinos acomodados".
"El otro tipo nuevo es el proletario rural, la clase de los obreros asalariados con nadiel (con
una hijuela de tierra propia). Entran aquí los campesinos pobres, incluidos los que carecen de tierra
en absoluto, pero los representamos más típicos del proletariado rural ruso, son el bracero, el
jornalero, el peón, el obrero de la construcción y de otra clase, con nadiel (con una hijuela de tierra
propia). La imposibilidad de subsistir sin vender la fuerza de trabajo, un nivel de vida
extremadamente bajo, inclusive quizás inferior al del obrero: tales son los rasgos distintivos de este
tipo".
"Un eslabón intermedio entre estos tipos de "campesinos" posteriores a la reforma lo
constituyen los campesinos medios, que se distinguen por el menor desarrollo de la economía
mercantil. El trabajo agrícola independiente sólo cubre, acaso en los mejores años, y en condiciones
especialmente favorables, la mantención de ese campesino, y por eso se encuentra en una situación
en extremo inestable. El campesino medio no puede, en la mayoría de los casos, salir adelante sin
contraer deudas que deberá pagar en trabajo, etc., sin buscar ingresos "complementarios" que, en
parte, consisten también en la venta de la fuerza de trabajo, etc. Cada mala cosecha arroja masas de
campesinos medios a las filas del proletariado. Por sus relaciones sociales, ese grupo oscila entre el
superior, al cual tiende, y en el que sólo consigue entrar una pequeña minoría de afortunados, y el
inferior, al que lo empuja la marcha de la evolución social".

La teoría leninista supone, por cierto, una extensión relativamente profunda de las relaciones
mercantiles en el campo. Los límites que se impongan a la movilidad de la fuerza de trabajo, la extensión de
las prestaciones personales y especialmente el pago en trabajo, el grado de monetarización de la economía
campesina, el desarrollo del capital comercial, etc., son factores que actúan ya sea acelerando o frenando el
proceso de diferenciación antes descrito. En nuestro caso, las limitaciones que todavía perduran en el mercado
de tierras indígenas, el apego a los cultivos de auto-subsistencia y las relaciones de complementariedad que se
dan al interior de las comunidades, constituyen un freno poderoso al proceso de descomposición descrito
por Lenin. Tales limitaciones son justamente la base en que se sostiene la homogeneidad relativa de la
sociedad mapuche reduccional, y en parte, explican la perdurabilidad de sus economías.
El escaso desarrollo de un proceso de diferenciación al interior de las comunidades admite considerar
los análisis de Chayanov sobre este asunto. Chayanov llama la atención sobre el carácter demográfico de la
diferenciación campesina. Las diferencias que se producen en el producto y, por lo
tanto, en el bienestar campesino, dependen centralmente del tamaño y composición de las familias. La
relación entre productores (el número de activos, en lenguaje moderno) y consumidores (el número de
miembros de la unidad campesina), es el factor decisivo. Por este camino, puede establecerse una curva de
bienestar de las familias según su ciclo de desarrollo biológico: una familia joven dispone de pocos
productores y muchas bocas que alimentar, pero a medida que crece el promedio de edad de la familia,
aumentan los productores y se hace óptima la relación productores-consumidores, para descender otra vez
cuando la familia envejece, es decir, cuando los hijos se marchan y la productividad de los trabajadores
adultos decae. Las variaciones, por tanto, en la fuerza de trabajo disponible en cada unidad doméstica,
determinan el volumen del producto y el grado de bienestar alcanzado.
Este modelo de diferenciación propuesto por Chayanov tiene su origen, como hemos dicho, en la
comuna rural rusa, donde existía reparto comunal de tierras y limitaciones en la movilidad de la fuerza de
trabajo campesina. El control comunal sobre las tierras (el famoso consejo de ancianos que se reunía cada
cierto número de años), permitía ajustar el tamaño de las haciendas según los brazos que disponía cada familia
para el trabajo.26 Las correlaciones, por tanto, entre el tamaño de la tierra (que con tecnología constante es
equivalente al volumen de los ingresos) y tamaño de las familias, son extraordinariamente altas en los
estudios de Chayanov. Por otra parte, estamos hablando de economías campesinas sin trabajo asalariado
(campesinos "medios" en los términos de Lenin), en que el volumen del producto descansa por entero en el
esfuerzo familiar dentro de las haciendas. No hay contratación de mano de obra ni venta de trabajo fuera de
los predios.
Nuestro caso plantea diferencias notorias, como puede verse con facilidad. Tenemos una disposición
relativamente rígida de tierras que se flexibiliza, es cierto, a través de los intercambios de tierra por medierías,
aunque no alcanza a operar al igual que el mecanismo de reparto comunal. Por otro lado, tenemos salarios y
actividad extrapredial que disminuyen notoriamente la función chayanovista entre tamaño de las familias y de
la tierra, y entre ésta y el volumen de los ingresos. Con todo, en una economía que no contrata trabajo
asalariado y en la cual la mayor parte de los ingresos proviene de la actividad predial, el modelo demográfico
elaborado por Chayanov tendrá mucha importancia.
La teoría de Chayanov sobre diferenciación campesina se aparta en otro punto de Lenin: las
diferencias que se producen entre las familias no alcanzan una cristalización social definida, ni mucho menos,
el carácter de clases agrarias. Al contrario, se trata de diferencias esencialmente inestables, donde riqueza y
pobreza se alternan, al modo bíblico, durante el tiempo. Se trata, por tanto, de una sociedad campesina
cultural y económicamente bastante homogénea, donde el ciclo pobreza-riqueza-pobreza se repite
incansablemente. Esto es lo que permitió a Chayanov teorizar acerca de “un modo de producción parcelario o
campesino” en inscribirlo en la teoría de los sistemas económicos no capitalistas, es decir, en sistemas donde
el concepto de acumulación no aparece. Por cierto, nuestro problema es diferente. No estamos en presencia de
un sistema de economías campesinas ni se discute la profundidad con que el desarrollo capitalista ha
penetrado en el campo chileno. No obstante, las economías campesinas mapuches han establecido, durante el
presente siglo, una frontera económica y cultural en que la penetración capitalista es todavía desigual e
insuficiente, y admiten, por tanto, con modificaciones, un análisis chayanovista de su estructura y
funcionamiento. Tal cosa ocurre con casi todas las empresas de subsistencia que aún perviven y logran
autoreproducirse en la actual economía campesina.

2. La homogeneidad de la sociedad mapuche.

26
Eduardo P. Archetti. La Comuna Campesina en Rusia. En postfacio al libro de Chayanov. La Organización de la
Unidad Económica Campesina. Ed. citada.
Eduardo P. Archetti. La Comuna Campesina en Rusia. En postfacio al libro de
Chayanov. La Organización de la Unidad Económica Campesina. Ed. citada.
Como hemos dicho, en este capítulo nos interesa estudiar el estado del proceso de diferenciación
campesina al interior de las comunidades. Nuestro estudio afirma que la sociedad mapuche es una sociedad
relativamente homogénea. Sin embargo, algunas investigaciones de los años sesenta se esforzaron por
demostrar la existencia de desigualdades dentro del campesinado mapuche.
Saavedra concluye, por ejemplo, que:
"en las unidades mapuches existe desigualdad económica vertical con un perfil de tipo
piramidal. Esta desigualdad nos la está indicando tanto la desigualdad en la distribución de los
recursos y concentración de la tierra, como la desigualdad en la producción agropecuaria en cada
comunidad. Hemos querido insistir en este aspecto porque muchas veces se considera a la población
mapuche como un todo homogéneo. Por otra parte, si bien es cierto estas desigualdades pudieran ser
momentáneas, el hecho de que se encuentran asociadas a ciertos privilegios sociales, o ciertos rasgos
de los estratos característicos de las estructuras locales, nos mueve a pensar que la desigualdad
económica de la población mapuche, no es fortuita o producto de ciertas capacidades individuales,
sino el producto de una cierta estructura económica de tipo piramidal, que implica, entre otras cosas,
una estructura de poder igualmente piramidal. Este hecho tiene importancia porque las familias
mapuches ricas constituyen un estrato medio en la localidad, e incluso, en lo región, representando
un verdadero "enclave" de las estructuras locales y regionales en la "estructura mapuche". Esto
indicaría asimismo que la población mapuche no está aislada, sino que forma parte de las estructuras
regionales y nacionales".27

Desde luego, como ocurre en toda comunidad, existen desigualdades de ingreso y recursos, pero
debe demostrarse que éstas responden a formas diferentes de organización del proceso productivo. El peso de
la prueba recae, en este sentido, sobre el estatuto del trabajo asalariado. La utilización de trabajo
extrafamiliar, como hemos dicho, no aparece sino excepcionalmente. En el mismo estudio de A. Saavedra,
sólo 2 de las 46 familias utilizan trabajo externo en forma permanente, y se añade que "aunque en algunos
casos se contrata mano de obra extrafamiliar, esto es sólo estacional o representa la forma de trabajo de una
minoría". Tal es también la conclusión que ofrecen nuestros datos.
Por otra parte, a pesar de las diferencias que existan en la disponibilidad de recursos materiales de
producción (principalmente en el número de bueyes), debe tomarse en cuenta que en todas las comunidades se
trabaja con el mismo padrón tecnológico. Ninguna familia cuenta, por ejemplo, con tractor para las faenas
agrícolas. Esto limita, por supuesto, la diferenciación interna, toda vez que la productividad del trabajo
campesino resulta bastante similar en todos los casos.
Además, los índices de concentración de la tierra 28 son también moderadamente bajos: tenemos un
coeficiente de 0,37 para las tierras propias, que incluso baja a 0,35 cuando se considera el intercambio de
tierras por medierías. El incremento en el tamaño de las parcelas por medio de arriendos o medierías no se
produce; antes bien, los intercambios de tierra favorecen una distribución más homogénea. Tampoco
encontramos por este lado ningún indicio de acumulación de tierras al interior de las comunidades.
La existencia de una economía que no contrata mano de obra, que trabaja con tecnologías similares,
que no presenta desigualdades notorias en el control de la tierra y en la disponibilidad de recursos
productivos, permite sostener que se trata de economías relativamente homogéneas. En efecto, no existe (o
sólo muy limitadamente) un proceso de formación de capital dentro de las comunidades. Tal cuestión se
desprende fácilmente de la descripción general de la economía y sociedad mapuche: dada la cabida de los
terrenos, la calidad de los suelos que ocupan, la escasa capitalización que prevalece, la orientación
relativamente general hacia la subsistencia y la magnitud de las relaciones de mercado que se establecen, estas
economías no alcanzan a capitalizarse, sino con una fuerte ayuda externa. En efecto, el campesino acomodado
casi siempre es aquel que recibe ayuda y sostén de organizaciones exteriores, ya sea privadas o
gubernamentales. En este sentido, su relación con las estructuras de poder local o regional se transforma en la
condición de posibilidad de obtener un nivel de bienestar superior. Tal ayuda externa, sin embargo, es
demasiado escasa para hablar propiamente de un estrato campesino acomodado entre los mapuches.
Así como no existe formación de un campesinado rico al interior de las comunidades, debe tomarse
con reserva también los procesos de proletarización que se registran. Por cierto, las comunidades indígenas

27
A. Saavedra. Op. Cit. Pág. 64.
28
Se trata de un índice de concentración calculado sobre la base del coeficiente Gini. Este índice fluctúa entre cero
(concentración mínima) y 1 (máxima concentración). Un resultado como el aquí obtenido se considera aceptablemente
bajo en los estudios sobre distribución de la propiedad.
expulsan población del campo a través de las migraciones, y la recurrencia al salario es común, afectando
especialmente al campesino con poca tierra. La presencia de un "campesino pobre con tierra" como lo
describía Lenin, se advierte fácilmente. Sin embargo, las unidades familiares campesinas no se descomponen.
Aclaremos esto: en la mayor parte de los casos, el salario juega un papel de complementación de los ingresos
familiares, vale decir, los campesinos obtienen los ingresos principalmente de la explotación de sus predios.
Hemos visto que los predios arrojan una cantidad suficiente de ingresos para mantener las familias en el límite
de la subsistencia. Esta es la situación que prevalece en la sociedad reduccional. El caso de los campesinos
asalariados, es decir, de aquellos que dependen del trabajo extrapredial para su subsistencia, constituye una
minoría en la sociedad mapuche. Paradojalmente estos últimos obtienen los ingresos relativos más altos y se
encuentran en una situación más favorable que el campesino subsistente, por lo cual se mantienen ligados a
sus hijuelas.
Tampoco verificamos, pues, un proceso de descomposición campesina mucho mayor que el que se
ha registrado tradicionalmente (cuya expresión más visible son las migraciones), a pesar de la existencia, en
modo alguno despreciable, del trabajo asalariado dentro de la región. Antes bien, los salarios, especialmente
el PEM, actúan como subsidios estatales que frenan dicha descomposición, al permitir a muchas familias
alcanzar el nivel mínimo de subsistencia en que se debaten.
Como hemos dicho varias veces en este texto, la economía mapuche logra autoreproducir, con
grandes dificultades, sus medios de sobrevivencia, por cierto en un nivel a menudo miserablemente precario.
En términos generales, podemos describirla como una economía que produce una sociedad homogéneamente
pobre.

3. La diversidad de la sociedad mapuche.

Lo que se ha dicho anteriormente no es obstáculo para estudiar las diversidades que se producen al
interior de las comunidades indígenas.

a. Diferenciación regional

Consideremos, en primer lugar, las diferencias zonales que aparecen en la provincia de Cautín.

CUADRO N°23
VOLUMEN Y COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS SEGÚN ZONAS
(Porcentajes y absoluto (IB, IPC) en pesos)
PAC PPC PARC PAAC PPAC PARAC S R IB IPC
Costa 4,2 23,6 8,8 11,8 11,8 1,0 17,3 1,9 55.661 7.813
Secano 8,6 23,0 5,3 36,0 12,1 1,5 9,3 3,8 51.623 6.474
Valle 14,1 23,7 8,1 24,1 6,5 0,8 15,7 6,2 53.850 10.189

Observamos que los ingresos promedios totales de los predios no difieren mucho en las distintas
zonas, pero se producen diferencias en los ingresos personales en favor del valle. A pesar de tener la mayor
densidad de población (casi una persona por hectárea de tierra útil) y predios de menor tamaño (sólo 5.8
hectáreas promedio), las hijuelas del valle arrojan los ingresos más altos. Esto coincide con la zona que
posee mayor relación con el mercado y, con ello, la economía mas monetarizada.29
En efecto, en el valle tenemos una agricultura comercial más desarrollada (por los cultivos de lupino
y remolacha y la venta de productos de chacarería y verduras frescas) y un fuerte componente salarial en sus
economías, proveniente sobre todo de la migración temporal fuera de la región en la zona noroeste de
Temuco (Truf-Truf y Lautaro), y de los empleos urbanos que ocasionalmente se consiguen en la ciudad
metropolitana de la región. Los ingresos por auto consumo en el valle representan sólo un 31,4 por ciento de
las entradas totales, mientras en la costa ascienden a 44,3 por ciento, y en el secano a 49,6 por ciento. Los
29
La integración al mercado no sólo da mayores posibilidades de obtener recursos, sino también agrega nuevas y
diferentes necesidades de consumo. En los lugares aislados (costa y secano central) se mantiene vigente un patrón más
tradicional de consumo, en cambio en el valle con contactos permanentes con las ciudades se incorporan al gasto familiar
formas de consumo modernas.
predios del valle combinan un uso más intensivo de la tierra y una mayor recurrencia a los salarios. Tenemos
poco cultivo extensivo del suelo y poca ganadería, ya que corresponden a predios de menor cabida.
La penetración capitalista en las hijuelas que rodean Temuco es mucho mayor que en las zonas más
alejadas. Como se sabe, esta relación más fluida con el mercado mejora los ingresos campesinos, al multiplicar
las oportunidades de empleo, permitir cultivos comerciales de mejor rendimiento, etc. Al contrario, la
autosubsistencia siempre ha sido sinónimo de pobreza. Esta es la situación que se aprecia sobre todo en el
secano, cuyas relaciones con el mercado son mucho más débiles y sus ingresos totales y personales menores.
Otro tanto ocurre en la costa, con algunas diferencias. En el secano, la comercialización de lentejas y
arvejas hace subir un poco el volumen de ventas agrícolas; en la costa se vende muy poco, en parte debido a la
inaccesibilidad de la zona indígena del lago Budi y, en general, a la escasa calidad y aptitud agrícola del suelo
costero. Al mismo tiempo, en la costa encontramos más salario y actividad extrapredial. Se
trata, por un lado, de la recolección de pescados y mariscos, actividad central de los campesinos de Queule, y,
por otro, de la extensión que ha adquirido el PEM, especialmente en Budi. Esto último conviene precisarlo: el
salario en el valle obtenido por migraciones y trabajo en las ciudades, es una actividad
propiamente mercantil, integrada en el circuito de producción capitalista. El salario en la costa es
principalmente un subsidio. El estatuto del salario cambia en uno y otro caso. En la costa aparece como parte
de una política social (que eventualmente puede modificarse por decisión administrativa), destinada a mejorar
las condiciones de vida de la población indígena (recordemos que Puerto Saavedra es la segunda comuna más
pobre del país), mientras que en el valle el salario forma parte de una relación orgánica entre la pequeña
hijuela mapuche y la economía regional y nacional.

b. Diferenciación por tamaño de la propiedad

El segundo elemento de diferenciación que quisiéramos considerar es el tamaño de las parcelas que
se explotan. Este ha sido, sin duda, el mejor estudiado en la tradición de los análisis agrarios.

CUADRO N° 24
VOLUMEN Y COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS SEGÚN TAMAÑO DE LAS HIJUELAS
(Porcentajes y absolutos (IB, IN, IPC) en pesos)

PAC PPC PARC PAAC PPAC PARAC S R IB IN IPC


-5 7.8 22.2 9.1 15.7 6.7 0.7 32.7 5.0 44.260 38.037 7.683
-10 10.7 26.4 6.5 28.9 8.5 0.8 15.7 2.6 46.269 36.667 7.130
-15 8.4 30.2 3.8 32.4 10.3 1.1 9.7 4.1 62.668 46.310 9.320
-20 6.3 30.7 14.1 23.5 8.3 1.3 7.0 8.8 70.481 54.815 9.832
más 9.9 26.7 8.3 31.6 10.9 1.1 5.9 5.7 76.800 54.663 9.604
PAC Producción agrícola comercializada
PPC Producción pecuaria comercializada
PARC Producción artesanal y de recolección comercializada
PAAC Producción agrícola consumida
PARAC Producción artesanal autoconsumida
IB Ingreso bruto
IN Ingreso neto
IPC Ingreso per cápita
S Salarios
R Rentas.

Como se muestra en el cuadro, el tamaño de las parcelas discrimina el volumen de los ingresos
totales obtenidos y, singularmente, las fuentes de las cuales esos ingresos provienen.
En efecto, con una orientación relativamente general hacia la autosubsistencia, y tecnología
constante, el tamaño de las parcelas influye poderosamente sobre el volumen de los ingresos.
Los salarios compensan la escasez de tierras y, por tanto, de ingreso predial registrado en las parcelas
de menor tamaño, mientras el tamaño de las familias tiende a aumentar junto con la cabida de las hijuelas,
homogeneizando fuertemente los ingresos personales.
Como vemos en el cuadro, en las hijuelas más pequeñas el 32,7% de las entradas proviene de los
salarios, cifra que va disminuyendo a medida que aumenta el tamaño de la tierra, para alcanzar sólo un 5,9%
de las entradas en las hijuelas mayores de 20 hectáreas. En este punto, por cierto, estamos de lleno en la
teoría clásica de la asalarización campesina.
Los campesinos con poca tierra deben vender su fuerza de trabajo fuera de las parcelas para cubrir
sus necesidades de sobrevivencia. El salario no constituye en este caso un complemento del ingreso familiar,
sino una necesidad imperiosa. Así, cerca del 60% de las familias con predios menores de 5 hectáreas
obtienen ingresos salariales, mientras que en los otros estratos las proporciones son menores de 40% y sólo
un 25% en las familias que poseen más de 20 hectáreas. Los ingresos salariales medios son $ 14.492 anuales
en las hijuelas pequeñas (aproximadamente lo que obtiene un trabajador PEM en el año), y descienden a
7.251 pesos, 6.095 pesos, 4.937 pesos y 4.500 pesos anuales en las parcelas de mayor tamaño Esta
distribución de ingresos salariales, como aparece en el cuadro, aminora las desigualdades en el ingreso bruto
de las familias.
Al mismo tiempo, las explotaciones más grandes, dedicadas con mayor intensidad a los trabajos
dentro del predio, tienen, como es obvio, gastos en materiales de producción y reposición mucho más
elevados que las hijuelas pequeñas, cuya actividad predial es menor. Esto hace que los ingresos netos
aparezcan aun más equilibrados.
El tamaño de las familias, por último, produce otro tanto con respecto a los ingresos personales. En
los predios menores de 5 hectáreas encontramos un tamaño medio de 4,95 personas por hogar, que sube a
5.69 en las parcelas mayores de 20 hectáreas. Este es un punto fundamental que conviene destacar. El
tamaño de los hogares tiende a ajustarse al tamaño de las tierras de que se dispone a través de dos medios
complementarios: en primer lugar, las parcelas más grandes retienen mayor número de hijos en el hogar
(tenemos, como hemos visto anteriormente, mayor proporción de familias extensas) y, en segundo lugar, las
familias más numerosas tienden a contratar tierras en medias (o hacer valer sus derechos en otras
comunidades) cuando las necesidades aumentan por este motivo. De este modo, aunque los predios mayores
arrojan más ingresos, se enfrentan también a mayores necesidades. El resultado de esto es que los ingresos
personales de las familias mapuches aparecen muy homogéneos y débilmente asociados al tamaño de la
tierra.
El tamaño de la tierra afecta los ingresos también de otra manera. En efecto, llama la atención que la
relación de las hijuelas con el mercado, es decir, el volumen de ventas de productos campesinos, no difiere
demasiado. Ya hemos explicado esto. Los campesinos con poca tierra se arriesgan en cultivos comerciales
(lupino, remolacha, hortalizas), mientras la industria artesanal de mercado, por lo menos en algunos rubros,
es más importante entre éstos (por ejemplo, la producción textil, la fabricación de carbón y la recolección de
leña). Solo la venta de animales y de productos pecuarios muestra una asociación favorable con el tamaño de
la tierra, obviamente perqué la actividad ganadera requiere de mayores espacios.
Al contrario, la orientación hacia la autosubsistencia presenta diferencias notorias, sobre todo en la
agricultura. El autoconsumo agrícola es un 15,7% de las entradas en las hijuelas pequeñas, y un 31,6% de las
mayores. La escasez de tierras muestra en este punto su efecto más rotundo, impide reproducir la agricultura
de autosubsistencia que prevalece en el minifundio mapuche tradicional. En estas parcelas, el campesino
sabe que no puede seguir la estrategia general de autosubsistencia, carece de tierras para sembrar y criar
ganado, aunque por cierto, siembra trigo como todos. Resuelve sus problemas incrementando –a lo menos
con mayor frecuencia que otros- su relación con el mercado, tanto en los cultivos (que le procuran un mejor
rendimiento por hectárea), como en la industria doméstica y, fundamentalmente, en los salarios.
No sorprende, pues, que en las hijuelas de menor cabida tengamos una economía mucho más
monetarizada que en el resto. Esto se encuentra dentro de los parámetros de la teoría de la diferenciación
campesina. Corresponde exactamente a la figura del "campesino pobre con tierra" que se ve obligado a
transformarse en un trabajador asalariado para su subsistencia y, con ello, a incorporarse en el mercado,
rompiendo las fronteras de la economía natural. En el estrato campesino superior (que disponen de mayor
cantidad de tierra), sin embargo, observamos todavía al campesino tradicional, con predominio de una
agricultura de autosubsistencia y un volumen de autoconsumo muy alto. En el marco de un proceso
acelerado de diferenciación, tendríamos exactamente lo contrario, vale decir, el predominio de una economía
monetaria en los extremos (campesinos pobres y ricos), que expresa en un caso el proceso de proletarización
y, en el otro, la formación de una capa de agricultores comerciantes. Este último proceso, como puede verse,
dista de estar presente en estos datos.

c. Diferenciación familiar

El tercer elemento de diferenciación que queremos tratar, es el tamaño y composición de las


familias. En el cuadro de más abajo se aprecia esta relación entre volumen y estructura de los ingresos y el
número de productores que posee cada familia. Hemos considerado solamente a los miembros activos
hombres (entre 14 y 60 años) que existen en el hogar. Por cierto, las mujeres también aportan en los ingresos
familiares, pero el producto de la unidad campesina no se modifica sensiblemente según el número de
mujeres en edad activa que posea cada familia. Por esta razón hemos tomado solamente a los productores
adultos hombres como criterio de diferenciación.

CUADRO N° 25
VOLUMEN Y COMPOSICIÓN DE LOS INGRESOS SEGÚN NÚMERO DE ACTIVOS
(Porcentajes y absoluto (IB, IPC) en pesos)

PAC PPC PARC PAAC PPAC PARAC S R IB IPC


1 ac 10.6 26.3 6.5 28.8 9.3 0.9 13.1 4.5 45.48 9.596
7
2 ac 8.0 26.1 9.3 26.3 9.7 1.0 13.8 5.8 56.08 6.899
7
9 ac 7.8 29.1 5.8 24.8 7.1 0.9 21.4 3.1 64.99 7.550
1

Como vemos, los ingresos totales crecen según el número de activos que existan en los hogares.
Sobre un índice de 100 para la familia base con un trabajador adulto hombre, tenemos 123 para la familia
con dos trabajadores y 144 para aquella que tiene tres trabajadores. En la relación ingreso-tamaño de la tierra
hecha anteriormente, teníamos 105 para las parcelas entre 5 y 10 hectáreas, 142 para las parcelas entre 10 y
15, y 159, y 174 para los predios mayores. En este caso, sin embargo, la función entre volumen de los
ingresos y número de productores no sigue un comportamiento lineal. Las familias que albergan más de tres
productores no ven incrementados sus ingresos totales. Como vemos, el tercer productor ya agrega una cuota
extra de ingresos menor que el segundo, mientras el cuarto no agrega prácticamente nada.30 Las limitaciones
en la disposición de tierras, y también de los mercados locales de salario, hacen del cuarto productor (y en
parte también del tercero), un trabajador pasivo. Lo que tenemos, pues, es una clásica curva de rendimientos
decrecientes. La base del ingreso campesino está formada por la actividad de un trabajador adulto. Los
restantes agregan incrementos decrecientes que se deben en gran parte a salarios y actividades extraprediales.
En efecto, la actividad predial se basta holgadamente con la jornada anual de un trabajador adulto; la
disposición de mayor número de trabajadores en los predios sólo tiene como destino las actividades
extraprediales.
Esta función de rendimientos decrecientes es característica de economías con dotación rígida de
recursos (aunque también tiene validez general). En el modelo de Chayanov, el equilibrio se conseguía
aumentando la cabida de los terrenos a través del mecanismo de reparto comunal, con lo cual la
productividad de cada trabajador familiar se correspondía con las mayores necesidades que generaba. En
nuestro caso, con una dotación rígida de tierras y pocas oportunidades de trabajo en la zona, los incrementos
de ingreso que producen nuevos productores son bastantes bajos. Esto repercute decisivamente sobre el
monto de los ingresos personales. Tenemos así que la presencia de dos o más trabajadores en el predio hace
caer los ingresos per cápita y produce mayor pobreza. En efecto, las familias que alojan mayor número de
adultos hombres tienden a ser más numerosas, ya sea porque han alcanzado el ciclo de maduración
reproductiva (la presencia de hijos hombres mayores de 14 años así lo delataría), o bien, porque están
albergando hijos casados en el hogar con sus respectivas familias. Por esta razón, aunque tienen más brazos

30
En los casos en que hubo más de tres activos hombres en la familia, el ingreso bruto resultó ser $57.700, es decir, una
cifra promedio menor que en el caso de familias con tres activos. El ingreso per cápita también resultó ser ligeramente
menor.
para el trabajo, poseen también más bocas que alimentar, vale decir, mayores necesidades de consumo. Tal
aumento de las necesidades no se compadece con los ingresos que aportan nuevos brazos. Los ingresos
personales, por lo tanto, caen.

4. Una sociedad estabilizada en el límite de la pobreza.


Hemos definido la sociedad mapuche reduccional como una sociedad en equilibrio. Todos los
antecedentes que presentamos confirman esta hipótesis. A diferencia de Saavedra no encontramos ningún
proceso de formación y consolidación de un campesinado rico en las comunidades, a pesar de las
desigualdades que existen. Tampoco verificamos –como tendencia central que defina estas economías- un
proceso correlativo de proletarización campesina, aunque sin duda está presente como proceso secundario.
Tenemos, en cambio, una sociedad campesina que logra mantener un equilibrio en un nivel precario de
subsistencia. En otras palabras, tenemos una sociedad que se autorreproduce en su pobreza. Las economías
mapuches se han mantenido fuera de la frontera de expansión capitalista. El período de expansión culmina
con el asentamiento de población indígena en el actual sistema reduccional. En los años treinta y cuarenta
-con el primer período de división de comunidades y usurpaciones de tierras indígenas— termina por
consolidarse la hacienda del sur. Desde entonces, sin embargo, las tierras mapuches se han mantenido fuera
del mercado capitalista, protegidas por leyes agrarias que prohiben su compra y venta y las eximen de
impuestos. Esta ha sido una condición fundamental de perdurabilidad de las reducciones mapuches. Tal
protección legal ha ido acompañada, además, de la escasa vitalidad del capitalismo agrario en nuestro país y
del hecho que el campesino indígena ocupa, generalmente, suelos de mala calidad, por tanto poco atractivos
para el desarrollo del capital privado.
La acción estatal, por su parte, se mantuvo durante muchos años fuera del campo. El período de
reforma agraria constituyó una excepción, al estimular el desarrollo interno de las comunidades. Es probable
que esta acción haya favorecido un proceso de diferenciación interna y sea la razón de las informaciones que
entrega Saavedra sobre este asunto. De todos modos, es sabido que los programas de desarrollo, privados o
públicos, tienden a beneficiar a los campesinos de mayores recursos y, con ello, a fortalecer un estrato
campesino superior. Los programas de crédito, por ejemplo, exigen predios de un tamaño que la mayor parte
de los mapuches no poseen. Deliberadamente o no, los planes de desarrollo han producido históricamente
esta consecuencia. La liquidación del proceso de reforma agraria y del apoyo estatal afectó especialmente a
este virtual estrato de campesinos ricos: en estos años disminuye el crédito y la asistencia técnica, las
transferencias de recursos y tecnologías, la existencia de poderes compradores, etc. El campesino que resulta
más desfavorecido es justamente aquel con pretensiones y posibilidades de acumulación. Las bases, por
tanto, para la reproducción de un campesino acomodado, parecen haberse deteriorado mucho. Al contrario,
podríamos decir que la mayor parte del esfuerzo estatal en el último tiempo, se ha volcado hacia los
subsidios de empleo, que tienden a contener un eventual proceso de descampesinización mapuche,
favoreciendo con ello al campesino pobre. Es claro que ninguno de estos efectos ha sido conseguido
deliberadamente por el régimen actual: sus intenciones han sido precisamente las contrarías, como se ha
explicado oportunamente al comentar la última Ley Indígena dictada por las autoridades.
La presión privada sobre las tierras mapuches ha sido, pues, escasa durante todo este período y no
parece que se vaya a intensificar en los años que vienen. La acción estatal, por su parte, ha sido fugaz y poco
sostenida.
El proceso de diferenciación interno, por su parte, se encuentra con el límite cultural de la
comunidad. Ya hemos dicho esto: la comunidad coloca un freno a los procesos de acumulación interior; los
intercambios de tierras y recursos fortalecen más bien la desconcentración y una distribución más equitativa
de los bienes, toda vez que se hacen con arreglo a las necesidades de cada familia. La solidaridad comunal se
impone sobre los criterios clásicos de una empresa capitalista: propiedad y acumulación.

Capitulo 8: Los trabajos del mapuche

La sociedad mapuche llama la atención por su homogeneidad. A pesar de que hay numerosos
factores que diferencian internamente a las economías campesinas, una inmensa mayoría los aúna. A
diferencia de otros pueblos y otras culturas que ofrecen enormes variaciones, ésta nos muestra signos de
identidad muy evidentes. No cabe duda de que si uno trata de encontrar diferencias entre un sector y otro, las
hallará. La gente de la costa pronuncia el idioma de modo especial, lo mismo ocurre con la gente de la
cordillera y la gente de Valdivia. Pero eso es normal en un pueblo disgregado, en situaciones geográficas
muy diferentes, sin comunicaciones entre ellos, y que no tiene un lenguaje escrito propio. En estas
condiciones llama más la atención la homogeneidad, que la escasa diversidad. Fiestas, costumbres, dietas
alimenticias, tipo de vivienda muy semejantes constituyen también su identidad. Tecnología agraria, manejo
de los animales, uso de las aves de corral, técnicas del hilado y el tejido, etc. van conformando los trabajos
de los mapuches. En este capítulo pasaremos revista a este conjunto de elementos que constituyen el hacer
diario de las economías campesinas mapuches; la morfología de estas unidades, la estructuración de sus
espacios, la relación con la tierra y la naturaleza, los intercambios con el mundo exterior, en fin, "los trabajos
y los días". Los afanes que el mapuche tiene para poder sobrevivir.

1. La hijuela.

Las viviendas mapuches se encuentran dispersas en la comunidad. Al parecer antiguamente hubo un


cierto agrupamiento mayor de viviendas alrededor de la del cacique; sin embargo, siempre se acostumbró
que cada familia construyera su ruca aislada. La explicación de este hecho que llama la atención, se
encuentra en el carácter de la agricultura y la actividad económica ya descritas. Cada familia habita en su
hijuela o goce, que trabaja y usufructúa privadamente. Los caminos o senderos conducen a la ruca e
instalaciones de la familia. El lugar donde éstas se ubican no obedece a patrones claramente definidos y, más
aún, llama la atención que muchas veces la casa se encuentra en lugares expuestos a los vientos y sin mayor
reparo ante las inclemencias del tiempo. Por lo general, las familias poseen una casa de madera con techo de
zinc que sirve de dormitorio, y donde se suele tener un pequeño comedor con mesa y sillas para hacer pasar a
las visitas de cierta importancia. Contigua a ésta se encuentra la cocina, generalmente ruca de paja o
ratonera, como se les suele llamar. Allí transcurre la mayor parte de la vida familiar. La ruca posee un fogón
encendido en el suelo y el humo sale por las rendijas del techo o un agujero así dispuesto. El humo
impermeabiliza la paja formando una capa de alquitrán. La cocina-ruca es un lugar acogedor, con sillas de
paja bajitas, alguna mesa para comer, generalmente una cama de vellones de ovejas donde descansar, y
muchos cajones donde se guarda ollas y utensilios. En este mismo recinto se cuelgan cebollas, ajíes y otros
productos, se guardan los aperos de labranza y las diversas herramientas del campo.
Junto a estas dos construcciones principales suele haber pequeñas bodegas para conservar secos los
granos. Se utiliza un arcón o cajón hermético con tapa de madera en que se guarda la provisión de trigo del
año. Aunque hay muchas familias que no lo tienen, es un bien apreciado. Allí se conserva el grano a prueba
de la humedad y los ratones. Suele encontrarse también un cobertizo que cumple las funciones de establo
cerrado para los animales vacunos y caballos; las ovejas y cerdos se mantienen en un cerco descubierto.
Al lado de la puebla o grupo de casas, se encuentra el huerto de manzanas en las regiones en que se
acostumbra tenerlo, o huerto con frutales diversos, y el espacio cerrado para el cultivo de hortalizas. Es un
terreno de un quinto o cuarta de cuadra, cercado para que no entren animales y aves al lugar donde la dueña
de casa usualmente cultiva verduras, hortalizas y muchas veces flores. En el patio de la casa, de tierra
apisonada, se crían las aves de corral, las que por lo general tienen derecho a entrar en la cocina. Cuando la
crianza de pavos o gansos es mayor, se prepara un cerco o recinto cerrado para guardarlos en la noche.
Raramente se encuentra un gallinero propiamente tal o una construcción para estos efectos. El robo de aves
domésticas pareciera aconsejar tenerlas lo más cerca posible del lugar donde se vive y duerme.
Las casas, el patio, el huerto y los árboles que a veces rodean este espacio, forman el elemento
central de las hijuelas. Más allá se ubican los potreros recortados de acuerdo a los cultivos, ya que no hay
cercos que los separen unos de otros. Tampoco suele haber alambradas que separen una hijuela de otra. Por
lo general se utiliza la maleza llamada pica-pica para separar los límites de cada goce; en lugares de
abundante madera se hacen cierres de gruesos durmiente y en otras partes se utilizan piedras simplemente. 31

31
En nuestra encuesta el 65% tenía cercada la propiedad y el resto no tenía divisiones con el vecino, aunque sabía, como
es obvio, muy claramente sus límites. INDAP ha entregado alambres de púas para cercar las hijuelas junto con realizar
las divisiones de las propiedades. Hay quienes han visto en ellos un cambio en el paisaje comunal que afectará la vida en
comunidad. La experiencia muestra que la división entre hijuelas está claramente establecida y si no hay cercos sólo es
por falta de recursos para hacerlo.
Los potreros son de dimensiones variadas y se distinguen de los lomajes de pastoreo, ya que en éstos no
suele entrar el arado. Las tierras de cultivo se van rotando año a año, en trigo y pastos para descansar el
suelo. Una pequeña chacra en partes de terreno plano provee de papas, maíz y porotos, cultivados por lo
general en conjunto.
El paisaje de las comunidades es relativamente homogéneo. Los pequeños retazos de tierra se
recortan en potreros divididos con matorrales y otros elementos naturales, y cambian de colores de acuerdo
al momento de labranza o rotación en que se encuentran. Son áreas con pocos árboles y bosques, que
contrastan con los predios grandes de la zona que suelen tenerlos. 32 Las tierras rojas y erosionadas donde
crece débilmente la chépica o pasto común, caracterizan las áreas mapuches.
Este paisaje se mantiene sin cambios sustantivos al parecer desde hace muchos años. Sin embargo,
las historias señalan que antes de la reducción la situación era diferente. Se vivía en una gran ruca de la cual
dan testimonios algunas fotos. Esa ruca albergaba a toda la familia y servía de comedor, cocina, dormitorio,
lugar de guardar, bodega, etc. En algunos casos, al haber dos o más mujeres de igual rango, el cacique
construía dos o más rucas. Los campos no tenían límites; se dividían en los de labranza en lugares parejos y
los de pastoreo donde abundaba el pasto. La mayor parte del territorio estaba cubierta de bosques, de los
cuales hoy día sólo se ve uno que otro árbol como recuerdo. Había —según relatos— algunas áreas con
mayor dedicación agrícola, como eran las orillas del río Imperial.
A partir de la reducción y colonización de la Araucanía se desmonta el bosque natural por la vía
rápida de prenderle fuego, y se transforma el área en campos de siembra. Colonos y mapuches hacen el
mismo proceso, con la diferencia de que unos tienen mejores y más tierras, y otros más chicas y malas. Las
consecuencias son peores para los mapuches. Pareciera que hay un proceso bastante acelerado de
transformaciones del paisaje de las comunidades en los primeros treinta años de este siglo, y que luego se
estabilizan tanto las costumbres como las formas de vida y de cultivo. En esos años se incorpora la casa de
madera y techo de zinc; se modifica la ruca utilizando tablas aserradas y destinándola casi exclusivamente a
cocina.33 También en ese período se generaliza la vestimenta actual de la mujer mapuche,34 se consolida el
sistema comunal-reduccional, y numerosos elementos que constituyen la cultura. Lo mismo pareciera ocurrir
con la tecnología agrícola que se desarrolla en esos años y luego se estabiliza. Por ejemplo, se incorpora el
arado de punta de fierro e incluso arados articulados de origen industrial. Se institucionaliza una determinada
forma de cultivar el trigo: barbechar, arar con las primeras lluvias, rastrear y cruzar, sembrar, etc. Esta es ya
una tecnología difundida que todos conocen y que se ha transformado en indudable elemento cultural. Los
relatos de antes de la etapa reduccional no dan cuenta de la existencia de estos elementos.35
Ya en los estudios que se hacen en la década del cuarenta se reconoce el mismo paisaje que vemos
hoy día:
"En la ilustración vemos una típica posesión indígena de la comunidad de Carrirriñe (cerca
de Choll-Choll). Puede observarse que la construcción principal, que es la ruca hecha de paja y
madera, está al lado izquierdo del cuadro y junto a un bosquecillo de eucaliptus, el cual
forma un cerco para proteger la casa de los vientos predominantes del N.E. Se puede observar que la
casa ha sido construida en una parte eminente del terreno. Destaquemos que junto a ella está el
corral de maderas y tablas para el encierro de ovejas durante la noche. En la parte superior hay dos
edificaciones que podríamos llamar modernas: la del centro es la bodega de forma rectangular con
muros de tablas de álamo y con techumbre de zinc de doble agua. A la derecha otra construcción de
32
La superficie de bosques es muy pequeña en la muestra de nuestro estudio (ver cuadro Nro 8). De 85,5 hás. la mitad se
concentra en Budi y Ñilpé zonas de reciente reforestación. En el resto, el promedio de bosques por hijuelas es 0,2 hás.
siendo en el valle mucho más pequeña la superficie destinada a estos efectos. No está arraigado el hábito de forestar y
más bien llama la atención zonas como Huillio en que las hijuelas suelen estar rodeadas de cercos de eucaliptos y otras
especies.
33
En algunas zonas se mantiene la ruca tradicional. En el Budi, zona costera muy aislada, hemos visto rucas de corte
tradicional, de gran tamaño y como única construcción de la familia.
34
El hombre que utilizaba la chiripa y el poncho, los deja de usar y sólo se viste a la usanza chilena. La mujer mantiene
su traje, pero cambia el rebozo que usa sobre los hombros y que le es característico: deja de ser artesanal y es comprado
en la ciudad. Es fabricado por una industria textil de Concepción que se instala en los años veinte.
35
La celebración de ciertas fiestas religiosas cristianas que se han incorporado a la cultura reflejan este cambio. La fiesta
de San Juan tiene un sentido tradicional, ya que coincide con el Año Nuevo Mapuche que se mezcla sincréticamente con
la fiesta religiosa católica. Junto a esto adquiere un carácter campesino, ya que es el momento en que se colocan cruces
en la sementera del trigo para salvar el cereal de las heladas. Estas costumbres se encuentran también entre los cam-
pesinos no mapuches del centro y sur del país.
tamaño semejante de madera y techo de tejas de "media caña", es el establo para los animales de
labranza. Finalmente, hacia la parte inferior hay una cerca formando un cuadrado de gran tamaño
dejando un espacio destinado al cultivo y una zona de yerbas altas que corresponde al pozo del que
se obtiene el agua para la bebida y otros usos.36

Lo que habría ocurrido en las hijuelas, es que luego de un primer período de instalación,
ordenamiento y construcciones, de aprendizaje de técnicas agrícolas y cambio de algunas costumbres, siguió
un segundo momento en que estas formas "modernas" se utilizaron en forma mixta con las tradicionales. A
partir de allí se estabiliza el paisaje.

2. Los bienes materiales.

La sociedad mapuche es pobre. Esto se pude medir en la cantidad de bienes materiales que posee, en
la calidad de sus viviendas, de su vestuario y su alimentación. También en las posibilidades de educación y
acceso a otros niveles de cultura. La cultura de la sociedad mapuche se ha apegado a los límites de la
subsistencia material y allí se defiende desarrollando una fuerza interior que le otorga una definida identidad.
Como hemos dicho anteriormente es de la combinación entre subsistencia e identidad cultural que surge la
fuerza de resistencia de esta sociedad. Son dos elementos que se nutren mutuamente. El ser pobres y
segregados en lo material, los mantiene con una identidad precisa, y esta identidad da fuerzas a la
subsistencia.
En los años 50 hubo una gran ofensiva dirigida por la Corporación Araucana para cambiar el tipo de
vivienda que usaban los mapuches. En la presidencia de Alessandri se entregaron casas CORVI con un
diseño supuestamente adaptado a los indígenas. En la Reforma Agraria también se entregaron casas de
madera. Hoy día se siguen entregando casas de madera y zinc. La ruca ha sido para muchos sectores
"modernos" -incluyendo a "mapuches modernizados" - el símbolo del atraso, del vivir en malas condiciones.

CUADRO N° 26
TIPOS DE VIVIENDA EN HIJUELAS MAPUCHES
Número %
Madera con techo de zinc 78 39.0
Ruca de paja solamente 46 23.0
Dormitorio de madera y zinc y ruca- 65 32.5
Cocina de paja
Adobe y teja 11 5.5
200 100.0

A pesar de las casas regaladas y las campañas realizadas, una mayoría utiliza la ruca de paja
ratonera, ya sea como vivienda única o como lugar de cocinar y estar. El mapuche considera un prestigio
tener techo de zinc en su casa, pero eso le resulta caro e implica numerosos otros gastos adicionales, como
por ejemplo no poder cocinar en fogón, lo que hace un 78,5% de las familias; el fogón se coloca al medio de
la ruca, en el piso cercado por un aro de metal o sólo con un pequeño desnivel. Mediante cadenas o alambres
se cuelgan las ollas desde las vigas del techo. El fogón tiene una gran importancia cultural, ya que permite
que a su alrededor converse la familia. Pero, además, permite ponerle cualquier tipo de leña, ramas, malezas,
etc., lo que sin duda es más barato. 40 casos (20%) utilizan la cocina económica de leña, que es de metal y,
al estar elevada, implica menos esfuerzo para la mujer que prepara los alimentos.37
El fogón se mantiene por su adecuación a la cultura —principio de identidad— y por su adecuación
a las condiciones materiales —pobreza— en que vive la sociedad mapuche (principio de sobrevivencia). El
fogón como sistema básico de preparación de alimentos, calefacción y alumbrado, está condicionando el tipo
de vivienda y, en cierto modo, la aceptación o rechazo de formas modernas de vida.

36
Raúl González Mella: La Habitación entre los Araucanos. Caracteres generales y modalidades peculiares a las
reducciones estudiadas. En CLIO Publicaciones del Centro de Estudiantes de Historia y Geografía. Año XVIII Nro. 24.
Abril 1953. Pág. 11. Notas de viaje realizado en 1948.
37
En todos los casos hay dos familias con cocina a gas y una con cocina a parafina.
La permanencia cultural y la pobreza van en este caso de la mano. Una transformación económica
seguramente cambiaría este tipo de relación.
Un criterio comúnmente aceptado para medir pobreza, es el número de camas por hogar. Esto
permite observar el nivel de hacinamiento en que se encuentran las familias:

CUADRO N° 27
NUMERO DE CAMAS POR HOGAR
0 2 1.0 1.0
1 8 4.0 5.0
2 34 17.0 22.0
3 58 29.0 51.0
4 50 25.0 76.0
5 36 18.0 94.0
6 5 2.5 96.5
7 3 1.5 98.0
8 4 2.0 100.0

El promedio de personas por familia es de 6,2 en nuestro estudio, lo cual implica un alto nivel de
hacinamiento. El 94% solo tiene 5 camas, el 76% llega a 4, y la mitad tiene tres o menos de tres camas. Se
podría argumentar que hay formas culturales que le dan un sentido diferente a la falta de camas: estamos en
presencia sin duda del mismo fenómeno anterior. No se trata de que no se valorice la existencia de camas. Si
así fuera, habría una homogeneidad en términos de tener sólo las camas empotradas en la ruca; por el
contrario, la gente valora tener su cama donde dormir, sobre todo cuando ya no son jóvenes. La falta de
camas, por carencia de dinero para comprarlas, como por carencia de espacio, mantiene la cultura tradicional
de la ruca y el sistema de dormir en el suelo alrededor del fogón; o, para los niños dormir, con sus padres y
sus hermanas mayores. Esta situación mixta refuerza una relación familiar tradicional que otorga a la
sociedad mapuche una identidad cultural muy peculiar, que sin duda llama la atención de quienes la
observamos desde el exterior. Nuevamente, hay una relación entre la sociedad pobre y una cultura
tradicional que se reproduce con mayor fuerza en los límites de la subsistencia.
La existencia mayoritaria de ruka y fogón provoca un tipo de hacinamiento que no es
necesariamente considerado como tal por la cultura mapuche. Permite el funcionamiento de una familia
extremadamente unida, en que existe una participación activa de todos los miembros, ya que todos ellos
departen largas horas alrededor del fogón, en un recinto cerrado sin mayores posibilidades de aislamiento e
incomunicación. Se podrían agregar numerosas otras relaciones de esta naturaleza. Señalemos, para terminar,
que este hecho también tiene implicaciones comunales importantes. Un cuarto de las casas —de paja— en
nuestro estudio, han sido construidas mediante el trabajo comunal llamado rukán o rukatún. Este consiste
en invitar a los vecinos a trabajar en la construcción de una nueva casa, para lo cual el que invita sacrifica un
animal, prepara comida y atiende a los comuneros que van a levantar la construcción. En 52 casos
encontramos esta forma colectiva de autoconstrucción, que sin duda refuerza las relaciones comunales. La
falta de medios acrecienta la solidaridad de la comunidad y permite fortalecer y reproducir la cultura.
No debemos pensar, sin embargo, que existe segregación total de la cultura y sociedad chilena. 179
casos poseen radio, que por lo general está prendida todo el día. El mapuche es una persona enterada en
detalle de lo que sucede en Chile y en el mundo (enterada de cuanto informa la radio), tiene pleno
conocimiento de los precios agrícolas y situación económica de la agricultura, etc. El acceso a la televisión
es, sin embargo, aún muy limitado. Casi ninguna comunidad posee luz eléctrica, lo cual implica usar baterías
de automóvil para su funcionamiento. En los últimos años se ha abaratado el precio de los aparatos y se ven
carretas que llevan la batería para ser cargada en el pueblo. En nuestro estudio sólo aparecieron dos familias
con T.V., lo cual es aún un porcentaje insignificante. Asimismo la lectura de diarios es muy poco frecuente,
y sólo se da en jóvenes con educación, cuando van a la ciudad.
En resumen, las familias mapuches están en una situación de pobreza muy cercana a la subsistencia
y, por tanto, tienen pocos bienes materiales; esa sobrevivencia se hace posible desarrollando un conjunto de
actividades económicas tradicionales que no implican gastos, apoyándose en la comunidad para resolver
problemas de diverso orden y afirmándose en su cultura como cuerpo de tradiciones básicas que permiten
reproducir la sociedad.38 El análisis que sigue de la producción agrícola, pecuaria y artesanal -de los trabajos
del mapuche— nos permite entender mejor estas economías de subsistencia.

3. Los cultivos.

La economía campesina mapuche posee una estructura de cultivos muy rígida y orientada por la
subsistencia. Se podría decir que "siembra de todo un poco". La mayor parte de los cultivos están más
orientados por las necesidades de alimentación de la familia que por las indicaciones del mercado. Hay, sin
embargo, cierta especialización, dependiente de las áreas. La tecnología aplicada en los cultivos es
tradicional y los rendimientos muy bajos.

a. El trigo

El trigo es la base de la producción y alimentación mapuche. Como se ha visto, la base de los


ingresos consiste precisamente en el autoconsumo agrícola (especialmente trigo, papas, porotos) y la venta
de animales de crianza. Los cereales abarcan 2,1 hectáreas promedio de las tierras que se trabajan, de la
cuales 1,8 hectáreas corresponden al trigo. El trigo constituye claramente un cultivo de subsistencia y refugio
para la familia mapuche. Prácticamente todas las familias lo siembran, salvo en ciertas zonas costeras donde
los suelos no lo permiten.39 Concientemente, los mapuches siembran entre una y dos hectáreas de trigo y
obtienen un rendimiento bastante parejo de 8 sacos por saco sembrado (aproximadamente 16 sacos por
hectárea), a los cuales se descuenta entre un 10 y 15% por maquila (cosechadora), que pagan en el momento
de la cosecha con parte de la misma producción. De estos sacos se guarda la semilla para la siembra del año
siguiente, y el resto se destina casi enteramente a la fabricación de pan casero.
El análisis de los promedios de la superficie sembrada de trigo por estratos de tamaño nos muestra
este comportamiento homogéneo:

CUADRO N° 28
SUPERFICIE PROMEDIO DE SIEMBRAS DE TRIGO POR ESTRATO DE TAMAÑO
Promedio Hás. -5 5-10 10-15 15-20 + 20
1.0 1.5 2.2 1.9 1.9 (*)

(*) En los casos de los predios con más de 20 hectáreas, hay tres casos de productores de trigo propiamente tales: uno
con 15 hectáreas, otro con 10 y otro con 7. Representa, sin duda, el porcentaje de productores que se sale de la norma
común que venimos describiendo. Representan un porcentaje mínimo de la muestra (1,5%) y, por su peso en el estrato, lo
corregimos.

38
Ya hemos señalado la importancia que en este último período han asumido las machis. Hay quienes tienen clientelas
que van de toda la región para hacer remedios, machitunes, et. Ante la pregunta: Cuando se ha enfermado algún
pariente, ¿qué ha hecho? Un 72% de nuestra muestra señala que prefiere ir a un hospital, un 6% dice ir sólo a la machi y
un 21,5% a las dos partes en forma indistinta. Lamentablemente no hay datos cuantitativos u observaciones significativas
para saber si ha aumentado o disminuido la práctica y presencia de las machis en la sociedad mapuche de hoy. Pareciera
que han aumentado y su explicación estaría en la mayor pobreza que tiene la población y las dificultades que tienen para
ir a los hospitales.
39
En nuestro estudio, 171 familias de 200 siembran trigo. La excepción ocurre en la zona costera de Queule, donde la
mayor parte de las tierras son suelos anegados por la proximidad del río Boldo.
En el estrato más pequeño se siembra una hectárea como promedio, ya que —como es lógico— las
tierras no alcanzan para más; en los estratos superiores se mantiene el patrón de dos hectáreas sembradas
como promedio. Representa, a esta altura, un elemento cultural tradicional la siembra anual de esas hectáreas
de trigo para el sustento de la familia. La dieta de los hogares mapuches consiste en pan y tortillas de harina
de trigo; harina tostada también de trigo, y diversas formas de frituras de harina. Se acostumbra a comer al
mediodía una sopa de papas, maíz, porotos, arvejas y otras legumbres, conocida como "locro", que puede o
no llevar algo de carne. La dieta se complementa con el té y el mate; algún huevo, aves y cerdos solamente
para las fiestas.

b. Las siembras

Las superficies promedios según tipos de cultivos nos muestran la diversificación de las siembras,
guiadas por las necesidades alimentarias. Se concentran las tierras en siembras de trigo y pastos naturales,
pero se destinan pequeños retazos para todos los cultivos; la regla de este tipo de economías: sembrar de todo
un poco de modo de cubrir la alimentación familiar.

CUADRO N° 29
ESTRUCTURA DEL USO DEL SUELO AGRÍCOLA (en porcentajes)
Trigo Avena Cebada Centeno Lupino Remolacha Lenteja Porotos Arvejas Habas Papas
Costa 26.7 1.87 1.57 - - - 0.17 5.55 5.55 1.52 51.2 100
8 4
Secano 49.2 3.49 2.17 0.42 - - 3.05 13.42 3.30 1.32 18.6 100
5 7
Valle 51.2 2.86 - 1.78 8.14 6.36 0.16 8.97 1.44 0.32 18.9 100
5 4
Total 41.6 2.95 1.28 0.82 3.05 2.38 1.25 9.78 4.16 0.99 25.8 100
0 2

Como vemos, el trigo ocupa la mayor superficie, cercana a la mitad del suelo sembrado en el secano
y el valle, y sólo decrece en la costa, zona principalmente papera. Se destina a productos de chacarería otra
parte importante. Con esta estructura diversificada, el campesino se asegura una provisión básica de
productos agrícolas que consumirá directamente.

c. Las ventas

El cuadro siguiente muestra el porcentaje de los productos básicos que se comercializan. El trigo,
los porotos y las papas que corresponden a la alimentación básica, se comercializan muy parcialmente. En la
mayoría de los casos no se trata propiamente de excedentes de producción, sino muchas veces reflejan la
necesidad de hacer dinero para comprar otros productos.

CUADRO N°30
VOLUMEN DE LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA COMERCIALIZADA
(en porcentajes)
Trigo Avena Cebada Lupino Remolacha Lentejas Porotos Arvejas Papas
Costa 10.7 - 8.4 - - - 8.3 22.9 10.0
Secano 7.3 - - - - 53.9 20.5 70.9 11.5
Valle 15.1 8.39 - 92.0 100 23.8 15.7 51.2 8.5
TOTAL 7.7 3.9 0.05 92.0 100 49.8 18.8 43.6 10.1

Como se puede observar, hay productos que tienen una definida o mayor orientación de mercado.
Es el caso, en la región de secano, de las lentejas y arvejas, principal producción de Carahue, Nueva Imperial
y otras comunidades de esos lugares. Allí han operado poderes compradores y las cooperativas campesinas
se han especializado en programas de apoyo a este tipo de producción. Las variaciones en los precios hacen
que esta actividad sea muy riesgosa; sin embargo, siempre está la posibilidad de consumir el producto o
molerlo para la alimentación animal. Es diferente la situación del lupino y la remolacha en las comunas del
valle, que tienen un destino exclusivamente de mercado. Estos cultivos de tipo industrial tienen incidencia en
algunos sectores de hijuelas pequeñas de los alrededores de Temuco y se han transformado en una de las
pocas alternativas de especialización.
La producción papera de la costa, donde existen condiciones naturales muy favorables, no
encuentra, sin embargo, mucha salida al mercado; allí hay problemas permanentes de comercialización. Los
campesinos no tienen forma de sacar su producto, y quedan a merced de los compradores que llegan hasta el
lugar y ofrecen precios muy bajos y desventajosos.40
La producción de hortalizas tiene la particularidad de servir para la obtención de pequeños montos
de dinero ("sencillo"), además de complementar la dieta familiar. Pequeñas partidas de ajos, cebollas, ajíes,
cilantro, perejil, chalotas, (en Budi), etc., permiten financiar viajes a Temuco o salir de pequeños apuros o
emergencias. Excepcionalmente existen algunos hortaliceros, (especialmente en las proximidades de
Temuco), que obtienen ingresos más relevantes por este comercio, que corre habitualmente por cuenta de la
mujer. La producción de manzanas, por su parte, se destina a la fabricación de chicha, que se vende al
interior de las comunidades y es utilizada para el consumo y las fiestas. Existen mapuches chicheros (que
tienen prensas y molinos), quienes compran manzanas en los alrededores y se especializan en esa
producción. Por esta vía, hay casos con ingresos considerables.

d. Los rendimientos

Los rendimientos de los cultivos nos permiten observar el nivel tecnológico de la agricultura
mapuche y agregar argumentos sobre el carácter subsistente de estas explotaciones. El trigo ofrece
rendimientos parejos en todos los estratos, lo que es consistente con su orientación al autoconsumo. El
campesino no incorpora fertilizantes sino en una mínima proporción, ya que éstos le significan gastos
monetarios que no puede asumir, y no le significan retribución monetaria equivalente. Si se considera que el
promedio de rendimientos en la zona para los suelos de IV categoría es de 18 quintales por hectáreas, esto os
de 22,5 sacos, el mejor promedio (explotaciones de 5 a 10 hectáreas) equivale a la mitad y los otros a menos.
Para el año 1979 el rendimiento promedio nacional fue de 22,2 sacos, lo cual implica estar bajo la mitad de
estas cifras.

CUADRO N° 31
RENDIMIENTOS POR CULTIVO Y TAMAÑO DE LAS HIJUELAS
Trigo (*) Lentejas (*) Porotos (**) Arvejas (*) Papas (*)
-5 8.4 - 6.1 2.9 69.2
5 – 10 11.4 1.2 6.8 3.7 84.3
10 – 15 9.9 0.3 9.1 2.3 79.8
15 – 20 9.4 0.7 9.1 3.6 77.6
Más 20 9.4 1.0 9.5 7.3 102.7
(*) En sacos de 80 kilos.
(**) En sacos de 40 kilos.

Los rendimientos promedio de porotos en el país son de 37,5 sacos (de 40 kgs.) por hectárea, y en
las economías mapuches no alcanza a 10 sacos. En papas es de 187,5 sacos (de 80 kgs.), y en los mapuches
de menos de la mitad. En lentejas la situación es muy mala, representando un quinto del promedio nacional,
40
A diferencia de lo que sucede en otras situaciones campesinas, aquí no hemos encontrado un sistema de
comercialización muy complejo. No hay tradición de ferias campesinas al estilo de la región andina, donde el mercadeo
se transforma en una compleja red de relaciones sociales. Será acaso por la pobreza y pequeño volumen de los productos
comercializables que no aparece este fenómeno. Los comerciantes van a las comunidades a comprar o los campesinos
llevan sus productos a la feria del pueblo donde los mayoristas imponen precios y castigan los productos por llevar
impurezas. La comercialización de la remolacha se hace directamente con la planta azucarera, la que recoge con sus
camiones la producción. Los animales son llevados a la feria local de ganado y deben competir con los de las haciendas,
castigándose el precio. Muchas veces se busca el mercado local, alguna carnicería del pueblo o fórmulas en que la
relación personal entre comprador y vendedor garantiza un trato más justo. La comercialización de textiles y artesanía se
encuentra con la barrera infranqueable de los intermediarios que pagan precios muy bajos por los productos.
y en arvejas un tercio del mismo. En el caso de arvejas y papas el estrato de mayor tamaño tiene
rendimientos mayores, lo que coincide con su mayor orientación al mercado y, por tanto, un tratamiento
técnico mejorado.
El total de hijuelas estudiadas coloca en los cultivos alrededor de 180 sacos de salitre y superfosfato
triple, lo cual da un promedio de 0,9 saco por hijuela y 10 kgs. de fertilizante por hectárea. La distribución es
desigual, como es lógico, concentrándose en los estratos más altos los que colocan fertilizantes y, en los
casos de remolachas y lupino, en los estratos bajos.
Para el funcionamiento de la economía campesina, no tiene sentido desembolsar grandes sumas en
fertilizantes, solicitar créditos, etc., ya que el producto no vuelve a convertirse en dinero y, por tanto, no es
posible devolver el crédito o realizar un negocio rentable. En la medida en que se cultiva para la subsistencia,
se deja a la tierra que entregue lo que naturalmente pueda dar, y esto es muy poco.41

4. Los animales de trabajo.

Para una economía campesina los animales de trabajo son fundamentales, ya que representan la
fuerza motriz, los principales medios de trabajo. Como se ha dicho, en las hijuelas mapuches que hemos
estudiado no hay ningún tractor. En algunos sectores se arrendaba tractores para la primera roturación, pero
hoy día no se hace. La única maquinaria utilizada son las trilladoras automotrices que pasan por las
comunidades en el período de cosecha y van maquilando, esto es, cobran un saco de trigo por hectárea, lo
cual equivale al 10% de la producción. Los mapuches dicen que esta máquina "se paga sola", y hace en un
tiempo muy corto una faena que puede durar varios días. En este caso hay un cálculo de la relación entre
esfuerzo y fatiga, y utilización de máquina pagando maquila. Todas las demás faenas agrícolas se hacen con
animales.
El animal de trabajo por excelencia es el buey. Se lo utiliza en yuntas y sirve tanto para arar,
rastrear, tirar todo tipo de pesos, como para la carreta, que es el principal medio de locomoción del mapuche.
El caballo cumple un papel menor como animal de tiro y se le usa más como locomoción.42
Contar con una yunta de bueyes y un caballo es esencial para un campesino mapuche. No tenerlo
implica condiciones muy duras de pobreza. Quien no posee estos medios de trabajo tiene serias dificultades
para operar su explotación, se ve obligado a entrar en medierías, a buscar que algún pariente le facilite
bueyes para arar, todo lo cual es muy dificultoso. Una economía campesina sin medios de trabajo y
locomoción obviamente no puede funcionar.
El cuadro siguiente nos muestra las existencias de animales de trabajo. El 59% de las hijuelas no
tiene caballo. La mayoría (57) tiene sólo un caballo y 25 casos tienen más de un caballo; estos casos están
concentrados en las zonas en que se ocupan los caballos no sólo como medio de locomoción, sino como
medio de trabajo (es el caso ya citado de Truf Truf y zonas cercanas a Temuco, en que el caballo se usa para
la carretela —a veces en pareja— y para arar en las siembras de hortalizas). Tenemos aproximadamente 20
familias que tienen en el caballo su animal de trabajo.

CUADRO N°32
ANIMALES DE TRABAJO (*)
Número Caballos Bueyes
Absoluto % Acumulado Absoluto % Acumulado
0 118 0 59.0 59.0 66 0 33.0 33.0
1 57 0 28.5 87.5 20 20 10.0 43.0
2 16 32 8.0 95.5 96 192 48.0 91.0
3 7 21 3.5 99.0 6 18 3.0 94.0
41
El éxito de los programas de abono orgánico reside justamente en que no implica desembolso de dinero, sino
utilización de productos y desechos locales y trabajo, que es abundante.
42
En Chile se utiliza el caballo como animal de tiro desde el norte hasta las provincias de Chillan y Bío Bío. De Los
Angeles al sur se encuentra casi exclusivamente el buey. En la costa también se utiliza el buey. Al parecer la razón
obedece al peso de los suelos; las lluvias y el barro del sur no permiten el trabajo de la tierra con caballos, ni tampoco la
utilización de carricoches tirados por caballos, que aunque más rápidos, requieren de mejores caminos. En las cercanías
de Temuco (Truf Truf), se utiliza el carricoche de caballos con ruedas de llanta de goma, que son muy rápidos. Allí hay
caminos buenos. En cambio en Choll Choll, Imperial y la costa, prácticamente sólo se ven carretas de bueyes.
4 2 8 1.0 100.0 12 48 6.0 100.0
TOTAL 200 118 100. 200 278 100.
0 0
(*) Propios, no incluye medierías.

Un 33% de las familias no tiene bueyes (66), y un 10% más, sólo tiene uno, lo que significa que, o
han perdido uno, o están formando su yunta. Si descontamos las familias que poseen caballos como sustituto
de los bueyes, tenemos que un 25% de las economías campesinas no tiene medios de trabajo propios. La
concentración de bueyes es muy escasa; sólo 12 familias (6%) tiene dos yuntas, y la mayoría (50% de las
familias del total y 72% de las familias que tienen animales) sólo tiene una yunta. Esto nos muestra que el
patrón tradicional de una economía campesina es poseer una yunta de bueyes y un caballo o, en su
reemplazo, tener una pareja de caballos para las labores de cultivo y locomoción.43
Saavedra escribía en 1968: "La mayoría de las familias mapuches no tiene bueyes". Afirmación que
se robustece al señalar que de 450 reducciones, el 40,8% de ellas tenía un promedio de bueyes por familia
inferior a uno".44 ¿Por qué esta diferencia tan marcada de los medios de trabajo en un plazo de menos de
quince años? Creemos que la explicación se encuentra en la política agraria de los gobiernos que apoyaron la
Reforma Agraria. Aunque parezca paradojal, uno de los resultados que aún quedan de la Reforma Agraria, es
un número mayor de animales en manos campesinas 45. En los años que van entre los Censos del 65 y 75
aumentan espectacularmente los animales que poseen las economías campesinas, y disminuyen los animales
menores en manos capitalistas, especializándose en lechería principalmente el ganado vacuno de esas
empresas. Ocho años de política agraria pro-campesina (1965-1973) dejan este saldo, que sin duda es
espectacular. Creemos que esto explica también el aumento de bueyes en las economías campesinas
mapuches.
El período permitió que los mapuches se aperaran y, aunque han pasado un período muy difícil, el
saldo sigue siendo positivo: lo último que se vende es el buey o el caballo.
La inexistencia de animales de trabajo ha sido considerada por la teoría agraria como uno de los
indicadores de la tendencia a la proletarización campesina, justamente por el hecho que, al no poder trabajar
su tierra, debe salir a trabajar a otra parte. El campesino — que se define por la propiedad de sus medios de
producción— al verse despojado o perder simplemente sus medios de trabajo, comienza el camino de la
proletarización. El segundo paso sería la pérdida de la tierra. Separado de los medios de producción, sólo
puede vender su fuerza de trabajo, lo único que le queda. El sistema comunal, sin embargo, atempera, como
se ha visto, este esquema clásico de descampesinización, ya que permite resolver estos problemas a través de
mecanismos de reciprocidad. El préstamo de aperos y animales de tiro, retribuidos en trabajo, se utiliza
normalmente y es denominado "vuelta de mano". Un vecino acude con su yunta a ayudar a arar a otro; y
luego éste ayuda a cosechar u otra actividad que se le solicite. No es una forma exclusiva de ayuda a quien
no tiene medios de trabajo, ya que puede realizarse entre dos vecinos, que cada cual con su yunta aran
simultáneamente sus dos campos; pero sirve también para suplementar la falta de animales.

CUADRO Nº 33
SISTEMAS DE RECIPROCIDAD: LA VUELTA DE MANO
Realiza vuelta de mano con frecuencia 97 48.5%
No realiza vuelta de mano 103 51.5%
TOTAL 200 100.0%

43
Una forma adicional es tomar bueyes en medias. Los bueyes en medias se pagan con sacos de trigo.
44
Número de bueyes por familia en 775 familias de 20 reducciones (1966).
45
Si se compara el censo agropecuario de 1965 con el de 1975 se puede observar el siguiente cuadro para la región de la
Araucanía (provincias de Bío-Bío, Malleco y Cautín).
EXISTENCIAS GANADERAS SEGÚN TIPO DE EMPRESAS
(Censos de 1965-1975)
Economías campesinasEmpresas capitalistas1965197519651976Vacunos304.049478.251507.404540.015Vacas
ordeñadas
El día antes del
Censo.14.04138.05134.71942.625Ovejunos232.384441.206216.848107.041Cerdos22.98424.71294.51046.910Fuente: J.
Bengoa. La cuestión del trigo y la región cerealera de Chile. GIA, 1980. Pág. 61.
Estos sistemas de compensación amortiguan la falta de recursos, pero de todos modos las familias
que no tienen bueyes se encuentran entre las más pobres.
Entre las veinte familias de menores ingresos, 13 de ellas no tenían bueyes. Por otra parte, el
mecanismo de solidaridad interna no siempre funciona y muchas veces quien no tiene medios de trabajo
debe ceder sus tierras para que otros las trabajen. En nuestro estudio, más de la mitad de las familias que
ceden tierras en medierías, no tenían bueyes, lo que muestra —a pesar de lo dicho— una pequeña tendencia
a la descampesinización. A pesar de ello, estos porcentajes relativamente altos de familias con medios de
trabajo, nos agregan argumentos a la tesis general que recorre este estudio, en que sostenemos que el
campesinado mapuche se encuentra en una situación de equilibrio muy apegado al límite de la subsistencia
física, pero que en el seno de esta sociedad no hay procesos marcados ni de proletarización ni tampoco de
enriquecimiento.

5. La ganadería.

Los animales mayores —vacunos, ovejunos— constituyen una parte sumamente importante de la
economía mapuche. Son el principal medio de capitalización y la fuente de dinero tanto para el
sostenimiento de la familia como para hacer frente a contingencias que en ella ocurran.
Los animales mayores son el "capital" de la economía campesina. Habitualmente no se benefician ni
se venden, sino en casos de apuro económico o en ocasiones festivas muy excepcionales. No encontramos,
en nuestro estudio, ninguna familia que haya beneficiado un vacuno para consumo familiar. Las ventas, por
su parte, se producen habitualmente para obtener la diferencia entre el animal vendido y el animal que se
compra para reponerlo, con lo cual se obtiene un margen de ingreso por crianza o la venta de crías, terneros y
vaquillas.
La leche no es un objetivo de la producción ganadera, salvo en contados casos. Por lo general la
vaca se lecha en primavera y, al no haber suficiente pasto, se deja que el ternero mame parcialmente. Parte
de la leche se usa para el consumo de la familia, en especial si hay niños pequeños. La venta de leche sólo
reporta algunos beneficios relativamente importantes a aquellas familias que tienen más de dos vacas, que en
el estudio suman 47.46

CUADRO Nº34
EXISTENCIAS GANADERAS EN HIJUELAS MAPUCHES. VACUNOS PROPIOS EN LA
HIJUELA.(*)
Número Vacas Vaquillas Terneros
Número Porcentaje Número Porcentaje Número Porcentaje
0 79 0 39.5 0 13 0 68.5 0 12 0 60.5 0
7 1
1 35 35 17.5 10.7 39 3 19.5 39.7 40 40 20.0 27.3
9
2 39 78 19.5 23.9 19 3 9.5 38.7 24 48 12.0 32.8
8
3 14 42 7.0 12.8 3 9 1.5 9.1 10 30 5.0 20.5
4 18 72 9.0 22.0 0 0 0 0 2 8 1.0 5.4
5 9 45 4.5 13.8 1 5 0.5 5.1 2 10 1.0 6.8
6 y más 6 54 3.0 16.5 1 7 0.5 7.1 1 10 0.5 6.8
20 32 100. 100. 20 9 100. 100. 20 14 100. 100.0
0 6 0 0 0 8 0 0 0 6 0
1ra. Columna = Número de casos.
2da. Columna = Número de animales.
3ra. Columna = Porcentaje sobre el total de casos.
4ta. Columna = Porcentaje sobre el total de animales
(*) No incluye vacunos en mediería.

46
Salvo cuatro familias especializadas en lechería que son parte de un programa de fomento lechero perteneciente a la
Iglesia Católica.
En el cuadro se muestra las existencias de ganado vacuno en las economías campesinas. Hay un
39,5% que no tiene vacas, que corresponde a las explotaciones de menor tamaño en que no hay capacidad
de talaje para este tipo de animales, o a zonas donde predominan exclusivamente las ovejas. Un 47,4% del
rebaño total se encuentra en 88 explotaciones que tienen de una a tres vacas. El resto se encuentra en los
estratos superiores. Sin embargo, las hijuelas con más de 6 animales son muy pocas y concentran sólo el
16,15% del rebaño. Se podría sostener que el rebaño total de animales vacunos se encuentra relativamente
poco concentrado, predominando las familias que cuentan entre dos y cuatro vacas.
La orientación del rebaño es distinta, sin embargo, en los estratos inferiores comparados con los
más altos. En el cuadro siguiente se puede observar que hay un comportamiento diferente entre los estratos
de menos de dos animales y los con más de dos vacunos. En el primero se retienen terneros y vaquillas de
modo de organizar el pequeño rebaño y llegar al óptimo de dos o tres vacas por familia. El 77,8% de
terneros y el 68,1% de vaquillas se crían. En el segundo caso se venden los terneros y se crían muy pocas
vaquillas, lo que es lógico por no tener superficie para mantenerlas y por la mala calidad de los pastos.

CUADRO Nº35
GANADERÍA: COMPORTAMIENTO DEL REBAÑO SEGÚN ESTRATOS
Menos de 2 vacas Más de 2 vacas
Absoluto % Absoluto %
Vacas 113 100 213 100
Terneros 88 77.8 58 27.2
Vaquillas 77 68.1 12 5.6

Este cuadro nos muestra, en segundo lugar, el carácter comercial de la ganadería vacuna. Los
terneros generalmente se venden y reportan un ingreso anual que, dadas las precarias condiciones
monetarias, es muy importante. La producción ganadera consiste en el ternero o vaquilla que se lleva a la
feria de animales o se vende localmente.
En el cuadro siguiente se puede ver el ganado ovino que poseen las economías mapuches. Hay un
41,5% de las hijuelas que no poseen ovejas; esto se debe otra vez a razones de tamaño y geográficas. Hay
zonas, del valle principalmente, en que las superficies son muy pequeñas, las tierras de calidad
relativamente superior y, por tanto, no se acostumbra poseer ovejas. A diferencia del caso anterior —
vacunos— la carencia de ovejas no es un signo claro de pobreza.

CUADRO N° 36
EXISTENCIA DE GANADO OVINO. PROPIOS DE LA HIJUELA
Ovejas Corderos
Nro. % Casos % Nro. % Casos %
0 0 0 83 41.5 0 0 114 57.0
1a5 75 5.7 22 11.0 82 11.4 30 15.0
6 a 10 347 26.5 42 21.0 208 29.0 27 13.5
11 a 15 382 29.2 29 14.5 261 36.4 20 10.0
16 a 20 295 22.2 16 8.0 136 18.9 8 4.0
20 y más 207 15.8 8 4.0 30 4.1 1 0.5
TOTAL 1.30 200 100. 717 100. 200 100.0
6 0 0

El comportamiento del rebaño es en este caso claramente diferente al anterior y se expresa en la


mayor retención de corderos. Esto se explica, por una parte, porque las ovejas y corderos poseen una
orientación mercantil combinada con autoconsumo y, por otra, porque es más fácil disponer de pastos para
criar estos animales que los vacunos. Hay 31 casos en que directamente no se guardan corderos, se los
sacrifica o vende.
Tampoco en este caso encontramos gran concentración de ovejunos. La mayor parte de las
economías campesinas que practican la ovejería tienen entre 6 y 15 ovejas como rebaño típico, lo que es un
piño relativamente pequeño, sobre todo —como veremos más adelante— por la importancia que tiene la lana
para la manufactura textil. 15 ovejas bien cuidadas implica 15 kilos de lana aproximadamente (15 vellones)
los cuales después de hilar, dan como resultado no más de tres mantas o frazadas que, al ser vendidas en el
mercado, reportarán menos de tres mil pesos, con tres meses de trabajo para una mujer en el telar.
El ganado es dinero, dijimos al comienzo de este trabajo, y ahora lo podemos demostrar. Este es el
aspecto de la economía mapuche orientado al mercado. Es por ello que las medierías en animales tienen un
carácter totalmente diferente a las de tierra. A diferencia de la tierra, el ganado posee un claro valor de
cambio, y se conocen perfectamente las variaciones en el precio.
La mediería en animales es un mecanismo que permite ampliar la superficie de pastoreo por parte
de quien tiene más masa ganadera, y aprovechar más rentablemente sus pastos por quienes no tienen
animales. Es la forma de comenzar a formar una masa ganadera. Quien no tiene vacunos, por ejemplo, recibe
una vaquilla o vaca en medias; la cuida y le da talaje, y una cría por medio le pertenece. De esta forma,
reteniendo la cría, va haciendo su rebaño. Hay un gran movimiento de medias en animales. Posiblemente en
nuestro estudio no logramos tomar todos los casos, ya que existen numerosas formas complejas que son
difíciles de cuantificar.47 Con estas salvedades respecto a los datos, podemos ver los cuadros de medierías de
animales mayores en página 198. (Cuadros siguientes. N. de D.)

CUADRO N°37
ANIMALES EN MEDIERIA POR TAMAÑO DE LA PROPIEDAD. VACAS Y OVEJAS
Vacas Ovejas
Toman en medias Ceden en medias Toman en medias Ceden en medias
Nro. de Nro. De Nro. De Nro. De Nro. De Nro. De Nro. De Nro. De
casos animales casos animales casos animales casos animales
0–5 2 6 4 11 10 113 1 15
5 – 10 10 21 2 5 22 219 5 54
10 – 15 6 17 2 4 14 165 2 20
15 – 20 2 2 - - 4 43 - -
20 y más 1 1 - - 3 28 - -
TOTAL 21 47 8 20 53 568 8 89

El primer elemento sobre el que queremos llamar la atención, es la gran cantidad de animales que se
mueven en mediería. Las vacas tomadas en medias representan nada menos que un 22% del total de vacas
propias que poseen las economías mapuches estudiadas. En el caso de ovejas y corderos, se mueven 1.001
animales, lo que equivale a la mitad de los ovejunos propios (2.023 animales) La mediería incluso se extiende
a los animales menores (cerdos).
En nuestro estudio, las medierías de animales aparecen haciéndose en su gran mayoría con
comuneros mapuches, y sólo encontramos menos de un 5% de casos en que se realizan con huincas, ya sean
campesinos, comerciantes o hacendados de los alrededores. Nuevamente encomiamos una masa de recursos
que se mueve al interior de las comunidades. La cuestión principal que nos ocupa es si acaso la mediería es
un mecanismo de acumulación o, tal como lo señalamos en el capítulo de la economía comunal, sigue un
comportamiento semejante a las medierías de tierra. Se podría plantear que, a causa del carácter mercantil que
posee el ganado, los que poseen más tierras y más animales utilizan la mediería para acumular masa
ganadera, y son los que ceden animales. Y los que toman animales coinciden con los más pobres.
Los datos muestran una vez más que, a pesar del carácter mercantil de los recursos ganaderos, éstos
no son principalmente un factor de concentración, sino permiten incluso un aumento relativo de las
superficies de tierra de los comuneros más pequeños. En vacunos, un 55% de los animales cedidos en
mediería corresponde a hijuelas de menos de 5 hectáreas, tratándose principalmente de comuneros del valle
que poseen terrenos escasos, que son ampliados por esta vía. En el caso de las ovejas, las cesiones de
mediería están concentradas en el estrato de 5 a 10 hectáreas, con un 60,6% de los ovejunos cedidos.
Toman animales en medias, por su parte, los estratos intermedios que van de 5 a 15 hectáreas,
quedando relativamente fuera de este circuito los más pequeños y los más grandes. En efecto, estos estratos
concentran el 80,8% de vacas Y el 67,6% de ovejas. La mayor parte de ellos (64,3%), toma de una a dos
vacas en media para que, a la vuelta de un año, le quede el producto de un ternero. La concentración en este
terreno también es pequeña, existiendo en nuestro estudio sólo un caso con 6 vacas, tomadas en medias, y
47
Por ejemplo nos aparece mucho más animal tomado en media que cedido en media, lo que está revelando mucha
subdeclaración entre estos últimos. Unos -los tomados en medias— están en el predio estudiado, mientras los otros no lo
están.
sólo 2 con cinco animales. Tenemos también sólo un caso que cede 5 vacas.48 En el caso de las ovejas, las
medierías son mayoritarias entre los 5 y 10 animales, no existiendo casos significativos de concentración.
Estos datos muestran que no opera con plenitud al interior de las comunidades el capital mercantil y
la acumulación. Que, en cambio, el movimiento de una masa ganadera tan grande, implica también una
distribución de los recursos más equivalente.

6. La economía doméstica.

La familia desarrolla una serie de actividades económicas menores que tienen bastante importancia
entre los mapuches. Son actividades que se llevan a cabo en la casa y están a cargo generalmente de la mujer
y, por ello, las denominaremos domésticas. La crianza de cerdos, de aves de corral, la artesanía, quesos, miel
y otros productos para venta y consumo, entran en esta categoría.
Prácticamente todas las familias crían cerdos. Sólo un 16% no lo hace. No se trata de crianza
comercial propiamente tal, sino artesanal y doméstica. La mayor parte de las familias poseen entre 1 y 4
cerdos para criar49. Tenemos solamente 5 familias que poseen chiqueros con más de 10 cerdos, lo que ya se
transforma en una actividad comercial importante, y concentra el 25% de las existencias. En cambio, 117
familias no tenían lechones al momento de nuestro estudio, lo que muestra que éstos han sido vendidos. Al
decir del mapuche, una familia necesita todos los meses tener un cerdo en crianza para ir a venderlo a la feria;
con eso se hace el dinero para comprar las cosas que faltan en la casa. Obviamente se trata de un patrón
cultural y una aspiración, ya que no todas las familias logran este volumen de producción. Son las familias
más ricas las que tienen más crianza y pueden esperar más tiempo para vender con mayor peso sus animales.
Igualmente, todas las economías mapuches tienen gallinas y pollos que son utilizados tanto para la
venta como para el consumo. Esta es la carne que más habitualmente "cae" en la mesa mapuche. Cuando
llegan visitas, si se va de viaje, para una "ocasión especial, se sacrifica un ave. Los huevos también reportan
pequeñas entradas y financian viajes a la ciudad, con ocasión de hacer algún trámite. A pesar de la
importancia que puede tener este rubro, llama la atención que el 73,5% tiene corrales con menos de 10
gallinas, y el 82,5% con menos de 10 pollos. Encontramos 10 casos con más de 30 aves. Esto nos señala que
la crianza de aves de corral está en un nivel familiar doméstico y que no se le otorga mucha importancia. La
dificultad de encontrar mercado para huevos y aves es un elemento que explica lo dicho. Por otro lado, se
trata de criar las aves sin costo alguno, de modo que se alimenten con pasto y granos que no son de consumo
humano. El tamaño del corral está en relación a este criterio. Es una crianza de sobrevivencia.50
La artesanía tiene también un papel de apoyo al ingreso mapuche. Sin embargo, como es conocido,
los canales de comercialización son muy malos y los precios que le pagan al campesino por sus productos son
bajísimos, lo que desalienta su dedicación. 31 casos de familias se dedican a la producción artesanal textil
(15%), ponchos, mantas y otras prendas. El 61% de los que venden tejidos se ubican en las hijuelas de menos
de 5 hectáreas, lo que muestra que para este estrato es una alternativa, producto de su estrechez de tierra.51
Una serie de otros trabajos sirven, ya sea para complementar ingresos o para el consumo familiar. En
las áreas donde aún quedan bosques, hay familias que se dedican al carbón. Cinco casos analizamos, y están
entre los estratos de superficie más bajos. Lo mismo ocurre con artesanos en mimbre, fabricantes de yugos,
48
Por cierto en regiones cordilleranas —que no hemos estudiado— el movimiento de animales en medias debe ser mayor.
49
EXISTENCIA DE CERDOS Y LECHONES.
Casas con cerdosNro. De cerdosCasas con lechonesNro. De lechones032-117-
13939552521041224323691545418721248515751050684810607 y más1314119185548417
50
Los gansos, pavos y patos son también criados. Hay regiones que se especializan en unos u otros, y hemos encontrado
casos de cierta especialización con contactos de mercado establecido. También, casos de corrales de gansos sobre 10
ponedoras, que reportan un ingreso considerable, dado el tamaño de las explotaciones. La relativa especialización en aves
de corral ha sido la estrategia de sobrevivencia adaptada por campesinos que prácticamente no tienen tierras y que tienen
una fuerte capacidad de gestión en el mercado, por haber -por ejemplo- pertenecido a Asentamientos de la Reforma
Agraria o similares. Describimos con detalle un caso de esta estrategia en el trabajo "Agricultura y Autosubsistencia
Campesina". Documento de Trabajo. 1980. GIA. Santiago de Chile. Creemos que las razones arriba dichas son válidas,
pero también hay problemas de tipo cultural en que no se valora una mayor intensificación del trabajo doméstico y en
especial de las aves de corral. Un sistema de huerta intensiva y aves puede mejorar mucho la dieta del campesino
mapuche. Este es el camino que han seguido muchas instituciones humanitarias que los apoyan.
51
Una manta exige entre 120 y 150 horas de trabajo en el telar. Insume 5 kilos de lana con un precio de 500 pesos. En el
mercado le pagan 1.500 pesos, lo que significa una retribución diaria de 66 pesos, aproximadamente.
sillas y mobiliario doméstico. En todos estos casos se trata de personas con poca tierra. La venta de miel
ofrece muchas dificultades y, aunque un alto porcentaje de la muestra estudiada posee panales de abejas, sólo
un caso tenía ingresos significativos por venta del producto. En la costa la recolección de mariscos y algas
(cochayuyo), es otra actividad que realiza el conjunto de la familia, tanto para el consumo como para la venta.
Los cochayuyeros de la costa (especialmente de la zona de Tirúa) hacen largos viajes con sus carretas
cargadas, para venderlas en las ciudades y pueblos del valle. Constituye en estos casos un ingreso
relativamente importante. El otro producto generalizado es la producción de chicha de manzana. Encontramos
25 casos de productores de chicha para vender; por lo general, se ubican en estratos más altos, ya que poseen
huertas de manzanas y muchas veces compran las del vecindario. La chicha se comercializa localmente.
El aislamiento en que viven los mapuches es quizá el principal factor que explica la baja intensidad
del trabajo familiar doméstico. Por más que se esmere la mujer en la producción de bienes, éstos no tienen
posibilidad de ser comercializados y, si lo son, es a precios excesivamente bajos que retribuyen escasamente
el esfuerzo realizado. Si este hecho se une a la falta de una tradición campesina propiamente tal en que se
considere un bien en si mismo el mejoramiento y variación de la dieta (la producción de conservería, secado
de alimentos, etc.), comprendemos el papel marginal que juega este rubro. La intensificación de la huerta
casera no mejorará sustantivamente la situación de la economía mapuche, pero quizá podría aliviarla en
alguna medida.

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