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Paternidad y maternidad en
Cartagena de Indias
Antes y ahora
María del Pilar Morad de M.
Gloria Bonilla V
Profesoras Universidad de Cartagena
Ante las transformaciones y permanencias que nos plantea el estudio del ejer-
cicio de la maternidad y la paternidad, este capítulo se centra en las prácticas,
concepciones y experiencias, en tomo a cómo se asume este rol en la ciudad de
Cartagena de Indias. Las relaciones entre hombres y mujeres, sus saberes, sus
comportamientos y su integración a la vida cotidiana, nos ha permitido explorar
diversas formas de reconstruir su pensamiento social y cultural en un momento
histórico signado por la velocidad del cambio y la incertidumbre, donde nuevas
realidades inciden en la función de la familia y su relación con otras instituciones
sociales.
familiar, la cual ha ido cambiando en las últimas cuatro décadas hasta hoy;
momento en que ha sido realizado este estudio. Esto, porque nos enfrentamos a
algunos elementos particulares en el contexto en cuestión, especialmente alrede-
dor de la paternidad, pues la proveeduría y las relaciones alternas que el hombre
mantiene por fuera del hogar cambian los patrones de análisis en las familias. En
cuanto a la maternidad, la diferencia radica en la delegación de la autoridad al
padre, su papel en la educación formal y la manera en que ellas manifiestan el
afecto. Asimismo, se aborda cómo los sujetos se identifican dentro de su familia
según su momento histórico y la red de lazos que establecen para cumplir con sus
funciones paren tales.
2
E1 concepto de transición se entiende como la incorporación de algunas formas innovadoras de
percibir, y establecer funciones, relaciones, y prácticas en la paternidad y la maternidad, pero
mediadas por conflictos y contradicciones frente al "deber ser". En esta categoría se ubican el 50%
de la población objeto de la muestra. Los cambios se dan en algunas de las funciones parentales
mas no en todas las funciones.
3
E1 concepto de tradición es entendido como aquellos modelos de crianza que se tienden a repetir
cuando los hijos se convierten en padres. Están fundamentadas en la estructura de poder jerárqui-
ca, con una división sexual del trabajo, unas relaciones inequitativas de género. El poder, el status,
función y los territorios diferencian los géneros, por lo cual han de ser cualitativamente desiguales
y jerarquizados. Gutiérrez de P, V La Dotación Cualitativa de los Géneros para su Estatus-
Función. En: Nómadas No. 11, Universidad Central, Bogotá, 1999, p.150.
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Debido a la crisis del sector agrario, la creciente violencia política que se vive
en los campos y las tímidas políticas públicas, entre otros factores, las dudades se
han convertido en un polo de atracción poblacional significativo. Esto hace que
la creciente migración rural hacia la zona urbana, requiera programas de vivien-
da financiados por el Estado para disminuir el déficit habitacional que, para
1990, ya alcanza el 15% en la población cartagenera 5 . Aunque la ciudad ni
antes ni ahora cuente con datos actualizados sobre el número de inmigrantes que
con frecuencia llegan a la misma, ni sobre su procedencia, "estudios recientes seña-
lan a los departamentos de Bolívar, Sucre, Santander, Córdoba, Tolima, Antioquia y
Magdalena como los principales núcleos de expulsión de la población que viene a Carta-
gena con intención de quedarse en la ciudad por largo tiempo"6.
4
Corpes. Mapa Cultural Caribe Colombiano. Santa Marta, 1993, p. 84.
5
DAÑE. Censo de 1993. Bogotá.
6
Cabrales, C. Barrios Populares de Cartagena. En: Seminario de Historia de Cartagena. Cartagena,
Banco de la República, 1999, p. 13.
7
Acevedo, L. y Yances, M J. 1984. La Urbanización del Agua, Programa de Estudios de vivienda en
América Latina. Universidad Jorge Tadeo Lozano, mimeo, pp. 25 y ss
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8
Abello, A. Cartagena de Indias en el siglo XX, Observatorio del Caribe, Cartagena, 2000, p. 128.
"Gaceta No. 23, Junio 3 de 1998, p. 4, Acuerdo 28 de Junio 2 de 1998.
10
Ibid., p. 4, 5.
"Abello, A. opcit., p. 128.
84
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l2
Acevedo, L. y Vanees, J. op cit., p. 25 y Abello, A. op cit., p. 129.
13
Gutiérrez de Pineda, V Familia y Cultura en Colombia. Medellín, Universidad de Antioquia,
1992, p. 528.
14
Virginia Gutiérrez, et al. Familia y Cultura en Cartagena. En: Avances y perspectivas en los
estudios sociales de la familia en Colombia, Universidad de Antioquia, 1983. Gutiérrez de Pine-
da, V Familia y Cultura en Colombia, Medellín, Universidad de Antioquia 1992. Mosquera, C.
La familia de las partes populares cartageneras. En: Las familias de hoy en Colombia, 1994.
Puyana, Y. Cómo se convierten en mujeres las niñas del norte de Bolívar. Procesos de socialización
y formación de la identidad. En: Palabra No. 1. Negrete, V y Meister, T La Familia en Montería,
Fundación del Sinú, Cordobesa, 1996.
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I5
Cabrales y Jaramillo. op cit., p. 18.
"Mosquera C. La Familia de Sectores Populares Cartageneros. En: Las Familias de Hoy en Colom-
bia, 1994. p. 88.
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Los tipos de uniones y sus múltiples formas de organización familiar dan iden-
tidad a la familia en Cartagena. Predomina el pluralismo de tipologías enmarcadas
en dos modalidades, con diversas expresiones de reladón: legal y de hecho. Acor-
de con Virginia Gutiérrez, "específicamente en la segunda sobrevive la relación plural
poligínica, asociada a determinadas condiciones sociales y culturales"17.
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Mi papá fue la persona que contribuyó a que naciéramos, pero de que se pre-
ocupara por nosotros, no; siempre vivió en Cartagena, pero él formaba otro
hogar, tenía sus otros niños y se interesó más por ellos (Fede).
Los anteriores testimonios ilustran cómo la distancia afectiva y/o económica
del padre, es vista por los hijos como una forma de desinterés, despreocupación e
i r \ t r i o í r - v i l í r \ r\ /A
JI t v i j i u i K u . a u .
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Ella siempre fue una persona poco expresiva de sentimientos pero con las ac-
ciones que hacía de preocuparse por nosotros, nos demostraba afecto y cariño
(Juan).
Proveedora económica
El rol de la madre en cuanto a la función económica presenta varias modali-
dades: proveedora, coproveedora y administradora de recursos. Es importante
resaltar que la mujer en el grupo B proveía a la familia con recursos que ella
misma generaba. Actividades desarrolladas al interior del hogar como vender ali-
mentos, hacer ropa, entre otras, hacían parte de su esfuerzo por contribuir en los
gastos familiares, aunque esto no la exonerada de la responsabilidad doméstica,
como puede verse en el siguiente testimonio; "Ella hacía de cabeza visible, ella era la
que manejaba el negocio y la casa. El don de mando era compartido, pero mi mamá era la
jefa" (Javi).
Responsable directa de la educación formal
Así, pues la madre permaneda en el hogar, debía responsabilizarse de la crian-
za de los hijos y atender su educación formal. Esta última era considerada un
valor fundamental en los dos grupos. En pocas palabras, la educación era apre-
d a d a como uno de los valores más importantes dentro de la crianza.
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En la casa era una obligación ser una buena estudiante porque no se justificaba
ser mal estudiante, y así como estímulos materiales nunca, pero si como una
palabra de afecto, de felicitación cuando llegaba con una medalla, cuando lleva-
ba el diploma de honor (Anad).
Por lo general, el padre u otros familiares no participaban en las actividades
escolares de sus hijos; el vínculo con la escuela lo tenía la madre, quien debía
perpetuar la función educadora y formadora de la escuela en la familia, asumien-
do esto como su prioridad. En relación con la educación formal, el papel del
padre era más de acompañamiento o supervisión en las tareas escolares. Es im-
portante resaltar que casi todos los entrevistados(as) consideraron la educación
básica primaria como lo más importante y necesario en la crianza de los hijos.
No era que íbamos a hacer las tareas juntos, sino que (me preguntaba) ¿hiciste
las tareas?, que necesito un papel o que necesito una estampa, entonces llegaba
la mamá a conseguirte eso, el papá no aparecía en ese aspecto, el papá resolvía
problemas de investigación más profunda (Lujo).
Crianza y sodalización
Los procesos de crianza y socialización otorgaban lugar y espacio diferendado
a la madre y al padre. La madre de los entrevistados(as) estaba circunscrita al
ámbito de lo privado, era la encargada de socializar a los hijos(as) en el afecto, la
renuncia, la paciencia y el sacrificio, lo que se reproducía en sus hijas al asumir la
maternidad. El hombre, por el contrario, intervenía en la socialización de los
hijos asumiendo una postura rígida, distante y con pocas expresiones de afecto.
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Dentro de los valores que se miran con nostalgia, el respeto era considerado el
más importante, pues éste sustentaba las relaciones entre padres e hijos. En pala-
bras de Joel Striecker:
Aquellos que lamentan la pérdida de aquel mundo de ayer anhelaban el sentido
de obediencia y la noción de que antes los niños obedecían a sus padres sin
rebelarse en los tiemnos de antes los jóvenes no desafiaban las órdenes de ios
más maduros, y en particular, las hijas no retaban la voluntad de sus padres
como lo hacen hoy20.
Así mismo, las relaciones de autoridad se fundaban en el sentido del respeto y
de temor, pues el padre tenía el aval social de la agresión, incluso física, como lo
revela el siguiente testimonio: "Antes había más respetoy uno se guardaba el refutarle
al papá, uno se tragaba eso" (Guío). "El ambiente era como la crianza anteriormente en
los hogares, era con mucho respeto y con mucha obediencia" (Feli).
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Streicker, J. Sentimiento e interés: Construyendo identidades de clase y género en Cartagena
(Colombia). Universidad de Stanford: 3-4. Traducción de Erna Castillo. 1991.
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Los hijos adquieren modelos de crianza que se tienden a repetir cuando estos
se convierten en padres; sin embargo, en la cotidianidad las personas también se
enfrentan a nuevas exigencias y valores que el medio ofrece en las diferentes posi-
bilidades de interacción con los otros; los avances científicos y tecnológicos, el
trabajo, la calle, los medios masivos de comunicación y la educación reafirman lo
que somos, pero al mismo tiempo generan innumerables conflictos y contradiccio-
nes que van alterando las prácticas y las representaciones sociales acerca de la
paternidad o la maternidad. Los cambios culturales, ya sean de carácter interno
o extemo, pueden tanto estabilizar la situación como generar rupturas; innova-
ciones que se dan en algunos casos lentamente y de forma gradual, pero en otros,
de manera rápida y sustancial.
En los relatos se agrupan rasgos comunes que dan cuenta de las formas como
se asume la maternidad y la paternidad hoy. No obstante, esta agrupación no es
estática, en ella circulan relaciones de poder que se repliegan y se transforman en
una dinámica constante.
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de los roles entre padres y madres tanto en sus tareas educativas y formativas,
como en la vinculación activa de los padres al ejercicio de la crianza. A su vez,
aparecen las madres participando activamente de la proveeduría, distribución y
planificación de los ingresos familiares. Tímidamente, comienza a evidenciarse la
vinculación del padre en las actividades domésticas que apuntan al cuidado y
atención de los hijos e hijas. Asimismo, aparece una autoridad compartida entre
el padre y la madre, acompañada por permanentes conflictos y contradicciones
frente al deber ser y el hacer de las funciones parentales. Paradójicamente, aun-
que se rechaza el modelo tradicional, con frecuencia se repiten los modelos
aprendidos de los padres y las madres.
En última instancia, a pesar de la supervisión del padre, ellas son las encarga-
das de proveer afecto a sus hijos e hijas y, en contraprestación, esperan que ellos
respondan a los cuidados, atenciones y sacrificios que ellas les han brindado
durante su niñez. Cuando la madre no puede autosatisfacer sus necesidades bá-
sicas, espera retribuciones tanto en lo económico como en lo afectivo. Su deseo y
exigencia es estar incluida en los proyectos vitales de los hijos. Para las madres,
por lo general, los hijos son una inversión, su dedicación en la infancia y adoles-
cencia debe ser compensada en su vejez, garantizando la protección y compañía
que éste momento vital exige.
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Casi todas las mujeres consideran que el tiempo en su totalidad debe ser entre-
gado a los hijos(as); como madres, necesitan sentirse indispensables para atender
a su progenie, ya que esto valida su condición. Se busca el "apego" del hijo(a) a la
madre, lo que la convierte, cuando éste es pequeño, en la interlocutora principal
y en la responsable de su formación. Las madres deben estar pendientes de que su
hijo(a) vaya al colegio, al médico, al odontólogo; en pocas palabras, es la encarga-
da de resolver tanto sus dificultades como sus necesidades.
Si yo o mi marido estuviéramos bien económicamente, no sacaría un pie a la
calle para irme a trabajar, me quedaría aquí en la casa atendiéndolos a ellos (...)
él me da lo de la comida, lo que yo saco fiao en la tienda, lo demás lo coge él y
se lo gasta (Yasmi).
Este testimonio confirma la idealización de la maternidad a la que hay que
acceder sin importar las circunstancias sociales, económicas o culturales: el hijo
es considerado como una complementariedad de la madre, asociando este rol a
una búsqueda de apoyo y compañía. La maternidad, por lo tanto, trae consigo
una dosis de "entrega" y "sacrificio" que prácticamente confina a la mujer al
interior del hogar. Ser madres se convierte en un proyecto de vida donde las
expectativas se reducen y no tiene lugar la realización personal en esferas como la
profesional o la laboral. Desde la niñez se interiorizan los valores del "sacrificio"
y la "renuncia", funciones que le son transmitidas en todo su proceso de sociali-
zación. Las circunstancias de género y la reiterada insistencia en el sufrimiento
como condición propia de la maternidad, llevan a pensar que los referentes de
orden cultural y social hacen que la mujer desarrolle más tolerancia ante las
adversidades.
Yo siempre pensé que la maternidad era un estado de sacrificio. Ser madre es
una vida llena de angustias, sufrimientos, problemas pero también sonrisas y
alegrías. Es muy gratificante ser madre y cumplir con la entrega... (Edith).
La idea de "olvidarse" de sí misma para "entregarse" al hijo o hija, de "truncar"
o posponer proyectos personales y laborales, de "complacer" y "asegurar" al cónyu-
ge "pariéndole" un varón, de "quedarse" en la casa para que la familia del "señor"
no piense nada "malo " y como forma de satisfacer al esposo o compañero, implica
una valía dentro del contexto familiar y la red de relaciones que ella establece.
Mujer y maternidad son conceptos que se perciben como integrados, lo que impli-
ca que los hijos son responsabilidad de la madre en sus cuidados y atenciones.
Cumplir la función "sagrada" de engendrar, dar a luz, cuidar, proteger y alimen-
tar a su hijo, facilitan ese vínculo emocional que la llena de satisfacciones y le
provee las necesidades afectivas, ante la imposibilidad de establecer una relación
de pareja basada en la equidad y la satisfacción mutua.
los que las entrevistadas eran hijas; "Nosotros éramos 11 hermanos, todos estamos
vivos todavía (...), mantenemos muy buena relación, siempre hemos sido muy unidos". En
contraposición, los argumentos en cuanto a la concepción natal hoy giran en
tomo a las circunstancias económicas; la necesidad de planear cuándo y cuántos
hijos(as) se espera procrear es constante en muchos de los relatos: "Yo quería tener
más hijos pero mi esposo dijo que nada más tres y yo lo entendí porque él es quien lleva la
carga económica".
La Maternidad vivida y concebida en el ámbito de lo doméstico
Las madres siguen siendo las directas responsables de los oficios domésticos y
el cuidado de los hijos y del cónyuge, aún cuando están vinculadas al ámbito
laboral. La combinación de la actividad doméstica y laboral resulta agobiante; no
obstante, esta afirmación suena un tanto paradójica, por cuanto en los relatos las
madres de las diferentes tipologías familiares, aunque están sobrecargadas, no
sienten que ello genere mayores conflictos e incluso, cuando no participan en lo
doméstico, se consideran "menos madres".
Los ingresos económicos son asumidos por estas madres como "bobaditas"; pues
ellas no cuentan con la autonomía para la distribución de los gastos mostrando
una estructura jerárquica vertical, donde las decisiones continúan en poder del
hombre. Esta división sexual del trabajo es una organización básica que permea
la familia, consolidando relaciones antagónicas e inequitatativas que inclinan la
balanza en ei ejercicio del poder hacia el hombre. Por otra parte, el querer estar
cerca del hogar obedece a la presión cultural que la lleva a sentirse culpable
cuando deja de asumir las funciones que le han sido otorgadas culturalmente.
Negación a la expresión de afecto
El inmenso amor hacia sus hijos(as) les implica sacrificios que truncan proyec-
tos personales y, aunque se "mueren" por ellos, el afecto es expresado estando
"muy" atentas a sus necesidades, pero consideran "que no son mujeres de estar be-
sando y abrazando". Así, mientras unas se auto definen como "secas", otras son
claramente influenciadas por sus esposos quienes controlan sus manifestaciones
de afecto hacia sus hijas e hijos. Sobre todo con estos últimos; para ellos al "hijo"
hay que educarlo en forma "ruda", con "fuerza" y con "carácter". Los conceptos
ligados en el discurso y en la práctica son reflejo de la concepción de la masculi-
nidad, ya que las expresiones como los besos y caricias, atentan directamente
contra "la virilidad del hombre". A medida que crecen los hijos se establece una
distancia forzada, afianzando con ésta la homofobia.
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Como se dijo anteriormente, las tareas maternales están en la esfera del sacri-
ficio, la abnegación y la renuncia de sus ambiciones personales; "hacer ofrenda de
sí misma en el altar de la familia"21. La división sexual de roles en la familia persis-
te, por eso en la sodalización inicial de las niñas se les pide limpiar la casa, lavar
los platos, ocuparse de los hermanos menores. Hasta en los juegos ellas perpetúan
costumbres y estereotipos, haciendo la comida y cuidando los niños.
2I
Lipovestsky, G. La Tercera Mujer. Editorial Ariel, Barcelona, 1999, p. 193.
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"Tener" que trabajar porque el "señor" se quedó sin "trabajo", o porque la situa-
ción económica "aprieta" o, tal vez simplemente por el "deseo" de brindar a los
hijos(as) más y mejores "oportunidades" son algunos de los motivos que llevan a las
mujeres al mercado laboral. Así, brindar a sus hijos oportunidades -que ellas en
su momento no tuvieron, como acceder a "buenos colegios"-, se convierten en facto-
res detonantes que posibilitan a las madres entrar en contacto con espacios que
les brindan la oportunidad de sentirse capaces y satisfechas como mujer, esposa y
madre, sin que una posibilidad niegue la otra. En otras palabras, las mujeres se
consideran útiles más allá de los muros del hogar:
Para mí es satisfactorio poder dar a mis hijos lo que yo he soñado para ellos (...)
decir soy capaz, no necesito de alguien para poder sacar adelante a mis hijos
(Eugi) y, El trabajo realiza mucho a una persona cualquiera que sea, yo digo que
trabajar es muy importante para el ser humano, lo que pasa es que uno tiene
que saber también cuáles son los límites y saber armonizar ambas funciones,
darle importancia a los hijos, pero también al trabajo porque es un medio de
realización. Yo pienso que es importante ambas cosas y lo que uno aprovecha
en su trabajo, también puede enriquecerlo a uno y ponerlo en práctica con sus
propios hijos porque el trabajo engrandece mucho (Laru).
La maternidad está experimentando cambios en las relaciones parentofiliales,
los cuales están transversalizados por conflictos y contradicciones que son el re-
sultado de constantes construcdones y deconstrucciones de sentimientos, saberes
y valores, entre otras representaciones sodales. Dichos cambios movilizan formas
de ser madre en un momento histórico que solicita nuevas maneras de tratar a los
hijos, de comunicarse, amarlos y preguntarse por ellos. A su vez, las reladones de
;
En la mayoría de las parejas ambos trabajan fuera del hogar, su nivel es profesional, los dos
aportan ingresos a la unidad familiar, la posición de la mujer sale reforzada, se incrementa el poder
de negociación
100
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"Nash, M. Mujer, familia y trabajo en España 1875-1936. Antrophos, Barcelona, 1983, p. 16.
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Los padres consideran que mientras los niños están pequeños la madre puede
intervenir en la autoridad pero cuando crecen esa responsabilidad debe ser asu-
mida por ellos, pues para ejercer esta función se requiere ser recio y tener un
carácter fuerte. Cualidades que, según él, la madre no posee dada su naturaleza
"femenina" de debilidad y fragilidad. La autoridad es asociada con la "fuerza" y
por eso se discrimina a la madre por ser incapaz de ejercerla como es debido. Este
comportamiento evidencia la complejidad de las relaciones parentales y cómo el
factor biológico trasciende en la intención de una construcción colectiva de afec-
to. La identidad del grupo familiar llega a la indiferencia cuando "los hijos no son
míos", lo cual repercute en la definición del ejercicio de la paternidad.
La afectividad, asunto ajeno a la paternidad
En la actualidad se han percibido cambios en relación con la afectividad, las
formas como la aprendieron de su familia de origen y cómo ellos la expresan. Los
padres y madres entrevistados intentan mantener mayor contacto con los hijos e
hijas en la infancia; sin embargo, a medida que van creciendo, se considera que se
debe ser más severos y distantes, "no besando ni abrazando, porque se mariconean".
En los testimonios se encontró que se les dificulta ser afectuosos sin perder la
autoridad; con los hijos varones, en especial, cuando está marcada por las hue-
llas del modelo rígido y la masculinidad adquiere la forma que la sociedad y la
cultura le exigen.
Los padres, por su parte, reconocen no ser muy afectuosos con sus hijos pues,
aunque los aman, no establecen ningún contacto físico con ellos. Estos, no trasmi-
ten el afecto con palabras, no lo hacen sonoro; el afecto en los hombres es mudo y
por lo tanto expresan sus sentimientos por medio de objetos materiales. Afirman
"ser más amoroso con sus hijas y dar menos afecto al hijo por ser varón" (José).
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Proveeduría o cooproveduría
El acceso al sistema educativo posibilita la apertura de algunos cambios de
orden cultural, en lo referente al manejo de la autoridad, la afectividad, la do-
mesticidad y la proveeduría. El proveer económicamente el hogar se convierte en
una función del padre que en ocasiones por opción, o por un evento circunstan-
cial, es compartida con la red familiar y la compañera, lo que implica un conflicto
en muchos sentidos como se narra en las entrevistas. Aunque ellos expresan sen-
tirse sobrecargados económicamente y desean que sus compañeras, hijos e hijas
entren a apoyar la proveeduría del hogar, muchos aceptan la vinculación laboral
de sus compañeras porque no poseen otra alternativa, pues desearían que sus
esposas estuviesen vinculadas solamente al espacio doméstico. Aceptan que la
madre trabaje porque "no hay más remedio", "es un mal necesario"; pero les asalta el
temor que por trabajar se desentiendan de la crianza de los hijos.
25
Diednueve de los entrevistados se ubican en la tendencia de transición.
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A muchos de estos padres les genera conflicto romper con el modelo de crianza
recibido en su hogar de origen, donde se hallaba una figura femenina dueña del
espacio doméstico. Por eso, aunque desean participar en estas labores, sienten
temor de que el contexto cuestione su masculinidad. No obstante, su participa-
ción en las labores domésticas se ha ido insertando tímidamente. En especial, se
apropian de los arreglos de la vivienda, en trabajos de carpintería, reparaciones
locativas y cuidado de los niños (as) pequeños (as). Vale aclarar que la madre sigue
manteniendo el control en esta función.
Hacia una autoridad compartida
En el uso de la autoridad compartida se presenta el mayor número de ambi-
güedades: por una parte se desea no reproducir la historia de violencia verbal y
física recibida en la infancia y, por otra, sedificulta vislumbrar alternativas que
faciliten el desempeño de esta función. Es aquí donde tiene justificación el uso
del maltrato y la violencia, aunque con menor intensidad de la recibida durante
su crianza. Por lo general, aunque el ejercicio de la autoridad es compartido con
la pareja a la cual se le brinda autonomía en la toma de decisiones, el padre no
desaparece como el principal encargado de ejercer este rol. En algunos casos,
especialmente en la familia monoparental extensa, se permite que abuelos y familia-
res participen de esta función sin deslegitimar la presencia del padre cuando está
presente.
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La afectividad: se transforma
El cambio en la expresión de la afectividad ocurre en la medida en que crecen
los hijos(as), ya que ellos "sienten vergüenza" de que sus padres los acaricien y
abracen. En este caso serían los hijos quienes están reproduciendo los modelos
socioculturales, según ios cuales ias muestras de afecto son sólo para los infantes.
Sin embargo, en la relación con las hijas, afirman que el cariño es fundamental.
En las entrevistas el deseo de ser más afectuosos con los hijos e hijas se hace
evidente. Sin embargo, consideran como una limitación el haber adquirido de su
familia de origen un modelo de crianza basado en un padre ausente que centró su
ejercicio de la paternidad en lo relacionado con la proveeduría económica y en
una madre que demostraba el afecto mediante atenciones y cuidados.
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Domesticidad
La paternidad es una relación afectiva y emocional que produce alegría, felici-
dad, temores y responsabilidad, lo que permite a estos nuevos padres cuidar a sus
bebés, cambiar pañales, dar teteros, bañar los niños (as), asistir a reuniones de la
escuela y a jugar. Ya no es tan frecuente el padre ausente, indiferente e invisible
que sólo da dinero y cuya autoridad tiene una función represora. Ellos identifi-
can el espacio doméstico como la oportunidad de estar cerca de la familia y
generar el sentido de unidad. Aunque la responsabilidad adquirida frente a este
aspecto continúa siendo de escaso compromiso, se evidencia una mayor partici-
pación en las actividades relacionadas con el sostenimiento del hogar como barrer,
cocinar y reparar la vivienda.
Para estos padres las labores domésticas no son exclusivas de la figura femeni-
na; por eso educan a sus hijos en el desempeño eficiente de estas tareas y se
preocupan porque ellos no representen una carga para las hermanas.
El realizar las labores domésticas me da la oportunidad de conocer a mis hijos
en las actividades propias del hogar y de permanecer más tiempo con ellos, es
una estrategia que hemos diseñado para pasar más tiempo con ellos, yo creo
que la mejor forma de enseñar es con el ejemplo. Por ejemplo, si yo lavo el carro,
el niño coge la manguera, si yo estoy limpiando por la parte de arriba la niña
quiere hacerlo por la parte de abajo para que yo no me agache, nos da la opor-
tunidad de estar más cerca de los niños (Lasca).
Proveeduría
La proveeduría y la distribución de los ingresos son asumidos por la pareja, lo
que expresa mayor valoración por el trabajo de sus esposas: "Allá no soyyo solamen-
te el proveedor, proveemos ambos,yo sólo no soy el proveedor de la casa, en mi casa se junta
una sola platay en comunidad la distribuimos" (Jorg). Algunos de estos padres expre-
san sin temor ser proveedores secundarios de su hogar, lo que no les genera
insatisfacción; se encuentran aportando otros elementos que consideran igual de
valiosos en el desarrollo de la familia, como el afecto, la participación en el cuida-
do y atendón de los hijos (as) y en el funcionamiento de la vivienda. Esto evidenda
que para ellos la paternidad no sólo se centra en el papel de proveer económica-
mente el hogar, sino que valoran cada uno de los aportes efectuados por sus
miembros.
Consideraciones finales
Pienso que mejoré, mejoramos porque mi paternidad no es igual a la que ejer-
ció el papá mío, yo todo lo que he hecho por mis hijos, mi papá no lo hizo
conmigo(...) y la verdad no podemos ser igual porque los tiempos han cambia-
do(...).
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