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RAFAEL ARCIA: ARTÍFICE DEL CUATRO VENEZOLANO

Un sábado a media mañana fuimos, mi hijo y yo, a casa de Rafael (“Fábrica de Cuatros La
Maravillosa, de Rafael Arcia. Calle Blanco Fombona Nº 79, Cumaná, Estado Sucre – Venezuela”)
con la intención de mandar a reparar un cuatro. En cuanto lo vio nos dijo: “Este cuatro lo
hicimos nosotros. ¿Qué le pasó a este bicho, vale?”. Le expliqué entonces que el instrumento en
cuestión era propiedad de un músico carupanero: Luís Álvarez, quien quería que el preciado
armamento fuera intervenido por su mismo creador. Al ver que de inmediato Arcia procedió a
desencordarlo, entendí que la encomienda de Luisito había sido admitida.

De pronto apareció el famoso Piñita repartiendo trozos de unas aromáticas y suculentas tortillas
de cazón, acompañadas con su respectivo cazabe. Motivo éste que me dio pie a aceptar un
asiento en el taller y que, además, fue el pretexto para iniciar esta conversa acerca del cuatro.
A propósito: “Piñita” es el seudónimo que le inventó el Maestro Becerra -otro reconocido
fabricante de cuatros- a uno de los 8 hijos de Arcia: Wilmer, heredero de la tradición artesanal
del padre y cómplice, junto a Juan Marchán y José Rafael Goitía, de ese sueño de Rafael Arcia
llamado “La Maravillosa”.

Desde el taller, ubicado al fondo del largo pasillo de su casa, nuestro artífice puede controlar
visualmente la puerta de entrada al hogar que comparte con su compañera, la señora Olivia.
Por allí ve pasar a sus amigos músicos, algunos visitantes habituales y otros ya no tanto, pero
todos recordados con cariño: Alfonso Moreno, Estelio Padilla, Chuo Marín, Douglas Velásquez,
José Figueroa (“Guápiri Ñáquiri”), Julio Zapata, Remigio “Morochito” Fuentes, José Gregorio
“Gollito” Enis, Sir Augusto Ramírez o Jorge Glem. Y por esa misma puerta ve partir a sus
criaturas: Guitarras, requintos, bandolas, mandolinas y, por supuesto, los cuatros; entre los
que es necesario destacar los 600 que son despachados anualmente para Patricia Lee, Simon
Carimbocas ("Simon´s Music Supplies") y Robert Johnson, en la vecina isla antillana de
Trinidad.

Nos explicaba Arcia, cumanés nacido el 6 de abril de 1938, que a los 20 años ingresó como
aprendiz en una fábrica de cuatros cuyo dueño era el famosísimo Chico Eloy. Allí, bajo la tutela
de Juan Arcia, recibió su iniciación a los secretos que llevan a la creación de un perfecto cuatro
cumanés.

Juan Arcia era un primo suyo, empleado de Chico Eloy, que a su vez había sido discípulo de
Antonio Figueroa Cumana, hermano éste de Enrique, Eduardo y José Miguel Figueroa Cumana;
integrantes ellos de una dinastía de viejos fabricantes de cuatros que incluye al viejo Ramón
Figueroa, a quienes debemos en gran parte la expansión de la fabricación de este instrumento
y la fama que se ha atribuido a Cumaná en razón de sus excelentes cuatros. Hasta el punto que
tradicionalmente, en Cumaná, ha quedado asociado a esta actividad el cuadrilátero
comprendido entre las calles Castellón, Petión, Las Casas, Blanco Fombona, Miramar, Rendón,
García y Sarmiento; lugares donde estos personajes se desenvolvían habitualmente.

Según nuestro informante, fue precisamente José Miguel Figueroa Cumana el primero en
implementar el tambor o calentador; instrumento artesanal consistente en un envase cilíndrico
de hojalata (“¡una lata mediana de leche!”) con una abertura lateral, montado sobre un bastidor
de madera con un “mechuzo” o mechero bajo la abertura mencionada. Aparato éste empleado
para moldear mediante calor los aros, que son las chapas de madera ondulada que unen las
dos tapas y cuyo conjunto conforma la caja de resonancia. El aporte tiene que ver con que, antes
de la llegada del tambor, la madera debía ser remojada para poder darle la característica forma
que nos refiere al famoso “cuerpo de guitarra”.

Los inicios de nuestro personaje corresponden a los tiempos del “cuatro rústico”, con clavijas de
madera, tapas con reborde y las barras de los trastes de manzanillo. Se utilizaba esta madera
porque se caracteriza por ser muy dura. Posteriormente comienzan a utilizarse trozo de alambre
u otras piezas de cobre, que eran martillados hasta darle la forma adecuada para la barra del
traste. Últimos batalladores, sobrevivientes de aquella época, son Beltrán Cabello, Adelkis
Mejías, Alberto Vallejo, Luís Beltrán Velásquez, César Figueroa y Luís Figueroa (“El Mocho
Figueroa”).

Entre aquel cuatro rústico y esta nueva generación de cuatros de hasta 17 trastes ha sido mucha
la madera cortada, así como los ensayos y errores. Tal como dice el maestro Arcia, la fabricación
del cuatro es todo un proceso. No es nada más que armar un rompecabezas. Nuestros artesanos
intuyen, probablemente sin haber oído hablar nunca de “El Temperamento” ni de la “Afinación
Pitagórica”, la relación matemática que hace la diferencia entre un instrumento de 14 y otro de
17 trastes, relación ésta en la cual juega papel fundamental el doceavo traste (Octava alta) e
intervienen la longitud del diapasón (brazo o mástil) y el tamaño de la caja de resonancia, para
determinar la exacta ubicación del puente, que es la base de donde parten las cuerdas rumbo
al clavijero.

Rafael Arcia es un hombre de pocas palabras, sencillo y afable, cuya hospitalidad garantizará
que regrese usted a su taller; aunque sea para ver los cuatros alineaditos descansando contra
la pared o simplemente para saludar y conversar. Sin duda alguna le encontrará allí, porque
según sus propias palabras: “Mi trabajo es hacer cuatros y mi entretenimiento es hacer cuatros,
por eso es que trabajo de lunes a viernes, sábados, domingos y días feriados”.

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