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INCONSCIENTE

Freud propuso dos teorías sobre el inconsciente. La primera ha recibido el nombre de modelo
topográfico porque concibe la mente como un espacio en el que las ideas se mueven entre la
conciencia y el inconsciente. En la descripción de la mente que hacía Freud, todas las
percepciones y pensamientos se registran primero en el inconsciente, donde se comprueba si
son o no aceptables para la conciencia. Los pensamientos y percepciones que pasan esa
censura pueden llegar a ser conscientes, mientras que a los que no la pasan no se les permite
acceder a la conciencia.
Freud un hábil investigador incursionó, mediante la observación de sus propios casos, en la
descripción de un lugar en donde continuamente se asientan las ideas, los deseos, los
pensamientos y las sensaciones del ser humano. Estas investigaciones estuvieron plagadas
de muchas críticas de parte de sus contemporáneos, quienes creían que las teorías eran fabulas
de fantasías, pero Freud demostró todo lo contrario al valerse de los grandes filósofos junto
a las técnicas psicológicas como el caso de la asociación libre, que las teorías que el proponía
tenían un gran peso para la sociedad.
Este inconsciente dinámico es producido por la represión, que consiste en el acto de impedir
activa y enérgicamente el acceso a la conciencia de los pensamientos inaceptables.
El modelo topográfico de la mente considerada como un conjunto de espacios (consciente,
preconsciente e inconsciente) fue sustituido por un modelo estructural en el que la mente
Según la nueva teoría, la personalidad se componía de tres sistemas mentales diferentes. El
primero era el Ello innato, irracional y orientado hacia la satisfacción (la antigua concepción
del inconsciente). El segundo era el Yo aprendido, racional y orientado hacia la realidad (el
consciente y el preconsciente). El tercero era el Superyó irracional y moralista (la censura),
compuesto de imperativos morales heredados por la evolución lamarckiana. La antigua
dicotomía conciencia-inconsciente, afirmó Freud, «empieza a perder relevancia» con la
adopción del punto de vista estructural.
La represión es una acción dinámica y no un guardián que se limita a echar la llave en el
inconsciente. Los pensamientos y los deseos reprimidos sobreviven y, bloqueados por la
censura y la represión, encuentran una expresión indirecta en los síntomas neuróticos, los
sueños, los errores mentales y la recanalización —o, lo que es lo mismo, la sublimación—
hacia formas más aceptables de pensamiento y de comportamiento
INSTINTOS
Freud propuso, como una «hipótesis de trabajo», la existencia de dos grupos de "instintos
primitivos»: «el ego o instintos de -autoconservación" y los instintos sexuales». El ego utiliza
su propia energía instintiva para defenderse a sí mismo -por medio de la represión- de los
deseos conducidos por los instintos sexuales. Con esta formulación, la mente descrita por el
psicoanálisis se convierte en un campo de batalla cuyos resultados tras la lucha serían las
ideas conscientes y el comportamiento.
COMPLEJO DE EDIPO
Freud descubrió que «estaba enamorado de mi madre y sentía celos de mi padre, y ahora
considero este hecho como un acontecimiento universal ele la primera infancia». A partir de
ahora, concluye Freud, podemos entender el poder de Edipo Rey y de Hamlet. Como ya había
sugerido en su carta a Fliess, Esta solución permitió a Freud conservar una idea que apreciaba
mucho: la de que las neurosis son consecuencia del despertar inconsciente de sucesos de la
infancia. Según la antigua teoría, esos acontecimientos eran seducciones sexuales sufridas
durante la infancia; según la nueva, eran fantasías sexuales infantiles.
Para 1905, año en el que escribió Tres ensayos sobre teoría sexual. Freud había llegado a la
conclusión de que el alcanzar la salud, convertirse en neurótico, o en sexualmente «perverso»
dependía de las ideas sexuales infantiles y, lo que es más importante, de la resolución del
complejo de Edipo.
INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS
El secreto revelado que Freud valoraba tanto era el de que los sueños no son una serie de
experiencias sin sentido, sino que constituyen «la vía regia hacia el inconsciente»: un indicio
de los más recónditos recovecos de la personalidad. Freud se alineó en cambio con los
filósofos y chamanes al considerar los sueños como afirmaciones simbólicas de una realidad
inalcanzable a la experiencia durante la vigilia.
Freud afirmaba que todos los sueños son realizaciones de deseos, es decir, una expresión
disfrazada de deseos inconscientes. Esta característica de los sueños es la que los convierte
en la vía regia hacia el inconsciente: si podemos descifrar un sueño y averiguar su significado
oculto, habremos recuperado parte del material reprimido que nos hace neuróticos. Por lo
tanto, los sueños y la histeria tienen el mismo origen, porque ambos son representaciones
simbólicas de deseos reprimidos y ambos pueden entenderse descubriendo sus fuentes
Según el psicoanálisis, los sueños —y por extensión los síntomas neuróticos, los lapsus
linguae y, de hecho, toda conducta civilizada— nunca son lo que parecen porque están
motivados por bajos e indecentes deseos agresivos y sexuales
TRES ENSAYOS SOBRE TEORÍA SEXUAL
Freud concluía que el que uno terminara siendo un adulto sano, neurótico o sexualmente
«perverso» dependía de los pensamientos sexuales que hubiera tenido en la infancia y, sobre
todo, de que hubiera resuelto el complejo de Edipo. La represión era un factor central en este
concepto del inconsciente dinámico que contenía los deseos subyacentes a los síntomas, los
sueños y los lapsus linguae. Aun así, como la represión era un acto continuo de negación del
acceso a la conciencia de los deseos sexuales inaceptables, quedaba pendiente de resolver el
problema de explicar el origen de la energía mental utilizada para llevar a cabo esa represión
de la libido.
Freud (1915a) propuso como «hipótesis de trabajo» la existencia de dos grupos de «instintos
primarios»: «el Yo (o instintos de conservación) y los instintos sexuales». Los instintos del
Yo utilizan su energía para defenderse de los deseos impulsados por los instintos sexuales,
esto es, para reprimirlos.
MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER
Freud propuso que «el objetivo de toda vida es la muerte». El argumento de Freud se basa en
su concepción de los instintos como impulsos y de la conducta como motivada por la
reducción de los impulsos. Los instintos insatisfechos dan origen a estados de excitación que
el organismo intenta reducir con una conducta que los satisfaga. La satisfacción es sólo
temporal, por lo que, tras un período de tiempo, el instinto debe satisfacerse de nuevo, lo que
genera un proceso cíclico de excitación y satisfacción que Freud denominó compulsión
repetitiva. Los instintos del Yo conservan la vida del individuo y los instintos sexuales la de
las especies, por lo que Freud los agrupó como los instintos de vida a los que denominó Éros,
el término griego para referirse al amor. El instinto opuesto a los de la vida es el instinto de
muerte o Thánatos, la palabra griega para «muerte». Eros y Tánatos se reprimen mutuamente.
Tánatos aporta la energía con la que el Yo, a instancias del moralizador Superyó, reprime los
deseos sexuales; Eros aporta la energía necesaria para reprimir el instinto de muerte e impedir
que cumpla de inmediato su deseo letal.
Postular el deseo de muerte ofrecía una solución al problema de la agresión. Según la primera
teoría de Freud, los actos agresivos se producían a causa de la frustración del Yo o de las
necesidades sexuales. Así, los animales luchaban para defenderse o para conseguir comida,
agua, territorio u oportunidades para reproducirse. Según la nueva teoría, la agresión era un
impulso autónomo. Igual que los instintos sexuales pueden ser reorientados y apartados de
su objetivo biológico propio, el instinto de muerte también puede ser desviado de ocasionar
la muerte al organismo. Eros podía reprimir la agresión suicida de Tánatos durante un tiempo,
pero la consecuencia necesaria de ello era el desplazamiento de la agresión hacia los demás.

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