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por Charles Colson |

El cristianismo no sólo tiene que ver con la salvación; es para todos los aspectos de la vida.
«Jesús es el Señor» fue la confesión bautismal más antigua. La Escritura instruye a sojuzgar
y cultivar la tierra (Gn. 1) y a ser sal y luz (Mt. 5:13-16). Uno de los famosos dichos de
Abraham Kuyper, ex primer ministro holandés y teólogo, fue: «En todo el dominio de la
existencia humana, no hay un centímetro cuadrado sobre el cual Cristo, quien es el soberano
de todas las cosas, no declare: "¡Mío!"».

Ninguna otra área de actividad cultural es más importante que el gobierno y la política: se
nos manda a someternos a las autoridades que gobiernan (Ro. 13); Jesús mismo dijo: «...Dad,
pues, a César lo que es de César...» (Mt. 22:21). Significa que los cristianos deben ser buenos
ciudadanos, pagar los impuestos, obedecer las leyes y servir en el gobierno (según lo que
corresponda). Agustín sostuvo que los cristianos deben ser los mejores ciudadanos: lo que
los demás hacen sólo porque lo exige la ley, nosotros lo hacemos por amor a Dios.

Como el gobierno fue establecido por Dios para mantener el orden y hacer justicia, se nos
instruye a honrar al rey (1 P. 2:13-17) y a orar por los que están en eminencia para que
vivamos quieta y reposadamente (1 Ti. 2:1-22). Hay sólo una cosa peor que un mal gobierno:
la anarquía.

Pablo dijo que las autoridades están puestas por Dios. Por lo tanto, según Juan Calvino, el
magistrado tiene una de las funciones más importantes en cualquier sociedad: trabajar como
siervo para hacer el bien (Ro. 13:4). El servicio público es un llamado noble para un cristiano.
En oposición a los estereotipos comunes de los políticos, algunos delos mejores servidores
públicos que he conocido son creyentes consagrados que ponen en práctica la fe en su cargo
sin transigir en sus convicciones.

El mandato cultural significa que la iglesia tiene que desempeñar una función importante con
respecto a las estructuras políticas: trabajar en pro de la justicia, profetizar y, a menudo, ser
la conciencia de la sociedad, aunque esto signifique persecución, prisión o la muerte, como
fue el caso de muchos de los que profesaban la fe cristiana en la Alemania nazi. Aunque a
veces, la iglesia no ha cumplido con su responsabilidad, por fortuna, hoy está en su lugar,
como una de las voces más fuertes de la sociedad en defensa de la vida y los derechos
humanos. Además, la iglesia es el organismo que, en esta era de terrorismo, le exige al
gobierno que cumpla con los límites morales de la tradición de la guerra justa. Aunque en
muchos países hay una separación estricta entre iglesia y estado (el estado no debe establecer
una iglesia estatal ni restringir el libre ejercicio de la religión), la religión y la vida pública
nunca deberían estar separadas. La esfera pública necesita influencia religiosa; por cierto, la
fe cristiana ha tenido un papel fundamental en la formación de nuestras instituciones. Las
doctrinas de la Reforma, como la soberanía en las distintas esferas (el control no es sólo del
gobierno; todas las estructuras [la familia, la iglesia, las asociaciones privadas] tienen
responsabilidades asignadas) y el gobierno de la ley hicieron que la democracia liberal de
Occidente fuera posible. Los fundadores de la nación respetaron las «leyes, de la naturaleza
y el Dios de la naturaleza», y reconocieron que sin un consenso moral basado en la tradición
judeocristiana, no se podría mantener la virtud, y el gobierno autónomo fracasaría. El célebre
historiador Will Durant escribió que no pudo encontrar ni un caso en la historia en donde una
nación haya sobrevivido sin un código moral, y ninguno en el que la verdad religiosa no
hubiera sido el fundamento de ese código moral.

Sin embargo, la iglesia debe abordar esta función pública con cuidado y sensibilidad. Por
ejemplo, los pastores y demás líderes de la iglesia nunca deben avalar partidos ni candidatos
políticos (lo cual puede dividirnos y politizar la fe) ni permitir que ningún partido político
«se lo meta en el bolsillo». El pastor, entonces, nunca debe vacilar para hablar con audacia
desde el púlpito sobre las cuestiones morales apremiantes.

Al tratar con la política, hay peligros evidentes. Entre mis tareas como consejero especial del
presidente Nixon, debía obtener el apoyo de grupos de presión. Descubrí que muchos líderes
religiosos quedaban impresionados con los símbolos del éxito en el cargo. Y más adelante,
al mirar desde afuera, vi cómo líderes cristianos sucumbían a estos encantos. Hay una
distancia muy sutil. No fue apropiado cuando durante la mayor parte del siglo xx, los
evangélicos se mantuvieron separados de la política; pero también está mal «casarse» con
cualquier partido político.
Los cristianos, en forma individual y a través de organizaciones, deben participar del proceso
político, conservando siempre su independencia y cumpliendo su oficio profético (lo cual
podría significar rendirle cuentas a un amigo). Aunque los cristianos deben ser excelentes
ciudadanos, nuestra principal lealtad no es al reino de los hombres sino al reino de Dios.

Texto del Día

Sábado Septiembre 24, 2016


Verso Para Hoy:
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los
tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
Hebreos 4:12 / KJV
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