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EL HOLON COMO REALIDAD EXISTENCIAL

Fue Arthur Koestler quien acuñó la palabra «holon» para denominar


estos subsistemas que son a la vez una unidad y parte de otra, poniendo
de relieve las dos tendencias opuestas de cada «holon»: la tendencia
integradora que funciona como parte de la unidad mayor y la tendencia
autoafirmante que preserva su autonomía individual35. En un sistema
biológico o social cada «holon» tiene por un lado que afirmar su
individualidad a fin de mantener el orden estratificado del sistema y, por
el otro, tiene que someterse a las exigencias de la unidad mayor a fin de
que el sistema sea viable; estas dos tendencias son opuestas y, al mismo
tiempo, complementarias. En un sistema sano —sea éste un individuo,
una sociedad o un ecosistema— existe un equilibrio entre la integración y
la autoafirmación. Dicho equilibrio no puede ser estático ya que nace de la
interacción dinámica de dos tendencias complementarias que hacen que
el sistema sea flexible y abierto al cambio.

La relación existente entre la moderna visión de sistemas y la antigua


filosofía china comienza a perfilarse. Los sabios chinos identificaron la
polaridad básica que caracteriza todos los sistemas vivientes. En su
opinión, la autoafirmación se logra mediante un comportamiento yang —
exigente, agresivo, competitivo, expansivo— y, en lo que se refiere al
comportamiento humano, utilizando un pensamiento lineal y analítico.
Por el contrario, la integración en la unidad se halla favorecida por un
comportamiento yin: sensible, cooperador, intuitivo y consciente del
entorno. Para lograr la armonía en las relaciones sociales y ecológicas se
necesita tanto el yin como el yang, tanto la integración como la
autoafirmación.

Un exceso de autoafirmación se manifiesta en forma de poder, control


y dominación de los demás por la fuerza; de hecho, éste es el modelo que
predomina en nuestra sociedad. El poder político y económico está en
manos de una clase dominante constituida; las jerarquías sociales siguen
una línea racista y sexista y la violación se ha convertido en la metáfora
central de nuestra cultura —violación de mujeres, de grupos minoritarios
y de la tierra misma. Nuestra ciencia y nuestra tecnología están basadas
en un concepto del siglo XVII según el cual la comprensión de la naturaleza
implica la dominación de la misma por el «hombre». Esta actitud, unida a
la visión mecanicista del universo —otra idea del siglo XVII— y a la
excesiva importancia dada al pensamiento lineal, ha tenido como re-
sultado la creación de una tecnología poco sana e inhumana en la que el
habitat natural y orgánico del hombre ha sido reemplazado por un
entorno simplificado, sintético y prefabricado, poco idóneo para satisfacer
sus complejas necesidades36.

Esta tecnología orientada hacia el control, la producción en masa y la


estandarización suele estar dominada por una administración centralizada
cuyo fin es el crecimiento ilimitado. De este modo la tendencia
autoafirmante sigue aumentando y con ella la exigencia de sumisión,
actitud que no es complementaria de la primera sino todo lo contrario.
Mientras que el comportamiento yang es el ideal para un hombre en esta
sociedad, la conducta sumisa se espera de la mujer y también de los
empleados y ejecutivos a quienes se les exige negar su personalidad y
adoptar la identidad y los modelos de comportamiento de la empresa. En
el sistema educativo ocurre algo similar, al premiarse la autoafirmación en
lo que respecta al comportamiento competitivo, mientras que no se la
fomenta cuando se expresa en términos de ideas originales o
cuestionamiento de la autoridad.

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