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VANGUARDIA Y KITSCH:

Una aproximación al cine de Leonardo Favio

Yamila Volnovich

INDICE
INTRODUCCIÓN/ 11

1. LA CUESTIÓN DEL ARTE EN LA MODERNIDAD CULTURA/ 12

Modernidad/ 12

La Modernidad estética / 14

Las Vanguardias/ 17

2. MODERNIDAD ENTRE VANGUARDIA Y KITSCH/ 24

La cultura estratificada/ 25

Burguesía, consumo y kitsch/ 27

Kitsch y Romanticismo/ 35

Coda/36

3. EL CINE Y LA INDUSTRIA DE LA CULTURA/ 40

Un nuevo arte industrial/ 45

Nuevas tecnologías: máquinas y dinero/ 48

4. EL NUEVO CINE ARGENTINO/ 60

Leonardo Favio/ 66

El Dependiente/ 69

Nazareno Cruz y el Lobo/ 80

5. CONCLUSIONES/ 94

6. FICHAS TÉCNICAS/ 100

7. BIBLIOGRAFÍA/ 102

2
INTRODUCCIÓN

Desde hace casi un siglo diferentes investigaciones han analizado cómo los procesos

de modernización que se inician a fines del siglo XIX, se hallan indisolublemente ligados a

una creciente democratización de la cultura. Esta afirmación parece constituir un punto de

partida aceptado por la mayoría de los estudios sobre el tema. La idea de la existencia de una

"cultura común" goza de la callada omnipotencia que la ciencia reserva a los datos empíricos.

¿Quién se atrevería a cuestionar que el avance insospechado de las tecnologías de

comunicación arrasó con los restos aristocráticos de la cultura estratificada? Pero como

sucede comúnmente con los avances científicos y tecnológicos, los especialistas aún no se

ponen de acuerdo a la hora de interpretar si este estado de cosas realizará al fin la promesa de

autonomía y libertad -bajo la forma de la libertad de elección en el atiborrado mercado de los

bienes simbólicos- o, por el contrario, constituye el ornamento macabro de las nuevas

tecnologías de dominación.

El objetivo de este trabajo no es reinstalar la vieja polémica entre apocalípticos e

integrados 1 ni convocar a una cruzada ética contra la cultura de masas2 ; tales empresas ya han

sido agotadas. Por el contrario, se trata de interrogar la complejidad de una lógica cultural que

a través del acceso masivo a los productos culturales facilitó una expansión sin precedentes de

las estrategias de dominación a escala global, pero también una multiplicación de los modelos

culturales y artísticos hegemónicos. Este interrogante inscribe el problema en el marco de los

debates que caracterizaron la modernidad cultural en torno a la relación entre arte y sociedad.

1
ECO, U. (1965) Apocalípticos e Integrados Barcelona : Editorial Lumen.
2
TOCQUEVILLE, A. (1830) Democracy in América, New York: Schocken Books, 1961; ORTEGA Y
GASSET (1930) La rebelión de las masas; ADORNO, T.W. HORKHEIMER, M. (1944) Dialektik der
aufklarung. Philosophische fragmente, Frankfurt a/Main: Social Studies Association. (Trad. Esp. H. A. Murena.
Dialéctica del Iluminismo (1969) Buenos Aires: Ed. Sur.

3
Los estudios sobre arte, para aquellos que provenían de la tradición marxista, radicaba

en construir un corpus analítico y conceptual específico que privilegiaba las relaciones con

los procesos estructurantes del campo simbólico en detrimento de un enfoque ortodoxo

basado en relaciones de sobredeterminación 3 . La teoría estética de Adorno, la de Luckás y los

ensayos de Benjamin -a pesar de sus profundas diferencias- coinciden en interpretar que las

formas culturales surgidas en el capitalismo constituyen estrategias de alienación y

dominación. Coinciden también en la necesidad de una reflexión sobre el valor liberador y

crítico de las vanguardias artísticas.

Contrariamente a esta concepción moderna, con la presencia cada vez mayor de los

medios de comunicación, comenzó a gestarse cierta tendencia a considerar la cultura de

masas como una suerte de filantropismo aristocrático, aquel que exalta el gesto moralmente

liberador de repartir masivamente productos envasados de la alta cultura. Esto significaba, en

la práctica académica, el análisis de grandes sistemas de distribución para públicos

supernumerarios. Disuelto en el flujo de las audiencias, el objeto estético aparecía como

aquello que puede ser medido, cuantificado, descrito objetivamente. El choque entre esta

metodología empirista, desarrollada en Norteamérica durante la pre-guerra y la Segunda

Guerra Mundial, y la filosofía crítica proveniente de Europa se revela irreconciliable 4 . En

palabras de Adorno: "cuando se me planteó la exigencia de «medir la cultura», vi que la

cultura debía ser precisamente aquella condición que excluye una mentalidad capaz de

medirla" 5 .

3
PLEJANOV, G. V. (1953) Arte y Vida Social Barcelona: Ed. Fontamara, 1974; HAUSER, A. (s.d) Historia
social del arte, Madrid: Ed. Guadarrama, 1962.
4
Durante 1938 en la Universidad de Columbia, Paul Lazarsfeld le ofrece a Adorno trabajar en una investigación
sobre la radio en el marco de la Princeton Office of Radio Reserch.
5
ADORNO,T. 1969. citado por MATTELART, A; MATTELART, M. (1995) Histoire des théories de la
communication París: Ed. La Découverte. (Trad. Esp. Historia de las teorías de la comunicación Buenos Aires:
Paidós Comunicación, 1997).p.53.

4
Posteriormente, con la instauración a escala global de las nuevas tecnologías de

producción y difusión cultural, la sociología y la antropología se configuran como los

paradigmas teóricos más pertinentes para abordar el estudio de una cultura signada por la

fluidez de los intercambios mediáticos. Desde esta perspectiva teórico-epistemológica, la

cuestión del valor estético y de la potencia crítica del arte queda reducida a criterios de

validación ligados a estrategias institucionales de legitimación 6 .

Así, a partir del avance de los mass media en el plano cultural, del neoliberalismo en

el plano económico, y de la posmodernidad en el plano teórico, la cuestión del arte –de la

experiencia estética y de su función social– parecen haber quedado relegadas al campo de los

estudios históricos o, en el mejor de los casos, a una existencia subsidiaria dentro de la

sociología de la cultura y los análisis de la comunicación 7 . Esta tendencia teórica

convalidada por el saber académico nos compele a aceptar de una vez por todas que vivimos

en una sociedad donde la cultura se consume (en el doble sentido del término).

6
BOURDIEU, P. (1992) Les règles de l`art. Genèse et structure du champ littéraire, Paris: Seuil, 1992.
HEDBIGE, D. (1987) “The Impossible Object: Towards a Sociology of the Sublime”, MORLEY, D. (1996)
“Postmodernism: a basic gide” en Cutlural Studies and Communications, Londres: Hodder Headline Group,
1996. (Trad. Esp. Estudios Culturales y Comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas
de identidad y el posmodernismo, Barcelona: Paidós Comunicación, 1998.
7
La sociología de la Cultura y los análisis de comunicación se encuadran, en su mayoría, dentro del campo de
estudios que a partir de la década del ´60 se denominó Cultural Studies. Esta nueva disciplina, que surge como
un intento de ruptura con la tradición académica, ha devenido hoy en modelo hegemónico. Sin embargo, hablar
de los Estudios Culturales supone un conjunto heterogeneo de perspectivas teóricas y metodológicas: en sus
comienzos la tendencia teórica de los Estudios Culturales estuvo fuertemente marcada por la aplicación de los
protocolos analíticos de la crítica literaria al amplio rango de los productos culturales, y por la inclusión dentro
de los ámbitos académicos de un método descriptivo experimental y por momentos autobiográfico del estudio de
la historia cultural (HOGGART, R. 1957; WILLIAMS, R. 1958). Gradualmente el Centre of Contemporary
Cultural Studies de la Universidad de Birmingham derivó hacia una alineación con los debates marxistas que a
fines de los 60 tenían lugar en Europa continental. Se inicia entonces, una fuerte crítica a la concepción ortodoxa
que reducía los fenómenos culturales a las determinaciones económicas y sociales (WILLIAMS, R. 1960, 1974,
1981) y simultaneamente se problematiza la cultura como un espacio homogéneo ligado a la noción de Estado-
Nación (THOMPSON, E. P. 1968; HALL, S. 1978). A partir de fines de los ´80, las tendencias que habían
caracterizado al Centro se transforman: la noción de hegemonía desplaza a la de clase dominante; la sociedad
civil al Estado; las categorias de raza, etnia, sexo, y género ocupan el lugar de la clase obrera como actor social
privilegiado y el estudio de los modos de vida se abandona por el análisis de la función ideológica de los mass
media como configuradores de identidades (HALL, S. 1985; MORLEY, D. 1980, 1992; GILROY 1996;
CURRAN, J. 1996; McROBBIE, A. 1996).

5
Actualmente, el campo teórico vinculado a los estudios culturales tiende a polarizarse

entre aquellos que intentan restaurar un vínculo entre los fenómenos culturales y los procesos

económicos y políticos, y los que afirman la autonomía y fragmentación de la/s cultura/s

actuales 8 . En ambos casos la reflexión estética -cuya repercusión en la producción artística

había sido sumamente enriquecedora a principios del siglo XX- ha dejado de ser considerada

un campo de estudio regido por categorías específicas dentro del ámbito de la cultura,

cualquiera sea la conceptualización que se haga de ella.

En la Argentina la repercusión de este paradigma hegemónico suscitó la crítica de

algunos investigadores que plantearon objeciones a la extrapolación de nociones teóricas

provenientes de otras disciplinas, como en el caso de Beatriz Sarlo quien afirma que la

"sociología de la cultura reconduce (y reduce) las posiciones estéticas a relaciones de fuerza

dentro del campo intelectual, y propone una lectura poco considerada precisamente con las

«reglas del arte» tal como los escritores las presentan ante sí mismos" 9 .

Pero la cuestión sigue siendo cómo analizar la producción cultural y la formación de

juicios estéticos en el contexto de un modelo social dominado por la circulación del dinero, y

8
En la nota 7, se ha hecho referencia a la hegemonía de la perspectiva culturalista en el marco de los Estudios
Culturales. Este enfoque multicultural se opone a todo intento de comprensión sistemática y totalizadora de los
modos de producción sociales y económicos: (GILROY, P. 1996; MORLEY, D. 1996; CURRAN, J. 1996;
WALKERDINE, V. 1996 en Estudios Culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de
las políticas de identidad y el posmodernismo Barcelona: Paidós, 1998. ROSS, A. “Hacking Away at the
Counterculture”; BAKER, H. “Hybridity, the Rap Race and Pedagogy for the 1990s” en Technoculture
Minneapolis: University of Minnesota Press, 1991. MAFFESOLI, M. “Le tribalisme” en Les temps des tribus
París: Klincksieck, 1988. ). Una crítica al enfoque culturalista desde una perspectiva marxista puede encontrarse
en JAMESON, F. (1993); ZIZEK, S. (1997) Estudios Culturales: Reflexiones sobre el multiculturalismo,
Buenos Aires: Paidós, 1998. Para ver el desarrollo de este debate en América Latina consultar MORAÑA, M.
compiladora. Nuevas perspectivas desde/sobre América Latina: el desafío de los estudios culturales. Santiago
de Chile: Ed. Cuarto Propio, 2000. La polémica entre BUTLER, J. “El marxismo y lo meramente cultural” y
FRASER, N. “Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a Judith Butler” en New left
Review N° 2 mayo/junio 2000, sintetiza los aspectos más significativos de las dos perspectivas mencionadas.
Ver también JAMESON, F. Documentos de cultura, documentos de barbarie, Madrid: Ed. Visor, 1989; del
mismo autor La estética geopolítica, Barcelona: Ed.Paidós, 1995; ZIZEK, S. Porque no saben lo que hacen. El
goce como factor político, Buenos Aires: Paidós, 1998; LACLAU, E. Nuevas reflexiones sobre la revolución en
nuestro tiempo, Buenos Aires: Ed. Nueva Visión, 1993.
9
SARLO, B. (1994) Escenas de la vida posmoderna. Ed. Ariel, Buenos Aires. (p. 155) Según nuestra lectura en
el capítulo Valores y Mercado, Sarlo realiza una crítica a la teoria de Bourdieu.

6
por lo tanto, atravesado por complejas divisiones del trabajo, y por las leyes de la

acumulación capitalista.

Es posible que este problema teórico sea el resultado de la dificultad con que las

vanguardias enfrentaron el avance de la cultura de masas. Después de casi un siglo, los

artistas aún siguen ensayando estrategias que restituyan al arte su sentido crítico en el interior

de la nueva sociedad. Se pueden interpretar estas estrategias como figuras residuales de un

tiempo ya pasado, o por el contrario, considerarlas como un intento de recrear un espacio

donde el pensamiento en el arte y sobre el arte trabaje su relación con el presente.

La fascinación por las máquinas, la velocidad de los nuevos sistemas de transporte y

comunicación, así como la creciente inestabilidad que produjo el acelerado cambio social,

fueron los estímulos que propiciaron el surgimiento de las vanguardias y, con el tiempo, se

convirtieron en la materia misma de los productos de la cultura de masas.

La tecnología adquiere entonces, un sentido fuerte en tanto modalidad estructurante de

nuestras experiencias del espacio y el tiempo. Los sistemas de mediación en el proceso de

producción del sentido imponen una sensibilización a los modos de representación, que es

central para pensar las condiciones de producción y de aprehensión del mundo social.

Desde este punto de vista, el Kitsch 10 , considerado por el pensamiento ilustrado como

un desecho industrial o un barato subproducto de la modernización tecnológica, dejó de ser

solamente un calificativo estilístico para designar las estrategias formales de la "cultura de

masas" 11 , y se convierte en una noción cualitativamente significativa cuando se trata de

analizar los procesos socioculturales actuales.

10
En esta primera instancia se considera Kitsch a toda producción cultural ligada a procesos de consumo masivo
y, por lo tanto, constituye la estrategia estética característica de la cultura de masas.
11
El concepto de cultura de masas “no solo siguió una trayectoria desde las formas tardías de la cultura popular
hacia formas nuevas y parcialmente autoorganizadas de la cultura urbana de masas, sino también una trayectoria
de producción de cultura de masas extendida -y, finalmente extendida de manera masiva- por el mercado

7
El impacto de la masificación de la cultura a través de la reproducción de objetos

estéticos por medios tecnológicos cada vez más sofisticados produjo una transformación en

los lenguajes artísticos, alcanzando en el cine, en tanto arte industrial, su máxima expresión.

Benjamin (1936) fue uno de los primeros en reflexionar acerca de cómo la transformación de

las técnicas de reproducción formal durante el proceso mismo de producción instalaban una

ruptura en los modos de percepción y, con ello, en la definición general del arte.

Desde esta perspectiva el cine constituye un objeto privilegiado para indagar las

articulaciones entre los procesos de modernización y las prácticas culturales. Su nacimiento

en el epicentro de la cultura moderna opera como un ámbito de confluencia de las fuerzas

antagónicas que trazaron el mapa de la modernidad. Toda la cuestión de la especificidad del

nuevo arte no hace más que plantear incesantemente el problema de la incidencia de las

nuevas tecnologías en la configuración de la experiencia sensible.

Los cambios señalados no sólo provocaron una crisis en los modos de representación

sino que también incidieron en la reconfiguración geopolítica de los fenómenos culturales. A

partir de la Segunda Guerra, se produjo un desplazamiento de los centros europeos hacia los

países periféricos en los que surgen movimientos artísticos con características propias.

En América Latina el auge de las cinematografías nacionales constituyó un fenómeno

cuya articulación con los proyectos políticos revolucionarios de la década del sesenta marcó

un punto de ruptura con las matrices estructurantes de la producción cinematográfica

imperante.

En este proceso fue decisiva la influencia del cine europeo en las corrientes culturales

que propiciaron la emergencia de un cine moderno de perfiles específicos. El caso Argentino

constituye un ámbito propicio para indagar la repercusión de los debates que configuraron el

burgués y por los sistemas educativos y políticos del Estado”. WILLIAMS, R. Cultura. Sociología de la
comunicación y del arte. (s.d.) p .213

8
mapa ideológico de la modernidad, fundamentalmente porque a diferencia de otras

cinematografías latinoamericanas la de Buenos Aires contaba con una industria desarrollada.

La presencia de un polo de producción comercial altamente institucionalizado generó un

espacio de circulación que puso en crisis la especificidad de los presupuestos teóricos

involucrados en la configuración de ese diseño cultural fuertemente polarizado. Desde esta

perspectiva, el cine de Leonardo Favio resulta un caso paradigmático para analizar la

repercusión de estos procesos en la composición de estrategias discursivas concretas.

El itinerario elegido propone, en un primer momento, un tratamiento teórico-crítico de

algunos debates significativos dentro del campo de los estudios culturales y el análisis

cultural. Para ello se analizarán las relaciones de la modernidad y la vanguardia artística con

el Kitsch, a partir de una exploración de los supuestos epistemológicos que las diferentes

aproximaciones actualizan. Los capítulos 1 y 2 tienen como objeto delimitar los problemas

teóricos con el fin de cuestionar la dicotomía analítica que opone a las estrategias del arte

moderno los dispositivos tecnológicos de la cultura de masas.

En un segundo momento, en el capítulo 3, se desarrollarán dos enfoques que le dieron

a esta problemática una dimensión estética: la polémica entre Benjamin y Adorno acerca del

arte en la época de la reproductibilidad técnica y, posteriormente, el estudio de Deleuze

sobre el cine, ya que retoma la importancia de la tecnología cinematográfica desde la

perspectiva fenomenológica, para enlazar la cuestión de la representación del tiempo con la

inscripción de la temporalidad histórica.

La intención última consiste en poner en juego estas herramientas teóricas en la

investigación de un fenómeno concreto: el cine de Leonardo Favio. Una investigación que

intente plantear la importancia de la teoría estética para el análisis de la cultura debe probar su

9
operatividad en el análisis de los objetos particulares que constituyen el campo artístico (no

hay teoría sobre el arte que sea puramente especulativa, ni puede plantearse una definición

general del arte que no sea a su vez relativa a un momento histórico 12 )

El análisis de la originalidad de este discurso fílmico heterogéneo, en un contexto

polarizado entre cine de vanguardia y cine comercial, será el eje del capitulo 4.

En síntesis, la pertinencia del objeto elegido se funda en tres instancias:

1. En tanto lenguaje, el cine tiene la peculiaridad de aglutinar significativamente la

controversia entre arte y cultura de masas constituyéndose en una síntesis

paradigmática, y por qué no, sintomática de la Industria Cultural. 13

2. Respecto al periodo histórico elegido: las producciones cinematográficas que van

del 66 al 76, se inscriben en lo que se llamó el auge de las cinematografías

nacionales en América Latina. Esta época se caracteriza por la apropiación de las

rupturas estéticas que las nuevas vanguardias cinematográficas (el Neorralismo y

la Nouvelle Vague) estaban produciendo en Europa desde la posguerra. Para la

generación del sesenta la innovación y experimentación estética era el modo de

romper con el cine convencional producido por la industria. Es una época de

revitalización de los principios del arte moderno en un contexto en el que la

industrialización de la cultura ha dejado de ser un proceso incipiente.

3. En relación al autor, hemos elegido el cine de Leonardo Favio ya que nos

permitirá desarrollar un análisis estético de los procesos que llamaremos de

“hibridación”. Tales procesos encontraron un espacio privilegiado en las

12
Incluso aquellas teorías estéticas de corte metafísico que enuncian una definición universal y a-histórica del
arte pueden leerse como efecto de sentido dentro de una episteme concreta.
13
BENJAMIN, W. (1936) “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” en Discursos
Interrumpidos I, Madrid: Ed. Taurus, 1975. BURCH, N Itinerarios. La educación de un soñador del cine. (s.d.).
Según Burch, el cine surge en el siglo de la industrialización y la expansión capitalista, y se ubica en el cruce
entre tres fuerzas sociales: la cultura popular urbana, la cultura alta, y la innovación tecnológica

10
estrategias estéticas de las vanguardias cinematográficas del sesenta en la

Argentina y en la paulatina incorporación de elementos provenientes de la cultura

popular y de la cultura de masas. El análisis de dos textos fílmicos

representativos: El Dependiente y Nazareno Cruz y el Lobo permitirá indagar

cómo la interrelación de ambos campos estilísticos produce una transformación

mutua que afecta a la totalidad de las estrategias textuales.

Trabajaremos simultáneamente en dos aspectos:

1. dar cuenta de la caracterización del cine de Favio dentro de lo que definiremos

como una estrategia discursiva moderna a partir de la noción de Imagen- tiempo

elaborada por Deleuze.

2. analizar cómo el cine de Favio constituye un discurso estético que abre la

posibilidad de un sentido crítico en relación a los paradigmas establecidos por los

discursos hegemónicos durante los períodos estudiados.

Las páginas que siguen se proponen explorar estas cuestiones, partiendo de un análisis

de los rasgos característicos de las vanguardias históricas y el Kitsch, con la intención de

mostrar que los cruces y contaminaciones que se producen a partir de la década del sesenta y

el setenta se encontraban ya en las formulaciones y en la especificidad de ambos fenómenos

culturales desde sus inicios.

11
1. LA CUESTIÓN DEL ARTE EN LA MODERNIDAD CULTURAL

Modernidad.

Existe un supuesto convencional que identifica el surgimiento de la modernidad con la

focalización de un centro de irradiación cultural metropolitano. Esta idea legitimada

académicamente tendió a opacar los orígenes periféricos de una de las manifestaciones

culturales más significativas de la modernidad: el modernismo 14 . Sin poner en duda su estirpe

europea, resulta significativo -politicamente significativo- recordar que “el término

modernismo como denominación de un movimiento estético fue acuñado por un poeta

nicaraguense que escribía en un periódico guatemalteco sobre un encuentro literario que había

tenido lugar en Perú” 15 . Perry Anderson se refiere a Rubén Darío, quien en 1890 dio ese

nombre a una incipiente corriente literaria que resignificaba los movimientos europeos

contemporáneos como estrategia de independencia cultural. Sutil ironía de la historia que las

diversas historizaciones de la modernidad han sistemáticamente olvidado.

Podemos suponer, sin embargo, que el olvido de la etimología histórica que denuncia

Anderson no es consecuencia de un desinterés académico sobre el tema -una extensa

bibliografía avala lo contrario 16 - sino la expresión anecdótica de la heterogeneidad histórica

de lo moderno. El significado mismo de la palabra moderno parece resistirse a cualquier

intento de historización que no vaya acompañado de una reformulación de sus presupuestos

teóricos.

14
LUNN, E. (1982) Marxismo y Modernismo. Un estudio histórico de Lukács, Benjamin y Adorno, México: Ed.
Fondo de cultura económica, 1986.
15
ANDERSON, P. (1998) Los orígenes de la Posmodernidad Barcelona: Editorial Anagrama, 2000.
16
Se podrá constatar esta afirmación con la bibliografía a la que hacemos referencia en el presente capítulo.

12
En “La modernidad un proyecto inconcluso” 17 , Habermas expone esta problemática al

enunciar la paradoja implícita en el término moderno: caracterizar una época como moderna

supone al mismo tiempo reconocer una ruptura con la linealidad histórica, y constatar que ésta

ruptura -bajo el lema de lo moderno- ha aparecido periódicamente desde el siglo XII.

Siguiendo con el enfoque propuesto por Habermas, se podrían delimitar a grandes

rasgos dos modos de considerar lo moderno: un modo antiguo y otro contemporáneo.

En el primer caso, la conciencia del tiempo nuevo, por lo menos hasta el siglo XVII,

se configura teniendo en cuenta una relación renovada con los antiguos. Ser moderno

consistía en trazar una genealogía que invistiera el presente con la fuerza simbólica de algún

pasado elevado, por ese mismo gesto, a la categoría de clásico 18 .

Posteriormente, el apogeo de los ideales de la Ilustración condujo a la creencia de que

el progreso infinito de las ciencias garantizaría el bienestar sostenido de la sociedad. Así, la

concepción de lo moderno como una relación con el pasado cambia de dirección y proyecta

su mirada hacia un futuro hipotético que debe ser conquistado.

Sin embargo, fue recién durante el siglo XIX que lo moderno delimita su campo

semántico tal como lo conocemos hoy, en el cruce entre la negación radical del pasado y la

proyección ideal hacia el futuro. Esta es la acepción contemporánea del término moderno.

Desde entonces, el antiguo sentimiento moderno, reconfigurado bajo el estatuto

teórico de la modernidad, se encadena por desplazamiento metonímico (y otras relaciones no

17
HABERMAS, J. (1981) “La modernidad: un proyecto inacabado”, en Ensayos políticos (Trad. Esp. García
Cotarelo, R.) Barcelona: Ed. Península, 1988.
18
Esta tensión entre el presente (moderno) y el pasado (clásico) continúa, según Habermas, incluso hasta el
Romanticismo, en este caso el retorno hacia la idealizada Edad Media aparecía como reacción ante los efectos
desbastadores de los ideales inmaculados de la Ilustración francesa.

13
tan lingüísticas) con los procesos de modernización, por un lado, y el modernismo y las

vanguardias por otro 19 .

Como punto de partida, entonces, habrá que notar que las formas culturales

características de la modernidad (el modernismo, las vanguardias y la cultura de masas) están

indisolublemente ligadas a las transformaciones sociales que se produjeron en Europa a partir

del siglo XVII y que posteriormente se expandieron por el resto del mundo.

Estamos convencidos de que un estudio de las vanguardias como categoría estética y

del Kitsch como forma emergente de la cultura de masas sólo es posible sobre el fondo

heterogéneo de la modernidad cultural y de los procesos de modernización que la

sustentaron.

La modernidad estética.

Para Habermas el proyecto de la modernidad está asociado a la modernidad cultural.

El rasgo distintivo de la modernidad cultural es la constitución de esferas autónomas regidas

por criterios de validación específica. Esta especialización que caracteriza al proyecto

moderno (la especialización de la ciencia regida por su racionalidad cognoscitiva-

instrumental, del arte por su racionalidad estética-expresiva y de la moralidad por su

racionalidad moral-práctica) debía al mismo tiempo redundar en el enriquecimiento de la vida

en común. La cultura de la modernidad sería así el antídoto racional al “malestar en la

cultura”.

19
Siguiendo a MARSHAL BERMAN, (1982) All that is solid melts into air. The experience of modernity New
York: Simon and Shuster. (Trad. Esp. Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad
Madrid: Siglo XXI, 1988) definimos "modernidad" como una condición histórica asociada a los filósofos de la
Ilustración y a los valores del pensamiento independiente regido por la razón; con "modernización" nos
referimos a los procesos de transformaciones sociales y económicos producidos por la sociedad industrial y
regidos por criterios de racionalización, calculabilidad y fragmentación; por último, el término "modernismo" se
refiere a las manifestaciones artísticas que surguieron en Europa a fines del siglo XIX y cuyas características
son: autoconciencia de la forma, variabilidad en el manejo de los materiales (fragmentación) y autoconstrucción
del sujeto y construcción del referente.

14
En el ámbito artístico la especialización supone -como su consecuente o su

antecedente- la separación del arte de la actividad humana vinculada a la praxis vital; y se

expresa teóricamente en la categoría de autonomía del arte.

Sin embargo, la definición de la autonomía como la independencia del arte respecto de

la sociedad requiere delimitar el amplio espectro de fenómenos históricos y de supuestos

ideológicos que se encuadran dentro de esta idea para poder desentrañar su carácter

contradictorio y reconocer su relatividad social.

Desde el punto de vista de un análisis histórico, la especialización del quehacer

artístico se vincula simultáneamente con la emergencia de un mercado anónimo del arte en el

siglo XVI y con la persistencia residual de formas de producción artesanal (no alienadas) 20 .

En el enfoque de Habermas la autonomía del arte se concreta, al menos teóricamente,

con la estética filosófica del siglo XVIII. Pero esta institucionalización de la esfera del arte es

una parte del proyecto más amplio de la modernidad formulado por los filósofos de la

Ilustración, en el que la autonomía constituía sólo un primer momento.

Cabe recordar que la concepción del juicio estético como una finalidad sin fin 21 asume

en Kant una forma reactiva frente al “principio de máximo beneficio que domina la totalidad

de la vida” 22 . Posteriormente, Schiller desarrollará, tomando como punto de partida las tesis

de Kant, una reflexión sobre la función social del arte carente de función. Schiller se propone

demostrar cómo la experiencia estética, precisamente por encontrarse resguardada de la

20
BURGUER, P. (1974) Theorie der Avantgarde, Ed. Suhrkamp Verlag. (Trad. Esp. Teoría de la Vanguardia,
Barcelona: Península, 1997) analiza y critica los trabajos de MULLER, M. Kunstlerische und materielle
Produktion. Zur Autonomie der Kunst in der italieneschen Renaissance (Producción artística y producción
material. Sobre la autonomía del arte en el renacimiento italiano); BREDEKAMP, H. Autonomie und Askese
(Autonomía y ascesis); HINZ, B. Zur Dialektik des burgerlichen Autonomie-Begriffs (Sobre la dialéctica del
concepto burgués de auonomía) todos incluidos en Autonomie der Kunst. Zur Genese und Kritik einer
burgerlichen Kategorie (Autonomía del arte. Sobre la génesis y la crítica de una categoría burguesa) Francfort:
Ed. Suhrkamp, 1972.
21
KANT, I. Critica del Juicio, varias ediciones, § 10 y ss.
22
BURGUER, P. op. cit., p. 93.

15
dinámica social, debe cumplir la función emancipadora que se encuentra vedada a todos

aquellos que están inmersos en el proceso histórico 23 .

Por lo tanto, el segundo momento debía ser la utilización de los contenidos

desarrollados en las diferentes esferas en favor del enriquecimiento de la vida cotidiana.

Como señala Habermas:

Los pensadores de la Ilustración con la mentalidad de un Condorcet aún

tenían la extravagante expectativa de que las artes y las ciencias no sólo

promoverían el control de las fuerzas naturales, sino también la

comprensión del mundo y del yo, el progreso moral, la justicia de las

instituciones e incluso la felicidad de los seres humanos. 24

Pero a mediados del siglo XIX, con la implementación definitiva de las condiciones

capitalistas de producción (división del trabajo, mecanización y predominio de los

intercambios cuantitativos), es decir, con la extensión de la lógica del mercado a todas las

formas de la actividad humana, la promesa de reconciliación de la vida a través del arte se

revela imposible.

El esteticismo del arte por el arte será entonces la respuesta ideológica ante el

reconocimiento de esta creciente y, quizás, definitiva alienación de la esfera autárquica del

arte respecto de la sociedad.

Al mostrar la condición alienada del arte en el mundo capitalista, el modernismo

alcanzaba su momento crítico reflexivo. Sin embargo, la concepción del arte por el arte lleva

a cabo un movimiento ideológico por el cual la separación del arte de la vida se constituye en

el ser mismo del arte.

23
SCHILLER, J (1795) “Cartas sobre la educación estética del hombre”, varias ediciones, carta V.
24
HABERMAS, J. op. cit., p. 28.

16
La autonomía es una categoría ideológica en el sentido riguroso del término

y combina un momento de verdad (la desvinculación del arte respecto de la

praxis vital) con un momento de falsedad (la hipóstasis de este hecho

histórico en la "esencia" del arte). 25

Este segundo momento ideológico encubría el sentido contradictorio de la fórmula: el

arte por el arte, cuya estructura lógica parecía contener el mecanismo de su propia

destrucción 26 . Veamos esto con mayor detalle.

Si analizamos el sentido tautológico del enunciado: — ¿por qué el arte? — por el arte

mismo, encontramos que es similar a la fórmula de la identidad estudiada por Hegel como la

forma de la contradicción absoluta 27 : A=A o, en el caso que nos ocupa: el arte es el arte 28 . En

esta construcción lógica la primera parte de la proposición "el arte es..." corresponde al

universal en cuanto opuesto a su contenido particular, y a la vez genera una expectativa sobre

la determinación de este universal abstracto en un predicado particular. Es decir, esperamos

que se nos diga lo que es el arte. Pero, cuando la segunda parte de la proposición repite lo

mismo, la expectativa queda defraudada. No se nos dice que el arte es esto o aquello, sino que

se afirma que "el arte es...el arte". El círculo se cierra y observamos, anonadados, que en lugar

de haber hallado la expresión lógica de la identidad absoluta, nos enfrentamos a una

contradicción. 29 Para decirlo con Hegel: la tautología en vez de afirmar la identidad "es

25
BURGUER, P. op. cit., p. 100.
26
Hago aquí una referencia a la lógica del capitalismo descripta por Marx en el Manifiesto Comunista.
27
HEGEL, F. Ciencia de la Lógica, (Trad. Esp. Augusta y Rodolfo Mondolfo) Buenos Aires: Ed. Solar, 1968.
Libro II, cap. segundo, p. 36.
28
Hemos tomado como modelo la interpretación de Hegel que realiza ZIZECK, S. (1996) For they know not
what they do, Londres: Verso. (Trad. Esp. Jorge Piatigorsky, Porque no saben lo que hacen, Buenos Aires:
Paidós, 1998. pp 53-58.
29
Zizeck aclara que este efecto se produce por la inclusión de la dimensión temporal en el esquema lógico. "Esta
economía dialógica implica por lo tanto una temporalidad puramente lógica: una escansión temporal entre el
momento de la expectación y el momento de su desencanto, una demora mínima de la segunda parte de la
tautología." pp. 54, 55.

17
consecuentemente lo opuesto, en lugar de ser lo simple inalterado, es el pasaje más allá de sí

misma a la disolución de sí misma" 30 .

Así, el sentido ideológico que analiza Burguer queda enunciado en la proposición

misma “la autonomía del arte por el arte". La forma de la ecuación supone la diferencia (la

segunda parte debería indicar la especie dentro del género) mientras que el contenido se

mantiene idéntico. De este modo, el efecto ideológico radica en hacer coincidir el universal

con el particular, convirtiendo la determinación concreta, histórica, en una categoría

universal, neutra, a-histórica. El esteticismo del arte por el arte se erige así en el ser mismo

del arte más allá de cualquier contenido determinado.

Consecuentemente, esta fórmula lleva a la disolución del Arte por la crisis del arte. El

desplazamiento que se ha realizado fundamenta las palabras inaugurales de la Estética de

Adorno: "ahora se da por sentado que nada que concierna al arte puede seguir dándose por

sentado: ni el arte mismo, ni el arte en su relación con la totalidad, ni siquiera el derecho del

arte a existir". Cuando Adorno y los surrealistas cuestionan el derecho del arte a existir no se

refieren entonces a un universal vacío, sino a la categoría que ha sido llenada por un

particular desprovisto de sus determinaciones concretas. Si el arte burgués se había

proclamado como el modo puro de ser del arte, con el anquilosamiento de sus postulados y el

desgaste de sus fuerzas creativas lo que llegaba a su fin no era una forma particular de

expresión estética, sino el arte mismo.

Las Vanguardias.

En este contexto hacen su aparición los movimientos históricos de vanguardia.

Durante las primeras décadas del siglo XX, el constructivismo ruso, el dadaísmo y el

30
Citado en ZIZEK, S. op. cit., p. 55.

18
surrealismo francés, la Bahuaus en Alemania y el teatro de Brecht, se revelan contra los

principios estandarizados del arte burgués y su institucionalización en la concepción del arte

por el arte. Creen, sin embargo, que:

ciertos aspectos importantes de la cultura modernista podrían contener

nuevas estrategias formales para la resistencia a la parálisis social y la

conciencia cosificada, y para la superación de tales males, por ejemplo

mediante técnicas de distanciamiento, ataques metafóricos al tiempo lineal,

el combate al lenguaje rutinario, o las experiencias atomizadas. 31

Los vanguardistas no hacían arte y criticaban los estilos anteriores 32 . No era una

cuestión de géneros, de técnicas de composición o de paleta de colores. Por el contrario, la

finalidad y la motivación del artista radicaba en producir una obra, o una manifestación

estética, cuya existencia demoliera definitivamente los cimientos del arte burgués 33 . Y si esta

institución del arte burgués se basaba en haber hecho de la autonomía la condición del arte

mismo, entonces los vanguardistas proclamaban la restitución del arte al mundo de la vida.

Vemos, entonces, que las vanguardias se enfrentan a una disyuntiva: el artista de

vanguardia no puede simplemente levantar las barreras que delimitan el campo de lo estético,

porque ello sería aceptar la lógica de la sociedad capitalista que detesta; por otra parte,

aislarse dentro del inmaculado y elevado esteticismo implicaría reconocer en el arte los

principios burgueses contra los cuales lucha.

31
LUNN, E. (1982) Marxismo y Modernismo: un estudio histórico de Lukács, Benjamin y Adorno México:
Fondo de cultura económica. p. 83.
32
Burguer interpreta la polémica entre Luckas y Adorno como prevanguardistas justamente porque considera
que la discusión se plantea como una cuestión de estilos y no como un cuestionamiento radical de la validación
estética.
33
Se utiliza aquí la noción de manifestación estética porque el concepto de obra como totalidad orgánica es para
los artistas de vanguardia una noción ligada a la concepción del arte que criticaban. Por esto la mayoría del arte
de vanguardia se materializa bajo formas nuevas de expresión como las performances los ready mades etc.

19
El artista de vanguardia en principio comparte con el esteticismo el rechazo de esa

praxis vital dispuesta según la racionalidad de los fines. Pero se distingue de este en el intento

de promover a partir del arte una nueva praxis vital. Es en este sentido que Burguer afirma

que “sólo un arte que se aparta completamente de la praxis vital (deteriorada), incluso por el

contenido de sus obras, puede ser el eje sobre el que se pueda organizar una nueva praxis

vital” 34 .

Los movimientos vanguardistas de principios de siglo llevaron esta idea hasta el límite

mismo de su disolución y encarnaron la disyuntiva del arte en la puesta en escena de un modo

de vida como elección estética.

Por un lado, los constructivistas rusos y los surrealistas franceses continuaron el

rechazo modernista tanto de la mimesis realista como del escapismo romántico, y se

identificaron con el esteticismo en el trabajo experimental a partir de las funciones de

objetivación y despersonalización del lenguaje 35 .

Por otro lado, las vanguardias proclamaban la negación de la autonomía del arte por el

arte en tanto soporte ideológico de las formas de experimentación modernistas. La consigna:

"la revolución surrealista" -que sintetizaba la propuesta fúndante del movimiento de que al

cambiar el arte cambiarían la vida- es remplazada por "el surrealismo al servicio de la

revolución", a partir de la creencia en la necesidad de intervenir en la escena política.

Esta creciente politización del arte se debió, entre otros factores, a la importancia que

tuvo en la década del ´20 la euforia constructivista que desde la joven y convulsionada Unión

Soviética influyó en algunos representantes de la escena artística europea. La celebración de

la producción maquinal con su consecuente acento en el aspecto material de la obra de arte y

34
BURGUER, P. op. cit., p. 104.
35
Cabe señalar sin embargo, en el interior de esta identificación, las diferencias entre los surrealistas con sus
ambivalencias entre optimismo y pesimismo, y la clara expresión utópica y positiva de los constructivistas rusos,

20
el carácter técnico del artista formaban parte de la esperanza de ciertos intelectuales en la

posibilidad de un camino alternativo, socialista, hacia la modernidad.

En 1919 durante la República de Weimar se crea la Bahuaus, fundada por Walter

Gropius. Las bases de su manifiesto están inspiradas en las tesis constructivistas acerca del

estatuto de la obra de arte como un producto no jerarquizado en la nueva sociedad industrial

socialista: "Architecs, sculptors, painters -we must all go back to the crafts. For art does not

exist as a «profession». No essential difference exists between artist and craftsman. The artist

es an enlightened version of the craftsman" 36 .

Meyerhold con su teoría de la biomecánica atacaba los procedimientos naturalistas

del teatro de Stanislavsky, y en su lugar expuso el proceso de representación, elaboró una

técnica funcional del actor desprovista de cualquier psicologísmo, y eliminó la disposición

espacial de la escena a la italiana. En la misma línea, Brecht 37 formuló su concepción del

realismo crítico y Einsestein, 38 en el cine, desenmascaró el proceso constructivo del relato

cinematográfico a partir del montaje de atracciones. Ambos apelaban a un espectador crítico

y consciente, que participara activamente en el proceso de producción de la obra.

Sin embargo, el proyecto emancipador de la modernidad que las vanguardias

intentaron reeditar no resultó como se había previsto. En términos de Habermas:

vinculados también, por supuesto, a los primeros años de la revolución soviética donde se vivió un momento de
gran efervescencia y libertad de experimentación en las artes.
36
ROTERS, E. (1982) Berlín, 1910-1933. New York: Rizzoli. La similitud con los constructivistas se expresa
en la desacralización del objeto artístico a favor de la tecnología y la ruptura de las fronteras entre objetos
utilitarios y objetos estéticos.
37
BRECHT, B. (1949) Breviario de estética teatral, Buenos Aires: La Rosa Blindada, 1963.; (1957) Escritos
sobre teatro, Buenos Aires: Nueva Visión, 1983. Textos sobre Brecht: BENJAMIN, W. Brecht: ensayos y
conversaciones, Montevideo: Arca Editorial.; (1934-39) Tentativas sobre Brecht, Madrid: Ed. Taurus, 1975.
DORT, B. (1960) Lectura de Brecht, Barcelona: Ed. Seix Barral, 1973. HORMIGON, J.A. (1975) Brecht y el
realismo dialéctico, Madrid: Ed. A. Corazón.
38
EISENSTEIN, S. M. La forma en el cine, Buenos Aires: Ed. Losange, S. A. 1958; El sentido del cine,
México: Ed. siglo XXI, 1986. Textos sobre Einsestein: DELEUZE, G. (1983) La imagen-movimiento. Estudios
sobre cine 1, Barcelona: Ed. Paidós, 1994. (capt. 3); SADOUL, G. El acorazado potiomkin, México: Ed. Era;
DUDLEY, A. Las principales teorías cinematográficas, Madrid: Ed. Rialp, 1993.

21
lo que acrecienta la cultura a través del tratamiento especializado y la

reflexión no se convierte inmediata y necesariamente en la propiedad de la

praxis cotidiana. Con una racionalización cultural de esta clase aumenta la

amenaza de que el común de las gentes, cuya sustancia tradicional ya ha

sido devaluada, se empobrezca aún más. 39

Concebido a partir de esas corrientes emocionales, el gesto vanguardista de borrar los

límites entre el arte y la vida se revela, en el análisis de Habermas, como un momento

necesario, aunque paradójico, del afianzamiento de la autonomía constitutiva del arte

moderno. En la intención de negar el arte mismo, las vanguardias dieron nueva legitimidad a

aquellos principios del arte burgués que querían desterrar. Las vanguardias aceptan la

autonomía como condición necesaria para la experimentación con los materiales, pero para

negarla en un esfuerzo por reconducir la experiencia estética hacia la praxis cotidiana.

Esta segunda etapa del programa moderno era la que aún no se había completado.

Ningún efecto emancipador había surgido de las inventivas y excéntricas manifestaciones

surrealistas: por un lado, porque los contenidos revolucionarios se dispersaron al destruirse la

esfera cultural autónoma que los había producido; por otro, porque la transformación del

mundo vivencial requería también de la intervención de los recursos de la esfera de la ciencia

y de la moralidad 40 .

Sin embargo, como señala Perry Anderson, el proyecto de la modernidad, planteado

por Habermas, más que inacabado resultaba inviable. Los “errores” del surrealismo no son el

resultado de un fallido dispositivo estratégico, sino la resolución lógica de un fenómeno

estructurado según dos principios opuestos: la especialización y la popularización.

39
HABERMAS, J. op. cit., p. 26
40
HABERMAS, J. op. cit.

22
Ya Benjamin había cuestionado la eficacia del proceso de politización del surrealismo.

Durante este pasaje los artistas optaron por un mecanismo -la manifestación radical de la

libertad de espíritu- que si bien funcionaba en el campo artístico, en la escena política se

disuelve en la figura del escándalo "contra el cual la burguesía, como se sabe, es tan

insensible como sensible contra toda acción" 41 . La crítica de Benjamin es implacable:

Esto es lo típico de esta inteligencia francesa de izquierdas: su función

positiva proviene por entero de un sentimiento de obligación , no respecto

de la revolución, sino de la cultura heredada. Su ejecutoria colectiva se

acerca, en lo que tiene de positiva, a la de los conservadores. (...) Lo

característico de esta posición burguesa de izquierdas es el maridaje

incurable de moral Idealista con práxis política. 42

Acercar el arte a la vida había sido la paradoja vanguardista, ya que al delimitar los

dos términos de la relación subrayaba la mutua exterioridad de ambos momentos. Por el

contrario, para Benjamin el movimiento es posible si reconocemos la naturaleza material y

social de la experiencia estética, es decir si le volvemos a dar a la categoría de autonomía su

inscripción histórica:

la phisis, que se organiza en la técnica sólo se genera según su realidad

política y objetiva en el ámbito de imágenes del que la iluminación profana

hace nuestra casa. 43

Afirmar, como lo hace Habermas, el fracaso de las vanguardias sólo es posible si

aceptamos que el contenido utópico del proyecto moderno se ha revelado imposible. Pero

41
BENJAMIN, W. (1929) “El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea”, en Imaginación y
Sociedad, Iluminaciones I (Trad. Esp. Jesus Aguirre) Madrid: Ed. Taurus,1975. p 53.
42
BENJAMIN, W. op. cit., p. 55.
43
BENJAMIN, W. op. cit., p. 61.

23
sabemos que todo programa utópico es por definición irrealizable 44 . Su fuerza radica

precisamente en esa imposibilidad a partir de la cual presiona incesantemente sobre la

frontera de lo posible. Es por ello que el arte como la utopía permiten un conocimiento de las

condiciones existentes y a la vez producen un forzamiento de aquello que se presenta como

inalterado. Si juzgamos la eficacia o la realización de un proyecto por sus ideales utópicos,

veremos que la historia no es más que un cúmulo de fracasos o de incompletudes 45 .

Entonces, ¿cuál es el aspecto positivo de las vanguardias? Burguer afirma que con los

movimientos de vanguardia el arte alcanza el estadío de la autocrítica 46 . Las manifestaciones

de las vanguardias, como dijimos, no critican las tendencias artísticas precedentes, sino la

Institución arte en su conjunto. El grito de guerra de las vanguardias: "devolver el arte a la

vida", no se propone atacar la autonomía de la obra -vimos que salvaguardar la autonomía era

imprescindible para resistir el embate de la lógica del mercado-, sino desenmascarar el

momento ideológico implícito en el status del arte burgués. La protesta de la vanguardia

44
RICOEUR, P. (1974) "La imaginación en el discurso y en la acción" en Hermenéutica y Acción. Ed.
Docencia: Buenos Aires. Ricoeur analiza el devenir utópico de toda ficción. Entendemos como ficción la
posibilidad de desplegar, en el proceso mismo de la imaginación, la fuerza heurística capaz de significar desde
"ninguna parte" nuestro mundo real de referencia. Así, la utopía, al menos desde Tomás Moro, es ese "no lugar"
donde el proyecto imaginario, ideal, de una sociedad "tiene lugar". Según Ricoeur la función subversiva de la
utopía radica en exponer "la plusvalía no declarada de la autoridad" y desenmascarar la estrategia de legitimidad
que opera desde la ideología.
45
DERRIDA, J. (1993) Spectres de Marx. L´État de la dette, le travail du deuil et la nouvelle Internationale
París: Ed. Galilée. (Trad. Esp. Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva
internacional Madrid: Ed. Trotta, 1995) Derrida critica el discurso dominante que dictamina el fin de las
sociedades construidas conforme a un modelo marxista y afirma el triunfo natural e irreversible del capitalismo
de mercado y la democracia neoliberal. Sin embargo, ¿no serían suficientes muestras de su fracaso las dos
guerras mundiales, la concentración de la riqueza y su consecuente aumento de la pobreza mundial? La
respuesta de Fukuyama consiste en catalogar todos estos acontecimientos (terror, opresión, exterminio,
genocidio) como fenómenos empíricos que en tanto hechos no podrían constituirse en testimonio para una
crítica de la "orientación ideal de la mayor parte de la humanidad hacia la democracia liberal" (p. 71). No
quedan claro dos cosas: primero en base a qué se afirma el fracaso del comunismo si el testimonio de los hechos
históricos es de naturaleza diferente a los programas ideales y, también como constatar que el devenir "natural"
de la historia sea el capitalismo de mercado y la democracia neoliberal.
46
Burger distingue, tomando como referencia los Grundrisse de Marx, entre la crítica inmanente que se realiza
dentro de un subsistema, cuestiona las determinaciones concretas dentro de una institución social pero no la
existencia misma de esta institución. Por ejemplo, "la crítica que ejerce el cristianismo contra el paganismo o el
protestantismo contra el catolisismo" (en BURGER, P. op. cit., p. 61). Por el contrario, la autocrítica es una
crítica radical a la propia institución y a los supuestos epistemológicos que actualiza.

24
descubre la otra cara de la autonomía: la conexión lógica entre autonomía y carencia de

función social.

Así, plantear la especialización de la esfera del arte como un exceso ideológico

significa quitarle a la contradicción su fuerza dialéctica (tan moderna por otra parte), y no

comprender que el primer momento (la autonomía) es la condición necesaria para su negación

en el segundo momento (la unión del arte y la vida).

La vanguardia se propone entonces, en un gesto tan dialéctico como heroico, encarnar

la verdadera superación (Aufhebung) del arte. Realizan la fundamentación teórica del

pensamiento moderno a la vez que atacan las consecuencias prácticas de aquellas

formulaciones y su cristalización en el esteticismo burgués del arte por el arte.

Es posible afirmar que son al mismo tiempo modernas y antimodernas. Irónicamente

el Kitsch parece llevar a la práctica el proyecto de las vanguardias y con ello logra aniquilar

definitivamente la concepción moderna de la experiencia estética. Reconduciendo el arte a la

vida no hace más que inscribir el arte dentro de la lógica del máximo beneficio que regula la

totalidad de la vida. Quizás este sea un argumento para pensar que la distinción posmoderna

basada en la masificación de la cultura en el capitalismo tardío se inicia como puesta en

práctica del principio moderno de las vanguardias.

25
2. MODERNIDAD ENTRE VANGUARDIA Y KITSCH

Tanto la vanguardia como la cultura de masas (en su forma Kitsch) desde diferentes

aspectos, pueden incluirse dentro de las nuevas formas que produjeron un enorme impacto en

el proceso de disolución de las modalidades tradicionales de cultura. Sin embargo, partir de

esta afirmación no es suficiente, requiere un análisis más específico que colabore a dilucidar

los modos particulares y las dinámicas complejas entre cultura de masas y arte de vanguardia

en el interior de la sociedad moderna.

Por ello, cuando Calimescu 47 (1991) afirma enfáticamente que el Kitsch representaría

el modo auténtico del ser del arte en la sociedad contemporánea, se enfrenta a un doble

problema: primero, el de definir la noción de autenticidad, y luego la no menos ardua tarea de

delimitar cuáles son los rasgos relevantes para relacionar sociedad contemporánea -

suponiendo que sea factible su definición- y modo auténtico del ser del arte -con la

resonancia ontológica que conlleva-, explicitando en qué consiste tal relación. Por otro lado,

la cópula entre Kitsch y sociedad contemporánea implica excluir a las vanguardias como

movimiento artístico típico de la sociedad moderna, identificando plenamente esta última con

el Kitsch y sus calificativos de banalidad, repetición, y vulgaridad. O quizás, -y esta es una

línea que resulta interesante indagar- el Kitsch es el opuesto dialéctico de la vanguardia en su

cruzada contra la tradición del arte aristocrático.

Donde existe una vanguardia, generalmente, también encontramos una

retaguardia. Cosa cierta -con la entrada de la vanguardia- apareció un

segundo fenómeno cultural nuevo en el Occidente industrial: aquella cosa a

la que los alemanes dieron el maravilloso nombre de Kitsch (...) Kitsch es

47
CALIMESCU, M. (1991) Cinco caras de la modernidad, Madrid: Tecnos.

26
experiencia substitutiva y falsa sensación. Lo Kitsch cambia según el estilo,

pero siempre permanece igual. Lo Kitsch no pretende requerir nada de sus

clientes excepto su dinero -ni siquiera su tiempo-. 48

O en palabras de Moles:

El Kitsch se vincula con el arte de una manera indisoluble, del mismo modo

que lo inauténtico se vincula con lo auténtico. «Hay una gota de Kitsch en

todo arte» dice Brosch, puesto que en todo arte hay un mínimo de

convencionalismo, de aceptación de la necesidad de producir placer en el

público, y ningún gran artista está exento de este rasgo. 49

Y también:

En una sociedad burguesa y, en general en una meritocracia, el paso a través

del Kitsch es el paso normal para llegar a lo genuino... Lo Kitsch es

agradable para los miembros de la sociedad de masas y, a través del placer

les permite obtener un nivel de exigencias más elevadas y pasar de la

sentimentalidad a la sensación. La relación entre el arte y el Kitsch es, por

tanto, particularmente ambigua.... el Kitsch es esencialmente un sistema

estético de comunicación de masas. 50

La cultura estratificada.

Es evidente entonces que la identificación del Kitsch con la cultura de masas derivó en

la necesidad de plantear la relación entre cultura "superior" y cultura de masas como una

dialéctica entre vanguardia y Kitsch. En este sentido Eco refuerza la idea de que para la vida

48
GREENBERG, Clement. (1936) Avant -Garde and Kitsch.(s.d)

27
artística es necesario la existencia de objetos que provoquen una experiencia estética

compleja y activa y otros que promuevan una fruición perezosa y de fácil consumo. Eco

sugiere -teniendo en cuenta que la búsqueda del efecto no fue considerado en otras épocas

rasgo excluyente de la esfera del arte- que el Kitsch adquiere valor en relación a la definición

del arte en la sociedad actual, para la cual el "verdadero arte" es considerado "no como una

técnica inherente a una serie de operaciones diversas, sino como forma de conocimiento,

operada mediante una formatividad en sí misma, que permita una contemplación

desinteresada" 51 .

Para las vanguardias esta formatividad es caracterizada según Lunn: (a) por su acento

en la innovación como rechazo de un mundo tradicional; (b) por una marcada autoconciencia

de la forma que facilita la variabilidad en el manejo de los elementos y (c) por el doble

proceso de autoconstrucción del sujeto y construcción del referente.

Se observa así, por un lado, un arte de vanguardia que lleva a cabo un trabajo de

experimentación formal consciente en busca de resultados innovadores y que, por lo tanto,

más allá de sus intenciones, no puede aspirar a una comprensión inmediata por parte del gran

público -el cual generalmente se rige por criterios estandarizados de gusto-; y por otro, un

sistema de mediaciones que por su estrategia representativa se encuentra integrado ya en la

sensibilidad común. "Con fórmula feliz, Clement Greenberg ha afirmado que, mientras la

vanguardia imita el acto de imitar, el Kitsch imita el efecto de la imitación" 52 .

Esta caracterización de las modalidades de recepción de los dos tipos de estrategias

representativas supone la equivalencia entre criterios de gusto y pertenencia social. Sin

49
MOLES, A. (1971) El Kitsch. El arte de la felicidad, Buenos Aires: Paidós. p. 10
50
MOLES, A. op. cit., p. 54.
51
ECO, U. (1965) Apocalípticos e Integrados Barcelona : Editorial Lumen, p. 88. Aquí todavía Eco está
fuertemente influido por la teoría de Pareyson quien define la experiencia estética como pura formatitvidad. Cfr.
con ECO, U. (1968) La definición del arte, Barcelona: Planeta, 1985.
52
ECO, U. Apocalípticos e Integrados. op. cit., p. 90.

28
embargo los niveles culturales 53 no son conjuntos cerrados, sino que por el contrario en su

imagen polarizada, se definen uno en relación con el otro generando una dialéctica de

influencias reciprocas que articulan relaciones culturales de diversa naturaleza. Es por ello

que frecuentemente la midcult incorpora ciertos estilemas elaborados por las vanguardias y

que, a partir de la década del 50, las vanguardias comienzan a experimentar con elementos

provenientes de la cultura popular.

Pero también suponer que toda estrategia estética pierde su eficacia al formar parte de

los productos de difusión masiva y que, a la inversa, los elementos distintivos de la cultura de

masas, una vez elevados a la categoría de arte de vanguardia, adquieren dignidad estética,

sería otorgarle a estos dos sistemas cierta jerarquía axiológica a priori que develaría una

concepción aristocrática del gusto.

El hombre de una civilización de masas, empero, no es ya este hombre

[scill. el gentilhombre del renacimiento]. Mejor o peor, es otro, y otras

deberán ser sus vías de formación y de salvación (...) El problema sería

distinto si los críticos de la cultura de masas creyesen que el problema de

nuestra civilización consiste en elevar a todo miembro de la comunidad a la

fruición de experiencias de orden superior, proporcionando a todos la

posibilidad de acceder a ellas. 54

Cuestionar los presupuestos axiológicos que subyacen en los planteos anteriores no

significa, como parece hacer Eco en este caso, olvidar la relación indisoluble, aunque

compleja, que existe entre formas culturales y dispositivos sociales, especialmente entre el

53
Recordemos la distinción, ya canónica, realizada por MCDONALD -en Against the American Grain, N.Y:
Randon House, 1962.-de los tres niveles intelectuales: high, middle y low brow, distinción que nos lleva a la de
high brow y low brow propuesta por Van Wyck Brooks en America´s Comming of Age. Eco, por su parte,
realiza una crítica de estos tres niveles y de los presupuestos ideológicos que la articulan en Apocalípticos e
Integrados, especialmente en el capitulo titulado "Alto, Medio, Bajo".

29
carácter eminentemente clasista del capitalismo industrial y su ingerencia en la constitución

de un modelo de comunicación que tiende a la homogeneización del gusto en beneficio del

consumo masivo. Si este modelo desborda su función primigenia y conservadora y produce

nuevas significaciones susceptibles de articularse en una crítica política es un problema que

sólo puede analizarse partiendo de una primera caracterización del modelo que contemple

esta circunstancia.

Burguesía, consumo y Kitsch.

Según Lowenthal -que se inscribe dentro de la tradición marxista de la Escuela de

Frankfurt-, si bien la teoría del arte como reflejo de la realidad es inoperante para dar cuenta

del funcionamiento de las obras de arte, sí podría aplicarse a la cultura de masas ya que como

reflejo encarna la teoría clásica marxista del funcionamiento de la ideología:

Aunque rechazo totalmente una explicación sociológica de la literatura que

mira las obras de arte como meros reflejos de la sociedad, la teoría del

reflejo es exactamente el concepto legítimo para aplicar a la cultura de

masas. En términos marxistas clásicos, cultura de masas es desde luego

ideología 55 .

También Calimescu define el mal gusto como "una ilusión de gusto ideológicamente

manipulado".

54
ECO, U. Apocalípticos e Integrados. op. cit., p. 55.
55
LOWENTHAL. (1961) Literature, Popular Culture, and Society, (s.d)

30
Y esto es así, porque para Lowenthal el fenómeno de la cultura de masas no radica en

los contenidos, sino en el grado de generalidad de esos contenidos en relación con las

actitudes de un público que consume masivamente esa mercancía 56 .

Este tipo de reflexión, algo reduccionista, restaura la dicotomía entre, por un lado, la

concepción de un arte autónomo regido por principios generativos inmanentes al campo

estético -en definitiva irreductibles- y, por otro, aquellos productos de la cultura de masas que

encarnan, a modo de falsa conciencia, criterios de validez legitimados por causas y valores

extrínsecos.

En la misma línea Moles distingue dos grandes períodos del Kitsch: el primero se

vincula con la emergencia de la sociedad burguesa y la afirmación de ciertos valores propios

en relación a los cuales se llevaría a cabo la toma de conciencia de la burguesía. El segundo,

se circunscribe ambiguamente al apogeo del producto industrial que destruye la producción

manufacturada, y que Moles denomina neokitsch.

Como vemos, más allá de los diferentes puntos de vista, los autores coinciden en que

la noción de Kitsch es inseparable, al menos en sus comienzos, del problema del consumo en

la sociedad de masas y, específicamente, de la ostentación del consumo que la burguesía

media utiliza en su búsqueda de status.

56
La identificación entre cultura de masas e ideología en base a la generalidad de los contenidos pude
relacionarse con la delimitación de las distintas etapas de la ideología analizadas por Graciela Fernández a partir
de las tesis de Ricoeur. La autora describe cuatro etapas: la primera corresponde al aspecto positivo de la
ideología ya que satisface la necesidad de un grupo social de darse una imagen de si mismo, el segundo rasgo
corresponde al aspecto movilizador que posee toda ideología, el tercero, que nos interesa destacar por su
relación con la posición de Lowenthal respecto de la cultura de masas, constituye el momento esquemático de la
ideología, “la transformación, [operada en las dos primeras etapas] «no se preserva sino a condición de que las
ideas que lleva consigo se conviertan en opiniones y que el pensamiento pierda rigor para aumentar su eficiencia
social» esto que en principio puede parecer un aspecto puramente negativo es «el precio que hay que pagar para
que las ideas sean eficaces socialmente». De esta misma razón se deduce el cuarto rasgo, que consiste en hacer
de la ideología el espacio desde el cual los hombres habitan y piensan y no algo pensado por ellos.”
FERNÁNDEZ, G. “La intertextualidad en el discurso del poder”, en La palabra y el hombre, revista de la
Universidad Veracruzana. Abril-junio de 1984. pp. 8,9. Ver también, RICOEUR, P. “La imaginación en el
discurso y en la acción” en Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción.
Buenos Aires: Ed. Docencia.

31
Lo Kitsch no necesariamente debe relacionarse con lo barato, aunque contenga tanto lo

vulgar y mediocre como la apariencia de suntuosidad: el Kitsch también sugiere a la vez

riqueza y superficialidad. Calimescu afirma siguiendo ahora el análisis de McDonald:

Lo Kitsch barato o caro, es sociológica y psicológicamente la expresión de

un estilo de vida, es decir, el estilo de vida de la burguesía o de la clase

media. Este estilo puede llamar la atención tanto a miembros de las clases

altas y bajas y, de hecho, convertirse en el estilo de vida ideal de toda una

sociedad -tanto más cuanto más opulenta se vaya haciendo la sociedad y

más gente disponga de más tiempo libre-. En la medida en que el hombre

elige el ambiente que concuerda con sus gustos, puede establecer diversos

tipos de relaciones con los objetos que conforman la decoración de su vida

familiar. 57

Estas cuestiones se remontan al siglo pasado. En el libro de Veblen, Teoría de la clase

ociosa, 58 se detalla una descripción etnológica de los comportamientos y cualidades de la

nueva clase. Para Veblen esta clase es más ociosa que burguesa, es decir, no se define por su

lugar activo en las relaciones de producción sino por su relación negativa con el trabajo.

Es curioso ver que en esta suerte de genealogía histórica de la clase ociosa -¡desde las

tribus bárbaras hasta la sociedad actual!- la división por sexos parece ser una variable

dominante en la determinación de estructuras sociales, distinción que adquiere un claro

carácter valorativo como soporte de la asignación económica de roles en las sociedades

complejas.

Veblen señala que esta división del trabajo coincide con lo que más adelante sería la

distinción entre clase trabajadora y clase ociosa, al punto de que "virtualmente todas las tareas

57
CALIMESCU, M. op. cit., p. 238.

32
industriales son una excrecencia de lo que en la comunidad bárbara primitiva se clasifica

como trabajo de las mujeres". 59

En un trabajo publicado en Prismas, La crítica de la cultura y la sociedad, 60 Adorno

crítica a Veblen:

La necesidad histórica del Kitsch ha sido mal interpretada por Veblen. Para

él, el falso castillo no es sino una reversión. No sabe nada de su intrínseca

modernidad y visualiza las imágenes ilusorias de la unicidad en la era de la

producción en masas como meros vestigios en lugar de como "respuestas" a

la mecanización capitalista que traiciona algo de la esencia de ésta. El

ámbito de los objetos que funcionan en el consumo conspicuo de Veblen es

realmente un ámbito de imaginería artificial. Está creado por la pulsión

desesperada de escapar de la abstracta mismidad de las cosas por una

especie de autoconstruida y fútil promesse du bonheur.

Por su parte Giddens, en su intento por sistematizar la naturaleza del nuevo orden

moderno elabora la noción de "desanclaje" como la operación de "despegar las relaciones

sociales de sus contextos locales de interacción y reestructurarlas en indefinidos intervalos

espacio-temporales". 61 El desanclaje explica la dimensión que adquiere el dinero en las

relaciones sociales y en la constitución de los objetos culturales como "meras mercancías". Es

Simmel el teórico que más profundamente conceptualizó el papel del dinero en la

modernidad 62 .

58
VEBLEN, TH. (1899) Teoría de la clase ociosa, Buenos Aires: Hyspamérica.
59
VEBLEN, TH. op. cit., p. 17
60
ADORNO, TH. (1962) Prismas, La crítica de la cultura y la sociedad, Barcelona: Ariel.
61
GIDDENS, A. (1990) Consecuencias de la modernidad Madrid : Alianza Editorial. pp. 32. Sería interesante
desarrollar la posible homología entre la noción de desanclaje elaborada por Giddens y el principio de
inadecuación estética trabajada por Moles, en tanto también incluye un proceso de desapego entre el aspecto
funcional del objeto y sus cualidades formales.
62
SIMMEL, G. (1900) Filosofía del dinero. Madrid: Instituto de Estudios Políticos.

33
Para Simmel el rasgo determinante de las sociedades modernas es la existencia del

dinero, y su consecuencia fundamental: una nueva naturaleza de las relaciones humanas

regida por altos niveles de abstracción. Esto se basa en la peculiaridad del dinero de

convertirse en medio para todo y, a la vez, en el fin privilegiado, delegando a carácter de

medios aquellos aspectos que en otras sociedades tenían calidad de fines.

Desde esta perspectiva el dinero se convierte en el símbolo del intercambio que rige

las relaciones humanas en las sociedades capitalistas. Pero a diferencia de la idea común de

que el dinero es la causa de la disolución de los valores morales que hacen posible la vida en

común, Simmel afirma que la aparición del dinero constituye el requisito para la realización

efectiva de la igualdad social ya que en las economías monetarias la desigualdad se basa en la

posesión del dinero, más que en una noción esencialista de diferencias intrínsecas entre las

personas. Sin embargo, la paradoja reside en que la misma condición que favorece la

emergencia de la igualdad, proporciona los medios para el fortalecimiento de las

desigualdades. Si por un lado el dinero tiene un poder de homogeneización que Simmel llama

"el carácter comunista del dinero", por otro, genera la desigualdad y la diferencia. Es decir, al

mismo tiempo que el sentido universal del dinero borra toda diferencia esencial entre las

personas, asegura la desigualdad por medio de la acumulación cuantitativa promoviendo el

individualismo y el egoísmo. Así, los fundamentos ideológicos de la modernidad a la vez que

afirman la igualdad como premisa para la constitución de la sociedad aseguran, al mismo

tiempo, las desigualdades individuales 63

En este marco, la economía monetaria será la matriz que determinará la forma

específica en que se articulan los productos de la cultura. Simmel describe -recordando el

concepto de alienación en Marx- cómo en el capitalismo el sujeto no puede ver realizado su

34
Yo al no realizar por medio de su trabajo la unidad del objeto. Este desencuentro creciente

entre el trabajador y su producto determinará el carácter fragmentario del Yo a la vez que -

como efecto de esta contraposición- dotará a los objetos de una lógica propia desviada de la

funcionalidad dada por el hombre (que, como se verá mas adelante, remite al principio de

inadecuación del Kitsch). Es entonces el producto el que se carga de una espiritualidad

abstracta en tanto su totalidad esta dada como trabajo humano y no como objetivación de las

fuerzas del Yo (fetichización del objeto estético).

Así, de la división del trabajo resulta no solamente la autonomización de los productos

sino, también, la ampliación del consumo característico de las sociedades capitalistas, ya que

cuanto más objetivo e impersonal es un producto, resulta tanto más apropiado para un número

mayor de personas. Y por otro lado, una vez ubicado en la esfera del consumo, el trabajador

debe adquirir sus productos (ahora convertidos en mercancías) comprándolos.

Ahora bien, esta objetivación característica de la vida moderna no puede, según

Simmel, explicarse solamente en términos estructurales, también se expresa en todos los

aspectos de la vida cotidiana. Es por ello que si percibimos los objetos de la vida moderna

como "fuerzas del enemigo", es en definitiva porque sólo es un objeto aquello que se resiste a

ser asimilado a nuestro Yo y, por lo tanto, la exterioridad con que percibimos los objetos de la

vida moderna no es solamente la consecuencia, sino la causa de que los productos aparezcan

objetivados.

Por otro lado, al referirse a la circulación de estos productos en el interior de la vida

cultural, el autor desecha la concepción piramidal de las relaciones sociales como modelo. En

cambio, propone la idea de un carácter circular del consumo de los productos entre las clases,

ya que la burguesía al formar parte del proceso de producción, orienta sus esfuerzos hacia los

63
En el capítulo siguiente retomaremos el análisis del dinero para pensar, a partir de Deleuze, esta nueva
tecnología en tanto fundamento epistémico de la experiencia del tiempo a partir de la segunda posguerra y su

35
consumidores proletarios, lo cual permite trascender las diferencias sociales -o de cualquier

otro tipo- entre productores y consumidores.

Para Simmel:

Si la gran industria se aproxima tan notoriamente al pensamiento socialista,

esto no se debe tan sólo a las relaciones entre sus obreros, sino, también, a

las condiciones objetivas de sus productos: el hombre contemporáneo está

tan rodeado de cosas impersonales que, cada ves, la ha de ser más próxima

una concepción del orden vital antiindividualista, así como la idea de la

oposición a éste. 64

Esta caracterización de la relación entre la sociedad (monetarizada) y sus productos

(mercancías) permite pensar la cultura como espíritu objetivado en tanto supone la existencia

de un vasto e inabarcable capital cultural que se realizaría parcialmente en cada individuo sin

que la suma de todos pueda dar cuenta de su totalidad. La particular apropiación de estos

contenidos objetivados por los sujetos (cultura subjetiva) implica la inscripción de los mismos

dentro de ciertas categorías de comprensión que se definen históricamente.

El análisis particular que hace Simmel de la sociedad moderna se sustenta en este

fundamento teórico, en la medida en que el estilo de vida de cualquier sociedad puede

deducirse de las relaciones entre la cultura objetiva y subjetiva. "Esta objetivación es la más

rica en consecuencias de todas las categorías históricas de la humanidad, puesto que convierte

en hecho histórico lo que biológicamente resulta dudoso: la heredabilidad de los caracteres

adquiridos" 65 .

importancia en el cine moderno.


64
SIMMEL, G. op. cit., p. 579.
65
SIMMEL, G. op. cit., p. 569.

36
En un primer momento, Simmel afirma que de todos los productos de la cultura, el

arte parecería estar excluido de este rasgo configurador de la modernidad, ya que la obra de

arte realizaría como totalidad la personalidad del creador. Sin embargo, el autor advierte que

este acercamiento al problema reduciría al objeto artístico a ser referido sólo a un individuo y

no daría cuenta de la autonomía que el arte tiene respecto a su creador. El problema se

resuelve si se piensa que lo manifestado no es ya una personalidad sino la expresión "pura del

sujeto". Entonces, el arte derivaría, al igual que la mercancía, en objeto fetiche, cuya

espiritualidad se funda en ser expresión abstracta del sujeto.

Casi un siglo antes, Tocqueville (1830) opinaba contrariamente que las nuevas formas

de socialización no contenían ningún aspecto positivo ya que promueven la degradación de

los estándares artísticos y la proliferación de un gusto basado en valores exhibicionistas y en

la búsqueda del status.

En la confusión de todas las categorías todo el mundo espera parecer lo que

no es, y hace grandes esfuerzos para lograr este objetivo (...) Cualquier edad

imita la virtud; pero la hipocresía de la lujuria pertenece más

particularmente a la era de la democracia (...) Las producciones de los

artistas son más numerosas, pero el mérito de cada producción disminuye.

Incapaces ya de aspirar a lo que es grande, los artistas cultivan lo que es

bonito y elegante; y se atiende más a la apariencia que a la realidad. 66

Calimescu critica la debilidad de un argumento que opone a una pretendida

funcionalidad estética pura, una estética como valor social y objeto de ostentación económica.

El contenido enfático de Tocqueville resulta ilustrativo por su reacción melancólica ante la

pérdida de los valores pre-modernos: hoy se sabe que ni el Arte es el depositario de una

66
TOCQUEVILLE, A. (1961) Democracy in América,(trad. Henry Reeve) New York: Schocken Books.

37
experiencia estética trascendente en relación a las dinámicas sociales, ni el Kitsch es

solamente un producto cuyo valor se adquiere en el intercambio y que, por lo tanto, estaría

dotado de una funcionalidad de orden no-estético.

Retomando los modos de apropiación de los objetos en tanto criterio de clasificación,

tal como se analizó en Simmel, Moles distingue seis tipos de comportamientos sociales:

ascético, hedonista, agresivo, surrealista, funcionalista y Kitsch :

1. Ascético: esta relación se funda en la enemistad entre el hombre y el ambiente.

Para el asceta las cosas son consideradas enemigas, su actitud será distanciarse por medio

de una ética del rigor y de reducción sistemática.

2. Hedonista: en el lado opuesto esta relación supone la sensualidad de los objetos.

Las cosas están hechas para el hombre, dice el hedonista, y su placer está en apropiarse del

objeto pero eso sí, sin demasiado esfuerzo.

3. Agresivo: este tipo se ubica en el medio de los dos anteriores. Para el agresivo

destruir las cosas es una manera de poseerlas. "Destruir es tan seductor como construir, a

menudo más rápido y más directo".

4. Surrealista: esta definición es la más débil ya que al estar determinada por una

actitud propia de la vanguardia artística no es tan abarcativa como las anteriores.

Previsiblemente en modo surrealista supone una distancia, un modo de percepción estética

del objeto que acentúa la sensación de extrañeza.

5. Funcionalista o cibernético: este es el único tipo de relación que el Kitsch

excluye. En tanto es la afirmación de una racionalidad de las cosas y de los objetos se rige

por reglas de funcionalidad y de optimización de la acción.

6. Kitsch: la particularidad de este modo es que se construye no como una relación

original con los objetos, sino como una combinación de las actitudes anteriores. Es la

38
culminación de un proceso de originalidad/mediocridad, pues si hay una regla de

combinación esta es la de el consenso, la garantía del gesto estandarizado.

Entonces, si todas las categorías descriptas por Moles pueden ser reelaboradas y

absorbidas por el Kitsch como la forma más heteróclita de hedonismo, bastaría para

comprender la naturaleza del Kitsch analizar las características básicas del hedonismo de la

clase media. Es aquí dónde se desarrollan una serie de reflexiones en torno al problema del

tiempo libre como variable privilegiada para explicar el carácter escapista y compensatorio

del disfrute de una clase media activa regida por el principio de la mediocridad.

El hedonismo de la clase media es en principio abierto, sin prejuicios,

ansioso de nuevas experiencias, esta apertura, sin el estorbo del sentido

crítico, explica la tolerancia y a veces el carácter heteróclito del mundo del

Kitsch. La superficialidad de este hedonismo sólo puede compararse con su

deseo de universalidad y totalidad, y con su infinita capacidad para adquirir

bella basura 67 .

Así, el tema del consumo como un fin en sí mismo, se convierte en la principal

estrategia del Kitsch cuyo poder homogeneizador radica -en cuanto al arte- en producir

objetos para el consumo inmediato, disolviendo las jerarquías entre formas de consumo

artístico y consumo utilitario de necesidades básicas, indeterminación ésta que favorece al

segundo tipo, como tipo ideal estandarizado.

Los autores parecen coincidir en que el Kitsch es el resultado del afianzamiento de la

clase media y de su particular expresión del gusto ligado a cierta forma de utilización

hedonista del tiempo libre. Así, el Kitsch es la expresión de la insignificancia del tiempo libre

67
CALIMESCU, M. op. cit., p. 239.

39
y del tiempo socialmente útil, es decir, un modo divertido y afirmativo de materializar la

banalidad y el vacío de sentido, transformando el aburrimiento en placer frívolo.

Esto lleva al problema de la función estética, es decir, al reconocimiento de que existe

una infinidad de objetos en la vida cotidiana que utilizan estrategias artísticas pero que, sin

embargo, no son considerados obras de arte, ya que su finalidad es heteronómica. Según Eco,

un objeto es artístico cuando no tiene más finalidad que la de formar por formar y por lo tanto

su utilidad es sólo la de satisfacción estética 68 .

Sin embargo, no todos los objetos que dirigen su artisticidad hacia fines

heteronómicos son considerados Kitsch, sino sólo aquellos que se presentan como obras de

arte al utilizar elementos que son reconocidos por la tradición como característicos del

sistema del arte culto.

En este sentido, Eco se inclina por el eje de la recepción para definir la estética Kitsch

al argumentar que la fabricación del efecto tiende a insinuar en el espectador la sensación de

estar gozando de una experiencia estética privilegiada. Es la noción del Kitsch como la forma

por excelencia de la mentira estética.

En consonancia con estas reflexiones Dorfles 69 considera las imitaciones de obras de

arte como falsificaciones y, por lo tanto, susceptibles de pensarse como un tipo de Kitsch. Sin

embargo, Calimescu explica que este tipo de falsificaciones intenta borrar todo indicio que

permita distinguir la copia del original:

Mientras que la falsificación ilegal explota el gusto elitista por las rarezas,

un objeto Kitsch insiste en su accesibilidad antielitista. El carácter engañoso

del Kitsch no reside en lo que tenga en común con la falsificación real, sino

en su pretensión de proporcionar al consumidor esencialmente los mismos

68
Cfr. con ECO, U. (1968) La definición del arte. Barcelona: Planeta.

40
tipos y cualidades de belleza incorporados en originales únicos o raros e

inaccesibles. El Kitsch pretende que cada una de sus potencialmente

innumerables imitaciones, e imitaciones de imitaciones, contiene algo de

valor estético. 70

Es posible afirmar entonces, que lo distintivo de los objetos Kitsch es su capacidad

para producir una parodia de la experiencia estética por medio de una belleza irónica, que

supone el reconocimiento de las estrategias formales que se parodian.

Kitsch y Romanticismo

Aunque, como vimos, el Kitsch se caracteriza por su ambigüedad formal y se lo podría

vincular al arte manierista o barroco la mayoría de los autores lo refieren históricamente al

surgimiento del Romanticismo. Según Calimescu, esto se debe a que la llamada "revolución

romántica", en el contexto de la querella entre antiguos y modernos, trajo consigo una

completa relativización de las reglas del gusto y promovió también el efectismo

sentimentalista como respuesta catártica del espectador, alentando así la función escapista de

la experiencia estética.

Siguiendo las preocupaciones de Tocqueville, desde una perspectiva sociológica,

Calimescu señala que el romanticismo puede considerarse el primer movimiento artístico y

popular: "el principal producto cultural de la democracia moderna". Así, el Kitsch se

emparenta con el romanticismo: ambos exacerban su condición espectacular promoviendo el

entretenimiento de fácil acceso, que satisface la necesidad del espectador de evadirse del

aburrimiento cotidiano, a la vez que garantiza, en tanto mercancía de consumo masivo, la

recompensa inmediata del realizador. Este punto de vista que encuentra similitudes entre estos

69
DORFLES, G. Nuevos ritos, nuevos mitos. Barcelona: Lumen.

41
movimientos, se funda en la dinámica de la distribución y no tiene en cuenta las cualidades

del objeto estético, pues éste, en cuanto ingresa en el circuito de distribución, se convierte en

mercancía.

Desde otra perspectiva, que centra su estudio en premisas estéticas de corte formalista,

la relación entre Romanticismo y Kitsch, podría explicarse tomando como eje el nuevo

concepto de ideal estético que puso en crisis la noción de belleza trascendente (modelo

absoluto y criterio de valor), dando paso a la utilización de un sistema de valores inmanente

inferido del análisis particular de las obras de arte. Según Borch 71 el romanticismo no intenta

materializar en el arte la idea de belleza, sino que extrae la idea de la existencia tangible de

las obras de arte, algo así como una suerte de empirismo estético: en vez de hallar lo universal

en lo singular, el romanticismo infiere lo universal de lo singular, anticipando así el

mecanismo del Kitsch por medio del cual "lo mundano se eleva al rango de eterno"

Coda

Como hemos visto, la perspectiva genealógica recorre gran parte de los estudios sobre

el Kitsch. No hay análisis que se sustraiga al intento de circunscribir el sentido del término

delimitando su significado etimológico. Intención no desacertada si se tiene en cuenta que la

palabra Kitsch, esa especie de chasquido onomatopéyico, parece capturar en el nivel fónico -

en la sonoridad áspera de las consonantes y la agudeza irritante de la i, 72 - la naturaleza

disonante y disyuntiva de los fenómenos que nombra; y en la precisión de un significante

intraducible algo de la complejidad semántica que se resiste a las definiciones 73 . Otros

70
CALIMESCU, M. op. cit., p. 246.
71
BORCH, H. (1970) Kitsch, vanguardia y arte por el arte, Barcelona: Tusquest.
72
Recordemos que la onomatopeya es un aspecto icónico del lenguaje verbal
73
El estudio más preciso lo encontramos en Moles, quién investiga la aparición del término en su acepción
moderna en Munich hacia 1860. Según las derivaciones etimológicas kitschen es frangollar, y en particular hacer
muebles nuevos con viejos, verkitschen es hacer pasar gato por liebre. MOLES, A. op. cit., p. 10.

42
autores menos estructuralistas, han focalizado sus esfuerzos en fijar los orígenes históricos y

sistematizar las relaciones entre Kitsch y modernidad.

En ambos casos -en la intención hermenéutica, de reminiscencia platónica, o en la

vertiente sociológica que ve el fenómeno Kitsch como la figura paradigmática de nuevas

formas de socialización en la naciente sociedad industrial- lo que se escapa es la posibilidad

de ensayar una definición operativa y afirmativa que permita sistematizar criterios de análisis

para la elaboración de una "redentora" "teoría del Kitsch".

Si entonces, esquivando la dicotomía anterior, es posible centrarse en las estrategias

textuales y referirse al Kitsch como arte de la falsedad y la mentira, surge la cuestión de

analizar el fenómeno en base a criterios de verificación que revelarían el uso extensivo de los

procedimientos de la mentira a toda producción simbólica 74 y lo mismo sucede con las

nociones de imitación y artificio que son constitutivas de toda estrategia representativa.

Si se considera por último un análisis formalista y se piensa el Kitsch como la

materialización del mal gusto: en este caso deberíamos transitar todas las reflexiones estéticas

en lo referente a las categorías del gusto y sus vinculaciones con nociones trascendentes de

belleza elaboradas por las estéticas de corte metafísico.

Surge también otra cuestión: ¿es suficiente una indagación de las cualidades formales

o resulta necesario incorporar criterios de recepción y distribución?

Este capítulo intentó transitar los diferentes acercamientos a este fenómeno ambiguo

con el objetivo de mostrar que la mayoría de los análisis consultados circulan por el territorio

que delimitan estos modelos, y presentan el problema de considerar variables de tan diversos

niveles que dependiendo del punto de vista que se adopte cualquier cosa puede llegar a ser

Kitsch.

74
Cfr. con ECO, U. (1968) La definición del arte, Barcelona: Planeta.

43
¿Es posible en definitiva, hablar seriamente sobre el Kitsch? ¿Y entonces, qué es

hablar seriamente? Si es posible afirmar una estrategia propia del Kitsch ésta será la que

fuerza a cuestionar la regularidad y la estabilidad de todo aquello que adquiría el estatuto de

naturalmente bello, naturalmente bueno, naturalmente serio.

Se ha preferido entonces, eludiendo el gesto pretencioso de dar respuesta a estas

preguntas y hacer una exploración de las diferentes perspectivas de análisis que se articularon

en los debates sobre las relaciones del Kitsch con la modernidad y la vanguardia artística.

A partir de los textos consultados podemos sistematizar los diferentes acercamientos al

tema desde tres ángulos:

1.- Eje del productor: comprende cierta categoría de "artistas" que se dirigen a un

espectador modelo medio figurando estrategias estéticas convencionalizadas para expresar

contenidos estereotipados (principio de mediocridad).

2.- Eje del producto y del medio: comprende ciertos rasgos pertinentes que aparecen

en los productos de difusión masiva, no como consecuencia de la voluntad del autor sino a

causa de cierta intencionalidad del medio que determina -atendiendo a las particularidades del

lenguaje tecnológico- cualidades estéticas 75 .

3.- Eje de la recepción: supone un espectador deseoso de consumir pseudoarte y

"belleza instantánea", por lo cual convierte en Kitsch incluso objetos considerados "autenticas

obras de arte" en base a las condiciones de fruición de la obra.

Los tres ejes se encadenan en la experiencia: el artista (eje del productor) aplica como

estrategia estética el principio de mediocridad con la intención de agradar a una vasta franja

del público. Este principio debe comprender la diversidad y variabilidad de los gustos de un

75
Muchos autores han resaltado la influencia sustancial de los medios de difusión masiva (radio, televisión,
reproducciones a gran escala, discos, revistas baratas y libros vendidos en supermercados) en el proceso de
homogeneización de la cultura pero nuevamente esta proceso se focaliza en un tipo de recepción. Quizás hoy,

44
sector cada vez más amplio, lo cual justifica el carácter heteróclito del estilo Kitsch (eje del

producto). Pero, a la vez y paradójicamente, esta operación promueve parámetros

estandarizados que tienden a la homogeneización de ciertos criterios del gusto naturalizados

en la recepción. La paradoja se resuelve si se piensa que la homogeneización no se da en las

características estilísticas o formales del Kitsch -que tienden a ser sumamente diversas- sino

en estrategias de recepción por medio de las cuales el espectador, no importa el tipo del

producto estético, busca el disfrute en la satisfacción de sus expectativas (eje de la recepción).

En base a este encadenamiento las condiciones de producción y de recepción del

objeto en tanto determinantes de las cualidades formales del producto Kitsch pueden pensarse

como constitutivas para su análisis. Entonces, el objeto Kitsch es un tipo de producto estético

que ⎯dado su particular inserción en un proceso de producción y consumo característico de

la moderna sociedad de masas- se convierte en mercancía y, en tanto tal, rechaza todo intento

de juzgarlo con categorías provenientes del arte tradicional. Quizá, la autenticidad del Kitsch

reside en explicitar su naturaleza reproductiva: el objeto Kitsch no se disfraza de unicidad

sino que, por el contrario, hace de la falsificación una cualidad estética.

con el auge de la televisión por cable y la aparición de Internet, se esté tendiendo por el contrario a una
diversidad de ofertas requeridas por públicos cada vez más especializados y sectorizados.

45
3. EL CINE Y LA INDUSTRIA DE LA CULTURA

No salimos nunca de la situación de confusión conceptual:


en nuestros días ha nacido algo nuevo, pero en vez de
tomarlo tal como es, queremos encasillarlo por todos los
medios posibles en unas categorías viejas e
inconvenientes, despojándolo de su verdadero sentido.
Hoy se interpreta el cine o bien como instrumento de una
enseñanza instructiva, o bien como una competencia
nueva y barata del teatro; por un lado un sentido
pedagógico y por otro un sentido económico. Pero solo
una minoría piensa que una nueva belleza es ante todo
belleza y corresponde a la Estética determinarla y
valorarla. (Gyorgy Lukacs: 1913) 76

Cierta inquietud ontológica parece asediar al cine desde sus comienzos. La pregunta

¿qué es el cine? no ha cesado de plantearse a lo largo de su historia. Pero este interrogante,

más que reclamar una respuesta, permite develar la incertidumbre del mundo moderno ante un

fenómeno cuya originalidad produjo una fractura radical en la historia del arte.

Sin embargo, al principio, la novedad del cine pasó desapercibida debido a las

vertiginosas transformaciones que se sucedieron en las primeras décadas del siglo XX 77 . En

76
LUKÁCS, G. (1913) “Reflexiones sobre una estética del cine” Archivos de la Filmoteca N° 37 Febrero 2001,
Valencia. (Publicado originalmente en Frankfurter Zeitung el 10 de septiembre de 1913).
77
Noel Burch delimita tres fuerzas históricas y culturales que actuaron sobre el cine durante sus primeros veinte
años:
1.- Los modos de representación populares: aspectos narrativos o gestuales provenientes de las tradiciones
populares que subsisten en las formas culturales del proletariado urbano en Europa y en los Estados Unidos a
fines del siglo XIX. El melodrama, el vodeville, el teatro de variedades y el circo, son algunos de los elementos
culturales residuales que se incorporan al cine en sus comienzos y que apelan a un público compuesto por la
heterogénea clase trabajadora, los niños y las mujeres de la burguesía.
2.- Los modos de representación burgueses: La influencia de la Literatura, la Pintura y el Teatro burgués en el
cine se traduce en la preeminencia de rasgos estilísticos que hasta 1915 habían existido opacados por la
pregnancia de las formas provenientes de la cultura popular. La linealidad narrativa, el espacio pictórico
"habitable" y la individuación de los personajes son algunos de los elementos formales que permiten cierta
adecuación entre el nuevo lenguaje y las viejas artes. El incipiente auge de la industria reclamaba un público de
mayores recursos y más tiempo libre. La burguesía llenaba las salas.
3.- Por último, la fuerza que Burch llama "cientificista" cuyo papel desde los primeros juguetes ópticos hasta la
imagen digital ha sido determinante. En esta brecha tecnológica se encuadran los experimentos tendientes a
descomponer el movimiento de Muybridge y Marey, y los inventos que permitían sintetizar el movimiento antes
descompuesto llevados a cabo por Auguste y Louis Lumiére, Edison y Dickson.

46
rigor, resulta difícil trazar la genealogía de un lenguaje esquivo a las definiciones. Incluso

delimitar el linaje del primer cinematógrafo supone clasificar una serie de inventos tan

heterogéneos, que podrían incluirse en la nómina de una prestigiosa exposición internacional,

pero también en un catálogo de feria. ¿Acaso el cine primitivo puede considerarse cine? o

¿habría que pensar la revolución técnica producida por la utilización del sonido entre los años

´28 y ´30 como el nacimiento del "verdadero" cine? O tal vez, estas etapas no sean más que

momentos significativos en la evolución del lenguaje cinematográfico. Entonces, surge la

necesidad de definir el elemento que persiste como invariante, porque como sabemos, solo es

posible determinar la transformación de algo a partir del supuesto de que aquello que cambia

sigue siendo el mismo algo.

En este sentido, la pregunta por la naturaleza del cine se vincula directamente con la

dificultad de inscribir su historia, hasta tal punto, que quizás se deba considerar la estética

como el marco de referencia a partir del cual pueda articularse cualquier periodización. Por

eso, analizar el impacto que este nuevo lenguaje produjo en el interior de un diseño cultural

polarizado entre vanguardia y Kitsch, solo es posible desde una perspectiva crítica que

conciba los fenómenos artísticos en relación con los procesos culturales.

El surgimiento del cine como consecuencia de los procesos de industrialización puso

de manifiesto que el “proyecto de la modernidad” 78 venía acompañado de una transformación

económica menos ilustrada que aquellos elevados ideales científicos, estéticos y morales. Por

lo tanto, para comprender la tensión permanente entre la vanguardia y la sociedad de masas,

resulta necesario invertir el punto de partida del enfoque de Habermas y, siguiendo a Marshall

78
En el sentido que le da Habermas, en “La modernidad un proyecto inconcluso” y que fue trabajado en el
capítulo 1.

47
Berman 79 , referirse al modernismo como al conjunto de rasgos culturales que acompañaron el

proceso de modernización de la sociedad industrial.

Capturar el movimiento, reproducirlo, descomponerlo, fue el impulso a partir del cual

se sucedieron una serie vertiginosa de inventos: la fotografía instantánea, la equidistancia de

las instantáneas, la fijación en el soporte fílmico, la perforación de la película y la creación de

un mecanismo de arrastre. El cine "hace lo que las otras artes se limitan a exigir": crear una

imagen en la que el movimiento sea un dato inmediato, un movimiento automático para un

nuevo sujeto colectivo: el arte de masas.

Lunn, describe las transformaciones del campo artístico, la crisis “del pensamiento

liberal de los siglos XVIII y XIX” y el desarrollo tecnológico como las tres fuerzas que

componen la trama social:

La crisis de la individualidad en el arte moderno reflejaba los temores (o las

esperanzas en algunos casos) de muchos intelectuales y artistas ante la

llegada de una época de masas y de poderío tecnológico sin precedentes. 80

En ese contexto la peculiaridad del cine residía en su estructura paradojal: en virtud de

su carácter innovador se lo concebía como un producto cultural auténticamente moderno, pero

precisamente ese aspecto revolucionario va a propiciar la crisis inminente de los criterios

estéticos hegemónicos de la modernidad.

Para los vanguardistas de principios del siglo XX la posibilidad de un arte industrial

era considerado más un sin sentido que una contradicción: había que separar los términos y

hacer coincidir la nueva técnica con alguno de los polos comprendidos en la dicotomía.

79
BERMAN, M. (1982) Todo lo sólido se desvanece en el aire. Madrid: Siglo XXI.
80
LUNN, E. (1982) Marxismo y Modernismo: un estudio histórico de Lukács, Benjamín, Brecht y Adorno,
México: Fondo de cultura económica. p. 53.

48
Durante los años 20, en torno a estos pares antitéticos, se concentraron por un lado, los

vanguardistas radicales que buscaban una definición del cine puro a través de la

experimentación con la tecnología en el espacio ascético del laboratorio y, por otro, los

sectores que veían en el desarrollo de los medios de producción tecnológicos un factor de

comercialización masivo. En ambos casos la máquina aparece como un fenómeno integrador

que participa tanto del cine de consumo como del cine de experimentación.

Para la incipiente industria cinematográfica, el empleo sistemático y organizado de

estructuras tecnológicas significaba mayor fluidez en la producción, y a la vez, la

introducción en el mercado de productos competitivos capaces de capturar grandes cantidades

de público. En el caso de las vanguardias cinematográficas del 20, la investigación

experimental con los materiales, significaba el descubrimiento de las potencias creativas de la

tecnología 81 .

Desde esta perspectiva, la máquina cinematográfica en todos sus aspectos es

inmanente al sentido del cine. La técnica hace posible la creación de imágenes nuevas, pero

también la existencia de grandes circuitos de distribución y de nuevas condiciones de

81
Las experiencias cinematográficas vinculadas a las vanguardias históricas no constituyen un corpus de
fronteras precisas. Por el contrario, en sus comienzos los ensayos fílmicos de las vanguardias fueron realizados
en estrecha relación con movimientos culturales generados en otros campos artísticos como la pintura, la
literatura y la música. Se podrían enumerar a modo de ejemplo La folie du Dr. Tube, de Abel Gance en 1915;
Rose France de L´Herbier en 1919; el cine abstracto alemán realizado por los pintores Viking Eggeling
(Symphonie Diagonale, 1923), Hans Richter (Rythmus 21, 1921) y Walter Ruttman (Opus 1 1921); los
experimentos dadaistas como Le retour a la raison realizado por el pintor y fotógrafo Man Ray, Entr´acte
filmado en 1924 por Francis Picabia, René Clair y Eric Satie y Anemic cinéma de Marcel Duchamp, entre
muchos otros. Walter Schobert, refiriéndose a una famosa matinée denominada Novemburgruppe (Grupo de
Noviembre) el 3 de mayo de 1925 en Berlín, durante la cual músicos y pintores presentaron su producción
fílmica bajo el título de "el cine absoluto", expone sus hipotesis acerca de la desaparición de este tipo de cine:
"mucho parece indicar que la razón radica en las otras obras que se mostraton en dicha matinée, es decir Le
ballet mécnique de Léger y Entr´acte de Picabia y Clairs. Estos films debieron haberles abierto los ojos acerca
de que las películas abstractas, no narrativas, no sólo podian hacerse con imágenes animadas sino también con
fotografía real. Una segunda razón debió haber consistido en el conocimiento de aquella otra película que trataba
de una revolución y que por sí misma desató otra, cambiando a fondo toda la creación cinematográfica: El
acorazado Potemkin de Eisenstein. Este filme les hizo ver a todos que hasta el momento habían desconocido el
elemento expresivo más importante de la cinematografía: el montaje - un descubrimiento que debió ser
particularmente desconcertante para los vanguardistas ya que les demostraba nada menos que sus artes cinéticas
eran aún imperfectas". SCHOBERT, W. El cine alemán de vanguardia de los años veinte. (s.d.)

49
recepción. En definitiva, como todo sistema tecnológico inventa figuras discursivas y, al

mismo tiempo, crea sus condiciones de posibilidad, aunque ambas instancias no cesarán de

transformarse mutuamente.

Las máquinas son sociales antes de ser técnicas. O más bien, existe una

tecnología humana antes de que exista una tecnología material. Esta

naturalmente desarrolla sus efectos en todo el campo social. (...) los

historiadores se han encontrado a menudo con esa exigencia: las armas

llamadas hoplíticas están incluidas en el agenciamiento de la falange; (...)

Foucault muestra cómo el fusil sólo existe como instrumento en "una

maquinaria cuyo principio ya no es la masa móvil o inmóvil, sino una

geometría de segmentos divisibles y componibles. 82

Así, la idea de que la máquina cinematográfica puede considerarse como uno de los

dispositivos tecnológicos característicos del nuevo modelo social, encuentra su fundamento

teórico en la distinción que hace Deleuze, siguiendo a Foucault, entre "máquinas concretas" y

"máquinas abstractas" o "diagrama". Un diagrama es el mapa de las relaciones de poder en

tanto causa inmanente de los agenciamientos concretos a partir de los cuales se hacen

efectivas esas relaciones. En este sentido, las máquinas abstractas son virtuales y solo existen

en máquinas concretas, estableciendo una dinámica en la que el efecto actualiza la causa 83 .

Esto explica que en un primer momento, el cine se vincule con otro gran sistema

tecnológico: la guerra. 84 "No hubo desviación, enajenación de un arte de masas que la imagen

82
DELEUZE, G. (1986), Foucault, Paris: Minuit. (Trad. esp. José Vázquez Pérez, Foucault, Buenos Aires: Ed.
Paidós, 1987). pp 67, 68.
83
DELEUZE, G. (1986) Foucault, op. cit., pp. 62-71.
84
Ciertas clasificaciones reafirman estos acoplamientos. Se habla del cine de entre guerras como término que
englobaría a las vanguardias del 20 y con él se hace referencia al período en el que las grandes escuelas de
montaje desarrollaron el nuevo arte de masas como arma ideológica. Bastaría mencionar que el cine ruso habría
sido imposible sin la decisión de Lenin de crear una industria cinematográfica, y que la fusión de las productoras
alemanas en la UFA es una condición fundamental para el desarrollo del Expresionismo Alemán.

50
movimiento habría fundado inicialmente, sino que, al contrario, desde el comienzo la imagen

movimiento está ligada a la organización de la guerra, (y) a la propaganda de Estado" 85 .

Einsestein, Vertov, Gance, Murnau, veían en el movimiento automático de la imagen la

posibilidad de producir un choque que “tocara directamente el sistema nervioso y cerebral” 86 ,

una vibración que despertara la conciencia adormecida de las masas e hiciera surgir de los

ojos enrojecidos de los espectadores, al pueblo.

También Virilio encuentra en el cine, en la máquina de cine un ejemplo precursor que

anticipa la importancia de la velocidad en la constitución de nuevas modalidades de habitar el

espacio.

Un poco como en el cine la cámara lenta o la cámara rápida ofrecen al ojo

una segunda realidad, de otro tiempo, las altas velocidades de

desplazamiento de los vehículos modernos nos llevan tanto de una realidad

a otra como de una ciudad a otra; en este sentido el automóvil es un

autoconmutador el motor del coche y el del proyector tienen un efecto

parecido: ambos constituyen medios de transmisión. 87

Se considerará entonces el cine como una tecnología, en tanto designa a la vez, una

modalidad de articulación con el mundo y la potencia heurística que le da sentido.

O en términos de Nancy:

Mundo es el nombre de un montaje o de un ser-conjunto que pone de relieve

un arte - una techné - y cuyo sentido resulta idéntico al ejercicio mismo de

85
DELEUZE, G. (1985) L´image-tempes. Cinéma II, Paris: Minuit. (Trad. esp. Irene Agoff, La imagen- tiempo.
Estudios sobre cine 2, Barcelona: Ed. Paidós. 1987. p. 220.
86
DELEUZE, G. (1983) L´image-mouvement. Cinéma I, Paris: Minuit. (Trad. esp. Irene Agoff, La imagen-
movimiento. Estudios sobre cine 1, Barcelona: Ed. Paidós. 1987. p. 211.
87
VIRILIO, P. (1976) L´insécurité du territoire. París: Ed. Galilée. 1993. (trad. esp. Jorge M. Casas y Thierry
Iplijian, La inseguridad del territorio, Buenos Aires: La marca, 2000.

51
este arte (...) Así, es como el mundo es siempre una creación: una techné sin

principio ni fin, ni materiales, más allá de sí misma. 88

Dos enfoques teóricos exploraron la novedad del cine desde esta perspectiva: primero,

la polémica entre Adorno y Benjamin a raíz de La obra de arte en la época de la

reproductibilidad técnica y cuarenta años después, el estudio de Deleuze sobre el cine a partir

de la relectura de la fenomenología de Bergson. Estos autores enlazaron la pregunta por la

naturaleza del cine con la cuestión del sentido del cine, desplazando la preocupación

ontológica hacia la delimitación de un problema de alcances gnoseológicos: ¿qué podemos

saber a través del cine? o mejor aún ¿qué se ve en el cine?

El presente capitulo propone reconsiderar, a la luz de estas cuestiones, la relevancia

histórica y teórica de los comentarios de Adorno y Benjamin, para luego encuadrarlos dentro

de la periodización propuesta por Deleuze en sus dos libros La imagen movimiento y La

imagen tiempo. Se trabajarán especialmente la relación del cine del período de entre guerras

con las tecnologías ligadas a la velocidad y por lo tanto, a una percepción del espacio.

Posteriormente, se estudiará la conformación, durante las vanguardias de posguerra (la

Nouvelle Vague y el Neorrealismo, pero también el cine del Tercer Mundo), de un nuevo tipo

de imagen que pone en escena la experiencia del tiempo en la sociedades dinerarias.

Un nuevo arte industrial

Tanto Adorno como Benjamin discutieron sobre la función social del arte popular en

la sociedad alienada, en relación al uso de nuevos modos de representación originarios de la

cultura tecnológica como a la función emancipadora que éstos materiales hacen posible.

88
NANCY, J.L. (1993) Le Sens du monde. París: Ed. Galilée.

52
Benjamin veía en el arte industrial -es decir, susceptible de reproducción técnica, o

más aun cuyo aspecto constitutivo es la reproductibilidad- un instrumento potencial para la

emancipación de las masas. El surgimiento de las nuevas tecnologías modificaba radicalmente

el sentido del Arte, que Benjamin caracterizó como “aurático”, subrayando su contenido

mítico ligado a una ritualidad religiosa o secularizada bajo la forma de la autonomía del arte.

Las dos circunstancias que habían producido esta disolución del “aura” eran : “el

deseo de las masas contemporáneas de aproximar las cosas en sentido espacial y humano” y

su “inclinación igualmente intensa hacia la superación de la singularidad de toda realidad

mediante la aceptación de su producción”. Así, después de la incorporación de la tecnología y

la masa, “todos los esfuerzos de creación de un arte y una literatura autónomos, únicos e

independientes, eran inútiles y anacrónicos”. 89

Benjamin, como Adorno, eran marxistas, y ambos compartían la idea de que es el

modo de producción industrial, con su consecuente serialización, la estructura condicionante

de la alienación y de la explotación del hombre en la sociedad moderna y, por lo tanto,

compartían también el diagnóstico de los efectos producidos por ésta: fragmentación,

montaje, fetichización, mercantilización y cosificación de la obra de arte en tanto objeto

seriado del mercado cultural, no podían, según Adorno, ofrecer ninguna promesa de

desalienación para una “masa” que aún no era, o quizás ya no sería, una “clase”.

Sin embargo, Benjamin veía, parafraseando a Marx (y en esto era tan exageradamente

optimista como Adorno pesimista, señala Lunn 90 ) que el modo de producción industrial, si

89
BENJAMIN, W. op. cit., p. 176.
90
Según Lunn la vulnerabilidad del ensayo residía en su aparente insistencia de que todos estos cambios no eran
tanto usos potenciales como implicaciones inherentes de los nuevos medios de comunicación. LUNN, E. op. cit.,
p. 177.

53
bien era la base de la desigualdad capitalista, y consecuentemente de formas de producción

artísticas alienadas, llevaba en sí los mecanismos de su propia destrucción. 91

Adorno, critica crudamente esa afirmación de Benjamin en una carta del 18 de marzo

de 1936, argumentando que el arte de vanguardia destruye el “aura” de la obra de arte por

medio de un trabajo autorreflexivo inmanente a sus propias leyes formales, disminuyendo así

las características míticas y fetichistas. “Politizar este arte en un sentido brechtiano, ponerlo al

servicio de valores de uso inmediato, equivale a destruir ese componente trascendente y

verdaderamente progresista” 92 .

Adorno establece una distinción entre "autonomía" y "aura", vinculando ésta última

con el carácter mágico del arte burgués, y otorgándole a la primera una fuerza disociadora y

progresista. Es cierto que Adorno no deja de reconocer la originalidad de la reproducción

técnica a la hora de intentar delimitar los alcances de la experiencia estética en la sociedad

industrial, donde las nuevas tecnologías ponen al alcance del artista nuevos materiales y con

ello la posibilidad de experimentar con nuevos lenguajes. Sin embargo, vemos también que

Adorno no reconoce completamente a la reproductividad técnica como un componente

inmanente al aspecto objetual de la obra, sino que por el contrario, lo incorpora como un

factor exterior a la cualidad formal: como el otro término de la operación.

Entiéndame bien. No quiero garantizar la autonomía de la obra de Arte

como reserva, y creo con usted que lo aurático en la obra de Arte está a

91
Benjamín hace referencia a la famosa fórmula de Marx expuesta en el Manifiesto Comunista: "El progreso de
la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es agente involuntario, sustituye el aislamiento de los
obreros, resultante de la competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de
la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre las que ésta produce y se apropia lo
producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros”. MARX, C. ENGELS, F. (1847)
Manifiesto del Partido Comunista.
92
Carta publicada en ADORNO, T. (1970) Sobre Walter Benjamin. Madrid: Cátedra.

54
punto de desaparecer; no sólo mediante la reproductivilidad técnica, (...)

sino sobre todo por el cumplimiento de la propia ley formal "autónoma". 93

Pero lo que parece incomodar más a Adorno es el valor de uso que Benjamin reclama

para el nuevo producto, con la consecuente toma de conciencia del proletariado como

respuesta inmediata a la función social de la experiencia estética y al rol "activista" del

intelectual, ambos, según Adorno, de evidentes resonancias brechtianas.

Sin embargo, el mismo Brecht reconoció la dificultad de la clase proletaria para

comprender los nuevos modos de representación que ensayaban las vanguardias, dentro de los

que incluía su realismo constructivo, y reclamó la necesidad de una educación que permitiera

develar el carácter conservador del gusto popular, más cercano a los estereotipos formales del

realismo ingenuo burgués, que a los experimentos radicales de las vanguardias.

Nuevas tecnologías: máquinas y dinero

Tres décadas después, cuando la nueva tecnología de creación y reproducción de

imágenes formaba parte del paisaje habitual, Deleuze vuelve a plantear la pregunta ¿qué es el

cine? Su respuesta: "el cine es una nueva práctica de las imágenes y los signos" 94 y como toda

práctica suscita conceptos. Por ello, para Deleuze, la historia del cine constituye un vasto

documento de nuestra experiencia del tiempo y del movimiento. Los conceptos que suscita

pueden ordenarse, a su vez, como un extenso tratado sobre el movimiento como duración y

sobre el tiempo como simultaneidad.

93
ADORNO, T. (1970) Sobre Walter Benjamin. op. cit., p. 140. Este tema nos llevaría a la problemática sobre
los materiales en el arte elaborado en la Teoría Estética, lo cual excedería el marco de este trabajo.
94
DELEUZE, G. Imagen-Tiempo. op. cit., p. 371.

55
Pero, ¿cómo hacer surgir de las imágenes los conceptos sino a través de una filosofía

del cine? 95 . La posición de Deleuze es categórica: "ninguna determinación técnica aplicada

(psicoanálisis, lingüística) o reflexiva, es suficiente para establecer los conceptos del cine". 96

Podría objetarse que la semiótica de Peirce recorre como un eco los dos volúmenes sobre

cine, pero es cierto que, para Deleuze, la investigación de Peirce constituye una obra

monumental dentro del campo de la lógica, más que un modelo teórico que brinda un marco

conceptual específico al estudio de los lenguajes no verbales.

Ahora bien ¿cómo se fenomenaliza en el cine nuestra experiencia del tiempo y del

movimiento? No todas las cinematografías practican del mismo modo el cine: la historia del

cine contiene diversas percepciones del tiempo y del movimiento. Por ello, Deleuze se

propone llevar a cabo una clasificación, lo más exhaustiva posible, de las imágenes del cine.

Y aunque no adopta un enfoque histórico, supone una periodización a partir de la cual es

posible delimitar dos etapas: la conformación de un cine clásico (que hallará en la imagen-

movimiento, tal como es concebida por Bergson, su dimensión específica); y la aparición

después de la Segunda Guerra de un cine moderno (vinculado al surgimiento de una imagen

directa del tiempo, independiente de la articulación espacial de la imagen-movimiento).

Para presentar estas experiencias, hay que recordar que el cine constituye un modo

“muy tardío” de percibir el movimiento y el tiempo. Los antiguos remitían el movimiento a

poses construidas a partir de un análisis inteligible, poses identificadas con la encarnación

material de Formas o Ideas eternas e inmóviles: el movimiento sólo comprende el paso

95
La pregunta ¿qué es el cine? se corresponde, dentro del pensamiento de Deleuze, con otra pregunta
englobante: ¿qué es la Filosofía? Deleuze desarrolla la idea de que la filosofía tiene a su cargo la producción de
conceptos con lo cual toda teoría del cine en tanto piensa los conceptos del cine debe ser filosófica. DELEUZE,
G. GUATTARI, F. (1991) Qu´est-ce que la phlosophie? Paris: Minuit. (Trad. esp. Thomas Kauf, ¿Qué es la
Filosofía? Barcelona: Ed. Anagrama, 1993.
96
DELEUZE, G. Imagen-Tiempo. op. cit., p. 371.

56
regulado de una forma a otra, y no reviste ningún interés por sí mismo. Lo importante es la

esencia, el punto culminante, el término (télos).

La modernidad, en esta perspectiva, representa el momento en que ya no hay forma

de concebir la experiencia según elementos formales trascendentes. Los órdenes sociales no

responden al ideal jerárquico que fija el reino de los cielos (se rompe el paralelismo de la

serie celestial Dios-ángeles-fieles y la serie terrenal Rey-nobles-súbditos). El hombre

moderno se vuelca entonces a un análisis sensible del movimiento, que no lo remite a

momentos privilegiados, sino que lo descompone en instantes cualesquiera. La

descomposición del galope del caballo a través de los fusiles fotográficos de Marey muestran

la diferencia entre la concepción que representa el movimiento a través de instantes

cualesquiera y la representación premoderna a través de poses. En esta última, el movimiento

se configura por medio de una síntesis trascendental, una idea de movimiento. El experimento

de Marey modificó el esquema a partir del cual se representaban los caballos a galope en la

pintura, al demostrar que en un momento de su recorrido el caballo quedaba con las cuatro

patas en el aire, a diferencia de la concepción anterior en la que se pintaba al caballo siempre

con una pata de apoyo.

La sociología de Giddens presenta este contraste histórico en otro lenguaje. Para

Giddens la configuración del mundo social no está determinada por una lógica que planee

sobre la cabeza de los hombres, sino que debe remitirse a agentes humanos dotados de ciertos

recursos y capacidades. La condición material de esta producción de mundos sociales,

entonces, está dada por la configuración que los hombres hacen del espacio y del tiempo y,

consiguientemente, de las operaciones que se pueden concretar con esos materiales.

Según Deleuze, para la constitución de una imagen-movimiento que otorgará al cine al

fin su lugar privilegiado entre los lenguajes modernos, será necesario que el aparato de "tomar

57
vistas" se independice del aparato de proyección, que la cámara fija sea remplazada por el

plano móvil 97 , y fundamentalmente la creación de un espacio diegético a través del montaje 98 .

Esto explica que para Deleuze el cine primitivo de Lumiere y Melies no pueda considerarse

todavía cine: era una imagen en movimiento, más que una imagen-movimiento.

Durante los primeros años del siglo XX los hombres y mujeres viajaban en Ferrocarril,

en automóvil y en avión, tenían una experiencia del movimiento maquínico, -que es muy

diferente al movimiento orgánico del jinete-, pero no habían podido representar el

movimiento. Este fracaso se debía quizás, a la persistencia de una concepción antigua del

movimiento: un tiempo homogéneo, un espacio limitado y un cuerpo que se desplazaba de un

punto a otro en una velocidad constante.

Las tesis de Bergson cuestionan esta idea del movimiento como traslación de

elementos en el espacio, al concebir la noción del movimiento como cambio cualitativo, es

decir como duración. En el primer caso, el espacio y el tiempo constituyen un conjunto o un

Todo determinado, y el movimiento se obtiene al seccionar del continuum un momento

sintético que es una idea abstracta: la pose. Por el contrario, Deleuze señala que la

originalidad de Bergson radica en partir de la idea de que el Todo no está dado ni puede darse,

porque el Todo es la duración, el devenir y la transformación constante que no cesa de

cambiar en cada movimiento. Por más que se segmente el espacio, el movimiento ocurre

siempre en el intervalo entre dos momentos seleccionados. "El movimiento no se confunde

con el espacio recorrido, el recorrido es pasado, el movimiento es presente, es el acto de

97
Es significativo señalar que uno de los primeros travellings de la historia del cine se produce en The Great
Train Robbery (1902) de Edwin S. Porter, cuando la cámara todavía fija se coloca sobre el techo del tren. Así, el
plano móvil se logra por acoplamiento de dos máquinas modernas.
98
Deleuze delimita cuatro tipos de montaje: La concepción orgánica-dinámica de Griffith, el pensamiento
orgánico-dialéctico de la escuela rusa, la expresión de lo sublime-matemático en el impresionismo francés y, el
encuentro con lo sublime-dinámico en el expresionismo alemán.

58
recorrer". 99 A partir de este momento la distinción clásica entre la conciencia interior y el

espacio exterior, entre la existencia de imágenes en la conciencia y de movimientos en el

espacio resulta insostenible.

Si bien es cierto que en un principio, Bergson identificó la falsa fórmula (cortes

inmóviles + tiempo abstracto) con el incipiente cinematógrafo (18 cuadros x segundo) 100 ,

Deleuze sale en defensa del cine y le objeta a Bergson no asumir una posición

suficientemente fenomenológica, al focalizar su critica en el modo de funcionamiento del

mecanismo, más que en el efecto que este produce. "¿Se puede concluir de la artificiosidad de

los medios la artificiosidad del resultado?" 101

El cine no nos da una imagen a la que él añadiría movimiento, sino que nos

da inmediatamente una imagen-movimiento. Nos da un efecto, un corte,

pero un corte móvil. 102

Quedan así planteadas las dos caras de la imagen-movimiento: por un lado, la

modificación relativa de las partes en un conjunto, los cortes inmóviles, por otro, la relación

entre partes que modifica el Todo. Deleuze identificará estos aspectos de la imagen-

movimiento con los elementos del lenguaje cinematográfico: el corte inmóvil es el encuadre

fijo, un instante cualquiera y singular, el plano designa el corte móvil pues él hace surgir el

movimiento como el dato que emana del intervalo entre dos encuadres. A su vez, el plano

concebido como una relación entre partes produce también una transformación en el Todo a

través de la determinación del montaje.

99
DELEUZE, G. Imagen-movimiento. op. cit., p. 13.
100
Recordemos que Bergson escribe Materia y Memoria en 1896, solo un año después que los hermanos
Lumiere patentaran el aparato.
101
DELEUZE, G. Imagen-movimiento. op. cit. p. 15.
102
DELEUZE, G. La imagen-movimiento. op. cit., p. 15. Más adelante Deleuze utilizara el mismo argumento
fenomenológico al referirse a la tesis de Benjamin, para afirmar que lo que define al arte industrial no es la
reproductibilidad técnica sino su relación con el dinero.

59
En tanto idea del film, el montaje es lo que determina la cualidad del Todo. De

acuerdo a cómo se conciba el Todo (Organismo, Historia, Espíritu, Naturaleza) así deberá

componerse el montaje. De este modo, a lo que accedemos -a través del encadenamiento de

las imágenes-movimiento- es en definitiva al film como el Todo abierto que no deja de

cambiar en cada secuencia, en cada escena, en cada movimiento de la cámara. Pero todavía en

el cine de entre guerras la duración en tanto categoría temporal sólo se expresa indirectamente

a través de las imágenes-movimiento. Para que el cine pueda representar una imagen directa

del tiempo será necesario: que los nexos entre los planos se debiliten, que las acciones se

dispersen generando tiempos muertos, que el espacio se descomponga, en definitiva que el

protagonista se convierta en un espectador tan anonadado ante la terrible novedad de los

fenómenos totalitarios que ya no puede accionar sobre el mundo.

Pero este tipo de imagen no aparecerá hasta después de la Segunda Guerra cuando ya

el cine había alcanzado un gran desarrollo, y cuando la racionalidad moderna se enfrentaba a

su crisis radical. Por el momento, el pensamiento del cine de los años veinte concebía la

existencia de un sujeto de conocimiento (sujeto colectivo en Einsestein), un yo, que piense el

organismo como totalidad (montaje) y establezca, por medio de los nexos sensorio-motrices,

la identidad entre el pensamiento y la naturaleza o la sociedad 103 .

En la vanguardia soviética la formación de un pensamiento del cine encontrará su

fundamento ideológico en la filosofía de la historia de Marx. Ante quienes veían en el cine

ruso una adaptación temática de la doctrina revolucionaria, Deleuze mostrará cómo los films

de Einsestein, Kuleshov, y Vertov componen un montaje en consonancia con los principios de

103
Esta concepción del cine lleva a Deleuze a afirmar que Einsestein es un “Hegel cinematográfico”. Para
Einsestein “el todo es la totalidad orgánica que se plantea oponiendo y superando sus propias partes, y que se
construye como la gran Espiral según las leyes de la dialéctica. El todo es el concepto.” Hay, en consecuencia,
tres operaciones del pensamiento en la imagen-movimiento: la que va de la imagen al pensamiento o del
percepto al concepto, la que va del concepto al afecto o que regresa del pensamiento a la imagen, y por último la
superación o identidad entre la imagen y el concepto. DELEUZE, G. Imagen-tiempo. op. cit. pp. 211-219.

60
la dialéctica marxista. La critica de Einsestein a Griffith se centra justamente en la utilización

de la tecnología como maquinaria ideológica: la idea es el montaje.

En Griffith, el montaje paralelo o convergente determina espacialmente una serie de

oposiciones irreconciliables: los negros vs los blancos; el norte vs el sur; el interior vs el

exterior. Será necesario que una de las partes amenace la armonía del conjunto social para que

la intriga adquiera estatuto dramático, pero después de varias escenas magistrales de

enfrentamientos, el todo volverá a su estabilidad originaria. Si bien Einsestein reconoció en

Griffith a un maestro del montaje, le cuestiona adoptar una posición demasiado "burguesa" 104 ,

al no inscribir en su concepción cinematográfica una teoría del desarrollo histórico.

Por el contrario, el montaje de atracciones propone otro tipo de pensamiento.

Tomemos por ejemplo El acorazado Potemkin. En este film la organización en cinco actos

determina el sentido trágico del relato a través de su estructura externa, pero también cada

episodio se divide en una serie de oposiciones y contradicciones de diferente naturaleza: el

mar/la costa; un personaje/una multitud; movimiento regular de los soldados/movimiento

caótico del pueblo. A diferencia de Griffith, aquí las oposiciones marcan una progresión

cuantitativa (génesis o crecimiento) que al llegar a su límite provocará un salto cualitativo

(desarrollo), como ocurre en el primer episodio donde el descontento y la humillación de los

marineros describe un in crescendo cada vez más insostenible, hasta que, el primer plano del

rostro desafiante de Vakulunchuk muestra, en un instante, el paso de un opuesto al otro (de la

sumisión a la revuelta), el salto a una nueva dimensión del relato a partir del cual cualquier

intento de restaurar la situación anterior resulta imposible.

104
El racismo de Griffith es ampliamente comentado, se sabe que no aceptaba actores negros en sus films, sin
embargo más que por la curiosidad del dato anecdótico, y alguna que otra imagen farsesca producida por el
maquillaje, la acusación resulta irrelevante en términos estéticos. En todo caso, el efecto ideológico del cine de
Griffith resulta de considerar las partes que componen el todo social como fenómenos independientes y
naturalmente determinados.

61
Vemos entonces hasta que punto estas escuelas crearon diversas modalidades de

montaje, concibieron un estatuto del Todo a través de la composición de las imágenes-

movimiento, pusieron en juego una técnica y, con ella, nos dieron una experiencia del mundo.

El cine se convierte así en un nuevo órgano de percepción, una prótesis mecánica para un ojo

moderno, y entonces, la cámara adquiere el estatuto de equivalente general de todos los

medios de traslación en un mundo donde el movimiento es aún la medida del tiempo.

Habrá que buscar en Artaud la emergencia de un nuevo tipo de pensamiento en el cine

como respuesta a la manipulación del nuevo arte de masas por parte del fascismo, porque

como dijimos, si hay un cine moderno éste está indisolublemente ligado a la experiencia de la

guerra. Es un cine resucitado de la Segunda Guerra, de los campos de concentración, de

Hiroshima, es la imagen de la Momia petrificada sobre los escombros de Europa. ¿Y

entonces, es posible aún pensar?

Sí, pero es necesario pensar de otro modo. El cine como instrumento para la gran

revolución mundial de las masas planetarias deja paso a un cine de resistencia desde los

márgenes de la historia, desde los límites de la representación

En Artaud la figura del “autómata espiritual” 105 , característica de la imagen-

movimiento, se ha convertido en “la Momia”. La Momia, es una figura petrificada, alucinada,

que prueba “la imposibilidad de pensar que es el pensamiento”. Artaud se diferencia de los

surrealistas, entabla con ellos una guerra que más que enfrentamiento es exilio. No hay, en su

arte-teoría, ninguna interioridad, ningún inconsciente alojado en el sueño, si el sueño tiene

algún valor, este es el del sueño diurno, ¿alucinación?. El cine no sería ya la posibilidad de

105
A partir del análisis de la concepción del montaje de la escuela francesa, Deleuze ve en el movimiento
automático que ya no depende ni de un móvil ni de un objeto, una fuerza que al afectar directamente al
pensamiento produce la unión cinética del hombre con la máquina. La máquina establecía la cantidad de
movimiento y el alma la dirección del movimiento. “Sin embargo, en la escuela francesa hay dualismo entre los
dos aspectos: el movimiento relativo es de la materia, (...) mientras que el movimiento absoluto es del espíritu, y
expresa el carácter psíquico del todo que cambia. DELEUZE, G. Imagen-movimiento. op. cit., pp. 66-77.

62
pensar el Todo, sino una fuerza disociadora. El pensamiento solo puede pensar el hecho de

que no pensamos todavía.

La ruptura sensoriomotriz hace del hombre un vidente sacudido por algo

intolerable en el mundo y, confrontado con algo impensable en el

pensamiento. Entre los dos, el pensamiento sufre una extraña petrificación

que es como su impotencia para funcionar, para ser, su desposesión de sí

mismo y del mundo. Pues no es en nombre de un mundo mejor o más

verdadero que el pensamiento capta lo intolerable de éste; al contrario, es

porque este mundo es intolerable por lo que él ya no puede pensar un

mundo ni pensarse a sí mismo. Lo intolerable ya no es una injusticia

suprema, sino el estado permanente de una banalidad cotidiana. 106

Entonces, si el primer aspecto del nuevo cine era la ruptura del vínculo del hombre

con el mundo, el segundo aspecto será, la renuncia a una cierta retórica cinematográfica -

plagada de metáforas, metonimias y monólogo interior- a favor de un cine "más teoremático"

en el que las asociaciones propias de imágenes sean remplazadas por los encadenamientos

formales del pensamiento.

De este modo, el cine de posguerra cuestiona los modelos discursivos

institucionalizados de los géneros cinematográficos como fenómenos masivos de

entretenimiento. El crecimiento de la gran industria de Hollywood durante la guerra configuró

un escenario privilegiado para el surgimiento de este nuevo tipo de cine, la historia de las

vanguardias cinematográficas recién comenzaba.

Si bien es innegable la importancia de los films realizados durante las tres primeras

décadas del siglo XX para la conformación de un lenguaje artístico específico, es posible

106
DELEUZE, G. Imagen-tiempo. op. cit., p. 227.

63
pensar que el cine moderno surge con los movimientos cinematográficos europeos posteriores

a 1945.

Varios aspectos permiten fundamentar esta afirmación:

1. El cine de las vanguardias históricas no se configuró como una disciplina artística

autónoma, por el contrario, en sus comienzos fue utilizado como una técnica de

experimentación vinculada a criterios formales y estéticos provenientes de otras artes.

2. El cine era aún demasiado joven y en consecuencia no existía un sistema experto

institucionalizado y colonizado por estrategias discursivas ideológicamente conservadoras

contra las cuales oponerse.

3. Por lo tanto, en el cine la categoría moderna de lo nuevo -en tanto ruptura con la

tradición - no pudo articularse hasta que la cristalización de las estrategias discursivas

provenientes de los géneros cinematográficos de Hollywood se constituyeron como el modelo

hegemónico que debía ser puesto en crisis 107 .

Las vanguardias de posguerra: el neorrealismo y la nouvelle vague, esbozarán una

respuesta al fracaso de los grandes temas de la Imagen-movimiento y a la consecuente

expansión impuesta por el cine de Hollywood. Surge un nuevo tipo de imagen: la imagen-

tiempo. Según Deleuze el estatuto de este nuevo cine deja ver una imagen-directa del tiempo

independiente del movimiento. A lo que se accede es al fundamento del tiempo como

simultaneidad, al instante en el que se bifurcan el pasado que se conserva y el presente que se

proyecta hacia el futuro.

107
Holywood, no solo crea la gran industria, sino que fija los esquemas discursivos de los géneros
cinematográficos y genera lo que Noel Burch caracterizó como el Modelo de Representación Institucional, con
su intento de crear una suerte de gramática cinematográfica a partir de las leyes de raccords. (prohibición de los
personajes de mirar a cámara, raccord de mirada, raccord de dirección, raccord en el eje). De este modo se
establece un espacio-tiempo habitable según un modelo clásico cercano al modelo de representación del
Renacimiento. BURCH, N. El tragaluz del Infinito. Madrid: Ed. Cátedra, 1991 Ver también, REQUENA, G.
(1986) La metafóra del espejo. Valencia: Instituto de Cine, Radio y Televisión.

64
Las grandes tesis de Bergson sobre el tiempo se presentan del siguiente

modo: el pasado coexiste con el presente que el ha sido; el pasado se

conserva en sí como pasado en general (no cronológico); el tiempo se

desdobla a cada instante en presente y pasado.

Deleuze llama imágenes ópticas (y sonoras) puras108 a las que perturban los nexos

sensoriomotrices fragmentando la linealidad habitual del espacio mediante la discontinuidad del

montaje. La imagen ya no genera una respuesta inmediata sino que, por el contrario, suspende el

movimiento al convocar otra imagen virtual que la actualiza. Los objetos devienen imágenes

ópticas y sonoras puras, se independizan de sus proporciones espaciales y entablan una

relación en la que el límite aparece borrado, remiten la una a la otra sin decir cuál es primero.

Entonces, las imágenes ópticas y sonoras puras entran en un circuito temporal en el que una

imagen siempre remite a otra de naturaleza distinta pero indiscernible: imagen presente con

imagen pasada, actual con virtual, imaginaria y real.

En la percepción, tal como señala Deleuze, la imagen es leída al mismo tiempo que

vista, implica la memoria atenta y la imaginación, da cuenta también de lo que no se percibe,

percepción estratigráfica, inversión de la imagen que el cine moderno explota provocando un

ir y venir entre la palabra y la imagen. Esta complejidad desborda al individuo psicológico y

hace imposible un todo, la imagen ya no brinda información sobre el mundo sin implicar su

artificiosidad.

Este nuevo estatuto de la imagen se expresa en el cine a partir de:

108
Deleuze utiliza esta denominación a partir de la diferencia que Bergson señala entre el "reconocimiento
automático" y el "reconocimiento atento". El primero actúa por prolongación de la percepción en movimientos de
uso, los mecanismos motores se desencadenan por la vista del objeto. El segundo tipo de reconocimiento vuelve
extraño el objeto, entonces, el sujeto renuncia a prolongar su percepción, se ve imposibilitado de hacerlo, ya que su
percepción reforma el objeto, subrayando algunos de sus contornos y extrayendo "rasgos característicos" de él,
volviendo a empezar luego para descubrir otros rasgos y contornos, pero partiendo cada vez de cero. En lugar de una
suma de objetos en el mismo plano, ahora el objeto sigue siendo "el mismo" pero pasa por "diferentes planos". "En el

65
a) Imágenes encadenadas por cortes irracionales, que no pretenden reconstruir un

mundo exterior (en el que ya no se cree) sino que queda separada de un mundo exterior.

b) Imágenes enfrentando un afuera y un adentro independientes de la distancia, no

totalizables y asimétricos.

c) Imágenes en las que la palabra y lo visual alcanzan su propio límite y así descubren

un límite común: más legible es la imagen cuanto más deviene el acto de habla creador

autónomo.

Y si el movimiento automático elevaba a la imagen cinematográfica a la categoría de

equivalente universal de todos los medios de traslación, en tanto síntesis conceptual de un

mundo donde la velocidad todavía estaba supeditada a la percepción sensorio-motriz del

movimiento, la representación directa del tiempo introduce una nueva tecnología que hace

volar por los aires los últimos vestigios del antiguo orden mundial: el dinero, Time is money.

El cine como arte vive en una relación directa con un complot permanente,

con una conspiración internacional que lo condiciona desde adentro, como

el enemigo más intimo, más indispensable. Esta conspiración es la del

dinero; lo que define al arte industrial no es la reproducción mecánica, sino

la relación, ahora interna, con el dinero. (...) El dinero es el reverso de todas

las imágenes que el cine muestra y monta por el anverso, a tal punto que los

films sobre el dinero son ya, aunque implícitamente, films dentro del film o

sobre el film. 109

En el capítulo 1, se ha desarrollado, a partir del análisis de Simel, la importancia del

dinero en la producción cultural del capitalismo, y se ha hecho referencia a la noción de

primer caso percibíamos de la cosa una imagen sensoriomotriz. En el otro, construimos de la cosa una imagen óptica
(y sonora) pura." DELEUZE, G. Imagen-tiempo. op. cit., p. 68.
109
DELEUZE, G. Imagen-tiempo. op. cit., pp.108, 109.

66
"desanclaje" elaborada por Giddens para caracterizar las relaciones espacio-temporales de la

modernidad.

Giddens analiza cómo el dinero constituye, dentro de las denominadas "señales

simbólicas", un mecanismo de desanclaje específico, en tanto constituye una forma de

intercambio que disuelve las categorías tradicionales del espacio y el tiempo.

Si bien es cierto que existen economías dinerarias desde la antigüedad, el dinero en las

sociedades modernas implica una pluralidad de intercambios ampliamente extendidos que

Giddens define, siguiendo a Keynes, en términos de crédito y deuda.

Pero para comprender el nuevo estatuto del dinero en la sociedad capitalista, Giddens

se remonta a las tesis clásicas de Marx. La primera fórmula: Mercancía-Dinero-Mercancía, es

la forma del intercambio simple donde el dinero es el elemento equivalente entre dos cosas

cualitativamente diferentes y, por lo tanto, vale en cuanto dinero. Por el contrario, en la

formula general del capital la circulación de mercancías se transforma en circulación de

dinero: Dinero-Mercancía-Dinero´, donde la mercancía se convierte en el mediador entre dos

valores cualitativamente idénticos. El dinero es un fin en sí mismo, porque el valor de uso de

la mercancía ha sido remplazado por la valorización del valor en el proceso siempre renovado

de la circulación del capital. 110

Ahora bien, según Giddens esta idea, ampliamente difundida de que el dinero circula y

que en consecuencia puede ser concebido como un "flujo", corresponde a una concepción del

espacio y el tiempo que justamente ha sido transformada por el estatuto particular que asume

el dinero en las sociedades actuales.

Si el dinero fluyera, digamos como el agua, su circulación se expresaría

directamente en términos de tiempo y de esto se desprendería que a mayor

110
MARX, K. El Capital. Crítica de la economía política. Libro Primero. Sección segunda. Capítulo IV.

67
velocidad, más estrecha habría de ser la corriente para una misma cantidad

de flujo por cada unidad de tiempo. En el caso del dinero esto significaría

que la cantidad requerida para una transacción dada, sería proporcional a la

velocidad de su circulación. (...) El dinero no se relaciona con el tiempo (o

más exactamente con el tiempo-espacio) como "flujo" sino precisamente

como un medio de aunar al tiempo con el espacio al enlazar instantaneidad

y aplazamiento, presencia y ausencia. 111

El cine moderno tiene una relación reflexiva con el dinero. Recordemos el film de

Antonioni El Eclipse. Una escena emblemática muestra el movimiento incesante y sin rumbo

de los corredores de bolsa, de pronto ante la noticia de la muerte de alguien se solicita un

minuto de silencio. A partir de ese momento el tiempo de la historia y el tiempo del discurso

se detienen exactamente un minuto, y todos sabemos que un minuto de silencio en la bolsa

como en el cine valen mucho dinero 112 .

Pero el cine de la imagen-tiempo no solo hace referencia a la nueva tecnología como

una forma de metalenguaje 113 , sino que en consonancia con la dislocación de nuestros

esquemas temporales, busca restaurar una conexión física en el interior de la imagen-tiempo -

más allá de los vínculos sensorio-motrices característicos de la imagen-movimiento-, un

nuevo circuito de afecciones compuesto de vibraciones neurofisiológicas.

Quizás esta haya sido la respuesta no esperada a las proféticas reflexiones de Valery

citadas por Benjamin en el prologo a El arte en la época de la reproductibilidad técnica.

Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son, desde hace veinte años, lo que

han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con que novedades tan

111
GIDDENS, A. (1990) Consecuencias de la modernidad, Madrid: Ed. Alianza, 1993, 1994. p. 35.
112
Un análisis más detallado del sentido que adquiere el dinero en el film de Antonioni puede encontrarse en el
trabajo de GOGGI, D. (2000) “El Eclipse o la lógica del encantamiento”. Universidad del Cine.

68
grandes transformen toda la técnica de las artes y operen por tanto sobre la

inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera maravillosa la

noción misma del arte. 114

Cine clásico, cine moderno. Cine de entre guerras, cine de posguerra, cine del tercer

mundo. La tercera clasificación constituye un desprendimiento de la segunda e introduce un

cambio en los criterios de referencia. Después de la Segunda Guerra Mundial con la extensión

del neoliberalismo y el mercado global, las estrategias geopolíticas ya no se desarrollan en

base a una logística de apropiación de los territorios y a la conmemoración de tiempos

históricos. Las coordenadas espaciales se hacen globales (Este/Oeste, Norte/Sur) y establecen

una jerarquía que fija la imposible equivalencia de los intercambios.

A fines de los años cincuenta, los movimientos de vanguardia de los países europeos

comienzan a ejercer una influencia significativa en la configuración de las cinematografías

nacionales de los llamados países del Tercer Mundo. En la Argentina este proceso coincidió

con el impulso modernizador de los años posperonistas generando estrategias de apropiación

originales que dieron lugar a la creación de un campo artístico peculiar que se denominó "la

generación del sesenta".

113
En el cine argentino podemos recordar como emblemática La película del Rey (1985) de Carlos Sorín.
114
VALÉRY, P. Pièces sur l´art (La conquète de l´ubiquité) citado como epígrafe en BENJAMIN, W. La obra
de arte en la época de la reproductibilidad técnica. op. cit.

69
4. EL NUEVO CINE ARGENTINO

Delimitar la formación de un corpus cinematográfico específico durante las décadas

del sesenta y el setenta en la Argentina implica una doble mirada, atenta por una parte a la

relación entre la historia política y las producciones culturales, y por otra a la influencia de los

movimientos europeos de vanguardia en la constitución de un cine periférico. El primer

aspecto tiene en cuenta la tesis de Silvia Sigal quien afirma que “la historia de los regímenes

políticos proporciona una periodización posible de la historia de los intelectuales en la

Argentina” 115 , el segundo, intenta esbozar cómo la incorporación de las experiencias político-

estéticas de los centros metropolitanos adquirió relevancia en la búsqueda de un cine que

fuera a la vez moderno y nacional.

Oscar Terán en Nuestros años sesenta coincide con la correspondencia señalada por

Sigal entre la historia política y la historia cultural.

La periodización propuesta postula que las condiciones de la producción

intelectual destinada a dar cuenta de la realidad nacional fueron altamente

sensibles a los acontecimientos políticos, de modo que sin el marco de la

fractura del orden constitucional de septiembre de 1955 resultaría mutilada

la comprensión de la escritura que desde entonces se genera, y a la que las

condiciones impuestas por el nuevo golpe de Estado de 1966 parecen

ofrecerle un límite algo más que funcional, dado que si esta periodización

cultural enfatiza el peso de los fenómenos políticos por sobre el de otras

series de la realidad, no hace con ello más que traducir lo que fue una

115
SIGAL, S. (1991) Intelecutales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires: Puntosur editores. p. 39.

70
convicción creciente pero problemática del período: que la política se

tornaba en la región dadora de sentido de las diversas prácticas. 116

Se ha analizado cómo esta difícil relación entre arte y política es el problema que

atraviesa a las vanguardias artísticas y constituye el fundamento de la modernidad cultural.

Por lo tanto, referirse a los tiempos modernizadores de los sesenta implica reconocer cierta

concordancia entre la renovación cultural y la ruptura política del 55, lo cual obliga a tener en

cuenta el sentido político particular que cobró la modernización en los años posperonistas.

Para ello, se sigue a Sigal quien delimita dos fases con el propósito de trazar un mapa

analítico: la primera comienza en los sesenta a partir del proceso de modernidad cultural, y

estuvo dominada por cierta independencia entre los criterios estéticos del campo cultural y las

oposiciones en el plano político.

La disyunción entre cultura y política tuvo como resultado el predominio de

un perfil: un intelectual comprometido políticamente (denominación que en

la acepción sartreana, en cambio exigía, como se sabe, el compromiso de la

obra) e insertado, simultáneamente, en un sistema de criterios culturales

específicos, sistema que no reenviaba directamente al terreno ideológico-

político 117

La segunda fase, posterior al Cordobazo, se caracteriza por una identificación entre

vanguardia estética y vanguardia política bajo el lema de "todo es política". El arte debía

constituirse en una crítica política de la cultura con el objeto de contribuir a una

transformación radical de sus condiciones de producción. 118

116
TERÁN, O. (1991) Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina
1956-1966, Buenos Aires: Puntosur editores. p. 14.
117
SIGAL, S. op. cit., p. 196.
118
En la literatura este pasaje se ejemplifica claramente en la figura de Cortazar, y específicamente en el arco
que va de la publicación de Rayuela en 1963 al Libro de Manuel.También en la plástica es posible trazar un eje

71
Se trata entonces, de actores culturales constituidos por una coyuntura histórica, por

una tradición institucional y social, por una discursividad. Si bien las referencias a los dos

primeros aspectos resultan ineludibles, se ha privilegiado el último sólo por intereses teóricos

y no por presuponer ningún orden axiológico. Es posible que la ambigüedad característica del

sentido estético sea más propicia para reflexionar acerca del conjunto de creencias y valores

que se articularon en la conformación de un mundo de notable densidad.

En este contexto fueron sin duda la influencia del neorrealismo italiano y de la

Nouvelle Vague francesa las corrientes estéticas que diseñaron un modelo de vasta influencia

en el planteamiento de las relaciones entre arte y política. Esta presencia, con excepción del

cine de Leopoldo Torre Nilsson 119 , se verificará especialmente en los márgenes de las

instituciones ligadas al sector industrial y empresarial cuya expansión se solidificó en el

período peronista, pero que en 1956 daba muestras de debilidad y crisis 120 . A partir del golpe

militar del 55 se suspendieron las leyes proteccionistas promulgadas en 1944 121 , produciendo

una depresión en la industria cinematográfica Argentina, y una mayor exhibición de películas

extranjeras, muchas de ellas provenientes de los modernos movimientos europeos.

entre las experiencias del Di Tella en los 60 hasta Tucumán Arde y la irrupción del Grupo Cine y Liberación.
Cfr. LONGONI, A. MARIANO, M. (2000) Del Di tella a "Tucumán Arde" Vanguardia artística y política en el
´68 argentino. Buenos Aires: Ed. El cielo por Asalto..
119
La posición de Torre Nilsson es distinta a la de los jóvenes realizadores. Sus comienzos dentro de la industria
al lado de su padre Torre Ríos lo convierten en una figura atípica, cuyo cine se caracterizó por mostrar la
decadencia de la burguesía argentina conjugando el lenguaje moderno de la intelectualidad ilustrada de fines de
los 50 con la sofisticación técnica de los estudios.
120
En 1945, se estrenaron 23 películas nacionales y 390 películas extranjeras; en 1950 la exhibición de películas
nacionales alcanzó el mayor volumen de toda su historia con 58 películas, mientras que los films extranjeros se
redujeron a 131. En 1956 nuevamente los films nacionales se redujeron a 36 películas y los films extranjeros
aumentaron a 576, esta tendencia continuo y en 1957 la producción nacional alcanzó solo los 15 largometrajes y
los films extranjeros aumentaron a 697. (Fuentes: INCAA, INC, Revista "Heraldo de cine", Boletín "SICA, 40
Aniversario". En GETINO, O. (1998) Cine Argentino entre lo posible y lo deseable. Buenos Aires: Ed. Ciccus,
1998. p. 337.
121
"En agosto de 1944 se concreta la primera medida proteccionista, con el decreto que instaura la
obligatoriedad de pasar películas argentinas en todos los cines del país, en la siguiente proporción: los cines de
primera línea de Capital Federal con más de 2.500 localidades, deben estrenar un film cada dos meses, los
restantes de primera línea y todos los que están en el radio céntrico de la ciudad, uno por mes; los demás de la
capital y los situados en el interior del país dos semanas de cada cinco". Heriberto Muraro y José Cantor "La
influencia transnacional en el cine argentino" en revista Comunicación y Cultura, núm. 5 México, 1978. citado
por GETINO, O. (1998) Cine Argentino entre lo posible y lo deseable. op. cit., p.38.

72
Paralelamente, lejos de la industria se venía desarrollando un circuito de exhibición

alternativo nucleado principalmente en torno a gran cantidad de cine clubes. El Cine Club

Núcleo, el Cine Club de Buenos Aires que existía desde 1930 y posteriormente el Cine Club

Argentino, que organizó desde 1933 a 1957, 56 concursos de filmación. Sus fines eran "ajenos

a toda especulación comercial (...) puramente culturales, educativos y artísticos y su objeto

principal es lograr entre sus asociados un perfeccionamiento mayor del arte de filmar" 122 . En

1942 se crea Cine Arte tomando como modelo los Cinéma d´Essai, pequeñas salas destinada a

exhibir los films de vanguardia europeos. Las tertulias organizadas por los críticos e

intelectuales de las revistas de cine especializadas como Gente de Cine (1951), Cuadernos de

cine (1954), y muchas otras, completaban el panorama 123 .

Comienza entonces, un período de gran transformación cultural en el ámbito

cinematográfico. En 1956 se crea la Asociación de Cine Experimental, la Asociación de

Realizadores de Cortometraje y la Escuela de Cine de Santa Fe (dirigida por Fernando Birri).

Los nuevos realizadores, cortometrajistas y críticos emergen del interior del espacio urbano

ocupando el lugar que el cine comercial había dejado vacante, originando un nuevo modelo

cultural estrechamente vinculado a la idea del artista comprometido con la realidad social 124 .

Compromiso que aún en los años sesenta, debía manifestarse a través de una mirada crítica

que cuestionara los productos culturales del modelo ideológico dominante pero respetando

criterios de validación estéticos legitimados en el campo artístico. La vanguardia era, por

definición, revolucionaria. Según los jóvenes modernos del sesenta, la esfera del arte

122
MAHIEU, J.A. (1961) Historia del cortometraje argentino, Santa Fé: Ed. Documento, del Instituto de
Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral. p. 16.
123
"Nuestro cine se había convertido en una pirámide de intereses pequeños (sólo dos empresas, Sono Film y
Artistas Argentinos Asociados mantenían una producción estable, gracias a su organización y su distribución
propia) donde no cabía ni la audacia industrial ni la artística y donde la dependencia llegaba hasta los cuadros
técnicos, estratificados en el marco estrecho de la rutina. Una industria cerrada sobre sí misma, cada vez más
lejos de su público y con un cuerpo asfixiado por la falta de horizontes. Tal el cuadro que se presentaba a los
jóvenes que deseaban manifestarse a través del lenguaje del cine". MAHIEU, J.A. op. cit., p. 11.

73
acompañaría las transformaciones sociales produciendo una revolución estética. Esta

revolución se centraba en poner de manifiesto la crisis de sentido que atravesaba la sociedad

capitalista y, en consecuencia, el arte burgués. Como señala Terán, dentro del clima

intelectual y cultural de la época, "lo burgués" con todas sus connotaciones se convirtió en el

término que le daba a la crisis de valores imperante una dimensión social y política.

Una categoría que se presentó dotada de capacidad explicativa para dar

cuenta de las insatisfacciones y desgarramientos de ese mundo decadente

fue la de "alienación". (...) También pudieron proporcionarse para este

emprendimiento interpretativo la teoría de la clase ociosa de Veblen, la

disolución de un modo de producción, la crisis de la racionalidad

tecnocrática o la recuperación de la crítica de raigambre romántica; mas lo

importante es que la "decadencia burguesa" ocupó el sitio preciso y vivido

como precioso dentro de una voluntad de sistema que demandaba respuestas

contundentes y totalizadoras. 125

Así, el fenómeno de los “cine clubs” constituyó no solo un ámbito de difusión

alternativa del nuevo cine, sino que generó un polo estético y político de protesta contra el

cine comercial y, de este modo, estableció un espacio cultural en el cual las identidades

artísticas eran indisociables de opciones ideológicas explicitas.

El escaso peso del Estado como promotor de la cultura, la vulnerabilidad de

las instancias estatales y la insuficiencia de los recursos acordados a la

formación y a la docencia. En un país donde tanto pesan las capas medias

124
Para desarrollar esta noción de "intelectual comprometido" Cfr. con TERÁN, O. Nuestros años sesenta, op.
cit., pp. 17-26.
125
TERÁN, O. op. cit., p. 70.

74
cultivadas, (...) permiten dar cuenta de esa tenaz vivacidad intelectual que se

otorga a organizaciones voluntarias de organización cultural. 126

Sin embargo, en el gobierno de Frondizi en 1958 se lleva a cabo una política estatal de

relativo estímulo a la producción independiente a través del Instituto Nacional de

Cinematografía 127 .

El movimiento cineclubístico se había vigorizado en los últimos años. A los

numerosos clubes que surgen gradualmente en todo el país se añaden los

ciclos propiciados por universidades y entidades culturales. De tal modo, el

cine va dejando de constituir un fenómeno aislado del contexto social y

cultural de la comunidad y a la industria del espectáculo se añade una

actividad no comercial que cubre las necesidades de sectores cada vez más

grandes de población, impedidas de conocer el cine por los carriles

normales de exhibición. 128

Los nuevos cineastas imbuidos del impulso modernista y renovador del cine europeo

trazan un circuito urbano periférico a partir del cual se aglutinan una serie de

posicionamientos estéticos y políticos heterogéneos, cuya influencia en la creación de un

nuevo cine argentino, fue decisiva.

Por un lado, la corriente inaugurada por Birri con el film documental Tire dié, en el

que el documental restituye a la imagen la fuerza de un cine vinculado a la realidad social. 129

126
SIGAL, S. op. cit., p.107. Sería interesante vincular el fenómeno de los cine clubs con el análisis que hace la
autora de los grupos de estudio.
127
Después de la caída de la producción nacional a 15 películas en 1957, el clima de efervescencia democrática
y la implementación de una política de estímulo a la producción independiente logró que se elevara la
producción a 39 largometrajes en 1958 y 31 en 1959. También se acrecentó notablemente la producción de
cortometrajes que en 1959 fue de 31 películas y en 1962 de 50.
128
MAHIEU, J. A. op. cit., p. 23.
129
Aunque no es la intención profundizar en el análisis del film es adecuado resaltar que su novedad no es solo
la incorporación de una marca indicial en la imagen sino la relación entre la producción del film y la
intervención social, ya que la película es una creación colectiva y pedagógica como primer producto de la

75
El grupo Cine y Liberación deviene de este impulso transformador del cine como herramienta

ideológica y de crítica social, aunque el tratamiento ascético de la imagen característico de

Birri, deja lugar a un montaje constructivo y a una imagen saturada que en La hora de los

hornos adquiere su expresión más acabada. Por otro lado, la corriente que podríamos llamar

modernista que se inicia con Torre Nilsson; dentro de esta línea se ubican autores como David

Kohon, Manuel Antín, Simón Feldman, Rodolfo Kuhn, quienes desplazan el interés activista

del cine político hacia una puesta en crisis de la referencia a través de un trabajo experimental

con el lenguaje del cine.

Unos años más tarde, estas tendencias se irán radicalizando hasta constituirse en

posiciones estéticas irreconciliables debido a la fuerte vinculación entre vanguardia

cinematográfica y vanguardia política.

Quizás, esta polarización del cine y el consecuente endurecimiento de sus posiciones

ideológicas se deba a la rápida respuesta del mercado en su afán por apropiarse de las

tendencias críticas del arte moderno. Pero, también a la irrupción en el ámbito político de un

nuevo actor social fuertemente politizado: la nueva izquierda 130 . La revolución cubana de

1959 constituyó un factor importante en la conformación de este proceso de transformación

política y cultural: primero “nacionalizó” la izquierda tradicional al mostrar que las

revoluciones en América Latina no las hacían los partidos comunistas sino los movimientos

nacionales, y el movimiento nacional argentino era indudablemente el peronismo. La

experiencia cubana se constituyó entonces, en un modelo político y cultural que permitió

Escuela Documental de Santa Fe. Desarrollé este tema en "Una mirada socio-histórica sobre la Escuela
Documental de Santa Fe". Trabajo presentado Primer Encuentro de Arte Alternativo. Rosario, Santa Fe.
Argentina. 1990.
130
Con este nombre se denominó a la intelectualidad de izquierda que se diferenciaba de los partidos de
izquierda tradicional como el Partido Comunista y Socialista. “Existieron de esa manera estrategias que
implicaron un enriquecimiento de enfoques porque pudieron combinar una ruptura respecto del estalinismo poco
antes dominante dentro del marxismo con una traducción de nuevos referentes teóricos al caso argentino, como
la constituida por la introducción de los textos gramscianos.” TERÁN, O. op. cit., p. 103.

76
trazar un puente entre intelectuales de izquierda y peronismo a través del nexo del

nacionalismo. En este clima, en el que el advenimiento de un cambio social radical parecía

inminente, la impronta europea del cine de los sesenta era considerada como un fenómeno de

colonialismo cultural. Por el contrario cobraba fuerza la creencia de que los artistas debían

conformar un frente antiimperialista, poniendo sus capacidades creativas al servicio del

derrocamiento del sistema capitalista.

Los acontecimientos, la necesidad impostergable de asumirse en la historia,

han hecho del artista un ser total, político – comprometido o cómplice, pero

en ningún caso ajeno al mundo en que vive -, articulado, como cualquier

otro, a la vertiginosa humanidad que hoy (en África, en Cuba, en Argelia, en

la España del Silencio (...) peligrosamente juega su destino al azar de un

futuro hermoso. 131

En otras latitudes y varias décadas después, volvía a surgir con inusitada vigencia la

polémica que había desvelado a los modernistas europeos. Las discusiones de Adorno,

Benjamin y Brecht sobre la función social del arte y su papel revolucionario en las

transformaciones sociales aún no estaba resuelta.

La identidad entre arte y política durante los setenta significó la formulación de un

modelo cultural en el que las esferas autónomas características de la modernidad debían

disolverse definitivamente en un todo homogéneo regido por la lógica de “todo es política”.

Todo es ideológico y, como todo es ideológico, en todo se juegan relaciones

de dominación. Por un camino que las vanguardias no habían previsto (o

quizás sí, porque fue el camino de la relación de Einsestein con Stalin), el

131
Editorial del Grillo de Papel, Buenos Aires, n. 6, octubre-noviembre 1960, p. 2. citado en TERÁN, O. op.
cit., p. 98.

77
arte se comunicaba, al parecer definitivamente, no con la “vida” sino con

esa forma más despótica que la “vida”, que es la política. 132

Sin embargo, si bien “la cultura popular” y el “pueblo trabajador” eran las banderas

enarboladas por los cineastas del Tercer Cine y el Grupo Cine y Liberación, el gusto popular

seguía siendo más afín a las producciones esteriotipadas del cine comercial que a las

propuestas experimentales de los vanguardistas.

Quedan delimitados así dos espacios: por un lado, el cine de industria y por otro el

cine independiente o de vanguardia; dentro de esta última clasificación encontramos dos

etapas: la de la generación del sesenta, dónde coexistían diferentes formas de exploración del

lenguaje cinematográfico alineados tras un objetivo común: oponerse a la cristalización de la

ideología burguesa y decadente del cine comercial; y la etapa de radicalización política de la

década del setenta.

Sin embargo, si bien ambos espacios -los nuevos cineastas y el cine comercial-, se

presentan como espacios mutuamente excluyentes, es preciso analizar las tensiones tendientes

a disolver tanto su unidad interna como su autonomía.

Leonardo Favio

En esta perspectiva el cine de Favio constituye una vía de acceso para indagar el

carácter mixto de estas identidades culturales implicadas en fenómenos culturales y

económicos más vastos.

132
SARLO, B. (1998) La máquina cultural. maestras, traductores y vanguardistas, Buenos Aires: Ed. Ariel. p.
253. En el capitulo III “La noche de las cámaras despiertas”, Sarlo analiza la experiencia vanguardista de un
grupo de cineastas que se opusieron a los cánones establecidos por la vanguardia política de los setenta. De este
modo la reconstrucción de un evento efímero ocurrido en Rosario muestra que la identificación entre arte y
política en los setenta no constituía un fenómeno homogéneo sino que estaba atravesado por tensiones internas
al campo artístico.

78
El cine de Favio traza un itinerario atípico. A diferencia de la mayoría de los cineastas

de la generación del sesenta la formación artística de Favio proviene de la cultura popular, y

de la industria cinematográfica su cercanía con Torre Nilson y cierto espíritu de la época lo

vincula con las nuevas estéticas de la vanguardia europea. El cine de Favio cruza la frontera y

con su primer film Crónica de un niño solo (1964) ingresa al mundo de los artistas de

vanguardia para desde allí, poner en crisis el enfrentamiento entre la fuerza modernizadora y

el horizonte despreciado de la cultura popular. Este intento coincide con el momento en que

los intelectuales de izquierda, tras el derrocamiento del peronismo, comienzan a repensar los

vínculos entre la intelectualidad política y los movimientos populares. Su primera trilogía:

Crónica de un niño solo; El romance del Aniceto y la Francisca y El Dependiente, se inscribe

dentro de este período.

Los films de Favio puede pensarse como un tipo de lenguaje que intenta explorar las

posibilidades de un cine que sea a la vez político y popular, pero desde una perspectiva

completamente distinta a la tendencia hegemónica que, en poco tiempo, dará lugar a la

vanguardia política del setenta.

La segunda trilogía de Favio correspondiente a esta etapa (Juan Moreira, Nazareno

Cruz y el Lobo, Soñar Soñar) no se inscribe dentro de la concepción del cine militante llevado

a cabo por los cineastas del Grupo Cine y Liberación quienes se proponían convertir a la masa

en un pueblo revolucionario, sino que va a buscar al gran público allí donde se encuentra: en

los géneros populares.

A partir de Juan Moreira, pero más aún con Nazareno Cruz y el Lobo, el cine de Favio

da un giro inusitado. El abandono de un depurado estilo que mostraba historias con contenido

social a través de un discurso formalmente sofisticado, dió lugar a una estética compuesta con

lo “lo peor de la cultura popular”, el gusto por lo mediocre, lo exagerado, lo artificial, en

79
definitiva todo lo que pueda vincularse con el Kitsch. Esto provocó el rechazo de aquellos

intelectuales que unos años antes le habían abierto las puertas del selecto mundo de la

intelectualidad porteña 133 .

Es posible que el desplazamiento del cine de Favio hacia géneros más comerciales

haya sido percibido como una traición y una concesión de la vanguardia a la gran industria.

Sin embargo, también podría considerarse, a la luz de los acontecimientos posteriores,

interpretar este gesto como un acto radicalmente vanguardista, en la medida en que afirma la

autonomía del artista a la hora de elegir que filmar. La incorporación de materiales poco

nobles y escasamente politizados en un ambiente cultural en el que la acción política imponía

su modelo a la acción artística significó la reivindicación de un espacio autónomo de decisión

estética.

Quizás la identificación de Favio con el peronismo lo lleva a producir en el ámbito de

la vanguardia cinematográfica una irrupción similar a la descripta por Ezequiel Martínez

Estrada al referirse al 17 de octubre del 45.

Perón volcó en las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que

nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país,

hablando en otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo eran parte

del pueblo argentino, del pueblo del Himno 134

Favio hace irrumpir en el interior de las estrategias discursivas del nuevo cine

argentino ciertos estilemas provenientes de los géneros menores y con ello produce una crítica

de doble alcance: transforma los esquemas discursivos del género, al mismo tiempo que

133
En su libro Cine Argentino entre lo posible y lo deseable, Getino le dedica a Favio unas pocas líneas a
propósito del estreno de Juan Moreira. “El tono del film lindaba por momentos con la épica, aunque ciertos
efectismos le restaban hondura dramática, o por lo menos, disminuían aquella poesía auténtica que había estado
presente en películas anteriores de Favio. Si Juan Moreira se trasformaba en uno de los mayores éxitos

80
impone al mundo ilustrado de los artistas de vanguardia el universo simbólico de ese pueblo

que debía protagonizar el verdadero cambio cultural, pero que en definitiva, pocos conocen.

Sin embargo, como se analizará a continuación la representación del pueblo en el cine

de Favio no inscribe una imagen idealizada y homogénea, que tanto el peronismo como la

nueva izquierda articulan a través de las figuras del pueblo trabajador y de la clase obrera.

Estas categorías delimitan marcos ideológicos diferentes, pero comparten una definición de la

ciudadanía basada en identidades abstractas, y en un modelo político fuertemente vinculado a

la concepción del estado-nación.

comerciales del cine nacional, la razón no había que buscarla tanto en el film mismo, como en las circunstancias
y el estado de ánimo que enaltecía a las grandes masas.” op. cit., p. 63.
134
En TERÁN, O. op. cit., p. 48.

81
El Dependiente

El Dependiente (1967/8) es la culminación de la trilogía que se inicia con Crónica de

un niño solo (1964) y continúa con El romance del Aniceto y la Francisca (1965/6). Desde su

primer film, la influencia del neorrealismo, de Torre Nilson y del cine de Bresson, traman la

imagen que vincula estéticamente el cine de Favio con la generación del sesenta. En este

sentido El Dependiente constituye la síntesis de un estilo singularmente moderno y también el

comienzo de la declinación de un lenguaje sofisticado a favor de una progresiva tendencia

hacia el Kitsch.

A diferencia de algunos films del período, que intentaban dibujar esa

fisonomía nacional adaptando moldes aprendidos en el cine europeo a una

temática local, los films de Favio, sin abandonar la influencia de las

corrientes europeas contemporáneas, intentaban hacer uso de ellas buscando

una estética que no sólo abordara temas propios sino que también poseyera

una estructura y una forma auténticamente populares 135

Ahora bien, ¿cómo es esa mirada auténtica sobre lo auténticamente popular? y ¿cómo

se apropia Favio de las estrategias de las vanguardias de la posguerra europea?

Si se tiene en cuenta el nivel de la historia, la estructura narrativa de El Dependiente es

simple, o al menos aparentemente simple: dos espacios (la ferretería y la casa de la Srta.

Plasini), cuatro personajes, una historia de amor, una muerte esperada, un crimen.

135
OUBIÑA, D. AGUILAR, G. M. (1993) De como el cine de Leonardo Favio cantó el dolor y el amor de su
gente, emocionó al cariñosos público, trazo nuevos rumbos para entender la imagen y otras reflexiones. Buenos
Aires: Ed. Nuevo Extremo. p. 14.

82
La primera imagen del film presenta al verdadero

protagonista: la ferretería "Don Vila", un cuadro típico

que actualiza el tópico costumbrista de la esquina del

barrio. Sobre este plano general fijo se imprimen los

créditos cuya tipografía manuscrita refuerza la inscripción

imaginaria de un mundo regido por vínculos personales. Y con los títulos aparece un

personaje, escaleras, un niño, figuras superpuestas en el fondo inmóvil. Pero este estatismo

del cuadro no se produce por un efecto técnico de congelamiento de la imagen –puede

advertirse el movimiento casi imperceptible de las hojas del árbol – sino en virtud de la

cualidad de un espacio cuya fijeza corrompe cualquier cronología.

La voz en off introduce el tiempo: una elipsis sin cortes de 25 años de historia sin

acontecimientos.

...Y fue así. Fernández entró a trabajar en la ferretería, para ese entonces

Don Vila era ya tan viejo como ahora. Desde el primer día Fernández fue

reservado, oscuro, diligente y cuidadoso del centavo. Don Vila vió en él al

niño que había sido y Fernández en Don Vila al viejo que sería. Los límites

de sus ambiciones y metas están marcados por el rectángulo del salón que

hace de negocio. Entre cacerolas, arados y pajareras, patrón y empleado han

pasado ya veinticinco años de aguarrás, tornillos y dar el vuelto...

El límite rectangular determina los movimientos en el espacio. Movimientos

ensayados en la sucesión infinita de una historia sin extensión que ha erosionado a personajes

y objetos hasta dejar de ellos tan solo relaciones de medida y distancia. Definidos

geométricamente, los cuerpos exhiben posturas modeladas por el hastío, hasta sus deseos han

adquirido una forma rectangular.

83
A partir de la secuencia de títulos quedan planteados los tres niveles que no cesarán de

entrelazarse a lo largo del film: un espacio acotado, un tiempo ritualizado y unos cuerpos

apáticos. La articulación entre estas instancias (espacio-tiempo-personajes) marca la

progresión dramática a través del encadenamiento de tres ejes sintáctico-semánticos:

situaciones cotidianas/situaciones violentas; repetición/cambio, deseo/contención. Este último

eje determina el estatuto de los personajes en función de dos oposiciones: el deseo de

Fernández de que Don Vila se muera, deseo que gira en torno a la cuestión de la salud y la

enfermedad de Don Vila y el deseo de Fernández por la Srta. Plasini que debe ser reprimido

hasta la muerte de Don Vila.

El análisis siguiente mostrará cómo la articulación de estos ejes sintáctico-semántico

se encadena con otras disyunciones que configuran la dimensión simbólica del film en el

nivel de la macro estructura: la relación entre situaciones banales y situaciones límite; la

indiscernibilidad entre el punto de vista objetivo y subjetivo a través de la utilización del

discurso indirecto libre; y por último, a modo de síntesis de las anteriores, la creación de una

estructura espacio-temporal que disuelve la distinción interior/exterior por la anulación del

fuera de campo, provocando una suspensión del tiempo en un eterno presente.

La utilización de estas estrategias discursivas produce un tipo de imagen característica

de la imagen tiempo, al crear situaciones ópticas y sonoras puras que tienden a disolver los

vínculos sensorio-motrices característicos del realismo.

En la primera secuencia, donde asistimos a la cena entre Don Vila y Fernández, la

cámara describe, minuciosa, un espacio abigarrado por el tiempo; la acción sucede con la

cansada reverencia de quién realiza un gesto mecanizado. De repente, la escena se subjetiviza,

la cámara abandona los largos travellings y, como si hubiera despertado de un letargo,

acompaña la mirada nerviosa de Fernández: una falsa subjetiva descubre la presencia de una

84
rata mientras es observada por el rostro tenso de Fernández. Corte. Primerísimo primer plano

de la boca de Don Vila. Corte. De nuevo, Plano detalle de los ojos de Fernández. Corte. Plano

cercano de la rata. El ritmo de las miradas de acelera y al grito de “¡Una rata, Don Vila!”,

Fernández hace saltar la sopa por los aires.

Esta secuencia muestra una nueva relación entre dos oposiciones que no han dejado de

redefinirse a lo largo de la historia del cine: la puesta en escena de la banalidad cotidiana,

pero también una nueva manera de hacer surgir las situaciones límite o excepcionales, incluso

de darle una nueva entidad a la excepción. En efecto, las situaciones más triviales desprenden

impulsos contenidos, acumulados, iguales a la fuerza viva de una situación-límite, pero que

ha perdido su carácter dramático: una rata, un gato, un escarabajo son las fuerzas malignas

que irrumpen desbordando la escena. El espacio cotidiano ya no es un ámbito de contención

sino un mundo empequeñecido que se ha vuelto extraño.

Ahora bien, esta nueva relación entre lo trivial y lo

excepcional genera a su vez un nuevo régimen de

intercambio entre los polos subjetivo y objetivo de la

imagen. La irrupción de la situación límite es reforzada

por la explicitación del punto de vista del enunciador. En

la segunda secuencia, -dónde se narra el primer encuentro entre Fernández y la Srta. Plasini-

se repite, como en un espejo, la estructura enunciativa de la primera: los planos generales-

fijos producen un efecto de distanciamiento, la situación se dilata hasta hacerse insoportable.

Súbitamente, la madre entra gritando como enloquecida y revolea al gato violentamente,

entonces, la cámara se aleja también violentamente abriendo aún más el cuadro, como si el

camarógrafo se hubiera asustado ante el exabrupto de la madre.

85
Todo el espacio se carga de las cualidades subjetivas, la situación se vuelve sensible y

los objetos cobran una realidad material autónoma que los hace valer por si mismos

delimitando el marco opresivo y acotado de la diégesis. A partir de este momento, el entorno

adquiere una relevancia inusitada que determinará la relación entre los personajes: más que la

pasión, los une la necesidad de localización. Para Fernández, la muerte de Don Vila lo

convertiría en propietario de la Ferretería y le daría al fin una identidad, ahora le permitiría

además casarse con la Srta PLasini. Para la Srta Plasini es la posibilidad de huir de la casa de

la madre acechada por la presencia de su hermano deficiente. En este drama donde los

personajes detentan una subjetividad escueta, todo parece escaso: las locaciones, las

situaciones que se repiten en cada espacio, los mismos encuadres una y otra vez, y en

consecuencia los mismos puntos de vista: punto de vista de la madre desde el interior de la

cocina; punto de vista de Fernández cuando focaliza temeroso a los animales y deseoso a la

Srta. Plasini y punto de vista del enunciador, aglutinando por momentos las miradas de todos

los personajes mediante movimientos aberrantes, primerísimos primeros planos o falsas

subjetivas.

La preocupación por el espacio fue un sello distintivo del nuevo cine argentino. En el

cine de los sesenta la frontera delimita el sentido, establece la correspondencia entre la

identidad del espacio y un espacio para la identidad: el campo/la ciudad; París/Buenos Aires;

la villa miseria/la gran ciudad. En Crónica de un niño solo la villa es el margen y como tal,

genera marginales. La pobreza no es un accidente, sino la cualidad que determina

simultáneamente el espacio y el individuo. En el otro extremo del polo semántico, La Cifra

Impar presentará a Buenos Aires y París como las ciudades que liberan el juego recurrente de

la memoria, y será un rebote de pelota el nexo trivial, casi nostálgico, que va de la felicidad de

86
la casa familiar a la soledad fantasmática de una ciudad que sólo se reconoce cuando se

nombra 136 .

El Dependiente muestra un estatuto particular del espacio: por un lado, reitera la

relación empática entre medio y personaje que caracterizara al cine de la época y a sus

películas anteriores; por otro, produce un desplazamiento de sentido, los espacios adquieren

una existencia independiente, amenazante, siniestra justamente porque el desplazamiento se

produce como un segundo movimiento sobre la base de la primera identidad.

Este proceso que va de la cena inicial hasta la última cena envenenada -preparada con

la misma precisión y naturalidad con la que se lleva a cabo una receta de cocina- tiene un

desarrollo progresivo.

En el nivel de las acciones las dos cenas reproducen la organización bipolar que

articula el relato: En la primera, la situación de base gira en torno a una acción habitual y

cotidiana: “cenar”, pero es negada por la falta de apetito de Fernández y finalmente

interrumpida por la presencia de la rata; en la última cena se repite minuciosamente cada

palabra pronunciada y cada gesto realizado durante la cena de apertura, aunque esta vez la

función Don Vila haya sido remplazada por la función Srta. Plasini y la negación del acto de

comer se lleva a cabo por la inversión retrospectiva del sentido de la acción: la preparación de

la sopa (que en la primera secuencia estaba ligada al cuidado de la salud de Don Vila) en la

secuencia final deviene causa de muerte. La cena de apertura encuentra su doble especular en

la cena de cierre que será literalmente la última.

Este movimiento de pliegue y repliegue se expresa también en la violencia hacia los

animales. El terror de Fernández objetiviza en el espacio su temor interior, y permite adivinar

en sus reacciones desmedidas, la medida de su contención. Los polos exterior/interior,

136
Para un análisis más detallado del film de Manuel Antín La Cifra Impar, ver FERNÁNDEZ, G. "La Cifra
Impar/Cartas de mamá; Cortázar/Antín", en CineSofía 2, Santa Catarina, Brasil, 1994. También TORLUCCI, S.

87
imaginario y real no cesan de comunicarse, la rata, el escarabajo, quizás construcciones

imaginarias que figuran una hostilidad interior que se ha exteriorizado.

Pero si en el caso de Fernández la hostilidad se

desplaza del interior al exterior, a través de un circuito

de bordes imprecisos, para la Srta Plasini y su madre la

amenaza recorre un camino inverso: el mundo exterior,

la mirada de los otros, se ha vuelto insoportable y las ha

confinado a un obsesivo encierro. Aunque esos otros, los vecinos, la gente, no sean más que

la construcción fantasmática que visibiliza la degradación encarnada en la corrupción del

cuerpo y la mente de Estanislao. El hermano menor es la irrupción del afuera en el espacio

privado y clausurado de la casa, sus gestos torpes y monótonos no se diferencian mucho de

los movimientos hipnóticos de la gente-masa en el centro espiritista y de la crisis nerviosa de

la Srta Plasini cuando Fernández le confiesa inseguro que "siente el amor". La Srta Plasini le

teme a los vecinos porque comparte con ellos una subjetividad en trance.

Esta relación entre el fuera de campo y la imagen muestra el nuevo estatuto del Todo

en el cine moderno que se define por la irrupción del exterior en el interior del montaje.

Deleuze describe cómo el fuera de campo localizable con un simple giro del eje de la cámara,

y el fuera de campo como el todo abierto deducible por la asociación de imágenes en el

montaje característicos de la imagen movimiento es sustituido por una concepción del Todo

como intersticio: el Todo es el afuera que aparece en la grieta entre dos imágenes dejando ver

el vacío en el que se recortan unas imágenes y otras y otras. Este acoplamiento no expresa una

lógica que remite a un Todo como esquema de relaciones actualizables, sino que, por el

(2000) “Manuel Antín”. En prensa.

88
contrario, deja ver la irracionalidad que cuestiona -a la vez que fundamenta- un pensamiento

que debe pensar lo otro de sí como interioridad radical.

Así, los dos espacios interiores parecen replegarse en otros interiores cuya

profundidad es habitada por miradas vigilantes que delimitan el cuadro: Fernández se acerca a

la puerta de la casa de la Srta Plasini, un secreto mandato de la madre lo introducirá en el

portal constantemente vigilado desde el interior de una oscura cocina, la luz puntual sobre los

conversadores acentúa la penumbra que circunda la escena y permite adivinar otros interiores

aun más profundos. La Ferretería también se articula en una serie de ámbitos concomitantes

pero a diferencia de la casa de la casera que parece plegarse en profundidad, la Ferretería

describe un espacio vertical: la fachada, el mostrador desde dónde se ve un poco más arriba

las alacenas, a las que solo se accede a través de una alta escalera, y más abajo, el sótano. La

escasez de las locaciones aparece reforzada por la austeridad reiterada de los encuadres y las

frases mínimas que entre silencio y silencio, sólo parecen cumplir una función fática.

En la monótona contigüidad de los espacios, en la circularidad de las acciones, el

tiempo se dilata hasta convertirse en un eterno presente, solo la añoranza de la muerte de Don

Vila proyecta la acción hacia el futuro para hallar al fin, con la muerte ritual, la clausura del

espacio y el no tiempo de la eternidad. Entonces, un largo travelling hace evidente al

enunciador, y una nueva mirada cenital, despojada ahora de las escurridizas miradas de los

protagonistas, nos permite ver a los vecinos, para alejarnos al fin de ese pueblo fantasma.

A lo largo del film, la construcción del espacio interior no supone un espacio exterior

antagónico que abriría una línea de fuga, no opone la clausura a la libertad. Por el contrario,

lo que sucede es una reiteración infinita de múltiples encierros dónde el afuera es siempre otro

adentro.

89
Es que el afuera adquiere aquí un estatuto puramente virtual. La Srta. Plasini explica a

Fernández que ella y su madre no salen a la calle por temor a la gente. Fernández, por su parte

susurra sigiloso al salir de una de sus visitas habituales "si me viera algún cliente se

asombraría" y la madre pregunta insistente: “¿cómo está la calle?“. Incluso en la Ferretería,

cuando Don Vila habla con un cliente, la cámara contrapicada sólo muestra a Fernández en la

escalera. Extraño pueblo anónimo donde la presencia de los otros adquiere una representación

homogénea y fantasmal. Lejos de la caracterización costumbrista de los tipos de barrio, de los

vínculos basados en triviales gestos cotidianos a partir de los cuales se dibuja la trama

abigarrada de la identidad popular, El Dependiente presenta un pueblo sin rostro.

Como en una pesadilla, Fernández entra por error a través de la puerta contigua de la

casa de la Srta Plasini a una sesión en el templo espiritista, allí está el pueblo, una multitud

homogénea de caras sin gesto que observan poseídos a una muchacha en trance. Son los

mismos que miran absortos a Fernández cuando frente a la puerta de la Ferretería llora la tan

esperada muerte de Don Vila.

Sin embargo, esta masa maníaca que presiona desde una exterioridad imposible, más

hostil cuanto más fantasmal, no sólo impide trazar una frontera entre el afuera y el adentro,

sino que borra los límites entre lo público y lo privado.

A pesar de las interminables situaciones

cotidianas y de las sucesivas conversaciones triviales, se

percibe un clima opresivo. La excesiva ritualización de

los encuentros hace evidente la reiteración mecánica de

conductas fuertemente codificadas. El espacio destinado

a la intimidad se encuentra doblemente vigilado: vigilado pragmáticamente por el punto de

vista de la madre, espiando desde la cocina, y vigilado por un punto de vista trascendente(la

90
mirada de los otros) con su correlato empírico en la actitud represiva de los personajes,

interiorizada bajo la forma de falsa moral.

De este modo el asunto privado se vuelve político, la pequeña historia de cuatro

personajes, como todo sistema cerrado, produce una entropía negativa que arrasa con la

diversidad. La Srta Plasini le muestra a Fernández una foto de su padre sin advertir que ambos

rostros son idénticos. Metáfora de homogeneización que al desplegar toda su fuerza heurística

describe un mundo de violencias contenidas: Fernández, Don Vila, la Srta Plasini y su madre

aglutinan semánticamente a los otros, porque los otros son la medida a partir de la cual se

disponen los cuerpos.

Un mundo sin historia, donde coexisten lo antiguo y lo nuevo. Ya no se presenta como

en el cine político clásico, la evolución o el cambio del estado de cosas preexistente dando

lugar a una transformación que abriría nuevas líneas de acción. En el cine de Favio, la

yuxtaposición entre lo arcaico y lo contemporáneo desdibuja sus contornos y figura un mundo

detenido en un tiempo mítico o abstracto. Así, lo religioso adquiere aquí una fuerza pulsional

que funciona como la expresión colectiva de la violencia contenida de los protagonistas. A

través de las creencias arcaicas, el pueblo se vigila, se persigue, se posee a sí mismo. La

consigna "libérate tu también" es un efecto de trance maníaco y masivo: ¡libérate a ti mismo!

en una masa anónima, homogénea, sin rostro.

Poner en crisis sin plantear una salida: la narración ya no se construye sobre una

posibilidad de evolución, de toma de conciencia como salto cualitativo (la tan esperada toma

de conciencia de Fernández). No se puede esquivar el callejón sin salida, la doble

imposibilidad de seguir viviendo en la dependencia y de escapar a ella. El Dependiente queda

atrapado en un pueblo inexistente.

91
Deleuze afirma que si hay algo que caracteriza al cine político del Tercer Mundo –a

diferencia del cine político de Einsestein, Vertov, Pudovkin– es la inexistencia de un pueblo,

o mejor aun la conciencia de que el pueblo ya no existe o no existe todavía. Muchos de los

cineastas de la generación del setenta, aquellos que hicieron del cine un manifiesto político,

participaban aún de la concepción clásica del cine político: imaginaron el rostro de un pueblo

que a través de una toma de conciencia, que el cine produciría, se constituiría en actor del

cambio social, de la revolución.

El cine argentino tenía como protagonistas a los campesinos, los obreros, los

desposeídos. Sin embargo, era una imagen heroica del pueblo: el cine debía mostrar su

existencia escamoteada, engañada, oprimida. El pueblo está ya ahí, y la imagen lo captura

dándole la actualidad que se merece. Es por ello que el cine en tanto arte de masas aparece

como el arte revolucionario y democrático por excelencia al otorgarle a las masas el estatuto

de auténticos sujetos.

Pero muchos factores iban a comprometer esta creencia: la aparición del

hitlerismo que proponía como objeto del cine no ya las masas en condición

de sujeto sino las masas sojuzgadas; el estalinismo que sustituía el

unanimismo de los pueblos por la unidad titánica del partido (...) En síntesis,

si hubiera un cine político moderno, sería sobre la base: el pueblo ya no

existe, o no existe todavía (...)el pueblo falta 137 .

Podría decirse que si hay algo que caracteriza el cine de Favio es su incansable y

siempre reanudado intento de crear un pueblo, un pueblo para el cine argentino. En este

sentido el cine de Favio es tan político como moderno.

137
DELEUZE, G. Imagen- tiempo. op. cit., P. 287.

92
Deleuze analiza dentro de la nueva concepción del pensamiento en la imagen-tiempo

una nueva concepción de lo político en el cine moderno.

Y entonces, ¿en qué sentido el cine es político? Por un lado, en tanto pone en juego un

momento de decisión y con ello involucra la creencia como variable política y, por otro lado,

porque se funda sobre la conciencia de que no hay un pueblo, de que un pueblo siempre está

por crearse.

El artista o el filósofo son del todo incapaces de crear un pueblo, sólo

pueden llamarlo con todas sus fuerzas. Un pueblo sólo puede crearse con

sufrimientos abominables, y ya no puede ocuparse más de arte o de

filosofía. Pero los libros de los filósofos y las obras de arte también

contienen una suma inimaginable de sufrimiento que hace presentir el

advenimiento de un pueblo. Tienen en común la resistencia, la resistencia a

la muerte, a la servidumbre, a lo intolerable, a la vergüenza, al presente. 138

El estallido de las minorías disuelve la creencia abstracta en una masa-identidad-

pueblo, no hay clase en sí, o en términos de Pasolini:

Hace tiempo que antropológicamente el pueblo no existe. Para los

burgueses franceses el pueblo está constituido por marroquíes o griegos, por

portugueses o tunecinos. 139

El encierro en El Dependiente no es un problema de derechos individuales, justamente

porque es un problema político donde la frontera entre lo público y lo privado ha sido

anulada, expone la tachadura del individuo a favor de una sociabilidad que lo subsume. Pero

una sociabilidad fragmentada que ya no puede restituirse en una unidad llamada pueblo y que

138
DELEUZE, G. ¿Qué es la filosofía? op. cit., p. 111.

93
solo existe en esa multiplicidad de minorías dónde el asunto privado se hace público. El cine

político moderno no se constituye, entonces, sobre la posibilidad de una revolución inminente

y de un pueblo ya ahí, sino que se funda sobre una imposibilidad.

Es lo que J. Rancière denomina la distorsión constitutiva que funda la política. 140 Esta

distorsión constitutiva funda la política en términos de desacuerdo, entendido como un

particular acto de habla, que no se confunde con el malentendido y el desconocimiento, y que

constituye la racionalidad misma de la política. Opone a la comunidad basada en un lenguaje

común y a la política como disputa argumentativa, la comunidad como escenario donde unos

sujetos que no tenían voz toman la palabra y reclaman, en virtud de la igualdad de todos los

hombres parlantes, una redistribución de las partes del cuerpo social.

En este sentido, no hay una política de los antiguos y otra política moderna, sino que

existe la política cuando se hace ver el desacuerdo constitutivo que funda la comunidad. En la

actualidad, quienes reproducen el orden policial no dicen que los obreros no son seres

parlantes como ocurría en la antigüedad:

Simplemente se presupone que el hecho de que hablen no tiene relación con

el de que trabajen. (...) No ven en consecuencia, de que manera la parte

139
PASOLINI, P.P. Lettere luterane. (Trad. Esp. Josep Torrell, Antonio Giménez y Juan Capella Cartas
luteranas. Madrid: Ed. Trotta, 1997.) p. 63.
140
RANCIÈRE, J. La mésentente. Politique et philosophie. Paris: Ed. Galilée. (Trad. Esp. Horacio Pons El
desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires: Ed. Nueva Visión. 1996). Esta configuración de lo político se
remonta a Aristóteles y a la constitución de unos axiai que, sobre la base del principio de igualdad, determinen
las partes de una comunidad allí donde no hay "naturalmente" partes del cuerpo social. Aristóteles delimita tres
axiai fundamentales: los oligoi cuya virtud es la riqueza, los aristoi que son los mejores, y el demos que tiene la
propiedad de ser libres. Es en esta característica del pueblo (demos) donde Rancière encuentra la paradoja misma
de la democracia y la verificación de la distorsión que funda el orden político por excelencia.
El problema es que el demos se adjudica como propia una cualidad que es condición de todos los integrantes de
la comunidad, es decir "puesto que la libertad–que es simplemente la cualidad de quienes no tienen ninguna otra:
ni mérito, ni riqueza– se cuenta al mismo tiempo como la virtud común. Permite al demos identificarse por
homonimia con el todo de la comunidad".
Por lo tanto lo que aporta el pueblo es un litigio, en el doble sentido de propiedad litigiosa porque positivamente
no le pertenece y también en la identificación de los que no tienen parte en nada con la comunidad como todo,
explicitando el daño, o la distorsión constitutiva que funda la política. Por lo tanto, para Rancière el pueblo es la
clase, en sentido estricto, en tanto es la que permite ver la distorsión.

94
recibida por un obrero con el nombre de salario podría convertirse en un

asunto de la comunidad, en el objeto de una discusión pública. 141

Es por ello, que para Rancière la institución de la política se identifica con la lucha de

clases, pero no entendida como la disputa entre clases existentes -categorías correspondientes

a sus funciones- que debaten en un terreno común sus intereses, sino en el sentido del demos

griego, como clases cuya cualidad es un universal. "El proletariado no es una clase sino, la

disolución de todas las clases, y en eso consiste su universalidad, dirá Marx" 142 . El

proletariado no es identificable con un grupo social atendiendo a ciertas propiedades o

relaciones sistematizables, es la clase de los que no se tienen en cuenta, en la cuenta que

instituye el orden social, y tiene lugar por un proceso de subjetivación que pone en juego

dicha distorsión.

Hay política cuando hay una parte de los que no tienen parte, una parte o un

partido de los pobres. No hay política simplemente porque los pobres se

opongan a los ricos. Antes bien, hay que decir sin duda que es la política

(...) la que hace existir a los pobres como entidad (...) Al margen de esta

institución, no hay política. No hay más que el orden de la dominación o el

desorden de la revuelta. 143

Entonces, si se piensa que la política concierne también al cine se podría afirmar que

las películas de Favio fuerzan la racionalidad del cine político de la década del sesenta al

poner de manifiesto que ese pueblo del cine no era más que una construcción fantasmática

que poco tenía que ver con el pueblo, fundamentalmente porque el pueblo no existía aún. La

función del cine no es crear un pueblo, ni siquiera representarlo, sino solo inscribir su

141
RANCIÉRE, J. op. cit., p. 71.
142
RANCIÉRE, J. op. cit., p. 33.

95
ausencia, y de ese modo hacerlo presente. Si El Dependiente aparecía como la huella siniestra

de un pueblo ausente, con Nazareno Cruz y el Lobo el pueblo irrumpe brutal, violento,

desaliñado, y Kitsch, no es un pueblo ideal, porque ni siquiera supone una idea de pueblo, ya

que justamente se sustrae a toda definición.

Nazareno Cruz y el Lobo.

A partir de Juan Moreira, el cine de

Favio vuelve a instalar en la escena nacional el

problema que desveló a las vanguardias

históricas: el cine autorreflexivo, el cine de

experimentación, que buscaba forzar el lenguaje

hasta el límite de lo decible, que pretendía

romper con los esquemas perceptivos que

regulaban el discurso hegemónico; ese cine, por

su propia naturaleza significante, no podía

constituirse en un cine masivo y popular. Precisamente, porque el gusto popular (término

ambiguo que abarca fenómenos tan diversos como preferencias alimenticias y modos de

entretenimiento), desde la perspectiva de la cultura estratificada, constituye un derivación

simplificada y pauperizada de los modelos culturales de la clase burguesa.

"Basta de películas para cineclub" 144 dirá Favio y afrontando la crisis de las

instituciones estatales, ira a buscar en la industria del entretenimiento masivo el dinero que le

permita financiar sus películas. 145

143
RANCIÉRE, J. op. cit., p. 25.
144
OUBIÑA, D. AGUILAR, G. M. op. cit., p. 80.

96
Nazareno Cruz y el Lobo (1974) es la segunda película de la nueva trilogía que

comienza con Juan Moreira (1972), después de cuatro años de ausencia, y culmina con Soñar

Soñar en 1976, estrenada meses antes del golpe militar. Durante esta época el cine de Favio

retorna a un lenguaje más popular, caracterizado fundamentalmente por la inclusión de iconos

estilísticos y tópicos narrativos provenientes de la cultura masiva.

Se podría contraponer punto por punto El Dependiente a Nazareno. La imagen

ascética y sobria, la escueta expresividad de sus protagonistas y la presentación de un tiempo

dilatado en un eterno presente, dejan lugar a un mundo saturado, convulsionado por intensas

pasiones, un mundo que ha perdido ya toda referencia cronológica, para hallar en el mito, el

fundamento de la historia.

Sin embargo, sería apresurado identificar a El Dependiente con el cine de vanguardia

y a Nazareno con el lenguaje artificial pero efectivo del Kitsch. Este tipo de clasificación

supone la persistencia de un modelo cultural poco eficaz para analizar los intercambios que se

han producido entre la vanguardia y el kitsch, al menos, desde que el pop-art inmortalizó los

íconos de la industria de la cultura en los círculos selectos de la vanguardia norteamericana.

A la luz de estos sucesos se han analizado en Nazareno los intercambios que se

producen entre una configuración espacio-temporal ligada a las estrategias discursivas del

cine moderno y los estilemas provenientes de diversos géneros menores.

Se intentará probar que la imagen-tiempo constituye un tipo de estructura dislocada 146

que facilita la utilización de operaciones típicas del Kitsch, pero que una vez incorporadas el

145
En esta época Favio se convierte en cantante popular de éxito masivo y recupera su experiencia de actor en
films netamente comerciales como Fuiste mía un verano (1969) de Eduardo Calcagno y Simplemente una rosa
(1971) de Emilio Vieyra.
146
En términos de Laclau la lógica de toda estructura supone la dislocación como efecto de la indecidibilidad
constitutiva de todo sistema: la sistematicidad del sistema en tanto relaciones diferenciales se define por el
establecimiento de sus límites, estos, necesariamente involucran lo que está fuera de esos límites delimitando
otro sistema de diferencias que el primero no puede determinar si son externos o internos a él. Ahora bien, el
anclaje en la contingencia no está previsto en la lógica de la estructura, sino que es el momento de decisión. Pero
de una decisión tomada en el interior de una estructura que no está determinada y que reclama la paradoja de una

97
texto generan una serie de estrategias de hibridación que disuelven la pertenencia de los

estilemas a su cultura de origen. Se crea entonces, una nueva coherencia basada en procesos

de disyunción, heterogeneidad y multiplicidad.

Desde el comienzo del film tres disyunciones de distinto nivel textual se presentan en

la secuencia de título 147 . Primero el título: Nazareno Cruz y el Lobo: aglutina los términos del

agon y anticipa sus multiples presentaciones: el bien y el mal; dios y el diablo; hombre y

animal. La conjunción “y” establece el nexo presuponiendo la mutua convivencia de estas

fuerzas en principio antagónicas.

En segundo lugar, la imagen expone en el nivel de la historia las condiciones míticas

del nacimiento de Nazareno, y como todo mito supone la creación de un relato de origen que

afina el presente arruinando toda cronología 148 : origen mítico del personaje que ha sido

marcado con la maldición del siete; y doble origen del cine: uno de linaje bastardo que

rememora la pertenencia del cine a los medios de comunicación masiva "la famosa

radionovela de Juan Carlos Chiape", y otro clásico, ligado al expresionismo alemán: ese

punto de fuga dónde reenvía todo film que haga referencia a la oposición eterna entre la luz y

las tinieblas 149 . Entonces, si la radionovela marca el compás de las acciones según una lógica

episódica sin progresión dramática, el expresionismo proveerá los recursos visuales.

decisión basada en una experiencia de indescidibilidad. Ese "momento de locura" - que es la decisión- es
también, para Laclau, el lugar del Sujeto, un Sujeto cuya sedimentación teórica se remonta a Spinoza, para
finalmente con Lacan encontrar su lugar como resultado de una falta, o en términos de Laclau como resultado de
una identidad estructural fallida que debe autoafirmarse en el acto de decisión. LACLAU, E. (1996)
“Deconstrucción, pragmatismo, hegemonía”. en MOUFFE, Ch. comp. Deconstruction and pragmatism, Nueva
York: Routledge. (Trad. esp. Marcos Mayer. Deconstrucción y Pragmatismo, Buenos Aires: Paidós, 1998. y
LACLAU, E. (1990) New Reflexions on the Revolution of Our Time, Londres: Verso. (Trad. esp. Ernesto
Laclau. Nuevas Reflexiones sobre la revolución en nuestro tiempo, Buenos Aires: Ed. Nueva Visión, 1993.
147
Vale aclarar que esta enumeración no supone ningún valor axiológico sino que solo cumple una función
analítica.
148
Un estudio sobre las operaciones simbólicas del mito lo encontramos en FERNÁNDEZ, G. (1984) “El mito
como lenguaje” La Palabra y el Hombre, N° 50, México.
149
Reminiscencias del expresionismo y con él de esa relación de contrarios que no se identifica ni con un
dualismo ni con una dialéctica. La luz se opone a las tinieblas como dos potencias infinitas mutuamente
dependientes, pero esta tensión incesante no culmina en una síntesis o superación a partir de la cual un nuevo
mundo se hace posible, no se proyecta hacia un futuro sino que conduce inexorablemente al pasado, un pasado

98
Ya en la primera imagen la naturaleza, violenta, ocupa todo el espacio habitable, en un

cielo tormentoso y abigarrado de nubes oscuras los relámpagos trazan finas líneas de luz. De

repente un rápido acercamiento de la cámara focaliza la imagen sobreimpresa de Fidelia y la

Lechiguana. La voz aguda de la bruja corta el aire para anunciar la profecía: Nazareno es el

séptimo hijo varón y, según la tradición, en las noches de luna llena vagará por los campos

hecho lobo.

Pero, como se comprobará más adelante, esta

potencia animal no es exclusiva de Nazareno sino que

anida en todos los seres como una de las formas de la

materia. Un primerísimo primer plano nos muestra el rostro

de Fidelia, las gotas de lluvia resbalan por la mejilla, de su

nariz brotan secreciones que parecen extraídas de la tierra, mientras la boca casi sin dientes

repite con tono monótono e íntimo una canción prácticamente ininteligible, sólo alcanzamos a

escuchar algunas frases: "con un cuchillito", "veinte, veinte tripas calientes". Todo en la

secuencia anticipa la tragedia y nos introduce por la via del mito en un mundo sin

determinación ni historia.

La vida no orgánica de las cosas, una vida terrible que ignora la sabiduría y

los límites del organismo, (valida también) para la Naturaleza entera, es

decir, para el espíritu inconsciente perdido en las tinieblas, luz ahora opaca,

lumen opacatum. Desde este punto de vista, las sustancias naturales y los

productos artificiales (...) ya no se diferencian. 150

no localizable que constituye el origen de todas las cosas. Esta caída al estado anterior, no orgánico que persiste
como una fuerza disociadora en las distinciones artificiosas del mundo aparente es, según Deleuze, el primer
principio del expresionismo.
150
DELEUZE, G. La Imagen- movimiento. op. cit., p. 79.

99
En tercer lugar, la voz en off del narrador explicita la instancia de la enunciación y

refuerza la ruptura del principio de individuación a traves de la puesta en crisis de los

dispositivos de comunicación textual.

...Y así fue que se empezó esta historia, la más real que en todo el mundo ha

sido, así fue que se empezó este cuento que el diablo contó a mi abuelo y

como él me lo contó yo se lo cuento...

Desde el punto de vista de la sintaxis narrativa la reiteración de la figura canónica de

apertura en el relato popular "y así fue" delimita dos enunciados homólogos en su estructura.

Sin embargo, la similitud sintáctica refuerza la diferencia semántica y produce una disyunción

en virtud de la pregnancia sémica de las categorías puestas en juego: historia/cuento;

real/contado por el diablo. En la primera frase se explicita la realidad superlativa de la

historia, tan verídica que parece haberse empezado ella misma, en un tiempo que es el

momento mismo del inicio del tiempo. Sin embargo, este relato ha llegado hasta nosotros a

través de una serie insólita de narradores, y como se sabe, la historia, a fuerza de ser contada,

se transforma en cuento para hallar al fin su lugar en la memoria social. Así, la historia real

deviene relato fantástico y, a consecuencia de ese mismo movimiento, el segundo término

engloba al primero, disemina el sentido y arruina la distinción categorial.

Así, la voz en off, al trazar una genealogía imposible –el narrador, su abuelo y el

diablo- no solo pone en crisis el estatuto epistémico de la referencia, también produce una

distorsión a nivel de la enunciación que anticipa el carácter feerico del film. No es el punto de

vista del Diablo el que resulta imposible, bastaría con crear el verosímil adecuado, sino la

coexistencia en un mismo punto de vista de miradas pertenecientes a mundos diferentes. Sin

embargo es posible. Y sólo es posible, si se pone en evidencia en el gesto mismo de narrar, la

100
naturaleza fantasmática de la enunciación cinematográfica 151 . La serie aberrante,

despersonaliza la narración, y hace posible a partir de la identidad entre la voz del Diablo y la

del abuelo, la yuxtaposición de la mirada de Nazareno y la del Lobo. El yo es cualquier yo.

Esta empatía que el lenguaje produce por el acoplamiento de los presentes (dimensión

temporal hacia el pasado y hacia el futuro), abre un campo histórico 152 donde conviven todos

los seres y así, la representación vuelve a hallar en el tiempo de la historia el no tiempo del

mito.

Una vez planteados los distintos elementos que componen la trama discursiva, la

historia puede comenzar. Aunque, para ser más precisos, esta historia como ocurre en la

tragedia clásica ya ha sido contada. Solo resta esperar que las situaciones se desencadenen

según han sido dispuestas. En Nazareno, al igual que en El Dependiente, la historia en si

misma no reviste mayor complejidad, pero es preciso señalar que en el primer caso el discurso

no participa de la misma austeridad.

Los títulos y la primera secuencia presentan la situación de base y a las fuerzas de la

naturaleza en toda su potencia demoníaca. A través de un relato en off pasamos rápidamente

del nacimiento a la juventud de Nazareno. Este tiempo de la juventud transcurre apacible en

151
Bettetini analiza el estatuto específico de la enunciación audiovisual afirmando que la tecnología
cinematográfica y electrónica producen un efecto de desmaterialización de los sujetos que intervienen en el
intercambio comunicativo. Si bien, todo sistema significante crea sujetos textuales que son inmanentes al texto,
el cine precisamente por la naturaleza fantasmática de los significantes puestos en juego borra todas los cuerpos
materiales implicados en su práctica, “en la dialéctica entre el simulacro del sujeto enunciador y la prótesis
simbólica del sujeto enunciatario, se desarrolla la clausura del sentido, pragmática, del texto” BETTETINI, G.
(1984) La conversación audiovisual. Problemas de la enunciación fílmica y televisiva, Madrid: Cátedra. p. 61.
Ver también GAUDREAULT, A; JOST, F. El relato cinematográfico. Cine y narratología. Barcelona: Ed.
Paidós, 1995.
152
Ricoeur muestra como la posibilidad de la experiencia histórica está ligada a la relación de acomplamiento
entre un campo temporal y otro. Esta relación se basa en el principio de analogía en tanto principio trascendental
de nivel superior, “esos campos son análogos en el sendio en que cada uno de nosotros puede, en principio,
ejercer como cualquier otro la función del “yo” e imputarse a sí mismo su propia experiencia (...) la analogía
implícita en el acoplamiento no es, desde ningún punto de vista, un argumento, (...) procede aqui por
transferencia directa de la signigicación “yo”. Como yo, mis contemporáneos, mis predecesoresa y mis
sucesores pueden decir “yo”. De este modo estoy historicamente ligado a todos los otros.” RICOEUR, P. “La
imaginación en el discurso y en la acción” en Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la
hermenéutica de la acción. Buenos Aires: Ed. Docencia.

101
un pueblo que ha olvidado el destino terrible que lo acecha y vive saturado de felicidad,

rodeado de la otra naturaleza: la naturaleza edénica del amor y la belleza. Y con la llegada del

amor aparecerá el diablo a hacer cumplir la profecía o apropiarse del alma buena de

Nazareno. A partir de este momento, la progresión se articulará en torno a la lucha entre dos

manifestaciones de la misma Naturaleza: la naturaleza edénica y la naturaleza diabólica. En

definitiva, una Naturleza inorgánica, sin sustancia, y por lo tanto, ni buena, ni mala.

En Nazareno, el pueblo, el espacio del pueblo no constituye un fondo, un contexto

para unos personajes y algunas acciones; tampoco como en El Dependiente es un espacio

virtual. Por el contrario, desde el comienzo el film presenta un pequeño y pobre poblado rural

emplazado en el centro de la naturaleza entera: cielo, tierra, tierra seca por el calor, tierra

blanca de nieve, ríos, selvas, montañas. Este pueblo no esta situado, pues su localización es

ilimitada. En este espacio u-tópico, la cualidad de la naturaleza va pasando por varios estados

que son ellos mismo descripciones de situaciones más que un paisaje dónde se desarrollan las

acciones. Así, en la primera secuencia tanto los personajes como la tierra, el cielo y el viento

que azota a casas y animales han sido afectados por la tragedia del nacimiento del séptimo

hijo varón de una familia, ahora maldita.

Estos movimientos mundializados (movimiento del viento que arrasa consigo todo a

su paso, movimiento del montaje saturado de sobreimpresiones, movimiento de la cámara

lenta o del zoom sorpresivo) producen una homogenización que abarca tanto a la Naturaleza

como a los objetos artificiales. No hay por un lado una naturaleza edénica y por otro una

diabólica, sino que la explicitación del artificio cinematográfico hace pasar a los personajes

de un mundo a otro, otro mundo que es el mismo, unas veces atravesado por pasiones

amorosas y otras por fuerzas malignas.

102
La naturaleza diabólica se presenta por medio de encuadres saturados de

sobreimpresiones y contrastes de luz y sombra; es que, como dijimos, no hay imagen del mal

que no se halle marcada por el recuerdo del expresionismo con sus encuadres profundos y

abismales. En este mundo de pasiones terribles las fuerzas inorgánicas corrompen los

cuerpos. Así, en la escena de la muerte de los hermanos y el padre el río parece desgarrar a los

jinetes hasta hacerlos desaparecer en un mundo acuático; también, la caída de Nazarano a las

cavernas del infierno muestra un mundo originario donde animales y humanos son meras

apariencias contingentes, mundo que se remonta al comienzo del lenguaje, comienzo mítico

en el que conviven la sonoridad popular del Guaraní y la declamación erudita del Latín.

Por el contrario, la naturaleza edénica es límpida y plana como una tarjeta postal. En

estos paisajes estereotipados la relación entre el individuo y el medio se juega en un eje

metonímico, en contacto con la naturaleza, los protagonistas potencian su ser naturaleza: los

cuerpos de Nazareno y Griselda son un compuesto de fluidos naturales, y cuando hacen el

amor entre el "verde césped" y "la cascada transparente" la lágrima de Nazareno se homologa

por corte con el caudal del rió hasta convertir a los amantes literalmente en seres de agua.

Toda la imagen se vuelve líquida.

En ambos casos, la representación de la naturaleza aparece saturada de efectos

cinematográficos tan excesivos que han perdido toda funcionalidad narrativa y produce una

distorsión que remplaza lo puro por lo impuro, aun cuando describa la pureza. La belleza,

incluso la belleza natural, se presenta ligada a la artificiosidad y a la apariencia en tanto

superficie sin densidad. El amor entre Nazareno y Griselda no emana de la situación, es un

efecto, prefabricado, redundante y alegórico. Cuando la mirada de Nazareno distingue a

Griselda entre la multitud del pueblo comienza el leiv motiv que acompaña todas las escenas

de los enamorados. Conjuntamente la cámara lenta nos fuerza a detenernos en la belleza

103
publicitaria de Griselda y en su cabello platinado levemente movido por el viento. Las

palabras no son necesarias: el amor ha invadido la escena. Entonces, el leiv motiv musical es

remplazado por una melodía coral y la cámara gira en un travelling circular que se repite de

modo idéntico, como si el recurso por si mismo no fuera suficiente. La voz embelezada de un

niño refuerza la imagen: ¡que bonita sos Griselda! Corte. Primer plano de los ojos de

Nazareno. Corte. Sobre un fondo negro un fuego ocupa toda la parte inferior del cuadro. Se

sobreimprime la imagen de Nazareno y Griselda saltando abrazados sobre el fuego (el fuego

de la pasión que los abraza). La cámara gira mostrando al diablo vestido de gaucho. El coro

no se detiene.

Con la primera de las tres metamorfosis, las operaciones del Kitsch entran en un

vértigo que roza lo inverosimil: Rigoletto, banda popular, música coral, espacios nevados y

selváticos, humanos que se convierten en animales, bacantes desnudas que recitan en Latín y

en Guaraní, etc. Este pastiche devela tal falta de pudor, produce una saturación tan poco

funcional, que no hace más que convertirse en una poderosa marca de enunciación. Al

espectador le sucede con el film de Favio algo similar a lo que sucedía con el Pop de Warhol

o de Jaspers: hace evidente, como pocas obras de vanguardia, a través de la manipulación de

las imágenes del consumo, el gesto irreverente y desfachatado del artista.

En Nazareno los falsos racords y la utilización exagerada de los recursos técnicos

(cámara lenta, sobreimpresión, música, efectos sonoros, saturación del color) subvierten la

continuidad del espacio-tiempo y con ello las relaciones de causalidad como soporte de la

narración. "Son puras situaciones ópticas y sonoras puras en las cuales el personajes no sabe

como responder, espacios desafectados en los cuales el personaje cesa de experimentar y de

actuar y entra en fuga (...) en un ir y venir, indiferente a lo que le sucede" 153 . Es Nazareno

153
DELEUZE, G. La imagen-tiempo. op. cit., p. 361.

104
atrapado en el cuerpo-animal, vagando en las noches de luna llena sin tener control sobre

sus/los actos del lobo, huyendo de los pobladores que se han organizado para matarlo. Nada

puede hacer para modificar su destino, solo le queda ser espectador de unos acontecimientos

que ya han sido dispuestos en el origen del tiempo, al comienzo del film.

Si se toman en cuenta los dos films analizados hasta el momento es posible distinguir

dos representaciones del tiempo. Por un lado, en El Dependiente accedemos al tiempo como

presente dilatado que a su vez es inseparable de una imagen virtual amenazante. Por otro,

Nazareno muestra el tiempo como contracción del universo, como aglutinación de la

inmensidad del pasado, el presente y el futuro a través de una imagen que entra en relaciones

vertiginosas con capas cada vez más profundas de tiempo. Sin embargo, estos dos modos

diferentes de dar una imagen del tiempo no constituyen dos concepciones o dos formas de

pensar el tiempo, sino que se presentan como dos aspectos del tiempo, de una idea del tiempo

no cronológico que siguiendo a Agustín 154 y fundamentalmente a Bergson 155 , Deleuze definió

como la materia del cine moderno.

En el cine moderno, (...) la imagen tiempo ya no es empírica ni metafísica,

es "trascendental", en el sentido que da Kant a este término: el tiempo

pierde los estribos y se presenta en un estado puro. La imagen-tiempo no

implica ausencia de movimiento, pero si implica la inversión de la

154
AGUSTIN. Confesiones. Libro XI (versión de Fancisco Montes de Oca), México: Ed. Purrúa. Aquí Agustín
desarrolla la idea del triple presente (presente del pasado, presente del presente y presente del futuro) y su
relación con la Intentio y la distentio animi como la interacción entre la espera, la memoria y la atención. Un
análisis de esta concepción del tiempo lo encontramos en RICOEUR, P. (1985) Temps et récit. i: l´histoire et le
récit. París: Ed. Seuil. (trad. esp. Agustín Neira, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato
histórico. México: Siglo XXI, 1995.) Primera Parte. cápitulo 1.
155
BERGSON Matiére et mémoire, 1896; L´evolution créatice (1907); Durée et simultaneité (1922), Presses
Universitaires Françcaisese. 1959. Versión en español Memoria y Vida (1957) textos escogidos por Deleuze, G.
Barcelona: Ed. Altaya 1994; Obras escogidas. México: Agilar, 1963, trad. esp. José Antonio Míguez.

105
subordinación; ya no es el tiempo el que está subordinado al movimiento, es

el movimiento el que se subordina al tiempo. 156

En El Dependiente las reacciones de los personajes operan una disyunción en el

esquema sensorio motriz produciendo un encadenamiento de movimientos aberrantes

(reacción de la Srta Plasini ante la declaración de amor de Fernández, exabrupto de Fernández

ante la presencia de los animales, violencia de la madre con el gato por sentarse en el sillón

del padre y, como paradigma, degeneración motriz de Stanislao). Consecuentemente, el

código de actuación, fuertemente teatralizado, refuerza esta desconexión incluso en aquellos

momentos en que los diálogos parecen responder a intercambios comunicativos

estandarizados.

En el cine moderno el encadenamiento de las imágenes ya no se rige por relaciones de

semejanza, de contigüidad o de oposición según criterios de asociación previstos por el

montaje, sino que ahora la sucesión pasa a ser una serie. En la serie, el corte entre una imagen

y otra se ha vuelto irreductible a la relación entre los planos que enlaza, en el borde entre uno

y otro se abre una brecha, un intersticio que adquiere valor autónomo. "La primera

consecuencia es que las imágenes ya no se encadenan por cortes racionales, sino que se

encadenan sobre cortes irracionales" 157 . El cine no sería ya la posibilidad de pensar el Todo,

sino una fuerza disociadora.

Esta estrategia produce un cuadro cinematográfico cercano a la pintura ya que lo que

se anula es la relación campo/fuera de campo, en tanto sintaxis narrativa que encadenaría una

imagen con otra.

En Nazareno este sistema de encadenamientos fragmentados se organiza en varias

series superpuestas: una serie extensa según criterios horizontales de sucesión aleatoria

156
DELEUZE, G. La imagen-tiempo. op. cit., p. 306.

106
(historia/mito; configuración espacio-tiempo); una serie intensa cuando los personajes

atraviesan por diferentes cualidades y potencias (núcleos sintáctico-semántico); y por último,

una serie vertical o sintética (nivel pragmático) que englobaría a los otros tipos y que se

refiere a la relación disyunta entre los componentes de la imagen visual y los componentes de

la imagen sonora.

En el primer caso el establecimiento de un antes y un después en la historia, no se

determina de acuerdo a criterios de sucesión empírica, sino a una cualidad intrínseca al

tiempo como devenir. Todo en el relato sucede como si estuviera determinado por leyes

férreas de acuerdo a una lógica implacable, sin embargo, la estricta Naturaleza no deja ver

más que la irracionalidad que funda la ley. La secuencia de títulos expone un montaje

articulado según una lógica de relaciones abstractas, los diálogos entre personajes ocurren

fuera de sus respectivos anclajes espacio-temporales. Al dictamen de la Lechiguana "Varón

nació, lobisón será" le sucede por corte el largo traveling del lamento de la madre mientras

deambula por el pueblo seco, vació y ventoso. Las miradas escurridizas de los vecinos y las

respuestas de la Lechiguana construyen un espacio de coordenadas imposibles ya que a fuerza

de saltos de eje en la posición de la cámara y puntos de vistas aberrantes los límites del

cuadro nunca remiten a un fuera de campo localizable. El grito final de la madre, “¿por qué a

mí?”, aglutina semánticamente la doble relación entre determinación y azar, y si el azar es el

fundamento de la ley lo que se ha puesto en crisis es la posibilidad de referir el pensamiento a

un modelo de lo Verdadero como totalización. La Naturaleza representada en Nazareno no

remite al Todo como el conjunto de las leyes del universo, sino a lo inconmensurable, a una

“potencia naturaleza” que no cesa de pasar por múltiples estados.

157
DELEUZE, G. La imagen-tiempo. op. cit., p. 367.

107
Esto constituye el segundo tipo de articulación de la serie caracterizado

fundamentalmente por las continuas metamorfosis entre humanos y animales. Cuando

Nazareno se convierte en Lobo es significativo que el film no eluda, por medio de una elipsis

pudorosa, el momento de la conversión, ni que, por el contrario se regodee en el

representación casi obscena del proceso orgánico de la transformación. A diferencia de estas

estrategias convencionales, la metamorfosis de Nazareno, al igual que la transformación

compulsiva de la madrina del Diablo, se muestra con la rapidez acética y precisa,

característica del medio técnico: la transformación es instantánea. El proceso orgánico se

sustituye por un proceso artificial, la imagen se vuelve conceptual más que sensible, no

percibimos la metamorfosis, la sabemos.

Pero también están los personajes mixtos, aquellos en los que conviven al mismo

tiempo dos potencias diferentes, es el caso de la Lechiguana y de Fidelia. En ambos ejemplos

se muestra una imagen compuesta por dos cualidades excluyentes pero indiscernibles: el

rostro “lagartijizado” de la lechiguana, un rostro delineado por una fuerza virtual que

constituye la otra cara de la imagen que se ha actualizado (el pasado animal de este presente

humano). De tanto transformarse en reptil, su cuerpo ha devenido un híbrido animal y

humano y no podemos dejar de ver, en el viejo rostro de la Lechiguana, el gestus paciente del

lagarto. Por otro lado, Fidelia es la imagen de una niñez ambigua, como si aún no se hubieran

delimitado los géneros, Fidelia tiene el pelo cortito como un varón y si no fuera por el

femenino del nombre no podríamos darle una identidad sexual. La ambigüedad se refuerza

con la llegada del Diablo, Fidelia exhibe los regalos del forastero: su cuerpo esta cubierto de

joyas y adornos y su rostro aparece exageradamente maquillado, así el eje niña/niño se

desplaza a niña/mujer dejando ver simultáneamente una superposición de estados.

108
Por último, está el devenir del pueblo: pueblo hostil en las secuencias iniciales, pueblo

feliz durante la juventud de Nazareno y por último pueblo violento. Si en El Dependiente el

pueblo aún no existía, o solo tenía una existencia virtual, imaginaria, en Nazareno el conjunto

de los pobladores emerge como una fuerza sin sustancia ni cualidad que atraviesa los mismos

estados por los que pasan las fuerzas naturales. No hay un pueblo bueno y un pueblo malo

sino una masa sin identidad, cuya función, como si fuera un coro trágico, no es más que

otorgarle al discurso mítico un valor performativo en la praxis social.

Así, en la primera secuencia, con el anuncio del nacimiento de Nazareno, las miradas

que asoman esquivas de entre las ventanas conforman un pueblo adverso. Sin embargo, con el

transcurrir del tiempo el pueblo ha olvidado y la terrible profecía solo persiste en la memoria

popular como parodia (Nazareno imitando el aullido de un lobo a pedido de los vecinos

durante un festejo). El pueblo es entonces, el espacio de la hospitalidad y la alegría. Pero esta

aparente armonía vive constantemente amenazada por su reverso terrible y violento. La

presencia del Diablo es el germen que enlaza el presente con el pasado originario en el que se

ha dispuesto la desgracia, y lo proyecta hacia un futuro inevitablemente trágico. Una tragedia

que asumirá la forma de una cacería del pueblo contra el pueblo, de pastores contra lobos, de

las fuerzas del mal contra la potencia del amor.

Por último, esta la serie vertical o sintética que organiza el film desde el punto de vista

pragmático. La disyunción entre los diferentes componentes del lenguaje cinematográfico

configuran un discurso en el que se enlazan los tópicos de la iconografía del Kitsch con las

estrategias enunciativas del cine de autor.

Resumiendo las características que hacen de este texto una estructura dislocada se

observa, en primer lugar, que la progresión dramática no se establece teniendo en cuenta la

lógica de las acciones, por el contrario, –a través de los falsos racords, los cortes irracionales,

109
las sobreimpresiones, y los movimiento de la cámara de 180°– las situaciones se encadenan

siguiendo trayectos abstractos, la imagen ya no presenta objetos o personajes, sino ideas y

sensaciones: la imagen es leída al mismo tiempo que vista. En segundo lugar, la voz pierde la

referencia propia del directo al ser tratada como doblaje, no solo porque efectivamente esté

doblada, literalmente pegada a la imagen, sino porque no pretende restituir ninguna apariencia

de naturalidad. Ya no hay fuera de campo ni voz en off, sino una serie inconexa de imágenes

y sonidos abstractos que solo valen en función de la idea o la sensación que evocan. Y en

tercer lugar, con la imagen y el sonido, el espacio ha perdido su determinación según

categorías propias de localización y se ha vuelto sensible en virtud de las pasiones que lo

habitan (espacio líquido de los amante, espacio terroso de la Lechiguana, espacio áspero del

diablo).

En esta estructura desconectada, los efectos excesivos y prefabricados no pueden

integrarse al nuevo contexto, precisamente porque el nuevo contexto está desintegrado,

saturado de heterogeneidad. En lugar de pasar desapercibidos, adquieren una función

provocativa que pone de manifiesto el efecto.

Así, la disyunción entre los diferentes componentes de la imagen produce una

operación de hibridación que disuelve las jerarquías. Los estilemas y los tópicos del Kitsch

rebosantes de artificiosidad vuelven sensible toda la imagen, pero la desconección estructural

hace que el efecto Kitsch pierda su pretensión de disimulo y valga en tanto artificio.

En su estudio sobre el Kitsch, Eco lo define como una estrategia de engaño más que

como una cualidad formal ligada al mal gusto.

Pero lo que, en cambio, caracteriza la auténtica y verdadera Midcult, y la

caracteriza como kitsch, es su incapacidad de fundir la citación en el nuevo

contexto; y al manifestar un desequilibrio en el cual la referencia culta

110
emerge provocativamente, pero no es intencionada como citación, es pasada

de contrabando como invención original, y sin embargo domina sobre el

contexto, demasiado débil para soportarla, demasiado informe para

aceptarla e integrarla. Podríamos definir en términos estructurales el kitsch

como el estilema extraído del propio contexto, insertado en otro contexto

cuya estructura general no posee los mismos caracteres de homogeneidad y

de necesidad de la estructura original, mientras el mensaje es propuesto -

merced a la indebida inserción- como obra original y capaz de estimular

experiencias idénticas 158 .

Sin embargo, se advierte que esta presentación del problema supone la idea de que la

obra es un organismo homogéneo y formalmente integrado 159 y, que la especificidad del

Kitsch radica en su incapacidad para incorporar la cita culta en un nuevo organismo

suficientemente débil como para poder hacerla propia. Así planteada, la distinción entre

ambas estrategias textuales queda atrapada dentro de las concepciones estéticas de un modelo

demasiado "modernista" que intenta analizar el Kitsch desde los principios elevados del arte

culto.

Por el contrario, la estética cinematográfica de Deleuze, al examinar cómo el cine

moderno rompe con la concepción orgánica de la obra característica de las vanguardias de

entreguerras, abre a nuestro juicio, nuevas perspectivas teóricas a partir de las cuales

reflexionar sobre la posibilidad del arte en la cultura de masas.

Es cierto, que Deleuze no se propone realizar una estética general como lo hicieron

Adorno y Luckacs, quizás porque esta empresa estaba ligada, de un modo aún no

158
ECO, U. Apocalípticos e Integrados, op. cit., pp. 122, 123.

111
determinado, al modelo ideológico de la modernidad cultural. Tal vez, después del "fracaso"

de las vanguardias y su consecuente puesta en crisis del efecto ideológico de la concepción

burguesa del "arte por el arte", haya que volver a pensar si todavía es posible una definición

general del arte.

159
En “La estética de la formatividad y el concepto de interpretación”, Eco desarrolla a partir de la estética de
Pareyson, la idea de la obra de arte como forma orgánica estructurada según leyes que tienden a la unidad de
elementos diversos. ECO, U. (1968) La definición del arte. Barcelona: Planeta Agostini, 1970.

112
5. CONCLUSIÓN

La antigua distinción entre arte culto y Kitsch, vinculada a la configuración cultural

de la sociedad dividida en clases, reforzaba la idea de la cultura de masas como un espacio

ideológicamente homogéneo y estéticamente descartable. Sin embargo los pronósticos de

homogeneización se vieron cuestionados por la emergencia de particularidades y demandas

de minorías a las cuales la cultura de masas tuvo que atender. Y así, paradójicamente, la masa

estalló en una multiplicidad de singularidades pujantes por afirmarse. El imaginario de

identidad hegemónica derivó en una suerte de negación de esta identidad y en la consecuente

afirmación de transidentidades móviles.

Al mismo tiempo, la integración progresiva de la producción estética a la producción

general de bienes convirtió la innovación y la experimentación con los materiales —

característicos de las vanguardias— en una función estructural del mercado, que vino a

satisfacer su frenética demanda de renovación. A partir de la Segunda Guerra la crítica de las

vanguardias a la institucionalización del arte devino en una nueva forma de

institucionalización que convirtió la originalidad en premisa dogmática y la experimentación

en una receta académica. Así, el modernismo estético halló finalmente su límite bajo la forma

paradojal que soporta toda ironía: saturados de novedad, la novedad dejó de ser una novedad.

El Kitsch lleva hasta sus últimas consecuencias la estrategia política de la estética de

vanguardia y borra definitivamente la frontera que había recluido el arte en un formalismo

autorreflexivo alejado de la lógica de la vida social. Aunque es necesario remarcar que este

proceso sólo fue posible a partir de la ruptura que produjeron las vanguardias al cuestionar la

validez de los postulados que habían hecho de la autonomía la esencia del arte.

113
Con gesto macabro el Kitsch hace realidad el deseo manifiesto de las vanguardias:

restituyó el arte a la vida, esa fue la callada y demoledora victoria de la Industria Cultural.

Pero también esta realización mostró el carácter utópico del efecto que debía seguirse de ese

proceso: la transformación social a través del arte.

Sin embargo, a pesar de los pronósticos de homogenización, el análisis específico de

la cultura contemporánea demostró que existe una distancia relativa entre algunas formas de

productos culturales de "artistas" o "intelectuales" y los procesos generales de producción y

reproducción cultural y social. Así, el debate sobre las relaciones entre fenómenos culturales

y procesos socio-económicos permitió plantear la dinámica entre arte y sociedad como un

espacio de conflicto y de luchas determinadas históricamente.

Este trabajo se desarrolló en base a la línea teórica de aquellos autores que intentan

incorporar la cuestión de las condiciones materiales de las prácticas culturales sin por ello

establecer necesariamente relaciones de predeterminación. En definitiva, fue necesario

reconocer que las prácticas culturales y estéticas son un aspecto importante en la

reproducción y transformación del orden simbólico.

La posibilidad de delimitar diferentes tipos de sistemas significantes permitió, en un

primer momento, analizar la potencial estructuración inmanente de los lenguajes específicos,

para luego poder establecer relaciones entre ellos. Ahora bien, esta hipótesis de la

permeabilidad de las prácticas y los discursos culturales, políticos y económicos, tiene lugar

sobre el fondo totalizador del sistema social.

A partir de la premisa de que la nueva capacidad técnica para producir, difundir y

vender objetos culturales a públicos masivos modificó radicalmente las condiciones

materiales de los artistas -y con ello su función social y política- se pudo constatar que las

categorías estéticas canónicas del modernismo no soportaron los cambios operados en el arte

114
contemporáneo. Sin embargo esta afirmación no supone necesariamente plantear la

imposibilidad de la función política del arte, por el contrario, reclama reformular los

paradigmas teóricos desde donde se piensan tanto la política como el arte.

Ante este estado de cosas dos posiciones teóricas se bifurcan irreconciliables: o se

piensa que la instancia crítica del arte es un atributo vinculado a las premisas ideológicas y

epistemológicas de la modernidad cultural, o se afirma que constituye un procedimiento

inmanente a la experiencia estética, que debe reconsiderar sus estrategias formales en función

de su eficacia simbólica. Si se parte de esta segunda opción es posible interpretar que los

procedimientos característicos de la posmodernidad no constituyen una ruptura radical con la

concepción moderna sino que deben ser analizados desde una perspectiva que las comprenda

a ambas.

Desde este punto de vista, el cine constituye al mismo tiempo un fenómeno típico de

la modernidad y un producto cultural que en tanto lenguaje industrial y anticipa la utilización

de las nuevas tecnologías de producción y difusión de imágenes como estrategia política de

dominación. Este tensión se acentúa en el ámbito cinematográfico después de la Segunda

Guerra, cuando el modelo de representación institucional se hallaba en su apogeo.

La expansión sin precedentes de la industria cinematográfica fue el contexto en el que

emergieron los movimientos cinematográficos de posguerra. En Europa el Neorrealismo y la

Nouvelle Vague abrieron una grieta en las estrategias narrativas establecidas por los géneros

de Hollywood y ejercieron una influencia decisiva en la conformación de las cinematografías

nacionales del Tercer Mundo.

El cine moderno, el cine de la Imagen-tiempo, creó un nuevo tipo de articulación

narrativa que permitió expresar la incertidumbre de los hombres y mujeres ante la crisis del

modelo cultural de la modernidad e instauraron nuevos dispositivos discursivos tendientes a

115
desarrollar a la vez una crítica estética y social. Esta nueva sensibilidad audiovisual actualiza

una experiencia del tiempo directamente vinculada con la implementación a escala global de

la circulación del capital: allí reside su dimensión política.

Y repetimos Imagen-tiempo como:

a) Imágenes encadenadas por cortes irracionales que no pretenden reconstruir un

mundo exterior (en el que ya no se cree) sino que quedan separada de un mundo exterior.

b) Imágenes enfrentando un afuera y un adentro independientes de la distancia, no

totalizables y asimétricos.

c) Imágenes en las que la palabra y lo visual alcanzan su propio límite y así descubren

un límite común: más legible es la imagen cuanto más deviene el acto de habla creador

autónomo.

La hipótesis que guió la investigación fue que este particular sistema discursivo

constituye una nueva estrategia enunciativa que rompe con los principios establecidos por las

formas narrativas modernas ya canonizadas, y permite establecer yuxtaposiciones de

materiales provenientes de universos simbólicos, antes incompatibles, sin intentar restaurarlos

en una unidad orgánica.

La década del sesenta y el setenta en la Argentina brindó un marco adecuado debido a

la constitución de un campo intelectual suficientemente delimitado, aunque a la vez

permeable, a las transformaciones culturales y políticas de los centros metropolitanos.

Fue una época en la que la difícil relación entre arte y política configuró el escenario

para la creación de un ámbito cinematográfico de notable injerencia en la cultura Argentina.

Fue una época en la que también resurgieron con inusitada vigencia los debates sobre la

función social y crítica del arte que habían signado el pensamiento moderno y las practicas

artísticas de las vanguardias de principios de siglo.

116
Sin embargo, las múltiples alternativas estéticas y políticas que compusieron este

mapa no constituyeron el objeto específico de la investigación. El recorte establecido y la

sistematización realizada de los rasgos dominantes que caracterizaron estas décadas son

fundamentalmente analíticos y permitió precisar, sobre el fondo heterogéneo del nuevo cine

argentino, los rasgos innovadores que hicieron del cine de Favio un discurso singular y

atípico. En un escenario cultural claramente delimitado entre cine de vanguardia y cine

comercial, los textos fílmicos analizados son adecuados para investigar los cruces entre

espacios culturales -en principio antagónicos- y permiten delimitar estrategias estéticas a

partir de los modelos particulares de producción de sentido y no en base a una tipología del

producto.

La primera trilogía se inscribe dentro de las estéticas de vanguardia que

hegemonizaban la corriente modernizadora del cine nacional. A partir de esta aproximación

inicial, se analizó en El Dependiente cómo el relato cinematográfico produce una estrategia

discursiva que se apropia de los recursos expresivos provenientes de los centros

metropolitanos para articular la experiencia del tiempo -en tanto configuración de mundo- con

el tiempo de la experiencia histórica. En este sentido, el cine de Favio adquiere una dimensión

política y pone en juego en la representación narrativa, nuevas figuras para problematizar la

imagen del pueblo en el discurso de la vanguardia política y artística.

Si la primera trilogía aparece en el marco de la investigación como un espacio que

permite actualizar el momento de emergencia del modernismo, la segunda trilogía se

corresponde con la crisis de las estéticas de vanguardia ante el impacto de la cultura de masas.

El salto estilístico producido por Favio a partir de Juan Moreira parece prefigurar una

reacción frente a la creciente distancia que se había producido entre el cine de vanguardia y

los cánones del gusto del público "en general". Con Nazareno Cruz y el Lobo el joven

117
director, quien había sido aceptado dentro del círculo selecto de los intelectuales modernos, se

vuelca radicalmente hacia un lenguaje popular signado por la incorporación de íconos

estilísticos y tópicos narrativos provenientes de la cultura de masas. Este gesto provocó el

asombro de aquellos que lo contaban dentro de las filas del "verdadero" arte y, al mismo

tiempo, el aplauso "masivo" de los espectadores.

Sin embargo, se ha señalado la dificultad que supone identificar El Dependiente con

las estrategias narrativas de la imagen-tiempo y a Nazareno con la cultura masiva en tanto se

compone de una serie de efectos Kitsch. Este tipo de clasificación implica analizar los textos

estéticos desde un modelo cultural polarizado y, por lo tanto, poco eficaz a la hora de

comprender los procesos de intercambio entre diferentes espacios culturales.

Por el contrario, se intentó mostrar en los dos films analizados, que los procesos de

hibridación que se generan entre diferentes estrategias discursivas producen una

transformación de las funciones semánticas inscriptas en sus sistemas de origen. Vimos

también que este proceso no constituye solamente una estrategia formal sino que establece

conexiones con los dispositivos ideológicos y políticos que componen la trama socio-cultural.

La mutua pertenencia del cine de Favio a espacios simbólicos antagónicos, y la síntesis

particular que realizó de éstos, dejó ver operativamente cómo la sintaxis fragmentaria que

caracterizó al cine de la imagen-tiempo constituye una estructura dislocada permeable a la

incorporación de estrategias discursivas provenientes del Kitsch.

En estas películas se pueden ver los modos de circulación entre distintos niveles

culturales a través del análisis de los procesos de apropiación que los artistas hacen de los

productos de la cultura de masas. Si en este gesto persiste algo de las vanguardias es quizás el

impulso, siempre renovado, de transgredir las reglas del arte. Suponer que el efecto

producido por la masificación de la cultura es solamente un proceso mimético y no una

118
intervención estética en la política, la economía y las prácticas sociales, implica replegar la

exploración teórica hacia posiciones decimonónicas, que si bien gozan de una inmaculada

pureza, poco tienen que ofrecer a la hora de explorar cómo la experiencia estética presiona

sobre la frontera de lo posible y abre un espacio de sentido (también en el sentido de una

experiencia sensible, de la physis como fundamento de toda experiencia estética) en un

mundo que parece hacer del sin sentido, de la belleza apática, a la vez la apoteosis del sentido

y el límite de lo decible.

Por último, interrogar aquel cine, que establece un circuito temporal con los nuevos

cines argentinos, permite delinear experiencias que puedan inspirar la continuidad y

contigüidad de lo presente con la ya sido. Es posible preguntarse ¿qué tienen en común los

jóvenes cineastas de hoy con aquellos jóvenes de la generación del sesenta?

Tal vez, la idea de que el cine ya no debe filmar el mundo sino nuestra creencia en este

mundo, su único vínculo. Tal vez, el intento de crear un lenguaje que permita actualizar la

cuestión de la identidad, aunque la identidad adquiera hoy el estatuto de su propia negación.

119
6. FICHAS TÉCNICAS 160

El Dependiente

Argentina, 1967/68

Dirección: Leonardo Favio

Guión: Jorge Zuhair Jury y Leonardo Favio (basado en un cuento homónimo de Jorge

Zuhair.)

Fotografía: Aníbas di Salvo.

Cámara: Marcelo Pais.

Montaje: Antonio Ripoll.

Musicalización: Vico Verti. Incluye música de J. S. Bach, Francisco Canaro y Juan de dios

Filiberto.

Ejecutante: Yacko Zeller y orquesta en CBS.

Sonido: José Feijoo.

Escenografía: Teresita Millán.

Maquillaje: Orlando Viconi con Jorge Bruno.

Modista: Dolores Pérez.

Asistente de dirección: Gilverto Sierra.

Ayudante de dirección: Horacio Reale.

Foquista: Roberto Maccari.

Asistente de cámara: Felix Marquet.

Asistente de sonido: Juan Bertola.

Foto fija: Juan Morachio.

160
Datos obtenidos de OUBIÑA, D. AGUILAR, G. op. cit., pp. 151- 155.

120
Eléctricos: Orlando Festa.

Intérpretes: Walter Vidarte (Fernández), Graciela Borges (Srta. Plasini), Fernando Iglesias

(Don Vila), Nora Cullén (Sra. Plasini), Martín Andrade (Estanislao), José E. Felicetti

(Fernández niño), Linda Peretz y las voces de Leonardo Favio y Edgardo Suarez.

Productor: Leopoldo Torre Nilsson para Notucan S.C.A.

Productor ejecutivo: Juan Sires.

Jefe de producción: Alberto Tarantini.

Distribución: Producciones Contracuadro.

Sistema: 35 mm. Pantalla Panorámica. Balnco y Negro.

Laboratorios: Alex.

Duración: 87 minutos.

Fecha de estreno: 1/1/69 – Salas: Libertador, Páramount y tres salas de barrio.

Premios:

Premio a la mejor actriz y Premio a la mejor actriz de reparto, de la Asociación Argentina de

Críticos Cinematográficos (1968).

Mención Especial de la Federación de Cine Clubs y Premio “Nuevo Cine” en el Festival

Cinematográfico Internacional de San Sebastián, España (1968).

Premio “India Catalina de Oro” a la Mejor Película Latinoamericana en el IX Festival

Cinematográfico Internacional de Cartagena, Colombia (1969).

Nazareno Cruz y el Lobo

Argentina, 1974/75.

Dirección: Leonardo Favio.

121
Guión: Jorge Zuhair Jury y Leonardo Favio (versión libre de la famosa radionovela

homónima de Juan Carlos Chiappe).

Fotografía: Juan José Stagnaro.

Foto fija: María Teyssié.

Cámara: Carmelo Lobótrico, Aldo Lobótrico, Hector Collodoro.

Montaje: Antonio Ripoll.

Música: Juan José García Caffi con Jorge Candía, incluye “Rigoletto” de Giusseppe Verdi y

“Soleado” de Tacar.

Coro: Agrupación Coral Contemporáneo.

Sonido: Nerio Barberis.

Escenografía: Miguel Angel Lumaldo.

Realización escenográfica: Felipe Milano con Nazario Pugliese.

Diseño de vesturario: Eduardo Lerchundi.

Realización de vesturario: Roque Calocero.

Maquillaje: Orlando Viloni y Jorge Bruno.

Asistente de dirección: Gilberto Sierra.

Ayudante de dirección: Ladislao Hlousek y Hugo Lauría.

Asistente de sonido: Carlos Faruolo.

El lobo: Ñaro.

Adiestrador del lobo: Cesar Saucedo.

Efectos: Trucar.

Intérpretes: Juan José Camero (Nazareno Cruz), Marina Magalí (Griselda), Lautaro Murúa

(Julián), Nora Cullén (la Muerte), Elcira Olivera Garcés (Damiana), Saúl Jarlip (el viejo

122
Pango), Juanita Lara (Fidelia), Yolanda Mayorani (la madrina del Poderoso), Marcelo

Marcotte, Josefina Faustin y la colaboración especial de Alfredo Alcón (el Poderoso).

Productor: Choila Producciones Cinematográficas.

Distribución: Producciones del Plata.

Laboratorios: Alex.

Edición y grabación: Discos Parnaso.

Fecha de estreno: 5/6/75 – Salas: Atlas, Premier, Callao y siete salas de barrio.

Premios:

Premio a la mejor película, Premio a la mejor actriz de reparto y Premio al mejor trabajo de

investigación cinematográfica en el XIII Festival Cinematográfico Internacional de Panamá

(1975).

123
7. BIBLIOGRAFÍA

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RUTTMAN, WALTER.: Opus 1, 1921.

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PICABIA, FRANCIS; CLAIR RENÉ; SATIE, ERIC.: Entr´acte, 1924.


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DUCHAMP, MARCEL.: Anemic cinéma, 1921.

EISENSTEIN, SERGEI.: El acorazado Potemkin, 1925.

PORTER, ERWIN. The Great Train Robbery, 1902

ANTONIONI, MICHELANGELO. : El Eclipse, 1962.

SORIN, CARLOS.: La película del Rey, 1985.

ANTÍN, MANUEL.: La Cifra Impar, 1962.

BIRRI, FERNANDO. : Tire Dié,1968.

GRUPO CINE LIBERACIÓN.: La hora de los hornos, 1966/68.

FAVIO, LEONARDO.: Crónica de un niño solo, 1964.

FAVIO, LEONARDO.: El Romance del Aniceto y la Francisca, 1965/66.

FAVIO, LEONARDO.: El Dependiente, 1967/68.

FAVIO, LEONARDO.: Juan Moreira,1972

FAVIO, LEONARDO.: Nazareno Cruz y el Lobo, 1974

FAVIO, LEONARDO.: Soñar, Soñar, 1976.

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