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Cambios culturales en Venezuela

Situación de Venezuela en el Siglo XXI Causas y Consecuencias en el Aspecto Cultural hasta la


Actualidad

La globalización no es algo que únicamente tiene efectos sobre las economías. Los tiene también
sobre las culturas. Por esto, para que afloren tensiones interculturales ya no es necesario que
exista una proximidad geográfica porque ahora tienen lugar con independencia de las distancias
geográficas que separan a los pueblos. En ningún otro momento de la historia había existido
tanta diversidad cultural ni tampoco fricciones tan profundas, masivas e inmediatas con efectos
que ya no son locales sino globales

El gran cambio del siglo XXI se fragua como resultado de las transformaciones económicas,
tecnológicas y científicas pero sobre todo esta caracterizado fundamentalmente por el hecho de
que las distancias físicas se habrán volatilizado, creando un nuevo escenario en el que deberán
cohabitar cada vez más estrechamente todas las culturas.

Actualmente, las poblaciones que habitan en estos ámbitos culturales están a salvo de
influencias exteriores y conservan todavía las formas más antiguas de actividad económica.

CAZA, RECOLECCIÓN DE ALIMENTOS SILVESTRES, VIDA NOMADA

Las culturas del tipo 2 son también muy rígidas frente al cambio y a la novedad, pero durante los
últimos 50 años han recibido ciertas influencias superficiales procedentes de otras culturas.
Estas son causas están algo más abiertas a la novedad y exhiben una cierta capacidad para llevar
a cabo algunos cambios importantes. Sin embargo, mantienen axiomas y postulados
considerados muy esenciales que evolucionan todavía con extremada lentitud. Corresponden a
las sociedades en proceso incipiente de industrialización y urbanización o las sociedades
relativamente industrializadas de evolución más lenta.

Entre las consecuencias se encuentran las sociedades que han evolucionado bajo su influjo, han
logrado alcanzar plenamente el estadio postindutrial. Sin embargo, en su evolución más reciente
dan muestras cada vez más palpables de un cierto estancamiento que les impide abandonar las
coordenadas del estado del bienestar postindustrial y parecen incapaces de abandonarlo.

Las culturas de las sociedades más abiertas a la novedad serán las que aumentarán de una
manera más substancial su capacidad para encajar y sacar provecho de los efectos de los
cambios. Sin embargo, el incremento de la novedad se producirá a mayor velocidad que el
incremento de su capacidad para asimilarla incremento exponencial de la aparición de novedad.

Evolución de la capacidad de las culturas para hacer frente a la aparición de novedad. La


dificultad de la absorción de novedad se deriva, en última instancia, de las relaciones que cada
cual mantiene con su propia cultura. Cuanto más rígidas son esas relaciones, menor resulta la
capacidad para afrontar la novedad.

Así la constitución de 1961 recogerá la aspiración de los actores culturales, ligados tanto a la
socialdemocracia como a la izquierda, de democratizar la cultura y de garantizar a toda la
población “el acceso a la educación y a la cultura”. Este precepto constitucional constituirá el
preámbulo para lo que podría definirse como los inicios de la política cultural del Estado
democrático en Venezuela. Respecto a la posición de los sectores de izquierda, es importante
hacer un paréntesis para agregar que dichas posiciones pueden comprenderse si se toma en
cuenta que en los inicios de la democracia están aún muy apegadas a la concepción ortodoxa del
marxismo.

La discusión sobre la cultura en los momentos iniciales de la etapa democrática no tiene mayor
importancia para estos sectores debido a que la cultura sigue siendo pensada como el reflejo de
las condiciones económicas, por lo que lo fundamental era transformar esas condiciones para
que se produjera el cambio hacia una cultura socialista y un arte socialista.

Venezuela, libre y soberana

La Revolución Bolivariana en perspectiva

31 ENERO 2019, MARCELO COLUSSI

Una niña delante de un mural en Caracas que recuerda a Chávez


Una niña delante de un mural en Caracas que recuerda a Chávez

La República Bolivariana de Venezuela cursa un proceso de transformación político-social de


envergadura desde el año 1998. Ahí es cuando llega a la presidencia, a través del voto popular,
Hugo Chávez.

A partir de allí, con su liderazgo y una enorme movilización de las grandes mayorías venezolanas
que lo apoyaron, el país comenzó a tener profundas modificaciones. La renta petrolera, principal
recurso histórico de Venezuela, por primera vez en la historia comenzó a repartirse
equitativamente. La población de a pie, la clase trabajadora, los excluidos de siempre, fueron
considerados gente. El país comenzó a cambiar. Todos los indicadores socioeconómicos se
dispararon hacia arriba. Salud, educación, vivienda, seguridad social, cultura, participación
popular, pasaron a ser prioridad en la agenda nacional. Ahora sí, por primera vez en la historia, la
renta petrolera tenía un verdadero destino social.

En medio de esos cambios, y quizá cuando nadie se lo esperaba, comenzó a hablarse de un


nuevo socialismo, superador de los errores del viejo estalinismo del pasado: el socialismo del
siglo XXI. Se estaba entonces en la construcción de la Revolución Bolivariana.

La misma es un proceso atípico, habiendo llegado al poder por vía pacífica, democrática, a través
de elecciones limpias. Las transformaciones que comenzaron a operarse en Venezuela
inquietaron a la burguesía nacional tanto como al imperialismo estadounidense, y en general, a
la derecha global. ¿Por qué? Por dos motivos: por un lado, porque el poder popular de base que
comenzó a gestarse, el control obrero de muchas empresas y un ideario socialista que se abrió y
comenzó a crecer, demostraron que los trabajadores, «los de abajo», los por siempre olvidados y
marginados, existen, son mayoría, y también pueden manejar un país.

Y en segundo lugar, inquietaron al Gobierno de Estados Unidos –representante de los intereses


de las grandes corporaciones multinacionales de poder global– porque un recurso vital para la
economía del imperio, el petróleo, quedó en manos del Estado venezolano. El oro negro sigue
siendo fundamental en el desarrollo capitalista, y las reservas que ofrece Venezuela –las más
grandes del mundo– permiten su explotación, al ritmo del consumo actual, por no menos de 200
años más. El botín, evidentemente, es muy grande, demasiado apetecible. Quienes manejan ese
negocio a nivel mundial, Estados Unidos a la cabeza, no quieren perdérselo.
En otros términos: poder popular socialista y soberanía nacional sobre los recursos petrolíferos
fueron los elementos que dispararon la reacción de la derecha, tanto la venezolana como la de
quien sigue pensando que Latinoamérica es su patio trasero: la clase dominante de Estados
Unidos.

Pero la República Bolivariana de Venezuela es un país libre y soberano, que construye el modelo
social que sus grandes mayorías quieren. Y que no quepa ninguna duda: el pueblo venezolano
votó por esta revolución, votó por Hugo Chávez en 1998, y siguió votando por él en
innumerables ocasiones. ¡Quiere eso, eligió eso, defiende eso! Y muerto Chávez –muerto de
extraña manera, con un cáncer que siempre hizo pensar en la intervención estadounidense en
ese lamentable proceso– el pueblo siguió apoyando al proceso bolivariano. Ahora, desde hace ya
unos años, con Nicolás Maduro en la presidencia.

En todos estos años de revolución, la oposición de derecha (la venezolana, más bien títere de
Washington, y la de la clase dominante de Estados Unidos, quien verdaderamente maneja los
hilos de sus títeres) intentó por todos los medios detener el proceso. Intento de golpe de Estado,
look out patronal, paro petrolero, guarimbas, ataques despiadados en todos los frentes posibles,
mercado negro, guerra económica y bloqueo, atentados, vandalismo contrarrevolucionario,
conato de sublevaciones militares…, ninguna maniobra logró torcer el curso de la Revolución
Bolivariana. Pueblo y gobierno socialista siempre supieron defender la soberanía nacional y la
construcción socialista. Las fuerzas armadas, distinto a lo que sucede en la mayoría de países
latinoamericanos, son fieles defensoras del orden constitucional. La Casa Blanca, en todos los
casos, siempre estuvo detrás de cada acción desestabilizadora.

Sin dudas, la vida cotidiana de cada venezolana y venezolano se hizo complicada, producto de
ese despiadado ataque; el desabastecimiento y el mercado negro hicieron mella. Pero pese a
eso, y a una monumental campaña internacional de desprestigio del proceso bolivariano y de la
figura del presidente democráticamente electo, Nicolás Maduro, la revolución se mantuvo y
siguió contando con fervorosa apoyo popular. En las últimas elecciones, boicoteadas por la
oposición, una vez más el chavismo se impuso. De esa cuenta, el presidente obrero Nicolás
Maduro volvió a tener el mayoritario apoyo de los votantes.

Ahora, una vez más, la derecha arrecia en su intento de detener el proceso. La propaganda con
que inunda el mundo es que en Venezuela hay una narco-dictadura antipopular, sanguinaria y
corrupta. En realidad, para decirlo muy claramente, lo que hay en el país es una
inconmensurable reserva de petróleo, y las empresas petroleras yankis, más algunas otras de
otras potencias capitalistas, no quieren perderse ese botín.

¡En Venezuela no hay narco-dictadura! ¡¡En Venezuela hay mucho petróleo y mucha dignidad
nacional!!

La actual maniobra del imperialismo, secundado por sus títeres locales y con el coro de diversos
gobiernos que están a sus órdenes en varios países, consiste en desconocer la presidencia de
Maduro y reconocer como presidente al titular de la Asamblea Nacional, un ilustre desconocido
en la política venezolana, Juan Guaidó, autonombrado primer mandatario en una acción
claramente provocadora. Con ello se pretende desautorizar y descalificar un gobierno
democráticamente elegido en elecciones transparentes, llamando a todos los países del mundo
a seguir esa conducta.

Por lo pronto, varios rastreros Gobiernos de algunos países, alineados con el imperialismo como
obedientes perritos falderos, desconocen al Gobierno legítimo de Caracas y saludan al nuevo
«Gobierno» de este títere autoproclamado. Con todo ello se crean condiciones totalmente
desestabilizadoras en lo interno, buscando agudizar la división entre pueblo chavista y
antichavista, y por medio de inducidas provocaciones callejeras que ocasionen casos, poder
llegar a una intervención externa, quizá militar, amparándose en la Carta Democrática de ese
«Ministerio de Colonias» como es la humillante Organización de Estados Americanos (OEA). La
situación es peligrosa.

Debemos condenar enérgicamente esta nueva intromisión del gobierno de Washington, y desde
cada trinchera, desde cada pequeño lugar donde actuemos, denunciar la vil maniobra
desestabilizadora que se puso en marcha.

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