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“La insurrección es un arte y no un teorema”, o porqué Pasado y Presente.

Luis I. García García (UNCor)

La historia no sólo es una ciencia; es de igual modo una forma de la memoria. La memoria
puede hacer de lo inconcluso, de la felicidad, algo concluido y de lo concluido, del
sufrimiento, algo inconcluso.
(W. Benjamin, citado por J. Aricó en La cola del diablo)

I. Pasado y Presente fue una “revista trimestral de ideología y cultura” que vio la luz en dos
series. La primera fue editada en Córdoba, entre 1963 y 1965, comprendiendo un total de 9
números. La segunda, en 1973, fue editada en Bs. As., e incluye sólo 2 números. Los nombres
son varios: José María Aricó, Oscar del Barco, Héctor Schmucler, Samuel Kiezcowsky, Juan
Carlos Portantiero, Carlos Sempat Assadourian, Francisco Delich, etc. (buena parte de ellos
provenían del PC, del cual fueran expulsados tras la aparición del primer número de la revista);
con colaboraciones de personajes que llevaron adelante la empresa de la mítica revista
Contorno, como Noé Jitrik, León Rozitchner, Oscar Masotta, de intelectuales vinculados a la
introducción del estructuralismo en nuestro país, como Eliseo Verón o Emilio de Ípola, etc.
Con la confianza en la fortaleza crítica del marxismo, y apoyados en la apertura del marxismo
que significó el aporte teórico y político del comunista italiano Antonio Gramsci, abogaron por
una necesaria mediación del marxismo con las más diversas tradiciones culturales. En esta
voluntad de oxigenar al marxismo con los últimos avances de la teoría y la cultura, impulsaron,
sobre todo su figura más conspicua, la de José Aricó, la colección del los “Cuadernos de
Pasado y Presente” (de casi cien títulos), quizás el proyecto más ambicioso de una biblioteca
de pensamiento socialista en castellano1.
Más allá de los trabajos editoriales efectivos en las revistas o en los Cuadernos, como
grupo de intelectuales radicalizados, traza una parábola muy representativa del devenir de
buena parte de la izquierda en nuestro país. Desde la fascinación por la revolución cubana, la
conformación de una “nueva izquierda” más allá de las estructuras consagradas, la necesaria
relectura del peronismo, el acercamiento a la experiencia armada, la centralidad del Cordobazo,
la radicalización de las posturas, la seducción maoísta y peronista, la destrucción, el exilio, la
desgarrada revista Controversia, el regreso y la revisión del pasado desde una clave
democratizante (la experiencia del “Club de cultura Socialista” y la revista La ciudad futura,
ambas impulsadas por Aricó). Poner en la mesa de discusión ciertos nudos de este devenir es el
objetivo de este trabajo. Sólo poniendo el pasado en acto podemos preparar el advenir de una
experiencia nueva.

II. Estas líneas surgen de las alforjas de algo así como una filosofía en apuro. Guardan un
interés que no pretende responder a los reclamos de la academia, aunque tampoco se
enorgullece de ello. Se trata más bien de un intento de plasmar preocupaciones políticas y
generacionales. Sin embargo, tampoco satisface las exigencias de un militante tradicional, pues
también intenta una discusión de riesgo, fuera de los dogmas más o menos rígidos que han de
sostener a toda programática política. Y aquí ya surge una primera línea de nuestro tema.
Considero que esta mutua referencialidad de lo teórico y lo práctico, más que un déficit de
1
Como dice Horacio Tarcus, “…el proyecto editorial más ambicioso de cultura marxista fue, como anticipamos, la colección
Cuadernos de Pasado y Presente, que Aricó dirigió desde Córdoba, luego desde Bs. As., y finalmente desde su exilio en
México” (en “El corpus marxista”, incluido en el vol. X de la Historia crítica de la literatura argentina. La irrupción de la
crítica, Emecé, Bs. As., 1999, p. 498).

1
rigurosidad o de corrección política, señala un feliz rasgo del pensamiento argentino y
latinoamericano en general que debemos reivindicar, cual es su profundo enraizamiento en
nuestras motivaciones vitales, su capacidad de interpelarnos en nuestras capas más íntimas.
Pues sus itinerarios y pliegues están tramados con las mismas fibras que nos constituyen a cada
uno de nosotros como seres históricos. Esta es la premura de nuestra tradición de pensamiento,
a saber, la inquietud por aproximarse a lo otro de sí, por recuperar los hilos que alguna vez
ataron las palabras con las cosas.
Contra toda discursividad autorreferencial, muy propia de la subjetividad moderna,
aparece la voz argentina, la voz latinoamericana, como testimonio de la exterioridad. Una
marginalidad respecto a la marcha triunfante del Logos occidental. Esta circunstancia
constitutiva de nuestra filosofía me interesa particularmente por nuestro tema, pues las revistas
son un ámbito de máxima permeabilidad a la exterioridad. Y más una revista como la que nos
ocupa. Las revistas culturales o políticas, que tanto abundan en nuestra historia, son el
pensamiento en su permanente estado de alumbramiento, que es una situación característica
propia de la filosofía argentina y latinoamericana. En estas latitudes encontramos poco de
sistematizaciones cerradas, de catálogos definitivos, y mucho de pensamiento en su proceso de
advenimiento, como flujo de un acaecer espiritual en contacto íntimo con el acaecer histórico y
sus transformaciones. Esta forma del pensar argentino, que nos instala en nuestra predilección
ensayística, es la propia estructura del pensar en las revistas. Como decía Adorno, es el pensar
que coordina y no subordina lo real a lo conceptual. En ellas, el pensamiento es ebullición
permanente de cotidianidad, trasvasamiento en papel del contenido significativo de la realidad
misma.
Lo importante aquí es que en la Argentina este carácter siempre provisorio, siempre
adherido a lo particular y concreto, siempre lastrado de contingencia, no forma parte de un
novísimo credo filosófico que rechaza toda hipostasiación del universal, toda metafísica
dogmática, etc., sino que tal es la condición misma de un pensar situado en esta realidad. El
ensayo no aparece aquí como una forma para optar entre otras, sino como la forma que más se
mimetiza con el carácter de ensayo propio de la realidad argentina. Imprevisibilidad y
contingencia son constitutivos de la realidad a ser pensada, y no sólo banderas teóricas
enarboladas contra el dogmatismo. La crítica, como pensamiento de la crisis, parece ser una
legítima potencialidad de nuestras discusiones.

III. El pensamiento embarrado de situacionalidad, que más que purificar debemos reivindicar y
en todo caso perfeccionar, es un motivo que atraviesa los intereses más profundos del grupo de
Pasado y Presente. Podemos decir que esta es la preocupación que transita todo el itinerario
del grupo. Teoría y praxis deben articularse, en términos de la época, “en la conquista de una
unidad raigal y profunda del intelectual con el pueblo” (PyP, I, 3). Tal sería la realización
misma de la filosofía latinoamericana, es decir, la unidad cabal de conciencia y praxis. Pues
aquella unidad raigal representa la unidad entre el sujeto privilegiado de la historia, el
proletariado, con su propia autoconciencia. Unidad de la que devendría la realización del
destino de este sujeto, nada menos que la liberación de la humanidad toda.
Este proyecto desmesurado, avalado en el peculiar clima de la época, hallaba para su
realización en la Argentina una dificultad capital: el peronismo. Como figura de la conciencia,
el peronismo representaba la falsa conciencia del proletariado que impedía la realización de su
destino histórico. Vale decir, era la cuña que se hendía entre la intelectualidad pequeñoburguesa
radicalizada y las masas populares. Pues si bien es cierto que el peronismo “‘universaliza’ la
condición obrera” (PyP, IV, 259), en el mismo gesto la vuelve conservadora, pues lo hace a
través de una organización, el sindicalismo industrial, cabalmente funcional al “aparato estatal

2
burgués”, mediante una “sutil labor de concesiones”, que siempre ha caracterizado a este
movimiento político.
Ante este nudo problemático muy general, quisiera destacar las críticas que el grupo
formula a dos corrientes de opinión fundamentales de la época, como modo de desbrozar el
camino a recorrer. De un lado, el llamado “revisionismo histórico”, de otro, el Partido
Comunista Argentino. En cuanto al primero, impugna Aricó “el peligro de caer en los errores
‘presentistas’ que caracterizan a la mayor parte de los historiadores afectos al mal llamado
‘revisionismo histórico’. Puesto que si bien es cierto que toda historia es contemporánea, que
en última instancia sólo hay una historia del presente, vale decir, una proyección hacia el
pasado de la política actual, no es menos cierto que esta proyección que yace en el fondo de
toda labor histórica no asume el carácter simplista y esquemático que le asignan los ideólogos
del nacionalismo pequeñoburgués” (PyP, I, 6). La crítica al “presentismo” es la crítica a la
hipostasiación del presente, es decir, de Perón, como télos, como organizador presente de todas
las fuerzas históricas del pasado, y, aún más, como esencia o causa final de la historia
argentina. PyP estará de acuerdo con que toda operación historiográfica implica
necesariamente una “política de la historia” 2, como diría Jauretche, pero no aceptará que esta
política funcione como una razón de Estado aplicada a los hechos desde fuera de la propia
inmanencia del devenir histórico, como si esa “política de la historia” descendiera, ella misma,
desde fuera de la historia. En un ambiente intelectual muy hegelianizado (con un Hegel
mediado, sobre todo, por Sartre), PyP se permite estas críticas al teleologismo progresista tan
frecuente en la época, tanto por derecha como por izquierda.
Y aquí aparece la otra crítica, una crítica de la que surge el grupo, la dirigida a la
dirección del PCA. Se trata en última instancia de la misma crítica que realizan al revisionismo
histórico. Que es, a su vez, una crítica radical a toda la izquierda tradicional argentina. El
problema, “y quizás el más usual en la izquierda, es creer que en la práctica de la fuerza
política actuante –de la que su línea de acción se encarga de escribir la historia- es preciso
buscar la clave que nos permita explicar los hechos del pasado, sin comprender que esa misma
práctica partidaria necesita a su vez ser juzgada con absoluta historicidad. Necesita, en otras
palabras, de un criterio exterior a ella misma” (PyP, id.). Es el mismo vicio de
autorreferencialidad que esteriliza el planteo del revisionismo histórico. Contra el marxismo
esclerosado recuperaban a Marx, para quien “los principios y las leyes deben ‘derivar’ de los
hechos, y no ser ‘impuestos’ a la realidad. Descubrimos que lo concreto (la realidad nacional)
no es una mera manifestación ‘alegórica’ o simbólica de la Idea (país dependiente o
subdesarrollado)” (PyP, IV, 246). Estos “gramscianos argentinos” están discutiendo nada
menos que el problema de la dialéctica, o el viejo problema de la prueba ontológica de la
existencia de Dios. Critican al PCA (de linaje pretendidamente “materialista”) por haber caído
en la trampa (típica del más marcado idealismo) de los Anselmo, Descartes, Spinoza o Hegel, y
creer poder derivar el ser (la revolución) del concepto (el programa del Partido). Revelan un
largo vicio de la izquierda argentina, que podemos rastrear, desgraciadamente, hasta nuestros
días. Es otro modo de autorreferencialidad, de la teoría y de la praxis, que desemboca en lo
que Aricó llamó “paternalismo”. “Pues este ‘paternalismo’ esconde pudorosamente, tras las
declamaciones abstractas, la creencia en la propia superioridad, la concepción del nexo partido-
masa como una conexión entre dos razas, una considerada superior y la otra inferior. Es este
‘paternalismo’ el que está en la base de la fatuidad comunista, pues al concebir al partido como
representante directo de la ‘ciencia’ –marxista-leninista en este caso- asigna a las masas el
2
Testimonio de ello es, por ejemplo, la disputa de Oscar del Barco con Tulio Halperin Donghi y con su crítica al marxismo
desde una pretensión de “neutralidad” para las ciencias sociales. Cfr. PyP, II-III, “Metodología histórica y concepción del
mundo”.

3
papel de meros apéndices y seguidores de los dictados infalibles de este protector
bienaventurado” (PyP, IV, 260). El paralelo con los intentos de ciertos sectores de la izquierda
de apropiarse y de capitalizar las tímidas pero renovadas experiencias de participación popular
que se desataron en nuestro país después de diciembre de 2001, no hace más que reactualizar el
vigor de estas críticas, y recordarnos lo poco que la izquierda argentina está dispuesta a
aprender de la historia.
Contra todo dogmatismo siempre está la realidad, desestabilizando y carcomiendo
certezas. El XX Congreso del PCUS y el proceso de desestalinización, Argelia y los
movimientos de descolonización, Cuba y una forma alternativa y novedosa de caminar hacia la
revolución, todos ellos fueron hitos que llevaron al grupo a la búsqueda de la superación de
todo dogmatismo, que no representa otra cosa que el divorcio de teoría y praxis. La izquierda
argentina, resume Aricó en memorable frase, “no había sabido comprender, en suma, que la
insurrección es un arte y no un teorema” (PyP, IV, 249).

IV. Una revista que nace bajo el signo de Gramsci (“Pasado y presente” se intitula uno de sus
famosos “cuadernos de la cárcel”, y el primer editorial que abre el ciclo de la revista está
encabezado por una cita de ese texto) lo convirtió a éste en un impulso de apertura a
renovadoras discusiones y planteos tanto a nivel político como cultural, que en el estrecho
marco del PC de Codovilla, estrictamente ligado a la línea de Moscú, les era imposible
instalar3. A nivel político, Gramsci les permitió hacer una relectura no dogmática del
peronismo4, es decir, que no recayera en la falsa dicotomía peronismo/antiperonismo, propia de
los “frentes democráticos”, en la que perseveraba el PCA. Se enfrentaron así a los problemas
del “pueblo-nación”, del advenimiento de la sociedad de masas, de la centralidad de la
sociedad civil en proceso de complejización, de la necesidad de la construcción del consenso,
de la importancia de la “reforma intelectual y moral”, los problemas vinculados a la
construcción de hegemonía, etc., claves, según Gramsci, para el desarrollo de los procesos
revolucionarios en Occidente. Pero Gramsci también les posibilitó deslindarse de una
“izquierda nacional” que pretendiera hacer una relectura del peronismo a favor de la
construcción socialista, pero desde la propia matriz populista y nacionalista del movimiento.
Gramsci había mostrado la función encubridora que desempeñaban las superestructuras
complejas, cuando la sociedad civil ha adquirido un amplio desarrollo. “Revolución”,
“pueblo”, “justicia social”: pronunciar la palabra puede ser el modo más eficaz de conjurarla.
Gramsci les permitió enfrentar el desafío del peronismo desde fuera del peronismo, anclados
siempre en la tradición cultural del marxismo. En palabras muy ilustrativas, dijo Aricó más
tarde: “…nosotros no estábamos dispuestos a contemplar eso que Gramsci llama el mundo
popular subalterno partiendo de la idea de que en él estaba toda la verdad. En última instancia
no éramos románticos. Ningún privilegiamiento de lo popular nos podía llevar a aceptar el tipo
de manejo que hacía el peronismo de las organizaciones sindicales o el aplastamiento de las
ideas distintas. Queríamos saber cómo formar un movimiento unificado. Como diría Gramsci,
una voluntad nacional-popular, pero moderna y democrática. No reaccionaria. Gramsci nos
sirvió para romper con una manera elitista de considerar a la sociedad, sí, pero el democratismo
gramsciano y nuestra vieja formación nos impedían aceptar que lo popular pudiera invalidar

3
Sobre el tema de la influencia y el papel de Gramsci, cfr. el fundamental estudio de J. Aricó La cola del diablo. Itinerario de
Gramsci en América Latina, Nueva Sociedad, Caracas, 1988.
4
El difícil proceso de reconsideración del peronismo por parte de la izquierda después de la “Libertadora” ha sido señalado
como uno de los elementos fundantes de la “nueva izquierda” en la Argentina. Cfr., Oscar Terán, Nuestros años sesentas. La
formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina 1956-1966, Puntosur, Bs. As., 1991; Carlos Altamirano,
Peronismo y cultura de izquierda, Temas, Bs. As., 2001.

4
formas democráticas de consenso, de autoemancipación humana”5. Un texto clave para
comprender la posición de PyP respecto del peronismo, digna de ser rediscutida en nuestros
días (signados por ciertas veleidades pseudo-izquierdo-peronizantes con las que es necesario
entrar en discusión).
A nivel ideológico, Gramsci les mostró la importancia decisiva de los aspectos
culturales, de la “reforma intelectual y moral” para la realización de la revolución en los países
de Occidente. Significó una incitante invitación para hacer mediar al marxismo con lo más
selecto de la cultura de avanzada de la época. Como dice Aricó, “el nuestro era un Gramsci no
leído quizás estrictamente sino utilizado como elemento catalizador; pero que nos permitía, por
ejemplo, estudiar a Husserl y la fenomenología, a Nietzsche, al psicoanálisis (el primer artículo
sobre Jacques Lacan en castellano se publicó en Pasado y Presente y lo escribió Oscar
Masotta) y vincularlos a todos con el marxismo” 6. Así es como encontramos los refinados
textos de Enrique Luis Revol, planteando una crítica de la cultura de masas desde las sutilezas
de la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt (en 1963)7; o las discusiones sobre el realismo,
desde la matriz de las discusiones italianas; la temprana recepción del estructuralismo, a través
de Lévi-Strauss, Barthes, Lacan o Althusser; o bien, como señala Horacio Crespo, “la
incorporación y circulación en el campo cultural de la obra, entre otros, de Georges Bataille,
Antonin Artaud, el Marqués de Sade, Mallarmé, Roland Barthes, Derrida, por ejemplo,
también resultado de la actividad intelectual de integrantes del círculo de Pasado y Presente”8.
Una concepción amplia y crítica de la cultura les permitió comprender también lo estético
como fuerza disruptiva en el mundo. La trama de las luchas sociales se abre más allá del
economicismo dogmático, pero también de un politicismo cerrado, desplegándose en campos
cada vez más amplios de la cultura y la sociedad.
Anclados en el voluntarismo que signaba la época, sobre todo a partir de la revolución
cubana (y que Gramsci les permitía articular a nivel teórico), el grupo se valió de ello para
combatir todo objetivismo dogmatizado, resaltando siempre la temática de la subjetividad9. En
la búsqueda de un “marxismo crítico” afirmaba Oscar del Barco, en un comentario a los
Manuscritos de 1844 de Marx: “La confusión es clásica dentro del marxismo ‘ortodoxo’: no
entienden el problema de la realidad como obra humana, como mundo humano” (PyP, I, 105).
De este modo, continúa del Barco, “convierte al marxismo en puro economicismo ya que lo
agota en la transformación económica sin darse cuenta que esta transformación es para
construir un mundo de hombres desalienados”. Aquí ya se hallan las simientes de los
posteriores trabajos de Oscar del Barco, y que representan la parábola que trazó el grupo en
general. Su precursor libro hondamente crítico de la teoría y práctica leninista (casi
desconocido en nuestro ámbito)10, o su búsqueda de “El otro Marx” 11, nos acercan de modo
impostergable la experiencia de PyP a nuestro presente debate intelectual, atravesado por la
crítica a la noción leninista de vanguardia, al teleologismo de la filosofía de la historia de
Marx, y en general, a todo tipo de determinismo, blanco preferido de todas las críticas de la
5
José Aricó, Entrevistas 1974-1991, ed. del Centro de Estudios Avanzados de la UNC, Córdoba, 1999, p. 124. Esta entrevista
es de 1987. Cfr. PyP, el nº I de la segunda serie, de 1973 (paradójicamente la época de mayor acercamiento del grupo con el
peronismo), que incluye una selección de textos de Gramsci, justamente, sobre la “democracia obrera”.
6
Entrevistas, cit., p. 123.
7
Cfr. “Elemire Zolla, crítico de las masas” (PyP, I). La figura de este personaje de excepción de la cultura cordobesa (quizás el
primer traductor al castellano de W. Benjamín) demandaría más atención. Cfr. también nº II-III, “Trabajo, símbolo y evolución
humana”; V-VI, “Fausto y Hamlet, prototipos de la conciencia moderna”.
8
H. Crespo, Poética, política, ruptura (en la Historia crítica… ya citada), p. 442.
9
Cfr, por ejemplo, PyP, I, 14-15.
10
Oscar del Barco, Esbozo de una crítica a la teoría y práctica leninistas, Universidad Autónoma de Puebla, Biblioteca
Francisco Javier Clavijero, Colección Filosófica 12, Puebla, 1980, 182 pp.
11
Oscar del Barco, El otro Marx, Universidad Autónoma de Sinaloa Culiacán, Colección Renovación, México, 1983.

5
revista. Quizás por sus vínculos con la cultura francesa de la época, o por sus lecturas
nietzscheanas, Oscar del Barco se anticipa sorprendentemente a las discusiones
contemporáneas del marxismo, proponiendo las líneas básicas para pensar el socialismo en
nuestros días: “…el marxismo jamás ha tenido vocación de sistema, y sí se ha afirmado como
historicismo absoluto” (PyP, II-III, 181). Recuperando el vigor crítico-negativo del devenir
teórico y político de Marx, afirma en el mismo texto: “La importancia del marxismo consistiría
en su radicalidad crítica, en cuanto se atiene al hombre real (y no sólo al hombre tomado en su
momento especulativo) como fuente y raíz de todas las cosas”.

V. Trajimos estos rasgos que consideramos fundantes del grupo para indicar que la experiencia
de PyP se alza como un momento fundamental para la construcción de una tradición crítica de
pensamiento en nuestro país, e incluso en nuestra Córdoba. Estos rasgos fundamentales, y sus
paralelos con nuestras discusiones actuales, nos permiten justificar la importancia de asumir un
debate sobre esta experiencia y sobre la izquierda argentina en general, sobre todo en los ’60 y
’70.
Por cierto que una discusión crítica con el complejo itinerario de PyP nos llevará a
cuestionar, entre otras discusiones, las dificultades de quienes formaron parte de esa
experiencia para construir, en los ’80, una memoria de los ’60 ’70 alternativa a la que
hegemónicamente se imponía desde la “recuperación democrática” y la construcción de sus
fundantes operaciones de olvido. Creemos que esta es una arista importante en la discusión de
nuestra generación con el legado de la de ellos, con la ruptura o el vaciamiento de ese legado,
con el esbozo de nuevas proyecciones teóricas, políticas y estéticas.
De cualquier manera, su trayectoria nos trae a la mesa de discusión los nudos más
problemáticos de la historia de la izquierda argentina posterior al peronismo. Pero,
principalmente, su búsqueda de un “marxismo crítico” como requisito para la realización de la
filosofía se emparenta íntimamente con nuestras discusiones y preocupaciones actuales. Una
generación como la nuestra, atravesada por la experiencia cotidiana y desgarrante de la
discontinuidad histórica, precisa con urgencia distinguir experiencias dignas de ser
recuperadas, transformadas, superadas. La construcción de una tradición crítica en el marco de
la cual gestar, legitimar, orientar y alentar nuestras prácticas aparece como una tarea histórica
ineludible para una generación nacida de la nada, o mejor, nacida de un “legado trunco” 12.
Trunco, acaso, por las propias contradicciones de la experiencia que Pasado y Presente
paradigmáticamente representa.
Acaso reasumiendo estas lecturas, estas discusiones, pongamos límites a nuestras
cotidianas miserias culturales, que se multiplican día a día, y que agudizan una de nuestras más
profundas desgracias de época: el progresivo empobrecimiento de nuestra experiencia
histórica. Y no se trata de ningún provincianismo o nacionalismo cultural (de hecho que el
nacionalismo argentino fue poco afecto a este tipo de literaturas). Se trata más bien de un
epílogo benjaminiano. Pues “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo” 13 significa recuperar
esas posibilidades rotas, esas voces orientadoras, aproximarse a esos nudos de sentido
desplazados por la historia, y cuyo recuerdo implica ya abrir fisuras en una realidad que se
pretende absoluta. Esta es la responsabilidad a asumir en la medida en que “tampoco los
muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de
vencer”.

12
Véase el interesante artículo “Un legado trunco”, de Emilio de Ípola, publicado en Punto de vista, nº 58, Bs. As., agosto de
1997.
13
W. Benjamin, Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1987.

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