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En la región amazónica existen muchas tribus de nativos que viven en la zona, algunas
de ellas no son muy amigables, en los tiempo de la colonia la corona española enviaba a
párrocos para evangelizarlos y civilizarlos, pero no resultaba más que sangrientas
muertes de los que iban a esos lugares. Finalmente los reyes desistieron en enviar
emisarios a esas regiones. Luego empezaron a ir los jesuitas con el mismo objetivo pero
igual que sus predecesores fracasaron en el intento. Las tribus de las amazonas entre
ellos los jívaros y záparos son pueblos que al sentirse amenazados actúan
instintivamente, llevando muchas veces a la destrucción de sus aldeas a la muerte de su
gente. Una población nómada del sur muy poderosas no quería involucrarse en ese
conflicto y su curaca Yahuarmaqui decidió migrar de esa región y buscar otra,
quemaron sus viviendas y tomaron rumbo del río Palora, los pueblos aborígenes
siempre se llamaban igual a la región donde habitaban, por tanto ellos se llamaron los
Palora, todos los pueblos aledaños se enteraron de su llegada, y por su poderío, los
pueblos enviaron emisarios y ofrendas para ofrecerles amistad y alianza. Un emisario de
los záparos, el hijo del feje Tongana le ofreció amistad, ambas tribus hicieron el pacto.
La tribu zápara estaba ubicado en el ángulo que forman la unión del río Palora y el
Pastaza, la pequeña tribu, más bien una familia, la familia Tongana esta formada por el
jefe Tongana, su esposa Pona, sus dos hijos con esposas y dos niños pequeños que eran
la alegría de la casa. Finalmente estaba su hija menor Cumandá, que era una joven muy
hermosa, y a pesar de ello continuaba soltera, ella era algo diferente a sus hermanos. La
tribu era muy celosa de su privacidad, odiaban a los extranjeros de tez blanca. En eso se
había escuchado de la llegada de un nuevo misionera a la localidad. La familia Tongana
estuvo muy alerta. Cumandá desde muy niña empezó a criarse con las costumbres de los
Tongaba y hacía muchas cosas en la tribu, un día ella cruzó nadando el Palora con una
gran habilidad, por esto sus padres la llamaron Cumandá. Ella hacía las mismas cosas
que sus hermanos, competía con ellos y en muchas ocasiones les ganaba las
competencias. Cumandá tenía la costumbre de internarse en la selva para caminar por
largas horas durante el día, ella demarraba alegría y felicidad, por todos los lados dónde
iba, pero un día su actitud empezó a cambiar, empezó a sentirse taciturna, nadie sabía lo
que le estaba pasando, o lo disimulaba muy bien, pero ella estaba enamorada.
Entre el río Palora y el Upiayacu, en las cercanías de este lugar se levantaban dos
palmeras que se encontraban muy cerca, también había dos lianas que tenían flores de
diferentes colores, en una de las palmeras había unos símbolos. Cumandá con el alba
salió apresurada hacia ese lugar, cuando llegó se detuvo junto a las palmeras, acariciaba
entrañable las citas allí escritas, Se quedó mucho tiempo, parecía estar esperando a
alguien, cuando de pronto se escucha una voz que se aproxima cantando, viene por el
río en una pequeña canoa. Cumandá al verlo empieza a sonreír y su corazón se llena de
júbilo y ansiedad. Le recrimina que llega tarde, pero él comenta que es porque el río ha
crecido y tubo que remar más que de costumbre, él es Carlos de Orozco, un extranjero
que vino a conocer las tribus y se enamoró de la bella india Cumandá, ella también
estaba enamorado de él. Ella le comentó que próximamente se celebraría la fiesta de las
canoas en un lago llamado Chimano, que ella sería la encarga de llevar las flores y decir
unas palabras en la ceremonia. Esta fiesta se conmemora para en honor a la alianza de
los Záparos con los Palora. Luego de la ceremonia Carlos y Cumandá pensaban casarse
pero tenían miedo del padre de Cumandá, ya que el odiaba a los europeos.
CAPÍTULO 5: Andoas
Es una pequeña tribu ubicado en la desembocadura del río Bobonaza, la tribu está
formada por unas cincuenta familias záparas, las cabañas estaban ubicadas a unos cien
metros de la orilla del río, los que se dedicaban a la pesca se encontraban más cerca a la
orilla, esta tribu era diferente a otras, ya que ellos habían aceptado a un misionero, el
mismo que los evangelizó y les enseñó muchas cosas de la agricultura. Las viviendas
eran individuales para cada familia, estaban separados por parcelas de terreno que ellos
cultivaban, eran pequeñas con la excepción de la vivienda del Misionero que tenía dos
pisos, otra edificación muy grande era la iglesia, la misma que era capaz de albergar a
todo el pueblo. La tribu estaba en lugar protegido al norte por un acantilado profundo,
que era de difícil acceso. La iglesia tenía una rudimentaria campana que siempre les
acompañaba en todo momento, los despertada antes del alba día tras días, les anunciaba
el atardecer, así mismo sus cantos líricos acompañaba las almas de los fallecidos en
busca de la eternidad, era una tribu que vivía feliz en sus asentamientos.
CAPÍTULO 6: Años antes
Carlos había cumplido ya sus veinticinco años, parecía haber vivido toda una vida, él
como fue enviado a la selva a evangelizar a los nativos. Él fue gustoso vivía junto al P.
Domingo en la tribu de los záparos. Desde niño demostró habilidades de poeta, parecía
tener los rasgos sentimentales de grandes escritores, al mismo tiempo parecía sombrío y
nostálgico, gustaba de la soledad. Cuando ya se encontraba viviendo en la selva
amazónica, Carlos con frecuencia se internaba en la selva con el propósito de explorar,
además le gustaba la solemnidad que estas tenían junto a la soledad, surcaba
diestramente las orillas del Pastaza, el Bobonaza y el Palora. Un día fue en su canoa por
las cercanías del río Palora, no se percató que ya era tarde, y las sombras de la noche lo
cubrieron, ató su canoa a la orilla y quedó en hasta el amanecer. Escuchó una dulce voz,
el pensó que estaba soñando y miró a una chica de una rara belleza desaparecer por
entre los matorrales. Desde entonces Carlos empezó a frecuentar ese lugar, las dos
palmeras, la hermosa chica era Cumandá, empezaron a entablar amistad, se miraban
fijamente como si el uno estuviera esperando al otro.
Carlos le había pedido permiso a padre para ir a la fiesta de las canoas al lago Chimano,
el no estaba de acuerdo ya que consideraba que era muy peligroso, pero Carlos fue muy
persuasivo y lo convención, P. Domingo también dio permiso a otros indígenas para que
vayan con Carlos, esto lo tranquilizaba. Por la mañana del día elegido, Carlos alistaba
su canoa junto a los indios para bajar por el Pastaza hasta el lago Chimano. Mientras
transcurría el día, las canoas de los indios iban poblando las riveras del Pastaza, eran
incontables, todas eran similares, excepto por la de Yamarhuaqui, que era más y grande
y tenía un decorado llamativo. Carlos buscaba con la mirada a Cumandá pero no la
encontró por ningún lado. La travesía río abajo inició. Transcurrió todo el día y el el sol
se ocultaba por el horizonte. Decidieron pernotar a orillas del río cerca de un pueblo
llamado los Pinches, ya en la madrugada Cumandá se acercó donde Carlos y le contó
que había venido escondida por orden de su padre, y que las palmeras que simbolizaban
habían sido quemadas, ella tenía malos presagios para su futuro.
La noche hace su aparición, ella es venerada por los nativos, es recibida por el coro y
los cánticos de las doncellas entre ellas Cumandá, es una melodía triste que augura un
futuro de infelicidad, su razón está deprimido por los acontecimientos ocurridos,
pensando en su destino. Las celebraciones continuaban, en las canoas se puso una
especie de antorchas, con las cuales hacían malabares sobre el lago. En la mitad del
campamento se levantó una torre de madera con la cual hicieron una fogata, en ella se
depositaban todas las ofrendas recibidas por el curaca, además se colocaba esencias, que
emitían un olor que complacía a los mismos genios buenos de los ríos. El anciano de la
cabeza de nieve quería matar al extranjero, envió a su hijo a envenenarlo, él se acerco a
Carlos entablando conversación y solicitando amistad, él le ofreció a Carlos una bebida
con el veneno, Carlos pensaba que era una buena oportunidad para entablar amistad con
los Tongana, pero todo era falso, en eso llegó Cumandá y lo detuvo, por el alboroto del
momento, todos tuvieron que irse a sus chozas.
CAPÍTULO 11: Fatal arbitrio
Era cerca del amanecer cuando un záparo fue a buscar a Carlos, pero lo encontró, en eso
colocó su oído al piso para escuchar si habían escapado, pero escuchó que cientos de
pasos se acercan sigilosamente por las estribaciones, el záparo va rápidamente a avisar
al gran curara Yahuarmaqui, ellos se preparan para la batalla, con los primeros rayos del
sol las flechas empiezan a descender sobre las tribus alrededor del lago, se incendian las
rudimentarias chozas hechas de madera, una encarnizaba batalla empieza, los guerreros
más hábiles baten sus armas al viento, repeliendo al enemigo. Los invasores resultaron
ser los zamoras y logroños liderados por Mayariaga, ellos habían solicitado alianza al
viejo curaca, pero éste al no querer participar abandonó el lugar, pero el jefe Mayariaga,
quedó ofendido y ahora busca venganza, el joven y corpulento guerrero Mayariaga se
enfrenta a su antiguo amigo el viejo guerrero de las manos sangrientas, la batalla es
incesante y el joven guerrero hiere al viejo curaca, pero este levanta su ánimo y continúa
luchando, para finalmente derrotar a Mayariaga, y obtener su cabeza como trofeo de la
gran victoria.
Cumandá emprendió en largo camino hacia Andoas, su madre Pona le recomendó que a
ratos siguiera por el sendero del río, otro rato que se alejara, a veces que los cruzará, el
alba hacía su presencia, Cumandá se sentía cansada por la caminata, pero solo necesita
pensar que pronto estaría con el extranjero para recuperar la fuerza. Cerca del medio día
hacía un sol abrazador, busca agua, ya que tenía mucha sed por la caminata, el agua del
río es amarga, y no se puede beber, encuentra un pequeño charco de agua, Cumandá
bebe hasta saciarse, come unas pequeñas uvas que cayeron de un árbol. descansa unos
minutos y continúa su jornada, incluso continúa caminando por la noche aunque no
puede avanzar mucho En se segundo día de escape, el cielo se torna grisáceo, se
presenta una tormenta fortísima, se escuchan los truenos, el río ha crecido. Cumandá
continúala travesía, se encuentra con un pequeño río, ella iba allí cuando vivía con sus
padres, está cerca de esas cabañas que días antes todo era felicidad. Luego de caminar
por varias horas llega al lugar de las palmeras, dónde antes era el sitió de encuentro con
su amante. Mira una canoa y sin pensarlo la desata y desciende por el río, pero no puede
controlarla porque el río ha crecido, queda inconsciente y a la deriva en el río.
Cumandá fue con el mensajero, ella estaba dispuesta a sacrificarse por su amado Carlos,
el mismo que era prisionero de los jívaros, los dos en una pequeña canoa se dirigieron al
campamento cercano que habían levantado, Cumandá por ser la esposa más querida del
curaca Yahuarmaqui debía cumplir con la tradición de los jívaros de ser sepultada junto
con su esposo fallecido, para cumplir con esto ella tiene derecho a un deseo que debe
ser cumplido, el curaca sucesor Sinchirigra ofrece cumplir el deseo de Cumandá, como
ordena la tradición de la esposa sacrificada. El deseo de Cumandá era ver por última vez
al extranjero, el curaca sucesor estaba molesto por tal petición, pero al haber dado su
palabra la cumplió, fueron donde Carlos, él se encontraba atado de espaldas a un árbol,
conversaron por última vez, ella le entregó el presente que su madre Pona le había
entregado, lo puso en cuello. Luego miró a su alrededor, su padre Tongana y su madre
Pona, también fueron atados a unos árboles. Cumandá y los jívaros emprendieron el
regreso a la tribu para terminar la ceremonia fúnebre del gran curaca fallecido.
CAPÍTULO 19: La bolsita de piel de ardilla
Era como media noche cuando el P. Domingo fue a buscar a Cumandá para ir a hablar
con los jívaros, pero se entera de que había partido para ser sacrificada, en ese momento
el misionero no puso que hacer, dijo a los záparos que prepararan una canoa para ir en
su búsqueda, pero ellos no eran hábiles en la navegación nocturna y tenían miedo, pero
tampoco querían desobedecer las ordenes del padre Domingo, ellos iniciaron la
preparación de la canoa, pero se tardaban demasiado, el padre domingo pensaba en la
suerte de su hijo y de la pobre muchacha, entre tanto el alba se hacía presente los
záparos iniciaron la travesía, cuando llegaron al lugar dónde se encontraba Carlos, lo
miraron, él seguía con vida, lo desataron, así como al viejo Tongana y Pona. Carlos
quiere ir a buscar a Cumandá pero el P. Domingo no lo consiente. Pona se da cuenta que
Carlos tiene la bolsita que le había dado a Cumandá, entonces Carlos la abre y mira un
relicario con una foro, era la esposa de P. Domingo, entonces Pona les cuenta la verdad,
Cumandá, era la hija de P. Domingo, Julia. Pona la había salvado del incendio y la crio
como su hija. Tongana que se encontraba mal herido ha fallecido. Ellos deciden ir a
salvar a Cumandá con la ayuda de los záparos.
Los záparos empiezan a seguir las huellas de los jívaros, ellos llevaban gran ventaja
respecto a Carlos y al P. Domingo. Pero se apresuraron a encontrar el rastro para
seguirlos, ellos tomaron dos caminos unos tomaron la ruta del río Palora, mientras que
los demás siguieron por tierra. Carlos y los demás siguieron al grupo de tierra, un
záparo tuvo la idea de cortar camino para alcanzarlos, pero debido al mal tiempo el río
estaba crecido y la caminata por tierra era dificultosa, el pero el ánimo de encontrarse
con su hija le daba fuerzas al padre Domingo y a Carlos. Pero sufrieron un contratiempo
terrible, el camino que habían tomado no fue el más adecuado, ya que perdieron muchos
días para cruzarlo, luego de esto llegan a la tribu de los jivaros, pero es demasiado tarde,
la celebración se ha terminado, encuentra el cuerpo sin vida de la bella joven. Toman el
cadaver y retornan a Andoas para sepultarla, tardan cerca de un día en regresar. Carlos
estaba entristecido por la muerte de Cumandá. Pocos meses después Carlos segue a
Cumandá en el sendero eterno de la muerte. Pona siguió el mismo camino. El padre
domingo retornó a Quito para continuar con su penitencia.