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Una etnografía sobre violencia,
solidaridad y pobreza urbana
ISBN: 978-9974-7625-8-9
*
Encargada de División Programas y Proyectos. Ministerio del Interior.
y enfoques diversos, aspectos de una misma realidad,
para el caso, la vulnerabilidad extrema de nuestros niños,
adolescentes y jóvenes que viven y obtienen su sustento en
la calle.
La etnografía se ha mostrado como una herramienta
útil para la comprensión de los uruguayos más alejados de
la institucionalidad: el hecho de “estar allí”, la observación
participante y las entrevistas en profundidad complementan
–y muchas veces aclaran- las habituales estadísticas. El
desarrollo del conocimiento científico es indispensable para
el diseño de políticas públicas: se requieren diagnósticos
actualizados y comprensivos. En este sentido, el trabajo de
Ricardo Fraiman y Marcelo Rossal nos ayuda a conocer la
vida cotidiana de algunos de nuestros niños y adolescentes
más vulnerados, así como nos permite comprender cómo
son afectadas sus trayectorias de vida por las distintas
intervenciones del Estado.
Por último, quisiera expresar nuestro agradecimiento al
Banco Interamericano de Desarrollo, por su apoyo a esta y
otras iniciativas del Ministerio del Interior.
Presentación
Gustavo Beliz*
*
Especialista Líder de la División de Capacidad Institucional del Estado.
Banco Interamericano de Desarrollo.
el desarrollo de un conjunto de indicadores de gestión
que permitan sofisticar los análisis y diagnósticos, afinar
el diseño de las intervenciones de programas, eficientizar
las instancias de gestión y coordinación para, finalmente
y no por menos importante, desarrollar metodologías
de evaluación (de procesos, productos e impactos) que
permitan una medición adecuada de los pasos dados. Con
la contribución que aquí se publica, se está atendiendo
precisamente a uno de los primeros requisitos para mejor
calibrar las intervenciones tanto públicas como privadas,
cual es la puesta en marcha de diagnósticos cualitativos,
que sean el complemento y la contracara urgente del
desarrollo de robustos marcos estadísticos que permitan
además cuantificar el fenómeno de crimen y violencia. Tan
importante como el qué y el cuánto del delito, es el por qué,
el cómo, el desde cuándo, el debido a qué. En la exploración
científica de valores, actitudes, historias de vida, trayectorias
familiares, contextos culturales, pulsiones interiores y redes
comunitarias en perspectiva, seguramente se estará en
mejores condiciones de desarrollar intervenciones más a
medida del problema.
En ocasión del reciente Seminario Internacional
organizado por el BID, el Ministerio del Interior y el
Diálogo Inter Americano, la ex presidenta de Chile y actual
directora Ejecutiva de ONU-Mujeres, Michelle Bachelet,
sostuvo que para hacer frente a la violencia la disyuntiva no
es mano dura versus mano blanda, sino mano firme y mano
inteligente. En esa misma dirección, el Ministro del Interior
del Uruguay, Eduardo Bonomi, abogó por la instauración
de un nuevo paradigma para las políticas de seguridad
ciudadana, que consista en una síntesis de las políticas de
control y las políticas de prevención social, pues las miradas
unilaterales y excluyentes de unas y otras no han sido hasta
el momento capaces de brindar resultados apropiados.
Este trabajo, de alto valor académico, contribuye a
avanzar un paso en esa síntesis imprescindible, no solo en
Uruguay sino en toda América Latina y el Caribe. De ahí
que celebremos su publicación y también uno de los destinos
que le brindarán sus autoridades, cual es su distribución
como material de lectura entre todos los nuevos egresados
de la Academia Nacional de Policía. Lo cual constituye una
promisoria acción rumbo a la consolidación de políticas de
prevención de la violencia con sentido de cohesión social
y garante de las libertades y derechos humanos de toda la
población.
Prólogo
Gabriel Gatti
Departamento de sociología 2
Universidad del País Vasco
Textos citados
Agier, Michel (2008), Gérer les indésirables. Des camps des réfugiés au
gouvernement humanitaire, Flammarion, París.
Bagú, Sergio (1950), “La clase media en Argentina”, en T. Crevenna,
Materiales para el Estudio de la clase media en América Latina, Tomo I,
Publicaciones de la Oficina de Ciencias Sociales, Unión Panamericana,
Washington D. C.
Bauman, Zygmunt (2005), Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus
parias, Paidós, Barcelona.
Butler, Judith (2006), Vidas precarias. El poder del duelo y la violencia,
Paidós, Barcelona.
Butler, Judith (2010), Marcos de guerra. Las vidas lloradas, Paidós,
Barcelona.
Donzelot, Jacques (1996), “Les transformations de l’intervention
sociale face à l’exclusion”, en Serge Paugam, L’exclusion: l’état des savoirs,
La Découverte, París.
Fassin, Didier (2005), “L’ordre moral du monde. Essai d’anthropologie
de l’intolérable”, en Patrice Bourdelais y Didier Fassin, Les constructions
de l’intolérable, La Découverte, París.
Fassin, Didier (2010), La raison humanitaire. Une histoire morale du
temps présent, Gallimard-Seuil, París.
Fraiman, Ricardo y Marcelo Rossal (2009), Si tocás pito, te dan cumbia.
Antropología de la violencia en Montevideo, Ministerio del Interior/
AECID/PNUD, Montevideo.
Gatti, Gabriel (2008), El detenido-desaparecido. Narrativas posibles para
una catástrofe de la identidad, Trilce, Montevideo.
Paugam, Serge, y Franz Schultheis (1998), “Introduction” a Georg
Simmel, Les pauvres, PUF, París.
Rancière, Jacques (1995), La mésentente, Galilée, París.
Wacquant, Loïc (2001), Parias urbanos, Manantial, Buenos Aires.
Índice
Introducción................................................................ 23
Sujetos del estudio y alcance territorial.................... 26
Moralidades, cultura y desarrollo civilizatorio.......... 28
Etnografía de la violencia........................................ 30
Antecedentes........................................................... 37
El Centro.................................................................... 45
La violencia estructural hecha cuerpo...................... 50
Cuerpo, abuso y moralidades................................... 57
(Des)amparo estatal, estigma y adicciones............... 70
Solidaridad, droga e intercambios............................ 76
La Ciudad Vieja.......................................................... 79
Conclusiones............................................................... 265
Bibliografía.................................................................. 275
Introducción
Introducción
1
Consultor senior del Banco Interamericano de Desarrollo para la realización
del estudio.
2
Funcionario técnico del MI, División Programas y Proyectos, Subsecretaría.
3
Consultora asistente del Banco Interamericano de Desarrollo para la realiza-
ción del estudio.
4
Encargada de la División Programas y Proyectos del MI.
5
Ex director de la División Programas y Proyectos del MI.
26
6
Se trata del Sistema de Ejecución de Medidas a Jóvenes en Infracción del
INAU.
7
Se trata del Programa de Medidas Socio-educativas de Base Comunitaria.
28
Etnografía de la violencia
La investigación, como decíamos, es de carácter
etnográfico, se trata de un proceso en el cual los investigadores
aprenden de los sujetos que componen su universo. El
objeto implica a las violencias a las que son sometidos los
jóvenes más pobres en el espacio público de la ciudad de
Montevideo. Asimismo, se indaga en las políticas públicas
relacionadas con ellos.
El universo comprende a los propios jóvenes, así como
a asistentes sociales del MIDES, educadores del INAU y
de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), policías
y vecinos que se relacionan con estos sujetos de extrema
vulnerabilidad. Los resultados de la investigación serán
producto de la puesta en relación de los diferentes discursos
y prácticas de los distintos sujetos que componen este
universo.
La importancia dada a los actores estatales se basa en el
supuesto de una presencia fuerte de las distintas políticas
estatales en la subjetividad y los cuerpos de los niños,
adolescentes y jóvenes, sujetos de esta investigación.
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11
Dicho por varios jóvenes que viven en la calle en relación al Portal Amarillo
(Centro de Información y Referencia de la Red Drogas), que pertenece a ASSE
(Administración de los Servicios de Salud del Estado del Ministerio de Salud
Pública). Las “canicas” son las pastillas que reciben en los tratamientos para ser
desintoxicados por adicciones, especialmente a la Pasta Base de Cocaína (PBC);
“achicar la cabeza” es una expresión coloquial que implica tranquilizarse, para el
caso, disminuir las condiciones más severas de la adicción.
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En la jerga policial (compartida con los sujetos “más vulnerables” y los suje-
tos “más peligrosos”) significa inventar causas penales a un ciudadano u obte-
ner pruebas fuera del procedimiento legal.
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De uso común en el país: significa pobre y/o delincuente; para la Policía
es sinónimo de delincuente; afectó a personas no pobres durante la dictadura
cuando se usó la palabra “pichis” también para hacer referencia a los presos
políticos.
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Sobre esta temática puede verse en Palummo (2011) un conjunto de reco-
mendaciones para la aplicación de la asistencia médica a los adolescentes dete-
nidos, dichas recomendaciones son producto de la investigación de las actuales
condiciones de dicha asistencia, que distarían mucho de lo dictado en la norma.
Nosotros mismos hemos sido informados por policías acerca de la dificultad
para la atención de los adolescentes intervenidos: centros de asistencia que no
reciben a los adolescentes, pérdida de tiempo de trabajo en la comisaría, dificul-
tad para desarrollar la indagatoria policial y, por consiguiente, incumplimiento
sistemático de la normativa.
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Antecedentes
La etnografía de las violencias delictivas, la adolescencia
y juventud tiene un desarrollo creciente en la región24, no
así en Uruguay; las páginas que siguen asumen el riesgo de
lo pionero.
Sin embargo, estas problemáticas se han estudiado
desde diferentes puntos de vista en el país; en particular,
las temáticas vinculadas a los niños y adolescentes viviendo
situaciones de vulnerabilidad y riesgo en el espacio público.
Estas investigaciones han provenido tanto de instituciones
estatales (INAU, MIDES, MI) como de organismos
internacionales (UNICEF, Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo), instituciones académicas (Universidad
de la República, Universidad Católica, CLAEH) y ONG
(Gurises Unidos, El Abrojo). En vínculo paraestatal, algunas
de ellas han tenido continuidades importantes, como por
ejemplo el conteo de niños y adolescentes en el espacio
público llevado adelante primero por Gurises Unidos
(2003) y luego por Infamilia, MIDES, INAU (2008).
También es notoria la continuidad de los mismos actores
que primero trabajan en ONG y luego se desempeñan
como funcionarios estatales o incluso las diferentes formas
de asociación paraestatal (Fraiman y Rossal, 2009a). El
24
Míguez (2002; 2008), Míguez e Isla (2003), Vianna, A (2002), Cardarello
y Fonseca (2005) y Tiscornia (2004), entre muchísimos otros trabajos.
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O podría hablarse de prácticas discursivas y no discursivas al modo de Mi-
chel Foucault. En cualquier caso, lo que el sujeto dice acerca de sus prácticas
(siempre las prácticas ocurrieron en el pasado) suele no coincidir con ellas, por
ello la etnografía las observa, poniéndolas en relación con los discursos, que,
sin embargo, tendrán efectos sobre las prácticas por venir del sujeto. Esto es,
en más o en menos, lo que se quiere decir cuando se habla de los “efectos de
realidad” del discurso de los sujetos.
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“El sentido contestatario del estilo subcultural de los jóvenes y los sectores
marginados ha fascinado a los sociólogos por muchos años. Dichos académicos
frecuentemente idealizan y exotizan el sufrimiento que conlleva la margina-
ción” (Bourgois, 2010: 177). “Etnologización” es el término con que Bour-
dieu (1997) califica la idealización y exotización de las condiciones de pobreza
extrema.
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La violencia simbólica está implicada aquí en la fuerza preceptiva del discur-
so que afirma la imposibilidad de salida de los círculos de violencia estructural
y concreta que viven cotidianamente los niños y adolescentes que se ganan la
vida en el espacio público. Esta violencia simbólica también viene a exculpar a
funcionarios y técnicos del Estado: “todos los gurises de calle tienen problemas
psiquiátricos”; “están determinados por sus familias”; “con estos gurises no
podemos hacer nada”.
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Esta tensión es la más difícil de resolver e implica al problema sustancial de
la igualdad y la libertad, o, si lo ponemos en clave de derechos, a los Derechos
Humanos de primera, segunda y tercera generación: los de primera generación
son los derechos “liberales”, logrados mediante las revoluciones burguesas; los
de segunda generación son los derechos sociales y económicos, logrados me-
diante las luchas de trabajadores y movimientos sociales; los de tercera genera-
ción son los derechos vinculados a la identidad y el reconocimiento.
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Existen otros antecedentes de relevancia sobre la seguridad y la violencia
juvenil: Paternain (2008); Palummo (2008; 2011); Morás (1992; 2010); Vis-
cardi (2006). Sobre derechos de la infancia y la adolescencia: Leopold y Pe-
dernera (2007). Sobre personas “sin techo”: Ciapessoni (2007); Ceni, Ceni y
Salas (2004). En términos comparativos son interesantes los trabajos de Julieta
Pojomovsky (2008) sobre el caso del Centro Integral de Atención a la Niñez y
la Adolescencia (CAINA) y los niños y adolescentes allí atendidos (Ciudad de
Buenos Aires).
El Centro
El Centro
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Sobre formas también extremas de alteridad corporal, pero enfocando en
las corporalidades producidas por la desigualdad étnica norteamericana, es de
mencionar el trabajo de Bourgois y Schonberg (2009).
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Esto nos diferencia enormemente de los estudios economicistas que desta-
can que los habitantes de los refugios, también personas sin techo, estarían por
encima de la línea de indigencia. Los atributos de los asistidos en los refugios
se reducen a unas pocas variables económicas que permiten su clasificación so-
cioeconómica (Ceni, Ceni y Salas, 2007: 26). Tal reducción sólo caricaturiza la
vida de los sujetos en la calle y nada explica de sus condiciones particulares. Es
la cotidianidad, sólo apreciable por la indagación etnográfica –o la sensibilidad
literaria– la que nos permite dar cuenta de esta alteridad radical que implica
vivir sin un hogar o quedar fuera del hogar familiar.
Vivir en un refugio, por más que pueda medirse económicamente cuánto le
cuesta al Estado cada día de un sujeto viviendo allí o que se pruebe que algunos
de los allí asistidos están por debajo o por encima de la línea de indigencia, no
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que está con los coches: sus lagañas denuncian que recién se
ha levantado. Nos cuenta que ha vuelto a su barrio de Malvín
Norte e, incluso, que ha hablado con el Carlitos, líder de la
“Tezi”, comparsa de tambores de los muchachos del barrio:
“luego se llamó ‘A Redoblar’, ahora creo que ‘Sangre y Luto’;
era linda la época en que salían un montón de tambores…”.
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En la jerga policial (compartida con los sujetos más “vulnerables” y los suje-
tos más “peligrosos”) significa esposamiento. Ir amarrocado es ir esposado.
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Pablo dejó a los dieciocho años su ciudad natal para venir a Montevideo.
Adolescente infractor en su tierra, él y su familia entendieron que terminaría
rápidamente preso, por eso vino a Montevideo, al kilómetro cero de Uruguay.
Aquí no vive del delito y obtiene su sustento de trabajos informales como cui-
dar coches complementando su alimentación con la mendicidad en comercios
de la zona. En Tacuarembó Pablo cometía infracciones y no consumía pasta
base; en Montevideo, en cambio, tiene una fuerte adicción a la pasta base pero
obtiene el dinero que exige el consumo en su cotidianidad de trabajos informa-
les y mendicidad. Mucho dinero, según su percepción:
“[…] la cagada mía es que me enganché con la droga me enganché con la… me
tropecé con una espina y es fea, es fea, firme que es horrible, no me gusta, no
me gusta porque me estoy matando, les estoy dando plata a los… a los giles,
porque les doy platales a los giles; porque la cantidad, es como yo siempre le
digo a la gente, la cantidad de plata que hago yo, si yo no consumiera esta por-
quería, yo ya estaría en una pensión con mi hermano, y estaría bien…
—¿Y cómo se hace? Porque yo hace bastante que lo veo ahí, dale que es tarde,
en la parada viste, dándole, dándole. ¿Y vos cómo te la rebuscás?
—Mirá, yo empiezo a hacer plata recién a las ocho de la noche, recién a las
ocho de la noche yo me muevo a hacer plata, la mangueo, me voy para la calle
Paraguay a cuidar coches, o si no me voy para la esquina del casino de Maro-
ñas…”.
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Proyecto que atiende a niños y adolescentes en situación de calle “extrema”,
gestionado por Gurises Unidos e INAU.
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La sabiduría de Gerardo es elocuente. Pocos meses después entrevistamos al
Chiquito en Desafío, una “tranca” del INAU en la que cayó detenido por haber
cometido una rapiña en compañía de sus amigos de la calle.
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Ver Wacquant (2006).
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Retaceado. Actuado de modo egoísta.
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Para el Colo, su salida del INAU fue una “fuga” que terminó en Montevideo.
Hoy día, entre los equipos técnicos del INAU, “salida no acordada” es la forma
de designar situaciones como la del Colo.
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Denuncia recurrente de los vecinos y comerciantes es la que alude a la obs-
cenidad de esta falta de privacidad de la vida en la calle: “tienen relaciones en la
calle; hay una chica y se la van pasando entre todos”. No obstante, nadie dice
haberlo visto. Por otra parte, salir con homosexuales a cambio de dinero es una
forma de prostitución admitida en sectores sociales de pobreza extrema, como
es atestiguado en Berro, Cohen y Silva (2008).
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Violadores. Para el caso, abusadores sexuales que aprovechan la vulnerabili-
dad extrema de niños y adolescentes que viven en la calle.
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Afanar es robar, mangar es pedir limosna y hacer cualquiera es tener prácticas
descontroladas en relación al orden social, sea formal o informal.
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Saben todo lo que ocurre.
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En los intercambios de dones entre generaciones vemos un punto importan-
te en el cual la necesidad de provisión económica y la moralidad se relacionan.
El adulto responsable, en este caso la abuela, le dice que su platita es para él,
mientras que en otros casos la plata es para la familia o el adulto responsable,
en general la madre a cargo. Podríamos decir que este muchacho está dentro de
los límites de la moralidad de clases trabajadoras y se diferencia de los sectores
marginalizados en los que los hijos deben contribuir muy tempranamente con
el hogar desde el punto de vista económico; otro marcador lo ofrece el tener
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“Sucio” es una categoría propia que refiere al poligrillo que vive en la calle.
Vimos cómo el antiguo delincuente que estuvo preso en Argentina se refería
como sucio al otro cuidacoches que vivía en la calle: “yo no soy un sucio como
este, yo vivo en mi casa con mi mujer; me drogo sí, pero en mi casa, no como
este sucio”. El policía que le dice a este muchacho: “vas a terminar limpiando
en la cárcel, como mujer”, le habla al pequeño ladronzuelo que no tendría una
suerte muy distinta de esa que el policía le advierte.
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Antigua expresión de barrio rioplatense que refiere a sujetos que alardean de
una guapeza falsa aprovechándose de personas incapaces de lidiar con la violen-
cia física. Buscar las pintas es elegir rivales que se van a ir al mazo, otra antigua
expresión coloquial que proviene de los envites de juego de naipes (el truco en
especial) en los cuales rechazar el envite implica irse al mazo de cartas; la pinta
es el aspecto físico.
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Cárcel federal de la República Argentina situada en la Ciudad de Buenos
Aires.
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Nos pareció expresivo de una suerte de maldad de Estado el hecho de que no
les den la cédula de identidad a los recién liberados, que la tienen que ir a buscar
después y a veces ni siquiera aparece. Después será el propio Estado el que les
dará el “beneficio” del documento por parte del MIDES a través del PAST.
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El dispositivo del Centro Nacional de Rehabilitación era expresivo de lo que
decimos. Para tener posibilidad de ingresar a él el recluso debía estar procesado
por un delito importante que implicase años de penitenciaría, al tiempo que
tener una familia dispuesta a colaborar en el proceso de su rehabilitación.
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Curiosamente, el “frente discursivo” configurado a partir de la Convención
de Derechos del Niño demandaría tal exigencia. Si es consensual que deba exi-
gírseles a los sujetos adultos el concurso de su voluntad para la toma de decisio-
nes sobre sus destinos, en cuanto a los niños el paradigma “tutelar” propio de la
doctrina de la “situación irregular” obligaba al Estado en mayor medida que la
actual doctrina de la “protección integral”, que también obliga a sus “familias”
y “comunidad”, restando “tutela” al Estado. Aunque en cuanto a la moralidad
dominante el paradigma “tutelar” sigue interpelando incluso a agentes estatales
para los cuales un niño en la calle es intolerable y su “voluntad” poco tiene que
ver con lo admisible de tal “situación de riesgo”. No está de más decir que así
piensa la enorme mayoría de los vecinos que tratan con estos niños; aunque
los Derechos del Niño no son algo que pueda ponerse en cuestión, pues son
presentados como un avance civilizatorio propio del desarrollo de los Derechos
Humanos, no sujeto por tanto a la opinión de los ciudadanos.
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58
De hecho una tarde tres de los jóvenes de la plaza compartieron una cerveza y
un porro con un joven hijo de un empresario de la zona. Con los cuatro jóvenes
(el hijo del empresario y los tres “sin techo”) compartimos una larga conversa-
ción sobre fútbol y mercado laboral. Empezamos hablando de las virtudes del
fútbol de los equipos que dirige Juan Ramón Carrasco y terminamos pensando
qué posibilidades tendrían de trabajar los muchachos que viven en la calle y se
drogan con PBC.
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Revolcar una vieja es cometer un hurto mediante el arrebato de una cartera
a una señora mayor, pero también implica la forma menos respetada de hacer
el dinero robando.
La Ciudad Vieja
La Ciudad Vieja
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Existen importantes antecedentes de investigaciones desde la antropología
social, pero Romero (2003) y Abin (2010) han hecho hincapié en fenómenos
que muestran la Ciudad Vieja en sus marcados contrastes. Sonia Romero ha
estudiado el caso de las familias que ocupaban edificios desalojados en los años
ochenta, mientras que Emilia Abin enfocó en los procesos de recalificación
urbana del período más reciente. Desde el urbanismo, las investigaciones sobre
Ciudad Vieja son ya clásicas.
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En los años ochenta, según los profesionales más reputados en el tema de
infancia y adolescencia en situación de calle.
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En el libro de Míguez (2008) se considera la subcultura delictiva en función
a los “códigos de la ilegalidad”; tal vez a este adolescente esos códigos le lleguen
cuando esté preso, cosa que probablemente ocurra, ya que nuestro Estado es
más eficiente para encarcelar a los criados en la calle que para ahorrarles esa
suerte. De todos modos, esa supuesta subcultura o cultura distinta, la de los
códigos carcelarios, es absolutamente subsidiaria del Estado como un ordena-
dor simbólico mayor, en su faceta más perversa, como es la que (re)produce en
sus cárceles. Los actuales esfuerzos para modificar esta situación de las cárceles,
sin embargo, no podrán evitar que el Estado siga reproduciendo estos “códigos
carcelarios” si no se basan en un cambio radical de las prácticas de sus agentes.
No se trata sólo del aumento de las plazas ni del acercamiento del trabajo a los
privados de libertad –lo cual es absolutamente necesario–; a nivel de los “códi-
gos” el problema es también de las moralidades dominantes que se refrendan
con castigos cotidianos llevados adelante por los propios internos en base a lo
establecido por agentes estatales que no solo no cortan los ciclos de reproduc-
ción de estos “códigos” sino que interactúan orientados por ellos desde una
posición dominante.
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E: —¿Y en la feria?
V: —No, ya fui. Fui hasta el Emaus. En Tristán Narvaja,
cuando vivía ahí en Colón fui y me vendieron una que
estaba, no la pude cargar, estaba mal. Yo no sé muy bien.
Voy a llevar a uno que sabe, que la viche, si la compro en la
feria o no.
L: —¿Y en Emaus?
V: —No, ya fuimos. No le podemos pedir mucho al
Emaus, ya fuimos pero no. No tienen nada.
L: —Nosotras justo te estábamos buscando.
V: —Hace un ratito que bajamos. Hay un solerío allá
en mi cuadra. [Llega José, uno de sus hijos, que pregunta
por su hermano mayor, Fabián] Andaba allá en la vuelta,
hacia el mercado, vichalo. Andá, vichalo. Vichá si lo ves a tu
hermano. Ahora el que se me va es José.
S: —¿Está haciendo deporte o algo?
V: —Sí, va a La Escuelita tres veces por semana, miércoles,
jueves y viernes. Tiene actividad los lunes, tiene actividad
los miércoles, los jueves, y también tiene actividad los
viernes. Los jueves tiene campamento. El chico iba. Fabián
no puede ir de campamento. Ahora que logré medicarlo.
Eso es lo que a mí me cuesta.
E: —¿Pero alguien te dijo que se la dejaras de dar?
V: —Yo se la había sacado. Porque a veces no teníamos
plata para la pensión y no teníamos plata para comer y él
estaba re pálido y pasaba tirado todo el día. Y con la pastilla
le viene un hambre, no sabés cómo come… Ahora tiene
desnutrición, de grado cuatro o cinco. Y con el recibo que
yo cobro [por Uruguay Trabaja] no me daban la canasta
para él.
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67
Pedir para el Judas es una tradición en época de las fiestas navideñas. En
otro tiempo lo hacían niños de todos los barrios, hoy pareciera ser una forma
más de la mendicidad. En otro tiempo, el dinero obtenido mediante el Judas
era gastado en fuegos artificiales con los que se quemaba al muñeco que repre-
sentaba a Judas.
108
cuando tenía toda la vida por delante por tener once años;
su única actividad virtuosa era llevarle 200 pesos a la madre.
Esta misma adolescente señalaba que salió de su casa para
estar en “la joda”, es decir, para tener una vida ajena a la
autoridad adulta y consumir drogas:
68
Las intervenciones pioneras a este respecto fueron, en Uruguay, de “recrea-
ción” y fueron implementadas por organizaciones no gubernamentales. Con
la creación, en 2005, del MIDES aumentaron considerablemente los recursos
estatales para financiar proyectos de esta naturaleza mediante, de aquí en más,
gestión paraestatal (Fraiman y Rossal, 2008).
121
El cabildo abierto
La que sigue es una descripción del Cabildo Abierto,
instrumento creado por la legislación participativa que
rige para cada Municipio de la ciudad de Montevideo.
Transcribimos nuestra observación de campo porque
entendemos que ella es expresiva del juego de moralidades
vecinales en relación con lo que se entiende como problemas
69
En los hechos el concepto de vecino nunca dejó de poseer su dimensión po-
lítica; valga como ejemplo la conformación por la dictadura uruguaya (1973-
1985) de “Juntas de Vecinos” para sustituir las legítimas Juntas Departamenta-
les (Decreto del Poder Ejecutivo 465/973).
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Como señalamos en otro trabajo (Fraiman y Rossal, 2008), el Frente Am-
plio –partido en el gobierno de la Intendencia Municipal de Montevideo des-
de 1990– retomó mitopráxicamente la “leyenda roja” del artiguismo (Demasi,
1995) desde su proceso fundacional, reivindicando la ciudadanía concreta pro-
pia del vecino de los Cabildos Abiertos. Cuando el Frente Amplio asumió el
gobierno municipal de Montevideo inició un proceso descentralizador centra-
do en el vecino como sujeto político.
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74
El vecino, consciente de que su alocución podría comprometer derechos hu-
manos, invoca los “derechos animales”, pero lo que en verdad le preocupa son
los pobres que trabajan en el Centro, que son caracterizados como “salvajes”,
tal como lo hicieron los vecinos en un Cabildo Abierto de la Colonia: “todas
esas tolderías”.
126
77
El comisario a cargo porta la voz institucional con lealtad a los nuevos pro-
cesos de cambio, un servicio 222 más pequeño y la desaparición del llamado
223, que, en verdad, no es un servicio legal sino una irregularidad cometida por
funcionarios policiales que son contratados informalmente por comerciantes o
vecinos. Más adelante, los propios vecinos describen su funcionamiento.
134
[…]
V1: —Bueno. El 222 tiene el problema de que desaparece
en diciembre. Pero ¿en qué consiste el 223?
V3: —Es un policía que no está controlado.
V4: —La Policía va a estar muy controlada después de
diciembre y va a estar prohibido o va a ser muy difícil que
puedan hacer un 223 porque les van a pagar más horas,
les van a pagar un poco más. Y las horas humanas no les
van a dar. Después van a empezar a aparecer las empresas
privadas de seguridad.
V8: —Así que la idea del 222 queda descartada.
V4: —¿Con policía sabés cómo cambia la cosa? Un
10%. Igual que en la plaza. Si la Intendencia no se encarga
ahora.
V9: —Capaz que es cosa mía, pero yo veo que hay
menos gente. No veo gente tirada en la calle Colonia. Yo,
personalmente, me dediqué a observar hoy y para mí manera
de ver, algo cambió. Yo creo que también nos tenemos que
acostumbrar a estos cambios, si no hubiéramos hecho este
movimiento, no se hubiera dado nunca.
V6: —Exactamente.
141
pero no, son jóvenes varones. A gurises como ellos sólo los
“atiende” la Policía. Cuando los vecinos acuden a ella –desde
cierto inquietante punto de vista– tienen toda la razón.
La estrategia complementaria es acudir a la Intendencia,
sobre todo participar en las instancias políticas que ella
dispone, pues los dispositivos de participación requieren
para su desempeño de la presencia efectiva de vecinos. La
necesidad de reclutamiento, el discurso de la inseguridad
–que es un discurso justiciero– y la legitimación de las voces
reclutadas no siempre son la mejor ecuación política. Parte
de la “demagogia represiva” se concede en instancias de
participación democrática a las que no acude la pluralidad
de las voces vecinales.
82
Se refiere a un pequeño grupo de niños de entre 11 y 14 años que estuvieron
viviendo en la Plaza Cagancha junto a sus perros. Hubo muchas situaciones
conflictivas con ellos en el tiempo que estuvieron allí –no sólo con los vecinos,
sino también con otros adolescentes y con jóvenes y ancianos que viven en la
calle– y el INAU finalmente intervino disponiendo la atención de estos niños.
83
Se refiere a un joven adicto a la PBC que trabaja como cuidacoches en las
noches en la plaza y que fue entrevistado por nosotros. El propio joven nos
cuenta sobre las ayudas de vecinos y comerciantes que ha recibido en la calle y
151
84
Durante la investigación la noción de hogar fue desplegando múltiples signi-
ficados. Para este vecino y para la moralidad dominante, contar con una familia
con hogar es la condición ideal –y necesaria– para el desarrollo de un sujeto.
Sin embargo, niños y adolescentes que han vivido en la calle reconocen a este o
aquel Hogar, reparticiones del INAU u ONG que convenian con INAU, en las
cuales podrían hallar algún tipo de amparo. También existen hogares de castigo,
aquellos como Desafío o los que componen la Colonia Berro.
153
85
Rastrillo, rastrillar, refiere a la realización de pequeños hurtos, arrebatos o
incluso rapiñas a transeúntes. Rastrillo es un ladrón de poca monta, considerado
sin códigos, generalmente considerado adicto a la PBC. Nadie se considera rastri-
llo, es una asignación a una tercera persona a la cual se le adjudica un estigma.
De todos modos, algunos adolescentes y jóvenes en estas situaciones reconocen
haber tenido prácticas de rastrillo: “robar cables” [como nos lo narró el mucha-
cho de familia que ayudan estos vecinos] o “revolcar una vieja”.
86
Evidentemente, otros de estos muchachos significan amenaza para vecinos
y comerciantes.
155
90
Para un vecino de clases trabajadoras o medias resulta inadmisible moral-
mente que la madre saque a trabajar a sus hijos, pero en la moralidad de muchos
de los chiquilines que entrevistamos darle la plata a la madre y no gastársela en
porquerías es algo hasta positivo. De este asunto podría generarse una confu-
sión culturalista: no estamos frente a otra cultura que admite el trabajo infantil;
hay sí otra moralidad que lo admite y esto es razonable en función de las necesi-
dades de la vida muy precaria; las normas, sin embargo, implican la imposición
de moralidades y esto es lo que hacen los distintos instrumentos jurídicos que
buscan imponer la protección integral de niños, niñas y adolescentes: universa-
lizar una moralidad. Vemos este asunto en otros apartados.
Policías comunitarios
Policías comunitarios
91
Entrevistamos funcionarios y autoridades de las seccionales 1ª (Ciudad Vie-
ja), 2ª (Centro hacia el sur de 18 de Julio) y 3ª (Centro hacia el norte de 18 de
Julio) coincidiendo con la zona de nuestra aproximación etnográfica.
92
Los funcionarios subalternos de la Policía Nacional se dividen en alistados
(agentes de segunda y agentes de primera), clases (cabos y sargentos) y sub-
oficiales (sargentos 1º y suboficial mayor), mientras que los oficiales existentes
en la comisaría son oficiales subalternos (oficial sub ayudante, oficial ayudante,
oficial principal y subcomisario) y oficial jefe (comisario; también es oficial jefe
el comisario inspector, pero este grado en general se ocupa de la inspección de
una zona integrada por varias comisarías).
162
95
Se podrá decir que hay delito si hay un fallo judicial que lo determine, por el
momento son denuncias de vecinos hacia la seccional policial.
96
En general, los dispositivos que se realizan en el marco de una institucio-
nalidad única tienen más posibilidades de acabar desarrollando estrategias que
contravengan las normas vigentes e incluso, con el tiempo, desarrollen una mo-
ralidad contradictoria que la que estas quieren imponer.
97
Estos policías comunitarios llaman a la población de calle “población flotan-
te”. Más allá de que se suela utilizar esta expresión en un sentido distinto, para
ellos esta población que vive en la calle no suele ser permanente y cambia de
lugar (muchas veces a instancias de la propia labor policial).
168
98
Es importante tomar en cuenta las observaciones que a este respecto hace
Baratta (1997).
170
103
Podemos señalar como estrategias de provisión sostenibles trabajos tales
como cuidar coches, hacer changas en empresas del entorno inmediato, incluso
la mendicidad, pero, claro está, estas estrategias se vinculan al contacto ami-
gable y de cierta confianza con los vecinos y comerciantes de la zona. De las
estrategias delictivas algunas son admitidas socialmente, como el contrabando
o la venta, en muy pequeña escala, de, básicamente, marihuana y cocaína; la
PBC está fuertemente estigmatizada entre los vecinos de clase media que ha-
bitan el Centro de la ciudad de Montevideo. En otro tiempo, los consumos de
los jóvenes de clases medias no se diferenciaban tanto de los de jóvenes de la
calle. Desde el ingreso de la PBC, entre 2002 y 2003, son escasos los jóvenes de
clases medias o hijos de trabajadores que la consumen en forma abusiva (JND,
2007); sin embargo, el riesgo –y el estigma– es tal que sus consumidores de cla-
ses medias pueden acabar viviendo en la calle. Esto último lo verificamos en el
caso de hijos de funcionarios públicos o de obreros especializados que viven en
la calle y fueron entrevistados por nosotros. Volviendo a las estrategias delicti-
vas, estas no son sostenibles para estos jóvenes, porque están permanentemente
a merced de la Policía, de la cual son clientes preferenciales. No es necesaria orden
judicial alguna para allanar sus lugares de vivienda y siempre están sospechados
de cometer delitos; cuando alguno se “manda una macana” suele caer preso
rápidamente.
177
104
Tras las rejas, en palabras de varios de nuestros entrevistados.
105
Por ejemplo, la tentativa de hurto no estaba punida por la legislación vigente
y a partir de junio de 2011 pasó a ser considerada una infracción punible por la
justicia de adolescentes. Esto implica en la práctica que todas las veces que un
adolescente era tomado in fraganti por la Policía en un arrebato, por ejemplo,
no podía ser punido por el juez, puesto que el delito de hurto no terminaba
de realizarse y quedaba en la tentativa. Hay que señalar que estos delitos son,
generalmente, de bagatela, por lo cual deberían tener una sanción diferente a la
privación de libertad; pero ello queda hoy a criterio del juez actuante.
106
Es elocuente el caso del adolescente que entrevistamos en un centro de
internación del INAU cuyo apodo, el “Pastilla”, aludía a su actividad cotidiana
como vendedor de pastillas y caramelos en los ómnibus.
178
107
Aquellos que son atendidos por el Estado en tanto que pobres, cuestión
que en Uruguay era clara y visible puesto que tenían una tarjeta de atención
popularmente llamada “tarjeta de pobre”. Hoy algunos técnicos los mencionan
informalmente como “población PANES”, en alusión al Plan de Emergencia
Social que instauró como su medida fundacional el MIDES. Para ampliar esta
discusión, ver: Paugam (2007).
108
Edad mayoritaria de finalización de los estudios primarios.
109
Sería interesante estudiar la evolución de las trayectorias de emancipación
en Uruguay. Cabe imaginar que en el caso de los varones de clases populares
uruguayas de los años treinta era habitual el acceso al mercado de trabajo en el
entorno de los 12 años, tal como lo atestigua el caso de nuestros abuelos; aun-
que dicho estudio está por hacerse, podemos afirmar que, al menos en términos
de moralidades, existen las diferencias entre clases sociales que señalamos y que
en ellas el papel de los dispositivos educativos es fundamental. De estudiarse
seriamente las trayectorias de emancipación y acceso al mercado de trabajo en la
historia podría develarse el misterio del “problema cultural” de los marginados
y su alejamiento de los “valores medios” de la sociedad uruguaya (Supervielle
y Zapirain, 2009). Tal vez estos sectores de pobreza mantengan la moralidad
dominante en el Uruguay de comienzos del siglo XX y lo que haya cambiado
sea la estructura del mercado laboral, las exigencias educativas y los conceptos
morales relativos al trabajo infantil.
179
116
Para el caso uruguayo, como se ha dicho, el alejamiento se produce por dos
vías: por un lado, la conceptualización de la época entendía que la calle era el
espacio social donde la socialidad de los niños acontecía –incluso se agotaba–;
por otro lado, proponer dispositivos para Uruguay construidos a partir de tales
nociones suponía simplificar una realidad inexistente, pues como afirman nues-
tros entrevistados: “...los niños que se veían en la Ciudad Vieja eran el perfil del
niño que se recreaba en la calle...”.
188
117
En realidad, si fuéramos precisos, para comprender el cambio acaecido en
las prácticas de los niños y niñas de la Ciudad Vieja deberíamos contar con
datos de morfología barrial (realojos, procesos de gentrificación, generación
de “achiques” y asentamientos irregulares), distribución económica, estructura
ocupacional, familiar y educativa.
189
121
También puede encontrarse educadores sociales que piensen exactamente
lo contrario.
196
124
Estos lugares de transición juegan un papel fundamental en la consolidación
de un estigma o, por el contrario, podrían ser verdaderos espacios de desarrollo
de la ciudadanía. Cuando logran jugar ese papel son recordados con agradeci-
miento por sus beneficiarios, lo cual demuestra que son excepcionales en tanto
que espacios de ciudadanía, de consolidación de derechos. El calabozo de una
comisaría, la antesala de un refugio, el propio refugio en el que se pasa una
noche o una temporada; todos ellos son lugares de transición que deberían ser
tratados por los dispositivos estatales con un cuidado especial, puesto que si sir-
ven a la consolidación de un estigma servirán a la reproducción de la violencia
que se querría contrarrestar.
209
125
Exigencia compartida por la moralidad dominante en todos los dispositivos
estatales y paraestatales. Vemos esta cuestión en más de una oportunidad.
212
128
La palabra clave no parece ser la exclusión sino la elusión.
217
129
Y suelen ser rápidamente cambiantes. Uno de nosotros quiso a los 14 años
tener un pantalón Fiorucci –de moda en aquellos años 80–. Luego de un año
ahorrando –muchas veces con el vuelto de los mandados– lo consiguió. Bastó
escuchar a uno de sus cantantes preferidos –Luca Prodan, de Sumo– burlarse
de los “hombres enfundados en Fiorucci” para que no los volviese a usar. Ro-
bar calzados deportivos que no se pueden obtener por medios legítimos en un
marco de pobreza podrá ser una decisión exagerada en pos de configurar una
identidad, de obtener un prestigio, pero esto también es algo muy estudiado.
Mujeres y hombres de todos los tiempos nos movemos en beneficio del pres-
tigio más allá de lo racional, y esto es universalmente razonable (Bourdieu,
2007).
218
Adolescentes trancados
Singulares espacios de transición son las “trancas”132
del INAU133, espacios ambiguos en los cuales se puede
ver cabalmente la importancia de estas transiciones en las
trayectorias adolescentes. Veremos en las entrevistas el lugar
que pueden llegar a ocupar en sus vidas. Dispositivos de
encierro dignos de los tiempos “tutelares” cuando los jueces
ejercían sus potestades en base a la “doctrina de la situación
irregular”, en los cuales los adolescentes sometidos a ellos
tienen pocos derechos a ejercer. En ellos están sometidos
a un encierro severo producto de cometer infracciones
gravísimas.
Se trata, en suma, de lugares de encierro en los cuales
los derechos del niño y del adolescente se encuentran con
escasas posibilidades de ejercicio y donde se mantienen
prácticas propias de la antigua doctrina. Al mismo tiempo,
son lugares necesariamente transitorios en los cuales se
tensionan moralidades y se configuran prácticas; y donde
el tiempo puede rendir mucho. Así, podrán ser lugares
de consolidación de una “moralidad carcelaria”, cuando
impere la violencia entre pares o funcionarios o, en cambio,
de allegamiento a una moralidad basada en los derechos de
los niños y los adolescentes, a cuyo ejercicio podrán verse
obligados producto de la irregular situación de encierro:
“estar limpios”; “estudiar”, “jugar”, son algunos de estos
derechos que nos mencionaron, siempre positivamente,
nuestros entrevistados.
132
Así nos designaron los adolescentes sometidos a medidas de seguridad a los
Centros donde se encuentran detenidos: “trancas”, estar “trancados”.
133
Todos nuestros entrevistados en centros de detención han tenido experien-
cias de calle.
220
134
Centro de detención de adolescentes menores de quince años, perteneciente
al SEMEJI del INAU.
135
Los policías, enterados de que venimos del Ministerio del Interior, ensegui-
da suponen nuestra pertenencia a la Policía Nacional. En Uruguay, policías y no
policías siguen pensando en el Ministerio del Interior como un “ministerio de
la policía”; así también nos vieron educadores del INAU y otros actores de dis-
tintos dispositivos estatales. Picar es cumplir funciones de vigilancia cubriendo
un punto de facción; dicho punto puede ser una garita, una esquina de la ciudad
o un quiosco policial. Actividad no particularmente grata, suele ser considerada
propia de “reclutas” (Moreira, Nardone, Rossal y Vila, 2010).
221
136
Grupo Especial de Patrullaje Preventivo (GEPP).
222
137
El chiquilín que vive –o vivía, hace meses que no sabemos de él– en el
achique de SAEDU, sobre el cual nos referimos en el apartado sobre la Ciudad
Vieja.
223
138
Se refiere a la dependencia específica del INAU en la cual se establecen
los estudios diagnósticos sobre los niños y adolescentes, oficia también como
“puerta de entrada” a la institución. En la calle Fernández Crespo tiene una
suerte de Hogar transitorio. En el entorno de “Diagnóstico” suele haber niños
y adolescentes muy vulnerables que piden agua, comida y techo en ocasiones.
Anteriormente nos referimos a esta dependencia de maltratada puerta verde.
224
139
El adolescente entiende la pregunta con un sentido más amplio que el que
nosotros le dimos y su respuesta es sintética y precisa: los vendedores de drogas
amigos de él no están en peligro porque la “hacen rica”, es decir, no estafan a los
consumidores, lo cual los podría poner en riesgo, y tienen un buen escondite en
el cual ocultar tanto la droga como el dinero que les da como beneficio.
227
140
En otras circunstancias etnográficas nos han dicho que hay personas que les
alquilan armas a quienes van a cometer una rapiña, lo cual nos lo ratifica este
púber de no más de 1,40 de estatura.
229
141
Junar es una antigua palabra del lunfardo rioplatense y significa mirar aten-
tamente, observar.
231
P: —¿Rapiñabas de caño?
E: —Con un revólver.
P: —¿Solo o acompañado?
E: —Solo.
P: —¿O con unos amigos?
E: —Con un amigo mío, Milton.
P: —¿Y en cuál te agarraron?
234
142
Míguez (2008) señala que el vendedor de estupefacientes es una suerte
de enemigo del chorro, es una de las tantas especies de “gil”, no delincuente;
confluyendo con la moralidad carcelaria argentina, en boca de uno de nuestros
entrevistados, el transa (traficante de estupefacientes) es un “arruina chorro;
afuera manda él, pero adentro mandamos nosotros”.
237
143
Agarré.
144
Conversando, en el sentido de engañar.
238
Pasó la hora de las visitas. Roni nunca las tiene. Sus dos
compañeros son distintos a él, tienen entre ellos mucha
camaradería: “son primarios”, nos dice Roni, y también se
llevan bien con los educadores. Él ahora se está adaptando,
pero ya estuvo y se escapó de un hogar de la Colonia
Berro: “no me asusta la tranca”, dice. Cuando llegó acá
quiso comportarse según criterios “carcelarios”: hacer un
corte, intentar un motín, y fue frenado por sus compañeros
“primarios”, “que no quieren problemas”. Se trata de un
adolescente más grande que los anteriores y con un discurso
en el cual la moralidad carcelaria está muy presente.
Roni anda en la calle desde los seis años. Vivió con su
madre hasta que lo abandonó. Según nos cuenta, su madre
estuvo muy mal cuando murió su padre, un ladrón a quien
mató la Policía argentina, y no quiso “que la viera así”.
Así que lo internó en el Centro Cuatro, a donde lo fue a
buscar su tía. La trayectoria de este adolescente está muy
vinculada a los dispositivos del INAU. Conoce muy bien
la institucionalidad del INAU, aunque, paradójicamente, la
funcionaria que nos recibió nos habló de él como de un
completo desconocido. Sin embargo, Roni estuvo toda su
vida vinculado, desde muy niño, a la institución.
La moralidad carcelaria
E: —Conseguí un nombre para un compañero que
estaba fugado de la Colonia y le dice [un policía] “¡Ey!
¿Cómo te llamás vos?” Y él se hacía el mudo, yo le digo:
“Él se llama Adrián Jorge Gómez Medina”. Me salió, no sé
cómo. “¿Él estaba en el robo?”, me dice. “No, él no”. Y nos
llevaron hasta el local y no estaba, éramos cuatro nomás y
él zafó.
P: —Claro, pero vos no, te debe una. ¿Es jodida la calle,
hay códigos o no hay más códigos como se dice?
E: —En la calle no hay tanto código porque estás
durmiendo y si están drogados o algo te rastrillan, te sacan
los championes, yo te digo porque unas cuantas veces me
pasó, estaba durmiendo así y tenía unos championes Nike
[aparece una funcionaria que le deja una taza de leche muy
grande]. Y fui, busqué, busqué, busqué y llegué hasta él, la
248
P: —¿Cómo es el pegue145?
E: —Y el pegue, quedás así para todos lados quedás
[mueve su cabeza como paranoico], así para todos lados;
sí, si fumás abundante quedás con la mandíbula todo esto
duro así, todo esto te queda duro [se toca el mentón].
P: —¿Es como tomarse un montón de merca?
E: —Claro, como tomarse abundante merca, quedás
todo duro así no, quedás así.
P: —Medio paranoico.
E: —Claro, y querés más y más y más, y yo digo no, yo
no quiero más, me fumé un porro, me acosté a dormir, si
no iba a seguir fumando.
P: —Claro, claro, ¿y cómo se sale de no tener que robar
más? Porque llega un momento que si robás te agarran
siempre, más temprano o más tarde, no hay uno que haya
zafado…
E: —Eso según, porque a mí no me gustan los hogares,
pero aguanto la tranca, ¿no?
P: —Claro.
E: —Si la tengo que aguantar, la aguanto, pero no me
gusta. Pero para salir, al menos para mí, el mejor hogar es el
que yo estuve, Capitanes de la Arena.
P: —¿Y cómo es? Porque nos decían, yo no sé si era
cierto, pero nos decían algunos educadores que algunos
hogares por ejemplo… Prendele cartucho que se te enfría
[el adolescente dialogaba con nosotros con respeto y
consideración sin tomar su merienda].
145
Pegue significa efecto. El pegue de la droga es su efecto, tanto el buscado
como el indeseable: un “mal pegue” o “mal viaje”.
250
E: [Toma su merienda]
P: —¿Eligen a los gurises?
E: —No, ponele Ituzaingó, en la Colonia. Ese hogar
es para los pibes que dejan a las madres, que no tienen
condiciones. Si vas para ese hogar, ese lugar es tuyo, ¿sabés
por qué? Porque de ahí no te saca nadie, el director de ahí
les compra todo.
P: —Claro.
E: —Pagan por robar pero dicen, ponele, tu madre, sacale
la ropa que lo mato, y aunque lo lleven para otro hogar,
ponele están en el Piedras y lo llevan para el Cerro, porque
los pibes algunos tienen celular, una llamada al celular y ta
lo cagan a palos también, y todo así, ahí en Ituzaingó.
P: —Mirá...
E: —Salió.
P: —¿Salió del hogar y quedó trabajando en la estación
de servicio?
E: —Yo el otro día pasé por el Centro, no sé en qué
parte era, pasé por ahí por la estación y me dice: “¿en qué
andás, Roni?”. Y yo miro así, “¿quién es?”, voy hasta ahí
“¿quién sos vos, [dice su nombre], en qué andás?”, era él,
estaba trabajando ahí.
P: —¿Y de acá existen posibilidades de salir al laburo?
252
146
Nos referimos a esto en otros apartados.
253
E: —Mmm…
P: —No sé, la Policía, o en las medidas de seguridad del
INAU, ¿vos notás algo nuevo?
E: —Quieren poner, no sé, ¿cómo es?, para los menores
de dieciséis años en el COMCAR.
P: —Ta, pero yo no te hablo de lo que quieran poner,
yo pregunto si en estos últimos tiempos, este último año
ponele, vos notás que...
E: —¿Cambios?
P: —Sí, ¿qué cambió?
E: —En esto al menos, demasiadas trancas.
P: —Trancaron todos los cuartos y eso.
E: —No, porque yo acá antes no conocía, yo estaba en
el A, allá arriba, este es el C.
P: —Sí.
E: —Bueno allá es para…
P: —Más chicos.
E: —Sí, de catorce para abajo. Yo estuve allá, hicimos
un motín y todo, y se fugaron unos pibes. Yo no me pude
fugar. Después vinieron de a prepo, de rescate unos pibes,
ta, se fueron, y después me vine. Lo que cambió acá fue la
cantidad de trancas y botones que ahora pusieron.
P: —¿Por qué hicieron un motín?
E: —Yo me quería ir, hicimos un boquete pieza a
pieza.
P: —Sí, ahora, ¿qué ganan haciendo eso?
E: —Nada.
254
147
En rigor, el hogar Capitanes de la Arena pertenece al Centro de Investiga-
ción y Promoción Franciscano y Ecológico (CIPFE) y trabaja en convenio con
INAU desde hace muchos años, dando amparo a niños y adolescentes prove-
nientes de la calle.
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