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Sociedad líquida o amor líquido para definir el actual momento de la

historia en el que las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el


trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido. Y han dado
paso a un mundo más precario, provisional, ansioso de novedades y, con
frecuencia, agotador.

al que siguió un incendio que destruyó lo que quedaba y luego un tsunami


que se lo llevó todo al mar. “Fue una catástrofe enorme, no sólo material
sino también intelectual. La gente pensaba hasta entonces que Dios lo hab
ía creado todo, que había creado la naturaleza y había puesto leyes. Pero
de repente ve que la naturaleza es ciega, indiferente, hostil a los humanos.
No puedes confiar en ella. Hay que poner el mundo bajo la administraci
ón humana. Reemplazar lo que hay por lo que puedes diseñar. Así, Rousseau,
Voltaire o Holbach vieron que el antiguo régimen no funcionaba y
decidieron que había que fundirlo y rehacerlo de nuevo en el molde de la
racionalidad. La diferencia con el mundo de hoy es que no lo hacían porque
no les gustara lo sólido, sino, al revés, porque creían que el régimen
que había no era suficientemente sólido. Querían construir algo
resistente para siempre que sustituyera lo oxidado. Era el tiempo de la
modernidad sólida. El tiempo de las grandes fábricas empleando a miles
de trabajadores en enormes edificios de ladrillo, fortalezas que iban a
durar tanto como las catedrales góticas”.

“Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es có


mo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no
puedan cambiar en el futuro. No creemos que haya soluciones definitivas
y no sólo eso: no nos gustan. Por ejemplo: la crisis que tienen muchos
hombres al cumplir 40 años. Les paraliza el miedo de que las cosas ya no
sean como antes. Y lo que más miedo les causa es tener una identidad
aferrada a ellos. Un traje que no te puedes quitar. Estamos acostumbrados
a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que
van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes.
Y sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales y
con las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con
nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra
persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento
a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos
miedo de fijar nada para siempre. Probablemente su Gobierno, como el del
Reino Unido, llama a sus ciudadanos a ser flexibles. ¿Qué significa ser
flexible? Significa que no estés comprometido con nada para siempre, sino
listo para cambiar la sintonía, la mente, en cualquier momento en el que
sea requerido. Esto crea una situación líquida. Como un líquido en un vaso,
en el que el más ligero empujón cambia la forma del agua. Y esto está por
todas partes”.

“Hace no mucho el precariado era la condición de vagabundos, homeless,


mendigos. Ahora marca la naturaleza de la vida de gente que hace 50 años
estaba bien instalada. Gente de clase media. Menos el 1% que está arriba
del todo, nadie puede sentirse hoy seguro. Todos pueden perder los logros
conseguidos durante su vida sin previo aviso”

Por un lado, decía Bauman, está la “devastación emocional y mental de


muchos jóvenes que entran ahora al mercado de trabajo y sienten que no
son bienvenidos, que no pueden añadir nada al bienestar de la sociedad
sino que son una carga”. Por otro, concluía, “la gente que tiene un empleo
experimenta la fuerte sensación de que hay altas posibilidades de que
también se conviertan en desechos.

“hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene
ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para
los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que
somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes
que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable
experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de
individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y
diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que
en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones
colectivas capaces de actuar efectivamente”.

Se trata, para este autor, de una continuación caótica de la modernidad,


donde una persona puede cambiar de una posición social a otra de manera
fluida y reiterada. El nomadismo deviene un rasgo general del hombre
líquido moderno, mientras fluye a través de su propia vida como un turista,
cambiando sitios, trabajos, cónyuges, valores y a veces más —como su
orientación política o sexual— excluyéndose de las redes tradicionales
de contención.

En la vida líquida según Bauman, la sociedad se basa en


el individualismo y se ha convertido en algo temporal e
inestable que carece de aspectos sólidos. Todo lo que tenemos
es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las
estructuras fijas del pasado.
La metáfora de la liquidez intenta demostrar la inconsistencia de las
relaciones humanas en diferentes ámbitos, como en lo afectivo y en lo
laboral. Las redes sociales juegan su parte en ello, ya que nos permiten
conectarnos con todos, pero a la vez desconectarnos cuando queramos: un clic
representa un muro o un puente en las relaciones humanas.

Así nos encontramos como raza humana navegando los mares de la incertidumbre,
sin saber cómo estará la economía mañana, si estallará una crisis o no, si
contaremos con trabajo, si formaremos una familia, etcétera.

A nivel laboral hay que estar capacitado para cumplir diferentes funciones y
movilizarse para enfrentarse a nuevos desafíos. Un empleo ya no es suficiente
para crear una carrera profesional, es necesario experimentar distintas
labores en diferentes puestos y compañías para poder aprender más y
destacarse por sobre los demás. El individualismo y el egoísmo es también
determinante en el campo profesional, lo que ha llevado a una preferencia por
los trabajos particulares por sobre los trabajos en equipo.

El matrimonio como institución es un riesgo que pocas personas


se animan a tomar: ya nadie quiere comprometerse a largo plazo.
El egoísmo reinante no permite generar verdaderos lazos, por el
miedo a perder libertad.

La idea del “use y tire” que nos ha otorgado el consumismo se


desplaza a las relaciones, donde no hay tiempo para reciclar,
ni seguir usando cosas obsoletas, o en propias palabras del
sociólogo: “La vida líquida es una sucesión de nuevos
comienzos con breves e indoloros finales”. El miedo a
profundizar por perder poder de elección ata a las personas,
quienes cada día se encuentran más solas.

la modernidad tardía está marcada por las economías capitalistas globales,

con su privatización creciente de servicios y la revolución de la información.1

Bauman acentúa la nueva carga de responsabilidad que el modernismo líquido


coloca en los individuos, en donde los patrones tradicionales son reemplazados

por otros auto-escogidos.8 La expresión “modernidad líquida” busca definir un


modelo social que implica “el fin de la era del compromiso mutuo”, donde el
espacio público retrocede y se impone un individualismo que lleva a “la

corrosión y la lenta desintegración del concepto de ciudadanía”9

En la era moderna, es bastante común entre los jóvenes hacer un


viaje de varios meses por América Latina o el Sudeste Asiático, con
el objetivo de romper con las barreras y ser testigos de realidades
distintas a las de su país de origen.

La realidad líquida de Bauman describe precisamente este


escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de
nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son
ciudadanos del mundo pero de ningún lugar al mismo tiempo.

Las empresas buscan a personas volubles, con capacidad de


reinventarse y que puedan viajar a otra ciudad cuando sea
necesario. Personas que lo den todo en el trabajo aún sabiendo
que pueden ser reemplazadas en cualquier momento si no
cumplen con las expectativas.
Los que se compraron el iPhone 3G hace 10 años, se sintieron los
amos del mundo. Tenían en sus manos un producto único en el
mercado en ese momento, el cual marcó una diferencia en el uso
de los smartphones.

En la era del consumismo, lo importante no es conservar objetos, sino


renovarlos constantemente

En la actualidad, el que conserve un iPhone 3G no podrá ni hablar


por WhatsApp. Más de 8 modelos han actualizado la primera
versión de los teléfonos de Apple.

La era consumista que vivimos en la actualidad se basa en la


ferviente necesidad de sacar nuevos productos en el mercado que
saciar las ansias de renovación de la sociedad.

Los productos duraderos ya no son importantes, en esta era priva


lo efímero y lo nuevo para sorprender a los compradores.

El consumismo no gira en torno a la satisfacción de deseos, sino a


la incitación del deseo de deseos siempre nuevos

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