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★ PITUM HA’KETORET ★

Desde los más remotos tiempos hasta nuestros días, la humanidad ha utilizado las
fragancias, ya sea como perfumes o quemando diversas mezclas de resinas, para
inducir determinados estados internos o emociones específicas.
Actualmente, existe una rama de la medicina alternativa, llamada aromaterapia, que
estudia los efectos de las diferentes fragancias a través del sistema límbico y su
impacto en el psiquismo humano.
Los judíos, por su parte, y ya desde sus más antiguos orígenes, utilizaron el poder
de los aceites esenciales en forma de bálsamo (el famoso bálsamo de Judea),
resinas combustibles y perfumes, para tratar diferentes dolencias e incluso en
rituales altamente místicos.
Actualmente, y si bien se sabe que muchos cabalistas utilizan el poder secreto de
las fragancias para inducir elevados estados espirituales, el uso del aroma como
factor ritual es utilizado, centralmente, en la ceremonia de Havdalá. Según el
Talmud, la utilización del aroma en este corto ceremonial, que simboliza la
terminación del Shabbat (u otras festividades) y el comienzo de los días hábiles,
establece un momento de transición donde la fragancia simboliza un elemento
intermedio entre la santidad del Shabbat y el trajín de la vida cotidiana.
Pero tal vez, el aspecto más enigmático y secreto de la utilización de fragancias en
el judaísmo sea el uso del Ketoret (el incienso judío). Esta mezcla de resinas
aromáticas, descriptas detalladamente en la oración vespertina de Minjá, se
utilizaba en la purificación del Sagrado Templo por los Cohanim. Actualmente, y a
partir de la destrucción del Segundo Bet Hamikdash, su fabricación fue
estrictamente prohibida por Nuestros Sabios.
Los descubrimientos arqueológicos en marzo de 1988 un equipo de arqueólogos
israelíes habría de realizar un descubrimiento asombroso. En una de las cuevas de
Qumran, encontraron una pequeña jarra, de más de dos mil años de antigüedad,
que aún guardaba intacto un extraño aceite de color rojizo.
Luego de extensos estudios, los científicos junto a muchos grandes rabinos
concluyeron que esta era la única muestra sobreviviente del aceite balsámico,
prescripto en la Torá, para ungir tanto al Mishkan, como así también a los Reyes de
Israel.
Cuatro años después de este hallazgo, se descubrirían, en el mismo complejo
Qumran, la suma de seiscientos kilos de una sustancia orgánica rojiza, que estaban
dentro de un silo construido con rocas. Subsecuentes análisis determinaron que,
extrañamente, dicha sustancia rojiza contenía al menos ocho de las once especias
que se utilizaban en el Pitum ha’Ketoret, es decir, la mezcla de incienso que se
quemaba en el Templo.
Los experimentos, pero los hallazgos posteriores fueron aún más sorprendentes.
Un par de años más tarde se presentó la muestra ante los dos grandes rabinos de
Israel, que a su vez se la entregaron a sus propios químicos para analizar su
cualidad orgánica. Para ello, sugirieron que se quemara algo de esta mezcla con
propósitos científicos (para lo cual hubo que utilizar ácido clorhídrico y no fuego), y
también, que se quemara esta muestra junto con otras dos especias halladas en
otro lado de la cueva.
Los resultados fueron asombrosos. Si bien las especias habían perdido algo de su
potencia, no obstante, ello, y a lo largo de dos milenios desde su entierro, sus
compuestos activos aún conservaban gran parte de sus propiedades originales.
Más aún, el residuo de su fragancia permaneció en la vecindad por numerosos días
después del experimento, y muchas personas reportaron que su cabello y ropas
retenían el aroma del ambiente. Aún más asombroso fue, que el área en donde
fueron quemadas estas especias cambió radicalmente. Había estado infectada
desde hacía meses, con hormigas, mosquitos y otros insectos que, luego de la
prueba del incienso, desaparecieron mágicamente.
Es de destacar que hasta mucho tiempo después de la quema del Ketoret, ninguno
de estos insectos fue visto por un buen lapso. En el Talmud Según los rabanim
consultados, esta mágica desaparición de moscas e insectos ya estaba descripta
en el Talmud, en la Mishná Avot 5:5, cuando se afirma que, a pesar de los sacrificios
rituales, y con la gran cantidad de residuos orgánicos que esto generaba, aun así,
las moscas no se acercaban al área del Templo. Y este no es un dato menor. Desde
el punto de vista hermético judío, las moscas, fuente de una energía impura,
estaban representadas en las civilizaciones paganas de aquella época- por uno de
los demonios más difundidos de la antigüedad llamado, en latín, Belcebú y, en
hebreo, Baal Zebub o el Señor de las Moscas. Es decir que el poder del Ketoret
tenía un poderoso efecto, más allá de cualquier especulación demonológica, sobre
todo en cualquier tipo de energías impuras.
Otro aspecto del poder y efecto prolongado del Ketoret, también está descripto en
el Talmud Yoma 39b, en donde se refiere que las cabras en Jericó (al Norte de
Qumrán) estornudaban por el aroma del Ketoret, y las mujeres no necesitaban
perfumarse. Al respecto, también en Jerusalén las novias no necesitaban usar su
perfumero (un dije con mezclas de hierbas colgadas en el cuello) dado el dulcísimo
y omnipresente aroma del Ketoret.
En el Talmud (Arajin 16ª) está escrito que, tanto el Beit HaMikdash, así como sus
demás componentes: el Mishkán, las vasijas sagradas, el Aron Hakodesh, la
Menorá6, el Mizbeaj HaKetoret7, las vestiduras del Cohen Hagadol (Sumo
Sacerdote) y las mismísimas cenizas de los sacrificios, no eran sólo artefactos
físicos, sino que también representaban diferentes niveles espirituales de
acercamiento a D-os. Y lo mismo sucedía así con el Ketoret y el aceite (origen del
milagro de Janucá).
De una cuidadosa lectura del Éxodo (Cap. XXX), Nuestros Sabios destacan que el
aceite de la unción (de reyes y tabernáculo) y el Ketoret, estaban muy ligados el uno
al otro ya que ambos contenían varias especias iguales.
Lo otro que podemos destacar aquí, es que ambos componentes eran muy agrados.
Sagrado en hebreo se dice Kodesh. Y cuando algo es Kodesh, debe ser mantenido
por separado, para poder conservar así el poder de santificar y elevar todo a su
alrededor (Shabat Hakodesh, Torat Hakodesh, Lashon Hakodesh8, Ierushalaim Ir
Hakodesh9, etc.).
El Ketoret en la Cábala
La Cábala describe que el incienso contenía diez perfumes o especias, con intensas
y agradables fragancias, pero, extrañamente, también incluía una en particular, el
jelbená o gálbano, cuyo olor era, lisa y llanamente, infame.
Para explicar la inclusión de este extraño elemento Nuestros Sabios expusieron una
profunda exégesis basada en la Cábala. Según su decir, en cada una de estas once
especias del Ketoret que se mezclaban para ser usadas en el Templo, se
representaban las diez Sefirot (emanaciones) del Árbol de la Vida en la Creación
del Universo. Por ello, el mal oliente gálbano, es decir el componente sobrante,
pasaba a representar el aspecto de Tohu (el caos primordial anterior a la Creación
representado por la oscuridad total), y su inclusión representa la completa
rectificación de todo mal (la oscuridad del caos). Al estar incluido en una estructura
santificadora, aún el individuo más bajo y espiritualmente oscuro, por el sólo hecho
de El Talmud (Shabat 89ª) enseña que Moisés, asombrosamente, fue instruido
acerca del misterio del Ketoret por el mismísimo Ángel de la Muerte, revelándole
que este particular tipo de incienso tenía el poder de anular cualquier decreto
maligno e incluso el de la muerte misma.
Pero ¿por qué el Ketoret puede superar no sólo a la maldad sino también a la misma
muerte? Y, más aún, ¿de dónde surge su poder?
Al respecto, la Cábala enseña que el Ketoret obtiene este don del hecho de que la
pulverización de las especias también se asemeja a la pulverización de las Sefirot
originales. Si las éstas, tal como afirma la Cábala, también contienen en sí mismas
una pequeñísima proporción de oscuridad (léase muerte), entonces la oscuridad,
para poder manifestarse en toda su integridad, necesita recuperar de la luz de las
Sefirot (que representan la vida), la porción de oscuridad que ellas contienen.
Y por ello, la oscuridad necesita imperiosamente que la luz sea “pulverizada” para
poder tomar de ella, y para sí, esa porción de oscuridad que la luz contiene. Si bien
el concepto es complejo, vale la pena entenderlo. Para la Cábala, toda existencia
lleva en sí misma el germen de su opuesto. Por ejemplo, lo masculino lleva en sí
mismo un aspecto de lo femenino. Y ahondando un poco más, si la luz lleva en sí
misma un aspecto de oscuridad, consecuentemente, la vida también debe llevar en
sí misma el germen de la muerte (y por eso somos mortales). Prosiguiendo con
esto, y si para Nuestros Sabios el rompimiento de la luz se denomina muerte y
oscuridad, entonces el Ketoret, en la precisa y secreta forma en que está hecho,
tiene el poder de sobreponerse a la muerte y a la oscuridad, y transformando
completamente el mal, tanto en nosotros como en el mundo, se convierte así en el
Bien Superior, Fuente de toda vida y más allá de la muerte.
El Ketoret, y el árbol de la vida
1- Corteza aromática de cedro (Líbano)
2- Nardo (Banias-Israel)
3- Incienso (Arabia)
4- Olíbano (Yemen)
5- Gálbano (Turquía)
6- Uña aromática (norte de Israel)
7- Bálsamo de Judea (centro de Israel)
8- Azafrán (Afganistán y Asia Central)
9- Mirra (Arabia)
10- Canela (Persia e India)

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