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La Cábala Griega

La palabra Qabalah (derivada del hebreo QBL, “recibir”) en hebreo rabínico significa
sencillamente “tradición”. Esta palabra vino después a utilizarse para denotar una
filosofía mística judía específica que emergió en Francia y España durante el siglo
XIII de la era cristiana. Esta escuela filosófica creía en la iluminación espiritual a partir
de un conocimiento “recibido”, o gnosis. Los cabalistas son más conocidos por el uso
de una técnica conocida como “cábala literal”, que consistía en la interpretación de
las escrituras sagradas judías según las atribuciones numéricas, místicas y las formas
de las letras del alfabeto hebreo.

La filosofía cabalística formó una de las principales escuelas de pensamiento dentro


del judaísmo. Se hizo muy conocida en la Europa cristiana debido a su influencia
durante la Edad Media. La diseminación de la cábala hebrea en occidente ha dado
como resultado la idea errónea de que los judíos fueron los fundadores originales
de la cábala literal, e incluso que fueron los judíos los primeros en utilizar las letras
como números. La cábala es, de hecho, un término judío tardío para una gnosis que
ya era antigua cuando surgió como misticismo judío. Fueron de hecho los griegos
quienes, ya en el siglo VIII a.C., inventaron los numerales alfabéticos, la esencia
misma de la numerología cabalística. Ellos introdujeron la idea a Medio Oriente solo
después de las conquistas de Alejandro Magno en el siglo IV a.C. Ejemplos de una
cábala griega pueden encontrarse también fuera de la Grecia continental, desde el
siglo III d.C., en amuletos egipcios, grafitis romanos, en la filosofía gnóstica y en los
primeros escritos cristianos. Esta es la fecha probable más antigua del primer trabajo
sobre cábala judía, el Sefer Yetzirah, o Libro de la Formación. Este trabajo fue
esencialmente un producto del impacto del gnosticismo griego sobre el misticismo
judío, y muestra la influencia de numerosos conceptos, tales como la teoría gnóstica
de la creación por emanaciones, la década pitagórica, la filosofía platónica, la
astrología ptolemaica, y los cuatro elementos de Empedocles, todos los cuales ya
eran parte de un simbolismo alfabético griego ya existente.

Cábala Griega – Las Vocales y los Planetas

La conexión entre las vocales y los planetas convirtieron inmediatamente a estas


siete letras griegas en parte de una vasta lista de “simpatías” planetarias utilizadas
en la astrología, alquimia y magia antiguas, que incluían también inciensos, piedras
preciosas, metales, flores, hierbas, colores, notas musicales, emociones, virtudes y
vicios. La alquimia, por ejemplo, que tuvo su origen en el Egipto helenístico, se
encuentra entre los principales contribuyentes al extenso sistema de
correspondencias cabalísticas de las cuales formaban parte las letras del alfabeto.
Los trabajos de los primeros alquimistas helénicos muestran una fuerte influencia
de la magia y el gnosticismo, y estaban llenos de símbolos extraños, o fueron escritos
deliberadamente con alfabetos crípticos. Como señala el científico francés Marcellin
Berthelot en su estudio sobre la química en el mundo antiguo:

“La alquimia se extendió rápidamente, al principio por las conexiones entre los
metales y los planetas, formuladas a partir de la similitud entre su lustro, color y
número. Complementamos este descubrimiento tardío con uno temprano: el del
número siete, un número sagrado que puede encontrarse en todas partes, en los días
de la semana, en el número de los planetas y sus zonas celestes, en sus metales
correspondientes, los colores, las cuerdas de la lira y sus notas musicales, las vocales
del alfabeto griego, y también en el número de estrellas en la Osa Mayor o de las
Pleyades”.

Un ejemplo de esta asociación entre planetas, metales, colores y días de la semana


puede encontrarse en un registro sobre el mitraísmo escrito por el autor pagano
Cesio en su Doctrina Verdadera, un ataque hacia el cristianismo escrito alrededor
del año 178 d.C. Plutarco señala que los ritos y misterios del culto del dios solar
asesino de bueyes, Mitra o Mitras, surgido a partir del zoroastrismo persa, fue
introducido al mundo romano por piratas de Cilicia (Turquía).

Los valores de auto sacrificio, verdad, lealtad y honor en el mitraísmo atrajeron


grandemente a los marinos, oficiales y soldados de las legiones romanas, quienes,
para el segundo siglo d.C., establecieron templos dedicados a Mitras el Redentor,
también conocido como Son Invicto (Sol Invictus) a lo largo del Imperio Romano.
Esta extensa influencia hizo del mitraísmo el principal contendiente del cristianismo
por el título de religión oficial del Imperio Romano, hasta que la conversión del
emperador Constantino puso fin al asunto en 337 d.C. Trazos del largo conflicto con
el mitraísmo sobreviven todavía en la celebración del nacimiento del Redentor el 25
de diciembre, que, en el calendario juliano, era reconocido como el solsticio de
invierno y era celebrado por los egipcios como el nacimiento del Sol recién nacido.

Debido a que Mitras era identificado con el Sol, esta fecha también fue utilizada por
sus seguidores para celebrar su natividad, Mitramas. En vista de la popularidad de
este festival, los primeros cristianos, quienes no sabían ni celebraban el nacimiento
de Jesús, decidieron adoptarlo también, en lugar de ser eclipsados anualmente por
sus competidores. Este es el origen del festival que hoy se celebra como navidad.

Cesio describe el ascenso del alma a través de los siete cielos de acuerdo con los
misterios mitraicos. Este ascenso también estaba reflejado en la iniciación mitraica:
Cuervo, Ninfo, Soldado, León, Persa, Mensajero del Sol, y Padre. Mucho de lo que
Cesio escribió fue preservado por Origen (185-254 d.C.). Considerado como uno de
los teólogos más eminentes entre los primeros padres de la iglesia, Origen murió a
avanzada edad, después de una larga tortura durante las persecuciones en Cesárea.
Origen vivió una vida tan austera que incluso se castró a sí mismo. En respuesta a
la Verdadera Doctrina de Cesio, Origen escribió Contra Cesio, quizás la mayor
apología del cristianismo temprano, en la que aparece la siguiente correspondencia
entre metales y planetas:

“Estas verdades están oscuramente representadas en las enseñanzas de los persas y


por los misterios de Mitras, que es de origen persa. Pues en este último hay un
símbolo de dos órbitas en el cielo, una que es la de las estrellas fijas, y la otra
asignada a los planetas, y al paso del alma a través de estos. El símbolo es el
siguiente. Existe una escalera con siete puertas, y encima de ellas una octava. La
primera de estas puertas es de plomo, la segunda de estaño, la tercera de bronce, la
cuarta de hierro, la quinta es una aleación, la sexta es de plata y la séptima de oro.
Ellos asocian la primera con Kronos (Saturno), tomando el plomo para referirse a la
lentitud de esta estrella; la segunda con Afrodita (Venus), comparándola con el brillo
y la suavidad del estaño; la tercera con Zeus (Júpiter), pues la puerta tiene una base
de bronce y es firme; la cuarta con Hermes (Mercurio), pues tanto el hierro como
Hermes son confiables para todos los trabajos y para hacer dinero, y son
trabajadores arduos; la quinta con Ares (Marte), la puerta que es el resultado de una
mezcla desigual y de calidad variada; la sexta con la Luna como la puerta de plata;
y la séptima con el Sol como la puerta dorada, estos metales siendo parecidos a sus
colores”.

Los griegos utilizaron la misma palabra, stoicheia (στειχω, “marchar en línea”), para
denotar no sólo los elementos atómicos como el orden de los constituyentes
esenciales de la materia, pero también de las letras del alfabeto, pues ocurrían en
secuencia y eran constituyentes esenciales del habla. Las vocales, ΑΕΗΙΟΥΩ, también
fueron conocidas como elementos (stoicheia), pues representaban las fuerzas
combinadas de los siete planetas o “elementos” del Kosmos de la teología
helenística.

Como signos místicos de los planetas, las siete vocales, ΑΕΗΙΟΥΩ, son repetidas en
muchos hechizos y encantamientos. También aparecen en la gran Liturgia de Mitras,
descubierta por Dieterich a partir de un papiro mágico en París, como “los Siete
Señores Inmortales del Universo”. También son llamadas “las siete letras de los
magos”, o “el heptagrama”. A veces también eran representadas en la forma de un
cuadrado, un diamante o un triángulo.

El nombre de siete vocales, ΑΕΗΙΟΥΩ, también aparece en los papiros mágicos


griegos y coptos en conjunción con el frecuentemente invocado nombre del dios
judío, IAO o IEOU. Esto se derivó del intento de los griegos por escribir lo que ellos
llamaron tetragrammaton, o nombre de cuatro letras, utilizado por los judíos para
su deidad suprema, IHVH ( )‫יהוה‬o Yavé, erróneamente traducido al inglés isabelino
como “Jehová”. Debido al hecho de que fue tomado de las vocales místicas, el
nombre ΙΑΩ se prestó desde el principio para el análisis simbólico. La letra iota, la
letra media de las siete vocales, podía considerarse como una representación del
Sol o del Dios de la Luz, mientras que las otras dos letras, alfa y omega, significaban
el principio y el fin.

En la magia ceremonial cristiana tardía, los arcángeles reemplazaron a los planetas


en las invocaciones y amuletos. De los siete arcángeles, sólo Miguel y Gabriel son
mencionados en la Biblia, y Rafael aparece en el libro apócrifo Tobit.

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