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El texto comienza explicando la exclusión que tenía el rol de las mujeres dentro de la

sociedad, siendo vistas sólo como una suerte de instrumento maternal, donde su única
función se veía en la trilogía hegen, pflegen y erhalten (concebir, cuidar, preservar). A
pesar de este atentado hacia las libertades femeninas, las mujeres alemanas se
caracterizaron por ser un porcentaje importante dentro de los votos de los partidos más
conservadores del país, es por esto que el partido nazi comienza a engatusar a las
electoras como por ejemplo con un verdadero movimiento feminista, con la promesa de
restaurar el honor de las mujeres, evitando la colectivización de las mujeres al no ganar
los bolcheviques, y garantizando los derechos cívicos de las alemanas y su acceso a
estudios. Sin embargo, todas estas promesas solo enmascaraban el verdadero proyecto
nazi, donde las mujeres realmente solo fueron utilizadas como una suerte de instrumento
o herramienta reproductiva, estas ansias por la concepción de niños se debe
exclusivamente a la “higiene racial” que quería llevar a cabo el gobierno nazi, con porque
“el Estado racial necesitaba una procreación sana para imponer su hegemonía” (pág.
596). No fueron excluidas al 100% del ámbito laboral, solo fueron aisladas de los campos
públicos, pudiendo desempeñarse en empleos de status subalterno.

Por otro lado, fueron disueltos los grupos autónomos de mujeres, quedando a la
dependencia exclusiva del Estado o del partido nazi, quienes decidían y creaban decretos
sobre la familia, la sexualidad, la educación y el trabajo de las mujeres. Con el servicio
militar obligatorio para los hombres, las mujeres deben introducirse en la producción con
el fin de liberar la mano de obra masculina, sin embargo, estos puestos solo son para
mujeres solteras, o bien para casadas pero solo de medio tiempo. Poco a poco las
jóvenes fueron seducidas por los nazis, que junto a ciertos proyectos modernizadores,
como la adhesión obligatoria a las Juventudes Hitlerianas, o el año obligatorio de servicio
civil, todo esto resultó ser bastante atractivo para las juventudes femeninas, pues logró
calar en ellas el sentimiento nacionalista. Dentro de las mujeres, existen diferencias
generacionales, pues, las mayores, conscientes de las promesas incumplidas, no eran
totalmente partidarias del nazismo. Sin embargo, para las mujeres más jóvenes, que
fueron cuidadosamente adiestradas para brindar su fidelidad al régimen, se encontraban
encantadas a este. Por lo tanto, esta modernización logró una victoria doble: “por una
parte, la sustrae de la influencia de sus mayores acentuando así la separación
generacional y, por otra, ofrece nuevas formas de promoción social sin poner en tela de
juicio el principio (…) el acceso a los puestos superiores debe reservarse a los hombres”
(pág. 599)

Por otro lado, el divorcio no se estaba permitido entre relaciones de personas “arias”, la
única posibilidad de hacerlo efectivo era si la mujer era infértil o bien se negara a
mantener relaciones sexuales con su pareja, esto claramente para evitar relaciones que
no ayudaran a la reproducción y depuración de la raza.

A pesar de la posterior radicalización del régimen, la mayoría tanto de mujeres como


hombres terminaron por aceptarlo, puesto que gracias a él lograron salir de la grave crisis
en la que se encontraba Alemania. No fue hasta finales del régimen que la mayoría de los
alemanes lograron sublevase en contra del nazismo.

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