Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Unidad 5
Aristóteles
1. OBRAS DE ARISTÓTELES
Aristóteles escribe dos tipos de obras: las exotéricas (divulgativas, dirigidas al gran
público) y las esotéricas (obras difíciles, dirigidas a los alumnos del Liceo). De las
primeras, muchas escritas en forma de diálogo, apenas quedan algunos fragmentos. Las
segundas, que más que obras pensadas como tales son recopilaciones de apuntes y de
notas para impartir clases (no están escritas para ser publicadas), son las únicas que
conservamos, y podemos agruparlas siguiendo la clasificación aristotélica de las
ciencias. Aristóteles distingue tres tipos de ciencia o saber:
El saber teórico, que se estudia con vistas a la adquisición de conocimiento, sin
buscar ningún beneficio fuera del conocimiento mismo, y que considera los objetos sin
modificarlos y sin intervenir para nada en ellos (es saber por saber).
El saber práctico, que se estudia por los beneficios para la vida humana que
puedan derivarse de él. Estudia la acción humana, y su propósito es aclarar cómo tiene
que orientarse esta acción, de manera que se pueda modificar reconduciéndola por el
buen camino; investiga, pues, qué es lo bueno, lo justo, etc.
El saber poyético (o productivo), que considera cualquier objeto susceptible de
manipulación por parte del hombre con el objetivo de transformarlo en algo útil (por
ejemplo, la retórica como estudio del uso de la palabra en vistas a la persuasión).
A estos tres tipos de saber hay que añadir una disciplina precientífica, propedéutica
(preparatoria), cuyo objeto es el mismo discurso científico. Esta disciplina es la lógica,
que no es ninguna ciencia, sino una reflexión sobre el discurso correcto, una aclaración
sobre la manera cómo toda ciencia tiene que hacer uso del discurso para dar cuenta de la
verdad de los seres.
Atendiendo a todo esto, la obra aristotélica puede agruparse de la manera siguiente
(notemos, no obstante, que esta ordenación no es de Aristóteles, sino hecha con motivo
de las primeras “ediciones” de sus textos).
UNIDAD 5 – Aristóteles – 4
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
2. LÓGICA
La lógica es una reflexión sobre la manera correcta de pensar. No estudia la verdad
de ningún objeto y, por tanto, no es ninguna ciencia. Estudia cómo está constituida la
verdad en sí misma, independientemente del objeto estudiado. Estudia, en definitiva,
qué maneras de decir son susceptibles de contener verdad, y qué maneras de decir son
incorrectas por su misma forma.
El estudio de la lógica nos introduce de pleno en el problema de la constitución
misma de la verdad. La lógica aristotélica es ya un momento esencial de la filosofía.
UNIDAD 5 – Aristóteles – 5
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 6
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
Los términos de los silogismos no son cosas visibles y tocables, no son cosas como
esta silla o esta mesa, sino que son “cosas” como “mesa”, “caballo”, “hombre”,
“animal”. Si decimos “todo mamífero es multicelular”, estamos conectando la
determinación “mamífero” con la determinación “multicelular”, y no hablamos, por lo
tanto, de ningún mamífero concreto, sino que establecemos algo que tiene que valer
para todo mamífero, sin importarnos el caso particular que en cada caso tenemos entre
manos.
Las “cosas” de las que hablamos en los argumentos propios del saber o de la ciencia,
no son los individuos concretos, sino que son “cosas” que tienen la particularidad
siguiente: todo lo que podamos decir de ellas valdrá para toda mesa, o todo caballo, o
todo hombre; lo que decimos no es propiedad de ninguna mesa concreta, de ningún
caballo concreto, de ningún hombre concreto. De la determinación “caballo” solamente
forma parte aquello que valga para todo caballo visto o imaginado o simplemente
imaginable. Ahora bien: cuando vemos o tocamos, lo que vemos o tocamos no es
“caballo”, sino que es siempre este o aquel caballo. La determinación que vale para todo
caballo no es ninguna cosa a la cual podamos acceder a través de los sentidos. La
determinación universal no es nada sensible. Decimos que tenemos una definición de
una determinación universal cuando podemos pronunciar explícitamente su contenido,
es decir, cuando podemos distinguir en ella diferentes elementos, mencionarlos uno a
uno por separado, y unirlos entre sí en la unidad de un solo concepto. Por ejemplo,
cuando definimos la determinación universal “hombre” por “animal racional”.
Cada uno de los elementos que la definición distingue y menciona (“animal”,
“racional”) son las notas del concepto. El conjunto de las notas que entran en la
definición de un concepto es la comprensión del concepto. Decimos, pues, que definir
un concepto es hacer explícita su comprensión. A fin de que la definición del concepto
“hombre” sea buena, debe contener precisamente todo lo necesario a fin de que esté
perfectamente determinado qué cosas son hombres y cuáles no. Una definición que
dejara fuera unos cuantos hombres sería una mala definición; y una definición que
dejara dentro cosas que no son hombres sería igualmente una mala definición. Que tiene
que hacerse cargo de todos los hombres, y solo de los hombres, se expresa diciendo que
tiene que recoger de forma precisa la extensión del concepto hombre (el ámbito preciso
de todas las cosas que son hombre).
Cuando distinguimos en la extensión de un concepto diferentes elementos, estamos
dividiendo el concepto. Por ejemplo, cuando decimos que los seres vivos son los
animales y las plantas, eso no es ninguna definición, sino la identificación de dos
subámbitos dentro del ámbito de los vivientes.
Teniendo en cuenta todo esto, es posible establecer una forma precisa de definir
conceptos. Atenderemos a lo siguiente:
(i) La especie es la determinación universal que expresa de forma suficiente la
naturaleza de una cosa (por ejemplo, “hombre” o “caballo”).
(ii) Decimos que una determinación, por ejemplo “animal”, es superior a otra, para
nuestro ejemplo servirá “hombre”, y que la segunda (hombre) es inferior a la primera
(animal), cuando la primera (animal) está incluida en la comprensión de la segunda
(hombre) y, por lo tanto, la segunda (hombre) está incluida en la extensión de la primera
(animal).
UNIDAD 5 – Aristóteles – 7
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 8
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
3. LA FÍSICA
El saber teórico tiene para Aristóteles primacía sobre los demás. Si el saber poético
se ocupa de lo que puede ser producido (consiste en un saber hacer), y el saber práctico
de lo que puede ser hecho (del conducirse del hombre: se trata de saber qué hacer), el
saber teórico se ocupa de lo que puede ser conocido (es el saber propiamente dicho). Ya
hemos visto que para Aristóteles existe saber de lo universal y necesario. Habrá saber
allí donde el objeto estudiado esté comprendido bajo determinaciones universales. No
es el caso del arte o habilidad para producir cosas, tekné porque, en tanto que saber
orientado a la producción de un objeto siguiendo pautas adecuadas, se ocupa
ciertamente de lo universal (las pautas), aunque no con el fin de determinar ningún
objeto (no para decir qué es), sino solo para determinar cómo se produce): es saber
universal, pero no determinación universal del objeto. Las acciones humanas tampoco
son comprendidas bajo determinaciones universales, porque la conducta humana está
abierta siempre a varias posibilidades (como poco dos: ser mejor que las bestias, o ser
peor que las bestias), y no se trata pues meramente de comprenderla, sino de orientarla.
¿Cuáles son, pues, las cosas susceptibles de ser investigadas teóricamente?
Aristóteles establece que hay tres ámbitos de la realidad susceptibles de ser
investigados teóricamente: las cosas matemáticas, las cosas físicas y las cosas divinas.
De hecho, la referencia a las matemáticas en la obra aristotélica es mínima, y a menudo
las cita solo para decir que no son filosofía: dado que las relaciones matemáticas
únicamente existen en las cosas que las cumplen, no puede decirse que tengan entidad
plena; las cosas matemáticas son ciertamente inmutables y, por lo tanto, puede haber
ciencia de ellas, pero lo que así conocemos no es real. En cambio, Aristóteles sí que se
ocupa, y mucho, de las investigaciones físicas, de la teología y la metafísica. Dentro del
ámbito de la física trataremos de la physis, y en los puntos siguientes, del cosmos, y del
alma.
Toda ciencia tiene que tratar del ente (de la sustancia ousia). Ahora bien, solo la
metafísica trata el ente en tanto que es ente (solo la metafísica es ciencia universal),
mientras que las otras ciencias tratan el ente bajo alguno de sus aspectos. La física tiene
como sujeto propio (de lo que habla) el ente en tanto que es móvil. Las cosas naturales
son, por definición, las cosas móviles; por lo tanto, el movimiento no es algo accidental
al ente natural (físico), sino su condición natural, su manera de ser. El movimiento
define el ente natural como tal.
Ahora bien, lo primero que hay que advertir es que Aristóteles –como todo el
mundo hasta el siglo XVII– entiende por movimiento no solo el movimiento local, sino
todo tipo de cambio (local, cuantitativo y cualitativo). Y, como ya sabemos, en tanto
que ciencia, la física tendrá que investigar los principios y las causas de esta movilidad.
La dificultad salta a la vista de entrada. ¿No sabemos por Platón, por Heráclito o por
Parménides que, de lo que se mueve no puede existir saber? ¿O no dice el propio
Aristóteles que solo hay ciencia de lo universal y necesario y, por lo tanto, de lo que
permanece inmutable? A diferencia de los presocráticos, para Aristóteles la physis es
solo una región de la realidad y no la realidad en su globalidad; a diferencia de Platón, e
igual que los presocráticos, Aristóteles vuelve a concebir la physis como salir a la luz,
como una lucha; y, por fin, a diferencia de Parménides, Aristóteles, a pesar de sostener
que el objeto del saber es lo universal y necesario, sostiene que el movimiento –esta
lucha del resurgir de las cosas físicas– es inteligible. Empecemos considerando, pues, la
noción aristotélica de physis, con el fin de abordar después el análisis de Aristóteles
para mostrar su inteligibilidad.
UNIDAD 5 – Aristóteles – 9
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
3.1. LA PHYSIS
La physis o naturaleza es “el principio y causa del movimiento y del reposo en
aquella realidad que constituye por sí y no por accidente”: el ente natural es aquel que
tiene la movilidad como rasgo intrínseco. Aristóteles suele explicarlo contraponiendo la
naturaleza, physis, al arte, tekné. Lo técnico es lo producido, lo que llega a ser, no por sí,
sino a causa de alguna fuerza externa a la cosa misma (el llegar a ser de una copa, por
ejemplo, tiene su causa, no en la copa misma, sino en el hacer del artesano). Lo físico es
lo que llega a ser por sí mismo.
Notemos, pues, que al hablar del movimiento Aristóteles habla en primer lugar en el
sentido de llegar a ser. Si en Platón ser es tener una determinación, y se trata pues de un
sentido estático, en Aristóteles encontramos una recuperación del sentido
preparmenídeo de ser como a llegar a ser, como un resurgir en la lucha. Ahora bien,
para que este movimiento sea inteligible, el devenir no puede ser el paso del no-ser
absoluto al ser, sino que tiene que poder decirse en todo momento que es: tenemos que
mostrar en qué sentido la semilla ya es la planta. Es para poder explicar la génesis que
Aristóteles, al sentido preparmenídeo de physis, añade la siguiente observación: la
naturaleza es lo que posee potencia, es decir, que posee en sí misma la capacidad de
transformarse. Empezamos a ver cuáles son los elementos del análisis aristotélico del
movimiento.
UNIDAD 5 – Aristóteles – 10
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 11
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
La materia
La materia es el sujeto primero de cada cosa, del cual, de manera inmanente, se hace
algo accidentalmente. Así, la madera es la materia de la cama. Y es, por lo tanto, sujeto,
algo que subyace en la cama misma; pero que subyace, no de forma esencial –porque la
madera no tiene precisamente la privación “no cama”– sino de forma accidental. Tiene
las características siguientes:
La materia absolutamente primera la conocemos únicamente a través de una
analogía entre los elementos originarios de una cosa y la cosa realizada: lo que la
madera es en la cama, lo que el bronce es en la estatua, la materia es en la sustancia. La
materia solo es pensable, así pues, por relación con algo que ya no es materia sino que
es determinación: madera-mesa, cristal-vaso.
La materia es potencial, tiene la capacidad de llegar a ser algo: esta materia
aparece como una mesa porque era (y es) susceptible de llegar a ser una mesa.
La materia es el principio indeterminado de individualidad: lo que distingue esta
mesa de aquella mesa no es la determinación “mesa” –lo determinado, lo que sabemos
de cada una de ellas–, sino precisamente el hecho de tratarse de diferentes materias.
Notemos, por lo tanto, esto: dado que la materia es esencial a toda sustancia, podemos
hablar de “ente” en sentido fuerte solamente cuando nos referimos a seres individuales,
sin embargo, equivale a decir que todo ente tiene algo de inefable, de inexpresable,
porque el lenguaje expresa determinaciones universales, y la materia es precisamente
aquello que escapa como tal a toda determinación universal.
La forma
La forma es el término final del cambio, la determinación de la cosa como de cierto
tipo, en tanto que es lo que se convierte en la cosa que cambia y lo que le da razón,
sentido y nombre. Es, por lo tanto, la esencia, lo universal y necesario. Tiene las
características siguientes:
La forma no es solo un principio del devenir, en tanto que representa lo que la
cosa llega a ser, sino también principio del ser, en tanto que representa, en la cosa
hecha, lo que la cosa es.
La forma significa el ser, y en tanto que los dos principios (forma y privación)
significan, respectivamente, al ser y al no-ser (determinado), estamos situando ya el
cambio en el ámbito del ser.
UNIDAD 5 – Aristóteles – 12
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
En conclusión:
En el compuesto no hay dos cosas, sino solo una sola cosa conformada por dos
principios: la materia como principio de potencialidad (o de capacidad: dynamis) y la
forma como principio de actualidad (energeia; o de perfección: entelekheia) (un poco
más adelante explicaremos estos términos).
Pensar el ente móvil en sus principios de materia y forma, no es pensarlo solo en
su sentido de cambio, sino también en su sentido de ser. Por eso podemos decir que
Aristóteles recupera, en cierto sentido, la concepción preparmenídea de ser como llegar
a ser: acto y potencia, principios del movimiento, son dos momentos del ser.
No obstante, notemos que el hilemorfismo no da todavía razón del movimiento. No
nos da más que el punto de partida y el punto de llegada, pero el cambio solo se
entenderá si somos capaces de detectar el proceso según el cual el ser que cambia va
siendo lo que antes no era en la misma medida que va dejando de ser aquello que antes
era. En otros términos: la consideración de la forma como principio que se conforma
con la materia en el ente móvil no da razón del movimiento, dado que no explica que el
sujeto (la materia) cambie, sino que solamente nos dice qué es lo que el sujeto llega a
ser. La materia y la forma son, pues, las condiciones que hacen posible el movimiento
(son dos de los principios del ente móvil), pero no nos explican que el movimiento de
hecho se produce. Es la consideración de la forma como acto lo que nos permite
entender el movimiento, como enseguida veremos.
UNIDAD 5 – Aristóteles – 13
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 14
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 15
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 16
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 17
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
4. COSMOLOGÍA
Es común a toda la astronomía griega la aceptación de la siguiente evidencia: frente
a la irregularidad propia de los movimientos que tienen lugar en la Tierra, el
movimiento de los cuerpos celestes se caracteriza por su regularidad perfecta. Esta
evidencia se hace patente en la existencia del calendario: la observación del cielo nos
permite medir el tiempo vivido según unas ciertas regularidades. Además, estas
regularidades tienen un carácter cíclico: la sucesión cíclica de las estaciones nos permite
comprender el círculo de la vida y ver, así, que la secuencia de lo que corresponde hacer
en cada ocasión –por ejemplo en la agricultura– es siempre la misma.
Pues bien, ante esto, Aristóteles no es ninguna excepción; para él, el cielo es
perfecto, el movimiento de todas las esferas celestes es circular, cíclico, esférico. El
movimiento circular es la forma de moverse más parecida al estarse quieto, porque se
mantiene en una forma o figura acabada que no cambia.
Diremos muy brevemente algunas cosas de la cosmología aristotélica:
El principio de la cosmología aristotélica se pronuncia de la manera siguiente:
“todo lo que se mueve es necesariamente movido por otra cosa, la cual será el motor
respecto del primero” (no hay inercia). Notemos que este principio, igual que el de la
afirmación de la esfera como figura perfecta, no es nada que se compruebe
empíricamente; es lo que hemos dicho, un principio, algo que se da por evidente y que,
por lo tanto, no necesita demostración. La cosmología aristotélica no es empírica, sino
que consiste en deducciones a partir de principios.
El movimiento, por lo tanto, supone en el ser móvil una cierta pasividad, que no
es una pasividad absoluta (dado que donde hubiera pasividad absoluta no habría
movimiento y, si lo hubiera, sería accidental y extrínseco al sujeto que afecta), sino que
es una pasividad que muestra potencia, capacidad de moverse. Así, moverse es algo
esencial a los planetas en la esfera de los fijos, pertenece a su naturaleza. Esta
explicación de Aristóteles no es meramente descriptiva, sino que pretende dar cuenta de
la realidad, de la esencia de las cosas; y eso, como ya sabemos, equivale a decir que su
explicación será finalista o teleológica, porque hablar de la forma o esencia de los
cuerpos celestes es hablar de la realización de su forma como fin.
Demostración de la existencia del Primer Motor Inmóvil: dado el primer
principio de la cosmología, y constatado el hecho que el movimiento del cielo es
continuo, uniforme y eterno, hay que concluir la existencia de un primer móvil (el
primer cielo, la esfera externa del sistema) que regula el movimiento de todo el resto de
cielos que están inscritos dentro de su esfera, de manera que, estos cielos interiores van
moviendo los que están dentro de sí. Este primer cielo, a su vez, tiene que ser movido
necesariamente por un Primer Motor que, al mismo tiempo, no pueda ser movido,
porque eso requeriría una causa de su movimiento, lo que nos haría entrar en una
regresión hasta el infinito. Aceptar esta regresión equivaldría a aceptar que el
movimiento del cielo es inexplicable; y la evidencia de la inteligibilidad del cielo nos
advierte contra esta posibilidad. Por lo tanto: este Primer Motor tiene que ser Inmóvil.
El Primer Motor Inmóvil es, por lo tanto, la primera causa de la cual procede el
movimiento y reposo de los cielos: es, pues, la causa eficiente del movimiento del
universo. (Cuando consideremos el tratamiento metafísico del motor inmóvil, veremos
que también es la causa final). Notemos, pues, que la doctrina del Primer Motor Inmóvil
surge para dar explicación del mundo físico en su totalidad. Por primera vez se intenta
UNIDAD 5 – Aristóteles – 18
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 19
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 20
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
La función intelectiva es la que recibe las imágenes de las cosas sensibles en virtud
de la imaginación, abstrae los conceptos o universales de estas imágenes, y juzga si la
conexión con la que se presentan es verdadera o falsa. Para caracterizar la
intelectualización, tenemos que empezar hablando de la imaginación.
La imaginación es la facultad en virtud de la cual se produce en nosotros una
imagen, y tiene que ser necesariamente un movimiento producido por la percepción
sensorial en acto: la imaginación es la que lleva a cabo la primera abstracción de los
sentidos, recogiendo el material que los sentidos nos proporcionan. Y, al mismo tiempo,
tiene que conducir esta primera abstracción al entendimiento a fin de que la piense: “La
imaginación es distinta tanto de la sensación como del pensamiento. Es verdad que si no
hubiera sensación no habría imaginación, y sin esta no es posible la actividad de emitir
juicios”. Es, pues, aquella función del alma que está entre los sentidos (el percibir
sensorialmente) y el entendimiento, es lo que vincula el conocimiento sensitivo con el
intelectivo, lo que posibilita la abstracción de las sensaciones en conceptos y que, en
definitiva, ofrece la posibilidad de que el conocimiento sensible no sea una mera
apariencia sino la base necesaria para la actividad superior del hombre, que es pensar.
El entendimiento piensa utilizando el material que, a través de la imaginación, le
llega desde los sentidos. Es, pues, precisamente por la imaginación que el conocimiento
sensible tiene que ser necesariamente el origen de todo conocimiento; no podremos
llegar al conocimiento de nada que no brote del conocimiento sensitivo. Por decirlo con
una imagen: la imaginación (facultad de producir imágenes) hará la función de puente
entre los sentidos (facultad de sentir) y el entendimiento (facultad de pensar o entender),
y posibilita que el conocimiento sensible y el inteligible no funden dos tipos de
conocimiento diferentes, sino que lo uno (lo inteligible) sea la perfección o
profundización de lo otro (lo sensible).
En suma, pues, la función intelectiva del alma es la que recibe las imágenes de la
imaginación y abstrae conceptos, a la vez que juzga si son verdaderos o falsos. La
manera de proceder de esta función del alma es análoga a la de la sensibilidad: el alma
inteligible recibe los inteligibles de la misma manera que el sentido recibe los sensibles.
El entendimiento es “aquello que tiene capacidad de entender”, mientras que lo
inteligible es “aquello que puede ser entendido”. El entendimiento, pues, es algo que
UNIDAD 5 – Aristóteles – 21
1.er curso de bachillerato Historia de la filosofía I
UNIDAD 5 – Aristóteles – 22