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Jurídico costarricense.-
Apreciando tal distinción, bien podemos señalar entonces, que del ordenamiento
jurídico administrativo se originan deberes que pesan sobre todos los individuos hacia
los que se extiende la actividad de la Administración, sin que necesariamente exista
una relación jurídica que derive de un acto o contrato administrativo de duración que
vincule al administrado de una forma particular con el Estado. Así, en el primero de
los supuestos argüidos, nos encontramos ante una relación de sujeción general;
mientras que en el segundo, estamos ante deberes determinados para un
administrado –o grupo- en particular, en virtud de una relación jurídica
preestablecida, que la doctrina ha llamado: relaciones de sujeción especial, las cuales
efectivamente se generan de forma paralela a la general, pero que atañen a una
particular relación o vínculo con la Administración (como lo es el típico caso del
funcionario público).
En la relación de supremacía general se infringe entonces el orden público general;
en las de sujeción especial existe una responsabilidad concreta del administrado,
como consecuencia de esa relación previa administrativa.
Artículo 308.-
2. Serán aplicables las reglas de este Título a los procedimientos disciplinarios cuando
éstos conduzcan a la aplicación de sanciones de suspensión o destitución, o
cualesquiera otras de similar gravedad.”
Precisamente en la consagración plena de éste sistema garantista para el
administrado en la aplicación de la potestad sancionadora de la Administración, la Ley
General de la Administración Pública, --cuyos principios y normas en caso de duda
prevalecen sobre las de cualquier otra disposición de rango igual o menor y es el
criterio de interpretación de todo el ordenamiento jurídico administrativo del país--,
expresamente dispone que el objeto más importante y principio fundamental del
procedimiento administrativo, es la verificación de la verdad real de los hechos que
sirven de motivo al caso final. En ese sentido, los numerales 214, 221 y 297 de la
referida Ley textualmente disponen:
“Artículo 214.-
1. El procedimiento administrativo servirá para asegurar el mejor cumplimiento
posible de los fines de la Administración; con respeto para los derechos subjetivos e
intereses legítimos del administrado, de acuerdo con el ordenamiento jurídico.
2. Su objeto más importante es la verificación de la verdad real de los hechos que
sirven de motivo al acto final”.
“Artículo 297.-
1. La Administración ordenará y practicará todas la diligencias de prueba necesarias
para determinar la verdad real de los hechos objeto del trámite, de oficio o a petición
de parte.
2. El ofrecimiento y admisión de la prueba de las partes se hará con las limitaciones
que señale esta ley.
3. Las pruebas que no fuere posible recibir por culpa de las partes se declararán
inevacuables.”
ARTÍCULO 39.- A nadie se hará sufrir pena sino por delito, cuasidelito o falta,
sancionados por ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad
competente, previa oportunidad concedida al indiciado para ejercitar su defensa y
mediante la necesaria demostración de culpabilidad.
No constituyen violación a este artículo o a los dos anteriores, el apremio corporal en
materia civil o de trabajo o las detenciones que pudieren decretarse en las
insolvencias, quiebras o concursos de acreedores.
ARTÍCULO 41.- Ocurriendo a las leyes, todos han de encontrar reparación para las
injurias o daños que hayan recibido en su persona, propiedad o intereses morales.
Debe hacérseles justicia pronta, cumplida, sin denegación y en estricta conformidad
con las leyes.
Así, bien se vislumbra que en este campo la incursión de los principios informadores
del derecho penal, como la tipicidad, la culpabilidad y la proporcionalidad de la sanción
a la gravedad de la falta, tienen por fin realizar, en un Estado Derecho, una
considerable y obligatoria reducción a la discrecionalidad y la arbitrariedad de la
Administración en esta materia.
a) el principio de reserva legal en relación con los delitos, cuasidelitos y faltas, lo cual
significa que la ley –entendida como la norma emanada del órgano legislativo
mediante los procedimientos ordinarios de formación de las leyes- es la única fuente
creadora de los delitos y las penas. Esto es lo que doctrinariamente denominamos
LEX SCRIPTA (Ley formal)[4].
b) el principio de legalidad criminal, en virtud del cual se exige que las conductas
delictivas se encuentren acuñadas o definidas previamente en tipos, es decir, en
normas en las que se especifique con detalle en qué consiste la conducta delictiva.
c) el principio de la seguridad jurídica, a partir del cual ninguna acción humana puede
constituir delito si no es definida así por una ley anterior a su ejecución, dictada por
órgano competente, y en forma clara y precisa. Lo anterior comprende el ideario de
LEX PREVIA, de manera que no sólo basta que por medio de una ley se establezcan
las conductas típicas y las sanciones que le son aplicables, sino que además se
requiere que dicha ley sea anterior a la comisión del hecho que se pretende sancionar.
Así, para que un reglamento pueda cumplir su función complementaria del texto legal,
es indispensable que la ley establezca un núcleo esencial compuesto por las conductas
típicas y las sanciones, a efecto de que sobre esta base, la norma reglamentaria pueda
establecer las especificaciones o graduaciones que sean necesarias, situación que no
resultaría contraria al principio de reserva de ley, ya que “...la modulación aplicativa
de la ley por parte de las disposiciones reglamentarias se ajusta a múltiples
situaciones del todo no previstas, ante las cuales deben resolver los órganos
competentes administrativos y para estatales, sin que por ello sea en violación de la
previa cobertura legal, tanto en función del ejercicio de la potestad sancionadora
como para la determinación específica de las infracciones objeto de sanción sin
demérito de su graduación aplicativa a ese mismo nivel reglamentario”.[7]
Ahora bien, para que ello se cumpla, es indispensable que la remisión hecha por la
norma legal, sea clara, concreta y precisa, pues de lo contrario, se dejará a la
discrecionalidad de la Administración –lo que es inconcebible en esta clase de materia-
, el establecimiento del núcleo esencial (infracciones y sanciones) que sólo la ley está
facultada para determinar.
Como fue aludido ya con anterioridad, no sólo es necesario que las infracciones y sus
respectivas sanciones estén previstas en una ley formal, sino que además, es
indispensable que la ley contenga una determinación clara y precisa de la conducta
que se prohíbe y de la sanción a imponer, a efecto de cumplir con el principio de
seguridad jurídica[8], y de evitar arbitrariedades por parte de la Administración.
En ese orden, los tipos penales deben estar estructurados básicamente como una
proposición condicional, que consta de un presupuesto, esto es, la descripción de la
conducta y una consecuencia, la pena o sanción. En la primera debe necesariamente
indicarse quién es el sujeto activo y cuál es la acción constitutiva de la infracción
(verbo activo), sin estos dos elementos puede asegurarse que no existe tipo penal.
De manera que para que pueda darse un tipo penal, deben existir los tres elementos
básicos, indispensables o esenciales; sea, que se determine la conducta sancionable,
el sujeto, y la sanción.
Cabe agregar, que este principio de tipicidad encuentra insoslayable relación con el
principio de reserva de ley, cuyos alcances ya han sido establecidos por la Sala
Constitucional costarricense en los siguientes términos:
“...a) En primer lugar, el principio mismo de reserva de ley, del cual resulta que
solamente mediante ley formal, emanada del poder legislativo por el procedimiento
previsto en la Constitución para la emisión de las leyes, es posible regular y, en su
caso restringir derechos y libertades fundamentales -todo, por supuesto, en la medida
en que la naturaleza y el régimen de éstos lo permita, y dentro de las limitaciones
constitucionales aplicables-; b) En segundo, que sólo los reglamentos ejecutivos de
esas leyes pueden desarrollar los preceptos de éstas, entendiéndose que no pueden
incrementar las restricciones establecidas ni crear las no establecidas por ellas, y que
deben respetar rigurosamente, su contenido esencial; y, c) En tercero, que ni aún en
los Reglamentos ejecutivos, mucho menos en los autónomos u otras normas o actos
de rango inferior, podría válidamente la ley delegar la determinación de regulaciones
o restricciones que sólo ella está habilitada a imponer...” (Sentencia número 3550-
92 de las dieciséis horas del veinticuatro de noviembre de mil novecientos noventa y
dos).
Con relación a este tema, es preciso resaltar cuatro aspectos importantes: a) que la
carga de la prueba no corresponde al investigado, b) que no podrá imponérsele
ningún tipo de sanción anticipada, c) que debe demostrarse su culpabilidad, lo que
excluye toda forma de responsabilidad presunta u objetiva, y d) que en caso de duda,
por carecer de pruebas ciertas y evidentes, no es posible sancionar al administrado.
Respecto a este tema, se torna necesario hacer una sencilla aclaración, que incluso
es seguida por la jurisprudencia constitucional costarricense, referida a que “...un
mismo hecho puede dar lugar tanto a responsabilidad penal, civil o administrativa,
sin que con ello se lesione el derecho fundamental que se invoca. Distinto sería que
un mismo hecho sea sancionado doblemente en una misma vía,...”[13].
Así, “la garantía significa, -para el caso particular que se viene tratando, como es la
potestad sancionatoria de la administración-, que en ningún caso puede castigarse la
violación de una disposición aplicando la sanción que establezca una ley expedida con
posterioridad al hecho, o bien que no puede considerarse como infracción el hecho u
omisión que no estaba tipificado como tal en la ley vigente en el momento en que se
realizó, sino en un ordenamiento posterior...” [14]
Si bien en líneas precedentes hicimos referencia a este punto, valga profundizar sobre
el mismo en los siguientes términos.
Y también:
"Esta Sala ha señalado los elementos del derecho al debido proceso legal, (ver
especialmente la opinión consultiva nº 1739-92), aplicables a cualquier procedimiento
sancionatorio o que pueda tener por resultado la pérdida de derechos subjetivos. La
Administración debe, en atención al derecho de defensa del administrado: a) Hacer
traslado de cargos al afectado, lo cual implica comunicar en forma individualizada,
concreta y oportuna, los hechos que se imputan; b) Permitirle el acceso irrestricto al
expediente administrativo; c) Concederle un plazo razonable para la preparación de
su defensa; d) Concederle la audiencia y permitirle aportar toda prueba que considere
oportuna para respaldar su defensa; e) Fundamentar las resoluciones que pongan fin
al procedimiento; f) Reconocer su derecho a recurrir contra la resolución
sancionatoria." (Resolución de la Sala Constitucional número 5469-95 de las 18:03
horas del 4 de octubre de 1995, y resolución 2488-2001 de las 16:20 horas del 27
de marzo de 2001).
“El que sea la Corte la que para el caso concreto defina si determinada conducta de
un notario, no descrita en ninguna norma jurídica, constituye o no falta grave que
amerite sea castigada con una suspensión, violenta los más elementales contenidos
del principio “nullum crimen, nulla poena, sine praevia lege” y en consecuencia debe
declararse inconstitucional el comentado inciso d) del artículo 23”.
En ese orden de ideas, debemos ser categóricos en insistir que si bien la existencia
de una relación de sujeción especial conlleva en buena medida un tratamiento
particular en tanto está dirigido a aquellos sujetos que tienen un vínculo jurídico con
la Administración Pública (relación jurídico administrativa) derivado de un acto o
contrato administrativo de duración –a largo plazo–, e implica la existencia de un
ordenamiento jurídico sectorial, esto no alcanza o comprende una renuncia al régimen
de libertad ni a los derechos Fundamentales que la Constitución y las normas
internacionales le confieren.
Así, si quizá podría apuntarse como posible el que sea por una normativa de grado
inferior a la Ley que se profundice en el desarrollo de la tipicidad de las faltas y su
correspondiente sanción en materia administrativa en supuestos de relación especial
de sujeción, no puede discutirse que aún con mayor razón siempre deben cumplirse
los supuestos de claridad y precisión en la conformación del tipo y la sanción, así
como la necesaria relación de proporcionalidad entre éstos, con el fin de cumplir la
función garantista que deviene en necesaria en materia de ius puniendi. De modo que
en esos supuestos tampoco son válidas las sanciones de tipo general, vago e
indefinido.
VIII.- Conclusión.-
[1]
Abogado costarricense especialista en Derecho Público.
[2]
Voto 8193-2000 de las 15:05 horas del 13 de setiembre de 2000.
[3]
GARCIA DE ENTERRIA (Eduardo), La incidencia de la Constitución sobre la potestad sancionadora de la
Administración: dos importantes sentencias del Tribunal Constitucional, Revista Española de Derecho Administrativo,
número 29, 1981, pag 364 y ss.
[4] Al respecto la Sala Constitucional ha manifestado que: “El artículo 39 de la Constitución Política recepta (sic) el
principio de reserva de ley mediante el cual todos los actos gravosos para los ciudadanos, provenientes de autoridades
públicas, deben estar acordados en una ley formal...”. Sentencia número 2812-96 dictada por la SALA
CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA.
[5] ARNESTO MOYA (Alonso) y FALLAS CUBERO (Susana Gabriela). Los Principios del Derecho
Administrativo Sancionador en Costa Rica, Tesis para optar por el grado de Licenciados en Derecho de la
Universidad de Costa Rica, San José, 1998 pag. 149 y 150
[6] “...aún cuando sea procedente la participación de los reglamentos en la especificidad o descripción de las
infracciones, siempre debe serlo en función de subordinación legal, nunca en violación suya con potencial
aumento de las infracciones y con clara confirmación de la inseguridad y desproporcionalidad jurídicas.
Siendo así, entonces, que es fácil concluir en la necesaria determinación legal de los contenidos mínimos y
rectores para la función complementaria del reglamento, sin que esta función sea en sustitución o
supletoriedad de la Ley o en razón de indeterminaciones legales y habilitaciones genéricas suyas...”.
JIMÉNEZ MEZA, (Manrique). Justicia Constitucional y Administrativa, San José, Imprenta y Litografía
Mundo Gráfico S.A., 1997 pag. 83.
[7] JIMÉNEZ MEZA, (Manrique). Op. Cit., pag. 83.
Al respecto, la Sala Constitucional ha considerado que: “El principio de tipicidad es una aplicación del
[8]
principio de legalidad y exige la delimitación concreta de las conductas que se hacen reprochables a efectos
de su sanción.” Sentencia número 0479-97.
[9]
GARCÍA DE ENTERRÍA (Eduardo) y otro. Curso de Derecho Administrativo, Madrid, España, Editorial Civitas,
Sétima Edición, 2000, p.p. 172-173.
[10]
JINESTA LOBO (Ernesto), Tratado de Derecho Administrativo Tomo I, Biblioteca Jurídica Dike, 2002, pág 180.
[11] “Ninguna persona puede ser considerada o tratada como culpable mientras no haya en su contra una
sentencia conclusiva firme, dictada en un proceso regular y legal que lo declare como tal después de haberse
destruido o superado aquella presunción”. Sentencia número 1739-92 dictada por la SALA
CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA.
[12] En este sentido, la Sala Constitucional ha considerado que: “...Este principio materializa o realiza dos
(Alonso) y FALLAS CUBERO (Susana Gabriela). Op. Cit., pags. 197 y 198.
[15]
“Cabe advertir, asimismo, que el derecho de defensa no sólo debe ser no sólo formal, sino también
material, es decir, ejercidido de hecho, plena y eficazmente, lo cual implica además, como aspecto de
singular importancia, el derecho a hacer uso de todos los recursos legales o razonables de defensa, sin
exponerse a sanción ni censura alguna por ese ejercicio, así como la necesidad de garantizar al imputado y
a su defensor respeto, al primero en virtud del principio de inocencia hasta no haber sido condenado por
sentencia firme, al segundo por su condición de instrumento legal y moral al servicio de la justicia,
cualquiera que sea la causa que defienda, la persona del reo o la gravedad de los hechos que se le
atribuyen...”. Sentencia número 1739-92 dictada por la SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA, a las once horas cuarenta y cinco minutos del primero de julio de 1992.
[16]La potestad disciplinaria y la correctiva se diferencian en cuanto la primera, porque sanciona para mantener el buen
funcionamiento de una relación especial de la administración con el particular, en beneficio de ambas partes; mientras
que la segunda sanciona para mantener exclusivamente el interés colectivo o del Estado por encima del interés privado,
aún si ello ocurre dentro de una relación concreta. Al respecto ver ORTIZ ORTIZ (Eduardo) Derecho Administrativo,
San José, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica, T.III, 1972-1979, p.53.
[17]
ORTIZ ORTIZ, (Eduardo). op. cit. p. 63 y 65.
[18] Sentencia número 5594-94 dictada por la SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA, a las quince horas cuarenta y ocho minutos del veintisiete de setiembre de 1994.
[19]
Sentencia número 1262-92 dictada por la SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA, a las once horas quince minutos del doce de mayo de 1992