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Foucault persigue a Kant en la senda de

la ilustración
¿Qué es la ilustración?…………………….Michel Foucault.
Las luces del siglo dieciocho iluminaron un nuevo modo de ser ante el mundo
que fue denominado ilustración. Arrancando en este punto, a través del
análisis del breve texto Kantiano del mismo nombre, Foucault nos conduce
hacia un método de análisis de nuestra realidad que no es otra cosa que una
reactivación, con matices, del proyecto ilustrador. El camino que nos marca el
filósofo francés, no está exento de bellos vericuetos. La supuesta deriva nos
traslada del análisis de la ilustración, a la simbiosis de la misma con la actitud
de la modernidad, caracterizada esta, a través de la voz de Baudelaire que nos
hace creer en un cierto ethos moderno que nos permite conformar un
determinado género de investigaciones con las que afrontar, en nuestro propio
momento histórico la tarea de crecer.
La importancia del texto de Kant se encuentra en su carácter bisagra entre dos
tradiciones de crítica, la analítica de la verdad centrada en descubrir las
condiciones universales del conocimiento y la analítica de la actualidad que nos
remite a la identidad del que piensa. Descubrir esa identidad del pensador nos
remite a una cuestión sobre la historicidad del propio pensar y esta historicidad
ha de ser pensada con relación al tiempo, es decir ha de ser establecida en la
peculiar relación de este pensamiento con el presente. La novedad de esa
reflexión es su nexo con el tiempo en el que se piensa, con las condiciones que
impone ese tiempo y que configuraran de manera indefectible a ese yo que
piensa y por tanto ese pensar. Pero, ¿cómo había sido la relación de la reflexión
con el presente hasta ese momento? La respuesta esta pregunta puede
reducirse a tres formas principales: “… una edad del mundo a la cual se
pertenece…” , “… un acontecimiento cuyos signos se percibe…” y “… la aurora
de un cumplimiento…” Ninguna de estas formas se ajusta a la que se pone en
juego en este texto. Lo nuevo de este se encuentra en la pura actualidad del
mismo (merece la pena recordar que apareció publicado en un periódico en
noviembre de 1784). “No intenta comprender el presente a partir de de una
totalidad o un acabamiento futuro. Busca una diferencia: ¿qué diferencia
introduce el hoy en relación al ayer?”
El referido artículo “¿Qué es la ilustración?” no se comenta aquí ya que fue
objeto de un análisis más meticuloso en el comentario anterior. No obstante
cabe citar sus líneas maestras, ilustración como proceso en el que el hombre
ha de abandonar su culpable minoría de edad y para ello se propone el uso
libre de la razón en el ámbito público y el uso sumiso de la misma en el ámbito
privado.
Todo el juego de relaciones, anteriormente citado, que se establecen entre la
reflexión y el presente por qué es importante, de qué manera inaugura esa
nueva tradición crítica. La respuesta en palabras del propio Foucault:
“La reflexión sobre hoy como diferencia en la historia y como motivo para una
tarea filosófica particular me parece que es la novedad de este texto.
Y al enfocarlo así, me parece se puede reconocer en él un punto de partida: el
inicio de lo que podría llamarse la actitud de modernidad.”
Encarnar la modernidad en una actitud más que en una serie de doctrinas,
impone la definición de esta actitud y esta será llevada a cabo de la mano de la
pluma de Baudelaire, “una de las conciencias más agudas de la modernidad en
el siglo XIX”. Según este la actitud moderna intenta heroizar el presente, pero
esto no se trata de un acto de perpetuación del mismo como algo sagrado e
inviolable, sino todo lo contrario. Se trata de extraer el jugo a la moda,
subvertir lo habitual en único, atender a lo real de manera que esto se eleve a
su más alto estamento. Bajo este tamiz las cosas reales se convierten en más
reales, se ven dotadas de autenticidad. Lo cotidiano, lo que nos rodea se
elabora, respetando su realidad se fuerza, se tensiona hasta el extremo para
mostrarlo en su más alta autenticidad. Esto supone un ejercicio de libertad,
ejercicio este que ha de ser ampliado al sí mismo, el yo cómo objeto de
realización complejo y complicado. Esta actitud, llamada dandismo, es
creadora de una subjetividad que conformará al personaje de la época.
Personaje este, condenado a elaborarse a sí mismo en el ejercicio de su
libertad. Esa elaboración no tiene su lugar en algún cuerpo político o en tal o
cual sociedad, sino en el arte. El arte como creación heroica del presente y del
propio yo.
El advenimiento de la modernidad se puede signar como el hecho en el que el
presente se alza en su estatuto de sujeto autónomo y con un carácter
diferenciador con respecto a una cierta comprensión del pasado y a una cierta
intuición del futuro, y como una determinada actitud del yo moderno que ha de
ser continuamente reactivada y que puede ser identificada en un determinado
ethos.
Este ethos tendría como características negativas:
-No es un estás conmigo o está contra mi clamado por la ilustración, no se
trata de estar en contra o a favor de esta ni de tratar de determinar lo que
tiene de bueno o malo, sino de analizar sus repercusiones en nosotros tomados
como seres históricos. El núcleo esencial de la racionalidad de la ilustración no
ha de ser nuestro objeto de estudio, y si lo que es indispensable para la
constitución de nosotros mismos como seres autónomos.
-No podemos confundir en nuestra crítica reflexiva sobre nosotros mismos
humanismo e ilustración, ya que la primera más que una cierta doctrina o un
algo histórico ha sido una bella palabra con la que adornar las concepciones
sobre el hombre desde los campos más dispares.

-Nos situará siempre en la frontera oteando el horizonte en busca de los puntos


por los que ampliar el campo de acción. Abandonamos la mano de Kant en
búsqueda de los límites que no podemos franquear y transmutamos nuestra
búsqueda en una cuestión positiva, alejados del miedo a topar con lo universal,
necesario y obligatorio, la pregunta interroga sobre en qué medida esto no es
más que singular, contingente y arbitrario.
Esta crítica será arqueológica ya que tratará de estudiar los discursos que
articulan nuestro ser como un objeto de estudio histórico más, y genealógica
ya que a partir de las contingencias que nos han construido tal como somos,
fundará la posibilidad de dejar de ser, pensar, actuar como lo hacemos. No
será, por tanto, transcendental en el sentido de querer desvelar las estructuras
universales de todo conocimiento o acción moral ni buscará los límites de
nustro hacer o conocer en nuestra forma.

-Abrirá un dominio de investigaciones históricas que se someterá a la


verificación de la realidad, con el fin de captar los puntos en los que el cambio
es posible y deseable y su propia forma. Esto nos lleva a apartarnos de
proyectos globales y radicales.
Este punto está sujeto de manera inevitable a una crítica, si no conocemos lo
global y nos limitamos a investigaciones parciales corremos el riesgo de vernos
encerrados en este mismo marco general sin darnos cuenta. La respuesta
hemos de articularla en dos vertientes:
-La asunción de la imposibilidad de alcanzar un punto de vista que pudiera
darnos un conocimiento definitivo sobre nuestros límites históricos, y la
necesidad dentro de nuestro método de una continua reactivación
retrospectiva, es decir de un continuo cuestionamiento .
-El trabajo responderá a un esquema organizado, no será una labor realizada
en el desorden. Para ello, tendremos que observar cuatro dimensiones en
nuestro estudio:
a) Su envite, las relaciones entre el aumento de las capacidades de actuar
sobre las cosas y la libertad del individuo, ha demostrado no responder a la
ilusionante visión del siglo XVIII. “¿Cómo desconectar el crecimiento de las
capacidades y la intensificación de las relaciones de poder?”. Es decir, el
crecimiento que la razón ha propiciado a las técnicas humanas, véase la
ciencia, más que liberar al hombre ha creado más monstruos de dominación
del hombre sobre el hombre. El ejemplo de los campos de concentración de la
Alemania nazi en los que se redirigió todo el esfuerzo científico a encontrar
novedosas técnicas de exterminio es un caso muy ilustrativo. Por lo que la
pregunta de las líneas precedentes podría ser reformulada: ¿Cómo conseguir
que los alegres hallazgos de las ciencias no se conviertan en los demonios de
la humanidad? ¿Cómo evitar que los avances no sean utilizados como
instrumentos de dominación cada vez más perfectos?
b) Homogeneidad, el estudio ha de volcarse a los “conjuntos prácticos” que se
encuentran formados por el análisis de las prácticas de los hombres y la
libertad con la que estos actúan dentro de estas, pudiendo hasta un
determinado grado modificar las reglas de estas. Un ejemplo de esto sería el
de las prácticas sexuales.
c) Sistematicidad, los conjuntos prácticos se pueden englobar dentro de tres
grandes ámbitos. “…cómo nos hemos constituidos como sujetos de nuestro
saber…” (Eje del saber), “…cómo nos hemos constituido como sujetos que
ejercen o padecen relaciones de poder…” (Eje del poder), “cómo nos hemos
constituido como sujetos morales de nuestras acciones.” (Eje de la ética).
d) Generalidades, estos estudios que son muy particulares obtienen su
generalidad en la recurrencia con la que han aparecido en las sociedades
occidentales muchos problemas que entre razón y locura, crimen y ley…
Partiendo del análisis del pequeño escrito de Kant, Foucault es capaz de
desarrollar todo un nuevo marco de estudio para actualizar el proyecto del
filósofo alemán. Tomando este texto como el momento fundacional de la
modernidad e identificando esta como una actitud que es una “crítica
permanente de nuestro ser histórico”, define un ethos filosófico del ser
moderno para amparándose en él proponer una serie de investigaciones de
interés particular y centradas en las claves que han configurado al sujeto. Ya no
volveremos a preguntarnos por límites universales del hombre, sino por las
contingencias que nos han llevado a creer en determinados universales. Hemos
de convertirnos en vigilantes de las fronteras deseosos de encontrar puntos
débiles por los que franquearlas.

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