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RETIRO PARA EL MES DE MAYO 2019

TEMA: «UN AMOR ATENTO, CONFIADO Y AUDAZ: ¡MARÍA!»

Mayo, mes dedicado a María. Ella siempre presente, con sencillez, una vida normal pero
caracterizada por su «sí» a la voluntad de Dios. ¿Qué nos enseña María?
María crea el ambiente propicio para escuchar y hacer la voluntad de Dios para crecer en el
amor alrededor de nosotros.
FUNDAMENTO BÍBLICO

Lectura del Evangelio: Jn 2,1-12


1. ¿Qué te dicen las imágenes de la Virgen en los ambientes de tu comunidad, de tu
apostolado? ¿La tienes presente en tu vida?
2. ¿Tienes el valor de compartir tu amor a la Santísima Virgen con los demás?
3. ¿Te has dado cuenta que muchas personas a tu rededor han perdido el entusiasmo por la
vida? ¿Has pensado que tal vez tú puedes hacer algo para ellos? ¿O vive para ti sin
preocuparte por los demás?
4. ¿Sabes descubrir las necesidades profundas de los demás? ¿Sabes reconocer en su
tristeza, su apatía, sus nervios, los gritos de petición de ayuda que te están mandando? ¿O
simplemente te molestan?
5. Cuando ves un problema, ¿reaccionas echando la culpa a alguien, criticando y
quejándote o intentas solucionarlo?
FUNDAMENTO CONGREGACIONAL
Recrea tu espíritu, tu vida toda con la doctrina sabia y transparente de nuestros Fundadores:
Ellos nos invitan a vivir en vida fraterna y apostólica en la cotidianidad, el dinamismo
transformante del Evangelio, invitación a redescubrir el paso de Dios por nuestra vida,
mediante una nueva mirada a sus enseñanzas.

El encuentro con Jesús de una manera particular, especial —como acontece en el retiro
espiritual— ayuda a crecer en la identidad y afianza nuestro ser religioso de Dominicas
Hijas de Nuestra Señora de Nazareth; encuentro transformante del corazón, es decir, de la
vida, conducente a la plenitud en Cristo… así debe ser nuestro encuentro con el Señor. La
Sierva de Dios, María Sara, nos enseña a encontrarnos con Jesús en la oración, en el
trabajo, en la fidelidad en las cosas pequeñas, en la búsqueda de la voluntad divina, en las
relaciones fraternas comunitarias… (libro Huellas).
El texto del Evangelio que ilumina nuestro encuentro, y nos ayuda a profundizar en el
mensaje salvífico, es precisamente las Bodas de Caná. ¿Qué nos dice este texto en su
trasfondo mariano? ¿Cómo presenta a María en esta fiesta de Bodas? ¿En la fiesta de la
vida? ¿Cuál es la actitud de María y cuál ha de ser mi actitud en la vida cotidiana, en mi
vida personal y en mi Comunidad?

Vayamos nuevamente al Evangelio. María está en las Bodas de Caná. Silenciémonos para
escucharla pronunciar las palabras que de ella nos ha conservado el texto sagrado: «Haced
lo que Él os diga». La presencia de María en cada uno de los acontecimientos de nuestra
vida, debe ser una presencia alegre, alentadora, iluminante, transformante y salvadora.
Estoy llamada a ser presencia de María en mi comunidad, con cada una de mis hermanas
salvaguardando la unidad y la fraternidad, que sólo se alcanza con el ejercicio generoso, de
hacer lo que «Él nos diga». ¿Qué me dice hoy? ¿En este hoy de mi historia, estoy atenta a
escucharlo, para hacer lo que Él me dice? ¿Qué me exige Jesús, hoy? ¿Qué quiere el Señor
de mi Comunidad? ¿Cuál es mi aporte? ¿Qué me dice y qué me está reclamando la Sierva
de Dios, María Sara del Santísimo Sacramento?

Debo aprender de María este saber estar, para así transparentar en mi vida las actitudes que
brotan de la Eucaristía como la gratitud, la donación de sí misma, la caridad, la acogida, el
respeto, el perdón, la comprensión y la solicitud atenta a las necesidades de mis hermanas
en mi comunidad y de los hermanos en el apostolado. Así haré de mi comunidad la antesala
del cielo, una fiesta de la vida, como en Caná de Galilea.

Quedémonos con estos tres pensamientos y hagámoslos vida, es la invitación de nuestra


Fundadora: «Nazareth debe ser por la unión, la caridad fraterna y el ejemplo de vida
religiosa, la antesala del cielo» (Conferencia M.F.); el segundo: «Jesús quiere que todas
nuestras obras pequeñas o grandes, lleven el sello de la voluntad del Padre Celestial y de
amor a Jesús nuestro Maestro, modelo de sencillez y de humildad» (Conferencia M. F.).
Y el último: «Hermanas e hijas queridas: el amor de Dios a nosotros trajo el amor a la
tierra y vino aprenderlo en ese hogarcito humilde y desconocido de Nazaret; ese amor que
es la caridad de Dios es el que debe unir nuestras almas, en esta Congregación para
transmitirlo también en nuestros apostolados, al mundo que no ama a Dios ni al prójimo,
porque está poseído del egoísmo. Si estamos aquí, estamos como Jesús, María y José, para
glorificar como ellos al Padre Celestial y ser su testimonio de amor» (Escritos M.F.)

Nota: El acto comunitario y otros aspectos la encargada del retiro lo organiza como tenga a
bien, este sencillo material es una guía para estar en sintonía espiritual con todas las
Hermanas de la Congregación. Es importante que en el dialogo comunitario se formule un
propósito concreto como fruto de la reflexión del retiro y quede visible a la comunidad para
que el siguiente mes sea evaluado, de esta manera se verá el camino de crecimiento de la
comunidad local.
Petición: Señor, dame ojos y corazón para intuir las necesidades de mi prójimo y
en la medida de mis posibilidades, ayúdame a solucionarlas, a ejemplo de María,
que con su poderosa intercesión logró alegrar ese momento hermoso con el vino
nuevo de su Hijo.

Fruto: Tener los ojos abiertos a las necesidades de mi prójimo. Tener el corazón
listo para conmoverme y las manos listas para ayudar.

Veamos los detalles de caridad de María en Caná.

María estaba invitada: quien vive en la caridad y con caridad siempre es querido
en todas partes y, por lo mismo, fácilmente es invitado a estos eventos alegres,
humanos y sociales. Y allá fue, porque el amor trata de difundirse por todas
partes. ¿Cómo no compartir la alegría de los demás y felicitarles por esta boda?
Ella, la madre de Jesús, no podía despreciar estas alegrías humanas, como
tampoco lo hará después Jesús, su Hijo. En muchos otros lugares de los
Evangelios vemos a Jesús compartiendo banquetes, tanto que los fariseos se
escandalizan de eso e incluso algunos le llaman “comilón y bebedor”. ¡Habráse
visto! El corazón mezquino que no rebosa amor se escandaliza de que el otro ame
y derrame su amor.

Sí, María fue invitada. Pero, ¿en verdad fue a comer y aprovecharse del
banquete? El que fuera la primera que captara la insuficiente cantidad de vino
sugiere que "estaba en todo", y esto supone atención, actitud observadora, pensar
en lo que ocurre y no en sí misma. ¡Otra vez, la caridad, amor al prójimo! Sí, lo
opuesto al egoísmo y a buscar la propia satisfacción. Quien se deja llevar por el
impulso natural en sus relaciones sociales corre el peligro de ser imprudente y
pecar por exceso o por defecto; está abocado a vivir para sí y no para los demás;
a dejarse llevar por el egoísmo en lugar de ejercer la caridad y el amor al prójimo.
No hubiera sido igual en esa boda sin la presencia de María. El amor todo lo
transforma, incluso las situaciones adversas. La caridad no deja indiferente el
ambiente en que está. Al contrario caldea el ambiente en que vive y alegra la vida
de quienes están a su alrededor.

Quien tiene amor aumenta el grado de felicidad de los demás en la tierra. Basta
una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto de servicio. ¿Qué hizo María? ¿Qué
hubiera hecho yo en su lugar: reclamar, protestar contra los novios y los
servidores?

Se acabó el vino y María dijo a Jesús: “no tienen vino”. Aquí está el amor de
María, amasado de sencillez y de fe. Sea por la afluencia de invitados, sea por
error de cálculo, llegó un momento en que el vino comenzó a escasear de tal
manera que era fácil prever su insuficiencia para el tiempo que todavía había de
durar la fiesta. Esto era grave, porque el apuro iba a ser tal, cuando se
descubriera, que bastaba para amargar a los novios el recuerdo de su boda, que
se iba a convertir en regocijado comentario del pueblo durante mucho tiempo. Y
aquí interviene María con su caridad intuitiva, ingeniosa y efectiva. Esto quiere
decir que andaba discretamente pendiente del servicio, ayudando quizá, sin
inmiscuirse en lo que era tarea propia de maestresala. En cuanto vio esto, pensó
en el modo de remediarlo. Pensó en la violencia de la situación de los novios. Su
bondad le llevó a compadecerse de ellos y a buscar un remedio. Ella sabía que no
podía realizar un milagro, pero sabía que su Hijo sí podía. El amor intuye y se
adelanta y se cree con confianza para pedir a Dios la solución. ¡Es la madre! Y
comunica su preocupación a su Hijo.

María se dirige a Jesús como a su Hijo, pero Jesús le contesta como Mesías: no
ha venido a remediar problemas materiales, pues es muy otra la misión que ha
recibido del Padre. Aclarado esto, no tiene inconveniente en adelantar su hora: la
de hacer un milagro que ponga de manifiesto su poder y dé testimonio de su
divinidad. El amor todo lo puede. El amor abre el corazón de Dios. El amor
humilde y confiado de María realizó lo que nadie podría hacer en ese momento:
convertir el agua en vino. “No tienen vida”, ¡qué oración tan sencilla de María! Ella
expone la necesidad con la simplicidad de un niño. Los niños más que pedir,
exponen, y no es necesario más porque la compenetración es tan grande que los
papás saben perfectamente todo lo que la frase del niño encierra, y es para ellos
más clara que un largo discurso. María, siendo la más perfecta de las criaturas, o
mejor todavía, la criatura perfecta, su oración, sin duda, es la más perfecta de las
oraciones, la mejor hecha, la que reúne todas las cualidades en su máxima
profundidad. Es el amor quien hace nuestra oración sencilla, sin rebuscamientos ni
artificios. ¿Si nosotros no conseguimos de Dios lo que le pedimos no será porque
nos falta sencillez en nuestra oración? Y si nos falta sencillez, ¿no será porque
estamos faltos de amor en el corazón? Sólo un corazón que ama sabe ser sencillo
al pedir y todo lo consigue. Como María. ¡Qué complicados somos los hombres a
veces en nuestras relaciones con Dios y con los demás! Aprendamos de María.

"Haced lo que Él os diga". Es el amor de María lleno de confianza y humildad.


La mirada suplicante, confiada, sonriente y amorosa de la Virgen no podía ser
indiferente a Jesús en ningún caso. María obró con la seguridad de quien sabe lo
que hace, pues el amor da seguridad y abre las puertas del corazón de Dios. Se
acercó a los sirvientes y les dio unas instrucciones muy sencillas: "Haced lo que Él
os diga". Tras esto, la Virgen vuelve a confundirse entre los convidados. Sólo el
que ama a Dios, ama a los demás y se consume viendo cómo, por no poseerlo, no
son felices. Esta vibración interior es lo que lleva a acercarles a Dios, pero sin
artificios ni convencionalismo, sin acosos ni insistencias, con la tenacidad propia
del amor, pero con su suavidad, haciendo que acaben queriendo, abriéndoles
horizontes que tienen cerrados. "Haced lo que Él os diga": es el imperativo que
lanza quien ama, porque conoce a quien es el Amor supremo. El amor aquí se
hace humilde: Él es quien cuenta, no yo. Sólo Él es el Salvador y Mesías. Pero su
humildad sabe dar el tono y matiz preciso a su imperativo. La oración que nace de
la humildad siempre será escuchada y casi "obliga" a Dios a escuchar y hacer
caso. Lo que da intensidad a una oración, lo que hace poner en ella toda el alma
es la necesidad, y nadie como el humilde puede percibir hasta qué punto está
necesitado de que Dios se compadezca de su impotencia, hasta qué punto
depende de Él, hasta qué extremo límite es cierto que el hombre puede plantar y
regar, pero que es Dios quien da el incremento (cf 1 Cor 3, 6-7), es Dios quien
puede convertir esa agua en vino.

Quien no ama no es humilde. Quien no es humilde trata a Dios con prepotencia y


egoísmo, y lo usa para que resuelva los problemas que nosotros mismos nos
hemos planteado o sacarnos de los atolladeros en que tercamente nos hemos
metido. Pero María es humilde. Expone el problema y la necesidad y deja todo en
las manos de su Hijo.

Deja a Cristo el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni
violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era
lo más perfecto que podía hacerse y de verdad resolvería el asunto. María confía
en la sabiduría de su Hijo, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y
profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá,
desconocer. La fe y la humildad deja a Dios comprometido con más fuerza que los
argumentos más sagaces y contundentes. "Haced lo que Él os diga": ¡Qué
conciencia tiene María de que su Hijo es el Señor y es quien debe mandar y
ordenar, y no ella! Nos pide que siempre escuchemos a su Hijo y después que
hagamos lo que Él nos diga. El amor escucha y hace lo que dice y pide el Amor
con mayúscula. Hacer lo que Cristo nos dice es obedecer. Por tanto el amor
termina siempre en obediencia. Lo que María nos dice aquí es que obedezcamos,
que pongamos toda nuestra personal iniciativa, no en hacer lo que se nos ocurra,
sino al servicio de lo que Él nos indique. Como Ella, que fue siempre obediente.

Quien no ama, protesta y no obedece con alegría. Por tanto, este amor de María
en Caná desemboca en obediencia a Cristo. No es un amor que se queda sólo a
nivel de sentimientos y emociones, o de soluciones más o menos hermosas. El
amor tiene que ser acrisolado por la obediencia. Con la obediencia hemos
encontrado lo único necesario y todo lo demás viene resuelto como consecuencia.
Y la obediencia consiste en cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Y fue esta
obediencia de María y de los servidores quien hizo que Cristo obrase el milagro. Y
no fue fácil lo que Cristo les mandó: "Llenen de agua esas tinajas" ¿No será esto
absurdo? Los servidores no protestan ni reclaman ni cuestionan. Obedecen,
simplemente. Y obedecieron inmediatamente. Y obedecieron hasta el final,
llenando las tinajas hasta arriba. No puede obedecerse a medias

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