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Siempre se ha dicho que tocar algún instrumento es bueno para un niño, que si es símbolo
de inteligencia, que si despierta la mente, que si tal… La verdad es que mi señora madre
intentó que yo mismo tocara algún tipo de instrumento, pero como soy un cabezota aquí
estamos, que no se me da bien ni tocar la flauta. Pero bueno, siguiendo con lo dicho, y
dejando el tema inteligencia aparte, lo que si se ha descubierto es que el cerebro de los
músicos llega mejor a la vejez. Es decir, que aprender a tocar un instrumento y seguir
practicando es beneficioso a largo plazo.
Otras citas históricas más cercanas, de los siglos XVII y XVIII, narran cómo la música
mejoraba la depresión de los monarcas (Felipe V quién contrató los servicios del
cantante de ópera Carlo Broschi) y/o el insomnio de los nobles (Conde Kaiserling, quién
encargó a J.S. Bach la composición de las famosas variaciones de Goldberg). Fue en el
siglo XX cuando se iniciaron los primeros estudios sobre los efectos fisiológicos de la
música, observándose sus respuestas sobre la circulación, la tasa cardíaca y la frecuencia
respiratoria. Los resultados indicaron, además, que determinados patrones o secuencias
musicales inducían a estados de relajación, modificando las constantes corporales y
consiguiendo el alivio de determinados dolores. Sin embargo, el gran salto se produjo a
partir de la década de los 80 con la aparición y desarrollo de las técnicas de neuroimagen
que han permitido asentar las bases científicas de hechos que hasta entonces eran
inexplicables e incluso considerados como mágicos, entre ellos, la influencia de la música
en la salud física y mental.
La música, en su origen, está formada por una combinación de sonidos con un determinado
ritmo, melodía y armonía. Cuando un músico está interpretando, en realidad está generando
vibraciones mecánicas (acústicas) que se propagan con una determinada energía a través de
las partículas del medio elástico que rodea al instrumento. Esta energía es captada por
nuestro sistema auditivo, sensible a una potencia mínima de 20 micropascales y un rango
de frecuencias teórico entre 20 Hz y 20.000Hz, y transducida a impulsos nerviosos o
potenciales de acción, para finalmente ser interpretados como «música» en las áreas
especializadas cerebrales donde tiene lugar el fenómeno de la percepción musical.
Estos cambios plásticos afectan, no sólo a «circuitos musicales» sino a otros comunes y
compartidos con otras funciones o habilidades como, por ejemplo, las verbales. Así lo
confirman algunos recientes estudios (Moreno, S., Bialystok, E., Barac, R., Schellenberg,
E.G., Cepeda, N.J. and Chau, T., 2011).
En los últimos años se han publicado algunas investigaciones que relacionan la práctica
musical profesional (con un mínimo de 10 años) con una protección a las enfermedades
neurodegenerativas, dada la reserva cognitiva que supone para el individuo en cuestión
(Balbag, M.A., Pedersen, N.L., and Gatz, M. , 2014). El aumento de volumen o grosor,
tanto de materia gris como blanca (fibras nerviosas) que origina el aprendizaje musical será
un tanto a favor ante la neurodegeneración celular, pues llegado el momento su velocidad
será más lenta. Por ello hay autores que consideran el aprendizaje musical como una coraza
o protección ante la temida e inevitable degeneración neuronal en edades avanzadas.
Cónclúsiónes
La música jazz presenta numerosos beneficios para el desarrollo de los niños tanto a nivel
emocional como intelectual, al tiempo que facilita su expresión y su creatividad.
Las propiedades terapéuticas y pedagógicas de la música son de sobra conocidas y por ello
hace mucho tiempo que está presente en los ámbitos de la salud y la educación. No
obstante, existe un estilo musical que resulta particularmente útil para lograr el pleno
desarrollo emocional e intelectual de los niños, el jazz. Desde luego, se trata de un recurso
fácil de utilizar y que redunda en beneficio de los más pequeños sin que estos lo perciban
directamente.
Las peculiaridades del jazz están claras pero, ¿qué aporta exactamente a los niños? En
primer lugar, les muestra la belleza de la improvisación en la vida en general. Centrarse en
aquello que nos está sucediendo ahora mismo sin agobiarse por lo que traiga el futuro es
una lección valiosa que ayuda a cualquier persona a acercarse a la felicidad. De igual modo,
esto también les enseña siempre que algo no esté escrito pueden escribirlo ellos mismos,
ganando confianza y avanzando a través de la experimentación.
De estos tres puntos se concluye que el jazz tiene una incidencia muy positiva en el
rendimiento académico y en la formación general de los más pequeños. Esto se explica
porque agiliza las funciones cognitivas en mayor medida que otros estilos musicales.
Algunas piezas de jazz también ayudan a la relajación, permitiendo desconectar y descansar
tras un ejercicio intelectual.
Lógicamente, no todas las propiedades del jazz se limitan al ámbito psicológico, puesto que
sus ventajas para el desarrollo también son evidentes. Bailar al son de la música jazz
estimula la movilidad y permite trabajar la coordinación y la psicomotricidad. Al fin y al
cabo, en el jazz no existe ninguna relación de pasos de baile prefijados, por lo que la
improvisación también se traslada al ámbito del movimiento. Así, escuchar jazz constituye
un ejercicio de crecimiento integral.
Y no solo había beneficios en estas pruebas, sino que también se reveló que la actividad
musical en la vejez puede mejorar las capacidades para pensar o neutralizar impactos
negativos de la edad o la falta de educación. Eso sí, la investigación solo proporciona
datos de personas que tocaban instrumentos en la infancia, no se sabe si estos beneficios a
nivel mental se darían en personas que empezaran a tocar en la edad adulta directamente.
Pero la duda es, ¿por qué sucede esto? Bueno, según este estudio en la infancia nuestro
cerebro aún está en desarrollo (y, según otro artículo del que os hablé, podría seguir
madurando hasta los 24 años). Por eso, el aprendizaje de un instrumento musical y su
practica continuada durante 10 años o más pueden sentar las bases para los beneficios a
largo plazo, según explica Brenda Hanna-Pladdy, profesora de neurología, radiología y
ciencias de la imagen de la Universidad Emory, en Atlanta, y autora principal del este
estudio.
Para el estudio se hizo una encuesta sobre el estilo de vida y diferentes pruebas
neuropsicológicas a 70 músicos y no músicos de entre 59 y 80 años. Como ya
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habréis adivinado, los músicos obtuvieron mejor nota en las pruebas de agudeza
mental, juicio visual-espacial, memoria verbal y destreza motora.
La música que escuchamos y que nos gusta, influye directamente en cómo somos, es
decir, en nuestra personalidad. Así lo ha determinado un estudio de la Universidad de Texas
(EE.UU.) realizado por los psicólogos, J. Rentfrow y Samuel D. Gosling. Ambos
desarrollaron el “Test Corto de las Preferencias Musicales” o STOMP (uniendo sus siglas
en inglés). Para realizar este estudio, se ha tomado una muestra de unas 10.000 personas de
todo el mundo.
En primer lugar, las personas que fueron sometidas al estudio afirmaron que, para ellos, la
música era muy importante y que la escuchaban bastante a menudo. Por otro lado, se pudo
clasificar a la población en cuatro grupos de personalidad, según sus preferencias
musicales:
Reflexivas y complejas
Intensas y rebeldes
Optimistas y convencionales
Energéticas y rítmicas
Cada uno de estos grupos, por norma general, suele tener una preferencia de un estilo
musical y, por tanto, esas personas que pertenecen a una misma categoría tienen
características de personalidad parecida. Se afirma en el estudio que ser de uno u otro está
muy relacionado con aspectos como las ideas políticas, capacidad para expresarse y otras
habilidades cognitivas. En cambio el sexo o la edad no influyen en los gustos musicales.
BLUES O JAZZ: quienes escuchan este tipo de música son personas listas, creativas,
tolerantes y liberales, que incluso están abiertas a nuevas experiencias.
HEAVY METAL: Suelen ser muy inteligentes, están al frente de los movimientos sociales,
además ser curiosas y atléticas.
HIP HOP Y FUNKY: Se caracterizan por tener una autoestima muy alta, son personas
extrovertidas, que desprenden mucha energía y tienen una elevada capacidad para
expresarse.
POP Y BANDAS SONORAS: habitualmente son inestables pero a la vez felices, agradables,
conservadores y suelen tener bastante poder adquisitivo.
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Los analistas han querido dejar claro que su estudio no tiene por objeto crear
estereotipos. A la hora de determinar la relación música-personalidad pesan más las
puntuaciones altas que se han dado que las bajas y también que los estilos son bastante
generales. De ahí, que muchas veces los resultados del test no coincidan con la idea que un
individuo tiene de su propia personalidad.
Por otro lado, creen que el lugar de nacimiento, donde se vive o el lugar donde más le ha
gustado residir es importante y tiene influencia en la persona. Es la razón por la que han
recogido esos datos también, ya que opinan que hay una relación entre la forma de ser de
cada uno y las características de su entorno, lo que influye tanto en la salud, como en la
elección de políticos hasta en la forma de morir. Por ejemplo, los lugares muy poblados
hace que sus habitantes sean más abiertos de mente pero algo desagradables.
Como curiosidad, parece ser que Hanna-Pladdy es flautista, y su interés por un estudio
sobre la educación musical viene a raíz de la facilidad para cuantificar los años que una
persona dedica al estudio de un instrumento o las horas de práctica dedicada durante esos
años, en comparación con la dificultad de cuantificar el tiempo dedicado a otras actividades
como leer, hacer crucigramas o jugar a videojuegos (aunque conozco varias personas que
seguro que saben cuantas horas se pasan delante de una videoconsola diariamente…).
Como dice Hanna-Pladdy, la música requiere años de práctica y es un ejercicio
cognitivo complicado.
De todas formas, como señala Cheryl Grady, la científico senior del Instituto de
Investigación Rotman en el Centro Baycrest de Toronto, no se sabe realmente como
funciona el sistema causa-efecto para que suceda esto respecto al cerebro de un
músico. Ella cree que estos resultados se deben a la estimulación continua del cerebro, a la
práctica continuada. Sinceramente, yo pienso lo mismo, pero lo dicho, se sabe que hay una
asociación entre actividad musical y una mente “fuerte”, pero no hay ninguna prueba causa-
efecto. Puede que en los próximos años sepamos algo nuevo al respecto.