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LUIS ENRIQUE NAVA MATZ

“YO, SURREALISTA”

PINTOR SURREALISTA Y ESCULTOR

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BIOGRAFÍA

El médico dermatólogo Luis Enrique Nava Matz oriundo de San Rafael


Veracruz, nació en 1940 y en el esplendor de la adolescencia, decidió orientar
su vida profesional a curar los males de la piel, por eso se convirtió en médico
dermatólogo.

Estudio con ahínco la preparatoria y fue a terminar su bachillerato a


Inglaterra, donde encontró personas que le ayudaron en su caminar.

Nava Matz no se arredró ante las dificultades para convertirse en médico


por lo que apegado a su conciencia del norte de Veracruz aseveró: “El reto de
mi vida no era otro que descubrir hasta donde podía llegar haciendo lo que me
gustaba”.

Así, inspirado en la mente, sueños y alucinaciones de André Breton


encontró no sólo una salida temporal a su anhelo de curar, por lo que crea su
primera obra: “El Cuidador del Bosque”, o autorretrato en medio de un bosque
frondoso, donde bajo esa iluminación conoció el principio de la sanación.

En aquella pieza convergen ya dos obsesiones que habrían de


acompañarlo siempre: el quehacer pictórico, de carácter surrealista, y su
búsqueda irrefrenable por encontrar lo mágico.

Su impulso creador lo llevó a consolidar una carrera como artista llegando


así, a exponer junto a creadores como Jorge González Camarena, Rufino
Tamayo, Alfredo Zalce, Fanny Rabel y Rina Lazo.

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Introducción

En 1924, André Bretón definió el surrealismo como la posibilidad para que


las nuevas generaciones de artistas inspiraran sus creaciones en la mente,
sueños, alucinaciones y datos del inconsciente, no presentes en el arte figurativo
acostumbrado en el mundo.

Desde el siglo pasado dio comienzo una revaloración de la conciencia,


extirpándola del marco reglamentario de la moral y los convencionalismos
sociales.

Ya, desde finales del siglo XIX se sentían los cambios culturales que
habrían de derrumbar el academicismo en el arte.

La sociedad se vio impactada por grupos de artistas, quienes, bajo la


bandera de la innovación, se aliaron en distintas corrientes de pensamiento, las
cuales fueron a consolidarse en obras no solamente novedosas, sino rebeldes y
altamente provocadoras del ‘buen gusto’ de la época.

Futuristas, simbolistas, impresionistas, expresionistas, dadaístas. Estos


últimos, con Tristán Tzara al frente, abonaron un importante bagaje a la corriente,
más trascendente de ellas, que es el surrealismo.

Pero, ¿qué es el surrealismo?

El término proviene del francés: ‘surréalisme’; ‘sur’, sobre o por encima y,


‘réalisme’, realismo.

Fue acuñado por el escritor francés Guillaume Apollinaire en 1917. Quien


anuncia que es el punto de partida para toda una serie de manifestaciones del
nuevo espíritu, el cual provocará cambios profundos en las artes y costumbres a
través de la alegría universal, pues es sencillamente natural que las artes lleven
el mismo paso que el progreso científico e industrial. Y concierne a la
reproducción creativa de un objeto, que lo transforma y enriquece, a partir del
impulso psíquico de lo imaginario y lo irracional.

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En el contexto de la persona humana, se remite al subconsciente (invento
freudiano) que liga un estado de conciencia que toma elementos de la memoria,
los sueños, los arquetipos, los símbolos y la intuición.

Al cabo, es una manifestación estética pergeñada por literatos y pintores,


en la cual, la magia ulula entre lo real y lo imaginario, rescatando vivencias
humanas sublimadas a un plano simbólico que, dada la anfibología que
caracteriza estas obras, estas contienen la posibilidad de tener diversas
interpretaciones y despertar distintas emociones y sentimientos.

Mediante las citas que hace André Breton en el primer manifiesto


surrealista de 1924, podemos tomar idea de lo que el surrealismo era y no era.

Un decenio después 1934, la incursión de André Breton en México no solo


transformó el arte moderno si no inducido por su admiración a nuestro pasado
prehispánico ubico al país en la tendencia de un surrealismo que encontró su
representación en los principales vanguardistas del surrealismo Manuel Álvarez
Bravo, Frida Kahlo y David Alfaro Siqueiros. Esa expresión se fortaleció con
otros artistas foráneos Leonora Carrington y Remedios Varo, quienes escogieron
a México para resaltar sus obras pictóricas.

Su exploración en la se explica la pintura surrealista “Yo, el surrealista”


del médico Luis Enrique Nava Matz, cuyo aporte nos traslada a realidades
distintas pues en el no existen barreras, Su plástica surrealista busca trascender
lo inmediato a partir del impulso psíquico e imaginario a lo subconsciente y hasta
de lo irracional se manifiesta.

La obra del Doctor Nava se convierte en su medio expresivo y le convierte


en un demiurgo, a través de lo cual, aflora todo ese conocimiento desconocido y
amordazado por la costumbre tradicional.

Se presenta como un movimiento rebelde, con una estética que, al poner


de manifiesto lo desconocido, pretende hacer saltar por los aires los cimientos
establecidos de la sociedad. Propugna, por tanto, el cambio radical.

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El recapitular algunas obras de Nava como: “Qué solo estoy”,
“Aprendiendo a ser minotauro” y “La otra dimensión” nos llevan a entender el
cause que le dio vida a mágicos lienzos,

Nava Matz fue más allá de su profesión médica y se convirtió en un artista


que adoptó al surrealismo como escuela y pudo hacer obras profundas, llenas
de misterio y elocuentes imágenes traídas del trasmundo.

Vayamos a sus obras.

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“Que solo estoy” Luis E. Nava Matz

En el cuadro “Qué solo estoy” muestra la incomprensión de la sociedad


que lo rodea, personas insensibles que no comprenden el dolor ajeno y repudian
lo que contradice sus ideas sobre lo bello, sin tener una idea estética, más bien
ateniéndose a lo que ellas consideran normal, lo que debe ser de una forma y no
de otra. Gente que no admite lo diferente, sino que todo lo mira al través de un
opaco cristal donde la estética es tan estrecha como sus mentes. Una sociedad
guiada por las apariencias no admite ni comprende a las personas diferentes, las
sataniza y desprecia y en el mejor de los casos, se torna indiferente.

De aquí, la necesidad del autor por manifestarse artísticamente,


sublimando su dolor e incomprensión para escapar de los horrores que le
rodean, pues en el desprecio de personas insensibles percibe más allá de su
distingo, la tragedia personal de aquellos que le rechazan, quienes viven en el
marasmo de la ignorancia

De este modo, en esta pintura, este hombre dolido, de la mano de


Melpómene, se refugia en la inspiración creativa, construye un templo y se

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convierte en hierofante, quien oficia una misa de misterios inescrutables, ligando
la lejana cuna del cosmos con la madre tierra, encarnados estos en su propia
persona, poseída de infinito.

Su templo es su palacio, él es el rey y los demás desaparecen por


agujeros insondables.

El mundo natural le ofrece su belleza, él la toma con ceremonia y respeto,


se haya encerrado en sí mismo, sin embargo, pertenece al macrocosmos, al
cual, mediante una intuición exacerbada, comunica al reino natural. En la
soledad salvadora, mira dentro suyo y descubre la grandeza del universo.

Las leyes de los hombres no le constriñen, se hace dueño de su destino


usando el arma poderosa de su imaginación. Así, no huye, dueño de sí en su
soledad cósmica. Solo y desdeñado, quizá, pero vivo cabalga sobre la realidad
y el sueño. Más, se siente solo y si no escapa de la aflicción que ello le causa,
entonces muere.

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“Buscando mi juventud perdida” Luis E. Nava Matz

Suele suceder que al paso de los años te das cuenta de lo mucho que
anhelas los momentos pasados que no disfrutaste, entonces, te encuentras
perdido entre lo que eres y lo que quieres ser, así, empieza la guerra en tu
interior, intentando recordar en qué parte de tu vida tomaste un camino distinto
al que hubieses querido, así que flotas por distintos escenarios y recuerdos.

Y de golpe, tras un recodo de tu vida, te percatas que se te ha ido yendo


la vida sin haber hecho lo que hubieras deseado y cada vez te haces más viejo.

Empero, el laberinto sigue allí por siempre, no se puede caminar de vuelta


y la memoria va cediendo al olvido. El dulce olvido que repara el alma,
deshojando las marchitas flores.

Lo que pudo haber sido y no fue, se va quedando en hipótesis deslavadas


por el tiempo, inútil es pensar en lo que no fue, doloroso recordar las batallas
perdidas, a menos que, recapitulando, encontremos las causas de la derrota, lo
que mal hicimos y lo que dejamos de hacer, sólo así lo malo traerá un bien.

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Seguir andando es lo importante, la juventud rebosaba en el cuerpo
nuevo, la vejez debería traer cada vez menos los martirios de la mente y cada
día más, los pequeños o grandes triunfos, esas verdades chiquitas que nos han
dado fuerza y consistencia.

El personaje que soy yo, avanza y quizá salga del laberinto, transformado.

La juventud perdida está dentro mío, no se ha ido, se esconde entre los


dobleces del yo, mi personaje proyectivo aún lleva el globo en su mano derecha,
mi niño yo no ha muerto.

Así lo podemos ver en la pintura “Buscando mi juventud perdida”.

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“Una clase de música” Luis E. Nava Matz

Es cierto que la pintura y la música te abren distintas puertas de tu


percepción. Este cuadro fuerza a la imaginación para yuxtaponer símbolos
plásticos que sugieren la música, una clase de música.

Esta es una de las pinturas más representativas de los claro oscuros de


la personalidad de Luis Enrique Nava.

En la composición, podemos observar un teclado insólito que es golpeado


por tres manos. La escena se presenta en la obscuridad y la tenue iluminación
proviene de antiguos tiempos, cuando los faunos enriquecían la imaginación con
su mágica música pastoril.

La guirnalda que flota no enlaza sólo enmarca los elementos que


provienen de la penumbra del subconsciente, seguramente desde el difuso fondo
de los arquetipos originarios.

El aporreo del teclado imaginario, representa la realidad actual, indómita,


aparentemente, la cual es encarada con frenéticos ataques de acordes

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disonantes. Esta música, en el cuadro, es un grito desesperado, sí, pero refleja
una acción ceñuda que intenta bizarramente, someterla.

Esta música pintada es una respuesta del artista ante una realidad
incómoda, afrontada con valor.

Los arquetipos provenientes de la mítica Arcadia y el ambiente pastoril


que recuerda a las ‘Bucólicas’ de Horacio, es un remanso de paz, que está allí
adentro, en el alma del pintor, en la cual se apoya para ‘tomar aire’ y sin tapujos,
arremeter contra el teclado del demencial clavicordio de su realidad.

A través del color se ejerce un impacto visual y sensorial sobre el


espectador, el autor remeda la esfera onírica, trayendo un sueño ante nuestras
emociones.

‘Una clase de música’, debe percibirse como una sonata de los sentidos
y de los colores.

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“Yo…el Dermatólogo” Luis E. Nava Matz

Con esta pintura, Luis Enrique Nava aborda su misión de curar las , pues
ha sido testigo desde su niñez del maltrato de la gente insensible e
inconsecuente hace las personas con estas enfermedades.

Esta misión auto asumida por benevolencia y generosidad, hizo que


consagrara su vida de estudiante y luego profesionalmente, como médico
dermatólogo.

En esta pintura se revelan distintos aspectos de personas dolientes que


padecen enfermedades, aparecen rodeando un edificio ruinoso, que a todas
luces representa a la medicina alopática tradicional.

Un hierofante vestido con ropón antiguo, griego, quizá, oficia como


médico, quien cura a un ser humano cambiando su piel con ayuda de otro
enfermo, a la manera de las víboras, las cuales abandonan la antigua piel al
tener ya, una nueva.

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Una ayudante, ya sanada, trabaja en un balde, que sugiere la preparación
de la medicina, ateniéndonos al tema general del cuadro.

El médico que es la figura central, sumamente destacada, no es otro sino


Luis Enrique Nava, dermatólogo, que se dedica a curar enfermedades.

Al parecer, los enfermos que lo rodean están a la espera de esa pócima


maravillosa, medicina que, si hubo curado a otros, podrá darles también un
alegre giro a sus vidas.

Mientras tanto, parecen encontrarse detenidos en el tiempo, solos,


cargando con su realidad y doliéndose de sí mismos, algunos se hallan retraídos
en las penumbras de una vida dolorosa, que ha estado llena de cuestionamientos
sin respuesta, pero ahora, sin creer mucho en ello, tienen la esperanza de la
cura.

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“El Medico” Luis E. Nava Matz

‘El médico’, es una proyección del autor, posee un arte vinculado a


la naturaleza, él es un ser natural, humano y vegetal, es como Oberón, príncipe
en el reino de las hadas. Usando mágicos poderes, levita a una hermosa mujer,
a quien opera extrayendo el mal, simbolizado por un pescado que en ella se
encuentra.

De su cabeza salen ramas de alcornoque y lleva puesta una máscara de


tragedia, la cual está conjurando.

Sin embargo, esta máscara que refleja tristeza y dolor, representa la


enfermedad que trata de curar.

Detrás de él, en pabellones sobre camas reposan pacientes, esperan su


turno para ser sanados.

Un niño y dos mujeres aguardan, miran el trabajo del médico con anhelo
y sorpresa. Seguramente la enfermedad que padecen los ha sumido en un
mundo que no les admite.

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Luis Enrique Nava, dermatólogo, entiende teniendo el propósito esencial
de su vida es llenar un vacío que las enfermedades propician, un alejamiento
solitario y una exclusión social.

El ambiente surrealista de esta obra, el médico Nava, desdeña leyes


naturales, crea personajes que bordean situaciones imposibles pero que nos
llevan a lugares donde todo es posible, al lugar del sueño y os prodigios.

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Tu… ¿Quién eres? Luis E. Nava Matz

La imaginación de Luis Enrique Nava no tiene límites, su cuadro muestra


la gran necesidad que se tiene por hallarse así mismo, en un mundo
completamente desconocido, su ser se transforma en un ente que el desconoce
y que resulta extraño a la vista, no obstante, parece identificarse con él pues
existe la belleza, esa que nace en el cerebro y desemboca en el corazón como
algo único y perfecto.

El médico Nava se ve a sí mismo como un gigante, es lo que su ego


desbordante intenta, porque su misión, curar dermatológicamente, así le impele.

Su cabeza está llena de naturaleza, las plantas son sus grandes amigas
y compañeras, mira con simpatía a un gallo, que desde siempre ha representado
al animal totémico de la Francia.

Esta pintura describe su contacto galo en sus tiempos de mayor


búsqueda, cuando su investigación sobre las , se hallaba más avanzada,
encuentra como algo evidente, la naturaleza, concretamente lo vegetal, viene en
su auxilio y mira al pequeño gallo escudriñando con detenimiento, a la espera de

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una enseñanza o un descubrimiento que resulte de esa connivencia, entre su
ciencia adquirida y la que los franceses tienen.

Al cabo, representa su búsqueda, su denuedo tranquilo y sistemático en


pos de la meta que se ha impuesto y que cumplidos sus 45 años lograría, curar,
los infames padecimientos cutáneos.

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“Tic tac tic tac” Luis E. Nava Metz

Esta pintura es compleja y causa un interés reconcentrado por cuanto


vincula diversos elementos, plásticamente bellos y harto desconcertantes.

Una mujer, que navega en el viento, que no puede ser otra que Leonora
Carrington, llega a la vida de Luis Enrique Nava trayendo un bagaje espiritual
inasible.

Varias cabezas asoman curiosas, asombradas y envidiosas, una de ellas,


sobre el pórtico, parece una calavera.

La navegante del viento, atendiendo al título de la obra, viene a marcar un


inicio y a establecer un tiempo perentorio, comienza a correr el reloj.

La recién llegada anuncia que lo que Nava ha estado buscando es posible


que lo halle.

El reino de la imaginación creativa no solamente se nutre de sueños y


quimeras sino de ideas y técnicas que las mentes ágiles y aplicadas pueden
inventar y desarrollar, para ofrecer soluciones a problemas.

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La navegante del viento, ha traído al mundo de pisos con escaques donde
vive Nava, el poder del viento. Ella busca lo natural, que Luis Enrique anida en
su cabeza.

Las flores en sus pechos son el pasaporte, el emblema, el símbolo que el


artista dermatólogo ha estado esperando, para escapar de una situación harto
comprometida, con nuevo aliento. Sin embargo, se ha iniciado la cuenta, que la
dama susurrará a su oído “Tic tac tic tac”.

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“Leda y el cisne” Luis E. Nava Matz

En esta obra, Luis Enrique Nava recrea el mito griego de Leda y el


cisne, el majestuoso cisne es Zeus quien posee a Leda y la preña con dos hijos,
Pólux y Helena.

Evidentemente el tema es la maternidad, debajo de la pareja que simula


consumar el coito, violento sin duda, pues el cisne ha perdido un par de plumas,
vemos un huevo planeta escindido que muestra un bebé. Hay otros huevecillos
que se dispersan en el espacio, donde tiene lugar esta escena, por decisión del
autor, despojándola de todo el ambiente pastoril que esta escena tuvo en el
renacimiento, cuando se hacían camafeos con esta imagen.

Leda tuvo otro dos hijos, Cástor y Clitemnestra, hijos de Tíndaro, rey de
Esparta, su esposo.

Todas estas reflexiones se agolpan en la mente de nuestro autor, la


mitología griega fue para el joven pintor un remanso de paz y conocimiento. Con
Dédalo y su hijo, Ícaro, aprendió a volar

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Durante la posesión de Leda, ella lucha contra el cisne, pero es violada,
con terror, pues de seguro en ese momento no sabe que el rey del Olimpo es
quien la ataca.

Solamente, queda luchar contra él mundo y dejar en claro que hay cosas
como el amor de madre que ningún tipo de disputa puede superar, hijos mortales
o hijos inmortales, todos para Leda, valen igual.

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“Aprendiendo a ser minotauro” Luis E. Nava Matz

Entre pórticos y frontispicios olvidados que sola la imaginación


recupera, un joven decide ser un héroe mitológico, sumido en las anécdotas de
la mitología griega, sueña, con profundo deseo, ser una potencia invencible, una
bestia furibunda nace de su rencor acumulado, de la rabia que el desprecio les
ha causado a los enfermos de la piel, que se han convertido en la misión de su
vida, curar sus males.

Así, cree encontrar una vía de escape, un agujero que le remita a otro
espacio, a otro tiempo, encarnando al prodigioso minotauro, guardián del
laberinto de Cnosos, que Dédalo construyó para contenerlo, siendo de
naturaleza furiosa, se le ofrendaban seres humanos, siete hombres y siete
mujeres, para alimentarlo. Este joven que pretende ser el minotauro, recibe los
sabios consejos del ave fénix, que quizá logre disuadirlo de tamaño
despropósito.
Este joven aspira a ser más bien el minotauro sosegado del
cuadro de Leonora Carrington, pues así entiende el autor la sublimación de la
angustiosa búsqueda médica en la que se ha empeñado.

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“El beso del Dragon” Luis E. Nava Matz

En el lienzo podemos observar a una pareja, un dragón y una mujer, la


criatura parece acercarse a la doncella para poder besarla, la mira fijamente
mientras la acaricia, sin duda alguna, existe amor entre ambos, un amor extraño
e irracional, que rompe con todos los paradigmas, un amorío imposible.

Así es el amor; muchas veces surge con fuerza y no respeta leyes,


imposiciones, pautas sociales, color de la piel y un sin fin de prejuicios. Y a pesar
de saber que no se puede dar, la ilusión los arrebata.

Este cuadro está cargado de erotismo, el dragón, sujeta a la mujer que


busca la boca de la bestia, mientras ésta sonríe triunfante.

Debajo vemos un nido con huevos, probablemente serán hijos del dragón,
en quien adivinamos, bajo la forma del reptil que escupe fuego, un demonio con
rasgos humanos que le habita.

La imagen sugiere que el dragón devorará indefectiblemente a la joven,


hipnotizada.

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“Las tres vanidades locas” Luis E. Nava Matz

Esta es una obra plana de Luis Enrique Nava, los símbolos que
representan las ‘vanidades’, nos remiten de inmediato, por su sencilla
semiología, a la vanidad del narcicismo, a la vanidad de rezo y a la vanidad de
la moda.

Nos hablan de los falsos valores que constriñen la vida de las personas,
en un mundo, del cual el propio rey Salomón expresó ‘vanidad de vanidades,
todo es vanidad’.

Las vanidades hacen referencia a todo aquello que el ego busca con
denuedo para figurar en sociedad. Ostentación, glamur, arrogancia y
engreimiento.

La pintura está rodeada de pájaros y los personajes mismos tienen


cuerpos humanos y cabezas de ave. Los pájaros son símbolo de la efímero, de
lo que se mueve, de lo inconstante y, por ende, no perduran.
Porque, al cabo, son vanidades, sólo eso, cosas vanas, que no tienen
importancia.

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“Bailando con Vivaldi” Luis E. Nava Matz

En un ambiente de piso de cantera rosada y columnas jónicas, nos


imaginamos que suena un ditirambo, a su ritmo, las aves vuelan armoniosas y
felices. Una mujer que puede ser la mismísima Artemisa, danza acompañada de
los pájaros, con guirnaldas en la cabeza muestra sus pechos virginales.

Al fondo se adivinan dos jóvenes danzando velozmente, vibrando


con la silenciosa melodía que el cuadro encierra.

La expresión artística nos refleja un sentimiento de alegría, podemos


observar aves volando en medio de un templo entre las nubes, tal vez en el
Olimpo.

La melodía adivinada transmite dicha, quienes figuran en la pintura


se hallan en celebración. En este cuadro Luis Enrique celebra la vida tal como
es, nos invita a sentir la alegría de vivir.

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Podemos tener emociones gratificantes, basta que lo deseemos y
nos lo propongamos. Hay momentos hermosos que nos hacen olvidar las
aflicciones.

Esta obra nos inspira a vivir siendo felices, con reflexiones positivas.

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“El beso de la culebra” Luis E. Nava Matz

Nuevamente aparece el arquetipo de la mujer y la serpiente, esta Eva


escucha con atención a la cobra, quien le chismorrea cosas desconocidas para
la mujer, la cual se muestra harto interesada. La serpiente, que bíblicamente
simboliza el mal, alecciona a la joven, quien, en reciprocidad, le ofrenda un
regalo.

El artista nos muestra que entre la serpiente y la dama hay


complicidad, y por la mala fama de la cobra, esta connivencia puede resultar
fatal.

Sin embargo, se percibe amistad entre ambas, el presente que la


mujer ofrece es, a todas luces, un objeto místico de extremado valor, lo cual
puede significar una ofrenda grandiosa que bien vale los consejos de la
serpiente, misma que en diferentes culturas significa sabiduría y está
fuertemente ligada a la medicina.

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El significado espiritual de la serpiente está fuertemente conectado
a la fuerza de la vida y la energía primaria. En muchas culturas, es reverenciada
como un poderoso tótem que representa la fuente de la vida.

Cuando la serpiente aparece espiritualmente en tu vida, significa que


se están manifestando oportunidades de curación, cambio, transiciones
importantes y mayor energía.

La serpiente como símbolo, proviene de su asociación con Asclepio,


hijo de Apolo, quien era un practicante de la medicina en la antigua mitología
griega, en la que la serpiente está dotada del poder de sanación. De ahí su
estrecha relación con el mundo médico.

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“La otra dimensión” Luis E. Nava Matz

El efecto de trasposición del cuadro que el gallo mira, es como un


espejo que invierte la imagen exterior, agigantando al adolescente y
empequeñeciendo al gallo; lo cual puede resultar engañoso.

El gallo mira al joven directamente, lo examina detenidamente y


termina retándolo.

Esta imagen puede reflejar cierta etapa de la vida del autor, cuando
más joven fue seducido por el mítico París, Francia, a donde llegó con el
problema dermatológico que se había propuesto, denodamente, curar las ,
buscando las respuestas médicas para su cura y encontró la diversión del barrio
latino.

Halló pistas, y si bien ya sabía leer las catedrales, ’Nuestra Señora’ le


ofreció un cúmulo de misterios por descifrar. Y al cabo, comprendió que las
respuestas estaban alojadas en el corazón de ese joven, quien en el cuadro se
mira indiferente, pero no es más que una pose, donde finge serenidad siendo

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que es lo contrario, pues una furiosa rabia arrebata su alma.
El gallo lo sabe.

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“Rabinos pescando monjas en Timbuktú” Luis E. Nava Matz

Una pintura que hace referencia a la doble moral, característica de las


religiones en general, siendo que los ministros predican una cosa y hacen otras
muy distintas.

Luis Enrique se confrontó con el catolicismo heredado donde no halló


respuestas (quizá buscaba milagros o sencillamente consuelo) y fue en busca
de la Tora.

Supo del Dios de Abraham, de Issac y de Jacob e Ismael, encontró


rituales más interesantes y un modo de vida, con restricciones sí, pero más
práctico y realista, partiendo de que está absolutamente negada la adoración a
los ídolos. Nuestro pintor creería entonces en lo que pudiera ser razonable.

Si bien los rabinos son líderes en la colectividad judía, fungen guías


espirituales, intérpretes del Pentateuco y el Talmud, maestros de la Yeshivás y
consejeros en asuntos familiares (en Israel son los encargados del registro civil

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y el juzgado de lo familiar), son los responsables de aplicar las normas que hacen
de la judería ese segmento auto extirpado de la sociedad.

En esta pintura, rabinos en bicicleta corretean a unas monjas, al fin


mujeres, presuntamente vírgenes, con esta imagen Luis Enrique Nava logra
juntar las dos vertientes de su formación ‘espiritual’, la liviandad de las monjas y
la presumible lascivia de los rabinos.

Abajo, al pie de la colina hay un pescado blanco, extraño símbolo que


adoptó el catolicismo cuando los catecúmenos en Roma. El cual se debate entre
la vida y la muerte.

Esta obra nos recuerda indirectamente lo que afirma un crítico de Antón Szandor
LaVey, afirmando que las religiones se tornan perniciosas cuando los ministros
de culto comienzan a creer sus propias mentiras.

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