Sei sulla pagina 1di 216

Página

1
Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene costo alguno.
Es una traducción hecha por fans y para fans.
Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo.
No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales,
recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña
en tu blog o foro.
2
Página
Cuando Marlin Winters se despierta en un universo alterno, viviendo en
Vermont y comprometida con un hombre que no reconoce, está determinada a
averiguar por qué está aquí y qué secuencia de eventos la llevó a ese momento.
En el curso de un día, empieza a juntar la última semana de su vida real. Lo que
es más, cuando el día termina, no quiere irse. Aunque lo evita, el sueño llega
eventualmente y la vida que desea desaparece para siempre.

Al día siguiente, Marlin se despierta en una cama de hospital. Se vuelve


bastante claro que su maravillosa vida en Vermont fue solo un sueño. En un
intento de volver a ganar la felicidad que sintió, decide desarraigarse de su vida
y empieza a ser voluntaria en un hospital psiquiátrico en el mismo pueblo de su
sueño. Lo que no espera es que ambas vidas choquen en un extraño giro del
destino.

The Realm of You es un oscuro romance contemporáneo acerca de descubrir


tu segunda oportunidad. Algunas veces la mente trabaja de maneras misteriosas
y en el caso de Marlin, le da un vistazo de lo que pudo ser. Una vez que lo pruebe,
hará lo que sea para convertirlo en realidad.

3
Página
Sinopsis Capítulo 15
Índice Capítulo 16
Epígrafe Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Parte Uno: Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Epílogo
Parte Dos: Sobre la Autora
Capítulo 13 Créditos
Capítulo 14
4
Página
Para esas más de 250000 personas que sobreviven al suicidio cada año.

“Nunca, nunca, nunca, te rindas”.


~Winston Churchill

5
Página
No tengo vida salvo esto,

Lo que me conduce hasta aquí;

Ni cualquier muerte, pero de ser ese el caso

Se disipa desde allí;

No hay ataduras a la tierra que sirvan,

Ni acción reciente,

Excepto a través de esta extensión,

El reino de ti.

~Emily Dickinson

6
Página
Traducido por Selene

Corregido por Bella’

Tres meses después.

M
is párpados aletean abriéndose.

De mañana, otra vez.

Algunas personas dicen que las mañanas los


renuevan, ya que es el amanecer de un nuevo día, o alguna
mierda así. Al parecer es imposible que esté de acuerdo. Las mañanas para mí
son sólo un recordatorio de que no he podido terminar conmigo mismo. No hay
esperanza para alguien como yo. Estoy roto. Demasiado roto. Hay grietas en mi
corazón que nunca sanarán.

—¿Está listo para sus pastillas, Sr. Rivera? —canta Darcy, entrando y
moviendo sus caderas. Hace sonar mis pastillas en el pequeño vaso de papel
como si acabara de descubrir unas malditas pepitas de oro—. ¿Está listo para
sentirse feliz? —añade, riendo. Baja las píldoras y abre las cortinas. Tengo que
protegerme los ojos de la embestida brutal del sol.

—¿Quiere decir… estoy listo para ser bombeado por los torturadores
productos químicos, creadores de zombis que me harán olvidar mis problemas
en lugar de enfrentarlos? —Le doy una sonrisa llena de dulzura pero ella sólo
parpadea con desaprobación.

—Sabe que le toma un par de semanas al medicamento para hacer efecto


—dice ella optimistamente. Su acento es más notorio hoy.

—Darcy, con el debido respeto, podrías llenarme de LSD o éxtasis, y


todavía querría saltar de un puente.

—No digas eso —bromea casualmente—. Ya verás. Un día, verás por qué
Dios te mantiene con nosotros. —Darcy y su vieja escuela, la devoción católica
irlandesa a Dios es entrañable.

—Mmm. —Me incorporo y trago las pastillas, tomando un gran sorbo de


zumo de naranja que Darcy colocó en mi mesa de noche. El jugo se vuelve
amargo, es un efecto secundario de la medicación. Como si la vida no fuera lo
7
Página
suficientemente difícil, la mayoría de la comida sabe como a cartón para mí
ahora. Si me tengo que quedar aquí, por lo menos quiero ser capaz de disfrutar
la comida de la cafetería tanto como sea posible—. Dios tiene un sentido del
humor enfermo —respondo, mirando hacia otro lado.

Darcy hace un chasquido con la lengua de nuevo. Soy uno entre muchos
pacientes de su rotación, pero todo el tiempo me dice que soy su favorito.

—Voy a traer el desayuno en unos pocos minutos. —Rápidamente me


ayuda a salir de la cama hacia mi silla de ruedas, hago una mueca de dolor
cuando mi pierna rota toca el suelo.

—No tengo hambre. —Ella me ignora y hace la cama tan rápido que me
pregunto si es una bruja usando sus poderes. Su acento irlandés, naturaleza
exigente, su presencia y su pelo rojo me recuerdan a Molly Weasley.

Después de que se ha ido, voy al baño. Me lavo los dientes y salpico mi


cara con un poco de agua, evitando a propósito mi reflejo, pienso en lo que voy
a hacer hoy. Salir afuera, especialmente en primavera, es una de las únicas cosas
que esperamos en este lugar. Desde luego, no estoy de humor para pintar. Me
pregunto si mi inspiración se ha ido del todo, o si es temporal. No es que importe.
Ya no me trae mucha alegría.

Vuelvo a mi habitación y bebo el resto del zumo de naranja. Estoy bastante


bien aquí, sin tener en cuenta mis problemas, la gente y el entorno precioso lo
hacen tolerable. Tengo una habitación privada, una enfermera privada, y el
desayuno servido cada mañana. Agradezco en secreto a mis padres por este lujo,
ya que sé que mucha gente no tiene la oportunidad de permanecer en un lugar
tan agradable, menos un lugar como este.

Me pongo mi usual de primavera: una franela y unas Vans cómodas.


Darcy me ayuda a cambiar mi ropa interior y pantalones cortos de baloncesto
todas las noches, así que afortunadamente pueden quedarse en su lugar. Es difícil
ser independiente sin dos piernas funcionales. Pero igual soy capaz de acomodar
la franela sobre mi pecho, Darcy regresa con mi desayuno.

—Te ves bien hoy —dice ella, al igual que todos los días—. Eres un hombre
guapo. Necesitas encontrar una mujer que cuide de ti. Además, necesitas un corte
de pelo. Pero por lo demás te ves lindo.

—Gracias. Pero en este momento, todo lo que necesito son mis pinturas de
óleo y un lienzo en blanco —le contesto, señalando a la tostada. Tendré que
comer, a Darcy no le gusta cuando dejo comida. “¿Sabes lo que mis antepasados
irlandeses habrían dado por ese pedazo de pan tostado durante la hambruna de la patata?”
suele ser su respuesta.

Hablando de culpabilidad.
8
Página
—Oh, ¿qué va a intentar pintar hoy? —chilla. Le doy una sonrisa tensa.
Me gustaría que dejara de tener esperanzas—. Te dejaré. —Comienza a salir, pero
luego se da la vuelta—. ¿Qué cree que va a pintar? —pregunta su voz es
optimista.

—Si pinto —le aclaro. Me vuelvo hacia ella, y me está mirando con una
expresión de tristeza genuina. Sé que piensa en mí con cariño, y por eso le duele
verme así. De nuevo—. Si pinto, voy a pintar algo para ti —le digo, apretando un
poco de pintura azul en una paleta. Puedo sentir su sonrisa, pero no me giro. La
puerta se cierra detrás de ella, y doy un gran trazo de color azul intenso en mi
lienzo esperando.

La primera marca es siempre la más satisfactoria. El siguiente paso es el


más difícil.

Tres horas más tarde, casi puedo sentir el calor del día que irradiaba desde
la ventana. Guardo todas las cosas, y dejo el lienzo grande sin terminar contra mi
tocador. Terminaré más tarde, al igual que otras veinte telas que recubren la
pared, todas ellas en blanco, excepto por la primera mancha de pintura. Me duele
el cuello de tanto mirar hacia el futuro, sin moverme, durante tres horas seguidas.

Salgo de mi habitación hasta el final del pasillo, tomo el ascensor hasta el


vestíbulo. Asiento hacia Cecelia, la recepcionista. Sus ojos me siguen ansiosa, y
parece gemir internamente. Ella es como un cachorro que no me deja en paz.

—¿A dónde vas? —me pregunta con su coqueta voz. El hecho de que esté
coqueteando conmigo está mal en muchos niveles.

—Al exterior, donde existen personas normales. —Me alejo antes de que
pueda responder, y ruego para que no me siga como ayer.

Una vez que estoy afuera, siento el silbido del aire, el fuego en mi vientre.
La vida es magnánima. La vida es duradera. ¿Por qué no puedo ser duradero?
Esta es la única cosa que odio de mí: que quería poner fin a mi vida
voluntariamente cuando tantas otras personas luchan por ella diariamente. Los
malditos árboles prácticamente nacen de nuevo cada primavera, su capacidad de
resistencia es latente. La culpa es pesada. Pero en días como hoy, cuando el cielo
tiene ese azul perfecto, y los árboles se balancean al ritmo perfecto, lo siento.
Siento lo que todo el mundo siente. Sólo por un segundo.

La carga eléctrica sólo se intensifica entre más me alejo del edificio. Esto
me pasa de vez en cuando. Siento demasiado. Soy demasiado sensible. Me doy
cuenta de cosas que otros no. En mis viajes de regreso al Retiro Brattleboro, en
9
Página
toda su gloria, me pregunto lo que hoy tiene reservado para mí. Casi siento
anticipación.

El edificio de Retiro Brattleboro es extraordinariamente hermoso. Es un


antiguo edificio de la década de 1820, con ladrillo rojo clásico y ventanas de
montura negra. Sigo derecho por el camino hacia la zona de estacionamiento y
sigo hacia el río West. Como crecí por aquí, conozco un camino secreto que
conduce a la orilla del agua, un oasis escondido. Bono: se puede hacer en sillas
de ruedas.

Me agacho para sacarme las Vans y paro. Una mujer está sentada en el
suelo, de espaldas a mí, y está mirando hacia al frente. Tiene el pelo largo y
castaño. Su vestido estampado es peculiar y original, aunque de niña. Estoy
intrigado, pero me alejo en la dirección opuesta, girando mis ruedas en silencio.
Siempre he considerado que se trata de mí lugar, pero ahora ella está aquí, y no
sé qué hacer. Quiero estar enojado por la intrusión, pero no puedo estar enojado
con alguien sólo por descubrir mi lugar favorito. Estoy desgarrado.

—No muerdo —dice ella casualmente mientras giro para irme. Ni siquiera
se giró. Apuesto a que es ciega, las personas ciegas tienen un gran sentido de la
audición. Antes de que tenga la oportunidad de expresar mi sorpresa, se gira y
el sol se refleja en su pálida cara. Se levanta rápidamente con su delicada mano
protegiendo su rostro del sol. Quiero pintarla, ahora mismo, en este mismo
instante. Los colores son tan vivos, y ella es exquisita. Su labio superior es
delgado, pero su labio inferior lo compensa. Sus ojos color miel son brillantes y
acuosos, y su rostro en forma de corazón es una belleza clásica.

Una mirada de reconocimiento pasa a través de su cara, casi como si no


pudiera creer lo que está viendo, un segundo más tarde, ella está horrorizada. Su
rostro palidece, y la forma extraña en que su boca cuelga abierta en shock me
hace pensar que tengo una hemorragia nasal o algo así. Quiero correr, pero me
quedo paralizado. Porque mientras ella se queda congelada en su lugar, yo
también de repente siento nostalgia, como si la extrañara. Como si
nos conociéramos.

—¿Eres realmente tú? —Su voz es apenas un susurro, pero significa todo
para mí.

Significa esperanza.
10
Página
Marlin

Página
11
Traducido por Apolineah17

Corregido por Bella’

Presente.

G
oteo, goteo, goteo.

Las gotas de agua golpean el lavabo de porcelana con tal


precisión que cada vez eso me despierta. Incluso los sueños
más continuos no son precisos, así que el ruido repetitivo y
orquestado siempre me despierta.
Goteo, goteo, goteo.

Empujo el cuerpo junto a mí desde donde estoy acostada boca abajo, con
las piernas extendidas, y los brazos abiertos, usando la punta de mi dedo índice.
Nuestra cama California tamaño matrimonial nos permite el lujo de extender los
miembros todo el tiempo. Lo aprovecho.

Goteo, goteo, goteo.

Empujo la carne a mi derecha, tratando de despertar a Charlie. Noto un


par de cosas de entrada: en primer lugar, la piel que estoy tocando no está caliente
como la de Charlie. Su piel siempre está caliente, siempre ardiendo. En segundo
lugar, el goteo, goteo, goteo no está cayendo en el ritmo exacto que he llegado a
memorizar. Es ligeramente más lento. No sería perceptible para nadie excepto
para mí. He escuchado ese maldito lavabo con fuga todas las noches durante al
menos dos años. En tercer lugar, mientras tiro de mis brazos debajo de mí y hacia
mi pecho, me doy cuenta de que estoy usando una camiseta sin mangas de
textura acanalada.

No poseo una camiseta sin mangas de condoncillo, y ciertamente nunca


duermo con la ropa puesta.
Goteo, goteo, goteo.

Tengo miedo de abrir los ojos, así que en lugar de eso acaricio suavemente
las sábanas con mi dedo meñique. El movimiento hace cosquillear el vello de mi
brazo, estas no son mis sábanas. Estas son sábanas baratas, genéricas, de una
12
Página
mezcla de poliéster, es un mundo aparte de las vanguardistas sábanas de lino a
las que estoy acostumbrada.
Goteo, goteo…

Mi cuerpo se enfría mientras espero por ese último goteo secuencial, pero
nunca llega. Debo estar soñando. Todo esto… al desconocido en la cama junto a
mí, la camiseta, las sábanas, el goteo… es un producto de mi imaginación.
Goteo…

La fuga se ha reducido ahora, algo que mi lavabo nunca hace por su


cuenta. Yo siempre empujo a Charlie, y él obedientemente sale de la cama,
gruñendo y completamente desnudo, a manipular la llave hasta que se detiene.
Dos o tres veces a la semana esto sucede, y cada vez que lo hace, Charlie sube de
nuevo a la cama y susurra: “Tenemos que arreglar ese maldito lavabo”.

Yo siempre finjo que no lo escucho.


Goteo…

La persona a mi lado, no Charlie, se mueve ligeramente y deja escapar un


largo suspiro. Cierro los ojos tan apretadamente como es posible, tratando de
despertarme. Los músculos en mi rostro se agrupan alrededor de mis ojos, y
luego empiezan a punzar, así que me detengo. Mi corazón está martillando en
mi pecho, y temo que la persona junto a mí lo escuchará. Temo que sentirán mi
pulso, golpeteogolpeteogolpeteogolpeteo, y tengo miedo de lo que me harán si saben
que estoy despierta.

¿Me matarán? ¿Me mutilarán? ¿Me torturarán?

Tomo tres respiraciones lentas y silenciosas, y después de la última, obligo


a mis ojos a abrirse.
Goteo…

El extraño a mi lado está dormido sobre su costado de espaldas a mí. La


manta está metida debajo de su axila. Sólo puedo ver el pequeño lunar en el
centro de la parte superior de su espalda cuando mis ojos se ajustan, y luego,
lentamente, los mechones marrones oscuro de cabello rizado en su cuello. Mi
cuerpo se pone rígido, y trato de no gemir en voz alta.

Charlie tiene cabello rubio. Rebelde y espeso cabello rubio.

Echo un vistazo alrededor de la habitación, forzando la vista, así no


despierto al hombre junto a mí con el movimiento en la cama. Es una habitación
pequeña, genérica y sencilla; odio la alfombra, pienso mientras mis ojos deambulan
sobre la pelusa de color beige en el suelo. Cajas de mudanza están alineadas en
el suelo contra la pared. Me atrevo a mover el otro brazo muy ligeramente,
13
Página
recorriéndolo hacia abajo por el lado del colchón hasta que toca la erizada
alfombra. Tal y como pensaba… el colchón está tumbado en el suelo. Barbárico.
Goteo…

Estiro el cuello, y veo el borde de una pequeña ventana cerca de nuestros


pies. La farola exterior arroja un resplandor naranja en la habitación, y me
sorprende que sin duda me haya quedado dormida aquí, ya que siempre he
necesitado la oscuridad absoluta.

A menos que fuera drogada o golpeada hasta quedar inconsciente…

No es mi dormitorio, no es mi ropa, no es mi novio, no es mi alfombra, no


es mi ventana…

Esto no es un sueño. Me encuentro demasiado consciente para que sea un


sueño. Esa sensación ligera y difusa que acompaña todos mis sueños no está
presente aquí. La bilis comienza a subir por mi garganta. Me muerdo la lengua,
probando sangre, sólo para estar segura. Estoy despierta, esto es real, y no tengo
la más jodida idea de dónde estoy.

Me giro en las sábanas ásperas y descubro, para mi horror, que no estoy


usando pantalones. Ni siquiera ropa interior. Me enredo, pero después de unos
segundos, soy capaz de salir de la cama y corro hacia el baño para vomitar.
Después que he terminado, bajo la mirada y veo la forma delatora de la pasta
penne. ¿Por qué no puedo recordar comer algo de pasta penne en primer lugar?
De hecho, he estado relajada con los carbohidratos últimamente, y no he comido
pasta en semanas. Me he estado llenando de proteínas, esculpiendo mi cuerpo
con orgullo en el gimnasio.

Me sonrojo y me pongo de pie, con las piernas tambaleantes. Miro detrás


de mí y hacia la habitación, y el hombre en la cama sigue dormido… gracias a
Dios.

Cierro la puerta del baño lentamente. Ésta cruje, y hago una mueca cuando
se cierra con un clic, ruidosamente. Por favor, no te despiertes, le ruego al
desconocido. Enciendo la luz, y una penetrante luz amarilla llena la habitación.
Ahogo un grito cuando atrapo un vistazo de mi reflejo en el espejo del botiquín.

Tiro de mi corto cabello marrón oscuro. Está degrafilado y cortado, en una


horrible ejecución de un corte de cabello de 1996. Inmediatamente lloro por mi
cabello largo y ondulado de antaño. Me asomo hacia atrás, hacia la puerta cerrada
y entrecierro los ojos en dirección al desconocido. Él hizo esto. Me secuestró, me
drogó, y me cortó todo mi cabello. Nunca me habría hecho esto a mí misma.

Estoy totalmente desnuda de la cintura para abajo, pero no parece haber


ninguna lesión. Encuentro un par de pantalones de chándal, grises y holgados en
el suelo del baño, así que me los pongo. Tienen una mancha pequeña, roja y
14
Página
costrosa en la entrepierna. La pasta penne. ¿Esos son míos o suyos? Froto las
manos en mis brazos. Me siento más delgada. No hay tanta carne alrededor de
mi cintura como estoy acostumbrada, y los huesos de mis hombros sobresalen.

¿Cuánto tiempo he estado aquí? ¿Él me mata de hambre? ¿Dándome


drogas para hacer que me olvide de todo?

Me miro en el espejo de nuevo, y mi rostro se ve igual, más o menos. Mis


mejillas están menos redondas, y mi cabello me da una especie de apariencia de
duendecillo ahora que tengo pómulos.

Miro alrededor del baño. Todo parece normal. Cepillos de dientes, pasta
de dientes, cepillo para el cabello, crema hidratante facial, toallitas faciales,
tampones. Abro el botiquín. Cosas típicas… curitas, Advil, Nyquil, y un viejo
frasco de analgésicos a mi nombre. Levanto el contenedor naranja. Marlin
Winters… tome una pastilla dos veces al día para el dolor… Prescripto. 02/08.

¿2008? Tenía veinte años en el 2008. Nunca me recetaron analgésicos,


nunca en toda mi vida, ni siquiera cuando me sacaron las muelas del juicio a los
diecisiete. El médico me prescribió ibuprofeno. Reviso el frasco. Percocet, 2.5 mg.
Lo pongo de nuevo dentro del botiquín y continúo mirando alrededor.

Abro la sencilla cortina de plástico blanca de la ducha y analizo los


contenidos de la ducha. Suave1. Me estremezco. Toco mi cabello. No me
sorprende que luzca frito, nunca dejaría que esa mierda química tocara mi cabello
en mi vida real.

Mi vida real. ¿Qué pasó con mi verdadera vida? ¿Qué pasó con Charlie y
con nuestra casa? ¿Qué le pasó a mi trabajo? ¿Qué me pasó a mí? Apago la luz y
me siento en el retrete durante un segundo, dejando que mis ojos se acostumbren
a la oscuridad. Siento la adrenalina bombeando a través de mis venas, haciendo
a mi sien palpitar. Estoy en modo de supervivencia ahora, y si voy a enfrentar a
mi secuestrador, necesito estar lúcida.

Abro la puerta lentamente, caminando de puntillas hacia la esquina de la


habitación más alejada de mí, pero más cerca de él, quienquiera que sea. Veo un
bolso marrón de imitación de cuero sobre el piso como si alguien lo hubiera
arrojado descuidadamente. Alcanzo el interior, buscando un teléfono. Si este es
mi bolso, casi puedo garantizar que mi teléfono está adentro. Constantemente me
quedo sin batería debido a este hábito atroz, para disgusto de Charlie, quien
carga su teléfono todas las noches religiosamente. Ajá. Siento el frío y liso mental
encontrarse con las puntas de mis dedos, y sonrío victoriosa. Lo agarro y salgo
de la habitación.

1 Suave: Marca de champú.


15
Página
El apartamento es pequeño, y cada centímetro de éste es feo y básico.
Antes de ser atrapada, marco rápidamente el número de Charlie. Él va a estar tan
feliz de que yo esté viva y a salvo. Bajo la mirada hacia el teléfono, un sencillo y
plateado teléfono de tapa, ugh, y me pregunto si serán capaces de rastrear esta
llamada. Me pregunto si él está con la policía en este momento. Suena cuatro
veces antes de que conteste, pero cuando lo hace, mi cuerpo se desploma con
alivio.

—¿Hola? —murmura Charlie. Mis ojos atrapan un vistazo de la hora en el


antiguo horno en la cocina. 4:42 a.m. Empujo a un lado la irritación que siento
inmediatamente porque él no esté esperando ansiosamente mi llamada, pero
supongo que el hombre tiene que dormir en algún momento. Probablemente está
agotado por toda la angustia.

—¡Charlie! —susurro frenéticamente—. ¡Soy yo!

El silencio al otro extremo me pone nerviosa. ¿Qué pasa si Charlie también


está siendo mantenido cautivo? ¿Y si algo le ha sucedido?

—Lo siento, ¿quién es? —susurra, y yo jadeo audiblemente.

—Soy yo. Marlin. Escucha —comienzo, pensando que tal vez mi voz es un
poco más ronca de lo habitual. El pobre hombre probablemente está tomando
llamadas a diestra y siniestra, de los medios de comunicación, de los
detectives…—. Estoy cautiva. No sé dónde estoy, pero Charlie, ¡él me cortó todo
mi cabello! ¿Estás con la policía ahora mismo?

De nuevo, silencio. Al cabo de unos segundos insonoros, él responde:

—Lo siento, no conozco a ninguna Marlin. ¿Es esto una especie de broma?

Mi ritmo cardíaco se acelera, y siento que el pánico se desliza hacia abajo


en mi estómago. Definitivamente es él, su voz melosa es distinguible en cualquier
lugar.

—Charlie, es Marlin, tu novia. Marlin Winters —digo, levanto la voz,


desesperada, frenética.

—¿Marlin Winters? ¿Estudiante de primer año de la universidad?

—¿De qué estás hablando? —siseo, y de repente quiero lanzar el teléfono


contra la pared y ver como se rompe en un millón de pequeñas piezas, sólo para
detener esta conversación—. ¿Esto es una especie de broma de mal gusto? Soy
tu novia —insto, mi voz quebrándose en un sollozo.

—¿Marlin, estás bien? Como… ¿mentalmente, estás bien?

Sus palabras me ofenden, pero eso es bastante típico. Él siempre habla


antes de pensar. Eso siempre lo mete en problemas, y yo siempre me estoy
disculpando con las personas por él. Pero en este momento, no es divertido.
16
Página
—Charlie —gimoteo—. ¿Qué está pasando? —Me deslizo hacia abajo
contra la pared, y empiezo a llorar. Se queda en silencio en el otro extremo, pero
puedo decir que todavía está allí porque puedo escuchar su respiración.

—Marlin, mira, no sé por qué me llamas, o cómo siquiera tienes mi


número. No he hablado contigo en casi una década. ¿Hay alguien a quien puedas
llamar, alguien que pueda llevarte a un hospital?

Sus palabras son condescendientes, pero prosigo de todos modos,


enfurecida.

—¡No necesito ir a un hospital, Charlie! —grito—. ¡He sido secuestrada!


¡Tú eres mi novio! Necesito… —Clic—. ¿Charlie? ¿Hola?

Bajo la mirada hacia el teléfono, y mi corazón se hunde. Él me colgó. Me


pongo de pie, con las piernas raquíticas, aferrándome a la pared por apoyo, y me
siento mal del estómago de nuevo. Lanzo el teléfono sobre la alfombra y me dirijo
directamente al fregadero de la cocina, donde procedo a vomitar más pasta penne
con salsa roja. Cuando termino, lo enjuago y miro alrededor, lanzando los brazos
apretadamente sobre mi pecho.

Hace mucho frío aquí. Miro por la pequeña ventana encima del fregadero
de la cocina, y es como si mis peores pesadillas se han vuelto realidad. El suelo
está cubierto de una fina capa de nieve, y los pinos afuera del apartamento están
cubiertos de escarcha y carámbanos. Mi respiración se vuelve inestable, y soplos
blancos escapan de mis labios cuando mis dientes empiezan a castañear.

Vivo en San Clemente. Vivo en California. No nieva en el sur de California,


al menos no en la parte en la que vivo. Nunca viviría en un lugar que tuviera
alfombra, y nunca cortaría mi cabello, esto lo sé. Mi supuesto novio no tiene idea
de quién soy o, mejor dicho, que estamos juntos, y que desperté en una cama con
un desconocido.

¿Qué diablos estoy haciendo aquí, y cómo llegué aquí?

—¿Nena?

Su voz me hace gemir en voz alta, y cierro los ojos con fuerza, una vez más
con la esperanza de despertar de este maldito universo alterno. O lo que
demonios sea esto. No abro los ojos. Tal vez si pretendo que él no está aquí,
desaparecerá.

—¿Mar? ¿Estás bien? —pregunta, y sus palabras amables me dejan


estupefacta. Trato de no reaccionar cuando sus cálidos brazos me rodean, y no
puedo evitar comenzar a llorar mientras el frota mi espalda—. ¿Estás enferma,
nena? —me arrulla, y sé que debería estar pateándolo, gritando, tratando de
escapar… pero estoy tan cansada.

—¿Quién eres, y quién soy yo? —susurro.


17
Página
Él sofoca una risa, un sonido poco familiar, pero desde luego no
amenazante.

—Debes tener fiebre. Vamos a llevarte a la cama.

Abro los ojos justo cuando él se retira, y sigo mirándolo fijamente a medida
que me conduce de vuelta al colchón en el piso con las sábanas baratas. Es alto y
fuerte, pero tiene algo de músculo en los brazos y el torso. Parece un corredor.
No miro su entrepierna, a pesar de que está desnudo y sé que debería darle un
puñetazo en las bolas en este momento por secuestrarme.

No parece un secuestrador, pero supongo que ellos nunca lo hacen.

Tiene corto cabello castaño, ojos marrones, y una nariz afilada. Su barba
incipiente está descuidada por unos cuantos días, y tiene multitud de vello en el
pecho. Sus grandes labios y sus ojos almendrados le dan un aspecto étnico…
¿hispano o latino, tal vez? No tiene acento. Justo cuando empieza a llevarme
hacia abajo y de nuevo a la cama con él, me aparto, escapando de su agarre.
Camino hacia la esquina, encogiéndome.

—¿Quién eres? —exijo.

Una vez más, sólo se ríe.

—Cariño, estás enferma. Estás ardiendo. Ahora ven a la cama así puedo
abrazarte y cuidar de ti.

—No antes de que me digas tu nombre y dónde estamos. Y —agrego—,


por qué estoy aquí.

Asiente, con el rostro serio esta vez. Estoy agradecida de que ya esté en la
cama y bajo las sábanas, con sus partes masculinas escondidas.

—Bien, lo haré. Estás loca, Marlin. —Suspira. Yo carraspeo, pero le hago


un gesto para que continúe. Él únicamente sonríe—. Soy Sebastian Juares.
Vivimos en Brattleboro, Vermont, y nos vamos a casar en dos meses. En cuanto
a por qué estamos aquí, bueno… —Se calla, y siento que mi respiración se queda
atrapada en mi garganta. ¿Casados? ¿Vermont? Él ladea su cabeza y toca con la
lengua su mejilla, sonriendo—. Princesa, necesitaban ser hechas algunas
renovaciones en nuestra casa, así que nos estamos quedando en este lugar de
mierda hasta que podamos mudarnos.

—¿Nuestra casa?

—Pisos de madera, azulejos estilo subterráneo, abundante moldura de


cornisas…

Considero sus palabras. Me encantan todas esas cosas. Está intentando


atraerme. ¿Cómo diablos consiguió llevarme hasta Vermont en una noche? Bajo
18
Página
la mirada hacia el anillo en mi dedo. No lo había notado antes, pero es bonito.
Vintage, una sola piedra, filigrana… es realmente muy hermoso.

El agotamiento me golpea con fuerza, y cuando miro hacia Sebastian, él


me está observando con ligera preocupación. En realidad, no parece un
secuestrador. Esto sólo es un sueño. Todo esto es un sueño. Tiene que serlo.

—Ven a la cama, mi amor2.

Con tanta reticencia como soy capaz, me arrastro lentamente hacia la cama
con él, y no digo nada cuando envuelve un brazo alrededor de mí, acercándome
más a su duro pecho. En su lugar, cierro los ojos y espero que cuando despierte
todo esto simplemente habrá sido el sueño más espeluznante del mundo.

2 Mi amor: en español original.


19
Página
Traducido por Gemma.Santolaria

Corregido por Bella’

Hace seis días.

C
harlie golpea sus dedos sobre el volante mientras tararea los coros
de We Are The Champions. La lluvia cae a cántaros sobre el
parabrisas, y su limpiaparabrisas va asquerosamente rápido.
Tengo mirar hacia otro lado.

—Mierda, olvidamos el vino, nena —dice, golpeando su mano contra el


tablero de mandos. Me sobresalta.

—Estoy segura de que a tus padres no les importará que aparezcamos con
las manos vacías —contesto, dándole una pequeña sonrisa.

—¿Siquiera conoces a mis padres en absoluto? —pregunta, molesto—.


Tenemos que parar por Bristol Farms.

—Está bien —concedo—. Lo que sea que creas.

Charlie deja la Autopista Pacific Coast y va al estacionamiento de Bristol


Farms. Espero en el auto y veo mientras la gente lucha con sus paraguas,
sacudiéndolos agresivamente en la puerta de la tienda como si la lluvia fuera un
inconveniente.

Dos minutos más tarde, Charlie está de vuelta, sosteniendo una botella
cara de Pinot Noir.

—No veo por qué no podíamos aparecer con las manos vacías. Vamos a
cenar en el club de campo, por el amor de dios. —Me rasco mis uñas astilladas.

—No lo entiendes. —Es todo lo que él dice, y pronto está de vuelta en la


autopista Pacific Coast dirección norte, hacia el Club Campestre Newport Beach.

Miro mis pantalones negros recortados, las zapatillas de ballet negras, y la


blusa blanca. Me siento sofisticada, pero sé que al minuto en que entre en el club
de campo, me sentiré totalmente fuera de lugar. Siempre lo hago. Es como si la
gente de allí supiera que mis ropas son de Target y no de Bloomingdales o de Net-
A-Porter. La madre de Charlie es lo peor, también. La última vez que la vi, me
sentía una poderosa mosca en mi nuevo jersey J. Crew Tippi, y ella tuvo la
20
Página
audacia de tirar de un hilo suelto y preguntarme si lo había obtenido de la tienda
de la fábrica ya que el color fue interrumpido.
Perra.

—Ojalá no estuviera lloviendo —murmura Charlie.

—Estamos en una sequía —contrarresto, sin dejar de rascarme mis uñas.

—Lo sé, pero aun así… me gustaría que lloviera en medio de la noche o
algo así. Es tan incómodo.

Ruedo mis ojos.

—Incómodo es estar atrapada dentro de tu casa durante cinco días, porque


hay una pared de dos metros de nieve que bloquea la puerta de la tormenta de
nieve.

Charlie no dice nada, y yo oculto mi sonrisa triunfante. Los inviernos de


Wyoming no son ninguna broma.

Vamos hasta el extenso club de campo, donde el aparcacoches abre mi


puerta y sostiene un paraguas para mí. Nos dirigimos hacia la puerta
rápidamente. Esta lluvia… tanta incomodidad para todo el mundo. Me muerdo
la lengua. Mis ojos ven las instrucciones pegadas en el letrero de en frente.

La vestimenta y el aseo personal no deben ser ofensivos para los


miembros o los invitados. Se permiten trajes de cóctel de buen gusto para las
damas y los caballeros. Las señoras deben abstenerse de escotes profundos,
vestidos sin espalda, y faldas y vestidos con más de diez centímetros por
encima de la rodilla. El uso de teléfonos celulares sólo es permitido en el
estacionamiento.

—¿Mi escote es muy profundo? —pregunto medio sarcástica, y Charlie


frunce el ceño.

—Te ves bien —dice, poniendo una mano en mi espalda y


conduciéndonos hacia la parte de atrás, a la zona de lujo. Y eso dice mucho,
porque todo el lugar es de lujo… como en una fantasía.

El club está lleno para un lunes por la noche, y nos dirigimos hacia el Sr. y
Sra. Chapman, que ya están sentados, servilletas en sus regazos.

—Niños, hola —vocifera el señor Chapman, levantándose para abrazar a


Charlie y besarme en una mejilla.
21
Página
—Hola, Perry —digo, sonriendo al señor Chapman—. Linda —digo,
saludando con la cabeza a la madre de Charlie. Ella no se levanta sino que
examina mi conjunto.

—Es bueno verte, querida —dice, tomando un sorbo de su vino. Estoy


segura de que no es su primera copa. Estudio la tensión de su frente y el modo
en que sus mejillas prácticamente podrían cortar piedra. Su cabello platino es liso
y suave, y se ve mejor en un lunes por la noche al azar que el mío el día del baile
de promoción. Ella lleva un vestido de manga larga azul oscuro. Perry está
llevando un traje. De hecho, nunca lo he visto en algo más que un traje.

—Me alegro de que hayan podido venir —dice él, dirigiéndome a la silla
al lado de Charlie—. Espero que el tráfico no haya sido demasiado horrible —
dice sin interés, estudiando su menú.

—Estuvo bien —responde Charlie, y deja la botella de vino en la mesa—.


Hemos traído vino. Espero que la tarifa de las botellas no sea demasiado alta
aquí.

—No te preocupes por eso —dice Linda de un modo fresco y casual que
sólo alguien con dinero podría decir.

—Ajá —remarca el señor Chapman observando la botella que Charlie dejó


enfrente de él—. El Sojourn del 2013 es una interesante elección —observa, su
tono condescendiente y crítico.

Imbécil desagradecido. Esa es una botella de vino de cincuenta dólares. Miro


hacia Charlie. Sus ojos están fijos en el menú, pero veo un ligero rubor
propagándose por sus mejillas.

—Él lo escogió porque resulta que es mi favorito —digo, ondeando mi


mano.

—Eso está bien —dice Linda. Quiero abofetear la mirada de suficiencia y


superioridad de su cara.

—Estaba pensando en pedir caviar para empezar —dice Perry, bajando su


menú—. ¿A todo el mundo le gusta el caviar?

—Suena delicioso —responde Charlie, y le siento codearme debajo de la


mesa. Sabe que desprecio el caviar, es viscoso, pescado, y salado. Por qué es una
delicadeza está más allá de mí.

—Sí, maravilloso —contesto a la ligera, y ahogo una risa cuando me doy


cuenta de lo ridículos que sonamos todos.

El camarero se acerca, y Perry pide por todos nosotros, para mi disgusto.


La conversación es rígida, y Charlie habla tan formal con sus padres que mis ojos
se salen de sus orbitas la mitad del tiempo con sorpresa. Honestamente puedo
22
Página
decir que no tengo amor por los Chapman. Ni siquiera sé por qué Charlie va a
estas cosas. Creo que es para probar su punto, como, oye papá, tengo un empleo
respetable en un banco, acabo de comprar una casa, y ah sí, jódete. Esa es la única
explicación que se me ocurre.

—Charlie nos dijo que fuiste promovida recientemente en el estudio —


dice Linda, volviendo sus ojos hacia mí.

—Ah, sí. A asistente del gerente.

—Mmm. —Es todo lo que ella dice. Linda y Perry lo han dejado muy claro
en los últimos años que no aprueban que Charlie salga con una instructora de
yoga. O que salga conmigo en general, para el caso. No estoy segura si es porque
soy una chica de campo de Wyoming o porque nunca he intentado tener una
relación con ellos, pero de todos modos, las cenas suelen ser sumamente
incómodas.

Después de que se lleven el caviar, mayormente sin terminar (qué


desperdicio), Perry coloca sus brazos sobre la mesa y nos estudia. Me preparo
para la pregunta que sé que va a preguntar.

—Ahora que compraron una casa adosada juntos —empieza Perry,


haciendo hincapié en adosada—, ¿le habéis dado algún pensamiento al
matrimonio?

Charlie se encuentra a medio sorbo, y se ahoga en su agua. Sus padres lo


miran, ofendidos. Linda comienza a abanicarse, claramente mortificada.
Mientras el camarero se apresura y comprueba que todo está bien (lo está), se va,
y Charlie agarra el borde de la mesa.

—Papá, como te he dicho antes, cuando estemos listos, vamos a hacer ese
salto. Creo que Marlin y yo estamos muy contentos con cómo están las cosas por
ahora.

Asiento apoyando a Charlie. Es verdad, no tengo ningún deseo de estar


casada todavía. Sólo tengo veintisiete años; Charlie sólo tiene veintinueve. Somos
prácticamente bebés.

—Entiendes los términos del fideicomiso, ¿verdad, hijo?

Ahh, el todo poderoso fideicomiso. Y yo aquí pensando que podríamos


tener una buena cena sin traer el tema del fideicomiso que Charlie heredará una
vez que se case. Así es exactamente hacia dónde van cada cena con los Chapman:
Linda de algún modo me hace sentir inferior por el conjunto de mi elección, Perry
pide algún tipo de comida pretenciosa, y luego sacan el tema del dinero y el
matrimonio. Cada. Vez.

—Soy consciente, padre —dice Charlie, asintiendo. Cada vez que llama a
Perry “padre”, me recuerda a cuando Darth Vader dice: “Luke, yo soy tu padre”.
23
Página
—No se están haciendo más jóvenes —replica Perry, y nos da a ambos una
mirada de desaprobación. De repente, chasqueo.

—También heredaré un fideicomiso —digo, mi voz ligeramente más


acentuada. Me sale antes de que sepa lo que está pasando, y me doy cuenta de
que he tomado demasiada bebida con el estómago vacío ya que no participé con
el caviar. Veo a Charlie tensarse a mi lado, y le doy un pequeño guiño. Él sacude
su cabeza y se lleva las manos en su cara.

—¿Es así, querida? —pregunta Linda, animándose al instante. ¡Ha! Ella


cree que soy más interesante ahora que supuestamente vengo de dinero. “¿Es ese
el estado del queso?” me preguntó una vez sobre Wyoming. Tuve que decirle
que en realidad estaba pensando en Wisconsin. Rica y estúpida, menuda
fórmula.

—Sí —le digo, tragando un poco de vino. Mi voz es nasal, y la pobre mujer
no tiene ni idea de que me estoy burlando de ella—. Mi abuela, Lady Olenna de
la Casa Tyrell me otorgará doscientos dólares cuando entre en la unión del
matrimonio —digo, y antes de que pueda decir nada más, Charlie se levanta y
agarra mi brazo.

Tanto Perry como Linda se ven incómodos.

—Será mejor que lleve a Marlin a casa. Ella ha tomado demasiada bebida.

—Hijo, el segundo plato ni siquiera ha llegado. Dale un poco de pan, estará


bien —dice con los dientes apretados. Lo que realmente quiere decir es: siéntate
de una jodida vez y deja de causar una escena.

—Oh no, querido —digo exagerando y haciendo pucheros hacia Charlie—


. ¡El segundo plato! ¿Qué haremos sin nuestros medallones de foie gras y peras
Bosc? —Como si nada pudiera ser más pretencioso…

—Está bien, es suficiente —dice Charlie, arrojando su servilleta y dándoles


a sus padres una mirada que dice lo siento.

—Estás haciendo una escena —dice Linda en voz baja, mirando alrededor.
No estoy segura si está hablándome a mí o a Charlie, pero de cualquier modo,
me pongo a reír. Ruidosamente.

—Marlin —me advierte Charlie—. Vámonos.

—Por cierto —añado, mirando directamente hacia Perry—. Bienvenido al


siglo XXI, donde las mujeres pueden pedir por sí mismas. Odio el caviar. ¡Sabe a
mocos! —Linda jadea, y Charlie comienza a arrastrarme. No he terminado—. Por
último, cuando su hijo trae una botella de vino de cincuenta dólares, lo cortés es
decir Gracias —siseo, y con un último y fuerte tirón, Charlie me tiene fuera de la
puerta. No para hasta que estamos a seis metros lejos, parados en el
24
Página
estacionamiento. La lluvia está cayendo con fuerza ahora, y miro hacia el cielo y
río.

—¡Qué demonios, Marlin! —grita Charlie, soltándome y girándose hacia


mí.

—Ni siquiera me importa —le digo, riendo—. Eso se sintió increíble.


Siempre he querido decírselo a tus padres.

Me estudia por un momento, mirándome como si fuera una entidad


extranjera. No estoy seguro de las palabras que están a punto de salir de su boca,
pero sí sé que lo que vaya a decir a continuación va a definir el resto de nuestra
relación. Es curioso, el respeto que siento por este momento; independientemente
de si está de mi lado o no. Tiene mucha importancia.

—No tenías que ser tan jodidamente grosera —dice, pasando junto a mí y
hacia el auto—. La referencia a Juego de Tronos fue demasiado.

Me quedo de pie durante unos pocos segundos más mientras él arranca el


auto. Por un segundo, creo que se va a ir sin mí, pero el auto sólo se queda parado,
y el limpiaparabrisas empieza a ir mil por hora de nuevo. Cierro mis ojos,
deseando que él hubiera dicho algo sobre unas líneas como: estuviste increíble allí,
o, gracias por defenderme. La lluvia empapa mi bonita ropa, y me doy cuenta de
que nunca encajaré con la familia de Charlie. Jamás.

25
Página
Traducido por Gemma.Santolaria

Corregido por Bella’

Presente.

L
a luz de la ventana me despierta, y de inmediato siento que algo
está equivocado. No me atrevo a abrir mis ojos por el momento, así
que en vez de eso ruedo, y mi brazo roza la piel de alguien.

Por favor, deja que sea Charlie, pienso.

—Buenos días, preciosa —dice Sebastian, y siento como si alguien me


hubiera golpeado en el estómago.

—Buenos días —murmuro sin abrir los ojos.


Todo esto es un sueño. Tiene que serlo.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta, trayendo uno de sus brazos alrededor


de mí y jalándome suavemente contra su cuerpo desnudo. Se siente mal, como si
estuviera engañando, incluso aunque Charlie no tenga recuerdos de nuestra
relación y sin tener en cuenta el hecho de que estoy supuestamente secuestrada.

Pero no fui secuestrada. Los depredadores no abrazan a sus presas.

—Todavía un poco desconectada de mí misma —miento.


O, ¿estoy mintiendo? ¿Qué demonios está pasando? Abro mis ojos, y las brillantes
explosiones del sol de invierno a través de la ventana prácticamente me ciegan.
Gimo y pongo mi brazo libre sobre mi cara.

—Quédate aquí. Te voy a hacer algo para el estómago —dice Sebastian.


Cuando abro los ojos otra vez, asomándome por debajo de mi brazo, él está en su
chándal y una bata de franela. Tengo que reprimir una risita cuando lo veo
ponerse las zapatillas de Scooby-Doo más feas del mundo, desgastadas y a
jirones. Para mi horror, un par que coincide se encuentran a su lado.

—Gracias —me las arreglo a decir, mi voz silenciosa. Él sólo me da una


palmada en la cabeza antes de salir de la habitación, y me doy cuenta de que soy
libre para huir ahora.
26
Página
Rápidamente lanzo las mantas a un lado. Un aire glacial me saluda, del
tipo que sentí como una niña creciendo en Wyoming. Justo mientras me pongo
una sudadera encima de mi top y me deslizo en las horribles zapatillas de
Scooby-Doo, siento el aire caliente abriéndose paso a través de las rejillas de
calefacción.

Me acerco a la ventana. Nieve cubre el suelo, y tengo que cerrar los ojos
rápidamente porque la blancura quema mis ojos. No me he levantado en la nieve
en un tiempo muy largo.

—¿Mar? —Me llama Sebastian desde la cocina—. ¿Qué tipo de té quieres?

¿Té? Por favor. Dame una humeante taza del café más fuerte del mundo,
cuanto más se parezca al barro, mejor.

—¿Tenemos café? —digo roncamente.

Él no me contesta de inmediato, y no estoy segura si es porque está


buscando el café o porque mi pregunta lo ha sorprendido.

—¿Desde cuándo tomas café? —pregunta, y lo escucho caminar hacia el


dormitorio. Está sosteniendo una taza caliente de algo. El cordel dice “Yogi”, y
cojo un olorcillo de algún tipo de té de hierbas. Dios, ¿ahora bebo té de hierbas?

Ahora. Como si ahora fuera mi nueva realidad. Me niego a aceptar que esta
es mi vida. ¿Cómo puede serlo? El teléfono con el que llamé a Charlie la noche
anterior decía que era el 18 de febrero de 2015, por lo que no es como si pudiera
tener amnesia y no recordara los últimos dos años o algo así. ¿Dónde estuve ayer?
Ni siquiera lo puedo recordar. Es como si mi cerebro estuviera tratando de escalar
a través del fango cuando trato de recordar lo que estaba haciendo antes de ir a
dormir anoche. ¿Por qué no me acuerdo?

—¿Mar? —pregunta Sebastian, sosteniendo la taza hacia mí—. Bebe esto.

Tomo la taza de él y aspiro.

—Gracias. Simplemente no pude dormir muy bien anoche, y el café suena


bien por alguna razón.

Me mira con escepticismo, su lengua rodando por una de sus mejillas.


Pone sus manos en sus caderas.

—Te he conocido por siete años. Nunca te he visto beber café.

¿Qué? ¿SIETE años?

Me encojo de hombros, y tomo un sorbo del pútrido líquido. Está bien,


supongo, pero dudo que me dé el subidón al que estoy acostumbrada.

—¿Qué pasó anoche? —pregunto, esperando algún tipo de respuesta.


27
Página
—¿Quieres decir antes de que empezaras a actuar raro? —Plantea con una
ceja perfectamente arqueada. Por lo menos la Marlin en este universo eligió
bien… Sebastian es muy guapo. Lo estudio bajo la luz de la mañana. Pelo corto
marrón oscuro, un poco despeinado. Ojos marrones, color chocolate con leche;
unos ojos en los que podría perderme. Rasgos angulosos. Es el primo más guapo
de Enrique Iglesias.

Asiento.

—Sí. Antes de que nos fuéramos a la cama. ¿Bebí demasiado?

Él sigue mirándome.

—¿Estás bromeando no?

Lo miro.

—Es una pregunta válida —digo, a la defensiva. ¿Qué pasa, la Marlin de


este universo es una mojigata cuando se trata de beber?

Sebastian sacude su cabeza y cruza sus brazos sobre su pecho.

—Estás embarazada, Marlin.

De golpe, el mundo se inclina sobre su eje ligeramente, y dejo caer la taza


del líquido hirviendo. Antes de que cualquiera de los dos pueda reaccionar, me
agarro a la ventana y cierro los ojos.

—Mierda, Marlin —dice Sebastian, corriendo al baño y agarrando una


toalla de color marrón—. ¿Te quemaste?

Siento que empieza a limpiar la parte inferior de mis pantalones, y luego


se mueve hacia la alfombra beige. Por suerte, cualquiera que fuera el tipo de té
de la taza era de color amarillo claro, no dejará una mancha.

—¿Embarazada? —susurro, mi mano instintivamente yendo a mi plano


estómago. Si estoy embarazada, no lo estoy de mucho tiempo.

Probablemente todavía tengo tiempo para encargarme de ello. Es el primer


pensamiento que me viene a la cabeza, ¿no es eso horrible? Simplemente
demuestra que no estoy lista para ser madre.

—Sí, nena, embarazada —me dice Sebastian, pronunciando la última


palabra. Todavía está en cuclillas secando la alfombra—. Lo descubrimos hace
un mes. Suponemos que estás de ocho semanas, pero no lo sabremos con
seguridad hasta nuestra primera cita que es hoy. —Hoy. Se pone de pie y tira la
toalla a un pequeño montón de ropa. Está sujetando mi taza—. ¿Más té? —me
pregunta, estudiándome.

No conozco muy bien a Sebastian, pero por el modo en que sus labios están
apretados por encima de sus dientes y sus cejas arqueadas me dan la clara
28
Página
sensación de que sospecha de mi comportamiento. Hasta que pueda averiguar lo
que está pasando, tengo que seguir actuando. No puedo permitir que me encierre
en un hospital psiquiátrico antes de que pueda entender por qué me está pasando
esto a mí.

—Sí, por favor —le digo con dulzura, frotando mi vientre.

Esto parece apaciguarlo, porque su cara se relaja, y asiente una vez antes
de salir del dormitorio. Voy corriendo hacia el espejo que cuelga en la parte
posterior de la puerta del dormitorio y me quito la ropa. Me paro, mirándome a
mí misma de perfil. A la luz del día, sin duda puedo ver que estoy más delgada.
Las ganancias musculares que hice en el gimnasio esta semana (¿o fue en esta
semana?) se han ido, eso es seguro. Este cuerpo mío es delicado y delgado, como
una bailarina. Odio admitirlo, pero el pelo corto está empezando a gustarme.
Nunca pensé que me gustaría con el pelo corto, pero en realidad enmarca mi cara
de un modo agradable. ¿Quién sabía?

—Aquí tienes —me dice Sebastian, sorprendiéndome. Salto y doy un


gritito, y luego corro a mi ropa y la mantengo enfrente de mi cuerpo. Sebastian
se ve desconcertado y luego arruga el ceño en señal de frustración.

—Te he visto en posiciones mucho más comprometedoras que esa —dice,


con irritación manchando sus palabras—. Estás actuando raro. —Me alcanza la
taza para mí, y en un movimiento audaz dejo caer mi ropa y camino hacia él.

—Lo siento. Sólo me has asustado. —Sonrío débilmente y tomo un sorbo


del té de menta. Supongo que el té de hierbas no es tan vil, teniendo en cuenta
que ya no puedo beber café—. Mmm —añado, para dar realmente el clavo.

—Recibí una llamada de Jeb hace un momento. Dice que el suelo ha sido
colocado, y que podemos ir a echar una mirada más adelante si queremos. ¿A
qué hora vas a ir a la tienda?

¿Quién es Jeb? ¿Qué tienda? ¿Suelo? Vagamente recuerdo a Sebastian


mencionar las renovaciones que se están haciendo en “nuestra” casa anoche, y
asiento con la cabeza una vez.

—En una hora o así. ¿Me puedes llevar? Todavía me siento un poco
mareada. —Espero con gran expectación para ver si mi audaz declaración pasa
la prueba. Tengo que volar bajo el radar hasta que consiga orientarme, y tengo la
sensación de que pasará cuando no esté siendo distraída por el hombre
excesivamente atractivo frente a mí que sigue llamándose mi prometido.

Sebastian sonríe y se acerca a mí, jalándome en un abrazo cálido. Me besa


en la coronilla, lo que no es difícil, porque al menos es veintitrés centímetros más
alto que yo.
29
Página
—Claro, no hay problema. Probablemente sea bueno, ya que, ya sabes,
sólo tenemos un auto, y lo hacemos todos los días de todos modos —bromea,
dejándome ir y volviendo a salir de la habitación.

Cuando se ha ido, entro en el cuarto de bajo y me meto en la ducha. Toma


unos minutos para que el agua caliente salga por el cabezal de la ducha, pero una
vez que lo hace, se siente gloriosa. Me lavo el cuerpo y el pelo, y me quedo allí
durante un minuto adicional, disfrutando la familiaridad del agua corriente, a
pesar de que todo lo demás se siente tan extraño.

Cierro el agua y salgo, secando mi pelo y poniendo una toalla almidonada


en torno a mí misma, sujetándola en mi pecho. Alcanzo mi cepillo de dientes, o
el que creo que es mi cepillo de dientes. Toco mi barbilla, estudiando los cepillos
de dientes azules y verdes descansando uno al lado del otro. Alcanzo el azul en
un capricho.

—Sabes, te quiero y todo eso, pero el hecho de que estés usando mi cepillo
de dientes me tiene preocupado —me dice Sebastian, viniendo detrás de mí y
viéndome escupir la pasta de dientes.

—Cerebro de embarazada —digo, encogiéndome de hombros.

—¿En realidad eso es una cosa? —pregunta, alejándose de mí mientras me


limpio la cara en la toalla de manos colgando de uno de esos anillos de plástico.

—Claro —digo de modo casual—. En realidad es una cosa.

Él sacude su cabeza y sonríe.

—Eres un ave extraña a veces, ¿lo sabías? —Me besa en la nuca, y siento
que se me pone la piel de gallina. Cierro los ojos. Se siente bien—. Es lo que más
adoro de ti —susurra en mi oído derecho.

—Gracias —le susurro, sin saber qué más decir. ¿Se hacen guías sobre
despertar en una realidad alternativa? Si es así, tengo que conseguir una.

Sebastian se quita la ropa, y miro hacia otro lado mientras él pasa a la


ducha. Sus movimientos son fluidos, y la facilidad con la que me toca y se mueve
a mí alrededor me sobresalta. Con Charlie, siempre estamos chocando entre sí,
siempre conscientes de la presencia del otro, siempre torpes. Con Sebastian, me
muevo instintivamente con familiaridad. Me hace pensar en los miembros
fantasmas. Tengo un cerebro fantasma en este momento: sé que no pertenezco
aquí, pero ciertas partes de mí, como mi cuerpo, reaccionan de una manera que
me hace pensar que sí pertenezco aquí.

Me unto un poco de loción facial, que promete un “resplandor mañanero”.


Soy consciente de que mi vómito de anoche fue producto del feto que crece
dentro de mí. Eso me golpea de repente: ¡Estoy embarazada! ¡Y
estamos emocionados! ¡Me voy a casar!
30
Página
Me apoyo en el fregadero con mis brazos alrededor de mi pecho, pensando
en todos los hechos que he aprendido hasta hora acerca de esta vida.

Estoy embarazada, Sebastian es mi prometido, nos vamos a casar en dos


meses, estamos renovando una casa, vivimos en Vermont, sólo tenemos un auto,
y él me lleva a una “tienda” cada mañana. No tomo café, y un tipo llamado Jeb
de algún modo está involucrado con las renovaciones de nuestra casa. He
conocido a Sebastian por siete años. Charlie no tiene recuerdos de nuestra
relación.

Sebastian empieza a cantar en la ducha, una conmovedora versión


de “Shake it Off” de Taylor Swift. No puedo evitar sonreír.

—Cause the players gonna play, play, play, play, play, ant the haters gonna hate,
hate, hate, hate, hate, baby, I’m just gonna shake, shake, shake, shake, shake, I shake it off,
I shake it off —gorjea, y su voz es molestamente buena.

El agua se apaga, y abre la cortina rápidamente, fingiendo actuar, y me


guiña el ojo. Me quedo boquiabierta hacia él, tratando de mantener mis ojos
centrados en su cara. De algún modo, incluso a pesar de que sé que es mi
prometido, se siente mal comérmelo con los ojos en toda su gloria. Me giro
rápidamente.

—Sabes, toda la mañana has evitado mirar al Rey Henry.

No. No, no, no. Por favor, no dejes que Rey Henry sea el nombre de su pene.
Está mal de tantos modos, pero el modo en que está sacudiendo sus caderas
desde mi visión periférica me hace temblar.

—No lo estoy evitando —acuso, saliendo del cuarto de baño antes de que
me pueda ver sonrojada.

—Lo que tú digas —consiente, envolviendo una toalla alrededor de sus


caderas y cepillándose los dientes.

Me acerco a la pequeña bolsa de lona del suelo, y saco algo de ropa interior
de algodón negro liso. Sacudo la cabeza y suspiro. En silencio me despido de mi
ropa interior de Agent Provocateur de mi otra vida. Encuentro unos vaqueros
sueltos y un grueso jersey de lana marrón, ninguno de los cuales habría llevado
en mi vida real, así que esta Marlin debe estar pasando a través de algún tipo de
crisis de moda. Puede que no me guste gastar mucho dinero en ropa, pero sí que
me aseguro de que me vea bien la mayor parte del tiempo.

Me pongo unos calcetines de lana y recojo mis votas de nieve Sorrel,


poniéndomelas. No he llevado botas para la nieve en diez años. Extraño el ritual
de vestirme para un invierno real. Todas esas capas me hacían apreciar más la
primavera, mi estación favorita. No hay nada como el primer día que te quitas la
chaqueta y sientes el calor del sol sobre tu piel desnuda.
31
Página
Una vez que estoy vestida, voy en busca de un secador de pelo y/o algún
tipo de maquillaje, pero todo lo que puedo encontrar es un corrector barato y un
viejo tubo de máscara de pestañas. Ni siquiera me molesto con eso, es una
infección ocular a la espera para ocurrir, por lo que sólo me pongo un poco de
corrector bajo los ojos y lo dejo pasar. Además, no me veo horrible. La loción
facial hizo lo prometido. Me dio un “resplandor mañanero”.

Una vez que me siento presentable, voy caminando por el pasillo hacia la
cocina, donde Sebastian está de pie, de espaldas a mí, con una toalla alrededor
de su cintura, y está friendo algo en el fogón.

—Tocino para la futura madre —dice, entregándome un pequeño plato


con tres tiras de tocino. El olor es tentador, no he tenido tocino en años. También
me entrega un trozo de pan de trigo integral y un batido de color verde—. Come
—dictamina. Dejo caer la tostada en el plato y me acerco a la pequeña mesa
situada en un rincón de la cocina.

—Gracias —digo, mordiendo el crujiente tocino. Mi boca se hace agua de


inmediato.

—Tienes que ganar algo de peso. Te voy a hacer tocino y tostadas cada día
si tengo que hacerlo. Para hacerte engordar.

Me rio. Miro a mi alrededor y descubro mi teléfono en la alfombra junto


al sofá, donde lo tiré anoche. Por sorprendente que es esta vida, es un poco
pintoresca. Sebastian y yo parecemos estar enamorados. No necesitamos muchas
posesiones materiales, y aunque el apartamento es básico, en realidad es muy
hogareño. Tiene un buen ambiente. La vida es simple aquí.

Cuando termino mi delicioso desayuno, me acerco a mi teléfono. No hay


llamadas perdidas. Incluso después de mi llamada desesperada a Charlie anoche,
no se ha tomado la molestia de volver a llamar. Sabiendo eso me da un sabor
amargo en la boca, como si él fuera a ser el tipo de personas que son testigos de
un crimen y se alejan. Ahora sé que es el tipo de hombre que recibe una llamada
desconcertante de un viejo conocido y cuelga sin ninguna preocupación.

—Me voy a vestir —dice Sebastian, caminando junto a mí mientras estoy


sentada en el sofá con mi teléfono.

—Está bien —contesto.

Abro la tapa del teléfono. Está casi muerto. Camino de vuelta a la


habitación. Sebastian se está cepillando los dientes en el baño. Encuentro el
cargador en mi bolso, por supuesto. Eso es una cosa que Marlin hace. Encuentro
un poco de consuelo ante mi previsibilidad.

Conecto mi teléfono, y escucho silbar a Sebastian mientras miro a través


del registro de llamadas. La mayoría de las llamadas ya sean de entrada o salida
32
Página
son de Sebastian, unas pocas de alguien llamada Emma, un par de Jeb, y por
supuesto, mamá y papá.

Mamá. Mamá entendería mi situación. Decido llamarla más tarde. Antes


de que Sebastian vuelva a salir, voy a través de los mensajes de texto leyendo. He
olvidado cómo usar un teléfono plegable, por lo que me toma un tiempo navegar
entre los mensajes.

Sebastian: ¿Estás? Voy a buscarte. XO


Sebastian: Te quiero, bichito.
Mamá: Recuerda tomar vitaminas prenatales. El ácido fólico es crucial.
Sebastian: Jeb llamó por los accesorios de la cocina. Por favor llámale
cuando tengas un momento. Te amo.
Sebastian: ¿Ya has enviado las invitaciones? Mamá me acaba de
informar que la tía Hilda no estaba en la lista oficial. Tenemos que añadirla. :-
O
Sebastian: Si es un niño, creo que deberíamos llamarle Gunther. LOL.
Emma: Queso. Todo el día cada día.
Mamá: Llámame.
Jeb: El moldeado está terminado. Deberían venir y verlo. ¡Se ve
increíble!
Sebastian: Espero que estés teniendo un día increíble, futura esposita.
XO

—Hola —dice Sebastian, sorprendiéndome. Mi teléfono vuela por el aire,


y lo atrapo, torpemente—. Estás a la que salta hoy, Mar —me dice, y me entrega
una gigante pastilla de caballo y un vaso de agua.

—Sí —digo, asintiendo. Me trago la píldora y hago una mueca mientras


me la tomo—. Puaj. Estas son asquerosas —digo, colocando el vaso en el suelo.

—Lo sé. —Me mira de arriba abajo—. Te ves bien —dice, cayendo hacia
adelante para besarme en la frente—. No me había dado cuenta antes.

—Tú también —le digo, mirando sus oscuros pantalones de franela azul y
verdes, y a sus botas de trabajo.

—¿Lista? —pregunta, tendiendo una mano.

La tomo y suspiro.
33
Página
—Tan preparada como nunca lo estaré.

34
Página
Traducido por Selene

Corregido por Bella’

Hace cinco días.

—¿Q ué prefieres: Rain Water o Caribbean Mist? —pregunto,


sosteniendo dos cartas de muestra de color, las agito
frente a la cara de Charlie.

Levanta la vista brevemente, pero apenas mira los colores antes de bajar
la vista hacia su teléfono y encogerse de hombros.

—Se ven exactamente igual para mí.

—No, no son iguales —contrarresto—. Rain Water es más gris, más claro
y sutil. Caribbean Mist es un azul bebé, brillante, y más oscuro. ¿No puedes
verlo? —Levanto mi voz un poco, sabiendo que va a levantar la mirada y
responderá para no llamar la atención. Si hay una cosa que Charlie odia más que
nada, es hacer una escena. Es más parecido a sus padres de lo que le gustaría.

Sus ojos estudian las dos tarjetas de muestra.

—Rain Water. Va mejor con el color del sofá de cuero. —Le doy una
sonrisa tensa, y asiento con brusquedad. Cuando ve que me calmo vuelve a
escribir algo en su teléfono. Me pregunto si está usando FaceTune. Es probable
que esté tratando de mejorar la selfie que tomó en el estacionamiento de Home
Depot hace unos momentos, obviamente es mucho más importante que elegir el
color de las paredes que vamos a mirar fijamente todos los días. ¿Debe
documentar cada maldita cosa?

Cruzo mis brazos y camino hasta el tipo que mezcla la pintura. Veo que
me echa un vistazo por un segundo antes de sonreír cordialmente. Es lo
suficientemente mayor como para ser mi padre.

—Hola —le digo, colocando la tarjeta de muestra señalando a Rain


Water—. Nos gustaría tener dos litros de Rain Water, por favor.

—No hay problema. Me tomará unos minutos. ¿Necesita una pintura de


base?

—Hoy no —digo con dulzura.


35
Página
Él sólo asiente y se acerca a la máquina de mezcla de pintura. Lo veo tirar
de dos galones de pintura blanca y colocarlas a un lado, moviendo los párpados
con precisión. Miro a Charlie, y todavía está jugando con algo en su pantalla. He
intentado preguntarle, sarcásticamente por supuesto, ¿cuál es el punto de utilizar
FaceTune? Si sólo va a usar Photoshop en sus mejillas y su nariz en cada maldita
imagen ¿por qué no haces un poco de dieta y te arreglas la nariz? Él no estuvo
encantado con esa sugerencia.

Vuelvo mi atención a la pintura. Líquido azul brillante sale a borbotones


de la pequeña boquilla, para mezclarse con la pintura blanca. Se detiene, y el
trabajador coloca de nuevo en la parte superior otro tarro de pintura. Luego se
mete en el mezclador, y el ruido de martillo neumático llama la atención de
Charlie. Él mira hacia arriba, sorprendido de encontrarme a unos pocos
centímetros de distancia, y se acerca. Juro que podría perderme, y no iba a darse
cuenta de eso por lo menos durante siete minutos.

—Se va a ver bien, nena —me dice. No me convence mucho. Su voz es


plana e indiferente. Podría haber elegido Rice Curry, que es literalmente del color
de la caca de bebé, y habría asentido diciendo: se va a ver bien, nena. ¿Cuándo dejó
de preocuparse?

Una vez que ambos tarros se mezclan, nos dirigimos a la sección de


accesorios de luz para escoger una nueva luz para el comedor. Él escoge un par
de atrocidades que veto, y finalmente después de lo que parece horas, nos
decidimos por una pequeña lámpara de bronce de cristales facetados.

—No puedo estar aquí por mucho más tiempo —me quejo. Estar en Home
Depot es una tortura. Cada vez que paso a través de esas puertas, quiero salir de
nuevo y comer un perro caliente en el pequeño carro de afuera, esperando que
Charlie termine cualquier cosa aburrida que haya que comprar.

—Todavía tenemos que seleccionar algunas plantas para el jardín —me


recuerda y comienza a conducir el carro hacia la parte trasera de la tienda, donde
está la pesadilla cálida y húmeda.

—En realidad, las cosas del vivero South Ola Vista tienen unos precios más
razonables. ¿Pensaba que podríamos ir por allí después del almuerzo? —agrego
con tono esperanzador.

—Sí, bien. —Charlie está de acuerdo, llevando el carro. Ama las rebajas.
Pagamos nuestra pintura y las luces, me siento supremamente victoriosa cuando
salgo.

Nos dirigimos al Café Calypso, nuestro lugar favorito. Ninguno de los dos
dice nada, pero Charlie golpea el volante al ritmo de una canción, a pesar de que
la radio no está encendida. Comprueba su teléfono cada pocos minutos, y quiero
36
Página
gritarle porque podría ocasionar un accidente. Prefiero no morir porque tenía que
revisar su Instagram…

Nos estacionamos en la Avenida Del Mar y caminamos por el patio


español, hasta el pintoresco edificio histórico que alberga la cafetería. La
anfitriona, Amelia (su primer nombre) asiente hacia nuestra mesa, en silencio
señalándonos que nuestra mesa favorita en el exterior se encuentra libre.

Siempre venimos aquí.

—Creo que voy a almorzar una ensalada —dice Charlie levantando las
cejas. Siempre dice eso, pero siempre termina pidiendo un sub italiano3.

—Bien por ti —digo mirando mi menú a pesar de que voy a pedir lo


mismo de siempre.

La camarera está un poco nerviosa, aunque no parece ocupada.

—¿Qué puedo ofrecerles? —nos pregunta mientras una hebra de cabello


rubio se pega a su brillo labial. Debe ser nueva: siempre venimos y nunca la
hemos visto. Miro mi menú como de costumbre y señalo el wrap del desayuno
de vegetales.

—Tortilla de trigo integral, por favor —solicito y ella asiente escribiendo


algo en su libreta.

—¿Y para ti? —Sus ojos recorren a Charlie, escaneando su cara, pecho y
luego sus brazos. Veo una pequeña pizca de interés porque se endereza y su
sonrisa se vuelve más amplia. Miro a Charlie, mientras deja de ver el menú para
pedir. Es un tipo guapo. Ha ganado algo de peso en los últimos años, pero en
realidad lo hace ver más atractivo, porque tiene toda esa cosa de perder-peso-
como-Chris-Pratt. Su cabello rubio está escondido detrás de sus orejas, y lo hace
tener una de las sonrisas más blancas y perfectas que he visto nunca.

—Sub italiano —elige y ambos entregamos nuestros menús. No digo nada


sobre la ensalada. La verdad me gusta que sea robusto. No tiene sobrepeso, pero
es corpulento. Es el tipo de persona que juega fútbol en la secundaria, y sigue
jugando baloncesto con los amigos, que por lo menos bebe dos cervezas en la
noche, y, además puede levantarme sin dificultad. Digamos que me gustaría
tenerlo en mi equipo si estuviéramos en Survivor. Ahora me pone más atención
ya que está en “modo papá”.

—Estoy hambrienta —le digo frotando mi vientre—. Ir a Home Depot


siempre me provoca apetito.
—Es porque lo asocias a los perros calientes.

3 Sub Italiano: es un sándwich con una baguette rellena.


37
Página
Me río.

—Eso es ridículo. —Lanzo mi pelo largo detrás de mi hombro y tomo un


sorbo de agua.

—En serio —dice poniendo sus codos sobre la mesa y descansando su


barbilla en sus manos—. Cuando eras una niña, apuesto a que tu padre siempre
te compraba perros calientes en el carro. Ahora, siendo adulta, asocias Home
Depot con los perritos calientes, e inexplicablemente tienes hambre.

No digo nada. Él tiene un punto. Esa es la cosa con Charlie por lo general,
dice cosas estúpidas todo el tiempo y de vez en cuando me sorprende con su
inteligencia astuta. Aunque nunca le diría esto, en mi cabeza siempre lo comparo
con Joey de Friends. Agradable a la vista, pero obtuso y estúpido la mayor parte
del tiempo.

—¿Por qué siempre pides un burrito de desayuno, incluso cuando es la


mitad de la tarde? —me pregunta, realmente curioso.

—El desayuno es mi comida favorita —le digo, tomando otro sorbo de


agua. Charlie se encoge de hombros, y luego comprueba su teléfono por
billonésima vez hoy. Para efectos de comparación, no he comprobado el mío una
vez desde que salimos de nuestra casa hace más de dos horas. Pero, ¿quién lleva
la cuenta?

—Estaba pensando comprar algunos tomates —dice Charlie de la nada.


Me di cuenta después que está hablando del jardín que plantaremos en un par
de meses, otra razón para nuestra próxima parada en Shore Gardens.

—Suena bien —le contesto.

—Nena, no podrías sonar menos entusiasta si lo intentaras. —Se ríe


alcanzando mi mano a través de la mesa.

Yo sonrío.

—El jardín es tu fuerte. Déjame hacer mi magia en el interior —le respondo


guiñando un ojo.

—Bien, bien. Porque me importa una mierda si escogemos Rain Mist o


Caribbean Berry o como sean esos colores ridículos. Realmente eran lo mismo
para mí.

Nos reímos.

—Es Rain Water, por cierto.

—Sí, sí.
38
Página
Nuestra comida llega y la camarera ubica nuestros platos, espera a que
Charlie tome un bocado. Él le da un espectacular y descomunal mordisco.
Cuando ha terminado de mascar, le da un pulgar hacia arriba y ella sonríe.

—El sub italiano es mi favorito —dice ella con la voz entrecortada.

No creo que me haya mirado ni una vez desde que estoy aquí, pero no me
molesta.

—Sí —dice Charlie, frotándose el estómago—. Tengo que mantener mi


figura.

Se ríe y se aleja, pero no antes sin darme una mirada. Sólo muevo la cabeza.
Las mujeres pueden ser tan maliciosas, es tan fácil ofenderse pero prefiero
ignorar esa mierda.

Después de que terminamos de almorzar, pagamos y nos dirigimos a


Shore Gardens. Después de una improductiva y soporífera tarde, nos dirigimos
a nuestra casa de dos pisos recién comprada con un préstamo que el banco dio a
Charlie. Ayudo a Charlie a descargar el camión, y luego corro por escaleras para
cambiarme para ir al gimnasio.

Una hora más tarde, mientras conduzco por la entrada, el sudor se aferra
en mi camiseta, escucho la canción favorita de Charlie alto desde el interior de la
casa. Estaciono detrás de su camioneta, cerrando de golpe la puerta tal vez
demasiado fuerte. El volumen de la música es un poco desubicado para las cinco
y media de la tarde. Me acerco a la puerta principal para encontrar que está
abierta de par en par, genial. Lanzo mi bolso al suelo y me dirijo a la cocina, donde
Charlie y tres de sus amigos están jugando pong con cerveza4.

—¡Charlie! —grito sobre la música. “Sweet Emotion” de Aerosmith está


vibrando a través de la casa, y cuando Charlie me ve, camina hacia mí y me
envuelve en un abrazo de oso.

—¡Marlin! ¡Hola, nena! —Me besa en los labios, y sabe a cerveza rancia.

—¡Apaga eso! —le grito, alejándome y haciendo un gesto hacia el estéreo.


Charlie baja el volumen. Mis oídos ya están pitando—. ¿Qué diablos? —grito—.
¡Podía escuchar la música desde la calle! Nos acabamos de mudar hace dos
semanas. ¡Preferiría no tener a los policías en nuestra puerta! Además,
¡compartimos una pared con nuestros vecinos! —siseo, apuntando a la pared de
la sala que divide nuestra casa con los de al lado.

4Pong con cerveza: es un juego donde tienes que acertar con una pelota de pin pong vasos
plásticos.
39
Página
—Amigo, lo siento, Marlin —dice Stuart, uno de los amigos de Charlie—.
Estábamos a punto de irnos.

Los tres chicos chocan sus palmas con Charlie y por el rabillo del ojo veo
a Stuart levantar su mano y bajarla rápidamente, dominado, dice en silencio. Lo
observo hasta que se va.

—Mar, sólo pasaron con algunas cervezas y nos pusimos al día.

—Es un domingo por la tarde, Charlie, —digo, exasperada—. Este no es


nuestro viejo barrio de la universidad donde nada importa. Hay familias
viviendo aquí. No puedes explotar tu música universitaria a todo volumen
cuando la gente sólo quiere sentarse para tener una cena agradable.

—Está bien, mamá —murmura en voz baja.

No me gusta la forma en que me habla y me odio a mí misma aún más


porque se lo permito. Pongo mis manos sobre mis caderas.

—Voy a ducharme.

Troto por las escaleras de madera. Mis piernas queman, y disfruto de la


sensación de mi cuerpo fuerte. Es la única cosa que estoy orgullosa, y trabajo duro
para mantenerme en forma. Me quito la ropa y entro en la ducha de cascada
recientemente renovada, cierro los ojos y dejo que el agua enjuague el sudor.
Después de un minuto, escucho a Charlie subir y abrir la puerta de la ducha. No
abro los ojos. Envuelve sus grandes brazos alrededor de mí por detrás y me da
un beso en el cuello.

—Lo siento, nena —susurra. Su aliento huele como enjuague bucal. Por lo
menos tiene una A por el esfuerzo. Me giro y pongo mis brazos alrededor de su
cuello.

—Simplemente no quiero que nuestros vecinos nos odien, ¿sabes? Nos


acabamos de mudar, y nos quedaremos por un tiempo.

—Lo sé. —Me besa en la coronilla y aparta el pelo mojado de mi cara—.


¿Cómo estuvo el gimnasio?

—Bien —le digo, animándome—. Estoy trabajando mis muslos y mis


tríceps.

—¡Eso es genial! —Choca su palma contra la mía y el gesto me pilla con la


guardia baja. A veces me siento como uno de sus amigotes en lugar de como su
novia.

—Deberías venir conmigo alguna vez —le sugiero, y él se ríe—. ¡Lo digo
en serio! Veo muchas parejas que se ejercitan juntas, y me pone triste que no
tengamos eso. Me encantaría trabajar contigo.
40
Página
Él sólo eructa ruidosamente y sale de la ducha.

—Tal vez algún día. —Se seca y se va del baño, me siento decepcionada e
insatisfecha.

No es que quiera que luzca como un chico atlético, juega baloncesto tres
veces a la semana, y lo amo como es. Pero es la completa falta de interés en mis
pasiones lo que me desconcierta.

Si alguna vez me pidiera que jugara baloncesto con él (algo que nunca ha
hecho), lo haría en un instante.

41
Página
Traducido por Jenn Cassie Grey y Raeleen P.

Corregido por Flochi

Presente.

C
uando caminamos fuera, el aire helado del invierno me sorprende.
Incluso aunque pasé mi niñez en Wyoming, técnicamente estaba
en Orange County ayer. La yuxtaposición es asombrosa. Voy
detrás de Sebastian, insegura de a dónde nos dirigimos, y nos lleva hacia un Jeep
viejo negro estacionado en un garaje de vigas y madera. El crujido de la nieve
debajo de mis pies es reconfortante. No he visto nieve desde que me mudé de
casa. Nunca me había dado cuenta cuánto extrañaba la limpia sensación de una
mañana llena de hielo y frío. El aroma de la madera húmeda y tierra llenan mis
fosas nasales. Inhalo profundamente.

—Entonces vendré a recogerte a las tres para tu cita. Podemos ir a ver la


casa después de eso. Jeb dice que los chicos habrán terminado a eso de las cuatro,
entonces debería ser perfecto. ¿Qué tal suena eso? —pregunta Sebastian mientras
abre mi puerta. Entro, y él da la vuelta hacia el asiento del conductor.

—Mi cita —repito.

Sale del garaje, girando los botones en el auto para que la calefacción esté
funcionando.

—Sí. La primera —dice emocionado. Se frota sus manos y me sonríe con


alegría, y después coloca una mano gentil sobre mi estómago. Está emocionado,
está emocionado por este bebé.

—A las tres está perfecto —digo, sin inmutarme. El único miedo por
embarazo que tuve con Charlie hace un par de años resultó con él paseando en
el departamento por horas hasta que fue lo suficientemente valiente para
comprarme una prueba en la farmacia. Obviamente, cuando salió negativo, saltó
de alegría. Literalmente.

—¿Estás caliente? —pregunta Sebastian mientras los limpiaparabrisas


quitan lo último del hielo del cristal. No he tenido que esperar a que el parabrisas
quite el hielo por años.
42
Página
—Sí —digo y coloco mis manos frente a la ventilación de aire. Se está
calentando más a cada segundo. Se siente excelente. Los viejos asientos de cuero
son glaciares, así que le doy la bienvenida a cualquier fuente de calor.

Sebastian sale del garaje y entra a otro camino. Obtengo mi primer vistazo
alrededor de Vermont.

¿Por qué vivo aquí? No he visto a ninguna otra persona. Los arboles están
desnudos, los caminos son de un solo sentido, y aparte de nuestro complejo de
departamentos, no he visto ni un solo edificio, tienda o casa. Aunque, mientras
miro alrededor de la vegetación, hay una clase de calmante quietud aquí, una
misteriosa belleza que no puedes imitar en ningún lado, ciertamente no en el sur
de California.

No me doy cuenta que estoy jugando con un pedazo de hilo de mi suéter


hasta que miro hacia abajo, y mis dedos están enredados en una bola de hilo.
Sebastian coloca una mano sobre la mía.

—Oye, ¿estás bien? —pregunta sinceramente, y por primera vez me siento


culpable. No puedo darle la Marlin a la que está acostumbrado. Me veo como
ella, pero no soy ella. ¿Por qué está pasando esto, y por qué no puedo recordar
nada de esta vida? Siete años es un significativo periodo de tiempo, y todavía no
puedo pensar en siquiera un recuerdo.

—Tuve un extraño sueño anoche —contesto, tratando de sonar


despreocupada.

—He leído sobre esos, sueños de embarazo. He leído que pueden ser algo
extraños. —Ríe y mira por la ventana. Necesito llamar a mi mamá, necesito saber
qué está pasando—. ¿Estás segura que estás bien? —pregunta justo cuando se
estaciona.

Asumo que esta es “la tienda”, y no quiero preocuparlo más de lo que ya


está.

—Sí, nena. Estoy bien —digo inclinándome y dándole un beso en la


mejilla. Me echo hacia atrás y busco la manija, pero Sebastian toma la manga de
mi suéter y me jala de regreso hacia él.

—¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que obtengo de la hermosa mamá de mi


bebé?

Abro la boca para responder pero él rompe la distancia y coloca sus manos
a cada lado de mi cara y me jala más cerca, así sus labios apenas tocan los míos.
Mi cuerpo se enciende debajo de su toque, y rompo la distancia y presiono mis
labios contra los suyos. ¿Qué puedo decir? Mi cuerpo conoce como ser íntimo con
él. Puedo sentirlo en la forma en que mi corazón martillea contra mi pecho, y en
la forma en que mis labios se curvan en una sonrisa.
43
Página
Su boca es suave, y su lengua explora la mía con familiaridad, empujando
los límites de lo que es apropiado para un beso de despedida. Su pulgar recorre
mi mejilla y después muerde mi labio inferior y gimo. De nuevo, mi cuerpo
responde sin un pensamiento. Se aleja, y soy dejada deseando más de este
hombre que apenas conozco.

—Te veo a las tres —susurra en mi oreja, y después se aleja y guiña un ojo,
colocando sus manos detrás de su cabeza despreocupadamente—. Ten un buen
día, mi amor.

—Tú también. —Abro la puerta y salto fuera, mis piernas un poco


inestables. Mientras mi respiración forma nubes frente a mi cara, miro arriba
hacia el edificio rojo.
Graton Village Cheese

Santa mierda, los sueños sí se vuelven realidad, ¡trabajo en una tienda de


queso! Me alejo y saludo con la mano a Sebastian y él sonríe desde dentro de su
Jeep, su amplia sonrisa visible desde donde estoy. Preferiría si Sebastian se fuera,
dejándome con mis propias tareas. También, no tengo una maldita idea de qué
hacer después. Como sea, se queda ahí, y me doy cuenta que está esperando a
que entre. Eso es algo dulce.

Giro y camino hacia la puerta. Me estiro y trato de abrirla, pero se estrella


contra el seguro. Está cerrada. Maldición.

Piensa, Marlin. Miro a mi alrededor y cuando miro de nuevo a Sebastian,


sus cejas están fruncidas juntas en confusión. Alza sus manos como si preguntara,
¿Qué sucede?

Busco en mi bolso, y encuentro un gran llavero lleno de llaves. Genial.


Ahora tengo que averiguar cuál llave es. Trato la grande de oro primero, y por
supuesto no es esa. Sigo con la siguiente, y finalmente la séptima entra. Me giro
y saludo a Sebastian de nuevo antes de empujar la puerta para abrirla. Él asiente
y comienza a alejarse. Debe pensar que soy una mierda loca…

Una vez dentro, busco la luz, palpando el largo de la pared interior hasta
que mi dedo encuentra el interruptor. Lo presiono, y la habitación se ilumina
lentamente, una sección de luz fluorescente a la vez. Una vez que todas las luces
están encendidas, miro alrededor con admiración.

En lo más alto de lo que parece ser un gran mostrador lleno de quesos en


el centro de la habitación, estanterías y pasillos hacen línea en las secciones
exteriores, llenas con jarabe de maple, galletas de maple, galletas, jalea, pan,
salami seco, y todo lo demás que una pequeña tienda de quesos rural de Vermont
puede tener.
44
Página
Camino hacia el mostrador, viendo la vitrina de quesos. Está vacía por
supuesto. ¿Quién dejaría fuera el queso, incluso si está refrigerado, toda la noche?
Pongo mi dedo contra mi labio, abrumada con el hecho de que probablemente
soy la única persona aquí esta mañana, y no tengo idea de qué hacer o cómo
llevar una tienda de quesos.

Pongo mi bolso en el mostrador cerca de la vieja caja registradora y


rebusco entre los papeles acomodados en el espacio entre la registradora y la
vitrina de quesos. Nada de esta información ayuda, todos son permisos, licencias,
e información de los empleados. Abro el gran gabinete debajo del mostrador, que
contiene archivos de cada empleado. Encuentro mi archivo y lo veo rápidamente,
sacando mi solicitud.

Marlin Winters
marlin.winters@gmail.com
307- 566-5555
1133 Hill St., #3A
Brattleboro, VT 05301
Contacto de emergencia: Sebastian Juares (novio) 802-341-7800
Empleada desde Junio, 2010

Veo la información de mi salario, pero eso no me ayuda en este momento.


Me doy cuenta que he estado trabajando aquí por casi cinco años. En mi vida real,
me gradué de la Universidad de San Diego en Junio del 2010, el mismo mes que
comencé a trabajar aquí. Más que eso, vagamente recuerdo a Sebastian
mencionando que nos hemos conocido por siete años, y estoy segura que no lo
conocí en San Diego.

Coloco los archivos de regreso en su lugar, y busco en mi bolso por mi


teléfono. Solo son más de las nueve de la mañana, lo que significa que solo son
más de las siete en Wyoming. Espero que mi mamá esté despierta. Encuentro su
contacto en mi teléfono, y estoy aliviada de que su número no haya cambiado.
Suena tres veces antes de que ella conteste.

—¿Marlin? —pregunta, su voz tensa con preocupación—. ¿Todo está


bien?

—¿Qué, no puedo llamar a mi propia madre para decir buenos días? —


Río.

Se queda en silencio del otro lado, y entonces exhala fuertemente.


45
Página
—Por supuesto que puedes. Solo que es temprano, así que pensé que algo
pasaba.

—Oh, no, todo está bien. Lamento preocuparte. Y lamento llamarte tan
temprano.

—¿Cómo está todo? ¿Estás en la tienda? Ya sabes, estaba leyendo que las
mujeres quienes se quedan mucho en sus trabajos son más propensas a tener
embarazos sin complicaciones.

—¿En serio? Qué interesante. —Siento una oleada de alivio ante la


familiaridad de su voz. Mientras que todo lo demás es muy diferente, al menos
ella es la mamá que siempre he conocido y amado. Y es agradable poder hablar
sobre esta extraña en mi interior. Aún no me acostumbro a la idea de estar
embarazada. Nunca tuve el tiempo de acostumbrarme a la idea como una
persona normal.

— ¿Cómo te sientes? ¿Ya tienes las náuseas matutinas?

—Más bien nocturnas —contesto, y pienso en la pasta de anoche. Se me


retuerce el estómago en respuesta con tan solo pensar en la salsa roja—. Ahora la
pasta me da asco —añado, pues sé que ella quiere toda la información posible.

—Sé que Sebastian te cuida muy bien —me dice mamá, con ternura. Me
sorprende. Nunca ha demostrado ninguna clase de afecto hacia Charlie, supongo
que no lo había notado hasta ahora.

—Sí, sobre eso… Mamá, te llamé por una razón.

—¿Todo va bien entre ustedes? —pregunta de repente, con pánico.


Reprimo una carcajada.

—Sí, todo va bien. Es que… —Miro hacia el techo, pensando en la forma


de decir lo que quiero sin parecer loca—. Me desperté anoche y me sentí… rara.
He estado soñando con Charlie y San Clemente, y supongo que solo necesito
asegurarme de que eso es normal —miento. No es para nada normal, pero ¿de qué
otra manera voy a obtener las respuestas que necesito?

—¿San Clemente? ¿Charlie? —pregunta, y cierro los ojos. No sabe quién


es Charlie y supongo que nunca he vivido en San Clemente en esta vida.

—No lo sé. Charlie era un amigo de la universidad. De San Diego.

—Marlin —susurra mi mamá—, ¿de qué hablas?

—La Universidad Estatal de San Diego —contesto—. ¿Mi universidad?

—Cielo, no fuiste a la universidad en San Diego.


46
Página
—Bueno, ¿entonces a cuál fui? —chillo, sintiéndome frustrada de pronto.
Me recargo contra el mostrador, derrotada. No sé nada de esta vida. ¿Estaré
teniendo una crisis mental?

—Marlin —repite mi mamá, y la escucho bajar la escalera. Siempre se va


de la habitación cuando la conversación se pone seria. Es como si no quisiera
preocupar a mi papá, un completo entrometido cuando se trata de mí. Una vez
escuchó una conversación que tenía con mi mamá sobre los cólicos, al siguiente
día había una caja de Midol y otra de chocolates en mi puerta—. Me estás
preocupando.

Esas palabras me golpearon y me enderezo. Era obvio que llamar a mi


mamá para conseguir respuestas había sido mala idea. Volteo a ver la
computadora en el mostrador.

—No es nada, mamá. Es que he tenido sueños raros. Y solo me preguntaba


si eso era normal cuando una está embarazada. Seguro no fui clara… Estaba
balbuceando.

—Ah —exclama, aliviada—. Sí. Esa clase de sueños son muy normales.

—Está bien, qué bueno. Debo irme. Te quiero, mamá.

—Y yo a ti, linda.

Cuelgo antes de que me pregunte otra cosa y voy hacia la computadora.


Es una computadora vieja de escritorio, algo que no he visto desde mitades del
2000. Una vez encendida, me conecto a Facebook.

La contraseña que has ingresado es incorrecta. Por favor intenta de


nuevo (asegúrate de que el botón de mayúsculas está apagado).

Claro. Entro a mi correo electrónico con facilidad. Mi falta de imaginación


para nuevas contraseñas dio frutos. Pido una nueva contraseña en Facebook, y
una vez que la restablezco, entro. Reviso mi inicio y no reconozco a la mayoría
de la gente. Claro que no… Tenía un grupo cercano de amigos en la Universidad
Estatal de San Diego, así que si nunca asistí ahí, nunca nos conocimos.

Ese pensamiento me sorprende, ¿cuántas cosas son diferentes?

Voy a mi perfil y veo mi información. Mi cumpleaños y mi email son los


mismos. Dice que trabajo en Graton Village Cheese (2010-presente), estoy
comprometida con Sebastian Juares, vivo en Brattleboro, Vermont, y estudié
Artes Liberales en la Universidad Estatal de California en Long Beach. Ah, y que
pasé un año de intercambio en Florencia, Italia.

Me enoja que no recuerde eso. Siempre he soñado con ir a Italia.

Veo mis fotos. No debería sorprenderme pero aún me sorprende ver años
y años de mí. No recuerdo nada de eso. Los últimos dos años son solo fotos de
47
Página
Sebastian, de mí, de unos cuantos amigos. Emma, la amiga de mi teléfono,
aparece varias veces. Es alta, pálida, y muy pelirroja. Jeb también aparece un par
de veces y, gracias a una investigación por Facebook, veo que está casado con
Emma (desde agosto del 2013). Es bueno saberlo.

Se siente raro tener que llenar las lagunas de mi vida, pero es mi única
opción ahora mismo.

Voy aún más atrás y veo fotos de la universidad que no recuerdo haber
tomado, los recuerdos que no recuerdo haber hecho. Voy a mi álbum de
Florencia, y me sorprende encontrar a Sebastian en la mayoría de las fotos. Parece
que nos conocimos ahí. Le doy clic a su perfil y, efectivamente, él es de
Brattleboro y asistió a William College en Williamstown, Massachusetts del 2005
al 2009, un año más adelante que yo. Nació el 4 de abril de 1986, lo cual quiere
decir que es un año y medio más grande que yo. Trabaja como profesor de arte
en la secundaria Brattleboro Union.

Lenta pero segura, comienzo a unir las piezas de mi vida. En lugar de San
Diego, fui a la universidad en Long Beach. Que conozca a Charlie tiene sentido,
él estuvo en Long Beach por dos años antes de transferirse a la Universidad
Estatal de San Diego.

Extraño toda mi experiencia universitaria. Extraño… el trauma. Todo.


Aunque me alegra que esta Marlin no tuviera que pasar por eso. Ella ha tenido
una vida normal.

Sebastian y yo hemos sido pareja por siete años. Le doy clic a mis eventos.
Me pidió matrimonio el 1ro de enero del 2014… hace más de un año.

Uf. Eso es demasiada información para una mañana. Ya iba a salirme pero
entonces me embarga la curiosidad. Pongo el nombre de Charlie en el buscador
y, para mi sorpresa, somos amigos en Facebook. Se ve diferente… más rellenito,
más feliz. Está casado con una tal Elizabeth Pierce, y cuando veo las fotos de su
boda, siento envidia en la boca del estómago.

Ella tiene un vestido de novia Vera Wang que probablemente cuesta más
que mi salario de tres meses. Tiene el cabello rubio y largo, y al ver el color de su
cuerpo me pregunto si nació en Orange County, su bronceado perfecto la delata.
Veo el resto de su álbum y me sorprende ver una foto de ella riéndose con Linda
y Perry Chapman. Linda tiene una mano en su brazo y Perry la ve con amor. No
creo que él alguna vez me haya sonreído, mucho menos verme con amor. Unos
minutos más de acoso en Facebook me permite tener una imagen más clara. Es
originaria de Laguna Beach, y sus padres son amigos de los Chapman.

Me salgo de Facebook y golpeo el ratón contra su alfombrilla. No puedo


creer que Charlie esté casado. Apuesto a que el señor y la señora Chapman
48
Página
pantalones-caros están encantados de que ella sea de una familia con pedigrí. Me
cruzo de brazos y miro al suelo fijamente. No sé por qué estoy tan ofendida.

Aunque eso lo explica todo. Me siento traicionada. Sé que no tiene sentido


que me sienta así, pero ver a Charlie con alguien más, que sea más feliz, que sea
él mismo, hace que me dé cuenta de algo que me cae pesado en el estómago.
¿Quizá no estemos destinados a estar juntos? Y tal vez, solo tal vez, seamos más
felices el uno sin el otro.

Cierro los ojos y me concentro, con la esperanza de regresar de pronto a


mi vida real en San Clemente. Extraño mi estudio de yoga. Extraño mi auto. Y a
mis amigos. Hasta extraño a Charlie, a pesar de que el bastardo esté casado con
el clon de Lauren Conrad. Extraño el sol, la playa, y mi casa. Todo eso me es
familiar. Todo esto… ¿qué es, con exactitud? No es un sueño. Es demasiado real
para ser un sueño, y he tenido algunos sueños demasiado realistas. Sin embargo,
cada vez que trato de pensar en la noche pasada, tengo la misma sensación
pesada en el fondo de mi cabeza, que me entorpece. Es lo mismo que siento
cuando intento salir de una pesadilla.

Es solo que no entiendo por qué pasa esto. Quizás estoy muerta. Quizá
tengo un tumor cerebral, o a lo mejor solo me estoy volviendo loca. Es posible
que esta sea mi vida real. Nunca lo había pensado. A lo mejor esto sí es un
síntoma raro del embarazo, y mi vida en el sur de California es inventada.

Pero entonces, ¿por qué no recuerdo nada de esta vida?

Me vuelvo a la computadora y busco “universos alternos”. Un montón de


información aparece.

Los universos paralelos existen exactamente como el nuestro. Estos


universos están relacionados con el nuestro; se ramifican del nuestro, así como
nosotros a otros. Dentro de estos universos, nuestras guerras han tenido
diferentes resultados a las de nosotros. Este pensamiento puede aturdir a la
mente y sin embargo, es completamente comprensible. Las nociones de los
universos paralelos o dimensiones que se parecen a la nuestra, han aparecido
en obras de ciencia ficción y han sido utilizadas como explicaciones en la
metafísica. Descubrimientos científicos sugieren que hay otras leyes que
funcionan en el universo, operando así en un nivel más profundo a los que
conocemos.

Apago la computadora y me recargo en el mostrador, acunando la cabeza


en mis manos. De repente me siento con náuseas y llego al baño justo a tiempo
para vomitar el desayuno que Sebastian me preparó. Una vez que termino de
limpiarme, cierro la puerta, e intento averiguar cómo demonios voy a manejar
una tienda de queso.
49
Página
Traducido por Smile.8

Corregido por Flochi

Hace cuatro días.

A
rqueo un poco mi espalda, dejando que la posición del perro hacia
abajo estire mis entumecidos músculos. Mi coleta roza el suelo, y
me siento fuerte, equilibrada, y centrada.

—Ahora vuelvan hacia arriba —digo, mi voz tranquila sobre el tintineo de


la música—. Y suban sus brazos por encima de la cabeza. —Me levanto y subo
mis brazos, finalizando con el saludo al sol—. Inhalen hondo —añado, tomando
tres respiraciones consecutivas a través de mi nariz—. Namaste —finalizo. Mi
clase repite mis palabras, y después la confusión de la finalización de la clase
aparece: todo el mundo trepando y dándose prisa en salir primero, olvidando la
paz de hace un momento.

Enrollo mi colchoneta y me pongo un par de chanclas. Saco la goma de mi


cabello y sacudo mi cabeza. No me percato del estudiante solitario parado en la
posición neutral de tadasana hasta que me doy la vuelta. Mis ojos vagan por su
cuerpo; pantalones cortos de básquet, una camiseta apretada, pelo corto y
marrón, y ojos verdes. Parece como el tipo de chico que era el mariscal de campo
estrella en el instituto.

—Ten una buena noche —le digo, y mientras salgo del estudio, siento
como me sigue.

—Hola, ¿Marlin? —pregunta, corriendo detrás de mí. Pone sus manos en


sus bolsillos y mira hacia abajo a sus pies—. Gracias por la increíble clase —dice,
y después levanta su cabeza y me mira.

—Claro —replico, y miro hacia Sia, la recepcionista. Ella levanta sus cejas
pero continúa mirando a la pantalla de su ordenador.

—¿Quieres ir a tomar un café en algún momento? —añade, y la


desesperación es evidente.

—Lo siento, tengo novio. —Y le sonrío.


50
Página
—Vale, lo tengo —dice, levantando los dos pulgares con una pequeña
sonrisa—. Bueno, ¡ten una buena noche! —Se vuelve y se va, y una vez que está
fuera de la puerta, suspiro en voz alta.

—Era lindo —dice Sia, sus uñas largas y de mentira dando golpecitos
contra el teclado. No sé por qué, pero sus uñas me dan escalofríos.

—Era lindo —digo, coincidiendo—. Pero amo a Charlie.

—Bien por ti —dice indiferentemente. Vuelve a escribir, y camino hacia


mi auto con escalofríos, pensando en sus uñas.

Conduzco lentamente hacia casa, y me quedo sentada en el auto parado


por unos pocos minutos antes de ir adentro. Estoy segura de que Charlie está
tirado en el sofá con una cerveza y una bolsa de patatas para ahora igualmente.
No se dará cuenta de que llego unos minutos tarde. Subo una pierna hacia mi
pecho y cierro mis ojos, preparándome mentalmente para caminar adentro.

¿Cuán triste es eso? Sé que no es normal temer ir a casa, especialmente


cuando el hombre que supuestamente amas está sentado en el sofá. Pero algo me
ha estado fastidiando últimamente, y no puedo decir lo que es. Siento una
lágrima deslizarse por mi mejilla, y la seco rápidamente.

Pienso en el hombre de mi estudio y en cómo se sentiría besarle, tocarle,


estar con una persona que no sea Charlie. Charlie es todo lo que conozco; lo conocí
en la universidad, y era una virgen. Nunca sentí esa química explosiva, lo cual
supongo que es una maldita pena, pero hay cosas peores.

Salgo de mi auto y camino dentro, y por supuesto, Charlie está sentado


allí, bebiendo una cerveza, y comiéndose una bolsa entera de patatas de vinagre:
el sabor más desagradable.

—Hola —digo, dejando mi bolsa en el suelo y quitándome las chanclas.


Tratando de no sonar irritada por que esté comiendo una hora antes de la cena.

—Hola —dice, sin quitar sus ojos de la televisión.

—Me voy a dar una ducha —añado, necesitando más tiempo a solas.

Él sólo asiente, y subo rápidamente las escaleras, quitándome la camiseta


por encima de mi cabeza y echándola en la cesta de la ropa sucia del pasillo.
Camino hacia el espejo de cuerpo entero y evalúo mi cuerpo sin camiseta. Me
paro de diferentes maneras, preguntándome cómo voy a librarme de mi
barriguita. No estoy exactamente loca sobre mi peso. Como saludable, y hago
ejercicio, encajando así dentro de todo el mantra sano es el nuevo delgado que el
Sud de California ha adoptado recientemente.

Me desvisto y entro en la ducha. Cuando el agua comienza a calentarse,


me siento en una esquina, y lloro. Mis manos deseando coger la cuchilla. Vuelvo
51
Página
mis manos y estudio las líneas blancas que dejó la última vez, hace un mes. Una
tristeza distante y familiar me llena por completo.

Es lo mismo cada vez, el sentimiento de desesperación. Odio al extraño


que lo arruinó todo para mí. Odio en quien me he convertido por ello. Y sobre
todo, odio que algunos días, me sienta perfectamente bien, y después en días
como hoy, me siento como si el mundo cayera a mi alrededor, llevándose mi
cordura con él.

Una vez que la gente pasa a través de ciertas cosas, sienten ciertas cosas, y
han sido rotos en ciertas maneras, no pueden arreglarse. No puedo ser arreglada.
Esta es quién soy, y tendría que aceptarlo simplemente. Nadie te dice la verdad
cuando eres joven y libre, nadie menciona los aspectos asquerosos de crecer.
Cuanto más vieja me vuelvo, menos me sorprende esto. Todo el mundo está roto
de una manera u otra. La mayoría de la gente lo oculta. Encuentro consuelo en el
control con el que rajo y troceo mi piel. Duele, pero dejar salir la sangre alivia el
dolor. Es una forma para mí de afrontar la vida más que un medio para un fin.

Como dicen, lo que no te mata te jode mentalmente.

Acaricio las delgadas líneas blancas, y decido salir de la ducha antes de


hacer algo estúpido. El mes pasado fue un desliz. No volverá a ocurrir. La
necesidad de cortar mi carne me viene de vez en cuando. Estoy tratando de ser
mejor. ¿No tratamos todos de ser mejor, de alguna manera?

Salgo de la ducha, enrollando una toalla suave a mi alrededor como una


crisálida. Camino hacia nuestra cama, una cama de lujo california tamaño King
con las sábanas de lino más lujosas. Me siento en el borde, la espuma con
memoria ya moldeándose a mí. El agua cae de mi pelo a mi piel, causando
escalofríos por todas partes. Me estiro y miro hacia el ventilador del techo.

Dicen que si no te gusta hacia dónde va tu vida, cambia algo. Es más fácil
de decir que hacer si estás atado a una hipoteca en una casa hecha de estuco,
remaches, acero, y pestillos. Especialmente si estás atada a un hombre que ya no
estás segura de amar más, un hombre que se convirtió en tu salvación siete años
atrás. Le debo mi vida a Charlie, y por ello, esto atrapada.

¿Cómo llegué aquí? ¿Cómo llegamos aquí? Trazo los pasos de mi vida con
mis dedos en las sábanas, pretendiendo que una mano soy yo, y mi otra mano es
Charlie.

Crecí en el Wyoming rural, sabiendo que quería malditamente salir de allí


cuando tenía siete. A los diecisiete, esperaba por la universidad y soñaba con
mudarme a California. Sólo apliqué para dos escuelas: la Universidad Estatal de
California Long Beach y la Universidad Estatal de San Diego. Escogí San Diego
echando una moneda al aire, y ahí es donde conocí a Charlie en mi primer año.
52
Página
Siempre me pregunté cómo hubiera sido mi vida si hubiese escogido Long
Beach.

—¿Nena? ¿Harás la cena? —La voz de Charlie flota a través de una grieta
en la puerta de la habitación, y me levanto. Entra justo cuando mi toalla
accidentalmente cae al suelo—. Oh —dice tranquilamente—. ¿Por qué no
preguntaste simplemente? —Me sonríe tímidamente, bajándose los pantalones y
quitándose la camiseta. Camina hacia mí, oliendo a cerveza y vinagre. Toma todo
lo que hay en mí no vomitar por la combinación de los olores—. Eres tan sexy —
gruñe, poniéndose detrás de mí e inclinándome en la cama. Escucho cómo se
estira y hurga en la mesita de noche, abriendo un paquete de condones.

—Gracias —digo, dirigiéndole una sonrisa por encima de mi hombro.

El sexo con Charlie fue bueno una vez. En aquellos días, fallábamos como
animales. No podíamos tener suficiente el uno del otro. Estaba tan agradecida
por él. Sexo por la mañana, sexo por la tarde, sexo en la cena. No sé cuándo
cambió. Me pone triste, sabiendo que quizás no experimente el sexo con otra
persona, sabiendo que quizás nunca experimente buen sexo otra vez.

Podría haber sido mucho peor. Hay mujeres ahí fuera que son abusadas,
violadas y torturadas diariamente. Puedo lidiar con sexo mediocre una vez a la
semana. No es el fin del mundo.

No debería ni siquiera decir eso. Charlie me ama, todo de mí. Me ama


como un loco. Es por eso que le dejo hacer esto. Es por eso que me quedo. Sí, hay
cosas que quizás modificaría de él, de nosotros, pero por ahora es todo lo que
tengo. Así que trato con ello. Trato con el sexo mediocre. Lidio con sus odiosos
padres y su idiotez. Me ama a pesar de mis defectos, así que debería amarle a
pesar de los suyos. No es como si tuviera algún lugar donde ir. Él me salvó. Tan
simple como eso. Siempre deberías quedarte con tu héroe.

—Mmm, Marlin —gruñe Charlie, empujando detrás de mí. Imito sus


sonidos, eso es todo lo que tengo que hacer, después se ha acabado en dos
minutos. Siempre me alivia cuando acaba—. Nena, eso fue genial —dice,
saliendo. Tira el condón, enciende la ducha, y se mete dentro. Siempre me he
preguntado por qué se ducha después del sexo. Incluso cuando huele
desagradable, como esta noche, nunca siento la necesidad de ducharme
inmediatamente como él aparentemente tiene.

Mientras me pongo unos pantalones deportivos y una camiseta amplia,


me pregunto otra vez por el hombre de mi estudio. Me pregunto si me llevaría
en una agradable cita y pagaría por mi cena. Me pregunto si es bueno besando.
Me pregunto si me chuparía allí abajo, algo que Charlie dejó de hacer hace años.
Me pregunto si me follaría en otras posiciones aparte del perrito. Me pregunto si
cocinaría para mí, y en vez de llegar a casa y tener a un hombre bebiendo cerveza
en el sofá, llegaría y tendría un hombre que sería lo suficientemente considerado
53
Página
como para cocinar para mí de vez en cuando. Me pregunto todo esto, y después
inmediatamente me siento culpable.

Estamos en una rutina, eso es todo. Amo a Charlie, y él me ama. Tenemos


problemas, pero ninguno de ellos es insalvable. En su defensa, podría decirle
todas las cosas que quiero que me haga, y sé que me complacería. Supongo que
me molesta tener que decírselas. Es irracional, pero quiero que él ya sepa todas
las cosas que hace mal. ¿No puede verlo? ¿No lo entiende?

Bajo las escaleras, pensando por un segundo cómo sería caerme y


romperme el cuello. Escaleras resbaladizas y calcetines no se mezclan, después
de todo. Me pregunto si Charlie lloraría al instante o lo haría después del funeral.
Un movimiento erróneo, y todo se habría ido; una carta-de-libertad-para-salir-
de-la-cárcel.

¿No es eso horrible? Pienso en mi vida como una cárcel, y de la muerte


como la libertad.

Camino dentro de la cocina, y preparo la cena cortando algunos vegetales.


Escucho a Charlie entrar de nuevo en el salón, recién duchado y follado, y
continúa comiendo patatas directo de la bolsa. Me muerdo la lengua.

Comienzo a saltear los vegetales con aceite de coco. Tomo el cuchillo con
mis manos gentilmente, trazando mis cicatrices.

La vida misma siempre se tambalea en estos momentos y las decisiones


tomadas en estos momentos, elecciones que nunca pensamos que pueden tener
una consecuencia. Un movimiento. Una elección. Un desliz de un pie, un desliz
de un dedo, y todo podría irse. Escoger en la solicitud de la universidad, “asistir”,
una palabra dicha cuando el chico lindo del diario de la escuela te pide una cita
el día después de que te hayan apuntado con una pistola.

¿Así es cómo he llegado aquí? ¿Una palabra?

—¿Está la cena casi lista? —pregunta Charlie, mientras apago la cocina.


Pongo algo de arroz y vegetales en un plato para él, caminando hacia allí.

—Sí —digo, tendiéndoselo. No tiene sentido discutir acerca si deberíamos


o no comer en la mesa. Siempre gana.

—Eh. ¿Estás bien? —Deja su cerveza, y le miro a los ojos mientras meto
mis pies debajo de mí.

Está genuinamente preocupado, y estoy genuinamente conmovida. Puede


ser realmente perceptivo de vez en cuando.

—Sí —digo, torciendo mis labios en una sonrisa. Se siente como una
marioneta tirando de los hilos.
54
Página
—Estás callada esta noche. Quería asegurarme. —Todavía me está
mirando, y dado que tengo su divina atención, comienzo a comer.

—Estoy bien —miento, levantando los pulgares de manera cursi.

—Bien —dice, volviendo al juego.

A veces tengo que pretender que todo está bien. Sólo en beneficio de una
noche. Una noche cada vez; un momento, una conversación. Porque cuando todo
el mundo piensa que estás bien, a veces, sólo por un brillante momento o dos, te
olvidas de que no lo estás.

Después de cenar, Charlie me ayuda con los platos, y subimos las escaleras
para prepararnos a leer antes de ir a la cama. Después de quitarme toda la ropa
y meterme en la cama, abro una biografía sobre una profesora de yoga que dejó
su vida en Manhattan para mudarse a India. Si sólo tuviera el valor para hacer
eso. Charlie se duerme en medio de un libro sobre Chuck Palahniuk. Apago las
luces. Disfruto de la oscuridad y la sensación de las sábanas alrededor de mi
cuerpo desnudo.

Esta es mi parte favorita de la noche, los interminables minutos entre


apagar la luz y dormirse. Siempre he sentido celos del hecho que Charlie puede
dormirse en cualquier lugar en doce segundos. Me toma para siempre quedarme
dormida. Algunas noches no duermo, y me quedo despierta toda la noche,
preguntándome cómo sería caminar por la puerta principal, irme, y no volver
nunca. Cierro mis ojos y practico un poco de respiración profunda, cualquier cosa
para sacar de mi mente el deseo de ir al baño y abrir mis cicatrices.

No sé por qué lo hago, no sé por qué me corto. Empezó hace unos dos
años, sólo por curiosidad. Seguro mucha gente lo ha hecho, y la mayoría han
acabado en el minuto en el que sale sangre, nunca mirando atrás, nunca
volviendo a pensar en ello. Yo, por otro lado, encuentro alivio. Puro alivio.
Honestamente ni siquiera pienso que lo hago porque estoy deprimida. No me
hace sentir nada; siento muchas cosas, todo el día, cada día.

Creo que lo hago por el control. Algunas personas se meten los dedos en
la garganta después de cada comida para controlar sus cuerpos. Algunas
personas pegan a sus mujeres para controlar su enfado. Me corto para controlar
mi vida y el hecho que es demasiado tarde para cambiarla. Estoy atrapada aquí,
¿dónde más voy a ir?, así que puedo hacer algo interesante. Es ridículo, lo sé.
Nunca me corto lo suficientemente profundo como para matarme. No quiero
morir, sólo quiero salir.
Clic, clic, clic.

El lavabo comienza a gotear.


Clic, clic, clic.
55
Página
Me estiro y le doy un golpecito a Charlie. Su piel está sudada y caliente.
Gruñe, quitándose las sábanas de encima y caminando hacia el lavabo. Escucho
cómo tuerce el grifo de un lado a otro hasta que el goteo finalmente para.

—Tenemos que arreglar ese maldito lavabo —dice, metiéndose en la cama


y durmiéndose inmediatamente.

Cierro mis ojos, deseando un sueño pacífico esta noche. La noche es mejor
de esta manera. Es un escape. Las cosas son mucho más intensas por la noche, y
cuando el sueño finalmente viene a por mí, siento todo el alivio del mundo. Me
hace pensar en una cita de Shakespeare que mi profesor de inglés del instituto
tenía en una de sus paredes.
“Morir, dormir…
Dormir, quizás soñar; ¡ay! He ahí el enigma
Porque en ese sueño de muerte qué visiones pueden llegar…”

56
Página
Traducido por Mae & Jo

Corregido por Flochi

Presente.

A
las once, Emma entra en la tienda de quesos. Sólo sé que es ella
porque la reconozco de Facebook.

—Oye, guapa —dice, tarareando una canción en voz baja y


paseándose como si fuese dueña del lugar. Por lo que sé, realmente posee el
lugar—. ¿Cómo estás?

Me quejo.

—He vomitado dos veces en las últimas doce horas, no me siento tan
ardiente —admito.

—¡Oh, no! —dice Emma, dejando caer su bolso sobre el mostrador y


caminando hacia mí. Toca mi frente, y trato de no mirar su hermoso rostro. Es
tan bonita como una modelo. Pero es tan cálida y alegre que no te hace sentir mal
por ello—. Jeb tenía gripe hace unos días. Tal vez te contagiaste.

Emma y Jeb no saben que estoy embarazada. Eso tiene sentido, supongo.
He oído que no se supone que debas decirle a nadie excepto la familia hasta el
segundo trimestre.

—Probablemente fue por la pasta comimos anoche —digo rápidamente,


mintiendo—. Estoy bien ahora.

—Está bien, si tú lo dices —dice ella, su voz cantarina—. ¿Alguien ha


venido?

—Todavía no —respondo, tratando de ocultar mi alivio. No puedo


encontrar la manera de abrir la caja registradora, por no hablar de cualquier otra
cosa.

—Oh, ¿por qué no has sacado el queso todavía? —pregunta Emma,


mirando la vitrina.

—Rayos, el queso —digo, golpeando suavemente la frente—. Lo olvidé.

Emma se da vuelta y me mira fijamente.


57
Página
—¿Se te olvidó? ¿Se te olvidó poner el queso en una tienda de quesos? No
dejes que Gabriel te oiga. Él te despedirá. —Se acerca al fondo, y la veo rebuscar
en el refrigerador de tamaño industrial. Deja caer un par de ruedas de queso en
un carro y lo arrastra afuera. Hago notas mentales de esto para mañana.

Si hay un mañana.

La observo con cuidado al colocar los círculos de queso gigantes en la


vitrina, la organización de los signos para mostrar cuál queso es cuál. Luego se
corta un trozo de cada uno y lo muestra en la parte delantera de la rueda
ingeniosamente.

Eso no parece demasiado difícil.

—¿Quieres? —pregunta Emma, y me entrega un cuadrado de algo


llamado cheddar envejecido de cabra del 2010. Algo en mi cerebro dice que las
mujeres embarazadas no deben comer queso sin pasteurizar, ¿verdad? Si digo
que no, ¿será sospechoso?

—No, gracias. Mi estómago está todavía un poco sensible.

—Lo entiendo. —Ella come su pieza y mi pieza, y luego frota su vientre—


. Mmm. Tan bueno. Es un milagro que no tenga doscientos kilos, teniendo en
cuenta que consumo cien kilos de queso al día en este maldito lugar —añade,
caminando hacia el mostrador y enderezando el anuncio principal. No la he
conocido por mucho tiempo, pero ya puedo decir que dirige el negocio. Ella es
un poco quisquillosa con la presentación—. Es un milagro que no tengas
doscientos kilos, desde que estás aquí, hace, ¿cuatro años?

—Casi cinco —digo, sonriendo. Estoy orgullosa del hecho de saber eso.

—Es una locura.

Asiento.

—¿Cómo está Jeb? —pregunto con confianza. Por último, algo que sé.

—Está bien. El negocio de construcción está ocupado en esta época del


año. Todo el mundo quiere renovar su casa a finales de invierno para poder
disfrutar de ella en el verano.

—No puedo esperar para entrar en nuestra casa —agrego, mirándola y


esperando a que me pregunte. Pero no lo hace. Sólo asiente.

—Tu casa será increíble —dice ella, sonriendo.

Me río.

—Eso espero.

—Lo sabes. Ustedes diseñaron toda la maldita cosa… —añade, y asiento.


58
Página
—Bien, sí. Pero nunca sabes cómo se verá en la vida real. —Me encojo de
hombros. Me balanceo de ida y vuelta sobre mis talones y miro a mis manos.

—Estás actuando raro —observa Emma, caminando hacia mí. Dice esto de
manera casual, sólo en la forma que un mejor amigo puede decirlo.

Dejo escapar un resoplido.

—Estoy… —Miro hacia ella, y levanta una ceja perfectamente arqueada.


Creo que puedo confiar en ella—. Me conoces bien —comienzo, caminando
detrás del mostrador—. ¿Soy feliz?

Emma ríe nerviosamente.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Desde tu punto de vista. Nos hemos conocido por un tiempo, y sólo


quería saber lo que piensas. —En realidad no sé cuánto tiempo nos hemos
conocido—. ¿Soy feliz? ¿Aquí, en Vermont? ¿Con Sebastian?

Emma jadea.

—¿Te estás arrepintiendo antes de la boda, Marlin? —acusa, clavando una


uña púrpura en mi hombro.

—Tal vez eso es —digo, encogiéndome de hombros. Necesito respuestas,


si tengo que fingir echarme atrás, lo haré.

—Puedes con esto —dice suavemente, tomando mis manos y me mira a


los ojos—. Recuerdo aquellos meses antes de mi boda. Fueron aterradores. Pero
al final de todo esto, te casarás con tu mejor amigo.

—Sebastian —confirmo, asintiendo una vez.

—Sí, tonta. Confía en mí, deseas ocultar eso. ¿Sabías que hay un sitio web
que alguna de sus estudiantes inició, contando los días hasta que sea tomado
oficialmente? No iba a decirte, Jeb mencionó algo el otro día, pero maldita sea, tu
futuro marido es una pieza caliente de culo.

—¿Un sitio web? —chillo. No me siento realmente violada, tal vez porque
no conozco realmente a Sebastian del todo bien. Pero estoy aparentando, y sé que
esto me debería molestar como su futura esposa—. Eso es repugnante. —Me río,
sacudiendo la cabeza—. Tienes que decirme cómo puedo encontrarlo.

—Por supuesto. Simplemente no le digas. No infles su ego más de lo que


ya está.

—Oh, ¿es arrogante? —pregunto sin pensar.

—¿Qué? —Emma se ve confundida.

—Nada —digo rápidamente. Sacudo la cabeza.


59
Página
Después de unos minutos de charla, algunos clientes entran, y estoy
sorprendentemente ocupada por el resto de la jornada de trabajo. Emma y yo
trabajamos sin problemas. Ni siquiera tengo que utilizar la registradora, que es
sólo para mostrar. Tenemos un lector de tarjetas.

¡Día en la tienda de queso ganado!

Me entero de todo tipo de cosas sobre Emma. Somos mejores amigas. Ella
trabajaba con su madre, pero no podía soportarlo, así que cuando una
oportunidad apareció aquí, la tomó. No oí el lugar en que solía trabajar, pero
deduje que era una especie de hospital. Hemos viajado a España juntas, odia los
tomates, y ella y Jeb ayudaron a Sebastian a planificar la propuesta la última
víspera de Año Nuevo.

En el momento en que veo el Jeep de Sebastian fuera, estoy realmente


decepcionada de irme. Choco los cinco con mi universo alternativo por escoger
buenos amigos y un prometido caliente.

—¡Adiós! —grito, agarrando mi bolso y saliendo.

—Hasta mañana —chilla, agitando la mano y soplándome un beso.

Está nevando cuando salgo, y no puedo evitar sonreír y girar. A pesar del
hecho de que vivo en el Condado de Orange (o lo hacía), todavía extraño la nieve
casi todos los días. Charlie es uno de esos nacidos en el país del sur de California
que está petrificado de cualquier tiempo menor de quince grados, por lo que
nunca fuimos a las montañas o a visitar a mis padres en Wyoming. Se siente muy
bien estar de vuelta en un lugar como este.

—¡Hola, cariño! —dice Sebastian, saliendo de su jeep y caminando hacia


donde estoy girando—. ¿Cómo estuvo tu día? —Me levanta con el mínimo
esfuerzo, colocando suavemente un beso en mis labios.

—¡Fue muy divertido! —digo, ansiosa como un niño en edad escolar. Mira
hacia dentro y saluda a Emma. Ella saluda a través del vidrio.

—Te extrañé —susurra en mi oído derecho, y su cálido aliento hace que


todo mi cuerpo se caliente. La forma en que su aliento recorre el lóbulo de mi
oreja me pone la piel de gallina. No puedo controlarlo.

—Yo también te extrañé —repito, sonriendo. A pesar de que en realidad


puedo no conocerlo, me encuentro a gusto con Sebastian. Es inexplicable, porque
técnicamente apenas lo conozco, pero su comportamiento silencia todas mis
inseguridades, y la forma en que me mira me llena como nada más lo ha hecho.

Caminamos al Jeep y Sebastian abre mi puerta. Una vez que estamos en el


camino, me pregunto qué tan lejos está el doctor.
60
Página
—¿Estás hambrienta? Tenemos algo de tiempo antes de la cita. —Apoya
una mano en mi muslo, una acción completamente normal para un prometido,
pero estoy intensamente consciente de su presencia. Observo su bronceada y
fuerte mano. Es tan diferente a lo que estoy acostumbrada. Y aun así, estoy
empezando a preferir esta pequeña vida mía.

—¡Claro! —chillo con entusiasmo. Mi estómago retumba en respuesta, y


Sebastian ríe.

Para mi sorpresa, se estaciona en un Wendy’s un minuto después. Miro


alrededor, seguramente, esto es un error. Tal vez hay otro lugar para comer en el
mismo estacionamiento.

—¿Lo mismo de siempre? —me pregunta, acercándose a un altavoz.


Ahora estoy segura de que como comida rápida en este universo. Mi Yogi interior
está levemente asqueado, pero oye, ¿qué otra opción tengo?

—Sí —digo, escéptica. Me pregunto qué conlleva lo “de siempre.” Sé que


me gustará, mis papilas gustativas no han cambiado, solo mi estúpido cerebro.
Se acerca y comienza a hablar en el micrófono. Ni siquiera mira el menú. ¿Cuán
a menudo comemos aquí?

—Hola. Nos gustaría un sándwich de pollo crujiente, una hamburguesa


de queso de lujo, y dos porciones de papas fritas. ¿Gaseosa? —pregunta,
girándose hacia mí.

Apunto mi vientre y sacudo mi cabeza.

—Solo agua —articulé.

Se ve sorprendido, pero luego se encoge de hombros.

—Una cerveza de raíz y un agua. —Cuando termina, avanza—. ¿Desde


cuándo no bebes Fanta?

¿Fanta? Estoy bastante segura de que no he bebido Fanta desde que era
una niña.

—Solo cuido al bebé —digo, sonriendo—. Además, las gaseosas pudren


tus dientes.

Sebastian ríe.

—¿Quién eres, y qué has hecho con mi Marlin?

Es una pregunta válida, y la ironía no se me escapa. Una carcajada se


escapa por mis labios.

Se acerca a la ventana siguiente y paga. Unos minutos después, nos


entregan nuestra comida tan caliente que quema. Abro mi sándwich de pollo con
avidez. Estoy muerta de hambre, y justo ahora, comería casi cualquier cosa.
61
Página
Comemos en un silencio cómodo, y estoy agradecida de que me haya pedido mis
propias papas fritas, ya que parezco tener un apetito insaciable.

El minuto en el que termino, me siento tan completamente satisfecha.


Tomo nota mental, sándwich de pollo crujiente de Wendy’s, para mi vida real.

—¿Quieres el resto de mis papas fritas? —pregunta Sebastian,


entregándome una bolsa de papas a medio comer.

—Sí, por favor —respondo sin pensar. Él solo ríe y observa mientras
engullo el resto de sus papas—. ¿Qué?

—Nada, solo te amo —dice él, tan genuinamente que mi boca cae abierta
a mitad de mordida. Él se estira y limpia algo de la esquina de mi boca. Estoy
sorprendida de sentirme tan normal aquí, como si ya encajara. Es como si hubiera
sido quitada de mi vida real y situada justo en la vida que debería estar
viviendo—. Amo cada átomo en tu cuerpo, Marlin Winters.

Sus palabras me ponen emocional, o tal vez estoy excesivamente sensible


por el feto creciendo dentro de mí. Siento las lágrimas acumularse en mis ojos.

—También te amo —susurro, alejando la bolsa de comida. Sé el segundo


en que las palabras dejan mis labios que esta Marlin está enamorada hasta los
pies de Sebastian. Es la forma en que sus palabras me hacen sentir. Es la manera
en la que mi piel acepta y antoja su toque. Es como si, cuando cierro mis ojos,
pudiera realmente verme aquí. Lo creo. Creo en nosotros.

—Vamos a conocer a nuestro bebé, entonces —dice en voz baja, dándome


una gran sonrisa.

Observo mientras retrocede, los músculos en sus brazos se flexionan, y no


puedo evitar chequearlo un poco. Emma tenía razón, es un zorro. Juares, su
apellido, es mexicano, creo. Sus dientes son perfectos y blancos, y su único
defecto hasta ahora es el hecho de que no puede comer tanto como yo. Eso, y su
ceja izquierda tiene una pequeña cicatriz atravesándola.

Unos pocos minutos después, luego de un poco de pequeña charla acerca


de nuestros respectivos días, nos estacionamos en un edificio pequeño de dos
pisos. Sebastian se da la vuelta y abre mi puerta, tomando mi mano y luego
apoyando su brazo alrededor de mis hombros, llevándome a la puerta delantera.
Comenzó a nevar de nuevo, y amo la sensación del hielo apoyándose en mis
pestañas y mi nariz. De hecho, amo estar aquí con Sebastian. La realización me
sorprende. Solo anoche, pensé que había sido secuestrada. Ahora estoy aquí con
mis ojos cerrados, acunada en el brazo de mi prometido, disfrutando el caer de
la nieve.

—Buenas tardes —dice la recepcionista, sonriendo con alegría cuando ve


a Sebastian.
62
Página
—Hola —digo, insegura—. Mi nombre es Marlin Winters. Tengo una cita.

Ella escribe en su teclado, y luego su cabeza se levanta de golpe.

—Ooh, ¡tu primera ecografía! ¡Felicitaciones! Qué emocionante —


murmura con admiración.

—Gracias. —Sebastian aprieta mi hombro.

—Estamos emocionados —agrego. Empujo un mechón de cabello detrás


de mi oreja y le sonrío ampliamente.

Una pequeña parte de mí se siente como que estuviera actuando un papel,


y en una manera supongo que lo estoy haciendo. Esta no es mi vida. Sé eso. A
pesar de que no tengo recuerdos de ello, estoy aquí con Sebastian por alguna
razón. No creo realmente en el destino, ¿pero cómo más puedo justificar todo
esto? Es como si el universo estuviera dándome un vistazo de lo que podría ser
mi vida, si hubiera tomado diferentes decisiones. Todo es muy Qué bello es vivir,
excepto que en vez de mostrarme cómo habría sido la vida sin mí, me están
mostrando una cruel versión de lo que nunca tendré.

Y estamos en la primera ecografía de nuestro bebé. Quiero disfrutar esto


mientras está aquí, porque quién sabe cuánto tiempo tendré aquí…

—¿Marlin? —dice una mujer, asomando su cabeza desde una puerta.

—Sí —respondo, y Sebastian y yo caminamos a una habitación de


examinación equipada con una máquina de ultrasonido. Está iluminada
levemente, y hay cortinas tapando la ventana.

—Puedes ponerte aquí —dice, su voz cálida. Apunta la mesa de


examinación—. ¿Puedes desabrochar tus pantalones para que podamos obtener
un buen vistazo a ese pequeñito que estás creando? —Asiento, mis manos
temblando. Estoy nerviosa—. ¿Este es el padre? —pregunta, sus ojos yendo hacia
Sebastian.

—Sí. —Me acuesto y subo mi suéter hasta mi sostén. Desabrocho mis


vaqueros.

—Puedes sentarte aquí —le dice a Sebastian, apuntando a una silla. Nos
da a ambos una amplia sonrisa.

—Gracias. —Pasa una mano a través de su cabello, me pregunto si también


está nervioso. La técnico de ecografía debe sospecharlo, porque pone una mano
en su hombro.

—¿Preocupado?

Se ríe y me mira.
63
Página
—Un poco ansioso. Ni siquiera soy un papá todavía, y ya estoy
preocupado de mi futuro hijo.

Ella se ríe. “Nina” es el nombre impreso en su credencial.

—No te preocupes. Estoy segura de que todo está bien. ¿Todavía estás
teniendo síntomas? —pregunta Nina, dirigiéndose a mí. La veo alcanzar algo de
gel.

—Oh sí —digo, pensando en mi vómito de anoche y esta mañana.

Aprieta algunos botones, luego alcanza el scanner pequeño. Lo apoya en


mi vientre bajo. Hace cosquillas al principio, pero pronto el gel se pone tibio, y la
única cosa que siento es a ella apretando por este y ese lado, moviendo mis
entrañas.

—Bien, veo el útero —dice lentamente Nina. Estiro mi cuello para mirar la
pantalla. No veo nada. Ni siquiera sé qué buscar. Alcanzo a Sebastian sin pensar,
y él aprieta mi mano. Nina mueve el scanner más lentamente esta vez, y luego la
veo sonreír. Entrecierro mis ojos a la pantalla, y luego un sonido pulsante y
blando sale de los parlantes—. Ese es el latido —dice ella, y esas cuatro palabras
puede que sean las cuatro palabras más hermosas que he escuchado.

—Oh, Dios mío —dice Sebastian, sus ojos llenándose de lágrimas.

—Y allí —agrega, apuntando a la pantalla—, está su bebé.

Se ve como un pequeño frijol apoyado cómodamente. Cubro mi boca con


mi mano, derrotada por miles de sentimientos a la vez: asombro, felicidad,
satisfacción, felicidad, preocupación, dudas. Miro a Sebastian justo cuando una
lágrima cae por mi mejilla.

—Allí está —digo, sollozando.

—Allí está —repite Sebastian, su voz silenciosa—. Nuestro bebé.

De alguna manera, el agujero en mi corazón, el mismo gran agujero que


he cargado alrededor por años, se siente lleno de nuevo. Solo la semana pasada,
era miserable; hace solo dos días, no podría siquiera haber comprendido este
sentimiento de satisfacción. Nunca pensé que era posible sentirse completa de
nuevo, pero lo hago.

Esto es lo que he estado buscando.

Esto es lo que me faltaba: mi pequeño frijol, y el hombre que me ama por


completo. El hombre que ama cada átomo en mi cuerpo.
64
Página
Traducido por Jo

Corregido por Flochi

Hace tres días.

M
e pongo un vestido veraniego aunque es febrero. Con veintiún
grados afuera, es prácticamente verano. Charlie tararea el ritmo
de una canción de AC/DC mientras se pone su uniforme usual:
una camiseta básica por la que probablemente pagó de más, pantalones de pana
que se tensan en la cintura porque se niega a aumentar de talla, y Birkenstocks.

Sí, Birkenstocks.

Mi novio utiliza zapatos a la moda, y es un hecho con el que tengo que


vivir. Y sí, sí me burlo de él a veces.

—Te ves bien —dice, viniendo detrás de mí y tirando mi largo cabello


detrás de mis hombros. Odia cuando lo llevo suelto; dice que cubre mi hermoso
rostro. Tomo un broche del vestidor y sostengo la parte superior hacia atrás—.
Mejor —dice, asintiendo.

Pretendo estar de acuerdo.

Nos subimos al auto a las 6:42. Vamos a llegar temprano. Stuart, el mejor
amigo de Charlie, está en una banda, y Charlie hace planes de intentar verlo
presentarse de vez en cuando. Usualmente esto significa que me lleva con él.
Realmente nunca he tenido el corazón para decirle esto a Charlie, pero odio la
música en vivo. Las personas deberían escuchar música solos en la comodidad
de sus propias casas. La música es tan personal para mí, y siempre me he sentido
más cómoda escuchando música sola y experimentando esos momentos sin
inhibiciones. Charlie una vez insultó una de mis más favoritas canciones de Belle
and Sebastian, y se sintió como un golpe directo al corazón.

Ya no discutimos música realmente.

Aparte, Stuart realmente, realmente apesta. E ir esta noche significa que


tengo que ver a Gemma, la novia muñeca de Stuart. Hablar con ella es como
arrancarse los dientes. Pero finalmente… estoy tratando de tener una actitud
positiva.
65
Página
Después de que estacionamos, entramos, y pagamos (cuarenta dólares
después… realmente deberían pagarnos a nosotros por observar este desastre)
Charlie me deja con Gemma para ir a comprar tragos. Bajo la mirada a mi
vestido—amarillo con un revestimiento de encaje blanco—y calzado canela, y me
siento totalmente fuera de lugar. De hecho, raramente me siento como que
pertenezco en Orange County. Nunca se ha sentido como un hogar para mí.
Extraño las estaciones, constantemente, y la nieve. Extraño disfrutar la estación
de verano porque el clima cálido es breve. Las personas aquí subestiman el clima
soleado.

Gemma está usando una corta falda de cuero negro y una camiseta gris
que ha metido dentro. Se ve provocadora y adaptada, como si perteneciera aquí.
No puedo recordar qué hace su padre, pero paga su apartamento frente al mar
en la playa de Newport, y no creo que ha trabajado un día en su vida. Como que
la odio por eso.

—Oh Dios mío, Marlin —dice ella, su voz monótona. No estoy segura si
está haciendo una pregunta o sorprendida de verme. Se inclina levemente por un
abrazo aéreo—. ¿Cómo estás?

—Estoy genial —digo sin convicción, obligándome a creerlo. En papel, mi


vida es buena. Por Dios santo, ¡acabo de comprar una casa adosada con Charlie
en la madura edad de veintisiete! Eso es un logro en esta economía.

—He estado pensando en tomar una de tus clases de yoga —revela,


bebiendo su trago transparente. Soda y vodka, seguramente—. No soy una
persona de yoga. Soy una persona de cardio. Necesito hacer que lata ese corazón
—dice, riendo tontamente. Veo a Stuart envolver su brazo alrededor de su
pequeña cintura.

—Mi clase corriente es bastante intensa —agrego defensivamente—.


Trabajas músculos que nunca pensaste que tenías.

—¿Tal vez la próxima semana? —Lo dice como una pregunta, pero luego
se gira hacia Stuart y comienza a besarlo, efectivamente despachándome. Camino
hacia el bar y ordeno lo usual, porque Charlie desapareció en Dios sabe dónde, y
necesito un maldito trago.

—Un whisky puro, por favor. —Las cejas del barman se levantan, como
para preguntar, ¿no vas a ordenar la soda y vodka de setenta calorías?

—En seguida —dice, y lo estudio desde atrás mientras camina hacia los
vasos y me sirve un trago generoso. Es regordete, con una barba completa y una
boina. Sus mejillas de querubín son adorables. Me pregunto cómo sería acostarse
con él.

Jesús. ¿Por qué siempre fantaseo acerca de otros hombres? Sé que es


normal, pero me hace sentir depravada e inmoral por pensar constantemente en
66
Página
eso. Le paso un billete de diez dólares y le muestro una amplia sonrisa. La
regresa. Siempre lo hacen. Y luego me pregunto… ¿estoy gastando la flor de mi
vida? ¿Debería estar afuera, saliendo con diferentes tipos de hombres, follando
diferentes tipos de hombres, mientras todavía soy joven y bonita?

Me siento en el bar y tomo generosos sorbos de mi whisky. Cierro mis ojos


y me imagino aquí, soltera y lista para mezclarme. El pulso de la música
comienza a reverberar en mis oídos, y estoy tentada de bailar. Quiero soltar mi
cabello, justo de la manera en que a mí me gusta, y girar alrededor toda la noche
hasta que aterrice en los brazos de algún hombre al azar.

—Nunca he conocido a una mujer de tu edad que beba un whisky puro —


dice el barman, apuntando a mi ya terminado trago.

—¿Una mujer de mi edad? —reflexiono, una sonrisa traviesa atravesando


mis entumecidos labios—. ¿Qué edad crees que tengo? —Apoyo un codo en la
barra, descansando mi rostro en mi palma. Oh hombre, ya me siento ebria.
Charlie no estará muy feliz conmigo. Odia cuando soy descuidada.

—Hmm —dice, mirándome con picardía. Una emoción entra en mi


cuerpo, y de pronto me siento bastante viva—. Veintidós.

Sé que solo está siendo agradable, intentando coquetear, pero me río de


todas formas.

—Oh, por favor. Tengo veintisiete. Mi nombre es Marlin —digo, estirando


mi mano.

—Henry —dice. Se ve como un Henry. Se ve agradable, estable, y más


importante, divertido. A mi vida le falta seriamente diversión, y eso me
entristece—. ¿Puedo conseguirte otro trago, Marlin? ¿Invita la casa?

Miro detrás de mí rápidamente, revisando la habitación por Charlie. Está


ocupado codeándose con Stuart y Gemma. Obviamente, olvidó pedirme un
trago, o solo no le importa una mierda dónde me he ido. Que se jodan. También
es mi noche, y merezco divertirme un poco.

—Por qué mierda no —digo, sintiendo la pizca de control sobre mí misma


marchitándose. Me rindo. Estoy renunciando a la adultez y mi vida aquí.
Conozco mis límites, y estoy a punto de volar más allá de ellos y en un lugar que
sé que Charlie odia, un lugar que sé que me arrepentiré mañana mientras agarre
el asiento del retrete y vomite mis tripas.

Pero quiero sentirme viva de nuevo. Quiero pretender que estoy viviendo
otra vida, solo esta noche.

—¿Ese es tu novio? —pregunta Henry, apoyando un whisky


generosamente servido en frente de mí. Sigo su mirada hacia Charlie, quien nos
está observando ahora con leve curiosidad.
67
Página
—Sí —admito, devolviendo mi atención a Henry.

—¿Puedo decir algo, aún a pesar de que puede ser levemente


presuntuoso?

Mi curiosidad está en su punto más alto.

—Adelante. Estoy segura de que he pensado peores cosas.

Vacila y luego se enfoca en mí de nuevo.

—Si fuera tu novio, no te dejaría lejos de mi vista en ese vestido —


susurra—. No le digas que dije eso —agrega, apuntando a Charlie.

Sus palabras, aunque inocentes, me hacen sentir cálida y confusa. Por un


segundo, siento que mi vida está completamente mal aquí, como que todo está
inclinándose en su eje. Debería estar con alguien como Henry. Alguien que me
aprecie. Alguien que me quiera. Charlie nunca me hizo sentir querida, ni siquiera
en el comienzo.

Podría irme, pienso. Podría darle mi número a Henry, ponerme de pie, y


esperar que algo distraiga a Charlie, y luego podría hacer mi escapada. Podría
salir caminando del bar, seguir caminando hasta que me sienta satisfecha con mi
vida de nuevo. Quién sabe cuánto tendría que caminar para eso…

Algún lugar frío. Caminaría a algún lugar frío.

La constante calidez pegajosa de San Clemente es sofocante. Se fija en mi


piel como polvo de una carretera. Me encuentro extrañando el frío, la nieve, la
renovación y la claridad que trae una mañana nevada. Extrañaba ventanas
empañadas, chocolate caliente, blancas Navidades, automóviles de nieve, y pasar
la mitad de mi niñez recogiendo nieve con pala, mitones y una rosada nariz en
carne viva. Las personas aquí nunca tienen que lidiar con nada de eso, y es como
que nunca tuvieran que soportar algo que no sean veinte grados Celsius y
soleado.

Las carcajadas de Gemma me traen de vuelta al presente, y devuelvo mi


atención a Henry.

—Gracias por decir eso —digo rápidamente, dándole una pequeña


sonrisa—. Me alegraste noche. —Bajo la mirada al resto de mi trago, y luego me
paro en piernas temblorosas. Ciertamente bebí demasiado.

El resto de la noche pasa en un borrón de cantos chirriantes y desafinados.


Durante el tiempo en que la banda de Stuart está tocando, suena como que
alguien estuviera tomando un pedazo de lija y lo frotara en frente de mis orejas.
Por supuesto, soy muy específica acerca de la música que disfruto, pero no estoy
obteniendo ni una pizca de entretenimiento de esta música. Es parasitaria,
absorbiéndome por la piel. Quiero cubrir mis oídos, pero no quiero ser grosera.
68
Página
Charlie me mira cada cierto tiempo. Siempre es la misma mirada, vaga
decepción. No lo dice, pero sé que está pensando ¿por qué no puedes ser como
Gemma? Gemma está sentada estirada, golpeando su puño en apoyo, gritando
por más. Además, se ve como una supermodelo mientras lo hace. Charlie me
castiga al no prestarme atención. Solo soy la mosca en el sofá. Se gira hacia mí
cada diez minutos, pero es solo para mostrar su desaprobación. Sé que una vez
que nos vayamos, me preguntará por qué bebí tanto, de nuevo.

De nuevo. Todo lo que hago es siempre de nuevo. Una parte de mí sabe que
nunca seré la mujer que quiere, pero no obstante lo intento. ¿Qué otra opción
tengo? Compramos una casa juntos. Probablemente nos vamos a casar y producir
algunos niños pronto. Así es como es. No todos pueden ser felices. No todos
obtienen el romance de cuentos de hadas.

Solo tengo que aprender a estar bien con eso.

Luego de la repetición por la que Gemma rogó, Stuart y el resto de los


chicos vienen a saludarnos. Me paro detrás de Charlie incómodamente; sé que
me está manteniendo afuera a propósito. Bebo mi cuarto trago.

Esa es una cosa que agradezco. Al menos me está dejando beber sin
supervisión. Tal vez moriré por intoxicación alcohólica esta noche.

—¡Marlin! —dice Stuart, viniendo hacia mí y dándome un abrazo—.


Gracias por venir. ¿Qué piensas?

A veces, en momentos como este, ves dos caminos diferentes que puedes
tomar. Un camino lleva a la destrucción, el otro a la realización. O al menos eso
es lo que te dicen. Siempre elijo el camino correcto, y la única realización que sentí
esta semana fue cuando Henry coqueteó conmigo. Así que a la mierda, voy a ser
honesta. Elijo el camino a la destrucción.

—Guau, bueno… ustedes realmente apestaron —digo, riendo


histéricamente. Las palabras están fuera de mi boca antes de que pueda pensar.
Ni siquiera me importa, igual que cuando lo perdí con los padres de Charlie hace
unos días, estoy empezando a darme cuenta de que no me importan un gran
número de cosas. No vale la pena, que importe. Las cosas se ponen confusas y se
joden sin importar cuánto te importen.

A Stuart se le cae la mandíbula, su boca abierta y su frente arrugada con


confusión. Estoy segura de que soy la primera persona que no le lame las botas
acerca de su canto. Estoy segura de que su madre, Gemma, y todas las otras
personas aquí le han dado nada más que cumplidos. Se siente un poco genial
decirle la verdad. El grupo cae en silencio, y veo a Gemma mirar a Charlie con
nervios.

—Bien, entonces —dice silenciosamente Stuart—. Muchas gracias, Marlin


—agrega. Luego se gira abruptamente y camina hacia Gemma.
69
Página
—Estuvieron genial. No la escuches. Obviamente está borracha. —Gemma
me da una mirada de lástima, y luego ambos se alejan caminando, seguidos del
resto de la banda. Eso deja a Charlie conmigo.

—¿Qué mierda está mal contigo? —sisea Charlie, y luego, de manera poco
sorpresiva, se va y sigue al resto del grupo por la puerta trasera. Me pregunto
por un minuto si se irá sin mí. Por supuesto, estoy segura de que Henry me daría
un aventón a casa. Me doy cuenta de que estoy más feliz pensando en un extraño
dándome un aventón que mi novio. Me despido de Henry, quien está de pie,
perplejo, acabando de ver lo que sucedió. Ya no soy la chica linda que pide
whisky. Estoy loca. Estoy muy loca para Charlie. Estoy muy loca para Henry.
Estoy mejor sola.

Cuando salgo, Charlie, Stuart, Gemma, y el resto de la banda están


reunidos alrededor del bus VW que Stuart maneja. Por alguna razón, cree que es
genial por manejar un auto de mierda de cuarenta años de antigüedad con un
abismal consumo de gas por kilómetro. Están todos hablando en susurros, y sé
que es acerca de mí.

—Puedo garantizar que lo que sea que todos están diciendo acerca de mí,
yo he pensado algo peor. ¿Qué tal decírmelo a la cara? —grito, mi trago saliendo
de los lados de mi vaso.

—Súbete al auto —apura Charlie, agarrando mi brazo antes de que me


pueda avergonzar más. Me alejo de él, liberando mi brazo.

—Jódanse todos —digo en voz baja—. No es mi culpa que no puedas


cantar. —Dirijo el insulto a Stuart, a pesar de que no estoy segura de por qué. No
me importa el chico realmente, pero mi cerebro se está pudriendo en odio justo
ahora. Es como el dicho, mientras más amable eres, más fácil se convierte. Creo
que también aplica con ser una imbécil.

—¿Cuál es tu problema, Marlin? —pregunta Gemma, avanzando hacia


mí—. Eres una perra. Siempre hemos tratado de ser tus amigos. Siempre hemos
sido amables contigo.

—Falsamente amables —respondo, poniendo mis ojos en blanco—. Tienes


razón. Todos han sido perfectamente amables en mi cara. Pero ¿qué hay después
de que me alejo?

Gemma contempla mis palabras, y luego sacude su cabeza. Al menos no


intentó negarlo.

—Vamos —grita Charlie, agarrándome, más fuerte esta vez para que no
pueda escapar.
70
Página
—Tengan una buena noche —escupo, y puedo sentir el auto desprecio
corriendo por mis venas. No son ellos, por supuesto que no. Me disculparé
mañana. Soy yo. Estoy deteriorada.

Me abrocho el cinturón y enciendo la radio para que Charlie no me


reprenda por mi comportamiento en el camino a casa. Sé que lo merezco, y me
estaré castigando más tarde. Con ese pensamiento, bajo la mirada a mis pálidas
y desnudas muñecas. Se va a sentir tan bien sangrar; sangrar todo el odio, el auto
desprecio, y la infelicidad.

Y luego mañana lidiaré con las repercusiones.

71
Página
Traducido por Gemma.Santolaria y Lauuz

Corregido por Flochi

Presente.

N
o había tenido el valor de mirar hacia abajo a mis muñecas
durante todo el día. Lo sabría con seguridad una vez que
levantara el jersey por mi antebrazo. Sebastian estaba silbando
una canción de San Smith de la radio. No está prestando atención. Finjo tener
calor, primero bajando el calentador, y luego subiendo las mangas de mi suéter
de lana. Echo un vistazo.

Nada. No hay nada. La Marlin en esta vida no se corta a sí misma. La


Marlin de esta vida no lo necesita. Ella es feliz. Se va a casar. Está teniendo un
bebé con el hombre que ama. Ella puede comer queso todo el día, y está de vuelta
a un lugar con nieve.

Ahora todo lo que tengo que hacer es descubrir una manera de


permanecer aquí. Si todo esto es sólo un sueño, no creo que nunca quiera
despertar.

—Estás tan silenciosa hoy —dice Sebastian, su voz teñida con


preocupación.

—Sólo estoy contenta —suelto, y me doy cuenta de repente de que lo


estoy. Estoy contenta aquí. El pánico empieza a llenar mi pecho cuando pienso
en volver a mi antigua vida.

—Eso es bueno. —Se ríe Sebastian.

—¿Somos felices? —pregunto, girándome y estudiándolo.

—Nena, ¿de qué estás hablando? Estamos tan felices. Somos los más
felices. Ellos escriben canciones sobre gente como nosotros. —En ese preciso
momento comienza a cantar la canción de Sam Smith en voz alta.

“You’re the one designed for me


A distant stranger that I will complete
72
Página
I know you’re out there we’re meant to be
So keep your head up and make it to me
And make it to me…”5

Realmente tiene una voz asquerosamente buena.

Me río.

—Está bien, te creo. Sólo he estado pensando últimamente en lo que


podría haber sido.

—Dame un ejemplo —pide, colocando una cálida mano en mi muslo.

—Por ejemplo… ¿Y si hubiera terminado yendo al Estado de San Diego en


vez de a Long Beach? ¿Y si nunca nos hubiéramos encontrado en Italia?

Se queda pensando sobre esto, en silencio por un momento. Unos


segundos más tarde, cuando nos detenemos en un semáforo en rojo, se vuelve
hacia mí con una expresión feliz en su cara.

—Nos encontraríamos el uno al otro. Creo eso. Puede que tuviéramos una
historia diferente, pero nos encontraríamos el uno al otro. Nuestras almas estaban
destinadas a encontrarse, yo creo, mucho antes que nuestros cuerpos existieran.

Miro hacia mis manos, mis muñecas desnudas, y me creo sus palabras. Las
ganas de llorar retuercen mi cara. Sus palabras son sencillas pero impactantes.
Quiero creerle. Quiero creer que él existe en mi mundo real. Siento una lágrima
deslizarse por mi mejilla, y le miro de nuevo, mi cuerpo calentándose bajo su
seria mirada.

—Eso espero —susurro, y extiendo mi brazo y aprieto su mano.

—Yo lo sé. —Toma mi mano y se la lleva a sus labios, besando mi palma


gentilmente. Sus labios son tan suaves. Es siempre tan tierno. Va a ser un gran
padre un día.

—Lo siento —agrego, limpiando mis mejillas—. Deben ser las hormonas.
Soy demasiado emocional.

—Nunca te tienes que disculpar por sentir, Marlin. La vida no vale la pena
vivirla si no sentimos intensamente.

5“Eres aquella diseñada para mí


Una distante extraña que completaré
Sé que te encuentras en alguna parte allí fuera estamos destinados
Así que mantén tu cabeza en alto y llega a mí
Y llega a mí…”
73
Página
Asiento y miro por la ventana. La luz se pone verde, y nos dirigimos por
un camino de tierra. Estudio nuestro entorno con una sombría comprensión,
puede que no esté alrededor para presenciar la casa totalmente renovada. Puede
que no esté alrededor para experimentar el nacimiento o la maternidad. Si nada
de esto es real, y de algún modo he sido transportada a un universo alterno, esto
podría seguir sin mí.

Sebastian gira por un camino aún más pequeño, y sé que estamos cerca de
la casa porque sigue dirigiendo miradas hacía mí dirección, una astuta sonrisa en
sus labios. El sol empieza a descender, y el cielo rosado es romántico y
deslumbrante. No quiero que el día termine.

—Ayer pintaron el exterior —dice Sebastian inclinando su cabeza hacia mí


con curiosidad.

—¿De qué color? —digo sin siquiera pensarlo, y Sebastian inclina su


cabeza hacia mí con curiosidad.

—Tú elegiste el color, Marlin. Pensé que era gris, pero estabas convencida
de que era azul. De cualquier modo, estoy seguro de que se verá muy bien con
los arreglos blancos.

Me muero un poco por dentro. Sé que se verá bien con los arreglos blancos.
De hecho, estoy segura de que me voy a enamorar de esta pequeña casa nuestra.

—Guau —dice Sebastian, mientras giramos en la esquina. Una gran y vieja


casa Victoriana se encuentra al lado de un desnudo roble con un columpio que
cuelga de las ramas. La nieve hace que todo sea aún más brillante, más blanco,
más dramático. Siento caer mi mandíbula. Es impresionante, y es nuestra.

—Se ve genial —digo, tratando de cubrir mi asombro. Tengo que


mantener en mi mente que he visto la casa antes. Tengo que mantener mis
emociones bajo control.

Sebastian estaciona y viene alrededor para abrir mi puerta. Salto hacia


fuera, con entusiasmo infantil corriendo por mis venas, y tomo una imagen
mental. Todavía está un poco deteriorada, pero la nueva pintura hizo maravillas.
Hay una zona de jardín en el frente, ahora vacía por supuesto, y los escalones de
madera están cubiertos de nieve. Hay un porche, desatendido por el actual clima.

Preveo a nuestro hijo creciendo aquí, quitando la nieve al igual que yo


hice. Me imagino a nosotros tres bebiendo té helado en el porche en verano,
preguntándonos por qué nunca instalamos un aire acondicionado central. Veo
mañanas lentas y perezosas alrededor de una chimenea mientras Sebastian se
prepara para el trabajo. Veo el desayuno juntos con su pelo despeinado y con las
zapatillas de Scooby-Doo a conjunto.
74
Página
La puerta está pintada de rojo, y una gran aldaba de bronce se encuentra
justo al nivel del ojo. Caminamos juntos, y tengo que morderme los labios para
evitar que tiemblen.

—Después de ti —dice, señalando la aldaba.

—Juntos —contrarresto, y él asiente una vez, colocando su gran mano


sobre la mía. Llamamos tres veces, riendo, y luego Sebastian abre la puerta
principal.

Es tan maravilloso dentro, tal y como pensé que sería. Suelos recuperados
de roble brillan hacia nosotros, encerado y nuevo. Las paredes son de color
blanco, y las molduras no están terminadas en ciertas partes, pero ya estoy
enamorada de la crudeza. El umbral se arquea del vestíbulo hacia la sala de estar,
y camino hacia la cocina. Modernos electrodomésticos están sin usar, y los
azulejos del metro son exquisitos contra el sol del atardecer que entra por la
ventana de la cocina.

Sigo a Sebastian mientras recorre el baño de abajo y luego el comedor con


los muebles empotrados. Tomo su mano mientras subimos las escaleras, y tres
dormitorios, uno después del otro, alineados por el pasillo. Sebastian me tira
hacia la última habitación, nuestro dormitorio principal. Suspiro ya que veo una
gran cama con dosel que se encuentra en la esquina. Así que aquí es donde de
verdad está nuestra cama de verdad. Aunque cuando Sebastian aprieta mi mano,
me doy cuenta de que dormiría en un granero todas las noches siempre que
significara que podría quedarme con él en esta vida.

—¿Qué piensas? —pregunta, sacándome de la habitación y llevándome a


la última puerta del pasillo.

—Me encanta —digo, mi voz quebrada. Deja de caminar, mirándome con


preocupación—. Estoy bien, sólo emocional —agrego, señalando mi estómago.
Se ríe.

—Tengo una sorpresa para ti —dice en voz baja. Abre la última puerta y
me tira hacia dentro. Está desnudo, pero en una esquina hay una pequeña cuna
vintage.

—Oh, Dios mío. —Corro mi dedo a lo largo de la lisa madera. Es


hermosa—. ¿De dónde has sacado esto?

—Era mía —dice con orgullo—. Mi padre la trajo más temprano. Quería
sorprenderte.

Me doy la vuelta y pongo mis brazos alrededor de su cuello.

—Me encanta. Nuestro bebé la amará. —Mis palabras me ponen triste. No


sé si llegaré a experimentar a nuestro bebé durmiendo en la cuna de Sebastian,
pero no sé si alguna vez he querido experimentar algo más.
75
Página
—Bien. Porque te mereces lo mejor —dice antes de inclinarse y besarme.
Eso me saca de mis pies, y me estrecha hacia él, moviendo sus labios contra los
míos. Me aparto, totalmente abrumada por la emoción.

—Ya tengo lo mejor. —Lo beso de nuevo en la mejilla, y me quedo


mirándolo, quemando la imagen de su cara en mi mente. Juro que lo encontraré
en mi vida real. Me comprometo a darle un beso como este de nuevo. Todo lo
demás puede mantenerse en el aire; la casa, el trabajo, el bebé… siempre y cuando
lo tenga a él, seré feliz.

—Vamos de vuelta a nuestro apartamento de mierda, bebamos un poco


de sidra espumosa, y vamos a brindar por nosotros. ¿Suena bien?

—Suena perfecto —digo, sonriendo.

Sebastian nos hace la cena: verduras asadas, arroz integral y queso feta. Es
delicioso, saludable y satisfactorio. Bebo un gran vaso de leche entera, por
sugerencia de Sebastian tengo que comer más calorías, y después de todo, me
siento contenta y lista para la cama.

—¿Puedes tocar “Ave María”? —me pide Sebastian, rodeándome por


detrás mientras dejo los platos sucios en el fregadero.

—¿Qué? —Me giro, y me estrecha aún más, besándome el cuello, la sien,


la frente—. ¿De Schubert?

—Si. Es mi favorito. —Gesticula hacia el pequeño piano en la esquina. Mis


ojos se amplían con sorpresa. Hay unas cuantas cajas de mudanza enfrente de él,
y ni siquiera me di cuenta de que estaba puesto en la esquina de la sala hasta
ahora. No he tocado el piano desde que vivo en Wyoming.

—Podría estar un poco oxidada —le digo, caminando hacia el banco.

—¿Desde anoche? Nah —dice el, animándome. ¿Anoche? Continúa—.


Practicas cada noche, mi amor. Eres increíble. Es mi parte favorita del día,
escucharte tocar.

—¿Toco cada día? —Miro hacia él, y la mirada de confusión en su cara me


pone incomoda—. Quiero decir, por supuesto que toco cada día.

Me siento en el banco, y ruego recordarlo tan bien como él cree que lo


hago. Abro el libro de música en “Ave María”, trueno mis nudillos, y entonces
comienzo. Para mi sorpresa, mis dedos se mueven sin esfuerzo encima de las
teclas, con fluidez. Es familiar y desconocido para mí, todo al mismo tiempo. Sé
cómo tocar, a pesar de que han sido más de diez años y me siento oxidada, mis
dedos vuelan encima de las teclas como una persona que ha estado practicando
76
Página
cada día, lo que supongo que he estado haciendo en esta vida. Los músculos en
mis manos están elásticos, expectantes, y una vez que dejo ir el bloqueo de mi
mente, la música comienza a absorberme.

La melodía es lenta, pacifica, sin embargo provocativa. Causa algún tipo


de emoción dentro de mí. Cierro los ojos, y sigo tocando con confianza. He
extrañado esto, tocar una canción con el corazón. La música se intensifica, y
siento las capas desmoronarse, dejándome solo a mí, desnuda y plana, aquí y
ahora. No hay Marlin de ayer. Existo solo en esta vida, esta maravillosa vida.

Cuando termino, me siento cruda y expuesta. Miro detrás de mí a


Sebastian, y la mirada en su rostro es puro asombro y admiración.

—¿Cómo tuve tanta suerte? —susurra, y me siento levantándome para


sentarme en su regazo. Me imagino, que si esta vida es finita, podría también
aprovecharla. Me agacho y lo beso. Levanta su mano a mi mejilla, gentilmente
frotando mientras su lengua trabaja su camino dentro de mi boca lentamente,
eróticamente.

El departamento está oscuro, y siento mi cuerpo arder bajo su toque. Él me


acerca más.

—Sebastian —susurro, mi voz desesperada—. Hazme el amor.

No dice nada. Me levanta en sus brazos y me lleva al dormitorio.


Gentilmente me pone en la cama, y cuando lo hace, estiro mis brazos,
descansándolos detrás de mi cabeza. Lo estudio mientras se quita la camiseta. Es
hermoso, y no solo de la forma “él es caliente”. Su pecho es fuerte, sus ángulos
agudos. Estatuas deberían ser erigidas en su honor. Aun así… es dulce, tierno, y
amoroso.

Desabrocha sus pantalones, y es entonces cuando la veo: una pequeña,


delgada cicatriz corriendo por su brazo izquierdo.

—¿Qué es eso? —pregunto, mi voz más acusadora de lo que me gustaría


admitir. Me enderezo y tomo su brazo afectado, estudiando las familiares
líneas—. ¿Qué demonios son estas? —grito, empujándolo a la cama.

—Marlin… ¿es en serio? —Me observa, confundido, preocupado—. Tú


sabes qué son.

Muevo las manos enfrente de mí, furiosa, irritable.

—Sé lo que son. ¿Por qué las tienes? —Sujeto su brazo y beso las cicatrices,
lágrimas cayendo por mis mejillas.

—¿El cerebro de embarazada te da amnesia? —pregunta, riéndose.


77
Página
—¡Esto no es divertido! —grito, empujando un dedo en su pecho—. Sí,
tengo amnesia. No recuerdo los últimos siete años, tal vez más. Por favor, dime
por qué tienes estas marcas.

Sacude la cabeza y suspira.

—Ya sabes la historia, pero voy a complacerte. Solía cortarme en la


preparatoria. Fue horrible. Fui suicida por un tiempo. Tomé antidepresivos. Pero
entonces te conocí, y nunca miré atrás.

—¿Cuándo fue la última vez? —pregunto, mi voz frenética.

Él sonríe.

—Dos años antes de conocernos.

Su respuesta me tranquiliza, pero aún estoy incomoda. Bajo la mirada a


mis muñecas por segunda vez esta noche. Busco en mi pálida piel por algún signo
de cicatrices, y no hay nada. Mi piel es suave. El signo de una vida feliz. ¿Cómo
puedo hablarle de mi vida real cuando él no tiene idea al respecto?

En lugar de eso, lo empujo a un abrazo, agarrándome de su musculosa


espalda. Lloro, más duro de lo que he llorado alguna vez. Gigantes, pesados
sollozos dejan mi cuerpo a través de mis ojos, creando un río por su hombro, un
rastro de evidencia. He estado ahí, quiero decir. Fluidos salen de mi nariz, pero no
me importa. De algún modo, me siento más conectada a Sebastian que a Charlie,
y solo lo he conocido por un día. Quiero compartir esa parte de mi vida con él,
pero estoy dudando. De todas las personas que conozco, el hombre que he
conocido la menor cantidad de tiempo es la única persona a la que quiero decirle.

Sebastian retrocede y me da un pañuelo, que acaba de sacar del bolsillo de


sus vaqueros. Amo que siempre lleve un verdadero pañuelo. Sueno mi nariz y
seco mis ojos. Lo lanzo a nuestra pila de lavandería. Haría la colada cada día por
el resto de mi vida (y eso es decir mucho desde que lavar es mi tarea menos
favorita) si solo pudiera quedarme con él.

Levanto la mirada en su dirección a través de mis húmedas pestañas, y él


se agacha, plantando un suave beso en mis labios. Es ligero e inevitablemente
conmovedor. Toma mis manos, entrelazando sus dedos con los míos, y
profundiza el beso. Su aliento sabe lechoso y dulce, y huele como vainilla y
canela. La oscuridad del cuarto pone el ambiente, y comienzo a quitarme la ropa,
pieza por pieza. Nuestra respiración es todo lo que escucho.

Me ayuda con mis calcetines, y para mi sorpresa, se agacha y besa mis pies.
Me alejo por instinto. He estado usando calcetines de lana todo el día. Estoy
segura de que el olor es menos que placentero. Pero me sujeta firmemente,
plantando un suave beso en cada dedo. Lanzo mi cabeza hacia atrás y gimo. Él
va subiendo, sacando mis pantalones con suave precisión. Sigue mi camisa, que
78
Página
levanta por encima de mi cabeza gentilmente. Finalmente, mi ropa interior y
sujetador. No me siento expuesta. Me siento libre, por primera vez en mi vida.

—¿Sabes cuál es la parte más sexy de ti? —susurra, moviéndose


lentamente entre mis piernas. ¿Está el…? No, él no podría. No me he bañado.
Pero no, en lugar de eso besa mi barriga, la cual, ahora que estoy viendo más de
cerca, tiene el más pequeño bulto de bebe. Eso, o es un bebé de comida. De
cualquier modo, el gesto es dulce—. Esta. —Besa todo alrededor del pequeño
bulto, dejando besos hacia arriba hasta que encuentra mis labios. Entonces besa
mi mejilla y susurra en mi oído—. La cosa más sexy de ti es el hecho de que estás
llevando a nuestro hijo. Nuestro futuro.

Me siento comenzar a llorar, y lo jalo para otro beso.

—Te amo.

—Y la segunda parte más sexy de ti —dice, sonriendo. Lleva sus besos


desde arriba esta vez y va bajando, y entonces esta justo ahí, besando y chupando.
Jadeo—. Esta es mi segunda parte favorita de ti —gruñe, mordisqueando siempre
tan gentilmente. Me sujeto de su cabeza mientras la mueve de arriba abajo como
un experto, lamiendo y sacudiendo su lengua rítmicamente. No puedo recordar
la última vez que tuve un orgasmo que no fuera dado por mí misma. Me siento
comenzar a tensarme, y muevo mi cadera justo mientras él me sujeta y me empuja
hacia abajo, intensificando su presión.

—Solo déjate ir y siéntelo —dice él, su aliento entre mis piernas. Me hace
estremecer.

—Está bien —le digo, lanzando mi cabeza hacia atrás y cerrando los ojos—
. Sí…

Siento que me dejo ir. Grito, y mientras me vengo, él se aleja y entra en mí,
deslizándose justo en el momento perfecto. Colapso de nuevo en la cama
mientras me llena, y me sostengo de su cara mientras me besa. Él es gentil, pero
no demasiado. Aún estamos moviendo la cama, y es un ritmo perfecto. Sostiene
mis manos de nuevo, sujetándolas mientras me observa. Trato de alejar la
mirada, pero no puedo. Quiero ver su cara mientras terminamos juntos.

—Mi amor —gime él, cerrando los ojos apretadamente. Cuando los abre,
están oscuros y dilatados—. Mírame. —Obedezco, mis ojos viendo los suyos.
Todo su cuerpo se tensa, y esto intensifica todo para mí. Me siento terminando
de nuevo, justo mientras él lo hace. Es poderoso, el olor y suspiros y sonidos de
Sebastian, y amo cada maldito segundo de ello.

Se desploma sobre mí, sin siquiera molestarse en salir, y estoy sobrepasada


por tantas emociones. Angustia por no tener esto en mi vida real. Gratitud por
haber experimentado algo de eso. Amor, tanto amor. Pena y arrepentimiento, por
79
Página
mí pero adicionalmente por la versión de preparatoria de Sebastian. Sé lo que ha
pasado. Estoy agradecida de que esté aquí, ahora, feliz.

—Voy a ducharme primero —digo. Trato de levantarme, pero Sebastian


me detiene.

—¿Ducharte? No te atrevas. Hueles de lo mejor después del sexo —dice


él, su voz perezosa y relajada.

El nudo en mi garganta se hace más grande. Todo sobre él, acerca de esto,
es demasiado. Es demasiado bueno. ¿Cómo es que merezco esto? ¿Qué va a pasar
cuando me vaya a dormir? ¿Todo va a desaparecer? ¿Voy a despertarme mañana
en los brazos de Sebastian? ¿Él siquiera existe, o es un fragmento de mi
imaginación?

—Te amo, Marlin Winters, pronto a ser Marlin Juares. —Me besa y me
acerca a él, su estómago en mi espalda, y envuelve un brazo y una pierna a mi
alrededor.

No. Esto es real. Las imágenes, sonidos, sensaciones, sonidos, sabores. Es


real. Tiene que ser real.

Pero solo por si acaso. Lucho contra la urgencia de dormir. No sé en qué


realidad me voy a despertar, y no estoy dispuesta a tomar esa posibilidad aun.

80
Página
Traducido por Lauuz

Corregido por Flochi

Hace dos días.

B
usco en la bolsa de Skittles, esperando un rojo o un morado.
Crujido.

Qué horror. Me salió un naranja, ya se sabe que es el peor sabor de


Skittle. Lo escupo en mi mano y tomo una servilleta de la guantera, apretando el
húmedo dulce en el rugoso papel.

Un segundo después, entro al estacionamiento del Dr. Kostas, el nuevo


psiquiatra que estoy viendo. Tomo mi bolsa de Skittles y continúo comiendo solo
los rojos y los morados. Cuando escupo uno amarillo en el bote de basura
enfrente, levanto la cabeza y busco cámaras ocultas. En retrospectiva, estoy
segura de que él lo ha visto peor, pero solo por si acaso, no quiero que el doctor
Kostas piense que soy una rara.

Entro, y la sala de espera es como un jardín oasis. Veo justo a través de la


fachada. ¿Por qué los doctores siempre se presentan de esa manera? Todos
sabemos que la recepcionista está escribiendo correos, corriendo por cafés y
rellenando ingresos. El sistema de salud en Estados Unidos no es glamoroso; no
es un día en el spa.

—Hola, estoy aquí para ver al doctor Kostas —digo dulcemente, y la


recepcionista me estudia por un segundo demasiado largo antes de asentir y
darme una forma para llenar.

—No olvides firmar al final —dice. Sé lo que en realidad quiere preguntar,


¿qué tipo de loco eres tú?

Lleno la forma tan bien como puedo. No marco ninguna de las cajas, ni
siquiera en la que se supone que indique auto-dañarme o signos de depresión.
En respuesta, llevo mis mangas hasta mis pulgares. Cuando termino, le extiendo
el sujetapapeles a la recepcionista llamada “Glenda” y voy a sentarme.

Justo cuando casi he terminado de quitarme todo mi barniz de uñas azul,


Glenda me llama.
81
Página
—¿Señorita Winters? Olvidó especificar la razón de su visita.
No lo olvidé, Glenda.

—Oh, está bien. —Me levanto y tomo una pluma. Marco la pequeña caja
“problemas de sueño”, pensando que no es enteramente mentira.

La verdad es, que no estoy segura si confío aun en el Dr. Kostas. Nadie,
quiero decir nadie, sabe acerca de mis problemas. Charlie sospecha,
especialmente cuando está a 30 grados afuera como hoy y yo uso camisas de
manga larga, pero incluso él no sabe el tipo de cosas jodidas que pasan por mi
mente diariamente. Si lo hiciera, correría gritando.

Por ejemplo, no estoy segura de que apreciaría los detallados


pensamientos acerca de suicidio, o el hecho de que cuando sea que agarro un
cuchillo, pienso en deslizarlo por mi propia garganta.

Divertido, felices pensamientos que cualquier mujer de veintisiete años


tendría, ¿correcto?

La única razón por la que estoy aquí es porque le prometí a Charlie que
“vería a alguien”. Esa es la palabra clave para terapia, un término que estoy
segura su avispada madre le había inculcado. Después de anoche, después de
toda la debacle con Stuart, Charlie me dio un ultimátum.
—O ves a alguien, o hemos terminado.
—Bien. Voy a ver a alguien mañana —digo arrastrando las palabras. He comido
dos trozos de pan, y aún estoy enojada y borracha—. Stuart en verdad apesta sin
embargo. No estaba equivocada en eso.
—Hay cosas que aprendes cuando maduras, Marlín, cosas como el tacto y la clase.
No tienes ninguna de esas cosas, y no estoy seguro de por qué. Tal vez nunca maduraste.
Decirle a mis padres que se fueran, decirle a Stuart que su música apesta, ser grosera con
Gemma…
Respiro hondo. El alcohol pasando por mis venas me está haciendo valiente.
Debidamente notado: demasiado whisky me quita el filtro.
—Yo solo… ya no soy feliz. Siento que tengo esta cobija pesada en mis hombres.
TODO EL TIEMPO. No puedo recordar la última vez que sonreí genuinamente. —Por
un segundo, estoy aliviada. Se siente bien decirle la verdad por una vez. Tal vez esto es
bueno. Tal vez este va a ser el catalizador para un cambio. A lo mejor mañana
intentaremos ser más felices, una pareja más comunicativa.
Charlie estudia mi cara, y entonces aleja la mirada.
—Suena como aburrimiento para mí. —Alcanza su cartera y saca dos billetes de
cien dólares—. ¿Porque no te tomas un día personal mañana, sales a almorzar, y te
compras algo lindo?
82
Página
Lo miro con incredulidad.
—¿Dinero? ¿Me estás dando maldito dinero?
Suspira, poniendo la cara en sus manos. Un rizo rubio cae en su cara. Quiero
arrancarlo.
—Jesús, Marlin. Sólo estoy tratando de ser un buen novio. —Presiona los dos
billetes en la palma de mi mano—. Prométeme que vas a ver a alguien mañana. Haz eso,
y entonces cómprate algo lindo. ¿Tienes que ser siempre tan dramática? —con eso, él se
aleja.
Y quiero gritar.

—¿Señorita Winters? El doctor está listo para verla. —Me levanto y camino
hasta la puerta, y ella me lleva hacia una acogedora oficina.

Un hombre mayor está sentado detrás de un escritorio, y estoy disgustada


ante los cursis posters motivacionales y sorprendida por su poster de The Who.
No puedo realmente imaginar al hombre sentado enfrente de mí, con su camisa
y botas de vaquero, fumando un porro y viendo a The Who en un concierto en
vivo.

—Marlin, soy el Dr. Kostas. Por favor, toma asiento. —Su voz y sonrisa
son cálidas, e inmediatamente me recordó a mi padre.

—Gracias. Me gusta The Who —mascullo. Inmediatamente comienzo a


cantar “Teenage Wasteland” pero entonces me detengo. Genial. De todos los
lugares en los que podía hacer eso, tenía que hacerlo enfrente de un psiquiatra—
. Lo lamento. Yo solo, cuando sea que pienso en esa canción tengo que cantarla.

Él simplemente ríe. Las arrugas en los costados de sus ojos se profundizan,


y luce mucho más mayor que al principio.

—Una de las mejores canciones de todos los tiempos.

—En realidad lo es. —Está bien, tal vez esto no será tan terrible.

—Cuéntame de ti. Marcaste problemas del sueño, pero puedo leer a las
personas muy fácilmente, y no creo que sea la única razón por la que estás aquí.
—Trago el nudo en mi garganta. Mierda. ¿Fueron las mangas largas?—. Pero
antes de que lleguemos a eso, cuéntame de tu vida. ¿Dónde creciste? ¿Fuiste a la
Universidad? Ese tipo de cosas. Voy a facilitártelo. —Sonríe y frota sus manos
juntas, escuchando intensamente.

—Está bien. Ummm… vamos a ver. Crecí en Wyoming, en un pueblo que


estoy segura que nunca ha escuchado. Soy hija única. Mis padres son
maravillosos. Soñé con California de niña, y fui a la universidad del estado de
San Diego. Mi especialidad fue estudios liberales. Aun no tengo idea de qué
quiero hacer con mi vida. Extraño Wyoming, pero me siento loca por decir eso,
83
Página
porque vivo en uno de los lugares más templados del planeta. Vivo con mi novio,
Charlie.

Asiente y juguetea con sus pulgares.

—Cuéntame de Charlie.

Estoy un poco confundida por su pregunta. No estaba esperando hablar


de Charlie.

—Ummm, bueno, es dos años mayor que yo. Es un banquero de inversión,


y recientemente compramos una casa. Estamos pensando en comprar un perro
pronto.

—¿Hablan de matrimonio? —pregunta el Dr. Kostas. No estoy segura de


por qué eso es de su incumbencia, pero sospecho que está haciendo las preguntas
por una razón.

—Algunas veces. Pero ambos somos muy felices con las cosas como están
ahora.

—¿Te hace feliz?

Salto ante su pregunta.

—Por supuesto. ¿Por qué estaría con el si no me hiciera feliz?

El Dr. Kostas se ríe, y encuentro ligeramente ofensivo que se esté riendo


de mí.

—Señorita Winters, con todo respeto, si las personas no permanecieran en


relaciones infelices, no tendría la redituable carrera que he tenido por los últimos
cuarenta años.

Me encojo de hombros.

—Supongo que tiene razón. No soy infeliz.

—Pero no eres feliz —termina él, y lo miro.

—No dije eso. —Cruzo los brazos—. Está poniendo palabras en mi boca.

—¿Sabes por qué hago lo que hago Marlin?

Me encojo de hombros de nuevo.

—¿Porque paga bien? —Sonrió así sabe que estoy bromeando.

—Eres una listilla —observa, frotando su barbilla—. Hago esto


simplemente para ayudar a las personas a ser más felices en sus vidas diarias. Es
uno de los trabajos más difíciles en el mundo. Los doctores normales cierran
heridas, hacen cirugías del corazón, entregan bebés. Nuestros cuerpos sanan.
Nuestras mentes… son una historia diferente.
84
Página
Miro alrededor del cuarto, evitando el contacto visual.

—Bien. Me atrapaste. No soy feliz. ¿Que me delató?

—Puedo leer muy bien a las personas. Las mangas largas en un día soleado
fueron mi primera pista. Los círculos oscuros bajo tus ojos. El hecho de que
mencionaste a Charlie al final.

Lo miro fijamente.

—¿Tengo círculos oscuros? —Paso mis dedos debajo de mis ojos,


horrorizada. No debo haberme dado cuenta. ¿Por cuánto tiempo he tenido
círculos oscuros, y es por eso por lo que Sia siempre me pregunta si estoy
cansada? Dios, soy tan distraída.

—¿Por cuánto tiempo te has estado cortando?

—Vaya, ¿solo va a ir y preguntarme eso? —Comencé a levantarme.


—Siéntate, Marlin. Estoy tratando de entender qué te llevó a esto.

—Nada… no es nada. No es gran cosa.

—¿Por cuánto tiempo? —La manera en que hace la pregunta no es


maliciosa o especulativa. Sólo está genuinamente preocupado. Tal vez pueda
ayudarme a sentirme normal.

—Dos años. —Me vuelvo a sentar. Las palabras de Charlie pasan por mi
mente. Eres una reina del drama, Marlin. Eso es lo que siempre dice.

—¿Qué pasó?

Él no necesita especificar. Estoy segura que soy un estereotipo andante;


siempre hay un incidente inicial para personas como yo. Violación, apodos,
bullying, negligencia, abuso, desastre, guerra…

—Es tan estúpido —comienzo, sacudiendo la cabeza.

—Nada es estúpido cuando estás sentada en esa silla, Marlin.

—Hay personas allá afuera que sufren cosas mucho peores que yo. Se
siente tonto quejarme acerca de un incidente que, en el gran esquema de las cosas,
no es tan malo.

—Es diferente de persona a persona, Marlin. No puedes medir el trauma


de alguien. Cuéntame del incidente.

Me deslizo hacia abajo en la silla y cruzo los brazos. Las únicas personas
que saben lo que pasó son Charlie y mis padres. La policía local hizo un buen
trabajo minimizándolo, y solo hubo una pequeña mención de eso en el periódico
local. En ese momento, pensé que estaba exagerando, pero los morbosos detalles
85
Página
se habían quedado conmigo todo este tiempo. Es por lo cual tengo pesadillas la
mayoría de las noches.

Comienzo lentamente.

—Cuando estaba en primer año de la universidad, trabajaba en una


heladería cerca del campus algunas noches a la semana. Ellos estaban abiertos
hasta tarde, hasta las 2:00 am, para atender a las personas saliendo de los bares.
De cualquier modo, una noche fuimos mantenidos a punta de pistola. Nunca
había estado tan asustada, no antes, ni después. Mi compañera, una amiga mía,
dio pelea. Y ella… recibió un disparo en la cabeza. Justo frente a mí. Ellos nos
mantuvieron encerrados por horas, pero finalmente la policía intervino, y fuimos
rescatados.

—¿Por qué pensarías que eso es estúpido, o tonto, o no digno de


traumatizarte? —El Dr. Kostas se inclina hacia adelante—. Eso debe haber sido
aterrador. Ver a tu amiga recibiendo un disparo… —Se vuelve a recargar—. El
trastorno de estrés postraumático puede causar un montón de daños después,
algunas veces varios años después del incidente. Se manifiesta en una variedad
de formas.

Bajo la mirada y quito el barniz de la última uña, la de mi meñique.

—De cualquier forma, poco después de eso, comencé a salir con Charlie.
Él hizo que todo mejorara. Alejó mi mente de las cosas. Pagó por mi escuela así
no tendría que trabajar. Me quitó la pena y me ayudó a olvidar. Pero entonces
después de la Universidad, algo cambió. Nosotros cambiamos. En lugar de estar
agradecida por su dinero y su apoyo, comencé a resentirlo. Nuestra relación
está… bien. Él no abusa de mí físicamente, pero algunas veces me hace sentir
peor acerca de mí misma. Acerca de todo. Es manipulador.

El Dr. Kostas asiente.

—Así que ahora, por su apoyo de antes, sientes como que estás atrapada
con él. Te sientes obligada.

—Sí —admito—. Él me ha dado demasiado. No puedo alejarme. Le debo


mi vida, de alguna forma. Mantuvo mi mente alejada de todo, esos primeros
años. Corrí directo del trauma a sus brazos. Literalmente, al día siguiente.

—Ya veo. —El Dr. Kostas toma su bloc de notas y escribe algo. Muerdo mi
labio. Me pregunto si está escribiendo psicótica ahí—. Creo que eso es suficiente
por hoy. Pero tengo una tarea para ti. No voy a ponerte en medicación de
inmediato; vamos a esperar algunas semanas y ver si podemos pasar por esto
juntos. Un montón de TEPT puede ser tratado con terapia. Depresión y ansiedad
son otra historia. Si sientes necesidad de lastimarte, la más mínima, de cualquier
forma, quiero que me llames. —Me da su tarjeta de negocios. Noto su celular
86
Página
personal escrito con lapicero al reverso—. Por cualquier razón, día o noche, ¿está
bien?

—Está bien. —Levanto la mirada hacia el—. ¿Cuál es la tarea?

Me estudia pensativamente. Siento que puede ver a través de mí.

—Haz cada día una cosa que temas. Ya sea que signifique ordenar algo
diferente del menú, hablar con un extraño, paracaidismo, lo que sea. Algunas
veces, sacudir las cosas un poco puede realmente sacar a relucir las emociones.
Eso es lo que necesitas: una liberación. Tenemos que limpiar las tuberías antes de
repararlas. ¿Tiene sentido?

Asiento.

—Puedo hacer eso.

—Bien. —Se levanta—. Te veré la próxima semana.

—Gracias —digo en voz baja, y justo mientras me doy la vuelta para irme,
me llama.

—¿Y Marlin? Ve si puedes encontrar algo que ponga una sonrisa genuina
en tu cara.

Hago una mueca. No estoy segura de que esa sea una promesa que pueda
mantener.

—Voy a tratar.

Es lo mejor que puedo hacer.

87
Página
Traducido por Mae

Corregido por Flochi

Presente.

E
l sueño no viene. No estoy segura si es porque estoy forzándome
a permanecer despierta o porque Sebastian ronca.

Muy fuerte, también.

No puedo evitarlo, pero me resulta entrañable.

Se da la vuelta, totalmente contento, y me levanto de la cama. Estando aquí


analizándolo todo no va a ayudar en nada. Me pongo un viejo albornoz y las
zapatillas de Scooby-Doo con las que ahora tengo una relación de amor/odio.
Enciendo el calefactor, entro en la cocina y me pongo a hervir agua para una taza
de té.

No sé qué va a pasar cuando me despierte mañana. Sinceramente, no creo


que jamás haya tenido tanto miedo de ir a dormir. No he tenido mucho tiempo
para contemplar lo que me está pasando, sólo trataba de aceptarlo una hora a la
vez, un minuto a la vez. Estaba actuando, pero ahora quiero saber por qué me
dieron el papel en esta obra.

Al principio, cuando me agacho para tomar un poco de té de uno de los


armarios inferiores, creo que es sólo mareo o vértigo que causa que la habitación
gire a mi alrededor. Pero cuando me paro y me sostengo para no perder el
equilibrio, no desaparece.

No tengo que pensar en lo que está sucediendo. Esta vida se está


debilitando, poco a poco, pero está sucediendo. No sé cuánto tiempo más tengo.
Es como si mi cuerpo me estuviera castigando por pensar demasiado. Trato de
arrastrar los recuerdos de ayer fuera de mi mente, y me encuentro con más
vértigo y ganas de acostarme.

Lleno una taza, mojando una bolsa de especias de canela en el líquido


humeante. Camino hacia el patio, y la nieve que cae fuera me cautiva. La brillante
farola amarilla en un bulbo justo fuera de nuestro patio es casi misteriosa, pero
me parece hermosa, tranquila, serena. Ilumina la nieve, y me encuentro
caminando hacia el patio para estar más cerca.
88
Página
La luz brilla más, y de repente me siento atraída por ella. Dejo mi té en la
barandilla. Hace mucho frío, pero no lo siento. Miro hacia arriba y sonrío
mientras la nieve cae sobre mi cara. Saco mi lengua y giro, el aire frío es tan
limpio. Se siente tan bien estar de vuelta en la nieve. Juro, que la mayoría de la
gente es agua, tierra, o fuego, pero yo soy nieve. Hasta mis huesos, soy nieve.

El mareo vuelve, peor esta vez, y me agarro al pasamanos firmemente para


no caer. Agarro la taza, y ya no se siente caliente, no puedo sentir el agua
hirviendo. No puedo sentir la nieve.

Esta vida se me está escapando, un sentido a la vez. El primero en irse es


el tacto.

Vuelvo a entrar, agarrando la puerta detrás de mí. ¿Qué pasará con


Sebastian cuando me vaya? ¿Con Emma? ¿Con nuestra casa? ¿Con el bebé? Llevo
la taza hasta mi nariz e inhalo.

Nada. Mi sentido del olfato se ha ido. Son dos.

Dejo la taza y camino a la habitación, a tientas. Sebastian no se mueve, pero


no quiero perderme nada más de él, mientras todavía está aquí.

Me quito toda la ropa y me meto en la cama con él, pero no lo siento, no lo


puedo oler. Se remueve, muy ligeramente, y el susurro de las sábanas no llega a
mis oídos.

La audición se ha ido.

Gimo, pero no puedo escucharme. Me aferro a Sebastian, aunque no lo


puedo sentir.

Me muerdo la lengua, no saboreo la sangre. No saboreo la saliva. Todos


mis sentidos, excepto la vista se han ido.

Esto puede que sólo sea la cosa más extraña y desgarradora que me ha
pasado.

No cierro mis ojos, porque quiero prolongar esto durante tanto tiempo
como pueda, la vista de la espalda de Sebastian, el color caramelo de su piel, el
pequeño lunar en el centro de su espalda. Los mechones de cabello castaño rizado
en la base de su cuello, los músculos de su hombro, el ángulo agudo de su codo.
No lo puedo saborear, olerlo, tocarlo, o escucharlo, pero estudio esa espalda por
lo que parece horas. La he memorizado.

Y luego, con el tiempo, mi vista se convierte en nada.


89
Página
Traducido por Smile.8 y Gigi D

Corregido por Flochi

Ayer.

P
robablemente no tendría que estar dando una clase llamada “Flow
de relajación”, dado que relajada es lo último que siento, pero
necesitaron un profesor en el último minuto. Gwen está enferma, lo
cual es código para la resaca. Trato de actuar indiferente mientras el hombre de
comienzos de la semana está sentado en la fila central, mirando cada uno de mis
movimientos como un estudiante bueno y aplicado. Me odio a mí misma cuando
su sonrisa hace que me sonroje, estoy agradecida que la clase de yoga de la noche
esté poco iluminada.

—Bien, cuando estén en esta posición, tienen que asegurarse que sus
espaldas están completamente arqueadas. —Estoy sobre mis manos y pies, en
una posición comprometedora, y siento mi cuerpo calentarse bajo su mirada.
¿Por qué estoy teniendo esta reacción?

—¿Así? —pregunta, mirándome absorto.

—Muy bien. —Miro hacia otro lado, y demasiado pronto, la clase finaliza.
Les guio a través de un rápido saludo al sol y después al tadasana—. Namaste —
digo pacíficamente.

—Namaste —dice el chico, directamente a mí.

Rápidamente me doy la vuelta y camino hacia la puerta. Es una pequeña


clase hoy, y no quiero quedarme atrapada con Sr. Coqueteo.

—Hola, ¿Marlin? —llama, corriendo hacia mí—. Soy Nate.

—Hola, Nate. —Agarro mi bolso de mi taquilla al lado de la puerta, ni


siquiera molestándome en ponerme las sandalias.

—Me estaba preguntando, si estás libre, ¿quieres ir a tomar un café? —Me


vuelvo hacia él, y parece tan esperanzado. Estoy segura que se sentirá alicaído
cuando decline. Justo cuando estoy a punto de murmurar una disculpa,
continúa—. Sé que dijiste que tienes novio —dice cautamente—. Sólo es un café.
Eso es todo. Lo prometo.
90
Página
Me río.

—¿Por qué? ¿Por qué yo?

—Eres interesante —dice, encogiéndose de hombros. Mira hacia abajo a


sus zapatos y mete sus manos en sus bolsillos. Recuerdo las palabras de ayer del
Dr. Kostas. Haz cada día una cosa que temas.

—Vale. Un café. Treinta minutos. Puedo garantizarte que no me


encontrarás ni un poco interesante después.

Asiente, y salimos del estudio. No miro atrás hacia Sia. Estoy segura que
sus cejas están tan arriba que parecen montañas, y estoy segura que mañana
querrá cada detalle. Excepto que no habrá ningún detalle jugoso. No puede
haberlo.

—¿Qué tal Peet’s? Está calle abajo. Puedo llevarte, y después traerte de
vuelta a tu auto.

Me encojo de hombros.

—Claro. Suena bien. Cualquier cosa excepto Starbucks.

Se ríe, a pesar de que no sé por qué. Todo el mundo odia Starbucks ahora,
ser anti-Starbucks no es único o está de moda. Le sigo a un Honda genérico
plateado. Da la vuelta alrededor y abre la puerta para mí, y de repente estoy
preocupada por oler a sudor. Dar una clase de flow es más duro que tomarla.
Hay una razón por la que el entrenamiento de un profesor de yoga es tan intenso,
tienes que hacer las posiciones perfectamente, y tienes que hablar mientras las
haces. Esto genera un número incontable de ropa sudada, y cuando Nate cierra
la puerta y camina hacia su lado, huelo discretamente debajo de mis brazos.

Gracias a Dios por el desodorante.

Además, no importa cómo huela. Solo somos dos yogis6 tomando café.

—¿Has vivido aquí durante mucho tiempo? —pregunta Nate mientras


enciende el auto. Estoy sorprendida al ver que cambia de marcha. Casi no ves a
nadie conduciendo un auto manual por aquí.

—Um, cinco años —digo—. Nací en Wyoming y fui a la Universidad


Estatal de San Diego. Después mi novio y yo nos mudamos aquí. Él creció en
Newport.

Nate deja salir un silbido bajo.

—Ah, Newport. —Me mira y su cara lo dice todo. Se ríe, y yo también.


Todo el mundo sabe el tipo de personas que son “de Newport”.

6 Yogui: persona que hace yoga


91
Página
—No, pero seriamente, Charlie es genial. —Quiero dejarlo muy claro.

—Estoy seguro que lo es.

Cambio de tema.

—¿Qué hay de ti?

Nate vacila y se acaricia su barbilla pensativamente. Soy consciente,


estudiando su perfil, que es guapo de la manera convencional. Parece un Ashton
Kutcher joven, lo cual puedo apreciar.

Ugh. No voy a apreciar nada esta noche, Marlin.

—Vivo aquí desde hace tres meses. Transferencia de empresa —dice,


guiñándome el ojo. Me pregunto en qué trabaja—. He vivido en San Francisco
durante los últimos diez años. Crecí en California Central.

—Amo San Francisco —digo melancólicamente. La visité una vez con


Charlie, y me enamoré de las empinadas calles y todos los árboles de cerezo
japoneses.

—Deberías volver. Siempre le digo a la gente que podrían vivir allí


durante diez años y no ver todo lo que la ciudad ofrece.

—Debería volver —coincido.

Nate no dice nada más en nuestro corto camino hacia la cafetería Peet’s.
Durante todo el camino, me pregunto qué infiernos estoy haciendo. ¿Estoy
poniendo los cuernos? ¿Es así como se siente el poner los cuernos? No, no lo creo.
Nate y yo somos compañeros. Amigos, incluso. Cuando nos detenemos en el
falso paseo español, Nate aparca y da la vuelta para abrirme la puerta. ¿Los
hombres abren la puerta para sus amigas? No estoy segura. No tengo ningún
amigo hombre. Bueno, aparte de Stuart, pero difícilmente puedo llamarle amigo.
Especialmente no después de la otra noche.

Entramos y los dos pedimos dos cafés descafeinados con leche. Aunque
está oscuro, Nate sugiere sentarnos fuera. Estoy agradecida de llevar un jersey.
Conversamos por unos minutos y me sorprendo al relajarme, poco a poco. Mi
guardia está baja, y se siente bien conectar con otro ser humano. No puedo
recordar la última vez que tuve una conversación significativa.

—¿Quieres hijos? —pregunta Nate, y a pesar que nuestras preguntas se


han vuelto más y más atrevidas, esto me echa para atrás. Hasta recientemente,
estaba segura que nunca querría niños. Pero en los últimos meses, los cuales,
irónicamente, han sido algunos de los peores meses de mi vida, he tenido el
clásico anhelo de convertirme en madre.

—Eso creo —digo cautamente, mirando hacia abajo a la mesa—. Y no por


las usuales razones narcisistas y obligatorias. Tengo este sueño a veces, donde
92
Página
tengo dos niños corriendo alrededor y la casa está desordenada y mi pelo está
grasiento, y todo parece como un caos. Pero después cierro mis ojos, y soy feliz.
No estoy diciendo que tener niños me vaya a hacer feliz automáticamente, pero
criar a niños decentes se ha convertido en una prioridad alta para mí. El mundo
necesita más gente decente, así que creo que todo el mundo gana.

—¿No piensas que el mundo tienes suficientes niños? —pregunta Nate, y


a pesar que su pregunta puede resultar insultante, sé que proviene de su
curiosidad.

—Por supuesto que el mundo tienes suficientes niños. Por supuesto que la
adopción tendría que ser considerada siempre que sea posible. En verdad, me
encantaría adoptar. Pero no es una razón suficientemente buena para que no
tenga niños —finalizo, y me bebo el último sorbo de mi café.

—Guau, nuestra conversación está volviéndose muy seria, muy rápido —


dice Nate, riendo y finalizando su taza de café también—. Es fácil hablar contigo,
Marlin.

—Gracias. Contigo también. —Le miro, y él me está mirando, su cara una


mezcla de confusión y admiración.

—Sé que es directo, pero ¿querrías venir a mi apartamento?

Mi cabeza grita no. Por supuesto que eso sería un error. Charlie me está
esperando, en verdad, probablemente se esté preguntando dónde estoy ahora
mismo. Seré fiel. Tengo que serlo. Si pierdo mi fidelidad, pierdo todo.

—No creo que sea una buena idea —digo, dándole una mirada severa.
Está bromeando conmigo, probando el agua, preguntándose si seré infiel.

—Vale —dice, su voz decepcionada—. Lo entiendo. Lo siento, no debería


haber preguntado.

—Quizás podemos ser amigos —sugiero, y sonríe.

—Me gustaría eso.

Está lloviendo otra vez. Conducimos de vuelta a mi auto en un incómodo


silencio. Cuando se estaciona a su lado, no me mira. En vez de ello, mira a su
mano, que está parada en su volante. Sé que quiere decirme algo. Abre su boca e
inhala, sólo para volverla a cerrar. Finalmente, me mira.

—Escucha, no voy a enmascarar mis intenciones aquí. Me gustas. Me


gustas más que una amiga. Sé que eres feliz con tu novio, pero hay algo
irresistible en ti. Me fascinas. Sólo deseo que no estuvieras tomada.

Me sonrojo con sus palabras. En estos siete años he estado con Charlie,
ningún tipo ha sido así de directo conmigo. Una pequeña parte de mí quiere
93
Página
gritar, ¡No soy feliz! Pero tengo integridad, y la integridad significa ser fiel, incluso
si mi cuerpo no quiere. De todas maneras, me siento halagada.

—Gracias —digo en voz baja mientras la lluvia cae sobre el parabrisas. Es


inquietantemente romántico, estar aquí con este guapo hombre, sintiendo cosas,
sabiendo que él piensa que soy hermosa. Sabiendo que es diferente. Sabiendo que
él me cuidaría, justo como Henry del bar. Cuando me vuelvo para despedirme,
él se inclina.

Tengo dos segundos para decidir qué hacer. Puedo alejarme e irme, o
puedo encontrarlo a mitad de camino y besar a otro hombre.

Escojo lo segundo.

Nuestros labios se tocan, y de inmediato me siento culpable. Sé que sólo


lo hago porque me da curiosidad cómo se va a sentir, pero no me hace sentir
mejor. El fuego en mi estómago comienza a arder, y me alejo. Estoy respirando
pesadamente, y bajo la mirada, evitando la suya. Sus ojos verdes son
cautivadores. No puedo permitir que me convenzan de hacerlo de nuevo.

—No deberíamos haber hecho eso —digo, y salgo del auto. Me subo al
mío, y la lluvia tintinea en el techo. Una vez que mi puerta está cerrada, miro a
Nate. Me está mirando, sus hermosos ojos tristes, y luego sale marcha atrás.

Se ha ido.

Quedo sola con mi culpa. Y me sofoca. Vomito en una bolsa de plástico


extra que dejo para la ropa sudada de yoga.

Juego con mis dedos, haciendo tiempo frente a nuestra casa. Tengo que
decirle a Charlie. Tengo que ser sincera. Las relaciones sanas se construyen con
sinceridad. Sigue lloviendo, y no puedo notar si Charlie está o no en casa.
Lentamente salgo del auto, sin importarme que el diluvio moje mi cabello. Si
pensé que había tocado fondo ayer, hoy siento que estoy en el núcleo del planeta.
No puedo sentirme más abajo.

Abro la puerta, llamando a Charlie. Responde desde la sala. Fútbol y


cerveza: debería haberlo sabido.

—Hola —digo, en voz baja. Se da la vuelta.

—Hola, nena, ¿qué pasa? —Quiero que me abrace. Necesito calor humano
en este momento. Necesito sentir su piel cálida contra la mía. Pero se queda
quieto. Probablemente piensa que me vino el período o algo. Esa siempre es su
primera pregunta.

No quiero esquivarlo. Necesito decirle.


94
Página
—Besé a alguien. —Su cuerpo se tensa, y un pequeño sentimiento de
miedo se abre paso dentro de mí, comenzando en mi estómago y deslizándose
por mis piernas. No puedo verle el rostro, dado que está de espaldas a mí, pero
noto que lo que acabo de decir no le agrada por la tensión en su espalda.

—¿Besaste a alguien? —sisea, parándose y volviéndose hacia mí.


Agradezco que haya un sofá entre nosotros—. Explícate. —Deja su cerveza en la
mesita de café. Me pregunto cuántas ha bebido.

—Un estudiante. Me ha estado invitando a salir después de todas las


clases, y hoy decidí tomar un café con él. Después de eso, me besó. —Me encojo
de hombros—. Nada más pasó. Quería que supieras, sólo eso. —Me vuelvo y
comienzo a subir las escaleras, pero Charlie está a mi lado en un segundo. Me
sujeta del antebrazo y me obliga a dar la vuelta. Tiene el rostro colorado, y lo
espero.

—Quiero golpearte tanto ahora mismo —gruñe. Su rostro se contrae y


luego se suaviza. Suelta mi brazo y siento mi labio temblar. La cosa es, que nunca
me ha golpeado. A veces hace la amenaza, y de vez en cuando me sacude un
poco, pero nunca un golpe verdadero.

—Lo merecería —susurro.

—Sí, lo harías —coincide, mirándome. Se frota los labios con sus gordos
dedos, y no puedo evitar llorar—. Pensé que teníamos un trato.

Lloro más fuerte.

—Lo sé. Lo teníamos… lo tenemos.

—Repítemelo.

—Tú pagarás por todo. Me darás una buena vida.

—¿Y?

—Y… sólo debo prometer serte fiel. Tengo que prometer quedarme
contigo.

—Moriría sin ti —dice, suspirando pesadamente y mirándome.

Siento el familiar aguijón de la vergüenza. Me necesita.

—Lo sé.

—Te doy todo, Marlin. ¿Y qué me das a cambio?

—Lo sé. Lo siento.

—Ve y date un baño. Apestas —dice, caminando junto a mí hacia la cocina.


Dudo entre querer llorar o huir por la puerta principal.
95
Página
Lo he considerado, mucho más esta última semana que nunca antes. Pero
tiene razón. Es el motivo por el cual no necesito un trabajo real. Es el motivo por
el cual tengo cosas lindas. Es el motivo por el cual soy levemente feliz. Si estuviera
sola, estaría peor. Él estaría peor. Lo ha dejado en claro.

Estoy atascada, y creo que eso es lo más aterrorizante que he pensado en


toda la noche.

Me quito la ropa y abro la llave de la bañera. Oigo a Charlie abajo, y cada


ruido me hace hacer una mueca, porque sé que preferiría estar hiriéndome a mí.
El agua llena rápido, y la miro un rato antes de cerrarla.

Está demasiado caliente al principio, pero luego mi piel se vuelve rosa, y


me acostumbro a eso, como a todo. Soy fuerte, ¿verdad? Lo tolero porque él me
necesita, y yo creo que lo necesito. Además, de vez en cuando, puedo recordar
por qué me enamoré de Charlie. Hoy es sólo una anomalía.

Me limpio el cuerpo y meto la cabeza bajo el agua para limpiarme el


cabello. Cuando la saco, oigo a Charlie subiendo las escaleras. El miedo vuelve a
invadirme, pero lo ignoro. Él nunca me lastimaría. Estoy actuando como una
ridícula. Me abrazo las piernas contra el pecho y me preparo.

Lentamente abre la puerta, y cuando me ve, hace una mueca.

—Me traicionaste —dice simplemente. Comienza a dar vueltas—.


Honestamente nunca antes he querido golpearte tanto.

—Entonces hazlo —digo en voz baja. Me pongo de pie, con el agua


salpicándome. Lo enfrento, completamente vulnerable, desnuda, libre de
emociones. No siento nada y lo siento todo al mismo tiempo.

—Siéntate de una puta vez, Marlin —gruñe Charlie. Sus ojos escanean mi
cuerpo—. No puedo creer que otro hombre te tocara. Estás mancillada.
Manoseada. Arruinada.

—¿Crees que no lo sé? —chillo—. Golpéame. ¡Sólo hazlo Charlie! —Siento


las lágrimas corriendo por mi rostro. Respiro pesadamente.

Avanza un paso y estira las manos, preparándose.

—Quiero que sepas cómo me estás haciendo sentir —susurra, y luego su


mano vuela hacia delante, golpeándome en la mejilla.

Grito y tropiezo hacia atrás, salpicando agua al piso, sosteniéndome el


lugar donde su mano me golpeó. Las lágrimas caen con más fuerza ahora, y veo
una caer en la piscina de agua de la bañera.

—Me das asco ahora mismo —dice en voz baja. Su crueldad me sorprende.
Todo este incidente lo llevó al límite—. Voy a bajar. No puedo mirarte más,
sabiendo que tuviste los labios de otro en los tuyos. Después de todo lo que he
96
Página
hecho por ti… —Deja el baño, y me quedo de pie, con la mano en la mejilla, la
respiración agitada.

Olviden lo que dije antes… ahora sí toqué fondo.

Me siento y sollozo contra mis rodillas. Me siento agotada. El dolor es


demasiado, y tengo que hacer algo al respecto. Necesito sentirme adormecida.
Necesito sentir nada. Me estiro hacia el estante donde dejo mi hoja de afeitar, la
que uso para mis piernas y axilas, y a veces mis muñecas. ¿Cómo llegué aquí?
Supongo que no importa. Sólo hay una salida.

Toco la hoja, y siento un dolor abrumador, insoportable, emocional. He


oído a otros decir que cuando acaban con sus vidas, es metódico, insensible, y
sistemático. Nadie se suicida en los estertores del dolor emocional. Quiero sentir
nada, pero siento todo. Deslizo la hoja, fileteando mi piel, en vertical en lugar de
horizontal. La sangre brota, caliente. Mi mente vuela, pero corto metódicamente.
Es un alivio instantáneo. Hago otra línea. Más sangre. El agua a mi alrededor se
vuelve rosa. Y luego roja. No me importa. Siento todo irse de mi cuerpo. Mis
sentimientos, mi sangre, mi vida…

Sé que estoy decepcionando al Dr. Kostas, y eso es lo único de lo que me


arrepiento.

Simplemente quiero que se acabe. El rojo floja en el agua, y es algo


hermoso. El cuarto comienza a dar vueltas. Dejo caer la hoja después de cuatro
cortes en cada muñeca. Bajo mis brazos al agua. Duele, pero luego lo siento: el
vacío, la falta de peso, la nada, el alivio. En lugar de sentir el peso del mundo, me
siento libre. La necesidad de escapar era abrumadora, y ahora, estoy escapando.
Comienzo a ver puntos. El agua se oscurece. El cuarto se desvanece en negro.

Nada…

Nada…

Nada.
97
Página
Marlin

Página
98
Traducido por Jenn Cassie Grey

Corregido por Flochi

Presente.

B
eep, beep, beep…

Sé en un instante que estoy en un lugar extraño y


desconocido. Los aromas son extraños, sanitarios. El pitido es
distintivo. El sonido en frenético y errático. Voces, eso es lo que
escucho; susurran, urgentes, preocupadas voces. Mi boca es una goma, mi saliva
amarga. Puedo decir que he estado dormida por un largo tiempo por la forma en
que mis ojos se sienten sellados por el sueño.
Beep, beep, beep…

Los sonidos y aromas se vuelven más fuertes a cada segundo que pasa.
Siento algo presionando mi brazo, ¿una intravenosa? El peso de una manta me
presiona en la cama. No puedo mover mis piernas muy bien porque la manta
está enredada pesadamente a mi alrededor.

Muevo mi brazo derecho muy ligeramente, y la dura manta cruje. Mi


cuerpo está adolorido, y no estoy segura si es porque he estado dormida por
mucho tiempo o porque algo me pasó para hacerlo sentir adolorido.
Beep, beep, beep…

El latido de mi corazón. Suena lento, pero mientras trato de abrir mis ojos,
el pánico estrechando mi garganta, se acelera. ¿Dónde estoy?
Beepbeepbeepbeep…

El pitido debe alertar a alguien, porque de pronto siento una cálida mano
en mi frente. Sé en un instante que la mano le pertenece a mi mamá.

—Marlin —dice bajo—. Estás en un hospital. No entres en pánico. —Sus


palabras son calmadas, pero jalo la intravenosa sin embargo, alejándome de ella,
del pitido. Se siente como si alguien estuviera recostado sobre mí. Me empuja de
regreso hacia abajo, usando sus manos de seda en mis brazos, pero no demasiado
fuerte. Se aleja instantáneamente para no lastimarme.
99
Página
Delicada. Soy delicada. Lo sé instantáneamente. Dios mío, ¿qué pasó?

—¿Dónde está… —comienzo, mi cerebro demasiado lento para mi propio


gusto. Las ruedas no están girando lo suficientemente rápido—. ¿Sebastian?

—¿Qué? —pregunta, y entonces siento otra presencia. Abro mis ojos


lentamente, y Charlie está mirándonos, una mirada preocupada en su cara.

—Nada —dijo. Miro hacia mis muñecas. Vendajes están colocados en cada
muñeca. Recuerdo lo qué pasó. Sé lo que hago aquí.

Cierro mis ojos y suspiro pesadamente.

—¿Quién es Sebastian? —pregunta Charlie, su voz más alta de lo normal.

—Solo fue un sueño —digo con melancolía. Quiero que se vaya—. ¿Dónde
está papá?

—Fue por un café —pregunta mi mamá, y toma mi mano tiernamente. —


Cariño, estamos preocupados por ti.

—Traté de suicidarme. —No es una pregunta más bien una afirmación.


Mira sobre su hombro a Charlie, y entonces de nuevo a mí, sus ojos
humedeciéndose. Asiente—. No funcionó —digo, mi voz sombría.

Ante esto, mi madre comienza a llorar. Sé que la estoy hiriendo. No tiene


idea que las cosas estaban así de mal, ¿cómo podría? No la he visto en un año.

—Estaba tan preocupado. —Es la voz de Charlie ahora, y se inclina sobre


mi mamá y me da una cálida sonrisa—. No tienes idea de lo asustado que estaba,
encontrarte así… —Se detiene y mira a otro lado.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Piezas de Vermont, la tienda de


queso, Emma, el Jeep, nuestro apartamento, Sebastian… comienzan a llenar mi
mente, y lucho contra las lágrimas cuando me doy cuenta que todos fueron
producto de mi imaginación. Todos fueron alguna clase de sueño.

—Un par de días —responde mi mamá, y cepilla mi cabello lejos de mi


cara—. Tu padre y yo venimos tan pronto como escuchamos.

Me inclino de nuevo contra la cama y suspiro, cerrando mis ojos. No


quiero tratar con nada de esto. No quiero estar aquí. El peso está de regreso,
colocándose justo en la parte de arriba de mis hombros. Pienso de nuevo en mi
día en Vermont, y parece absurdo que todo fuese un sueño; en alguna parte, de
alguna forma, debió haber sido real. He escuchado toda clase de historias sobre
personas que casi mueren y ven el cielo.

Tal vez Sebastian era mi cielo.

—Toc, toc —dice papá, entrando y caminando hacia mí—. Estoy muy feliz
de que estés despierta, cariño. Estaba tan preocupado. Ningún papá quiere
100
Página
alguna vez tener una llamada como esa. —Me envuelve en un cálido abrazo, y es
cuando me pierdo. Comienzo a llorar, mis lágrimas humedeciendo su camisa
azul, y mi padre acaricia la parte trasera de mi cabeza—. Shh, está bien. Todo va
a estar bien.

Siento que mi mamá toma mi mano, y la aprieto fuerte. Nunca me di


cuenta cuánto extrañaba a mis padres, cuánto los necesitaba.

—Tenemos que hablar sobre los siguientes pasos —dice mi madre


suavemente, y asiente a mi padre. Sé instantáneamente cuál debe ser mi siguiente
movimiento.

—Quiero ir a casa —lloro, un sollozo saliendo mi nariz.

Mis padres se alejan, primero mirándose el uno al otro y después a Charlie.


Él asiente, y entonces se acerca y se sienta al borde mi cama. Parpadeo.

—Catéter —digo y se levanta de un salto como si se hubiera quemado.

—Marlin, podemos hablar sobre esto una vez que todo esto se calme —
comienza Charlie, tomando mi mano. Me alejo.

—No, lo he pensado bien y quiero ir…

—¿Marlin Winters? —Una doctora coloca mi historia médica en la mesa y


camina hacia mí—. Soy la doctora Hale. ¿Cómo te sientes?

—He estado mejor —digo, sin querer ser grosera pero solo siendo honesta.

Se ríe secamente.

—Eso es de esperarse. —Mira alrededor a Charlie y a mis padres, y


parecen entender porque todos salen, dejándome sola con ella—. Marlin,
tenemos que hablar sobre lo que pasó. —Ella mira mis muñecas.

—¿Usted es una doctora, o una psiquiatra?

—Soy la médica que atiende este hospital. Si tienes un psiquiatra a quien


te gustaría llamar, por favor, déjame saber. Pero primero… ¿puedes decirme que
pasó?

Pienso en el Dr. Kostas. No estoy segura si quiero llamarlo. Por un lado,


realmente me gustó, y me abro con él de una forma que no me he abierto con
nadie. Por el otro lado, siento como que lo decepcioné.

—¿Puede llamar al Dr. Philip Kostas, por favor? —Asiente, tomando nota
y me relajo—. No sé lo que pasó. Honestamente, solo era un día normal. Mi novio
y yo nos peleamos. Estaba sintiendo… todo. Solo quería que terminara.

—Entonces, ¿algo para liberarte?

—Sí, eso creo.


101
Página
Asiente y escribe algo en su sujetapapeles.

—Marlin, ¿tu novio es abusivo?

—¿Qué? No. Oh, dios, esto no es de lo que esto se trata.

—Está bien. Solo quería asegurarme.

—Sí, Charlie no es el problema.

—¿Cuál es el problema?

Pienso en mi vida aquí con Charlie, enseñando yoga, recogiendo el nuevo


bolso de moda con mi “asignación” o redecorando la casa de la ciudad.
Realmente no tengo amigos aquí. No tengo a nadie para hablar. Y pienso en
Sebastian.

—Simplemente no me siento realizada aquí. No creo que alguna vez me


haya sentido realizada aquí.

—Tu historia médica dice que atravesaste una experiencia traumática hace
unos años. El Estrés Post-Traumático tiene muchas manifestaciones. No voy a
sugerir nada inmediatamente, el Dr. Kostas puede hacer eso, pero creo que
deberías considerar un programa de tratamiento. Paciente interno o externo, no
importa. Hay muchos programas ahí fuera con el objetivo de reducir los
pensamientos y comportamientos suicidas. Un centro de salud mental que se
especialista en la depresión y/o en las ideas suicidas es una de las intervenciones
más efectivas disponibles.

—¿No van a hospitalizarme en contra de mi voluntad? ¿Encerrarme? —


Sonrío, pero ella solo frunce el ceño. Su cabello rubio corto está perfectamente en
su lugar, y está mostrando sus torneadas piernas debajo de su bata blanca.

—Dejaré que el Dr. Kostas decida eso. —Asiento, y ella se pone de pie—.
Te revisaré más tarde.

—¿Dra. Hale? —Miro hacia mis manos—. ¿Es posible soñar mientras estás
inconsciente? —Miro hacia ella, y me da una tensa sonrisa.

—Sabes, Freud creía que nada que hacemos sucede por casualidad. Cada
acción y pensamiento está motivado por nosotros de forma inconsciente a algún
nivel. Técnicamente, no es posible soñar mientras estamos realmente
inconscientes, pero mucha gente ha dicho que lo ha experimentado.

—Si no fue un sueño, ¿entonces qué fue?

Ella me estudia por un segundo, apretando el sujetapapeles contra su


pecho.

—Como un niño, nuestros actos inconscientes actúan en base a sus


urgencias e impulsos. No sigue una lógica o razón, sino más bien los deseos más
102
Página
íntimos y los impulsos más básicos que todos poseemos. Eso representa esos
deseos y necesidades que ni siquiera sabemos que tenemos mientras estamos
despiertos. En sueños, o lo que sea a lo que te estés refiriendo, tu subconsciente
está tratando de mostrarte cómo percibe el mundo en su forma conceptual. Te
muestra sus miedos y sus deseo; pero no necesariamente tal como esperarías
verlos.

Asiento.

—Ya veo.

—Muchas personas tienen sueños sorprendentes mientras están


hospitalizados. No pienses mucho sobre ello. Sólo descansa ¿De acuerdo?

—Está bien. —Después de que se va, Charlie entra—. ¿Dónde están mis
padres?

Se sienta de nuevo en la cama (más cuidadosamente este vez) sin


responderme. Finalmente, después de un audible suspiro, habla.

—No creo que debas ir a Wyoming.

Alejo mi mirada, y mi siguiente oración sale a través de mis dientes


apretados.

—Charlie, me corté mis muñecas hace dos noches. Quería morir.


¿Entiendes eso?

—Detén el drama, Marlin. Vamos a hablar sobre eso como adultos.

Cruzo mis brazos frente a mi pecho, lo que realmente no ayuda a


desaprobar su punto.

—¿Por qué no quieres que me vaya? Porque si estoy lejos de ti ¿no me


controlas?

—¿Mi control?

—Sí. Me manipulas. Abusas de mí emocionalmente. Lo he sabido todo este


tiempo. Mi depresión es un catalizador de tu felicidad.

Me mira fijamente.

—Eso no es verdad. Te amo, Marlin. —Se inclina hacia adelante y me besa


suavemente en los labios—. Creo que debemos hablar sobre lo que implica el
siguiente paso.

—Te he dicho lo que quiero. Y lo que quiero es ir a la casa de mis padres


en Wyoming.

—¿Qué hay sobre nuestro futuro? —Se ve sinceramente preocupado


ahora.
103
Página
—Charlie… —comienzo, enderezándome. Aclaro mi garganta—.
¿Honestamente puedes vernos siendo felices?

Se ve tan sorprendido de que lo haya mencionado, pero una vez que lo


piensa por unos segundos, solamente se encoge de hombros.

—No somos infelices.

—No. Tú no eres infeliz. Yo lo soy. Y cuando me vaya a Wyoming, creo


que deberíamos romper. —Me mira, inseguro de si me escuchó correctamente. Y
entonces se levanta y comienza a caminar por la habitación.

—Una ruptura —repite, acariciando su mentón.

—Me golpeaste —digo directamente.

En unos segundos, se inclina hacia mí.

—Me dijiste que te golpeara —sisea.

—Hombres de verdad no golpean a las mujeres —respondo mirándolo—


. Hombres de verdad no culpan a sus novias para que se queden con ellos.

Es entonces cuando mis padres lentamente entran. Puedo decir por la cara
pálida de mi madre que escucharon la última parte de nuestra conversación. Bien,
pienso.

—Creo que es mejor si te vas hijo —dice mi padre, su voz tensa. Mira a
Charlie con firmeza, y aunque es más pequeño que Charlie, sé que ganaría en
una pelea entre los dos. Amo a mi padre por eso. Quiero temblar de deleite, pero
mantengo mi boca en una línea firme. Nunca he tenido el coraje de decirle algo
de esto a Charlie, y tener el tácito apoyo de mis padres significa el mundo para
mí. Un ligero peso es alzado de mis hombros, y sé que estoy tomando un paso en
la dirección correcta. Realmente debería haber hecho esto hace años.

—Adiós, Charlie —digo y él mira entre yo y mi padre—. Mandaré a


alguien por mis cosas.

Molesto, aprieta sus puños y sale hecho una furia de la habitación, sus
pesados pasos haciendo eco por el pasillo por lo que se sienten como minutos.
Dios, odio el sonido de esas malditas botas.

—Qué bueno que te persuadí de firmar la escritura de la casa, ¿eh? —dice


mi padre riendo.

Río. Compartir la propiedad de la casa con Charlie complicaría las cosas, y


estoy tan aliviada de que haya terminado, de estar ahí, con mis padres.

—Siempre estás en lo correcto, papá —digo, sacudiendo mi cabeza.

—Tuve una corazonada.


104
Página
Mis dos padres vienen y se sientan en la cama conmigo.

—Vienes a casa con nosotros —dice mamá y asiento estando de acuerdo.


Voy a casa.

105
Página
Traducido por Aria

Corregido por Flochi

Dos meses después.

—¡M arlin, la comida está lista! —grita mi madre, su voz se


transporta por encima de mi hombro y me sobresalta.
Siento que la euforia de la meditación se desvanece
lentamente por la inesperada interrupción. Levanto mis manos lentamente y las
estiro sobre mi cabeza, respirando hondo.

—Está bien, gracias —le respondo levantándome.

—Date prisa. Se está enfriando.

Antes de entrar, me apoyo contra la barandilla del porche y estudio la vista


frente a mí. Es fácil meditar aquí. La granja está detrás de nosotras, así que
cuando miro, no hay nada más que praderas verdes y cielos azules. El nido en
uno de los nichos del porche aporta la única banda sonora que necesito para mis
mañanas aquí; pájaros piando y el lento susurro del viento son la única terapia
que necesito. Había olvidado lo regenerador que la primavera puede llegar a ser
aquí. Entro sintiéndome feliz y relajada.

—Mmm, esto se ve bien —digo, babeando sobre los sándwiches de queso


fundido y sopa de tomate casera. No dudo en empezar a comer directamente. Mi
padre está fuera atendiendo los cultivos, así que sé que no vamos a dar las
gracias. Mi estómago ruge alegremente. Mamá se sienta frente a mí después de
poner un vaso de leche delante de mí. No creo que se dé cuenta de que dejé de
beber leche con las comidas cuando tenía diez años. Doy un gran trago de todas
formas, sonriendo y relamiéndome los labios.

—Oh, alguien llamado Darcy Kavanagh te ha llamado hace unos minutos


—dice casualmente, comiendo su sopa lentamente.

—Genial. —Muerdo mi pegajoso sándwich—. Esa es una buena señal.

Mi madre está callada, y sé que esa es su forma de mostrar su


desaprobación. Después de unos cuantos minutos, habla.
106
Página
—Sabes que eres bienvenida a quedarte con nosotros cuanto necesites.
Ahora que todo está arreglado en San Clemente, no tienes que tener prisa por
irte.

—Lo sé, mamá. Gracias por la oferta. Aunque me encantaría quedarme y


engordar por tus comidas, realmente estoy empezando a sentirme mejor con
todo.

—Está bien. Lo entiendo. Simplemente me preocupo por ti. —Me estudia


intensamente desde el otro lado de la mesa. Pero sé que ahora estoy bien. Lo
puedo sentir cuando estoy sola a la noche, a punto de quedarme dormida. Los
demonios han dejado de acecharme hace semanas. Pero lo entiendo; ella es mi
mamá. Es su trabajo sentirse preocupada.

—Estoy medicada ahora. Estoy bien. Lo prometo. —Alcanzo su mano y la


tomo, sonriendo tranquilizadoramente. La medicina que me ha dado el Dr.
Kostas ha hecho milagros. Fui diagnosticada con depresión clínica, y se supone
que debo tomar una muy pequeña dosis de Wellbutrin todos los días para
mantenerme equilibrada. Es un pequeño sacrificio por el bien de mi vida. Mamá
se mueve en su asiento, y me doy cuenta de que quiere decir algo—. Escúpelo —
le digo, riéndome entre bocados del sándwich.

—Nada, cariño. —Alcanza y toca mi brazo, y luego lo veo. Respira


profundamente—. Está bien, mi única preocupación es… ¿por qué Vermont? ¿Y
por qué el lugar de retiro? ¿No será un desencadenante?

—¿Qué, ayudar a otros con enfermedades mentales? No. Creo que será
muy gratificante. —Bajo la vista a mi bol de sopa rojo brillante—. No sé por qué
elegí Vermont. Soñé con ello un poco cuando estuve… ya sabes… y creo que fue
una señal.

Ella asiente y sonríe.

—Está bien. Si eso es lo que te hará feliz, creo que deberías hacerlo.
Siempre has sido muy perceptiva, así que confío en ti. —Se levanta y camina a la
cocina, me uno a ella, llevando mis platos y dejándolos en el enorme fregadero
de la granja. Ella alcanza la esponja, pero yo la intercepto.

—Déjame a mí. Tú has cocinado. Yo limpiaré. —Le guiño un ojo y le quito


la esponja, y me da una sonrisa apreciativa antes de salir por la puerta principal
para comprobar a las gallinas.

Busqué a Sebastian cuando salí del hospital. En realidad, si soy sincera, en


cuanto estuve sola en la habitación de hospital con mi teléfono, intenté
encontrarlo en Facebook, en vano. No hay ningún Sebastian Juares viviendo en
Brattleboro. No hay ningún Sebastian Juares en todo Vermont. No estoy segura
de por qué estoy tan triste por eso. Para empezar nunca fue real. Fue un producto
de mi imaginación, como dijo el Dr. Kostas durante una de nuestras sesiones
107
Página
después de mi incidente. La mente construye fantasías, y él era simplemente mi
fantasía.

Después de que termine de fregar los platos de la comida, llamo a la Sra.


Kavanagh. Ella descuelga al tercer tono.

—Ah, Srta. Winters, qué agradable por fin charlar con usted por teléfono.
—Su acento irlandés es desconcertante al principio, pero continúo.

—Gracias por la respuesta tan rápida, lo aprecio —digo. Juego con las
mangas de mi jersey. Estoy nerviosa por alguna extraña razón. Tal vez es porque
este trabajo de voluntaria es mi billete a Brattleboro.

—Sin problemas. Sin embargo, tengo que preguntar… ¿cómo has sabido
sobre nuestra instalación?

Me río.

—Google.

Es verdad. Después de que me mudara con mis padres, busqué ofertas de


trabajo en Brattleboro, sintiéndome misteriosamente ligada a ese lugar. Un
puesto de voluntaria en el retiro de Brattleboro fue uno de los primeros
resultados. Lo pensé durante semanas, y cuando finalmente conseguí el coraje
para aplicar, me alegré mucho al ver que el anuncio seguía activo.

—Ah, muy bien. Así que, tenemos un puesto de voluntario para el


siguiente mes. Hay un contrato de tres meses, y la posibilidad de subir a bordo a
tiempo completo en cualquier capacidad para la que esté cualificada. Voy a ser
sincera contigo… será duro. Algunos de los pacientes que tenemos pueden ser
difíciles. ¿Crees que serás capaz de manejarlo?

—Sí —digo, asintiendo aunque no puede verme—. Eso suena bien.


Trabajo bien bajo presión.

—Encantador. El puesto empieza el 10 de mayo, y te enviaré algo de


información en un email: procedimientos, protocolos… ese tipo de cosas.

—¡Genial! —grito, un poco demasiado alto. Pongo mi mano sobre mi


boca—. Eso suena genial.

—¿Tienes alguna pregunta para mí? —pregunta, y sé que debería tener


algo preparado, pero no puedo pensar en nada.

—No en este momento.

—Muy bien, entonces. Bienvenida a bordo, Marlin.

Intercambiamos cumplidos, y luego colgamos. Salto arriba y abajo con


entusiasmo, lo cual supongo que podría interpretarse como extraño, ya que voy
a hacer un voluntariado gratis en un hospital psiquiátrico. Pero la necesidad de
108
Página
ayudar a otros, especialmente a aquellos con enfermedades mentales, se ha
convertido en una especie de vocación para mí. Me gustaría ayudar en un área
con la que estoy familiarizada.

Me conecto a Facebook y miro mis novedades. Me sorprende ver fotos de


Charlie con otra mujer. Bueno, eso ha sido rápido. Cuando miro mejor, me doy
cuenta de que es Elizabeth Pierce, la mujer con la que estaba casado en mi sueño.

Ella es real, y de acuerdo con su perfil, acaba de volver de pasar tres años
de voluntaria en África.

Parecen felices, y aunque sé que debería molestarme, en su lugar ahora sé


que me merezco algo mejor. Debí haber visto su foto en alguna parte del
Facebook de Charlie, y mi mente sumó dos más dos. Esa es la única explicación.
Mi sueño no era real.

Me doy la vuelta sobre mi vientre y me pongo los auriculares,


reproduciendo una canción de Florence and the Machine y cerrando los ojos.
To get a dream of life again
A little vision of the start and the end
But all the choirs in my head sang, no oh oh7

La música es otra de mis rutinas terapéuticamente cargadas, y una de las


sugerencias del Dr. Kostas antes de que me fuera fue que escuchase música
durante una hora cada día. Además, he estado tocando el piano todos los días, lo
cual se siente increíble después de no tocar durante tanto tiempo.

Las palabras resuenan en mí, y el ritmo fluye por mis venas. Antes de que
me quede dormida (las comidas de mamá siempre me dejan soñolienta) ruedo y
pienso en lo orgullosa que estoy por pronunciarme en contra y mudarme de San
Clemente. Estoy empezando a aprender cómo las decisiones más pequeñas y las
elecciones pueden afectar el camino de nuestras vidas.

Lo que puede parecer insignificante puede afectar nuestro futuro


profundamente; elegir una universidad, aceptar un trabajo en otro estado,
retrasar tu camino solo unos segundos por lo que nunca conoces a tu
enamorado… o tal vez retrasándolo unos segundos y conocer a alguien
totalmente nuevo. Todo se ve afectado por cada decisión que tomas. Es
desalentador, pero simplemente tienes que rezar porque el camino correcto se
alinee con el camino en el que estás.

Nunca fue la decisión de ir a una universidad diferente la que forjó mi


camino y me llevó a la infelicidad, sino, en su lugar, unas aparentemente

7Para conseguir un sueño de vivir de nuevo,


una pequeña visión del sol al final,
pero todos los coros de mi cabeza cantaban, no oh oh oh
109
Página
insignificantes elecciones a lo largo del camino que contribuyeron a que no me
sintiera contenta.

Sé que la vida va a ser buena de ahora en adelante; lo siento. Aunque


Sebastian no exista realmente, aunque esa vida no fuera real, todavía llevo la
felicidad de aquel día alrededor a dondequiera que vaya.

Sé que un día, tendré eso con alguien. Solo tengo que encontrar una forma
de llegar allí.

110
Página
Traducido por Aria

Corregido por Flochi

Tres meses después.

M
e detengo en el Retiro Brattleboro temprano, tan temprano que
la niebla todavía se adhiere al aire en gruesas y borrosas gotas,
y todavía duele respirar completamente. Una vez que veo el
magnífico edificio, sé que estoy en el lugar correcto.

Estaciono y acaricio la delicada piel de mi antebrazo, donde anoche hice


que un tipo llamado Derrick de Faithful New Tatuajes y Piercings escribiera
permanentemente la palabra destino sobre mi cicatriz. Se supone que las palabras
de tinta son un recuerdo diario de que el destino me trajo aquí, y ahora mismo,
sentada frente a este edificio, todo se junta en una culminación del destino, el
sino, las elecciones, las decisiones y los resultados. Todo ello me ha llevado aquí,
parada delante del Retiro Brattleboro, preparada para empezar mi nueva vida.

Salgo de mi auto y me aliso el vestido. Me encanta este vestido, es mi


amuleto de la buena suerte. El patrón de los setenta es un poco loco, pero creo
que me queda bien. Respiro profundamente y camino por el largo sendero a las
majestuosas escaleras, pasando bajo un cartel en forma de arco que dice Retiro
Brattleboro. Los árboles y los alrededores son tan verdes en este momento del
año, y a medida que la niebla va disipándose, puedo decir que va a ser un día
precioso.

Realmente no sé qué esperar de este lugar, pero el recibidor por sí solo es


una sorpresa. Es verde, azul, amarillo y a la moda. Patrones en espiral y
ondulados decoran los suelos y paredes, y por un segundo, olvido que estoy en
un hospital psiquiátrico.

—¿Puedo ayudarle? —me saluda una joven y rubia recepcionista. Su


credencial dice Cecelia.

—Hola —digo, estirando mi mano para estrecharla—. Estoy aquí como


voluntaria. Se supone que tengo que encontrarme con Darcy Kavanagh.
111
Página
—Ahh —dice Cecelia, asintiendo—. Así que tú eres la nueva voluntaria.
Darcy está ocupada con sus rondas ahora mismo, pero su hija está aquí en alguna
parte. Haré que Emma te enseñe cómo va todo.

El nombre Emma me sorprende, pero lo deshecho. No hay forma… no es


posible. Ninguno de ellos existe.

Asiento y me siento. Cecelia llama a Emma, susurrando, y unos pocos


minutos más tarde, la Emma entra al recibidor como si fuera dueña del lugar. Mi
respiración se queda atrapada en mi garganta. De repente ato cabos, y aunque
sea imposible saber cómo supo mi cerebro esto, este trabajo debe ser el trabajo que
dejó para trabajar en la tienda en mi sueño. Recuerdo que mencionó que solía
trabajar con su madre.

—¡Hola! —dice, su voz y su comportamiento animados—. Soy Emma.

Quiero decir “lo sé”, pero no lo hago. En su lugar, sonrío y me muerdo la


lengua. Siento que estoy a punto de llorar. ¡Es Emma! ¡Es real!

—Hola, soy Marlin.

—Vas a estar siguiendo a mi madre hoy, pero ahora mismo está ocupada
con pacientes. Debería terminar en un par de horas, pero hasta entonces, puedes
seguirme y ayudar. —Asiento, manteniéndome callada y ella continúa.
Caminamos por un iluminado pasillo—. Nos alegramos mucho de que estés aquí.
Estamos muy apretados aquí gracias a todos los cortes de presupuesto, sin
mencionar todos los hospitales públicos desbordados.

—Oh, claro, no es problema —digo, mi voz suena tensa. Estudio a Emma


tan discretamente como puedo, y me doy cuenta de un fino anillo de boda en su
dedo anular—. ¿Estás casada? —le pregunto en mi voz más femenina, señalando
su anillo.

—Sí —dice efusivamente—. Dos maravillosos años. Mi marido trabaja en


la construcción.

Asiento, y luego me doy cuenta de que una persona normal le respondería:


“Eso es genial”. Pero quiero agarrarla por los hombros y preguntarle si conoce a
Sebastian. Ahora, más que nunca, creo que tiene que ser real. Tiene que serlo, ¿no?

Hice todo tipo de búsquedas; Sebastian Juares simplemente no existe. Pero


Emma sí, y presuntamente Jeb. Eso tiene que significar algo.

—¿Estás en una relación? —pregunta Emma, dirigiéndome a lo que parece


ser una sala de estar de empleados.

—No. Acabo de salir de una relación de siete años.

—Oh, lo siento —dice Emma, su voz compasiva. Se ve exactamente igual;


cabello rojo, tendencia intensa. Solo la “conocí” aquella vez en la tienda de
112
Página
quesos, pero he anhelado su amistad durante los últimos tres meses. No puedo
creer que esté aquí.

—Estoy bien —le digo, sonriendo—. Fue para mejor —le aseguro. Ella solo
sonríe y asiente.

—Bueno, en cualquier caso, no hay mucho tiempo para pensar en chicos


aquí. —Se ríe, y quiero abrazarla.

—Eso está bien. Necesito trabajar en mí misma por un tiempo. —No


elaboro.

Me entrega un chaleco de neón, una bolsa de basura y un artilugio que


extrañamente parece una sonda larga.

—Me temo que esta mañana hay que poner en orden los suelos. ¿No es
glamorosa mi vida? —Se ríe, y ambas nos ponemos nuestros chalecos.

Mientras volvemos a salir, nuestra conversación se vuelve amigable y


ligera. En poco tiempo, hacemos planes para quedar para tomar café esta semana.
Acepto y le digo que mi pequeño apartamento está cerca del centro de
Brattleboro. Dejo de intentar cuestionar cómo es que ella es real, y en su lugar, me
concentro en el hecho de que nos llevemos tan bien en la vida real. Descifrar mi
sueño no hará ningún bien; ¿quién sabe cómo funciona el cerebro? Podría
volverme loca, o simplemente podría aceptar el hecho de que Emma es real y
debería estar agradecida por haberla encontrado.

La mañana se termina antes de que lo sepa, y una vez que volvemos


dentro, conozco a Darcy. Es tan intensa como Emma, y me despide por el día. Me
dice que vuelva mañana, y pensaremos un horario entonces. Les agradezco a
ambas, y me aseguro de darle mi número a Emma para que podamos quedar.

Cuando salgo, en vez de ir directo a mi auto, camino por el largo camino


de entrada, pasando el estacionamiento, y al dique que he visto antes con Emma
mientras estábamos recogiendo basura. Creo que he visto un sendero que lleva
al agua, y estoy de humor para descubrir cosas nuevas. Mis botas Doc Martin son
robustas, así que ni siquiera me estremezco por el barro.

Como sospechaba, el sendero conduce a un pequeño mirador con una


roca. Creo que este es el Río West, la geografía de Vermont todavía es muy nueva
para mí. Me siento y suspiro, porque hoy ha sido un buen día. Me he sentido
como yo misma otra vez.

Unos minutos después, cuando estoy a punto de levantarme e irme, oigo


que las hojas crujen detrás de mí. Me pregunto si alguien más conoce este lugar.
Oigo que la persona empieza a irse, como si se avergonzaran de imponer su
compañía en mí. Me pregunto por un segundo si es Emma.

—No muerdo —digo de broma, pero me sale duro.


113
Página
Me vuelvo, y el sol está saliendo de entre los edificios, así que tengo que
protegerme los ojos. Lo primero que veo es una silla de ruedas. Un hombre. Un
hombre con cabello largo. Un hombre con barba.

¿Sebastian?

Sebastian
Sebastian.

Estoy congelada, y sé que él sabe que le reconozco, porque su expresión


facial va de molesta a insegura. Siento ganas de llorar, gritar, y correr, todo a la
vez. Un millón de pensamientos pasan por mi mente, como: ¿Cómo es esto siquiera
posible? ¿Sabe él quién soy? ¿Me reconoce?

—¿Eres realmente tú? —susurro. Me sorprende lo queda que es mi voz.


No estoy segura si me oye. Me observa con escepticismo.

En un instante, me levanto y me acerco a él, pero se aleja. Empieza a girar


sus ruedas rápidamente, pero se queda atrapado en una roca. Tengo que
ayudarle. Me acerco más. Tiene dos escayolas, una en cada pierna.

—Sebastian, ¿cómo…

—Para. —Estira una mano para que no me acerque más. Oír su voz,
aunque solo sea una palabra, es suficiente para hacerme creer en los milagros—.
Solo… déjame solo. No sé cómo sabes mi nombre, pero obviamente es un error.

Mi corazón se rompe en un millón de pedazos. Antes de que ninguno de


los dos pueda decir algo más, se libera y se aleja rápidamente, dejándome ahí,
destrozada, rota y confusa.

Después de unos minutos de estar quieta todavía en shock, me pongo en


acción, corriendo en la dirección de las marcas de su silla de ruedas. Le veo por
delante, casi en la rampa que lleva al recibidor, y corro más fuerte, más rápido.
Es él; sin duda él.

Se vuelve y me mira, y me detiene en seco. Es una mirada cruel. Una


mirada fría. Un tipo de mirada de “aléjate de mí de una jodida vez”. Quiero correr
tras él. Quiero ver lo que recuerda, y más que nada… por qué vuelve al edificio.
Le miro justo mientras se vuelve y rueda por la rampa al recibidor, y todo cobra
sentido.

Sebastian es un paciente aquí.


114
Página
Traducido por Roxywonderland

Corregido por Flochi

Presente.

A
l día siguiente, aún estoy drenada desde mi encuentro con
Sebastian. Estaba tan… diferente. Lucía tan desamparado y
dañado. Lucía como yo hace tres meses. ¿Y por qué sus piernas
estaban rotas?

Estoy usando un sweater amarillo mostaza y vaqueros pitillo negros, con


botas de combate marrón. Cecelia elogia mi atuendo dos veces. Recibo un vibra
extraña de su parte. Darcy me saluda, y hoy me va dejar seguirla mientras revisa
a todos sus pacientes. Normalmente, los voluntarios hacen todo el trabajo sucio
y aburrido, pero le estoy empezando a agradar, y piensa que lo haría bien
interactuando con los pacientes. Pienso que sería una buena enfermera. Necesito
recordar el mantener eso en mente para el futuro.

Sigo a Darcy bajando por el pasillo, y para el momento que llegamos al


cuarto siete, estoy retorciendo mis manos juntas. Darcy golpea dos veces en una
rápida sucesión y una vez estamos dentro, veo a una mujer joven con denso
cabello castaño. Está acurrucada en la cama. Darcy camina hacia ella.

—Lily, esta es Marlin, mi nueva ayudante. —Veo que Lily me mira


escépticamente—. Va a estar ayudándome la mayoría de los días. —Lily
lentamente se sienta y se estira para estrechar mi mano.

—Probablemente te estás preguntando qué hay de malo conmigo —dice,


su voz terminante y mucho más alta de lo que esperaba.

—Oh —digo, sorprendida. Le echo un vistazo a Darcy, quien está abriendo


las persianas y luce como si no le importara—. No, solo estaba…

—Estoy bromeando. Pero en realidad, soy una alcohólica. —Imita el gesto


de beber, y luego se ríe—. La abstinencia es una perra.

Asiento. Estoy tan descalificada para esto, estas personas tienen


verdaderos problemas. Debería ser voluntaria para recoger basura y responder
aburridos correos electrónicos. Quizás pueda decir algo equivocado. ¿Hay algo
malo que decirle a alguien como Lily?
115
Página
—Lo lamento. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?

—Puedes pasarme de contrabando una petaca de vodka —sugiere, y su


risa me dice lo joven que es. No puede estar pasando los treinta. Darcy chasquea
la lengua desaprobatoriamente.

—Nada de vodka para ti. —Palmea la mano de Lily gentilmente y me jala


detrás suyo mientras dejamos el cuarto. Miro por sobre mi hombro a Lily, y ya
está acurrucada bajo las sábanas. Darcy cierra la puerta.

—Esta es la tercera vez de Lily internada aquí.

Muevo mi cabeza con comprensión.

—El próximo: el Sr. Kringle.

No lo puedo evitar, pero me río.

—¿Kringle8?

—Sí. Esquizofrenia de inicio en edad adulta9. —Nos guía al cuarto ocho, y


escucho un golpeteo dentro. Me mira y hace gestos al siguiente cuarto—.
Debemos volver después. El Sr. Kringle puede ponerse malhumorado en la
mañana.

—Entiendo. —No puedo evitarlo, pero sonrió, porque Darcy parece


conocer bien a sus pacientes y expresa cariño a todos ellos.

—Cuarto nueve: hogar de mi paciente favorito. Pero no le digas a nadie


que dije eso. El Sr. Rivera. Es malhumorado, así que no te ofendas. Tendencias
suicidas y depresión clínica. —Antes de tener la oportunidad de responder, abre
la puerta—. A despertar, a despertar, Sebastian. Tengo una nueva amiga para
presentarte.

¿Sebastian? ¿Sebastian está siendo tratado por tendencias suicidas y


depresión clínica? Su apellido es Rivera, he allí por qué no pude encontrarlo en
cualquiera de mis búsquedas.

Sebastian Rivera es Sebastian Juares.

El cuarto está oscuro, y mientras Darcy está abriendo las cortinas, lo veo
moverse debajo de las sábanas. Siento como si estuviéramos invadiendo su
privacidad, y estoy segura que soy la última persona que quiere ver como la
primera cosa de la mañana. Una vez la luz llena el cuarto, me doy cuenta que nos
está dando la espalda.

8 Kris Kringle: es la versión escandinava pero más comúnmente en el folclore alemán de lo que
equivalente a Santa Claus para la cultura occidental.
9 Normalmente la esquizofrenia aparece y se logra diagnosticar en la adolescencia en este caso es

de desarrollo tardío, ya que se manifestó en la adultez.


116
Página
—Sebastian, no seas maleducado. Date la vuelta y preséntate con Marlin,
mi nueva ayudante.

Se estira, y cuando se da vuelta, estoy otra vez siendo abrumada con la


emoción. El reconocimiento aún está allí, pero está siendo reemplazado con
confusión.

—Hola, Marlin —dice, su voz es hosca. Le da a Darcy una brusca sonrisa,


obedeciendo sus órdenes como un buen estudiante pequeño.

—Hola. —Saludo con la mano tímidamente, y luego miro hacia mis botas.
Sé que mis mejillas están de rojo brillante.

Levanta las sábanas de la cama, y santa madre, esta sin camisa. Su cuerpo
luce exactamente de la misma manera cómo lo recordaba, excepto su cabello y
barba que son más largos, y sus ojos están más vacíos.

—Marlin es la nueva voluntaria en el retiro. Se unió a nosotros desde


Wyoming, pasando por California. ¿No es así, Marlin?

Asiento.

—¿Has estado alguna vez en California? —Odio cuán condescendiente es


mi tono, él también debe haberse dado cuenta, porque no responde. Darcy se
adelanta para ayudarlo a sentarse en su silla de ruedas con un solo movimiento.
Él se dirige hacia el baño sin decir nada más.

Miro a Darcy, sorprendida.

—¿Dije algo que no correspondía?

Ella solo se ríe entre dientes.

—No, querida. Como dije, el hombre es bastante malhumorado.

Trago, y la sigo fuera del cuarto, y regresamos donde el Sr. Kringle.

Todo lo que quiero hacer es regresar al cuarto nueve.

Una hora más tarde, después que acabamos con las rondas matutinas, sigo
a Darcy por la oficina, ayudando con varias tareas. Primero, respondo un par de
correos electrónicos. Luego, manejo los teléfonos mientras Cecelia toma su
almuerzo. Alrededor de la una de la tarde, Darcy me releva. Mientras estoy
empacando, me estudia atentamente, doblando blancas toallas corrientes que
están recién salidas de la secadora.
117
Página
—Pienso que mañana asignaré un paciente para ti. ¿Crees que puedes
manejar al Sr. Rivera por si solo? No importa su temperamento y amargo humor.
Eventualmente entrará en confianza contigo.

Me ahogo.

—¿Sola? ¿Estoy calificada? ¿No tengo que ser una enfermera?

Se ríe.

—Para algunas cosas. Yo administraré su medicación, pero necesita un


poco de ayuda con su ropa, y como sabes, su silla de ruedas. A veces necesita
ayuda con el baño.

Trago saliva ante la idea. ¿Ayudarlo a bañarse?

—Um, seguro. —Lentamente guardo todo en mi bolso—. ¿Darcy? —Se da


vuelta, y trato de pensar en cómo decir mi pregunta sin causar una ofensa—.
¿Qué le sucedió? ¿Por qué sus piernas están rotas?

Ella chasquea la lengua, algo que hace muy a menudo, y pone sus manos
en sus caderas y hace una cruz con sus dedos, murmurando algo en voz baja. Ya
ha hecho esto un par de vez a través del día, y me hace preguntarme si es católica.

—Saltó de un puente. Trató de cometer suicidio. Se rompió ambas piernas


—termina de decir, volviendo a hacer ese sonido. Puedo notar que esto la
molesta. Toma su accidente personalmente. Puedo verlo en su rostro. Tengo la
sensación de que no es la primera vez de Sebastian aquí.

Trago la saliva que se ha acumulado en mi boca.

—¿Cuándo?

—Hace tres meses.


Hace tres meses.

Asiento.

—Eso es intenso. —Lanzo mi bolso sobre mi hombro.

—Ten un buen día, dulzura —dice, sonriendo—. Gracias por toda tu


ayuda.

—No hay problema. —Comienzo a caminar hacia el recibidor, pero algo


me detiene—. ¿Por qué quieres que trabaje con el Sr. Rivera?

Me mira y luego por sobre mi hombro. Sé en ese momento que a ella de


verdad debo agradarle si me está confiando a su paciente favorito.
118
Página
—Es un pintor, ¿sabías eso? Lo he estado fastidiando para que pinte algo
todos los días por los últimos tres meses. —Me vuelve a mirar—. Hoy pintó algo
—dice tranquilamente—. Tengo que asumir que tiene que algo que ver contigo.

Me congelo en mi lugar, y dejo que sus palabras se asienten. La duda se


arrastra por mi mente, negra como la tinta.

—Es probable que sea sólo una coincidencia.

Darcy me mira mientras dobla.

—No lo creo. Un vistazo a esa pintura, y cariño, eras solo tú.

119
Página
Traducido por Lalaemk

Corregido por Flochi

Presente.

A
garro mi chaqueta fuertemente contra mi cuerpo mientras camino
hacia el edificio. Vermont está experimentando un día de
primavera inusualmente frío hoy, y todavía no estoy
acostumbrada a vivir en un lugar con estaciones, también conocido como llevar
ropa abrigadora cada vez que hay oportunidad para el clima impredecible.

Cecelia me saluda, iniciando un saludo educado. Me da la sensación de


que no le gusta tenerme alrededor. Le devuelvo el saludo antes de caminar por
el pasillo hacia la sala de empleados. Veo a Emma enviando mensajes de texto en
el sofá, y me tumbo a su lado, aunque tengo que recordarme que todavía no
somos mejores amigas. No quiero verme demasiado empalagosa.

—Buenos días —digo, sorbiendo el café en mi taza para llevar. Traté de


cambiar a té, pero simplemente no hizo el truco.

—Estás muy animada para las siete y media —gime, tomando un trago de
café.

—¿No eres una persona madrugadora?

—No realmente no. Tratar con gente loca todo el día no ayuda. —Darcy se
acerca, no la vi detrás de la puerta de la nevera, y le pega a Emma en la parte
posterior de la cabeza con un periódico enrollado—. ¡Ay, mamá!

—No digas loca. —Contengo la risa, y Darcy me entrega un sobre


manila—. Marlin, aquí está la histórica clínica del Sr. Rivera. Todo lo que tienes
que hacer es, tomar en cuenta los cambios de personalidad, aparte del mal humor
normal, abrir las persianas, y ayudarlo cuando sea necesario. Puede que tengas
que ayudarlo a llevarlo hacia la silla de ruedas.

Asiento.

—Está bien. —Tomo la carpeta, apretándola como si hubiera un millón de


dólares. Todo sobre Sebastian está aquí dentro, y aunque es en contra del
protocolo, tengo muchas ganas de leerlo.
120
Página
—Sebastian es el peooooor —gruñe Emma—. Me gritó el otro día porque
estaba haciendo demasiado ruido al guardar su ropa. Idiota machista.

Aparto la mirada, porque, por un lado, quiero defenderlo fervientemente,


pero por el otro, yo sería la loca si lo hiciera.

—Sebastian está pasando por un mal momento —chilla Darcy—. Dale un


respiro.

—Pobre niño rico —replica Emma.

—¿Es rico? —pregunto, tratando de sonar indiferente.

Emma sopla fuerte y silba.

—La habitación nueve es la suite de este lugar. Tres mil dólares al mes, sin
incluir alimentos y atención privada, ambos por los cuales sus padres pagan
dinero adicional.

—Emma —advierte Darcy, golpeándola de nuevo con el periódico—.


Suficiente.

No tenía ni idea acerca de sus padres, pero por otra parte, estoy segura de
que hay mucho que no sé de él.

—Las veo luego —digo, saliendo de la habitación.

Camino por el pasillo, pasando la habitación de Lily, la habitación del


señor Kringle, y finalmente deteniéndome frente a la habitación de Sebastian. Mi
corazón se acelera, haciéndome sudar un poco.

Llamo tres veces, con suavidad, y el silencio me saluda al otro lado. Abro
la puerta de todos modos.

La habitación está oscura, al igual que ayer, y escucho a Sebastian


moviéndose en su cama. Pongo su historia clínica sobre la cómoda y camino hacia
la ventana. Nunca me había fijado antes, pero su habitación es más grande que
las otras, y más agradable en muchos sentidos. Por ejemplo, la ventana con vista
al río, y tiene un gran televisor de pantalla plana montada en la pared. Aparto las
cortinas, dejando entrar la luz de la mañana gris. Abro la ventana. Está un poco
cargado aquí.

—Buenos días —digo, mi voz adecuada. Él no responde, pero mientras


deslizo las cortinas a ambos lados, lo oigo sentarse—. ¿Cómo dormiste? —Me
giro, y me está mirando absorto. Hay puro odio en su mirada, y siento la piel de
gallina brotar en la piel—. Darcy está preparando tu medicina. Voy a traer tu
desayuno en breve. ¿Necesitas ayuda con tu silla?

Trato de no mirar a cualquier lugar sino a su rostro, pero no puedo


evitarlo. Está sin camisa, una vez más, y su pelo hirsuto está descuidado. Necesita
121
Página
un corte de pelo y un afeitado adecuado, desesperadamente. Aun así, me quita
el aliento. Dejo que mis ojos recorran su pecho y luego vuelvo a su cara. Quiero
extender la mano y acariciar su mandíbula, mordisquear su oreja, comer en
Wendy’s juntos…

—¿Te gusta el color de excremento de bebé? —pregunta, su voz dura.

—¿Perdón? —Miro hacia abajo, a mi chaqueta de punto, por supuesto, es


de color marrón claro, y ahora que lo menciona, supongo que se parece
vagamente al excremento de bebé.

—Primero, el vestido con todos los colores de mierda. Luego, ayer, con el
suéter marrón…

—Era amarillo mostaza —replico defensiva. Él continúa.

—Y entonces hoy, esto… —Hace un gesto hacia el aire a mi alrededor,


haciendo un círculo—. Pareces excremento de bebé.

Cruzo los brazos, un poco ofendida.

—Al menos no tengo toda la cosa Unabomber10 pasando —digo, imitando


su gesto y haciendo un círculo alrededor de su cabeza desde donde estoy de pie.

—¿Insultas a todos tus pacientes? —pregunta, ningún indicio de una


sonrisa en su rostro.

—¿Insultas a todos los trabajadores? —espeto.

—Realmente no me agradas —dice como un hecho.

—Realmente no me agradas tampoco, así que estamos a mano.

—¿Qué tal si simplemente no hablamos? —sugiere.

Asiento con vehemencia.

—Creo que es un plan fantástico.

—Bien.

—Estupendo.

Me doy cuenta de que estoy respirando pesadamente por nuestra


discusión, por lo que respiro profundamente y descruzo los brazos. Estoy a punto
de decir algo sarcástico cuando me interrumpe.

—¿Puedes salir ahora? —pregunta, molesto.

Empujo a un lado todos los recuerdos que tengo de él y miro al hombre


delante de mí, colocando las manos en las caderas. Está enfureciéndome, y

10 Unabomber: persona que enviaba bombas por correo.


122
Página
francamente, es difícil imaginar que el tipo de ensueño que había visto en mis
sueños es el mismo hombre delante de mí.

Este hombre aquí delante es un dolor en el culo. En este momento, todo lo


que quiero hacer es darle un puñetazo en sus bolas.

Pongo mis manos en el aire en señal de rendición.

—Me voy —siseo, y luego me vuelvo y salgo.

—Necesitas ayudar a colocarme en mi silla —dice en voz alta después de


mí, y me detengo a medio paso. Lentamente giro sobre mis talones y camino
hacia el interior.

Maldita sea. Tenía muchas ganas de hacer una salida dramática.

—Bien —digo, exasperada, aunque sé que puede hacerlo por sí mismo—.


No tengo ni idea de por qué Darcy pensó que trabajar juntos sería una buena idea
—le digo, acercándome a él. Pongo mi brazo debajo del suyo, levantándolo
ligeramente, o tanto como puedo.

Él no se mueve.

—Lo haré yo solo —responde, y aprieto los labios.

—Muy bien. —Miro alrededor de la habitación una vez más antes de irme.
Trago y respiro hondo. Pelear con él no nos llevará a ningún lado. No debería
dejar que su mal humor me afectara. Tengo que ser la persona más grande—.
Darcy dijo que pintaste algo ayer. ¿Puedo verlo? —He estado muy curiosa acerca
de que la pintura desde ayer. Un vistazo a esa pintura, y cariño, eras solo tú.

Me mira, con los ojos en estado de shock. Y entonces ira. Una vez más, no
me da una respuesta. En cambio, se tambalea hacia adelante y se desliza a su silla
con facilidad. Entonces se dirige al baño.

—Cuando traigas mi desayuno, necesitaré ayuda para cambiar mi ropa.


—Cierra la puerta de golpe, y me quedo agarrando el borde de la cama con
fuerza. Puedo sentir la sangre corriendo en mis oídos, y quiero encontrar esa
pintura y destruirla, como él está destruyendo mi corazón en este momento.

Idiota machista es correcto.

Me tiemblan las manos cuando traigo su bandeja de comida a su


habitación. Darcy me informó que ya le ha dado su medicación, y tengo que
permanecer hasta que termine la mayor parte de su desayuno. Al parecer, el
medicamento sólo funciona con los alimentos.

Me pregunto si el medicamento lo convierte en un idiota, también.


123
Página
La puerta está entreabierta cuando entro. Se está secando su pelo con una
toalla. Me detengo, sin saber si debo acercarme o detenerme junto a la puerta.

—No muerdo —dice, y me toma un segundo darme cuenta de que está


imitando mis palabras de hace dos días.

—Nota mental: la ducha te da sentido del humor.

Gira y me mira.

—Nota para mí: mi nueva enfermera piensa que es divertida, ¿pero a


quién quiere engañar? —Se da la vuelta, de espaldas a mí, y continúa secándose
el pelo. Es lo mejor, porque soy del color de la remolacha en este momento.

—No soy una enfermera. Soy una voluntaria. —Siento mi labio temblar, y
lo muerdo. Pongo su bandeja sobre la cama, un poco demasiado duro. Su jugo
de manzana se tambalea, pero no me importa. Si fuera más agradable, limpiaría.
No es un inválido. Puede limpiar el jugo por sí mismo.

—Que tengas un buen día —digo, irguiéndome. No puedo hacerle saber


que me está afectando. No contesta, por lo que doy la vuelta y salgo por la puerta.

—¿Te golpeaste la cabeza en algún momento en los últimos veinte


minutos? Tienes que ayudarme con mi ropa —grita.

Gimo, y ni siquiera trato de ocultarlo. Pongo una sonrisa y camino de


regreso.

—Por supuesto. ¿Cómo podría olvidarlo? —Mi voz es dulce, dulce


burlonamente. Espero que se dé cuenta.

Me está mirando ahora, y sólo pone los ojos en blanco. Trato de no


distraerme por la sola gota de agua que corre desde la punta de su cabello y sobre
su pecho. Me acerco a él, y huele bien para alguien con una actitud tan acre.

—Ten —digo, agarrando una camiseta del cajón. Él no necesita ayuda con
eso; la lanza sobre su cabeza y luego empuja el cuello hasta las piernas desnudas.
Sólo lleva bóxer.

—Los pantalones cortos están en el cajón. No puedo usar pantalones. —Se


ve tan incómodo como me siento. Agarro un par de pantalones cortos de jean
oscuro—. Esos no —gruñe. Oculto mi irritación y tomo un par de pantalones
cortos de pana color canela—. Esos tampoco —dice, y cuando miro hacia arriba,
está sonriendo, ¡SONRIENDO! Y mirándome con alegría. Qué idiota.

Tiro los pantalones al suelo y me quedo de pie.

—Si vas a ser exigente, puedes vestirte solo. Sé que simplemente estás
tratando de humillarme, pero soy más dura de lo que parece.
124
Página
—¿En serio? —dice, sin dejar de sonreír. Está acariciándose la mandíbula
y me mira detenidamente—. Porque estás de color rojo brillante.

Suspiro y cierro los ojos, frotándome el puente de la nariz en el proceso.

—¿No quieres mi ayuda? Porque puedo irme.

—¡Entonces vete! —Agita los brazos y me hace gestos para que me vaya.

En un gran carraspeo, salgo pisando fuerte de la habitación con las manos


en las caderas. Quiero golpear algo, de preferencia su cara, y no me importa si
está deprimido o de mal humor o suicida. Es un idiota, y sabe exactamente cómo
empujar mis botones. Todo lo que trataba de hacer era ayudar. Si no quiere mi
ayuda, entonces está bien.

Entro en la sala de empleados, y Emma se está calentando algo en el


microondas. Me dejo caer en el sofá y suspiro en voz alta.

—¿Qué pasa? —pregunta, viniendo a sentarse a mi lado un minuto más


tarde. Está comiendo lo que parece ser un delicioso burrito de desayuno. Mi
estómago gruñe. Ojalá hubiera tenido más que un poco de granola y un plátano
para el desayuno. Todavía estoy echando humo, por lo que sólo le doy una
palabra.

—Sebastian.

Ella asiente, masticando lentamente.

—Ahh ya veo. No digas más —dice entre bocados.

Envuelvo mis brazos alrededor de mi pecho.

—¿Es tan infeliz que tiene que insultar y humillarme a cada oportunidad?

—Supongo que sí.

—¿Era siempre así? —Mi voz está suplicando, y Emma me da una mirada
divertida. Necesito saber. ¿Está el viejo Sebastian en alguna parte, escondido
debajo del monstruo?

—Bueno —dice, terminando su burrito y limpiándose las manos en sus


pantalones. No puedo evitar sonreír. Ella es tan imprecisa—. En la escuela
secundaria, siempre fue el chico raro.

Mis ojos se abren como platos.

—¿Fueron a la secundaria juntos?

Asiente.

—Sí. Iba un año por delante de mí, pero siempre fuimos amigos. Raros y
frikis —añade entre risas. Veo que una sonrisa triste comienza a aparecer en sus
125
Página
labios—. El primer par de años de la universidad fueron buenos para él. Se fue a
la universidad Williams en Massachusetts. De todas formas, estudió en el
extranjero en Florencia su primer año, y creo que le dio nostalgia. Sus
compañeros de clase, finalmente, tuvieron una intervención, y lo enviaron a casa.
Nunca regresó a la universidad. Fue en picada desde allí, y perdimos contacto
después de eso.

Miro hacia abajo a mis manos con solemnidad. No sólo nunca nos
conocimos, sino que nuestras vidas son peores a causa de ello. Si nos hubiéramos
encontrado el uno al otro antes, las cosas podrían ser diferentes ahora.

Tan, tan diferente. Pongo mi mano en mi estómago, para recordar lo que se


siente al estar embarazada, recordando la sonrisa de Sebastian, recordando cómo
se sentía feliz de nuestra vida.

—Eso es tan malo —le digo, mirando a Emma.

—Sí. Pero no es excusa para su comportamiento. Tenemos un montón de


personas deprimidas deambulando por estos pasillos, y todos son perfectamente
agradables.

—Al igual que yo —murmuro. Se me escapa, pero en el instante en que lo


digo, no me arrepiento de ello. Es ahora o nunca, y tengo la sensación de que va
a salir eventualmente.

Me estudia con sorpresa.

—¿Depresión? Eh. Nunca lo hubiera imaginado. Eres el ejemplo perfecto


de una persona deprimida agradable. —Se ríe.

—Es verdad. Soy encantadora. Pero hace tres meses, era una ruina.

—¿Cuál es tu historia? —pregunta Emma, llegando hasta la mesa de café


por su taza.

Suspiro y retuerzo las manos juntas. Al comenzar a contar mi historia, ella


asiente con ardor, como si hubiera estado involucrada en mi historia. Cuando
termino, me mira con asombro.

—¿Hace tres meses? Haz logrado recomponer tu mierda, mujer. Pero en


serio, ¿estás bien? ¿Necesitas que reserve una habitación para ti aquí?

Me echo a reír.

—Estoy bien ahora. Honestamente, creo que fue una mezcla de mi


situación y no estar con medicación. Me siento normal ahora, incluso equilibrada.
Feliz, incluso.

—Tengo una pregunta —dice Emma lentamente—. ¿Por qué Brattleboro?

Oy. Esta es una pregunta que temía. Me encojo de hombros.


126
Página
—Sinceramente, no sé. Soñé sobre Vermont cuando estaba en el hospital
—agrego, no dando demasiados detalles—, y siento como si fuera una señal. —
Me encojo de hombros otra vez. No sé por qué estoy tan avergonzada de admitir
la verdad. Tal vez, ya que podría hacerme sonar como lunática.

Emma asiente y sonríe.

—Me gustas. Has pasado por el infierno y de regreso, y sin embargo, eres
tan… esperanzadora. Eres optimista.

—Tengo que serlo —digo tímidamente—. Nunca solía serlo. Pero, ¿qué
tenemos si no es esperanza?

—Trata de decirle eso a Sebastian —dice, poniéndose de pie—. No creo


que el chico sienta una pisca de esperanza en un tiempo muy largo.

127
Página
Traducido por Lyla

Corregido por Flochi

Presente.

D
espués de que mi primera semana está terminada, siento como
que he aprendido algunas cosas acerca de la vida como
voluntaria.

En primer lugar, no importa cómo trate a Sebastian… él inevitablemente


me ladrará órdenes y tratará de intimidarme en cualquier forma que pueda. Creo
que es una especie de mecanismo de defensa; creo que está tratando de alejarme.
Aunque intento mantenerme en calma y profesional, en una ocasión o dos, me
he escondido en un cubículo del baño y lloré.

En segundo lugar, Emma y Darcy son muy buenas para hacer frente a la
mierda loca que pasa en el Retiro Brattleboro diariamente: comida siendo
lanzada, nuevos pacientes que llegan todos los días, ataques de ira, TPM
(trastorno de personalidad múltiple: te estoy mirando a ti, David / Hubert) y
malestar general del resto del personal (Cecelia es la persona más perezosa que
conozco). Emma puede ser sarcástica, pero puedo decir que ella realmente se
preocupa por sus pacientes, al igual que su madre.

En tercer lugar, hay tres grupos distintos aquí, lo que es a la vez divertido
y triste. El primer grupo es el de las chicas populares. Esto incluye a Lily
(adicción), Dana (anorexia nerviosa), Dina (bulimia nerviosa), y Ángela
(adicción). El segundo grupo es el de los esquizofrénicos, que incluye al Sr.
Kringle y a otros dos hombres de mediana edad, ambos de los cuales nunca he
conocido. Prefieren permanecer juntos, y son todos muy dulces y agradables. El
tercer grupo es el de los marginados.

Podrías decir que Sebastian es una parte de este grupo, pero por lo general
prefiere estar solo y se soporta a sí mismo. Hay un par de otras personas con
depresión crónica o ansiedad, y una mujer de mi edad con trastorno obsesivo
compulsivo. Mis días son ciertamente interesantes aunque muy satisfactorios.

Después de salir el viernes por la tarde, manejo de regreso a mi estudio en


el centro. Ya amo estar aquí, y a pesar de que las cuestiones del retiro son arduas
(Sebastian), finalmente estoy empezando a encontrar mi ritmo.
128
Página
Cambio mi ropa de trabajo y entro en unas ropas de correr. No he
practicado yoga desde el día del incidente, pero corro y medito diariamente. Hoy
voy a trotar a la tienda de café local para ver si puedo adquirir un trabajo
remunerado. Las facturas tienen que ser pagadas de alguna manera.

Empiezo lento, esquivando a la gente que encuentro en la acera. Después


del primer semáforo, acelero el ritmo, respirando el aire caliente y tratando de
mantener mi sonrisa controlada. Mi cola de caballo se sacude detrás de mí, y
estoy empezando a sentirme fuerte y esbelta por mis carreras diarias.

El centro de Brattleboro (si es que se podría considerar “céntrico”) es el


epítome de lo pintoresco, y me siento afortunada de vivir aquí. Toldos, tiendas
vintage, cafeterías, tiendas de discos, y cooperativas ocupan la calle, así como el
tipo vendiendo miel cruda hecha en casa. Es muy primitivo aquí, de alguna
manera como una hacienda de granja, y todo lo contrario a San Clemente. Aquí
todo el mundo hace su propia mermelada, y parece que todo el mundo es un
artesano de algún tipo. Nunca he visto tantas tiendas de vidrio soplado en mi
vida.

Unas cuadras más adelante, estoy pasando por debajo del toldo azul
pintoresco del Mocha Jean’s Coffee. Unas pocas personas se encuentran dispersas
alrededor de las mesas, pero en su mayor parte, están vacías para las dos en un
viernes por la tarde.

—¿Cómo puedo ayudarte? —pregunta un hombre detrás del mostrador.


Él es mayor, y me recuerda a Giles de Buffy, la cazavampiros: sabio e ingenioso,
con un espectacular par de gafas redondas.

—Hola —le digo, deslizándome hasta el mostrador—. ¿Están contratando,


por casualidad?

Él me da una sonrisa astuta y comienza a acariciar su barbilla. Su cara es


avejentada, aunque supongo que no es mayor de cincuenta años. Su pelo, que
está oculto en su mayoría debajo de una gorra paje, está teñido de plata.

—Depende. ¿Quién está preguntando? —Me guiña. Levanto mi mano, y


él asiente con la cabeza—. ¿Puedes llenar una solicitud?

—Por supuesto. Me acabo de mudar aquí, y estoy como voluntaria en el


Retiro Brattleboro en las mañanas.

—Fantástico —dice lentamente, extendiendo la mano hacia abajo en el


cubículo por debajo de la caja registradora. Me entrega una hoja de papel y un
bolígrafo.

—Gracias. —Llevo la solicitud a una mesa cercana y la lleno. Cuando la


devuelvo, sus ojos escanean mis respuestas.

—Bueno. Estás contratada. Sólo quería asegurarme de que no estabas loca.


129
Página
Eso es discutible, pienso.

—Wow, encontrar un trabajo es mucho más fácil de lo que pensé que sería.

Se ríe.

—¿Puedes venir para el entrenamiento mañana por la mañana a las ocho?

—¡Por supuesto! Sólo estoy en el retiro durante la semana.

—Estupendo. He estado buscando a alguien para ayudar por aquí. Mi


esposa trabaja casi todos los días, ella dirige un negocio bien organizado, y ha
sido increíblemente exigente con la ayuda contratada. Pero me estoy poniendo
firme ahora —bromea.

Me río.

—Te veré mañana a las ocho. —Empiezo a alejarme.

—Soy Dave, por cierto. —Extiende su mano, y camino de regreso para


estrechar su mano.

—Marlin.

—¿Tus padres eran fanáticos de los Marlins? ¡Vamos Miami!

Me río.

—No. Mi papá es importante dentro de la pesca, y supongo que pensaron


que sería genial nombrarme por su pez favorito.

Dave asiente y se ríe.

—Padres.

Cuando salgo, tengo una nueva energía en mi paso. Corro a mi


apartamento y llamo a mi madre, poniéndola al corriente de todo. Dejo los
detalles de Sebastian fuera. Nada me hundirá hoy: ni siquiera el hombre gruñón
en la habitación nueve que podría haber amado en otra vida.

El lunes por la mañana llega demasiado pronto, y soy lenta para llegar al
retiro y aún más lenta de hacer mi camino a la habitación de Sebastian. Temer
sería la palabra correcta.

Abro la puerta lentamente, dejando su bandeja de desayuno en su tocador


antes de trasladarme a abrir las cortinas. He empezado a traer su desayuno a
primera hora. Reduce al mínimo el contacto que tengo que tener con él. Lo
escucho moverse cuando tiro para abrir las pesadas cortinas.
130
Página
—Buenos días —digo, mi voz cortante. Miro hacia abajo a mi ropa.
Camiseta sin mangas marrón, chaqueta de punto negra, pantalones vaqueros de
color claro, y zapatos negros. Nadie se estará pareciendo a popó de bebé hoy.

—Te traje algo para desayunar, y Darcy estará en poco tiempo con tu
medicamento.

Se sienta en la cama y mueve lentamente sus piernas por el borde de la


cama, usando las dos manos para levantar las escayolas pesadas. Me imagino que
son bastante pesadas. Me acerco y deslizo mi brazo bajo su brazo, ayudándolo
hacia la silla de ruedas. Gruñe, y sus aromas son ligeramente intoxicantes. Es una
mezcla de menta, vainilla, y sudor. Me aparto rápidamente mientras él se
acomoda a sí mismo en la silla, y meto un mechón de pelo detrás de mi oreja,
evitando su mirada.

Me mira y hace una mueca.

—¿Qué?

—¿Qué? —Cruzo los brazos.

—Me estabas mirando.

—No, no lo estaba —digo rápidamente, elevando mi voz una octava.

—Como el día en que te vi en el río. Actuaste como si me conocías.

—Lo hago —digo abruptamente, y luego me tapo la boca.

—Claro, como si tú y yo alguna vez nos moveríamos en los mismos


círculos —dice, comenzando a empujarse a sí mismo lejos y sacudiendo su
cabeza.

—Te ves como alguien que solía conocer.

Se vuelve hacia mí de nuevo.

—Tengo mil millones de hermanos y hermanas. La mayoría de ellos se


encuentran en México, aunque tal vez por eso parezco familiar. —Se encoge de
hombros.

—¿México?

—Sí. Mi padre solía estar en el cártel. Tito Juares. Probablemente lo has


visto en carteles de búsqueda.

—¿Es una broma? —Juares—. Espera, ¿estás bromeando?

—Ojalá. Él dejó a mi madre embarazada. Ella huyó a California y luego,


eventualmente a Vermont. Ahí es donde conoció y se casó con mi padrastro, todo
antes de que yo naciera. Mi verdadero padre ha intentado ponerse en contacto
131
Página
conmigo un par de veces. Esa es otra historia. Mi vida es una maldita telenovela
mexicana.

Tito Juares. Había oído hablar de él. Me pregunto, ¿por qué el apellido de
Sebastian era Juares en mi sueño, y no en la vida real?

—Te ves bien hoy —dice, y luego por sí solo rueda al cuarto de baño. Estoy
paralizada al lado de su cama. ¿Me acaba de dar un cumplido? ¿A dónde irá a
parar el mundo? Justo cuando estoy a punto de salir, lo escucho llegar a la puerta
del baño—. Por favor, no analices demasiado lo que dije. Sólo estaba haciendo
una observación platónica.

Asiento con la cabeza, mis mejillas volviéndose de color rosa.

—Oh, lo sé. Me odias demasiado para que te guste.

Se forma una pequeña sonrisa en sus labios, y me siento victoriosa.


¡Conseguí que sonriera!

—Eso es verdad.

—¿Por qué eres tan malo conmigo? —pregunto sin pensar—. Sólo estoy
tratando de ayudar.

Mira hacia abajo, avergonzado de lo que le dije en voz alta. Se encoge de


hombros lentamente.

—Tal vez sea porque somos tan diferentes. Tal vez me molesta que estés
tratando de ayudarme. —Él mira hacia arriba. Sus ojos son suaves, y por un
segundo, veo algún tipo de vulnerabilidad. Estoy sorprendida por su honestidad.

—No somos diferentes —le contesto, acercándome a él—. Tú y yo… somos


iguales. —No lo elaboro, no estoy dispuesta a contarle la historia de mi vida.

Niega con la cabeza lentamente, y su pelo largo y desordenado se mueve


delante de su cara. Nunca me había fijado antes, pero se curva en los extremos.
Cuando mira hacia mí, sus ojos son de color oscuro y tormentoso.

—No somos nada iguales, Marlin. No sé por qué quisiste ser voluntaria
aquí. Tal vez querías sentirte mejor después de tu ruptura, pero por favor, no nos
coloques en la misma bolsa.

—¿Quién te ha hablado de mi ruptura?

Se encoge de hombros.

—Las enfermeras hablan.

—Bueno, Charlie no es la razón por la que estoy aquí.

—Lo que tú digas, princesa.


132
Página
Me carcajeo al oír sus palabras. ¿Princesa? No espero por su disculpa.
Rápidamente salgo de la habitación y atravieso el pasillo, retorciéndome las
manos y frunciendo el ceño.

Cada vez que siento como que estoy haciendo progresos con Sebastian, es
como que damos un paso adelante y tres pasos hacia atrás.

133
Página
Traducido por âmenoire

Corregido por Flochi

Presente.

O
tra semana pasa y se desarrolla una rutina. Empiezo mi día en el
retiro, donde le llevo a Sebastian su desayuno y esquivo sus
insultos velados lo mejor que pueda. De vez en cuando, me dice
un cumplido, pero generalmente está de un humor terrible y quiere que lo dejen
solo.

Encuentro consuelo en Emma, y nos volvemos cercanas en una corta


cantidad de tiempo. Paso mis mañanas ayudando con varias tareas aburridas.
Algunas veces veo a Sebastian merodeando en los terrenos o jugando póquer con
el señor Kringle. Solía saludarlo pero nunca saludaba de vuelta, así que dejé de
hacerlo. La mayoría de las mañanas, se encierra en su habitación y pinta.

Luego en la tarde, conduzco hasta la cafetería para empezar mi turno.


Dave me tiene programada cada tarde durante la semana, lo que es agradable
porque significa que tengo libres los fines de semana. La cafetería es entretenida
y el tiempo pasa rápidamente. Aprendo como hacer el arte del latte. Aprendo
cómo hacer el macchiato perfecto y para el final de la semana, puedo hacer un
infame capuccino seco. Solo consigo mezclar el café descafeinado y regular una
vez.

Las noches son lo más difícil, para ser honesta. Me encuentro con Emma
para tomar algo un par de veces, y una vez Dave me invita a una noche de
micrófono abierto, lo que es divertido. Aunque todas las demás noches son
solitarias y largas. Me voy temprano a la cama, emocionada por iniciar mi día en
el retiro.

Después de otro fin de semana que consistió en múltiples viajes al


mercado de productores, limpiar mi pequeño estudio y poner en orden mis
finanzas, entro en el retiro el siguiente lunes sintiéndome bien. Me gustan las
rutinas, y ésta que estoy teniendo es placentera.

—¿Dónde están todos? —le pregunto a Cecelia, quien está recolectando


sus uñas recortadas y luciendo completamente aburrida. Todo el retiro está
inusualmente tranquilo, el barullo normal de las voces no está.
134
Página
—Excursión. Mejor te apuras o perderás el autobús.

—Gracias. —Camino rápidamente hacia la puerta trasera. Cuando entro


en el estacionamiento de atrás, un pequeño autobús está estacionado en la cuneta,
esperando. Darcy está parada en la puerta sosteniendo una tabla con papeles.
Troto hacia ella.

—Hola —digo, sorprendiéndola.

—Oh, Marlin. Estoy tan contenta que estés aquí. —Golpea con fuerza el
horario en la tabla con irritación—. Me di cuenta que olvidé completamente
decirte sobre el día de película. Eres bienvenida en acompañarnos. Deberíamos
estar de regreso después de la comida, así que deberías ser capaz de llegar a tu
turno en Mocha Jean’s. —Darcy me ha visitado varias veces. De hecho, Darcy y
Emma me han adoptado bajo su ala de alguna manera y estoy tan agradecida por
la familia Kavanagh.

—Sí, puedo ayudar. —Ambas nos subimos e inmediatamente busco a


Sebastian. Está sentando hasta atrás, mirando por la ventada—. ¿Qué es el día de
película?

—Tratamos de sacar a todos un par de veces al mes. Algunas veces vamos


a un museo, algunas veces vamos de día de campo… cualquier cosa que los
distraiga de la vida real durante algunas horas.

—¿Qué película vamos a ver? —pregunto, emocionada. Esto podría ser


divertido. Miro alrededor por un asiento extra, Emma ocupa el que está junto a
Darcy. Me saluda y toma su café lentamente.

—No estoy segura todavía. Votaremos cuando lleguemos al cine. Y lo


siento, cariño, pero parece que el único asiento disponible está junto a Sebastian.

Lo sospechaba.

—No hay problema —digo taciturnamente. Me muevo por el pasillo hasta


la última fila. Sebastian todavía no me ha visto y no estoy segura que vaya a
gustarle estar junto a mí sin ser capaz de alejarse, algo que le encanta hacer. Me
siento y se gira para verme, una mirada de sorpresa en su rostro.

—Último asiento —murmuro a manera de explicación. No responde y en


cambio se regresa a mirar por la ventana—. ¿Cómo estás hoy?

—He estado mejor —dice sin voltear a verme.

—Al menos vas a salir hacia el mundo real. Aire fresco. Esta primavera ha
sido hermosa —añado.

—Sí. —Corre su mano a través de su cabello desordenado, su bíceps


ajustado contra la tela de su camiseta. Oh Sebastian, ¿por qué tienes que ser un
desastre tan hermoso?
135
Página
—Entonces, ¿qué tipo de cosas pintas normalmente? —pregunto, mi voz
animada. Nunca realmente le había preguntado sobre su arte, excepto por esa
vez que le pedí ver la pintura que creó después de conocernos.

—Abstracto, mayormente. Pero últimamente he estado en cosas del tipo


impresionista. Cosas sin límites, indefinidas—. Se gira para verme—. Intento ver
lo que es invisible para otros.

Sonrío.

—Me gusta eso.

No dice nada y en cambio se gira otra vez hacia la ventada y cruza sus
brazos. Está vistiendo una ajustada camiseta blanca, pantaloncillos cortos negros
y sus converse negros de bota alta. Con su cabello y el fruncimiento permanente
en su rostro, luce y actúa tan diferente del Sebastian en mi sueño. Me pregunto
dónde sucedió la desconexión, ¿qué lo hizo de esta manera en lugar de la manera
de mi sueño?

Y luego me golpea. La respuesta es casi demasiado simple. Yo. Esa fue la


desconexión. Me siento más derecha y me doy cuenta con un sobresalto que no
fue solo mi propia vida la que fue afectada por mis decisiones, sino también la de
Sebastian. La idea es desconcertante. Una pequeña corrección y hubiéramos
estado aquí pero viviendo en circunstancias completamente diferentes.

Me necesita tanto como lo necesito a él.

Miro hacia él. La luz de la ventana se refleja en sus ojos color chocolate y
su piel es suave donde su barba incipiente termina. Repentinamente, se gira y me
atrapa mirándolo fijamente.

—¿Tengo comida en mi rostro o algo así? —bromea.

—No. Lo siento. Solo que luces tan familiar.

—Marlin —empieza, y luego se detiene, mordiendo su labio inferior. El


movimiento es sexy y tengo que recordarme que no es el mismo tipo que me hizo
el amor y me llamó mi amor—. Sé que piensas que podemos tener mucho en
común. Demonios, incluso podrías pensar que te gusto por alguna extraña razón.
—Una mirada de terror debe haber cruzado mi rostro porque clarifica—. Como
amigo. Incluso podría gustarte como amigo. Pero pienso que sería mejor si no lo
fuéramos. Amigos, me refiero.

Trago, insegura sobre qué decir. Se siente como si el aire estuviera siendo
sacado de mis pulmones. Debe notarlo, porque suspira y continúa.

—Estoy jodido. Por Dios, seriamente jodido. No necesitas ser mi amiga


solo porque te sientes mal por mí. Salgo de aquí en una semana y voy a
desaparecer, así que en serio, es lo mejor.
136
Página
Mi mente se nubla por un segundo mientras asimilo sus palabras.

—¿Desaparecer? —susurro. Instintivamente tomo su mano, pero la quita,


retirándose de mí y de la conversación. Se gira contra la ventana de nuevo—. No
quieres decir que…

—No está funcionando.

Me toma un segundo registrar y comprender sus palabras. Creo que sé a


lo que se refiere, pero pregunto de todas formas.

—¿Qué es lo que no está funcionando?

—La terapia. La medicación. Las sesiones de grupo. Las excursiones —deja


salir ásperamente las últimas dos palabras—. Estoy podrido hasta mi centro. No
soy bueno.

Aun cuando me duele escucharlo decir eso, me alarma cuán similares


somos en realidad. Recuerdo pensar esas mismas palabras sobre mí la semana
antes de intentar suicidarme.

—No —digo, un poco demasiado fuerte. Tanto el señor Kringle como


David/Hubert (No estoy segura cuál de los dos es hoy) se giran para mirarnos,
ofendidos—. Eres bueno.

—Apenas me conoces, Marlin —dice, evitando mi mirada.

Quiero abofetear su lindo rostro y hacer que lo crea. ¿Cómo puede estar
sucediendo esto? No salió y lo dijo, pero sospecho que todavía está teniendo
tendencias suicidas. Cuando salga del retiro, no hay dudas lo que podría hacer.

—Tienes razón. No te conozco. Pero puedo decirte que mejora. La vida


mejora.

—No, no lo hace. —Ahora está volteado hacia mí completamente,


obviamente frustrado—. Todos siempre dicen eso, y francamente, creo que la
gente está llena de mierda cuando dice eso.

Suspiro y me recuesto contra el asiento. Solo hay una manera de


convencerlo. Lo miro directamente a los ojos.

—Traté de matarme hace tres meses. Pensé que era feliz durante tanto
tiempo, pero no lo era. Traté de terminar con todo. Soy una prueba viviente de
que todo mejora, Sebastian.

Me mira durante lo que parecen minutos. Ninguno de nosotros rompe el


contacto visual. Estoy respirando pesadamente y está golpeando su dedo contra
la ventana del autobús. Ahora nos hemos empezado a mover, dirigiéndonos
hacia el camino principal. El follaje alrededor de nosotros es impresionante, pero
realmente no noto mucho de ello.
137
Página
Empujo hacia arriba las mangas de mi suéter, mostrando mis cicatrices.
Sus ojos viajan sobre ellas lenta y flojamente, tomando su tiempo para
examinarme. Con un simple gesto, se estira y traza una de ellas con su dedo
índice. Cuando me mira de nuevo, tengo lágrimas en mis ojos.

—Tal vez no somos tan diferentes después de todo. —Remueve su dedo


de mi brazo, observando sus movimientos y entonces sus ojos regresan a los
míos, un poco menos duros ahora—. Nunca podría hacer lo de cortarme. Eres
valiente.

—No soy valiente. Lo que hice no fue valentía.

No responde. En cambio, aleja la mirada de nuevo.

—Salto desde puentes.

—Lo sé. Darcy me dijo.

Solo se ríe. Me alegra que no esté enojado porque me dijera.

—Es una chismosa.

—¿Ahora me crees? —pregunto, mi voz insistente—. ¿Que la vida mejora?

—Me alegra que mejorara para ti, Marlin. —Su simple respuesta me
desbalancea, como si me estuviera desechando. Quiero que entienda. Necesito
que entienda.

—Te lo comprobaré. —Me siento más derecha y lo enfrento—. ¿Confías en


mí?

—Apenas te conozco. —Me observa escépticamente, moviendo


inquietamente sus pulgares.

—Dame hasta el viernes. Te lo comprobaré.

—¿Qué, como una lista de mierda de cosas que hacer antes de morir?

Pienso en ello por un segundo.

—Sí, pero menos cursi. Me gusta. Lista de mierda de cosas que hacer antes
de morir.

Hace una mueca, sus labios apretados. Puedo decir que está tratando de
leerme, tratando de resolver si voy a seguir molestándolo sobre esto. Cruzo mis
brazos y me siento derecha, sin quitar mis ojos de los suyos. Tiene que saber que
hablo en serio al cien por ciento.

—Bueno. No me gusta, pero siento que no tengo opción.

—No la tienes —confirmo, emocionada por primera vez en un largo


tiempo—. La primera cosa que necesitas hacer es una lista
138
Página
—Déjame adivinar, la lista de mierda de cosas que hacer antes de morir.

—Precisamente. —Asiento y sonríe. Dios, es tan maravilloso cuando


sonríe. Busco en mi bolso y saco un pedazo de papel y una pluma—. Puedes
empezar ahora.

Mira hacia el papel y la pluma y luego hacia mí, sus ojos helados. Justo
cuando pienso que va a gritar o alejarse, los toma y empieza a escribir sobre la
parte de atrás del asiento. Trato de no husmear, así que me entretengo con mi
teléfono y reviso mi correo electrónico. Después de algunos minutos, me pasa de
regreso el pedazo de papel y estoy más que ansiosa por leerlo.

1. Cambiar mi nombre y reconciliarme con mi padre.


2. Volar un helicóptero.
3. Hacerme un tatuaje.
4. Visitar el Louvre en Paris.
5. Visitar una colonia nudista.
6. Pintar a una modelo en vivo.
7.

—Hay una cosa en la lista que no escribí, para evitar avergonzarme. Pero
el viernes, te dejaré saber si ha sido lograda o no.

—Trato —concuerdo. Cerramos el trato con un apretón de manos—. Por


cierto, solo hay siete. ¿No se supone que la mayoría de listas de cosas que hacer
antes de morir tiene como cientos de cosas?

Se encoge de hombros.

—Son poco exigente. —Me dirige una sonrisa ladeada y siento mi corazón
alborotarse. Dios, si no estuviera tan deprimido, tendría la habilidad de romper
tantos corazones con esa sonrisa.

—Y una de ellas es bastante imposible antes del viernes —añado.

Se estira y eleva sus manos por encima de su cabeza.

—Era una posibilidad remota.

—No subestimes mis habilidades. Si no vamos al Louvre esta semana,


iremos en algún otro momento.
139
Página
Me mira por un segundo demasiado largo, su rostro suavizándose. Por un
segundo, creo que va a estar de acuerdo. Pero entonces se gira y no dice nada
más, así que guardo la lista en mi bolsillo y espero que pueda cambiar su idea
sobre todo.

140
Página
Traducido por Gemma.Santolaria

Corregido por Flochi

Presente.

U
na vez que llegamos al centro y todo el mundo se baja del autobús,
tiro de Darcy a un lado y le explico mi plan. En el mundo real,
realmente tengo que aclarar esto con ella.

—Y por lo tanto voy a tratar de hacer de esta la mejor semana. Quiero


tratar de demostrarle que vale la pena vivir la vida —termino. Sé que la he
bombardeado. Emma está de pie cerca y escuchando, dando golpecitos con el pie
en la acera. Puedo decir que ambas son escépticas.

—Espera, ¿realmente salió y dijo que su intención era tratar de suicidarse


de nuevo? —pregunta Emma, su voz baja. Los pacientes están todos alineados
en frente de la sala de cine, y Sebastian está teniendo una animada conversación
con Lily desde su silla de ruedas. Trato de reprimir los celos que florecen en mi
estómago.

—Bueno, no, creo que la palabra que usó fue desaparecer — explico—. Pero
él es tan melancólico. Yo… quiero que sea feliz.

—Eres una buena persona. Estoy feliz de dejar a ese imbécil revolcarse en
su propia miseria —susurra Emma, y Darcy golpea con fuerza el hombro de
Emma con su mano.

—Marlin, normalmente no hacemos este tipo de cosas por los pacientes.


Nos pagan por una vida muy estructurada, veintiocho días de la mejor atención
posible. Nunca hemos hecho nada como esto antes. Las excursiones son para las
ocasiones especiales. Se han firmado contratos, y tenemos que hacer nuestro
trabajo.

Miro hacia abajo y asiento. Por supuesto que tiene sentido.

—Dicho eso —añade, y me da una pequeña sonrisa—, hacemos


excepciones para los pacientes todo el tiempo. Conociendo a Sebastian, y
sabiendo que es su última semana, creo que en realidad eso podría ser bueno
para él.
141
Página
Mi cabeza se levanta animada, y sonrío. Emma gime.

—Buena maldita suerte —dice, riendo.

—Gracias —le digo a Darcy—. Realmente creo que esto ayudará.

—Sólo asegúrate de aclararlo todo conmigo. Sólo viajes de día. Tiene que
estar aquí mañana y noche para su medicación.

—¡Entendido! La primera cosa… en vez de ver una película, ¿está bien si


me lo llevo a una tienda de tatuajes bajando por la calle? Ha mostrado su interés
en hacerse un tatuaje —añado, esperanzada.

Darcy suspira.

—Si alguien pregunta, yo no era consciente de que no estaban con nuestro


grupo durante todo el tiempo. —Pone sus manos en sus caderas y frunce el
ceño—. Estén aquí en dos horas, por favor.

—Mándame un mensaje si llega a ser demasiado —me susurra Emma en


mí oído.

Ahora que tengo permiso, camino hacia Sebastian y le señalo que venga
conmigo.

—¿Dónde estamos yendo? —pregunta, confundido.

—Usted, señor, está a punto de obtener su primer tatuaje.

Duda y mira a su alrededor, sus nudillos blancos mientras agarra el


reposabrazos de su silla de ruedas.

—Marlin, esa lista era una especie de broma —comienza. Aplasto la


decepción que empiezo a sentir y levanto mi barbilla.

—¿Lo era, de verdad? Parecía ser una lista bastante seria para mí. Y lo
tengo todo aclarado con Darcy. Por lo que o bien podemos ir a la tienda Faithful
Few Tattoo and Body Piercing o podemos ir a ver una cursi comedia romántica
con todos los demás y fingir que no pasa nada. Enfrenta la música, Sebastian.

Desde donde estoy, no puedo decir si está sonriendo o frunciendo el ceño,


el sol brilla detrás de él, pero empiezo a caminar en dirección a la tienda de
tatuajes. Oculto mi sonrisa cuando suspira con exasperación y empieza a
seguirme en su silla de ruedas.

Unos minutos más tarde, estamos explorando filas y filas de carteles que
han colgado con ejemplos de tatuajes. Sebastian no me parece que sea alguien
que escogería un tatuaje de un libro, así que vetamos los tatuajes pre-dibujados,
142
Página
y va dentro de una de esas habitaciones traseras con Derrick, el tipo que me hizo
mi tatuaje. Los escucho discutir ideas: tecleando, un ordenador, una impresora.
Después de unos minutos, Sebastian asoma la cabeza por la esquina.

—¿Vas a conseguir uno también?

Muevo mis pies. Soy una especie de miedica, y el tatuaje que tuve en mi
muñeca hace unas semanas lo pensé muy bien. Me encojo de hombros.

—Siempre he querido perforar mi nariz —añado.

Unos minutos más tarde, estoy sentada al lado de Sebastian mientras


Derrik le pone tinta y Rob, el propietario, se pone en cuclillas frente a mí.
Sebastian no me dirá lo que se está haciendo. Mi corazón empieza a correr
mientras Rob desliza en mi nariz un poco de antiséptico.

—Tus ojos pueden llenarse de lágrimas —añade, tocando una larga aguja.
Trago.

—Oh, vamos. Estarás bien —interviene Sebastian. Él no tiene que decirlo.


Sé lo que quiere decir. ¿Estoy dispuesta a cortarme las venas, pero una pequeña
perforación en mi nariz me da miedo?

Sin decir nada, Rob empuja la aguja a través de un orificio nasal, y chillo.
Creo que soy una cobarde cuando no soy la que inflige dolor en mí misma.

—Todo listo —dice Rob, su voz ligeramente ronca—. Sólo asegúrate de


limpiar el área de alrededor del perno dos veces al día. —Me entrega un espejo.
Se ve rojo e irritado en este momento, pero como que me gusta.

—Se ve bien —añade Sebastian. Veo que Derrik se cierne sobre su bíceps
derecho.

—Gracias.

Durante las dos siguientes horas, Derrik trabaja en el brazo de Sebastian.


Decido ir al frente de la tienda para esperar que Sebastian termine. Cuando sale,
tiene una sonrisa de triunfo en su rostro. La manga en su brazo derecho está
tirada hacia arriba, y su bíceps superior está vendado.

—¿Y bien? ¿Cómo fue? —Miro hacia Derrik expectante, y él sólo sonríe y
se aleja. Mis ojos se mueven hasta Sebastian, quien saca un fajo de billetes de su
cartera.

—Y yo que pensé que no necesitaría dinero en rehabilitación —dice, su


voz ligera y bromeando—. Déjame tener tu piercing —añade. Dudo, pero él pone
el dinero en efectivo fuera antes de que pueda hacer nada.

—Gracias.
143
Página
Una vez que todo está hecho, Derrik le entrega un paquete lleno de
limpiador y una loción suave.

—Límpialo dos veces al día, pon loción después, y no saques la costra. Sólo
déjalo estar, hermano, ¡y asegúrate de volver! Eres un tipo increíble. —Derrik se
aleja, y yo saco a Sebastian rodando.

—¿Me vas a decir de una vez que obtuviste? —pregunto impaciente.

—Tengo que dejar el vendaje puesto durante doce horas. Te lo voy a


mostrar mañana.

—¿Ves? ¿No estás contento de haberlo hecho?

—¿No quieres decir forzado a hacerlo? —bromea, y sonrío mientras nos


encontramos con el resto del grupo.

—Seguro estás en un mejor humor —añado.


No dice nada.

Darcy frunce el ceño hacia nosotros mientras lo llevo. Llegamos justo a


tiempo, parece como si todo el mundo acabara de volver al autobús.

—¿Cómo fue todo? —pregunta mientras el conductor ayuda a Sebastian a


subir al bus.

—Bien. Todo fue bien. Creo que esto podría funcionar.

Darcy asiente, aprobación apareciendo en su cara.

—Maravilloso. —Sus ojos se mueven hacia mi nariz, y niega con la


cabeza—. Tenías una cara bonita… Los jóvenes de estos días. Siempre tatuando
y poniendo piercings en su piel flexible.

Me río.

De vuelta en el autobús, tomo la lista de Sebastian de mi bolsillo y tacho el


número tres.

1. Cambiar mi nombre y reconciliarme con mi padre.


2. Volar un helicóptero.
3. Hacerme un tatuaje.
4. Visitar el Louvre en París.
5. Visitar una colonia nudista.
6. Pintar a una modelo en vivo.
144
Página
7.

—Voy a tener que comprobar lo de la colonia nudista —digo, deslizando


el papel en mi bolsillo mientras me siento a su lado en la parte de atrás—. Estoy
bastante segura de que Vermont tiene una.

Se ríe entre dientes.

—En su mayor parte era una broma. No se me va a romper el corazón si


no sucede.

—Y Darcy dijo que sólo excursiones de un día, por lo que París está fuera,
al menos por ahora. Voy a pensar en una alternativa.

—Bien.

Rasco mi esmalte de uñas mientras el autobús va de vuelta al retiro. Hay


tantas cosas que quiero preguntarle, y no sé por dónde empezar. Elijo la más
importante, la que no puedo dejar de pensar.

—¿De verdad vas a intentar suicidarte de nuevo? ¿Después de salir? ¿Ese


era el plan desde el principio?

No dice nada durante un largo tiempo. Su cara se arruga sin embargo, y


mira por la ventana mientras el autobús va en dirección opuesta a la carretera
principal.

—Sinceramente no lo sé. No es complicado estar aquí, gente te está viendo,


cuidándote. Sospecho que es por eso que mis padres eligieron este lugar la
primera vez, hace unos años. Es mi tercera vez aquí. —Se burla y mira hacia otro
lado—. Este lugar no se siente como la vida real a veces.

—No contestaste a mi pregunta —digo suavemente. No quiero instigarlo,


pero necesito saberlo.

—La respuesta es que no lo sé. Algo tiene que cambiar. Es miserable, ser
esta cosa viva.

—Pero no tiene que ser eso —digo con urgencia, pánico alzándose en mi
garganta. ¿Qué pasa si no puedo salvarle? ¿Y si está demasiado jodido?

—No quiero hablar más de esto. ¿Vale? —Me está enfrentando ahora, pero
no me encuentro con su mirada. Tengo que morderme el labio inferior para no
decir nada estúpido.

—Está bien —le susurro después de unos segundos.

El resto del viaje en autobús sucede sin incidentes, y una vez que estamos
de vuelta, voy directamente hacia mi auto después de decirle adiós a Darcy y a
145
Página
Emma. Sebastian rueda por sí mismo lejos sin decir adiós, y el dolor de esto me
tiene secando lágrimas de camino al trabajo.

¿Y si esto no funciona? ¿Qué pasa si llega el viernes, y es demasiado tarde?

146
Página
Traducido por Lalaemk

Corregido por Flochi

Presente.

E
ntro al Retiro Brattleboro el martes con un renovado sentido de
valor. Estoy salvando vidas a diestra y siniestra. Tengo un plan para
hoy, e involucra un muy detallado, muy caro paseo en helicóptero
(y posiblemente una cita con Dylan, el piloto, como un soborno).

Con emoción, abro la puerta de Sebastian cinco minutos más tarde y para
mi sorpresa, él ya está despierto y sentado en su silla de ruedas.

—Buenos días —digo, llevando su desayuno. Me congelo cuando lo veo.


Sus ojos están sin emoción, y el pánico empieza a llenar mi garganta cuando me
doy cuenta de que algo está mal. Rápidamente bajo la bandeja y me acerco a él.
Pongo mi mano sobre su hombro, y mi tacto parece sobresaltarlo hasta moverse.
Me mira, pero no dice nada—. ¿Sebastian?

—¿Mmm? —responde a los pocos segundos.

—¿Estás bien? —Su cara va de tiesa a perezosamente aturdida.

—Estoy muy bien —dice, su voz tranquila y suave.

—¿Qué te dieron? —pregunto, ya en la puerta.

—Tuve un… incidente anoche. Me dieron las pequeñas blancas —


responde con nostalgia.

Cierro la puerta de golpe, y me dirijo a la sala de los empleados. Emma


está sentada en el sofá haciendo unos papeles, pero Darcy no está en ninguna
parte.

—¿Qué le dio Darcy a Sebastian? —pregunto, mi voz temblorosa. Ella gira


la cabeza hacia mí y se encoge de hombros.

—A veces lanza estos ataques, y ella tiene que darle Xanax. Lo deja fuera
de combate un buen día.

—¿Ataques? ¿Qué quiere decir, ataques?


147
Página
Ante esto, se pone de pie, y camina hacia mí con los ojos entrecerrados.
Junto y separo mis manos, y tengo que decirme a mí misma que debo actuar con
normalidad. Estas personas, todo el mundo aquí, incluyendo a Emma y Darcy,
son profesionales entrenados. Saben lo que es mejor para él. Me pongo a
toquetear el botón de mi blusa de color salmón sin mangas mientras estudia mi
cara.

—Oh… Dios… mío —dice en voz baja—. Sientes algo por él, ¿verdad? —
acusa, y cruzo mis brazos y chasqueo la lengua.

—Por supuesto no. Eso es ridículo.

Clava un delgado y pálido dedo en la piel de mi hombro.

—Lo haces. Lo estoy viendo en este momento. Y creo que es una idea
terrible.

Sus palabras me golpean.

—Yo no. Sólo… tenía planes con él hoy, y ahora se arruinaron. Desde
luego no puede volar un helicóptero mientras esté drogado, ¿verdad?

Se ríe entre dientes.

—No entiendo por qué lo estás ayudando, de todos modos.

Me encojo de hombros.

—Él y yo somos iguales en muchos sentidos. No lo sé. Me siento mal por


el chico, su lista sólo tiene siete cosas.

Reflexiona sobre eso por un minuto, y luego empieza a pasearse por la


habitación.

—Tengo que hacer rondas, pero tienes que saber que estará bien mañana.
Eres una buena persona, Marlin. Demasiado buena.

Me sonrojo.

—Gracias.

Después de que ella se va, me doy cuenta de que nunca respondió a mi


pregunta. ¿Cuáles son estos ataques, y por qué los tiene? En ese momento, Darcy
entra en la habitación de los empleados.

—Oh, bien, estás aquí. Hemos tenido una larga noche, me llamaron a las
4:00 a.m. y tuvimos que someter al Sr. Rivera.

—¿Qué… qué pasó?

—Él tiene ansiedad… se pone mal a veces. El Xanax siempre ayuda. No


serás capaz de hacer cualquier cosa hoy, sin embargo.
148
Página
—Está bien. Me alegro de que esté bien.

Me mira pensativa. Su pelo rojo grueso está recogido en una cola de


caballo baja, y su blusa blanca está arrugada. Es hermosa, una versión más
grande de Emma. Malditos sus genes irlandeses sin edad.

—Marlin, él está enfermo. No quiero que te apegues demasiado. ¿Bien?


Este es un trabajo; él es tu paciente. Las líneas no pueden ser confusas.

No podría estar más roja de lo que estoy en este momento.

—Yo… lo sé. Esto es estrictamente profesional. Lo prometo.

Darcy asiente, pero no mira hacia otro lado.

—En este punto, hemos intentado todo. Algunas personas se recuperan, y


algunos simplemente no lo hacen…

No han probado todo, pienso. El puto helicóptero.

—Entiendo. Sólo quiero… sólo necesito intentar.

Asiente de nuevo y empieza a salir de la habitación.

—Bueno, en ese caso, buena suerte.

Un par de horas más tarde, después de que haya terminado el día, decido
hacer una parada en la habitación de Sebastian antes de irme. Técnicamente he
terminado, pero quiero ver cómo le está yendo. Cuando abro la puerta, me
sorprende verlo febrilmente pintando.

Está inclinado sobre una amplia área de trabajo, y su pincel está atacando
agresivamente el lienzo con pintura. Su cabello es salvaje, y la camisa
desabrochada, dejando al descubierto su pecho. Tiene pintura en su cara.

Y está muy lúcido en el momento, así que poco a poco cierro la puerta de
nuevo.

Excepto que cruje, y él se da vuelta.

—Lo siento —digo en voz baja—. Ya me voy.

Suspira ruidosamente y lanza el pincel sobre el escritorio.

—Necesito un descanso de todos modos. —Antes de que pueda decir


nada, se quita la camisa, dejando al descubierto el tatuaje en su bíceps derecho.

—Oye, ¡eso es Noche estrellada! —exclamo, acercándome a examinarlo—


. Wow, eso es genial. —Me da una sonrisa tensa, pero no dice nada. Todavía se
ve fuera de sí—. ¿Es Van Gogh tu artista favorito?
149
Página
Asiente.

—Somos parecidos.

Claro, porque Van Gogh se pegó un tiro. No reconozco ese hecho. En lugar
de ello, dejo que mis ojos se deslicen por su pintura.

—¿Parecidos porque ambos son increíblemente talentosos? —pregunto,


moviendo las cejas e inclinándome para echar un vistazo más de cerca a la
pintura. Es preciosa, un bosque con flores silvestres floreciendo.

De repente, Sebastian golpea su mano contra la mesa, enviando la pintura


sobre la mesa, primero de cara. Grito, y cuando miro, su rostro se ve
ensombrecido por la ira.

—No necesitas exagerar todo el tiempo, Marlin —gruñe—. Deja de tener


compasión de mí. ¿Bien? Sé lo que es todo esto, es sentir lástima por mí. Detente.
Sólo detente —grita, agarrando las ruedas de su silla. Comienza a retroceder.

—¿Crees que te compadezco? —siseo, cruzando los brazos—. No te


compadezco, Sebastian. Te conozco. Sé que sientes dolor, porque he estado allí.
Yo…

—¡Deja de compararnos! Jesús, Marlin. No somos iguales.

Sus palabras realmente duelen, y lucho contra las lágrimas antes de


continuar.

—Todo lo que estoy diciendo es que quiero ayudar. ¿Es tan difícil de creer?

Golpea su puño contra el mango de su silla de ruedas, y me hace saltar.

—¿Por qué? ¿Por qué quieres ayudar?

—¿Por qué te importa? —grito—. Si te vas el viernes, ¡por lo menos ten un


poco de puta diversión! —grito. Sé que suena insensible, pero al mismo tiempo,
puede ser tan enloquecedor. Tal vez necesita escuchar la verdad.

Aprieta la mandíbula y se pasa las manos por el pelo hirsuto. Vete. Solo
vete.

—Bien. Pero voy a volver mañana, y vamos a tachar algo más de tu lista.

—¡Bien! —grita—. ¡Adiós!

Tomo la indirecta y me doy la vuelta, cerrando la puerta detrás de mí.


Cuando miro hacia arriba, Emma y Darcy me miran con horror desde el pasillo.
Claramente, lo oyeron todo.

—Ha sido un día muy largo —digo, mi voz lacónica—. Prefiero no hablar
de ello, pero si quieren saber, les diré mañana. —Sigo por el pasillo sin mirar
150
Página
hacia atrás, y trato de ocultar la esperanza que florece a través de todo mi interior
cuando escucho a Darcy susurrar a Emma.

—Nunca lo he oído gritar. Eso tiene que ser una buena señal, ¿verdad?

151
Página
Traducido por Jo

Corregidor por Flochi

Presente.

M
i turno en el trabajo avanza lento ese día. No puedo dejar de
pensar en Sebastian. En el lado positivo, Dave, el dueño de
Mocha Jean’s, está encantado de que vine a trabajar después de
todo. Inicialmente había pedido el día libre con la esperanza de que Sebastian y
yo estuviéramos volando alrededor en helicóptero justo ahora, pero ya que eso
se arruinó, decidí trabajar para ganar algo de dinero extra.

—Siento que las cosas no hayan funcionado con Dylan —dice Dave,
refiriéndose a su sobrino, el piloto de helicóptero.

—Estoy esperando que funcione mañana —respondo, barriendo el suelo.


Es pasada la hora de cerrar, y estoy ansiosa de llegar a casa para poder planear
el resto de la semana. Ya que perdimos un día, mañana y el jueves van a ser días
ocupados, eso es, si Sebastian todavía está con ganas después de nuestra pelea
hoy.

—Creo que está bastante apegado a ti —agrega Dave.

—¿Hmm? —pregunto, confundida.

Dave se ríe.

—Dylan. Creo que le gustas.

Le doy una pequeña sonrisa.

—Es realmente dulce que nos lleve sin cobrarnos. —No menciono la cita
que le prometí a cambio.

Ayer, después del tatuaje de Sebastian, vine a trabajar y le pregunté a Dave


acerca de encontrar una compañía de tour en helicóptero. Me contactó con su
nieto, Dylan, quien trabaja para una estación local de noticias… y tiene licencia
para volar el helicóptero de la estación. Tiró de algunos hilos, y estuvo de acuerdo
con llevarnos gratis siempre y cuando estuviéramos de acuerdo con acompañarlo
durante el reporte del tráfico de las cinco. Oh, y me invitó a salir, así que por
supuesto que me sentí obligada a aceptar.
152
Página
Estoy soñando despierta cuando Emma entra. Dave saluda; se han
conocido antes. Luego de que termino, me escolta a cenar calle abajo en la Rocky
Tap Tavern. Está callada la mayor parte de la caminata, es solo cuando nos
sentamos y ordenamos que se enfoca en los negocios.

—Siento lo que dije antes —comienza, bebiendo su cerveza—. Solo no


quiero que tu corazón se rompa con Sebastian.

Asiento y sonrío, tomando su mano.

—Lo sé. Has sido una amiga realmente buena. Te agradezco por eso. Pero
sé lo que estoy haciendo.

—Estoy feliz de que lo estés intentando. He conocido al chico por como


veinte años. Él es realmente… suicida es… es intenso… no lo superará de un día
para el otro. No es algo que solo puedas curar —agrega.

Bajo la mirada, pensando en cómo elaborar lo que estoy a punto de decir.

—Lo sé. Sé que el suicidio es intenso. Y sé que no hay cura. Pero he pasado
a tener una vida normal. Quiero eso para él también.

Emma asiente.

—Te veo, y me da esperanzas para él. —Pasa sus manos a través de su


flojo cabello rojo—. Supongo que si alguien puede romper su mentalidad, eres
tú.

—Gracias. —Le doy una sonrisa genuina—. Es por eso que quiero
ayudarlo. —No elaboro, no le he dicho a nadie acerca de mi sueño todavía. Tal
vez le contaré algún día, pero por ahora, una cosa a la vez…

—Solo… sé cuidadosa. No todos pueden regresar tan rápidamente como


tú lo has hecho.

—Lo sé. Entiendo en lo que me estoy metiendo.

—Todo eso aparte… es un chico realmente bueno.

Río, ahogándome con mi cerveza.

—¿Pensé que lo odiabas? ¿Creo que lo llamaste un idiota machista?

Se ríe.

—Lo sé. Lo es, la mayor parte del tiempo. Pero es una fachada. —Aleja la
mirada por un segundo, su rostro tornándose taciturno—. Estábamos juntos en
la banda en la secundaria. ¿Sabías eso?

—¿En serio? —pregunto, repentinamente interesada. Mencionó que lo


conocía, pero no sabía hasta qué extensión.
153
Página
—Sí; Jeb, Sebastian, y yo. Todos éramos muy cercanos.

—¿Qué instrumento tocaba cada uno?

Toma otro sorbo de cerveza, una sonrisa traviesa en su rostro.

—Bueno, ya ves, yo realmente no tocaba un instrumento, pero estaba muy


enamorada de Jeb, así que me ofrecí de voluntaria para tocar el triángulo y
pandereta.

—Eso es asombroso.

La mesera trae nuestra comida, y una vez que cada una comió un par de
bocados de nuestras hamburguesas, ella continúa.

—Jeb tocaba percusión. ¡Todavía lo hace! Es taaan bueno —dice


soñadoramente.

—Tienes que decir eso. Estás casada con él —digo con mi boca llena de
comida.

—No, realmente lo es. Y Sebastian tocaba el violonchelo.

Me detengo a media mordida.

—¿En serio? ¿El chelo?

—Sí. ¿Por qué, eso te sorprende?

—Amo el chelo. —Ambas nos miramos fijamente, y me doy cuenta de


cuán absurdo suena eso. Luego de un momento, las dos rompemos en carcajadas.
Una vez que nos recuperamos, continúo—. No, es solo que toco el piano, y
siempre admiré a los chelistas.

—Era muy talentoso. Pero luego, ya sabes, lo golpeó toda la cosa de la


depresión. Se metió mucho en el arte, lo que es genial, porque es realmente
talentoso en eso también. El artista aproblemado. —Toma otro mordisco
grande—. Escuché que se hizo un tatuaje. —Mira mi nariz—. Lindo piercing, por
cierto. Es adorable.

Asiento orgullosa.

—¡Gracias! Sí, lo hice. Estoy intentando probarle que la vida vale la pena,
y escribió una lista de mierda de cosas que hacer antes de morir.

—¿Lista de mierda de cosas que hacer antes de morir?

—Sí. Así la llamamos.

—Eso es tan adorable —agrega, fingiendo adoración. Pone sus ojos en


blanco—. Solo por favor, en serio Marlin, sé cuidadosa.

—Lo sé. Lo seré, lo prometo.


154
Página
Terminamos nuestra comida discutiendo en gran parte acerca del negocio
de construcción de Jeb y cómo tengo una fantasía de que remodelará una vieja
victoriana para mí algún día. No explico de dónde vino esta fantasía, pero se
siente bien reír y realmente conectarse con alguien para variar.

155
Página
Traducido por Jo & Mae

Corregido por Flochi

Presente.

E
l miércoles, estoy determinada a borrar no una, sino dos cosas de la
lista de mierda de cosas que hacer antes de morir de Sebastian. Así
que cuando entro de golpe a su habitación a las ocho quince, estoy
encantada de verlo vestido y comiendo el desayuno.

—Buenos días —digo, mi voz decidida. No quiero que piense que me


afectó ayer—. Tenemos un gran día planeado, así que espero que estés listo. —Él
solo me mira fijamente. Continúo—. Conozco a alguien con un helicóptero, y
luego cuando volvamos, vas a llamar a tu padre biológico y aplicar para un
cambio de nombre. —Asiento una vez y pongo mis manos en mis caderas.

—Eso es un día ocupado. Supongo que mejor como un abundante


desayuno —dice, su voz bromista y ligera. Gracias a Dios.

—Sí, come. Tenemos que irnos pronto. Dylan nos va a encontrar en la


estación a las nueve treinta.

—¿Quién es Dylan? —me pregunta Sebastian entre mordiscos de su


tostada con mantequilla. Por alguna razón, el recuerdo de esa mañana soñada
viene a mi mente: “Tienes que ganar algo de peso. Te voy a hacer tocino y tostadas cada
día si tengo que hacerlo. Para hacerte engordar,” y me envuelve la tristeza.

—Es el piloto.

Sebastian solo asiente, y lo estudio mientras bebe su jugo de naranja. Veo


al otro Sebastian allí; debajo del cabello, debajo de la dolorosa pena. Quitas las
capas, y allí está él. Solo tengo que descifrar una manera de penetrar esas capas.

Me encargué de pedir prestada la van con acceso de silla de ruedas. Una


vez que firmamos la salida, Darcy nos saluda. Cecelia nos fulmina con la mirada
todo el tiempo. He descifrado que siente cosas por Sebastian, y me gusta aún
menos.

Instalo a Sebastian en la van, y luego nos vamos. Manejo lento en la calle


principal, tomándome mi tiempo, y aproximadamente a las nueve y veinte,
156
Página
hemos estacionado y estoy llevando la silla de Sebastian al frente de BCTV News
9. Es un pequeño edificio de ladrillo, y veo una reja de alambre que lleva a la
parte trasera, donde están el helicóptero y la pista de aterrizaje.

—Buen día para un viaje en helicóptero —digo, rompiendo el silencio que


ha estado permaneciendo desde que salimos del retiro. Me muevo adelante y
atrás sobre mis talones.

—El clima, ¿en serio? —pregunta, incrédulo. Entrecierro mis ojos y alejo
la mirada. Juego con el dobladillo de mi camiseta negra de manga larga, sin
responderle. Si quiere hablar acerca de algo más que el clima, puede iniciar una
conversación—. ¿Cuándo se supone que nos va a encontrar este tipo?

—Pronto. —Reviso mi teléfono. Estamos en el lugar correcto.

Unos pocos y tensos minutos después, un hombre alto de aspecto atlético


sale por la puerta para saludarnos. Es atractivo, con corto cabello negro y ojos
grises. Está usando pantalones y una camisa abotonada. Está muy elegante para
un piloto de helicóptero.

—¿Marlin? —pregunta, estirando su mano. Es dura y callosa.

—¡Encantada de conocerte, Dylan! —Estiro mi mano y hago un gesto hacia


Sebastian, siempre consciente de su presencia. Está frunciendo el ceño—. Este es
Sebastian.

Dylan se agacha y estira una mano.

—¿Qué tal, amigo? —dice él, un poco demasiado fuerte y lento. Me


estremezco.

—Rompí mis piernas, no mi jodido cerebro —murmura Sebastian,


alejándose hacia la reja.

Troto hacia Dylan y pido perdón mientras Sebastian rueda delante de


nosotros. Todos caminamos hacia la reja, la que Dylan abre.

—Es un poco malhumorado. Y solo quiero decir… muchas gracias por


hacer esto.

—Sí, no hay problema —responde Dylan casualmente. Caminamos hacia


una de las puertas del helicóptero, y Sebastian está esperándonos, molesto. Puede
moverse realmente rápido en esa cosa—. Aparte, estoy ansioso por nuestra cita
—agrega, mirando mi cuerpo de forma lasciva.

En el minuto en que lo dice, Sebastian se tensa notablemente, y mira de mí


a Dylan y de vuelta hacia mí. Tartamudeo, notando la incomodidad de Sebastian.

—Yo… yo t… también —digo, dándole una pequeña sonrisa. No miro a


Sebastian, y en su lugar, voy a ayudarlo a subir en el asiento del pasajero sin hacer
157
Página
contacto visual. Cuando pongo mi brazo debajo de él para levantarlo hasta la
cabina, se inclina y susurra en mi oreja.

—¿Realmente vas a salir en una cita con ese imbécil?

No respondo, y en cosa de tres segundos, está sentado cómodamente.


Apoyo su silla de ruedas doblada contra la pared del edificio y Dylan me ayuda
a entrar a la parte trasera, pero no sin antes guiñar una vez.

Sebastian lo ve, porque la mirada que me está dando en el espejo retrovisor


justo ahora es puro disgusto. Sacude su cabeza y aleja la mirada.

Imbécil sentencioso.

Desde allí, es un proceso parcialmente simple; nos abrochamos los


cinturones, Sebastian en el frente, yo atrás, y luego los tres nos ponemos un par
de audífonos para bloquear el sonido y también ser capaces de comunicarnos.

Sebastian no sabe, pero le he pedido a Dylan que lo deje volar por un


minuto o dos, si es posible. Dylan aceptó por mensaje, así que espero que lo
recuerde. Espero que no terminemos muertos por la estúpida lista de Sebastian.

Unos interruptores son accionados, el motor es encendido, y luego los


sonidos de vueltas comienzan. Sostengo el borde de mi asiento. Odio las alturas,
pero estoy haciendo esto por Sebastian. Todo esto es por él. Cuando nos
elevamos, grito con terror y deleite, e instintivamente miro en el espejo retrovisor.

Sebastian me está mirando con cuidadosa preocupación; su rostro es


suave, aliviado. Se ve casi como si estuviera divirtiéndose pero no quisiera
admitirlo. Nos elevamos más y más, y mis nudillos son blancos mientras agarro
el asiento más y más. Echo un vistazo debajo de mí, y siento mi cabeza comenzar
a acelerarse de pánico. Cierro mis ojos.

—¿Marlin? —Es la voz de Sebastian—. ¿Estás bien?

—Estoy bien —respondo, mi voz débil—. Solo un poco asustada por las
alturas. —Una fina capa de sudor cubre mi frente. Abro mis ojos de nuevo.

—¿Cómo están todos? —dice la voz de Dylan, chasqueando en mis


audífonos—. ¿Quién está listo para volar este nene?

Oh, Dios. Vamos a morir, pienso.

Dylan le grita instrucciones a Sebastian, y puedo sentir el odio de Sebastian


desde acá atrás.

—Haré el trabajo de pies ya que obviamente estás incapacitado en esa área


—agrega Dylan—. Pero puedes conducir. Es casi lo mismo.

Ugh. Ya lo odio por hacer que Sebastian se sienta lo más pequeño posible.
158
Página
—Creo que puedo manejarlo —responde Sebastian. Levanto la mirada, y
él me guiña el ojo, me da una sonrisa torcida y toma los controles.

El helicóptero cae ligeramente, pero por lo demás se mantiene constante.


Lo está haciendo. ¡Lo está haciendo!

—¡Estás volando un helicóptero! —chillo.

—Estoy volando un helicóptero —repite, una enorme sonrisa en su rostro.


No creo jamás haber visto algo más hermoso que esa sonrisa. Y lo hice yo, ayudé
a poner esa sonrisa en su rostro.

—Piloto Rivera —agrego, sonriendo.

—Piloto Juares pronto —corrige, guiñando un ojo.

—Muy bien, tiempo para un poco de tráfico —interrumpe Dylan, y quiero


golpearlo. ¿No sabe que tenemos un momento ahora mismo?

Una vez que Dylan toma los controles de nuevo, nos dirige hacia las
carreteras de Vermont, y trazo el asunto en la lista de cosas de Sebastian. Tengo
una idea para mañana. Requerirá levantarnos muy temprano y tomar prestada
la van de nuevo, pero no es imposible.

Cuando miro en el espejo retrovisor de nuevo, Sebastian sostiene mi


mirada, y me quema de adentro hacia afuera. Me retuerzo, incapaz de manejar la
intensidad. Sus ojos oscuros y cambiantes están luminosos y alegres por primera
vez desde que lo conozco (en esta vida por lo menos). No rompo el contacto
visual, ni siquiera cuando él sonríe, ni siquiera cuando murmura algo que sé que
nunca voy a olvidar.
Gracias.

Cuando Dylan nos lleva de regreso a la estación, aterrizamos sin


problemas, y salto para ayudar a Sebastian a bajar del helicóptero a su silla de
ruedas. Ha estado callado desde el descenso hace unos minutos, y estoy nerviosa
de que el helicóptero no fuera lo que esperaba, o un cambio de vida como él
pensaba que sería.

Me coloco debajo de su brazo para ayudarlo a bajar, y de forma inesperada


pone un brazo alrededor de mi cintura para ayudar a equilibrar todo. Tomo aire
silenciosamente ante el contacto, pero él no parece darse cuenta mientras lo
levanto y coloco en su silla. Cuando lo dejo ir, me mira y me da una sonrisa tensa.

—Todavía no puedo creer que vayas a salir con ese idiota —murmura
antes de rodar hacia la calle, y dejarme sola con Dylan. Mi boca está todavía
abierta por la sorpresa cuando Dylan camina detrás de mí.
159
Página
—Por lo tanto, ¿esta noche funciona para ti, o es mejor mañana? —
pregunta Dylan, pasándose una mano por el pelo negro azabache y dándome
una sonrisa de comemierda.
Uf.

—Te llamaré —digo, tomando su mano—. Tengo una semana muy


ocupada, así que ¿tal vez el fin de semana?

—Estoy ocupado este fin de semana —responde, con la voz teñida de


molestia.

—Oh, bueno, concretaremos algo la próxima semana. —Le doy mi sonrisa


más coqueta, y empiezo a seguir los pasos de Sebastian, deseosa de irme.

—¿Qué pasa contigo y ese tipo? —dice Dylan en voz alta, con la lengua en
la mejilla. Ese tipo. El idiota conoce el nombre de Sebastian, sólo está siendo
estúpido.

—Soy voluntaria en el hospital en el que está.

Se acerca a mí, pero lo único que quiero hacer es correr. ¿No entiende
indirectas?

—¿Está loco o algo así?

Me siento explotar, y me muerdo la lengua para no decir algo


exageradamente grosero.

—No, no está loco. Gracias por el paseo. —Me giro y me alejo antes de que
tenga la oportunidad de responder.

Cuando giro la esquina, Sebastian está sentado en frente de la van,


mirándome con los brazos cruzados.

—Vamos —le digo, manteniendo la barbilla alta para evitar su


interrogatorio.

Enciendo la radio en el viaje de regreso al retiro. La sonrisa de suficiencia


de Sebastian me dice todo lo que necesito saber: él no aprueba a Dylan. Unos
segundos después de detenernos en el estacionamiento, apago el motor, y la
canción cambia en el mismo momento exacto. Es Make It To Me de Sam Smith, la
misma canción que Sebastian me cantó en el auto en Wendy’s.

Subo el volumen y cierro los ojos. Es una canción lenta, y el lento ritmo me
pone emocional. Es casi demasiado, estar en un auto con Sebastian, escuchando
esta canción… trato de reprimir las ganas de llorar, pero no funciona. La primera
lágrima golpea mis vaqueros.
160
Página
—¿Estás bien? —grita sobre la música. Levanto un dedo hacia él.

Apoyo la cabeza y espero a que la canción llegue hasta el final, y una vez
que lo hace, apago el auto. El silencio es sofocante.

—¿Qué fue eso? —pregunta Sebastian, y me giro hacia él.

Es la misma persona, tiene el mismo aspecto, más o menos. Inhalo y limpio


mis ojos con el dorso de mi manga.

—Una vez alguien me cantó una parte de esa canción —explico,


sintiéndome extraña de compartir eso sobre nuestro pasado. Nuestro pasado. No
tenemos ningún pasado. Fue un sueño.

—Es una buena canción —dice, su voz lenta y cálida—. Me gusta.

Le doy una pequeña sonrisa y luego doy la vuelta para abrir la puerta.
Salto sobre el asfalto y descargo su silla de ruedas. Cuando abro la puerta, me
está mirando curiosamente otra vez, toda su atención está en mí mientras me
estudia. Lo ayudo a sentarse, agarrando una de las manos y bajándolo.

—Gracias —murmura, apretando mi mano. Envía ondas de choque por


mi brazo, y tengo que alejarme.

—Sin problema —bromeo, una sonrisa cursi aparece en mi cara—. Estoy


ganando algunos músculos en los brazos al subir y bajarte —agrego, flexionando.

Se ríe y niega con la cabeza.

—Quería decir gracias por hoy.

Siento un leve rubor aflorar en mis mejillas ante su intensa mirada, y miro
hacia otro lado para romper el contacto visual.

—No fue problema. —Camino detrás de él y lo hago rodar hacia el


edificio—. Pero no me des las gracias todavía. Todavía debes llamar a tu padre
cuando estemos dentro.

Él se queja, y contengo la risa.

—¿Puedo al menos comer primero?

—Son las diez y media de la mañana —contesto—. Deja de dilatarlo.


Harás esto hoy, y después, voy a verte solicitar un cambio de nombre en línea.

—Sí, señora.
161
Página
Traducido por Raeleen P.

Corregido por Flochi

Presente.

1. Cambiar mi nombre y reconciliarme con mi padre.


2. Volar un helicóptero.
3. Hacerme un tatuaje.
4. Visitar el Louvre en París.
5. Visitar una colonia nudista.
6. Pintar a una modelo en vivo.
7. ¿?¿?¿?

M
e tomo el jueves para faltar al trabajo y, como prometí, me
presento en el retiro lista y puntual a las siete de la mañana. Hoy
va a ser un día pesado; tengo mi viaje sorpresa para Sebastian,
y luego la fiesta sorpresa de despedida que el personal y los otros pacientes le
harán cuando lleguemos a la hora de la cena. Me han invitado, y Cecelia se ofreció
voluntaria para decorar mientras no estamos, claro.

Cuando me estaciono, el sol apenas está saliendo. Y los tonos de rosa


rebotan contra los ladrillos, y el cálido y húmedo aire indica que hoy hará calor.
Ya tengo todo planeado, incluyendo mapas, bocadillos y boletos. Sebastian no
sabe a dónde vamos, y yo llego con un pañuelo para cubrir sus ojos para que esté
completamente sorprendido cuando lleguemos ahí.

Subo los escalones hacia la puerta, la cual está cerrada a esta hora, y llamo
a Darcy. Ella me ha dado permiso para hacer esto, y amablemente me dio permiso
de usar la van otra vez, y hasta empaco el kit de medicina de emergencia en caso
de que Sebastian sufra un ataque de ansiedad. Una vez que Darcy me deja pasar,
de inmediato empieza a lanzarme órdenes y sugerencias al tiempo que camino
en dirección al cuarto de Sebastian. Me limpio las manos sudorosas en mis caquis
verdes y me enderezo mi blusa de tirantes azul.
162
Página
—No dudes en llamar por cualquier cosa —susurra, dejándome entrar. Y
luego me guiña un ojo, y tengo que contenerme para no poner los ojos en blanco.

—Lo haré, lo prometo. Llegaremos cerca de las cinco, dependiendo del


tráfico.

—Más te vale que esto sea bueno, Marlin —dice Sebastian cuando
entramos al cuarto. Darcy toma su bandeja vacía del desayuno y se despide,
dejándonos solos. Él lleva una camisa negra, las mangas arremangadas y
pantalones cortos de vaquero.

—Va a ser mejor que bueno —contesto, sonriendo—. No es París, pero es


lo mejor que pude hacer con tan poco tiempo de anticipación.-- Mi mirada viaja
por sus piernas y jadeo—. ¡Vaya, ya te quitaron las escayolas!

Frunce el ceño.

—Sí. Ayer. Pero el doctor dijo que debería llevar la silla de ruedas en
nuestra salida de hoy. Solo puedo caminar cuando estoy en el hospital.

Sonrío.

—Eso es maravilloso. —Dudo un momento cuando lo veo observarme.

—¿Nos vamos? —Avanza y sale de la habitación y lo sigo. Una vez afuera,


le paso el pañuelo rojo.

—Tienes que usar esto hasta que diga que puedes quitártelo.

Él lo toma y lo ata alrededor de su cabeza.

—Espero que los de aquí hayan investigado sobre ti, Winters. Prefiero no
ser secuestrado hoy. Se dice que mañana soy libre.

Siento un dolor en el pecho cuando dice eso. Para ser honesta, no me he


permitido pensar en lo que hará y a dónde irá cuando salga. Sé que sus padres
viven por aquí pero no ha dicho nada de vivir con ellos, y tampoco en algún otro
lugar. Claro, podría imaginarme lo peor, pero no puedo evitar preguntarme qué
planea hacer mañana.

—Hoy no habrá secuestros.

Sebastian puede pararse y entrar a la van él solo. Me sorprende al


principio, pero parece complacido de ya no depender de alguien.

Después de que nos acomodamos en la van, manejo hasta la I-91. Sebastian


está callado en su asiento, y me pregunto si está dormido. Yo lo estaría, si fuera
él. Pero unos minutos después, habla.

—¿Y cuánto tiempo debo estar con los ojos cubiertos? —pregunta,
malhumorado.
163
Página
—Son tres horas, y luego tenemos que caminar un poco. Como tres horas
y media, máximo.

—Desearía poder decir que estoy emocionado pero este tipo de cosas me
ponen nervioso —replica, su tono es brusco.

—Prometo que lo valdrá.

Asiente sin decir nada, y casi inmediatamente se queda dormido. Me doy


cuenta porque su cabeza descansa sobre su pecho y no puedo evitar reírme por
lo absurdo que se ve. Pero también muy vulnerable.

Dos horas y cincuenta minutos después, más pronto de lo previsto,


despierto a Sebastian. Está profundamente dormido y me toma un par de
intentos despertarlo. Soñoliento, me dice buenos días, y su voz es áspera por el
sueño y es completamente adorable. Lo ayudo a sentarse en la silla de ruedas,
más que nada solo tomo su mano ya que puede sostenerse por sí mismo.

Ya debe de hacerse una idea de donde estamos. El ruido de las personas y


el del centro de la ciudad, están por todas partes. No se puede ignorar.

Lo llevo hasta la taquilla del MoMa y le doy al empleado nuestros boletos


pre-pagados. Ahora es obvio, pero espero que él aún esté sorprendido. El museo
abre a las 10:30 y ahorita son las 10:32; somos las únicas personas aquí a esta hora,
por lo que es prometedor.

—Por Dios, me muero por ver otra vez —se queja Sebastian, frotándose
alrededor de los ojos.

—Ya casi. —Tomamos el elevador para ir al quinto piso: pinturas y


esculturas de 1880 a 1940. Estudio el mapa mientras empujo a Sebastian hacia la
habitación que necesitamos, y una vez que llegamos, grito complacida.

—¡Ya llegamos! Espera… —Pongo su silla frente a la famosa pintura—.


Bien, ya puedes quitarte el pañuelo.

Se baja el pañuelo de la cara y asimila la pintura frente a él, no muestra


ninguna expresión.

—¡Ta-dan! —exclamo, levantando mis brazos frente a la pintura,


dramáticamente—. ¡Es La Noche Estrellada! ¿Estás sorprendido?

No me contesta. Solo se queda viendo la pintura, sin ninguna reacción y


yo comienzo a entrar en pánico. Ay Dios, lo odia. ¿Por qué pensé que esto era
una buena idea? Debí haberle preguntado primero. Es la persona más gruñona
que conozco… Debí haberle pedido su opinión. Debí…

—Nunca he visto nada de Van Gogh en persona —dice Sebastian,


quedamente, interrumpiendo mis pensamientos—. Es más colorida en la vida
real. —No me mira cuando dice esto, sino que se acerca y recarga su barbilla
164
Página
sobre su palma, estudiando la pintura como un verdadero artista—. La textura…
no importa qué tan buena sea la réplica, nada puede igualar esa jodida textura….

Escondo mi sonrisa y me alejo, dejándolo para que haga lo que quiera con
la pintura de Van Gogh. Conforme pasan los minutos, los turistas comienzan a
llegar, y la habitación empieza a llenarse más con cada minuto que pasa.
Sebastian permanece en su lugar, y analizo a las personas interactuar con él
porque está en una silla de ruedas. Claro que nadie dice nada… ¡dejan que el
discapacitado se quede todo el tiempo que quiera! Le dan muchas miradas de
lástima, pero él no lo nota. No se mueve. Me pregunto en qué piensa.

Casi una hora después, mientras estoy sentada en una banca frente a una
pintura de Monet, veo que Sebastian viene hacia mí. Tiene la frente fruncida y se
ve agitado.

—Me enoja que me hayas traído aquí —dice, sin rodeos—. Porque ahora
nunca querré irme. Puedo quedarme aquí por años. —Sonríe y se estaciona a mi
lado.

—Bueno, esa es una buena razón para no suicidarte —le contesto, igual sin
rodeos—. Así podrás regresar. No hay pinturas de Van Gogh en el cielo.

—¿Cómo sabes?

Lo miro y sonrío con suficiencia.

—Porque he visto el cielo.

—¿En serio? —pregunta, cruzándose de brazos, interesado. Una mujer


pasa y se le queda viendo a Sebastian, y no sé si es porque es atractivo o porque
está en una silla de ruedas. Cualquiera que sea la razón, no me agrada.

—Sí, en serio.

Espera a que continúe pero yo sigo viendo el Monet. Me arrepiento de


haberlo dicho… No quiero hablar de mi sueño.

—Continúa —dice, expectante. Lo miro otra vez, y sus ojos brillan con
diversión—. No puedes decir que has visto el cielo y no decir nada más.

Me encojo de hombros y miro mis sandalias.

—Era más como un sueño. Un universo alterno, más o menos. Creo que se
suponía que viera cómo sería mi vida si fuera feliz.

Sebastian sopesa mis palabras y acaricia su barbilla con la mano derecha.


Veo que una parte de su tatuaje se asoma; algunas partes tienen costra, están
sanando.

—Ya veo. ¿Y lo recuerdas? ¿El sueño?


165
Página
—Sí —respondo, manteniendo la vista en mis pies—. Cada segundo. Lo
extraño todos los días, lo cual es curioso porque no estoy segura de que existiera.
Pero me sentí amada. Mi corazón estaba lleno. Entendieron mi alma.

—Qué interesante. O sea, probablemente me iré al infierno, pero es


agradable saber que hay algo más allá afuera.

—No irás al infierno. Eres una persona muy buena.

Se queda callado por un minuto y estudia la pintura de Monet, y no estoy


segura si está perdido en la pintura o sopesando mis palabras. Levanto la mirada
y veo uno de los retratos en la habitación. No alcanzo a ver el artista, pero es una
pintura impresionista de una mujer desnuda. Ella yace en una cama, sus pechos
llenos y suaves. Es hermoso y volteo a ver a Sebastian.

—¿Alguna vez has pintado a alguien desnudo? —pregunto, con burla.

Él sonríe y agacha la mirada.

—No. Pero quiero. Algún día.

—Te encontraré a alguien —declaro. Él está callado.

—¿Cómo llegaste de ahí —señala mis muñecas—a… aquí? —Hace un


gesto que abarca el espacio en general que ocupo—. No me imagino cómo te
recuperaste tan rápido.

Sé que lo que sea que diga, tendrá un impacto en él, así que elijo mis
palabras con cuidado.

—Amor. Fue el amor, honestamente. Saber que alguien se preocupaba por


mí. Las medicinas ayudaron, pero el tener a mis padres cuidándome,
ayudándome a recuperar la salud… Lo necesitaba. Salí de esa mala situación, hice
un cambio. Me mudé aquí, inicié una vida nueva. Tuve suerte. —Me giro hacia
él y nuestras miradas se encuentran—. Es como esa cita de Pablo Neruda: “Si
nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida”.

Frunce el ceño otra vez y aleja la mirada, pensativamente.

—Amor. Lo único que no tengo.

—No tiene que ser amor romántico. El mío no lo fue. Puede ser el amor de
amigos.

Hace una mueca.

—Sí. No tengo lo que se dice amigos.

Lo enfrento y tomo su mano.

—Claro que sí. Me tienes a mí.


166
Página
Espero la explosión de ira o el ataque con palabras hirientes. Espero que
me grite otra vez que no lo conozco y que no somos iguales. Pero las palabras
hostiles no llegan. Me mira con una expresión de perplejidad, juntando las cejas.
Y entonces pone su otra mano encima de la mía. Es un gesto silencioso, algún
tipo de confirmación. Estoy aquí, y él lo sabe. Me estremezco por la emoción y él
aleja su mano. Lo que acabamos de compartir, sea lo que sea, fue intenso.

—Bueno, tenemos dos opciones para el día. Podemos quedarnos en la


ciudad de Nueva York, o podemos ir a Juniper Woods, que está hacia al norte,
de regreso al retiro.

—¿Qué es Juniper Woods?

—Un parque nudista en donde la ropa es opcional.

Se me queda viendo por un momento, y entonces se dobla a la mitad,


riéndose histéricamente. Su risa profunda y resonante es como música para mis
oídos y no puedo evitar reírme.

—No puedo creer que pensaras que lo decía en serio.

—¿Qué? Yo solo digo que es una posibilidad.

—Hay que ir por una pizza —sugiere, alejándose en su silla—. ¿Y Marlin?

Me levanto.

—¿Sí?

—Gracias. De nuevo.

Sonrío y asiento, siguiéndolo.

Tal vez, solo tal vez, esto funcione.

1. Cambiar mi nombre y reconciliarme con mi padre.


2. Volar un helicóptero.
3. Hacerme un tatuaje.
4. Visitar el MoMa en Nueva York, ver la Noche Estrellada.
5. Visitar una colonia nudista.
6. Pintar a una modelo en vivo.
7. ¿?¿?¿?
167
Página
Traducido por Gigi D

Corregido por Flochi

Presente.

—E
ntonces, cuéntame más de este ex novio —pregunta
Sebastian entre mordiscos de pizza. Estamos sentados en
una diminuta pizzería en algún lugar calle abajo del
MoMA.

—¿Qué quieres saber? —respondo, mi boca babeando mientras mastica


una rodaja.

—Darcy dijo que acabas de salir de una relación. No dijo nada más, pero
me imaginé porque te has mudado al otro lado del país que las cosas fueron…
feas.

No digo nada por un minuto. No he pensado en Charlie en días. Estoy


segura de que se casará pronto con Elizabeth Pierce, y él y su familia me
considerarán un desafortunado chasquido en el radar.

Me encojo de hombros.

—No funcionábamos. Y creo que no lo supimos hasta el final. Tu otra


mitad debería sacar lo mejor de ti, no destacar lo peor.

—¿Cómo lo conociste?

—En la universidad.

—California, ¿cierto? —Asiento. Él termina su pizza y se limpia las manos


con una servilleta—. Conocí personas de California cuando me fui a estudiar a
Florencia. La mayoría iban a Cal State Long Beach. Nuestros colegios tenían la
misma residencia en Florencia.

Trago el bulto en mi garganta. Si hubiera escogido Long Beach, nos habríamos


conocido también.

—Florencia, guau. Eso debe haber sido fascinante con todo el arte clásico
que tienen.

Frunce el ceño y se pasa una mano por el cabello.


168
Página
—Lo fue. Pero luego me dio una depresión muy fuerte, y me enviaron a
casa. No lo sé. En ese momento todo cambió. Empecé a sentirme tan vacío, como
si me faltara una parte. Y ahí todo se fue al diablo. Nunca pude graduarme.

—Quizás lo logres algún día —digo con entusiasmo—. Ya has hecho dos
años. Siempre puedes volver. Obtener tu matrícula de profesor, enseñar arte en
un secundario local —sugiero, esperando su reacción. Simplemente se pasa la
lengua por los labios y sacude la cabeza.

—Dudo que alguien quiera contratar a un profesor suicida.

—No pueden discriminar contra enfermedades mentales.

—¿Cómo sabes que quiero ser profesor de arte? —Suena suspicaz, y me


mira intensamente, con dureza. Maldición.

—Oh, creo que lo has mencionado antes.


Mierda, mierda, mierda.

Afortunadamente, simplemente se encoge de hombros y da un sorbo de


agua.

—Quizás algún día.

—Creo que serías un excelente profesor —añado, sin mirarlo.

—¿Por qué tienes tanta fe en mí? ¿Por qué en mí?

Cuando lo miro, tiene una expresión torturada, está reclinado lejos de la


mesa. No confía en mí. Fui demasiado lejos con lo de enseñar, y salió demasiado
fuerte.

—Ya te lo dije. Me recuerdas a mí misma. —Mi respuesta no parece


satisfacerle, pero la descarta y comienza a empujar su silla fuera de la pizzería.

—Deberíamos irnos si queremos llegar a la colonia nudista —dice sobre


su hombro.

Me río.

—Vamos, entonces.

Aún piensa que bromeo, pero mientras bajo por la autopista y sigo las
señales hacia Juniper Woods, él levanta la cabeza.

—Espera, ¿hablabas enserio? —pregunta, con una sonrisa maliciosa


extendiéndose por su cara—. Yo bromeaba.

—Estaba en tu lista. Vamos a ir.


169
Página
Sus ojos están sobre mí, con una expresión coqueta.

—¿Vas a acostarte desnuda, Marlin?

Me estiro hacia el asiento trasero y le paso una bolsa de plástico.

—Trajes de baño. Tienen una zona donde podemos andar en trajes de


baño. Hay que empezar de a poco. Pero quizás podamos encontrar tu musa. —
No responde, lo que es raro, pero lo descarto y nos dirijo a la entrada de todas
formas.

Una vez que llegamos, nos recibe una gran cabina de madera. Salgo del
auto, y Sebastian camina hacia el baúl. Aún es raro verlo de pie. A regañadientes
se sienta en su silla, y lo empujo a la oficina.

Media hora después, ya hemos pagado y estamos tirados en reposeras de


madera. Nos he puesto protector a ambos, y aunque no vimos a nadie desnudo,
la atmosfera es muy relajada aquí. Llevo un traje negro de una pieza, y Sebastian
un traje de baño azul. Tengo que ponerme boca abajo así dejo de mirarlo.

—Sólo tenemos una hora antes de tener que volver —digo, justo antes de
que una linda morocha desnuda pase a nuestro lado. Miro a Sebastian, y sus ojos
la siguen un segundo antes de volver hacia los míos. La ola de celos que me
invade es intolerable. ¿Por qué tiene senos tan perfectos?

—Está bien. Aún no puedo creer que nos trajiste aquí. —Gira la cabeza y
me mira con admiración—. El mejor regalo del mundo. —Vuelve a mirar a la
chica desnuda.

—Ella podría ser tu musa —sugiero, aunque la idea de él pintándola me


duele más de lo que me gustaría admitir. Me vuelve a mirar.

—Nah —responde, haciendo caso omiso—. No es mi tipo.

—¿Ah no? ¿Y cuál es tu tipo? —bromeo, sonriendo—. Ella es hermosa. —


Estudio su posición en la reposera y me acomodo de forma similar, poniéndome
boca arriba—. Oh, Sebastian —digo, mi voz entrecortada—. Píntame como una de
tus chicas francesas. —Le doy una mirada seductora, y de repente, la sonrisa de su
rostro desaparece y me mira de arriba abajo con intensidad. Algo dentro de mí
se revuelve, y lleva calor al espacio entre mis piernas—. ¿Qué? ¿No lo hago bien?

Sacude la cabeza y aparta la mirada.

—Sólo… para.

Sus palabras me hieren, pero me vuelvo a acomodar boca abajo, sin


demostrárselo.

—Bien.
170
Página
En el camino de regreso al retiro, hablamos todo el camino, apenas
deteniéndonos a tomar aliento. Cualquier defensa que haya tenido la semana
pasada ha desaparecido, y con cada anécdota, recuerdo, e historia, lentamente
comienza a transformarse en el Sebastian que conozco de mi sueño. No es
completamente el mismo, aún hay más oscuridad en este, pero el exterior duro
ha desaparecido, y siento que a cada momento, nos volvemos más y más
cercanos.

No hablo del suicidio, ni una vez, y cuando Sebastian me pregunta por mi


vida en California, le cuento todo lo bueno: yoga, sol, playa. Él es impresionable,
y mi objetivo es mostrarle que puede llevar una vida normal, y que esa vida vale
la pena vivirse, incluso durante las partes difíciles.

Hablamos del retiro, y cuando más nos acercamos, más ansioso parece. No
creo que le guste que le recuerden que se encuentra hospitalizado, y espero que
eso sea una buena señal para mañana.

Mañana. No puedo creer que sus veintiocho días terminan mañana. Casi
todo en su lista ha sido completado, y en algún momento durante la fiesta, tengo
que encontrarle una modelo viva para que pinte. Quizás Emma o Lily. Veré quién
estaría dispuesta a hacerlo. Y después de eso… sólo quedaría el misterioso
número siete para tachar.

Cuando llegamos y estaciono, me quedo sentada en silencio con el motor


encendido. No quiero romper el hechizo de este día, pero es pasada las cinco, y
sé que Darcy quiere poner presentable a Sebastian para la fiesta. Tengo que ir a
casa y cambiarme. Ninguno dice nada mientras el motor ronronea bajo nosotros,
y el aire se siente pesado por las emociones inexpresables. Finalmente, rompe el
silencio.

—Debería entrar. Darcy me prometió un corte y afeitada.

—Te ayudaré a subir a la silla —digo, apagando el motor y saliendo. Sé


que no necesita ayuda, pero no dice nada. Camino al baúl y saco la silla, y cuando
abro la puerta de Sebastian, él no se mueve. En cambio, me mira de una forma
que me acelera el corazón. Tiene el ceño fruncido y su mirada es intensa aunque
suave, como si intentara descifrarme.

—¿Entonces te veré esta noche? —pregunta, con el tono ligero.

—¿Esta noche? —repito. Finjo no tener idea.

—Oh, por favor. Darcy es terrible ocultando secretos de mí. Sé que hay
una fiesta.

Gruño.
171
Página
—Bien, nos atrapaste. Pero no fui quien te lo dijo.

Lo levanto hacia su silla, y cuando giro la cabeza, su rostro está allí mismo.
Estamos tan cerca, y su aliento me lleva el corazón acelerado a la garganta.
Cuando me atrevo a mirarlo a los ojos, noto que los suyos están nublados por el
deseo, y algo se me atasca en la garganta.

—Debería irme —dice, mirando mis labios. Me alejo, asintiendo.

—Debo ir a casa a cambiarme para la fiesta que no tenemos planeada —


bromeo, y sonríe—. ¿Puedes darle la llave de la van a Darcy, por favor?

—Sí, señora —responde, haciendo un saludo militar y quitándome la llave


de la mano. Su dedo roza mi palma y descargas eléctricas recorren mi brazo. Me
alejo.

—Bueno, entonces, supongo que te veré más tarde. —Meto las manos en
los bolsillos, donde están a salvo, y me giro hacia mi auto para irme.

—Oye, ¿Marlin? —grita Sebastian. Su tono es ligero, y cuando me doy


vuelta tiene los brazos cruzados y me mira con una ceja alzada—. Gracias por
hoy. Nunca lo olvidaré. —Con eso, se estira hacia sus ruedas y se da la vuelta. Lo
miro empujarse por la rampa hacia el retiro.

172
Página
Traducido por Diana de Loera

Corregido por Flochi

Presente.

A
rrojo el millonésimo vestido a mi cama y suspiro. Tengo
absolutamente nada de ropa… nada que se sienta merecedora de
la última noche de Sebastian. Tengo que admitir que puedo estar
jugando una carta injusta aquí; quiero verme sexy, recordarle al sexo, pero
además de eso, necesito verme profesional. Es una fina línea.

Las poderosas miradas que hemos compartido hoy me dan la esperanza


de un futuro. El pasado ya no me importa. El antiguo Sebastian es irrelevante. La
vida que tuvimos en nuestros sueños… insignificantes, porque aunque me
condujeron aquí, no son nuestras vidas.

Esta es nuestra vida, y tengo que tomarla por las riendas y malditamente
asegurarme de que Sebastian se quede. Puede que de hecho tengamos una
oportunidad de ser felices. Sólo tengo que convencerlo de todo esto sin sonar
completamente loca.

¿Cómo puedo expresar todo eso con un vestido?

Después de mucho darle vueltas al asunto, escojo un vestido rojo que se


abrocha al frente con un cinturón. Es simple, con clase, profesional, y si
desabrocho los dos botones superiores, increíblemente sexy. Combino el vestido
con unas sandalias doradas. Levanto mi cabello con un giro flojo en mi nuca, y
termino el look con un toquecito de rubor y la aplicación de labial rojo.

No puedo evitar moverme nerviosamente todo el viaje en auto hasta el


retiro, mis nervios hechos polvo. No tengo idea de qué esperar esta noche. El
viaje de cinco minutos parece tomar una eternidad, y cuando finalmente entro al
estacionamiento, el sol se está poniendo, y tengo que tomar diez profundas
respiraciones para tranquilizarme.

Agarro mi bolso y camino dentro del retiro, sosteniendo mi cabeza en alto.


No estoy nerviosa, me digo. El colorido lobby está decorado con globos, y mientras
entro por el pasillo, veo a Cecelia cargando un pastel hacia la sala recreativa. La
sigo, pero está vacío.
173
Página
—¿Dónde está todo el mundo? —Reviso mi teléfono. 6:55 pm—. ¿Pensé
que la fiesta empezaba a las siete?

Ella suspira.

—Estamos un poco retrasados. Sebastian está con el doctor, y una vez que
termine, sabe que tiene que venir aquí. Darcy y Emma fueron retenidos por un
nuevo paciente. Se ingresó él mismo hoy… un poco como una pesadilla.

Pongo mis manos en mis caderas.

—¿Sebastian está bien? —pregunto, tratando de encubrir la preocupación


en mi voz.

Asiente y me da una mirada asesina.

—Está bien. Cosas de rutina.

—De acuerdo. —Exhalo un suspiro de alivio y miro alrededor. Globos…


demasiados globos. Y hay un bar, pero sólo veo refrescos. Por supuesto, me
recuerdo, es un hospital psiquiátrico. Esta noche de todas las noches, me pudo
haber venido bien una bebida. Una televisión y una mesa de billar forman el resto
del mobiliario.

—Sólo voy a traer la mesa para las papitas. Todos deberían estar aquí
pronto.

—¿Necesitas ayuda? —ofrezco. Lo que sea para quemar algo de esta energía
nerviosa…

—Estoy bien —dice de manera cortante.

Asiento, y justo cuando me doy la vuelta, el pequeño piano atrapa mi


mirada. Lo he visto unas pocas veces antes. Pacientes lo tocan de vez en cuando.
Dejo mi bolso y camino hacia el banco, para tomar asiento.

Antes de saber lo que estoy haciendo, mis dedos empiezan a volar por las
teclas, y el Ave María llena la habitación de tamaño medio. Me pierdo en la
canción, y tengo que morder mi labio inferior para evitar llorar. La última vez
que toqué esta canción fue con Sebastian. De repente estoy abrumada por la
emoción, muerdo en lugar de llorar, cierro mis ojos y toco con el corazón. Cada
nota me llena de una forma diferente, y bastante pronto, estoy tocando la última
parte, mis ojos acuosos, mi corazón lleno. Cuando termino, dejo caer mi barbilla
a mi pecho. Una única lágrima se desliza por mi mejilla.

—Ave María. Mi favorita.

Me doy la vuelta con rapidez, y Sebastian está apoyado contra el marco de


la puerta. Todo acerca de él es diferente. Primero, está de pie. En muletas, pero
aun así. Está derecho. Segundo, su cabello está corto y arreglado. Tercero, su cara
174
Página
está afeitada. Se ve tan guapo en una camisa y pantalones negros. Siento que mi
mandíbula cae.

—Mira quién no está en una silla de ruedas —digo, poniéndome de pie.


Camino hacia él. Mi sonrisa es tan amplia, que siento que mis labios se pueden
simplemente caer. Él sólo sonríe y asiente, reflejando mi sonrisa. He olvidado lo
mucho más alto que yo es.

—Darcy me está dejando caminar en éstas esta noche. Acabo de tener una
cita con el doctor. Los huesos están sanados, pero se supone que lo tome con
calma.

Asiento.

—Y te pusiste bonito —digo, mi voz baja.

—Como usted, Señorita Winters. —Su voz es delicada, y si no fuera por


los círculos oscuros debajo de sus ojos, jamás habría adivinado que es un paciente
aquí. Es milagroso lo que un corte de cabello y una afeitada pueden hacer. Se
estira y toca mi vestido, la parte en mi hombro, y aspiro una audible bocanada
de aire por el contacto—. Me gusta este color en ti.

—Es un viejo vestido —digo, restándole importancia.

No dice nada, y tampoco quita su mano. En su lugar, la toma y traza mi


hombro hacia arriba, y luego hacia mi cuello, descansando finalmente en mi
mejilla. Acaricia mi piel ahí por un instante, y tengo que cerrar mis ojos.
Efectivamente, puede escuchar latir mi corazón. Debería… está latiendo a mil
latidos por segundo. Trago y levanto la mirada, y él me está observando
embelesado.

—Sebastian, yo…

—¿Puedo pintarte? —pregunta, su voz suave y vulnerable… desesperada.


Teme que diga que no.

—¿Q-Qué?

—Después de la fiesta. He querido pintarte desde ese día en el lago, con el


sol… por favor.

Me le quedo viendo con la boca abierta, e intento no distraerme por la


forma en que sus ojos están trazando mis labios. ¿Es por eso que él no estaba
interesado en pintar la mujer desnuda de antes? ¿Porque quería pintarme a mí?

—Seguro. Ajá. Quiero decir… es lo último en tu lista.

—Casi lo último.

Me río.
175
Página
—Cierto. De acuerdo, si hago esto por ti, ¿me prometes contarme lo que es
el número siete?

—Por supuesto —dice, su voz tan seria que me alarma.

Justo entonces, Cecelia, Darcy, Emma, Lily, el señor Kringle, y un hombre


que no reconozco, entran, y cuando ven a Sebastian, todo el mundo empieza a
gritar.

—¡Se suponía que esto fuera una sorpresa! —empieza Darcy, angustia
llenando su voz.

Sebastian se aleja de mí, y ya extraño la calidez que él creó al estar parado


tan cerca. Cojea hacia el grupo, sus movimientos todavía un poco incómodos.

—¿De qué estás hablando? —bromea, dándole una sonrisa ladeada y


tomándola en un abrazo—. Gracias, Darc.

—Bueno, eso fue decepcionante —dice Cecelia, aclarando su garganta y


entrando con una pequeña mesa plegable y un tazón de papitas.

Emma viene y me abraza.

—Te ves preciosa —dice, tomando mis manos. Doy una pequeña vuelta.

—Gracias, amor. Tú también te ves genial.

—Oh, Marlin, este es Jeb. Jeb, esta es Marlin.

Jeb se acerca, y estrecho su mano.

—Gusto en conocerte. He escuchado tanto de ti. —Tanto en esta vida como


en la otra. Es alto, con una barba descuidada, cabello rubio, y ojos azul hielo.

—Lo mismo de ti. ¿Cómo te está tratando Vermont? —pregunta, metiendo


sus manos en sus bolsillos.

—¡Es genial! —trino, sintiéndome de repente muy cómoda. Justo cuando


estoy por preguntarle acerca de su trabajo, Sebastian se acerca y toma a Jeb en un
abrazo apretado.

—Gracias por venir —dice Sebastian, su cara tensa con recelo.

—Por supuesto, amigo. Es genial, mañana es un nuevo día. —Jeb lo


palmea en la espalda, y Sebastian sonríe. Sus ojos encuentran los míos.

—Suenas como ella —dice, sonriendo.

—Oye hombre, lo que sea que funcione. —Jeb pone un brazo alrededor de
Sebastian y lo dirige hacia la mesa de papitas.

—Solían ser mejores amigos —explica Emma, observándolos de cerca—.


Hace cerca de un año, Sebastian tuvo un colapso y alejó a Jeb. Casi rompió su
176
Página
corazón, déjame decirte. Esto es un progreso. —No digo nada. En lugar de eso,
observo a los dos hombres con Emma, y no puedo evitar sentir nostalgia por la
otra vida… la otra donde nosotros cuatro éramos todos buenos amigos. La que no
existe—. Sebastian se ve bien. Corte de cabello, afeitado, sin silla de ruedas… él
es como una nueva persona.

Mis labios forman una sonrisa tensa.

—Eso espero.

—¿A dónde lo llevaste hoy? ¿Mi mamá dijo que ayer lo subiste a un
helicóptero? Dios mío, Marlin. ¿Cómo sacaste esa? —Me empuja con su hombro.

Me río.

—Tuve que aceptar salir en una cita con el sobrino de mi jefe, quien es
horrible. Nos llevó en el helicóptero de las noticias. Y hoy lo llevé a la ciudad de
Nueva York. Fuimos al MoMA y vimos Noche Estrellada. —No menciono la
colonia nudista. Tengo el presentimiento de que Darcy no lo aprobaría.

Emma deja salir una sonora ráfaga de aire.

—Cierto. Su tatuaje de Van Gogh. —Me mira, pero no me encuentro con


su mirada. Sé que ella será capaz de ver a través de mí—. Realmente debes
preocuparte por él —dice bajito.

Asiento.

—Lo hago.

Estamos en silencio por un minuto, y luego Emma se aparta de la pared.

—Bueno, debería ir a ayudar a mi mamá. Le dije que no fuera a revisar a


Sebastian esta noche durante su última ronda. Ya sabes… en caso de que ustedes
quieran… pasar el rato.

Jadeo.

—Oh dios mío, Emma. No soy una libertina.

Se ríe y empieza a alejarse.

—Bueno, sólo en caso de que… —No termina la oración, y siento que mis
mejillas se enrojecen. La aprobación silenciosa de Darcy y Emma significan todo
para mí.

Un segundo después, una cálida mano toca mi espalda baja, y salto.

—Vaya, ¿asustadiza? —se burla Sebastian, una Fanta en su mano. La


ironía simultánea no me pasa desapercibida. Debe verme mirando fijamente su
refresco, porque se encoge de hombros y toma un sorbo, apoyándose en sus
177
Página
muletas—. Ya sabes, solía odiar el refresco. Pudre tus dientes —dice de manera
casual.

Me enderezo.

—¡Eso es lo que siempre digo! —exclamo.

—Pero últimamente, la Fanta ha estado sonando realmente bien.

—Mmmm. —Lo veo seriamente, recordando ese día en Wendy’s. Decido


contestar con una broma—. A lo mejor eres diabético.

Iguala mi tono serio.

—Eso no es gracioso. Mi papá es diabético.

Mis mejillas se sonrojan. Me estiro y pongo mi mano sobre mi boca.

—Oh dios mío, lo siento, no tenía id…

Se pone a bramar de risa, y me toma un segundo darme cuenta que está


bromeando.

—¡Estoy bromeando! Tu cara… —Se dobla a la mitad, riéndose.

Pongo mis manos en mis caderas.

—Bueno, al menos ahora tienes sentido del humor —respondo,


estrechándole mis ojos.

—Siempre tuve sentido del humor —dice, restándome importancia—.


Simplemente estaba escondido debajo de las capas de… no sé de qué. Capas de
insatisfacción, creo.

—Entonces, ¿ahora estás satisfecho? —pregunto, con esperanza.

Inclina su cabeza de lado a lado. No puedo evitar mirar fijamente su cara


cincelada; la mandíbula angulosa, la nariz y barbilla afiladas… ahora que no
están escondidas debajo de una montaña de bello.

—A lo mejor no satisfecho, pero estoy llegando ahí.

—Escuchar eso es genial, Sebastian. Estoy tan contenta.

—Tú ayudaste. —Sus ojos deambulan de sus manos lentamente hacia mi


cara. Siento la sangre correr hacia mis orejas cuando observa cada uno de mis
movimientos. Me encuentro con su mirada fija, y si no hubiera toda una
habitación llena de gente, puede que me hubiera besado. Puedo verlo en sus ojos,
y en la forma en que busca en mi cara por permiso—. ¿Quieres bailar? —Sin decir
nada más, se para más derecho y apoya sus muletas en la pared.

Es la primera vez que me he dado cuenta de la música, pero una vez que
las palabras salen de su boca, la canción entra en foco. Es una canción lenta de
178
Página
Adele. Emma y Jeb están bailando, así que al menos no nos veremos fuera de
lugar.

—Seguro —respondo, tomando su mano. La aprieta y nos dirige hacia el


centro de la habitación, tambaleándose ligeramente. Ignoro el guiño de Emma y
la sonrisa de Jeb. Este es sólo un baile entre una voluntaria médica y su paciente
en su última noche. Nada inusual para ver aquí…

Sebastian toma mi mano derecha y la coloca en su hombro izquierdo.


Instintivamente pongo mi otro brazo alrededor de su cintura, e iguala mi
movimiento, colocando su mano en la parte baja de mi espalda. Con un único
movimiento sutil, me acerca, y siento mi pecho explotar con anticipación.
Nuestros cuerpos están cerca ahora, y puedo sentir el calor irradiando de él.

Sin darme cuenta lo que hago, me inclino un poco hacia adelante y


descanso el costado de mi cara en su hombro, cerrando mis ojos. El aroma a
vainilla y menta es abrumadoramente familiar. Aunque sólo estuvimos juntos
una vez en mi sueño, juro que todavía puedo olerlo algunas veces. Y justo ahora,
es real.

—¿A dónde te diriges mañana? —pregunto. Mi voz inestable. Estoy


sintiendo todo, al mismo tiempo, y es abrumador.

—Probablemente de vuelta a mi casa. Tengo una casa al final del camino


desde el puente cubierto West Dummerston.

No respondo. En su lugar, cierro mis ojos con fuerza, queriendo que esta
canción nunca termine, queriendo que esta noche nunca termine, queriendo que
este sentimiento entre nosotros nunca desaparezca… Después de mañana, él está
por su cuenta, y no hay forma de predecir lo que pueda suceder. No estoy
completamente confiada en que no vuelva a tratar de suicidarse.

La canción termina, y nos separamos lentamente. Abro mis ojos, y


lentamente viajan hacia los suyos. La mirada en su cara casi me mata. Sus ojos
son tan emotivos, y su cara es tan receptiva. Lo está sintiendo todo, también.
Cualquier conexión que hayamos tenido en mi sueño es real. Esta es la realidad,
y Sebastian está correspondiendo mis sentimientos en la vida real.

Puede que todo esto funcione. Tiene que funcionar. Tiene sentimientos
hacia mí. Eso significa que no hará nada estúpido. ¿Cierto?

—Andando —dice, inclinándose y susurrando en mi oído—. Tengo que


pintarte en este preciso segundo, o puede que haga implosión.

—Pero, todos están todavía aquí, y…

—Tiene que ser ahora.


179
Página
Antes que pueda decir algo, me está dirigiendo discretamente por las
puertas hacia la habitación nueve, su paso inestable. No suelta mi mano. Y me
pregunto si necesita sus muletas, pero su urgencia es contagiosa.

Lo sigo sin decir una palabra.

180
Página
Traducido por Diana de Loera

Corregido por Flochi

Presente.

M
antengo mi cabeza hacia abajo mientras nos escabullimos de la
sala recreacional. Estoy agradecida de que Emma mencionara
que tendríamos privacidad esta noche. Estoy segura que
estamos rompiendo todas las reglas. De hecho, sé que estamos rompiendo la regla
más importante: sin visitantes en las habitaciones de los pacientes fuera de los
horarios de visitas.

Empujo ese hecho a un lado y muerdo el interior de mi labio mientras


Sebastian me jala detrás de él. Sus pasos apresurados hacen eco de mi acelerado
latido de corazón. Lo dejo jalarme dentro de su habitación, y una vez que estamos
dentro, me doy la vuelta y cierro la puerta. Cuando lo vuelvo a enfrentar, ya está
rebuscando en sus suministros. Empieza a poner pinturas en su espacio de
trabajo, lienzos, brochas, aceites… es tan ferviente en sus movimientos. Su pasión
es tan intensa que es erótico.

—¿Cómo me quieres? —pregunto, mirando alrededor. Me siento en la


cama. Mi voz está insegura, y sé que me veo absurda sentada tan rígidamente.
Relájate, Marlin.

—De hecho, ¿puedes sentarte en esa silla? —pregunta, señalando a la silla


de brazos cerca de la puerta. Me subo y la muevo hacia la ventana, cerca de donde
está armando el caballete. Enciende una luz de escritorio, iluminando el lienzo, y
camina hacia el interruptor de la luz de la habitación, atenuando
significantemente las luces. Trago con nervosismo.

—¿Piernas cruzadas? —pregunto, moviendo una pierna en preparación


para cruzarla—. ¿O descruzadas?

Está mirando fijamente su lugar de trabajo, perdido en sus pensamientos,


y se da la vuelta, estudiándome completamente de manera artística. El erotismo
se ha ido… ahora es sólo Van Gogh con su musa.

—Sé natural. De cualquier modo en que estés cómoda.


181
Página
Eso no me ayuda en absoluto, pero me acomodo en la silla,
preguntándome cómo demonios normalmente me siento cómodamente. Decido
cruzar mis piernas, y envuelvo mis brazos perezosamente en los brazos de la silla.
Dejo que mi cuerpo se desplace un poquito, y finalmente me siento normal.

—Bien —dice bajito, desabotonando su camisa—. No te muevas.

No podría ni aunque lo intentara. Se quita su camisa y la avienta al suelo.


Mis uñas se entierran en el material de la silla. Trato de mantener mi cara pasiva,
pero es difícil cuando se quita sus zapatos, parado frente a mí, en la oscuridad,
sólo en sus pantalones; dios mío, si se quita esos, no estoy segura de cómo
reaccionaría.

Camina hacia su cómoda, la que resulta estar justo a mi lado, y mis ojos
siguen su pecho desnudo mientras se estira para sacar una vieja playera. Cuando
la encuentra, se la pone rápidamente. Sus ojos viajan hacia los míos, y yo alejo la
mirada al instante, manteniendo mi cara hacia el frente y mi boca neutral.

—Sí, te ves… —empieza, caminando hacia mí y arrodillándose. Ahora está


al nivel de mis ojos—. ¿Puedo soltar tu cabello? —pregunta, su voz baja.

Me atrapa fuera de guardia.

—Este… seguro. —Empiezo a estirarme, pero coloca su mano sobre mi


brazo y la dirige de vuelta al brazo de la silla.

—No te muevas. Estás perfecta. Yo lo haré.

Mi brazo todavía arde por su toque cuando se estira y empieza a buscar


los broches. No digo nada, no puedo, y percibo el olor de su desodorante. Ah.
Así que esa es la menta. Inhalo a escondidas, respirándolo. Sus cálidas manos se
estiran, masajeando mi cráneo con las yemas de sus dedos. Empieza a sacarme
los broches, uno a la vez, y siento mi cabello caer sobre mi hombro, mechón por
mechón.

Todo mi cuerpo empieza a temblar bajo la indirecta intimidad, y cierro mis


ojos para tranquilizarme. Lo siento detenerse y abro mis ojos de golpe. Me está
observando con preocupación.

—¿Te estoy lastimando? —pregunta, tomando un mechón suelto de


cabello y metiéndolo detrás de mi oreja derecha.

—¿Qué? Oh, no.

Se ríe.

—Te ves como si algo te doliera —explica, sacando otro broche.

—No. Nada duele —digo a manera de explicación. Sonrío, intentado


mantener mi cara imparcial ante su toque. Saca los últimos tres broches.
182
Página
—Sacude tu cabello —ordena, y hago lo que dice, moviendo mi cabeza de
lado a lado. Mi cabello se derrama sobre mis hombros. Se estira y jala la mayor
parte detrás de mí y sobre mi lado izquierdo. Ajusta unas cuantas cosas, su cálido
pulgar rozando mis mejillas un par de veces, lo que me hace querer saltar de su
silla y escaparme de la habitación. O inclinarme hacia adelante unos pocos
centímetros y besarlo—. Bien, así está bien —dice, poniéndose de pie—. No te
muevas.

—Estoy helada —digo, una carcajada se escapa de mis labios—. ¿Quieres


que sonría, o…? —Dejo mi pregunta abierta.

—No. Sólo… sé tú. Imagina que estás viendo una película.

—Pero ¿es una película graciosa o una triste? Mi cara reflejaría el humor.

Suspira, sonriendo.

—Bien, es un documental. —Contraigo mis cejas, y debe notarlo porque


levanta sus manos—. Es un documental informativo, no triste, no feliz… sólo
neutral.

—De acuerdo. Espero que no sea aburrido, porque puede que me quede
dormida.

—Jesús, Marlin —dice Sebastian, su voz molesta—. Simplemente… mira


fijamente la pared. —Señala la pared detrás de él, y no puedo evitar sonreír un
poco antes de asentir una vez. Después de un segundo, ajusto mi cara y miro la
pared detrás de él, pensando en lo que usaré mañana. Espero que esto le dé a mi
cara la apariencia pasiva que necesita—. Gracias —dice complacido.

Se sienta detrás del caballete. Sólo puedo ver la mitad de su cuerpo detrás
de él, pero ya ha empezado a mezclar pintura y quitando lo blanco de su paleta.
Intento no poner atención a los colores que está escogiendo o los movimientos
que hacen sus brazos.

Paso por todo mi armario, organizado cada blusa por color y luego los
pantalones por estación. Hago una lista mental de atuendos de invierno que
necesito comprar. Preparo un correo a mi madre, memorizándolo, esperando
recordar enviarlo cuando llegue a casa.

Se siente como si han pasado horas, pero cuando levanto la mirada hacia
el reloj encima de la puerta, sólo han trascurrido veinte minutos. Tengo que
pensar en algo más. Mi mente empieza a vagar a la casa que Sebastian y yo
fuimos estábamos renovando en mi sueño. Extraño el departamento de mierda
en el que nos estábamos quedando. Extraño la mirada que Sebastian me dio
cuando el técnico de ultrasonidos señaló el borrón que se convertiría en nuestro
bebé. Extraño la forma en la que me miró justo antes de hacerme el amor…
183
Página
—¿Qué está mal? —La voz de Sebastian me despierta de mis recuerdos;
los recuerdos que no eran reales. Esto es real. La enfermedad es real. El largo y
arduo camino en el que está a punto de embarcarse es real. La decisión que hará
mañana es real.

—Yo… nada. —Vuelvo a asumir mi cara de “siendo pintada”. Él baja la


brocha y se me acerca, pero no lo miro. Le veo cruzar los brazos por la esquina
de mis ojos.

—Tenías esta mirada en tu cara.

—¿Una mirada? —pregunto con inocencia, manteniendo contacto visual


con un punto pelado en la pared.

—Sí. Una mirada. Dolorida. Triste. —Se acuclilla—. ¿Por qué?

Cada célula de mi cuerpo está gritando ¡Dile! Está en la punta de mi


lengua, esperando a que me muerda y le diga todo.

Pero no puedo. Todavía no. Sabré cuando sea el momento adecuado, y


ahora no lo es. Puede que él necesite un lugar al cual escapar después de que le
diga, dependiendo de lo espantado que se ponga, y está atrapado aquí hasta
mañana.

—¿Puedo ver lo que llevas de la pintura? —pregunto, poniéndome de pie


y dándole una sonrisa falsa. No se la cree, pero me permite acceder al lienzo a
pesar de ello. Lo siento observarme cuidadosamente mientras rodeo la esquina
del caballete y miro fijamente la imagen frente a mí.

Es hermosa… mucho más impresionista de lo que la había imaginado. Los


colores en mi cara están perfectamente incorporados, gruesas líneas de pintura
formando cada pigmento. Ha terminado con mi cara y cabello, pero desde el
cuello hacia abajo, el lienzo está desnudo. Es una representación bastante precisa
de mi cara, en definitiva, y todo mi cuerpo se llena de orgullo porque él es
realmente talentoso. Es genial.

—Es increíble —susurro, poniendo una mano detrás de mi cuello y


estudiando la pintura detenidamente. Doy la vuelta, y está tan cerca de mí ahora,
que temo que pueda realmente hacer un movimiento—. ¿Ibas a… —Trago, el
bulto en mi garganta evitando que termine la oración, o a lo mejor es el hecho de
que puedo sentirlo observarme, su expresión inquisitiva y desconcertada—.
¿Ibas a pintarme con el vestido? —Mi pregunta se escucha inocente, pero ambos
sabemos que no lo es. La primera pregunta que cualquiera se pregunta cuando
se sienta frente a un artista es, ¿voy a tener que estar desnuda? Viene con el
trabajo.
184
Página
Sus ojos se traban en los míos, y levanta una mano para acariciar su
barbilla. Está sumergido en sus pensamientos, y siento culpa por usar esta
oportunidad para tratar de seducirlo.

—¿Te importaría desvestirte? Tu piel es simplemente tan… —Deja la frase


sin acabar, sus ojos dejando mi cara y vagando hacia abajo, asimilando el resto
de mí.

—¿Del todo? —susurro, mis manos en mi botón superior.

Niega con la cabeza.

—No. Deja tu sostén y bragas puestas.

Me sonrojo.

—Yo, este… no estoy usando sostén. —Levanto la mirada hacia él, y me


está observando con confusión.

—Este. Bueno, tengo una idea. Sostén o no. —Su sonrisa me dice todo, y
cuando camina hacia su cómoda, lo veo darle una mirada furtiva a mi pecho. Se
estira dentro del cajón y saca una camisa limpia color blanco—. Usa esto. Sólo
con bragas. Desabrochada, pero tapada.

Antes de que pueda hacer o decir algo, camina hacia mí y empieza a


desabrochar mi vestido. Desafortunadamente, el vestido consta de un millón de
botones, y cuando sus dedos empiezan a bajar, vuelvo a empezar a temblar por
la anticipación.

Sebastian está por ver mis tetas.

—Yo… este… —murmuro, y su cabeza se levanta de golpe.

—Lo siento, esto está bien, ¿cierto?

Ni siquiera puedo formar palabras justo ahora.

—Mmmmjmm. —Asiento para mostrar mi aprobación. Continúa, y el


vestido se queda sin moverse. Se acuclilla, terminando con el último de los
botones, y luego se vuelve a poner de pie. Estirándose, lentamente desamarra mi
cinturón, y el movimiento me jala hacia él lentamente. Coloco mis manos en su
pecho, y lleva su cara a la mía.

Ahora sería un momento genial para besarlo. Estoy prácticamente medio


desnuda, la habitación a oscuras, y si sus ojos entrecerrados dicen algo, es que
quiere esto tanto como yo.

—Me daré la vuelta ahora —susurra, la renuencia rodando de cada sílaba.

—Es simplemente arte —digo con audacia, sacándome el vestido y


desnudándome. Sus ojos se amplían, y para su crédito, no baja la mirada;
185
Página
mantiene sus ojos en los míos—. Y son sólo pechos. —Le arrebato la camisa,
bajando la mirada a mi cuerpo desnudo en el proceso. No siento ni una onza de
vergüenza. Estoy completamente cómoda aquí, desnuda en la parte superior,
parada frente a él.

Pateo mis sandalias y vestido hacia un lado, envolviendo la gran camiseta


a mí alrededor. Probablemente también puede ver mi trasero, estas bragas no son
del todo una tanga, pero la tela de encaje rojo no cubre exactamente toda la zona.
Mientras camino hacia la silla, Sebastian no intenta esconder sus ojos
entrometidos. Escanean mi cuerpo rápidamente, deseo tomando el control de su
expresión, y se aclara la garganta antes de reasumir su posición detrás del
caballete.

—¿La misma posición, o…? —Creo que lo veo sonrojarse muy


ligeramente.

—Sí. Pero, ¿puedes acercarte un poco? Necesito completar algunos


detalles.

Asiento y corro la silla más cerca. Esta vez, estoy justo frente a él, y puedo
ver su cara completamente. Me siento y cruzo mis piernas, y ajusto la camisa para
que cubra la mayor parte de todo, pero todavía muestra mi escote y la piel encima
de mis bragas… está artísticamente doblada.

—Sólo déjame arreglar tu cabello —dice, inclinándose y pasando sus


dedos por los mechones. Mete una parte detrás de mi oreja, y cuando su dedo
roza mi barbilla, salto, lo que conduce a todo tipo de desastres. La parte superior
de la camisa se abre, revelando mis pechos, y sus ojos automáticamente bajan y
de inmediato vuelven a subir, sonrojado. Retrocede y se vuelve a aclarar la
garganta—. Cierto. Bien. Ahora, por favor, vuelve a asumir tu posición neutral.

—Sí, señor. —Mi respuesta me consigue una sonrisa divertida, y luego


empieza a pintar.

Excepto que esta vez, sus ojos leen detenidamente y me examinan mucho
más que al lienzo. Al principio, supongo que es porque está memorizando ciertos
aspectos, o quizá antes simplemente no pude ver la forma en que sus ojos
pasaban lentamente por mi cara, cuello, clavícula…

—¿Puedes mirarme? —pregunta, su voz tensa—. La estoy teniendo difícil


con tus ojos.

No digo nada. En vez de eso, miro de la pared a su cara, y cuando mis ojos
quedan fijos en los de él, se humedece sus labios y me da la misma mirada de
desconcertado deseo que antes… como si no pudiera concentrarse.

Es el primero en romper el contacto visual, regresando al lienzo, tachando


algo. Se repite de este modo unas cuantas veces; mirada excitada, se humedece
186
Página
los labios, se aclara la garganta, pinta, y vuelve a empezar. Su cuerpo es errático,
sus movimientos incómodos.

—Te ves incómodo —digo, mi voz ligera y entretenida.

—Creo que eso es suficiente por esta noche. —Baja la brocha y pone sus
manos en el escritorio sin mirarme.

—¿Puedo verlo? —Me pongo de pie y estiro mi cuello hacia los lados sin
esperar una respuesta. El resultado me hace jadear—. Es… increíble… —Capturó
la perezosa posición de mi cuerpo perfectamente. Y tiene razón, la camisa lo hace
sentirse desnudo pero hermoso y con clase al mismo tiempo. La pintura se
detiene en mis muñecas y tobillos. Tendrá que terminar mis manos y pies otro
día—. Deberías exhibir tus cosas en algún lugar. No estoy diciendo esto sólo
porque me agrades, sino porque tienes talento natural, y necesitas estar haciendo
esto para vivir.

Me observa desde su asiento, sus ojos suaves, indefensos. De hecho, puedo


decir que el elogio lo golpeó con fuerza, porque todo su comportamiento se siente
expuesto. Sin miedo, doy un paso más cerca de él y pongo mi mano en su
hombro. Mantiene sus ojos en los míos, y en un segundo, todo cambia.

Heme aquí parada frente a él, apenas tapada. Me acaba de pintar medio
desnuda, y parece que se está conteniendo.

Hasta ahora.

Sus ojos se estrechan cuando levanta una mano, colocándola en mi


estómago desnudo. En silencio pide mi permiso, y en silencio expreso mi
respuesta apretando su hombro. Desliza su cálida mano por mi piel desnuda, lo
que enciende todo en mi interior pero también mueve la camisa de manera que
un lado baja de mi hombro. Completo el movimiento sacudiéndome del todo la
camisa.

En el mismo aliento, tira de mi vientre hacia sus labios, besando la zona


alrededor de mi ombligo tiernamente desde su posición sentada, y yo dejo
escapar un agudo jadeo.

—Soy como un animal a tu alrededor —gruñe, arrastrando sus labios


hacia el hueso de mi cadera—. Me vuelves loco, pero jodidamente me encanta.

Lloriqueo, llevando mis dos manos a su cabello. Cuando se pone de pie,


sé por qué tenía que permanecer sentado.

—Dame algo de holgura aquí. —Se ríe, poniendo su cara en sus manos—.
Acabo de pintar a la mujer viva más sexy, quien, por cierto, estaba escasamente
vestida.

—¿La mujer viva más sexy? —Inclino mi cabeza—. Oh, ¿en serio?
187
Página
—Dios, sí —susurra, y en un solo movimiento, me empuja contra la pared
detrás de nosotros y aprieta sus labios contra los míos.

En cuestión de un segundo, me desbarato. Gimo en su boca, sabiendo que


este es el momento exacto que he estado esperando… lo que necesito, física y
emocionalmente… se siente tan correcto. Sus labios y lengua me son familiares,
y me deleito al darme cuenta que sé cómo besarlo, y afortunadamente para mí,
lo que le gusta. Mordisqueo su labio inferior, y su cuerpo se relaja mientras gime.

—Eres… tan… tan… —dice, las palabras yendo directo de su lengua a la


mía.

Me estiro y le quito su camiseta, y con un poco de ayuda de su parte, está


sin ella en 0.2 segundos. Se dobla y me vuelve a besar, y la sensación de nuestra
piel desnuda junta es tanto sensual como alentadora; nuestros cuerpos fueron
hechos para el otro. Cada movimiento que hace, lo copio, y viceversa. Somos dos
máquinas alimentadas por la misma fuente de poder, tarareando en sincronía.

Cuando su lengua explora mi boca, sus manos bajan y acunan mi trasero,


levantándome y empujándome contra la pared al mismo tiempo. Jadeo cuando
sus dedos se deslizan bajo la tela de mis bragas, moviéndola hacia un lado, e
inserta dos dedos lentamente. Grito, mi cuerpo ya convulsionando, y me
presiona con su palma, apresurando el ritmo.

—Dime, ¿siempre has estado así de mojada por mí, o este es un


acontecimiento reciente? —susurra en mi oído.

—Siempre —pronuncio, mis labios temblando con todo lo no dicho.

—Bien. —Continúa con su ritmo, llevándome al clímax poco después. Olas


de placer pasan por mi cuerpo, y colapso contra él, respirando con dificultad en
su cuello.

—¿Me dirás del número siete? —susurro, mordiendo su lóbulo.

Se aleja, y sus ojos café sondean mi cara.

—¿De verdad quieres saber?

Asiento.

—Sí. Si era tan importarte que no pudiste anotarlo, de verdad quiero saber
—respondo, haciendo eco de sus palabras.

Suspira.

—Quería enamorarme.

Sus palabras me aturden, y hago mi siguiente pregunta con el alma en un


hilo.
188
Página
—¿Y?

Físicamente se desmorona, bajándome al suelo. Baja la mirada,


descansando su frente contra la mía, y toma mis manos, enlazando sus dedos con
los míos lentamente. Su respiración es rápida y desigual.

—Cumplido. —Lentamente levanta su cabeza mientras la sangre se drena


de mi cara—. Cada puta cosa en la lista de mierda por hacer cumplida, gracias a
ti. —Me besa suavemente en los labios y desabrocha sus pantalones. Estoy
aturdida hasta la sumisión.

¿Me ama?

Se aleja de mis labios para concentrarse en la hebilla. Precipitadamente,


todo se esclarece.

En dónde estoy.

Con quién estoy

Lo que estamos haciendo.

El hecho de que acaba de decirme que me ama.

Me estoy aprovechando de un paciente mentalmente enfermo. Se supone


que me apegue a mi contrato de voluntariado, y aquí estoy seduciendo,
coqueteando, y jodiendo a un paciente. Sé que es Sebastian, pero esto está mal.
Estoy segura que estamos violando un contrato aquí. Yo estoy violando un
contrato aquí.

—Sebastian —susurro, luchando una batalla entre mi cuerpo y mi mente—


. No puedo.

Inmediatamente, se tensa y se aleja. Pasa una mano por su cabello y toma


una profunda respiración.

—¿Es porque dije que estaba enamorado de ti? —pregunta, su voz tensa.

Niego con la cabeza.

—No. Quiero decir. Sí. Algo así. No lo sé. —Estoy balbuceando.

—¿Estás bromeando? —Sus ojos se estrechan, y me estudia


meticulosamente.

—Es sólo que… las cosas se están moviendo un poco rápido, y…

—¿Y? —grita, haciéndome saltar.

—Creo que deberíamos tomar esto lentamente. —Bajo la mirada.

—¿Puedes jodidamente culparme por enamorarme de ti, Marlin? —Me


agacho y agarro mi vestido, poniéndomelo con rapidez antes de que las cosas se
189
Página
vuelvan a salir de control. Él continúa—. Me agotaste desde el día uno, haciendo
todas estas cosas agradables para mí, guiándome a… ¿malinterpreté tus
sentimientos?

—No —digo, mi voz tensa. Empiezo a abrochar mi vestido… ¿por qué hay
tantos condenados botones? Y cuando termino, pongo mis manos en mis caderas
y lo miro directo a los ojos—. No malinterpretaste nada. Sólo pienso que a lo
mejor deberíamos empezar algo cuando no seas un paciente en las instalaciones
donde soy voluntaria. Se siente mal. No quiero apresurarme a nada,
especialmente cuando estás tan vulnerable.

Pasa su mano por sus labios, asintiendo rápidamente. Sus fosas nasales se
ensanchan, y los músculos de su mandíbula se flexionan.

—Bien. Ajá. Lo entiendo. —Camina hacia su camiseta y se la pone—.


Deberías irte.

Lo observo cuidadosamente, tomando mis zapatos y bolso del suelo.


Cuando tengo todas mis cosas, camino hacia él.

—Regresaré en la mañana. Podemos hablar de esto entonces. —Me estiro


por su mano, pero la aleja. Suspiro. Claramente está avergonzado y herido. Ese
hecho rompe en pedazos mi corazón. Saber que estoy causando el dolor escrito
por toda su cara me mata, pero realmente es lo mejor justo ahora. Las
circunstancias son menos que ideales, pero eso no quiere decir que nuestros
sentimientos no sean reales. Como un adulto responsable, simplemente sé que
no deberíamos actuar sobre ellos en este momento.

—Hice todo eso porque me importas, Sebastian. —No me responde, sólo


mira a un punto en la pared detrás de mí, crujiendo su mandíbula. Puedo decir
que no llegaré a él esta noche. Necesita platicarlo con la almohada, y aunque mi
cuerpo quiere quedarse y mi corazón le pertenece, necesita una cabeza despejada
para mañana. Podemos hacer un plan mañana—. Buenas noches.

Me deslizo por la puerta tanto con esperanza como con miedo por el
futuro. Esperanza, porque lo que acaba de pasar ahí fue increíble y, si el momento
es el adecuado, puede convertirse en algo genial. Pero también miedo, porque sé
que mañana se va, sé que lo acabo de lastimar, y no sé lo que depara el futuro.
190
Página
Traducido por âmenoire

Corregido por Flochi

Presente.

N
o espero dormir mucho esa noche y para sorpresa de nadie, me
revuelvo y doy giros hasta que el sale el sol. Mis ojos están secos
e inyectados con sangre; mi rostro ha visto mejores días. Me alisto
lentamente, reproduciendo en mi cabeza lo que le voy a decir a Sebastian una y
otra vez hasta que lo he memorizado.
También te amo, pero creo que debemos esperar algunos meses hasta que tengas
tus pies en el suelo.
Deberíamos permanecer como amigos por un rato.
Deberíamos empezar lento, tal vez salir en algunas citas.
Esto no significa que no quiera estar contigo. Solo significa que amo tanto lo que
tenemos que quiero que todo sea perfecto.

Suena estúpido, pero tiene que saber que tenemos esperanza. Ese es mi
objetivo más importante, mostrarle que podíamos intentarlo cuando se sienta
mejor.

También, tengo que decirle sobre mi sueño. Tiene el derecho de saber, y


creo que entenderá a dónde voy si lo sabe.

Me pongo un suéter negro de gran tamaño y unos vaqueros anchos, y ni


siquiera me molesto haciendo mi cabello. Lo recojo en un moño flojo y sin añadir
nada de maquillaje, agarro mi bolso y me voy. Apenas son las ocho de la mañana,
pero mientras más pronto hablemos, mejor.

Todo el camino, mi estómago se llena con mariposas mientras pienso en la


forma que me besó y cómo aun en la vida real, nos besábamos como si nos
conociéramos de años. De hecho, y tal vez soy prejuiciosa por el sueño, siempre
he sentido como que puedo ser yo misma alrededor de él y por alguna razón,
solo hacemos clic juntos. A pesar de su enfermedad y a pesar de todo lo que
hemos pasado, él y yo juntos tiene sentido. Simplemente lo tiene.
191
Página
Me estaciono y troto hacia el edificio, anticipación construyéndose en el
fondo de mi estómago como un fuego incontrolable. Cuando entro al vestíbulo,
todos los globos se han ido. La vida vuelve a la normalidad aquí en el Retiro de
Brattleboro. Siento una punzada de culpa. No ayudé a nadie a limpiar, en cambio,
Sebastian y yo nos encerramos en su habitación toda la noche, aun cuando la
fiesta fue organizada en su honor. Para el momento que me fui de su habitación
anoche, todos se habían ido. Hago una nota mental para disculparme con Emma
y Darcy.

Cecelia está escribiendo en la computadora y cuando me ve, su expresión


es una mezcla de sorpresa y lástima.

—Oh, hola Marlin. —Se pone de pie—. Darcy está haciendo rondas y
Emma tiene el día libre. Pero puedes esperar aquí o en el salón de descanso a que
Darcy termine.

La miro fijamente por un segundo.

—Está bien. Solo estoy aquí para ver a Sebastian. —Como estoy aquí todos
los días, fenómeno. Le doy una tensa sonrisa.

—Pero… salió esta mañana. Se ha ido.

Siento la habitación empezar a girar. Me estiro buscando la pared y me


estabilizo.

—¿Ya se fue? ¿Cuándo?

Ve el reloj detrás de ella.

—Hace como treinta minutos. Tenía todas sus cosas. El personal de


limpieza está ahí en este momento. Lo siento. Pensé que alguien te diría. —Su
voz suena extrañamente contenta y quiero golpearla por ser tan engreída. Sin
contestarle, hago mi camino por el pasillo hasta su habitación—. ¡No está ahí! —
grita Cecelia detrás de mí, pero la ignoro, apresurando mi paso.

Como sospechaba, dos mujeres en uniforme están en la habitación de


Sebastian, aspirando, barriendo y limpiando las superficies con desinfectante.
Cecelia tenía razón, todo se ha ido. Pena me llena y mi corazón se hunde hasta
mi estómago. Miro alrededor una vez más antes de murmurar disculpas a las
chicas de la limpieza. Justo cuando estoy por irme, una nota en el bote de basura
capta mi atención y mi corazón se acelera porque reconozco la escritura rasgada
de Sebastian. Lo levanto del bote y salgo hacia el pasillo.

Tú y yo somos diferentes. Sigue brillando y adiós, mi amor.


192
Página
No está dirigida a mí, pero sé en un instante que lo es. El pánico empieza
a llenarme, empezando en mi estómago y extendiéndose hasta mis miembros.
Justo como sé que la nota es para mí, también sé que él podría estar a punto de
hacer algo estúpido.

¿Cómo pude? ¿Por qué no solo lo dejé hacerme el amor? Lo lastimé y ahora
está ahí afuera en algún lugar, suicida y podría no llegar a él a tiempo. Dejo caer
la nota en el suelo y corro rápidamente a través del pasillo hasta el vestíbulo.

Tengo que llegar a él.


Tengo que llegar a él.

—¿Dónde vive? —exijo, mi voz un poco demasiado alta. Cecelia retrocede.

—No podemos divulgar información personal —dice a manera


informativa. Sonríe, realmente sonríe.

Gruño.

—¿Podrías dejar de ser una perra celosa por un segundo? Es un asunto de


vida o muerte. Creo que Sebastian va a intentar suicidarse de nuevo.

La parte superior de su rostro se contorsiona con horror.

—¿Te dijo eso? —sisea.

—No, pero tengo ese presentimiento. Algo… sucedió anoche. —Suspiro y


pongo mi rostro en mis manos—. Necesito saber dónde vive.

Hace clic con su pluma y me estudia con vacilación.

—¿Qué sucedió anoche?

Me incorporo rápidamente.

—¡Oh Dios mío! ¡Solo dame la maldita dirección! No tengo tiempo para el
chisme. No como si chismeáremos alguna vez pero, aun así, necesito saber a dónde
fue. ¿Sus padres vinieron a recogerlo?

—No —dice ella, su rostro suave y compuesto—. Realmente no sé cómo


se fue a casa. Se fue antes que Darcy llegara. Rompió su corazón.

Hago una mueca.

—Por supuesto que lo hizo. —Me enderezo, tengo una idea. Sin pensar,
me subo al escritorio y me bajo del otro lado. Cecelia me mira con asco.

—¿Qué crees que estás haciendo? —Se pone de pie y me sigue hacia los
archiveros de expedientes.

—Salvando una vida —murmuro, abriendo el cajón con la R.


193
Página
—Ya no es Rivera. Es Juares —dice, su voz tranquila—. Bueno, cuando los
papeles lleguen, al menos. —Levanto la mirada para verla y se encoge de
hombros con exasperación—. Si alguien pregunta, no estaba aquí cuando
entraste. —Levanta sus manos y camina hacia el baño, sacudiendo su cabeza.

Tengo que recordar agradecerle.

Abro el cajón con la J y en veinte segundos, tengo la dirección


memorizada. Mientras salgo de la oficina, escribo la dirección en mi teléfono y
troto hacia mi auto, 661 Quarry Road, justo frente al río desde el puente cubierto
de West Dummerston.

El puente.

Acelero y entro en W River Road y en diez kilómetros, doy la vuelta en


Quarry Road y busco su casa. No es difícil de encontrar, es bastante rural aquí
alrededor y cuando me orillo en la entrada, una pintoresca casa de ladrillo
encuentra mi mirada. Está metida en el bosque y un Jeep está estacionado en la
entrada.

Es el mismo maldito Jeep como en mi sueño.

¿Cómo es eso posible? ¿Cómo mi mente inventó ese dato? De hecho, si hago
preguntas, ¿cómo es posible que supiera cosas, cosas reales, sobre Sebastian? El
Jeep, la ciudad, las disposiciones… ¿Soy psíquica? ¿O tal vez mi sueño realmente
solo fue un tipo de universo alterno? Nuestros cerebros son capaces de más de lo
que podemos comprender. Supongo que es posible que mi cerebro obtuviera
información de algún universo paralelo, uno que realmente existe y me mostró
un poco de él. El hecho que en ese sueño Marlin y Sebastian están ahí afuera en
algún lugar, esperando un bebé, casados y felices me da toda la motivación que
necesito para encontrar a Sebastian. Ésta es nuestra vida real y tan jodido como
pueda parecer, estoy tan agradecida que pudiera ver un poco de lo que pudo ser.

Salgo de mi auto y corro hacia la puerta principal. La mañana es fría y


nublada, a diferencia del resto de la semana y la húmeda neblina en el aire le da
al lugar una sensación escalofriante.

—¡Sebastian! —grito, golpeando la puerta, la puerta roja con una aldaba


de latón, igual que en mi sueño—. ¡Abre! ¡Soy yo! —Intento con la manija, pero
está cerrada. Camino hacia la ventana del frente y echo un vistazo dentro. Cajas
están alineadas contra la pared. El lugar no luce habitado. De hecho, correo como
de un mes está apilado del otro lado de la puerta. Si él abrió la puerta, debería
haber un camino.

No ha estado aquí.

—Mierda —digo, en voz baja. Corro de vuelta a mi auto y lo apago. Agarro


las llaves y mi teléfono. Escribo “puente cubierto de West Dummerston” en mi
194
Página
GPS. Está a trescientos metros de distancia, una caminata de cuatro minutos. Ahí
está él. Tiene que estar ahí. Meto mi teléfono en el bolsillo de mis vaqueros y
empiezo a correr por Quarry Road hacia el puente.

Estoy agradecida por haber mantenido mi cuerpo en forma, porque llego


al puente en tiempo record. Estoy ligeramente sudada a pesar del clima frío. El
puente es un típico puente cubierto, techo de madera, paredes de madera, un solo
carril… y el río West debajo de él.

Camino dentro del túnel y salgo por el otro lado, mirando a todos los
alrededores.

Ahí es cuando mi corazón se rompe en un millón de pedazos, porque


sentado en la parte superior del puente está Sebastian.

195
Página
Traducido por Lyla

Corregido por Flochi

Presente.

—¡ Oh, Dios mío, Sebastian! —grito, agitando los brazos para


llamar su atención—. ¿Estás bromeando? —Está sentado en
uno de los lados del techo, con las piernas dobladas en
frente de él. Me nota, y su rostro no revela nada.

—Vete —grita, señalando para que me vaya.

—No tienes que hacer esto —le grito, sollozando—. No tiene por qué ser
así.

Lo veo suspirar, y luego se pone de pie.


¡Maldición, maldición, maldición!

Sin pensar, escalo la barandilla del puente, y después de algunos intentos


fallidos de tirar de mí misma hacia arriba, busco el lateral del puente por lugares
donde poner mis pies para izarme.

—¿Cómo llegó él hasta aquí? —murmuro a mí misma, mirando a los lados


del puente. Es imposible. No veo un camino hacia arriba, a menos que, por
supuesto, él tuviera una escalera. Camino hacia el otro lado, observando su figura
con atención en caso de que decida saltar antes de que pueda llegar a él—. Si
saltas, voy a saltar también —amenazo, y lo veo ladeando su cabeza hacia mí. No
me oyó—. ¡SI SALTAS, VOY A SALTAR TAMBIÉN! —grito. Él sólo asiente con
la cabeza y se da la vuelta, caminando en la otra dirección.
Mierda.

Corro hacia el otro lado, una vez más, y esta vez detecto pequeños
peldaños en una de las tuberías de lluvia. Subo a la barandilla y agarro el palo
delgado, rezando que los peldaños soporten mi peso. Un paso a la vez…

Miro hacia abajo, y mi visión comienza a girar. Maldición, estoy realmente


alto. Si caigo, me caeré en el acantilado rocoso del cauce del río. Estoy jodida.
Trago y continúo hasta que mis codos están raspando el techo de membrana
asfáltica. Me puedo levantar desde aquí. Cuando lo hago, me quedo agachada,
196
Página
porque un movimiento en falso me enviará deslizándome hacia abajo y hacia el
río. Y no soy la que quiere morir hoy.

—Esto realmente es malditamente estúpido —le digo a nadie en


particular—. No sé ni cómo has llegado hasta aquí. Estás en muletas, por amor de
Cristo. —Busco a Sebastian, pero debe estar sentado en el otro lado. Me arrastro
lentamente, permaneciendo lo más cerca posible del techo como sea posible. No
miro hacia abajo, porque si lo hago, podría perder el equilibrio por el vértigo.
Cuando llego a la parte superior puntiaguda, balanceo mis piernas por encima.
Para mi alivio, él está sentado unos cuantos metros de distancia de mí—. No
puedo creer que estés haciendo esto —le digo, con lágrimas en los ojos.

Él sólo me mira, su cara imparcial. Finalmente, habla.

—¿Por qué diablos subiste hasta aquí? Es peligroso. —Se pone de pie y
comienza a alejarse, sus movimientos estables y seguros—. Te dije que me dejaras
en paz.

Miro hacia abajo, que es algo que realmente no debería haber hecho, y
comienzo a llorar. Todo mi cuerpo empieza a temblar, y mis piernas se sienten
inestables y desiguales. Adrenalina está corriendo por mis venas, y sé que estoy
demasiado inestable para seguir arrastrándome por todo el techo. Comienzo a
sollozar, y sé que sólo hay una cosa que puedo decir para conseguir que Sebastian
se quede.

—¡Te amo! —le grito, y se detiene. Se vuelve lentamente. Realmente quiero


que malditamente se siente de modo que no tropiece y caiga—. Por favor,
siéntate. Estás a punto de darme un ataque al corazón. —Mi voz se quiebra, y lo
pierdo. Los lagrimones y mocos comienzan a gotear por mi nariz—. Te amo —
repito—. Te he amado durante tres meses. —Lloro en la manga de mi suéter, mi
cuerpo agitado por los sollozos.

—Pero sólo te conozco desde hace un par de semanas —dice, su voz


interesada. Lo veo dar un paso hacia mí.

—¡Siéntate de una puta vez! —le grito, haciendo un gesto hacia el techo.
Comienza a caminar hacia mí y se sienta a un metro de distancia, manteniendo
su distancia, pero lo suficientemente cerca como para que yo no tenga que gritar.

—¿Qué haces aquí, Marlin? —Se pasa la mano por el pelo y me mira, sus
cejas arrugándose al mismo tiempo.

—Fui al retiro, pero te habías ido. Entré en pánico. ¿Me puedes culpar? —
Extiendo mis brazos—. Jesús, Sebastian.

—Explica cómo me has amado durante tres meses. —No es una pregunta,
sino una afirmación. Su voz es escéptica.

Suspiro y respiro hondo, secándome las lágrimas de mis mejillas.


197
Página
—¿Te acuerdas de mi sueño? ¿El que tuve en el hospital? —Él asiente, sus
ojos mirándome con incertidumbre—. Bueno… estabas en el sueño. Eras tú:
mismo nombre, misma ciudad, mismo auto…

—¿Mi Jeep? —pregunta, su voz tranquila.

—Sí. Y en este sueño, estábamos comprometidos, y yo estaba embarazada


de ocho semanas. Estábamos viviendo en este apartamento de mierda con esta
fea alfombra de color marrón, y Jeb estaba renovando esta casa victoriana
increíble para nosotros. —Me atrevo a mirarlo a los ojos, ambas cejas están en la
parte superior de su cabeza. Oh, Dios mío, sueno loca. Sigo, sin embargo—. De
todas formas, eras un maestro en la secundaria Brattleboro Union. Yo trabajaba
en Graton Village Cheese, y me llevabas al trabajo todos los días… y éramos
felices. Éramos tan felices. —Susurro la última frase, y nuevas lágrimas caen hacia
abajo por mi cara.

Él abre la boca para decir algo, pero luego decide no hacerlo. Esto ocurre
tres veces. Sus cejas están fruncidas, y cuando habla, su voz es desigual.

—Por lo tanto, en este sueño, ¿estábamos juntos? ¿Comprometidos?

—Sí. Nos conocimos en Florencia. Fue una locura… soñé todo un perfil de
Facebook. Fui a través de más de mil imágenes. Mi cerebro evocó eso. Esa es la
única explicación a la que puedo llegar.

—Está bien —dice, estudiando mi cara—. Así que cuando despertaste, ¿te
acordaste?

Asiento.

—Me acordé de todo. Es por eso que apliqué para ser voluntaria:
necesitaba una razón para vivir aquí.

—Por mí —aclara, su tono tentativo.

—Bueno, no sabía que serías un paciente. Intenté buscarte, pero dado que
eras Sebastian Rivera, no Juares, como en mi sueño, no podía encontrarte. De
hecho, ni siquiera estaba segura de que eras real. Pero entonces conocí a Emma,
y poco después, a ti. No podía creerlo.

Sacude su cabeza.

—Suenas como una psicópata.

Mi cabeza desciende, y me sereno.

—En mi sueño, bebía Fanta. Me cantabas esa canción de Sam Smith en el


auto. Nuestra casa tenía una puerta roja con una aldaba de bronce. Tocaba el Ave
María en el piano. —Mi voz suena desesperada ahora, pero tiene que creerme—
. Tu mamá nos dio esta hermosa cuna de madera antigua para el bebé.
198
Página
Su cabeza se balancea alrededor.

—Nena. —Mira hacia otro lado, obviamente asustado. Totalmente lo


asusté. Tiene razón, sueno como una acosadora psicópata.

—Sé que parece una locura. Confía en mí, pienso acerca de ello Todo. El.
Tiempo. —No dice nada, y miro su cara, tratando de medir su reacción—. Eso es
parte de la razón por la que te ayudé con tu lista de mierda de cosas por hacer
antes de morir. Es decir, probablemente te habría ayudado a pesar de todo. —
Miro hacia él—. Quería salvarte, porque tú me salvaste —le susurro,
mordiéndome los labios.

Sus ojos comienzan a aguarse ante eso, y baja la cabeza.

—Pero yo no te salvé, Marlin. Estaba aquí, tratando con mi propia mierda.


No tenía nada que ver con tu sueño.

—¿Sabías que los dos intentamos suicidarnos el mismo día? En cuestión


de minutos el uno del otro, en realidad. —Me mira con ojos húmedos. No estaba
planeando decirle eso, pero la fecha y la hora en su expediente me dejaron de
piedra. Lo había visto cuando estaba buscando su dirección—. Siento que todo
esto sucedió por una razón.

—¿Es por eso que tienes el tatuaje “Destino”? —pregunta, con la voz
entrecortada.

—Sí, pero también no. No soy estúpida. Sé que no eres el mismo Sebastian
de mi sueño. No soy la misma Marlin. Yo era diferente. Los dos lo éramos. Pero
ese sueño me salvó la vida. Me dio esperanza cuando pensé que nunca me
sentiría optimista otra vez. Me dio un sentido de propósito. Supe que quería
ayudar a la gente, y buscar el retiro, en la misma ciudad exacta de mi sueño, fue
sólo la guinda del pastel.

—Pero tú amabas al tipo en tu sueño. ¿Me amas?

Fijo la mirada en su cara de color caramelo, tan herida por la pena. Él ha


llegado tan lejos, pero aún tiene un largo camino por recorrer.

—Amo a este Sebastian mucho más, porque es igual que yo. Nos
conocimos en mi sueño, seguro, pero cuando te conocí en la vida real, afirmó
todo para mí. Tenemos las mismas partes ocultas, las mismas partes oscuras. Veo
estas cosas en ti, porque las reconozco en mí misma. Veo el dolor detrás de tu
sonrisa. Veo el amor detrás de tu ira. Veo la razón de tu silencio. Y sé que tenemos
un largo camino por recorrer, pero me gustaría ir allí contigo.

Solloza en su hombro, y me corta en pedazos en sitios que ni siquiera sabía


que tenía. Corro rápidamente más cerca, con cuidado, y pongo mi brazo
alrededor de él.
199
Página
—No he tenido un sueño —comienza, limpiándose la cara—. Pero tú
siempre me diste esperanza. Cuando nos conocimos en el río, y me miraste por
primera vez… tuve este sentimiento de… nostalgia. No pude explicarlo en el
momento, y a pesar de que eras una extraña para mí, algo de ti me cautivó, como
si estuviera finalmente volviendo a casa.

—Volviste a casa —lloro, llorando a lágrima viva en su hombro—. Tu alma


sabía sobre nosotros.

—Mi alma tiene que ser bastante asombrosa, entonces —dice, con la voz
temblorosa.

Estoy en silencio durante un minuto.

—Podemos tener eso. Todo lo de mi sueño. —Miro hacia él y sonrío—. No


será exactamente lo mismo, pero el amor estará allí, y eso es todo lo que importa.
—Él está tranquilo, su rostro formando un ceño fruncido—. Es decir, a menos
que te suicides.

—No vine hasta aquí arriba para matarme, Marlin —dice, sonriendo—.
Saltaste a conclusiones, agitando tus brazos alrededor, subiendo al maldito
techo… sólo vine a pensar.

—Pero no es aquí donde…

—Sí. Es donde intenté suicidarme hace tres meses. Pero puedo decir con
certeza que ahora soy una persona diferente. No siento el mismo deseo de poner
fin a mi vida. De hecho, por primera vez en la historia, estoy un poco emocionado
de vivir. —Me tira hacia él, apretándome fuerte. Dejo escapar un gran suspiro de
alivio.

—Estaba tan asustada cuando no estabas en el retiro. Y la nota… pensé


que era una nota de suicidio. “Tú y yo somos diferentes”. ¿Qué demonios fue
eso?

Se encoge de hombros y se ríe.

—Sólo quería que avanzaras… Te mereces alguien que no esté jodido


como yo.

—Estás bastante jodido —concuerdo—. Pero yo también.

—Eso es verdad. —Suelta su brazo de mi hombro y se para—. Ahora,


¿bajamos de esta trampa mortal? —pregunta, extendiendo su mano.

—Pensé que nunca lo preguntarías.


200
Página
Traducido por Martinafab

Corregido por Flochi

Tres meses después.

J
ugando con mi nueva pulsera, me inclino hacia delante y escaneo el
restaurante en busca de Sebastian desde donde estoy sentada. Llega
tarde, lo que normalmente no me molestaría, pero ya que no lo veo
desde hace tres meses, estoy demasiado ansiosa para evaluar su bienestar. Leer
sus cartas es una cosa, pero tengo que verlo en persona para calmar mi
preocupación. Sé que no se ha olvidado, cada una de sus cartas llegaron con una
cuenta atrás. Ochenta y siete días, setenta y cinco días, cincuenta y un días,
dieciocho días, cinco días… y ahora hoy está aquí.

Después del puente hace tres meses, estuvimos de acuerdo en que lo mejor
sería tomarnos un tiempo separados. Necesitaba tiempo para volver a poner los
pies en el suelo, y yo quería darle espacio, lejos de mí, para sanar. Ese día fue la
última vez que lo vi, pero nos hemos escrito el uno al otro todos los días. Se
estuvo quedando con sus padres durante un tiempo, a las afueras de Brattleboro,
pero recientemente se trasladó de nuevo a su casa.

La semana pasada, me llegó un misterioso paquete, y era una pulsera de


bronce de dijes. En la pulsera había tres dijes: un pincel, un puente, y un corazón.
Sólo una persona podría saber cuánto significaba cada una de estas cosas para
mí. Mi corazón late en mi pecho mientras toqueteo los delicados dijes
individuales. He estado esperando este momento durante ochenta y nueve días.

Ayer fue el más largo. Mi turno de la mañana en el retiro, seguido de un


turno en Mocha Jean’s, pasaron astronómicamente lento. Cuando terminé en la
cafetería, me acerqué a una de las tiendas en la calle principal para escoger un
atuendo. Manoseo con el pulgar el material de seda de mi blusa verde bosque.
Me la metí en una falda plisada a media pierna y la emparejé con zapatos planos
negros. Llevo el pelo suelto pero retirado hacia un lado, así como un lápiz labial
rojo. Me siento bien y en control. Esta es nuestra primera cita, después de todo.

—Señora, ¿le gustaría un poco de vino mientras espera? —pregunta el


camarero, su cara simpática.

Niego con la cabeza.


201
Página
—Estará aquí pronto. Esperaré. —Le doy una sonrisa amable.

—Muy bien. Déjeme saber si cambia de opinión. —Se aleja, y puedo decir
que cree que estoy siendo plantada. Sebastian nunca me dejaría plantada. No
intencionalmente.

Miro mi reloj. 19:12. Sólo llega doce minutos tarde. Eso no es nada. Echo
un vistazo a mi teléfono sólo por si acaso. No hay mensajes ni llamadas perdidas;
no es como si él fuera a llamar o mandar algún mensaje. Nunca intercambiamos
números, para que fuera imposible vernos el uno al otro. Eso ayudó en esas
cálidas noches solitarias cuando tuve la tentación de llamarlo y rogarle que
viniera. En cambio, me sentaba y le escribía cartas en su lugar. Las cartas escritas
a mano están tan infravaloradas. Me alegro de que tengamos cartas tangibles y
físicas que documenten estos últimos tres meses. Es muy romántico.

La campana repica en la puerta principal, y dejo de respirar cuando la


figura de Sebastian entra, sus ojos frenéticos, buscando, emocionado. Me ve y se
relaja visiblemente, una gran sonrisa formándose en sus labios perfectos. Corre—
literalmente, corre—hacia mí. Siento que mi cuerpo se levanta, la servilleta en mi
regazo cayéndose, los cubiertos de la mesa resonando cuando mi muslo golpea
el borde de la mesa. No me importa nada de eso. Lo veo. Él está aquí. Finalmente
está aquí.

Siento que mis piernas corren hacia él, y en un solo movimiento, nuestros
cuerpos colisionan. Me recoge y me hace girar alrededor, sus labios rozando los
míos, la habitación girando a nuestro alrededor, y luego, el sonido de los aplausos
de varios clientes del restaurante. Me baja, sin sacar sus labios de los míos, y me
siento mareada por el torrente de sangre en mi cabeza. Cuando se retira, sus ojos
están llenos de lágrimas.

—Mi amor —respira—. Nunca estemos ochenta y nueve días sin vernos
otra vez. ¿De acuerdo?

Asiento con la cabeza furiosamente.

—Eso suena como un buen plan. —Caminamos de vuelta a la mesa, de la


mano, y él tira de mi silla para mí—. Te ves impresionante —susurra en mi oído
antes de sentarse enfrente de mí.

—Entonces… —digo, retorciéndome las manos—. ¿Cómo has estado? —


Me doy cuenta de que estoy temblando ligeramente, por lo que pongo mis manos
sobre la mesa y les ordeno que se calmen.

Él sonríe, y luego se estira y toma mis manos entre las suyas.

—He estado bien. No tienes idea de lo genial que es verte.

—Te he echado de menos —suelto. Se ríe, y contemplo su apariencia. Lleva


una camisa abotonada azul marino y pantalones caqui, con botas de vestir
202
Página
marrones. Su cabello sigue siendo corto, pero su barba ha crecido un poco. La
barba incipiente le queda bien. Ha ganado algo de músculo. Se ve robusto y
saludable.

—Yo también te he echado de menos —dice, su voz suave—. Quería


esperar hasta que estuviéramos en persona, pero empiezo mi primer semestre en
la universidad de Marlboro la próxima semana. Voy a terminar mi licenciatura
en Estudios Liberales con una concentración en arte y con suerte obtener mi
credencial para enseñar en una de las escuelas secundarias locales. —Está
sonriendo, y puedo decir que ha estado esperando a decírmelo durante semanas.

—¡Eso es increíble! —exclamo, apretando su mano—. Parece que la vida


ha estado tratándote bien —agrego, todo mi cuerpo superado con sentimiento y
emoción. No puedo dejar de sonreír.

Baja la mirada hacia nuestras manos.

—Bueno, tuve un montón de motivación para volver a encaminar mi vida.

—¿Y la… depresión? ¿Cómo va? —susurro, esperando una respuesta a mi


pregunta número uno.

—El médico reorganizó mis medicinas, y me siento… normal. Como yo


mismo. Mis circunstancias han ayudado mucho, también. Justo como tú dijiste.
Tenía un torrente de amor por parte de mis padres, de Emma y Jeb, y de ti. Me
vio a través de mis momentos más oscuros, y finalmente me siento como si
estuviera emergiendo en el otro lado.

—Eso es maravilloso —derramo.

Me estudia seriamente por un segundo, su boca abriéndose y cerrándose.


Por último, habla.

—La parte más difícil fue estar lejos de ti.

Asiento.

—Lo sé. Pero necesitabas ese tiempo para ti mismo. Esos tres meses que
tuve con mis padres, lejos de Charlie, lejos de todos… me encontré de nuevo.
Quería que sanaras en un terreno neutral, sin distracciones. Tienes que aprender
a amarte a ti mismo antes de poder amar a otro.

Sonríe y me aprieta la mano de nuevo.

—Tuve alrededor de dos mil horas para pensar.

Sonrío.

—¿Oh, sí? ¿Sobre qué?


203
Página
—Estoy de acuerdo con tu última carta. Creo que deberíamos tomárnoslo
con calma.

—Genial. —Pienso en mi última carta para él. Mencioné tomarnos las


cosas con calma, sin precipitarnos hacia nada. Esto no es una carrera—. Creo que
es una buena idea.

—Bueno, el problema con esto es que, por mucho que quiera tomarme las
cosas con calma, he estado encerrado durante tres meses, pensando en ti. No
ayuda que tenga esa pintura erótica tuya colgando en mi habitación.

Jadeo.

—¡No! ¿En serio? ¿Qué pasa si alguien la ve?

Se ríe entre dientes.

—Me importa un bledo si alguien la ve. Mi punto es que… puede que no


sea capaz de controlarme. —Sus ojos se oscurecen, y me acaricia con el pulgar la
palma de la mano, sus intenciones claras.

Lo observo antes de responder. El Sebastian de mi sueño era muy atrevido,


sin temor a su sexualidad. Tiene sentido que el verdadero Sebastian sea de la
misma manera. Él es un hombre, y tuvimos una noche increíble en su habitación,
a pesar de que fue corta. Puedo sentir el calor que irradia de él, y para ser honesta,
no estoy segura si tengo suficiente fuerza de voluntad para soportar la forma en
la que me está mirando en este momento.

—Bueno, soy una dama, y no me acuesto con los hombres en la primera


cita. —Alzo las cejas, y se ríe, su sonrisa tranquila y brillante. Se ve tan
increíblemente guapo.

—¿Pensé que la noche en la que te pinté fue nuestra primera cita? —


pregunta, su voz esperanzadora.

—Esta es nuestra primera cita oficial. —Sonrío, y su rostro cae.

—Terminaré convenciéndote. Ya lo verás. —Su voz está teñida con el tipo


de confianza que sólo alguien tan guapo como él puede poseer.

—No lo harás. Tengo estándares. —No traigo a colación el hecho que los
siento desmoronarse, segundo a segundo, mientras está sentado frente a mí,
mirándome como un premio que acaba de ganar. Tomo un sorbo de agua para
tranquilizarme. Justo entonces, el camarero se acerca y toma nuestros pedidos.
Señalo los mejillones como aperitivo, y el ñoqui hecho en casa como un plato
principal. Sebastian arruga el ceño mientras estudia el menú.

—Perdón —dice, bajándolo—. Estaba distraído por mi hermosa cita aquí,


y no he tenido la oportunidad de mirar el menú. Tomaré lo que ella.
204
Página
Me sonrojo, y el camarero garabatea algo en su libreta.

—Muy bien. ¿Y para beber?

—Tráenos la mejor botella de champán que tengan —dice Sebastian.

Protesto de inmediato.

—No, eso es una locura, no puedes…

—Puedo —dice, tranquilizándome. Le guiña un ojo al camarero—.


Estamos celebrando.

El camarero asiente y se aleja.

—¿Qué estamos celebrando? —pregunto, extendiendo la mano para


agarrar las suyas.

—La vida —dice con sencillez. Alguien más podría encontrar esa línea
cursi, pero para mí, esa única palabra lo es todo.

Realmente estoy poniendo a prueba mi autocontrol cuando salimos del


restaurante, y Sebastian coloca su mano cálida en la parte baja de mi espalda,
encendiendo todo mi cuerpo. Me muerdo el labio y respiro hondo. Aquí es donde
tiene que terminar esta noche. Aquí es donde había planeado decir adiós para la
noche. A pesar de que tuvimos una cena increíble, y nos reímos y hablamos como
viejos amigos, realmente deberíamos tomárnoslo con calma.

Sebastian se inclina, y por un segundo creo que va a despedirse. En lugar


de ello, su mano se desliza más abajo y rodea mi trasero.

—Así que, ¿quieres venir conmigo, o quiere retrasar lo inevitable?

Apenas puedo respirar.

—¿Qué es lo inevitable? —le susurro como respuesta, mis ojos fijos en sus
labios y la forma en que los lame.

—Tengo que terminar de pintar tus manos y pies. —Maldición. Estaba casi
a salvo, pero luego tuvo que ir y hablar de sus increíbles habilidades artísticas—
. No me vas a negar el arte, ¿verdad?

—Eso sería cruel. —Le doy una sonrisa maliciosa, y eso lo hace; me agarra
la mano y tira de mí rápidamente hacia su jeep negro. Ah, el amado Jeep—. ¿No
es extraño que este Jeep exacto estaba en mi sueño? —le pregunto mientras abre
la puerta. Se para junto a la puerta y me observa, acariciándose la barbilla.

—Hmm, es bastante extraño. Los sueños son extraños, sin embargo. A


veces, nos dicen la verdad de lo que necesitamos escuchar.
205
Página
Arrugo las cejas.

—Sí, pero ¿cómo sabía mi cerebro que conducías un Jeep negro?

—¿Crees en universos alternos? —contesta, inclinándose muy cerca—. Es


como Matrix —bromea, besándome en la nariz.

—¡Lo digo en serio! Es como una especie de historia romántica, y nos llevó
aquí, pero ¿alguna vez te detuviste y te preguntaste por qué y cómo?

—El universo funciona de maneras misteriosas, Marlin. Creo en universos


alternos. De hecho, creo que cada decisión hecha crea un universo de respuestas.
Por ejemplo, hoy me comí un sándwich de jamón y decidí poner mayonesa en el
pan en lugar de mi habitual mostaza. Pero tal vez una versión de mí mismo está
ahí fuera, el que puso mostaza en mi sándwich. Es probablemente muy similar a
la vida que estoy viviendo en este mismo segundo, excepto por el hecho de que
tomé mayonesa en lugar de mostaza. Entonces tú tienes las decisiones más
grandes, como dónde ir a la universidad, y tú tienes la vida como la soñaste.

Bajo la mirada a mis tacones.

—Sí, eso tiene sentido. Universos diferentes, diferentes… —Dejo la frase


inconclusa, buscando la palabra correcta.

—Reinos —acaba Sebastian por mí.

Sonrío.

—Exactamente. Mi sueño era sólo uno de muchos reinos. Y todos son el


reino de ti.

—Muy poético —declara Sebastian, riéndose. Cierra mi puerta y va hacia


el lado del conductor. Es extraño cómo esto se siente tanto como el sueño, incluso
el olor de los asientos de cuero es exactamente como lo recordaba. Decido no
pensar en la peculiar forma en la que nos reunimos y, en su lugar, me centro en
lo bien que Sebastian parece estar llevándolo.

Enciende el motor y comienza los diez minutos de viaje hacia su casa. Ni


siquiera sigo estando nerviosa. Durante la cena, caímos en una especie de ritmo
cómodo, terminando las frases del otro y riéndonos de las mismas cosas.
Conocerle a través de cartas escritas también ayudó, así que ahora, en lugar de
estar nerviosa, me siento yo misma. Siento que por fin estoy en el lugar correcto,
con la persona adecuada.

—Te amo —susurra Sebastian, y me vuelvo hacia él. Sólo me lo ha dicho


en persona la noche que me pintó, e incluso entonces, no fueron esas dos palabras
mágicas. Fue estoy enamorándome de ti. Lo que es igual de especial, pero esas dos
palabras son tan domésticas, todos los días, sin embargo, nueva. Estoy
sorprendida por lo correcto que todo esto se siente.
206
Página
—También te amo.

Esto en cuanto a tomar las cosas con calma.

Toma mi mano y la aprieta. Lo miro y hago la pregunta que he estado


muriendo por preguntar a alguien, pero temiendo la respuesta, justo cuando se
detiene en el camino de entrada y estaciona el Jeep.

—¿Es el tipo de amor que resulta de dos personas rotas más débil o peor
que el amor normal?

—¿Qué es el amor normal?

—Creo que es cuando dos personas enteras, completas, felices se unen. Ya


sabes… hacer una buena cosa mejor. Hace seis meses, los dos estábamos tan
rotos. No estoy diciendo que estamos corriendo hacia nada, pero ¿crees que
nuestro amor es normal?

Sebastian me mira pensativo. Él se acerca y traza su dedo por mi


mandíbula, sin romper el contacto visual.

—Nuestro amor es más fuerte. Más resistente. La gente feliz que se


enamora aprende a dar ese amor por sentado lo largo del tiempo. Nosotros nunca
haremos eso, porque siempre vamos a recordar cómo era caminar a través del
campo infernal de batalla solos. Siempre es mejor contigo, y nuestro amor es más
potente debido a ello.

Sus palabras hacen eco conmigo, y antes de que las lágrimas caigan de mis
ojos, me inclino y lo beso suavemente en los labios.

—No puedo creer que me hayas convencido de venir a casa contigo —


murmuro, mi boca sobre la suya. Nuestras respiraciones se mezclan, y capto una
bocanada de su desodorante de menta.

—Sabía que iba a ganar —responde, apartándose y abriendo su puerta—.


Esperé tres meses por ti. No iba a dejar pasar esta noche. —Sus ojos se estrechan,
y me mira de esa manera otra vez.

Mis piernas se vuelven a gelatina cuando me encuentro con su mirada, y


mi estómago se aprieta con la anticipación. Salgo del Jeep, y caminamos a la
puerta principal juntos, sin decir una palabra. La abre y se vuelve hacia mí antes
de que entremos.

—¿Estás segura? —pregunta, mirándome como si fuera un manjar. Puedo


decir que realmente no quiere que diga que no. No estoy segura de que pueda
decir que no—. Ya sabes… tus estándares y todo —aclara.

—Al diablo mis estándares. —Lo empujo contra la puerta, mis labios
contra los suyos con urgencia—. Nosotros no somos normales de todos modos
—digo, mordiéndole el labio.
207
Página
—Gracias a Dios, maldición —susurra, tirando de mí hacia el interior y
cerrando la puerta detrás de mí.

208
Página
Traducido por Mae

Corregido por Flochi

Tres años después.

—C
ariño, ¿qué pieza debemos colgar sobre la cama? —
pregunto, tirando de mi oreja y estudiando las diversas
pinturas que recubren la pared de nuestra nueva
habitación—. No creo que el rojo amapola vaya muy bien con la silla azul.

Sebastian entra y se detiene junto a mí. Para ser nuevos propietarios, no


hemos pasado demasiado tiempo analizando esquemas de colores y tipos de
madera, pero por alguna razón, la pintura colgando sobre la cama parece una
tarea imposible. No ayuda que todas las piezas de Sebastian sean fenomenales.
Es difícil elegir sólo una.

—Tengo otro par de piezas en el comedor —confirma, moviendo la


cabeza—. Sí. Tal vez una de esas. —Sale, y me quedo mirando a la pared en
blanco de nuevo.

Cuando regresa, lleva dos lienzos: uno pequeño, cincuenta centímetros


por sesenta. El otro es bastante grande, de al metro veinte de ancho. Cuando los
gira, jadeo ante el grande.

—Espera, nunca antes he visto este —susurro, acercándome a ella. Es


exquisita. Amarillos, rojos, naranjas explotan alrededor de los otros. Es violento
y tranquilo, calmado pero aun así furioso. Los gruesos pegotes de pintura son
impresionantes. La pintura en sí no es nada: es sólo pintura salpicada alrededor,
los amarillos se mezclan en los rojos y naranjas, formando una masa de pintura—
. He visto todo tu trabajo; ¿cómo es que no he visto este?

—Es el que pinté el día después de que te conocí.

Lo miro fijamente.

—Espera… ¿el primero que pintaste después de tu incidente? —Pienso en


ese día y cómo Darcy sugirió que trabajara exclusivamente con Sebastian; había
pintado por primera vez en tres meses. Miro la hermosa pintura, y siento que mis
ojos se hinchan con lágrimas—. Es perfecta —digo, mi voz tranquila.
209
Página
Se acerca a mí y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura.

—Dice mucho acerca de cómo me hacías sentir esos días —explica, y los
dos miramos la pieza juntos—. Es como si causaras una explosión de colores en
mi corazón.

—Eres tan cursi. —Me río, girando y envolviendo mis brazos alrededor de
su cuello—. Pero me encanta.

—Soy feliz —dice, frotando su nariz con la mía.

Hemos hecho un hábito decirnos que somos felices. A la mayoría de la


gente le resultaría extraño, pero siempre es tranquilizador con él. Desde nuestra
primera cita, las cosas han ido viento en popa. Creo que la vida decidió emparejar
las cosas para nosotros. Tuvimos muchos años imperfectos antes de conocernos,
pero una vez que nos encontramos, todo encajó en su lugar.

Nunca creí en el destino antes de Sebastian. Pensé que era una idea
romántica, irracional, y firmemente creía que uno es el capitán de su propia vida.
En ciertos aspectos, todavía lo creo un poco. Pero en su mayor parte, sé ahora que
todo lo que me llevó a Sebastian fue el destino. Lo estamos viviendo. Puede que
estemos siete años retrasados, y puede que hayamos tenido que pasar por un
infierno y de regreso antes de llegar aquí, pero valió la pena al final.

—Soy feliz, también —digo, besándolo suavemente.

El amor no es amar a una persona perfecta. Nadie es perfecto. Todo el


mundo tiene defectos. Puedes enamorarte de los defectos. Puedes amar cada
átomo en sus cuerpos.

Más tarde esa noche, mientras nuestros cuerpos cansados se arrastran a


nuestra nueva cama en nuestra nueva habitación, me acuesto junto a Sebastian
debajo de las sábanas. Vermont está experimentando una ola de calor
monstruosa en septiembre, y realmente no necesitamos una manta esta noche,
pero me gusta estar bajo las sábanas con él. Lo siento envolver sus fuertes piernas
alrededor de las mías, cubriéndome. Extiende un brazo y me toma de la mano.
Rodea con el pulgar mi dedo anular y acerca sus labios a mi oído.

—¿Estás de ánimo? —Sus palabras son suaves, y envían un escalofrío por


mi espalda—. El rey Henry está cansado, pero podría soportar un poco de
diversión. —Me rodea y arrastra su mano por el costado de mi cuerpo.

Me río.

—Por la mañana. Estás agotado.


210
Página
—Mmm. —Me acerca más—. Oye, nunca me dijiste por qué querías
nombrarlo rey Henry —susurra, su voz curiosa.

—Así lo llamabas en mi sueño. —Me encojo de hombros—. No lo sé. Ese


recuerdo se perdió, pero me gusta la idea de continuar la tradición.

Se ríe entre dientes. Creo que se ha quedado dormido, pero después de


unos minutos, vuelve a hablar.

—Debemos casarnos pronto.

Aparto su mano.

—No hasta que la casa esté terminada. —Estoy sonriendo, sin embargo—
. Además, siempre me lo pides cuando estás medio dormido.

—Es romántico a su manera —dice, a la defensiva. Su voz es perezosa, y


puedo decir que está a punto de dormirse.
—Me encantaría casarme contigo —susurro—. Algún día.

Sus ronquidos ligeros pronto impregnan el ambiente, y me voy quedando


dormida poco después.

Goteo, goteo, goteo.

El sonido del agua goteando me despierta, y antes de abrir los ojos, el


pánico se apodera de mi garganta. Las gotas de agua golpean el lavabo de
porcelana con tal precisión cada vez…
No.

Estoy tumbada boca abajo, con los brazos y piernas abiertas. Mi cerebro
está nublado por el sueño, y por un aterrador segundo, un dèja vú me paraliza.

Sebastian.

¿Dónde está Sebastian? Las sábanas son desconocidas, la cama es


demasiado firme para ser nuestra…
Goteo, goteo, goteo.

Aprieto los ojos y lo busco con mi mano, pero no está allí. La cama ni
siquiera está caliente. Es posible que nunca estuviera aquí. ¿Imaginé todo? La luz
que entra desde una de las ventanas ilumina mis párpados. Debe ser temprano
en la mañana.
Goteo, goteo, goteo.
211
Página
El ruido del goteo será mi muerte. Tomo dos respiraciones lentas y
profundas. Llevo mis brazos a mi pecho.
Goteo, goteo…

Mi cuerpo se enfría, mientras espero el último goteo secuencial, pero nunca


llega. Mis nervios están de punta. Todo esto es demasiado familiar. Debo estar
soñando. Todo esto, es un producto de mi imaginación.
Goteo…

Más asustada que antes, mis ojos se abren, y los alrededores exóticos hacen
que grite.

—¡Sebastian! —gimo. Me dejo caer sobre las sábanas, sollozando.


No, por favor, que esto sea una especie de pesadilla…

—Mi amor —arrulla Sebastian, entrando en la habitación desde el cuarto


de baño. Al verlo me relajo al instante, el alivio inunda mi cuerpo. Todo comienza
a volver a mí, primera noche en la casa nueva, primera noche durmiendo en la
nueva cama con las sábanas nuevas. Eso debe de haber disparado algún tipo de
recuerdo—. Shh. Fue sólo una pesadilla. —Él se mete en la cama y me envuelve
con sus extremidades. Estoy pegajosa de sudor, pero él me acerca más cerca. Mis
lágrimas ceden, mi respiración se ralentiza.

—Estaba tan asustada… No estabas aquí, y…

—Shh. Estoy aquí. Siempre estaré aquí.

Su pecho conecta con mi espalda, la pieza del rompecabezas perfecta.


Después de un minuto, siento su cuerpo relajarse con el sueño. Es de mañana,
pero no tenemos ningún lugar al que ir. A medida que la realidad se asienta, me
encuentro sonriendo, apretando su brazo a mi alrededor.

Casi nunca tengo pesadillas ya. Estar juntos, ser felices… ciertamente no
damos esas dos cosas por sentado. La vida ha sido buena con los dos, no tengo
una sola queja.

Excepto sus ronquidos, pero puedo lidiar con eso. Es un pequeño precio a
pagar para tenerlo realmente aquí, en mis brazos, día tras día. Si algo he
aprendido, es a confiar en el destino y escuchar tus sueños. Lo que el doctor Hale
dijo acerca de la teoría de Freud tenía razón. Nada de lo que hacemos sucede por
casualidad. Cada acción y pensamiento está motivado por nuestro inconsciente
en algún nivel. A pesar de que, por razones médicas, no es posible soñar,
mientras estás verdaderamente inconsciente, muchas personas afirman haberlo
experimentado.
Yo lo experimenté.
212
Página
De vez en cuando, despierto de un sueño que estoy segura era otro reino.
No sé por qué. No puedo explicarlo. Pero hay tantas cosas en la vida que no
podemos explicar. Nunca puedo recordar esos sueños, y estoy segura de que
algunos de ellos no incluyen a Sebastian, pero eso está bien. Hice mi sueño mi
realidad, y despierto en él diariamente.

—Soy feliz —susurro. Creo que está dormido, pero se mueve siempre tan
tranquilamente, girando hacia mí.

—Yo también soy feliz. Y te amo, Marlin. Cada átomo. —Me besa la nariz.

Sus palabras de consuelo se envuelven alrededor de mi corazón,


torciéndose hacia mi alma y me adormecen en un sueño satisfecho. Sé que tiene
razón. Si somos capaces de vencer las dificultades, superar los problemas, y aún
encontrar el camino al otro, entonces somos afortunados.

Cuando la vida te da una segunda oportunidad, tienes que tomarla y


nunca dejarla ir.

Fin

213
Página
Amanda Richardson es una escritora viajera exitosa que vive en Los
Ángeles con su prometido y dos gatos. Cuando no está escribiendo o leyendo (lo
cual, para ser honestos, representa el 95% de su tiempo libre), puede encontrarse
buscando en Google vuelos baratos a lugares que nunca ha visto, hablando con
sus gatos u obsesionándose con la Familia Real Británica. Hecho curioso: su
primera novela es sobre los Tudors. Algún día quizá, tras mucho vino, ¡puede
que encuentre el valor para publicarlo!

Puedes visitar su página web:


http://www.amandarichardsonauthor.com

Facebook: http://www.facebook.com/amandawritesbooks
214
Página
Staff de Traducción Staff de Corrección
Moderadora: Correctoras:
Jo Bella’
Mae Flochi

Traductoras: Recopilación
Âmenoire LizC
Apolineah17
Aria
Diana De Loera Revisión
Gemma.Santolaria Flochi

Gigi D
Jenn Cassie Grey Diseño
Jo
PaulaMayfair
Lalaemk
Lauuz
Lyla
Mae
Martinafab
Raeleen P.
Roxywonderland
Selene
Smile.8
215
Página
Página
216

Potrebbero piacerti anche